HISTORIA RESUMIDA DE LA ARMADA DEL ECUADOR La construcción naval en Guayaquil existió con personas que proyectaban operar y navegar sus propios barcos o en su defecto, una vez terminados luego de un corto período de uso eran vendidos. Es posible que se hayan construido buques a comisión o contrato, o simplemente como una inversión para venderse al mejor postor; pero es más probable que los constructores retuvieran la propiedad parcial o total de aquellos bajeles, antes de que éstos salgan fuera del círculo de los capitalistas guayaquileños; sin embargo, el propósito de cualquier armador era transportar las mercancías a él encomendados en la forma más rápida, barata y segura. El viaje de ida y regreso a Guayaquil, con maderas, cacao, tabaco y otros productos a El Callao u otros puertos más al sur, tomaba de 3 a 5 meses, y las utilidades crecían en proporción directa a la carga transportada, este solo factor alentaba la construcción de buques mercantes de alta capacidad. Las naves de la Armada, considerando su misión principal que es la guerra, eran muy similares en capacidad y características a los buques mercantes; el espacio de carga de las naves reales se alquilaban regularmente a embarcadores privados como se dijo anteriormente, también los buques mercantes se transformaban rápidamente de cargueros en naves de guerra en casos de peligro, ya que las similitudes eran mayores que las diferencias. Los procedimientos empleados para la construcción de las naves, en un astillero de Guayaquil y/o Puná fueron catalogados como empíricos, esto lo dijeron los oficiales navales españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, quienes pasaron por Guayaquil en la década de 1730, parece que esta costumbre fue heredada de los españoles ya que antes de 1567 no existían ordenanzas que regulen la construcción naval en España y en sus colonias en América, hasta cuando en un intento masivo por tecnificar la industria aparecieron en el último cuarto del siglo XVI y siglo XVII reglas, códigos y ordenanzas sobre embarcaciones; normas creadas con la finalidad de evitar las imperfecciones y defectos de los navíos que se construían para las flotas mercantes y la Real Armada, a fin de que éstos sean más eficientes y seguros. Es necesario considerar que las regulaciones existentes en Europa, para la construcción de los navíos, estaban hechas para navegar en los ríos y mares de ese continente; normas que además no eran cumplidas ni por los propios españoles. Conociendo que las Américas tenían otras condiciones de navegabilidad, existencia de corrientes marinas y de la necesidad de buques más grandes, exigía hacerlos a la medida de las necesidades del nuevo mundo; por esto, no debe sorprender que los constructores guayaquileños siguiesen sus propias reglas. Sin embargo, de las formas “poco graciosas” o tan poco regulares de las embarcaciones construidas en Guayaquil, que a la vista parecen disformes; los mismos Jorge Juan y Antonio de Ulloa justificarían estas razones, ya que reconocieron que se lo hacía para lograr mayor capacidad de carga. 52 “El padre Ricardo Cappa, un historiador jesuita del siglo XIX, hizo una buena defensa de los buques construidos en Guayaquil, llegando a conclusiones positivas y muy diferentes en cuanto a la bondad de ellos; Cappa se opuso fuertemente al calificativo de “monstruosos” que se les dio a los buques del virreinato, entrando a analizar los diversos aspectos y características de los buques construidos en el Guayas, con escrupulosidad y objetividad, no superadas antes o después por ningún otro investigador”.