Cuaresma: Tiempo de solidaridad "La solidaridad no puede asumir que nuestras luchas son las mismas luchas, que nuestro dolor es el mismo dolor, o que nuestra esperanza es del mismo futuro. La solidaridad implica compromiso y trabajo, así como también el reconocimiento de que, aunque no tengamos los mismos sentimientos, la misma vida ni los mismos cuerpos, vivimos en un terreno común”. (Sara Ahmed) Entrando en esta temporada de cuaresma, oímos las palabras “conviértanse y crean en el evangelio”. En los últimos años, hemos adquirido más conciencia de que el pecado conlleva al mismo tiempo un carácter tanto personal como social. Nadie es una isla, todas las personas somos partes del cuerpo de Cristo; lo que hacemos nos afecta recíprocamente y todas estamos involucrados en las acciones del cuerpo en su conjunto. Nuestro viaje cuaresmal ya no puede ser simplemente un asunto privado, algo que hacemos para el beneficio de nuestra alma individual. Un viaje al desierto de la cuaresma en solidaridad con nuestros hermanas/os es un camino diferente de uno hecho por devoción individual. Es una oportunidad para mirar con ojos de contemplación el sufrimiento de nuestro mundo y el pecado social que más a menudo se encuentra en el corazón. Es una oportunidad para imaginar el Reino de Dios sobre la tierra y comprometernos de nuevo a trabajar para hacerlo realidad aquí. “Durante la Cuaresma dejemos que el Espíritu de Dios nos lleve al arrepentimiento no sólo de nuestros pecados personales sino también de las maneras en que nuestra historia colectiva pudiera haber sido cómplice en el sufrimiento de otros. En arrepentimiento, busquemos creer en el Evangelio que es buena nueva para los pobres, vista para los ciegos, libertad para los oprimidos; y busquemos activamente la justicia, la esperanza y la alegría en el Espíritu, que es en lo que consiste el Reino de Dios”. ¿Cómo podríamos como comunidad vivir esta cuaresma con una espiritualidad de solidaridad? Una espiritualidad de solidaridad reconoce que las profundidades del sufrimiento humano en el mundo pueden ser redimidas solamente por la amorosa solidaridad misericordiosa de Dios con la comunidad humana en su esfuerzo por crear un mundo más lleno de justicia y paz para todos. La pasión y muerte de Jesús no es sólo un acontecimiento histórico; se la vive día a día en el cuerpo, el espíritu y la vida de la gente en todo el mundo, desde las ciudades empobrecidas y violentas de naciones ricas hasta las favelas y barriadas de Río de Janeiro, Calcuta y Johannesburgo. De la misma manera, se hace realidad la resurrección diariamente cuando la gente adopta medidas para afirmar su propia dignidad y sus derechos o para desplegar su espíritu más allá de los muros del racismo, sexismo y todas las otras formas de dominación y control. La resurrección es la base de nuestra esperanza de unos para con los otros y para el futuro. Una espiritualidad de solidaridad nos da una buena base en el sentido de relación, integralidad y mutualidad –con Dios, unos con otros, y con la tierra–. Ofrece energía para la intensa tarea de forjar y desarrollar estructuras y relaciones alternativas que liberen tanto a los oprimidos como a los opresores. Pueda responder a las inseguridades y opresiones de la globalización del mundo que caracteriza nuestra era. (Cita de Maria Riley OP en el manual JP del BP Vol. 2) Oremos: Diois Padre y Madre, que estás en nosotros aquí en la tierra, tu nombre es santo en los hambrientos que comparten su pan y su canto. Venga tu reino, que es una tierra generosa que mana leche y miel. Permítenos hacer tu voluntad poniéndonos de pie cuando todos están sentados, y levantando la voz cuando todos callan. Nos estás dando hoy nuestro pan de cada día en el canto del pájaro y en el milagro del maíz. Perdónanos por guardar silencio ante la injusticia y por enterrar nuestros sueños, por no compartir el pan y el vino, el amor y la tierra entre nosotros, ahora. No nos dejes caer en la tentación de cerrar las puertas por miedo; de conformarnos con el hambre y la injusticia; de adoptar las mismas armas que usa el enemigo. Mas líbranos del mal. Danos la tenacidad y la solidaridad para buscar el amor, aunque el camino todavía no esté hecho, aunque caigamos. Así habremos conocido que tu reino está llegando para quedarse para siempre. Amén (Adaptación del Padrenuestro centroamericano) Elaborada por Hna. Margaret Lynch, Representante ONG del BP en Ginebra