Paul Ricœur. Historia y memoria. La escritura de la historia y la representación del pasado”, en Anne Perotín-Dumon (dir). Historizar el pasado vivo en América Latina. pp. 1-27. Reseña del texto Andrés Felipe Manosalva Correa Paul Ricœur (1913-2015) fue un filósofo y antropólogo francés, trabajó como profesor de la Universidad de París X y de la Universidad de Chicago. Dentro de sus obras más importantes se encuentra “Tiempo y Narración”1 y “La memoria, la historia y el olvido”2, entre otras. El texto “Historia y Memoria: La escritura de la historia y la representación del pasado” pone en debate el problema de la “verdad” dentro de la disciplina histórica, debate que tiene mucho de largo y ancho para contar. Ya desde la antigüedad Heródoto (484-425 a.c.), con pretensiones de “verdad” en sus Historias señalaba que escribía “para que el tiempo no borre los actos de los hombres y que las grandes y prodigiosas gestas realizadas, tanto por los griegos como por los bárbaros, no caigan en el olvido”3. En años más recientes, el historiador alemán Leopold Von Ranke (1795-1886), dentro de un paradigma positivista, buscaba que sus textos contaran como “realmente” sucedieron los hechos del pasado, tomando sobre todo los documentos escritos como su principal fuente. Sin embargo, en años más recientes, la pretensión de escribir una historia “verdadera” se ha puesto en cuestión, pues se ha indicado que tanto el abordaje de fuentes, la interpretación y la escritura de la historia no están exentas de la subjetividad del investigador. Ricœur, en el texto que aquí se reseña, indica que hay un pacto tácito entre el historiador y el lector, donde este último espera un relato “verdadero”, por lo que la problemática queda en manos del autor, pues es quien tendría que buscar dicho objetivo. Para Ricœur, el problema comienza con la memoria, pues esta puede ser frágil, puede ser engañosa, puede confundirse con la mimesis, por tanto se preocupa por la “fidelidad” de la memoria, que puede llevar a hacer más dificultoso el camino de la representancia de la “verdad” en la historia. ¿Cómo hacer que dicha representancia que hace el historiador, sea legítima para la memoria del lector? 1 Una obra de tres tomos (México, siglo XXI, 1995) (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2004) 3 “Proemio” en Historias. (Madrid: Editorial Gredos, 2008) p. 85. 2 Frente a lo anterior el autor expone las diferentes fases del proceso historiográfico, que en mi opinión, tiene inmersa la interpretación y crítica constante del investigador. En primer lugar se señala la fase de acercamiento a los testimonios y a los documentos, pero no para hacerlos contar lo que pasó al estilo Rankeano, sino como dice Marc Bloch: Para comprenderlos (p. 14). Acá se hace necesario el acercamiento como un detective, yendo hacia los indicios y de allí sacar las conclusiones generales tal como lo indica Carlo Ginzburg. En segundo lugar se encuentra la fase comprensiva y explicativa (donde la diferenciación con la anterior fase las separa una línea muy delgada), en la cual Ricœur hace énfasis en las representaciones de lo social y la memoria como representación privada. Por último, se encuentra la fase de la escritura de la historia, que es para el autor la fase de mayor dificultad, pues la configuración narrativa y retórica, por ser necesaria, es un arma de doble filo para la búsqueda de la “verdad”. Frente a esto las críticas de Hayden White son fuertes, donde pone en duda que el relato histórico se diferencie de la ficción. La solución a este dilema está para Ricœur en las etapas anteriores a la escritura, pero también se la deja al lector, quien es el receptor de un discurso que, ante la imposibilidad de ser “verdadero”, “se sitúe en el marco de una intención de verdad” (p. 24) En la última parte del texto, el autor reitera que este pacto de ofrecer algo “verdadero” sigue vigente hasta cierto punto, acá se hace necesaria la comparación entre dos o varios textos sobre un mismo tema, pero también juega un papel fundamental la memoria, quien es la que da reconocimiento al pasado: El texto histórico, tal como lo señala el autor, podría entonces, confirmar o transformar las memorias de los lectores. Más allá de lo que señala Ricœur y como opinión personal vale indicar que la práctica historiográfica no es neutral, que el historiador, como sujeto político, no está exento de motivaciones propias, por lo que la interpretación y crítica de fuentes puede variar dependiendo de quien las aborde. Así mismo, las fuentes por lo general son humanas, sean escritas, orales o de otro tipo, por lo que ceñirse estrictamente a ellas no necesariamente nos lleva a la verdad. Lo anterior no quiere decir que los historiadores no busquen acercarse a un relato verosímil del pasado, pues en este ejercicio juega un papel importante el conocimiento profundo del contexto histórico y el contraste y crítica de las fuentes, para así escribir una historia que, aunque no sea “verdadera”, sirva para conservar la memoria de la sociedad.