VINCULOII

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ASOCIACIÓN URUGUAYA DE PSICOANÁLISIS DE LAS CONFIGURACIONES
VINCULARES
SEMINARIOS:
CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA TEORÍA PSICOANALÍTICA
VÍNCULO II
Ana Mokszanski
RESPUESTAS:
¿Todo vínculo genera cambios?
¿Sólo hay vínculo en presencia?
Se me hace difícil separar las respuestas a estas preguntas. Es más, se me
hace difícil poder encontrar respuestas que me dejen satisfecha.
Quizás sean de esas preguntas que queden abiertas, que fluyan a lo largo
del tiempo y la experiencia.
Alguna vez leí (no recuerdo donde), que la respuesta es la muerte de la
pregunta. En ese sentido a estas preguntas puedo augurarles larga vida.
Me propongo entonces una meta más humilde: reflexionar sobre estos
temas.
En su libro “Devenir Otro con Otro(s)” Berenstein define el vínculo como:
“…una situación inconsciente que ligando dos o más sujetos, los
determina en base a una relación de presencia”.
Aquí la presencia aparece como una nota determinante del vínculo.
¿Será tan determinante la presencia física? ¿Será tan sencillo como que si
hay presencia hay vínculo o si no, no lo hay?
Quizás sea bueno pensar en qué contexto Berenstein nos está hablando.
Está intentando construir un marco teórico que sustente una nueva
práctica clínica. Está intentando trazar, demarcar, toda una serie de
conceptos que le permitan establecer los parámetros para el trabajo
vincular, diferenciándolo de la clínica individual. Esta última es el imperio
del mundo interno del paciente, de sus fantasmas y representaciones.
Subrayar la presencia física supone establecer una diferencia clara entre
uno y otro trabajo.
Más tarde, en su libro “Del ser al hacer”, el mismo autor define al vínculo
como: “…una relación entre otros, uno de los cuales era lo que
anteriormente denominábamos yo”.
Esta definición desde mi punto de vista parece más amplia, más abierta.
En el concepto mismo del otro hay toda una serie de nociones implícitas:
ajenidad, novedad, diferencia. Quizás aquí, Berenstein no siente la
necesidad de subrayar la presencia.
Ahora bien, ¿todo vínculo supone presencia? ¿Todo vínculo supone
cambio?
Sería tentador, de hecho me tienta mucho, poder responder afirmando o
negando simplemente. La verdad, tienta hacer las cosas más sencillas, a la
manera de una telenovela mejicana donde el malo es bien malo y el
bueno es pura bondad.
La realidad nos muestra otra cosa. Es esquiva, compleja, los colores puros
escasean o son inexistentes… predominan las gamas o los grados.
He pensado mucho en torno al vínculo o no vínculo.
He llegado a concebir una suerte de dos polos para ayudarme a ir
entendiendo un poco más estas cosas.
Un polo sería el sueño, el otro el vínculo.
El sueño supone una vuelta hacia sí de la libido, un predominio del mundo
interno, de nuestros fantasmas. Freud decía que en la fantasía está
permitido pulular todo, más allá de su naturaleza, al resguardo del mundo
externo y del juicio de realidad.
En el vínculo en cambio, el yo encuentra un límite contundente a su
mundo interno. El otro se impone, habla, se mueve, piensa y dice más allá
de nuestros deseos y necesidades. Queda fuera del control omnipotente.
El otro se muestra como obstáculo al imperio de nuestro mundo interno y
sus representaciones. No se ajusta a ellas a pesar de nuestros intentos,
genera cambio, acomodamiento, nuevas huellas.
En lo cotidiano, ¿nuestra vida transcurrirá en un polo o en el otro? ¿o será
que navegamos en zonas intermedias, en las gamas o en los grados?
El mismo Berenstein ¿no empieza a navegar en los grises cuando
diferencia entre presencia y presencia propiamente dicha? La primera
sería una presencia que confirma la representación, la segunda enfrenta
con la ajenidad.
En fin… ¿sólo hay vínculo en presencia? ¿todo vínculo genera cambio?
Sigo pensando… no encuentro el color puro, en mi paleta parece haber en
este momento sólo gamas…
Diferencias entre objeto externo y otro.
Desde el psicoanálisis se diferencia objeto interno y externo. En principio
la diferencia alude a los “mundos” donde éstos habitan.
Podríamos decir que el objeto externo es condición de existencia del
objeto interno. Este puede parecerse más o menos a aquél, pero nunca
habrá coincidencia.
El objeto externo supone juicio de existencia. Freud lo conceptualizaba en
“La negación”, trabajo del año 1925, como un juicio propio del yo real
definitivo, que tiene por función decidir sobre la existencia real de una
cosa en el mundo. Si algo presente como representación puede ser
encontrado en la realidad. En fin, se trata de discernir entre el adentro y el
afuera.
Cuando hablamos del otro, siguiendo ahora a Berenstein, no nos
referimos simplemente a una exterioridad.
El otro se basa en un juicio de presencia. Aquí nos enfrentamos con la
ajenidad, con lo novedoso, con lo no representado.
El otro supone imposición, límite al yo, está más allá del deseo, de la
voluntad o de la intuición. El otro tiene vida propia, inédita y sorpresiva.
Así como en el psicoanálisis individual navegamos en el mundo interno del
paciente, entre representaciones y relaciones de objeto, el psicoanálisis
vincular nos enfrente con la otredad, la imposición, la ajenidad. Es esto, lo
ajeno, lo que motoriza el vínculo.
Pensar desde el uno, pensar desde el dos.
Desde que me recibí he trabajado en la clínica individual desde un marco
teórico psicoanalítico.
Cuando estoy en sesión con un paciente aflora su mundo interno, sus
objetos, sus representaciones y fantasías. Se trata de propiciar el
despliegue de este mundo. Éste es el material de trabajo. Apuntamos a
sus conflictos internos, a la emergencia de su deseo inconsciente.
El centro es este sujeto, producto de un devenir histórico, donde lo
determinante son sus primeros años de vida y los avatares de su
conflictiva edípica.
Desde el punto de vista ético, hay una frase de Doltó que me es muy útil.
Ella decía algo así como que nuestra tarea no es la de desear algo para
alguien, sino la de ser instrumento que posibilite la emergencia de su
propio deseo.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando llegan más de uno a consulta, una familia,
una pareja?
Pensar desde la óptica del uno puede seguir siendo una opción.
Concebimos así el vínculo como la suma de individualidades acabadas que
se encuentran. Cada uno viene con su bagaje histórico el cual debe ser
analizado.
Pensar desde el dos supone un giro, una nueva perspectiva. Implica un
descentramiento del sujeto, supone una concepción distinta del mismo. Al
sujeto ya no se lo ve acabado, estructurado, sino en un constante devenir.
Constituyendo, constituyéndose, a través de vínculos que generan nuevas
marcas.
El vínculo no sería así una reunión de “unos”, sino relación entre “otros”.
Hablar de otro implica ajenidad, novedad, no representación.
Concebimos sujetos que producirán un vínculo, el cual no suprime quien
es cada quién, pero cada uno será diferente a lo que era antes de dicho
vínculo. El vínculo supone subjetivación.
El trabajo se centrará en el vínculo, en el entre. Espacio complejo de
concebir. Está constituido por los sujetos, pero no es de uno ni de otro, no
es suma, está constituido “por”, pero a la vez es constituyente “de”.
La ética de trabajo hace un giro, la máxima del accionar del terapeuta
pasa de apuntar al despliegue del deseo inconsciente a propiciar el
despliegue de la ajenidad entre los miembros del vínculo.
Pensar desde el dos, ¿sólo si hay más de uno? Esto me resulta sumamente
interesante para reflexionar. Será una de las tantas cuestiones a continuar
pensando.
¿Qué puntos de “Introducción al narcisismo” les parecen interesantes
como esbozos de la teoría vincular?
En su libro “Devenir Otro con Otro(s)” Berenstein nos dice: “El sujeto
humano deviene en un vínculo con otro. No es un ser que está hecho ni
está determinado sólo por la potencialidad a desplegar.
Sin otros entonces, no podríamos hablar de sujeto ni de procesos de
subjetivación.
¿Podría Freud haber pronunciado esta frase?
El término psicoanálisis es introducido por Freud hacia el año 1896. En el
año 1922 definía esta disciplina como un método de investigación de los
procesos mentales, un método de tratamiento de los trastornos
neuróticos basado en dichas investigaciones y un conjunto de
concepciones psicológicas que formarían progresivamente una nueva
disciplina científica.
Vemos entonces que el interés de Freud apunta a lo intrapsíquico. El
acento está puesto en incursionar en el mundo interno.
Concebir la existencia del inconsciente, establecer que el yo ya no es
dueño de su propia casa… Toda una revolución en el pensamiento, en la
concepción del ser humano.
A lo largo de su obra vemos como va construyendo los pilares de este
marco teórico, muy resistido y criticado por muchos.
Freud no nos habla del entre, del otro, de imposición. Toma como motor
la pulsión.
Ahora bien, el que su mirada se dirigiera hacia otras zonas ¿implica un
desconocimiento de lo que suponen las relaciones significativas para el ser
humano?
Desde su conceptualización de lo que llamará la primera vivencia de
satisfacción, aparece otro que logra calmar al lactante al bajar la tensión
interna producto de la necesidad. Esta experiencia constituirá el
fundamento del deseo.
Sin duda, Freud no se detiene a pensar en torno a esta persona exterior
que, debido al desamparo inicial del ser humano debe intervenir, pero la
concibe.
El complejo de Edipo, punto nodal de la teoría freudiana, con sus efectos
estructurantes, supone un conjunto organizado de deseos, tanto
amorosos como hostiles que el niño experimenta hacia sus padres.
La identificación, deja de ser un mecanismo psicológico más, para ser
concebida como la operación en virtud de la cual se constituye el sujeto.
En “Introducción al narcisismo” obra de 1914, podemos rastrear ciertos
pasajes que desde mi punto de vista aportan a lo vincular.
Uno de ellos me parece particularmente ilustrativo de lo que en la clínica
se siente como un telón de fondo en el vínculo de padres e hijos. Él ve en
el amor parental una trasmutación del narcisismo propio al amor de
objeto.
Explica así la idealización que recae sobre el niño, el cual tendrá que
cumplir todo aquello que sus padres no pudieron. Una suerte de
retaliación al destino propio, “his majesty the baby”.
Más adelante nos habla del ideal del yo, de la conciencia moral,
relacionándonos con la influencia crítica de los padres, educadores y de la
sociedad misma.
En fin, no creo que Freud formulara la frase de Berenstein, pero creo que
su obra aporta mucho para poder entenderla. A esta altura creo que
podemos concebir que hay muchos lugares para mirar esto tan complejo
como es el ser humano.
Podríamos pensar en un escenario donde se desarrolla una obra de teatro,
de la que participan distintos actores. Freud seguirá el tránsito de alguno
de ellos. Hay más, los ve, pero no deposita allí su curiosidad.
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