Carta Abierta a Carlos Ñáñez, Arzobispo de Córdoba Abandono de personas Sacerdotes descartables Antes se hablaba de “reducción al estado laical”. Un sacerdote que “dejaba la sotana” era “reducido” a un estado inferior al clerical. Y menos aún, porque se le prohíben acciones, como la de enseñar religión, que si pueden los laicos. Además se le recomienda que se aleje de su terruño, seguramente para invisibilizarlo aún más, no sea que cunda el mal ejemplo. Aunque ahora se lo diga de otra manera, la situación es la misma. Pero no es solo eso. En la práctica, el que “abandona” es tratado como un traidor desleal. Se lo margina, se lo descarta, se lo deja en el abandono. Echado a su propia suerte, a la “buena de Dios”. Pueden ser sacerdotes que se entregaron casi toda una vida o pueden ser algunos que en pocos años quedaron totalmente desilusionados de la Institución. El “ex cura” queda, literalmente, sin trabajo y en la calle. Si tenía aportes jubilatorios, la institución, a partir de la “traición”, se los apropiará. Y obvio, veladamente, se le cerrarán todas las puertas en las instituciones católicas. O peor, como cuando se los dejaba sin protección en tiempos de la dictadura, como en caso de Federico Bacchini, el obispo de La Plata Antonio Plaza le advirtió sobre “las consecuencias” de abandonar el sacerdocio. En noviembre de 1976 lo secuestraron. Se sabe que fue torturado y fusilado. Estos desamparos suceden en nuestra Arquidiócesis de Córdoba, si hay excepciones, solo confirman la regla. No hay estadísticas, no hay muchos datos, todo se esconde. Pero lo cierto es que muchos sacerdotes han tenido que sobrevivir tratando de rebuscarse un lugar de trabajo y donde vivir. Con mayores complicaciones cuando además han formado una familia. Muchos, luego de largos años de penuria encontraron ayuda no precisamente de sus hermanos en la fe. Otros quedan a la deriva. Carlos, hermano mayor, arzobispo de Córdoba ¿no te parece que ya es hora de pedir perdón a tantos hermanos que han quedado en el abandono y de modificar profundamente esta práctica? ¿O acaso dejarlos en las periferias es un merecido castigo y además ejemplificador? ¿O se trata de una velada extorsión ya que son muchos los que no dejan el sacerdocio porque no tienen ni donde ir a vivir ni como sustentarse? Dice la Ley Canónica, que en el caso de sacerdotes castigados “se ha de cuidar siempre que no carezca de lo necesario para su honesta sustentación” e incluso en el caso que haya sido expulsado del estado clerical “procure el Ordinario proveer de la mejor manera posible a la necesidad de quien se encuentre en estado de verdadera indigencia” (cfr. Canon 1350) Cuánto mas entonces se debiera acompañar, cuidar, proteger, sostener a aquellos que han decidido dejar el “estado clerical” por una opción de absoluta libertad. Si esto dice la Ley Canónica, cuanto más si nuestros criterios fueran lo del Evangelio. Si es cierto que “la verdad nos hace libres”, estimado Carlos Ñáñez, ha concluido el “Año Sacerdotal” y nada de lo planteado se ha modificado, los hechos seguirán sucediendo y seguiremos en una gran mentira: vale y será considerado aquel que no saca los pies del plato, aunque se quede sin entusiasmo y porque no tiene ninguna otra alternativa y aquellos que tomen otro camino, será definitivamente, descartables. Pbro Nicolás Alessio, Jueves Santo 2012 Adhieren José Alessio, Alberto Garione, Raúl González, Antonio Farfán, Gustavo Gleria, Juan Carlos Ortiz, Guillermo Mariani, Víctor Acha, Adrián Vitali, Juan José Romero (Buenos Aires) , Antonio Franco, Gerardo Bustamante (Mendoza), Néstor Moya, Horacio Fábregas, Juan Ríos (Paraná), Manuel Vázquez, Joaquín López, Luicio Olmos, Pablo Montemurro.