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El golpe de Estado de los narco-milicos
El 17 de julio de 1980 un grupo de militares estrechamente ligados al narcotráfico, liderados
por Luis García Meza y su lugarteniente Luis Arce Gómez con apoyo activo de ladictadura militar
argentina y la acción de un comando terrorista denominado los Novios de la Muerte8 y organizados
por el criminal nazi Klaus Barbie y el mafioso italiano Marco Marino Diodato, encubiertos por la CIA,
produjeron un nuevo sangriento golpe de estado, derrocando al gobierno democrático de Lidia
Gueiler e impidiendo la asunción de Hernán Siles Suazo.7
Habiendo aprendido la lección del fallido golpe del año anterior encabezado por Alberto Natusch
Busch debido a la resistencia popular organizada por la COB, el objetivo principal del grupo
terrorista los Novios de la Muerte fue atacar la central sindical donde se reunía el Comité Nacional
de Defensa de la Democracia (CONADE). En el ataque asesinaron al dirigente socialista Marcelo
Quiroga Santa Cruz, al diputado Carlos Flores Bedregal y al dirigente minero Gualberto Vega
Yapura.
La dictadura de García Meza es un de los períodos más condenables de la historia boliviana,
disvalor compartido con las restantes dictaduras del Cono Sur.9 Como en estas, resultaron
asesinados o desparecidos unos 500 opositores. Las exportaciones de cocaína sumaron 850
millones de dólares, el doble de las exportaciones legales. Entre los múltiples actos de corrupción
cometidos se cuenta la venta clandestina del Diario de Bolivia de Ernesto Che Guevara.
El turno del papá
La alegría duró apenas horas. Al día siguiente llamaron por teléfono. Era para el papá.
Le dijeron que tenía que presentarse en las oficinas de la Policía que están en la calle
Sucre. Yo lo acompañé a la distancia para ver qué pasaba. Al llegar a la Sucre me
encontré con varias de las mujeres policías que la habían custodiado a la mamá.
“Waltico, ¿que haces aquí?”. Les dije que venía a hacer unos trámites a
identificaciones y me puse a conversar con algunas de ellas mientras veía por una
ventana que al papá lo metían a una oficina. Cuando hacía que llamar por teléfono vi
que el papá salió de aquel lugar e hizo caer un papelito. Me acerqué disimuladamente y
recogí el papel que decía algo así como: “es por el mural de la ‘U’ [universidad] y los
Quijotes, me llevan al Estado Mayor.”
Walter Solón Romero Oroza
Dos militares observaban las fotos del mural Juana Azurduy de Padilla y los guerrilleros
de la independencia. Un mural que el papá pintó junto a sus alumnos en la Facultad de
Bellas Artes de la UMSA y que trata de la resistencia al golpe de Natusch Bush. En la
mesa estaba también un ejemplar de El Quijote y los perros. Uno de los militares
dijo: “a esta gente que hay que fondearla en el Lago Titicaca”. El papá se negó a dar
las direcciones de sus alumnos. “Ustedes tienen más facilidad, busquen en la guía
telefónica”, les dice Solón. Un militar gritó: “¡enciérrenlo a este hijo de puta!”.
En una celda junto a casi una veintena de detenidos, una persona reconoció a
Solón: “¿se acuerda de mí? Con usted pintamos el mural”. Efectivamente, es el Julio,
que de joven le ayudó a pintar el mural del Monumento a la Revolución Nacional, en el
año 1963. Los agentes mimetizados entre los presos escucharon la conversación y
creyeron que le ayudó a pintar el mural de Juana Azurduy en la universidad. ¡Pobre
muchacho! Por un agujero en la pared miraban cómo torturaban al lado. ¡A Solón le
amenazaron con cortarle las manos! En pedazos de papel el papá hace retratos de los
paramilitares para apaciguarlos.
La mamá tocó todas las puertas a nivel nacional e internacional. Al cabo de unos días,
Solón salió gracias a su prestigio como artista. El padre Miguel Guillganon los fue a
esperar en su jeep a la salida del Estado Mayor. No había tiempo que perder. Había
que asilarse inmediatamente. Vivieron unos días en la casa de huéspedes de la
residencia del embajador de Alemania. Luego fueron a dormir en las oficinas de la
embajada de Venezuela y al final salieron al exilio.
Salí al exilio a Lima, Perú, junto a mi esposo y mi hijo Walter. En esa oportunidad
salieron del país muchos compañeros de la Asamblea Permanente de Derechos
Humanos y organizamos el Comité por la Defensa del Pueblo Boliviano. Publicamos
boletines con denuncias de todas las violaciones a los derechos humanos que se
cometían en el país.
Gladys Oroza de Solón
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