La Lucha Comienza en la Mente Aunque nos guste o no, o lo admitamos o no, existe una ley perversa que trabaja dentro nosotros. que siempre que hacemos el bien, el mal está presente. Pablo los describe de esta manera: Romanos 7:15-17 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mi. Como Pablo, descubrimos una ley irónica trabajando dentro de nosotros y sentimos una profunda derrota espiritual y clamamos junto con Pablo, “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de éste cuerpo de muerte?” ¿Porque la Gracia todo lo cambia? Aparente, nos sugieren que luchar con la carne es una terrible anormalidad para un creyente. Dicen, “Si tan sólo oraras más, y dedicaras más tiempo a la Palabra, y tuvieras una mente espiritual (como nosotros), no tendrías ningún problema con la carne.” Mientras que éstas actitudes de perfeccionismo super espiritual son muy comunes, no están de acuerdo con la clara enseñanza de la Escritura. No puedo imaginar ver llegar el momento en que no tengamos ningún problema con estos cuerpos carnales mientras vivamos en la tierra. Dios nunca tuvo la intención de que la carne nos gobernara; por eso Él ha provisto los recursos y el poder para que experimentemos la victoria. Pero mientras estemos decididos a tratar de solucionar nuestras luchas propias, por nuestra propia fuerza es una obra de la carne y es tan detestable a la vista de Dios como las cosas que tratamos de no hacer. Cuando nuestra victoria proviene solamente de la intervención de Dios, y fuera de nuestros propios recursos, el resultado final es gloria y alabanza a Dios. De Adentro Hacia Afuera En Su gracia, Dios ha hecho posible para nosotros que disfrutemos de una victoria consistente. Aun así, de éste lado del cielo la batalla nunca termina. Cada día se nos presenta la oportunidad de elegir lo que debemos hacer. ¿Viviremos para los deseos de la carne, o cederemos nuestras vidas al poder del Espíritu de Dios? ¡Qué glorioso es llegar al final de nuestros recursos y ver que Dios cambia nuestras vidas por Su gracia! Nuestra única jactancia como creyentes radica en la obra completa que Jesucristo ha hecho por nosotros. Si no fuera por la cruz, estaríamos para siempre perdidos y sin esperanza. Pero gracias al gran amor de Dios por nosotros, ahora podemos tener una maravillosa relación con Dios por la cual ya no somos nosotros los que vivimos, sino que Cristo vive en nosotros. La vida que ahora vivimos, la vivimos por fe en el Hijo de Dios, quien nos amó y se entregó así mismo por nosotros. Por la gracia de Dios, cada uno de nosotros somos una nueva criatura en Cristo Jesús. Las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas.