avatares de la pulsión de vida, camino a la subjetivación

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Revista Digital Prospectivas en Psicología. Vol. 2. N° 2. Julio 2016. ISSN Nº 2469-0066
Claudia Chignoni
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AVATARES DE LA PULSIÓN DE VIDA, CAMINO
A LA SUBJETIVACIÓN
UPS AND DOWNS OF THE LIFE DRIVE, ROAD TO THE SUBJECTIVATION
Resumen: El presente trabajo tiene como finalidad
desplegar a través de una viñeta clínica la articulación entre la teoría y la práctica profesional, realizando un recorrido por algunos de aquellos autores
que nos permiten encontrar las herramientas que
colaboran en el ejercicio de nuestra labor como
analistas y/o terapeutas.
Palabras clave: Demanda. Violencia primaria. Separación individualizante. Pulsión.
Abstract: This work aims to deploy through a clinical
vignette articulation between theory and practice professional, doing a tour of some of those authors who
allow us to find the tools that assist in the exercise of
our work as analysts and/or therapists.
Key words: Demand. Primary violence. Individualizante separation. Pulsion.
Introducción
La intención de este trabajo es realizar un recorrido por algunos autores que con sus aportes, nos
permiten crecer continuamente profesionalmente.
Para dar cuenta de ello, el desarrollo consistirá en
articular parte de la teoría con la práctica clínica a
partir de una viñeta clínica, en dicha presentación el
nombre de la paciente ha sido modificado como algunos otros datos puntuales de su historia, sin que
por ello se pierda la esencia y la posibilidad de pensar y reflexionar sobre nuestra labor terapéutica.
Condenado de y por vida a una puesta en
pensamiento y a una puesta en sentido de
tu propio espacio corporal, de los objetos
meta de tus deseos, de esa realidad con la
cual deberás cohabitar, que les aseguren que
conservarán, pase lo que pase, los soportes
privilegiados de tus investiduras. (Aulagnier,
1994, p. 254).
Viñeta clínica
Para el mes de marzo del corriente año, Marianella,
me decía: “Estuve pensando, que después de varios
meses de trabajo tendría que entregarme al diván
y sin embargo aún siento que no puedo hacerlo…”.
En determinados pacientes, el diván es vivido como
insoportable viviendo o reviviendo sensaciones de
desamparo y desilusión que actualizan vivencias
tempranas, es en este sentido que dichas sensaciones deben ser consideradas y respetadas porque
después de todo, tampoco es cierto que invaliden
el trabajo analítico.
Marianella es una joven estudiante de Historia que
muchas veces “ha sentido” que sin el otro no es, llevó
meses y reiteradas intervenciones hacerle pensar su
pensamiento, es ella misma la que enuncia que: “se
ha sentido, sintiendo” que sin el otro no es. En consecuencia hemos trabajado separando, diferenciando,
discriminando, sus pertenencias, sus pensamientos,
sus sentimientos o sus deseos de los otros.
Otros que en su historia se traduce principalmente
a sus padres y su pareja, desapareciendo la sensación en los lugares de trabajo o estudio que han
sido sus propias elecciones, las cuales le producen
gran placer.
En algunas oportunidades la amenaza de pérdida
del otro ha sido vivenciada por ella, como fantasías
de muerte y de irrealidad. Se trata de pacientes que
4. Lic En Psicologia. Dra en Psicología-Especialista en Psicologia Clínica-Profesora asociada Universidad Kennedy
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demandan constantemente ser alojados en el deseo del analista suplantando aquello que fracasó,
con cierto déficit en el sentimiento de sí mismos,
lo cuál queda asociado con déficits en la conformación del narcisismo, producto de no haber sido lo
suficientemente deseados por sus progenitores o
figuras significativas.
Winnicott (1958), hace hincapié en que la capacidad para estar solo se basa en la capacidad del self
para estar consigo mismo, efecto de la experiencia
de estar a solas, en presencia de otro. Se trata de
un proceso que termina siendo paradojal, en tanto
que solo se puede estar solo, cuando se estuvo lo
suficientemente acompañado, pero cuando se ha
estado preponderantemente a merced del otro sin
haberse nutrido de los recursos y herramientas para
poder separarse, difícilmente se puedan soportar
las ausencias.
Recuerdo que Marianella, siempre venía cargada
con un bolso de ropas consecuencia de pasar algún
tiempo en casa de sus progenitores donde preponderantemente intentaba vivir y camino a la casa de
su pareja donde no terminaba de hacerlo. Un día le
señalo que es ella misma representada en ese bolso
en el que lleva sus propias partes con las que carga,
que van de un lado al otro sin encontrar un lugar
propio.
Al poco tiempo olvida sobre el diván, un trabajo de
Historia y su documento de identidad. Me llama esa
misma noche muy preocupada para averiguar si los
tengo y agrega; “no sé dónde tengo la cabeza”.
Le señalo graciosamente que por alguna razón que
tendremos que seguir descubriendo, tanto su cabeza, (pensamientos), e identidad habían quedado
en el consultorio. Le sugiero que se quede tranquila
pues yo me encargaría de ellos hasta que volviésemos a encontrarnos.
Cuando así lo hacemos me comenta del alivio que
le produjo descubrir dónde estaban y quién los tenía, intervengo diciéndole que ahora puede ser un
buen momento para que empecemos a encargarnos juntas de lo que hasta ahora pareció que solo
podía encargarme yo.
Asocia relatándome que un trabajo de Historia realizado por ella había sido “re-conocido” como una
excelente labor, y se sentía exaltada por la noticia
puesto que le iba muy bien en sus estudios, siendo
éstos una de las cosas que vivía como propias, pero
que ni se animaba a hablar sobre el olvido de su documento.
Respondo: “Al contrario hablemos, me parece que
has pensado que tanto tu cabeza como otras partes
que hacen a tu identidad han comenzado a encontrar un lugar, un lugar en este lugar. Me parece que
podríamos comenzar a pensar qué lugar es este lugar para vos.”
Nuevamente por asociación, trae el recuerdo de
otros lugares. Los recuerdos nos permiten el acceso
al núcleo de la subjetividad, por más imprecisos e
infieles que resulten. El paciente tiene la impresión
de que lo que se constituye en el análisis es lo más
afín a lo acontecido y es posible de ser pensado así,
si tenemos en consideración que no se trata de la
realidad objetivada sino de su historicidad constitutiva, simbólica, aquella conformada por sus identificaciones, sueños, síntomas, lapsus, y la vivencia
de aquellos padecimientos que exceden el simple
relato o lo nítidamente acontecido.
Paciente: “Recuerdo otros intentos de tratamiento
que no tuvieron lugar…, uno en el que el terapeuta me dijo en las primeras entrevistas que yo tenía
fobias y serias dificultades para ponerme en contacto con otros. Esto después de observar que cuando nuestros encuentros finalizaban, él se acercaba
para abrazarme y despedirme y yo quedaba dura e
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impenetrable, cargada de angustia. Él decía que era
importante que después de haber trabajado cuestiones fuertes que pudieran desorganizarme, nos
diéramos un abrazo de reconciliación para olvidar
los encontronazos.”
Mientras lo expresaba y conociéndola un poco fui
imaginando la rigidez que se sumaría a la que ya le
era propia, frente a este tipo de actitudes, y sumé
a ello una traducción personal la cual fue pensada
por mi sin serle donada, pues trabajábamos en un
tiempo de su yo psíquico que no le permitía apropiarse de algunos de sus propios pensamientos y
enunciados, mucho menos de los míos.
Lo acontecido y vivido por Marianella como intrusivo, más la insistencia en estas formas de intervención practicadas por su ex terapeuta en forma rígida
y en un tiempo de entrevistas preliminares, pueden
ser consideradas como dice Piera Aulagnier, como
un exceso de violencia por parte del terapeuta,
que produce un déficit por lo tanto un no cambio.
En tanto que Marianella quedaba situada como testigo de la propia versión del terapeuta y la paciente
anticipada por el discurso del portavoz se ve obligada a apropiarse de los enunciados pre-investidos
por este. La actividad del Yo es pensar pero no por
medio de la intelectualización, sino interpretando
la realidad para impedir el desinvestimiento (pulsión de muerte).
En consecuencia considero que el abandono de
aquel intento de tratamiento por parte de mi paciente al poco tiempo de haberlo iniciado, haya
sido más un signo de su pulsión de vida que de la
de muerte.
Entendiendo que cada relación analítica es diferente pero en ningún caso se trata ni se justifica intervenir adelantándonos e interpretando fuera del
tiempo psíquico del paciente.
Paciente: “En cambio pensé durante mucho tiempo
cómo acercarme a vos para pedirte que fueses mi
analista cuestión esta que era clara en mí pero lo
que no sabía era como pedírtelo.
Aulagnier (1994), sostiene que el Yo está condenado a
sufrir, que es esclavo, pero no para desmerecerlo sino
para poner el acento en que si esto le pasa al Yo es porque esta vivo, es porque a pesar de las dificultades con
las que puede encontrarse no quedará arrancado de
la realidad. Siempre aparecerán las señales, los signos
de su vitalidad pero debemos como terapeutas estar
prontos a escucharlos, a pensarlos, el analista escucha
al Yo que es enunciación.
Marianella enunciaba en su enunciación:
*Cuando Yo elijo, Yo no me equivoco...
*Mi Yo pocas veces puede elegir sin perderse
en y con Otros.
*Cuando mi Yo me pertenece lo hago bien
pero necesito de mi Yo individualizante, de
esa separación individualizante que no
siempre logro.
*Sé que quiero que seas mi analista, no sé
como pedirlo. Encontrarte para encontrarme
sin perderme”.
Resultado: Marianella es “un intérprete en busca de
sentido”.
Y como intérprete ella y como intérprete del intérprete Yo, el trabajo que emprendíamos consistía en
investir y desinvestir objetos sin que ella se perdiera
al hacerlo, sin que ella sumase la sensación de quedar fusionada, y alienada en el intento.
Aún más sin que ella me perdiese de vista, (trabajábamos cara a cara) hasta que pudiera hacerlo sin mí.
Para que un fenómeno -cualquiera que sea
su naturaleza, su fuente, sus efectos- tenga
y guarde existencia para la psique, es nece-
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sario que su representante psíquico permanezca como soporte de investimiento” (Aulagnier,1994, p. 255).
Al principio del trabajo señalaba el interés que tenía la paciente por recostarse en el diván, (ella decía
“entregarse”), pero su Yo sentía no poder.
No me preocupó el que lo hiciese o no pero me dispuse a averiguar porqué su Yo no podía.Me respondió con llanto y angustia, “tengo miedo que si no te
veo desaparezcas...”. Miedo a desaparecer si no se ve
en el otro.
Aulagnier señala:
Si la puesta en representación de lo experimentado resultante del primer encuentro
con el viviente (madre-hijo, ¿terapeuta paciente?), del primer encuentro psique - mundo, es el acto que inaugura la vida psíquica,
este acto es indisociable de un inaugural de
investimiento en beneficio del “encontrado”
(1994, p.256).
Ahora bien, sabemos que dicho movimiento libidinal
no es posible si no se consigue que lo siguiente suceda:
Para que algo de dicho movimiento se fuese produciendo respondí: “Yo estoy aquí por que vos estas
aquí y puedo ser aquel que estando con vos entienda
que un día ya no estarás permitiéndote alejarte cuando y cuantas veces necesites hacerlo.”
Aulagnier (1997) sostiene que la violencia primaria
es la acción por la cual se impone a la psiquis del infante un pensamiento y una acción de la madre pero
apoyado en un lugar que posibilite, y este mismo
movimiento pensado para el infans es posible de
ser pensado respecto al tratamiento como un movimiento libidinal inaugural para el análisis. Para que
un sujeto que sufre pueda pensarse como paciente,
no solo tiene que tener síntomas, también preguntarse por ellos y confiar en un profesional que pueda
ayudarlo a ayudarse.
Marianella tuvo que investir libidinalmente la figura
de mi función y a cambio obtendría la posibilidad
de crecer sin quedar alienada por quien la acompañase en su recorrido, situación esta que podrá ser
vivida como placentera.
Es este mismo placer experimentado lo que le dará
la posibilidad de sentir que puede y de que podrá
seguir haciéndolo ella misma.
El placer la motivará a repetir aquellas modalidades
que le permitan revivir el encuentro con su objeto
de placer, pero a su vez ese mismo objeto llevara
el germen del sufrimiento cada vez que este objeto
no aparezca, no esté presente.
Aulagnier (1994): El movimiento libidinal inaugural es = Representación + investimiento + placer.
Es necesario que haya un montante libidinal enlazado al analista y orientado hacia la búsqueda de la
cura camino a las determinaciones inconcientes de
su padecimiento y cierto resto de montante libidinal insatisfecho como fuerza que impulse hacia la
búsqueda de los orígenes del mismo.
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Un ejemplo podría ser que Marianella viviera como
placentero encontrarnos cada martes y jueves para
trabajar y seguir creciendo, en tanto que podría resultarle frustrante el resto de la semana, aquellos
días en que no nos viéramos. De hecho hubo momentos en que se hizo necesario contactarnos por
las noches a través del teléfono donde como a un
niño cuya madre le canta para acunarlo, Yo le decía
palabras al oído que luego la tranquilizaban para
poder dormir.
Bajo éstas circunstancias se podría pensar al Yo de
Marianella de la siguiente manera:
O se evita el sufrimiento al precio de la pérdida
del objeto placentero: no viene los martes y jueves
“para encontrarse”.
O preserva el objeto al precio de un sufrimiento:
viene martes y jueves “para encontrarse”, desencontrándose (palabras de la paciente), el resto de la semana.
Incluso el desencontrarse durante el resto de la semana (sensación percibida por la paciente al inicio
del tratamiento), podía provocar un exceso de sufrimiento (cuestión ésta que fue evitada a través de
los llamados). Pues sabemos que dicho exceso de
sufrimiento puede desembocar en la desinvestidura del objeto que lo causa, por ende el abandono
del lugar.
No hay relación posible sin conflicto y sin amenaza
de sufrimiento, a mayor investidura, mayor riesgo
de sufrimiento.
Por suerte existe otra posibilidad que fue la que con
el tiempo de trabajo psíquico hallamos: incorporar al analista no solo en su enunciado sino en su
enunciación, “hacer como si estuviera”, más de una
vez Marianella me diría en tono picaresco: “el fin de
semana a pesar de no vernos tuve una sesión extra con vos, pero claro está que no te enteraste, fue
algo entre nosotras”.
Resultado
La metabolización consiste en que la presencia de
esta causa de sufrimiento es a su vez la causa de su
deseo (la causa de sufrimiento deberá encontrar
lugar en las metas buscadas por el deseo). Lo que
podría traducirse como: Si el deseo es la cura y ella
puede empezar a pensar como si su analista estuviera, toda la semana queda destinada a tal fin y la
diferencia de tiempos desaparece.
Como analistas no podemos hacer desaparecer una
realidad intolerable porque lo intolerable será producto de su autoengendramiento (representación
de intolerable engendrada por la psiquis misma),
como tampoco podría el paciente escapar siempre
a un exceso de violencia primaria.
La violencia primaria es la violencia producto de la
interpretación que va haciendo la madre acerca de
lo que demanda su niño, en tal sentido es que podemos decir que es la voz anticipada.
La psiquis del niño se conecta con la psiquis modelada de la madre y va contactándose con una realidad que está investida por la libido, por el deseo
de ésta. La madre dice, comenta, predice y anticipa
convirtiéndose en el delegado ante el Mundo externo. El niño es destinatario de su anticipación.
En las investiduras y en el amor narcisista se proyecta sobre el objeto aspectos de la imagen de sí
mismo, de lo que uno fue, de lo que querría ser, de
lo que ha sido parte de uno mismo.
Que la omnipotencia narcisista ceda el paso ante la
realidad del mundo externo significa todo un trabajo que no se producirá sin sufrimiento. Sin embargo
si el exceso de violencia insiste los riesgos pueden
ser devastadores porque hablamos de una madre
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que no puede renunciar a su propia omnipotencia.
Es posible comprender que los vínculos más primitivos y constitutivos pertenecen a situaciones originarias que cobrarán actualidad en la relación paciente terapeuta y que será nuestra labor re-abrirlos
recurriendo entonces a otras modalidades para integrar lo que fue segregado.
Para concluir se puede pensar, que en la clínica la
existencia de algunos posicionamientos subjetivos
a los cuales podríamos denominar clishés, se actualizan y son otorgados a un Otro que sea capaz de
ofrecer una salida.
Aulagnier señala:
La demanda de análisis es en primer lugar
respuesta a nuestra oferta. El demandante
comienza por dar acto de fe de ese saber y
de ese poder con los cuales inviste al analista, que es para él el paradigma del perfecto
analizado. Rendido este homenaje, se ofrece
a la verificación de nuestro saber y de nuestro poder identificado con el objeto de nuestro deseo (1994, p. 201).
Esto mismo es lo que nos permite junto al paciente, contar con nuevas oportunidades de traducción
que sean menos reprimentes, menos defensivas.
El movimiento hacia el saber debe producirse en el
analizado siendo el proceso que lo motorizará y lo
guiará hacia la cura previniéndolo de un exceso de
violencia primaria en su análisis. Se trata de un trabajo que permita dar una mayor consistencia yoica
a través del cambio de posición (dejar de quedar
como objeto de esta). El cambio implica una posición diferente frente al sufrimiento y su deseo, la
imagen de sí mismo y de los otros, en definitiva…,
se trata de dominar lo pulsional.
Referencias
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