Capítulo X. LAS LEYES DEL SIGLO XX

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LAS LEYES DEL S1GL0 XX
Como consecuencia de los excesos a que había Ilevado la
desamortización y ante las trabas ya impuestas por una poIftíca forestal mós consciente, ejecutada con verdadero espfritu
de apostolado y con energfa y amor a la profesión por el
Cuerpo de Ingenieros de Montes, se inicia nuevamente entre los
polftícos ei deseo de volver ai camino recto en materia agrfcola,
que era el de la colonizacibn, y asf aparece en 1907 una Ley,
primera de! presente siglo, promulgada según se dice en ella
con carácter de ensayo, que se aplicó durante veinte aiios y
que no ha respondido a los propósitos que la inspiraron, porque
limitó la función colonizadora a los montes púb(icos cedidr^s con
ese fin y porque trataba de elevar a la cond'+ción de propietario
a obreros desposeídos de toda clase de bienes y que no tenian
aquellos hóbitos y aquella capacidad de trabajo ni ei espfritu
de prevísíón que enseña la experiencia ser necesario para poder
pasar de la condición de asalariado a la de propietario, por
modesto que éste sea.
EI mejor comeñtario, que con ei fin de que no parezca pasional podemos hacer de esta obra colonizadora del presente
siglo, es el que !a propia Dirección de Accíón Socíal Agraria
hace en publicación de la misma, y que dice lo siguiente:
"En los montes públicos, toda posibilidad de colonización
estaba agotada hacta ya tiempo; la negligencia del Estado en
la defeñsa de la superficia forestai, ha dado por resultado que
todos los terrenos que en tales predios eran aptos para el cultivo-aun siendo míseros s^ ^ rendimientos-, estaban ya po-112-
sefdos y explotados por colonizadores voluntarios; guerrilleros
del cultivo, a quienes la Ley designa con el nombre de roturadores arbitrarios. Las colonias fundadas en estos montes públicos
tuvieron mós de desierto de la Tebaida que de jardfn de Hespérides; y los mfseros labrantines, en ellas confinados más á su
gusto, se avinieron a la vida estéril del asilado, que al dinamismo
del colonizador; y cuando los auxilios y anticipos del Estado
cesaron y Ilegó el temido momento de tener que vivir de) predio,
no fueron pocos los que lo abandonaron ante la imposibilidad
de lograrlo, ya por su exigua cabida, ya por falta de suelo y
sobra de peñascos.
"En la labor realizada durante veinte años para la instalación
de 18 colonias, distribufdas por toda España, durante tan largo
perfodo no Iogró emanciparse una sola de la tutela del Estado,
por esa dificultad de que queda hecho mérito, de que las colonias establecidas en tales predios públicos pudieran bastarse
a sí mismas económicamente. La Ley de Colonización sólo previó
cinco años para ese régimen de tutela; la imposibilidad de desprenderse de él en veinte años-a pesar de ser oneroso para el
Estado-es la prueba m6s clara del fracaso económico del
sistema.
"La superficie puesta en cultivo durante esos veinte años fué,
pues, de 5.155 hectóreas, y los colonos establecido ^ 1.670, correspondiendo a cada colono, como fiérmino medio, un lote de
3,74 hectáreas, cabida a todas luces insuficiente para que pueda
trabajar y vivir una familia, y mós tratóndose de tierras de secano, y, en general, de fnfima calidad. '
.
"EI coste de I obra realizada fué de 13.260.ó94,95 pesetas,
gastadas por el Estado, al que hay que añadir los gastos de
Dirección y Administración y el valor de las 11.028 hectóreas
de terreno entregadas a los colonos, cultivadas o no, y que por
tratarse de bienes del Estado o del Municipio no se valoran y
fueron entregadas a los colonos á título gratuito.
"No debe silenciarse que en esta obra de colonización pueden distinguirs® a lo largo de los veinte años de su duración,
cuatro perfodps. EI primero, en que el Estado entregaba a los
colonos, además de su parcela, el dinero necesario para su
puesta en ^cultivo, sin exigirles ®t reintegro de cantidad alguna;
de esta época son colonias como EI Plans IAlcoyl, en que ®I
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a
Estado gastó por hectórea 11.131,62 pesetas y 22.2ó3,25 por
colono.
"Lo elevado de estas cifras hizo pensar, sin dura, en que parte
de los gastos sufragados por el Estado fueran devueltos por las
Cooperativas de colonos, y con arreglo a este criterio se hicieron
colonias como las de Cerrillo Verde fValverde de Alcalá ^ , que
costó a! Estado 29.541,41 pesetas por colono, y Algaida ISanlúcar de Barrameda), a la que el Estado aportó, sin reintegro,
2.580.165,82 pesetas.
"Fué menester aun reducir el gasto o coste a cargo del Estado, y entonces surge una tercera modaiidad, en la que éste
aporta una parte del gasto, otras que reintegran !as Cooperativas en un plazo más o menos largo y otra individualmente, los
colonos, y, se Ilega a costes más so{^ortables para el Erario
público y aun para las colonias; puede servir de tipo la colonia
Galeón ICazalla de la Sierra), en que el gasto total de pesetas
1.920.433,93 corresponde reíntegrar, a la Cooperativa, 495.692,08
pesetas; a los colonos, 1.064.568,79, y corre a cargo de! Estado,
350.173,06 pesetas.
"Y viene el último perfodo, eñ que el Estado prescinde ya
de hacer viviendas en cada lote para los colonos, almacenes
para la Cooperativa, etc., y se limita a poco mós de un reparto
de tierras y a aquellas obras y antícípos estrictamente indispensables, y que, aun asf, reparte con los colonos y las Cooperatfvas; es.^el caso de Nigueruela fCañamero), en que 1.112 hectóreas'son puestas en cultivo por 458 colonos, con 824.118,44
pesetas; saliendo la hectórea a 734,59 pesetas de gasto y
1.772,29 cada colono.
"Véase cómo la obra de colonízación, que bajo los auspícios
de la Ley de 1907 se (levá a cabo, orientada en un sentido
fuertemente benéfico; horra de todo sentido econónrico, en contacto con las impurezas de la realidad, va atenuando aquél y
adquiriendo éste. Cada vez el Estado va poniendo menos en
la obra colonizadora y exigiendo mós al colono, al que concede,
al mismo tiempo, una mayor libertad de movimientos. Y es de
notar que, conforme es menos fuerte la intervenci^n del Estado
y más activa la de! colono, la empresa adquiere ona mayor
realidad, una eficacia de que antes carecía, y son estos colonos,
que sólo reciben del Estado una entreayuda, los que cumplen
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mós escrupulosamente sus compromisos y los que realmente
arraigan en su pa'rcela y realmente cvlonizan."
Ley de 7 de enero de 1927.-E) Real decreto-le^r de 7 de
enero de 1927. La nueva modalidad de esta cvlonización es que
no trata de proporcionar trabajo o tierras al simple jornalero
para convertirlo en propietar.io, "renuncia por el momento a
realizar esta obra", según dice el Ministerio de Trabajo, erizada
de dificultades enormes, y emprende desde luego un camino
mós liviano, desprovisto en absoluto da toda idea de beneficencia. Se limita a elevar de condición social al labrantín, que
como colono o pequeño arrendatario, durante muchos años ha
demostrado su cariño a la tierra y su competencia, labróndola
por sí mismo, labrantín que, además del hóbito y la experiencia,
tiene ya una vivienda, posee aperos y ganado de labor y sólo
necesita hacer suya una herramienta de trabajo, que posee en
precario, y euyo concurso le es absolutamente preciso: el terruño
objeto de sus afanes, la tierra que fecundó con su esfuerzo, la
senara que riega cón el sudor de su frente.
A este pequeño colono es a quien se ha querido dar acceso
a la propiedad, sin menoscabo del derecho de nadie; el Estado
se limita a anticiparle, con un interés módico y por un plazo suficiente, el dinero que precisa para pagar al contado la tierra que
como arrendatar.io labra. AI propietario, desinteresado de su
propiedad, en cuanto no sea percibir la renta legítima que le
corresponde, en nada se le violenta si se le ofrece pagar al
contado el valor de su finca, y es claro que queda en libertad
de aceptar o no la propuesta.
Este sistema, que resuelve uno de los aspectos del problema
de !a tierra, a mi modo de ver, es dignv del mayor elogio, y
personalmente he podido apreciar el entusiasmo con que ha sido
acogido, las ventajas del mismo y la fructífera labor que desde
que se ha iniciado va ejecutando la Acción Social Agraria, pero
esto se desenvuelve dentro de la zona agrícola ya cultivada y
poblada.
Precisamente deja fuera de su , acción, en primer lugar, e!
terreno inculto, mejor dicho, el que no puede ni debe, por tanto,
cultivarse, esa media España a que antes hice referencia, y después al jornalero, al obrero, que sólo tiene para su sustento ese
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probable jornal, que tantas veces faita y que provoca el paro
del problema agrario mós agudo de nuestra tierra, y quizós
también sea preciso tener muy en cuenta la necesidad de completar los medios de vida de ese pequeño labrador a qu+en la
Acción Social recoge para procurarle un bienestar un poco
mayor, que sea la base de un ahorro, que es lo que trae luego,
como consecuencia, no sólo la mejora de la vida, sino muchas
veces la de los sistemas de cultivo.
Esto puede resolverse con la repoblación forestal de los terrenos incultos, con los jornales que Ilevan consigo tales trabajos
y los de conservación de la masa creada y, mós tarde, con Id
industrialización de las zonas repobladas.
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