Otrora Tempestad

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Bagnato Ma. Laura (UBA- UNAJ) laurabagnato@yahoo.com.ar / Rocco Carbone (Conicet- UNGS)
pablogil@yahoo.com.it
II Congreso de Estudios Poscoloniales y III Jornadas de Feminismo Poscolonial - CLACSO,
Programa Sur Global, IDAES/ UNSAM- Biblioteca Nacional, Caba, Diciembre 2014.
SICORAX Y MIRANDA: TORTA Y RECURSO
Laura Bagnato / Rocco Carbone
La literatura a menudo puede funcionar como una suerte de anticipación de las posibles
cosmovisiones y experiencias que lxs sujetxs vamos desplegando a lo largo de la historia. Historia
que se entreteje en una multiplicidad de tramas, que deben de ser desentrañadas, si queremos
entender su profunda complejidad, su sentido y su accionar. Y en particular, la literatura teatral,
como señala Césaire1, aporta una claridad en su decir que ayuda a ese proceso de deconstrucción y
desenmascaramiento. O sea, que la literatura –como la filosofía o el arte– puede funcionar como
contra-laboratorio virtual de producción de realidad. Decimos esto para desmitificar la idea de
literatura como mimesis, ficción y verosimilitud. O sea, como una serie social en estado
esquizofrénico respecto de los dramas sociopolíticos de los pueblos porque crea mundo paralelos,
mundos posibles y que cuenta cosas que podrían llegar a pasar en la realidad, pero que no pasan. Y
no: la literatura, y la literatura que nos interesa considerar en una América Latina integrada del s.
XXI es aquella que acompaña los dramas de los pueblos.
Colonialismo: que es lo que nos convoca. La trama del colonialismo pone de relieve la colonialidad
presente en las maneras en que se construyen las formas de “mirar” al otrx y las relaciones (de
poder) que se establecen con ese otrx. Otrx que es construido, delineado, presentado y
experimentado a partir de nociones colonialistas y heteropatriarcales. Esx otrx en este trabajo es
repensado a partir de lxs personajes femeninos de las obras The Tempest (Shakespeare) y Una
Tempestad (Césaire): Miranda y Sicorax. Porque esas obras dramatizan procesos de colonización y
descolonización.
Miranda y Sicorax aparecen como equivalentes, no sólo dentro de los márgenes del sistema
colonial-esclavista entramado por Shakespeare sino también, paradójicamente y no tanto, al interior
mismo de la literatura descolonizadora de Césaire. Se trata de personajes semejantes y asimétricos
que dan cuenta y ponen en la superficie la cuestión del lugar de la mujer; no sólo en el sistema
colonial- esclavista, que es profundamente heteropatriarcal, machista y blanco, sino también el rol
de la mujer en el proceso de descolonización. Mujeres y personajes que nos anticipan, profundizan
y proveen de instrumentos para la construcción de una mirada que reflexione sobre vestigios, raíces
1
Césaire, A. Para leer a Aimé Césaire, selec y presentación de Philippe Ollé- Laprune; Trad. De Juan José Rivas,
Fabienne Bradu, Arturo Vázuez, Roberto Rueda Monreal, Yenny Enríquez y Virgina Jaua. México: FCE, 2008.
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heteropatriarcales y racistas presentes en las cosmovisiones (des)colonizadoras: de Shakespeare y
Césaire.
Colonialidad, género e identidades
Lo colonial: palabreja que nos remite a economías capitalistas/esclavistas de plantación. Esas
economías que suponen el despliegue de la maquinaria del colonialismo. Y el colonialismo es la
historia de la humanidad como naturalización de la opresión: naturalización de la clase, de la raza,
del sexo, del género, de la especie... Maquinaria que en la tricontinental, para decirlo de manera
guevarista, en Asia, África y América, implicó un epistemicido. Generalmente apelamos a este
nombre –lo colonial– para individualizar una formación social definida por la dominación
extranjera de una población nativa; población obligada a la fuerza a una superexplotación laboral.
Pese a esta definición general, se precisan unas distinciones para contextualizar lo colonial,
macrocategoría integrada por al menos dos subunidades: colonización y colonialismo.
1. Colonización. Es el proceso de expansión y conquista fáctica de las colonias. Facticidad que
implica el sometimiento de otro territorio por medio de la fuerza o por medio de la superioridad
económica. Por una aceleración en el desarrollo de las contradicciones económico-sociales, un país
o un grupo de países empiezan a tener el deseo de dominar otras tierras. Tierras consideradas como
espacios libres. Sintomática, en la Argentina, y en este sentido, es la “Conquista del desierto” de
Roca como ministro de Guerra de Avellaneda. Entre 1878 y 1885 la República Argentina avanzó
sobre el desierto, sobre un espacio presuntamente vacío –poblado en realidad por las etnias
mapuche y tehuelche– para dominar los territorios de la región pampeana y de la Patagonia.
Entonces, colonización indica un movimiento de agresión que va a consolidar un sistema
diferenciado y polarizante. Expresa la voluntad de controlar, manipular e incorporar un mundo
diferente, alternativo o nuevo. La colonización expresa un intercambio desigual entre varios tipos
de poder: entre las ideas sobre lo que “nosotros” hacemos (bien) y “ellos” no pueden hacer o
comprender del mismo modo que “nosotros”.
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2. Colonialismo. Es una realidad cultural y política. Indica la doctrina y la práctica políticoinstitucional de la colonización. Colonialismo es un cuerpo compuesto de teoría y práctica. Y ha
llegado a ser un sistema para conocer las Colonias, un filtro aceptado que las colonias han
atravesado (¿y atraviesan?) para penetrar en la conciencia occidental. Debemos entenderlo como
una organización sistemática de la dominación. En su inflexión más general, es la dominación
institucionalizada de un Estado sobre pueblos que pertenecen a civilizaciones lejanas. Con
colonialismo nos referimos entonces a la dominación política, administrativa, financiera,
económica, comercial, militar y cultural de un ocupante sobre un pueblo ocupado; pueblo residente
en un territorio más o menos distante respecto de un área metropolitana. En cuanto a lo cultural: el
colonialismo ha armado los modelos culturales y los sistemas de instrucción escolástica en cada uno
de los niveles. Así, ha modelando los cánones del gusto, los valores y las formas de vida de las
clases medias emergentes.
Este entramado, en Césaire como en Shakespeare está representado sobre todo por la polarización
Calibán-Próspero. Polarización en la que Calibán representa a poblaciones colonizadas cuya
soberanía biopolítica está sujeta a un dominio colonial, político o económico exterior, representado
por Próspero; nombre que además encarna el discurso cultural europeo. Entonces, lo que caracteriza
al colonialismo es su capacidad de “actuar a distancia”: de emitir ideología en un lugar e influir
políticamente en el funcionamiento de otro lugar distante (periférico) respecto de ese “centro de
excitación” que conocemos bajo el nombre de metrópolis. Se trata de un modelo políticoideológico-inalámbrico (wireless politic). El colonialismo como sistema de comunicación implica
una capacidad de teleacción: de incidir sobre una costumbre, un gesto, una institución, una etnia, un
país, una nación, un continente a través de la emisión distante de información ideológico-codificada
que antes viajaba en los barcos (negreros y mercantes) y hoy en la red bajo forma de bit y byte.
Esto en cuanto a lo colonial. Otra categoría que aquí interesa es la de colonialidad. Y la pregunta
que cabe formular es: ¿cómo podemos dar cuenta de dicho concepto como elemento presente y
persistente en la constitución de la identidad de lxs colonizadxs?
A pesar de que uno de los elementos fundamentales para pensar el concepto de colonialidad es el de
raza (Quijano), ésta no termina de dar cuenta de la amplitud de su significado si no se la cruza con
la dimensión del género (Lugones). Es decir: la raza es una dimensión inicial y necesaria para
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comenzar a pensar la colonialidad. Dimensión utilizada y delineada para establecer rangos o grados
de humanidad. Es decir, existen tipos distintos de humanidad y la raza es el elemento que permite
formular una clasificatoria. “« Europeo », « indio », « africano » se encuentran entre las identidades
« raciales ». Esta clasificación es la expresión más profunda y duradera de la dominación colonial.
Con la expansión del colonialismo europeo, la clasificación fue impuesta sobre la población del
planeta. Desde entonces, ha permeado todas y cada una de las áreas de la existencia social,
constituyendo la forma más efectiva de la dominación social tanto material como intersubjetiva”
(María Lugones, Tabula Rasa, núm. 9, julio- diciembre, 2008).
El concepto de raza a lo largo de la historia del sistema colonial-esclavista se tornó realidad,
cuerpo... mirada degradada. La deshumanización producto de la clasificación racial es una cuestión
que se instaló como cosmovisión durante la etapa americano-colonial. Y esa misma racialización
funcionó también como articulador de las relaciones sociales en la mayor parte de las repúblicas
americanas independientes. Sus efectos aún los tenemos internalizados en nuestros cuerpos. La raza
es el vector a partir del cual se moldeó la modernidad. Funciona como la ficción que todo mito
necesita. Ficción con-fundida con la realidad. Construcción ficcional cuya raíz es la violencia
colonizadora. Y con plena vigencia en la Argentina cada vez que como insulto formulamos un
negrx de mierda. Ahí el insulto es tal no por la presencia de la fecalidad sino por los lastres
coloniales de la raza que verificamos en nuestra boca toda vez que pronunciamos esa frase. Es el
inconsciente político que nos habla.
Sin embargo, la raza no termina de dar cuenta de la dramática de la colonialidad en su complejidad.
En palabras de María Lugones: “« colonialidad » no se refiere solamente a la clasificación racial. Es
un fenómeno abarcador, ya que se trata de uno de los ejes del sistema de poder y, como tal, permea
todo control del acceso sexual, la autoridad colectiva, el trabajo, y la subjetividad/intersubjetividad,
y la producción del conocimiento desde el interior mismo de estas relaciones intersubjetivas. Para
ponerlo de otro modo, todo control del sexo, la subjetividad, la autoridad, y el trabajo, están
expresados en conexión con la colonialidad” (María Lugones, Tabula Rasa, núm. 9, juliodiciembre, 2008).
Es el concepto de género en intersección con el de raza que amplifica la visión sobre la
colonialidad. El género, acotado a la oposición binaria hombre-mujer, las relaciones sociales y las
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complejas interacciones que se desprenden de esa oposición. Para María Lugones, el género es el
campo primario en el que podemos verificar la intrincada relación con la noción de poder: Las
significaciones de género y poder se construyen la una y la otra en coacción. En función del género
se establece y prefigura la norma por la que se rigen las relaciones entre los sexos. Sus roles, su
alcances, sus posibilidades de experiencia y poderes quedan significados y establecidos.
“El género es una de las referencias recurrentes por las que se ha concebido, legitimado y criticado
el poder político. Se refiere al significado de la oposición varón/mujer, pero también lo establece.
Para reivindicar el poder político, la referencia debe parecer segura y estable, fuera de la
constitución humana, parte del orden natural o divino. En esa vía, la oposición binaria y el proceso
social de relaciones de género forman parte del significado del propio poder; cuestionar o alterar
cualquiera de sus aspectos amenaza a la totalidad del sistema”2.
Es decir, la intersección de raza y género posibilita un análisis más exhaustivo para dar cuenta de la
persistencia de la colonialidad, de la conformación de identidades en lxs colonizadxs en general y
en las mujeres, en particular.
Syrcorax y Miranda
Miranda y Syrcorax son los personajes femeninos de La/Una Tempestad, obras de Shakespeare y
Cesaire respectivamente. Se trata de personajes que albergan todo el potencial de denuncia,
resistencia y que a la vez son imagen/muestra del sistema de opresión y violencia con que el
heteropatriarcado moldeó el rol y la identidad de las mujeres en el sistema colonial/esclavista. Rol e
identidad de la mujer programados también en toda la modernidad y que aún hoy tienen plena
vigencia si pensamos en la condición no totalmente emancipada de la mujer en nuestras sociedades.
Syrcorax. Shakespeare – y Césaire!– la tratan de bruja. Mientras Próspero es el mago. Ahí se trama
una tensión entre un saber legítimo –la magia: sinónimo de tecnología– poseída por un hombre,
blanco y colonizador; y un saber desprestigiado: la brujería en manos de una mujer. Y tal como la
magia desprestigia a la brujería, el hombre, sobre todo si es blanco y occidental, desprestigia a la
mujer indígena. De hecho, la brujería es un conjunto de creencias, conocimientos, prácticas,
2
Scott, J. El género una categoría útil para el análisis histórico en Fowler, Dictionary of Modern English Usage, Oxford, 1940.
http://www.herramienta.com.ar/cuerpos-y-sexualidades/el-genero-una-categoria-util-para-el-analisis-historico
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actividades y atributos dotadxs de ciertas habilidades mágicas cuya finalidad es hacer el mal: dañar.
No así la magia que por el contrario tiene connotaciones positivas. Y es por esa misma razón que el
mago Próspero, que detiene un poder/saber y un género legítimos, encierra a la bruja en un árbol.
La encarcela: encana, encadena: la separa de los dramas políticos y sociales de la isla. Las
penitenciarias son administradas por el poder: el Estado. Las funciones de Próspero entonces son las
de Estado, saber legítimo, encarnación de la coacción, y puesta en marcha de lo que debe ser y se
puede hacer en términos genéricos sobre los géneros desprestigiados.
Es en el texto de Silvia Federici, Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria
(2011) aparece la bruja como uno de los mitos co-fundadores del capitalismo. La mujer como bruja
es sujetx de persecución, exterminio y corrimiento de los lugares de poder que están reservados y
que tienen que ocupar los hombres: el hombre blanco europeo. Que Próspero acuse a Sicorax de
bruja es todo menos sintomático; porque a partir del descubrimiento de América, de la
conformación del sistema-mundo (Wallerstein, El moderno sistema mundial. La agricultura
capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el s. XVI, México, Siglo XXI, 1979),
Europa genera una nueva perspectiva temporal de la Historia, construcción en la cual los pueblos
colonizados –con sus historias y culturas– son ubicados en el pasado (y precisamente por eso
anteriores a los europeos; y esta última palabrita va emparejada con modernidad y racionalidad: lo
que Próspero llama magia); y en ese pasado se sitúan otras sinonimias, como: primitivx, irracional,
tradicional, magia (pensamiento mágico): y por eso Sicorax, también, es una bruja.
Por otra parte: es la madre (soltera) de una criatura deforme, de una bestia, de Calibán. Parió la
deformidad, la sub-humanidad. Su participación en la obra de Shakespeare aparece en el relato de
Próspero (el colonizador). Es Próspero quien le recuerda a Ariel que fue él quien lo salvó de los
hechizos de la bruja. Es el relato del colonizador que da cuenta de ese personaje... la palabra
autorizada, legítima es la que nos proporciona los detalles para que nosotrxs podamos caracterizar e
imaginar a Sicorax. Próspero, Shakespeare y Césaire la despojan de palabra. Sicorax no habla: es.
Es la palabra de Próspero-Shakespeare-Césaire que moldea la cosmovisión colonizadora-esclavista
y moderna acerca de la mujer.
Sicorax es el personaje femenino que en Shakespeare y también, paradójicamente, en Césaire,
aparece relegado, como si fuera el recuerdo de un pasado funesto y oscuro. Pero nosotrxs lo
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rescatamos, porque pese a los vejámenes que recibe previsiblemente del cisne de Avon y menos
previsiblemente del intelectual negro Césaire, estamos convencidos, se trata de una mujer
emancipada y por eso violentada (violencia más violación): es madre sin ser esposa y podemos
postular que era torta: por eso el comprensible heteropatriarcado de Shakespeare y el menos
comprensible de Césaire la encierra.
Miranda: la otra mujer. Es la hija de Próspero a quien Calibán le tiene cierto deseo: deseo del
hombre diversamente pigmentado sobre la mujer blanca. Que no es lo mismo que violación del
hombre blanco sobre la mujer negra. Sea como fuere. El deseo de Calibán sobre Miranda le ofrece a
Próspero un excelente argumento para esclavizarlo, como defensa contra una supuesta violación de
su hija; nunca concretada en realidad. Parentéticamente: Próspero quiere barrar el deseo de Calibán
y por eso –también– lo esclaviza, porque quiere evitar una secuela que para él es amenazadora: el
mestizaje. Ser abuelo de subjetitxs café-con-leche: mulatos, con la carga connotativa que tiene esa
palabra: un híbrido incapaz de reproducción. Barrar el deseo aquí funciona como una suerte de
pieza semiótico-material (máquina y discurso) clave dentro de la gramática racista de la cultura
occidental encarnada por Próspero: obsesionada por la contaminación de los linajes, la pureza de la
raza, la separación de los sexos y el control de los géneros. Barrar el deseo sirve para esclavizar
pero sirve también para evitar el mestizaje: ese mestizaje que rompería la legitimidad del
colonialismo, que tiene en el racismo su condición indispensable en el marco de una “sociedad de la
norma”. Aquí verificamos que el sistema colonial-esclavista es profundamente heteropatriarcal y
machista: para Shakespeare y ¡para Césaire! Su punto nuclear es lo masculino: para Shakespeare y
¡para Césaire! Y ponemos puntos exclamativos no para poner en la superficie de esta discursividad
un sentimiento propio de pequeño-burgueses, que es la indignación, sentimiento antipolítico si lo
hay, sino porque el intelectual negro, que le copia el discurso y la metafórica al intelectual
colonizante –Shakespeare–, para que ese “mismo” discurso cuente un proceso de descolonización y
no uno de colonización, Césaire, decíamos, se adhiere perfectamente a la conceptuación de
Shakespeare en cuanto a la caracterización genérica sobre el cuerpo de la mujer. Donde esa mujer
es la enemiga Sicorax o la hija Miranda, que más que hija es recurso, natural, de Próspero, y que
éste usurpa, usa y abusa para conseguir beneficios sobre el mundo, las fuerzas y los dioses.
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A su vez, ese “deseo de violación” barrado con el que Próspero domina, esclaviza y explota a
Calibán tiene su correlato en la construcción de la figura de su madre. Sicorax por añadidura es
símbolo de la promiscuidad. Y esa construcción tiene repercusiones directas en la manera en que se
caracteriza a la totalidad de la raza negra. Lxs negrxs como subjetividades incapaces de controlar
sus impulsos sexuales. Racismos y sexismo son distintivos que sirven para fraguar las identidades
de lxs colonizadxs.
Masculinidad. Decíamos que un punto nuclear del colonialismo es lo masculino. Donde lo
masculino es asociado a la negación de todo rasgo, valor o práctica que no sea
reconcida/reconocible como masculina. De esta forma, la masculinidad se precisa como exclusión:
la producción subjetiva de masculinidad es una operación de exclusión de la otredad entendida
como su afuera constitutivo. Lo masculino, relacionalmente, produce su identidad y la estabiliza a
partir de cadenas simbólicas y reales de exclusiones. Y esx otrx afuera de la frontera es lo femenino
y la homosexualidad: por eso la homofobia debe entenderse como extensión de la misoginia. Lo que
no es como debe ser (varón/macho) debe ser rechazadx y repudiadx. Y en esa vectorización, las
situaciones que se producen y las prácticas a las que se apela no pueden ser salvo violentas. Hacer
valer la violenta indentidad masculina en el marco de la hegemonía es convencer que no se es puto
y que no se es mujer: importa poco si hija o bruja.
Masculinidad-sexualidad-saber. En esta serie de cosas, hay que agregar algo más. Que la tecnología
–el saber: lo podemos llamar magia también– es el criterio del colonizador para determinar el grado
de cultura (avanzado/primitivo), de racionalidad y de progreso alcanzado por los “pueblos”. En este
sentido, la mujer que no tiene acceso o carece de tecnología debe ser descrita como si formara parte
de la “naturaleza” (esta es una inflexión general de las narraciones colonialistas dominantes). Y esa
mujer obviamente es Miranda, pero es también Sicorax (una bruja, que como tal es primitiva porque
posee un conocimiento irracional). Las dos se convierten en recursos que el hombre blanco debe
dominar y explotar. En el caso de Miranda, dominar y explotar sin que el hombre diversamente
pigmentado tenga acceso a ella. Miranda es una mediación de los saberes de Próspero, esos saberes
que él guarda ahí en la gruta, bien guardados y custodiados en libros gordos; libros que albergan la
sabiduría de Próspero, sus prácticas de saber y de producción de subjetividad que él mismo relega a
la clandestinidad. Nunca veremos ni siquiera los labios de Miranda llenos del esperma de Calibán
porque tocarla, cojérsela, sería como cojerse esa libertad que otorgaría el saber de Próspero, de
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acceder a él. Saber y sexo: dos prohibiciones. Porque implican desmontar la casa del amo con la
misma cajita de herramientas del amo. Sexo, saber y mestizaje van emparentados. Lo que estamos
diciendo es que Miranda es sujeto del orden colonial tanto como lo es Calibán. Miranda es negra;
por más que parezca contradictorio, incluso insostenible. Porque tanto Calibán, como Sicorax y
Miranda pertenecen a grupos oprimidos.
Concluyendo. Los cuerpos violentados (violencia más violación) de Sicorax y Miranda concentran,
como la huella de una ausencia, la totalidad de las luchas que el sujeto femenino dio a lo largo de la
historia y que sigue dando en las disputas del tiempo presente. Las luchas contra la subordinación
de la mujer a la figura tutelar del hombre blanco tecnológicamente ilustrado: que, lo sabemos de
sobra ni es tutelar ni tecnológicamente ilustrado. Miranda y Sicorax: mujer blanca y mujer
diversaemente pigmentada: torta, una, recurso la otra. Son metáforas que aluden a las luchas contra
la opresión y la permanencia de la colonialidad en las relaciones que las determinan y las
componen. Son mujeres desiguales porque la historia marca una desigualdad de condiciones entre
ambas, pero sin embargo son producto del mismo sistema heteropatriarcal y colonial.
Bibliografía
Césaire, A.
Una Tempestad; con prólogo de Rocco Carbone y Leonardo Eiff- 1°Ed. Buenos
Aires: el 8vo. Loco, 2011.
Para leer a Césaire/ Aimé Césaire, selec. Y presentación de Philippe Ollé- Laprune;
trad. De José Luis Rivas, Fabienne Bradu, Arturo Vázquez, Roberto Rueda Montreal, Yenny
Enríquez y Virginia Jaua. - México: FCE, 2008.
Discursos sobre el colonialismo. Madrid: Akal, 2006.
Shakespeare, W. La Tempestad. Madrid: Alianza Editorial, 2008.
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Quijano, A. Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. Edgardo Lander (ed.), La
Colonialidad del saber: Eurocentrismo y Ciencias Sociales. Perspectivas Latinoamericanas.
Caracas: CLACSO, 2000.
Espinoza, Y. Los
cuerpos
políticos
del
feminismo.
Septiembre
2010.
http://potenciatortillera.blogspot.com.ar/2010/09/yuderkys-espinosa-minoso.html
Federici, S. Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Buenos Aires: Tinta
Limón: 2011.
Lugones, M. Colonialidad y género. Tabula Rasa, núm. 9, julio- diciembre, 2008 pp 73 a 101.
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca. Colombia.
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English Usage, Oxford, 1940. http://www.herramienta.com.ar/cuerpos-y-sexualidades/el-generouna-categoria-util-para-el-analisis-historico
Wallerstein, I. El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la
economía-mundo europea en el s. XVI. México, Siglo XXI, 1979.
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