T04//comportamiento TENDENCIAS | LATERCERA | Sábado 3 de agosto de 2013 Manual C para pelear mejor con la pareja No queremos demostraciones de afecto. Mucho menos escuchar que nos pidan perdón. Cuando discutimos con nuestra pareja lo que queremos es que el otro nos ceda el poder. Ganar la batalla, sin hostilidades y con muestras claras de compromiso. TEXTO: Noelia Zunino E. / José Miguel Jaque ILUSTRACION: Rafael Edwards. 3 minutos bastan para saber cómo terminará la pelea. Según Gottman, si en este tiempo la discusión es agresiva, concluirá de igual manera. UANDO peleamos con nuestra pareja por los platos sucios, por el despilfarro de uno o por cualquier cosa, queremos lo mismo que en una pelea con un hermano o con el jefe: ganar. Las disputas cotidianas -esas que no ponen en jaque la relación-, a diferencia de lo que creíamos, no son distintas del resto de las peleas. Hay más emocionalidad, es verdad, pero estamos demasiado conscientes de que mucha emoción podría hacernos perder. Y lo que perdemos no es lavar la pila de platos sucios o hacer lo que el otro quiere. Eso es secundario. Lo que perdemos es el poder; el de decidir qué, cómo y cuándo. En plena discusión, además, buscamos que el del frente deje la hostilidad y dé muestras claras del compromiso con la relación. Y, en términos generales, no hay diferencias de género. En mayor o menor medida, todos quieren lo mismo. Y lo mismo también incluye que no andan buscando que el otro pida perdón o les muestre afecto en pleno intercambio de opiniones. A estas conclusiones llegó Keith Sanford, sicólogo de la U. de Baylor, quien estudia durante años las dinámicas maritales. En su último estudio Qué quieren las parejas del otro durante un conflicto, dividió en seis las actitudes que más y menos esperamos del otro en una discusión. Y entre tanto poder que buscamos y menos cariño y perdón que queremos, Sanford encontró, además, que cuando peleamos, en realidad, no sabemos por qué lo hacemos. Y, claramente, no son los platos sucios lo que molesta (aun cuando molesten). Desde ahora, cada vez que pelee, tenga en cuenta que hay dos preocupaciones que subyacen a casi todas las discusiones y que son ellas las que están motivando su ira. La primera, Sanford la llamó amenaza percibida, que es cuando nos sentimos criticados, insultados y despreciados por la pareja. La otra es el abandono, que es cuando sentimos que el otro, con sus actitudes, está siendo indiferente y poco comprometido. Con todo eso en cuenta, es posible establecer ciertos parámetros. Un manual para que aprenda a discutir mejor con su pareja. Y la mejor forma es saber los errores que cometemos, pero sobre todo, conocer lo que el otro quiere. LO QUE MAS QUEREMOS Todo es una cuestión de poder Llegan a la consulta y se sientan en el sillón. Frente a la terapeuta. Impacientes, más que llegar a un acuerdo, quieren un veredicto. “Las parejas ponen al terapeuta como un juez que tiene que decidir quién está en lo correcto”, comenta Patricia Sotomayor, sicóloga clínica, terapeuta de parejas y miembro de la organización Amar no Basta. En la teoría sabemos que durante una pelea lo mejor es el entendimiento; en la práctica, la situación se convierte en una trinchera. No queremos un empate. Menos una derrota. Queremos ganar. Creemos que si tenemos la razón, tenemos el poder. Y el poder nos da seguridad... De eso se trata. Christian Thomas, director del Centro de la Sexualidad de Chile, dice que esta búsqueda se da en todo tipo de relación. “Es lo que el filósofo Hegel estableció como el drama humano de ser amo o esclavo”. La diferencia es que mientras en las relaciones jefe-subordinado o padre-hijo se acepta quién manda, en las relaciones de pareja existe la horizontalidad. “El problema es que buscar el consenso y compartir el poder da más trabajo e inseguridad. Por tanto, utilizamos la dinámica de amo y esclavo porque es más fácil y nos sentimos más seguros”, explica. De hecho, según Sanford, ansiar el poder aumenta cuando nos sentimos insultados, criticados y menospreciados. Y estos sentimientos gatillan cuando uno de los dos decide algo sin consultar al otro, cuando rechaza opiniones o dice qué hacer. Mostrar compromiso “Que muestre más apoyo” y “que cambie el comportamiento problemático”, fueron algunas de las actitudes específicas que pedían los voluntarios del estudio de Sanford que cambiaran sus parejas. En definitiva, todos apuntan a lo mismo: más compromiso, la segunda actitud que más queremos que muestre el otro. Acá el tema, más que el poder, es el miedo: sentimos que la pareja es distante e indiferente. Es el marido que se siente ignorado cuando su mujer le dice que prefiere hacer tal cosa sola, es la falta de compromiso que siente ella cuando, otra vez, el marido no fue con ella a algún lugar. Queremos que se note la inversión que el otro está haciendo en la relación, el problema está en la forma en que se lo planteamos. De acuerdo a Sanford, cuando buscamos compromiso, la palabra “deberías” se repite (“deberías haberme ayudado a limpiar”) y con eso le atribuimos al otro la responsabilidad y asumimos que lo que hizo (o no hizo) es porque no le importa la relación. Grave error. Vagdevi Meunier, sicóloga certificada del Instituto Gottman, comenta que cuando asumimos ciertos comportamientos del otro podemos equivocarnos: “Si mi marido llega tarde a la película que yo quería ver, quizás no significa que no me respete a mí, sino que son valores que no comparte. Lo ideal es evitar asumir cosas sobre lo que el otro piensa. Si asumimos cosas, el otro probablemente va a tomar una actitud defensiva”. Paola Ceruti, sicóloga de pareja y una de las creadoras del grupo Amar No Basta, explica que en lugar de culpar al otro, uno tiene que hacerse responsable de lo que le molesta. Ejemplos sobran: si para uno es importante la puntualidad, y para el otro no, surge el reclamo permanente para que llegue a la hora. Si no lo hace, se interpretará como que no le