EL DESASTRE DE ANNUAL, LA GRAN VERGÜENZA DE LA HISTORIA ESPAÑOLA La democracia es el sistema político en el que el ciudadano no tiene por qué tener miedo de sus gobernantes. Zenek Los héroes griegos de la Ilíada, en su interpretación del valor de la muerte, se sacrificaban en aras de lo que su nombre conllevaría de mensaje ante la historia, y como enseñanza de una memoria que pudiera derivar en símbolo de conducta ejemplar. Por eso nunca morirán en el imaginario público. Para situarnos, hacia 1906, en la conferencia de Algeciras se consagran las ambiciones francesas sobre el mosaico de tribus y Harkas que actualmente configuran el territorio marroquí y será esta potencia la que pasa a ocupar el espacio de esta convulsa e incipiente nación que aspiraba a ser autónoma de las fauces del lobo occidental, y dar un paso más allá desde su estatus como sultanato vigente hacia la configuración de un estado moderno; verdad ésta a medias, pues había una seria oposición por parte de una gran parte de los autóctonos en su resistencia a ser colonizados. Era el único lugar de África junto con Abisinia que carecía de un dominio efectivo por parte de las potencias coloniales tradicionales, básicamente, porque no tenía nada que ofrecer a la voracidad europea de la época. A España le correspondió la zona norte o protectorado, y a Francia las extensas zonas de agro situadas en el sur, más tranquilas y menos levantiscas. La adjudicación del área mediterránea para control de España, solo supuso quebraderos de cabeza y pesadillas sin cuento para nuestro país. Y no solamente eso, sino que mientras Europa salía gradualmente de la debacle de la Gran Guerra y crecía económicamente e industrialmente, nosotros, siempre aficionados a la matemática asimétrica, invertíamos nuestros escasos recursos en una guerra estéril y sin futuro. Para mear y no echar gota. Siempre a contrapie… Una vergüenza histórica La historia del levantamiento de las kabilas rifeñas pasará a los anales militares españoles, no solamente como una vergüenza sin precedentes para nuestro ejército y nuestra nación, sino como un alarde de improvisación e incompetencia supina por parte del generalato y de los poderes de la época. La logística era penosa, la calidad del mando rayaba con la obscenidad, salvo de capitán para abajo y algunas honrosas excepciones por arriba. El armamento era una suma de segunda mano al por mayor, comprada a los arsenales en paro a la conclusión de la Gran Guerra. Y nuestra presencia allá, una ruina sin paliativos. En definitiva, un esperpento. Cuando a los generales Silvestre y Navarro se les ilumina la bombilla, ya es tarde. Una mayúscula ofensiva de chilabas color tierra, camuflaje ideal para la ocre tierra rifeña, aquello mas parecía un hormiguero humano de cabreo creciente que un desprendimiento de tierra de los habituales en la zona y, además, se acercaba inexorable arrollando todo en su camino. Varios factores dieron lugar a la masacre de once mil hijos de España No hubo una mínima empatía durante aquellos trágicos días hacia los sitiados por hambre y sed. La toma de decisiones serias al más alto nivel, brillaba por su ausencia. Los aislados campamentos y destacamentos que estaban más profundamente incrustados en el Rif fueron literalmente volatilizados por aquellas hordas de los más descalzos del Islam. Los defensores dependían de ellos mismos y eran pocas las cartas que les quedaban por jugar. La incompetencia del alto mando, más centrado en llevar las botas relucientes que en proporcionar un calzado adecuado a la tropa, que cuando no iba descalza lo hacía en alpargatas; la corrupción rampante en la intendencia de la época, la ligereza en la planificación de los operativos, que se asemejaba a una puesta en escena de soldaditos de plomo en medio de un idílico mapa de situación; una confusa mezcla de oficiales valientes obligados a codearse con otros dados a poner tierra de por medio en los momentos determinantes, y una serie de trágicas y disparatadas decisiones, sumadas a una incompetencia supina en la cúpula de mando, dieron lugar a la masacre de once mil hijos de España en uno de los episodios militares más vergonzosos de nuestra nación. Reivindicar a las víctimas de aquella aniquilación que prefirieron afrontar las responsabilidades inherentes a su uniforme y juramento a sabiendas de la oscura puerta que se abría inapelable para ellos, es el deber de la memoria que sólo busca aclarar lo que ocurrió en aquel luctuoso suceso ante las generaciones posteriores, gracias al sacrificio de quienes permitieron que a través de su renuncia, otros pudieran vivir. El genio de Abd El-Krim Para el ABC, todo se reducía a unas escaramuzas sin consecuencias mientras que para La Vanguardia la salvaguarda de los hijos de Cataluña era prioritaria, alentando amotinamientos para evitar aquella incesante sangría que devoraba en el protectorado español a millares de jóvenes en un secarral baldío que era más un callejón sin salida que una opción de futuro. Si Abd El-Krim te daba la mano podías dar por perdido el brazo Pero el Alto Estado Mayor, si sabía y era plenamente consciente de la escabechina que los cabileños del Rif y su líder estaban ocasionando a los bisoños soldados españoles. Se recibía información contrastada de la precariedad de las posiciones y blocaos que uno a uno iban cayendo sin remisión ante los ataques de los bien entrenados integrantes de las Harkas y la excelente y meticulosa planificación e impecable ejecución que demostraba su líder incuestionable, Abd el Krim. Lo más destacable de aquellos días en lo que a socorro se refiere a los sitiados, eran las barras de hielo que desde el aire se arrojaban sobre las posiciones de los condenados por la incompetencia de sus superiores. Abd el-Krim no era un mentecato, ni mucho menos un soldado a infravalorar. Educado en Salamanca, licenciado en derecho y periodismo, hablaba perfectamente cuatro idiomas y era un genio militar, como lo demostraría a lo largo de la campaña del Rif y posterior advenimiento de la república del mismo nombre, aunque de efímera duración. Lo que no tenia sin duda era un concepto de lo que significaba la palabra honor. Si te daba la mano podías dar por perdido el brazo, y eso con suerte. Sin munición, sin vituallas, sin acceso posible a fuente alguna de agua, con los aljibes vacíos, con espeluznantes cuadros de deshidratación, sólo la extrema camaradería de los que sabían que indefectiblemente iban a morir, dignificaron con un honor fuera de toda duda, aquel Apocalipsis desatado. El sol que a diario hacia su habitual recorrido de 180º sobre las posiciones españolas repartía generosamente un infierno sin paliativos entre los sitiados por aquella turbamulta que acechaba a los desesperados que se acercaban a los cauces más próximos a sus posiciones para aliviar aquella tortura. Después de 48 horas de asaltos ininterrumpidos de los rifeños, sólo veinte hombres quedaban con vida Francisco Asensi se despedía de su mujer e hijos en la estación de tren de Melilla. Una intuición trágica le asaltó. Un rumor sordo, como de una ola gigantesca, crecía imponente en el horizonte. Cerca de veinte mil kabileños iban arrasando a sangre y fuego desde Iberguiben y Annual hacia Melilla, sin concesiones. La crueldad de las ejecuciones de los soldados españoles que se rendían exhaustos ante aquella barbarie desenfrenada, era incalificable. Sólo se pueden encontrar adjetivos apropiados en un diccionario temático del horror. Enterado este capitán de la muerte del General Silvestre y del desastre de Annual a través de los famélicos y desencajados soldados que habían conseguido huir de aquella carnicería, envía sus últimos mensajes por radio y vía óptica dando un último parte desde el Zoco el Telatza. Después de 48 horas de asaltos ininterrumpidos de los rifeños, sólo veinte hombres con la bayoneta calada de los doscientos que inicialmente albergaría la posición, quedaban con vida. Hoy, a través del informe Picasso, se sabe a ciencia cierta que nadie se rindió. Asombra y sobrecoge que nada se pudiera hacer por aquellos hombres. Quiso el caprichoso destino que a pesar de cumplir todos los requisitos reglamentarios, este capitán no recibiera merecidos honores por una forma de entrega más allá de lo razonable. Pagó con su vida los errores de otros. Los responsables de una vergüenza inconfesable La caída de la posición de Annual y más tarde la de Monte Arruit junto con otra veintena de posiciones menores nos trae a la memoria la entrega del regimiento de caballería Alcántara al mando de su comandante Primo de Rivera (hermano del futuro golpista y dictador), que con unas pérdidas al límite de la aniquilación, pudo contener los ataques de los rifeños, dando así tiempo a que la retirada no se convirtiera en una carnicería en toda regla. Cabe destacar asimismo el comportamiento de los regulares, que en un repliegue escalonada de impecable ejecución consiguieron detener aquella marea humana de las kabilas en su persecución del pésimamente entrenado y peor abastecido ejército español, que no tenia equipamiento de nivel como para garantizar un aspecto al menos parecido al de una gran potencia. Al parecer, el sol de Cuba afectó a más de una generación. El comandante Benítez y los suyos agotarían toda la munición existente y se defenderían en los últimos instantes en un épico cuerpo a cuerpo Todos los pueblos entre Annual y la costa fueron saqueados e incendiados por la turba, y sus habitantes, los que tuvieron suerte, pasados a cuchillo. Informes de la Cruz Roja, de los que consiguieron sobrevivir a aquella pesadilla y de los Hermanos de La Salle, que con generosa dedicación y entrega enterraron cientos de cadáveres, hablan de salvajes torturas a quienes presentaron bandera blanca, fusilamientos en masa tras rendiciones pactadas, oficiales quemados vivos y algunos casos de canibalismo profusamente documentados. Después de la terrible enseñanza, poco o nada se corrigió como Dios manda. El general al que se le adjudico la investigación de los acontecimientos, Picasso, era un honesto militar que solo quería descubrir la verdad. Pero eran muchos los responsables afectados por aquella vergüenza inconfesable. Entre otras perlas, el informe prácticamente en un solo párrafo hace un análisis de profundo calado emocional y describe las infames condiciones de la tropa durante el asalto a la posición de Igueriben en los primeros días de la insurrección. Cuando ya se contaban por cuatro los días en que la sitiada guarnición aguantaba el asalto permanente y sin remisión de aquellos exaltados; las existencias de colonia, tinta e incluso orines habían sufrido una seria merma. El comandante Benítez y los suyos agotarían toda la munición existente y se defenderían en los últimos instantes en un épico cuerpo a cuerpo. Los requerimientos de provisiones y amunicionamiento, además de agua y refuerzos tan profusa e insistentemente demandados, no llegarían nunca. Unos acabaron de esclavos, otros negociarían su rescate, otros fueron moneda de cambio en los abigarrados mercados de ganado locales El general Silvestre, que estaba a escasa distancia en el enorme campamento de Annual, no hizo nada por socorrer a los arrojados defensores de la posición, y no solo eso, sino que unas horas más tarde cuando ya él mismo estaba siendo sitiado, es incapaz de articular una retirada digna de tal nombre. Parece que el uniformado intentó quitarse de en medio consiguiendo finalmente dar con la tecla. Por el camino hacia Melilla caen más de 2.500 hombres en lo que se ha dado en llamar la “gran cacería” después de Annual. Para cuando los supervivientes consiguieron refugiarse en el único lugar que ofrecían ciertas garantías, Monte Arruit, estaban ya de vuelta sitiados. Era entonces el general Navarro quien comandaba la posición, y ya habían pasado diez días y la tropa había sufrido los estragos más indecibles. Para ese momento, previa solicitud al general Damaso Berenguer, Navarro tomaría la decisión de rendirse. Fue en vano. No lo contaron más que sesenta supervivientes de entre tres mil masacrados. Unos acabaron de esclavos, otros negociarían su rescate, otros fueron moneda de cambio en los abigarrados mercados de ganado locales. El Informe Picasso se encontraría con todo tipo de obstáculos. Entre otros, que había que proteger la imagen del monarca, ya deteriorada y en entredicho por algunas ligeras palabras que se parecían más a órdenes o injerencias en el asunto militar, las cuales podrían estar en la raíz de la derrota de Silvestre en sus pretensiones por alcanzar la bahía de Alhucemas a toda costa, sin que este tomara las más mínimas precauciones para defender y reforzar la retaguardia. Cuando el informe compilado mordía con ferocidad los talones de los intocables de arriba, el escándalo ya estaba servido y era clamorosa la demanda de justicia. Entonces Primo de Rivera, ”casualmente”, daría su golpe de estado, que a la postre desencadenaría males mayores y tribulaciones sin cuento al pueblo español. Los responsables, para variar, se fueron de rositas y jamás serian juzgados. Es de esperar que los más de diez mil muertos no se los encuentren en el más allá. Nada nuevo bajo el sol.