Tres muertos de las trincheras, al escenario Monólogo de una gran

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Jueves 14 de mayo de 2015
ELPAÍS 29
CULTURA
TEATRO
JACINTO ANTÓN, Barcelona
En la catedral de Westminster,
donde yacen tantos grandes personajes, hay una sola lápida en el
suelo que no se puede pisar. Sobre negro mármol se lee en metal
procedente de munición de guerra: "Bajo esta piedra descansa el
cuerpo de un soldado británico
desconocido de nombre o rango,
traído de Francia para reposar entre los más ilustres de esta tierra".
La historia del Soldado Desconocido —tradición iniciada por los británicos y seguida luego por muchos países—, una de las más curiosas de la I Guerra Mundial, llega ahora al teatro en Barcelona
en coincidencia con el centenario
de la contienda. La obra se titula
Fang a les costelles, es de Gerard
Vàzquez, codirector además del
montaje con Ramon Hernández,
y se estrena esta noche en el Teatre Gaudí, donde permanecerá
hasta el 31 de mayo.
La idea de honrar a un combatiente innominado en representación de todos los demás se le ocurrió al reverendo británico David
Railton mientras servía en 1916
como capellán castrense en el
frente y observó una burda cruz
de madera que marcaba una tumba y sobre la que estaba escrito a
mano: "Un soldado británico desconocido". La propuesta de Railton de enterrar ceremoniosamente en la catedral de Westminster
a un soldado sin identificar caído
en los campos de Francia fue asumida entusiásticamente en 1920
por las autoridades eclesiásticas y
políticas con el primer ministro
David Lloyd George a la cabeza.
El proceso de seleccionar los restos adecuados a la empresa tuvo
su intríngulis. Y de hecho se recogieron más de los necesarios: varios cuerpos fueron exhumados
en diferentes campos de batalla
(Aisne, Marne, Cambrai, Somme,
Arras e Ypres) y depositados en
un barracón militar cerca de
Ypres en cajas cubiertas con la
preceptiva bandera de la Union
Jack. Entonces, el general de brigada L. J. Wyatt, con los ojos vendados, escogió uno de los recipientes. Los restos descartados fueron
enterrados sin más pompa.
Los afortunados restos elegidos fueron trasladados a un ataúd
(sobre el que se puso una espada
medieval elegida por el rey Jorge
V) y llevados hacia Gran Bretaña
a lo largo de un itinerario en el
Una obra recrea la singular historia de la selección
del primer Soldado Desconocido en la I Guerra Mundial
Tres muertos de las
trincheras, al escenario
Uno del Somme
De J. Palau i Fabra. Dirección: Jordi
Coca. Intérpretes: Dafnis Balduz,
Àngels Bassas, Carme Callol, Josep
Costa, Quimet Pla y Carme Sansa.
TNC, Barcelona 6 de mayo.
JUAN CARLOS OLIVARES
Más que el luto, lo que le sienta
bien a Electra es pisar el escenario. La hija de la casa de Atreo
es un personaje inagotable; barro moldeado a gusto por los
autores durante siglos. Una
criatura siempre diferente, depende si el padre es Hofmannsthal, O'Neill o Eurípides. Siempre familiar, siempre buscando
venganza, siempre con un olor
en su acto de coraje cabe imaginar la dificultad de reunir a cien
condecorados. Entre los invitados
a la ceremonia figuraban cien mujeres que habían perdido a su marido y a todos sus hijos en la guerra. El ataúd fue enterrado y se
lanzó sobre él tierra traída de los
principales campos de batalla.
La obra de teatro, comedia
con tintes dramáticos, pone en escena a tres de los soldados muertos y exhumados, que salen de
sus cajas sin saber dónde se encuentran. Un cuarto soldado permanece sin levantarse, lo que se
justifica porque ha recibido una
dosis muy fuerte de gas mostaza.
"Es una fantasía, llena de humor
negro, sobre los soldados muertos que están esperando a ver a
quién de ellos eligen para ser el
Bernard (Ramon Canals) es un duro obrero, Tommy (Carles Pulido)
un ingenuo y joven campesino
que ha muerto en su primer día
de guerra, en el Somme, con otros
30.000 camaradas, y Mack
(Eduard Doncos), el desencantado, un universitario, licenciado
en química, que prefirió alistarse
como soldado a ser oficial. "Los
tres sienten que les han jodido la
vida", recalca Vàzquez, algo indudable porque están muertos. Eso
lo van descubriendo poco a poco,
al igual que cómo ha ido la guerra, mientras dialogan y esperan
a que llegue el general que va a
hacer la selección. Cuando este y
otros mandos entran, no se les ve;
son invisibles para el público por
la misma extraña razón por la
que los muertos sí se han materializado. Los tres soldados no están
muy ajados, otra licencia pues, como recuerda Vàzquez se eligieron restos de combatientes que
llevaban desde el inicio de la contienda muertos.
En un momento de la obra,
Tommy recuerda haber coincidido en la batalla del Somme con
un soldado de la Legión Extranjera que llevaba enrrollada a la cintura una bandera desconocida,
amarilla con franjas rojas… "Es
una alusión a los voluntarios catalanes que lucharon en la I Guerra
Mundial en el ejército francés".
La obra tiene varios giros sorprendentes. Entre ellos, por supuesto, el tema del ocupante del
cuarto cajón.
no es la hermana menor de las
erinias. Esa sombra insaciable
está encarnada por la cariátide
Carme Sansa. La calidez cromática de su vestuario ya insinúa
el estallido rojo del traje nupcial que lucirá desafiante en el
matricidio compartido. Bassas
se apropia desde la primera frase de la poesía descarnada del
autor para transformar su Electra en una amazona que sólo
aguarda —sin importar nombre o filiación— la llegada del
macho útil a sus necesidades y
objetivos.
Orestes llegará —así está escrito— pero sin aportar la energía necesaria para hacer creíble la atracción fatal entre los
dos hermanos y sus terribles
consecuencias. Dafnis Balduz
(formidable Tom Wingfield en
El zoo de cristal) contradice de
alguna manera con su mirada
rendida y suplicante la contundencia que pone en su boca el
autor. No se produce la reacción erógena que después deberá arrasar con todo con su onda expansiva. La devastación
se produce, pero por la determinación solitaria de Electra,
por la contundencia interpretativa de Àngels Bassas, que escribe un poderoso monólogo
en esta producción.
¿Y dónde queda el mensaje
histórico? Hay que buscarlo en
el parlamento final de la erinia
y en el trabajo audiovisual, con
un prólogo que viaja por el espacio sideral de la ficción hasta el Dune de Lynch-Herbert, la
space-opera de la Casa de los
Atreides.
Arriba, una escena de Fang
a les costelles. Al lado, el
ataúd del Soldado Desconocido británico en Boulogne
con guardia francesa
y una espada encima.
que no cesó de rendírseles homenaje: guardia de honor del 8º regimiento de infantería francés que
había sido distinguido en masse
con la Legión de Honor, las campanas de Boulogne sonando todas
a la vez, las trompetas de la caballería gala tocando al unísono Aux
Champs (el toque de silencio), el
propio mariscal Foch saludando
mientras se cargaba el féretro en
el destructor HMS Verdun… Una
flotilla acompañó al barco que fue
recibido en Dover con los 19 cañonazos de saludo a un mariscal de
campo. Los restos fueron trasladados a Londres y el 11 de noviembre el ataúd, colocado sobre un
armón de artillería tirado por seis
caballos, fue paseado en solemne
procesión hasta Westminster donde los esperaba una guardia de
honor de cien ganadores de la
Cruz Victoria. Dado que la concesión de dicha medalla suele comportar que el valiente ha muerto
Monólogo de una gran amazona
MOTS DE RITUAL PER A ELECTRA
Soldado Desconocido", explica
Vàzquez (Barcelona, 1959), autor
ya de otras obras con trasfondo
de historia contemporánea, como
Uuuuh!, sobre la relación de Charlie Rivel con los nazis y en la que
se basó la película de 2007 El payaso y el Führer, o la reciente pieza
de radioteatro Si us pregunten per
què vam morir, sobre los poetas
de la I Guerra Mundial, precisamente. Dos de los soldados quieren ser escogidos mientras el tercero “pasa porque está muy decepcionado de la guerra ". Los
tres hablan de sus vidas anteriores a la contienda y rememoran
el momento en que cayeron en
combate en el campo de batalla.
Conversan sobre el Somme,
Ypres, Arras... los sitios que conoce cada uno, vamos.
febril diferente. El matiz que
aporta Josep Palau i Fabre no
está en la metáfora histórica de
la resistencia interna y de los
exiliados, vivida por el autor en
ambos bandos. En Mots de ritual per a Electra lo específico
es la temperatura erótica, resuelta con un incesto que antes
sólo Jean Giradoux se atrevió a
insinuar. Mientras en otros textos el odio es la religión de una
vestal, aquí el pacto de sangre
entre los hermanos se sella con
una cópula. Que el acto sea bajo
el ligero disfraz de la identidad
oculta no merma la fuerza del
vínculo creado. Es el sexo lo
que les dará la fuerza para matar a la madre, y la resistencia
—como Bonnie & Clyde— para
encarar la cruel libertad de la
tragedia.
Eros es el motor de la obra.
Claro, seco, directo lo quiso Palau i Fabra. Al lirismo amoroso
y sus circunloquios se le impone pena de ostracismo. Jordi
Coca lo tiene tan integrado en
su dirección de escena que la
aparición de Àngels Bassas
(Electra) ya es un aviso de la
abierta naturaleza sexual del
personaje. Su presentación es
todo lo contrario de una enlutada alma enfurecida. Esta vez
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