moradas castillo interior

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TERESA DE JESÚS
MORADAS
CASTILLO INTERIOR
EDICIONES SÍGUEME
SALAMANCA
2005
Cubierta diseñada por Christian Hugo Martín
© Ediciones Sígueme S.A.U., 2005
C/ García Tejado, 23-27 - E-37007 Salamanca / España
Tlf.: (34) 923 218 203 - Fax: (34) 923 270 563
e-mail: ediciones@sigueme.es
www.sigueme.es
ISBN: 84-301-1565-X
Depósito legal: S. 504-2005
Impreso en España / Unión Europea
Imprime: Gráficas Varona S.A.
Polígono El Montalvo, Salamanca 2005
CONTENIDO
Introducción, de Maximiliano Herráiz .........................................
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MORADAS. CASTILLO INTERIOR
PRÓLOGO ...................................................................................
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MORADAS PRIMERAS .................................................................
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1. En que trata de la hermosura y dignidad de nuestras almas.
Pone una comparación para entenderse, y dice la ganancia que
es entenderla y saber las mercedes que recibimos de Dios, y
cómo la puerta de este castillo es la oración ...........................
2. Trata de cuán fea cosa es un alma que está en pecado mortal, y cómo quiso Dios dar a entender algo de esto a una persona. Trata también algo sobre el propio conocimiento. Es de
provecho, porque hay algunos puntos de notar. Dice cómo se
han de entender estas moradas ................................................
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MORADAS SEGUNDAS .................................................................
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Trata de lo mucho que importa la perseverancia para llegar a
las postreras moradas, y la gran guerra que da el demonio, y
cuánto conviene no errar el camino en el principio para acertar. Da un medio que ha probado ser muy eficaz ...................
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MORADAS TERCERAS .................................................................
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1. Trata de la poca seguridad que podemos tener mientras se
vive en este destierro, aunque el estado sea subido, y cómo
conviene andar con temor. Hay algunos buenos puntos .........
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2. Prosigue lo mismo y trata de las sequedades en la oración y
de lo que podría suceder a su parecer, y cómo es menester probarnos, y prueba el Señor a los que están en estas moradas ...
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MORADAS CUARTAS ...................................................................
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1. Trata de la diferencia que hay de contentos y ternura en la
oración y de gustos; y dice el contento que le dio entender que
es cosa diferente el pensamiento y el entendimiento. Es de provecho para quien se divierte mucho en la oración ..................
2. Prosigue lo mismo y declara por una comparación qué es
gusto y cómo se han de alcanzar no procurándolos ................
3. En que trata qué es oración de recogimiento, que por la mayor parte la da el Señor antes de la dicha. Dice sus efectos y
los que quedan de la pasada que trató de los gustos que da el
Señor .......................................................................................
MORADAS QUINTAS ....................................................................
1. Comienza a tratar cómo en la oración se une el alma con
Dios. Dice en qué se conocerá no ser engaño .........................
2. Prosigue en lo mismo. Declara la oración de unión por una
comparación delicada. Dice los efectos con que queda el alma.
Es muy de notar ......................................................................
3. Continúa la misma materia. Dice de otra manera de unión
que puede alcanzar el alma con el favor de Dios, y lo que importa para esto el amor del prójimo. Es de mucho provecho ..
4. Prosigue en lo mismo, declarando más esta manera de oración. Dice lo mucho que importa andar con aviso, porque el demonio le trae grande para hacer tornar atrás de lo comenzado ..
MORADAS SEXTAS .....................................................................
1. Trata cómo en comenzando el Señor a hacer mayores mercedes hay más grandes trabajos. Dice algunos, y cómo se han
en ellos los que están ya en esta morada. Es bueno para quien
los pasa interiores ...................................................................
2. Trata de algunas maneras con que despierta nuestro Señor
al alma, que parece no hay en ellas que temer, aunque es cosa
muy subida, son grandes mercedes .........................................
3. Trata de la misma materia y dice de la manera que habla
Dios al alma cuando es servido, y avisa cómo se han de haber
en esto y no seguirse por su parecer. Pone algunas señales pa8
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ra que se conozca cuándo no es engaño y cuándo lo es. Es de
harto provecho ........................................................................
4. Trata de cuando suspende Dios el alma en la oración con
arrobamiento o éxtasis o rapto, que todo es uno a mi parecer,
y cómo es menester gran ánimo para recibir tan grandes mercedes de su Majestad ..............................................................
5. Prosigue en lo mismo, y pone una manera de cuando levanta Dios el alma con un vuelo del espíritu en diferente manera
de lo que queda dicho. Dice alguna causa por que es menester
ánimo. Declara algo de esta merced que hace el Señor por sabrosa manera. Es harto provechoso ........................................
6. En que dice un efecto de la oración que está dicha en el capítulo pasado; y en qué se entenderá que es verdadera y no engaño. Trata de otra merced que hace el Señor al alma para emplearla en sus alabanzas ..........................................................
7. Trata de la manera que es la pena que sienten de sus pecados
las almas a quien Dios hace las mercedes dichas. Dice cuán
gran yerro es no ejercitarse, por muy espirituales que sean, en
traer presente la humanidad de nuestro Señor y Salvador Jesucristo y su sacratísima Pasión y vida, y su gloriosa Madre y
santos. Es de mucho provecho ................................................
8. Trata de cómo se comunica Dios al alma por visión intelectual, y da algunos avisos. Dice los efectos que hace cuando es
verdadera. Encarga el secreto de estas mercedes ....................
9. Trata de cómo se comunica el Señor al alma por visión imaginaria y avisa mucho se guarden de desear ir por este camino.
Da para ello razones. Es de mucho provecho .........................
10. Dice de otras mercedes que hace Dios al alma por diferente
manera que las dichas, y del gran provecho que queda de ellas
11. Trata de unos deseos tan grandes e impetuosos que da Dios
al alma de gozarle, que ponen en peligro de perder la vida, y
con el provecho que se queda de esta merced que hace el Señor
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MORADAS SÉPTIMAS .......................................................................
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1. Trata de mercedes grandes que hace Dios a las almas que
han llegado a entrar en las séptimas moradas. Dice cómo, a su
parecer, hay diferencia alguna del alma al espíritu, aunque es
todo uno. Hay cosas de notar ..................................................
2. Procede en lo mismo. Dice la diferencia que hay de unión
espiritual a matrimonio espiritual. Decláralo por delicadas
comparaciones ........................................................................
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3. Trata de los grandes efectos que causa esta oración dicha.
Es menester prestar atención y acuerdo de los que hace, que es
cosa admirable la diferencia que hay de los pasados ..............
4. Con que acaba, dando a entender lo que le parece que pretende nuestro Señor en hacer tan grandes mercedes al alma, y
cómo es necesario que anden juntas Marta y María. Es muy
provechoso ..............................................................................
EPÍLOGO ....................................................................................
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PRÓLOGO
JHS
1. Pocas cosas que me ha mandado la obediencia se me han hecho tan dificultosas como escribir ahora cosas de oración: lo uno,
porque no me parece me da el Señor espíritu para hacerlo ni deseo;
lo otro, por tener la cabeza tres meses ha con un ruido y flaqueza tan
grande, que aun los negocios forzosos escribo con pena. Mas, entendiendo que la fuerza de la obediencia suele allanar cosas que parecen imposibles, la voluntad se determina a hacerlo muy de buena
gana, aunque el natural parece que se aflige mucho; porque no me
ha dado el Señor tanta virtud que el pelear con la enfermedad continua y con ocupaciones de muchas maneras se pueda hacer sin gran
contradicción suya1. Hágalo el que ha hecho otras cosas más dificultosas por hacerme merced, en cuya misericordia confío.
2. Bien creo he de saber decir poco más que lo que he dicho en
otras cosas que me han mandado escribir2, antes temo que han de
ser casi todas las mismas; porque así como los pájaros que enseñan
a hablar no saben más de lo que les muestran u oyen, y esto repiten
muchas veces, soy yo al pie de la letra. Si el Señor quisiere diga algo nuevo, su Majestad lo dará o será servido traerme a la memoria
lo que otras veces he dicho, que aun con esto me contentaría por tenerla tan mala que me holgaría de atinar a algunas cosas que decían estaban bien dichas, por si se hubieren perdido3. Si tampoco
me diere el Señor esto, con cansarme y acrecentar el mal de cabe1. Teresa acata la orden de escribir (5) «con gran contradicción» (7M 4, 20),
debida a sus problemas de salud, la situación de la reforma y los múltiples «negocios»; incluso Dios mismo «no le da espíritu ni deseo» (1). Por todo ello, interrumpe la redacción en varias ocasiones.
2. Ya había escrito el Libro de la vida, Camino de perfección y Meditaciones
sobre los Cantares. Y buena parte de Fundaciones.
3. El Libro de la vida estaba en poder de la Inquisición.
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za por obediencia, quedaré con ganancia, aunque de lo que dijere
no se saque ningún provecho.
3. Y así comienzo a cumplirla hoy, día de la Santísima Trinidad4, año de 1577 en este monasterio de San José del Carmen en
Toledo adonde al presente estoy, sujetándome en todo lo que dijere al parecer de quien me lo manda escribir, que son personas de
grandes letras.
4. Si alguna cosa dijere que no vaya conforme a lo que tiene la
santa Iglesia católica romana5, será por ignorancia y no por malicia. Esto se puede tener por cierto, y que siempre estoy y estaré sujeta por la bondad de Dios, y lo he estado a ella. Sea por siempre
bendito, amén, y glorificado.
5. Díjome quien me mandó escribir que, como estas monjas de
estos monasterios de Nuestra Señora del Carmen tienen necesidad
de quien algunas dudas de oración les declare, y que le parecía que
mejor se entienden el lenguaje unas mujeres de otras, y que con el
amor que me tienen les haría más al caso lo que yo les dijere, tiene
entendido por esta causa será de alguna importancia, si se acierta a
decir alguna cosa, y por esto iré hablando con ellas en lo que escribiré, y porque parece desatino pensar que puede hacer al caso a
otras personas. Harta merced me hará nuestro Señor si alguna de
ellas se aprovechare para alabarle algún poquito más. Bien sabe su
Majestad que yo no pretendo otra cosa; y está muy claro que, cuando algo se atinare a decir, entenderán no es mío, pues no hay causa
para ello, si no fuere tener tan poco entendimiento como yo habilidad para cosas semejantes, si el Señor por su misericordia no la da.
4. El 2 de junio de 1577. «Acabóse de escribir» el 29 de noviembre del mismo
año. ¡Seis meses con varias interrupciones, y alguna larga!
5. «Católica romana» es un añadido entre líneas de Teresa.
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MORADAS PRIMERAS
Hay en ellas dos capítulos
CAPÍTULO 1
En que trata de la hermosura y dignidad de nuestras almas. Pone
una comparación para entenderse, y dice la ganancia que es entenderla y saber las mercedes que recibimos de Dios, y cómo la
puerta de este castillo es la oración.
1. Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí, porque yo no atinaba a cosa que decir ni cómo comenzar a cumplir esta obediencia, se me ofreció lo que ahora diré para comenzar con
algún fundamento, que es considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos
aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas [Jn 14, 2].
Que si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del
justo sino un paraíso adonde dice él tiene sus deleites [Prov 8, 31].
Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?
No hallo yo cosa con qué comparar la gran hermosura de un alma y
la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros
entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como
no pueden llegar a considerar a Dios, pues él mismo dice que «nos
crió a su imagen y semejanza» [Gn 1, 26].
Pues si esto es, como lo es, no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo; porque puesto que1
hay la diferencia de él a Dios que del Criador a la criatura, pues es
criatura, basta decir su Majestad que es hecha a su imagen para
que apenas podamos entender la gran dignidad y hermosura del
ánima.
1. Puesto que: aunque.
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2. No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no
entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos. ¿No sería
gran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es, y no
se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué
tierra? Pues si esto sería gran bestialidad, sin comparación es mayor la que hay en nosotras cuando no procuramos saber qué cosa
somos, sino que nos detenemos en estos cuerpos, y así a bulto, porque lo hemos oído y porque nos lo dice la fe, sabemos que tenemos
almas. Mas qué bienes puede haber en esta alma o quién está dentro en esta alma o el gran valor de ella, pocas veces lo consideramos; y así se tiene en tan poco procurar con todo cuidado conservar su hermosura. Todo se nos va en la grosería del engaste o cerca
de este castillo, que son estos cuerpos.
3. Pues consideremos que este castillo tiene, como he dicho,
muchas moradas, unas en lo alto, otras en bajo, otras a los lados; y
en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es
adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma.
Es menester que vayáis advertidas a esta comparación; quizá será Dios servido pueda por ella daros algo a entender de las mercedes que es Dios servido hacer a las almas y las diferencias que hay
en ellas, hasta donde yo hubiere entendido que es posible; que todas será imposible entenderlas nadie, según son muchas, cuánto
más quien es tan ruin como yo; porque os será gran consuelo,
cuando el Señor os las hiciere, saber que es posible; y a quien no,
para alabar su gran bondad; que así como no nos hace daño considerar las cosas que hay en el cielo y lo que gozan los bienaventurados, antes nos alegramos y procuramos alcanzar lo que ellos
gozan, tampoco nos hará ver que es posible en este destierro comunicarse un tan gran Dios con unos gusanos tan llenos de mal
olor, y amar una bondad tan buena y una misericordia tan sin tasa.
Tengo por cierto que a quien hiciere daño entender que es posible
hacer Dios esta merced en este destierro, que estará muy falta de
humildad y del amor del prójimo; porque si esto no es, ¿cómo nos
podemos dejar de holgar de que haga Dios estas mercedes a un
hermano nuestro, pues no impide para hacérnoslas a nosotras, y de
que su Majestad dé a entender sus grandezas, sea en quien fuere?
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Que algunas veces será sólo por mostrarlas, como dijo del ciego
que dio vista, cuando le preguntaron los Apóstoles «si era por sus
pecados o de sus padres» [Jn 9, 2]. Y así acaece no las hacer por ser
más santos a quien las hace que a los que no, sino porque se conozca su grandeza, como vemos en san Pablo y la Magdalena, y
para que nosotros le alabemos en sus criaturas.
4. Podrase decir que parecen cosas imposibles y que es bien no
escandalizar los flacos. Menos se pierde en que ellos no lo crean,
que no en que se dejen de aprovechar a los que Dios las hace; y se
regalarán y despertarán a más amar a quien hace tantas misericordias, siendo tan grande su poder y majestad; cuánto más que sé
que hablo con quien no habrá este peligro, porque saben y creen que
hace Dios aun muy mayores muestras de amor. Yo sé que quien esto no creyere no lo verá por experiencia, porque es muy amigo de
que no pongan tasa a sus obras, y así, hermanas, jamás os acaezca
a las que el Señor no llevare por este camino.
5. Pues tornando a nuestro hermoso y deleitoso castillo, hemos
de ver cómo podremos entrar en él. Parece que digo algún disparate; porque si este castillo es el ánima, claro está que no hay para
qué entrar, pues se es él mismo; como parecería desatino decir a
uno que entrase en una pieza estando ya dentro. Mas habéis de entender que va mucho de estar a estar; que hay muchas almas que se
están en la ronda del castillo, que es adonde están los que le guardan, y que no se les da nada de entrar dentro, ni saben qué hay en
aquel tan precioso lugar, ni quién está dentro, ni aun qué piezas tiene. Ya habréis oído en algunos libros de oración aconsejar al alma
que entre dentro de sí; pues esto mismo es.
6. Decíame poco ha un gran letrado que son las almas que no
tienen oración como un cuerpo con perlesía o tullido, que aunque
tiene pies y manos, no los puede mandar; que así son, que hay almas tan enfermas y mostradas2 a estarse en cosas exteriores, que
no hay remedio ni parece que pueden entrar dentro de sí; porque ya
la costumbre la tiene tal de haber siempre tratado con las sabandijas y bestias que están en el cerco del castillo, que ya casi está he2. Mostradas: acostumbradas.
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cha como ellas, y con ser de natural tan rica y poder tener su conversación no menos que con Dios, no hay remedio. Y si estas almas
no procuran entender y remediar su gran miseria, quedarse han hechas estatuas de sal por no volver la cabeza hacia sí, así como lo
quedó la mujer de Lot por volverla [Gn 19, 26].
7. Porque, a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en
este castillo es la oración y consideración; no digo más mental que
vocal, que como sea oración ha de ser con consideración; porque la
que no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios; porque aunque algunas veces sí será, aunque no lleve este
cuidado, mas es habiéndole llevado otras. Mas quien tuviese de
costumbre hablar con la Majestad de Dios como hablaría con su esclavo, que ni mira si dice mal, sino lo que se le viene a la boca y
tiene aprendido por hacerlo otras veces, no la tengo por oración ni
plega a Dios que ningún cristiano la tenga de esta suerte. Que entre
vosotras, hermanas, espero en su Majestad no lo habrá por la costumbre que hay de tratar de cosas interiores, que es harto bueno para no caer en semejante bestialidad.
8. Pues no hablemos con estas almas tullidas, que si no viene el
mismo Señor a mandarlas se levanten –como al que había treinta3
años que estaba en la piscina [Jn 5, 5]–, tienen harta mala ventura y
gran peligro, sino con otras almas que, en fin, entran en el castillo;
porque aunque están muy metidas en el mundo, tienen buenos deseos, y alguna vez, aunque de tarde en tarde, se encomiendan a
nuestro Señor y consideran quién son, aunque no muy despacio; alguna vez en un mes rezan llenos de mil negocios, el pensamiento
casi lo ordinario en esto, porque están tan asidos a ellos, que como
«adonde está su tesoro se va allá el corazón» [Mt 6, 21], ponen por
sí algunas veces de desocuparse, y es gran cosa el propio conocimiento y ver que no van bien para atinar a la puerta. En fin, entran
en las primeras piezas de las bajas; mas entran con ellos tantas sabandijas, que ni le dejan ver la hermosura del castillo, ni sosegar.
Harto hacen en haber entrado.
3. Había treinta «y ocho», añadió el P. Gracián.
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9. Pareceros ha, hijas, que es esto impertinente, pues por la
bondad del Señor no sois de estas. Habéis de tener paciencia, porque no sabré dar a entender, como yo tengo entendido, algunas cosas interiores de oración, si no es así, y aun plega al Señor que atine a decir algo, porque es bien dificultoso lo que querría daros a
entender, si no hay experiencia; si la hay, veréis que no se puede
hacer menos de tocar en lo que, plega al Señor, no nos toque por su
misericordia.
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