Susana Cella Incidentes Ediciones Gog y Magog, 2013. Aguasvivas En aguas de transparencia y cielo andan nadando las medusas con sus intrigantes cabezas ahora sólo cristaleadas burbujas oculta su bilis defensora disimuladas sus temibles cabelleras Pero aun, sabiéndolas temblor de huida e impulso suscitan hasta batir manos y pies entre el común aire y las misteriosas siluetas acrecidas en soplo húmedo. ¿Qué dicen cuerpo y lazos empapados? ¿Cuánto persiguen uno a uno y ambos dos? Hubimos dibujado en relente tiempo la celenterada imagen hasta tocar, en día ignominioso, un símil de bolsa o plástico ardiendo para nuestros desencuentros en las ensuciadas aguas de un mar que por turbio, se nos hacía remezón de río inmóvil donde no atesoran su cáustica sustancia ni sus finas telas las azuladas medusas del remoto trazo en un delgado papel. Cuál yo demorado El olor de los jazmines, como una niebla pálida, menos presente que evocada se aloja, zonza, entre mí y cuál yo demorado. Y el viento del sur, arremete sólo para que ecos de luz anden temblantes como tajante goteo clavándose en las persianas cuando mi ansiosa pregunta rasga el ramalazo de la lluvia contra la madera o hierro por inquieto misterio de los verdores lanzados. Ahí afuera, en la anochecida noche de titilante negro con viento sur mojado en la intemperie, maldigo y digo ¿Por qué no estás para fortalecerme con tu preciso y urgente amor reclamando? Transfiguración de lo ido ¿Dónde me están llamando, regresándome al día implacable? Nada me pertenece sino aquello que perdí. Párrafo libre de ayer, la memoria confluye sobre un bélico fondo de esperanzas... J.C. B La dura arpillera y el lienzo sin lo que tuviera matices tornasoles y textura viva se revuelven bajo como si movieran la tabla sola de una mesa deslustrada sobre la que solían acomodarse tazas tibias al partirse en dos la mañana en la que alrededor se encontraran los cuerpos hoy sombras aturdidas igual que arpillera viva y blando lienzo de oscuro giro sin aliento ni salida a sitio alguno que diera algún hosco resplandor una aureola desvaída, un mínimo goteo para la sed nunca perdida. La palabra reflejándose Luminando como un recuerdo sumergido en la superficie del agua veo una palabra, y tal vez su color y resonar sea casual, aunque mucho dude porque repito tal vez y tal, ¿acto o sustancia, o potencial? En fachadas anidan rumores y fachada es tanto más o Qué me desafía a desligarla de sustrato esencial o de existir en cotidiano misterio abismal en parpadeantes reflejos que por entreaguados y entrevistos signan su presencia carnal Sin matiz intencionado, verbo o sustantivo, veo y abrigo en cuerpo dulcemente penetrado por agua limpia. Vacío turbio Recuerdo confusamente algunos episodios se pierden en melancolías enroscadas Sustraída la presencia, todo puede ser entre lamento y golpe Fuerte es el silencio, inhóspita la sombra difusa de lo que pudo haber sido y no fue ni será Irreversible el tiempo no deja la huella siquiera Nomás páramo y sequía, cenizas sin viento Una foto borrosa, desenfocada es más testigo que la cadena pegajosa de mentidas frases o razones íncubas Si pudiera decirse que son piedrazos asordinados entre almohadas lóbregas podría decirse una palabra que, por lo visto y sentido Aquí en este ahora no acude Como te parezca, aire Soplá soplá viento de invierno Y sí, seguí soplando, viento de invierno Molesto sí y en sincero te lo digo pero menos de lo que tu soñado aliento imaginara, sí, y te lo digo Tus dientes atarascando tus fríos dientes no muerden hasta el desmayo o la alucinación dientitos de frío, pinchan y aun son tanto porque no se ven y nomás se sienten en tu respiración tallada. No fuerte, sí y con todo tu furor, vientito, menos inmisericorde. Hola, hola, hala hola y cuánto ruido de soplo devastador. Canto es aliento calcinado, o frío y concreto o transformado estado de la materia, soplo duro, sólido, cuando es sí, macizo, el canto en la garganta raspando de la voz piedra y cómo voz aireada en cuál verdor impar querés, brisita hosca, que te andemos temiendo. Amistosa tu fanfarronada, te sabemos, porque sí nos consta cuánto falsan las amisteadas palabras de reconciliación y los exvotos múltiples a una fe atea. Vientito torpe, no soples en las fingidas amadurías de inhóspitos Y sí andate con cuidado, porque aunque falta de imagen la torva caricia contagia y lograr puede su celar. Aunque tu aliento sea rudo, estarías asustando a cuál inocente bestia. Hola, oh, cantemos, aire escupido y airado, o más bien, soplá fuerte a los verdeantes santos que te amilanan con caricia fatal, porque, vientito ventilado, ya deberías enterarte de que a los verdeantes santos y símiles caricias, qué si no, les quedaría, más que tu desnuda verdad. Ahí es cuando en tu aire desasido quizá arrimes tontera como saeta heridora, temible juntura para mentida hermandad y por tanto, vientito fresco, nada por calcinar. Hola, oh, cantemos, a los buenos, a la alegre bendición de vida sin doblez, qué ilusión, se dirá, qué tontería. Helado, heladísimo, amargo cielo de invierno que no muerde tan hondo y no olvida el don. Mucha amistad encubierta, excesivo cariño, mero engaño. Entonces, fiesta verde, la espina es corta, el agua apenas profunda En tanto estemos juntos en esta callada amistad. Que jamás nunca he de traicionar por decir épica desoída de antemano. Sólo con nuestros bellos acordes en cuerdas enclenques en rotas teclas y parches agujereados, caprichosos, armados y fulgentes bordonea el aire y los puros andan con cabeza baja y feliz porque saben con bien saber, que un viento les trajo al que los celebra y canta. Dispuestas las estructuras No otra cosa que el hormigón armado suplía las estructuras férreas de las casas No otra cosa que el cemento puro ardientemente inducido para ser, para la dura y el durar Sembradío de vigas llenas en suburbio Ellas, las nuestras casas fueron, sustentadas como estaban, persistiendo por designio magno de nuestra estirpe eternizable, monumentos apenas afligidos por calculosa herencia y en justo estar más luego abrigadas y erguidas, avistando razones venideras y pasados inderruidos. Solas solas esparcidas andan o se sostienen en terrenos divisos y abandonados para nuestra escasa pertenencia de la que sin embargaduras ni hospitalidades quedan y quedan refaccionadas fachadas interdictas a desviar enclavados que de nítidos y resurgentes, van conminándonos a la trasquila en la tierra buena, de los siempre presentes por derecho de construcción. Un cemento armado, un tirante, un balde metálico donde juntar valiosos escombros. Material noble, amasado, te cuento y recuento en mis actuales gestos de ordenar por cuanto de viva polvareda nos diste. Qué más puede suplir un cemento puro. Risa gutural Risa gutural se alza cuando la muerte toca Los actos viscerales de día a día Y se deshace en más sonrisas por sentir Que ha zafado de la oscura tiranía Engañada, por sí sola, por consuelo Por mentira De la oscuridad suma, del fuego inminente Envolviendo carne tibia, dolor enloquecido Molestos acicates alzados entre y contra día a día. Nessun dorma a L.V. Antes del temblor de amor y esperanza Radiosa y fulgurante, desafiando estrellas Llega esa mujer y atraviesa el salón de la puerta oscura y lustrosa. Pero por maldición y ruego la noche no se disipaba. Avanzó deslumhrando la miseria de lo que moría. Nueva princesa plebeya de carne buena sosteniendo magnífico cristal negro ojos y pelos, oscuras tintas sobre blanco bello Flecha el paso a través de la estancia que la alumbra cuantiosa, múltiple y ligera. Paradoja sería su victoria al amanecer. El hombre en desencanto por óptima lucidez de lo que cerca se retira de la mesa voraz retraído de la ruidosa fiesta con su misterio en sí cerrado, y esquiva con apagado disgusto las torverías de comensales arribados. En compás, en giros, en revueltas silentes, embutidas charlitas de estar y no estar siguiendo las desacordadas ilusiones y los esquilmados deseos se fruncen sedas apretadas ondean pliegues murmurantes telas de araña maldita y precauciones multiplicadas para quien desde un rincón mira a la blanca mujer azabache con tristemente fascinados ojos Desdeñar no puede el hombre la invitación al baile que siquiera parcial lo devuelve, ensoñado, al tiempo ido y en giros disimula cuanto puede su resucitada emoción que ella sabe y alienta aun celando al amante que la mira discreto desde el rincón mismo en que antes el triste hombre estuviera escondiéndose por evitar la escena donde la condolida señora se reseca de virtud y desencanto traga sin gracia una hija boba Mientras hombre y mujer nítidos bailan en el mismo medio de una pálida reunión cuyos embelecos celebran los recién llegados, la celda que no se ve acallada por los roncos estamentos y los nítidos uniformes en el torvo cielo de irónica madrugada un servil vigilante anuncia la hora de fusilar. En claroscuro vivo cerrada, penumbrosa y triste la celda que no se ve es el fluido contrapunto de la escamosa fiesta. Lúgubre, cuál de las dos a la hora en que amanece cielo verdoso y permanente estrella atisbada por el hombre desvelado por saber que lo que se mueve y lo convoca a mirar al Alba, no vencerá.