alacena Rosas Sangre de Venus De olor profundo y dulce –sólo comparable en intensidad al azahar, al jazmín y al malabar– tienen un lugar como ingrediente en la cocina. Su sabor es tan delicado y exquisito como su perfume / Maruja Dagnino fotografía orlando palencia La obsesión por atrapar los aromas –en buena parte provenientes de las flores– es tan antigua como la civilización egipcia, muy dada a halagar a sus deidades con aceites y ungüentos aromáticos. Con estos antecedentes, no ha de extrañar que los aromas en la cocina despierten una suerte de memoria remota. Y justamente allí la rosa ocupa –al mismo tiempo– el lugar de la voluptuosidad, la pasión y la ternura. Su olor profundo y dulce, sólo comparable en intensidad al azahar, al jazmín y al malabar, proviene de muy antiguo. Cocinar con rosas –y en general con flores– es una costumbre conocida y arraigada en China, Japón, India y en los países árabes, donde su agua se utiliza para aromatizar helados, dulces, masas, cremas y platos a base de carne de ave. El sabor de la rosa es tan delicado y exquisito como su perfume. En la gastronomía china se tiene registro de un plato estofado de rosas enteras. Los griegos y los romanos usaban los pétalos en comidas y postres, lo mismo que la cocina oriental mediterránea y la inglesa más antigua, desde la época de los Tudor (siglo XV al XVII). 102+SALUD alacena rosas Jalea de rosas y manzanas Ideal para acompañar tostadas, galletas y manjar blanco Ingredientes 2 manzanas rojas con piel 6 tazas de pétalos de rosa 6 tazas de agua 1 limón Azúcar P r e pa r a c i ó n Junto a los pétalos y las manzanas troceadas, verter en una olla el jugo de un limón y el agua. Cocinar a fuego mediano por una hora. Dejar colar en un lienzo fino durante un día. Incorporar media taza de azúcar por cada taza de líquido obtenido. Cocinar a fuego mediano durante 25 minutos o hasta que tenga consistencia. Conservar la mezcla en un frasco tapado herméticamente. Ya en el 800, Homero le cantó al “perfume de las rosas” y a los “dedos de rosa”. Cuando la civilización helénica llegó a su fin y comenzó a florecer la romana –cargada de una exuberante prosperidad asociada a la sensualidad–, las rosas empezaron a ser consideradas como un artículo de lujo. Después de tomar un baño y antes de un banquete, los invitados se rociaban el cuerpo con su aceite. El techo interior y los pisos de los inmensos baños termales eran adornados con rosas, y sus pétalos flotaban en las copas de vino. Se dice también que Cleopatra las utilizaba sobre su cuerpo y que en su primer encuentro histórico con Marco Antonio la alfombra de rosas tenía más de 30 centímetros de espesor. Según la mitología griega, la rosa es una flor de los dioses nacida de una gota de la sangre de Venus. El primer rosal brotó ya florecido en el instante en que la bella Afrodita, deidad del amor, salía de entre la espuma de los mares. Se le representa como una bella mujer, con una corona de rosas. Hay versiones que dicen que Baco coloreó la rosa al dejar caer sobre ella una gota de vino. Otras aseguran que Eros, el dios del amor, jugaba en el Olimpo con unas ninfas cuando, sin querer, volcó un vaso de néctar que, al caer al suelo, cambió el color de la rosa. Una rosa roja es mencionada en los Cuentos de Genji, de la literatura clásica japonesa. Posiblemente originaria de China, la flor gozaba de gran popularidad entre los aristócratas japoneses y era cultivada para decorar el Palacio Imperial. Cómplice de historias de amor en el mundo entero, se estableció la costumbre de que la novia llevase un ramo de rosas, como símbolo de belleza, amor y pureza. En Francia, en la mañana de la boda, la novia lanza sus pétalos a un lago o riachuelo como acto simbólico de despedida de su condición de soltera. De la rosa de Damasco, que simboliza “la belleza contrastante”, se extrae una esencia fuerte. De la rosa salvaje japonesa, que representa “la recupera- Dhu Bebida refrescante de origen persa Ingredientes 1 litro de agua mineral con gas 3 cucharadas de yogurt natural Gotas de agua de rosas (se consigue en tiendas árabes) P r e pa r a c i ó n Mezclar todos los ingredientes y servir bien frío. ción después de la agonía”, se obtiene una dulce y refrescante esencia empolvada que, según la leyenda, alivia las penas del amor no correspondido. Bien lo decía Anacreonte, en el siglo VI antes de Cristo: el bálsamo de rosas calma el corazón que late agonizante. Es probablemente por todas esas relaciones con el tema amoroso que la imagen de la rosa se emplee para denominar a las novelas de amor. Y es que, como escribiera la norteamericana Gertrude Stein, aunque en un contexto muy diferente, “una rosa es una rosa es una rosa…”. • 103+SALUD