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Ha sido asesor musical de los
temas ganadores del Festival de
la Gaita, en los últimos dos años.
Recorrió Venezuela con la agrupación Los Morillo y
Guasinca Zuliana
Transcurrieron siete horas desde que Jesús
recibió el impacto por el arma de fuego y
apenas llegaba a la emergencia del Hospital Universitario de Maracaibo. “Como
a las cuatro de la tarde el médico me dijo:
´tranquilícese señor, ya está en la emergencia relájese´. Allí fue que dejé de luchar
porque sabía que lo demás lo iban a ser
ellos, cerré mis ojos y desperté a los dos
días para comenzar mis largos días de recuperación”.
Sin pronunciar palabra
Su primera operación tuvo efecto a tres
meses del accidente, y desde entonces a
lo largo de varios años le han llevado para
reposicionarle su rostro a pabellón 18 veces con cirugías reconstructivas de tejidos, huesos, músculos y piel. Hoy, Jesús
ignora cuántas nuevas operaciones le esperan. Su gran decisión de vivir le indica
que está listo para continuar.
Una de las más desesperantes situaciones
en las que se encontró Jesús fue no poder hablar porque el impacto voló su paladar y dos tercios de su lengua, pero no
abandonó el papel y el lápiz para comunicarse permanentemente y escribir versos, poemas y canciones.
Durante año y medio no habló. Tras diversas intervenciones para recuperar la
funcionalidad de su nariz y boca logró
hacerlo poco a poco. Y nunca perdió la
fe, aunque sentía más de una vez estar
perdido en su silencio, en su ´monstruosa´ cara, como él mismo la calificó, y renuente a enfrentarse de nuevo con el
mundo cuando apenas en dos años y
medio le habían intervenido seis veces.
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La batalla frente al cambio
“Sólo hay una forma de definir cómo estoy
vivo y cómo vivo hoy: esto es un milagro.
Experimenté un cambio muy fuerte, muy
difícil en estos seis años. Pasé a ser en un
día: de un hombre que había trabajado
toda la vida como relacionista público, músico, empresario y proveedor de mi numerosa familia a otro que le tocó aprender a
vivir con lo que se presentaba, aprender a
respirar, a caminar, porque yo duré un año
en cama sin poderme levantar”, contaba.
Volver a retomar su vida le atormentaba
porque sabía que su proceso de aceptación ante la sociedad sería muy duro para
él, aunque estaba rodeado de gente que
le quería, le apoyaba y le animaba a seguir adelante. Recordaba: “Incluso pensaba en mis nietos, sabía que no me iban
a reconocer y me preguntaba qué les diré,
cómo les explicaré que ahora soy otra
persona”.
Compartió escenario con Oscar de León
y otras grandes estrellas de la música nacional.
muchas y mejores cosas que en los 45
años que había vivido antes del accidente.
Ha aprendido a vivir con lo que hoy tiene.
Reveló: “Desde el 2002 tengo una dieta
blanda y líquida que no va a ser modificada, sé que cuando salga de esta entrevista no podré ir a comerme un pollo ni ningún tipo de comida sólida en cualquier
restaurante”.
La gente sabe cómo Jesús “Chúo” Fernández se ha superado y le buscan constantemente para pedirle consejo. A pocos días
de su dada de alta organizó un grupo de
gaitas de niños, fundó una escuela de música en la cual imparte clases de vocalización y enseña a tocar los instrumentos básicos de la gaita; además arrancó casi de
inmediato como productor de dos programas de radio en Lagunillas (con el apoyo
de su gran amigo Livardo Urdaneta) y retomó gran parte de su vida laboral.
“Entre tantas lágrimas y tristezas puedo
decir hoy con gran humildad que soy un
hombre afortunado y que esto que me sucedió me tenía que pasar a mí y no a otra
persona. Juro que Dios me ha dado la suficiente fuerza e iniciativa para seguir adelante y aquí estoy. Luzco con mucho orgullo esta nueva cara que Dios me dio. No me
avergüenzo porque lo que me pasó me
pasó por hacer un favor, no porque estaba
robando o cometiendo un delito”, afirmó
convencido.
Antes del accidente ya él estaba separado
de su esposa y nunca volvieron a encontrarse. Su vida la reconstruyó al igual que
le reconstruyeron el rostro. Se despidió de
este encuentro con unas lágrimas conmovedoras mientras, sin titubeos, decía que
todo su difícil proceso no se acerca al dolor
que experimentó cuando hace año y medio perdió a uno de sus seis hijos, de 29
años, en un accidente de tránsito. Sin embargo, continúa viviendo convencido de
que, a pesar de ello, tampoco puede detener su paso por la Tierra.
Con la claridad de saber quién es, de cuáles son sus limitaciones y entendiendo
hasta donde puede llegar, considera contrastante con su historia el hecho de aseverar que en estos seis años sucedieron
“Soy un hombre de fe, hoy digo con certeza que las oraciones y la ciencia van de
la mano. Que Dios está en todo, que llega
de distintas formas y por distintas vías, que
existen los milagros... yo soy uno”.
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