P. Juan Del Rizzo

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Padre JUAN DEL RIZZO BATTISTÓN
Nació en Italia el 28 de Septiembre de 1882; profesó en Italia en 1904; sacerdote en Caracas el 9 de Julio de 1911;
paso a Colombia en 1914; murió en Bogotá el 30 de Junio de 1957; a los 74 años de edad; 52 de profesión y 46 de
sacerdocio.
Carta Mortuoria
Bogotá, 16 de Julio de 1957
Queridos Hermanos:
El Padre JUAN DEL RIZZO, el popularísimo Padre Juan ha muerto!
Con inmenso dolor os comunico la triste noticia, mientras al mismo tiempo quiero
comunicaros el consuelo de su vida diáfana y serena muerte que ha dejado un magnífico
recuerdo en todos los Salesianos que tuvimos la suerte de conocerlo y de vivir con él.
Había nacido en un pequeño pueblo del Véneto, Azzano Décimo, el 16 de Mayo de 1882.
Su papá, Antonio Del Rizzo, oficial del ejército, y su mamá, Luisa Battistón de Del Rizzo,
entregada toda entera a los trabajos del hogar y a la educación de los hijos, formaban una familia
típicamente véneta, de ejemplares virtudes cristianas, de afecto y tenacidad en el trabajo, de
mucha comprensión para con los hijos, pero al mismo tiempo de una firmeza ejemplar.
El Padre Juan no se cansaba de alabar la educación "militar" y la formación social,
profundamente cristiana, que le habían inculcado sus padres. El pequeño Juan no era un modelo
de piedad, ni de afabilidad, ni de aplicación al estudio, ni tampoco inclinado a la obediencia.
Desde su niñez se manifestó en él un carácter inquieto y rebelde. No se dejaba dominar
tan fácilmente. Poco a poco la gracia de Dios, con la cooperación de la educación cristiana, lo
transformó. Desde pequeño deseaba aventuras, peligros y conquistas. Durante su juventud la
meditación asidua de las verdades eternas, aprendidas en la familia, hizo brotar en él la respuesta
decidida a las palabras de Jesús: "De qué le sirve a un hombre poseer todo el mundo si luego
pierde su alma?".
El Padre Juan con gran sinceridad confesaba: "Yo no me hice salesiano porque me
gustara rezar, obedecer o porque me gustara el retiro y la vida religiosa. Me hice salesiano por
miedo al infierno!".
A los 18 años entró en la casa de Don Bosco, en Turín, como aspirante. Dos años más
tarde, en 1900, Don Rúa le impuso la sotana.
No era un novicio como los otros: no era malo, pero tampoco demasiado bueno. Era un
novicio original, excepcional. Sus modales ásperos, su indocilidad, su herir frecuentemente la
susceptibilidad de los compañeros, hacía pensar que estaba hecho para otra cosa pero no para la
vida de Comunidad. En cambio su espíritu de trabajo, de sacrificio y de generosidad en el
perdonar y olvidar, su espíritu de iniciativa, sinceridad y celo revelaban en él la figura de un
buen salesiano.
El Maestro de Noviciado contemporizó prudentemente y por esto pudo continuar sus
estudios filosóficos, sin votos.
Don Rúa lo seguía de cerca, lo estudiaba, intuyendo la grandeza de su alma y los
designios de Dios. Así, después de 3 años de prueba, lo invitó a hacer los votos perpetuos, en
Ivrea, en 1904.
Invitado personalmente por Don Rúa, partió para VENEZUELA, donde comenzó su
apostolado salesiano, atendiendo personalmente a los estudios eclesiásticos, a la asistencia y al
magisterio. El 9 de Julio de 1911 recibió la ordenación sacerdotal en CARACAS.
Desde aquel momento intensificó su vida de apostolado. En la clase, con habilidad
sorprendente enseñaba en poco tiempo los problemas más difíciles. En la asistencia, rígido y
amable al mismo tiempo, unía la sagacidad a la prudencia. Su predicación era persuasiva y
eficaz, porque las palabras le salían del corazón, eran fruto de convicciones. Predicaba de un
modo práctico, sirviéndose de la Sagrada Escritura, yendo con abundancia a las Obras de San
Alfonso, a la vida de Don Bosco y, en general, a la vida de los santos.
Decía que para la predicación diaria del mes de San Juan Bosco seguía capítulo por
capítulo la biografía escrita por Don Lemoyne. Era también objeto de frecuentes recuerdos cómo
había podido él transformar un grupo de muchachos indisciplinados, con la lectura bien hecha,
en el dormitorio, de la "Preparación a la muerte" de San Alfonso.
Sus confesiones, como las de Don Bosco, eran breves, pero con oportunos y eficaces
consejos. En general su ministerio sacerdotal estaba dirigido a la defensa de la fe contra la
propaganda protestante.
En 1914 llegó a Colombia y trabajó en la Parroquia de San Roque de Barranquilla, hasta
1927; en la Parroquia de N. S. del Sufragio, en Medellín, de 1927 a 1930; en la Iglesia del
Carmen, en Ibagué; de 1930 a 1933.
De 1933, finalmente, en Bogotá, el Padre Juan fue el Sacerdote celoso, el Apóstol
infatigable, el Padre de los necesitados, el propagador de la devoción al Niño Jesús. Gracias
extraordinarias concedidas a él, a sus amigos, y en modo particular a los niños, le indicaron que
debía aprovechar el tesoro de méritos del Niño Jesús.
Ideó una imagen del Niño Jesús, "sin cruz ", "porque muy pequeño para poderla llevar",
la hizo aprobar, la colocó en las Iglesias, la distribuyó abundantemente y la esculpió en las
almas.
Donde brilló su fe ardiente y su infatigable alma apostólica fue en la Obra del Niño Jesús,
en el barrio "20 de Julio", de Bogotá.
Los salesianos poseían un campo de juego en la periferia de Bogotá. Poco a poco se
pobló ese suburbio y en 1932 los Superiores, para facilitar el cumplimiento del precepto festivo,
mandaron que se celebrara la misa todos los domingos, bajo un techo provisorio.
En 1933 recibió el encargo el Padre Juan. Apóstol del Niño Jesús, lo hizo conocer y amar,
recomendando a todos que le pidieran gracias. Los devotos, aún con gran sacrificio, oían la misa
todos los domingos bajo aquel tinglado. La noche de Navidad quiso que el regalo para tantos
muchachos fuera algo útil. Con las limosnas de los devotos del Niño Jesús, distribuyó vestidos,
zapatos y gorros a sus dos mil muchachos, recordando la enseñanza de Jesús de vestir a los
desnudos. La iniciativa de aquellas Navidades benditas por toda su vida.
La miseria y el hambre de sus muchachos le inspiraron una iniciativa que le hizo célebre
en toda Colombia. Se hacía prometer un paquete de chocolate por aquel que le pedía gracias o
favores del Niño Jesús. Con ese chocolate preparaba el chocolate de sus muchachos, a los que
con el alimento del cuerpo daba luego también el pan de la palabra de Dios.
Pidió el permiso para construir un Templo al Niño Jesús, que él soñaba grandioso. En dos
años surgió un Santuario sencillo, elegante, que fue solemnemente consagrado el 27 de Julio de
1941.
El Padre Juan, desde la nueva casa que se levantó adyacente al Santuario, atendía al culto
divino y era el Padre espiritual y material de sus parroquianos en continuo aumento.
El trabajo social del Padre Juan es inmenso y es casi imposible poderlo analizar en las
breves líneas de una carta mortuoria. El oratorio cotidiano frecuentado por más de 2000 alumnos,
con chocolate y pan para todos; las clases de catecismo; los servicios gratuitos de médico,
dentista y barbero; escuela agrícola y colegios; talleres y casa cuna; ayudas en dinero a los
necesitados; comités de beneficencia. Este el campo inmenso del Padre Juan.
"Yo fui el primer Jefe Civil y el primer Párroco del 20 de Julio", decía. Pero sobre todo
fue la imagen viva de la caridad de Cristo en medio de aquella pobre gente. De otro modo sería
incomprensible el ascendiente conquistado por aquel pobre salesiano entre pequeños y grandes,
entre pobres y ricos, entre políticos y comerciantes.
De aspecto severo, aceptaba las ofertas a veces sin agradecer. A quien se lo reprochaba, le
respondía que las limosnas no eran para él sino para el Niño Jesús, y que por eso no esperaran de
él el agradecimiento, Tenía mucha fe. Lo que para otros habría sido un desorden sin justificación,
para él era confianza, casi diríamos, presuntuosa en la Divina Providencia.
Exactísimo en las prácticas de piedad, participaba al primer turno de Meditación, en la
cual invariablemente usaba, cuando no teníamos aún libros escritos por salesianos, la
"Preparación a la Muerte". La confesión semanal con confesor fijo, la hacía delante de los
Salesianos y el público. Recitaba el Santo Breviario delante del Santísimo Sacramento, del cual
era devotísimo, sellando con un beso la imagen del Niño Jesús al Gloria de cada salmo: ilimitada
e infantil confianza en el Niño Jesús, al cual confiaba todos sus problemas en alta voz, cuando
creía estar solo. Más de una vez fue visto, después de haber conversado con personas de fuera,
correr al presbiterio y dar cuenta de su conversación, recomendándole al Señor los problemas de
sus devotos.
Incansable, nunca conoció vacaciones. La caridad lo empujaba a darse todo a todos sin
interrupción. Su fidelidad a la bella virtud era como la de Don Bosco, salvaje, corroborada por
mortificaciones incesantes en el alimento, el vestido, el sueño. Sufrió en silencio los dolores de
su enfermedad. Vivió para el Niño Jesús y para los pobres, olvidándose de sí mismo.
La devoción al Niño Jesús estaba extendida por toda Colombia, su obra consolidada. El
Padre Juan había cumplido su misión. El Niño Jesús, María Auxiliadora y Don Bosco lo
esperaban en el Cielo.
El 30 de Junio, fiesta de San Pablo, del que era admirador e imitador, último domingo del
mes, consagrado al Niño Jesús y día conmemorativo de San Juan Bosco, a las 4 de la mañana,
cuando las campanas del Templo construido por el Padre Juan, comenzaron a llamar a los fieles
a la Misa del Padre, el Niño Jesús le susurró dulcemente: "Ven , siervo bueno y fiel. Entra en el
gozo de tu Señor!".
No se había visto nunca en Bogotá un funeral tan grandioso, un dolor tan general y
sincero. Una gran cantidad de pueblo y sobre todo de niños, siguieron a la urna hasta la última
morada. Hemos oído a más de uno de aquellos muchachos, apartado por él del vicio y del
hambre, gritar con acento lastimero: "Padre Juan, no te olvides de nosotros, continúa
ayudándonos!".
Los periódicos en primera página elogiaron la vida abnegada y la obra admirable del
Padre Juan.
Las autoridades emanaron un decreto para tributarle honores especiales. Por su parte la
Inspectoría Salesiana publicará una página conmemorativa de esta gran figura de Salesiano.
Ofrezcamos generosos sufragios, pidiéndole al Niño Jesús que continúe bendiciendo sus
obras de bien y que inflame nuestros corazones en el celo por las almas.
Rezad también por vuestro afectísimo en Don Bosco,
Sac. Ángel Bianco
Inspector
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