Mi radio antigua

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El Clarí-n de Chile
Mi radio antigua
autor Godosky
2010-06-14 14:49:56
 “Muere Mirella Latorre, gran voz del radio-teatro y estrella de los primeros dÃ-as de la TV―, escuché. Hijo de homb
curado nocturno, voy a quitarte de pronto lo que tú más adoras... tu radio antigua, me dijo el cobrador del arriendo de mi
casa humilde.
Esas palabras, Luli, las he memorizado desde mucho antes que nos conociéramos. Andaba en eso de los 7 años de
edad, con pantalones cortos, con la nariz cagada, las orejas llenas de cera, los ojos con lagañas, pelado al rape, por
causa de la tiña, descalzo y con pocos dientes. Era un cabro feliz. Frente a mi casa la piscina Militar. Música todo el
verano. Bert Kaempfert, llenaban mis dÃ-as de caballo suelto. TenÃ-a una radio antigua, pero era eléctrica y no
funcionaba porque, según un tÃ-o mÃ-o, su locutor habÃ-a parado las chalupas.
Era mi radio, Luli. La adoraba. Tantas veces la desarmé para buscar el cadáver del locutor pero nunca lo pude
encontrar. Una tarde llegaron los pacos al barrio. Yo estaba con mi radio antigua en la mano. Un paco me preguntó si
era mÃ-a. “Cierto, mi general, pero no funciona porque la pelá se llevó al locutor―, le respondÃ-. “¿No será que
mataste?―, me dijo el paco. “ Ta más gil mi general, seré pobrete pero nunca asesino―, le dije. “Ustedes los r
por cualquier cosa― me dijo. Quedé pensando un poco. Mi radio antigua estaba por meterme en problemas. HabÃ-a
escuchado una canción de un tÃ-o mÃ-o que decÃ-a asÃ-: “Hay un pájaro verde parado en la esquina―... la canté de
los pacos. AhÃ- el paco se fue al chancho... y me quitó la radio antigua.
Me puse a llorar. “Por weon te vai a il a una casa de menores― me amenazó. HabÃ-a escuchado tanto de las ca
menores... pero nunca pensé que me llevarÃ-a a ella. Me llevaron preso. A mi corta edad habÃ-a llegado a la casa de
menores de la calle Bascuñan y encerrado en una pieza. En su interior habÃ-a otros mocosos. Uno me ofreció una
colilla de Lucky Strike. Hablaba un coa que nunca entendÃ-. “No tengai julepe―, me dijo, “ AquÃ- se come b
pasaban siempre en la casa de menores... yo, al decir la verdad, lloraba y reclamaba mi radio antigua.
“No llorÃ- por weas, “ me dijo uno. “―Weon― le dije, “ no veÃ- que si encuentran el muerto me dan cad
AhÃ-, en ese momento, al decir lo de cadena perpetua, me dÃ- cuenta que me estaba tomando la responsabilidad del
locutor fallecido.
“¿Te pitiaste un weon?― gritó el de las colillas de cigarros.
“No lo maté yo... sino que me lo regalaron―, respondÃ-.
¿Dónde está el cabro que mató el locutor de la radio?―, preguntó un pacomio. Todos los detenidos de la casa de
menores quedaron en silencio. Un tÃ-o mÃ-o me dijo que un hombre debe apechugar en todas sus cagadas. Levanté una
mano con una colilla de Lucky Strike. El paco me hizo botar el pucho. Me llevó al ingreso de la casa de menores. AhÃestaba mi vieja. Lloraba. Los pacos le dijeron que si me pillaban en la calle me meterÃ-an para siempre en una prisión.
Me soltaron. La radio antigua me la requisaron, o nacionalizaron... o confiscaron...
Tiempo más tarde, ya con edad de lolo, encontré mi radio antigua en le mercado persa. La compré. En mi casa la
desarmé. Todo estaba como antes. El muerto seguÃ-a en su interior.
Una tarde la reparé. Un tubo era el muerto. Funcionaba a las mil maravillas. La primera voz que salió de ella fue de
“Mirella Latorre―.
A mi casa venÃ-an las vecinas a escuchar los radioteatros. Unas se iban casi llorando.
A mi las comedias radioteatros me fascinaban. Emilio Gaete era el gallo que me dejaba soñando. Puta que era weno.
Una tarde, tiempo de Unidad Popular, encontré al Emilio Gaete a la entrada del Estadio Chile. Lo primero que quise de
él era un apretón de mano. El Emilio Gaete era arrogante. No me pescó ni en bajada. Lo mandé a la chucha. Bien
mandado... me dijo una compañera.
Pasó el tiempo. Llegó el golpe. Mi radio antigua resistÃ-a. Salvador Allende dejó su último discurso en mi radio. Más
tarde, 1977, deje mi patria. Otro exiliado más. Mis años de radio antigua se habÃ-an ido. 18 años más tarde regresé a
mi Chile. Encontré mi radio antigua. Al volver a mi exilio, me la traje. Hoy la tengo en mi taller de arte. Funciona. Es ella
que me da los dÃ-as, las horas, y el tiempo. Mi radio antigua... que suena como nueva... y me lleva a Chile... a escuchar,
o recordar la voz de Mirella Latorre...
Godosky
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