LA NARRATIVA MEDIEVAL (I) 1. El Mester de Juglaría y el Cantar de Mio Cid. 1.1 El Mester de Juglaría. Los juglares eran verdaderos profesionales del espectáculo que recorrían pueblos, cortes, castillos, etc. recitando o cantando poemas, con el acompañamiento de un instrumento musical, a un público en su mayoría iletrado. Al “oficio” de juglar se le denominó Mester de Juglaría. 1.2 La poesía épica y los cantares de gesta. Los cantares de gesta son relatos en verso en los que se exaltan sucesos históricos y legendarios en torno a un héroe que simboliza los valores de un pueblo o una colectividad. Posiblemente, ya en el siglo X, en Castilla, los juglares recitaban estos cantares anónimos, aunque hayan desaparecido a causa de la oralidad. Debido a su transmisión estas obras presentan continuas reelaboraciones y se han considerado como obra de la colectividad. Además de la función informativa (dar a conocer momentos gloriosos de la historia de una colectividad), realizan una labor de propaganda de la aristocracia guerrera al proponer un modelo de héroe del que exalta sus virtudes. Evidentemente, satisfacen también la necesidad de distracción de un público muy heterogéneo (todos los estamentos de la sociedad medieval) 1.3 La épica castellana. De la épica castellana se conservan sólo tres cantares: un fragmento del Cantar de Roncesvalles (S.XIII), otro de Las mocedades de Rodrigo (S.XIV), y el Cantar de Mío Cid, prácticamente completo. El resto se ha perdido, si bien tenemos noticias de ellos al ser prosificados en las crónicas históricas. 1.4 El Cantar de Mío Cid. Entre los cantares de gesta que han llegado hasta nosotros, el más antiguo de los conservados y el de mayor calidad literaria es el Cantar de Mío Cid. Ha llegado hasta nosotros en un único manuscrito copiado en el siglo XIV por un tal Per Abbat y consta de 3730 versos. Problemas de fecha y autoría Existen diversas teorías acerca de su autoría. Menéndez Pidal defendió la existencia de dos autores: un juglar de San Esteban de Gormaz (Soria), que escribiría en fecha cercana a los hechos, y otro de Medinaceli (Soria), que completaría la obra, introduciendo elementos novelescos y algunas inexactitudes históricas. La obra dataría de la primera mitad del siglo XII1. Las últimas investigaciones consideran que la obra fue compuesta por un único autor, poeta culto o quizás jurista, que habría compuesto su obra por escrito a finales del XII o principios del XIII y la habría entregado a los juglares para que la difundieran. Argumento y partes del poema 1 La versión del juglar de San Esteban de Gormaz podría fecharse, según Menéndez Pidal, hacia 1110; mientras que la obra del juglar de Medinaceli podría datarse en 1140. El Cantar de Mio Cid relata algunos episodios de la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. Atendiendo al argumento, Menéndez Pidal dividió la obra en tres partes: El cantar del destierro, el cantar de las bodas y el cantar de la afrenta de Corpes. El cantar del destierro: El Cid, desterrado por el rey Alfonso VI, abandona Castilla. Llega a Burgos, donde nadie se atreve a darle asilo por temor a las represalias reales. Se dirige al monasterio de Cardeña; allí se despide de su mujer (Doña Jimena) y sus hijas (Doña Elvira y doña Sol. Comienza su actividad guerrera contra los moros y consigue sus primeras conquistas. Envía al rey regalos y le reitera su fidelidad. El cantar de las bodas: Tras la conquista de Valencia, manda un nuevo presente a Alfonso VI, con la petición de que le permita reunirse con su familia, a lo que el rey accede. Los infantes de Carrión solicitan en matrimonio a las hijas del Cid. Éste acepta receloso la proposición real. Finalmente, el Cid es perdonado por el rey y se celebran las bodas. El cantar de la afrenta de Corpes: Los Infantes de Carrión dolidos por las burlas de que son objeto por culpa de su cobardía, deciden deshonrar al Cid en la figura de sus hijas; le piden permiso para regresar a Carrión y, en el robledal de Corpes, las maltratan y abandonan. El Cid pide justicia al rey, que convoca cortes en Toledo. Los Infantes son vencidos por los hombres del Cid, con lo que se demuestra su infamia. El rey concierta el matrimonio de las hijas del Cid con los Infantes de Navarra y Aragón. Temas fundamentales y personalidad del Cid El tema principal es la recuperación del honor perdido doblemente: el honor social como vasallo, debido a su destierro, y el honor personal como padre, tras el agravio de los Infantes de Carrión. Hay que señalar el ascenso social del Cid: al iniciarse la obra es un proscrito por ser desterrado por el rey, conseguirá recuperar su honor, riquezas y gloria mediante sus conquistas, finalmente, las segundas nupcias de sus hijas le emparentan con los reyes de España. La figura del Cid encarna los valores positivos del héroe medieval. Es un guerrero valiente, con gran capacidad de liderazgo, excelente estratega, generoso con sus hombres e implacable con sus enemigos, fiel siempre a su rey… Aparece también su lado más humano: sensible, buen padre y esposo, muy religioso… Historicidad Su historicidad es notable si se compara con otros cantares de gesta (especialmente franceses o alemanes). Narra una parte de la biografía de un personaje histórico, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador (1043-1099), un infanzón que logró ascender socialmente mediante combates y tierras conquistadas a los musulmanes. No obstante, en el Cantar hay mucho de leyenda, de engrandecimiento y exaltación del héroe, superpuesto a una base de realidad histórica. La métrica El poema se caracteriza por su métrica irregular, versos de 10 a 20 sílabas, aunque predominan los de catorce y dieciséis, compuestos por dos hemistiquios y divididos por una cesura. Se agrupan en tiradas (grupos de versos con la misma rima asonante) de extensión variable. Lenguaje y estilo Características de su estilo son la sencillez, sobriedad y expresividad de su lenguaje. La obra combina la base narrativa con la descripción y el diálogo. Utiliza el estilo oral formulario con maestría: apelaciones al auditorio (llamadas de atención del público) (“bien oiréis lo que pasó”), epítetos épicos para caracterizar a los personajes (“El Cid, que en buena hora ciñó espada”, “el de la barba vellida”…), valoraciones del propio juglar sobre personajes o situaciones (“Dios, ¡qué fermoso!”).