LA ÚNICA VERDAD QUE TE CONTÉ -Su nombre era Elena – me dijo el abuelo en canto se levantó de la siesta. -¿Qué dices abuelo? – le pregunté asombrada, pues era extraño que se acordase de nada, pues padecía la enfermedad de Alzheimer. -Ella, Elena Paquete, la de las fotos- me respondió como si fuese lo más normal. Yo me quedé alucinada, me acababa de responder una pregunta que le había hecho hace nueve años, cuando yo le pregunté quién era la mujer que aparecía en todas las fotos de su casa, me acuerdo porque es el día que mataron a mi madre y mi padre no quiso saber nada de mí, con tan solo cinco años. -Nos llevábamos cinco años, pero eso no importaba – mientras hablaba, miraba fijamente un retrato de Elena – La primera vez que nos vimos, yo tenía tu edad, ella nueve años, se le cayó la muñeca al río y yo se la cogí, luego nos quedamos jugando y hablando. A la hora de irnos ella me dijo que no tenía casa, así que la llevé conmigo. Al día siguiente me dijo que no tenía ropa, así que mi madre le compro vestidos de seda.-¿Qué te pasa abuelo?- le dije mientras veía como unas lágrimas corrían sobre su envejecido rostro. -Pasaron los años- Lloraba, lágrimas acumuladas durante años, llenas de dolor y pasión.- Y un día cuando ella tan solo tenía trece años comenzó a nevar, y yo paré, y detuve el paseo de esa tarde, le miré a los ojos, se puso a llorar, como nunca había visto a nadie, me acerqué a ella, pero se fue corriendo, le seguí hasta un puente, ahí debajo, su largo pelo rubio recogido en una trenza estaba salpicado de copos de nieve que simulaban perlas de marfil, sus ojos azules se habían enrojecido de tanto llorar, en ese momento, se arrodilló ante el rio y comenzó a mover alguna piedra, después de un rato, yo no sabía qué hacer y cuando me dispuse a hablar, se giró y me dio una muñeca, es ese momento hice memoria y me acordé del día que nos conocimos, le miré a los ojos, ella me quitó la muñeca y me dijo “te amo”. Pasó un año, todo había cambiado desde que me hizo esa importante confesión, lo único que no cambió fue el paseo de todas las tardes, en uno de esos paseos, Elena se paró en seco y me miró, de repente comenzó a nevar, y me dijo “Lo siento, todo era mentira, sí tengo casa, y ropa, y todo, pero cuando te vi sentí ganas de estar contigo”, y se echó a llorar, yo me enfadé mucho, la rabia ardía en mí, y le grité “vete, no quiero volver a verte”, ”no por favor” me dijo entre sollozo, “pues dime una cosa que sea verdad”, le dije. Su respuesta fue tal que decir “te amo, siempre te he amado” y me besó- El abuelo paró de contarme la historia durante unos segundos, y siguió- tuvimos a tu madre, pero Elene murió en el alumbramiento. No está aquí, pero la siento a mi lado todos los días, y la sigo amando. Ella y tu madre eran lo único que merecía la pena, y ya no están.- No es necesario decir que estaba llorando para llenar un mar entero, pero bueno… -Pero abuelo, me tienes a mí- le dije mientras le daba un abrazo que duró minutos enteros.