CULTUBA Sobre la levedad del ser y de otras cosas GABRIEL SANHUEZA ¿Qué es lo que justifica el éxito de Kundera en la literatura actual? Evidentemente su obra —y no sólo sus novelasrespira una "atmósfera " que atrae al lector. Pero, ¿qué hay además? El artículo del Prof. Sanhueza, doctoren filosofía y profesor en la Universidad Diego Portales, propone algunas reflexiones interesantes y diferentes a las que suelen hacerse sobre este autor. iempre me ha fascinado —cuando se trata de una novela o de un poema— la belleza del titulo. Se trata de una pequeña frase encontrada en un momento de excepción, de estado de gracia, que vale por si misma y constituye una obrita accesoria con la que nos gratifica la delicadeza o coquetería del autor. ¿No vale por si mismo afirmar que se ha estado "en busca del tiempo perdido" y que una parte de él descansa "a la sombra de las muchachas en flor" ¿O pronunciar, evocando ecos, "el nombre de ¡a rosa"? Un buen titulo es aquel primer paso afortunado en el proceso creativo que muestra por sí solo la destreza del autor. O el último paso; normalmente un titulo se compone al final. Aunque un titulo incitante es también una espada de dos filos. Puedo citar un ejemplo, S la lectura de El asesinato considerado como una de las be- llas artes me dejó frío por su aridez; decidí conservar sólo la carátula de la obra y asi lo hice. MENSAJE N' 369, JUNIO 19B8 Digo esto pensando en el libro que ahora tengo ante los ojos, La insoportable levedad del ser1, de Milán Kundera. Por cierto que aquí no se puede hablar de aridez, tampoco de decepción, aunque no me es posible participar del entusiasmo de muchos lectores. Lo que, sin embargo, me admira en Kundera (no sólo en esta obra) es su habilidad como narrador, su destreza, las escenas cinematográficas, los raccontos sin previo aviso, el acongojado humor, o algún destello fulgurante como "... el amor no se manifiesta en el deseo de acostarse con alguien (este deseo se produce en relación con una cantidad Innumerable de mujeres), sino en el deseo de dormir junto a alguien (este deseo, se produce en relación con una única mujer)". Lo que me desazona es una cierta levedad, no del ser,sino que de la novela misma; no comento aquí el resto —estimable— de la obra de Kundera, pero confieso que-tiendo a hacer extensiva la impresión. Afortunadamente no soy criti- co literario y estas apreciaciones pueden ser dejadas de lado —asi como la de los críticos—. Me permito exponer mis matizadas impresiones. Por de pronto es seductora la perspectiva kunderiana de la construcción novelística en dos planos2. Y, sobre todo, promisoria. En el primer nivel despliega la "historia", el relato, más bien las anécdotas que la constituyen, respetando normalmente (El libro de la risa y el olvido seria una ex- cepción) una cierta unidad de acción. En el segundo nivel expone "temas". Sin ellos el relato sería plano. Un tema es "una interrogante existencial", una categoría humana cuya reflexión podría ser independiente del relato pero que queda inserta en él, confiriéndole profundidad. El tema es asumido por un personaje (las apreciaciones de Tomás) o por el narrador {un amigo de Tomás) cuya presencia no se deja olvidar. Otro elemento es el 'motivo", que forma parte del tema o del relato —con frecuencia es un puente entre ellos— y que reaparece en la novela en diversos contextos introduciendo una imagen o pensamiento sugerentes, por ejemplo el sombrero de Sabi1- Milán Kundera. LA Insoportable Levedad del Ser, Tjsquets Editores, Buenos Aires, edición de 1986 2. Sigo, más que El Arte de It Novela en su conjunto, las conversaciones previas entre el autor y Chrlstlan Salmón, por su concisión y claridad 213 c na o el cuarteto de Beethoven con su trasecha Muss es sein? • Es muss sein! (¿Tiene que ser? • ¡Tiene que ser!), reiterada expresión de lo ineludible. (Este último motivo hace pensar casi inevitablemente en la "petite-phrase" de la Sonata de Vinteuil en Marcel Proust). Kundera llama disgresión a esta manera de hacer novela, un proceso en que el discurso interrumpe la historia con la intención de ahondarla y darle nuevo impulso. Los temas se expresan por ciertas palabrasclaves. "La novela se funda antes que nada en algunas palabras esenciales, como la serie de notas de Schoenberg". Son como los pilares de una construcción y en el caso de La insoportable levedad del ser se dan, según el autor, los siguientes: el peso, la levedad, el alma, el cuerpo, la Gran Marcha, la porquería (más vigorosamente, la mierda), el kitsch, la compasión, el vértigo, la fuerza, la debilidad. CULTURA bre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Este es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retprno la carga más pesada, (das schwerste Gewicht)". Si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces < su ausencia confiere a nuestras vidas una maravillosa levedad. "¿Pero, es en verdad terrible el peso y maravillosa la levedad?". En verdad la carga muy pesada hace a nuestra vida más objetiva y verdadera, "más a ras de tierra". La ausencia de peso hace a la existencia sólo real a medias, los movimientos tan libres como insignificantes. Lo irremediable, fugaz. Parménides prefería la levedad al peso, ¿tenia razón? Para el narrador esto es una incógnita, "sólo una cosa es segura: la contradicción entre peso y levedad es la más misteriosa y equivoca de todas las contradicciones". El peso es angustioso, sobre Tomás cayó el peso terrible de sentir compasión: "no na? Nada. Habla abandonado a un hombre porque quería abandonarlo. ¿La persiguió él? ¿Se vengó? No. Su drama no era el drama del peso, sino el de la levedad. Lo que había caldo sobre Sabina no era una carga, sino la insoportable levedad del ser". Sartre: ¿un fantasma incómodo? Creo que ha llegado el momento de dejar caer la expresión: la existencia es absurda. Podríamos agregar, con Sartre, que el hombre es una pasión inútil. ¿Serla Kundera el último de los existencialistas? "La novela no examina la realidad sino la existencia" —dice en El arte de la novela. Pero precisamente en este aspecto surge una evocación que puede lanzar sobre el novelista una terrible sombra; la evocación de Sartre. Por cierto que sería ingenuo y hasta pedante extremar la comparación, sin embargo no es posi- Entre la levedad y el peso Es claro que se trata de categorías existenciales. Las más importantes son el peso y la levedad, dialécticamente enfrentadas. E! narrador las plantea a partir de una apreciación personal sobre el mito "demencial" del eterno retorno nietzscheano: si todo debiera repetirse indefinidamente, en la historia y en nuestras vidas, adquirirla una trágica consistencia. No estarían orgullosos los franceses de Robespierre si volviera eternamente a cortar cabezas francesas. Asimismo, nuestros actos serian definitivos y abrumadoramente reiterados. "Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa so214 '¿Sería Kundera el último de los existencialistas?" hay nada más pesado que la compasión; ni siquiera el propio dolor es tan pesado como el dolor sentido con alguien, por alguien, multiplicado por la imaginación, prolongado en mil ecos". Pero peor es la levedad, que es el sin-sentido y el vacío, la falta de asidero, motivación y razón de ser. "Un drama vital siempre puede expresarse mediante una metáfora referida al peso. Decimos que sobre una persona cae el peso de los acontecimientos. La persona soporta esa carga o no la soporta, cae bajo su peso, gana o pierde. ¿Pero qué ie sucedió a Sabi- ble escapar al recuerdo de La Náusea sartreana. Roquentin, su protagonista, experimenta la náusea en contacto con las cosas concretas y materiales —un guijarro barroso y resbaladizo, una raíz con la que tropieza— y se espanta de la con-sistencia de los objetos, su opacidad y persistencia, en contraste con lo precario y escurridizo del sentir y pensar humanos; en síntesis se trata del choque entre el en-sí de las cosas que tienen esencia y el para-sí, puro existir contingente de la conciencia humana. Pero en La Náusea el "tema" del absurdo de la existencia y el "motivo" reiterado de la MENSAJE N" 369, JUNIO 19B8 CULTURA flictos interpersonaies, pueden encolerizarlos y alterar el ritmo de sus actividades —sin duda— pero nada de eso les confiere ese calado (así sea el de mediocridad profundamente analizada) que transforma a un estereotipo en un verdadero personaje novelesco, alguien que recordaremos después. Sólo se hacen más escépticos, pero hasta el personaje escéptico debe ser convincente. ¿Me atreveré a decir que son insoportablemente leves? Kundera: derla levedad en su novela. náusea misma están irremisiblemente unidos al proceso vita! y actos del protagonista, forman con él una sola carne, de manera que casi no necesitan ser proclamados. No requieren de un avisado instructor que nos suministre de tanto en tanto la lección de cómo debemos comprender las cosas. Es cierto que La Náusea está escrita en primera persona. No es menos cierto que el narrador de La insoportable levedad del ser, amén de ilus- trarnos sobre el significado del relato, "entra" en la subjetividad de sus personajes informándonos paso a paso de lo que sienten (se trata de un narrador omnisciente, lo que para Sartre constituye un crimen, pero ¡allá él!) En la novela de Kundera, ¿sustenta el relato y sobre MENSAJE N° 369, JUNIO 1988 todo la caracterización de los personajes y su envergadura, el tema planteado? No estoy tan seguro, aunque la destreza del escritor me haya hecho vacilar. Tomás y Teresa; Tomás, Teresa y Sabina; Sabina y Franz, parecen esfumarse y —lamento decirlo— trivializarse cuando concentramos en ellos nuestra mirada. Desnudados bruscamente de la lección que sobre cada uno de ellos se nos da al correr de las páginas y desprovistos del contexto político que les sirve de trasfondo, reducidos a su "mesma mesmedad" como diría Fray Gerundio, quedan en lo que son: estereotipos. Digámoslo francamente —sobre todo en el caso de los tres primeros— las circunstancias trágicas del contexto social que viven, asi como sus con- Piense un momento el amigo lector, tal vez impaciente por estos juicios, en los tres personajes aludidos viviendo una existencia distinta, sin la llegada de los tanques soviéticos, sin el exilio, sin la cólera o el temor, ¿qué habría de diferente en su ser real, en su ser profundo y sus relaciones interpersonales? Yo juro que seguirían siendo irrevocablemente los mismos aunque moviéndose en otro contexto. Esto es lo que me desazona. Y en esta novela el contexto es presentado como esencial. Nada diré de Franz, tan estereotipado que inspira cierta ternura. Que el lector de espíritu conservador no me guarde rencor, estoy hablando de literatura, no de política. Sírvase comparar el cuarteto mencionado con las figuras creadas por Solzhenitsin, piense en Franz y aproxímelo a otros revolucionarios, coherentes o frustrados, que nos ofrece la gran literatura. Sin embargo hay algo que se logra plenamente, cualesquiera sean las reservas sobre la densidad de los personajes, un algo que justifica el éxito del autor ante el lector: me refiero a la expresión de la levedad global de la existencia de hoy, inseguridad vivencial, opacidad de las metas, conciencia de la manipulación a la que se está sometido. Esa atmósfera sí que la hace res215 CULTURA pirar el libro. En alguna medida Kundera es también un posmoderno desencantado del esquema idealizado del progreso y de la racionalidad en ascenso. Con razón proclama en El Arte de la Novela que ésta "ya no p-uede vivir en paz con el espíritu de la época; si quiere seguir progresando en cuanto novela no puede hacerlo sino contra el progreso del mundo". Si me he referido extensamente a los dos temas de la levedad y el peso es porque en ellos —además del título— está centrada la "disgresión novelística" de Kundera, casi diría la "tesis" de la obra, el ambiente o clima que la impregna. Los otros temas constituyen el complemento, el pendant de ello. Y es por esto que frente a una novela que se quiere existencial, una novela de amor según el autor, surge tan amenazante la figura de Sartre. Es cierto que el filósofo y escritor francés atraviesa hoy el período que algunos llaman "purgatorio", es decir el relativo silencio que aflige a los autores famosos durante los años próximos a su muerte. Posteriormente alcanzan el paraíso de los grandes o desaparecen en la nada. No haré profecías sobre el destino futuro de la obra de Sartre, sólo diré que aún se impone como término de comparación. Y, hecha ésta, Kundera resulta ser menos. ¿Menos qué? Simplemente menos, eso es todo. Sé que es enojoso establecer ciertas comparaciones. Un novelista tiene derecho a ser él mismo, a ser considerado independientemente de otros. Pero esto se hace difícil cuando él no excursiona en una térra nullius sino que en territorios ya colonizados. Esta sería una de mis reservas fundamentales. Sin embargo Kundera no me parece uno de esos escritores adocenados que se transforman en 216 best-sellers simplemente por moda del público y una cierta hábil facilidad. A sus destaca das condiciones narrativas, ya Indicadas, me place agregar elementos como el Pequeño diccionario de palabras incomprendidas, sabiamente dosificado en varias secciones, tan rico en sugerencias y hábiles paradojas. Por ejemplo la reflexión sobre la música tan bien complementada con las referencias al cuarteto de Beethoven. Es notable el sentido musical de Kundera. Pero más cuando se explaya libremente en la disgresión novelesca que cuando es planteado cerebralmente, como en la conversación con Salmón, quiero decir como una tesis sobre la dido de uno fortissimo y prestissimo" ("La Gran Marcha", atmósfera brutal, cínica, con muchos acontecimientos"). No estoy tan seguro de que el lector avisado considere a posteriori que en eso se pueda fundamentar el efecto producido por la lectura de los capítulos terminales de la obra. En este caso, como en otros que Kundera extrae de su propia producción literaria nos sobrecoge el temor de que la explicación retrospectiva sea más importante que el texto mismo. De todas maneras, la reflexión de Kundera ensayista sobre el tema merece mucho más interés. Pero hablo del ensayista más que del novelista. Lo mismo puede decirse construcción narrativa como tal. Remito al lector a ese diálogo, por lo demás interesante en si mismo. Sin embargo no siento que su aplicación sea tan evidente en la novela. Dice el autor, refiriéndose a La in- sobre sus teorías en torno a la racionalidad matemática aplicada a la composición literaria. soportable levedad del ser: "en elia supe desde el comienzo que debía finalizar en un movimiento pianissimo y adagio ("La sonrisa de Karenin", atmósfera calmada, melancólica, con pocos sucesos), y que éste debía ir"prece- El imperio de la casualidad: ¿muerte de Dios? Hay otro tipo de hallazgos que seducen más. Por ejemplo —y es importante en el caso de un autor que proclama que la novela explora las MENSAJE N° 369. JUNIO 1988 CULTURA El fin de la Primavera de Praga preside el relato..." rostro divino que no existe, la imagen palpable del desamor de las cosas y de los acontecimientos. En el fondo, el legado trivial de los herederos de la muerte de Dios. Más sugerente aun si consideramos que los hechos descritos como casuales —un mal cerebral, una ciática, un hotel elegido por más cercano "Hace siete años se produjo casualmente en el hospital de o más cómodo, un tiempo sola ciudad de Teresa un compli- brante, etc.— tienen todos, cado caso de enfermedad ce- considerados aisladamente, su propia red de pequeñas rebral, a causa del cual llamacausas, conocidas o no, ron con urgencia a consulta al (como cualquier encuentro imdirector del hospital de Tomás, Pero el director tenia ca- portante y fortuito en nuestra sualmente una ciática, no po- propia vida, si lo describimos como Kundera). Sugerente día moverse y envió en su luporque la suma (y el orden) de gar a Tomás a aquel hospital seis hechos como los indicalocal. En la ciudad había cindos arroja dos productos posico hoteles, pero Tomás fue a bles, ninguno de ellos estricparar casualmente a aquel donde trabajaba Teresa. Ca- tamente causal: la gran Casualidad o la gran Bondad, el sualmente le sobró un poco de tiempo para ir al restauran- sin-sentido inmanente o el te antes de la salida del tren. Sentido trascendente. Y esto, visto desde el ángulo del homTeresa casualmente estaba bre, es una opción. Tal vez ese de servicio y casualmente es el "salto a la Fe" de que atendió la mesa de Tomás. habla Kierkegaard. Hizo falta que se produjeran seis casualidades para empuSin embargo eso no vale jar a Tomás hacia Teresa, sólo para la fe religiosa. Cualcomo si él mismo no tuviera quiera fe humana (en el futuro ganas3." histórico, en tal proyecto político, en un Reino de cualquier tipo) implica también una forHay fuerza en esto. La anma de opción y compromiso. gustiosa sugerencia del azar ¿Será la falta de eso la levetransformado en una Providad del ser y, específicamendencia que puede ser benévote, la razón de la levedad de la o maléfica, pero siempre inlos protagonistas de la novediferente. la? Tal vez los caracteriza la Un amigo teólogo veía en desesperación (otra vez en el esta sucesión de casualidasentido de Kierkegaard), es des el símbolo de la primacía decir, la situación de no espedel Azar como un absoluto, es rar nada. decir la ausencia de Dios. Creo que tiene razón, es posiPero —y ésta será nuestra ble para la conciencia religioúltima reflexión— se da un tesa interpretarlo así. El azar lón de fondo en el proceso na—reiterado en el relato— puerrativo que no tiene nada de de ser el reverso real de un azaroso o indiferente sino que posibilidades humanas "y todo aquello en que el hombre puede convertirse, todo aquello de que se es capaz"— la intervención de la casualidad más que de la causalidad en las relaciones humanas. Es el caso del encuentro de Tomás con Teresa. MENSAJE N° 369. JUNIO 1988 todo de calculado y ominoso: la ocupación soviética de Checoeslovaquia. El fin de la Primavera de Praga preside el relato y la disgresión novelesca. De algún modo la ocupación es un personaje más, el más terrible. Esto es lo que confiere a los protagonistas — pese a su esquematización— una cierta prestada grandeza. Para algunos el Invierno que cayó sobre Praga, envolviendo con su costra de hielo a la hermosa ciudad, no hace sino confirmar la temible pendiente de una ideología revolucionaria letal; para otros suscita un problema de conciencia tan fuerte como h constatación de que el stali nismo puede rebrotar en cual quier momento. Esto es lo que otorga a obra de Kundera —y no sólo a la novela que comentamos— una significación casi épica. El peso, no la levedad, de fuerzas represivas —burdas o sutiles— transforma a las creaturas kunderianas en seres cuyos actos y decisiones los llevan más arriba o más abajo de sí mismos dondequiera estén, ya sea en el país natal, ya sea en el exilio. El exilio no es una respuesta. La vida tampoco está allí, sino que en otra parte. Viven la ambigüedad. "Comprender —dice Kundera— el mundo como ambigüedad, tener que afrontar, en lugar de una sola verdad absoluta, un montón de verdades que se contradicen, poseer, pues, como única certidumbre la sabiduría de la incertidumbre". Es el peso de estos factores lo que hace de la obra del escritor checo —al margen de las reservas literarias u otras— un texto cuya lectura suscita variadas reacciones, pero en ningún caso la indiferencia, (m) 3. Los subrayados son nueslros 217