El faraón del éxodo Por C. M. Kusta Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. Generaciones de literatos y seglares en general han buscado por igual la identidad del Faraón que rigió Egipto al ocurrir el Éxodo. Los dos nombres más frecuentemente mencionados son Seti 1 y Ramsés II, favoreciendo a este último la opinión de la mayoría. Desgraciadamente, estas consideraciones son hechas en un plano hipotético; no hay evidencia que favorezca esa elección. La evidencia de los registros bíblicos y arqueológicos, cuando se correlacionan estrechamente, van a favor de otro Faraón... ¡uno nunca antes mencionado en conexión con el Éxodo! Ciertos fenómenos al momento de ocurrir el Éxodo, no están registrados como ocurridos en los tiempos de Seti y Ramsés. Sin embargo, ocurrieron cincuenta y seis años antes de Ramsés. Consideremos esto: inmediatamente antes del Éxodo, Egipto estaba asolado por las plagas; el Faraón y su ejército se ahogaron en el Mar Rojo; el Imperio se derrumbo, abriéndose el camino para la entrada de los israelitas a la Tierra Prometida. Un estudio cuidadoso de los registros egipcios nos dice que esto no ocurrió durante el tiempo de Seti y Ramsés. Seti conquistó en el Asia Menor y Ramsés subyugó la mayor parte del mundo conocido. Una consideración más amplia demuestra que Ramsés no hubiera perseguido a los israelitas. Existía una fortaleza durante su época entre Egipto y Fenicia; un sólo jinete hubiera bastado para situar un numeroso cuerpo de tropas egipcias en el camino de los fugitivos israelitas. Resulta sumamente difícil imaginar a un Faraón casi a los noventa años de edad subiéndose a su carroza militar y yendo al galope hacia el desierto tras de una banda de esclavos desertores. El Valle de los Reyes contiene las tumbas de ambos, Seti y Ramsés, y, como hemos visto, Ramsés era un hombre demasiado viejo para conducir una carroza en precipitada marcha por millas del desierto. Es por demás obvio que Ramsés no encontró su tumba en el Mar Rojo, sino que murió pacíficamente en su ancianidad. A menudo se ha dicho que los egipcios no registraron sino los eventos históricos que les eran favorables. Cualquiera que aún sostenga este erróneo punto de vista debería leer los registros dejados por Tut-ank-amon, a quien en breve hallaremos al identificar al Faraón del Éxodo. Pero digamos primero una palabra sobre la cronología de la Biblia. Sabemos que el Arzobispo Ussher, irlandés, escribió un magnífico esquema, para futuros errores, cuando formuló las generaciones bíblicas y anotó fechas en los diversos eventos de la Biblia. El suyo fue un trabajo de dificultad matemática. Y de error matemático. La cronología de Ussher ya no es aceptada por los letrados especialmente su fecha de la Creación que fija en el año 4004 A.C. Podemos colocar con mayor exactitud los posteriores eventos de la Biblia por medio de referencia cruzada respecto a conocidas fechas históricas; pero acerca de las partes antiguas de la historia bíblica, y especialmente los eventos anteriores a los Reyes de Israel, estamos por completo a obscuras. Así, pues, al hacer a un lado las fechas que da Ussher, no se requiere más que aceptemos la fecha del Éxodo como en el Siglo XIII A.C. Y al hacer retroceder el Éxodo al Siglo XIV A.C. vemos que están presentes todos los fenómenos, indicación de que en este siglo, y no en el decimotercero, debe haber ocurrido el Éxodo. Los israelitas permanecieron en Egipto cuatrocientos años. Aceptando, para el Éxodo, una fecha en el Siglo XIV, nos quedamos con una fecha del Siglo XVIII para la emigración de Jacob a Egipto. La cuestión que ahora se torna importante es ésta: ¿tuvieron lugar en ese tiempo grandes movimientos migratorios a Egipto? ¡En verdad que así fue! En 1730 a.C. (o por entonces) los Hiksos, "Reyes Pastores", invadieron Egipto y establecieron su propia dinastía. Es casi un sine qua non para un invasor, que planea permanecer en un área conquistada, traer gente digna de su confianza a poblar las regiones que él domina. Los Hiksos eran gente pastora que habitaban la región circundante en el Delta del Nilo, y que empujaron a los egipcios más lejos hacia el Sur. Fue a estos "Reyes Pastores" a quienes se acercó José cuando el hambre asoló el Asia Menor. No es difícil comprender cómo es que los israelitas fueron considerados casi como parientes por los Hiksos. Ambos eran pastores de clase o rango. El Faraón en la época de José se precipitó un poco al decir a Jacob y a sus hijos que a ellos se les permitiría vivir en Egipto. En verdad, él le dijo a José que les daría la mejor tierra en el Delta. Esta es la clase de acción que uno solamente esperaría de un rey que había conquistado recientemente una tierra y que poblaría con gente en quien él pudiera confiar. Los israelitas prosperaron bajo el Faraón del Siglo XVIII A.C., pero varias generaciones después, uno “...que no conoció José...” vino al trono y puso a los israelitas en el cautiverio. Cuando Ahmose venció a los Hiksos en más o menos el año 1580 A.C. y los arrojó de Egipto, el ejército egipcio debe haber hecho un gran numero de prisioneros. En los días del antiguo Egipto, los prisioneros eran un elemento importante para el Imperio porque ejecutaban todas las labores pesadas. No se puede esperar que un ejército que huía para salvar la vida aguardase a los rezagados. Los Hiksos tenían un ejército movilizado en carrozas, y cuando huyeron de Egipto a raíz de su derrota por las fuerzas de Ahmose, deben haberlo hecho a toda prisa. Los israelitas eran colonos, atados a sus tierras y rebaños. Les hubiera sido imposible escapar. Ahmose, el Faraón, "...que no conoció José..." capturó a los israelitas y, como era de esperarse, los arrojó al cautiverio. Los años del cautiverio El cautiverio, en realidad, no está señalado con ninguna fecha por los escritores israelitas. Se afirma que ellos estuvieron en Egipto cuatrocientos años, pero sólo parte de ese tiempo lo pasaron en cautiverio. No sabemos cuánto tiempo duraría, pero fue un hecho bien establecido mucho antes del nacimiento de Moisés. En un punto debemos reevaluar los registros: El Faraón, el dios-rey de Egipto, tenía cosas mayores en que ocuparse que andar tratando de crear dificultades a los esclavos. Tenía un Imperio que gobernar. Entonces, como ahora, el regente de un pueblo no se entendía en persona con los prisioneros de guerra. Esa tarea la dejaba a cargo de oficiales designados para ello. Y es esta consideración la que nos permite identificar al Faraón del Éxodo a pesar del hecho de que tales actividades, como se mencionan en los registros de la Biblia, están en conflicto directo con lo que sabemos que era su modo de ser. ¡El faraón del éxodo fue Akhnaton! El conocimiento que tenemos de este magnífico Faraón, a quien se recuerda como el padre del monoteísmo, parecería excluir su elección como el Faraón del Éxodo. Pero consideremos lo siguiente: Durante el reinado de Akhnaton, los estados vasallos del Imperio no se vieron acosados con demandas de tributos, como lo estuvieron bajo sus predecesores; el Imperio estaba decayendo debido a la mayor libertad entre los vasallos. Inmediatamente al acaecer la muerte de Akhnaton, el pueblo estaba envuelto en un torbellino, sumido en la anarquía; era un pueblo al que los dioses le habían vuelto las espaldas. Escuchemos las palabras de Tut-ank-amon "hijo" y sucesor del más grandioso monoteísta: "Si se enviara a la gente a la costa de Fenicia para ampliar las fronteras de Egipto, no podrían en manera alguna triunfar en esto. Los dioses les volvieron las espaldas a esta tierra. Si alguien asedió a un dios con alguna petición es por cierto que no llegó a realizarse". Egipto estaba desolado y su ejército, poco antes tan victorioso, era una fuerza extinguida. La biblioteca de Tell-el-Amarna La evidencia de que a Akhnaton no le interesaba la conquista militar se ve en la gran biblioteca de Tell-el-Amarna. Hay muchas cartas escritas por los gobernantes de los vasallos del Asia Menor, suplicando a Akhnaton ayuda militar para abatir las sublevaciones a lo largo de las fronteras del Imperio. Pero no se envió tal ayuda. Akhnaton tenía muchísimos asuntos de mayor importancia que ocuparan su atención: acababa de volver al revés el panteón egipcio y traído a la consideración del pueblo el concepto de un solo Dios. Se había anticipado milenio y medio a su época. Los registros son conocidos en gran parte para poder estar seguros de que él fue el primer real filántropo del mundo. Ni una sola vez se le representó en pose guerrera matando a millares, según el sistema de Ramsés; ni aun intentaba matar animales salvajes, evitando la cacería que era el deporte favorito de los Faraones. Reinó en amor y hermosura, sólo permitiéndose ser representado en tranquilas escenas domésticas. Fue el edicto de Akhnaton lo que puso fin a los sacrificios humanos. La tradición de Akhnaton fue la que inspiró a Moisés. Y fue la benevolencia de Akhnaton lo que dio libertad a los israelitas. Los registros revelan que Akhnaton, después de su ruptura con los viejos moldes de Egipto, cambió su capital desde Tebas a otro lugar, donde edificó una nueva ciudad. A dicha ciudad le dio por nombre Akhetaton. Es el elemento final de evidencia que coloca al Éxodo en la época de Akhnaton. Primero, miremos los registros bíblicos. José fue elevado de la esclavitud a una posición de confianza. Finalmente llegó a gobernador de toda la tierra de Egipto. Desde un riguroso punto de vista político, esta situación resulta insostenible, a menos que aceptemos el hecho de que el Faraón era uno de los Reyes Hiksos, y probablemente el primero. El concepto de un segundo regente o gobernador del pueblo entero es ajeno a la estructura política egipcia. Cada una de las prefecturas tenía un gobernador local, pero no asumía el mando fuera de su propia área limitada. En vista de que José fue elevado al rango de Gobernador de todo Egipto, debemos tomar en consideración que el Faraón de esa época era un Hikso. Esto servirá para colocar a José en Egipto en esa fecha, al mismo tiempo que anotamos la fecha de entrada de los israelitas. La invasión de los Hiksos, como antes se mencionó, tuvo lugar por el año 1730 A.C. Cuando substraemos los cuatrocientos años, aproximadamente, que los israelitas estuvieron en Egipto, la fecha que resta es alrededor de 1330 A.C. Esto es por el tiempo de Akhnaton, no de Ramsés. Hay una grieta como de veinte años, pero, como hemos visto, toda la evidencia probable señala a Akhnaton, así que el error de tiempo debe estar en la colocación de las fechas en la Dinastía XVIII. Hay dos puntos en los cuales los proponentes de Ramsés II han estado acordes en el pasado. Estos puntos de evidencia son convincentes sólo en el sentido prima facie. Moisés escribió que los israelitas edificaron las ciudades del tesoro, Pithom y Ramsés. Sabemos por las anotaciones de los egipcios que Ramsés II edificó una ciudad en el sitio de la vieja Avaris y la llamó Piramesu. Y que él construyó graneros en Pithom. Pero todo esto no significa, necesariamente, que estos hayan sido los lugares en que trabajaron los israelitas. En los días de Hatshepsut había un canal que conectaba la ciudad de Pithom con el Mar Rojo. Hatshepsut era Reina de Egipto al principio del Siglo XIII A. C., de modo que Pithom se edificó mucho antes de que Ramsés naciera. Y cuando los Faraones le dijeron a José que estableciera a su padre y hermanos en Egipto, él dijo: “...en la tierra de Ramsés...” Resulta por demás extraño que un Faraón usara el nombre Ramsés siglos antes de que el primer Faraón que llevara el nombre hubiera nacido. Pero esto es tan fácil de resolver como lo de la ciudad de "Ramsés" mencionada por Moisés. Ramsés no es solamente un nombre personal, sino, como todos los antiguos nombres, tenía un sentido literal. Casi todos los Faraones del antiguo Egipto adoptaron el nombre de uno de los dioses y agregaron algo que generalmente ponía el nombre en una nueva luz, tal como "Ra (el dios sol) es Complacido". De esta suerte, el nombre sería igualmente aplicable a un hombre o a una ciudad. Así fue respecto a la ciudad de que Moisés habló de edificar para el Faraón Finalmente, hay un hecho grandioso e importante que aun por sí mismo señala positivamente el período cercano al final de la Dinastía XVIII como la época del Éxodo. La tarea principal de los israelitas, inmediatamente anterior al Éxodo era la de hacer ladrillos: Cuando se hacen ladrillos en tan grande escala, esto sólo significa una cosa: Alguna obra gigante de construcción se está llevando a cabo. Hay evidencia en la forma de restos actuales, indicadora de que los egipcios efectuaron la mayor parte de su construcción pesada en granito, basalto o piedra caliza. Ningún sitio del Siglo XIII indica que se llevara a cabo en ladrillo alguna construcción extensa, especialmente en la escala de la que habló Moisés. Así que debemos hallar algo con qué relacionar esta dura tarea de los israelitas. Afortunadamente, podemos hacerlo. Akhetaton, la nueva capital de Akhnaton, se curvaba a lo largo del banco del Nilo por una distancia de ¡cinco millas! Contenía el más grande edificio en todo el mundo antiguo. El "Palacio Real" daba frente a la calle principal de Akhetaton en una distancia de ciento veintidós pies. Por toda la ciudad había otros edificios que hubieran ocupado generaciones de fabricantes de ladrillos con todo el trabajo que ordinariamente pudieran haber hecho. No obstante, debido a que los depósitos de piedra caliza, en la vecindad de Akhetaton, eran poco adaptables por ser extremadamente porosa la piedra para la construcción, ¡esta sólida ciudad fue construida enteramente de ladrillos secados al sol! Y el proyecto entero se terminó en sólo unos cuantos años. Pero, ¿le hubiera permitido el credo filosófico de Akhnaton perseguir a los israelitas en el desierto? ¿Murió él en el Mar Rojo con todo su ejército? Las plagas que fueron concomitantes al Éxodo vinieron menos de veinte años después que Akhnaton ocupó el trono de Egipto. Es sumamente fácil ver cómo los sacerdotes de Amón hubieran podido influir la mentalidad de la gente (especialmente los jefes militares que deben haberse enfadado mucho bajo el pacífico reinado de Akhnaton) y convencerlos que el derrocador de los templos de Amón también debería ser derrocado. Esto resulta más plausible cuando recordamos que tras de un corto periodo de anarquía, un general, Horemheb, subió al trono de Egipto. Debe haber sucedido algo como esto: Akhnaton, al ser enfrentado por Moisés con su petición por los israelitas, los libertó de su cautiverio. Los sacerdotes de Amón sublevaron entonces a los generales contra Akhnaton, culpándolo a él y a los israelitas por las calamidades que habían caído sobre Egipto. Los generales se rebelaron y asesinaron a su Faraón. El que hacía cabeza en el ejército egipcio se apoderó entonces de la Insignia Real del Asesinado Akhnaton y persiguió a los israelitas. Este general fue entonces el hombre que murió en el Mar Rojo a la cabeza del ejército egipcio. Moisés, volviendo la mirada a las fuerzas atacantes que iban en pos de los israelitas, debe haber visto la Insignia Real, asumiendo que la portaba el Faraón. El registro mosaico El terrible destino sufrido por el gran monoteísta pudo sólo haber sido causado por alguna situación igualmente terrible, por la que fue forzado a cargar con la culpa. Las plagas del registro Mosaico se destacan en la historia bíblica como una catástrofe sólo excedida por la destrucción de Sodoma y Gomorra. Esta es la razón más probable de por qué el solo nombre de Akhnaton fue borrado de la historia de Egipto. Y destruir la historia de un hombre muerto en Egipto era privarlo de su vida futura, porque los antiguos egipcios le daban mucha importancia al nombre de una persona puesto en su sepulcro. Ni tan sólo se le concedió a Akhnaton la santidad de una tumba; su sepultura permanece desconocida hasta el presente. La liberación de los israelitas y el morir por sus creencias concuerda fuertemente con el carácter de Akhnaton. A él le interesaban el afecto y la belleza; era el padre del monoteísmo; era un hombre que había encontrado los grandes secretos de la verdad y la sabiduría filosóficas; y él las incorporaba a los textos de su credo. A su propio nombre le siguió el nombre descriptivo de Ankhem-Maat. Por libertar a los israelitas e introducir la adoración de un Sólo Dios, le dio significado al nombre El Que Vive en la Verdad.