¿DERROTAR AL ENEMIGO SIN ARMAS Y SIN URNAS? Libardo

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¿DERROTAR AL ENEMIGO SIN
ARMAS Y SIN URNAS?
Libardo Sánchez Gómez*
En un estado como el colombiano donde se criminalizan los reclamos sociales
poniéndoseles el rótulo de terrorismo y, directamente, se asesinan campesinos, indígenas y
militantes sociales, como ocurrió con la militancia de la Unión Patriótica; y, peor aún, se permite
que los crímenes se realicen con impunidad; además, se reprimen a los estudiantes, que luchan
por una educación pública gratuita, y a los trabajadores rurales sin tierra que exigen la aplicación
de la reforma agraria; cabe preguntarse, ¿se deben aceptar las reglas del juego de la democracia
burguesa como la escena privilegiada del accionar político? Así mismo, ¿un Estado de este tipo,
apenas, “encarnación ilusoria del interés general”, al que hay que sumarle las privatizaciones y
una obesa corrupción, puede ser el único campo político posible?
El pueblo expoliado por agentes externos (capital transnacional) e internos (inequidad,
injusticia, engaño, pobreza y violencia estatal) se ve impelido a entrar en el universo de la rebelión,
algunos ciudadanos se han visto obligados a empuñar las armas, para defender sus vidas; y ha
sido tan exitoso su accionar que, a su vez, ha obligado a la burguesía a pedir cacao al imperio
gringo, y si no fuese por los dólares de estos hace décadas que el poder sería del pueblo. El
pueblo excluido tiene el deber ineludible de madurar un debate estratégico, que le permita
enfrentarse exitosamente a la Casta política, la cual desde varias centurias vienen insultando la
inteligencia popular.
La rebelión del pueblo germina en el alma, como un móvil altruista, por el sentimiento de
rabia ante la injusticia cometida por tan pocos contra tantos, y es abonada por la lucha y ataque,
de carácter defensivo, contra las instituciones y bases de esa injusticia estructurada como lógica
dominante. La casta política en el poder no puede admitir que existen seres humanos que se
indignan por la opresión y que más allá de tragarse tal indignación, deciden, sin importar un posible
fracaso, alzarse contra ese orden injusto y sus leyes. Por eso las élites se blindan por un lado con
un arsenal de leyes (delito de rebelión) y por otro acudiendo a los peores instrumentos de
represión y terror, tratando de disuadir o castigar a los hombres indignados.
Pero como la opresión tiene un límite, el pueblo agredido necesita estructurar un proyecto
de resistencia o revolucionario. Y para llevar a cabo este proyecto revolucionario precisa conectar
realidades distantes y, aparentemente ajenas, con las que le toca vivir,
única manera de
apropiarse de un poder político que, desde siempre, le ha sido ajeno. Está muy claro que sin el
poder se está condenado a ser eternamente agredido. Pero, algo más, el reto está en acceder al
poder sin el uso de las armas. “Someter al enemigo sin luchar es la suprema excelencia” (Sun tzu
– El Arte de la Guerra). Y en palabras de Carlos Alberto Ruiz Socha:
“…necesitamos una
toma democrática del poder para conseguir avanzar hacia una verdadera democracia” (La
rebelión de los límites. Quimeras y porvenir de derechos y resistencias ante la opresión, 2008) (el
subrayado es mío).
Como dice Daniel Bensaid (1995) hablando de la crisis del capital, estamos “frente a una
doble responsabilidad: la transmisión de una tradición amenazada por el conformismo y la
exploración de los contornos inciertos del futuro”.
Para lograr el futuro que queremos será
preciso articular y conjugar las “aspiraciones y expectativas populares y estructurarlas en un
programa común”. Y habrá que ir más allá de los límites que adjudica la democracia burguesa,
modulando y enlazando las demandas en el plano político. La renaciente Unión Patriótica
Bolivariana se configura como un renovado sujeto social-político, que tomando conciencia de las
necesidades populares las articula en el plano social y las enlaza en el plano político.
La política de la Unión Patriótica debe ser fruto de la acción de masas leudando en medio
de la realidad, y no nacerá en las cúpulas de las organizaciones políticas de la izquierda, ni en la
cabeza de los líderes carismáticos sino en el propio seno de la praxis social. Habrá que
redesplegar el movimiento social en los diferentes ámbitos de la reproducción social, multiplicar los
espacios de resistencia, reclamando y afirmando autonomía. Y no se debe descartar de plano
ni la participación electoral ni la intervención parlamentaria, como complemento de la lucha por el
acceso al poder. Pero hay que tener muy en claro que en Colombia el parlamento no ha sido más
que un teatro de sombras chinas de las contradicciones sociales.
Para transitar airosos al paraíso de las transformaciones sociales hay que vencer muchos
peldaños, el primero y más importante es el del imaginario social basado en el miedo y el
engaño. Eduardo Ferreyra (2012) en El Control Social a Través del Miedo manifiesta: “…el control
sobre los ciudadanos de una nación se realiza de manera bastante eficiente por medio de un
mecanismo muy efectivo: la creación del miedo en la sociedad”. El secreto del éxito de la
dominación de la casta política está en mantener a los ciudadanos en “estado de miedo perpetuo”,
se le ha hecho creer a la gente que cualquier protesta o disenso social no afecta al gobierno sino a
la familia, por eso se le teme a las revueltas estudiantiles, a la insurgencia, a los campesinos que
piden tierra, a los obreros que exigen mejoras salariales, a los maestros y jueces, etc., y toda
oposición cae en el campo del terror…ismo. Cómo hacen para llevar el miedo a los hogares, muy
simple, recurriendo a lo que Michael Crichton (2004) expresó en su exitosa novela de ficción
“Estado de Miedo”: “…Yo lo llamo «complejo político-jurídico-mediático», PJM. Y está destinado a
fomentar el miedo en la población, aunque en apariencia se plantee como fomento de la
seguridad.”
Hay que crear vacío de miedo, y hacer que la mayoría lo pierda; se necesita del ejemplo
de unos cuantos, para el profesor de políticas de la Universitat de Girona Raimundo Viejo,
“primero hay un pequeño grupo de gente a los que se les llama early riders, los que cabalgan
primero. Son gente innovadora, más crítica y con un razonamiento político elevado. Esta gente es
desobediente, como los insumisos o los okupas. Y cuando esta gente acierta con sus acciones, si
son muy llamativas y si se dan las condiciones estructurales oportunas, la gente se añade”. Pero
como el miedo es inherente a la naturaleza humana éste va a estar ahí siempre, solo que
domesticado, es decir, miedo a la enfermedad, a los accidentes o a quedar sin empleo. No
obstante, quien no tiene casa, empleo, es decir, ningún futuro, no tiene derecho a tener miedo.
Pero como remedio a tanto mal hay que voltearle la cara a la
moneda, se tiene que hacer
sentir a la casta dominante verdadero pavor, para que cedan privilegios deben tener la seguridad
de que pueden perderlo todo.
Blindados ante el engaño y habiendo perdido el miedo los senderos de la desobediencia
conducirán al triunfo. Claro que contravenir normas acarrea castigos, pero habrá que estar
dispuestos a asumir las consecuencias, esto va implícito en la misma protesta. Si nadie pagase
impuestos, ¿qué podrían robar los corruptos? Si las sedes de las transnacionales permanecieren
repletas de personas indignadas, ¿cómo podrían destruir el medio ambiente y saquear nuestros
recursos? Si los campesinos, los indígenas y los afro descendientes se tomaren los predios baldíos
y las fincas usurpadas, los Laffories tendrán que correr junto a sus sus vacas con la cola entre las
piernas; si no se pagan las hipotecas los banqueros no podrán mandar sus mujeres al gimnasio.
Se tendrá que hacer sentir miedo al mismo gobierno, su negativa a ceder privilegios, será
cómplice explícito del sufrimiento de la gente y, a su vez, estará legitimando que se extienda la
desobediencia civil masiva. Se señalarán y perseguirán a los diputados que voten en contra de
las exigencias populares y que aprueben leyes como la Ley 100 de salud, es decir, no se les dejará
vivir tranquilos. Y no se bajará la guardia hasta lograr una profunda reforma educativa que
contemple la educación superior gratuita y para todos, una reforma agraria radical que termine con
la privatización de la tierra y el agua, y que defienda el aire que respiramos. No descasaremos
hasta que, sin disparar un solo tiro, el poder esté en manos de la mayoría.
* DMV. Universidad Nacional. MSc. Economía. U.P. Javeriana. Profesor universitario.
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