Unidad y diversidad en el Arco Atántico en época romana II. PRODUCCIÓN, CIRCULACIÓN Y CONSUMO Gijón 2003, 121-143 ASTURICA AUGUSTA COMO CENTRO DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO CERÁMICO ANGEL MORILLO CERDÁN / Mª TERESA AMARÉ TAFALLA Universidad de León DE ASENTAMIENTO MILITAR A CAPITAL DEL CONVENTUS ASTURUM Astorga, la antigua Asturica Augusta romana, está situada sobre un cerro en forma de espigón de 868 m. de elevación, en el interfluvio de los ríos Jerga y Tuerto. Su emplazamiento se buscó en el límite Noroccidental de la Meseta Norte, al pie de los Montes de León. Esta posición estratégica la convierte en una encrucijada natural en las comunicaciones entre la Meseta y Galicia. La ciudad de Asturica Augusta, capital del conventus Asturum, es mencionada por diversas fuentes clásicas, entre las que destacan Ptolomeo (Geog. II, 6, 35) y Plinio (NH III, 28), que la define como “magnifica urbe”. El Itinerario de Antonino la menciona en repetidas ocasiones como mansio de varias vías –XVII, XVIII, XIX, XX, XXVI, XXVII, XXXII, XXXIV– que confluían en la ciudad desde las principales ciudades hispanorromanas para, desde allí, dirigirse a otros enclaves del noroeste de Hispania, como Lucus Augusti o Bracara Augusta (Roldán 1975: passim). Por su parte, el Ravennate alude a la ciudad en uno de sus itinerarios (Ravennate, IV, 45: 355-375). Aunque ya en 1925 M. Gómez-Moreno, partiendo del análisis de las evidencias epigráficas, apuntaba que el origen de la posterior ciudad de Asturica Augusta debió ser un campamento de la legio X gemina (1925: 8-22), la mayoría de investigadores posteriores ha considerado Astorga como una ciudad de origen indígena, (Luengo, 1956/61: 152-153; García y Bellido et alii, 1987: 39). No obstante, ya desde los años setenta, Mañanes aboga por un origen campamental (Mañanes, 1983: 12-13; 1983/84: 215). Asimismo, la mayoría de los historiadores que se han ocupado de las Guerras Cántabras sitúa en Astorga uno de los campamentos de la contienda (cf. Morillo, 1991: 163-164). El argumento fundamental de esta hipótesis es un pasaje de Floro citado de forma reiterada y casi automática al hablar del supuesto origen campamental de algunas ciudades del norte peninsular: “(Augusto)….quien recelando del amparo ofrecido por los montes en que se refugiaban (los indígenas), les ordenó habitar y establecerse en los campamentos situados en la llanura. Allí había el consejo del pueblo, y aquel poblado recibía los honores de capital”. (Epitome rei militari II, 33, 59-60). Debido a la posición concreta que ocupa este pasaje en la narración de Floro, inmediatamente después de la campaña contra los astures que culmina con la toma de Lancia, la investigación ha considerado que hace referencia a Asturica Augusta, más tarde principal ciudad astur y capital del convento jurídico (Schulten, 1943: 154; Mañanes, 1976: 77-78; Le Roux, 1982; 75). Ya hemos señalado recientemente (Fernández Ochoa & Morillo, 1999: 39-40) que existen serias dudas de que este pasaje deba aplicarse de forma específica a los astures y su nueva capital. La hipótesis sobre el origen militar de la ciudad de Asturica se fundamentaba asimismo en el hallazgo de varios epígrafes funerarios de soldados de la legio X gemina reutilizados en la obra de la muralla bajoimperial de la ciudad (Tranoy, 1981: 139-140), aunque no podíamos distinguir si estos testimonios funerarios pertenecen a soldados en activo o a veteranos (Morillo & García Marcos, 2000: 597). Pero hasta hace pocos años faltaban argumentos auténticamente arqueológicos que probaran el origen militar de Asturica Augusta. Durante los últimos quince años este panorama se ha visto alterado de forma radical. Las numerosas excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en esta localidad han puesto de manifiesto un horizonte arqueológico en los niveles inferiores del yacimiento muy semejante al de otros yacimientos como Herrera de Pisuerga y León, que podemos considerar como indudablemente militar, y que definiremos más adelante (Morillo & García Marcos, 2000: 598). Dicho registro arqueológico (v. Morillo, 1999: passim; Morillo & García Marcos, 2002b: e. p.). Corresponde a un estrato de relleno o aterrazamiento procedente de los antiguos vertederos campamentales, que se extiende por toda la superficie ocupada más tarde por la ciudad. Parece corresponder a una gran remodelación urbanística que, a nuestro juicio, se encuentra relacionada con la amortización de las estructuras campamentales iniciales, de las que apenas habrían quedado algunos restos en forma de estructuras constructivas negativas, practicadas sobre el nivel natural del terreno, a modo de trincheras o zanjas de cimentación, que responden a modelos propios de la arquitectura militar romana en madera (Morillo & García Marcos, 2000: 598). El sellado de dichas estructuras parece coincidir con la transformación del antiguo asentamiento castrense en el núcleo civil de Asturica Augusta (Morillo, 1999: 317; Morillo & García Marcos, 2001: 598-599). El reciente hallazgo de un doble foso del tipo fossae fastigatae, de sección en “V”, perteneciente sin lugar a duda al sistema defensivo del campamento, constituye un argumento decisivo respecto al carácter militar del primitivo asentamiento de Astorga (González Fernández, 1996: 85-90). Las características de los restos materiales adscribibles al asentamiento militar permiten remontar su fundación a un momento anterior al cambio de Era, en torno al 15/10 a. C., posterior en todo caso a las Guerras Cántabras (Morillo, 1996: 78; Morillo, 1999: 317-318 y 335; Morillo & García Marcos, 2000: 598). Un documento epigráfico que hemos dado a conocer recientemente apunta a la legio X gemina como la unidad alojada en este campamento (García Marcos & Vidal, 1995: 115; Morillo & García Marcos, 2000: 598-599). En las excavaciones realizadas en un solar cercano a la muralla bajoimperial se encontraron dos grandes bloques de granito desplazados de su posición original y reutilizados en una obra posterior. Su importancia radica en que ambos presentaban la inscripción L.X.G. grabada en grandes letras capitales cuadradas en una de sus caras mayores. La duración del recinto castrense establecido en Astorga parece ser corta. A juzgar por el registro arqueológico, hacia el 15/20 d. C., esto es, a comienzos del reinado de Tiberio, se acomete una gran remodelación en el asentamiento, coincidente con su transformación en ciudad y capital del conventus. Sin embargo, pensamos que dicha transformación no se lleva a cabo al mismo tiempo en todo el yacimiento. A nuestro juicio, ésta constituye la única U NIDAD Y DIVERSIDAD EN EL A RCO ATLÁNTICO EN ÉPOCA ROMANA 121 ANGEL MORILLO CERDÁN / Mª TERESA AMARÉ TAFALLA explicación convincente sobre la amortización de los fosos campamentales con materiales de época claudia, tal y como se desprende de su análisis arqueológico (González Fernández, 1996: 86; Morillo, 1999: 335). La razón de esta sustitución del elemento militar por el civil en Astorga a nuestro juicio se encuentra relacionada principalmente con el inicio de las explotaciones auríferas en la región, que requieren la existencia de un centro civil de organización y control (Morillo, 1999: 335), creado a partir de la reorganización demográfica y funcional de los asentamientos indígenas (Tranoy, 1981: 125). Dentro de esta misma política se hacía necesaria una división de funciones y competencias entre la autoridad civil y militar, que se traslada a un lugar más próximo a los distritos mineros cuya explotación es más antigua. En el mismo momento de su fundación, o tal vez a los pocos años, la ciudad de Asturica debió adquirir el rango de municipio (García Marcos & Vidal, 1995b: 374). En este sentido resulta muy llamativo el paralelismo cronológico que se observa entre la transformación de Astorga en centro civil y administrativo y la creación de la ciudad romana de Clunia en una fecha comprendida entre el final del reinado de Augusto y comienzos del de Tiberio (Palol, 1994: 17). Podríamos por lo tanto suponer que la reorganización administrativa, apoyándose en la creación de ciudades de nueva planta, se hizo extensiva a todo el norte peninsular. Podemos incluso plantearnos, a manera de hipótesis, si la creación de los conventos jurídicos plinianos, cuyas sedes principales en el norte peninsular fueron respectivamente Asturica y Clunia, se hizo efectiva en este mismo momento (Morillo, 2001b: e. p.; Fernández Ochoa & Morillo, 1999: 67). Asturica Augusta, que desempeñó el papel de capital de los astures, tanto de los que habitaban en la altiplanicie leonesa, como de los transmontanos, se convierte pronto en una de las principales ciudades romanas de la Meseta. La importancia y el desarrollo que alcanzó esta ciudad se debe principalmente a su estratégica posición geográfica, en el límite mismo entre la Meseta y Galicia, que la convierte en llave de las comunicaciones de todo el Noroeste peninsular con los principales centros de la provincia Tarraconense, principalmente con la capital, Tarraco. Por otra parte, se ubica en las cercanías de los principales distritos auríferos del territorio astur. Concebida desde un primer momento como sede de la administración regional, se transforma en el centro de la maquinaria estatal en la región, como capital del conuentus Asturum y, por lo tanto, residencia del legatus iuridicus, encargado de administrar justicia, y del procurator per Asturiam et Gallaeciam, cargo en estrecha relación con las extracciones de oro, mineral que debía centralizarse en la ciudad hasta su traslado por vía terrestre a Roma. A comienzos del siglo III se convierte en capital de la provincia Hispana Nova Citerior Antoniniana, de efímera duración (Diego Santos, 1974). Los restos epigráficos dan buena cuenta del status político, religioso y económico de sus pobladores, así como de la variedad, complejidad y cosmopolitismo que alcanzó la sociedad asturicense (Mañanes, 1982; Diego Santos, 1986), parangonable a cualquier centro urbano hispanorromano. Como centro administrativo, político y financiero, la ciudad recibe de Plinio, que debió habitar posiblemente entre sus muros, el apelativo de urbs magnifica (NH III, 28). A partir del periodo flavio, como consecuencia del gran desarrollo de las explotaciones mineras, la ciudad conoce un significativo impulso urbanístico que consolida estructuras ya iniciadas a mediados del siglo I d. C., introduciendo importantes modificaciones tendentes a una mayor monumentalización. En este momento quedan ya definidos los rasgos principales de su tejido urbano, cuyo conocimiento ha progresado de forma espectacular en los últimos años (v. García Marcos & Vidal, 1996; Sevillano & Vidal, 2002). La ciudad se dota de un impresionante programa monumental, en el que destaca un amplísimo foro de más de 100 metros en sus lados mayores, en uno de los cuales se edifica 122 II. P RODUCCIÓN , CIRCULACIÓN Y CONSUMO un aedes augusti. Ocupando una posición centrada en la plaza del foro se encuentra una galería abovedada, la llamada “ergastula”, que debía soportar una superestructura de problemática interpretación, posiblemente de tipo religioso. También de mediados del siglo I d. C. parecen ser las principales termas públicas de la ciudad, las llamadas Termas Mayores o termas de la calle Santiago Crespo (Vidal, 1986; Regueras, 1991: 133-136; Sevillano, 1998; Sevillano & Vidal, 2000), dotadas de un frigidario con piscina y un tepidario de grandes dimensiones. Este complejo debió alcanzar su estructura definitiva durante el periodo flavio. Por el contrario, el bien conservado conjunto balneario exhumado en la calle Padre Blanco (Termas Menores) se acomete a finales del siglo I d. C. (García Marcos, 1994; García Marcos & Burón, 2000). Sin duda es el ámbito privado el que experimenta una renovación más sustancial durante el periodo flavio. En las décadas finales del siglo I d. C. se remodelan completamente grandes mansiones de época julio-claudia, como la Casa del pavimento del opus signinum (Burón, 1997), la Casa del gran peristilo, la Casa del mosaico oso y los pájaros y la Casa de las columnas pintadas. Esta actividad urbanística se refleja asimismo en otras viviendas más modestas, así como en instalaciones de carácter artesanal (García Marcos & Vidal, 1995b: passim; Morillo, 1999: passim). Asimismo se conocen varias necrópolis extramuros, aunque ninguna de ellas ha sido objeto de una excavación arqueológica. La abundancia de restos materiales de todo tipo confirma la existencia de una gran vitalidad económica entre el momento de su fundación y mediados del siglo III, correspondiente a una ciudad próspera y bien estructurada, que se configura como el gran centro redistribuidor de todo el comercio del Noroeste. Tras el corto periodo de protagonismo histórico que supone la asunción de la capitalidad de la provincia Hispania Nova Citerior Antoniniana, ente creado por Caracalla en relación probablemente con un intento de reactivación de las minas, Asturica sufre una honda crisis, coincidente con el fin de las explotaciones auríferas. Los hábitats mineros de los distritos astures occidentales parecen abandonarse a lo largo del primer tercio del siglo III, en directa relación con el abandono de las explotaciones (Sánchez-Palencia, 1995: 148). Domergue se inclina por un momento algo más avanzado, que sitúa hacia mediados de siglo (1990: 221-223). La pujanza económica de la ciudad de Astorga parece detenerse bruscamente hacia mediados del III. A partir de este momento se inaugurará una nueva etapa que parece marcada por su paulatino declive, no atenuado por su carácter de sede episcopal, el cual se va a prolongar a lo largo de los siglos IV y V d. C. Numerosos edificios públicos y privados, entre los que se encuentran las termas de Padre Blanco y las casas del Gran Peristilo y de la Muralla son abandonados en este momento, convirtiéndose en simples vertederos (García Marcos et alii, 1997: 528). La ciudad sufre un declive urbanístico del que no se recuperará nunca. La actividad constructiva se redujo, en muchos casos, a la simple ocupación o remodelación de construcciones más antiguas, para lo cual se reaprovecharon numerosos materiales de épocas anteriores, procedentes del desuso o ruina de otras. La superación de los peores momentos de la crisis a finales del siglo III viene acompañada por una profunda reorganización administrativa. Los territorios adscritos a los antiguos conventos jurídicos del Noroeste peninsular: Bracarense, Lucense y Asturicense son desgajados de la antigua provincia Tarraconense, e integrados en la nueva provincia Gallaecia, cuya capitalidad se hizo recaer en la ciudad de Bracara Augusta. Tan sólo el abandono de las explotaciones auríferas y la pérdida del importante papel administrativo que había desempeñado Asturica Augusta puede explicar el traslado de la capital de la nueva provincia a Bracara Augusta, núcleo de gran importancia económica durante el Alto Imperio pero cuya función administrativa había ASTURICA AUGUSTA COMO CENTRO DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO CERÁMICO estado eclipsada por Asturica en razón de la minería del oro. Posiblemente fue este mayor peso económico del sector galaico lo que determinó que la provincia no se llamase Asturia, sino Gallaecia (Fernández Ochoa & Morillo, 1999: 103). Este renovado interés del Estado romano por el Noroeste peninsular se hace patente en la edificación de una gran muralla, que va a proteger a la mayor parte de la ciudad, delimitando, con toda seguridad, un perímetro inferior al que ocupaba durante el Alto Imperio (García Marcos et alii, 1997). A este momento se atribuye la única puerta romana conocida en la muralla asturicense, abierta en su extremo nororiental (Mañanes & García Merino, 1985: 181-219). La construcción de potentes sistemas defensivos a fines del siglo III o comienzos del IV d. C., es un fenómeno perfectamente identificado dentro de Hispania, donde se dejó sentir especialmente en el cuadrante noroeste, allí donde se encontraba la principal concentración de tropas de la Península. Ciudades como Asturica, Lucus, Bracara o Gijón, además del campamento de la Legio VII en León, se dotan de este tipo de defensas, sobre cuya utilidad y razón de ser ya nos hemos ocupado en otro lugar (Fernández Ochoa & Morillo, 1992: 336 y ss.; 1997: 738-739; 1999: 108; Fernández Ochoa, 1997: 249-265). Coincidiendo con la erección del recinto fortificado, amplias zonas de la ciudad, en especial las más próximas a la muralla, sufrieron un proceso de sobreelevación de la cota de circulación, que alcanza varios metros de altura en algunos sectores (García Marcos et alii, 1997: 528). Desconocemos la causa de esta labor de aterrazamiento, que tal vez debamos buscar en las propias necesidades de la obra defensiva. Los restos constructivos son muy escasos para los siglos IV y V, limitándose a algunas construcciones domésticas, como la de la Casa del pavimento del opus signinum, y a remodelaciones de edificios anteriores (García Marcos & Vidal, 1995b: 389-390). No obstante, la parquedad de estructuras habitacionales contrasta vivamente con la abundancia de materiales arqueológicos, especialmente los hallazgos numismáticos y los recipientes de terra sigillata hispánica tardía (TSHT). La existencia de numerosos materiales tardorromanos también parece abogar por la presencia de un núcleo poblacional de cierta relevancia, aunque lejos ya muy probablemente de los momentos en los que Asturica alcanzó su máxima expansión. El periodo tardorromano se prolonga sin interrupción aparente hasta mediados del siglo V. LOS ESTUDIOS CERÁMICOS EN LA INVESTIGACIÓN ARQUEOLÓGICA ASTURICENSE El comienzo de las excavaciones sistemáticas en Astorga se retrasa hasta mediados de los años ochenta, como consecuencia de la asunción de competencias en materia de Patrimonio Cultural por parte de la Comunidad Autónoma de Castilla y León. A partir de este momento comienza un seguimiento intensivo de la arqueología local. Hasta la fecha, el numero de solares en los que se han realizado intervenciones de carácter arqueológico alcanza casi el centenar, lo que nos proporciona un conocimiento bastante amplio y completo de los rasgos principales de la estructura urbana del yacimiento. La protección arqueológica del mismo ha supuesto también la conservación de importantes conjuntos. Esta actividad arqueológica ha generado una ingente cuantía de información arqueológica, que permite presentar una imagen absolutamente novedosa de la Astorga romana, ya que, junto a diferentes trabajos de conjunto donde se han dado a conocer sus principales rasgos urbanísticos y arquitectónicos1, se han emprendido estudios sobre diversos aspectos de la cultura material en relación con el aumento de información propiciado por las numerosas excavaciones, entre los que destacan los estudios sobre recipientes cerámicos2. Muchas de las publicaciones sobre materiales asturicenses se han acometido dentro del marco del Proyecto: Inventario, estudio e investigación de materiales arqueológicos hallados en las excavaciones de Astorga (León), financiado conjuntamente por la Junta de Castilla y León y la Universidad de León a partir de 1995 y coordinado por uno de nosotros. Sin embargo, la mayor parte de los estudios sobre cerámica romana de Asturica Augusta se encuentran en la actualidad en curso de preparación o publicación. Tan sólo se han dado a conocer estudios globales sobre las lucernas de dicho yacimiento (Morillo, 1999), así como un breve panorama sobre las ánforas (Carreras, 1996) y varios artículos sobre producciones concretas (Amare et alii, 1997; Burón et alii, 1999). Este hecho reduce significativamente nuestro conocimiento sobre los recipientes cerámicos asturicenses. Aún así, los datos conocidos permiten establecer la composición cerámica de los principales horizontes arqueológicos que se suceden a lo largo de la historia de la ciudad romana, especialmente el correspondiente a los niveles augusteos y julioclaudios. La problemática arqueológica que planteaba la fundación de la ciudad romana y la existencia de un primer asentamiento de carácter militar, que era preciso definir y caracterizar, ha atraído la atención de los investigadores hacia estas fases cronológicas más que hacia momentos posteriores. ASTURICA AUGUSTA COMO CENTRO DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO: HACIA UNA DEFINICIÓN DIACRÓNICA DEL PATRÓN MATERIAL CERÁMICO La penetración romana en tierras de los astures no afectó tan sólo a las dimensiones y estructura del poblamiento regional. De todos es bien sabido que uno de los intereses prioritarios de Roma en la región fue la explotación aurífera, que llevó aparejado un rápido desarrollo económico de Asturica y los vecinos distritos mineros. Pero los conquistadores debieron propiciar asimismo un mayor desarrollo agropecuario, introduciendo nuevas especies animales y vegetales, nuevas técnicas y útiles agrícolas y nuevas formas de propiedad para garantizar el autoabastecimiento de la población astur e incluso la exportación de excedentes agropecuarios. La alusión de las fuentes a las razzias astures en tierras de la Meseta con ocasión de las guerras de conquista avalaría la existencia de un déficit de productos agrícolas, carencia que se iría superando a medida que se consolidaba la implantación romana. La articulación del mismo a través de una serie de enclaves habitados de diferente entidad y de la creación de una red de comunicaciones avala la vitalidad económica de la región desde mediados del siglo I d. C., alcanzando un desarrollo sostenido a partir de las décadas finales de esta centuria. Este desarrollo económico estimula la aparición de un floreciente comercio, canalizado a través de las nuevas rutas mercantiles {1} Burón, 1997; Fernández Ochoa, 1993; 1995; Fernández Ochoa & Morillo, 1992 y 1999; García Marcos, 1993; 1994; 1996; García Marcos & Burón, 2000; García Marcos & Vidal, 1990; 1993; 1995; 1995b; 1996; 1998; García Marcos et alii, 1997; González Fernández, 1996; 1999; Morillo, 1991: 163-164; 1993; 1996; 1999b; 2000: e. p.; 2002: e. p.; Morillo & García Marcos, 2000; 2000b: e. p.; 2002: e. p.; 2002b: e. p.; Regueras, 1996; Sevillano, 1998; Sevillano & Vidal, 2000 y 2002; Vidal, 1986; 1986b; 1993; 1996; 1999; Vidal et alii, 1990. {2} Entre otros podemos mencionar: Amaré & García Marcos, 1994; Amaré et alii, 1997 y 2000/01; Astures, 1995; Burón, 1997; Burón et alii, 1999; Carreras, 1996; Carreras, 2002: e. p.; Carro Santiago, 1998 y 2002: e. p.; Escarpizo, 1986; Franco García, 1997 y 2002: e. p.; García Giménez et alii, 1999; Morillo, 1999 y 1999b; 2001; 2001b; 2002b: e. p.; Morillo & García Marcos, 2000; 2001; 2002: e. p.; 2002: e. p. U NIDAD Y DIVERSIDAD EN EL A RCO ATLÁNTICO EN ÉPOCA ROMANA 123 ANGEL MORILLO CERDÁN / Mª TERESA AMARÉ TAFALLA que atraviesan el territorio siguiendo las principales vías, para enlazar sus centros urbanos con los puntos neurálgicos administrativos y comerciales de la Hispania romana (Fernández Ochoa & Morillo, 1999: 89-91). Asturica se va a configurar muy pronto como uno de los centros nodales del comercio hispano, puerta de entrada de mercancías de todo tipo hacia el cuadrante Noroeste. No resulta fácil rastrear sobre el terreno los indicios de este comercio. La mayor parte de las mercancías que debió circular, por tratarse de productos de primera necesidad (trigo, vino, aceite), no han dejados evidencias materiales. Su presencia debe deducirse a través de testimonios indirectos como los recipientes de dichas producciones. Sin duda, uno de los mejores indicadores de la actividad comercial lo constituyen las cerámicas, envases de productos de primera necesidad o que los acompañan como cargamento secundario o complemento de valor añadido. No podemos descartar que, en ocasiones, determinados recipientes cerámicos se conviertan en un objeto preferencial del comercio, debido a su calidad, elevado coste o popularidad. Su resistencia al paso del tiempo, así como su constante evolución de acuerdo con gustos o modas, nos permite seguir el funcionamiento de las rutas de intercambio a través del tiempo. Por esta razón, y tomando las debidas precauciones metodológicas, debemos tomar este elemento como índice del progreso comercial y, por extensión, parte integrante de la transformación de las estructuras económicas y poblacionales del país astur, fenómeno inseparable del proceso de implantación romana (Fernández Ochoa & Morillo, 1999: 92-93). Los recipientes cerámicos se convierten así en la base de la indagación arqueológica, no sólo como material-guía imprescindible desde el punto de vista cronológico, sino también desde un punto de vista de la actividad económica y comercial. En realidad, la única solución para llegar a conclusiones realistas sobre la datación de los niveles arqueológicos es el estudio del estrato en su conjunto, de las proporciones de cada material en dicho estrato y de la variación de dichas proporciones a lo largo del tiempo. El estudio de los registros arqueológicos asturicenses ha proporcionado abundante material cerámico, gracias al cual podemos apuntar las tendencias generales en el consumo de recipientes cerámicos en la capital astur, las preferencias y gustos de la población, la evolución del consumo, la procedencia de los recipientes importados y las vías de comercialización, así como los medios de abastecimiento, además de las producciones destinadas al autoabastecimiento. Ello permite elaborar un panorama diacrónico sobre el consumo y la producción de recipientes cerámicos en la antigua Asturica, cuyos rasgos principales vamos a presentar a continuación. La estratigrafía dentro de la que se enmarcan los hallazgos cerámicos permite distinguir varios horizontes culturales y cronológicos muy bien definidos a través de su patrón material, esto es, de los materiales documentados en posición primaria dentro de los niveles arqueológicos. Dichos horizontes, que se suceden diacrónicamente, están compuestos por una asociación de elementos arqueológicos determinados, composición que varía significativamente con el paso del tiempo. Por lo tanto, un material aislado de determinado tipo tan sólo constituye un indicativo cronológico aproximado, siendo la presencia conjunta de varios de ellos lo que permite establecer márgenes temporales más ajustados y precisos. Esta metodología tiene un valor añadido para identificar la facies militar fundacional en el caso concreto de Astorga y otros yacimientos septentrionales, cuyos materiales no sólo constituirán un indicativo cronológico, sino también cultural. Teniendo en cuenta el objetivo final de este estudio, presentaremos tan sólo los recipientes cerámicos que definen dichos horizontes, especialmente aquellas especies cerámicas y formas que permiten establecer una mayor precisión cronológica, dejando en esta ocasión al margen el resto de los materiales3. 1. Periodo augusteo pleno y tardoaugusteo (20/15 a. C.-10/15 d. C.) A lo largo de este periodo, correspondiente al final de las Guerras Cántabras y los años sucesivos de pacificación y consolidación romana en el territorio septentrional de Hispania, se fundan escalonadamente las primeras bases legionarias estables en la región: Herrera de Pisuerga, Astorga y León, centros de ocupación y romanización de su hinterland (Morillo, 1996: 81). A la vista de las dificultades de caracterización que presentan los recintos militares hispanos de este momento (Morillo, 2002: e. p.), su identificación se ha hecho en muchas ocasiones tomando como base el análisis del registro arqueológico más antiguo de estos asentamientos, buscando elementos indiscutiblemente militares (TSI, Vogelkopflampen y lucernas de volutas de los tipos más antiguos, elementos metálicos típicos del ajuar militar, monedas de tipo militar como las emisiones con caetra, etc) (Morillo, 1996: 79-80). En esta fase, la comparación con los materiales arqueológicos de los campamentos renanos más antiguos (Haltern, Oberaden, Vetera, Novaesium, etc.) ha tenido una importancia fundamental. El análisis de los materiales hallados en los niveles fundacionales militares del asentamiento romano de Astorga, dentro del gran estrato de relleno o aterrazamiento realizado con tierra y materiales procedentes de los vertederos campamentales, ha permitido fijar los márgenes temporales de los castra de la legio X gemina en este lugar entre el 15/10 a. C. y el 15/20 d. C. (Morillo, 1999: 317-318 y 335; Morillo & García Marcos, 2000: 598). Teniendo en cuenta la instalación ex novo de los campamentos hispanos en una región recién conquistada, carente hasta ese momento de asentamientos o restos materiales de tipología romana, la presencia de piezas cerámicas importadas de Italia en estos contextos se interpreta como una indiscutible evidencia militar. El horizonte estratigráfico más antiguo del yacimiento muestra una abrumadora presencia de materiales itálicos4. Son muy numerosos los recipientes de terra sigillata itálica (TSI). Las variantes morfológicas de TSI más antiguas muestran que su llegada se produjo en el mismo momento o poco tiempo después de que legiones IIII, VI y X levantaran sus recintos castrenses. Esta afluencia a una zona recientemente conquistada se produce en un momento en el que las vías de comunicación eran prácticamente inexistentes o se estaban dando los primeros pasos para su creación. De este modo, desde el punto de vista estrictamente cuantitativo, las producciones itálicas del {3} Para la elaboración de esta cronoestratigrafía se han empleado preferentemente materiales asturicenses. Buena parte de los dibujos han sido elaborados dentro del citado Proyecto: Inventario, estudio e investigación de materiales arqueológicos hallados en las excavaciones de Astorga (León). Se han empleado asimismo materiales dibujados por M. Burón, V. García Marcos, así como por los autores del presente trabajo. En algunos casos en los que la identificación visual a partir de los materiales de Astorga resultaba dificultosa, se han empleado materiales-tipo, con dibujos que reproducen formas características. {4} La reconstrucción del registro cerámico del nivel militar fundacional de Astorga, así como del periodo julioclaudio ha sido posible gracias a los trabajos de García Marcos & Vidal, 1995; González Fernández, 1996; Burón, 1997 y Morillo, 1999. 124 II. P RODUCCIÓN , CIRCULACIÓN Y CONSUMO ASTURICA AUGUSTA COMO CENTRO DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO CERÁMICO asentamiento militar de Astorga, al igual que las de otros yacimientos castrenses como León y Herrera de Pisuerga, muestran un panorama muy similar al detectado en otros núcleos hispanos más cercanos a los centros productivos y las vías de comunicación. Los recipientes recuperados son casi en su totalidad formas lisas, siendo muy escasa la presencia de vasos decorados a molde5. Copas y platos aparecen en proporciones muy semejantes. Los tipos más antiguos presentes en el registro arqueológico de Astorga están representados por los platos de la forma 1, que podrían datarse entre el 20 y el 10 a. C., y por los perfiles más arcaicos del plato de la forma 12 y las copas del tipo 14 (Burón, 1997: 33-36 y 77-78). Su presencia en Haltern indica que su fabricación se prolongó aproximadamente hasta el 10 d. C (Ettlinger et alii, 1990: 72 y 76). A este momento inicial han de corresponder las variantes más antiguas de la copa de perfil troncocónico y labio vertical (forma 22), cuya fabricación se inicia en la segunda década antes del cambio de Era, y del plato de la forma 18, cuya introducción en el mercado debió de ser ligeramente posterior (Ettlinger et alii, 1990: 48, 82 y 90). Esporádicamente representado aparece también el vaso híbrido de la forma 17. A partir de los últimos años del siglo I a. C., fecha en la que las redes de abastecimiento se deben de encontrar ya plenamente definidas, crecen las las importaciones de TSI. Uno de los rasgos más distintivos de este momento es la creciente estandarización de las formas. El elenco formal se amplía con respecto al momento anterior, aunque los platos de la forma 18 y, especialmente, las copas de la forma 22 representan el mayor volumen de hallazgos. Ambos muestran frecuentemente decoración burilada en el borde. De forma más ocasional se encuentran representados los platos de las formas 3, 4, 12 y 19, así como copas de la forma 24, cuya fabricación arranca en la etapa medioaugustea. Alfareros como Perennius, Ateius, P. Cornelius, Memmius, Favor, Murranus o Verecundus se encuentran perfectamente constatados. El estudio de las marcas de alfarero que conservan muchos de los recipientes de sigillata itálica hallados en estos yacimientos, representa un capítulo esencial a la hora de determinar los puntos de origen de estas manufacturas cerámicas, así como establecer los posibles circuitos comerciales que siguieron. Los ejemplares procedentes del centro productor de Arezzo constituyen la mayoría absoluta de los recipientes firmados, seguida a gran distancia por Pisa y otros centros como Puzzoles, el Valle del Pó y Lyon. Las necesidades de las tropas estacionadas en el norte de Hispania llevan a la instalación de talleres militares destinados a la fabricación de imitaciones locales de terra sigillata de tradición itálica tanto en Herrera de Pisuerga, a cargo de la officina de L. Terentius, como en León, por parte de C. Licinius Maximus (Morillo & García Marcos, 2001: 151-154). La datación de las formas constatadas hasta la fecha y su posición estratigráfica coincide con el periodo augusteo pleno y tardoaugusteo. Sorprendentemente, el campamento de la legio X gemina en Astorga parece ser el único donde no se desarrolla una infraestructura productiva de este tipo por motivos que no podemos precisar. Sin embargo, en los niveles militares del yacimiento se han documentado dos recipientes con marca de L. Terentius, alfarero legionario que fabrica recipientes para la legio IIII Macedonica en Herrera de Pisuerga (Astures, 1995: 278). Estos restos constituyen una evidencia clara de las fluidas relaciones que se establecerían entre los diferentes asentamientos militares del exercitus hispanicus en época augustea (Morillo & García Marcos, 2001: 151). Junto a la TSI de procedencia centroitálica forman parte del patrón material de este horizonte militar pleno y tardoaugusteo lucernas de los tipos Dressel 4 o Vogelkopflampe y Loeschcke IA. El primero de ellos se data entre el 20 a. C. y el 10 d. C. (Ricci, 1974: 205), mientras la primera variante de lucernas de Loeschcke surge en época de Augusto para irse rarificando durante el reinado de Tiberio (Loeschcke, 1919: 29-30; Morillo, 1999: 73). Los ejemplares importados de procedencia lacial o campana se documentan perfectamente en los niveles más antiguos de Astorga, aunque también parecen llegar imitaciones del tipo Dressel 4 fabricadas en el taller militar herrerense (Morillo, 1999: 65-66). Asimismo se verifica la presencia de algunos ejemplares de lucernas del tipo Loeschcke III, forma que surge en plena época augustea para continuar durante toda la primera mitad del siglo I d. C. (Loeschcke, 1919: 35). Entre los ejemplares de este último tipo se han recuperado dos fragmentos de lucerna vidriada de color verde-azulado, cuya procedencia es probablemente lacial o campana (Morillo, 1996b: passim; Morillo, 1999: 66-67). Dentro de este horizonte inicial se encuentran también cerámicas itálicas de paredes finas. Destacan los cuencos hemiesféricos y cubiletes cilíndricos, que se caracterizan por la ausencia de engobe, anteriores al reinado de Tiberio. Otro indicativo cronológico es el predominio de los cubiletes, característicos del periodo augusteo (formas Mayet II, III, V, Vb, XII, XVII, XIX y XX), frente a los cuencos, que comienzan a imponerse a comienzos del reinado de Tiberio (formas Mayet XXXIII, XXXIV y XXXV). Se constatan también las tazas de la forma Mayet XX. Las formas de paredes finas más antiguas, como los vasos de la forma Mayet IIIa, Vb, VI y Ricci 2, nos ofrecen un marco temporal centrado en el último cuarto del siglo I a. C. (Mínguez, 1991: 161). Las piezas de cronología más avanzada son de las formas Mayet XXXIV y XXXV, cuya cronología es tiberiano-neroniana, para la primera, y de finales del siglo I a. C. hasta época julio-claudia, en ejemplares sin engobe, para la segunda (Mayet, 1975: 69 y 71; López Mullor, 1989: 163-164 y 169-170). En Astorga se documenta también de forma minoritaria la forma Mayet XXXVIIa, datada a lo largo de la primera década del reinado de Tiberio en el vecino yacimiento de La Corona de Quintanilla (Domergue-Sillières, 1977: 128, fig. 37; 126, lám. 68, nº 23). Al igual que en el resto de campamentos augusteos, en Astorga la forma mayoritaria dentro de los recipientes de paredes finas parece ser el cuenco Mayet XXXIII, documentándose todas sus variantes. La razón de esta abundancia debemos buscarla en la existencia de producciones locales de la misma en el ámbito militar. Dicha imitación local de recipientes de paredes finas de la forma Mayet XXXIII está perfectamente documentada en el acantonamiento de la legio IIII Macedonica en Herrera de Pisuerga (Pérez González et alii, 1991; Reinoso, 2002: e. p.). Tal vez las producciones de este alfar, al igual que en caso de la TSI y las lucernas, alcancen asimismo el vecino campamento de Astorga (Burón, 1997: 34), o más bien nos encontramos ante manufacturas locales (Burón et alii, 1997: 325-326). La posible área productora de los recipientes de paredes finas itálicos encontrados en los campamentos del norte de Hispania habría que situarla en Etruria, Lacio, Campania y en el área padana, como demuestra la presencia de algunos fragmentos de vasos firmados por Aco y Sarius. Aparecen también algunas paredes finas gálicas, como los cuencos del tipo Mayet X asignables a los talleres lyoneses de Loyasse y La Muette (Burón, 1997: 29 y 34, fig. 142-154; 21, 146-147). {5} Entre todos los recintos militares de época augustea, solamente Herrera de Pisuerga muestra una inusual concentración de recipientes de TSI decorada (v. Pérez González, 1989), fenómeno que se ha puesto en relación con la presencia del propio M. Agripa y su estado mayor en la fase final de la campaña contra los cántabros. U NIDAD Y DIVERSIDAD EN EL A RCO ATLÁNTICO EN ÉPOCA ROMANA 125 ANGEL MORILLO CERDÁN / Mª TERESA AMARÉ TAFALLA También las cerámicas comunes de este periodo muestran una gran variedad tipológica: ollas de perfil globular y de borde vuelto, tapaderas, platos con y sin engobe interior rojo (asimilables a las formas Vegas 15, 15a y 15c) y cuencos de borde horizontal. Las jarras predominantes son Vegas 37, Vegas 38 y Vegas 44. La procedencia de la inmensa mayoría de recipientes parece claramente itálica, aunque no podemos descartar las imitaciones locales. Aparecen asimismo algunos morteros (mortaria) de las primeras variantes tipológicas imperiales (Dramont 1, Dramont 2, morteros de labio vertical), fabricados en los talleres que comienzan a surgir en época tardoaugustea en el Lacio y la Campania6. Por lo que respecta a las ánforas, junto a ejemplares de procedencia bética para salazones (Dressel 7-11) se han constatado ánforas vinarias de origen itálico como la Dressel 2-4 campana (Carreras, 1996: 206). También aparecen Haltern 70, destinadas al transporte de olivas preservadas en vino cocido. Los recipientes cerámicos de procedencia itálica constituyen una mayoría abrumadora dentro de los niveles fundacionales del campamento de Astorga. Resulta sorprendente su calidad técnica e iconográfica –en el caso de las lucernas– de algunos ejemplares, sólo comprable a la de otros establecimientos del limes germánico o a las grandes ciudades mediterráneas como Cartago o la misma Roma. Cierto número de ejemplares, hallados en el nivel más antiguo de los asentamientos, debieron llegar entre la impedimenta original de las legiones al asentarse en suelo hispano (Morillo, 1992: 168). Sin embargo, muy pronto es necesario arbitrar otras soluciones para abastecer a las tropas. En efecto, un ejército de varios miles de hombres, distribuidos en varios establecimientos repartidos por una amplia franja, requiere para su correcto funcionamiento numerosos bienes de primera necesidad, como vino, trigo y aceite, así como productos manufacturados como vestidos, calzados, tiendas, armas, recipientes metálicos y cerámicos de todo tipo, sin contar con los caballos y bestias de carga. La intendencia militar debió ocuparse en un principio del aprovisionamiento de los centros militares establecidos en la vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica, entre los que se encuentra Astorga, muy alejados de las grandes rutas de comunicación costeras, fluviales o terrestres. La administración militar organizó una amplia red de suministros, que abarcaba tanto productos de primera necesidad como objetos manufacturados. Entre estos productos manufacturados debían encontrarse sin duda los recipientes cerámicos, uno de los escasos testimonios que han llegado hasta nosotros. La importación desde la zona costera de la Tarraconense oriental, siguiendo el Valle del Ebro, y de los centros béticos, a través de la capital lusitana, debieron convertirse en las principales vías de aprovisionamiento (Fernández Ochoa & Morillo, 1999: 45). Además, las dificultades y los elevados costes del transporte terrestre de objetos delicados impulsa el desarrollo de un complejo sistema artesanal dentro del ámbito de algunos campamentos, destinado a cubrir sus necesidades cerámicas básicas (platos, fuentes, boles, vasos, jarras, lucernas, etc.) y disminuir su dependencia de las importaciones itálicas. Entre estas producciones cerámicas se encuentra la cerámica fina de mesa, la conocida como terra sigillata, la cerámica común y de paredes finas o las lucernas. No obstante, en el campamento de Astorga no se ha constatado producciones militares por el momento, por lo que la importación se convierte prácticamente en su única fuente de aprovisionamiento. Dentro de este ámbito militarizado poco a poco debieron irse introduciendo los negotiatores privados. El tráfico de suministros para el ejército desde el este y mediodía peninsulares debió constituir un importante estímulo para el desarrollo de un incipiente comercio hacia las regiones periféricas del norte peninsular, tal y como demuestran testimonios arqueológicos como las lucernas (Morillo, 1999: 324-325). 2. Periodo tardoaugusteo y tiberiano (10/15-37 d. C.) Algunos de los recipientes constatados en el momento anterior continúan apareciendo junto a otras formas nuevas. Esta fase se caracteriza desde el punto de vista de la procedencia de los materiales por el incremento paulatino de las producciones de origen galo, que a comienzos del reinado de Claudio han desplazado casi por completo a las importaciones itálicas. Un fenómeno sorprendente, que no podemos dejar de señalar, es que las incipientes producciones de terra sigillata local de tradición itálica surgidas al calor de los establecimientos militares de Herrera y León cesan bruscamente a comienzos del reinado de Tiberio, cierre que parece debido a una decisión de la administración militar en este sentido, por razones que por el momento no podemos comprender. Por otra parte, el cese de la actividad de las officinae cerámicas militares no es completo y parece afectar sólo a la fabricación de terra sigillata local de tradición itálica, mientras otras producciones como las lucernas, se mantienen (Pérez González, 1989: 214; Morillo, 1999: 63-66 y 323-324.; Morillo-García Marcos, 2001: 155). Posiblemente este suceso se encuentre relacionado con las modificaciones de la estrategia militar aplicada por el Estado romano en la península ibérica en un momento tardoaugusteo-tiberiano temprano. Dichas transformaciones se manifiestan en la profunda remodelación sufrida en este momento por los campamentos de la legio IIII Macedonica en Herrera (Pérez González, 1996: 91) y de la legio VI victrix en León (García Marcos, 2002: e. p.). Tanto en uno como en otro caso, se observa la sustitución de estructuras constructivas más frágiles y perecederas por otras más sólidas, hecho que debemos interpretar como un interés por consolidar dichos recintos militares, fenómeno que coincide cronológicamente con la estabilización de la frontera septentrional y la configuración definitiva del limes renano-danubiano (Morillo, 2002: e. p.). Pero no sólo los campamentos de León y Herrera se verán afectados. Una de las consecuencias más visibles de los cambios en la política militar hispana es el abandono del acantonamiento de Astorga por parte de la legio X gemina, que se traslada a un nuevo emplazamiento en Rosinos de Vidriales en torno al 15/20 d. C. (Morillo, 1999: 335). Sobre el lugar de su antiguo campamento se fundará la ciudad de Asturica Augusta, capital del conventus Asturum, primer núcleo civil de importancia en la región septentrional de Hispania, y centro rector de la minera del oro regional. El horizonte cerámico de la capital astur durante este periodo presenta rasgos bastante distintos a los otros tres campamentos, en los que el papel del ejército sigue siendo preponderante. Durante los años finales del reinado de Augusto y a lo largo del de su sucesor Tiberio, las manufacturas itálicas siguen monopolizando las importaciones, siendo durante la etapa claudia cuando definitivamente se verán desplazadas por las producciones del sur de la Galia. Por lo que se refiere a la TSI, esta fase, caracterizada por el desarrollo de las decoraciones aplicadas además de por la aparición de las marcas in planta pedis, esta definida por la presencia de los últimos estadios morfológicos de ciertos vasos como la copa de forma 22, que dará paso a la 23, ya plenamente tiberiana, y el plato de la forma 18, que paulatinamente derivará en la forma 20. El primero centra su producción entre los años finales de Augusto y el 30 {6} Sobre los morteros hispanos con marca de ceramista v. Pérez González y C. Fernández Ibáñez, 1989 y Alcorta, 1995 y 2001). 126 II. P RODUCCIÓN , CIRCULACIÓN Y CONSUMO ASTURICA AUGUSTA COMO CENTRO DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO CERÁMICO d. C., mientras que el segundo se generaliza en los años centrales del siglo I, llegando alcanzar incluso sus postrimerías (Ettlinger et alii, 1990: 86) También se atestiguan platos de la forma 217. Los fragmentos de plato de la forma 4 recuperados muestran ya perfiles propios del periodo tardoaugusteo –variante 4.5– y, sobre todo, de época tiberiana –variantes 4.6 y 4.7–. Un fenómeno similar se detecta en el caso de la forma 31, que frecuentemente presenta decoración burilada en el cuarto de círculo superior, producida en Pisa y los talleres campanos (Ettlinger, 1990: 106). Los recipientes de las formas 32.1, 32.4, 34.1, 36.3 y 37.1, cuantitativamente menos abundantes, no ofrecen tampoco problemas para su datación en época tiberiana. Las marcas de ceramistas indican que Arezzo sigue siendo el centro productor mejor representado, junto a porcentajes menores de otras procedencias. Asistimos durante este momento a la llegada de los primeros recipientes de terra sigillata gálica, tanto formas lisas como decoradas, concretamente sus variantes más antiguas como las formas Drag. 18/31, Drag. 24/25 o Drag 29, que comienzan a popularizarse a partir del 20 d. C. (Oswald & Pryce, 1966: passim). Asimismo encontramos algunos recipientes más tardíos, como la forma Drag. 27, datada entre los reinados de Claudio y Nerón (Oswald & Pryce, 1966: 186-187). La mayoría de las piezas de vajilla de origen gálico halladas en Asturica proceden de los alfares de La Graufesenque, constatándose producciones de alfareros que trabajan en este periodo como Iucundus. Las presencia de lucernas en el registro arqueológico de este periodo manifiesta también notables cambios respecto a las décadas anteriores. Continúan apareciendo lucernas de las variedades morfológicas Loeshcke Ia y Loeschcke III. Pero junto a ellos aparece también la Loeschcke Ib, surgida en época tiberiana, posiblemente en los años centrales del reinado de este emperador, prolongándose su uso a lo largo del gobierno de Claudio (Loeschcke, 1919: 26-27; Morillo, 1999: 76-77). La procedencia de estos ejemplares sigue siendo itálica en su mayor parte. Sin embargo, uno de los aspectos más llamativos desde el punto de vista lucernario es, junto a las importaciones itálicas, la presencia de lucernas derivadas del tipo Dressel 3 o “tipo Andújar”. La fabricación de este tipo arranca precisamente del reinado de Tiberio, prolongándose durante el gobierno de Claudio (López Rodríguez, 1982: 382; Roca, 1980: 239; Roca, 1990: 394; Morillo, 1999: 100). Desde el punto de vista cronológico, la llegada de las lucernas derivadas de Dressel 3, también conocidas como “tipo Andújar”, a este territorio coincide asimismo con el momento en que deben cesar las importaciones de aceite itálico y aparecen los escasos restos de ánforas béticas del tipo Dressel 20. La dispersión de las lucernas derivadas de Dressel 3 confirma la localización de sus centros productivos en el área meridional hispana, concentrándose principalmente en el valle del Guadalquivir y sus afluentes (López Rodríguez, 1982: 379-390; Moreno Jiménez, 1991: tipos 40-44). Sotomayor identificó un taller de lucernas de este tipo en Andújar (Sotomayor et alii, 1976: 111-147; Sotomayor et alii,1981: 307-316), taller al que se han añadido en época reciente otros en Córdoba (Amaré, 1988/89: 103-115; Bernal, 1993: 207-220) y Mérida (Rodríguez Martín, 1996: 143-144). Sin embargo, uno de los aspectos más llamativos de este tipo de lucernas es su significativa presencia al norte de Sierra Morena, en contraposición a los recipientes de terra sigillata fabricados asimismo en los alfares meridionales, que no traspasan este accidente geográfico. En la región septentrional de la Península las lucernas de tipo Andújar se concentran en las ciudades y campamentos más importantes, principalmente Astorga y León, o aparecen aisladas en lugares ubicados junto a las principales vías de comunicación norte-sur, principalmente la llamada vía de la Plata, que enlaza Emerita Augusta con Asturica, penetrando incluso hasta la Asturia Transmontana (Morillo, 1999: 100-104). A nuestro juicio, esta peculiar difusión de los ejemplares “tipo Andújar” obedece a un comercio sui generis, en el cual la lucerna no constituye el objeto primordial, sino una mercancía secundaria que acompaña a los cargamentos de aceite bético hacia los principales asentamientos del norte peninsular, localizados principalmente en el conventus Asturum. Los elevados costes del transporte de lucernas por vía terrestre se verían de esta manera enjugados dentro de la distribución olearia. La proximidad de buena parte de los hallazgos a la Vía de la Plata podrían apuntar hacia este camino natural como la principal ruta de comercialización de ambos productos (Morillo, 1999: 325; Morillo, 2001: 630-631). Dichas lucernas deben encontrarse indefectiblemente unidas al comercio de aceite bético, que traslada dicha sustancia desde la Bética o desde algún punto intermedio hasta la región septentrional de la Península. Este lugar intermedio bien pudo ser Emerita Augusta, capital de la Lusitania y centro de redistribución y comercialización regional de bienes de consumo y productos manufacturados. Los negotiatores o mercatores, bien por propia iniciativa para vender su producción en Asturica, bien encargados por los responsables del avituallamiento de las tropas militares aún estacionadas en la región, pudieron acudir a Emerita para surtir a los consumidores septentrionales de aceite bético, sin tener que recurrir directamente a las regiones productoras. Las lucernas derivadas del tipo Dressel 3 pudieron constituir un complemento de valor añadido bastante rentable al comercio de aceite hacia el norte (Morillo, 2001: 630-631). Posiblemente los ejemplares hallados en los yacimientos septentrionales fueron fabricados también en la propia capital lusitana, tal y como apuntan los análisis arqueométricos practicados sobre las piezas de León, Astorga y Herrera de Pisuerga (García Giménez et alii, 1999: passim). Las lucernas “tipo Andújar” dominan casi por completo los mercados septentrionales hasta época de Vespasiano. La cerámica de paredes finas está representada en este horizonte principalmente por cuencos hemiesféricos de la forma Mayet XXXV. Estos recipientes van desplazando paulatinamente a los ejemplares de la forma Mayet XXXIII. Se siguen documentando ejemplares de tipos como el Mayet Vb, IX, XIV y XXXIII, que ya existían en la fase anterior, junto con otros nuevos como la Marabini XLIV y LVIII. La multiplicidad de centros productores de recipientes de paredes finas a partir de este momento (Italia, sur de la Galia, sur de España) hace muy difícil pronunciarse sobre la procedencia concreta de los ejemplares, pero no cabe duda de que algunos vasos siguen llegando de los centros productores centro y norte itálicos. Otros, como los de la forma Mayet Vb, proceden posiblemente del taller de Lyon, cuyas producciones se han identificado recientemente (Desbat et alii, 1996). Por otra parte, hacia el final de este periodo deben comenzar a llegar los primeros recipientes béticos de la forma Mayet XXXIV y tal vez vasos de alfares del Valle del Ebro como el de La Maja, tal y como sucede en el vecino asentamiento de Herrera de Pisuerga (Reinoso, 2002: e. p.). La cerámica común presenta un repertorio formal muy variado. Uno de los grupos más numerosos de este momento es el de las jarras, que presentan una enorme variedad tipológica. Se documentan tanto las de boca trilobulada como las de asa y boca estrecha. Aparecen numerosos platos de engobe interior rojo pompeyano, algunos de ellos sin duda importados de Italia. Al igual que {7} v. el trabajo de V. García Marcos en este mismo volumen. U NIDAD Y DIVERSIDAD EN EL A RCO ATLÁNTICO EN ÉPOCA ROMANA 127 ANGEL MORILLO CERDÁN / Mª TERESA AMARÉ TAFALLA aquellos, los morteros también parecen ser de origen itálico (Dramont 1 y 2), si bien comenzamos a conocer algunas imitaciones locales de muy baja calidad. Las ollas se encuentran también muy bien representadas, al igual que las tapaderas y los morteros. No obstante, la descentralización productiva creciente hace que, salvo en casos concretos como los que hemos señalado, sea muy difícil determinar el alfar o la zona de procedencia de los recipientes. Por lo que se refiere a las ánforas, siguen apareciendo algunos envases vinarios itálicos (tipo Dressel 2-4) pero, junto a ellos, comienzan a introducirse recipientes para caldos de la costa catalana (Pascual 1), la Bética, el Mediterráneo Oriental, Rodas y la Galia. Contamos también con contados ejemplares de envases olearios de la forma Dressel 20 y algunas ánforas de salazones de procedencia bética (Dressel 7-11, Beltrán IIa), además de ánforas para olivas (Haltern 70)8. Resulta digno de mención el hallazgo en Astorga de un ánfora de la forma Richborough 527, fabricada con toda seguridad en las islas Lípari (Italia), que se ha identificado recientemente con un contenedor de alum (alumbre), sustancia empleada para fijar tintes (Carreras, 1996: 207). Desde el punto de vista de la procedencia de los recipientes cerámicos, el periodo iniciado a finales del reinado de Augusto y que se prolonga a lo largo del de su sucesor, coincidente con la fundación de la ciudad de Asturica, se va a caracterizar por el mantenimiento de las importaciones itálicas, que llegan a tanto a través de la red de suministros militares creada en el periodo anterior, como a través de las redes de comercio surgidas al calor del avance del proceso de implantación romana en los territorios septentrionales, dentro de las cuales Asturica se va a convertir rápidamente en un centro regional para la redistribución de productos. Junto a las producciones itálicas se van abriendo camino desde mediados del reinado de Tiberio fabricaciones de origen galo (TSG) o hispano (ánforas, lucernas), que en un primer momento parecen llegar acompañando artículos de primera necesidad como vino o aceite. Junto a la ruta procedente de los puertos mediterráneos a través del valle del Ebro, va tomando cada vez más entidad la ruta que asciende hacia el norte procedente de Emerita, siguiendo el trazado de la llamada vía de la Plata (Amaré, 1992: 102-103), o las rutas más antiguas que penetraban en la Lusitania septentrional. 3. Periodo claudio y neroniano temprano (37-60 d. C.) No resulta fácil establecer el momento de arranque de este tercer horizonte julio-claudio, ya que corresponde a la consolidación de tendencias de época anterior. Se caracteriza principalmente por la práctica desaparición de las importaciones itálicas, desbancadas por completo dentro de los circuitos comerciales hispanos por las manufacturas gálicas de terra sigillata, y por las primeras producciones hispanas precoces de terra sigillata, así como lucernas, paredes finas y cerámica común de talleres locales o regionales. La liberalización de los talleres en época de Tiberio-Claudio va a llevar a la proliferación de pequeños talleres locales y a la consiguiente descentralización productiva regional para abaratar costes de producción y transporte. En los horizontes arqueológicos de este periodo, los recipientes de terra sigillata sudgálica sustituyen completamente a las importaciones de TSI. Formas lisas y decoradas a molde (Drag. 15/17, 18/31, Drag. 24/25, Drag. 27 o Drag 29), firmadas por alfareros como Iucundus, Secundus, Castus, Surdinus, Crestius o Vitalis, abundan en las estratigrafías correspondientes a las décadas centrales del siglo I d. C. (Astures, 1995: 278-279). Los rasgos morfológicos y ornamentales de dichas piezas permiten encuadrarlos dentro del denominado por Hermet “Periodo de esplendor”, que corresponde en el centro productor de La Graufesenque a los reinados de Claudio y Nerón (Hermet, 1934: 184). Junto a las piezas de vajilla, también aparecen otros recipientes de uso cotidiano, como los tinteros (Hermet 8/Ritt. 13). Entre los vasos de TSG destaca la llamada marmorata, documentándose formas Drag. 27, Drag. 18 y Drag. 29. Junto a las importaciones procedentes del centro ruteno de La Graufesenque, llegadas a través de los puertos mediterráneos, aparecen las primeras producciones de Montans. La abundancia de recipientes de este alfar al norte de la Cordillera, que corresponde a su difusión eminentemente cantábrica (Fernández Ochoa & Morillo, 1994: 184-185), nos lleva a plantearnos la posibilidades de que por primera vez alcancen la capital astur recipientes procedentes de los territorios transmontanos. Durante este periodo se documentan asimismo las primeras producciones de terra sigillata hispánica del valle del Ebro, concretamente las de los llamados alfareros precoces como M.C.R, Asiaticus, Maternus y Ullo, que trabajan sobre formas tomadas del repertorio formal de la TSG. Por lo que respecta a los recipientes para iluminación, las décadas centrales del siglo I d. C. están presididas por las formas Loeschcke Ib, Loeschcke III y Loeschcke IV, así como las derivadas de Dressel 3. Si, como ya hemos apuntado, este último tipo es de fabricación hispana, resulta más difícil pronunciarse sobre la procedencia de las lucernas de otros tipos, entre las que se encuentran ejemplares itálicos de gran calidad. Durante este periodo cesan casi por completo las importaciones de recipientes itálicos de paredes finas. Sin embargo se siguen documentando los tipos Mayet VIIIc, XII y XXXV, y Marabini XLIV, algunos de ellos sin duda fabricados en talleres itálicos. Pero en las décadas centrales de este siglo las producciones hispánicas se imponen claramente respecto a las itálicas. Se documentan de forma esporádica los tipos Mayet XVIII o López Mullor LIV, fabricados en la costa catalana. Sin embargo, los ejemplares más numerosos pertenecen a los tipos Mayet XXXIV y XXXV. Los recipientes de estas formas presentan decoración arenosa en la pared exterior o bien tanto en el exterior como en el interior. En ambos casos su procedencia parece ser bética. Mayet estableció la hipótesis de un origen en la costa gaditana para la forma Mayet XXXIV o “cáscara de huevo” y el valle del Guadalquivir para las formas XXXVXLI a partir de los mapas de difusión de ejemplares (Mayet, 1975: 148-150). Al igual que la cerámica de paredes finas, la cerámica común manifiesta una marcada tendencia hacia la regionalización productiva y comercial. Tan sólo algunos platos con engobe interior rojo pompeyano de excepcional calidad, permiten hablar de importaciones itálicas. Los materiales anfóricos hallados en las excavaciones de los contextos militares de León y Rosinos de Vidriales, tampoco permiten constatar importaciones itálicas en este momento. Se han identificado ejemplares de la forma Dressel 2-4 del Mediterráneo Oriental, y Haltern 70 y Dressel 20 béticas, además de algunos envases fabricados en la costa catalana (Dressel 2-4 y Pascual 1). Asturica se configura a partir de este momento como el gran centro comercial del Noroeste peninsular, a partir de la consolidación de rutas ya {8} En otros trabajos ya nos hemos ocupado de la problemática que presenta la ausencia de ánforas olearias en los yacimientos militares y civiles del norte de la Península, donde por otra parte abundan los recipientes lucernarios, hecho que confirma el empleo de aceite. La única explicación posible se encuentra, a nuestro juicio, en el empleo de recipientes alternativos de carácter perecedero, más adecuados para el transporte de aceite por vía terrestre. Nos referimos, claro está, a los odres o pellejos (cullae). V. Morillo, 1999: 326 y Morillo, 2001: passim). 128 II. P RODUCCIÓN , CIRCULACIÓN Y CONSUMO ASTURICA AUGUSTA COMO CENTRO DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO CERÁMICO abiertas por el ejército, rutas que confluyen en la capital del conventus y que se convierten en los ejes fundamentales de vertebración del territorio. Este proceso cristaliza definitivamente durante la época flavia. La descentralización productiva y el desarrollo de la red de comunicaciones regionales multiplica los testimonios cerámicos de todo tipo y procedencia. 4. Periodo neroniano tardío y flavio (60/98 d. C.) A diferencia de los horizontes arqueológicos correspondientes al periodo augusteo y julioclaudio, el panorama estratigráfico que se extiende entre los últimos años del reinado de Nerón y las décadas centrales del siglo III d. C. resulta mucho más confuso. Por una parte, los niveles arqueológicos correspondientes a dicho periodo, coincidentes con los momentos más florecientes de vida de la ciudad, han sido sistemáticamente desmontados durante la el periodo romano tardío, de tal manera que los materiales son muy abundantes pero proceden en su mayor parte de escombreras. Apenas se han documentado materiales en su correcta posición estratigráfica. Por otra parte, el estado actual del conocimiento científico sobre los materiales cerámicos de los siglos II y III, especialmente de la terra sigillata hispánica (TSH), no permite establecer márgenes temporales ajustados. Además, los materiales asturicenses de este periodo, a excepción de las lucernas, se encuentran todavía en proceso de estudio. Sin embargo, a pesar de estas limitaciones, es posible definir algunos rasgos básicos de los horizontes arqueológicos asturicenses de este periodo, que presentan una gran identidad con los de otros asentamientos romanos regionales, como Rosinos de Vidriales (Romero & Carretero, 1997; Carretero, 2000: passim), o Huerña (Domergue & Martín, 1977). El periodo neroniano tardío y flavio se caracteriza, desde el punto de vista del patrón material cerámico, por la presencia mayoritaria de TSH. Las producciones hispánicas, que irrumpen con fuerza durante el reinado de Nerón, compiten favorablemente con los recipientes de TSG, que entra en franca recesión. En este sentido Asturica reproduce la evolución constatada en otros yacimientos. Ya en este periodo se verifica la presencia de una elevada cantidad de formas de TSH, tanto lisas como decoradas. De las primeras se encuentran presentes todas aquellas que marcan el comienzo de la producción, directamente inspiradas en el repertorio de la TSG (Ritt. 8, Hisp. 15/17, Hisp. 27, Hisp. 24/25) además de algunas más avanzadas, propias de la época flavia (Hisp. 35 y 36, Hisp. 2, Hisp. 4 e Hisp. 7) (v. Burón, 1997: 68-69). Por lo que se refiere a las decoradas, destaca la Hisp. 29, Hisp. 30 y comienza a aparecer la Hisp. 37. En el terreno ornamental los temas de imitación van siendo sustituidos por los estilos metopados, a veces con grandes punzones9. Se documentan asimismo la cantimplora de la forma Hisp. 13. Los alfares riojanos parecen ser los abastecedores casi en exclusiva de la capital astur. Los talleres de Tritium Magallum (Tricio, Arenzana, Bezares o La Cereceda) ejercen casi un monopolio comercial. Junto a los recipientes de TSH, siguen apareciendo algunas producciones de TSG de la Graufesenque y Montans, de formas Drag. 37 o Dechélette 67, que van rarificándose hasta desaparecer por completo durante la época flavia. El predominio de la TSH se ve acompañado por la práctica desaparición de las producciones cerámicas extrapeninsulares en estos contextos arqueológicos. Las lucernas se encuentran caracterizadas por ejemplares de volutas del tipo Loeschcke IV, que constituyen una mayoría abrumadora en los horizontes correspondientes a la segunda mitad del siglo I d. C. (Morillo, 1999: 87-92). Junto a este tipo contamos con porcentajes menores de las formas Loeschcke Ic, Dressel 18, Dressel 19, Dressel 20, así como el primer tipo de lucernas de canal, Loeschcke IX (Morillo, 1999: passim). Es difícil pronunciarse sobre la procedencia de estas piezas, entre las que encontramos ejemplares itálicos, béticos, lusitanos, y tal vez, de producción local o regional. La cerámica de paredes finas está representada exclusivamente por las producciones del alfar zamorano de Melgar de Tera, situado en las cercanías del campamento de Rosinos de Vidriales, cuya producción arranca de los últimos años del reinado de Nerón y los comienzos del período flavio (Gimeno, 1990 Lion, 1997; Carretero, 2000). Dichos recientes, que adoptan casi siempre las formas Gimeno I y Gimeno II, y que presentan una característica decoración burilada y a la barbotina, monopolizan el mercado regional a partir del reinado de Vespasiano, haciendo desaparecer prácticamente las importaciones foráneas. Junto a las producciones de Melgar se documentan otros talleres del valle del Ebro y posiblemente producciones emeritenses. La cerámica común ofrece perfiles variados: morteros, ánforas, ollas, tapaderas, jarras y platos. Ignoramos de que centro o centros productores proceden los recipientes. Algunos de ellos pudieron ser fabricados en el alfar de Melgar de Tera, pero posiblemente existen recipientes fabricados en otros talleres locales o regionales, sin que por el momento sea posible establecer la procedencia de cada uno debido a la intensa descentralización productiva. Resulta muy probable la existencia de producciones de cerámica común en la propia Asturica (Burón et alii, 1997: 326-327). En un taller regional, tal vez ubicado en capital astur, se fabrican varias piezas de pasta blanca y decoración a molde recientemente descrita, que se difunde a lo largo de la vía de la Plata (Amaré et alii, 1997: passim). Algunos ejemplares, como los morteros, pueden proceder de Italia. Por lo que se refiere al material anfórico de este periodo, se detecta una gran variedad de formas y procedencias. Nos encontramos algunos ejemplares de ánforas béticas para aceite (Dressel 20), envases para salazones también de procedencia hispana meridional (Dressel 7-11, Beltrán II) y ánforas vinarias del tipo Dressel 2-4 llegadas del Mediterráneo Oriental o la costa catalana (Carreras, 2002: e. p.). Desde mediados del siglo I d. C., Astorga se configura como el gran centro redistribuidor de todo el comercio del Noroeste. En la capital astur confluyen dos de las principales rutas de la Hispania romana. Una de ellas procede de Tarraco y, pasando por la importante ciudad de Caesaraugusta y remontando el Ebro, corre a través de La Rioja y atraviesa la Meseta Norte al pie de la Cordillera Cantábrica; la otra comienza en la capital de la Lusitania, cruzando de sur a norte el occidente de la Meseta, la llamada vía de la Plata. Además, Asturica constituye el punto de partida y de llegada de las rutas que atraviesan los puertos cantábricos en dirección al sector central de la costa asturiana, así como de las tres vías que interrelacionan las tierras galaicas con la Meseta. A través de este complejo entramado viario alcanzan la capital astur productos de todo tipo y procedencia: ánforas, destinadas al transporte de vino, aceite y salazones, cerámicas finas, como la TSG del centro alfarero de La Graufesenque, TSH (terra sigillata hispánica) fabricada en los alfares riojanos, cerámica de paredes finas emeritenses y del alfar astur de Melgar de Tera (Zamora), lucernas itálicas, norteafricanas e hispanas, vidrio, etc. (Fernández Ochoa & Morillo, 1999: 95-96). Desde Astorga estos productos se difunden por el territorio astur, tanto al norte como al sur de la Cordillera. Durante la segunda mitad del siglo I {9} Sobre la cronología de las formas de TSH, el trabajo más completo, cuya referencia sigue siendo imprescindible es Romero Carnicero, 1985. U NIDAD Y DIVERSIDAD EN EL A RCO ATLÁNTICO EN ÉPOCA ROMANA 129 ANGEL MORILLO CERDÁN / Mª TERESA AMARÉ TAFALLA d. C. asistimos a una multiplicación de hallazgos de carácter material, presidida por la TSH como material-guía, que definen los horizontes de ocupación de la mayoría de los núcleos semiurbanos y rurales de este momento. Recientemente hemos denominado a este proceso histórico la “homogeneización del registro arqueológico regional” (Fernández Ochoa & Morillo, 1994: 186), que pone de manifiesto la entrada definitiva del territorio astur, tanto de la Meseta como de la franja cantábrica, dentro de los parámetros comerciales propios del mundo romano. 5. Siglo II y primera mitad del siglo III Este periodo, que corresponde al momento más próspero para la capital del conventus Asturum, supone la continuación de las tendencias ya apuntadas durante el periodo tardoneroniano-flavio. La koine comercial de aquella fase se mantiene, en términos generales, durante el siglo II y las primeras décadas de la tercera centuria. Sin embargo, a medida que avanzamos en el tiempo, se observa como, junto a las producciones cerámicas importadas desde otras regiones del Imperio o, principalmente, desde la misma Hispania, se desarrollan producciones locales. Este fenómeno de imitación no se verifica en el caso de la terra sigillata hispánica. Los recipientes fabricados en los alfares riojanos siguen copando el mercado regional de cerámicas finas. Pero la tendencia al autoabastecimiento y a la descentralización productiva de especies cerámicas queda perfectamente ejemplificada con el desarrollo de una alfarería destinada a elaborar cerámica de paredes finas en Melgar de Tera (Zamora) o las imitaciones lucernarias surgidas en Astorga (Amaré & García Marcos, 1994; Morillo, 1999: 138-139 y 325-326). El deseo de abaratar costes, así como cubrir las necesidades de una demanda creciente justifican este comportamiento, por otra parte común a todas las regiones del Imperio, que supone sacrificar la calidad de muchas producciones a cambio de una mayor difusión y popularidad. El horizonte arqueológico de este largo periodo sigue presidido, desde un punto de vista cerámico, por las importaciones de TSH de los alfares riojanos. Se introducen en el repertorio formas nuevas como la Hisp. 44 lisa y alcanzan su pleno desarrollo otras que ya habían surgido en la etapa anterior dentro del repertorio hispánico como la Hisp. 46 lisa o la Hisp. 39, Hisp. 49, Ritt. 8, Hisp. 15/17, Hisp. 27, Hisp. 33, Hisp. 10 y, sobre todo, la Hisp. 37, con su característica decoración a molde. Durante algún tiempo aún perduran los estilos metopados, pero van siendo paulatinamente sustituidos por los de círculos. Hacia mediados del siglo II d. C. nos encontramos ante una producción estancada, que va a repetir de forma reiterativa modelos anteriores, en medio de un deterioro técnico y decorativo y el práctico monopolio de la forma Hisp. 37 (Romero, 1998: 26). Las formas lucernarias más habituales durante este periodo son la Dressel 20, Loeschcke X, Dressel 28 y las lucernas derivadas de disco, junto a las que conviven otros tipos minoritarios. A medida que avanza el siglo II, observamos como las piezas importadas del norte de Italia, el Africa Proconsular e incluso la Mauritania Tingitana, que puntualmente adoptan una excepcional calidad, van siendo sustituidas por producciones locales o regionales de tipos idénticos. Del valle del Ebro proceden contados ejemplares de lucernas de canal del tipo Loeschcke X fabricadas en terra sigillata hispánica altoimperial. El conuentus Bracarensis, posiblemente la propia capital, proporciona algunas piezas pertenecientes a las variantes de canal y de disco, entre las que destacan las producciones de L. Munatius Threptus y Lucretius (Morillo, 1999: passim). La demanda generada por la ciudad, así como el menor coste que implica la fabricación in situ incentivan el surgimiento de producciones lucernarias locales. El hallazgo de un excepcional conjunto de moldes y de varias piezas fabricadas mediante dichos moldes ha permitido identificar sin ninguna duda la existencia de un pequeño taller local dedicado a la elaboración de piezas de la forma Loeschcke X durante el siglo II d. C. (Amaré & García Marcos, 1994; Morillo, 1999: 138 y 596-597). El nombre de su propietario o gestor, Virillivs, se conoce gracias a las firmas que aparecen en la base de las lucernas. Los objetivos de dicho taller debieron centrarse en el autoabastecimiento local, aunque sus producciones alcanzan Rosinos de Vidriales (Romero Carnicero & Carretero, 1997: 60) y, tal vez, León (Morillo, 1999: 138). Más problemática resulta la existencia de producciones locales de lucernas derivadas de disco en la capital asturicense. Sin embargo, aunque en este caso no hemos hallado resto alguno de la infraestructura productiva, la abundancia de lucernas de este tipo y su baja calidad parecen descartar una importación de dichas piezas desde algún taller lejano, avalando su elaboración local (Morillo, 1999: 125-127). El mismo proceso de descentralización productiva que registran las producciones lucernarias afecta asimismo a otro tipo de recipientes cerámicos, tales como la cerámica de paredes finas y la cerámica común. Por lo que se refiere a la primera de ellas, los vasos fabricados en el alfar de Melgar de Tera siguen dominando el mercado regional. Dichas producciones se difunden preferentemente hacia asentamientos del conventus Asturum (Carretero, 2000: fig. 277), aunque también alcanzan asentamientos galaicos como la Lucus Augusti (Alcorta, 1994: 208-212 y 218-220) o el Chao Samartín (Fernández Ochoa, 1983: 222), e incluso se documentan en Conimbriga (Alarc„o, 1975: 80-92, lám. 23-29). Como es bien sabido, dentro de los recipientes cerámicos fabricados en dicho taller son muy características las representaciones aplicadas de rostros humanos barbados más o menos estilizados y realizadas a la barbotina. Braithwaite ha señalado recientemente la estrecha asociación de las representaciones iconográficas de este tipo con las áreas militarizadas del norte europeo (Braithwaite, 1984: 99-100), aspecto que se verifica asimismo para el caso de Melgar, situado a escasa distancia del campamento del ala II Flavia en Rosinos de Vidriales (Carretero, 2000: 536540). Su difusión hacia un ámbito militarizado, nos lleva a plantearnos si la expansión de recipientes del taller de Melgar obedece a un gusto militar específico por este tipo de representaciones o tan sólo a las circunstancias del tráfico comercial regional que cristaliza desde mediados del siglo I d. C., dentro del cual los recipientes del alfar de Melgar buscarían aquellos mercados más atrayentes situados a una distancia razonable para rentabilizar la inversión productiva. De cualquier manera, teniendo en cuenta la extraordinaria abundancia de este tipo de vasos en los yacimientos de Legio y Asturica10 no debemos descartar que dichos centros hayan desarrollado producciones cerámicas del mismo tipo que las de Melgar, si bien por el momento carecemos de evidencias sobre esta posibilidad (Amaré et alii, 2000/01: 165). Por lo que se refiere a las cerámicas comunes, encontramos un repertorio formal amplio y variado, donde se encuentran presentes recipientes de todo tipo y finalidad. Al igual que en Lucus (Alcorta, 2001: passim), el mercado se encuentra dominado por las producciones locales, que están en fase de identificación (Burón et alii, 1997). Las ánforas muestran la misma variedad que durante el periodo anterior, lo que avala un tráfico intenso de productos de primera necesidad, demanda que, a juzgar por la calidad de algunos productos, en ocasiones es muy exigente. {10} Aunque el estudio sobre la cerámica de paredes finas de Astorga todavía está en fase de elaboración, se han dado a conocer algunas producciones de Melgar (v. Burón, 1997: 68-69, fig. 38, nº 287 y 289; Suárez Vega, 1995: 280) 130 II. P RODUCCIÓN , CIRCULACIÓN Y CONSUMO ASTURICA AUGUSTA COMO CENTRO DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO CERÁMICO Las ánforas vinarias hispanas (Dressel 2-4), campanas (ánfora “a bastone”), rodias y orientales (Agora G-199, Dresel 2-4) constituyen la inmensa mayoría. Junto a ellas destacan las salazones béticas (Dressel 7-11, Beltrán IIa y IIb) (Carreras, 2002: e. p.). Las ánforas aceiteras siguen siendo muy escasas, sin duda porque su papel lo suplen los odres para el transporte interior (Morillo, 2001: 628-629). la Bética y el área riojana-burgalesa confirma que las rutas comerciales del periodo anterior, tanto la del valle del Ebro como vía de la Plata, siguen estando operativas, si bien la cantidad de productos transportados parece ser mucho más reducida. 7. Siglo IV y primera mitad del V (320-459 d. C.) 6. Segunda mitad del siglo III y comienzos del IV d. C. El panorama de la ciudad va a cambiar significativamente a partir del siglo III. La región septentrional de la península ibérica se va a ver profundamente afectada por la crisis económica generalizada, que lleva consigo profundas transformaciones. La drástica reducción de la documentación arqueológica durante este periodo ha sido interpretada como un colapso casi total del tráfico comercial (Fernández Ochoa-Morillo, 1994: 188). Sin embargo, la dificultad de individualizar correctamente los registros estratigráficos del siglo III, cuyo patrón material no se ha definido aún correctamente, complica sobremanera la interpretación de este periodo crítico. A excepción de la numismática, que presenta el problema de sus largas perduraciones, los materiales-guía imprescindibles para la reconstrucción histórica del siglo III aún están por definir. En concreto, a pesar de algunos meritorios intentos (Paz Peralta, 1991; Tovar, 2000) todavía están en proceso de elaboración las secuencias temporales de la producción de terra sigillata hispánica de este periodo. Siempre partiendo del análisis del registro material, particular repercusión parece tener en la región astur el cierre de las explotaciones auríferas estatales (Sánchez-Palencia, 1995: 148; Domergue, 1990: 221-223). Astorga sufre una honda crisis, coincidente con el fin de las explotaciones auríferas. La vitalidad económica de la ciudad se detiene bruscamente hacia mediados del III, tal y como evidencia la brusca contracción del registro arqueológico. No obstante, en plena época tetrárquica se detecta un renovado interés por la ciudad, que culmina en la construcción de la muralla bajoimperial y una gran remodelación urbanística (Fernández Ochoa & Morillo, 1999: 102-109). El patrón material cerámico de este horizonte está compuesto principalmente por las producciones de terra sigillata hispánica, las llamadas “avanzadas”, “transicionales” o “intermedias” (Romero Carnicero, 1998: 207), que también pueden denominarse simplemente “sigillata del siglo III” como ha propuesto recientemente Juan Tovar (Juan Tovar, 2000: 47). Son formas en su mayoría lisas, platos (Hisp. 15/17, Hisp. 36, Hisp. 77), vasos (Hisp. 46 e Hisp. 49), tapaderas (Hisp. 7) y jarras (Hisp. 12 e Hisp. 22). Se constatan también algunas formas decoradas a molde como el cuenco Hisp. 37 (García Marcos et alii, 1997: 520). Dichos recipientes son importados de los talleres riojanos y de los nuevos centros de fabricación que empiezan a surgir al este de la Submeseta norte. Los recipientes de sigillata están acompañados en los mismos niveles por lucernas derivadas de disco y de la forma Loeschcke X, fabricadas posiblemente en Astorga, cuya cronología se extiende entre el siglo II y los primeros años del IV (Morillo, 1999: 125-127 y 132-134), así como algunos ejemplares de la nueva forma Dressel-Lamboglia 30b, posiblemente importados de la Bética y documentados en niveles de la segunda mitad del siglo III (Morillo, 1999: 123-125). Mucho más difícil es establecer el resto de producciones cerámicas de esta fase, que aún se encuentran en proceso de definición. Aunque el autoabastecimiento parece ser la tónica general en este momento de recesión económica, la presencia de recipientes cerámicos procedentes de El horizonte arqueológico correspondiente al periodo comprendido entre el 320 y los años centrales de la siguiente centuria esta definido por la presencia de recipientes de terra sigillata hispánica tardía (TSHT). El estudio de este material, actualmente en curso, es probable que pueda permitir en un futuro distinguir varias subfases dentro de este periodo, atendiendo a la evolución decorativa de la sigillata. Entre las producciones lisas destaca la presencia de las formas lisas 8 (Palol 10), 5 (Palol 8), 71 (Palol 2), Palol 3, 74 (Palol 4), 56 (Palol 14) correspondientes a platos, cuencos y jarras. Entre los recipientes decorados a molde sobresale la forma 37 tardía (García Marcos et alii, 1997: 520-524). Entre las producciones de TSHT ampliamente representadas destacan las lucernas (TSHT 50), primera producción lucernaria de gran entidad fabricada en la región septentrional de la Península (López Rodríguez, 1982: 385), que acompaña a los recipientes anteriores en su traslado hacia Asturica. Se documenta asimismo la presencia de cerámica hispánica tardía gris y naranja (Paz Peralta, 2003: e. p.). Este panorama nos permite apuntar que la mayor parte de los recipientes cerámicos que circulan a través de las redes comerciales de distribución en dirección a Astorga son de origen peninsular, procedentes de los alfares situados en la zona burgalesa o riojana, donde se documentan los centros productores (López Rodríguez, 1985: 246; Paz Peralta, 1991: 47-50; Juan Tovar, 1997: 550-553). No obstante, el monopolio de las producciones hispánicas no evita la llegada de algún recipiente de procedencia africana o gálica. Entre las primeras se encuentran algunos ejemplares aislados de terra sigillata africana, entre los que se encuentran lucernas de los tipos Hayes Ib y Hayes IIa (Morillo, 1999: 148-152) entre otros recipientes como platos y fuentes de las formas Hayes 9a, 59a, 99a o 103a, entre otras (Paz Peralta, 2003b: e. p.), presentes en toda la orla costera atlántica (Alonso & Fernández Ochoa, 1988: 369, fig. 14). Asimismo alcanzan la capital astur algunos ejemplares de terra sigillata gálica tardía del círculo atlántico, muy abundante en la costa cantábrica pero ausente de Galicia (Uscatescu et alii, 1994: 224). Se ha documentado al menos la forma Rigoir 1. Esta producción será objeto de imitación por parte de algunos talleres hispanos, todavía por identificar, cuyas producciones se evidencian también en las estratigrafías asturicenses. Posiblemente los recipientes norteafricanos importados lleguen a Astorga a través de los puertos de escala enclavados en las costas gallegas o asturianas, desde donde se difunden hacia la Meseta. La presencia de algunas ánforas aceiteras béticas del tipo Dressel 23, así como un ánfora oriental del tipo Late Roman 1, confirma la vigencia de las rutas marítimas cantábricas. Entre la cerámica común destacan los platos de imitación rojo pompeyano, jarras, cuencos, vasijas de almacenamiento, etc. La mayor parte de los recipientes parece ser de producción local a juzgar por sus características. Al igual que la terra sigillata de este momento, las cerámicas comunes se encuentran en estudio, lo que nos impide llegar a conclusiones más ajustadas como se ha hecho en yacimientos próximos como Gijón (Fernández Ochoa, 1997: passim; Fernández Ochoa, 1997b: 451, nota 2). Entre las producciones de este periodo mejor definidas recientemente se encuentran las llamadas ollas de borde plano U NIDAD Y DIVERSIDAD EN EL A RCO ATLÁNTICO EN ÉPOCA ROMANA 131 ANGEL MORILLO CERDÁN / Mª TERESA AMARÉ TAFALLA horizontal, destinadas al transporte de miel o salazones, cuya dispersión se centra en el valle del Ebro y costa cantábrica, a través de la cual pueden haber alcanzado la capital astur (Fernández Ochoa & Zarzalejos, 1999). Los testimonios cerámicos documentados en las estratigrafías de Astorga confirman que durante el Bajo Imperio se mantiene en activo la amplia red viaria creada durante el Principado en el Noroeste peninsular, dentro de la cual el antiguo conventus Asturum estuvo perfectamente comunicado con el resto de Hispania. La actuación estatal se limito a potenciar algunos caminos de particular interés dentro de la nueva estrategia imperial, en detrimento de otros. Resulta significativo que por primera vez las fuentes itinerarias integran la Asturia Transmontana dentro de las principales rutas de comunicación regionales. El Ravennate recoge la conexión entre Asturica Augusta y Lucus Augusti a través de Lucus Asturum, este último en territorio transmontano. Asimismo, menciona una ruta intitulada Augusta BracariaOssaron, que bordearía el litoral atlántico y cantábrico hasta Ossaron (Irún) en el límite con la Aquitania. Ambas rutas citadas en el Anónimo de Ravenna confirman el renovado valor rutero que adquiere el territorio transmontano de los astures y sus conexiones con la Meseta a través de Asturica, así como con Bracara, la nueva capital provincial, posiblemente por razones de estrategia político-económica (Fernández Ochoa & Morillo, 1999: 104-108 y 113). A comienzos del siglo IV d. C. se aprecia un resurgimiento de la actividad comercial, evidenciada principalmente por la ingente cantidad de TSHT que alcanza los núcleos urbanos y los establecimientos rurales regionales, entre los que destaca Asturica. La mayor parte de los recipientes cerámicos que circulan por las redes comerciales de distribución son de origen peninsular, fabricados en los alfares que proliferan en Los recipientes de TSHT llegan a todos los rincones del país astur, alcanzando en grandes cantidades las riberas del Cantábrico. Junto al tráfico comercial eminentemente terrestre, responsable de la llegada de una ingente cantidad de recipientes de TSHT desde la cuenca alta del Duero y en el valle del Ebro, debe mantenerse la ruta marítima del Cantábrico, apoyada en la costa asturiana por el puerto romano de Gijón. Este enclave ofrece la comunicación más directa con legio VII gemina y Asturica, núcleo este último que debía funcionar como importante centro de 132 II. P RODUCCIÓN , CIRCULACIÓN Y CONSUMO redistribución y consumo. Dicha ruta no se abandona ni siquiera tras las convulsiones políticas provocadas por la ruptura de la frontera renana en el 409. Los hallazgos arqueológicos confirman su vitalidad al menos hasta el siglo VI (Fernández Ochoa & Morillo, 1994: 190). Ambos ámbitos, el cantábrico y el meseteño, se encuentran perfectamente interconectados desde el punto de vista comercial a juzgar por los materiales evidenciados. Y precisamente es Asturica, la antigua capital astur, el centro nodal de este esquema comercial, que debe mantenerse en pie incluso tras el hundimiento de la frontera septentrional del Imperio, perdurando al menos hasta mediados del siglo V d. C. Tras un periodo inicial, correspondiente al establecimiento de un campamento militar en el solar de Astorga, cuyas necesidades van a ser cubiertas gracias a la administración militar mediante importaciones itálicas, la fundación de la ciudad de Asturica Augusta, va a traer como consecuencia la creación de un centro urbano de gran relevancia, auténtica capital regional. En pocas décadas se convierte en uno de los centros económicos más importantes del noroeste hispano, polo comercial de redistribución de mercancías de muy diversas procedencias. Su destacado papel se basa, además del rango de capitalidad, que le dota de una población creciente y de una clientela foránea que demanda productos de elevada calidad, en su posición geográfica, justo al borde de la Meseta y controlando las vías de comunicación hacia Galicia. En efecto, se convierte en el centro nodal de la red de comunicaciones del norte y noroeste de la Península, interconectando la vía de la Plata con la vía que, procedente del valle del Ebro, atraviesa la Meseta norte al pie de la Cordillera Cantábrica. En Asturica confluyen además las rutas procedentes de Galicia y la Asturia Transmontana. Su importancia como centro comercial se verá refrendado por la presencia de productos de orígenes diversos, tanto hispanos como extrapeninsulares. El avance y consolidación del proceso de implantación romana en la región, convierte la capital astur en centro de redistribución y fabricación de recipientes cerámicos de todo tipo, demandados por una población que ya ha asumido como propios los patrones culturales del mundo mediterráneo. La pérdida de su importancia administrativa a partir del siglo III no va a afectar este papel de cara al comercio regional, papel que seguirá desempeñando durante el periodo tardorromano. ASTURICA AUGUSTA COMO CENTRO DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO CERÁMICO 1. Planta hipotética de Asturica Augusta en la que se reflejan las construcciones más relevantes halladas hasta el momento (según V. García Marcos, J. M. Vidal y M. A. Sevillano) U NIDAD Y DIVERSIDAD EN EL A RCO ATLÁNTICO EN ÉPOCA ROMANA 133 ANGEL MORILLO CERDÁN / Mª TERESA AMARÉ TAFALLA 2. Contexto arqueológico de carácter cerámico del periodo augusteo pleno y tardoaugusteo (20/15 a. C.-10/15 d. C.) 134 II. P RODUCCIÓN , CIRCULACIÓN Y CONSUMO ASTURICA AUGUSTA COMO CENTRO DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO CERÁMICO 3. Contexto arqueológico de carácter cerámico del periodo tardoaugusteo y tiberiano (10/15-37 d. C.) U NIDAD Y DIVERSIDAD EN EL A RCO ATLÁNTICO EN ÉPOCA ROMANA 135 ANGEL MORILLO CERDÁN / Mª TERESA AMARÉ TAFALLA 4. Contexto arqueológico de carácter cerámico del periodo claudio y neroniano temprano (37-60 d. C.) 136 II. P RODUCCIÓN , CIRCULACIÓN Y CONSUMO ASTURICA AUGUSTA COMO CENTRO DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO CERÁMICO 5. Contexto arqueológico de carácter cerámico del periodo neroniano tardía y flavio (60-98 d. C.) U NIDAD Y DIVERSIDAD EN EL A RCO ATLÁNTICO EN ÉPOCA ROMANA 137 ANGEL MORILLO CERDÁN / Mª TERESA AMARÉ TAFALLA 6. Contexto arqueológico de carácter cerámico del siglo II y la primera mitad del III d. C. 138 II. P RODUCCIÓN , CIRCULACIÓN Y CONSUMO ASTURICA AUGUSTA COMO CENTRO DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO CERÁMICO 7. Contexto arqueológico de carácter cerámico de la segunda mitad del siglo III y comienzos del IV d. C. U NIDAD Y DIVERSIDAD EN EL A RCO ATLÁNTICO EN ÉPOCA ROMANA 139 ANGEL MORILLO CERDÁN / Mª TERESA AMARÉ TAFALLA 8. Contexto arqueológico de carácter cerámico del siglo IV y la primera mitad del V (320-459 d. C.) 140 II. P RODUCCIÓN , CIRCULACIÓN Y CONSUMO ASTURICA AUGUSTA COMO CENTRO DE PRODUCCIÓN Y CONSUMO CERÁMICO BIBLIOGRAFÍA ALARCAO, J. de (1975): La cerámique commune locale et régionale, Fouilles de Conimbriga V, Paris. ALCORTA IRASTORZA, E. 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