EL RENACIMIENTO EN EUROPA 1. Marco espacial y temporal. El siglo XVI viene en gran medida determinado por el dominio de los Austrias españoles en Europa. El mapa que se presenta arriba es el del Imperio de Carlos I de España y V de Alemania, una vez recibidas las herencias de sus inmediatos antepasados españoles y alemanes a las que el emperador incorporará plazas africanas, el Milanesado y los territorios americanos. Además, no es posible entender este siglo si no tenemos en cuenta el desarrollo de la Reforma protestante y la posterior Contrarreforma católica; por ello presentamos también la división aparecida en Europa entre luteranos, calvinistas, anglicanos y católicos. 1 2. La España de Carlos V. Reforma y guerras de religión. El legado recibido por Carlos era un conjunto heterogéneo de territorios que solo tenían en común al monarca. Dichos elementos de desunión se contrarrestaron con una política integradora con dos objetivos: el mantenimiento de la unión religiosa en torno al catolicismo y la idea de una monarquía universal heredera de la Edad Media. En España tuvo que abordar dos tipos de conflictos internos: el conflicto político de las Comunidades y el social de las Germanías. Carlos llegó a España rodeado de consejeros extranjeros, sobre todo flamencos, lo que dificultó su aceptación por las Cortes castellanas (además del problema de legitimidad al vivir aun su madre Juana) y aragonesas, solventándolo a base de conceder prebendas. Tras conseguir fondos para presentar su candidatura al título de emperador alemán (su abuelo Maximiliano de Austria muere en 1519), abandonó España mostrando escaso interés por el país. Nombró extranjeros para los altos cargos de Castilla y pronto surgieron fricciones con las Cortes por el aumento de la presión fiscal. Así surge la revuelta de las Comunidades (1520) protagonizada por ciudades castellanas (comunidades de villa y tierra) que se negaron a pagar más impuestos. Aunque tuvo carácter político pronto adquirió carácter social y antiseñorial, lo que impulsó a la nobleza a apoyar al emperador; las tropas de éstos y las imperiales derrotaron a los comuneros en Villalar en 1521. Casi a la vez, en Valencia y Mallorca se produjo la revuelta de la Germanías (1519-22), un conflicto más social que político, iniciado al aprovechar los gremios de Valencia el vacío de poder por la huida de las autoridades con ocasión de la peste; la burguesía de artesanos y la nobleza se disputaban el control de las ciudades mientras campesinos y señores luchaban en el campo; además se produjo una persecución de moriscos a quienes los agermanados acusaban de colaborar con los nobles. En 1522 nobles y tropas castellanas derrotaron a los sublevados. Ambos conflictos acabaron reforzando a la Monarquía, tanto por la supeditación de las Cortes como por la dependencia de la nobleza, que necesitaba de las tropas imperiales para contener el malestar social. Paro el rey se dio cuenta de la importancia de los territorios hispanos y decidió gobernar apoyándose en consejeros españoles. La organización política estuvo presidida por el absolutismo imperfecto, puesto que aunque Carlos acumulaba todo el poder tenía que respetar fueros y privilegios arraigados. Se apoyó en una red de consejos, tanto territoriales (Castilla, Aragón, Italia) como temáticos (Hacienda, Guerra, etc) con la figura del secretario que ejercía de intermediario entre los consejos y el rey y creó un Consejo de Estado para política exterior del que dependían todos lo demás. Las Cortes siguieron siendo territoriales y se convocaron cada vez menos. Por lo demás, mantuvo antiguas instituciones como Corregidores, Audiencias y Chancillerías. La política exterior se fundamentó en el intento de mantener el imperio, para lo que se orientó en tres direcciones: Luchas con Francisco I de Francia para mantener el Milanesado y por el predominio en Italia; luchas contra los turcos (conquista de Túnez y rechazo de los musulmanes a las puertas de Viena) y, finalmente, el intento fracasado de mantener la unidad católica en Alemania con la final cesión de los derechos sobre el trono alemán a su hermano Fernando, en el momento de abdicar. 2 Precisamente, son los problemas alemanes los que nos obligan a plantear el desarrollo de la Reforma. Desde finales de la Edad Media existía en algunos sectores de la sociedad europea un gran malestar por algunas prácticas de la Iglesia católica: demasiado lujo en las altas jerarquías, escasa formación de los sacerdotes que les imposibilitaba ejercer su función pastoral, la compra de cargos eclesiásticos y las indulgencias, documento que emitía el Papa por el que se compraba el perdón de los pecados. En 1515 el Papa León X anunció la concesión de indulgencias a quien diera dinero para la construcción de la basílica de S. Pedro y un monje alemán, Martín Lutero, reaccionó publicando 95 tesis en contra. El Papa le ordenó que reconociera su error pero Lutero no lo hizo y fue excomulgado; a partir de ahí difundió sus ideas (origen del luteranismo) que resumimos en: las personas se salvan por su fe, no por sus obras; el creyente se relaciona directamente con Dios mediante la oración sin necesidad de sacerdotes intermediarios y para ello, el creyente puede examinar libremente la Biblia; de los 7 sacramentos solo son válidos el bautismo y la eucaristía; el culto a la Virgen y los santos queda prohibido y el Papa carece de autoridad. Cuando en la reunión de Spira en 1529 entre ciudades alemanas y el emperador, la mayoría católica pretendió prohibir las doctrinas de Lutero, la minoría luterana protestó y desde entonces se les llamó protestantes. Este afán de transformación religiosa se extendió por todo el continente. El luteranismo se extendió por Alemania, Escandinavia y Países Bálticos, mientras que otras variantes como el calvinismo (con su doctrina de la predestinación) se extendía por Países Bajos, Suiza y Escocia, e Inglaterra creaba su propia Iglesia, la Anglicana, cuando su rey Enrique VIII pretendió casarse con Ana Bolena sin que el Papa le concediera el divorcio de Catalina de Aragón. La expansión del protestantismo representó la ruptura de la unidad de la Iglesia católica. Siendo Lutero alemán y predicando en el Sacro Imperio, la unidad cristiana pretendida por Carlos quedaba seriamente afectada. Los intentos de conciliación en la Dieta (asamblea integrada por príncipes de los reinos y Estados y representantes de las ciudades imperiales) de Worms en 1520, fracasaron y el luteranismo se extendió con rapidez. Desde ese momento comienzan las guerras de religión, en tanto que la lucha contra los protestantes será la principal preocupación del emperador. Los príncipes protestantes alemanas formaron la Liga de Smakalda (1531) que fue derrotada por las tropas imperiales en la batalla de Mühlberg (1547), con participación de los tercios españoles, pero el problema no se solucionaba con las armas y se firmó el acuerdo en la Paz de Augsburgo (1555) en el que se concedió la libertad religiosa fracasando la idea de la unidad doctrinal europea. Carlos V, desengañado y agotado renunció a la Corona, dividiendo sus posesiones entre su hijo Felipe y su hermano Fernando al que dejó los territorios de la casa de Austria y el título de emperador. Las guerras de religión continuarán durante el reinado de Felipe II siendo entonces los calvinistas de los Países Bajos los que se nieguen a someterse a la autoridad católica. Desde el punto de vista de la cultura, la España de Carlos V se tiñó de humanismo y del erasmismo procedente del norte; este espíritu caló en cristianos nuevos y autores como Valdés o Vergara intentaron una renovación espiritual que con 3 el triunfo de las doctrinas de Trento será tachada de protestante y perseguida por el Santo Oficio, de forma que todos los que intenten reformar la Iglesia serán tachados de “iluminados” (corriente próxima al protestantismo que cuajó entre los franciscanos más progresistas) como ocurrió con algunos místicos como S. Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Las prohibiciones menudearon desde 1550, de forma que los estudiantes españoles no podían asistir a universidades extranjeras y nuestro país fue convirtiéndose en el reducto de la “verdadera fe” y alejándose de la investigación científica y la experimentación técnica. 3. El Renacimiento en Francia, Países Bajos y Alemania. Ya tuvimos oportunidad de comentar en el tema anterior el desarrollo de la estética renacentista durante los siglos XV y XVI en Italia. Repasemos ahora las principales características de la cultura renacentista en Europa. En Francia, la estética renacentista llegó por iniciativa de los reyes Carlos VIII, Luis XII y Francisco I, debido a sus intereses políticos en Italia. Los castillos del Loira (Blois, Chambord) se convertirán ahora en palacios gracias al trabajo de artistas italianos. Leonardo llegó a la Francia de Francisco I e influyó en la pintura, mientras que la estética manierista triunfaría en la escuela de Fontainebleau, dirigida entre otros por el italiano Rosso. En Países Bajos, se acusó la separación entre la Flandes católica y la Holanda protestante, pero en ambos lugares continuó la herencia de la gran tabla flamenca al óleo del siglo anterior, a la que se unió la influencia de Leonardo y Rafael. Destacaron los paisajes naturalistas y detallistas de Patinir, el costumbrismo entre satírico y anecdótico de Brueghel el Viejo y los retratos de Antonio Moro, con gran interés por la personalidad de los retratados. En Alemania, la fuerte implantación del gótico hizo que solo la pintura incorporase las formas renacentistas. Sin duda el principal artista, maestro del Clasicismo fue Alberto Durero, dibujante, pintor, grabador y tratadista de arte. Aunó la tradición alemana de dominio de la luz, detallismo y minuciosidad con lo aprendido en su estancia italiana (elegancia, fuerza compositiva y rigor en las proporciones). Destacaron también, Cranach, de expresivos retratos y mitologías moralizantes, los retratos psicológicos de Holbein y ese artista de adopción alemana aunque milanés y adalid del manierismo en sus retratos alegóricos que fue Arcimboldo. 4