EXPERIMENTACIÓN EN EL HOMBRE: UNA LEY SACRIFICIAL. POR BERNARD ELEDMAN MUNDO CIENTÍFICIO NO 130 VOL 2 PÁG 1042. Desde enero de 1991, francia dispone de una nueva ley: la Ley Huriet sobre «la protección de las personas que se prestan a investigaciones biomédicas». Inicialmente, esta ley se pensó para poner fin a una contradicción del derecho francés. En efecto, antes de que un nuevo medicamento fuera comercializado, se exigia que se hicieran ensayos en el hombre sano, lo cual chocaba con la prohibición del código civil sobre cualquier atentado a la integridad de la persona. Este marco jurídico era, en opinión de laboratorios farmacéuticos y médicos, un obstáculo al progreso de la medicina. Ahora, la experime;tación en el hombre sano y en los enfermos, obtengan o no de ella un beneficio directo, está legalizada. Pero ¿contempla realmente la Ley «la protección de las personas»? Segun Bernard Edelman, abogado, no es así: con la Ley, el cuerpo humano tiende a convertirse en una materia prima puesta a disposición de la investigación médica. En definitiva, ahora, es la condición misma del hombre la que se ve profundamente modificada. E n un reciente dossier de Mundo Científico , intenté demostrar en qué aspectos nos estamos encaminando hacia un modelo industrial de la Naturaleza, considerada ahora como una especie de fondo de comercio, y cómo el derecho, sorprendido en la placidez de sus categorías, se había dejado embaucar (véase «El derecho y el ser vivo», Mundo Científico, octubre, 1989). A falta de mayor espacio, me detuve en el hombre e hice observar que su explotación biológica pasaba por otras vías. La ley de 20 de diciembre de 1988, llamada Ley Huriet, relativa ala «Protección de las personas que se prestan a investigaciones biomédicas», y el importante decreto de aplicación, de fecha 23 de setiembre de 1990, es la ocasión soñada para explorar una de estas vías. Fundamentalmente, aunque bajo precauciones oratorias y disposiciones complejas y delicadas, esta ley pone a disposición de la investigación biomédica y de la industria farmacéutica —en una amalgama de intereses— el cuerpo de los ciudadanos con su «consentimiento». Se trata, ni más ni menos, mediante la legalización de los ensayos terapéuticos y cognitivos, de experimentar en sujetos, convenciéndoles de que, aunque ellos no obtengan un beneficio directo, las generaciones-futuras les estarán agradecidas (fig. I). Esta retórica solidarista corre el riesgo de transformarse un día u otro en una retórica de mercado y de aproximarnos a la constatación terrible que hizo el Tribunal de California:'al estatuir sobre la cuestión insólita de saber si una persona tenía o no un derecho de propiedad sobre sus células; lo que se juzgaba era lo siguiente: «Algunos autores han dado a entender que la biotecnología ya no es ahora un campo de investiga- ciones puras. Los intereses que intervienen en él o bien serían académicos, o bien se orientarían exclusivamente hacia el bien de la humanidad. El material biológico ya no circula libremente entre los sabios. Como en otros intereses, (a prisa por la patente va en aumento. Los vínculos que se establecen entre las autoridades académicas y los industriales empiezan a ser preocupantes. Si la ciencia se ha convertido en la ciencia del provecho, no hay razón alguna para excluir a los pacientes de una participación en los beneficios») Pero en Francia, «Patria de los Derechos del Hombre», este lenguaje prosaico nos repugna y nos envolvernos de elocuencia ciceroniana. Y, sin embargo, vista desde cerca, la ley Huriet nada tiene que envidiar al pragmatismo cínico de íos anglosajones. Desde el Título preliminar, nos enteramos de que los ensayos o experimentos en el ser humano están organizados y son practicados «con vista al desarrollo de los conocimientos biológicos o médicos»; se nos hace saber que están previstos dos tipos de investigaciones: aquéllas de las que el enfermo espera un «beneficio individual directo» — es decir, una ventaja terapéútica— y aquellas otras de las que no espera beneficio alguno (lo que, evidentemente, es también válido para el hombre sano) y que, por tanto, lo transforman en «cobaya». Finalmente, se nos dice que, desde ahora, para llevar a cabo estas investigaciones, habrá una división del trabajo: por una parte, un «promotor» que las financiará y, por otra, uno o va -rios «investigadores» que las dirigirán y controlarán (art. L.209.1). Tal es, de entrada, el dispositivo fundamental de esta ley, en la que se constata una extraordinaria imbricación de intereses financieros, científicos y clínicos; una ley para la cual el individuo es, alternativamente y según ca- da caso, cuidado, experimentado y recompensado por haber «prestado» su cuerpo —o su enfermedad— a la investigación. Sin lugar a dudas, esta ley nos introduce en la economía de mercado (fig. 2). Dicho esto, si queremos comprender la filosofía que anima el texto, es decir, sus causas profundas, es necesario dar un rodeo. En realidad, se trata de una ley que registra un doble proceso — científico y económico— cuya génesis conviene recordar rápidamente. El proceso científico es bien conocido: el «reconocimiento clínico» —las observaciones hechas «en el lecho del enfermo»— que, lógicamente, nace en el Siglo de las Luces, se convierte en experimental con Claude Bernard. Para conocer las leyes y las propiedades de la «materia viva», decía, «es necesario dislocar los organismos vivos e introducirse en su medio interior. Por tanto, es absolutamente necesario, después de la disección sobre lo muerto, la disección sobre lo viviente para poner al descubierto y ver funcionar las partes interiores u ocultas del organismo; ... sin este modo de investigación, no hay fisiología ni medicina científica posibles...». En cuanto a la experimentación en el hombre, Claude Bernard salía por la tangente con una fórmula brillante pero vacía: «Entre los experimentos que pueden intentarse en el hombre, aquéllos que sólo pueden perjudicarle están prohibidos; los -inocentes, -permitidos; y los que pueden hacerle bien, obligados». Evidentemente, la cuestión era saber qué había que entender por investigación inocente, es decir, no culpable, incluso si, por otra parte, entre los experimentos que «pueden hacerle bien» los hay que previamente pueden hacerle mal. De cualquier modo, el deseo de experi-mentar en el hombre con la voluntad de saber era recurrente. Así lo atestigua la famosa carta de Pasteur al emperador de Brasil.Lo afirma también de modo trágico los siniestros experimentos nazis (véase “El nazismo y la ciencia”, Mundo Científico, n°. 110, febrero; 1991) y los no menos siniestros llevados a cabo en Estados Unidos: entre 1930 y 1970, consistentes, por ejemplo, en inyectar células cancerosas a pacientes sin la enfermedad, o a inocular a niños, la mayoría de ellos con alguna deficiencia, el virus de la hepatitis virica para estudiar su propagación. Y esto sólo es la punta visible del iceberg. Podrían citarse otros casos: al filo de ciertas confidencias, se sabe de la vergüenza retrospectiva de algún médico que, atrapado por la locura experimental, se apoderé con otros colegas de un pobre polaco recientemente llegado a Francia que, milagrosamente afectado de tifus exantemático recurrente, no epidémico, fue sometido salvajemente a un experimento. Recientemente, la prensa se ha hecho eco de un escándalo mes: desde 1983, una empresa alemana —Berliner Export und Import— servía de intermediaria entre laboratorios farmacéuticos occidentales (el japonés Asalta Chemical Industry y el alemán Bayer) y hospitales de Alemania del Este para la experimentación en el hombre de nuevos medicamentos. En esta ocasión se habló de «dumping» de cobayas,humanos .(proposición de un 30 % más barato), de «prostitución farmacéutida»... Los ensayos de los dos medicamentos esenciales (el Tumor Necrosis Factor, considerado bloqueador de la proliferación de células cancerosas, y la Nemopidina, supuestamente capaz dé hacer tolerable el abandono del alcohol) demostraron ser ineficaces y peligrosos. En cuanto a la previsible explosión de las terapias génicas -un primer experimentose intentó en Estados Unidos el 14 dé: setiembre de 1990— no cambia en nada el dogma de la medicina experimental: se trata en todos los casos de «disecar sobre lo viviente» y de penetrar en el «medio interior» para hacer visible lo que estaba oculto. Ia presión cientifica ejercida sobre el legislador era, pues, considerable, tanto más cuanto que se conjugaba con la presión ejercida por la industria farmaceutica. Con el manejo de unos capita: les considerables —en 1977, la cifra de negocios en Francia sobrepasó los -19 000 millones de francos—, la gestión de efectivos muy importantes — 73 430 personas en 1988— y la necesidad de dar respuesta a una demanda exponencial de salud — 10 730 millones de francos de la época en 1970 y 89 760 millones en 1989, es decir, 211_francos .por: persona en 1970 y 1598 francos -en 1989, esta industria presenta-una estructura muy específica que la obliga a una política y a unas estrategias [ame bien específicas. Atrapada entre la necesidad de innovar para responder a tal competencia internacional (11 7017 medicamentos nuevos en el mercado mundial entre .1961.y 1973, y 784 productos entre-1975 y 1989) y la obsolescencia cada vez más rápida de los productós.-hasta tal punto, que dedica a la investigación el 13 % de su cifra de negocios y el 15,6 %o de sus electivos, según cifras de 1987—,mantiene una racionalización de sus costes temporales y de sus costes tie desarrollo. «Por una parte, hay que proceder aun arbitraje en la elección de las inversiones en materia biomédica: no invertir durante un tiempo demasiado largo en una molécula decepcionante o acelerar el desarrollo de una molécula esperanzadora. Por otra parte, la duración de la patente de invención es de veinte años. Como generalmente se necesita un tiempo casi equivalente a la mitad de la duración de la patente para desarrollar la molécula, apenas quedan diez anos para explotarla manteniendo la propiedad industrial». De ahí la necesidad de ganar tiempo no solamente con una frecuencia cada vez mayor de experimentaciones en el hombre, sino también, y sobre todo, mediante una disminución de la dura- científicos. El prescriptor se siente confuso y su ca pacidad de evaluación es inversamente proporcional a los progresos del conocimiento.04) De cualquier modo, la industria farmacéutica es, probablemente, el único ejemplo actual en el que es requerido el cuerpo del hombre en tanto que materia prima y en tanto que usuario: en él se experimentan productos que, a fin de cuentas, deberían resultarle, benéficos. De ahí esta confusión extrema y esta ideología tan sui generis de una industria que trabaja para la “felicidad” de la humanidad explotándola. De ahi, también, esta necesidad asintomática de material humano, exaltada por la necesidad de respetar los prerrequisitos científicos. Hipócrales, médico griego (aprox. 460-370 o.C.), ejerció sobre el pensamiento médico una influencio análoga a lo de Aristóteles sobre el pensamiento filosófico. Al definir el doble papel del médico (curar y enseñar), Hipócrates fijó las modalidades -prácticas y deontológicas de lo medicina occidental desde le Antigüedad. La terapéutica hipocrático se basó en dos principios generales; prohibir todo cuanto puede ser nocivo para el paciente y ayudar en cualquier circunstancia lo acción espontáneamente favorable de la naturaleza. Todavía hoy, los médicos prestan el.juramento hipocrático antes de poder ejercer Y, sin embargo, la práctico médica actual tiende a dar por obsoleto el modelo hipocrático, insensiblemente 'sustituido por un .modelo hospitalario», puede que, bajo lo presión de lo ley Huriet, el hospital se va . convirtiendo progresivamente en un espacio económico productivo, y el enfermo en un consentidor de! nuevo .producto,. Entre el establo. y el objeto científico. (la: enfermedad) se establece uno relación fría y objetiva, donde lo voluntad de sober y de obtener pra.echo cohabitan armoniosamente. (Fato Doali Odi.) ción de los experimentos, que puede redundar en perjuicio de su calidad. «INDUSTRIALES E INVESTIGADORES SE HAN UNIDO PARA LEGALIZAR LA EXPERIMENTACIÓN HUMANA» En cuanto a los costes de desarrollo, se ven aumentados por los múltiples frenos administrativos, técnicos, financieros y éticos, lo que, 'además, ha provocado una concentración de las empresas (por ejemplo, los cinco primeros grupos franceses, con 32 empresas, cubrían en 1989 el 31 % del mercado). Por consiguiente, cualquier eliminación de estos «frenos» será objetivamente benéfica a la industria. Conviene subrayar que la política de marketing de dicha industria produce, al menos, dos efectos nefastos. Por una parte, puede provocar el abandono de medicamentos útiles pero poco rentables (medicamentos «huérfanos»); por otra, incita a los laboratorios a una publicidad que en modo alguno se corresponde con los resultados Así pues, no es sorprendente que la demanda de los industriales haya coincidido con la de los investigadores en un afán común de legalizar la experimentación en el hombre sano y en el enfermo, tanto si se obtiene como si no se. obtiene un beneficio terapéutico directo; y tampoco es sorprendente que hayan basado principalmente su demanda en una directiva comunitaria (20 mayo 1975) que exigía que, entre los ensayos que debían preceder a la autorización comercialización (APM), figuraran imperativamente los de carácter no terapéutico (disposiciones recogidas en un decreto de 16 de diciembre de 1975). A los que se extrañen de que la realización del mercado común exija interesarse por los experimentos en el hombre, habrá que recordarles que un medicamento es una mercancía, que las mercancías han de circular libremente y que una competencia bien entendida significa una igualdad de cargas entre las empresas: si un laboratorio británico puede experimentar en un hombre sano, está en una mejor posición que un laboratorio francés que no pudiera hacerlo, Por este motivo, durante la discusión parlamentaria, un senador pudo recordar que, a comienzos de 1992, deberíamos poder «batirnos con armas iguales con las industrias británicas yalemanas». Declaración, por otra parte, perfectamente demagógica, ya que, de 1970 a 1989, el saldo francés entre exportaciones e importaciones de medicamentos, sueros y vacunas pasó de 911 a 8 389 millones de francos, y Francia fue el cuarto exportador mundial, detrás de Alemania, Suiza y Reino Unido y por delante; de Estados Unidos. Por consiguiente, el mercado común era sólo una llamada de auxilio y, con ella, se establecía una adecuación entre la libre circulación de mercancías (los medicamentos) y la necesidadde experimentar en el hombre! Una Revolución «invisible», se ha dicho, que nos obliga a tomar consciencia de los «lazos que unen las mercancías con los hombres» . Pero los obstáculos jurídicos y éticos que se oponían al libre despliegue de la investigación y de los laboratorios farmacéuticos debían, un día u otro, eliminarse (véase «La experimentación en. el hombre», Mundo Científico, n° 62 octubre, 1986). Con la ley Huriet, es cosa hecha, y. podrá comprobarse que, so pretexto de una protección a la per-. sona, lo que ha logrado es ratificar una visión liberal del cuerpo humano y de la. investigación. Concretamente, el legislador francés encontraba en su singladura dos clases de escollos de importancia y de valor desiguales: un corpus de textos y de recomendaciones internacionales y una jurisprudencia' de derecho interno. Evidentemente,: la comunidad internacional se había conmovido después de lasrevelaciones -de los horrores nazis, y el «Código. 'de Nuremberg» (1947) colocó la primera piedra de una ética médica: no solamente se exigía «el consentimiento voluntario del sujeto humano», sino también la obligatoriedad de unos prerrequisitos científicos. En cuanto ala responsabilidad ética del médico (la palabra «ética» no se mencionaba en ninguna parre), se limitaba a su conciencia profesional. La moral espontánea de los sabios era, pues, el único y verdadero cortafuegos. Los dos grandes instrumentos internacionales que debían seguir al código de Nuremberg —el Pacto Internacional relativo a los derechos civiles y politicos y el Pacto Internacional sobre los derechos económicos, sociales y culturales, de 16 de diciembre de 1966— no rebasaban este estado de conciencia, ya que preveían, sucesivamente, que «está prohibido someter a una persona sin su libre consentimiento a un experimento médico o científico» (art. 7) y que toda persona tiene el derecho de «disfrutar del mejar estado de salud física y mental que sea capaz de alcanzar» (art. 12). Más interesante ha sido la evolución de los textos ideados por los propios médicos. Si la primera Declaración de Helsinki (Helsinki I --junio 1964), elaborada por la Asociación Médica Mundial (AMM) recogía las recomendaciones del Código de Nuremberg, la segunda declaración (Helsinki II - octubre 1975) anunciaba una ruptura. Científicamente se levantaba acta de la «investigación biomédica» y se establecía una distinción clara entre «una investigación con fines esencialmente de diagnóstico o terapéutica respecto al paciente» y «una investigación cuyo objeto esenciales puramente científico y sin finalidad diagnóstica o terapéutica respecto al paciente» (Preámbulo). En cuanto a la protección de las; personas, podían constatarse tres avances significativos. En primer lugar, eh el cálculo de los riesgos inherentes a: toda experimentación, se indicaba que «dos intereses del sujeto deben siempre pasar delante de los de la ciencia o de la sociedad»; en segundo lugar, el consentimiento «libre y claro» del sujeto debía apreciarse de modo distinto según que la persona se hallara o no ante el médico «en una situación de dependencia»" (1-10); la incapacidad legal (menor) o física (enfermos mentales) era objeto de precauciones especiales en tercer lugar, la ética pasaba al primer plano del escenario, ya que el proyecto de experimentación debía definirse claramente en un protocolo sometido a un comité independiente y tenia que contener «una declaración sobre las consideraciones éticas» que implicara la investigación, mientras que, por otra parte, los informes no conformes con los principios del documento no podían ser publicados. La Declaración de Manila (1981), elaborada por la OMS y el Consejo de Organizaciones Internacionales de Ciencias Médicas, todavía acentuaba más la ruptura en tres puntos. Respecto al consentimiento de los sujetos, se indicaba que «en si mismo, el consentimiento claro constituye una salvaguarda imperfecta para el sujeto, y en todos los casos deberá completarse con un examen ético independiente de los proyectos de investigación» (art. 6). Precisión capital y tanto más importante chanto que ciertos individuos (niños, disminuidos mentales, «personas totalmente ignorantes de los conceptos médicos modernos...») eran declarados incapacitados para dar su consentimiento. De ahí, en estas hipótesis, la exigencia «imperativa» de un examen ético independiente. En cuanto a los países en vías de desarrollo, para obtener la adhesión de las personas, se recomendaba dirigirse a «un jefe respetado de la comunidad» (art. 14). Finalmente se daban indicaciones interesantes sobre los comités de apreciación ética. Acerca de la relación ciencia ética se decía que «no es posible establecer tina linea de demarcación data entre apreciación científica y ética, ya que una experimentación en el hombre, si carece de valor científico, es ipso facto contrario a la ética en la medida en que, sin razón alguna, puede exponer a los sujetos a un riesgo y a unos inconvenientes...» (art. 20). En lo referente a su composición y funcionamiento, se preveía que estos comités debían contar con «no especialistas cualificados para representar los valores culturales y morales de la comunidad...» (art. 23). Por tanto, era evidente que los textos po-dían generar inquietud: se desconfiaba de la influencia de la ciencia sobre los cuerpos, se desconfiaba de un «consentimiento libre y claro» exigido in abstracto, se desconfiaba todavía más de la «reserva» humana que constituía el Tercer Mundo (con razón); así, F. Cabello condenaba las diversas estrategias de los investigadores para hallar, en los paises subdesarrollados,' niños que les Asir vieran de campo de experimentación. A este respecto, habla de “competition for. children subjects” y se fomentaba tranquilidad con la instauración de comités' de 'ética ..encargados de regular deontológicamente los problemas. Insensiblemente, se pasaba de la deontología ala ética antes de inventar la «bioética». Pero —ausencia remarcable—, en las retos económi-cos se creaba un impasse... - «SE DESCONFIABA DE LA INFLUENCIA DE LA CIENCIA SOBRE EL CUERPO» año Total de millosne de francos corrientes por persona (en francos) por person y por día (en francos) 1970 10730 211 0.58 1975 20256 384 1.05 1980 33687 625 1.71 1985 64200 1164 3.19 1990 89760 1598 4.38 Hasta lo aprobación de la ley Huriet,, la experimentación en sujetos sanos, o en enfermos que no obtuvieron de ello ningún beneficio directo, ere ilícito. Sin embargo, este tipo de experimentación estaba muy extendida e incluso era exigida indirectatiente por la legislación sobre medicamentos. A partir de una ordenanza del 23 de setiembre de 1967, se había instituido un procedimiento de autorización con el cual “el fabricante justifica que ha procedido o la verificación de lo inocuidad de los productos en condiciones normales de empleo y de interés terapéutico.. Este procedimiento comportó cuatro fases: fase de evaluación I, en la que empiezan normalmente los primeros ensayos en el hombre, y que consiste en explorar los reacciones del organismo-humano; ensayo de fase II, que es une investigación progresiva, en el paciente, de lo dosis útil por obtener lo eficacia máxima, con la recogida de las pruebas de esta eficacia y evaluación de lo tolerancia; ensayo de fase III, llamada terapéutico, en lo que se controlo el medicamento en una población ampliado y diversificado y se lo compara con un tratamiento de referencia o una ausencia de tratamiento; ensayos de fase IV, consistentes en lo puesta del medicamento en el mercado, con estudios de fármaco-vigilancia. Para responder o la actual demando exponencial de salud (véase recuadro) y o las exigencias del mercado y de le competencia internacional, los industriales farmacéuticos deseaban uno nueva ley que eliminare los obsteculos juridicos que limitan la experimentación humana. Esto se ha conseguido con lo ley Huriet. (El recuadro presenta Ics cifras de los gastos farmacéuticas, con exclusión del consumo hospitalario Fuente: Compte de lo sonlé, 1989. Foto RP./Jerricon.) El último texto, de influencia ignorada, invertía totalmente la perspectiva. En efecto, «Médicos del Mundo» elaboro la Carta Europea de la Acción Humanitaria (Cracovia, 31 de marzo de 1990),. que. consiste en un juramento del que aquí solamente doy dos. resúmenes: «...Rechazo que la ciencia cubra la opresión o la tortura física opsíquica- que signifique una vulneración de la dignidad humana; rechazo toda forma de manipulación genética que llevare a la vulneración de la dignidad de la persona humana...». Me falta tiempo para demostrarlo, pero, como puede constatarse, esta Carta no considera al hombre desde el punto de vista de la ciencia; sino la ciencia desde el punto de vista del hombre. Lo que importa es que, en primer lugar, se respete la dignidad humana, aunque esto' vaya contra la ciencia. No hay que decir: «Lo que no es científico no es ético», sino «lo que es ético se somete ar. lo que es científico» (véase «El nazismo y la ciencia», Mundo Científico, n'110, febrero, 1991). En una palabra, había un acercamiento a los derechos •, del hombre. Por otra parte, una tradición jurídica muy fuerte —tanto penal como civil— se oponía a que se experimentara en el sujeto sano o en el enfermo sin un objetivo terapéutico directo. En lo penal, según una jurisprudencia más que centenaria,(19) los promotores y experimentadores podían, en caso de accidente, ser condenados por golpes, heridas o administración de sustancias nocivas para la salud, lo cual no impedía a los laboratorios hacer sus pruebas, ya que las pólizas preveían, en última instancia, el reembolso al asegurado de la cuantía civil de la condena. El Tribunal de Lyon, por ejemplo, estimaba que era nulo «un convenio que tenia por único objeto prácticas de vivisección», el cual «no seria compatible con la dignidad humana, ya que, con el señuelo de una remuneración mínima, el recurrente accedía a traficar con su cuerpo y a ponerlo al servicio de experimentos inútiles para é1, cuando no peligrosos, que solamente se efectuaban con vista a los beneficios que su autor preveía».leo La jurisprudencia civil era todavía más explicita. En el derecho francés, el cuerpo es el modo de existencia de la persona humana; de manera, que no puede-venderse, ni alquilarse, - ni tan sólo darse —recuérdese, que, en el caso de matrimonio, cl Tribunal Supremo acaba de reconocer, por ejemplo, la violación entre esposos- sin que resucite inmediatamente el concepto de esclavitud. En otras palabras, no es jurídicamente: penable ningún. convenio sobre el cuerpo humano, ya que la dignidad de la. persona humana se opone a ello. A este respecto, la indisponibilidad del cuerpo ostenta la misma categoría que la indisponibilidad de la libertad, de la ciudadanía o, en otro registro, del derecho moral del autor. Resumiendo: podemos gozar de nuestra libertad, pero no podémos disponer de ella. .A su modo, el derecho nos enseña que el Ser del hombre escapa a su propia voluntad, y que estamos obligados, en defensa de nuestro cuerpo, a respetarnos como hombres. Este principio queda recogido en el articulo 1128 del Código Civi pone que: «Solamente las cosas que hay en el comercio pueden ser objeto de convenio,,. Ahora bien, corno el cuerpo humano no es una «cosa» no puede formar parte del «comercio jurídico», es decir, no puede circular en el orden del derecho. Por este motivo, los convenios sobre cuidados sólo eran lícitos . en la medida en que se prestaran en bien del enfermo. Los que se refirieran al. cuerpo considerado como «objeto» debían ser anulados. Esta doctrina, sancionada por los tribunales, (29 fue perfectamente expuesta por un gran jurista: «El médico debe guiarse siempre por el pensamiento de aliviar o salvar a su enfermo. Pero emprender sin él un experimento nuevo y peligroso por simple amor al arte o por pura curiosidad científica, a fin de conocer el efecto para su instrucción personal, ¡no!, rotudamente ino!». Basándose en los mismos principios, el Tribunal Supremo declaraba ilícita una asociación «Un niño no puede ser objeto de compra. Desde la abolición de la esclavitud, ningún ser cuyo objeto era favorecer el eshumano puede serlo”,. esta es uno de las conclusiones del reciente informe Lenoir sobre tablecimiento y .a ejecución de con- la bioética, a propósito de la maternidad de sustitución. Si bien la práctica de las madres venios de «madres portadoras», ya podadores es ancestral, con el desarrollo de las técnicas de procreación asistidas médicaque tales convenios constituían «a la mente se ha hecho más frecuente. En estas casos, la mujer es una simple portadora de vez, una puesta a disposición de los útero y, eventualmente, puede no tener ningún lazo genético con el feto que llevo. Cuando, solicitantes de las funciones repro- en 1988, el Consejo de Estado se opuso a los madres portadoras, el Tribunal de Apelación de Paris juzgó en das sentencias de junio de 1990, la maternidad sustituída no contavenía ductores de la madre y del niño que el ordemn público francés. Ahora, los jueces deberán referirse o la sentencia de lo Asamnacería». Ni un alquiler del útero, ni blea de 1991,. que prohibe claramente la práctica de los madres portadores. En efecto, este un alquiler de las funciones repro- Tribunal reafirmó el doble pirncipio de la “indisponiblidad del estado de los personas», de ductoras, ni un acuerdo sobre el ni- manera que la maternidad de sustitución constituye una desviación de lo figura de lo ño que debería nacer son lícitos: en adopción. Estos dos principies, Comparables o la indisponibilidad de la libertad o de nuestro Ser no somos contratualiza- lo ciudadanía, y que son la base de nuestro individualidadl jurídica quedan, sin embarga transgredidos con lo ley Huriet, la cual permite reducir e cuerpo humano o una «cosa, o bles (fig. 5). Dentro del mismo espíriun .bien susceptible de:ser puesto al servicio de lo investigagción y de la industria farmactu, el mismo Tribunal Supremo deci- éutico, sin que el enfermo obtengo un beneficio individual directo (fotoJL Chamel Bibl. del dió que tampoco somos dueños de Arsenal de Paris.) nuestra identidad sexual: el orden público se opone a que dispongamos HELSINKI Y DE MANILA SOBRE LA ÉTICA de nosotros mismos hasta en el cambio de sexo, MÉDICA» aunque seamos transexuales médicamente reconocidos.(c) Para dar la medida de esta revolución que nos Estos principios, que son base y sostén de introduce en el espacio del liberalismo económico, nuestro individualismo jurídico, habían sido reco- puede citarse el informe del senador Huriet nocidos parcialmente en el articulo 19 del Código (informe del Senado núm. 19, 1988-1989). En él, de Deontología Médica en su artículo 19 (decreto y para coronar la ley, se proponía inscribir en el de 28 de junio de 1979), que los transcribía en su Código Civil una nueva disposición para autentipropio terreno: «El empleo en un enfermo de una ficar, en cierto modo, estos nuevos principios, a terapéutica nueva no puede contemplarse más saber: «Nadie puede atentar contra la integridad que después de estudios biológicos adecuados, corporal de otra persona sin su consentimiento y bajo una vigilancia estricta y solamente si esta te- sin contar con la autorización de la ley» (art. 3 de rapéutica puede representar un interés directo la proposición de ley). Los motivos aducidos para justificar esta disposición fueron los siguientes: para la persona». «Ciertamente, el artículo 1128 del Código Civil De cualquier modo, la ley Huriet ha invertido prohibe considerar el cuerpo humano corno un estos dogmas ahora hay una brecha abierta y el bien o como una cosa. Pero la revolución científica cuerpo humano ya no es indisponible. Y aún más: y técnica de la investigación cuestiona estos prinsi no en su letra, al menos en su espíritu y pro- cipios tradicionales. En medicina, el cuerpo bablemente en las prácticas que va a inducir, esta humano se contempla, además, como un objeto ley no está al nivel de las Declaraciones de Helsin- patcelizado en el que se integran diversas especiaki y de Manila. lidades. Además, los estrechos vínculos existentes en-tre investigación e industria introducen unas LA LEY HURIET aNO ESTÁ AL NIVEL DE técnicas comerciales y jurídicas dimanantes de las LAS DECLARACIONES INTERNACIONALES DE leyes del mercado. Finalmente, la reivindicación de cada sujeto a la libertad individual absoluta se traduce, para algunos, en el derecho de todo ser humano a disponer de su cuerpo. Nuestro derecho positivo, que se basa en principios tradicionales, se encuentra a veces —y corre el riesgo de que así sea en el futuro— en una posición falsa frente ala evolución de nuestra sociedad. Por tanto, es importante que el legislador tome en cuenta estos nuevos elementos...» (P. 54). Hasta aquí, hemos expuesto en algunas líneas toda la filosofía neoliberal que ha inspirado la ley, a pesar de que esta disposición específica no fue, at fin, aceptada. Todo parece apuntar a que la par celización del cuerpo humano —que, en el futuro, sería indispensable para negociar (venta de sangre, de células, de órganos, de «funciones»)—, inducida por la medicina experimental, estuvie-ra regida por otra forma de libertad: la disposición de uno mismo. De este modo, entre el sujeto y su cuerpo se establece una relación de provecho, lo que nos alinea con el modelo anglosajón. Esto permite comprender mejor que, por una parte, el cuerpo humano puede ser dedicado a la investigación y a la industria farmacéutica sin que el enfermo obtenga con ello un beneficio individual directo; y, por otra, que se pueda experimentar en mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, siempre que las investigaciones scan «útiles al conocimiento de los fenómenos relacionados con la gestación o la lactancia» (art. L. 209-4); en menores, en mayores bajo tutela, en personas residentes en una institución sanitaria o social, y en enfermos en situación de urgencia, siempre que las investigaciones no presenten «ningún riesgo serio para su salud», que «sean útiles a personas con las mismas caradterísticas de edad, de enfermedad o de deficiencia: y que no puedan “efectuarse de otro modo” (art. L.209-6); y, finalmente, en personas en estado vegetativo crónico, incluso contra el consejo del comité nacional de ética ya que se trata también de «personas»' vivas, y la ley se refiere «ser .humano»-(art.-,L.209-i). Sólo quedan excluidas-¡oh, Pasteur!-«las personas privadas de libertad por una' decisión judicial o administrativa» (art: L.209-15) y las que se hallen en estado' de muerte cerebral, ya que; -evidentemente no pueden «prestarse» a investigaciones (he. I). Todavía mas: desde ahora, los sujetos sanos son «indemnizados: (art. L.209-I5), aunque modestamente (20 000 francos al año como máximo, según decreto del 28 de diciembre de 1990), lo que no excluye un reembolso de los gastos. Y como complemento, la ley ha previsto también la creación de un fichero nacional para evitar los fraudes (art. L.209-17). En definitiva, es toda una población la que, con su «consentimiento libre y claro» es «prestada» a la investigación y a la industria, incluidos los niños y los disminuidos mentales, a pesar, una vez más, del consejo en contra del comité Nacional de Etica. Se trata, pues, de una verdadera revolución jurídica y mental que establece entre los franceses un nuevo vinculo social. Ahora, los hombres se reconocen solidarios al participar, al precio de su cuerpo, en la adquisición de nuevos conocimientos. La ciencia se convierte en el lugar simbólico donde tiene lugar esta economía sacrificial, hasta el punto de que un renombrado epistemólogo podía escribir, para justificar la donación de órganos: «En nombre de la solidaridad, el poder deberia'expresarse en forma de prosopopeya: He permitido que nacieras, te he protegido, atendido, educado, vigilado. A partir del momentoen que dejarás de vivir ¡dame tu cadáver! y facilitarás, a través de mi, la salud de tus descendientes. Aún más: los organismos pertenecen a los poderes públicos (se nacionaliza el cuerpo), pero no con fines posesivos o dominadores, sino en razón de los lazos entre generaciones que pueden, e indudablemente deben, socorrerse mutuamente».09) Versión moderna y profana de a caritas. cristiana, la solidaridad biológica, se efectúa en el seno del cuerpo místico-liberal de la 'ciencia. La lectura de la ley y de los decretos subsiguientes nos muestra cómo el liberalismo, después de haber conquistado los cuerpos, gobierna sobre todos los dispositivos considerados como «protecto res» de las personas. Esto se constata á' nivel de la apreciación del valor de la información (teoría del equilibrio), del consentimiento y de los comités de protección. El artículo L.209-2 plantea las tres condiciones a las que ha de responder una investigación biomédica efectuada sobre el ser humano: tomar como base el último estado de los conocimientos; evaluar «si el riesgo previsible..: es desproporcionado al beneficio que se espera obtener en estas personas (que se han prestado a la investigación) o al interés de estas mismas investigaciones»; prever «la ampliación del conocimiento científico del er. humano y los medios de mejorar su condición»: La primera-condición es tradicional; la tercera revela una ideología cientista -¿qué significa el conocimiento científico no ya del cuerpo humano, sino del ser humano, y qué se entiende por posibilidad de' mejorar la condición humana por medio de la ciencia? La ciencia tendría a su cargo la «condición humana», lo que seria' tanto como decir que esta «condición» es ¡científica! En cuanto a la segunda, merece un examen más detallado. Si se toma al pie de la letra la (teoría del equilibrio», importada del derecho económico, se va de sorpresa en sorpresa. De una manera general, tenemos, en uno de los platillos de la balanza, el «riesgo previsible» y, en el otro, el «beneficio que se espera obtener» para las personas o para la investigación. Por consiguiente, cabe pensar que el equilibrio está asegurado: al azar del riesgo correspondería el azar del beneficio. Y, sin embargo, estos azares no son de la misma naturaleza. LA LEY LEGALIZA LA EXPERIMENTACIÓN EN EL HOMBRE SANO Y EN EL ENFERMO, CON O SIN BENEFICIO INDIVIDUAL DIRECTOS Ocupémonos, en primer lugar, del «promotor» y del «investigador». Su interés, en todos los casos de esta figura jurica, es real. Tanto si el ensayo tiene éxito como si fracasa, e; pmotor habrá adquirido una certeza: su medicamento es o no es eficaz. En cuanto al investigador, le representará, ea cualquier caso, un conocimiento. Por tanto, para ambos, la teoría del equilibrio les es, por hipótesis, favorable. Pasemos ahora al hombre sano. En una lógica económica estricta, de este equilibrio obtiene un beneficio y se encuentra en buena posición como negociador. Puede hacerse remunerar sus gastos, es decir, su coste psicológico, su coste energético (desplazamientos), su coste de riesgo (cubierto por el seguro, art. L.209-7) y su coste de las virtualidades sacrificadas (tiempo que habría podido dedicar a otras actividades).ax) Cuando es el enfermo cl que espera de la experimentación un beneficio individual directo, el equilibrio sigue conservándose. Teóricamente, el enfermo tiene una oportunidad que equilibra el azar de la investigación. En cambio, cuando el ensayo se practica en un enfermo sin beneficio individual directo, el desequilibrio es total: por una parte, los beneficios revierten indiscutiblemente al promotor y al investigador; por otra, todos los «riesgos» son para el enfermo. Su único «beneficio» absolutamente simbólico, reside en su «sacrificio» con sentido en provecho de la investigación, de la industria y de la felicidad futura de las próximas generaciones. Una vez más, se ve que el concepto de sacrificio se desliza subrepticiamente hacia una visión liberal de la investigación. Esto hace que no nos hallemos en modo alguno tan alejados de la estructura hospitalaria implantada a finales del siglo XVIII. Si un enfermo, decían los autores reconocidos, rehusare ofrecerse como objeto de instrucción, se «convertiría en un ingrato, ya que habría disfrutado de unas ventajas resultantes de la sociabili-dad sin paga: el tributo del reconocímiento» 2) «Si, dichos bienhechores, hombres generosos, este enfermo que está en la cama que En 1932, el norteamericano Tod Browning fue el primero que osó poner delante de una cámara algunos monstruos, humanos. Condenado casi unánimemente por lo critico, su película Freaks, un monstruoso desfile, fue un fracaso. Olvidada durante treinta años —en Gron Boston incluso fue prohibida—, esta obra maestra fue reeditado en 1960. Con premonición, el realizador en la intrpducción de su película, explicaba en esencia, “muy pronto, gracias o los progresos de lo cencia, estas .errores de la naturaleza” no existirán. Hoy, en Francia, la Ley Huriet autoriza la experimentación en disminuidos. El Comité Nacional de Ética, sin embargo, el lo de marzo de 1986 habla emitido su opinión en el sentido de excluir a las enfermos mentales, los incapacitados, los menores y los detenidos, de los ensayos sin finalidad terapéutica,. El 15 de mayo de 1990, uno enmienda para que la ley Huriet estuviera de conformidad con esta opinión fue rechazado por la Asamblea Nacional por 277 votos contra 65 (D.O. de 19 junio 1990). Toda pues, quedaba de acuerdo con los deseos del gobierno (Foto Production 0E) vosotros habéis pagado tiene actualmente la enfermedad que, a no tardar, os atacará a vosotros mismos. Él morirá o se curará pero, ocurra lo que ocurra, su suerte puede instruir a vuestro médico y salvaros la vida. Foucault comenta: «He aquí, pues, los términos del contrato que remiten riqueza y pobreza a la organización de la experiencia clínica. En un régimen de libertad económica, el hospital encuentra la posibilidad de interesar al rico; ta clínica constituye la transferencia progresiva de la otra parte contratante. En la parte contratante pobre, es el interés pagado por la capitalización hospitalaria consentida por el rico..., compensación que es del orden del interés objetivo para la ciencia y del interés vital para el rico». Sustitúyase el «rica» por el«promotor», y el interés objetivo para la ciencia por el investigador y se tendrá la misma estructura: «la mirada del médico es un ahorro seguro en los intercambios contables de un mundo liberal..» Como se ha visto, la exigencia del consentimiento es la piedra angular de todo el sistema legal; es lo que permitiría distinguir una experimentación practicada en un régimen democrático de la practicada en un sistema totalitario. Se ha visto también que las recomendaciones de la AMM y de la OMS se orientan hacia una evaluación in concreto de tal consentimiento. Pero ¿qué ha hecho al respecto la ley Huriet? Por una parte, ha recopilado lo que ya estaba escrito en los diferentes textos (art. L.209-9) — tanto en la redacción deL protocolo como de las modalidades de consentimiento, etc.; pero, por otra parte, ha previsto excepciones en el caso de situaciones de urgencia (accidentes de automóvil, enfermedades fulgurantes...) y, para los menores y mayores bajo tutela, se ha remitido a la autorización del consejo de familia o del juez tutelar en las investigaciones sin beneficio individual directo (art. L209-10). Y todavía más: ha previsto que, en ciertos casos —cuando el enfermo no tiene interés alguno por conocer el diagnóstico— algunas informaciones pueden ser reservadas (art. L.2C9-9, apartado 3). Por todo ello, no ha llegado al nivel de las exigencias internacionales, sin contar, por otra parte, con el hecho de que los disminuidos mentales también pueden ser sometidos a experimentación. ¿EL CONSENTIMIENTO CLARO? ¿CÓMO EXPLICAR A UN PACIENTE SU DIAGNÓSTCO CUANDO SE ESTÁ EN LA INCERTIDUMBRE? Pero fundamentalmente, cabe preguntarse sobre la pertinencia misma del consentimiento, sobre todo cuando se pide a enfermos que no pueden esperar del ensayo ningún beneficio personal. Un autor como F Dagognet, también médico y poco sospechoso de desconfianza hacia la experimentación ha manifestado su inquietud: "O bien no se informa sobre qué se está actuando y manipulando al margen del paciente o bien se obtiene (su acuerdo), aunque sea mas arrebatándolo que mereciéndolo. No se puede informar exactamente al paciente cuyo consentimiento se pide, tanto menos cuanto que el no puede saber lo que realmente va ocurrir". Por otra parte esta inquietud es compartida por algunos clínicos. "¿Qué significa realmente "claro'?, ¿Cómo explicar al paciente su diagnóstico cuando se está en la incertidumbre? Una incertidumbre que tiene su originen las oportunidades de remisión, en la dirección esencial de esta remisión, en su transformación o no en curación” Mientras que, tradicionalmente, el consentimiento se ha considerado como un acto fuera de toda presión exterior, error o dolo, ya que de lo contrario está viciado, aquí se presume que es libre y claro", aunque la mayoría de las veces el sujeto se halla en una situación objetiva de dependencia. Con ello la Ley francesa no solamente ha descartado cualquier apreciación en concreto del consentimiento a pesar de las recomendaciones internacionales- sino que también ha hecho caso omiso de toda nuestra tradición jurídica que tiene muy en cuenta la situadán bajo la cual se otorga el consentimiento. Un solo ejemplo: el artículo 909 del Código Civil prohibe a cualquier persona hacer donaciones u otorgar testamento "durante la enfermedad de la que muera", a favor del médico que la haya tratado. El último cortafuego es, como se sabe, la sumisión del protocolo z comités consultivos de protección de las personas bajo investigación biomédica, que han sido ratificados por un decreto del 27 de septiembre de 1990. Ahora bien, también sabemos que el valor de un comité se basa tanto en su composición y funcionamiento como en su existencia misma. La desgraciada experiencia de los comités de ética médica británicos está ahí para recordárnoslo: la composición de los subcomités locales constituidas en Escocia varía de 1 a... 73 miembros, y el número de sus reuniones es muy aleatorio que oscila entre O a 10 en un año, y varios de ellos resuelven sus asuntos por correo o por teléfono! En los 22 comités constituidos en Inglaterra –y cuya composición oscila entre 4 a 22 miembros- se ha constatado que el índice de aceptación de los protocolos varía entre 90% y 61% según la profesión de sus miembros. Por ejemplo, cuando los comités no incluyen ninguna enfermera –como ocurre en el 65% de elloslos protocolos se aceptan en un 100%, un índice que cae hasta el 30% cuando interviene alguna enfermera. Si bien en Francia el decreto del 27 de septiembre de 1990 evita estas incoherencias, los comités, sin embargo, presentan unas características deplorables. En lo que respecta a su composición, cuentan con 12 miembros titulares, entre ellos 8 miembros de una profesión médica o paramédica (4 personas especializadas en materia de investigación biomédica, un médico generalists, dos farmacéuticos, una enfermera. En canto a su funcionamiento hay que hacer mención de dos disposiciones. En primer lugar, el artículo P2015 dispone que: "Las deliberaciones del comité sólo son válidas si están presentes lo menos seis miembros, de los que al menos cuatro habrán de pertenecer a las categorías 1 al 4 mencionadas en el artículo R2001 (es decir las profesiones médicas y paramédicas) y al menos uno corresponder a las otras categorías". Además se indica que "las sesiones del comité no serán públicas". A la luz de la experiencia inglesa ,parece deplorable que en ningún caso –salvo en la hipótesis de que ocho miembros estén presentes, siendo el propio presidente un científico- los no científicos puedan constituir una mayoría. En efecto, en el resto de los casos, los científicos ganan: si hay mas de 8 miembros presentes , tienen automáticamente mayoría, y si hay siete o seis miembros cuatro de ellos deben ser científicos. La ética biomédica "pertenece" los científicos y el principio fundamental de una democracia –no se puede ser juez y parte- no se respeta mas que la publicidad de los debates ¿de qué se tiene miedo? LA LEY HURIET PREVÉ NUEVOS COMITES. PERO UNA VEZ MÁS, LOS PRINCIPIOS DEMOCRÁTICOS NO SE RESPETAN. Comparativamente, la composición del Comité Nacional de Ética es más democrática: 21 miembros entre 36 (excluido el presidente) son teóricamente no científicos (aunque en la práctica esto es dudoso), aunque la sección técnica que instruye los dossiers comprende 8 científicos entre sus doce miembros. En definitiva los 3 contrafuegos instituidos en la Ley Huriet –teoría del equilibrio, consentimiento y comités de protección son, en cierto modo, señuelos: investigación e industria transforman , poco a poco, el hospital en espacio económico científico, un asunto que se ha hecho más preocupante con la transformación de la Asistencia Pública en promotor (circular DPHN/01/08 titulo V: Posibilidades de que un establecimiento de cuida-dos sea promotor de una investigación). Y s acaso alguien tuviera la tentación de creer que las disposiciones penales contenidas en el texto (Título V) pudieran cambiar 1 natura-leza de la cuestión, quedaría muy pronto decepcionado: se limitan a sancionar cualquier infracción de los principios establecidos por la ley (consentimiento, condiciones de experimentación, seguros de los promotores, sumisión de los protoco-los a los comités) sin cuestionar estos mismos principios: qué es consentimiento "libre y claro", qué valen los protocolos, etc. Sin embargo, parece que los tribunales no se han decidido a dejarse arrastrar por esta pendiente. Por ejemplo el Tribunal Administrativo de apelaciones de Lyon dictó, el 21 de diciembre de 1990,una sentencia fundamental. Al pronunciarse sobre la demanda de los padres de un muchacho que afectado de cifosis, fue operado en 1983, según una técnica entonces nueva, llamada "luqué" y cuya consecuencia fue un apoplejía de la parte inferior del cuerpo, el Tribunal considero que la "utilización de una terapéutica nueva crea, cando sus consecuencias no son todavía conocidas, un riesgo especial para los enfermos que son objeto de ella" y que "cuando recurso a tal terapéutica no se impone por motivos vitales, las complicaciones excepcionales y anormalmente graves que son su consecuencia directa implican incluso en ausencia de falta la responsabilidad del servicio público hospitalario". Una manera de recordar que los cuerpos no están al servicio de la investigación. Contra la filosofia de las luces Rosseau erigía la muralla de las libertades. Un siglo más tarde, más feroz Nietzche colocaba al sacrificio dentro de la razón occidental. "Entre nosotros, el conocimiento se ha transformado en una pasión que no se asusta ante ningún sacrificio y que en el fondo no tiene más que un temor: el de apagarse... La pasión del conocimiento quizás hará perecer la humanidad" Y añadía que quizá hemos llegado "a la idea de la humanidad que se sacrifica" no en el altar de la verdad sino en el altar del saber.