ORAR CON MORADAS IV “Dios va en primer lugar” (Santa Juana de Arco) En estas IV Moradas, Santa Teresa nos invita a seguir caminando por el castillo interior de nuestro corazón, abriéndonos al AMOR de Dios y al AMOR a Dios. La presencia y referencia al Espíritu Santo es una constante y se recoge en varios fragmentos de estos tres capítulos. A Él pues invocamos, de una manera especial, para que, a través de la oración, nos conceda el don de que nuestro corazón llegue a alcanzar la verdadera sabiduría del cristiano, que no consiste solo en conocer las cosas de Dios, sino en saborear, gustar, vivir y experimentar las cosas de Dios. Asimismo, Santa Teresa nos invita en estas IV Moradas a anclar nuestra espiritualidad en la teología de la gracia, utilizando, para ello varias imágenes: el agua, el perfume y el fuego como muestras de la acción del Espíritu de Dios en la voluntad humana, cuando ésta se deja hacer por Él. Sobre la base de estas imágenes, se han extraído los fragmentos para esta oración. En lugar del salmo, se ha utilizado el capítulo 8 del Libro Cantar de los Cantares. Al final de cada uno de estos fragmentos, se establecen las pautas para su lectura y reflexión. (Dios hace florecer a las personas que ama y que se dejan amar por Él) (4M 1,7) “Solo quiero que estéis advertidas de que, para aprovechar mucho en este camino y subir a las Moradas que deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho. Y, así, haced aquello que más os despierte a amar. Quizás no sabemos aún qué es amar, cosa que no me espantaría mucho, porque tampoco está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar, en cuanto se pueda, no ofenderle y rogarle que vaya siempre adelante la honra y gloria de su Hijo y el aumento de la Iglesia Católica. Estas son las señales del amor […]” (Reflexión personal en silencio durante 10 minutos). (4M 2,7) “a esta otra fuente viene el agua en su mismo nacimiento, que es Dios. Y así como Su Majestad quiere, cuando es servido, hacer alguna merced sobrenatural, produce una grandísima paz y quietud y suavidad en lo muy interior de nosotros mismos, yo no sé hacia dónde ni cómo, ni aquel contento y deleite se sienten como los de acá en el corazón, (digo al comienzo, ya que, después, todo lo hinche) se va revertiendo esta agua por todas las Moradas y potencias hasta llegar al cuerpo. Que por eso dije que comienza en Dios”[…]. (4M 2,9) “Dejemos al Señor que se sirva hacer esa merced cuando quiera y no por más. Él sabe el porqué y no nos hemos de meter en eso. Después de hacer lo que lo de las Moradas pasadas, ¡humildad, humildad! Por la humildad se deja vencer el Señor a cuanto de Él queramos. Y lo primero en que veréis si la tenéis esa humildad, es en no pensar que merecéis estas mercedes y gustos del Señor ni los habéis de tener en vuestra vida”. (Reflexión personal en silencio durante 10 minutos). Del Cantar de los Cantares (Capítulo 8) Coro ¿Quién es esa que sube del desierto, reclinada sobre su amado? El Amado Te desperté debajo del manzano, allí donde tu madre te dio a luz, donde te dio a luz la que te engendró. La Amada Grábame como un sello sobre tu corazón, como un sello sobre tu brazo, porque el Amor es fuerte como la Muerte, inflexibles como el Abismo son los celos. Sus flechas son flechas de fuego, sus llamas, llamas del Señor. Las aguas torrenciales no pueden apagar el amor, ni los ríos anegarlo. Si alguien ofreciera toda su fortuna a cambio del amor, tan sólo conseguiría desprecio. (Lo leemos todos, 10 minutos de reflexión y se hacen ecos) (4M 3-3,4,5)”[…] En esto la cosa no está en nuestro querer, sino en cuando Dios nos quiere hacer esta merced. Tengo para mí que, cuando Su Majestad la hace, es a personas que van ya dando de mano a las cosas del mundo […] Alábele mucho quien entendiere esto en sí porque es de mucha razón que conozca la merced. Y el hacimiento de gracias por ella hará que se disponga para otras mayores […] que procuren no discurrir, sino estarse atentos a ver qué obra el Señor en el alma […] que en esta obra de espíritu, quien menos piensa y quiere hacer, hace más. Lo que hemos de hacer es pedir como pobres necesitados delante de un grande y rico emperador y, luego, bajar los ojos y esperar con humildad. Cuando por sus secretos caminos parece que entendemos que nos oye, entonces lo mejor es callar ya que nos ha dejado estar cerca de Él y no será malo procurar no obrar con el entendimiento.” (Reflexión personal en silencio o compartida durante 15 minutos). “ORAR ES TRATAR DE AMOR CON QUIEN SABEMOS QUE NOS AMA” (Santa Teresa de Jesús) “Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo” (Jn 21, 17)