Diario Frontera, 22-07-2005, p. 4B. El oficio de Obispo en Venezuela Por: Dr. Ricardo Rafael Contreras1 Nuevamente en los últimos días, hemos sido testigos de un conjunto de opiniones temerarias y críticas desproporcionadas, dirigidas a la persona y a la labor de nuestros pastores los arzobispos y obispos, quienes en el marco de su misión, no pueden más que emitir su opinión acerca de la actualidad venezolana. Precisamente y referente al oficio del obispo, señala el Excmo. Mons. Dr. Baltasar Porras en la introducción a su reciente libro “Diálogo con el Presente” (2004, ediciones del rectorado de la ULA): “El oficio episcopal conlleva en su esencia la palabra” y citando el Pontifical Romano acerca de la misión del obispo destaca “[…] proclama la palabra de Dios a tiempo y a destiempo”. De esto último se desprende que en cualquier circunstancia es difícil el oficio del obispo, pues se trata de enseñar, explicar y defender con fortaleza la integridad y la unidad de la fe católica (cfr. CIC. 386), lo que se traduce en señalar los errores y dar luces acerca de la forma de corregirlos, en concordancia con la tercera de las siete obras de misericordia espirituales “corregir al que yerra”. Y es que corregir es un oficio difícil cuando la nesciencia se impone y los oídos se cierran o se prefiere mirar a otro lado para continuar en el error. Hoy se cumplen las palabras del Papa Pablo VI que respecto de la función del obispo señaló: “Observamos cada día, en el ejercicio de nuestra misión apostólica, que el ministerio del obispo se ha hecho grave y difícil y que la función episcopal no es ya un título de honor temporal, sino una función de servicio. ¡Y qué servicio!”. Proféticas las palabras del Papa Montini, que vislumbró las consecuencias que sobre la persona del obispo recaen cuando éste eleva su voz de maestro y pastor predicando la verdad, a pesar de que ella le sea incómoda a ciertos sectores de la sociedad. El oficio de obispo en Venezuela ha sido comparativamente más difícil que en otras regiones de Hispanoamérica, fundamentalmente por los adoradores del mito patronatista, que blandearon la vieja Ley de Patronato eclesiástico bajo la cual el Estado quiso mantener atada a la Iglesia Católica. Afortunadamente, ese adefesio jurídico fue superado el 6 de marzo de 1964 con la firma del modus vivendi entre el gobierno de Venezuela y la santa Sede, acto que tuvo como protagonistas al Presidente don Romulo Betancourt y al Cardenal Mons. José Humberto Quintero. No obstante, quedaron sembradas las páginas de la historia con el recuerdo de aquella pléyade de hombres llamados al episcopado en Venezuela y que fueron víctimas de abusos que llegaron hasta su expulsión o extrañamiento del territorio, todo ello amparado bajo la Ley de Patronato: Mariano de Talavera, vicario apostólico de Guyana; Buenaventura Arias, vicario apostólico de Mérida; Ramón Ignacio Méndez, arzobispo de Caracas; Juan Hilario Bosset, obispo de Mérida; Silvestre Guevara y Lira, arzobispo de Caracas, Manuel Antonio Baralt, vicario apostólico en Caracas y finalmente Mons. Salvador Montes de Oca, arzobispo de Valencia. A pesar de haber superado esa nefasta etapa de la historia eclesiástica, hoy el oficio de obispo en Venezuela es de alto riesgo, no solo para el buen nombre y la fama de quien lo ejerce, sino hasta para su memoria, como el caso del Cardenal Mons. Ignacio Velasco García. No le queda al pueblo católico más que estar al lado de sus pastores los arzobispos y obispos apoyándoles y haciéndoles sentir acompañados en su misión de hacer brillar la verdad. Llegue al Cardenal Mons. Rosalio Castillo Lara y a Mons. Baltazar Porras Cardozo una palabra de apoyo y consideración en esta circunstancia histórica en que les correspondió ejercer su vocación y su llamado al episcopado. 1 Profesor de la ULA. E-mail: ricardo@ula.ve