Oración Ambientación: La sala estará ambientada con velas, luz tenue, una cruz, cojines para sentarse y música relajante. Entrarán en la sala a oscuras y se sentarán en silencio. En el centro habrá un papel contínuo grande, pintura de dedos, un pincel y toallitas húmedas. Introducción: Te pedimos Señor que nuestras manos sean manos que aporten alivio, consuelo, manos que enjuguen lágrimas, manos amorosas de padre y madre, manos de amig@ que sepan acariciar, servir de apoyo, alentar, manos que expresen ternura, caricia, acogida, amistad, que estrechen y se estrechen. Manos que trabajen y preparen el futuro, manos que muestren en sus surcos los caminos seguidos, manos del Amor, manos que descubren la belleza del compartir y compartirse, manos que hablen de la gratuidad en los regalos recibidos y que se transformen en gratitud entregando y entregándonos, manos que cuanto más se vacían, más se llenan. Manos abiertas para recibir las tuyas. (Se les invita a sentarse en el suelo, con los ojos cerrados, con las manos caídas sobre las rodillas y las palmas hacia arriba, sintonizando la respiración, relajándose) Canto: Manos vacías. Reflexión: Toma conciencia del aspecto de las yemas de tus dedos, de la palma de tus manos.... Experimenta su plenitud, su fuerza, su madurez... Piensa en tus manos.... Piensa en las manos más inolvidables que hayas conocido: las de tu madre, las de tu padre, las de tus abuelos... Recuerda otras manos más gastadas por los años que hayan descansado en las tuyas... Piensa en las de un recién nacido... en la increíble delicadeza, perfección y hermosura de las manos de un bebé... Hubo un tiempo en que las tuyas eran así... Piensa en todo lo que han hecho tus manos desde entonces... Casi todo lo aprendiste por medio de ellas: a volverte, a moverte, a gatear, a mantenerte en pie, a agarrarte a algo por primera vez, a comer, a bañarte, a vestirte... Intenta recordar el día en que, gracias a tus manos, aprendiste a escribir tu nombre... No empleamos nuestras manos sólo para nosotros mismos, sino también para los demás... ¿cuántas veces han ayudado a otros? Recuerda el cansancio, el dolor y las heridas que sufrieron... Cuántas veces se juntaron para orar... Cuántas veces se unieron a otras manos… Nuestros padres las guiaron para que hicieran la señal de la Cruz... Levanta lentamente tu mano derecha y colócala suavemente sobre tu corazón... Apóyala con más fuerza, hasta que percibas sus latidos, los más misteriosos entre todos los sonidos humanos... ese ritmo aprendido antes de nacer, por el latir del corazón materno... Apóyala aún más fuerte... apártala manteniéndola a la misma distancia que la ropa, para sentir el calor que hay entre tu mano y tu corazón... Ahora déjala caer suavemente, como si llevaras tu corazón en ella... Cuando le das la mano a otra persona, no le das sólo la piel y los huesos... también parte de tu corazón... Piensa en todas las manos que han dejado huellas en ti... Piensa en las personas que llevan las huellas de tus manos... Ahora, sin abrir los ojos, extiende tus manos hacia ambos lados para que encuentren otras manos... No te limites a tomar esas manos... explora, capta su misterio... deja que te hablen... Trata de expresar tu agradecimiento por el calor que te dan... Ahora, suelta las otras manos... Experimenta la huella de su presencia... La sensación de su calor podrá desvanecerse, pero si has puesto en ellas tu corazón, su huella quedará en ti para siempre... Dinámica: Estamparán sus manos pintadas en el papel contínuo, y luego escribirán al lado su nombre. Aquellas personas que en la reflexión hayan juntado sus manos escribirán en el papel qué le han aportado esas manos en ese momento o en algún otro, qué es lo que han sentido por medio de ellas. Si quieren, lo compartirán con el resto. Conclusión: TU MANO APRETADA No pida yo nunca estar libre de peligros, sino valor para afrontarlos. No quiera yo que se apaguen mis dolores, sino que sepa dominarlos mi corazón. No busque yo amigos por el campo de batalla de la vida, sino más fuerza en mí. No anhele yo, con afán temeroso, ser salvado, sino esperanza de conquistar, paciente, mi libertad. ¡No sea yo tan cobarde, Señor, que quiera tu misericordia en mi triunfo, sino tu mano apretada en mi fracaso! Rabindranath Tagore TU MANO APRETADA No pida yo nunca estar libre de peligros, sino valor para afrontarlos. No quiera yo que se apaguen mis dolores, sino que sepa dominarlos mi corazón. No busque yo amigos por el campo de batalla de la vida, sino más fuerza en mí. No anhele yo, con afán temeroso, ser salvado, sino esperanza de conquistar, paciente, mi libertad. ¡No sea yo tan cobarde, Señor, que quiera tu misericordia en mi triunfo, sino tu mano apretada en mi fracaso! Rabindranath Tagore TU MANO APRETADA No pida yo nunca estar libre de peligros, sino valor para afrontarlos. No quiera yo que se apaguen mis dolores, sino que sepa dominarlos mi corazón. No busque yo amigos por el campo de batalla de la vida, sino más fuerza en mí. No anhele yo, con afán temeroso, ser salvado, sino esperanza de conquistar, paciente, mi libertad. ¡No sea yo tan cobarde, Señor, que quiera tu misericordia en mi triunfo, sino tu mano apretada en mi fracaso! Rabindranath Tagore