DDT paff

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DDT paff!
LA HISTORIA DE UNA MOLÉCULA
Con este título quiero hacer referencia a aquel anuncio de matamoscas
que nos amenizaba los días de vacaciones estivales en nuestra
infancia. Para los que ya no cumplimos los 50; si te sientas en una
habitación fresquita, un poco oscura, cierras los ojos y repites el título
de este artículo, con la musiquita correspondiente, probablemente
retrocedas en el recuerdo 40 años de golpe. De todas formas el título
aquí recogido no es exacto, el citado anuncio decía: “ZZ paff, ZZ paff,
…., y las mata bien muertas”; pero, dado que el significado de las
siglas ha ido evolucionando con el tiempo, no parece prudente hacer
más referencias. Y además, lo que se pretende es comentar algunas historias de un compuesto
químico (molécula), que mataba las moscas durante los años de nuestra infancia, que nos sigue
acompañando hasta nuestros días y que, quizás, sea uno de los productos químicos más
estudiados durante el siglo XX; aquí va la historia del insecticida “DDT”.
El nombre propio, en forma de siglas, DDT, proviene de las iniciales de su nombre científico
“Dicloro, Difenil, Tricloroetano”, derivado de su estructura química. El DDT es el primer
plaguicida (que no pesticida, como dicen algunos, sin
pensar que en castellano: “plaga” no es lo mismo que
“peste”), el más conocido y notorio, y quizás la molécula
más distribuida a nivel universal. Es un sólido incoloro e
inodoro, es casi insoluble en agua, pero tiene muy buena
solubilidad en disolventes orgánicos, en grasas y en
aceites; esta propiedad tiene gran transcendencia para su acumulación en los seres vivos.
La molécula ya fue sintetizada en el 1873, pero no fue hasta 1940 que el
químico suizo Paul Hermann Müller descubrió el efecto tóxico del DDT
contra varios insectos, por ello recibió el premio Nobel en Fisiología o
Medicina (1948). El DDT fue desarrollado como el primero de los
insecticidas modernos y fue utilizado inicialmente en la Segunda Guerra
Mundial entre los soldados como piojicida, donde produjo muchas
intoxicaciones agudas e incluso suicidios entre la tropa. No obstante, el DDT
mostró gran eficacia para combatir a los mosquitos que transmiten la malaria, el tifus y otras
enfermedades humanas propagadas por insectos.
La malaria o paludismo transmitida por el mosquito Anófeles ha sido
desde siempre la peor de las enfermedades, a juzgar por el número de sus
víctimas. Hasta la llegada del DDT, unos 200 millones de personas eran
atacadas anualmente por la malaria y de ellas todos los años morían 2
millones. A comienzos de 1946, un programa de rociado a gran escala,
dirigido contra el mosquito Anófeles produjo una inmediata y dramática reducción de estas
cifras. El científico Walter Ebeling llegó a decir "ningún otro compuesto, ni siquiera la
penicilina, ha salvado tantas vidas". El rociado no era indiscriminado, ni se aplicaba
aleatoriamente en pleno ambiente natural, se realizaba de forma controlada en las paredes
interiores de las casas. El singular comportamiento del mosquito Anófeles - se alimenta por las
noches la sangre de las víctimas durmientes y luego vuela hasta la estructura vertical más
cercana para descansar y digerir su comida - hizo que ésta fuera la manera ideal de cazar al
mayor número de insectos adultos. En 1955 la Asamblea Mundial de la Salud inició el programa
de erradicación del paludismo a nivel mundial, que dependía fundamentalmente de tratamientos
con DDT.
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El DDT había eliminado, en poco
más de 20 años de uso, a la
mayoría de las enfermedades que
antiguamente impedían a las
poblaciones de amplias regiones
tropicales realizar una buena labor
productiva. Y según asevera el
Dr. Albert Schweitzer en su
biografía, el DDT permitió que la
gente ocupara grandes áreas de
África, Asia y América del Sur
para poder cultivarlas y cosechar
alimentos. El DDT fue el principal responsable, en la década del 40, del espectacular incremento
de la producción de alimentos a escala mundial, aumentando la productividad y los
rendimientos, bajando los costos y ayudando a mantener bajo el precio de los mismos.
Si bien este plaguicida fue muy útil para controlar muchas plagas en muy
diversas zonas del planeta, en los años 1960 comenzaron a aparecer algunos
datos negativos adjudicados al uso del DDT, que desataron la actividad de
los primeros ecologistas en su contra. Rachel Carson, científica naturalista
escribió "La Primavera Silenciosa" (1962) donde denunciaba la ausencia de
“cantos de pájaros” en los campos de Ohio (EE UU) y responsabilizaba de
ello al uso del DDT. La publicación del libro fue el primer paso de una
gigantesca campaña que logró la prohibición del DDT para uso agrícola en
los EE UU. El libro es reverenciado por el ecologismo como el hito que expuso a la opinión
pública los horrores del progreso y el peligro de los plaguicidas. Pero también recibe críticas de
los científicos que opinan contiene tergiversación de datos, manipulación de estadísticas y
falsificación de información, propias de la pseudociencia de la ecología romántica, aluden ellos.
La polémica sobre el DDT estaba servida. Ya cuando se hizo pública la prohibición del DDT
que canceló todos los usos en los EE UU (1973) el jefe de la Agencia de Protección del
Ambiente manifestó: "Esta es una decisión política. No tiene nada que ver con la Ciencia.". En
los años 70 fue prohibido su uso agrícola en muchos países debido a las consecuencias
perjudiciales para la vida silvestre. Los demás países del Primer Mundo rápidamente siguieron
el ejemplo; en 1995, al menos 49 países eliminaron todos los usos del DDT debido a su
persistencia y a los peligros para el medio ambiente. En esas fechas ya se conocía que el DDT y
sus derivados permanecían muchos años en el ambiente y se acumulaban en los organismos
vivos, permaneciendo en ellos y llegando a alcanzar, en ocasiones, niveles suficientemente altos
como para provocar efectos tóxicos. El año 1996, bajo el programa de la ONU para el medio
ambiente se inician las negociaciones para la eliminación gradual del DDT del planeta, que se
pretendía estuviese completada para el 2007.
El problema ambiental generado por el DDT ha sido provocado
por su uso indiscriminado y excesivo. Por ejemplo, para
eliminar las plagas de 100 Ha de algodón son necesarios 1 100
kg de DDT cada 4 semanas (“no estoy seguro, pero creo que era
eso”, confiesa un granjero de EE UU). No se puede estimar
cuantos millones de toneladas de DDT han sido usadas en el mundo, desde los años cuarenta
cuando ya se aplicaba en más de 350 cultivos agrícolas en los EE UU. Sólo en 1992 se
consumieron en México y Brasil más de 1 000 toneladas en cada país. La prohibición del DDT,
en 1972 en los Estados Unidos, provocó una reducción de la producción mundial y un
desabastecimiento en los países del tercer mundo, pero no hay datos definitivos sobre la
cantidad de DDT sintetizado y dispersado.
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Según se ha ido comprobando con los años, el DDT y sus derivados (DDE y otros) persisten en
el medio ambiente, no se degradan y permanecen en el agua (10 años), en el suelo (40 años),
etc., entran en los organismos y se
incorporan a las cadenas alimentarias. La
persistencia o vida media del DDT es muy
elevada, se cree que superior a 100 años, por
lo que, si ya en 1968 se estimaba que
permanecían en el ambiente terrestre más de
500 millones de Kg de la sustancia, a día de
hoy es incalculable la cantidad de DDT
distribuido. La característica anunciada
antes, de ser un compuesto soluble en
aceites y grasas, hace que el DDT se instale
en el tejido adiposo de los animales y se
acumule en él, para alcanzar mayores
concentraciones en los eslabones superiores
de las cadenas. Este proceso mostrado en el
esquema se denomina biomagnificación.
En él aparecen los niveles de DDT en una
cadena trófica expresados en ppm (partes por millón = mg de DDT / Kg de tejido animal).
Las poblaciones de las especies depredadoras, en lo alto de la pirámide, son las más afectadas.
En concreto las aves (halcón, águila, buitre, etc.), cuyas poblaciones resultan diezmadas por la
interferencia que el DDE ejerce en su reproducción, al dificultar la formación de las cáscaras de
los huevos. Las puestas aparecen con los huevos de cáscara muy fina y las incubaciones para el
desarrollo de los polluelos no terminan con éxito. Ésta es una de las principales razones de la
disminución de las poblaciones de aves silvestres en las últimas décadas a nivel mundial. La
contaminación por DDT en diferentes ecosistemas analizados alcanza cifras como éstas.
ORGANISMOS
AGUA
Concentración de DDT (ppm)
0,000005 a 0,02
PRODUCTORES (algas, pastos, vegetación)
0,04 a 1
CONSUMIDORES PRIMARIOS (plancton, herbívoros)
0,23 a 2
CONSUMIDORES SECUNDARIOS (peces, carnívoros)
1 a 2,1
CONSUMIDORES TERCIARIOS (depredadores)
3 a 75
Otros datos curiosos del nivel de contaminación por DDT en el medio ambiente: La lombriz
terrestre concentra 14 veces la cantidad de DDT que hay en la tierra, y la ostra y el mejillón
acumulan hasta 70 000 veces la cantidad presente en el agua. En los tejidos grasos de aves
puede llegar hasta 2 500 ppm y de focas del Ártico hasta 5 000 ppm. A pesar de que nunca se
aplicó DDT en la Antártida, en la grasa de los pingüinos se encuentra DDT a razón de 0,2 ppm.
Cada día se publican datos sobre el contenido de DDT en los organismos; por ejemplo, que el
DDT y derivados ingeridos diariamente por una persona, a través de los alimentos, supera los
dos microgramos, presentes sobre todo en vegetales de hoja, carnes y pescados.
Entonces, el DDT es malo, malísimo, ¿o no? Últimamente el DDT no se considera tan malo. En
la actualidad está siendo usado con efectividad en países del tercer mundo para la protección de
la salud pública en el control de la malaria, aunque no es permitido para prácticas agrícolas. No
obstante, la controversia con respecto a ese uso controlado para luchar contra la transmisión de
enfermedades humanas sigue activa por las consecuencias de su impacto a largo plazo.
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