La “configuración”de los procesos civilizatorios, la “mentalidad histórica” y las “representaciones sociales”. Algunas convergencias y diferencias. José Antonio Castorina Universidad de Buenos Aires Argentina Conicet. Los problemas Las complejas relaciones entre las estructuras psicológicas y los procesos sociales fueron el problema central abordado en las investigaciones de Norbert Elias, a las que justamente denominó “investigaciones psicogenéticas y sociogenéticas” en el Proceso de la Civilización (1989) En su perspectiva, individuo y sociedad, la conformación de los comportamientos individuales y la sociogénesis de las interdependencias interindividuales, remiten a dos aspectos del proceso a largo plazo de la civilización. Este último “comprende igualmente un modelo de las relaciones posibles entre el cambio a largo plazo de las estructuras individuales de los hombres (en la dirección de la consolidación y diferenciación de los controles emotivos) y el cambio a largo plazo de las composiciones (sociales)-que construyen los hombres en la dirección de un grado superior de diferenciación e integración; esto es, por ejemplo, en el sentido de una diferenciación y prolongación de las líneas de interdependencia y de una consolidación de los controles estatales “ (p. 11) Una problemática similar es la referida a la constitución de la subjetividad social en las prácticas grupales e institucionales en los estudios contemporáneos de la psicología de las representaciones sociales. Esta se ocupa de indagar la emergencia de las representaciones sociales (en adelante RS) características de la sociedad moderna, tanto en su sociogénesis como en su ontogénesis, por medio de la comunicación y de otras interacciones sociales. Algunas de sus preguntas claves podrían ser: ¿cómo se constituye la identidad social en las prácticas sociales? ¿cómo se apropian los individuos de las representaciones sociales de su grupo? En principio, es interesante explorar las vinculaciones entre el programa de investigación de Elias y el de la escuela fundada por Moscovici, examinando básicamente los enfoques de la relación entre individuo y sociedad; además, los abordajes metodológicos que se adopta para su estudio, la naturaleza de la génesis social de las representaciones comparada con la conformación de las costumbres y comportamientos civilizatorios; incluso, los tiempos en que se constituyen las representaciones y las configuraciones. Quisiéramos establecer algunas convergencias posibles y las diferencias entre la caracterización de los conceptos y el tipo de procedimientos utilizados por ambos programas. Nuestro punto de vista proviene principalmente de la psicología social, de ahí que nuestra lectura –algo atrevida y marcada por nuestra pertenencia intelectual- de la obra de Elias y también de otros científicos sociales es de auctor y no de lector (Bourdieu, 1999). Así, creemos posible interpelar las ideas sobre el proceso civilizatorio desde nuestras propias preguntas y con la intención de reconsiderar las categorías conceptuales y el significado de los problemas que abordan los textos. Más aún, para comparar los programas daremos un rodeo por la categoría de “mentalidad” (en adelante M) formulada por los historiadores de la Escuela de los Anales y luego cuestionada por las siguientes generaciones de investigadores (Le Goff, 1974; Chartier, 1996): las representaciones que son compartidas por un grupo social amplio durante un período histórico, y que incluye a los valores tanto como a los componentes afectivos. El conjunto de representaciones, valores y carga emocional constituye la “psique colectiva” para los historiadores de las mentalidades. Algunos autores han considerado que las ideas de Elias tiene algún correlato con la teoría de las mentalidades (Jurado, 2002). En este sentido, se puede mostrar que las RS se superponen y también se diferencian de las M en una serie de aspectos. Sin embargo, otra vez aparece la cuestión de la duración, de la relación de la psique colectiva con los individuos, la naturaleza de las mentalidades y su génesis social. Es decir, se plantean los mismos problemas que en las RS, pero por ser la obra de historiadores que se ocupan de procesos de “larga duración”, nos colocamos más a tiro de las composiciones o configuraciones de las acciones sociales y la vida psíquica individual, estudiadas por Elias a lo largo de un proceso histórico. Nuestro propósito es comparar críticamente algunos aspectos de una de las sociologías más notables del siglo pasado, con la teoría psicológica de las RS, utilizando también la noción de M, propuesta por los historiadores. Las configuraciones de la psicogénesis La tesis de la sociología procesual o de amplio alcance remite a los procesos de “larga duración”, de un modo análogo a la teoría de las M, a diferencia de la historia de los “acontecimientos”. Como los historiadores de la larga duración, Elias parte de los problemas del presente: la autoconciencia de los europeos de entreguerras respecto del espíritu “civilizatorio”. Su proyecto es elucidar la complejidad de los procesos que han llevado a la actual configuración de la cultura occidental. La obra se remonta hacia el siglo XVI y la Edad Media para reconstruir el movimiento que se extenderá hasta el siglo XIX El trabajo de Elias se sitúa en los cambios graduales que se producen en la conducta y en el carácter psicológico de las personas. El proceso de civilización es una historia de las costumbres que han posibilitado el hecho de ser “civilizado”. El estudio del proceso civilizatorio es el análisis de las conductas mundanas particulares, que no tienen ni principio ni fin. Se trata de identificar cambios en lo que nos avergüenza, nos produce pudor o nos emociona, así como los hábitos cotidianos, a partir de ejemplos concretos. El autor hace un seguimiento histórico, un estudio de lo que la sociología llamaba lo “micro” pero sin escindir al individuo de la sociedad, en comportamientos como los modales de la comida, los gestos corporales, principalmente la violencia, la sexualidad. Para explicar esta conformación, Elias utiliza el concepto de “configuraciones” o composiciones (en adelante C): “El entramado de la remisión mutua entre los seres humanos, sus interdependencias, son las que vinculan a unos con otros, son el núcleo de lo que aquí llamamos composición, son procesos sociales que implican complejos vínculos de interdependencia entre las personas, que no son estructuras externas o coercitivas que accionan sobre las personas, sino una serie de lazos largos y diferenciados, que se desarrollan a través del tiempo, que supera la perspectiva del individuo “clausus” y de la sociedad como una entidad independiente que se impone a los individuos” (1989, p.45). En el mismo sentido, nos dice “..... ambas ideas son ficticias. La sociedad cortesana no es un fenómeno que exista fuera de los individuos que la forman; los individuos que la constituyen, ya reyes, ya ayudas de cámara, no existen fuera de la sociedad que integran unos con otros. El concepto de C sirve para expresar esta situación (La Sociedad Cortesana, Madrid, 1993, pág. 31) En el mismo texto, aclara aún más la idea: “...En el análisis de la configuración, los individuos aparecen en alto grado, tal como se puede observar, como sistemas peculiares abiertos, orientados mutuamente entre sí, vinculados recíprocamente mediante interdependencias de diversa clase y, en virtud de éstas, formando conjuntamente configuraciones específicas” (La S..., pág. 41) La indagación de Elias va en la dirección de explicar como, por ejemplo, el dominio espontáneo de las emociones, o incluso el uso de la reflexión mucho más allá del estricto presente, son el resultado de la progresiva densidad de las redes de interdependencia de las que participa el individuo. En sus palabras: “Cuánto más densa es la red de interdependencias en que está imbricado el individuo con el aumento de la división de funciones, cuánto más extensos son los ámbitos sobre los que se extiende esa red....tanto más amenazado socialmente está quien cede a sus emociones y pasiones espontáneas” (1989, p.454) Una explicación que recurre a los cambios estructurales inherentes a la sociedad, en lugar de la causalidad que va de la sociedad hacia el individuo o recíprocamente, del individuo a la sociedad. Siguiendo la línea de pensamiento del autor, se puede subrayar que la transformación civilizatoria de la nobleza, y con ella los umbrales de la vergüenza y del desagrado en los individuos fue motorizada por la competencia por obtener la aceptación de los miembros más altos de la corte. En este sentido, la espiritualidad que domina las conversaciones o las relaciones amorosas en las cortes no expresan los placeres individuales “sino exigencias vitales de la posición social” (1989, p.510) Con el ascenso ulterior de la burguesía, el campo principal donde las coacciones sociales moldean a los individuos pasan a ser la acumulación del dinero y la profesión. Las funciones profesionales exigen la estabilidad del superyo y la regulación de los impulsos, cuya intensidad son mucho mayores que los rasgos psíquicos que impone la vida cortesana. Otra tesis relevante de la teoría de la configuración (en adelante TC): la tendencia a la autocoacción, característica de nuestra época, no depende únicamente de la cooperación de los individuos con los otros, sino de la división de la sociedad en clases. Así, el tipo de superyo y de control de los impulsos, lo que Elias denomina “modelación” de los impulsos, que se impone a las personas de clase alta, “alcanza su configuración específica, en principio, en las tensiones permanentes que caracterizan a la sociedad” (1898, p. 514) En otras palabras, el control de los afectos representado por su superyo, no depende únicamente de la libre competencia de los individuos de la clase alta, sino también de la defensa de su posición superior respecto de las clases que intentan ascender. Finalmente, para Elias la vivencia obvia del hombre moderno de su ser “interior” o de su yo separado de los otros y del mundo, más aún la propia teorización del conocimiento en la filosofía moderna, a partir del Renacimiento, son un resultado del proceso civilizatorio. En otras palabras, la propia experiencia del yo cerrado y el pensamiento teórico de la escisión –de gran trascendencia en las ciencias sociales y la psicología- resultan de las interdependencias de las configuraciones mudables, pero que suponen un largo proceso de constitución. Las mentalidades en la historia Hemos mencionado que esta corriente del pensamiento histórico estuvo vinculado a la Escuela de los Anales durante la década de los sesenta y setenta, a través de la obra de Le Goff (1974), Volvelle (1982) y Mandrou (1968) “El nivel de la historia de las mentalidades es el de lo cotidiano y automático, lo que escapa a los sujetos individuales de la historia porque es revelador del contenido impersonal de su pensamiento” (Le Goff, 1974, pág. 83) En otras palabras, designa a los sistemas de valores y creencias propias de una época o un grupo, lo que comparten Colón y sus marineros, o el César y sus soldados. Todos los autores postulan que la creencia colectiva regula, sin explicitarse como tal, los juicios de los individuos, o de dicho de otra manera, se ponen límites socio culturales a lo que cada individuo puede pensar. Así, un grupo o las sociedad en su conjunto comparten un conjunto de representaciones y valores, los que no tienen necesidad de ser tematizados concientemente por los individuos que las interiorizan. Como se dijo antes, se incluye en el campo de la mentalidad colectiva a la vida afectiva, esto es, se introducen aspectos psicológicos. De este modo, la categoría de mentalidad pretende capturar una combinación de contenidos intelectuales y valores comunes junto con su carga afectiva y emocional. Todos ellos constituyen la “psique colectiva” para los historiadores. Otro aspecto que vale la pena señalar es el énfasis sobre el lado colectivo de la creencia, la recurrencia de elementos inertes, las supervivencias y los arcaísmos que son propios de una perspectiva de la historia socio-cultural. Las vivencias y los comportamientos cotidianos han sido influidos en muchas ocasiones por las concepciones ideológicas de la época, pero la transmisión desde el campo de las ideas hacia los sectores populares las modifica. Así, la ecuación entre peste y castigo fue argumentada teológicamente por San Agustín o Santo Tomás, pero fue reinterpretada de modo imaginativo y figurativo por los individuos que no eran intelectuales, incluso en sus comportamientos. La investigación sobre las M ha sufrido una profunda revisión a partir de la crítica a la investigación histórica basada en el análisis previo de los niveles económicos o profesionales, propio de la Escuela de los Anales. Hoy el estudio de lo que podría llamarse historia de las M es en gran medida una historia social de las prácticas culturales (Chartier, 1996; 1998) Se pueden citar, entre otros, los siguientes estudios del período más clásico: las representaciones ideológicas del mundo feudal en tres estamentos: los especialistas de la oración, del combate y de la producción (Duby, 1974); la vivencia popular de la peste en el Siglo XIV como un castigo divino (Le Goff, 1974) las representaciones del niño y la muerte en L´Ancienne Régime (Ariés, 1962); el miedo arcaico que impulsó la invasión de los campesinos franceses a los castillos de la nobleza, amenazando su dominación (Lefebre, 1956) Las representaciones sociales La teoría de las representaciones sociales (en adelante TRS) (Moscovici,1976) se propuso recuperar los conocimientos de sentido común que incluye aspectos tanto cognitivos como afectivos y orientan el comportamiento de los individuos en el mundo social. Básicamente, es una representación de un sujeto social inmerso en un contexto histórico social respecto de un objeto: la inteligencia (Kaplan, 1996), el psicoanálisis (Moscovici, 1976), el género (Lloyd y Duveen, 2003), la locura y la enfermedad (Jodelet, 1989), el campo educativo (Lautier, 1999), la imagen corporal (Jodelet, 1984), o el SIDA (Joffe, 2003). Las RS emergen en las experiencias de la comunicación social de saberes científicos y en otras interacciones sociales, como saberes prácticos de la existencia cotidiana. Ello supone la vida en la modernidad, porque requiere la aparición del conocimiento científico, la imprenta, los diversos medios de comunicación y un nuevo tipo de movilidad social. A diferencia del concepto de representación colectiva de Durkheim, las RS son válidas para pensar el sentido común del proceso civilizatorio. De ahí que en su mayor parte son conocimientos que cambian rápidamente, por estar asociados con las peculiaridades de la vida moderna. Además, las RS se constituyen para enfrentar nuevas situaciones –lo que Moscovici llamó “fisuras en la cultura”- y permiten a los agentes actuar sobre otros. Por otra parte, las RS son implícitas en el sentido de que siendo socialmente producidas desbordan la conciencia individual. Es claro que las RS suministran –desde el punto de vista de un grupo social- un conjunto de significaciones que delimitan las posiciones que adoptan los individuos, configurando su identidad social. Por otra parte, expresan las necesidades y valores del grupo o institución , lo que las distingue claramente del conocimiento científico. En términos generales, las RS no son un reflejo de la realidad sino su estructuración significante, lo que para los individuos equivale a ser “la realidad misma”. Se puede afirmar que las representaciones sociales son construcciones sociales en un momento del proceso histórico y que se imponen –con mayor o menor fuerza- a la conciencia individual, aunque sin determinarla unívocamente. La elaboración social de las RS se realiza por anclaje y objetivación. Según esta última, se produce una selección de los rasgos del objeto conceptual (de la teoría científica del psicoanálisis, por ejemplo) y se los concretiza en un núcleo figurativo (el inconciente como “algo” que subyace a la vida conciente). De este modo, se produce la naturalización de las creencias, en el sentido de que las ideas concretizadas pierden su carácter histórico y se convierten en realidad. Por su lado, el anclaje posibilita que las situaciones inesperadas o “no familiares” se asimilen al conjunto de creencias y valores preexistentes. Finalmente, se asume una perspectiva epistémica opuesta al pensamiento de la escisión: los individuos están íntimamente conectados con la sociedad durante la elaboración y adquisición de las RS. Prolongando la tradición dialéctica de raigambre hegeliana, los psicólogos sociales se centran en el estudio de la sociogénesis de las RS y su transmisión social, pero a la vez consideran que los individuos se apropian activamente de ellas. El enfoque metodológico sitúa a las RS en un proceso histórico y la tarea principal es reconstruir su formación en las prácticas sociales. Por lo demás, cada niño nace en un mundo social construido por las RS de sus padres y maestros, de modo que estudiar su ontogénesis es establecer como tales creencias se activan psicológicamente en los individuos (Duveen y Lloyd, 2003). Una comparación entre mentalidades y representaciones sociales A pesar del origen de las RS y las M en disciplinas bien diferentes - la historia y la psicología social- podemos explorar sus convergencias y divergencias. En primer lugar, se puede afirmar que ambas surgen como reacciones al pensamiento de la escisión: los historiadores rompiendo con la historia de las ideas centradas en los pensadores individuales, la TRS respecto de la psicología cognitiva centrada en las representaciones internas del aparato mental. Además, los conceptos de que estamos hablando son “borrosos” (Castorina, 2006) en el sentido de que han cambiado mucho a lo largo de las investigaciones y no disponemos todavía de una definición precisa que distinga a las M y RS nítidamente de otras categorías, como ideología, cultura, imaginario social, etc. Así, mientras Duby identifica a la M con una ideología, para Volvelle es “lo que queda de una ideología”, las huellas de una versión intelectual abarcativa del mundo social; incluso, se puede pensar a las M no solo como lo que tienen de común Colón y sus marineros, sino en términos de los conflictos y tensiones entre clases sociales. En el caso de la TRS, las RS se han delimitado muy trabajosamente de otras categorías sociales, diferenciándose de la ideología, por ejemplo, al expresar los conocimientos de temáticas específicas (como el SIDA o la locura) y en un contexto histórico preciso. Sin embargo, las RS se recortan sobre un fondo ideológico, lo que crea una serie de problemas teóricos (Castorina y Barreiro, en prensa) Por otra parte, es evidente que ni las M ni las RS traducen directamente las ideas propiamente intelectuales de las que provienen en algunos casos (las teorías científicas o los discursos del pensamiento teológico o filosófico) Pero dicho tránsito modifica la estructura de las argumentaciones y del sistema conceptual en dirección a la concretidad y la figuración de las representaciones, como se ha mostrado. Se pueda añadir que las M y las RS influyen sobre el comportamiento de los individuos. En el primer caso, las creencias orientan las prácticas colectivas (por ejemplo, la ocupación de los castillos de la nobleza por los campesinos a partir de un “gigantesco rumor” que expandió por diversos lugares de Francia); en el segundo, la construcción social de las creencias cumple la función de conjurar “el vacío de sentido” que se experimenta ante las situaciones no familiares (por ejemplo, ante el fenómeno del SIDA en la década del ochenta), de modo que los actos subsiguientes de los individuos recuperan su sentido. Finalmente, es importante mencionar las diferentes escalas temporales en que se constituyen las M y las RS . Hay que reconocer que en la versión clásica, la historia de las M corresponde al tiempo de la larga duración ya que se modifican muy lentamente, por estar afincadas en las “profundidades” de las creencias arcaicas (por ejemplo, la notable persistencia con que la noción de autoridad del saber, basada en la Biblia, empujó a los pensadores medievales a rechazar la novedad intelectual). Sin embargo, algunos historiadores actuales dan un lugar significativo a los cambios bruscos, como los ocurridos durante la Revolución Francesa (Volvelle, 1989; Vernant, 1965) Por su lado, las RS fueron introducidas en el campo de estudio de las creencias sociales para capturar los intercambios de la cotidianeidad moderna, donde se crean en condiciones que las hacen muy maleables y mutables, por lo que se puede considerar que son de corta duración. Obviamente, algunas RS son de larga duración, como las creencias de género. En síntesis, las M y las RS se pueden considerar solo parcialmente superponibles si tomamos en cuenta los aspectos mencionados aquí resumidamente (Castorina, 2006). Configuraciones, mentalidades y representaciones sociales ¿En qué aspectos se pueden comparar la teoría de las C, de las M de las RS? ¿Hay alguna perspectiva asumida por la C que pudieran plantear incógnitas para un investigador de los otros campos? Lo expuesto hasta aquí nos permite identificar un marco epistémico compartido por la teoría de las M, en la historia, la TRS en la psicología social y la C, en la sociología de Elias: los individuos y la sociedad no son entidades dicotómicas, ni siquiera son entidades, más bien son seres procesuales constitutivamente asociados en relaciones de interdependencia. La crítica al pensamiento de la escisión –individuo y sociedad, subjetividad y prácticas sociales, interdependencias y comportamientos- es claramente compartida por aquellos programas de investigación. En la TC no se puede estudiar la formación de las conductas y de las autocoerciones “civilizadas” separando el proceso psíquico del entramado de las interdependencias sociales; en la TRS los individuos tanto para expresar como para adquirir su identidad social, se basan en los recursos que ponen a su disposición las representaciones sociales; en la teoría de M se admiten cada vez más a los rasgos personales en la asunción del espíritu colectivo por cada individuo. En este sentido, mientras la TC rechaza que las relaciones sociales puedan existir por fuera de los individuos, la TRS niega que las RS existan en un cielo platónico y que cada individuo sea impactado por ellas desde el exterior, aquellas solo existen en las prácticas sociales y el discurso, siendo su naturaleza estrictamente dinámica; la teoría de M tiende a considerar que las representaciones colectivas son inseparables de las prácticas individuales que dirigen. Con todo, para Elias el proceso civilizatorio se lleva a cabo sin un planeamiento racional, siguiendo más bien un curso más bien ciego, por ejemplo las relaciones de los adultos con los adolescentes suscita en éstos ciertos efectos que no fueron anticipados por sus mayores. “El mismo aparato de modelación produce resultados humanos más o menos adecuado a lo largo de una curva adaptativa” (1989, p. 461) Los resultados del proceso civilizatorio sobre los individuos es favorable o desfavorable en algunos casos, pero la mayoría de las personas se encuentran en un punto medio respecto a aquellos extremos. Dicho más enfáticamente: “Si el niño no asimila modelos preformados socialmente, partes y productos de esos seres más poderosos......es durante toda su vida poco más que un animal” (La sociedad de los individuos, 1990, pág. 42) Por el lado de las RS, se sabe que su influencia sobre los actos de las personas puede ser mayor que los actos físicos y se imponen a los individuos, suministrándoles un modo de ver las cosas que es difícil evadir: “....las representaciones sociales detienen al individuo en las formas de pensamiento existente, prohibiéndoles el pensamiento libre y forzando una manera concreta de concebir el mundo” (Marková, 1996) Ahora bien, las ideas de Elias tienen una significación muy especial para comprender las vivencias de disociación que experimentamos en la vida cotidiana y en nuestro oficio de científicos sociales: Las dicotomías o dualismos entre individuo y sociedad –en las diversas formas que adopta- , aparecen “ominosamente” a los científicos de todas las disciplinas que lidian con los fenómenos sociales y culturales, es decir, insisten en nuestra tarea como un obstáculo epistemológico. Claramente, son para Elias un resultado del proceso civilizatorio, derivan de una historia que emerge a partir del Renacimiento, no depende de una mutación súbita en los seres individuales, sino “un quebrantamiento de agrupaciones anteriores....en suma, consecuencia de un cambio específico de las relaciones humanas” (1990,a, p. 38). De este modo, el conocimiento de aquel proceso llega a ser crucial para relativizar lo que se vive como natural y obvio. Se puede afirmar que la reconstrucción de la formación social del homo clausus podría ser una condición de posibilidad para superar críticamente la tradición de la escisión en las investigaciones (Elias,1989). Más aún, en Compromiso y Distanciamiento (1990,a) nos advierte que la relación entre individuo y sociedad se ha convertido contemporáneamente en una lucha de valores y convicciones sociales, de modo tal que las ideas de “cómo debe ser” la relación entre aquellos términos, sea a favor de uno o de otro, oculta la resolución del problema de “como es” dicha relación. Es un caso relevante de la experiencia histórica en que el fuerte “compromiso” afectivo-valorativo dificulta el “distanciamiento” del investigador de la sociedad. Estas son lecciones que resultan indispensables para historiadores y psicólogos sociales, aún de aquellos que declaran explícitamente haber abandonado cualquier dualismo. Siguiendo una línea de pensamiento semejante en la psicología social, Robert Farr (2003) ha mostrado que el individualismo es un fenómeno histórico y cultural, incluida la creencia de que lo individual causa lo social. Se trata de una genuina representación colectiva más abarcativa que las RS y que ha influido en muchas áreas de la investigación psicológica. Si volvemos al espíritu sistémico que preside los programas que estamos comentando, podemos resaltar algunas dimensiones. Principalmente, la explicación que propone Elias para la formación de lo comportamientos civilizatorios no es estrictamente causal, en cuánto no postula factores sociales cuya variación da cuenta de los comportamientos. En otros términos, “porque el cambio de las composiciones se explica, parcialmente, por la dinámica endógena, por su tendencia inmanente a construir un monopolio con las unidades competitivas (1989, p. 45) Dar cuenta de como cambian las estructuras de personalidad hasta adquirir los rasgos específicamente civilizatorios implica derivarlas del curso de aquellas transformaciones en las interdependencias. En Compromiso y Distanciamiento (1990,a) defiende la tesis de integraciones estructurales o C que incluyen niveles de sub C, de modo tal un nivel avanzado de integración “determinan la estructura y el desarrollo de las unidades constituyentes, incluidas las de sus miembros individuales” (1990,a, p. 46) La explicación por niveles de integración, desde los individuos hasta las clases, da lugar a un mayor o menor grado de autonomía, “..el que varía de acuerdo tanto con las características de la configuración superior como con la posición que ocupan las subconfiguraciones dentro de ésta” (1990,a, p. 46) Con sus propias peculiaridades disciplinarias, la TRS explica la génesis de las RS por los procesos psicológico- sociales de objetivación y anclaje, y luego da cuenta de su impacto en la formación de la identidad social; en otros estudios, los psicólogos tratan de establecer cómo la pertenencia a diferentes grupos sociales se correlaciona con diferencias en las creencias sociales. En cualquier caso, se trata de explicar las modificaciones de las RS como una sociogénesis que expresa los intercambios cotidianos en las prácticas sociales, en los que se sitúa la actividad psicológica. Por su lado, la ontogénesis de las RS se explica por la apropiación activa de los individuos de las creencias preexistentes en su comunidad. De todos modos, dicha explicación psicosocial - en comparación con Elias- apela en menor medida a procesos sociales de interdependencias, con niveles de integración y diferenciación de las acciones que vinculan a los individuos. Nos atrevemos a marcar otra diferencia sustantiva entre los estudios: Elias trata de determinar la modificación de los comportamientos y sobre todo del aparato psíquico en el proceso de civilización, mientras la TRS trata de explicar la génesis de las RS, de creencias propias del sentido común, y la historia de M intenta reconstruir las creencias colectivas. En nuestra opinión, la sociogénesis y psicogénesis de la vergüenza o el control de la violencia no son exactamente del mismo orden que la sociogénesis y psicogénesis de las creencias –o del conocimiento de sentido común- que guían los comportamientos de los individuos, en forma de RS en la vida cotidiana de la modernidad o de M en períodos históricos. Insistimos, la tesis de C y la TRS corresponden a proyectos intelectuales diferentes, pero que son compatibles. Da la impresión de que uno se ha centrado en la constitución de los comportamientos, los tabúes o los controles de los impulsos, no ocupándose primordialmente de los conocimientos o a las creencias de los individuos, salvo como formando parte del proceso civilizatorio que lleva a nuevos controles de las emociones y a comportamientos. El otro ha tratado de recuperar el conocimiento cotidiano, cargado también de valores y afectividad. En Elias no parece haber formulaciones explícitas para las representaciones en tanto conocimiento colectivo, hay más bien un énfasis en los comportamientos, en los controles de las emociones y las pulsiones. Pero pueden correlacionarse con las M, según los tabúes del comportamiento sexual o de mesa, en lo que debe ser considerado como “natural”, en las cortes, el absolutismo, o en la sociedad burguesa. Se podría pensar que en ciertas instancias del proceso de civilización le corresponden formas de las M estudiadas por los historiadores. Quizás, éstas últimas se puedan correlacionar con aquellos niveles de integración y diferenciación mencionados por Elias. Hay algunos textos que así lo enuncian: “¿Cómo puede el hombre escapar al movimiento circular que lleva de unos conocimientos y creencias con una elevada carga emocional de fantasía a una menor capacidad de dominar los peligros que los seres humanos se autoprovocan....?” (1990,a, pág.155) Desde el punto de vista de las escalas de tiempo en que se desenvuelven los estudios, queda claro que las M descritas en la historia son el lugar de “las prisiones de la larga duración”, según decía Braudel. De modo análogo, los niveles de C en los procesos civilizatorios estudiados por Elias son propios de la larga duración. Por el contrario, las RS son de corta duración: “Las mentalidades comprometen el pasado y el tiempo largo, las representaciones el término corto y un tiempo acelerado, incluso precipitaciones coyunturales en razón de los medios de comunicación contemporáneos” (Jodelet, 2003, p. 108) Aquí queda muy claro el desajuste de las categorías de RS respecto de M y C. Por otra parte, lo dicho es otro modo de decir que las RS son fenómenos específicos de las comunicaciones e interacciones sociales específicas de la modernidad, tal como dijimos antes. Desde el punto de vista metodológico, el método genético tiene gran relevancia en la TRS y en los estudios de Elias: en éste, el método sociogenético permite aclarar las situaciones dónde con las diferenciaciones del entramado social se van haciendo también más diferenciados el autocontrol psíquico. Análogamente, en la TRS, se trata de reconstruir las modificaciones emergentes de las RS, por ejemplo, la creencia en la inteligencia entre los maestros franceses entre 1968 y 1991 (Lautier, 2001). El centro de la sociogénesis está puesto en Elias en las transformaciones del entramado de interdependencias entre los individuos y sus relaciones sociales, mientras en la TRS se trata de la reconstrucción de representaciones que expresan a la posición de los grupos sociales. Al comparar las RS y las M hablamos de conceptos “borrosos”, y mostramos las dificultades en identificar con rigor sus notas características, respecto de otras categorías de la historia, la antropología o la psicología. Incluso, como lo ha puesto de relieve Elias, las ciencias sociales tienen enormes dificultades en capturar aquellas interrelaciones dialécticas que suponemos son características del conocimiento de la sociedad. Es lo que sucede con la categoría de C propuesta por Elias, respecto justamente de la estructura de la relación individuo-sociedad. “A nuestros instrumentos de reflexión les falta todavía flexibilidad como para comprender de manera suficiente fenómenos de entrelazamiento; nuestras palabras no son lo suficientemente dúctiles...” (1990,b, pág. 49) En nuestra opinión, a la mayor precisión conceptual que exigen los historiadores o psicólogos sociales hay que añadir la flexibilidad requeridas por Elias. En todos los casos, los avances se producirán por la obra de una historia de investigación, que no puede ser considerada como concluida en el nivel actual de análisis. Se han dado los pasos iniciales, pero fundamentales, en el diseño del tejido conceptual en red, de un sistema de tensiones entre los componentes de las prácticas sociales. Las categorías que hemos discutido aquí parecen apuntar “a la trabazón de los hilos particulares en mayor o menor medida, según su función en el conjunto del tejido” (1990,b, pág. 49) Sobre todo, las RS (Duveen, 2001), las M con algunos reparos y la C son epistemológicamente conceptos sustentables: han mostrado capacidad para hacer inteligibles a los fenómenos del campo de estudio y han permitido plantear problemas que se pueden abordar con métodos apropiados. Más aún, un examen cuidadoso muestra que se requiere de una cierta claridad y precisión en el nivel disponible de estas categorías para orientar un cuerpo de indagaciones histórico empíricas sobre tales áreas. Ello ha ocurrido con las categorías mencionadas aún antes de ofrecer una definición estricta y rigurosa. Bibliografía Ariès, P (1962): Centuries of childhood. London. Cape. Bourdieu,P (1999) Intelectuales, política y poder. Buenos Aires. EUDEBA Castorina,J.A (2006) “Un encuentro de disciplinas: la historia de las mentalidades y la psicología de las representaciones sociales”, en M. Carretero, A. Rosa y M.F. González (Comp) Enseñanza de la historia y memoria colectiva. Barcelona. Paidós Castorina,J.A y Barreiro, A (2006) ”Las representaciones sociales y su horizonte ideológico. Una cuestión problemática”, en J.A. y colaboradores: Cultura y Conocimiento Social. Desafíos para la Psicología del Desarrollo. Buenos Aires. Ed. Aiqué (en prensa) Chartier, R (1996): "Lire Meyerson aujourd' hui", en Pour une psychologie historique. Ecrits en hommage à Ignace Meyerson. Paris. P.U.F Chartier, R (1998): Au bord de la falaise. Paris. Albin Michel Duby, G (1974): "Historia social e ideologías de las sociedades", en P. Nora (Ed.), Hacer la Historia. Barcelona. Editorial Laia. Duveen, G (2001): "The power of ideas" en G. Duveen (ed.) Serge Moscovici: Social Representations. Explorations in Social Psychology. New York. New York University Press. Duveen, G y Lloyd, B (2003) “Las representaciones sociales como una perspectiva de la psicología social”, en J.A. Castorina (comp) Representaciones sociales. Problemas teóricos y conocimientos infantiles. Barcelona. Gedisa. Elias, N (1989) El Proceso de la Civilización. México. Fondo de Cultura Económica. Elias,N (1990,a) Compromiso y Distanciamiento. Barcelona. Ed. Península. Elias,N (1990, b) La Sociedad de los Individuos. Barcelona. Península Elias, N (1993) La Sociedad Cortesana. Madrid (Falta Editorial). Jodelet, D (1984);”The representation of the body and its transformations”, en R. Fan, S. Moscovici (Eds) Social Representation. Cambridge. Cambridge University Press Jodelet,D (1989): Folies et Représentations Sociales.Paris. PUF Jodelet, D (2003) "Pensamiento social e historicidad", Relaciones 2003, Vol. XXIV, 99-113. Joffe, H (2003) “ “Eu nao”, “o meu grupo nao”: Representaçoes Sociais transclturais da AIDS”, en P.Guareschi y S. Jovchelovitch (Orgs)Textos em Represtaçoes Sociais. Petrópolis. Ed. Vozes Jurado (es el texto que mando Bracchi, pero que quedó en El bolson, añadilo, por favor) Kaplan, C (1996) La inteligencia escolarizada. Buenos Aires. Ed. Miño y Dávila Lautier,N (2001): Psychosociologie de l´éducation. Paris. Armand Colin. Lefevre, G (1932) Le grande peur de 1789. Paris. Paris. Le Goff, J (1974): "Las mentalidades. Una historia ambigua", en P. Nora (Ed.) Hacer la Historia. Barcelona. Editorial Laia. Le Goff; J (1999): Lo maravilloso y lo cotidiano en el Occidente medieval. Madrid. Editorial Altaya. Lloyd, B y Duveen, G (2003): "Un análisis semiótico del desarrollo de las representaciones sociales de género", en J.A. Castorina (Comp.) Las Representaciones Sociales. Barcelona. Gedisa Mandrou, R (1968): "Histoire del Mentalités", en el artículo"Histoire",5, Encyclopedie Universalis, Vol., 436-438 Marková, I (1996): "En busca de las dimensiones epistemológicas de las representaciones sociales", en D. Paéz y A. Blanco: La teoría socio-cultural y la Psicología social actual. Madrid. Fundación Infancia y Aprendizaje. Moscovici, S (1976) Le psychoanalyse, son image et son public. Paris. P.U.F. Moscovici, S (1986) Las Representaciones Sociales (2 Vols). Barcelona. Paidós. Vernant, J.P (1965): "Histoire et Psychologie", Revue de Synthese, 1965, 85-94. Volvelle, M (1982) Ideologie et Mentalités. Paris. Ed.Masperó. Volvelle, M (1989) La Mentalidad Revolucionaria. Barcelona. Ed. Crítica.