El placer de servir Gabriela Mistral, la brillante poeta y educadora chilena, así como la primera persona en America Latina en ganar un Premio Nobel de Literatura, escribió “El Placer de Servir”, un poema extraordinario que muchos leímos durante nuestra vida estudiantil. “Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú; Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú; Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú,” escribió Mistral. En estos momentos históricos, ese concepto de servir adquiere un significado posiblemente nunca antes visto en nuestras generaciones. Muy en particular nos obliga a reflexionar sobre el rol de servicio de las instituciones educativas, independientemente de su nivel. Tradicionalmente las universidades han asumido tres roles principales: educar, servir e investigar. En las últimas décadas, es mucho lo que se ha investigado y las teorías que se han desarrollado en torno a la enseñanza y el aprendizaje. Se ha evaluado la efectividad educativa mediante los resultados de pruebas estandarizadas, exámenes de reválida y otras medidas puramente cuantitativas que en muchas ocasiones no miden ni tan siquiera destrezas y solamente conocimiento mecanicista adquirido. La realidad es que el logro académico es solamente una de las finalidades del proceso educativo, y aunque ciertamente es muy importante, no el único norte que debemos buscar del proceso educativo, que después de todo debe abarcar la formación del ser humano, más allá de lo académico. Para encontrar ese norte tenemos que reevaluar la manera en que las instituciones servimos a nuestros estudiantes. Existen dos vertientes en esta finalidad del servicio: la responsabilidad de la propia institución con el entorno y la aportación para su mejoramiento, y de otra parte el desarrollo de un individuo total, capaz de sentir empatía y deseo de aportar a su comunidad, no sólo desde su carrera o profesión, sino desde la visión del ciudadano cabal. Los tiempos modernos en que vivimos nos han enriquecido con nuevos vocablos o frases como por ejemplo, responsabilidad social empresarial, desarrollo sustentable y sustentabilidad ambiental. Todas se alcanzan por la misma ruta: formando mujeres y hombres con un sentido de solidaridad con su entorno, que comprenda que en la medida que mejora la vida de quienes le rodean, mejora la suya misma. Es esta la raíz para solucionar muchos de nuestros problemas sociales. La universidad es su gente y sus estudiantes, y debemos educarles para que asuman e internalicen el concepto de responsabilidad social y servicio. La virtud del servicio no se enseña: se desarrolla, se modela, se alinea al currículo de a cada clase, se vive. No se trata de producir egresados con un diploma en la mano: estos tiempos nos obligan a graduarlos además como ciudadanos que aporten, y no resten, a nuestra sociedad. Mucho se ha escrito sobre el concepto del aprendizaje mediante el servicio. Es una filosofía educativa que provee para la conexión de la comunidad con las metas del aprendizaje, con el propósito de enriquecer la vida del estudiante. De este modo le damos la oportunidad de involucrarse en las necesidades reales de la comunidad mientras aumenta su conocimiento y las destrezas relacionadas al logro académico. Pero este concepto es mucho más abarcador que el servicio voluntario: es la integración del servicio al proceso de aprendizaje por lo que debe proveer para las conexiones curriculares. Mientras se ofrece un servicio de necesidad en la comunidad, el estudiante aprende de la propia experiencia de servir, no solamente al ofrecer el servicio sino desde la propia planificación y diseño de la actividad. La efectividad de este concepto está más que probada. En el 2004, el reconocido Michigan Learn and Serve Study demostró que el aprendizaje mediante el servicio facilita el logro académico, el pensamiento crítico, la comunicación, la colaboración y las destrezas de liderazgo; todas finalidades del proceso educativo. En el nivel secundario, los estudiantes involucrados en aprendizaje mediante el servicio ejecutan mejor en las pruebas, tienen un sentido de autoestima y propósito, están conectados con su comunidad, y quieren involucrarse cívicamente. Es menos probable que se involucren en actividades delictivas y es más probable que permanezcan en la escuela, se gradúen de escuela superior y obtengan una educación universitaria. Esta experiencia de aprendizaje unida al servicio es una relación simbiótica en la que ganamos todos: el estudiante y la propia comunidad. En este momento crítico que vivimos en Puerto Rico, nuestras generaciones de niños y jóvenes necesitan encontrar maneras para canalizar positivamente sus energías, sentir el valor de dedicar su tiempo a servir y encontrar significado a estas experiencias, más allá de lo que puede significar aprender por aprender. National University College lleva varios años incorporando como requisito para todo estudiante, obtener horas de experiencia de servicio comunitario, independientemente del programa en que se matricula. Las experiencias de cambio en actitudes, de consciencia sobre su entorno comunitario, son palpables. Esa es la responsabilidad que toda institución educativa tiene en nuestro país, y bien puede ser ésta la fórmula para aspirar, y lograr, un mejor mañana para Puerto Rico. Dra. Carmen Zoraida Claudio Presidenta