Joel González García

Anuncio
El terrorismo de estado en el capitalismo monopolista
transnacional
Joel González García
“Se cree que un régimen de terror es el gobierno de gentes que aterrorizan
a los demás, cuando en realidad es un gobierno de gentes aterrorizadas. El
terror suele reducirse principalmente a crueldades inútiles, realizadas por
gentes que tienen miedo para tranquilizarse a sí mismas”.
Federico Engels- Correspondencia con Marx.
Reconstruir el itinerario del terrorismo de Estado, transitando por imperios, cruzadas, e inquisiciones, nos
conduce inexorablemente a la cruenta historia del desarrollo de la burguesía. Es precisamente en los inicios
de la llamada modernidad capitalista donde el terrorismo se enlaza a los procesos de acumulación originaria
del capital, ocurre su conversión en instrumento de dominación efectivo y adopta, en la medida que emerge
como resultado de un modo material de vida dominante, la forma de voluntad dictatorial. No debemos
soslayar, que el capitalismo, como señalara Marx, vino al mundo chorreando sangre y lodo por todos los
poros, desde los pies a la cabeza1.
Por ser ya una clase, y no un simple estamento, la burguesía, desde su posición de poder, desplaza a sus
contendientes más antiguos y configura un nuevo paradigma de terrorismo vinculado a la lógica histórica
del desarrollo capitalista que expresa el carácter necesariamente coercitivo de dicho sistema. En
consecuencia, deberá ser vista la trayectoria del terrorismo de Estado como parte del movimiento expansivo
que genera el ciclo de la acumulación capitalista en su devenir histórico.
Los orígenes del siglo XXI, signado por sangrientos actos de terror y guerras fratricidas, han visto renacer
las más diversas interpretaciones sobre el terrorismo. Sin embargo, el objeto de estudio en cuestión, en no
pocas ocasiones, es mal situado. O se examina desde la apariencia, desde lo que se ve, es decir, de forma
ahistórica y fenomenológica, o transcurre por los errados cauces de la concepción Düringchana que
identifica la violencia como un fenómeno esencialmente político.
Al objetar ambos enfoques, sostenemos que el terrorismo de Estado, si se quiere realmente llegar a su
esencia, tiene que ser contextualizado, es decir, colocado en las condiciones históricas concretas en que
transcurre, comprender con qué objetivos se hace, qué clase la hace, y sobre todo, qué fin político se
persigue. Analizarlo desgajado de su base real es una ilusión con la cual la historia política se reduce a la
simple sucesión de las violaciones de la norma. Lo acaecido en los Balcanes, primero, y lo que acontece en
Afganistán e Irak, hora, es una prolongada reiteración del ciclo de barbarie que genera el capital en su
movimiento real y no una simple violación de la ley. En todos los casos recorre el mismo camino,
atravesando por los mismos errores etapa tras etapa.
La violencia – señalaba Engels- no es más que el medio .... el fin reside en el provecho económico. Y
cuanto “más fundamental” es el fin respecto a los medios aplicados para alcanzarlo, tanto más fundamental
es en la historia el aspecto económico de la relación comparado con la política”2.Esto es crucial, sin
embargo, es esencial no hiperbolizar este axioma, desdeñar el enfoque sistémico del asunto y asumir, en
1
Marx, Carlos. El Capital, Critica de la economía política , T 1. La Habana , Editorial Ciencias Sociales ,1973,
pág. 697.
2
Engels Federico. “Anti-Duhring”, Edit. Pueblo y Educación, La Habana, 1984, pág.195
1
III Conferencia Internacional La obra de Carlos Marx y los desafíos del Siglo XXI – Joel González García
consecuencia, una postura economisista que conduce inexorablemente a tergiversaciones ajenas al espíritu
de la teoría marxista – leninista de la violencia. La determinación de la superestructura por la
infraestructura no debe concebirse, en otras palabras, como una determinación mecánica, sino como una
determinación de última instancia; vale apuntar, en este sentido, que las condiciones económicas finalmente
determinan, pero lo jurídico, lo político y lo ideológico, así como otras formas de la conciencia social,
desempeñan también un papel importante. He ahí la clave.
Recordemos que la violencia extraeconómica, aunque de forma excepcional, también coexiste en el
capitalismo, de hecho, el propio Marx así lo enunciaba, solo que no podemos apelar a ella para caracterizar
el terrorismo de Estado. Aquí toda la superestructura actúa en función de legitimar y garantizar la
hegemonía económica de la clase dominante. Se induce, por tanto, que el terrorismo de Estado no es una
consecuencia coyuntural del período de ascenso histórico del capitalismo, sino a penas un momento en su
desarrollo expansivo. No existe, pues, por obra de la voluntad dominante, no brota del libre arbitrio, sino,
que es el resultado de un tipo concreto de relaciones de producción que lo nutre constantemente.
Inmediatamente, debemos apuntar, que no es ningún bandido coronado3 el terrorista mayor, sino el propio
sistema de dominación existente. Lo dicho anteriormente no desmerita para nada a Hitler, ni incluso al
propio Bush. Solo ratifica que el poder dominante, en el contexto capitalista, nunca ha sido otro que aquel
que ha logrado desplegar el capital en su movimiento real.
No cave dudas que el capitalismo se caracteriza por el predominio de estados de miedo. Pero la burguesía
no se vale del terror de masas o de naciones sencillamente por su vocación criminal. Sus probados
propósitos están determinados, invariablemente, por la necesidad de conquistar, por vía del terror
institucionalizado, nuevos mercados, extender las áreas de influencia del capital e imponer, bajo esa
perspectiva, sus intereses de clase a escala planetaria.
El terrorismo de Estado opera bajo el influjo de las relaciones y contradicciones, de seguro metabólicas, del
capitalismo. Lo anterior significa que dicho fenómeno se encuentra articulado a una red brutal de
antagonismos que lo obligan a los nuevos lineamientos de poder. Ahora, por ejemplo, el terrorismo de
Estado sigue siendo, en esencia, terrorismo de Estado. Sus objetivos estratégicos son exactamente los
mismos. Sin embargo, la forma en que se manifiesta ha sufrido importantes cambios, en parte, por el
carácter cada vez más transnacional del capital, en parte, a causa de los contextos cambiantes. Ahora es
infinitamente más brutal, desmedido y global. No se puede desconocer, en este sentido, que la unipolaridad
provocada por el derrumbe de la URSS, otorga carta blanca al imperialismo para expresar su rostro más
violento.
Con una nueva correspondencia de fuerzas, donde la Oligarquía financiera transnacional dominante se
encuentra a la ofensiva, el imperialismo contemporáneo acude a las formas más desarrolladas de terrorismo
para subvertir el status quo e implantar un imperio transnacional, que por decirlo de alguna manera, ostenta
ya con su sello personal de terror. Anótese, que la economía mundial se encuentra hoy dominada por menos
de 200 empresas transnacionales, las cuales controlan no menos de una tercera parte de la producción
mundial y dos terceras partes del comercio global. La contundencia de estos datos nos excusa de mayores
comentarios.
EL terrorismo de Estado se fortifica como tal ,en la medida que la necesidad de reproducir el propio sistema
monopolista transnacional así lo precise. No es casual que todo este proceso se desarrolle en un contexto
caracterizado por un declive económico mundial que tuvo su arranque mucho antes de los sucesos de
septiembre del 2001. Coincidiendo con Samir Amín, a quien parafraseo, la opción militarista del
establishment de EEUU no es otra cosa que el reconocimiento de que EEUU no dispone de otros medios
para imponer su hegemonía económica.
Fabricar adversarios es una vieja receta heredada de la tradición helénica. Sin embargo, este procedimiento
no es una simple maniobra política. Por el contrario, es una estrategia económica impostergable, máxime,
cuando las viejas coartadas de la Guerra Fría han dejado de andar.
3
El término es de Lenin.
2
III Conferencia Internacional La obra de Carlos Marx y los desafíos del Siglo XXI – Joel González García
Solo un sofista, a nuestro juicio, podría deshacer la diferencia entre el terrorismo de Estado que hoy
usufructúan las principales potencias imperialistas, en particular, el gobierno de los Estados Unidos de
Norteamérica, y los actos terroristas perpetrados contra el World Trade Center y el Pentágono, (por cierto,
nunca han sido totalmente clarificados estos acontecimientos). Pensamos que tal parcelación resulta un
galimatías inexplicable. Lo que diferencia estos episodios es, sin otra cosa, su contenido clasista. No es el
tipo de terrorismo, insisto nuevamente, sino los intereses de clase que postula el sujeto que lo realiza lo que
compone el único punto de vista desde el que se puede afrontar el estudio de una problemática tan
compleja.
Son muchas las razones que nos hacen pensar que detrás de un discurso de “legalidad” y “justicia infinita“
subyacen objetivos y estrategias de dominación previstas. Garantizar el posicionamiento a largo plazo en
regiones poseedoras de recursos económicos vitales con respecto Rusia y China, pudieran ser elementos
esenciales para el análisis. No debemos soslayar, en este sentido, que este ultimo país, es uno de los
principales acreedores de la deuda norteamericana y que Rusia, aun continua siendo una potencia nuclear.
Lo anterior se intenta validar desde fundamentos éticos y axiológicos, instituidos y jerarquizados para que
los mecanismo de la dominación transnacional aparezcan como normas santificadas y los estados
desnacionalizados del Sur como entes ineludiblemente obedientes. Hay que advertir, además, que este
asunto implica una vuelta a las visiones fundamentalistas de la religión, solo que en este caso, el papel de la
divina providencia actúa en función del capital monopolista transnacional. Por ultimo, debemos añadir los
nexos que establece dicho fenómeno con los procesos de metamorfosis transnacional del derecho existente,
diseñado y orquestado para certificar no solo de facto, sino también de jure la dominación de la clase global
gobernante. Según los nuevos criterios de antijuricidad, el poder arbitrario de los nuevos oligarcas no se
considera comprometido legalmente con sus actos. El problema es manifiesto, por ejemplo, en la polémica
ley de protección del personal de servicio de Estados Unidos, que objeta cualquier alegación de jurisdicción
sobre los ciudadanos estadounidenses por parte del Tribunal Penal Internacional.
Los acontecimientos de hoy en día reflejan que la lógica brutal que moviliza al capitalismo monopolista
transnacional contemporáneo no implica una ruptura esencial con las formas de terrorismo de Estado
precedente, incluyendo el nazismo, sino un período de más alta reestructuración del sistema de dominación
burgués. Este proceso se condensa en la instrumentación de todo un sistema de métodos de violencia y
terror que van desde el asesinato colectivo hasta el uso indiscriminado de armas sofisticadas de alto poder
destructivo. Un componente exclusivo, lo encontramos en los mecanismos de dominación económica,
enrumbados a garantizar, por vía del terror, sus objetivos hegemónicos.
Ahora los bombardeos y las torturas se articulan a un no menos inhumano orden económico y financiero
internacional. El capital se hace cada vez más irracional y aterrador, frena la capacidad productiva de la
humanidad y compromete el futuro de la vida a través de la degradación del medio ambiente. A diario
sentimos horror ante el círculo expansivo de la barbarie que desata el estigma del capital crediticio,
verdadero instrumento de terror, o la preeminencia del capital ficticio sobre el capital productivo. Lo
anterior funciona mediante una amalgama de estructuras, al estilo del FMI, BM, OMC, que
desentendiéndose de cualquier consecuencia social posible, facilitan por razón de la extorsión internacional
el chantaje y las presiones de todo tipo el movimiento de las ganancias en una sola dirección..
El terrorismo de Estado monopolista transnacional es, en resumen, un momento definitorio en la expansión
de la metamorfosis de las relaciones de poder vinculada a la nueva forma histórica del capitalismo y más
concretadamente, una poderosa entidad dirigida desde los grandes centros financieros transnacionales que
virtualmente no reconoce territorios ni adversarios definidos fuera de sus intereses clasistas.
La conjugación de saqueo, explotación y terror, sintetiza un tipo de dominación sui géneris que ilustra, a
todas luces, que el perverso sistema del capital es estructuralmente incompatible con los intereses de la
humanidad. Lo anterior nos permite comprender su potencial para crear una nueva situación revolucionaria
a escala internacional. Por supuesto, esto no es indicar que la destrucción del terrorismo de Estado ocurrirá
sencillamente por la exacerbación de las contradicciones del capital. Se necesita, sobre todo, la acción
consciente y organizada de los pueblos.
3
III Conferencia Internacional La obra de Carlos Marx y los desafíos del Siglo XXI – Joel González García
4
III Conferencia Internacional La obra de Carlos Marx y los desafíos del Siglo XXI – Joel González García
Descargar