Sentimientos Encontrados Betty Neels Sentimientos Encontrados (03.11.1999) Título Original: Discovering Daisy (1999) Editorial: Harlequín Ibérica Sello / Colección: Jazmín 1453 Género: Contemporáneo Protagonistas: Jules der Huizma y Daisy Gillard Argumento: La vida de Daisy Gillard transcurría con absoluta tranquilidad y ella era perfectamente capaz de atender la pequeña tienda de antigüedades de su padre, por eso le molestaba tanto que el doctor Jules der Huizma, casualmente, apareciera siempre que tenía un problema y se hubiera hecho a la idea de que ella necesitaba continuamente su ayuda. Lo que Daisy no sabía era que Jules disfrutaba muchísimo de su compañía y que, para él, era un placer ayudarla en todo lo que pudiera. De hecho, había dispuesto que la joven viajara a Amsterdam... Por supuesto, él no podría acompañarla, ya que estaba comprometido con Helene y no estaría bien que tuviera tan poca consideración con sus sentimientos, como tampoco lo estaría que rompiera esa promesa... Betty Neels – Sentimientos Encontrados Capítulo 1 ERA una tormentosa tarde de octubre. El color del cielo había convertido la superficie del mar en un gris apagado de olas bravas que se arremolinaban en su movimiento incesante hacia la desértica playa. No del todo desértica, ya que había una muchacha que caminaba y se detenía de vez en cuando a ver el mar o a recoger una piedra para arrojarla después al agua y seguir caminando. La amplitud y vacío que la rodeaba, la hacía parecer pequeña y solitaria. Y así era, pero sólo porque no había nadie más que ella. Caminaba a paso ligero, sin tratar de limpiarse las lágrimas. No le importaba llorar, era un modo de desahogar sus sentimientos. Un buen llanto, se decía, y todo se terminaría y olvidaría. Después, presentaría de nuevo un rostro sonriente al mundo y nadie sospecharía nada. La muchacha se dio la vuelta, se limpió los ojos y se sonó la nariz. Luego, se metió el cabello bajo el pañuelo y puso en su rostro una expresión que confiaba fuera alegre. Finalmente, subió las escaleras que conducían hacia el paseo marítimo de la pequeña ciudad y se dirigió a la calle principal, estrecha e inclinada. La temporada se había acabado y la ciudad se había vestido con su habitual pereza invernal. Uno podía caminar sin agobios por la calles y conversar sin prisa con los tenderos. Los únicos coches que había eran los de los granjeros de las afueras y los propietarios de las fincas en mitad de la campiña. La muchacha torció por una de las calles transversales, pasó una serie de antiguas casas convertidas en tiendas: una elegante boutique, una joyería y, un poco más allá, una tienda grande con un letrero pintado sobre la ventana antigua: Thomas Gillard. Antigüedades. La chica abrió la puerta de la tienda, haciendo sonar la campana. —Soy yo —declaró, quitándose el pañuelo. Su cabello de color castaño claro cayó sobre sus hombros. Era una muchacha normal: de estatura media y algo rellenita. Aunque era el suyo un sobrepeso encantador, de los de las mujeres de antes. Los ojos eran grandes y de color avellana, rodeados por densas pestañas. Iba vestida con una chaqueta acolchada y una falda de tweed adecuada para la temporada, pero sin pretensiones de resultar moderna. No había ni rastro de las lágrimas de antes en su rostro. Se abrió paso entre las mesas de roble, los sofás victorianos, los taburetes antiguos y una variedad de sillas de todos los tipos y épocas. Algunas, muy antiguas; otras, victorianas, con remaches en el respaldo. Al lado de las paredes, estaban colocados varios armarios de diferentes tipos. Uno de ellos con una preciosa puerta de cristal. Por todas partes había figuritas chinas, frascos de esencias y objetos pequeños de plata. Para ella eran todos bien conocidos. En la parte posterior de la tienda, había una puerta medio abierta que conducía a una pequeña habitación que su padre utilizaba como despacho. Al lado, otra puerta conducía a las escaleras que llevaban a la planta de arriba. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 2-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Depositó un beso en la cabeza lisa de su padre al pasar a su lado y subió las escaleras para encontrarse a su madre al lado de la estufa de gas, arreglando la funda de un cojín bordado. Miró hacia arriba y sonrió. —Es casi la hora del té, Daisy. ¿Puedes poner el agua al fuego mientras yo termino esto? ¿Qué tal el paseo? —Muy bien, aunque ya empieza a hacer frío. En cualquier caso, es agradable que se hayan ido ya todos los turistas. —¿Va a venir a buscarte Desmond esta noche, cariño? —No hemos hablado nada. Tiene que ver a alguien y no está seguro de a qué hora volverá. —¿Va lejos? —A Plymouth. —Ya veo. Probablemente volverá pronto. —Iré a poner el agua. Daisy estaba casi completamente segura de que Desmond no iría. La noche anterior habían salido a cenar a uno de los restaurantes de la ciudad, donde Desmond se había encontrado con algunos amigos. Ella no había visto nada extraño en su novio, pero sus amigos no habían estado muy amables con ella. De manera que luego, cuando habían sugerido ir a un club en Totnes, ella se había negado y Desmond se había enfadado mucho. La había llamado aguafiestas y ñoña. —Es hora de que madures —le había dicho, acompañando la frase con una carcajada desagradable. Luego, la había llevado a casa en silencio y se había despedido de ella con un simple gesto. Daisy, que era la primera vez que se enamoraba, había permanecido despierta toda la noche. Se había enamorado de él un día que él entró en la tienda buscando unas copas de cristal. Daisy, con sus veinticuatro años, su corazón lleno de romanticismo y su sencillez, había quedado atrapada inmediatamente por su aspecto, encanto y maneras. Cualidades que compensaban su falta de estatura. Era sólo unos centímetros más alto que Daisy. Vestía bien, aunque llevaba el cabello demasiado largo. Algunas veces, cuando Daisy permitía que la sensatez se impusiera sobre el romanticismo, pensaba para ella que le desagradaba que llevara el pelo así, pero estaba demasiado enamorada para decírselo a él. Era un hombre presumido y esa presunción le había hecho invitarla a cenar. A eso le siguieron otras citas. Él, nuevo allí, había sido enviado desde Londres para supervisar algo que nunca explicó muy bien a Daisy. Ésta imaginó que ocuparía un importante cargo en la capital. Daisy ayudaba a su padre en la tienda, pero tenía mucha libertad de horario. De manera que pudo enseñarle la ciudad y los alrededores con toda comodidad. El aparente interés del hombre, la había animado a llevarlo a visitar los museos locales, Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 3-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados las iglesias y el centro histórico de la ciudad. Él se había aburrido terriblemente, pero el evidente deseo de ella por agradarlo había sido un aliciente para su ego. Muchas tardes, la invitaba a tomar el té y la obsequiaba con una charla brillante donde no faltaba alguna que otra explicación sobre su importante trabajo. Ella lo escuchaba atentamente y se reía de sus chistes. Aunque Desmond no la estimaba especialmente, tampoco le molestaba verla. Le servía de distracción en aquella ciudad aburrida después de la vida que había llevado en Londres. Para él era un pasatiempo hasta que llegara la chica deseada, que debería estar dotada, a ser posible, de dinero y belleza. Y de un buen ropero también. La ropa de Daisy no era para él más que un motivo secreto de burla. No fue a buscarla aquella noche. Daisy trató de ahogar su malestar limpiando una cubertería de plata que su padre había comprado aquel mismo día. Estaba muy gastada por el uso y los años, pero Daisy pensó que sería delicioso comer con ella. Terminó de dar brillo a la última cuchara y la puso con el resto en su bolsa de terciopelo. Luego, la colocó en el armario donde se colocaban las piezas de plata y lo cerró con llave. Una vez en la planta de arriba, fue a la cocina para tomar un vaso de leche antes de irse a la cama. En ese momento, sonó el teléfono. Era Desmond. Se mostró muy animado y, al parecer, estaba arrepentido por la discusión del último día. —Tengo una sorpresa para ti, Daisy. Habrá un baile en el hotel Palace el sábado por la noche. Me han invitado y tengo que llevar pareja... dime que vendrás, cariño. Es muy importante para mí. Habrá algunos conocidos y es una buena oportunidad para que... Daisy no dijo nada. —Va a ser un gran acontecimiento. Necesitarás un vestido bonito... algo original que llame la atención. Quizá un vestido rojo... Daisy tragó saliva, excitada. —Me parece estupendo. Me gustaría ir contigo, sí. ¿Hasta qué hora durará? —Lo normal, me imagino. Hasta las dos. Prometo llevarte a casa no muy tarde. Daisy, que si hacía una promesa, la cumplía siempre, lo creyó. —Estaré muy ocupado el resto de la semana, así que no te veré hasta el sábado. Estate preparada para las ocho. Después de que Desmond colgara, ella se quedó inmóvil unos segundos, saboreando su felicidad y planeando comprar un vestido para la ocasión. Su padre le daba un sueldo por estar en la tienda y ella lo ahorraba casi todo... Fue a ver a su madre para contárselo. Había muy pocas boutiques en la ciudad, pero como su padre no tenía coche y los horarios de autobuses se habían reducido al terminar la temporada veraniega, Totnes y Plymouth quedaban eliminados. Daisy visitó cada una de las tiendas de Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 4-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados ropa de la calle principal y, afortunadamente, encontró un vestido. Era de color rojo y de un estilo al que no estaba muy acostumbrada, pero Desmond quería que fuera rojo... Lo llevó a casa y se lo probó de nuevo... Al hacerlo, pensó que no debería habérselo comprado. Era demasiado corto y más bien provocativo. Cuando se lo enseñó a su madre, pudo ver que la mujer pensaba lo mismo, pero la señora Gillard la quería mucho y su único deseo era que su hija fuese feliz. Pensó que el vestido serviría sólo para aquella noche y rezó en silencio para que Desmond, que le desagradaba profundamente, fuera enviado por su empresa a la otra parte del mundo. Llegó el sábado y Daisy, loca de alegría, se vistió para el baile. Se maquilló cuidadosamente y se recogió el cabello en un moño mucho más apropiado para una profesora que para aquel vestido rojo. Luego, fue abajo a esperar a Desmond. La tuvo esperando diez minutos, por los que no se disculpó. Los padres lo saludaron educadamente, a pesar de que hubieran preferido que Daisy se hubiera enamorado de cualquier otro hombre. Desmond se quedó mirando el vestido. —Me parece muy bien —le dijo en tono ligero. Luego, frunció el ceño—. Eso sí, el peinado te está fatal, pero es muy tarde para hacer nada ya... Había mucha gente en el hotel, esperando a que empezara la cena. Algunas personas se acercaron a saludar a Desmond. Cuando éste la presentó, sus amigos la saludaron secamente y después la ignoraron, pero a ella no le importó. Se quedó en silencio escuchando a Desmond, que era un conversador inteligente y sabía cómo mantener el interés de los que lo escuchaban. Daisy pudo darse cuenta de que los tenía encantados a todos. Después de unos momentos, pasaron al salón, parándose de vez en cuando a saludar a algún conocido de Desmond. Algunas veces, ni siquiera se molestaba en presentarla. Cuando finalmente se sentaron en el restaurante, formaban un grupo de ocho y Desmond dominaba la conversación, en la que no hizo ningún intento de incluir a Daisy. Un hombre joven que estaba sentado a su lado, le preguntó a ella que con quién había ido. —¿Ha venido con Des? No es el tipo de mujer con la que él suele salir. El pícaro quiere llamar la atención del huésped de honor, un hombre importante y muy estricto. Opina que todo hombre joven debería tener una mujer agradable y un montón de hijos, cuantos más mejor. Y usted da esa imagen, si me permite que se lo diga. Daisy lo miró con frialdad, reprimiendo el deseo de darle una bofetada. En lugar de ello, siguió comiendo nerviosamente. Si no hubiera sido porque Desmond estaba a su lado, se habría marchado en ese preciso instante. Pero se acordó de lo que su novio le había dicho sobre la importancia de la fiesta y todo eso... Daisy se pasó toda la cena tratando de ignorar al hombre que tenía a la izquierda y deseando que Desmond hablara con ella. Pero éste estaba totalmente concentrado en la conversación que mantenía con una elegante mujer sentada a su Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 5-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados derecha, y cuando no, se ponía a charlar con los demás. Quizá todo iría mejor cuando comenzara el baile... Pero no fue así. La sacó a bailar al principio, pero pronto comenzó a excusarse con ella porque tenía que dejarla sola. —Tengo que hablar con algunas personas cuando termine la canción. No tardaré mucho. Además, seguro que te sacan a bailar, lo haces muy bien. Pero tienes que fingir que lo estás pasando estupendamente. Sé que va a ser un poco difícil, pero no dejes que te intimiden. El hombre saludó a alguien que estaba al otro lado de la pista. —Ahora tengo que dejarte, pero luego volveré —le aseguró. La dejó sola entre una estatua enorme que sujetaba una lámpara y un pedestal que soportaba una cesta con flores. El salón de baile se abría por un lado al corredor que conducía al restaurante. En él había dos hombres que paseaban hacia un lado y hacia otro, parándose de vez en cuando a mirar a las parejas que bailaban mientras charlaban tranquilamente. De repente, se dieron la mano y el de más edad se marchó, dejando a su compañero solo. El hombre se fijó en el vestido rojo de Daisy. Se quedó mirándola unos minutos y decidió que aquel vestido no la favorecía en absoluto. Rodeó el salón de baile y se dirigió hacia ella, deseando que Daisy pusiera algo de su parte. Al verla de cerca, notó que no era guapa y que parecía totalmente fuera de lugar en aquel ambiente, incluso le resultó un poco ñoña. —¿Es usted extranjera, como yo? Daisy lo miró, preguntándose cómo no había reparado en él antes, ya que era un hombre que no podía pasar desapercibido. Era alto y fuerte, con un rostro bello y el pelo corto canoso. Tenía una nariz grande y una boca más bien fina, pero la sonrisa daba confianza. —Sí, no conozco a nadie, aunque he venido acompañada... Él está con unos amigos... A Jules der Huizma le encantaba ayudar a las personas. Comenzó a hablar de cualquier cosa y notó como Daisy se relajaba al poco tiempo. Era una chica bastante agradable, pensó. Una pena que llevara ese vestido..., El hombre se quedó con ella hasta que Desmond se acercó adonde ellos estaban. Jules hizo un gesto con la cabeza y los dejó solos. —¿Quién era ése? —No lo sé... imagino que otro invitado. Ha sido agradable hablar con alguien. —Cariño, lo siento —dijo rápidamente Desmond, esbozando una sonrisa maravillosa—. Escucha, me han pedido que vaya a una discoteca de Plymouth... irá mucha gente. Puedes venir si quieres, claro. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 6-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —¿A Plymouth? Pero, Desmond, son casi las dos. Me dijiste que me llevarías a casa, y ya se está haciendo tarde. Además, seguro que a mí no me han invitado, ¿no es así? —Bueno, no, pero, ¿qué importa eso? ¡Por Dios, Daisy, déjate llevar, aunque sea por una sola vez...! El hombre se detuvo al acercarse una chica delgada, vestida a la moda y con tacones altos, balanceando un bolso. —Des... ¡aquí estás, por fin! Te estamos esperando. La chica miró a Daisy y él dijo rápidamente. —Ésta es Daisy, ha venido conmigo. Daisy, Tessa. —Oh, vale. Me imagino que uno más no importa. Habrá sitio para ella en uno de los coches —respondió Tessa con una sonrisa débil. —Eres muy amable, pero dije que estaría en casa hacia las dos. Los ojos de Tessa se abrieron de par en par. —Casi como la Cenicienta, aunque te has equivocado con el vestido. Eres demasiado tímida para llevar un vestido rojo —la mujer se volvió hacia Desmond—. Lleva a Cenicienta a casa, Des. Yo te esperaré aquí. La muchacha se giró sobre sus ridículos tacones y se perdió entre los bailarines. Daisy esperó a que Desmond dijera algo, por ejemplo que no pensaba ir con Tessa. —De acuerdo, te llevaré a casa, pero date prisa al recoger tu abrigo. Estaré en la entrada —dijo enfadado—. Estás haciendo todo lo posible por arruinarme la noche. —¿Y qué me dices de mi noche? Pero él ya se había dado la vuelta y Daisy imaginó que ni siquiera la había oído. Tardó varios minutos en encontrar su abrigo. Se lo estaba poniendo cuando oyó unas voces muy cerca. —Siento que me tengas que esperar, Jules. ¿Vamos a la cafetería? Hay algunas cosas de las que te querría hablar. Me gustaría que pudiéramos estar más tranquilos, sin embargo. Sé que no habrá sido una gran noche para ti. Espero que encontraras a alguien con quien hablar. —Hablé con una persona —Daisy reconoció la voz del hombre que tan simpático había sido con ella—. Una muchacha muy sencilla con un horrible vestido rojo. Un pez fuera del agua... Los hombres se fueron y Daisy se dirigió a la entrada, donde Desmond la estaba esperando. Luego, él la llevó en silencio a su casa. Sólo habló cuando ella salió del coche. —Pareces una estúpida con ese vestido. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 7-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Fue curioso, pero el comentario no le molestó tanto como el del hombre con el que había hablado poco antes. La casa estaba en silencio. No se veía ninguna luz. Daisy entró por la puerta trasera, pasó al lado del despacho de su padre y subió las escaleras hasta su habitación. Su dormitorio era pequeño, aunque amueblado con gusto con cosas de la tienda de su padre. Los muebles eran de estilos distintos, pero en conjunto armonizaban de una manera agradable. Sobre la cama había un edredón hecho con trozos de tela de diferentes colores, unas cortinas blancas tapaban la pequeña ventana y de la pared colgaba una estantería, también de reducidas dimensiones, llena de libros. Se desnudó rápidamente y luego envolvió el vestido, pensando en llevarlo al día siguiente a la tienda de segunda mano que había en la calle principal de la ciudad. Le habría gustado tener unas tijeras y cortarlo en pedazos, pero habría sido una estupidez. Tenía que haber alguna chica a la que le quedara bien. Daisy se metió en la cama cuando el reloj de la iglesia dio las tres. Luego, se quedó pensativa, repasando la jornada. Todavía amaba a Desmond, estaba segura de ello: La gente enamorada se peleaba, pensó. Desde luego, él había sido muy desagradable... Ella no había estado a la altura y Desmond había dicho cosas de las que seguramente se arrepentiría más tarde. Daisy, una muchacha sensata y práctica por lo general, se estaba dejando cegar por el amor y parecía dispuesta a buscar cualquier disculpa para Desmond. Cerró los ojos, decidida a dormir. Por la mañana, todo volvería a su cauce. Pero no fue así. Estuvo todo el día impaciente, esperando una llamada de él o una visita breve. Trató de mantenerse ocupada con una vajilla china, pensando en que no sabía nada del trabajo de Desmond ni en qué pasaba su tiempo. Cuando salía con él alguna tarde y ella le hacía preguntas, él respondía de una manera vaga que no explicaba nada. Y, sin embargo, a pesar de la noche anterior, estaba dispuesta a escuchar sus disculpas... a reírse de la desastrosa jornada. Incluso cuando se consolaba a sí misma con aquellos pensamientos, algo en su interior le decía que se estaba comportando como una adolescente ingenua, aunque no quisiera admitirlo. Desmond era, en su vida rutinaria, el símbolo del amor. Él no telefoneó ni tampoco fue a verla. Varios días después, se lo encontró en la calle principal. Él debió de verla, porque la calle estaba casi vacía, pero continuó caminando como si no la conociera. Daisy volvió a la tienda y se pasó el resto del día empaquetando unas copas de vino antiguas que un cliente conocido había comprado. Era un trabajo lento y que exigía mucho cuidado y eso le dio tiempo para pensar. Una cosa estaba clara: Desmond no la amaba, nunca la había amado, admitió con tristeza. Era cierto que la había llamado «cariño», y la había besado, incluso le había dicho que era la mujer de sus sueños, pero no había sido sincero. Ella había creído en él por necesidad. Ella no había conocido nunca lo que era el amor y al aparecer él fue como la respuesta a sus sueños románticos. Pero el romanticismo había sido sólo por parte de ella. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 8-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Terminó de envolver en papel de seda la última copa y puso la tapa a la caja. En ese preciso instante, se dijo a sí misma que su relación con Desmond se había terminado para siempre y... que no volvería a enamorarse nunca más. De todas formas, las semanas siguientes fueron bastante duras. Había sido fácil habituarse a salir con Desmond y trató de llenar el vacío yendo al cine o a tomar café con sus amigas, pero no resultó todo lo bien que esperaba. Sus amigas tenían novio o se iban a casar y le era difícil no comparar su situación con la de ellas. Empezó a adelgazar y a pasar más tiempo del necesario en la tienda. Tanto, que su madre comenzó a animarla para que saliera. —No hay mucho que hacer en la tienda en esta época del año —observó la mujer—. ¿Por qué no te vas a dar un paseo, tesoro? Pronto los días serán más cortos y más fríos y tendremos que trabajar mucho en navidades. Así que Daisy salía a pasear. Casi siempre recorría el mismo camino hacia el mar. Iba bien abrigada para hacer frente al viento y la lluvia de noviembre. Solía encontrarse a otras personas solitarias que conocía de vista, paseando a los perros. La saludaban alegremente al pasar y ella les devolvía el saludo. Fue en la última semana de noviembre cuando Daisy se encontró al hombre que la había comparado con un pez fuera del agua. Jules der Huizma estaba, de nuevo, pasando unos días con un amigo suyo en una casa a las afueras de la ciudad para disfrutar de la vida tranquila del campo. Le encantaba el mar, decía que le recordaba a su país. Un día, él iba caminando cuando vio a Daisy, que iba delante de él. La reconoció inmediatamente. Hacía un viento frío y él aumentó el paso mientras silbaba para que el perro de su amigo corriera delante de él. No quería sorprenderla y los ladridos de Trigger harían que volviera la cabeza, pensó. Y así fue. Daisy se detuvo para acariciar la cabeza del animal y miró hacia atrás. Lo saludó educadamente, aunque en un tono frío. Se acordaba perfectamente de los comentarios que el hombre había hecho en el hotel acerca de ella. Aunque cuando él contestó a su saludo, dejó a un lado la frialdad. frío! —¡Qué agradable encontrar a alguien que le guste caminar bajo la lluvia y el El hombre esbozó una sonrisa y ella lo perdonó. Después de todo, era cierto que se había sentido como un pez fuera del agua y que era una muchacha sencilla. Caminaron uno al lado del otro sin hablar demasiado, ya que el viento era muy fuerte. Al poco tiempo, decidieron de mutuo acuerdo volver a la ciudad. Subieron las escaleras del paseo y se dirigieron hacia la calle principal. Daisy se detuvo cuando llegaron a su calle. —Vivo aquí cerca con mis padres. Mi padre tiene una tienda de antigüedades y yo trabajo con él. El señor der Huizma entendió que estaba siendo despedido educadamente. —Entonces, espero tener la oportunidad de ir a ver la tienda algún día. Me gustan los objetos de plata antiguos. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 9-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —A mi padre también. Incluso es bastante conocido por ello. La muchacha se quitó el guante y extendió la mano. —Me ha gustado mucho el paseo —dijo, estudiando el rostro de él—. No sé su nombre... —Jules der Huizma. —Desde luego, no es un nombre inglés. Yo soy Daisy Gillard. El hombre le dio la mano con firmeza. —A mí también me ha gustado el paseo. Quizá podamos repetirlo algún día. —Sí... quizá algún día —dijo ella—. Adiós. Y se alejó sin mirar atrás. Una lástima, pensó, que no se le hubiera ocurrido cómo hacer para que hubieran concertado alguna cita. Recordó entonces a Desmond y se dijo que no debía caer en el mismo error. Ese hombre no se parecía en nada a Desmond, pero, ¿quién había dicho eso de que los hombres siempre engañan? Probablemente eran todos iguales... En los días siguientes tuvo cuidado de pasear por otro camino... lo cuál fue totalmente inútil, ya que el señor der Huizma había regresado a Londres. Una semana después, cuando en las tiendas ya se exhibían los regalos y adornos de Navidad, volvió a encontrárselo. Pero esa vez fue en la tienda. Daisy estaba atendiendo pacientemente al párroco, que trataba de decidirse entre unos prendedores de la época de Eduardo VIII para su esposa. Daisy le dijo que se tomara su tiempo y se dirigió hacia el señor der Huizma que estaba al lado de una mesa llena de amuletos de plata. La saludó amablemente. —Estoy buscando algo para una adolescente. Quizá una pieza de éstas quedara bien en una pulsera, ¿qué le parece? Daisy abrió un cajón y sacó una bandeja con cadenas de plata. —Éstas son todas victorianas. ¿Cuántos años tiene? —Quince años más o menos —el hombre sonrió—. Y conoce perfectamente lo que está de moda. Daisy agarró una de las cadenas. —Si quisiera comprarla, mi padre podría fijar el amuleto en ella —la muchacha tomó otra de las pulseras—. Quizá le guste más ésta. Por favor, mire con toda confianza, no tiene por qué comprar nada... mucha gente viene sólo a echar un vistazo. Ella le sonrió y volvió con el párroco, quien todavía no se había decidido. En ese momento su padre entró en la tienda y atendió al señor der Huizma, de manera que para cuando el párroco se decidió finalmente y ella terminó de envolverle el broche elegido, el señor der Huizma se había ido ya. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 10-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —¿Ha comprado algo el señor der Huizma? —preguntó Daisy—. No sé si te comenté que me lo encontré el otro día paseando. —Un hombre muy entendido. Me dijo que volvería antes del día de Navidad... le han gustado unas cucharas de plata... Dos días después, fue Desmond el que apareció en la tienda. Y no iba solo. Lo acompañaba la chica que Daisy conoció en el hotel. La chica iba muy bien vestida y, a su lado, Daisy se sintió como un ratón, ya que su padre la obligaba a vestir discretamente para que los clientes no se distrajesen y pudieran apreciar debidamente los tesoros de la tienda. Le hubiera gustado darse la vuelta y salir corriendo, pero eso habría sido una cobardía. Respondió educadamente al descuidado saludo de Desmond, a pesar de que sabía que se había sonrojado, y escuchó pacientemente como él le explicaba que sólo iban a echar un vistazo. —Aunque quizá nos llevemos algo para los regalos de Navidad. —¿Algo de plata? ¿O quizá de oro? —preguntó Daisy—. También tenemos unos adornos chinos muy bonitos que son algo más baratos. Quizá no había sido un comentario muy educado, pero Daisy no lo pudo refrenar, y tuvo que admitir que incluso le dio cierta satisfacción comprobar el enojo de Desmond. Aunque también se dio cuenta de que hubiera deseado que éste la mirara de un modo que dejara ver que la amaba a ella y no a la chica que lo acompañaba. Pero sabía que eso no tenía ningún sentido y que quizá tampoco ella lo amaba. Probablemente lo único que sucedía era que ese hombre había herido su orgullo. Estuvieron un rato mirando cosas y finalmente se marcharon sin comprar nada. Antes de eso, Desmond hizo un comentario en voz suficientemente alta para que lo oyera ella acerca de que habría sido mucho más probable encontrar algo de valor en Plymouth. Ese comentario hizo que Daisy perdiera el posible interés que le quedara por él. Durante sus habituales y solitarios paseos vespertinos, algo más cortos debido a las fiestas navideñas, decidió que no volvería a enamorarse nunca de ningún hombre. Y tampoco es que fuera a tener muchas oportunidades de que eso sucediera, pensó. Ni por su aspecto, nunca tendría el mismo cuerpo que las chicas de las revistas, ni por su conversación, incapaz de seducir a ningún hombre. Ella tenía varias amigas a las que conocía desde siempre. La mayoría estaban casadas ya o tenían un buen trabajo. Para Daisy, sin embargo, el futuro siempre había estado bastante claro. Había crecido entre todas esas antigüedades, las amaba y había heredado el talento de su padre para la profesión. De hecho sus padres, sin haberle obligado nunca a ello, estaban muy contentos de que siguiera en casa con ellos y los ayudara en la tienda, yendo de vez en cuando a visitar familias que se veían obligadas a vender sus pertenencias. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 11-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Habían hablado de la posibilidad de que fuera a estudiar a alguna universidad, pero eso hubiera supuesto que su padre tuviera que emplear a alguien y su economía quizá no se lo hubiera permitido. Así que Daisy había aceptado su destino con resignación. Y así como dejó de pensar en Desmond, comenzó a acordarse del señor der Huizma, al que le hubiera gustado poder conocer mejor. Le gustaba lo educado que era y parecía que él la aceptaba tal como era, como a una chica normal. Pero ese día no le iba a quedar mucho tiempo para pensar en nadie. La tienda del señor Gillard se llenaba de antiguos clientes que solían ir todos los años a comprar algunos objetos para regalar por navidades. Daisy, mientras ordenaba varios juguetes antiguos durante esa fría y oscura mañana de diciembre, pensó que le gustaría ser una niña de nuevo para jugar con la casa de muñecas de estilo victoriano que estaba amueblando con los pequeños utensilios que la acompañaban. La había encontrado en Plymouth en muy mal estado, pero ella la había restaurado y, en ese momento, la estaba colocando en un sitio bien visible. Era muy cara, pero alguien quizá pudiera comprarla. A ella le hubiera gustado quedársela para sí. El señor der Huizma estaba esa mañana en la tienda y se acercó hasta donde estaba ella para observar la casa de muñecas de cerca. —¿Bonita, verdad? —comentó ella—. El sueño de cualquier chica... —¿Sí? —Oh, sí. Sólo que tendría que ser una niña cuidadosa a la que le gustaran las muñecas. —Entonces me la llevaré. Conozco una niña que cumple esos requisitos. —Le advierto que es muy cara... —Pero esa niña se merece lo mejor. Daisy no se atrevió a preguntar más debido a que había notado algo extraño en el tono de voz de él. —¿Se lo empaqueto? ¿O se lo enviamos a su casa? —No, me la llevaré en mi coche. ¿Me la puede tener preparado para dentro de unos días, cuando vuelva a por ella? —Sí. —Voy a salir unos días al extranjero. Daisy pensó que seguramente volvería a su país natal para las navidades. —No se preocupe. Si alguien se interesa por ella, le diré que ya está vendida. Le puedo hacer una factura, si quiere. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 12-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Es usted muy eficiente —dijo él con una. sonrisa—. No sabe lo contento que estoy de haber encontrado esta casa de muñecas. Los regalos para los niños son siempre un problema. —¿Tiene usted muchos hijos? —Somos una familia enorme —contestó y ella tuvo que contentarse con esa respuesta. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 13-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Capítulo 2 DAISY se pasó todo el día empaquetando la casa de muñecas. Envolvió cada pieza del mobiliario con mucho cuidado e hizo aun inventario completo de su contenido. Mientras lo hacía no dejó ni un momento de pensar en el señor der Huizma. ¿Quién sería exactamente?, se preguntó. Debía ser un hombre muy rico para comprar ese regalo. Y seguramente también un hombre ocioso, ya que nunca había mencionado nada sobre trabajo. ¿Viviría en Inglaterra o sólo iría de vez en cuando? Mientras tanto, el señor der Huizma, ajeno al interés de Daisy por él, hacía su ronda por el edificio infantil de un hospital de Londres. Se acercó a un niño que estaba llorando a pleno pulmón y lo levantó en brazos. A su lado había una enfermera de mediana edad, pero que parecía mayor debido a las canas que comenzaban a poblar su cabello. La mujer tenía unos bonitos ojos azules y un rostro angelical. —Tenga cuidado, le va a estropear el traje —y luego, cuando él la miró sonriente, añadió—. ¿Qué va a hacer con él? No ha hecho ningún progreso. —Sólo hay una cosa que podamos hacer —dijo, mirando a su ayudante. —¿Mañana por la mañana? Habrá que decírselo a sus padres. Hablaré con ellos esta tarde... El continuó visitando a los niños sin ninguna prisa. Luego, cuando acabó, fueron al despacho de la enfermera para tomar un café. Hablaron de los preparativos para la fiesta de Navidad. Pondrían un árbol, por supuesto, del que los niños colgarían sus calcetines para los regalos e invitarían a los padres a tomar el té. El señor der Huizma apenas dijo nada. Él trabajaría en el hospital el día de Nochebuena por la mañana y al terminar volaría en su avión particular a Holanda para estar por la noche con su familia. Así lo había hecho desde que aceptó la plaza de pediatra en el hospital. El día siguiente, el día de Navidad, iba al hospital de Amsterdam en el que también trabajaba y se reunía con los niños de allí para celebrar las fiestas. E incluso sacaba algo de tiempo para estar con su familia también... Unos días antes de Navidad, llamó a la tienda para recoger la casa de muñecas. Daisy, que estaba absorta limpiando un collar de esmeraldas, se dio la vuelta al oír la puerta. Luego, le señaló la casa de muñecas empaquetada. —Ya está lista. Debe tener cuidado de no golpearla. Todo está envuelto cuidadosamente, pero el material es muy frágil y sería una pena que se rompiera algo. —Tendré cuidado. Y antes de dárselo a Mies, la desenvolveré para comprobar que todo está bien. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 14-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Mies... ¡qué nombre tan bonito! Seguro que es una niña encantadora. ¿Cuántos años tiene? —Cinco años. Ella quería preguntarle si tenía algún otro hijo, pero él no parecía un hombre al que le gustaran ese tipo de preguntas. —Le diré a mi padre que lo ayude. ¿Ha traído el coche? Él asintió. —¿Va a volver a Holanda hoy mismo? —preguntó ella, suspirando inconscientemente—. Su familia se alegrará de verlo... —Eso espero —afirmó él—. Se supone que las navidades son unas fiestas que deben pasarse en familia —se quedó mirándola—. ¿Y usted? ¿Tiene alguna reunión familiar? —¿Yo? Oh, no. Quiero decir que sólo estaremos papá, mamá y yo. Pero lo pasamos muy bien juntos. El señor der Huizma pensó en ella sola con sus padres y se entristeció. En ese momento entró el señor Gillard en la tienda. Entre los dos hombres llevaron el paquete al coche. Antes de marcharse, él entró en la tienda para dar a Daisy las gracias por su trabajo y para desearle que pasara unas felices navidades. Por su forma de decirle adiós, Daisy se temió que no se volverían a ver. Durante las fiestas, pensó en él muchas veces. El día de Nochebuena estuvieron trabajando en la tienda hasta casi la hora de la cena y el día de Navidad lo pasaron, como era habitual, abriendo los regalos, yendo a la iglesia y comiendo juntos. Al día siguiente, también fiesta, se reunió por la tarde con unos amigos, pero también encontró tiempo para acordarse de él. Los días que seguían a las fiestas solían ser muy tranquilos. La gente no tenía dinero para antigüedades. Así que Daisy aprovechaba para limpiar y ordenar y su padre se iba fuera a buscar nuevo material. El señor Gillard volvió muy satisfecho con un juego de té de plata de estilo georgiano. También adquirió un cuadro holandés y un biombo dorado de cuero del siglo XVIII en muy buen estado, aunque los dibujos chinos estuvieran algo oscurecidos por el polvo y la suciedad acumulados durante años. Había pagado por él algo más de lo que se podía permitir, pero quizá lo consiguiese vender ventajosamente. Daisy se dedicó a limpiarlo y lo dejó como nuevo después de varios días de paciente trabajo. Mientras lo hizo, tuvo mucho tiempo para pensar en el señor der Huizma, incluso sabiendo que quizá no volviera a verlo jamás. Poco después de terminar la restauración del biombo, hacia finales de enero, entraron dos ancianos en la tienda. La saludaron cortésmente y le dijeron que querían echar un vistazo. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 15-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Estuvieron mirando los objetos de la tienda durante largo tiempo. Hablaban en una lengua extranjera, aunque con el padre de Daisy hablaron en inglés. Cuando descubrieron el biombo demostraron una gran emoción, impropia de dos personas de su edad. No hubo necesidad de que su padre se lo describiera. Ellos parecían saber incluso más que él acerca del objeto. Lo examinaron detenidamente y luego, preguntaron su precio. Después de que su padre se lo dijera, sacaron el talonario sin más tardanza. —Le explicaré algo —comenzó a decir uno de los caballeros—. Este biombo, que usted dice haber comprado en una subasta en el estado de Kings Poulton, perteneció a nuestra familia. Usted puede ver las iniciales en el borde superior. Son de una antepasada nuestra que vino a Inglaterra en el siglo XVIII para casarse y se trajo el biombo, incluido en su dote. Nosotros intentamos recuperarlo, pero nos dijeron que había sido destruido, así que ya puede imaginarse nuestra alegría curando lo hemos descubierto... y en tan buen estado. —Eso tienen que agradecérselo a mi hija —dijo el señor Gillard—. Estaba bastante deteriorado. Los tres hombres se giraron hacia ella, que les sonrió. —Es muy bonito —les dijo—. No sé dónde viven ustedes, pero tendrán que tener cuidado para transportarlo. Es muy frágil. —Lo llevaremos de vuelta a nuestra casa en Holanda, cerca de Amsterdam. Y le podemos asegurar que tendremos mucho cuidado al transportarlo. —Pueden enviarlo por correo, debidamente empaquetado. —Tendría que ser por correo certificado, desde luego —dijo uno de ellos, el mayor, que tenía bigote. Luego, hizo una pausa y se volvió hacia su compañero. —¿Quizá podría usted encargarse de llevarlo a Holanda, señorita? Ya que lo ha restaurado, sabrá usted mejor que nadie cómo debe transportarse. Y luego, podrá quedarse a revisarlo para asegurarse de que no ha sido dañado durante el viaje. —¿Yo? —preguntó Daisy—. Bueno, la verdad es que me encantaría, pero no sé si estoy cualificada para esa tarea. —¿Pero lo haría si se lo pidiéramos? Ella miró en dirección a su padre. —Es una buena idea, Daisy. Puedes hacerlo perfectamente. Necesitarás un día para llevarlo y otro para volver, aparte de uno o dos días de estancia allí para comprobar que todo está bien. —Muy bien, lo haré encantada. Necesitaré un par de días para empaquetarlo... El caballero del bigote le tendió la mano. —Gracias, señorita. Volveremos mañana para discutir todos los detalles. Mi nombre es Heer van der Breek. Daisy le dio la mano. —Yo soy Daisy Gillard. Me alegro de que hayan encontrado el biombo. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 16-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Su acompañante le dio también la mano. Luego, ambos se despidieron del padre y se marcharon. —¿Estás seguro de que puedo hacerlo? —preguntó Daisy una vez estuvieron solos—. Yo no sé hablar holandés. —Eso no será ningún problema. Podrás hacerlo perfectamente. Además, mientras estás allí, podrás ir a la tienda del señor Friske en Amsterdam. Acuérdate que me escribió para decirme que tenía una cubitera para enfriar el vino de estilo georgiano que quizá me interesara. El coronel Gibbs me ha pedido una, así que si compruebas que es auténtica, la puedes comprar y traértela contigo. —¿Dónde me hospedaré? —preguntó Daisy. —Oh, ellos te recomendarán algún hotel... Fue sorprendente lo rápido que todo estuvo arreglado. En menos de una semana, Daisy estaba de camino a Holanda con el biombo. Llevaba dinero, su pasaporte y la dirección en su bolso de mano. Aparte, llevaba una maleta con todo lo necesario para pasar fuera unos pocos días. Se quedaría en la casa de Mijnheer van der Breek para asegurarse de que el biombo se desempaquetaba e instalaba adecuadamente. Luego, iría a Amsterdam a la tienda del señor Friske y se hospedaría en un hotel cercano el tiempo que hiciera falta. Aunque seguramente dos o tres día sería suficiente. Iba en una furgoneta de reparto, acompañada por el conductor y a pesar de su aparente calma, estaba muy excitada. Su acompañante era muy simpático y le contó que estaba algo triste por tener que perderse el cumpleaños de su hija mayor. —Aunque la compraré algo especial en Amsterdam —comentó él. Cruzaron el Atlántico en el ferry nocturno. Mijnheer van der Breek lo había arreglado para que no les faltara dinero en el viaje. Estaba lloviendo cuando desembarcaron por la mañana temprano. Daisy no se esperaba ese clima tan húmedo ni ese paisaje tan llano. Pararon a tomar un café y luego siguieron su camino —Dentro de poco tendremos que desviarnos —comentó el conductor. río. Circunvalaron Amsterdam y tomaron un camino rural que corría paralelo a un —El río Vecht —dijo Daisy, señalándolo en el mapa. Era un camino precioso, rodeado por dos hileras de árboles y desde el que se podían ver casas rurales dispersadas aquí y allá. En la otra orilla podían verse más casas y algunas parecían residencias señoriales. Poco después, cruzaron un puente. —¿Está por aquí cerca? —preguntó Daisy—. ¿No será una de estas casas? Son preciosas... Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 17-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Se metieron por un camino al que se accedía a través de unas puertas de hierro forjado y se pararon frente a la entrada de una casa ante la que se veían unas escaleras de piedra. La casa mostraba hileras de ventanas bien ordenadas bajo un tejado con aguilones. Al lado de la puerta había una campanilla para llamar. Daisy se bajó de la furgoneta y la observó con ojos expertos. Debía ser una casa del siglo XVII. El conductor bajó también y tocó la campanilla. Su sonido debía llegar a cualquier lugar de la casa. Al poco, un hombre corpulento les abrió la puerta. Daisy le presentó la carta que Mijnheer van der Breek le había dado en Inglaterra. El hombre la invitó a entrar, cosa que Daisy hizo, advirtiéndole prudentemente al conductor que esperara en la furgoneta. La muchacha entró en un vestíbulo oscuro que tenía al fondo una doble puerta de cristal. El mayordomo la abrió y ambos entraron en un cuarto, igualmente oscuro, donde Mijnheer van der Breek estaba sentado. Tras recibir la carta de manos del mayordomo, Mijnheer van der Breek se levantó para dar la mano a Daisy. —¿Tiene el biombo? Eso es estupendo. Es una lástima que mi hermano esté indispuesto. De no ser así, habría compartido conmigo el placer de recibirla. —El biombo está fuera en la furgoneta. Si me dice dónde quiere ponerlo, le diré al conductor que lo baje. —No, no, joven. Cor ayudará al hombre. Aunque usted tendrá que supervisar cómo lo mueven, por supuesto. Hemos decidido que lo vamos a colocar en el salón. Cuando lo hayan puesto allí, iré a decirles personalmente dónde queremos que vaya exactamente. Daisy habría preferido descansar cinco minutos con una taza de té, pero parecía que eso no iba a ser posible. Así que volvió a la furgoneta con Cor y observó cómo los hombres sacaban el biombo cuidadosamente y lo metían en la casa. El salón era grande y majestuoso, con ventanas altas y estrechas, cubiertas con cortinas de terciopelo rojo. Los muebles eran antiguos, pero no de una época que a Daisy le gustara especialmente, ya que eran oscuros, pesados y vagamente teutónicos. Aunque tenía que admitir que serían un buen escenario de fondo para el biombo. Tardaron bastante tiempo en colocar el biombo según las indicaciones de Mijnheer van der Breek. Luego, éste sugirió a Daisy tomar el almuerzo antes de desenvolver y examinar dicho biombo. Sólo cuando el propietario de la casa vio su tesoro a salvo, envió a por su ama de llaves para que enseñara a Daisy su dormitorio. Daisy se despidió del transportista, recordándole que tuviera cuidado con la carretera y encargándole que le dijera a su padre que habían llegado bien. Después siguió al ama de llaves por las escaleras de madera tallada. Fue conducida a lo largo de la galería que recorría la planta de arriba hasta un pequeño pasillo, bajaron unas escaleras, tomaron otro pasillo y finalmente llegaron a un dormitorio colocado en una de las esquinas de la casa. Tenía ventanas en dos de las paredes y el techo alto. La cama tenía un dosel y el suelo, cubierto por diversas alfombras, era de madera. En una de las esquinas, podían verse una pequeña mesa y Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 18-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados dos sillas. También había una cómoda de mármol con un espejo de marquetería con dos floreros, feos, pero muy valiosos. Aunque los muebles no le gustaban especialmente, Daisy tenía que admitir que aquella casa estaba llena de antigüedades. El cuarto de baño, sin embargo, ganó inmediatamente su aprobación. Se arregló el pelo, se retocó ligeramente el rostro y bajó dispuesta a comer algo. Comieron en un salón un poco más pequeño que aquél al que habían llevado el biombo, aunque, al igual que el otro, espléndidamente amueblado. Un mantel de tela de Damasco cubría la mesa y sobre él había colocada una vajilla de china y plata. Fue una lástima que el almuerzo no estuviera a la altura de lo que le rodeaba. —Un ligero almuerzo de media mañana —explicó Mijnheer van der Breek, describiéndolo exactamente. Una sopa ligera, una fuente de carne fría y una de quesos, y un plato de panecillos que no fueron capaces de satisfacer el apetito de la invitada. Pero el café estaba delicioso. Probablemente, la cena sería más sustanciosa, pensó Daisy con esperanza, levantándose de la mesa para ir a examinar el biombo como esperaba su anfitrión. Estuvo toda la tarde revisando cuidadosamente cada centímetro del biombo, quitando cada mota de polvo y asegurándose de que la luz no era demasiado fuerte y de que el dorado no había sufrido daños. Lo hizo relajadamente, sin notar el paso del tiempo y se detuvo sólo cuando el ama de llaves llegó con una bandeja de té. Continuó trabajando después hasta que fue informada de que la cena se serviría a las siete. Entonces, subió a su cuarto para cambiarse de ropa. Se puso un vestido de punto de color marrón que no le sentaba especialmente bien, pero que no se arrugaba al ir empaquetado. Los dos propietarios de la casa estuvieron presentes en la cena, así que Daisy pasó bastante ocupada la velada contestando a sus preguntas. La cena fue bastante sustancial, cosa que alegró bastante a Daisy. Había chuletas de cerdo con guarnición de remolacha, escarola cocida y patatas con mantequilla. De postre tomaron pudding de vainilla con salsa de frutas. Daisy pensó que en aquella casa o no había un buen cocinero o a los caballeros no les gustaban las comidas demasiado elaboradas. Pero, de nuevo, el café estaba delicioso. Mientras lo tomaban, discutieron sobre su partida. —¿Qué tal mañana al mediodía? —sugirió Mijnheer van der Breek, mirando a su hermano, quien asintió—. La llevarán a Amsterdam. Tiene que hacer allí un recado a su padre, ¿no es así? Le agradecemos mucho que haya venido a traernos el biombo, pero estamos seguros de que estará deseando terminar sus tareas y volver a su casa lo antes posible. Daisy esbozó una sonrisa y pensó que, aunque adoraba su casa y a sus padres, le encantaba estar sola en un país extranjero. Decidió que vería todo lo que pudiera de Amsterdam, incluso llamaría a su padre en cuanto llegara y le pediría quedarse otro día más... Había allí algunos museos que le gustaría visitar. Al día siguiente, el mayordomo la llevó a Amsterdam en un precioso Daimler. El hotel en el que su padre la había reservado habitación era pequeño y acogedor. Estaba situado en una calle pequeña dividida por canales. El dueño hablaba inglés y Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 19-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados la condujo, escaleras arriba, hasta una pequeña habitación que daba a la calle. La recordó que la cena se serviría a las seis y luego se volvió a su pequeño cubículo de la entrada. A esas horas el cielo estaba ya muy oscuro. Era demasiado tarde para visitar la tienda del señor Friske, así que Daisy se dedicó a arreglarse relajadamente, a sacar las cosas de la maleta y a estudiar el mapa de la ciudad, sentada al lado de la ventana. Sería complicado llegar hasta allí, pensó, cuando por fin encontró la pequeña plaza donde estaba la tienda del señor Friske. Pero no importaba, tenía todo el día siguiente para buscarlo. Además, como su padre la había animado para que se quedara un segundo día, dedicaría otro día entero a visitar la ciudad antes de tomar el ferry de vuelta. A las cinco y media, bajó al pequeño salón de la planta baja y vio que había ya una docena de personas sentadas. Todos eran holandeses. La saludaron amablemente y se sentó a cenar, disfrutando del ambiente. Había sopa, chuletas de cerdo con verduras y patatas, y, de postre, natillas. Una comida sencilla, comparada con la del señor Mijnheer van der Breek, pero mucho más exquisita... Durmió muy bien esa noche y, a la mañana siguiente, desayunó bollos y queso con carne fría, tomando varias tazas de café. Y así, fortalecida, comenzó su viaje hacia la tienda del señor Friske. En el hotel no se daban comidas, aunque ella no tenía intención tampoco de volver hasta la noche. Mientras caminaba, vio a su paso bastantes cafeterías donde podría tomar un aperitivo a media mañana. Se perdió varias veces, pero, como era una chica sensata, no llegó en ningún momento a ponerse nerviosa. De todas maneras, se alegró cuando llegó a la tienda. Ésta era pequeña y vieja y el escaparate estaba lleno de pequeñas antigüedades. Pasó varios minutos mirándolas antes de entrar. El lugar era muy oscuro y estaba atestado de piezas y muebles, de manera que tuvo que andar con bastante cuidado para ir al encuentro del anciano que estaba sentado en una mesa en medio de la sala. —Buenos días —dijo, extendiendo la mano. Daisy se dio cuenta en seguida de que no era un hombre que perdiera el tiempo en conversaciones banales, ya que apenas alzó los ojos de la cafetera de plata que estaba limpiando. —Soy Daisy Gillard. Usted habló con mi padre y le dijo que tenía una cubitera para enfriar el vino de estilo georgiano. ¿Podría verlo? —¿Ha venido a comprarla? ¿Es usted capaz? —contestó el hombre con un fuerte acento. —Mi padre cree que sí. El hombre se levantó despacio y la condujo hasta el interior de la tienda. Sobre una sólida mesa, estaba colocada la cubitera. El hombre permaneció en silencio mientras Daisy la examinaba. Era una pieza espléndida, estaba en muy buenas condiciones y era auténtica. —¿Cuánto quiere por ella? Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 20-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados El precio era muy alto, aunque era lo que ella había esperado. Después de media hora, se pusieron de acuerdo y Daisy le firmó un cheque, asegurándole que iría al día siguiente para preparar la pieza convenientemente, ya que era bastante delicada. Finalmente, salió de la tienda, contenta de tener todo el día por delante para pasear. Volvió al hotel ya tarde, cansada, pero contenta. Había visitado el Rijksmuseum, dos iglesias, la casa de Anne Frank y había hecho un pequeño viaje en barco por uno de los canales. Sólo se detuvo una vez para tomar un daas broodje y una taza de café. Durante la cena contó a sus compañeros dónde había estado y éstos asintieron con aprobación y la animaron a visitar aquella noche la plaza de Leidesplein, cuyos pequeños cafés se llenaban de jóvenes a esas horas. Daisy, animada después de aquel día en el que todo le había salido bien, decidió ir. No estaba lejos y aunque la noche era un poco fría, había luna y mucha animación por las calles. En seguida encontró el camino y se metió en uno de los cafés. Después de estar un rato sentada observando a la gente, pagó y se dirigió de vuelta al hotel. Pero el regreso no le resultó tan sencillo. Se confundió de camino y al girarse bruscamente, buscando la calle por donde había ido, dio un paso hacia atrás y se cayó en uno de los canales. Emergió de la helada superficie y su primer pensamiento fue que afortunadamente no llevaba consigo nada valioso. El segundo fue de terror. El agua no sólo estaba fría, sino que olía horriblemente mal... y sabía peor. Probablemente estaría llena de ratas. Pidió auxilio y comenzó a nadar, incómoda por la ropa, hacia la orilla. Una vez allí, las piedras estaban muy resbaladizas y resultaban demasiado inclinadas para poder salir. Volvió a gritar y, de repente, una mano milagrosa la agarró con firmeza y la sacó de allí. —¿Le duele algo? —preguntó su salvador. —No —contestó ella, medio arrodillada sobre los adoquines. —Sólo está empapada y... desprende un olor horrible —añadió una voz conocida. El hombre se agachó y la agarró para que se pusiera en pie. —Venga conmigo. —¡Señor Huizma! —exclamó Daisy—. Es usted, ¿verdad? —añadió la muchacha. Era maravilloso haber sido rescatada, pero, ¿por qué no podía haber sido por un desconocido? ¿Por qué tenía que ser alguien que pensaba de ella que era una muchacha educada, tranquila, con muchos conocimientos en antigüedades y a la que le gustaban los paseos a la orilla del mar...? Ahora pensaría de ella que era una persona tonta y torpe. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 21-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Pues sí, soy yo —contestó, agarrándola por un brazo—. Al otro lado del puente está el hospital donde trabajo. Allí podrás lavarte y ponerte ropa seca y limpia. ¿Has perdido algo en el canal? —No, sólo llevaba unos cuantos gulden encima. Me di la vuelta para ver dónde estaba y... —Claro, claro, es lo más natural. Por aquí. El hospital estaba muy cerca y, cuando llegaron, él la dejó en manos de una enfermera delgada que esbozó una sonrisa y se la llevó sin que tuviera apenas tiempo de dar las gracias al señor der Huizma. Le quitaron la ropa, la metieron debajo de una ducha caliente, le lavaron el pelo y le pusieron una inyección. La enfermera, que hablaba bien inglés, esbozó una sonrisa. —Por las ratas —dijo, metiendo la aguja—. Por precaución. Le dieron un café caliente, la envolvieron en una bata blanca demasiado grande para ella y en una gruesa manta. Luego, la dejaron sola en uno de los cubículos. En seguida, se encontró físicamente recuperada, aunque su mente estaba agitada. No tenía ropa, pensó, se la habían quitado y aunque la lavaran, nunca se secaría lo suficientemente rápido para que se la pudiera poner. ¿Cómo volvería al hotel? Nadie le había preguntado nada, pensó. Así que comenzó a preocuparse. De repente, las cortinas del cubículo se abrieron y la enfermera delgada apareció. A su lado, estaba el señor der Huizma. Daisy miró a ambos de hito en hito. —¿Mi ropa? ¿Me podrían...? —El señor der Huizma la llevará a su hotel y le explicará lo que ha ocurrido — dijo la enfermera en un tono amable, aunque firme—. ¿Podría traernos la bata y la manta por la mañana? —¡Oh! Por supuesto, gracias. He sido una molestia, me temo. ¿Me puedo llevar la ropa? —No. La están lavando y desinfectando. Podrá llevársela por la mañana. Daisy evitó la mirada del doctor. —Siento haberles causado tantas molestias. Se lo agradezco mucho... La enfermera esbozó una sonrisa. —Es bastante normal que la gente, incluso los coches, se caigan en los canales... —¿Nos vamos, señorita Gillard? De manera que Daisy, envuelta en la manta y con unas zapatillas cuyo tamaño le impedía caminar bien, salió del hospital detrás del doctor, que la condujo hasta un Rolls Royce de color gris que estaba aparcado fuera. Fue un paseo corto y después de desearle una agradable estancia en Amsterdam, el doctor no tenía mucho más que decirle. A Daisy, por su parte, tampoco le parecía un buen momento para tener una conversación relajada. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 22-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados La acompañó al hotel y habló brevemente con el propietario en holandés, por lo que Daisy no entendió nada. Finalmente, se volvió hacia ella y se despidió con un apretón de manos que a Daisy le pareció extrañamente cálido. A la mañana siguiente, con ropa limpia y el cabello perfectamente arreglado, tomó un taxi hasta el hospital. Cambió la bata, las zapatillas y la manta por su ropa y dio las gracias una vez más a la enfermera, que asintió con amabilidad y le deseó una feliz estancia. No vio allí aquella mañana al señor der Huizma. Él, probablemente, era un especialista que iría sólo cuando fuera requerido por causas mayores. De todas maneras, Daisy prefería no verlo por el momento. El señor Friske tenía la cubitera ya empaquetada y lista para entregársela. Ella dijo que la recogería aquella tarde a última hora y se marchó dispuesta a disfrutar el resto del día viendo escaparates, visitando el centro y comprando algún regalo. Como era bastante precavida, había dejado el paquete con la ropa que le habían devuelto en el hospital, en la tienda del señor Friske. El abrigo, en cambio, lo llevó a una tintorería para que se lo secaran en el transcurso del día. Todo le estaba saliendo bien aquella mañana y esperaba poder disfrutar a partir de ese momento de su tiempo libre. Y así fue. Visitó todo lo que pudo: otro museo, una iglesia o dos y varias tiendas de antigüedades, así como algunas tiendas de regalos que había alrededor de Bijnenkorf. Fue al final de la tarde, después de tomarse una taza de té y un trozo de tarta de nata, cuando se dirigió hacia la tienda del señor Friske. Caminó por las estrechas calles, pensando en su estancia en Holanda. Había sido muy agradable, a pesar del incidente del canal que, por otra parte, había sido el motivo por el que había vuelto a coincidir con el señor der Huizma. A pesar de que ése no habría sido el encuentro que ella había soñado precisamente. Sabía que no era una belleza y, completamente empapada por el agua de un canal, no debía estar mucho mejor. Tampoco había mucha elegancia en estar envuelta con una manta de hospital. Ya casi en la tienda del señor Friske, en una calle estrecha y tranquila con las puertas y ventanas de las casas completamente cerradas, de repente, sintió miedo. Demasiado tarde. Alguien agarró su bolso y cuando trató de recuperarlo, otra persona la golpeó en la cabeza. Se cayó al suelo y notó un dolor agudo antes de desmayarse. Los dos hombres desaparecieron tan silenciosamente como habían aparecido. Y diez minutos después, un hombre en bicicleta la encontró. Poco después, una ambulancia la llevaba al hospital. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 23-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Capítulo 3 EL SEÑOR der Huizma se dirigía a la salida, después de operar a un bebé, cuando se encontró en el vestíbulo con la enfermera que atendió a Daisy después de caerse en el canal. También ella iba hacia su casa. Se detuvo a saludarla, ya que se conocían desde hacía bastante tiempo, y le preguntó qué tal iba todo. —Estoy muy ocupada, igual que usted, señor. A propósito, la chica inglesa está otra vez aquí... El hombre se detuvo. —En teoría, ella tendría que haber vuelto ayer a Inglaterra. ¿Qué le ha sucedido? —La atacaron y sufre una contusión. La trajeron aquí alrededor de las cinco de la tarde. No tenía consigo su documentación, por supuesto, se lo quitaron todo. Preguntamos en el hotel y el dueño no pudo darnos demasiada información, sólo que había pagado la factura y pensaba marcharse aquella misma noche. El señor der Huizma dio un suspiro y se dio la vuelta. —Quizá yo pueda ayudar. Tendríamos que avisar a su padre... La enfermera de la sala donde había sido llevada Daisy les informó que habían intentando ponerse en contacto con los padres sin éxito. —Está todavía inconsciente ¿Quiere verla, señor? El doctor Brem está en este momento con ella. Daisy estaba tumbada en la cama. Tenía el pelo recogido en una trenza y los brazos sobre el borde de la colcha. Estaba muy pálida y fruncía el ceño de vez en cuando, dormida. El señor der Huizma hizo un gesto a su colega. —¿Ha sufrido alguna fractura? ¿Algún daño en el cerebro? —Creemos que no. Sólo una fuerte contusión, pero todos los reflejos responden con normalidad. ¿Ha visto a la enfermera? —Sí —respondió el señor der Huizma, inclinándose sobre el lecho—. Daisy, ¿puedes oírme? La muchacha volvió a fruncir el ceño, pero no llegó a abrir los ojos. —Váyase, estoy dormida —balbuceó—. Me duele mucho la cabeza. El señor Huizma tomó su mano. —Pobrecita. Te darán algo para ese dolor y cuando despiertes te sentirás mucho mejor. ¿Iba a ir tu padre a esperarte a Harwich? —¿Cómo si no iba a poder llevar la cubitera por toda Inglaterra? Váyase. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 24-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Eso hizo. Se dirigió inmediatamente al despacho de la enfermera para telefonear. Su padre, que esperaba impaciente el ferry en el muelle, se sorprendió al oír su nombre por los altavoces. —Una llamada desde Holanda —le informaron en la pequeña oficina del puerto. —¿Daisy? —Soy Jules der Huizma, señor Gillard. Daisy ha sufrido un accidente. No ha sido grave, una simple contusión. Acabo de estar con ella y está empezando a despertarse. Está siendo bien cuidada y puedo asegurarle que no tiene por qué preocuparse. Se quedará en el hospital varios días y yo mismo me cuidaré de que vuelva a Inglaterra sana y salva. —¿Qué ha pasado exactamente? —La asaltaron y le quitaron el bolso, así que será necesario un nuevo pasaporte y dinero, pero todo se solucionará. —¿Debería ir yo? ¿O mi esposa? —No hay necesidad de ello, a menos que sientan un deseo muy fuerte de hacerlo. Ella debe descansar algunos días y ustedes sólo podrían visitarla brevemente. Yo les llamaré cada día y les iré diciendo cómo está. Por cierto, habló algo de una cubitera para enfriar el vino. ¿Hay algo que pueda yo hacer? —Sí, sí. El señor Friske... le explicaré... —Yo me encargaré de todo, no se preocupe —le dijo después de escuchar la explicación del hombre. Luego se dirigió a su casa, preguntándose por qué demonios se habría comprometido a ayudar a una persona a la que apenas conocía. Aquellos días ya estaba bastante ocupado sin tener que ocuparse de recuperar cubiteras para enfriar el vino ni de hacer llamadas para informar al padre de Daisy. Después de ducharse y cambiarse de ropa, bajó al salón para desayunar. Allí se reunió con un hombre de edad avanzada, delgado y de severa expresión, que le dio los buenos días antes de insinuarle en tono acusador que había llegado muy tarde a casa aquella mañana. —No está bien que esté siempre fuera. Usted es un hombre muy importante. —Es mi trabajo, Joop, y me gusta —contestó con una sonrisa—. ¡Estoy hambriento! Tuvo un día tan ocupado, que apenas se acordó de Daisy, pero cuando salió del hospital fue a visitarla. La enfermera le informó de que había estado despierta durante largos períodos y que se había bebido obedientemente todos los medicamentos que le había dado. Apenas había hablado. —Parece que está preocupada por una cubitera para enfriar el vino. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 25-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Ah, es cierto, la recogeré de camino a casa. Me gustaría verla unos minutos si no es contraproducente. La enfermera esbozó una sonrisa amplia, pensando en lo cortés y detallista que era él. Lo llevó a la cama de Daisy y se quedó mirando a la muchacha, pensando si al señor der Huizma le parecería tan guapa como a ella. Seguro que sí, a pesar de estar comprometido... El señor der Huizma no veía a Daisy de ese modo, sino con ojos profesionales. El doctor Brem le había asegurado que ella se estaba recuperando con toda normalidad. Unos días más y estaría perfectamente. Daisy, al alzar la vista, pudo comprobar también que la mirada de él era completamente profesional, que no era la mirada amable de aquel hombre agradable con el que había paseado por la playa. —Buenos días, señor der Huizma. Ya estoy casi bien. —Dentro de un par de días estarás recuperada del todo —aseguró él—. Esta tarde iré a ver al señor Friske. ¿Quieres que le diga algo? —Es usted muy amable. Me imagino que el hombre se estará preguntando por qué no fui a recoger la cubitera y mi ropa. ¿Puede decirle que iré dentro de unos días a por ellas? —Te será un poco complicado tener que llevar la cubitera tú sola, ¿no crees? —Un poco, pero no se preocupe. Gracias por ir a verlo —la muchacha frunció el ceño—. ¿Quién le ha hablado de él? —Tu padre me lo dijo. Le telefoneé para decirle lo que había ocurrido. —Muchas gracias. Siento causarle tantas molestias. —No es ninguna molestia. Me alegra que te hayas recuperado tan rápidamente —el hombre hizo una pausa y una sonrisa iluminó su rostro—. ¡Que duermas bien! El hombre se dio la vuelta hacia la puerta, pero se detuvo antes de salir. —Te lo tenía que haber dicho antes de nada. Tus padres saben que te encuentras en buenas manos y te envían un abrazo. Pensaban venir, pero les dije que no había necesidad ya que volverías a casa en pocos días. Una vez que él salió de la habitación, Daisy cerró los ojos y repasó la conversación. Había sido breve e impersonal, y lo había notado nervioso, a pesar de sus modales tranquilos y educados. Probablemente, la consideraba una molestia y se alegraría de que se marchara pronto. En ese momento, dejó escapar dos lágrimas. Estaba triste y, además, sólo sabía causar problemas, pensó. La enfermera llegó justo entonces. Estaba haciendo la ronda nocturna. —¿Está llorando? ¿Le ha dicho algo malo el señor der Huizma? —No, no. Ha sido muy amable —consiguió decir—. Es que me duele un poco la cabeza... Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 26-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Se tomó unas pastillas y bebió un poco de agua. Luego, volvió a repetir que se encontraba bien y cerró los ojos. No creía que pudiera dormirse, pero si los mantenía cerrados, la enfermera informaría al personal de guardia que se había quedado dormida. Eran tan amables con ella... Pero le gustaría estar de vuelta en su casa para poder olvidar al señor der Huizma. Después de arreglar todo con el señor Friske, el señor der Huizma recordó con cierto fastidio que esa noche tenía que ir a cenar a casa de unos amigos con su prometida. Pero antes de eso podía hacer unas cuantas cosas que sí eran de su agrado como leer el correo, hacer unas llamadas telefónicas y estudiar las fichas de algunos pacientes. Se dirigió a su apartamento, donde le recibió Joop con la bandeja del café preparado, acompañado de un pequeño perro de aspecto bastante soso. Le dio las gracias a Joop por el café y se sentó frente a su escritorio, donde el perro se acercó para jugar con él. En la bandeja había galletas, así que le ofreció una al perro mientras él se tomaba el café. —Tengo que salir esta noche, Bouncer, y no es que me apetezca especialmente. He llegado a la conclusión de que no soy una persona muy sociable. Cuando vuelva, daremos un paseo antes de irnos a dormir. Bouncer dejó caer la lengua y se puso a jadear. Luego, se comió la última de las galletas y se tumbó a los pies de su amo. El señor der Huizma solía decir a sus amigos que ese perro era un ejemplar único. De cuerpo largo y delgado, y cubierto de un pelo largo y sedoso, tenía las patas muy cortas y orejas demasiado largas. Tenía unos ojos muy bonitos de color ámbar, el corazón de un león y, lo más importante, amaba a su amo incondicionalmente. El perro, al poco, cerró los ojos y se puso a dormitar mientras el señor der Huizma abría la primera de las cartas. Poco después, el señor der Huizma se levantó y recorrió la casa para salir al jardín, seguido de Bouncer. La noche era fría y el cielo estaba despejado. Estaba helando. El señor der Huizma se puso a pasear de un lado para otro, recordando el día que estuvo en la playa en Inglaterra con Daisy. Había sido un paseo muy agradable, en el que habían ido en silencio la mayor parte del tiempo y la chica, siempre que había hablado, había sido para decir algo sensato. Se le escapó un suspiro sin razón ninguna, silbó a Bouncer y se fue a cambiar para la cena. Helene van Tromp, la mujer que estaba deseosa de casarse con él, vivía con sus padres en un piso enorme del barrio de Churchillaan. Ya no era una mujer joven, tenía uno o dos años menos que el señor der Huizma, y él había cumplido ya los treinta y cinco. Pero todo el mundo la consideraba una mujer muy bella. Era rubia y de ojos azules, tenía unas facciones agradables y un cuerpo esbelto. Se mantenía en forma gracias a sus constantes visitas al gimnasio y al salón de belleza. Siempre vestía de un modo exquisito y llevaba un peinado perfecto. Cuando el señor der Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 27-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Huizma pasó a recogerla, tuvo cuidado de no despeinarla al darle un beso en la mejilla. —Llegas tarde —le regañó ella—. Pensé que vendrías con tiempo de charlar un rato con papá y mamá. Como los ves tan de cuando en cuando... —añadió con una sonrisa encantadora—. Por supuesto, que cuando estemos casados, podrás pasar mucho más tiempo con ellos... —Estaré tan ocupado entonces como lo estoy ahora —remarcó él. Ella se echó a reír. —No seas tonto, Jules. Tú dejarás tu trabajo en el hospital cuando nos casemos y montes tu propia consulta. Entonces tendremos más tiempo libre para divertimos y ver a nuestros amigos. Jules pensó que aquello no le apetecía demasiado. Él apreciaba a sus amigos, que eran personas trabajadoras como él y estaban casados con el tipo de mujer adecuado para formar una familia. Pero los amigos de Helene no le caían demasiado bien. Confiaba, aunque no demasiado, en que una vez que estuvieran casados, ella se sintiera más inclinada hacia las amistades de él. Cuando se despidieron de los padres de Helene, se dirigieron a la casa donde se celebraba la fiesta. —Una noche echada a perder —le dijo a Bouncer cuando llegó a su casa, mucho más tarde. No sabía por qué no podía disfrutar de ese tipo de reuniones. En ellas sólo trataban de divertirse y de divertir a los demás, y nunca hablaban de nada interesante. Poco después, mientras subía las escaleras para irse a la cama, se preguntó por qué querría casarse con Helene e incluso dudó de si alguna vez había estado enamorado de ella. Se dio cuenta de que ese pensamiento no era el más adecuado para meterse en la cama, pero estaba cansado debido a lo mucho que trabajaba y no tardó en dormirse. Eso sí, después de que le viniera a la mente la cara de Daisy. Dos días después, el doctor Brem le dio el alta a Daisy y así se lo dijo a el señor der Huizma cuando se lo encontró en el hospital. —¿Se va hoy mismo? —No, todavía no. Ella tiene que arreglar algunos asuntos todavía. Hoy creo que llegaba su nuevo pasaporte y el dinero para el viaje de vuelta, pero creo que tendrá que quedarse un par de días más. ¿La verá usted de nuevo antes de que se vaya? —Sí, tengo que ir a Utretht esta noche, pero estaré de vuelta antes de que se vaya. —Es una chica estupenda —comentó el doctor Brem—. La echaré de menos... Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 28-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Daisy hizo los preparativos para volver a Inglaterra. A última hora del día siguiente tomaría el ferry. ¿La iría a visitar el señor der Huizma antes de que se fuera? Aquella mañana habló con la enfermera de su partida, cuando ésta le preguntó qué haría hasta la noche, le mintió diciéndole que visitaría a un amigo de su padre. —Bueno, tenga cuidado —le dijo la enfermera, dándole la mano. Daisy pensó que el consejo era innecesario. Ella era una mujer adulta capaz de cuidar de sí misma, aunque había que reconocer que tenía bastante facilidad para meterse en apuros. Diez minutos después, Daisy abandonó el hospital. El señor der Huizma aparcó el coche en su plaza de garaje y se dirigió a hablar con su ayudante. Luego, fue a ver a Daisy. —Se ha marchado hace una media hora —le informó la enfermera—. El doctor Brem le dijo que podía irse a casa, aunque le recomendó que se quedara uno o dos días más. Pero ella lo tenía ya todo arreglado para regresar hoy a Inglaterra. Me dijo que tenía pensado tomar el ferry nocturno. —Pero son sólo las once de la mañana —remarcó el señor der Huizma. —Sí, ya lo sé. Le pregunté qué iba a hacer el resto del día y ella me contestó que iba a visitar a un amigo de su padre. El señor der Huizma se arrepintió momentáneamente por haberse tomado aquel día libre. Daisy iría a recoger la cubitera y seguro que volvería a meterse en problemas... Cuando llegó a la tienda del señor Friske se encontró a Daisy tratando de agarrar el enorme paquete que contenía la cubitera. —Oh —dijo ella con tono de enfado al verlo entrar en la tienda. Ignorando el frío recibimiento, el señor der Huizma se acercó hasta donde ellos estaban. —¿Se está preguntando qué demonios va a hacer con ello? —preguntó con voz alegre. Daisy le lanzó una mirada fría. —Pues no. Ya lo tengo todo arreglado. El señor der Huizma miró al señor Friske, quien se encogió de hombros. —La señorita Gillard quiere llevarse la cubitera con ella. ¿Quién soy yo para impedírselo? El señor der Huizma sonrió levemente. —Yo voy a ir a Inglaterra esta noche en el ferry desde Hoek. Me sentiré muy honrado si usted acepta que la lleve en mi coche. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 29-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —No es necesario que se moleste —respondió Daisy—. Pero se lo agradezco de todos modos . —Oh, no dudo de que pueda llevar la cubitera usted sola, pero no sea terca, lo que le estoy proponiendo es más práctico. El señor der Huizma no esperó respuesta y le hizo una seña al señor Friske para que sacara fuera el paquete. —¿Dónde lo lleva? —quiso saber Daisy. La muchacha comenzó a seguirlo, pero el señor der Huizma se puso en medio de su camino. —A mi coche. Sé sensata, Daisy —dijo él, tuteándola. —Eso está muy bien, pero, ¿dónde piensa llevarla? —La llevaremos a mi casa, donde te podrás quedar hasta que salgamos hacia el ferry. —Pero eso no puede ser. No creo que quiera invitarme a su casa. ¿Y qué hay de su mujer...? —No estoy casado y no sé por qué crees que no quiero invitarte a mi casa. No recuerdo haberte dado a entender nada parecido —dijo el señor der Huizma con un tono tan convincente que despejó todas sus dudas. —Bueno, es usted muy amable. —En absoluto. Ahora iremos a mi casa. Luego, podrás hacer lo que quieras el resto del día. Quizá te apetezca ir de compras o a hacer turismo... Aunque sería más sensato que te vinieras a comer conmigo, así podríamos hablar del viaje. Tendremos que salir a las ocho a más tardar. Salieron de la tienda. El señor Friske había colocado la cubitera y la maleta de ella en el maletero del Rolls. Daisy se despidió de él y luego entró al coche. Fueron en silencio, pero eso no la incomodó en absoluto. Al contrario, le permitió pensar en la situación. Todo había sucedido demasiado rápido. El señor der Huizma aparcó frente a su casa, salió del coche y le abrió la puerta amablemente. Ella, una vez en la acera, se quedó observando la casa durante unos momentos. Era muy antigua, pero estaba perfectamente conservada. Luego, subió las escaleras junto a él y atravesaron la puerta rematada por un bonito travesaño. El señor der Huizma saludó a su mayordomo, sonriendo. —Éste es Joop. Cuida de la casa junto con su mujer, Jette. Habla inglés perfectamente y estoy seguro de que te ayudará con cualquier cosa que necesites. —La señorita Gillard irá esta noche conmigo a Inglaterra, Joop. Tomaremos el ferry nocturno. La expresión severa de Joop no se alteró lo más mínimo. —Muy bien, señor. Les serviré un café en el salón. Si la señorita Gillard quiere seguirme, le presentaré a Jette. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 30-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados El señor der Huizma había recogido un montón de cartas que estaban sobre una mesa y comenzó a echarles un vistazo. —Sí, muy bien, Joop —luego añadió, volviendo la cabeza en dirección a Daisy— . Me reuniré contigo en seguida. Joop la condujo para presentarle a su esposa, una mujer de mediana edad, cuya cara era algo rellenita y en la que resaltaban sus ojos oscuros. Daisy se excusó y les preguntó dónde estaba el baño. La mujer le señaló una puerta al final del pasillo a la que Daisy se encaminó. Se metió dentro y se aseó un poco, a pesar de que no le hacía ninguna falta. Luego, se quedó mirando su reflejo en el espejo, diciéndose que estaba todavía menos atractiva de lo habitual. Finalmente, salió del cuarto de baño y se encontró a Jette, que la estaba esperando. Ésta la condujo hasta donde estaba Joop, quien la llevó hasta el salón. Al llegar a la puerta doble, el mayordomo se detuvo antes de abrirlas con gran pompa, como si ella fuera una reina. . Daisy entró a la habitación, en la que sólo vio a un pequeño perro, que se acercó a recibirla. Daisy se agachó para acariciarlo. —Eres un chico estupendo —le dijo. Luego, se fijó en la decoración del cuarto. En el centro, había una mesa baja rodeada por varias sillas. Unas cortinas de terciopelo cubrían las enormes ventanas, que se abrían en una de las paredes. En otra, podía verse una chimenea y a ambos lados había sendos armarios. Daisy se acercó con interés. —Del siglo dieciocho, y en perfecto estado —dijo en voz alta, sobresaltándose al oír la voz del señor der Huizma. —Muy bien. ¿No son bonitos? —preguntó él, que había estado observándola desde la puerta—. Veo que te has hecho amiga de Bouncer. ¿Te gustan los perros? —Sí, sí que me gustan. Lo siento, no era mi intención fisgonear. —Ya lo supongo. Claro, que si te hubiera visto abriendo un cajón y examinando su contenido, me habría ofendido —luego, añadió—. Aquí llega Joop con el café. Siéntate, por favor, mientras decides qué quieres hacer. —¿No tiene usted que trabajar? —preguntó ella, sentándose en un pequeño sillón tapizado. Bouncer se tumbó a sus pies. —No, tengo el día libre. Ella sirvió el café, fijándose en todo el juego. —La cafetera es de 1625 y las tazas y platos algo posteriores. Quizá de 1700... — le informó él al ver su interés. —Es un juego de café precioso. ¿No tiene miedo de que se pueda romper algo? —No, es el que siempre usamos, aunque Jette no deja que lo friegue nadie más que ella. —Hay tanta gente que guarda sus tesoros en armarios... Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 31-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Pero también allí pueden romperse. Prueba una galleta... Jette es una cocinera espléndida. A Daisy le parecieron estupendas, así como el café. Pensó que quizá debería sentirse molesta por haber tenido que cambiar sus planes de manera tan brusca y, sin embargo, se notaba tranquila. De hecho, estaba disfrutando. Poco después, Jules se disculpó diciendo que tenía que revisar el correo y hacer algunas llamadas telefónicas. —Si no te apetece salir a dar un paseo, puedes quedarte aquí con entera libertad. Hay una biblioteca al otro lado del vestíbulo con libros y revistas. Pero si lo prefieres, puedes decir a Joop que te diga dónde está el jardín. —¿Un jardín? Me gustaría verlo, si no es molestia. —Joop te enseñará el camino. De manera que poco después el mayordomo la condujo a través de una estrecha puerta que había detrás de la escalera. Luego, bajaron unos escalones y llegaron a un pasillo pavimentado. La casa, por esa parte, se alejaba bastante de la calle y tenía ventanas en los lugares más extraños. Cuando Joop abrió la puerta del jardín, la muchacha pudo ver que, a pesar de que no era muy ancho, sí que era bastante largo. Y también pudo fijarse en que estaba bellamente distribuido, con senderos de ladrillo que separaban extensiones de césped y flores. Daisy caminó hasta el final, donde había un pequeño cenador al lado de una fuente, situada en el medio de un estanque rodeado de rosales. En verano, debía ser un lugar delicioso para sentarse y no hacer nada, pensó Daisy, que a pesar del frío, se sentó encantada. Era una casa maravillosa... un hogar maravilloso, se corrigió a sí misma. Era enorme y estaba espléndidamente amueblado, pero aún así, resultaba un lugar cálido y lleno de vida. Cuando el señor der Huizma se casara, su mujer sería la mujer más feliz de la tierra. Daisy se abandonó momentáneamente a la fantasía. —Sería estupendo sentarse aquí en verano. Habría también un cochecito de niño y dos o tres niños jugando. Y también estaría Bouncer y quizá algún gato con sus gatitos. Jules, que acababa de salir en ese instante, lo escuchó y no pudo evitar sonreír. —Suena muy bien, pero, ¿no estaría demasiado lleno? Daisy se quedó inmóvil, sintiéndose totalmente estúpida. —Sólo estaba dejándome llevar por la imaginación. ¿Usted nunca lo hace? —No lo suficiente. Debo cultivar más ese hábito. ¿Te gusta mi jardín, Daisy? —Es perfecto. —Ven conmigo, te enseñaré algo. El hombre la llevó hacia una puerta que había en el muro de ladrillo final, la abrió con una enorme llave gris y salieron a un espacio pavimentado. Más allá había un canal al que se podía bajar por unas escaleras. En el canal, había un pequeño bote. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 32-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —¿Es la puerta trasera? —aventuró Daisy. Él asintió—. Imagino que antiguamente sería la entrada de los vendedores, ¿me equivoco? Es una idea estupenda. ¿La utilizan ahora? —Pocas veces... aunque yo, de pequeño, salía siempre por aquí a los canales principales. Daisy miró hacia el agua, oscura y quieta. —Su madre debía pasar mucho miedo. —Eso es lo que solía decirme. Sintió deseos de pedirle que le hablara más sobre su infancia, sobre su madre y su familia, pero en lugar de ello, preguntó si estaban muy lejos los canales principales de la ciudad y escuchó atentamente lo que él le contestó. Poco después, volvieron al jardín y, después de un corto paseo, a la casa, donde se sentaron en el bonito salón a beber una copa de jerez mientras conversaban sobre cosas diversas. Daisy, cuya locuacidad aumentó con el alcohol, habló más de lo habitual y Jules se divirtió bastante, incitándola para que siguiera charlando. Cenaron en un enorme salón con una mesa rectangular, rodeada por bonitas sillas con respaldo de seda. Las paredes estaban adornadas con retratos de familia. Daisy comió con apetito sin importarle las miradas que los antepasados de él le dirigían. Hubo paté, huevos revueltos, salmón ahumado y queso finamente cortado. Todo ello acompañado de panecillos calientes. Cuando terminaron el café que Joop les sirvió, se dirigieron hacia la biblioteca. Era una habitación más bien pequeña, pero llena de estantes, algunos de ellos muy antiguos. Una mesa cubierta de piel y rodeada por cómodas sillas completaba el mobiliario. Había muchos libros en las estanterías y la mesa estaba cubierta de periódicos y una gran variedad de revistas. Daisy pensó que podría pasarse allí días enteros leyendo. Dedicó varios minutos a echar un vistazo a los volúmenes y el señor der Huizma esperó pacientemente a que terminara. —Tengo una historia de esta casa. ¿Te gustaría verla? —Claro que sí. ¿Es una primera edición? —Sí, escrita en holandés. Pero hay algunos dibujos muy interesantes. De manera que comenzaron a ojear el libro. Jules iba traduciendo algunos pasajes y Daisy lo escuchaba mientras miraba atentamente las ilustraciones. De pronto, la puerta se abrió y apareció una mujer. —¡Helene, qué sorpresa! —exclamó el señor der Huizma mientras cruzaba la habitación para ir a su encuentro. Daisy también miró hacia la puerta. Allí estaba la viva imagen de lo que ella había deseado siempre ser: la Perfección. Era alta, rubia, guapa y vestía con una elegancia sencilla. Sin embargo, le pareció excesivamente delgada y pensó que le Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 33-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados sentaría bien un poco más de forma en algunos lugares. Entonces sí sería perfecta. Aunque quizá Jules le gustaran las mujeres así de delgadas. Daisy se miró a sí misma y dio un suspiro. —Daisy, ven a conocer a Helene van Tromp, mi prometida —el hombre había colocado una mano sobre el brazo de Helene—. Helene, te presento a Daisy Gillard, que ha venido a Amsterdam para comprar y vender antigüedades. Es una experta. Daisy extendió la mano y sonrió. Helene sonrió también, aunque la sonrisa no se reflejó en sus ojos. —¡Qué interesante! ¿Ha comprado algo de esta casa? Eso espero. No me gustan los muebles antiguos. —Pero si nadie querría vender nada de esta casa —replicó la muchacha en tono sorprendido—. Está llena de tesoros. Helene miró a Jules —Entonces, ¿por qué ha venido? —Daisy ha venido porque voy a acompañarla a Inglaterra esta noche en el ferry. —¿Sí? —miró a Daisy—. ¿Se ha caído usted bajo el coche de Jules o se ha desmayado en su puerta? —No, nada de eso. Me caí en un canal y el señor der Huizma me recogió y llevó al hospital. Luego, me asaltaron y él se enteró de que tenía que volver a Inglaterra y se ofreció a acompañarme, eso es todo. Helene la miró unos segundos. Luego, sonrió, considerándola como una chica vulgar, sin un físico llamativo y que, evidentemente, no ha sucumbido al encanto de Jules ni tampoco a su riqueza. No merecía la pena preocuparse por ella. En ese momento, el señor der Huizma fue requerido para que contestara a una llamada telefónica y Helene aprovechó la oportunidad. —Debe estar muy cansada. ¿Por qué no se va a descansar? Tiene un largo viaje por delante. La mujer agarró a Daisy por el brazo y se la llevó hacia la puerta. —Hay una pequeña habitación que nadie utiliza. Puede tumbarse en el sofá y echar una pequeña siesta. Le diré a Joop que le lleve una taza de té dentro de un rato. Daisy no estaba cansada, pero era evidente que Helene quería deshacerse de ella... lo cual, por otro lado, era bastante lógico. Daisy imaginaba que si estuviera comprometida con alguien como el señor der Huizma, no querría compartirlo con nadie. Así que permitió que la condujera hasta la puerta de la habitación que había al otro lado del vestíbulo. —Nadie le molestará aquí —aseguró Helene, cerrando la puerta. La habitación era algo pequeña, aunque deliciosamente acogedora. Estaba amueblada con cómodas sillas, un pequeño escritorio y una mesa redonda adornada con un florero. Era también muy cálida y Daisy se sentó en una de las sillas y miró a Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 34-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados su alrededor. Helene había dicho que era una habitación que pocas veces se usaba, pero a ella le pareció todo lo contrario. Había libros y revistas por todas partes, aunque no se interesó por ellos. Tenía bastantes cosas en las que pensar. Por ejemplo, en que no le había gustado Helene. No pensaba que el señor der Huizma pudiera ser muy feliz con ella, a pesar de su belleza y elegancia. Pero, en cualquier caso, eso no era asunto suyo y probablemente se llevarían bien. Helene armonizaría con la casa y sería la anfitriona perfecta. Perode pronto recordó la cubitera y comenzó a pensar en cómo sería capaz de llevarla hasta su casa después de llegar al puerto. Debería haberlo pensado antes de aceptar ir con el señor der Huizma. Aunque, lo cierto era que él no le había dejado otra opción... Poco después, Joop llegó con una bandeja de té y le preguntó si necesitaba algo para su dolor de cabeza. Daisy, que no tenía dolor de cabeza, contestó educadamente. —No, gracias. Se tomó el té y se preguntó cuánto tiempo debería quedarse en aquella habitación. ¿Hasta que se fueran aquella noche? ¿Tendría también que cenar allí? Todas sus preguntas se vieron contestadas en ese momento por el señor der Huizma, que entró silenciosamente y se sentó frente a ella. —Tienes que perdonarme. No sabía que te dolía la cabeza y estabas cansada. —Oh, no estoy nada cansada y tampoco me duele la cabeza —respondió sin pensar—. Helene... ¿no le importa que la llame así? Me sugirió que descansara un rato. La expresión del rostro de Jules cambió al escuchar aquello. —En ese caso, ¿te apetece tomar algo antes de cenar? —Eso sería estupendo. Me gusta esta habitación. —Mi madre la utiliza cuando viene a visitarme... Daisy sonrió. —La verdad es que a mí me parece muy acogedora, no sé si me entiende. Quiero decir que es el sitio perfecto para escribir cartas o coser o hacer ganchillo. —Tienes razón —dijo él pensativo. Tomaron una copa de vino y luego cenaron. Después, Jette llevó a Daisy a una habitación para que pudiera prepararse para el viaje. Poco después, metieron en el maletero su equipaje y la cubitera. Ella, al entrar en el coche, se preguntó si tendría que ir todo el viaje tratando de mantener una conversación. Pero luego decidió que no tenía por qué preocuparse. El señor der Huizma, una vez se aseguró de que ella iba cómoda, se quedó en silencio. Era un hombre al que seguramente le desagradaba charlar sólo para pasar el rato. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 35-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Capítulo 4 DESPUÉS de un rato, Daisy descubrió aliviada que el silencio que había entre ellos no era tenso, sino más bien como el que se produce entre dos viejos amigos que no necesitan hablar. Así que la muchacha dio un suspiro de felicidad y se concentró en sus propios pensamientos. Su padre se pondría muy contento cuando viera la cubitera. Llevarla desde Harwich sería un poco difícil, pero por lo menos ya estaría en Inglaterra. Quizá sería una buena idea telefonearlo y pedirle que fuera a recogerla allí. Le sorprendió cómo no se le habría ocurrido antes. Cuando llegaron al puerto, el señor der Huizma le ordenó que se quedara en el coche mientras él lo arreglaba todo. Pero tardaba tanto rato en volver, que Daisy comenzó a preocuparse. Ya iba a salir a buscarlo cuando él regresó. —Ya podemos subir a bordo. —No he enseñado a nadie mi billete. —Yo tengo ya dos billetes. Tú puedes canjear el tuyo cuando lleguemos a Harwich. —Y le devolveré el dinero. —Como tú quieras —contestó. Se habían puesto en la fila de coches que iban a subir a bordo y Daisy tuvo que subir a cubierta. Se iba a quedar allí, pero el señor der Huizma le dijo que subieran a la segunda cubierta. Así que hacia allá fueron con el equipaje de mano. La segunda cubierta estaba muy tranquila. Sólo había una persona de la tripulación, una mujer, a la que preguntaron dónde estaban sus cabinas. El señor der Huizma asintió cuando la mujer abrió una puerta. —Te veré en el restaurante dentro de diez minutos —le dijo a Daisy. Luego, desapareció por el corredor hacia su propia cabina. La cabina de Daisy era pequeña, aunque cómoda. Supuso que él había sacado billetes de primera clase y se preguntó cuánto habrían costado. Después recordó la cita en el restaurante. ¿Y si resultara que ella no hubiera querido ir allí? Se cepilló el cabello, se retocó los ojos y se sentó sobre la cama. Los diez minutos ya habían pasado y comenzó a preguntarse por qué tendría que haber ido al restaurante si no le hubiera apetecido. El problema era que sí le apetecía. Tenía hambre, lo primero, y lo segundo, a pesar de ser un hombre tan silencioso, le gustaba la compañía del señor der Huizma. Cuando llegó al restaurante, él ya estaba allí, esperándola bastante relajado. Al ver que ella se quedaba en la puerta, fue a buscarla. —¿Quieres beber algo? Creo que puede ser una buena idea, ya que la travesía es dura en esta época del año. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 36-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Gracias por el consejo. Pero fue ya bastante dura cuando vine con el biombo y no me mareé. —¿Te apetece una copa de jerez de todas formas? Y también sería una buena idea comer algo. Y, efectivamente, cenaron algo mientras hablaban de diferentes asuntos ajenos a la estancia de Daisy en Amsterdam. En cuanto terminaron, ella dijo que quería irse a su cabina. Él no hizo ningún intento por detenerla. —Llegaremos hacia las siete de la mañana. Te llevarán a la habitación un té y tostadas a las seis y media. Después desayunaremos algo más fuerte. No esperó a que ella contestara. Simplemente, le dio las buenas noches. Daisy pensó que la cuestión del desayuno se decidiría por la mañana. Una vez que llegaran a puerto, ella recogería la cubitera, buscaría un lugar tranquilo para llamar a su padre y haría lo que él le aconsejara. Se metió en la cama pensando que iba a ser una travesía agotadora, aunque, por otro lado, estaba muy cansada y se durmió antes de darse cuenta de si estaba mareada o no. La despertó una camarera con el té y las tostadas, advirtiéndole que llegarían en seguida. —El mar está bastante agitado. Ha sido un viaje difícil —dijo la camarera. Las tostadas y el té le sentaron estupendamente a Daisy, que poco después, salió a cubierta, preguntándose si el señor der Huizma habría dormido bien. Aunque no sabía por qué, no le imaginaba mareándose. Lo vio de repente. Estaba inclinado sobre la barandilla, observando cómo el ferry llegaba a puerto. Pero debía estar esperándola, porque se volvió justo cuando ella se dirigía hacia él. Esa chica tenía algo especial que lo intrigaba, pensó. No era su físico, desde luego, aunque tenía una sonrisa y unos ojos maravillosos, grandes y brillantes y... Buscó una palabra para describirlos. Amables. Helene la había rechazado por ser vulgar e ir mal vestida, pero él sabía que no era cierto. En Daisy no había nada vulgar, y aunque su ropa era un poco vieja, tenía buen gusto y sabía llevarla con cierta elegancia. De repente, deseó saber más sobre ella. Fue a su encuentro y juntos observaron cómo el muelle se iba acercando cada vez más. Luego, fueron abajo para recoger el Rolls y se metieron dentro. Tardarían bastante rato en desembarcar y Daisy pensó que era la oportunidad que estaba buscando. —Si no le importa, me iré inmediatamente después de que pase por la aduana. —¿Y qué harás, Daisy? —Llamar a mi padre. —Le llamé yo ayer antes de salir. Te voy a llevar a casa. A ti y a la cubitera. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 37-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Ella se giró hacia él. —Pero son muchos kilómetros. No puede hacer eso. —Me quedaré a pasar la noche con unos amigos. ¿Te acuerdas de que te hablé de ellos, cuando nos encontramos en la playa? —Ah, en ese caso... ¿Cómo no me lo ha dicho antes? —Porque pensé que quizá te habrías negado a venir. Ella se quedó pensativa. —Sí, quizá tenga razón —la muchacha esbozó una sonrisa—. Pero me alegra que me lleve hasta casa. Gracias. —No me lo agradezcas. Me gusta tener compañía. —¿De verdad? Pues no habla mucho. Pensé que se había arrepentido de ofrecerse a llevarme. —No es eso, Daisy. No creo que seas una de esas personas a las que hay que entretener con conversaciones estúpidas, ¿no? —No. Y no me importa estar en silencio. Hay siempre muchas cosas en las que pensar. Jules la miró y asintió gravemente. Él también tenía muchas cosas en las que pensar. Pasaron la aduana y cuando estaban ya cerca de Colchester, Jules sugirió detenerse a desayunar. La llevó a un lugar llamado Le Brasserie y tomaron un espléndido desayuno. Luego, continuaron el viaje. Pasaron por Chelmsford, Brentwood y en Fleet se pararon de nuevo a tomar un café. No había mucho tráfico y el señor der Huizma conducía a una buena velocidad. Hablaba poco, lo que permitía a Daisy contemplar el paisaje. Una vez llegaron a Salisbury, Daisy notó la excitación que da el llegar al hogar tras un largo viaje. No había estado mucho tiempo fuera, pero le habían ocurrido muchas cosas y tenía ganas de volver a su vida tranquila. Al menos, se dijo, por un tiempo. El viaje a Amsterdam, por otro lado, le había hecho conocer lo que era viajar por países desconocidos. Mientras cruzaban Salisbury, el señor der Huizma disminuyó la velocidad. Daisy se preguntó si no habría sido más rápido haber seguido por la autopista sin entrar en la ciudad. —¿Te apetece que paremos a comer algo? —sugirió—. Hay un buen restaurante justo antes de volver a la autopista. Llegaron a una zona antigua y entraron a una finca con una casa grande en el centro. Dentro había una chimenea muy agradable y un bar con un salón al lado. Daisy se dirigió hacia el lavabo de mujeres feliz de poder comer en un sitio tan agradable. Luego, se reunió de nuevo con el señor der Huizma en el bar y tomaron una copa de jerez antes de pedir el menú. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 38-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados La comida era excelente. Había unas cuantas personas comiendo. El número justo para que el lugar resultara acogedor. El señor der Huizma, abandonando su silencio, volvió a ser el hombre agradable con el que había paseado por la playa. Cuando terminaron la comida, continuaron el viaje. A partir de Exeter, tomaron la carretera de la costa. —A mi madre le encantará invitarle a tomar un té —dijo Daisy poco antes de llegar. días. —Te lo agradezco mucho, pero debo continuar. Me quedaré con mis amigos dos Daisy se sintió ligeramente molesta por la negativa y no pudo evitar ruborizarse. Había sido una estúpida invitándolo a tomar un té. La había llevado hasta allí, pero eso no era motivo para suponer que quisiera una amistad más profunda. —Claro —contestó ella, con tono frío—. Pronto será de noche. El señor der Huizma había notado el cambio de tono en la voz de Daisy e imaginó a qué se debía. No debería haber sido tan brusco, pensó. De hecho, sería agradable volver a ver a su padre. Y también a su madre. Y tenía que admitir que sentiría no volver a ver a Daisy. Estaba comenzando a parecerle una muchacha muy interesante... La calle principal de la pequeña ciudad estaba desierta. Llegaron a la tienda de antigüedades, todavía con la luz encendida, y el señor Gillard salió rápidamente. Jules salió del coche y abrió la puerta a Daisy. Entonces, se quedó en silencio, observando cómo padre e hija se abrazaban. Luego, el señor Gillard se volvió hacia él y le ofreció la mano. —Ha sido muy amable, le estamos muy agradecidos. Pase, el té está preparado y esperando. Él se encogió de hombros. No pasaría nada por quedarse media hora. Después de todo, no volvería a ver a esa mujer nunca más. Así que siguió al hombre al interior de la tienda. Daisy fue corriendo a saludar a su madre, que estaba en la planta de arriba. —Me alegra tanto estar de vuelta... Y tengo tantas cosas que contaros... Se calló bruscamente cuando su padre y el señor der Huizma entraron en la habitación. La muchacha esbozó una sonrisa amplia al ver que él había cambiado de opinión. Y él, al ver la sonrisa de ella, se lamentó de que sus vidas tuvieran que separarse. Pero luego se acordó de Helene y se dio cuenta de que ese sentimiento no tenía ningún sentido. A continuación, se sentaron a tomar el té. El señor der Huizma se sentó al lado de la señora Gillard y contestó a las preguntas que le hicieron sobre Daisy. Les aseguró que no había sufrido ningún daño importante. También mencionó que había estado en la tienda del señor Friske y la conversación derivó hacia el tema de las antigüedades. Durante todo el tiempo, Daisy se mantuvo en Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 39-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados silencio, deseando que las horas no pasaran nunca y que el señor der Huizma se quedara allí para siempre. Pero, por supuesto, no fue así. Finalmente, él se levantó, dio las gracias por el té y, después de bajar el equipaje, le dio la mano a Daisy, despidiéndose de un modo muy cariñoso. Luego, se marchó. Daisy comenzó a limpiar las tazas de té y su madre se fue a la ventana para contemplar al invitado que acababa de salir. —Es un coche precioso —observó—, y él un hombre encantador, cariño. Supongo que es tan educado debido a que es médico. Da.isy contestó que sí en un tono de voz tan bajo, que su madre la miró de reojo. —Ya nos contarás todo esta noche, cielo. Tendrás mucho que contar, ¿no? Ahora ve a desempaquetar tus cosas antes de cenar. Y, efectivamente, Daisy se pasó el resto de la jornada dándoles toda clase de detalles sobre su estancia en Holanda, pasando por alto, eso sí, los encuentros con el señor der Huizma. Jules, mientras cenaba aquella noche con unos amigos, sí que les contó los encuentros que había tenido con Daisy. —¿Os ha molestado que venga sin avisaros con más antelación? Conocí a Daisy durante mi última estancia aquí... ¿Recordáis el hotel donde fuimos a cenar? Nos conocimos allí y, como ya os he contado, la he visto varias veces más. Creí que lo menos que podía hacer por ella era acompañarla a casa. —Pobre chica, caerse en el canal y ser asaltada luego... ¡Una chica tan sensata! — exclamó la anfitriona—. Yo la encuentro muy atractiva, pero extrañamente no tiene novio. Los chicos jóvenes sólo buscan un rostro bonito... Fue a la mañana siguiente, durante el desayuno, cuando la anfitriona preguntó a Jules si había fijado ya la fecha de su boda. —Helene no tiene prisa. Lleva una vida social muy agitada; ahora va a ir a Suiza a esquiar y otros amigos la han invitado a California. —Es una pena —intervino el anfitrión—. Me imagino que el señor Gillard no te lo comentaría ayer, no es un hombre al que le guste alardear, pero cuando estuve en su tienda la semana pasada me enseñó un broche precioso con un diamante. Es el típico regalo para regalar a una novia. Es gracioso, pero me acordé de Helene, ¡qué mujer tan guapa! El señor Gillard lo compró en Lancey-Courtneys. Han estado vendiendo últimamente muchas cosas. Al parecer, el broche pertenecía a una mujer anciana y no le gustaba a nadie de la familia —el hombre soltó una carcajada—. Estuve tentado de hipotecar la casa para regalárselo a Grace —el hombre dirigió una sonrisa a su esposa—. Pero ella me convenció para que no lo hiciera. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 40-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Jules se sirvió más café. —Quizá vaya a echarle un vistazo para regalárselo a Helene. Eso significaría ver de nuevo a Daisy, pensó, esbozando una sonrisa... Daisy estaba pegando los precios a una colección de pequeñas figurillas chinas cuando la campana de la puerta sonó. Su padre estaba en el despacho y ella ya se había integrado a la rutina diaria. El viaje a Amsterdam le parecía casi un sueño. La imagen del señor der Huizma dirigiéndose hacia ella entre las personas que abarrotaban la tienda, convirtió el sueño en realidad. Dejó las piezas chinas sobre la mesa. Se daba cuenta de su estado de nervios, pero estaba impaciente por saludarlo. —¿Ya estás trabajando, Daisy? ¿No te tomas unas vacaciones de vez en cuando? —Bueno, el viaje a Holanda fue como unas vacaciones. ¿Quiere ver a mi padre? —Me han dicho que tiene un broche que podría interesarme... Ella fue a buscar a su padre. Los dos hombres entraron en el despacho. Daisy se preguntó para qué. Quizá su padre quisiera pagarle algún dinero al señor der Huizma por las comidas a las que le había invitado. Pero no era muy probable, porque no había oído a su padre sugerirle que se pasara por la tienda de nuevo. De pronto, la puerta del despacho se abrió. —Daisy, ¿puedes venir un momento? —la llamó su padre. Cuando entró, pudo ver a los dos hombres frente al escritorio, observando el broche. —¡Oh, qué maravilla! —exclamó ella al ver cómo brillaba. El padre lo acarició con un dedo. —Así es. Y eso que está algo sucio... No puedo dejar que se lo lleve en este estado. ¿Para cuándo lo quiere? —Va a ser un regalo de boda para mi prometida. Así que, como no pensamos casarnos hasta el verano, no hay ninguna prisa —se quedó pensativo unos momentos. Luego, pareció que se le había ocurrido una idea—. Yo tengo que volver a Holanda hoy mismo y no creo que pueda venir en una temporada a Inglaterra. ¿Por qué no me lo lleva Daisy cuando esté listo? —Muy bien, me parece una buena idea. De todos modos, tardaremos unas dos semanas en limpiarlo debidamente. Los dos hombres se volvieron hacia ella. —Sí, por supuesto que se lo llevaré —dijo Daisy, y el señor der Huizma fue consciente en ese preciso instante de que nunca la dejaría viajar sola con el broche. Podían volver a atracarla de nuevo. Y a él lo que pudiera pasarle al broche no le importaba, pero sí lo que pudiera pasarle a ella. Pero ya tenía un plan medio formado... Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 41-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Pero prefirió no decir nada por el momento. El padre lo invitó entonces a tomar un café arriba y él aceptó. Daisy se quedó en la tienda y vendió un par de atizadores a una pareja de recién casados norteamericanos, que estaban de luna de miel en Inglaterra. Ella les rebajó el precio, emocionada por lo felices que parecían. Además ella también estaba muy contenta por volver a encontrarse con Jules. Sabía que de no haber sido así, pronto se habría sentido decepcionada y triste. Y lo más importante era que lo volvería a ver en Amsterdam, aunque fuera por poco tiempo. Sus caminos se habían cruzado ya tantas veces, que comenzaba a considerarlo como a un amigo. Luego, le vino al pensamiento el regalo que le iba a hacer a Helene. —Si yo fuera Helene, me enamoraría todavía más de él —murmuró. Cuando el señor der Huizma y su padre bajaron a la tienda, ella estaba comprando una tetera a una anciana, que no sabía lo que valía en realidad el objeto. Daisy le pagó su precio verdadero y la mujer se puso muy contenta. Cuando se despidió de la anciana, vio que el señor der Huizma ya se había ido. Ella fue quien se ocupó de limpiar el broche. Todos los días dedicaba un rato a sacar brillo a cada una de las pequeñas partes con gran paciencia. Y mientras lo hacía, pensaba en Helene y en Jules. No se dio ninguna prisa, su padre le había dicho que se tomara su tiempo. De manera que le llevó dos semanas y media tenerlo listo. Su padre lo examinó detenidamente y después lo empaquetó, dejándolo preparado para que ella lo llevara a Holanda el día que fuera conveniente. ¡O al menos, eso era lo que ella creía! De vuelta a Holanda, Jules volvió a su trabajo y sólo unos pocos días después de su regreso pudo ir a visitar a Helene. —Así que ya estás de vuelta —lo saludó—. Lo cierto, Jules, es que deberías trabajar menos. Sé que necesitas estar en contacto con los niños, pero si montaras tu propia consulta, no tendrías que viajar tanto. Hay muchos médicos que pueden reemplazarte... Ella estaba muy guapa. Se había vestido y maquillado especialmente para seducirlo. Pero no consiguió su propósito. Él estaba comenzando a darse cuenta de que una vez estuvieran casados ella no renunciaría a su intensa vida social y por tanto no aprobaría su vida como médico. No aceptaría que lo llamaran para alguna urgencia en mitad de una reunión ni de una comida... Pero él era un hombre honrado. Le había pedido que se casara con él, creyendo que estaba enamorado. Y lo cierto era que lo había estado, pero eso no había sido suficiente y ella no tenía la culpa. —Helene, para mí ese trabajo es fundamental. Los pacientes son parte de mi vida. Si algún día me acompañaras al hospital, lo entenderías. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 42-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Helene atravesó la habitación y se sentó a su lado en el sofá. —Estás cansado debido a que has trabajado demasiado. Y por supuesto que sé que disfrutas con tu trabajo. Debe ser muy interesante. Pero la vida es demasiado corta y hay que disfrutar de ella también. Los van Hoffman me han invitado a pasar una semana con ellos en Cannes, ¿por qué no vienes tú también? Me dijeron que podías acompañarme si no estabas ocupado. —Pero es que sí que estoy ocupado —respondió él con calma. Helene frunció el ceño. —Eso no tiene sentido, Jules, estás tratando de enfadarme adrede... —No es así, Helene —dijo él con voz cansada. Helene sintió como si la estuviera hablando desde muy lejos. Ella no lo amaba, pero sabía que sería un buen marido. Tenía dinero, venía de buena familia, había salido adelante en su profesión... Sin embargo, comenzaban a inquietarla ciertas dudas. —No te enfades, Jules —dijo, poniéndole una mano sobre el brazo—. Ya sé lo mucho que tu trabajo significa para ti, pero es que me preocupa que no dispongas de tiempo libre para divertirte. Él se fue poco después a su casa y se encerró en la biblioteca, con el fiel Bouncer haciéndole compañía. Estaba comenzando a ver claro que Helene y él no serían felices si se casaban. Se daba cuenta de que ella no lo amaba. Nunca lo había amado, en realidad, pero debía pensar que sería un buen marido para ella. —¡Soy un estúpido! —exclamó en voz alta. Bouncer comenzó a mover la cola y a gemir al oír a su amo. Se fue tarde a la cama después de decidir que al día siguiente iría a ver al señor Friske. Se le había ocurrido una idea. Llegó a la tienda a últimas horas de la tarde. Había tenido un día duro de trabajo y estaba preocupado por varios niños, que estaban muy enfermos. Si no lo hubiera decidido la noche anterior, quizá no habría ido a la tienda. El señor Friske salió a recibirlo. —Ya me dijo el señor Gillard que la cubitera llegó perfectamente. Fue usted muy amable al acompañar a Daisy de vuelta. —Lo hice encantado. Y a ella sola le habría costado bastante llevar la cubitera, a pesar de que parece una joven muy sensata. —Así es y tiene talento para la profesión de anticuario. Me atrevería a decir que podría encontrar trabajo en alguna firma importante de Londres... Eso le dio pie a Jules para sacar a colación el plan que había pensado la noche anterior. —Bueno, ella me dijo que lo que más le interesa son las antigüedades holandesas. ¿No se lo dijo a usted? Lo que pasa es que ella no conoce a nadie en Holanda que pudiera enseñarla... Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 43-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Yo podría —observó el señor Friske—. Podría trabajar conmigo un par de meses. Pronto llegará la temporada alta turística y yo estaba pensando en contratar a alguien. Jules pareció no interesarse por lo que él otro le acababa de decir. Poco después, se marchó. El señor Friske había caído en su trampa. El señor Friske, una vez se quedó solo, decidió escribir al señor Gillard. El señor Gillard la recibió varios días después. Y la leyó mientras estaban desayunando. —Daisy, esta carta puede interesarte. El señor Friske me dice que le gustaría que trabajases para él durante un tiempo. Le impresionaron tus conocimientos y piensa que si pasas un mes o dos en su tienda, podrías ampliarlos. El señor Gillard se quitó las gafas y la miró fijamente. —Puedes hacer lo que quieras, por supuesto, pero yo creo que sería una buena idea. Nunca se sabe demasiado y quién sabe si tú te quedarás con la tienda cuando yo me retire. —Para eso queda demasiado, pero entiendo lo que quieres decir. Y ella tenía otras razones para aceptar la proposición de Friske. Así podría vivir en la misma ciudad que el señor der Huizma. Ella deseaba volver a verlo cuanto antes. —Así que acepto, papá. ¿Cuándo quiere el señor Friske que empiece? —Eso no lo especifica. Dice que si tú aceptas, ya discutiréis los detalles. Pero imagino que será pronto, porque ya va a empezar la temporada turística allí... —El problema es que no hablo holandés —comentó Daisy. —Bueno, lo más seguro es que la mayoría de los clientes sean ingleses o norteamericanos. Pero antes de estar seguros, tendremos que discutir varios detalles, como tu sueldo, el tiempo libre y donde te alojarás. —Bueno, eso seguro que os lo dice en la próxima carta, una vez le escribamos para decirle que Daisy está interesada en su propuesta —intervino la madre—. Tendrás que comprarte algo de ropa, hija. Daisy pensó que le gustaría comprarse algo elegante, por si se encontraba con Jules... El señor Friske les escribió poco después, diciéndoles que ella cobraría un pequeño sueldo y una comisión de todo lo que se vendiera, libraría los domingos y los lunes, y podría a alojarse en su casa. Él y su esposa estarían encantados de que viviera con ellos. Y por último, le pedía que estuviera en Holanda la semana siguiente a más tardar. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 44-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Daisy fue a Plymouth poco después para comprar algo de ropa con el dinero que generosamente le ofreció su padre. Quería estar lista para salir cuanto antes. El señor der Huizma dejó pasar diez días antes de ir de nuevo a la tienda del señor Friske. En esa ocasión, compro un sonajero para regalárselo a algún niño. El señor Friske le comentó que había decidido contratar a Daisy. —Y fue usted quien me dio la idea. Daisy está encantada de venir. Yo puedo enseñarle muchas cosas. Imagino que ella se hará cargo del negocio de su padre cuando él se retire. Es una chica encantadora. Es una pena que no sea más guapa, así es improbable que consiga casarse. —¿Cuándo llegará? —Tan pronto como pueda... —Pues yo tengo que ir a Inglaterra la próxima semana —dijo el señor der Huizma en un tono casual—. Podríamos volver juntos. —¿No sería ningún inconveniente para usted? —En absoluto. Yo llegaré a Inglaterra el sábado y la recogeré el domingo por la mañana. Tengo que estar de vuelta el domingo por la noche. Luego, se fue a su casa a arreglar todo para su partida y a telefonear al señor Gillard. —Por suerte, yo tengo que ir a Inglaterra la próxima semana, así que podré recoger el broche yo mismo y Daisy podrá acompañarme siempre que pueda salir el domingo por la mañana temprano. Yo tengo que estar en el hospital el lunes por la mañana. —Estoy seguro de que ella estará encantada de ir con usted y yo también me quedaré más tranquilo si ella no va sola con ese valioso broche. Yo le diré que esté lista para salir el domingo hacia las ocho de la mañana. A Daisy se le encendieron los ojos cuando su padre se lo contó. Era el destino quien le enviaba al señor der Huizma. No quería pensar demasiado en él porque sabía que se iba a casar con Helene, pero se alegraba mucho de poder volver a verlo. El sábado por la noche, una vez preparado el equipaje, se puso a lavarse el pelo. Luego, se dio una crema para el cuidado de la piel. Eso le dio fuerzas, a pesar de que sabía que el efecto sería limitado. Lo tomó como un ritual mágico. No sabía cuánto tiempo pasaría exactamente en Holanda. Pero quizá serían dos o tres meses si al señor Friske le gustaba su forma de trabajar. Seguro que aprendía mucho con él. Pensó feliz en que volvería a visitar los maravillosos museos de la ciudad y que recorrería de nuevo las estrechas calles llenas de tiendas antiguas. El domingo por la mañana, se levantó temprano y desayunó rápidamente mientras su padre y su madre le daban los últimos consejos. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 45-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Cuando llegó el señor der Huizma, ella apenas si pudo contestar, de lo nerviosa que estaba, al cariñoso saludo de él. Después de recoger el broche, el señor der Huizma se tomó un café con su padre y luego dijo que se tenían que marchar. Daisy se despidió de sus padres antes de entrar en el coche, sintiendo ganas de entrar de nuevo en la casa y volver a la seguridad de su vida anterior. Pero antes de que se diera cuenta, el coche arrancó y apenas tuvo tiempo de agitar la mano para volver a decir adiós a sus padres. —¿Vas cómoda? —preguntó él relajadamente. —Sí, gracias. Ha sido usted muy amable por ofrecerse a llevarme. —Bueno, me pareció una buena idea, ya que tenía que venir a Inglaterra. ¿Estás contenta de poder trabajar con el señor Friske? —Sí, claro. Espero que todo vaya bien. —Estoy seguro de que será así, aunque vas a tener que trabajar duro. Su tienda es muy popular entre los turistas que están buscando antigüedades genuinas. Después de esas palabras, se quedaron en silencio, como ya se esperaba ella. Pararon a media mañana para tomar un café y, ya cerca de Harwich, se detuvieron a comer. —¿No es un poco pronto para el ferry? —preguntó Daisy. —Tomaremos el nuevo ferry rápido, que tarda sólo tres horas y media. Te ahorras un buen tiempo y además es muy cómodo. Al verlo, Daisy pensó que no parecía muy seguro, pero una vez a bordo, cambió de opinión. Era muy cómodo y espacioso. Había tumbonas en la cubierta, así que ella se tumbó en una para dormir un rato. Jules pensó que ella era una compañera de viaje ideal. Cuando llegaron, tuvo que despertarla. Tenía el rostro encendido por el sueño y estaba algo despeinada. Después de que se arreglara un poco, bajaron al coche. Todavía no había anochecido, así que decidió llevarla a cenar antes de llegar a Amsterdam. —Tomaremos algo en un restaurante tranquilo que conozco. Daisy aceptó encantada, tenía mucha hambre y así podría estar un rato más con él. Pero fue una cena rápida. Ella se dio cuenta de que él quería llegar pronto a Amsterdam. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 46-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Capítulo 5 EL SEÑOR der Huizma le dijo a Daisy que esperara dentro del coche. Él salió y llamó al timbre de la pequeña puerta que había al lado de la tienda. Eso le dio tiempo a ella para pensar que no debería haber ido. Deseó estar otra vez en su casa. Pero luego, cuando lo vio esperando frente a la puerta, sintió cierto consuelo. La puerta se abrió y apareció el señor Friske con una sonrisa en sus labios. Jules volvió hacia el coche para abrirle la puerta a Daisy y sacar su equipaje del maletero. Ella, más tranquila, salió del coche y saludó al señor Friske. Subieron todos a la casa. El señor der Huizma, el último, llevaba el equipaje de ella. Entraron a un cuarto acogedor donde los recibió cálidamente la señora Friske. Les ofreció un café, pero Jules dijo que no podía quedarse y se dispuso a despedirse. —Ha sido un viaje muy agradable —le dijo Daisy, dándole la mano—. Ha sido muy amable al acompañarme. —Era lo normal, ya que iba a recoger el broche —respondió él, mirándola fijamente con rostro serio—. Espero que tengas una feliz estancia en Amsterdam y, por favor, dales recuerdos a tus padres de mi parte cuando escribas. Y no te molestes en llamarlos esta noche. Yo lo haré en cuanto llegue a mi casa. Cuando él se marchó, la señora Friske le enseñó su habitación, que estaba un piso más arriba. Era pequeña y estaba amueblada de un modo sencillo, pero resultaba muy agradable. Las ventanas estaban cubiertas con unas gruesas cortinas, que protegían la habitación del duro frío invernal. La mujer le informó de que había un cuarto de baño al otro lado del pasillo. Y le dijo, algo preocupada, que esperaba que no la importara dormir sola en esa planta. Después de que Daisy se quitara el abrigo, bajaron de nuevo al salón, donde el señor Friske las estaba esperando. Le informó de que empezaría a trabajar el martes por la mañana. El desayuno se servía todos los días a las siete y media. La tienda se abría a las ocho y media y se cerraba a las seis en punto, aunque si había algún cliente, había que esperar a que se marchara. Se hacía un pequeño descanso al mediodía para comer algo y, una vez se cerraba la tienda, se cenaba fuerte. —Mañana, como es lunes, la tienda está cerrada, así que tendrás tiempo para acomodarte —comentó el señor Friske en su correcto inglés—. Y ahora, supongo que estarás cansada. Después de que te acabes el café y el pastel de queso, puedes irte a la cama, si quieres. Daisy le habló brevemente de cómo estaban sus padres. La señora Friske, mientras hacía punto la escuchaba, aunque no parecía que entendiera mucho de lo que ella decía. Eso sí, de vez en cuando, le sonreía con amabilidad. Finalmente, les dio las buenas noches a ambos y subió a su cuarto. Y ya en la cama, bajo el cálido edredón, comenzó a pensar en Jules. Estaría con Helene, supuso, y el broche brillaría en el pequeño pecho de ella. Discutirían sobre la fecha de su boda, que sería un gran acontecimiento. Estaba segura de que Helene Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 47-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados tendría muchos amigos y una gran familia. El señor der Huizma nunca hablaba de la vida privada de ella. El señor der Huizma estaba en ese momento sentado cómodamente, con Bouncer a sus pies, al lado de la chimenea de un gran salón de una casa de campo cerca de Hilversum. Era una casa cuadrada y sólida con contraventanas verdes y una gran puerta a la que se accedía subiendo dos escalones de piedra. Al otro lado del fuego, haciendo punto, estaba una mujer pequeña, más bien rolliza, elegantemente peinada y vestida con gusto. La mujer hizo un gesto de agradecimiento a la anciana que había llevado la bandeja del té y luego se dirigió al señor der Huizma. —Bien, Jules, ahora cuéntame tu viaje a Inglaterra. Apenas me contaste nada por teléfono. —Mamá, ya sabes que no tengo mucho tiempo para hablar por teléfono. Y tendría que estar ya en casa, pero hace tanto tiempo que no nos vemos... —Hace un mes —confirmó su madre—. Intentaste venir hace una semana, pero Helene tenía algún otro plan. —Lo siento, es verdad. Se irá a California dentro de poco. Cuando se vaya, vendré a verte. La madre sonrió. —Jules, hijo, sé que no debo quejarme, estás siempre muy ocupado. Dime, ¿qué tal el viaje? —He comprado un broche precioso a Helene, te lo tengo que enseñar. Y como tenía que ir a recogerlo, me pareció lógico traerme a la vuelta a Daisy conmigo. —¿Daisy? —Tengo que explicarte quién es...—Jules le habló brevemente de Daisy—. Creo que te gustará. —¿Es guapa? —No, pero tiene los ojos y el pelo preciosos. La voz también es bonita. La madre continuó haciendo punto. —Parece agradable. Y también muy inteligente y buena en su trabajo. —Así es. La mujer alzó la vista y vio que su hijo estaba sonriendo. —¿Cómo la conociste? También eso se lo contó. —Y nos volvimos a encontrar por casualidad dando un paseo. No le importa que llueva o haga frío. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 48-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —¡Entonces le gustará Holanda! —contestó su madre y ambos rieron—. ¿Cuándo verás a Helene? Estoy segura de que le encantará el broche, ¿o has pensado dárselo en la boda? —Creo que de momento lo guardaré yo. Helene todavía no ha decidido ninguna fecha para la boda. La madre dijo algo en voz baja, rogando para que nunca se decidiera. La había aceptado como futura nuera porque quería mucho a Jules y sólo deseaba su felicidad. Pero nunca le había gustado aquella mujer... aunque tenía que admitir que era muy guapa y, cuando se lo proponía, muy simpática. Sin embargo, no derrochaba mucha simpatía hacia su futura suegra y apenas disimulaba su aburrimiento cuando iba a visitarla con Jules. Incluso había dejado claro que la casa le parecía muy anticuada, aunque no delante Jules. La mujer tampoco confiaba en que Helene fuera a ayudar a su hijo en su trabajo. Jules se levantó en ese momento, prometiendo que iría a visitarla tan pronto como pudiera. —Hazlo, hijo. Si Helene se va y estás libre, puedes venir un domingo para que pasemos el día juntos. Jules se fue a casa con Bouncer a su lado. De pronto, se encontró pensando que preferiría que fuera Daisy la que lo acompañara. Cuando Daisy bajó a desayunar a la mañana siguiente, le dijeron que se podía marchar a divertirse. —Mañana comenzarás a trabajar —dijo el señor Friske—. Hoy puedes dedicarte a comprar postales y conocer un poco la zona. Así que Daisy hizo su cama, ordenó el cuarto y ayudó a la señora Friske con la colada. Luego, se marchó a dar un paseo. Se acordaba de algunos sitios donde había estado durante su visita anterior. En los alrededores de la casa de los Friske había varias tiendas de antigüedades, como la suya. Tiendas que vendían todo lo que los turistas podían comprar: cuadros, porcelana china, seda... Pero el tipo de tiendas que ella buscaba estaban al final de la calle, a unos cinco minutos. Había una estafeta de correos, una papelería, una mercería, una panadería y un pequeño supermercado. Daisy decidió que era suficiente para ella. No tendría muchas oportunidades de ir a las elegantes tiendas del centro, pero como no iba a tener mucho dinero, no le importaría demasiado. Compró sellos, postales y un periódico inglés. Después, volvió a la tienda. Eran casi las doce y de la cocina salía un olor delicioso. Se llevó las cosas a su cuarto y se ofreció para ayudar a poner la mesa. En ese momento, entró el señor Friske y se sentaron a disfrutar de una sopa de guisantes con trozos de salchichas, acompañada de rebanadas de pan. —Mi mujer hace la mejor echte de todo Amsterdam —observó el hombre. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 49-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados La tienda se abrió al día siguiente a las ocho y media, pero no hubo muchos clientes. Así que el señor Friske pudo enseñarle a Daisy bastantes cosas. Una mujer mayor entró con un plato de porcelana. Estaba en perfecto estado y el señor Friske preguntó a Daisy cuánto creía que valía. Ella lo examinó cuidadosamente, observando si tenía algún desperfecto y dijo una suma. El señor Friske pareció complacido. —Me parece bien —contestó—. Cuando cerremos esta tarde la tienda, echaremos un vistazo a la porcelana que tengo y te enseñaré algunas cosas. Así que aquella noche, después de una suculenta cena de carne de cerdo, acompañada de patatas y coles rojas cocidas, volvieron a la tienda a inspeccionar la porcelana china. No había muchas piezas, pero eran auténticas y valiosas. Daisy se fue a la cama después de aprender muchas cosas y se quedó tumbada repasando un rato todo lo que el señor Friske le había contado. Imaginaba que tenía muchas cosas que aprender todavía, pero para eso había ido, ¿no era cierto? Casi dormida, se corrigió, había ido no sólo a incrementar sus conocimientos, sino también para ver si se encontraba al señor der Huizma de vez en cuando. Amsterdam no era una ciudad tan grande y el hospital no estaba lejos de la tienda. La semana se pasó rápidamente. Cuando se sentía cansada, pensaba que estaba aprendiendo mucho para consolarse. Un día llegaron a la tienda uno o dos clientes americanos y le alegró mucho poder hablar inglés de nuevo. Estuvieron mirando los objetos de plata para llevarse algo de Holanda y ella se sintió contenta de estar allí. Le hablan dicho que los domingos estaría libre. Los señores Friske rara vez salían, pero aún así le dieron una llave por si quería volver a comer y no había nadie en la casa. El primer domingo, Daisy no se alejó demasiado. Después del desayuno, paseó hasta uno de los canales y volvió hacia el mediodía para comer con los señores Friske. Salió de nuevo por la tarde y tomó un barco que hacía una ruta por los canales. Luego, se detuvo en un pequeño café para tomar un té y un trozo de tarta de enormes proporciones. Todo el tiempo estuvo alerta por si veía al señor der Huizma... Después de cenar, se quedó viendo la televisión y se acostó temprano. A la semana siguiente se aventuraría más. Quizá se decidiera a tomar un tren para ir a alguna población cercana. Había multitud de posibilidades, se dijo. Ya estaba acostumbrándose a la rutina de allí y la semana siguiente se pasó más rápidamente. Ya comenzaba a ser útil en la tienda y, cuando no había clientes, el señor Friske le hablaba de alguna pieza que tenía en la tienda. Cuando llegó el sábado, comenzó a trazar un cuidadoso plan para el domingo. Tomaría un autobús a Vollendam, que era un lugar bastante turístico. Los autobuses salían desde la estación central y Daisy sabía perfectamente dónde estaba. Tomaría allí un ligero almuerzo y volvería por la tarde. Si le quedaba tiempo, iría a ver las tiendas de las calles Leidesgracht y Vijselstraat. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 50-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Cuando se fue el último cliente, Daisy comenzó a recoger las piezas más valiosas del escaparate. El señor Friske, por su parte, recogió la plata e hizo la caja. En ese momento, sonó el teléfono. —Es para ti, Daisy. La muchacha fue corriendo. Su madre había telefoneado durante la semana y no esperaba otra llamada, a menos que hubiera pasado algo grave. —Hola —dijo algo preocupada—. Hola —repitió en un tono de voz totalmente diferente después de reconocer la voz. —Soy Jules der Huizma. Mañana tengo el día libre. ¿Te apetecería que te enseñara algo de Holanda? —Claro que sí, me encantaría —exclamó sin aliento. —Muy bien. Te recogeré a las diez. —Estaré preparada a esa hora —luego, recordó algo—. ¿Pero no quiere usted pasar el día con Helene? ¿Vendrá ella también? Quizá no le divier... —Helene está en California, pero estoy seguro de que no le molestará que te lleve a dar una vuelta. —Bueno, si está seguro... —Completamente seguro —respondió el señor der Huizma antes de colgar y mirar a Bouncer—. Mañana vamos a divertirnos mucho. El señor der Huizma había estado dos semanas pensando en Daisy. No podía olvidarse de ella. Sabía que eso ponía en peligro su futuro con Helene, pero todavía no estaba casado... Daisy se levantó el domingo muy temprano. Se arregló y miró por la ventana. Afortunadamente no llovía. Aunque hacía frío, se pondría una falda gruesa bajo el abrigo. Eligió unos zapatos cómodos, por si caminaban, y el pañuelo de lana que su madre le había regalado con el que se cubrió la cabeza. En Holanda siempre hacía viento, pensó. Desayunó con el señor y la señora Friske y al terminar sonó el timbre. El señor der Huizma subió al piso de arriba y estuvo hablando con el señor Friske diez minutos antes de preguntarle a Daisy si estaba lista. Poco después se metieron en el coche. Bouncer estaba ya allí, contento de verla y se colocó entre ella y su amo. —Se puede poner detrás si lo prefieres —sugirió el señor der Huizma. Daisy acarició la sedosa cabeza. —Se sentiría solo. Además, me gustan los perros —la muchacha miró por la ventanilla—. ¿Dónde vamos? —Primero a la costa. A Zandwoort. Nos tomaremos allí un café. Dime, Daisy, ¿estás contenta con el señor Friske? Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 51-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Oh, claro. Los dos son muy amables conmigo y van muchos clientes a la tienda. Es muy conocida, ¿no? Además, estoy aprendiendo mucho. Por ejemplo, no sabía que en Holanda había tanta variedad de porcelana azul. El señor Friske tiene aguamanil del siglo dieciocho y algunos azulejos. Mi padre nunca ha tenido azulejos. Quizá el señor Friske quiera venderle algunos. Yo podría llevármelos cuando vuelva. —¿Ya estás pensando en volver a Inglaterra? —¡Claro que no! Me gustaría quedarme un par de meses, si el señor Friske quiere. Hay tantas cosas que no sé... —la muchacha se volvió y lo miró con una sonrisa amplia—. ¿No es una suerte que no esté lloviendo? ¿Vamos a sacar a Bouncer para que corra? —Por supuesto, pero primero tomaremos el café. Daisy, estaba ya bastante tranquila. —Tengo una llave de la casa. El señor y la señora Friske van a visitar a unos amigos y sólo tendré que calentar la cena cuando llegue. La señora Friske es muy amable y nos llevamos muy bien. Es un poco duro a veces, cuando no nos entendemos, pero estoy aprendiendo muy rápido. Por lo menos, las palabras más útiles. El holandés es un idioma horrible, ¿verdad? —Eso me han dicho, pero como mi lengua materna, no puedo decir nada al respecto. —Lo siento —dijo, ruborizándose—. No quería ser grosera. —Ya lo sé, Daisy, y creo que ya nos conocemos un poco como para que puedas hablar relajadamente conmigo. —Sí, supongo que nos conocemos, pero no se puede hablar de amistad todavía —la muchacha frunció el ceño. —Sin embargo, yo pienso en ti como una amiga, Daisy. Iban por una carretera rural y él detuvo el coche en el arcén. —¿Amigos? —dijo, extendiendo la mano. La muchacha se la estrechó con una sonrisa. —De acuerdo. —Y de ahora en adelante me llamarás Jules, ¿de acuerdo? —Muy bien. ¿Sabes? La verdad es que siempre he tenido la sensación de que éramos amigos, sólo que no creía que tú hubieras pensado en ello. Él prefirió cambiar de tema. —Vamos a Leiden ahora. Yo estudié medicina en la universidad de allí. Es una ciudad pequeña, pero muy bonita. De todos modos no nos pararemos, porque vamos a almorzar en Delft Pero finalmente se detuvo para que ella pudiera ver el monte Brucht. Era un montículo del siglo doce con una fortaleza en su cima y estaba justo en medio de la ciudad. También le enseñó el canal Rapenburg, la universidad y el museo. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 52-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —¿Fuiste feliz en tu época de estudiante? —Sí. Vuelvo de vez en cuando. Para mí esta ciudad está llena de recuerdos maravillosos. Continuaron después hacia Delft y aparcaron cerca del mercado antiguo. La llevó a un pequeño restaurante desde el que se veía el ayuntamiento y el puerto; uno enfrente del otro, con la plaza del mercado en el medio. —Vamos a comer una comida típica holandesa. Espero que tengas hambre. Sí que la tenía, lo cual estuvo bien porque la camarera llevó dos platos enormes de crepes con trozos de beicon crujiente. También llevó una fuente de sirope oscuro. El señor der Huizma roció el sirope sobre los crepes. —Tiene un aspecto absurdo, pero sabe exquisito —aseguró. Y era cierto. Daisy se comió todo con entusiasmo y eso provocó en los ojos de él un destello de placer. Al terminar, se tomaron una cafetera entre los dos y luego la llevó hacia el coche. —Vamos a cruzar a Hilversum. Pasaremos por Alphenaan de Rijn, donde hay un santuario, y luego por Gouda. Cerca hay algunos lagos que veremos rápidamente. Daisy suponía que después de aquello volverían a Amsterdam. Eran ya casi las cuatro y la tarde estaba oscura y fría, pero vio que él tomaba la dirección contraria. —Has tomado la dirección equivocada. Amsterdam queda hacia la izquierda. —Tomaremos antes un té. No explicó nada más y ella supuso que habría un café o un salón de té particular a la que él quería ir. El paisaje era muy bonito, incluso en aquel día oscuro. Pasaron por pequeños bosques y carreteras estrechas y de vez en cuando se veían casas de madera desperdigadas. De repente, Daisy divisó una rodeada por árboles. Era blanca y tenía las contraventanas verdes. El tejado era de dos aguas. —Oh, ¡qué bonita! Parece que ha estado allí desde siempre. Y parece muy grande. Y mira, las luces están encendidas. Me la imagino llena de niños, perros y gatos. Se detuvieron frente a la entrada de hierro. —Bueno, en este momento no es así —comentó—, pero quizá algún día sí. Es una casa muy acogedora. Yo nací en ella. Daisy se giró para mirarlo a los ojos. ella. —Ésta es la casa de mis padres. Mi madre vive aquí y vamos a tomar un té con —Pero si no me conoce... —¿Y qué? Ahora te conocerá. Jules detuvo el coche, salió y abrió la puerta de Daisy. —No estoy segura... Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 53-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Vamos, ánimo. ¿Dónde está tu carácter británico? Estoy seguro de que te apetece tomar un té. Jules saludó a la mujer anciana que abrió la puerta. —Ésta es Katje, el ama de llaves. No habla inglés, pero entiende algunas palabras —explicó a Daisy, que le dio la mano a la mujer y esbozó una sonrisa—. Ve con ella, te enseñará dónde dejar la chaqueta. Daisy siguió a la mujer hacia el fondo del vestíbulo, donde había una pequeña habitación equipada con todo lo que una mujer pudiera necesitar. De manera que se cepilló el pelo, se empolvó la nariz y volvió al vestíbulo, donde se reunió con Jules. Éste abrió la puerta doble y, con una mano en el hombro de Daisy, pasó al salón. Su madre estaba sentada al lado de la chimenea y se levantó cuando entraron. —Jules, qué alegría verte... —la mujer dio un beso a su hijo y luego se volvió hacia Daisy con una sonrisa en los labios. —Madre, ésta es Daisy Gillard, que ha venido a trabajar en una tienda de antigüedades —la madre, acordándose de que su hijo le había hablado de esa muchacha, sonrió y le ofreció la mano. Él observó cómo se saludaban y sonrió para sí mismo. Era evidente que se habían gustado la una a la otra. Un té, para Daisy, era una taza de té suave y una diminuta galleta. Pero resultó ser un delicioso té oriental acompañado de unos pequeños sándwiches y una tarta de frutas. Estar allí sentada al lado del fuego, escuchando la voz tranquila de su anfitriona que les relataba cosas sin importancia, fue delicioso. La charla fue muy relajada, como si los tres se conocieran de toda la vida. Bueno, Jules y su madre se conocían de siempre, claro, pero ella no, pensó Daisy, mordiendo un trozo de tarta y pensando que se sentía como de la familia. Pero Daisy no quería aprovecharse y, cuando escuchó que el reloj de pared daba las seis de la tarde, decidió que ya era hora de marcharse. —El señor y la señora Friske me esperan a cenar —mintió, aunque lo dijo de manera convincente. Así que se despidieron de la señora der Huizma y salieron. Para alivio suyo, había luz en la planta de arriba de la casa de los Friske cuando llegaron. Así que su pequeña mentira estaba justificada. Cuando Jules paró el coche, ella trató de darle las gracias, pero él la interrumpió. —Daisy, no hace falta que me des las gracias. Me lo he pasado muy bien contigo. Me gustas porque no hablas a menos que tengas algo que decir. Sabes estar en silencio. —¿De verdad? —preguntó sorprendida, sin saber si le gustaba o no ser silenciosa. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 54-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados ¿Pero de verdad había hablado poco? Se daba cuenta de que aunque solía ser muy reservada con los demás, con Jules se sentía tan relajada que hablaba de cualquier cosa. Jules salió y abrió la puerta de ella. Luego, se dirigieron hacia la entrada. —Si estoy libre el domingo que viene, iremos al lago Frisian y a Leeuwarden. Jules tomó la llave que Daisy tenía en la mano y abrió la puerta. Luego, se quedó mirándola. Ella sonrió, encantada con la perspectiva de volver a verlo pronto. Jules, sin poder evitarlo, besó el rostro femenino y le dio un pequeño empujón para que entrara. La muchacha subió las escaleras y respondió a las preguntas de sus anfitriones. Contó cómo había pasado el día y luego se sentó con ellos para comer echte con salchichas ahumadas y zurkoel. Y durante todo el tiempo estuvo pensando en el beso. Por supuesto que todo el mundo se besaba, pero ése no había sido un beso social... Había sido largo y cariñoso. No había sido un simple beso. De todos modos, decidió olvidarlo. Pero descubrió que era más fácil decirlo qué hacerlo. Aunque a medida que el domingo se aproximaba, se dijo una y otra vez que no podía permitir que Jules supiera la impresión que le había producido. Además, decidió que si él volvía a sugerir que salieran, se negaría. No podría decirle que había quedado con otros amigos porque no tenía todavía, pero se disculparía diciendo que estaba acatarrada. Eso era más creíble que un dolor de cabeza... Pero quizá él no volviera a pedirle que salieran. Helene volvería de California y él volvería a pasar su tiempo libre con su prometida, como era natural. Había creído que iba a estar un poco nerviosa el domingo, pero la forma relajada y amistosa con que Jules la trató, la tranquilizó de inmediato. Era un día húmedo y gris, pero dentro del coche se estaba bien y Bouncer se alegró de volver a verla. —Iremos a Alkmaar y luego a Afsluitdijk y Friesland —le explicó. Después de aquello, Jules no volvió a hablar demasiado. Sólo le preguntó qué tal le había ido la semana. Ella le contestó brevemente, ya que recordaba bien lo que le había dicho sobre su silencio. Y luego, le preguntó a él si había tenido una semana interesante. A Jules le sorprendió darse cuenta de que Helene nunca le había preguntado aquello y comenzó a contarle en qué consistía su trabajo. Daisy le hizo varias preguntas. ¿Operaba? ¿Eran los niños felices en el hospital? ¿Qué pasaba cuando los devolvían a su casa? ¿Qué le gustaban más, los recién nacidos o los mayores? Él contestó a sus preguntas con todo detalle, disfrutando de poder hablar de su trabajo con alguien que de verdad estaba interesado en ello. Por supuesto, que a su madre también le interesaba, pero a ella la veía muy poco y solían tener otros asuntos de los que hablar. Pero Daisy estaba allí a su lado, escuchándolo atentamente y haciéndole disfrutar de la conversación. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 55-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Pararon en Alkmaar para tomar un café y dieron un paseo breve por el centro. Fueron al mercado de quesos y a la casa Weight, con su carillón, para seguir luego en dirección a Afshutdijk y Friesland. Finalmente, llegaron a Leeuwarden, donde comieron en un hotel. Al terminar, dieron un paseo para que Bouncer pudiera corretear un poco. —Mi madre nos espera para tomar el té —comentó Jules. Todo salió tan bien como el domingo pasado. Se sentaron todos en el salón con Bouncer cerca de su amo, engullendo los trozos sobrantes de pastel o bizcocho que su amo le tiraba. Al lado de la señora der Huizma, se puso su enorme gato, por lo que la habitación ya no parecía tan grande. Daisy se sintió feliz, aunque no pudo explicar por qué. —Estoy segura de que nos volveremos a ver —le dijo la señora der Huizma al despedirse de ella con un beso. Y eso era lo que ella esperaba, pero Jules no le dijo nada acerca de su próxima cita cuando la dejó en la casa del señor Friske. Tampoco le dio un beso de despedida. Se limitó a hacerle un gesto cariñoso y a decirle que no trabajara demasiado. Daisy, mientras se preparaba para acostarse, pensó que eso significaba que no lo volvería a ver. Helene regresaría pronto. El le daría el broche y se casarían. —Pero no serán felices juntos —dijo en voz alta, ya en la cama. Durante la semana siguiente, hubo mucho trabajo en la tienda, y Daisy, que ya había aprendido algo de holandés, estuvo muy ocupada. La ciudad estaba comenzando a llenarse ya de turistas. Por las tardes, el señor Friske la enseñaba todo lo que sabía acerca de marquetería y porcelana holandesas. El domingo siguiente, Daisy salió a pasear y se fijó en los escaparates de otras tiendas de antigüedades de las estrechas calles vecinas. Luego, entró a comer a un café y pasó el resto de la tarde en el Rijksmuseum. Se tomó un té en la cafetería del museo y se quedó hasta la hora de cierre. Cuando salió, vio al señor der Huizma en su coche. Helene iba a su lado, pero Bouncer iba en el asiento de atrás. Él no la vio. Iba mirando al frente, igual que Helene, sin hablar... Así que Helene había vuelto. Daisy había albergado el deseo inconsciente de que a ella le gustara tanto California que se quedara allí para siempre. Había sido una estúpida, pensó mientras volvía a casa del señor Friske para cenar. «Ha sido bonito conocerlo, pero ahora tengo que olvidarme de él», concluyó. Pero eso no iba a serle tan fácil. A finales de la semana siguiente, Daisy estaba limpiando unos candelabros de plata cuando se oyó un ruido enorme en la calle. El señor Friske estaba atendiendo a un cliente, así que ella decidió salir a ver qué pasaba. Había un coche detenido en mitad de la calle y una anciana estaba sentada en la acera sujetando a un enorme gato negro. El conductor estaba inclinado sobre ella. —¿Habla usted inglés? —preguntó el hombre a Daisy—. Yo no iba rápido, pero el gato cruzó de repente la calle y ella fue tras de él —añadió nervioso. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 56-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Soy inglesa —respondió Daisy. Luego, preguntó a la señora en su tosco holandés si estaba bien y ella le contestó que sí. Daisy se volvió hacia el hombre—. Mire, yo creo que lo mejor será que la llevemos al hospital. No está lejos. Espere un momento mientras se lo digo a mi jefe. —¿Nos acompañará usted? Le estoy muy agradecido... El señor Friske salió de la tienda, siguiendo a Daisy y ayudó al conductor a meter a la anciana al coche. Luego, le dijo al conductor que llevara a Daisy de vuelta una vez se arreglara todo. Guió al hombre hasta el hospital, donde se encontró con la enfermera que la había atendido a ella. Se acordaba de Daisy, así que a ésta no le fue difícil explicar lo que había sucedido. Poco después, se quedó con el gato mientras el conductor hablaba con los de la oficina de recepción. Al rato, llegó un policía y ella se acercó hasta donde estaban ellos. Daisy se ofreció a llevar el gato a la casa de la mujer si le decían la dirección y le daban una llave. Explicó que trabajaba y vivía con el señor Friske. Al rato, salía del hospital con la llave de la casa de la señora cuando se encontró a Jules, que salía también. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 57-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Capítulo 6 JULES, al verla, se dirigió hacia ella. —Daisy... —dijo, mirando extrañado al gato que ella llevaba—. ¿Quieres que te lleve a algún lado en mi coche? Otra persona le habría hecho cientos de preguntas, pensó Daisy, pero Jules no. Ella le hizo un breve resumen de lo que había pasado y esperó a ver qué contestaba. —Te acompañaré a llevar el gato. Podemos intentar hablar con algún vecino para explicarle lo que ha pasado y después te llevaré a la tienda del señor Friske. El hombre debe estar preocupado. Una vez en el coche, ella le enseñó el papel donde le habían apuntado la dirección de la señora. La mujer vivía cerca. Era una casa antigua, pero con el mobiliario cuidado. El gato se dirigió a una silla en el rincón del salón y se hizo un ovillo para dormir. Daisy le llenó un platito con comida y se lo dejó en el suelo de la cocina mientras Jules iba a la puerta de al lado para ver si podía hablar con el vecino. Volvió en seguida. —Vamos a dejar la ventana de la cocina abierta para que el gato pueda entrar y salir. El vecino le dará de comer si es necesario. —¿Y la llave? Jules sacó su teléfono móvil del bolsillo y ella esperó a que terminara. —La mujer volverá pronto a casa. No tiene nada grave, sólo unas magulladuras y un pequeño corte en la pierna. Iré a verla un momento. Era algo que no tenía por qué hacer. —Vamos, te llevaré a casa del señor Friske. Daisy apenas había hablado. La alegría de verlo parecía haberle privado de toda locuacidad. —Has sido muy amable, pero puedo volver yo sola. No estoy lejos... Jules había ido a abrir la pequeña ventana de la cocina. —La tienda me queda de camino —contestó. La dejó en la casa del señor Friske y se despidió brevemente. Antes de que ella tuviera tiempo de darle las gracias, desapareció. Una vez en el hospital, él pensó que cada vez que se encontraba a Daisy, le desbarataba sus planes. Esa tarde, de nuevo, habían hablado poco, pero aun así había disfrutado de cada minuto de su compañía. Frunció el ceño, recordando que había decidido no volver a verla. Su cuerpo pequeño y su carácter silencioso habían comenzado á llenar sus pensamientos. Tenía que hacer algo. En el hospital, buscó a la enfermera de urgencias, que le comentó que la mujer estaba a punto de ser dada de alta. Luego, la enfermera le preguntó si Helene había Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 58-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados vuelto de California. Era una vieja amiga y colega y estaba impaciente por verlo felizmente casado. No le gustaba Helene, a la que había conocido en algunos actos del hospital, pero pensaba que era una mujer que le convenía. Se sorprendió al ver la cara que ponía Jules mientras le contestaba que Helene acababa de regresar. ¿Era normal aquella expresión en un hombre que hablaba de la mujer con la que iba a casarse? La enfermera no dijo nada más y fue en busca de la dueña del gato. El señor der Huizma la llevó a casa y le devolvió la llave. Al despedirse, la mujer le habló agradecida de Daisy. —Es una chica encantadora. Vino en seguida a ayudarme y entendió rápidamente que me preocupara por el gato. La tentación de detenerse en la tienda del señor Friske de camino a su casa fue grande, pero se reprimió. Si se encontraba a Daisy casualmente, era algo inevitable, pero ir a buscarla deliberadamente era una cosa totalmente diferente. Se marchó a su casa y, más tarde, salió para atender su consulta. Cuando volvió por la noche, tenía un mensaje de Helene. Decía que esperaba que la llamara por la mañana. Él echó un vistazo a su agenda. Los días siguientes iba a estar muy ocupado. Tendría muy poco tiempo para ver a Helene y desde luego no podría llevarla al teatro o a cenar, que sería lo que ella querría. Dejó una nota para que le enviaran flores a su casa y luego se sentó en su despacho para continuar escribiendo un artículo sobre malnutrición infantil. Le habían preguntado si estaría dispuesto a ir a África para orientarlos sobre el tema, y había decidido aceptar. Era algo que quería hacer de todo corazón y había organizado su trabajo de tal manera que le quedara un mes libre para ir. Se detuvo un momento y dio un suspiro. A Helene no le gustaría su decisión. El lunes siguiente por la mañana, Daisy pensó en visitar a la mujer del gato. Había estado en la estafeta de correos, comprando el periódico, pasta de dientes, champú... y una lata de comida para gatos. Luego, se dirigió hacia la casa de la señora. La mujer abrió la puerta y reconoció a Daisy nada más verla. Ésta, sin decir nada, alzó la lata de comida para gatos. Éste avanzó hacia la muchacha y comenzó a maullar. La mujer esbozó una sonrisa amplia y se puso a hablar sin parar. Daisy apenas la entendió. Cuando la mujer se detuvo un segundo para tomar aire, Daisy le preguntó si estaba mejor. Como la palabra holandesa era parecida, la mujer la entendió y asintió, señalando a Daisy una silla para que se sentara. Ésta así lo hizo mientras la mujer salía del cuarto y volvía con una carta en la mano. Se la dio a la muchacha y, con gestos, le dijo que la sacara del sobre. Estaba escrita en inglés y era del hombre que la había atropellado. También había dinero en su interior. Daisy leyó la carta y trató de explicar, con las pocas palabras que sabía, Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 59-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados que el dinero era como compensación por el accidente. El acento era bastante extraño, pero por medio de gestos y señas hizo que su compañera la entendiera. Cuando le devolvió la carta a la mujer y se levantó, ella le suplicó que se sentara de nuevo. —¿Un café? Daisy tenía tiempo suficiente y el gato se había subido en su regazo, así que se quedó, tratando de continuar la conversación con la mujer. Cuando se levantó, se dio cuenta de que se lo había pasado bien y que había aprendido bastantes palabras más en holandés. No importaba la gramática, decidió. Lo principal era saber nuevas palabras. Tampoco importaba el acento, el señor Friske la corregiría. Así que volvió a la tienda alegre y pensando que estaba haciendo progresos y pronto podría tener amigos. El señor der Huizma, mientras tanto, estaba preparando su viaje y por lo tanto trabajaba desde por la mañana temprano hasta la noche. Ya había informado de ello a su prometida. Helene le había telefoneado un día y le había pedido que la llevara a cenar. —Hay un restaurante nuevo en la calle Leidesgracht —había dicho—. Iremos allí. Tendrás que llamar para reservar mesa. La mujer había colgado antes de que él pudiera contestar nada. La cena no había sido un éxito. Habían terminado casi la comida antes de que ella le preguntara si había estado ocupado. —¡Qué trabajo tan aburrido tienes! —había dicho—. Deberíamos salir con más frecuencia... —Voy a marcharme fuera —le había informado él, casi en voz baja. Luego, le había explicado las razones del viaje. —Pero eso es horrible —había exclamado—. Agarrarás una de esas enfermedades horrorosas. Hay un montón de médicos jóvenes deseando ir, estoy segura. Jules, de verdad, no puedo permitir que te vayas. —Me temo que no te estoy preguntando si me dejas ir o no, Helene. Es mi obligación y voy a ir. Pensé que tú lo entenderías... Ella se había quedado fría. —¿Entender? Yo no soy la típica esposa de un doctor, dispuesta a pasar una vida llena de sacrificios y noches sin dormir o comidas frías. La vida es diversión y yo voy a tratar de aprovecharla. Él se había quedado en silencio durante unos segundos. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 60-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Si eso es lo que crees, Helene, quizá deberíamos reconsiderar... —dijo él con voz muy tranquila. Ella se dio cuenta de que había ido demasiado lejos. —Jules, lo siento. Por supuesto que debes hacer lo que creas conveniente. Es sólo que me he asustado de repente... —la mujer esbozó una sonrisa—. ¿Me perdonas? —Por supuesto, pero no voy a cambiar de opinión, Helene. —No, no, claro que no. Cuéntamelo todo... ¿cuánto tiempo vas a ir? —preguntó, tratando de parecer interesada. Luego, lo besó cariñosamente al despedirse, pero Jules se marchó rápidamente. Aquella noche supo que Helene no lo amaba, que nunca lo había amado. Para ella significaba todo lo que quería obtener de la vida, eso sí, de modo que Helene no tenía intención de romper su compromiso y él, por su parte, tampoco... hasta que conoció a Daisy, a la que debía olvidar. Ella volvería pronto a Inglaterra. Jules iba a marcharse a la semana siguiente y cada minuto que tenía libre lo pasaba con Helene, tratando de despertar de nuevo su amor por ella. Pero Helene, segura como estaba de su futuro, no quería hablar de matrimonio. —¡Por el amor de Dios! —le había dicho con impaciencia—. Ya tendré tiempo de ser tu esposa y de encargarme de la casa y de nuestra vida social. Ahora quiero divertirme —la mujer hizo un gesto mimoso—. Y tú también tendrías que divertirte. Tienes treinta y cinco años y hasta ahora tu vida ha sido horrorosa. Siempre de un hospital a otro, de una conferencia a otra... —Pero es mi vida y estoy contento con ella, Helene. Puedes cambiar de opinión si es lo que quieres... Una vez más ella había tenido un momento de duda, pero no permitió que pasara de ahí. —Cariño, por supuesto que no voy a cambiar de opinión. Cuando vuelvas, fijaremos la fecha de la boda. Jules no le contó nada a su madre cuando fue a visitarla, pero la mujer se dio cuenta de que le pasaba algo. Lo había preguntado por Helene, como siempre hacía, y había recibido una respuesta vaga. Luego, la madre le preguntó si había visto a Daisy y, al ver la expresión de su cara, se sintió algo preocupada. A menos que Helene le diera una buena razón para ello, Jules nunca rompería su compromiso... y Helene no haría tal cosa. Pero ella rezaría en silencio para que eso cambiara. Daisy había madrugado el día en que Jules se marchaba a África. No había tenido noticias suyas desde hacía tiempo, pero no conseguía olvidarse de él. En ese momento de aquella brillante mañana primaveral, estaba empaquetando una vajilla de porcelana para un cliente que se iba fuera. La señora Friske estaba arriba, Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 61-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados haciendo el desayuno y el señor Friske estaba todavía en la cama. La calle estaba vacía. De repente, sonó la campanilla de la puerta. Ella miró sorprendida al reloj de pared y se apresuró a abrir. El cliente llegaba demasiado pronto, pensó. Tendría que esperar unos minutos. La muchacha levantó la persiana y abrió la puerta. Luego, se quedó inmóvil al ver a Jules. —No habíamos abierto todavía —dijo Daisy—. Buenos días. Él no hizo ningún comentario al respecto. —Me voy ahora mismo. Estaré fuera todo un mes, quizá más —los ojos de Jules buscaron el rostro de Daisy—. No quería irme sin despedirme de ti. Me voy a África. —¿Pero volverás? —quiso saber con el corazón en vilo. —Claro que sí. ¿Te habrás ido ya para cuando yo vuelva? —No lo sé, quizá. Pero, ¿por qué te vas a África? Está muy lejos. —Voy a organizar un hospital y un centro de acogida infantil en una de las zonas más pobres. —Claro, necesitarán a gente como tú. Si fuera enfermera, me gustaría irme contigo —él no dijo nada—. Helene debe estar muy preocupada por ti. Y lo estaba, pero por otros motivos. —Helene sabrá cómo divertirse mientras yo esté fuera. ¿Me echarás de menos, Daisy? Ella examinó su cara. —Claro que te echaré de menos. Siempre echamos de menos a los amigos, y nosotros lo somos, ¿te acuerdas? Aunque no nos veamos mucho últimamente... —dio un suspiro—. Pero sí, te echaré de menos y—deseo que te vaya todo muy bien — añadió—. Y que vuelvas pronto a casa —la muchacha extendió una mano, sabiendo que si continuaba hablando, se echaría a llorar—. Adiós. Él agarró su mano con cuidado, como si pudiera romperse. Luego, la tomó en sus brazos y la besó. Fue un beso del que no sería fácil olvidarse. Daisy no sabía que existieran besos como aquellos fuera de las novelas rosas. —Tengo prisa —dijo él con voz ronca, soltándola tan bruscamente que estuvo a punto de tirarla. —Bueno... Las palabras de Daisy no llegaron a nadie. La tienda estaba vacía y el Rolls se alejaba. No lloraría, aunque sentía ganas de hacerlo. Soltó un suspiro profundo como una niña herida y terminó de empaquetar la vajilla de porcelana. En ese momento, la señora Friske la llamó para desayunar y subió a tomar un café. No le apetecía comer Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 62-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados nada y se disculpó diciendo que le dolía la cabeza. Algo que pronto sucedería de verdad. Joop acompañó al señor der Huizma a Schipol. Mientras subía al avión, Jules comenzó a pensar en Daisy. Ella se había alegrado de verlo, de eso sí podía estar seguro, pero no había dicho nada que le diera pie a pensar que pudiera albergar sentimientos más profundos por él. Lo del beso había sido algo involuntario. Él no lo había podido evitar y esperaba que ella lo entendiera como un beso de despedida. Además, ella había dicho que al fin y al cabo eran amigos. Una vez en el avión, trató de olvidarse de ella y concentrarse en su trabajo. Sacó sus papeles y comenzó a estudiarlos, olvidándose de Daisy. Daisy sabía lo doloroso que era amar a alguien sin ser correspondido. Era cierto que la había besado apasionadamente, pero luego no pareció preocuparse cuando ella le dijo que seguramente ya se habría ido cuando él regresara. Además, sabía que los hombres no se sentían especialmente atraídos por ella, así que ese beso no le hacía albergar vanas esperanzas. Seguramente, él sólo estaba algo triste por tener que abandonar su hogar y a Helene, y se había visto forzado a exteriorizar sus sentimientos. Pero a pesar de su sensatez, no paró de llorar hasta que se durmió. La idea de no volver a verlo le parecía algo horrible. Para cuando él regresara, ella se habría marchado a Inglaterra. Se insultó por haberse enamorado de un hombre que estaba a punto de casarse con una mujer bellísima, que pertenecía a la misma clase social que él. Pero estaba segura de que lo acabaría superando y dentro de un tiempo lo recordaría como un bonito sueño. Se aplicaría en cuerpo y alma al estudio de las antigüedades holandesas, trataría de mejorar su holandés y en su tiempo libre se dedicaría a hacer turismo. La semana que siguió a la partida de Jules transcurrió tal como se había propuesto y planeó para el domingo hacer una excursión por varias ciudades que la tuviera ocupada todo el día. El sábado por la mañana recibió una carta de la señora der Huizma. Le pedía que pasara el domingo con ella. Joop la podía llevar en el coche. Terminaba la carta diciéndole que si aceptaba, se lo hiciera saber por teléfono. Daisy leyó la carta de nuevo, pensando en que le apetecía mucho volver a ver a la madre de Jules; pero quizá sería mejor rehusar la invitación. El ir allí le haría acordarse de él. Finalmente, decidió que sí que le apetecía ir, así que se lo contó al señor Friske y telefoneó a la señora der Huizma para decirle que aceptaba su invitación. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 63-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Joop se pasó a recogerla a las once en punto. Daisy se había pasado buena parte de la mañana pensando en qué ponerse. No tenía nada que estuviera en consonancia con la elegante casa. Al final, decidió ponerse lo mismo que la última vez. Además, no importaba tanto su indumentaria. Jules no iba a estar, y aunque estuviera, no se fijaría en la ropa de ella. Joop, que había llevado el viejo Daimler, la saludó de un modo anticuado, aunque pareció alegrarse de verla. El hombre conducía bien, sólo que algo despacio, así que ella tuvo tiempo para practicar su holandés con él. Joop la corregía cuando ella se confundía con los verbos. Cuando llegaron, Joop le abrió la puerta para que saliera del coche y la acompañó a la casa. Katje recogió su chaqueta y la condujo al salón. La señora der Huizma estaba sentada en su sitio habitual con Bouncer a su lado. La mujer pareció muy contenta cuando se puso en pie para saludarla. —Siéntate, Daisy. Katje nos traerá un café dentro de un rato. Me alegra mucho que hayas aceptado venir a hacerme compañía. ¿Te gustaría ver la casa? Sé que estás interesada en la antigüedades y aquí hay unas cuantas. Pero, si te parece, antes de nada podemos tomarnos el café mientras charlamos un poco. Así podrás contarme qué tal te está yendo en Amsterdam. Tuvieron una conversación muy agradable. Lo único que molestó a Daisy fue que no se mencionó ni una sola vez a Jules, cosa que la decepcionó ligeramente. Más tarde, la señora der Huizma le enseñó la casa. —La verdad es que tenemos bastantes cosas que ver —explicó la mujer—. Sólo la planta baja nos tendrá ocupados hasta la hora de comer. A Daisy le hubiera gustado estar algo más de tiempo en el salón. Podría haber pasado horas observando un juego de porcelana maravilloso. Pero tuvo que seguir a la señora der Huizma hasta el comedor, que tenía un magnífico aparador del siglo pasado. Las paredes estaban llenas de retratos de antepasados. Daisy los observó, dándose cuenta de que algunos se parecían mucho a Jules. Luego, entraron a una pequeña habitación amueblada de un modo sencillo. —Aquí es donde coso, hago ganchillo, escribo mis cartas... Mis nietos la llaman la habitación de la abuela. —¿Tiene muchos nietos? —Cinco, de mis dos hijas. Espero que cuando Jules se case, me dé algún otro nieto. —A mí me encantan los niños, son tan divertidos... Y esta casa les debe gusta mucho, ¿verdad? A pesar de ser muy grande, da la sensación de ser un verdadero hogar... La señora der Huizma la miró apreciativamente. Le gustaba esa chica y sabía que a Jules también. Después de suspirar, la guió hasta la biblioteca. Finalmente, le enseñó el invernadero que había en la parte trasera de la casa. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 64-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Antes de comer, tomaron un jerez en el salón. —Tienes que volver, Daisy, para ver todo más despacio. Podrás ayudarte de un catálogo que tenemos. —Me encantaría, pero no estoy segura de cuánto tiempo más estaré con el señor Friske... Comieron en el salón, sentadas una al lado de otro en uno de los extremos de la enorme mesa. Daisy disfrutó cada bocado de la deliciosa comida bajo la atenta mirada de todos los antepasados de Jules, que la observaban desde la pared. Cuando acabaron, pasaron al salón a tomar café. —Jules me escribió una breve carta diciéndome que estaba muy ocupado. Estoy deseando volver a verlo. La mujer se agachó para acariciar a Bouncer. —Jules me trajo a Bouncer para que me hiciera compañía. Mis hijas viven algo lejos. Ineke en Goningen y Lisa en Limburg. Tienen que cuidar de sus hijos y no les es fácil venir a visitarme a menudo. Aunque eso sí, me telefonean varias veces a la semana —la mujer sonrió—. La verdad es que mi familia me cuida muy bien. La señora der Huizma terminó su café y dejó encima de la mesa la taza vacía. —¿Te gustaría visitar el resto de la casa? Eso nos tendrá ocupadas hasta la hora del té. A Daisy le encantaron los dormitorios del piso de arriba. El principal tenía una cama de cuatro postes y un tocador de madera de ébano bajo una de las ventanas. Podría haberse pasado varias horas observándolo, pero la señora der Huizma no le dio tiempo para ello, ya que quería enseñarle toda la casa. —Arriba está el desván, atestado de muebles antiguos. Pero no tendríamos tiempo para verlo todo... Mientras bajaban las escaleras, se oyó el timbre de la puerta. Joop fue a abrir. —¿Quién será? —se preguntó la señora der Huizma—. No esperaba a nadie. Y menos a Helene, que se acercó a ella sonriendo y extendiendo las manos para saludarla. —Sé que vengo sin avisar, señora der Huizma, pero es que pensé que podríamos pasar un rato juntas. Seguro que echa mucho de menos a Jules y como todavía nos quedan tantas cosas por arreglar... La señora der Huizma le dio la mano para saludarla. —¡Qué sorpresa, Helene! ¿Sabes algo de Jules? —Oh, me escribió para decirme que había llegado bien. No creo que vuelva a escribirme. Él sabe que su trabajo no me interesa demasiado. —Sí, ya lo sé —asintió la señora der Huizma—. Por cierto, creo que ya conoces a Daisy... Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 65-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —¿Sí? —preguntó después de mirar a Daisy—. Ah, es verdad, eres la chica de la tienda de antigüedades —luego añadió con cierta ironía—. ¿Has venido a estudiar el mobiliario de la casa? Daisy ignoró su grosería. Ni siquiera la contestó. —Daisy ha venido a pasar el día conmigo —dijo la señora der Huizma—. Y ya estuvo aquí antes con Jules —luego, añadió intencionadamente—. Supongo que ya sabrás que ha estado enseñando algunos sitios a Daisy durante su estancia en Holanda... Los ojos azules de Helene parecieron helarse. Pensó que seguramente había sido durante su estancia en California. Sólo el cielo sabía que habría visto él en ella... —No podías haber escogido un guía mejor —dijo Helene, sonriendo a Daisy—. ¿Vas a quedarte mucho tiempo? —No estoy segura, pero imagino que volveré a Inglaterra en un mes más o menos. Depende de lo que diga el señor Friske. Todo eso lo hablaron mientras se dirigían al salón. Helene se sentó cómodamente en el sofá, seguramente para demostrar que ésa era también su casa. Bouncer se acercó hasta donde estaba, pero ella lo rechazó. —El horroroso perro de Jules... Siempre le digo que no debería dejarlo salir de la cocina. ¿Es que te lo ha dado? —No —contestó la señora der Huizma—, Bouncer sólo sé quedará conmigo hasta que vuelva Jules. Así me hace compañía. —Intentaré convencer a Jules para que te lo regale cuando nos casemos. Los perros son una verdadera molestia. La señora der Huizma no hizo caso del comentario de Helene. —¿Te quedarás a tomar el té? —Sí, pero no tomaré nada de dulce. Tengo que adelgazar. Estoy segura de que engordé unos kilos en California. Y como me compré unos vestidos estupendos allí, no puedo permitirme comer mucho —soltó una breve carcajada al tiempo que miraba su delgada figura con satisfacción. Daisy pensó que era demasiado delgada y eso la hizo sentirse mejor. Ella no solía sentir antipatía por nadie, pero Helene era una mujer odiosa. No podía imaginarse por qué Jules quería casarse con ella. Al acordarse de él, no pudo evitar sonreír y Helene la miró algo inquieta, preguntándose cuál sería el motivo de la sonrisa. —¿Y a ti? ¿Te ha escrito Jules? —¿A mí? No, ¿por qué iba a hacerlo? Supongo que debe estar tan ocupado que sólo tendrá tiempo para escribir a las personas más allegadas a él. —Sí, la verdad es que me da pena que esté tan ocupado —comentó Helene. —Pues ésa es la vida de un médico y si tú vas a ser su esposa... —intervino la señora der Huizma con voz tranquila. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 66-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Oh, estoy segura de que eso cambiará una vez nos casemos. Jules ha sugerido que la boda sea cuanto antes, pero yo creo que no hay prisa. Al fin y al cabo, eso me convertirá en un ama de casa para el resto de mi vida. Daisy se preguntó si ella sabría lo que significaba ser ama de casa. Seguro que lo de dar órdenes a los criados se le daba bien, pero, ¿sabría ser una buena esposa y una buena madre? No parecía muy probable. La señora der Huizma le sirvió una taza de té a Daisy, que trató de ser amable con Helene, recordándose que amar a Jules no le daba derecho a desear que él renunciara a su prometida. Helene no parecía tener ninguna intención de marcharse, así que Daisy pensó que quizá debería ser ella quien anunciara que iba a volver a casa del señor Friske. Pero antes de que pudiera decir nada fue la señora der Huizma quien habló. —Daisy y yo vamos a estar ocupadas esta tarde. Teníamos pensado ver los muebles que hay en el desván. Me temo que habrá mucho polvo y hará algo de frío —sonrió a Helene—. ¿Si quieres unirte a nosotras? —No... no, muchas gracias. Voy a cenar fuera y tengo que irme ya. Si Daisy se marchara también, podría haberla llevado de vuelta... Helene se levantó para marcharse. —Si recibes noticias de Jules, comunícamelas —dijo la señora der Huizma. —Oh, no lo creo. No creo que tenga tiempo ni para leer mis cartas. Miró a Daisy, que extendió la mano para despedirse de ella, pero Helene no se la dio. —Siento que haya sido tan grosera contigo —se excusó la señora der Huizma una vez estuvieron solas—. Si quieres, podemos subir al desván ahora. Creo que te puede interesar. —Quizá debería volver ya... —Yo pensé que cenaríamos juntas... —Oh, me gustaría mucho. Creí que usted dijo lo del desván para... Bueno, ya sabe... —Daisy se sonrojó. La señora der Huizma se echó a reír. —¿Para que Helene se fuera? Bueno, en parte sí, pero de todos modos tenía pensado ofrecerte que subiéramos. Venga, vamos. Joop te llevará de vuelta después de cenar. Pasaron una hora deliciosa en el desván. Había una pared llena de libros y papeles. —Ya no subo casi nunca —confesó la señora der Huizma—, pero cuando mi marido vivía, pasábamos aquí horas enteras. —Es fascinante —dijo Daisy—. Aquí hay una factura de una vajilla de cien piezas. Debían darse muchas fiestas. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 67-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Sin duda. Tienes que volver, Daisy, para seguir descubriendo cosas. Ahora, vamos a bajar a cenar. Cuando acabaron, Daisy le dijo a la señora der Huizma que había pasado un día estupendo mientras la mujer le daba un beso cariñoso. —Ya lo repetiremos otro día. Una vez la muchacha se marchó con Joop, la señora der Huizma se sentó a escribir una carta a Jules. Se preguntó si Helene le escribiría también, aunque lo dudaba. La señora der Huizma mordisqueó la punta de su pluma con el ceño fruncido. Helene no tenía la más mínima intención de escribir a Jules antes de su visita a la señora der Huizma. Él le había mandado una carta breve, pero ella no le había contestado. No le interesaba el trabajo de él y a Jules no le interesaría el relato de la vida social de ella... Jules había tolerado su modo de vida, pensando en que eso cambiaría una vez estuvieran casados, pero ella no tenía ninguna intención de cambiar. Pero después de la visita a la señora der Huizma, estaba inquieta por esa horrible chica, que parecía haberse ganado la simpatía de la madre de Jules y, seguramente, estaba planeando conquistarlo a él también. La idea era irrisoria, pero nunca se podía estar segura. Y aunque ella no quería casarse inmediatamente, ya que le gustaba mucho la vida que llevaba en esos momentos, debía asegurarse de que él no cambiara de opinión... Así que le escribió una larga carta a Jules hablándole de la visita a su madre. Le dijo que había visto a Daisy, que era una chica encantadora y sabía mucho de antigüedades. Según parecía, volvería pronto a Inglaterra. Helene le contó a Jules en la carta que la muchacha iba a casarse en breve con un joven inglés. Estaba segura de que eso haría que él se olvidara de esa chica. De todos modos, tampoco estaría mal, pensó, tener una pequeña charla con Daisy. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 68-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Capítulo 7 DAISY se extrañó de recibir una llamada de Helene hacia mitad de semana para proponerle que fueran juntas al mar al domingo siguiente. —Podemos comer fuera y volver a la hora del té. Imagino que, como vas a volver pronto a Inglaterra, querrás aprovechar para ver todo lo que puedas. Daisy estaba demasiado sorprendida para contestar. No tenía ninguna gana de salir con Helene, pero, ¿cómo podía rehusar ir sin ser descortés? Las excusas que se le ocurrían no parecían muy convincentes, así que tuvo que aceptar. —Me parece muy buena idea. Iré contigo... —Te iré a buscar a las once en punto —dijo Helene. Después de colgar, Daisy se preguntó por qué se mostraría Helene tan amigable. Quizá Jules le hubiera escrito sugiriéndoselo. Pero, ¿por qué iba a hacer él algo así? Todo era muy extraño. Ella estaba segura de que no le gustaba a Helene. «¿O la habré juzgado mal», pensó Daisy, sintiéndose algo culpable ante la idea. Helene llegó algo más tarde de las once en un deportivo rojo con una chaqueta blanca de cuero sobre un conjunto de pantalón de color rojo. Estaba preciosa y Daisy pensó que ése debía ser el motivo por el que Jules se había enamorado de ella. Helene ni siquiera bajó del coche e ignoró al señor Friske y su mujer que las despidieron desde la ventana de la casa. Daisy le dijo adiós con la mano mientras Helene arrancaba. —¿Te llevó Jules a Schveningen? —preguntó Helene—. Antes iremos a Zandvoort. Podemos tomar un café allí y luego seguiremos hasta la costa. Daisy, algo perpleja por la actitud; amistosa de Helene, pensó que debía haber juzgado mal a aquella mujer. —Qué suerte tuviste de que Jules estuviera en Inglaterra en ese momento para traerte con él a Holanda —comentó Helene—. ¿Os veíais a menudo allí? Daisy le habló de cómo se conocieron y del paseo que dieron por la playa. —Fue una sorpresa muy agradable volver a verlo después. Y ha sido muy amable conmigo mientras he estado aquí. Helene pudo darse cuenta por el modo de hablar de ella, que la muchacha estaba enamorada de Jules y era probable que a él le agradara que lo estuviera. Así que tendría que solucionar el problema antes de que él regresara a Amsterdam. Se dirigieron hacia la costa después de tomar el café en Zandvoort. Helene había elegido deliberadamente un hotel de lujo, donde solía ir gente joven de dinero. Daisy se dio cuenta de que sus ropas eran, completamente inadecuadas. Su traje de tweed podía ser adecuado para Amsterdam, pero en ese ambiente resultaba ridículo. Hubiera preferido que Helene reservara mesa en un sitio más modesto, pensó Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 69-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados mientras les conducían a una mesa en el centro del salón. Helene pareció no darse cuenta de su malestar. —El menú está en francés —dijo en voz quizá demasiado alta—. ¿Quieres que te lo traduzca? Daisy, que hablaba bastante bien francés comenzó a enfadarse. Lo que al principio le había parecido una conducta amistosa en Helene, estaba empezando a convertirse en condescendencia. —Creo que puedo yo sola —dijo Daisy. Luego, comentó lo que iba a pedir, pronunciando el francés bastante bien—. Aprendí francés en el colegio. Seguidamente trató de disfrutar de la comida, sin permitir que el entorno le quitara el apetito. Después de dejar el hotel, se dirigieron a Alkmaar, en el interior. —Tienes que conocer Vollendam —comentó Helene—. Van muchos turistas para ver a los lugareños, que todavía visten con los trajes tradicionales. Se detuvieron para que Daisy pudiera dar una vuelta y comprar una postal para sus padres. —Luego, podrás contar a tu familia que estuviste aquí —comentó Helene—. Por cierto, ¿sabes ya cuándo te vas? Helene ya le había hecho la misma pregunta en casa de la señora der Huizma. —No lo sé seguro todavía. Puede que dentro de pocas semanas o quizás algo más tarde. Helene no comentó nada más. Al rato, se puso a hablar de California y de lo bien que se lo había pasado allí. Y ya no paró de hablar de ella hasta que estuvieron de vuelta en Amsterdam. Una vez en la ciudad, Helene se dirigió al centro. —No conocía este camino. ¿Es un atajo para llegar a la tienda del señor Friske? —No, no, vamos a tomar un té en mi casa antes de que te lleve de vuelta. Todavía es pronto. —Muy bien —dijo Daisy, pensando que le gustaría ver dónde vivía esa mujer. Helene paró el coche frente a un bloque impresionante de pisos en Churchillaan. —Ya hemos llegado —condujo a Daisy hasta el portal—. Vivo en la segunda planta. Tomaron el ascensor, recorrieron un largo pasillo y entraron en la puerta al final del mismo. La casa no se parecía en absoluto a la de Jules. No había nada antiguo y estaba muy recargada. La condujo hasta una habitación donde había dos personas. Un hombre mayor y una mujer algo más joven. Helene les comentó algo en holandés y la presentó en inglés. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 70-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Ésta es Daisy, una amiga de Jules —se volvió hacia Daisy—. Daisy, te presento a mis padres. Ninguno de los dos hizo intención de ir a saludarla. —¿Cómo están? —preguntó ella tímidamente. —Bueno, sentaos —dijo la señora van Tromp—. Imagino que querréis tomar un té. Avisa para que nos los sirvan, Helene —al poco, se volvió hacia Daisy—. ¿Has venido a ver el país? —No, trabajo en una tienda de antigüedades. —¿Ah, sí? ¿Y cómo es que has venido a Amsterdam a trabajar? —Para ganar experiencia... Helene volvió a entrar. Se había quitado la cazadora de cuero. —Quítate la chaqueta, Daisy. —¿Y en Inglaterra, trabajabas en alguna tienda? —siguió interrogándola la señora van Tromp. —Sí, mi padre es anticuario también. —¿Ah, sí? Luego, se quedaron en silencio hasta que les sirvieron un té suave y sin leche con un pequeño bizcocho. Daisy se preguntó si el señor van Tromp no hablaría con ella porque sólo la consideraba una dependienta. —¿Así que eres amiga del señor der Huizma? —Sí, nos conocimos en Inglaterra. Daisy se sentía cada vez más incómoda. No le gustaron nada los padres de Helene y se preguntó cómo Jules podía pensar siquiera en ser su yerno. Rehusó tomar una segunda taza de té cuando se lo ofrecieron. —Ha sido un día maravilloso, Helene. Pero ahora me gustaría volver a casa del señor Friske. Tenemos la costumbre de jugar al bridge los domingos por la tarde con un vecino. —¿Jugáis al bridge? —preguntó la señora van Tromp. Su tono delató que debía pensar que las dependientas no deberían saber jugar. Daisy trató de mantener la calma, pero no sabía si sería capaz de aguantar otro comentario parecido. Así que se levantó y se despidió del matrimonio. El señor van Tromp ni siquiera contestó. El hombre no había dicho nada en absoluto en toda la tarde. —Supongo que estarás algo desbordada... —comentó Helene mientras se dirigían al coche. —¿Por qué debería estar desbordada? —Porque debe parecerte otro mundo. Nuestro estilo de vida es muy diferente al tuyo, ¿no? Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 71-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Sí, me doy cuenta de ello, pero no me siento desbordada. —Jules temía que te pudieras sentir incómoda... —y sin darle tiempo a responder, siguió hablando—. Ya sabes que nos vamos a casar dentro de un mes o dos. Y por supuesto, le diré a Jules que te invitemos, pero no sé si te lo podrás permitir... Tendrás que comprarte un traje... Bueno, lo único que quiero decirte con esto es que ni Jules ni yo queremos que te sientas incómoda con nosotros. Estaban a punto de subir al coche cuando Daisy se detuvo. —Preferiría volver dando un paseo... —Pero está bastante lejos... —No importa, me gusta andar —replicó Daisy, tendiéndole la mano—. Ha sido un día muy interesante —dijo con voz tranquila, disimulando el torbellino de sentimientos que se habían desatado en su interior. Helene le dio la mano, sorprendida por el autocontrol de ella. —Oh, pero... —comenzó a decir mientras Daisy se alejaba. Tardó un rato en orientarse, pero finalmente llegó a la casa del señor Friske. Se encontró al señor Friske en la cocina, poniendo unos bizcochos en un plato. Al verla entrar, la mujer le sonrió y le preguntó en la curiosa mezcla de inglés y holandés con que ella le hablaba si se lo había pasado bien. —Por cierto, esta noche tenemos visita —comentó la mujer—. Van a venir mi hermana, su marido y sus tres hijas. Nos lo pasaremos muy bien y tú estarás contenta de que haya gente joven. Daisy comenzó a sentirse mejor al oír el tono amable de la señora Friske. Y, efectivamente, esa noche se lo pasó muy bien. Las tres chicas eran de una edad parecida a la suya y muy simpáticas. El inglés de ellas era mejor que su holandés y sabían jugar muy bien al bridge. Al despedirse, le dijeron que les gustaría mucho que se volvieran a ver, pero el señor Friske les dijo que ella tenía que regresar pronto a Inglaterra. Daisy, al irse a la cama, volvió a recordar los desagradables comentarios que le había hecho Helene. Se dio cuenta de que la conducta amistosa del comienzo había sido engañosa. Lo único que había buscado era impresionarla con su estilo de vida. Y luego estaba lo que le había dicho de Jules. Quizá él también era consciente de la diferencia que había entre ellos. Así que lo mejor sería que él no volviera antes de su partida... Pero tenía que reconocer que estaba deseando volver a verlo antes de marcharse. —Te estás comportando como una estúpida —se dijo a sí misma—. No debes soñar con Jules, así que olvídate de él y duérmete. A la mañana siguiente fue a echar al correo la postal para sus padres. Más tarde, fue a comprar algunos regalos para ellos, pero no encontró nada que le gustara. La semana siguiente pasó muy deprisa y el martes de la otra, después de cerrar la tienda, el señor Friske la llamó a su despacho. Le ofreció que se sentara. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 72-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Tenemos que hablar. Tengo que decirte que has trabajado muy bien todo este tiempo y creo que estás aprendiendo mucho. Así que tenía pensado pedirte que te quedaras hasta que terminara el verano, pero ahora ha surgido un inconveniente. El hombre la miró algo inquieto, pero ella se mostró tranquila, a pesar de que sospechaba lo que le iba a decir. —A la mayor de las sobrinas de mi mujer, Mel, a la que tú conociste la semana pasada, le gustaría trabajar conmigo durante una temporada. A la muchacha le gusta mucho el mundo de las antigüedades y mi mujer cree que quizá ella se pueda quedar con el negocio cuando yo me retire. Así que ocupará tu puesto tan pronto como tú estés lista para volver a Inglaterra. Pero no hace falta que te des prisa, tómate tu tiempo. Te echaremos mucho de menos. Has trabajado muy bien y te daré una carta de recomendación con una calificación excelente. —No se preocupe —trató de tranquilizarlo Daisy al ver lo triste que estaba el hombre—. Mel es una chica estupenda que hará muy bien el trabajo. Y yo iba a regresar a Inglaterra pronto en cualquier caso. Tengo que decirle que estoy encantada de haber trabajado con usted y que he aprendido mucho. ¿Cuándo tenía pensado venir Mel? Me gustaría tener un día o dos... Él suspiró aliviado. —¿Te parece entonces que lo dispongamos todo para que ella venga el sábado? Por supuesto, puedes tomarte todo el tiempo libre que desees. Tienes que comprar el billete de vuelta e imagino que querrás despedirte de tus amigos. —Bueno, no se preocupe. Tampoco he hecho tantos amigos y siempre puedo telefonearlos. Lo que sí me tomaré serán unas cuantas horas libres para arreglarlo todo. —Muy bien. Tendrás que telefonear a tus padres. Yo me pondré también para explicárselo todo a tu padre. ¿No te parece entonces que estoy siendo un ingrato contigo? Daisy se acercó y lo besó en la mejilla. —Es usted el hombre más amable que conozco. Pensó que volvería en avión y le pediría a su padre que fuera a recogerla a Heathrow. Tenía poco equipaje y le sería fácil llegar a Schipol. Reservó un billete para el viernes por la mañana y pasó el resto de la mañana haciendo algunas compras. A su padre, le compró una caja de puros y a su madre un pañuelo de seda. Luego, le escribió una carta a la señora der Huizma. A pesar de no extenderse mucho, le costó bastante esfuerzo no mencionar a Jules. Se limitó a despedirse afectuosamente de ella. Le hubiera gustado decirle adiós personalmente, pero era mejor así. Se iría discretamente y así podría olvidarse de él más fácilmente. Le costó mucho despedirse de los Friske. Antes de subirse al taxi que la llevaría a la estación de autobuses, el señor Friske le dio un paquete emocionado. Ella lo abrió y vio que era una figurita china. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 73-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Luego, tomó un autobús hasta Schipol. Al llegar al aeropuerto, se sintió un poco perdida. Era un lugar enorme y todo el mundo parecía saber dónde tenía que ir. Ella se quedó observando los paneles con los horarios y los vuelos y, finalmente, decidió que tenía que ir hacia la izquierda. De pronto, vio a Jules, que al verla, se dirigía hacia ella. —¿Qué estás tú haciendo aquí? ¿Y esa maleta? —Vuelvo a casa —contestó ella, casi mareada de la alegría de volver a verlo. Aunque iba tan bien vestido como era habitual, parecía muy cansado. —¿Qué tal ha ido todo? ¿Has podido ayudarlos? —quiso saber la muchacha. —Sí, pero, ¿por qué te vas, Daisy? —Vuelvo a casa. Tengo que darme prisa o perderé mi avión. —¿Y por qué te vas? —Bueno, el señor Friske tiene una sobrina que va a ocupar mi puesto en la tienda. —¿Es ésa la única razón? ¿No fuiste a ver a mi madre? —Sí, y lo pasamos muy bien juntas. También estuve con Helene el domingo pasado. Por cierto, que fuiste muy amable al pedirle que me acompañara. El no se alteró, pero Daisy pensó que parecía enfadado. —Bueno, tengo que irme. Mi padre va a ir a recogerme a Heathrow. Daisy le tendió la mano, pero él en vez de estrechársela, la abrazó mientras la besaba. Daisy se sintió en el paraíso. Luego, la soltó lentamente. Agarró la maleta de ella con una mano y la tomó del brazo. —Te acompañaré —dijo con un tono casual. Quizá lo del beso habían sido imaginaciones suyas... pensó Daisy. Llegaron hasta la puerta de embarque. —Bueno, aquí nos tenemos que despedir. —Muchas gracias por acompañarme. ¡Adiós! Él le acarició la mejilla. —Que tengas un buen viaje. Cuando quiso darse cuenta, Daisy ya estaba en Inglaterra. Heathrow estaba tan lleno de gente como Schipol. Pero allí los letreros y las indicaciones estaban en inglés, así que pudo localizar fácilmente la salida. Su padre estaba esperándola. No era un hombre muy expresivo, pero se alegró mucho de verla de nuevo. Y ella también. Pronto, Holanda no sería nada más que un recuerdo distante. —Me alegra mucho volver a casa —dijo, abrazándose a su padre. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 74-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Al llegar les relató su experiencia en Holanda. No mencionó a Jules, aunque sí sus visitas a la casa de la señora der Huizma. —¿Y has visto a menudo al señor der Huizma? —le preguntó su madre. —No, sólo de vez en cuando. Me llevó a hacer turismo algún domingo —Daisy trató de parecer alegre, pero su madre notó cierta tristeza en la mirada de ella. Comenzó a trabajar en la tienda inmediatamente, al cabo de dos semanas, su padre la notó muy pálida y pensó que quizá la había hecho trabajar demasiado. —Deberías volver a pasear, hija -le dijo durante una comida-. Estás muy pálida. —Bueno, puedo ir por las mañanas antes de la hora de comer —dijo Daisy, que no conseguía olvidarse de Jules. Si él no la hubiera besado, quizá todo habría sido más sencillo... Jules se había quedado observando a Daisy hasta verla desaparecer. Luego, salió a la calle, donde Joop lo estaba esperando. Le preguntó a su mayordomo qué tal había ido todo en su ausencia. —Parece usted cansado —le dijo Joop, al volante, después de informarle de que la casa y todo el mundo estaba bien, incluido Bouncer—. Necesita usted tomarse unas vacaciones, señor. —Sí, pero hasta que arregle todo el trabajo que me espera aquí, no podré irme de vacaciones. Joop no le dijo nada de que Helene había telefoneado para saber cuándo volvía. Quería organizar una fiesta de bienvenida, así que le pidió al mayordomo que la avisara tan pronto supiera algo. Pero él, a pesar de haber recibido una carta del señor avisándole del día de su llegada, no había dicho nada a su prometida. No era culpa suya si el señor no la había escrito a ella también. El hombre frunció el ceño mientras iba al volante. La señorita van Tromp no le gustaba en absoluto. Una vez en casa, el señor der Huizma se reencontró con Jette y con Bouncer. Poco después se dirigió a su despacho para revisar el correo y hacer varias llamadas telefónicas. Una vez terminó, fue a su habitación para darse una ducha y cambiarse. Finalmente, bajó para tomarse un café. Sentado en el salón, comenzó a pensar en Daisy. No estaba seguro de si ella se había alegrado de verlo. Se habría sorprendido de encontrárselo, claro, igual que le había pasado a él. Pero parecía deseosa por marcharse. Y, pensándolo bien, eso era lo mejor que podía haber pasado, porque así podría sacársela de la cabeza más fácilmente. Fue a su despacho y se puso a trabajar. Paró para comer. Cuando terminó, volvió al despacho y telefoneó a su madre antes de volver al trabajo. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 75-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Le había dicho a Joop que avisara a su madre de su vuelta y ella había dejado recado de que había ido a ver a una de sus hermanas y que no volvería hasta después de comer. Marcó el número de teléfono y contestó en seguida. —Jules, ya has vuelto, ¡qué alegría! Estarás ocupado, claro, pero cuando tengas tiempo libre ven a verme. ¿Qué tal fue todo? Jules le habló brevemente del proyecto. —Ahora voy a estar muy ocupado algunos días —añadió al final—. Pero iré a verte en cuanto pueda, mamá. Me encontré a Daisy en Schipol. —Sí, hijo. Me escribió una carta diciéndome que se iba de Holanda, aunque no explicaba bien el motivo. ¿Tuvisteis tiempo de hablar? —No. Sólo unos minutos. ¿Estás bien? —Muy bien, hijo. No te entretengo más, me imagino que tendrás mucho que hacer. Después, el señor der Huizma cenó a solas, sé llevó a Bouncer a dar un paseo y volvió a su apartamento. No para trabajar, sino para pensar en su vida futura. Se propuso ir a Inglaterra para ver a Daisy de nuevo. No iba a poder olvidarla. Se había enamorado de ella. La amaba y quería que se convirtiera en su esposa. Si ella sentía lo mismo por él, pediría a Helene que rompieran su compromiso... En ese momento recordó que se había olvidado de su prometida, y ya era demasiado tarde para ir a verla, incluso para telefonearle. Al día siguiente, trabajaba por la mañana y podría ir a verla por la tarde. Hacía mucho tiempo que no hablaban. Ir a cenar fuera, salir con amigos o ir al teatro no habían sido situaciones que ayudaran a mantener conversaciones profundas. A la mañana siguiente, cuando entró en el hospital, se olvidó de sus propios problemas y se sumergió en los problemas de sus pacientes. Regresó a casa para comer ya avanzada la tarde. Cuando terminó, tomó el coche y se dirigió hacia Churchillaan. La señorita van Tromp estaba en casa, le informó la discreta doncella al tiempo que lo conducía al salón. —No me anuncies —ordenó en voz baja a la muchacha. Helene estaba allí, sentada en un mullido sofá y hablando con un hombre al que él no conocía. Al verlo, se levantó inmediatamente con las mejillas encendidas, pero disimulándolo con gritos y exclamaciones. —¡Jules, has vuelto! Qué sorpresa... —Volví ayer. ¿Cómo estás, Helene? Jules miró al hombre, quien se levantó a su vez. —Éste es Hank Cutler... nos conocimos cuando estuve en California. Ha venido por cuestiones de trabajo y me ha hecho una visita. Hank, te presento a Jules der Huizma, mi prometido. La mujer había recuperado su seguridad y desenvoltura habituales. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 76-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Ven a sentarte, Jules. Estoy tan contenta de que hayas vuelto... Estábamos hablando de una fiesta que quería organizar para tu vuelta. El señor der Huizma se quedó en pie silencioso. Hank se levantó de nuevo. —Tengo que irme. Tendréis muchas cosas que deciros. Ha estado en África, ¿verdad? Debe ser muy interesante... —Interesante si uno quiere ver a niños de todas las edades muriéndose, incluso bebés. Fue un comentario que hizo que Hank se fuera inmediatamente y se quedaran a solas. —¿De verdad tienes que ser tan dramático? Ella estaba muy guapa. El cabello perfectamente recogido y el maquillaje impoluto. El enfado había aumentado su belleza. —Mis disculpas —dijo, sentándose—. Debo aprender a guardar mis opiniones para mí mismo. —Sí, debes hacerlo —contestó ella secamente—, no tienes por qué incomodar a mis amigos. Casi me atrevo a decir que Hank ya no vendrá a la fiesta. —¡Yo me también me atrevo a decir que no iré! —dijo Jules con tono tranquilo—. ¿Qué has estado haciendo mientras yo he estado fuera? —Estuve una semana en un balneario. Estaba agotada. Y luego, estuvo esa exposición de la que te hablé. Todo el mundo estaba allí. Luego las compras... que son agotadoras. ¡Ah! Y tomé el té con tu madre. Esa chica, Daisy, estaba allí mirando los muebles. O por lo menos, eso me dijo. No confío en esas chicas tan calladas. —¿Y por qué piensas tú que estaba allí? —Imagino que por ambición. Confiaría en obtener algo o en conseguir que alguien como tu madre se interesara en ella. Yo la invité a pasar el día conmigo para que viera que nuestro mundo es muy diferente al suyo —Helene lo miró con desafío—. Le dije que íbamos a casarnos este mismo mes. Jules se quedó callado. —Bueno, antes de que te fueras tú parecías impaciente... —¿Y tú, lo estás? ¿Impaciente? —preguntó él con ligereza. —Ya que lo preguntas, te diré que no. Tú tienes tu trabajo y yo tengo mis amigos. Quizá podíamos retrasarlo hasta el próximo otoño, si quieres. —¿Por qué llevaste a Daisy a pasar el día contigo? Ella soltó una carcajada. —Le dije que tú me lo habías pedido. Que querías que saliéramos las dos juntas antes de que se volviera a Inglaterra. —¿Por qué lo hiciste? —repitió él. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 77-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Oh, imagino que quería que se diera cuenta de que no es de nuestro ambiente. Creo que se lo pasó muy bien y me habló de su novio, que estaba esperando su regreso con impaciencia. Helene lo miró de reojo y le dio rabia al ver que él parecía afectado. ¡Esa Daisy era una chica vulgar, mientras que ella era una mujer a la que todo el mundo admiraba! Una mujer a la que era un placer mirar, que vestía con gusto, con la que podías divertirte, que era una anfitriona perfecta... —Oh, olvídate de ella, Jules. Es una de esas chicas lo suficientemente inteligentes como para saber cómo aprovecharse de los demás. Jules se puso en pie. —Te equivocas, Helene. Daisy es una persona... de las que no se encuentran fácilmente. Es amable, sincera y de buen corazón. La belleza es algo superficial, ya lo sabes. Eso asustó a Helene. Cruzó el salón y puso los brazos alrededor del cuello del hombre. —Oh, Jules. No quería decir eso, ya lo sabes. Espero que sea muy feliz con su novio en Inglaterra. Les enviaremos un regalo de boda —la mujer esbozó una sonrisa irresistible—. Tómate el día libre, cariño. Vayamos a celebrar tu regreso. De verdad que lo siento mucho, no me odies por ello. Nos casaremos cuando quieras —buscó sus ojos—. ¿Es lo que quieres, verdad, Jules? El hombre miró su rostro delicioso. —Tengo muchísimo trabajo. Por el momento, no me puedo tomar días libres. Helene no pudo hacer nada para convencerlo y, después de que Jules se fuera, comenzó a preguntarse si su futuro era tan seguro como había supuesto. Decidió que no volvería a mencionar a Daisy. Tenía que conseguir que Jules se olvidara de ella por completo. El señor der Huizma, por su parte, volvió a su casa y se sentó en el despacho para estudiar algunos artículos de medicina. Tardaría un tiempo en poderse tomar dos o tres días libres e ir a Inglaterra a ver a Daisy. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 78-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Capítulo 8 EL DOMINGO por la tarde, después de terminar el trabajo más urgente, el señor der Huizma fue a ver a su madre. Estaba todavía cansado, y aunque la abrazó con cariño, ella pudo darse cuenta de que estaba muy serio. Lo preocupaba algo y la madre no creía que tuviera nada que ver con África. Sin embargo, la mujer se limitó a preguntarle qué quería beber y le pidió que le hablara de su viaje. Le llevó un buen rato relatárselo, ya que la madre lo interrumpía constantemente con preguntas. —Es una suerte poder estar aquí contándolo —le dijo al final. Durante la cena, estuvieron hablando de la familia y finalmente de su trabajo. —Me imagino que ahora pasarás unas semanas muy ocupado —aventuró su madre. —Sí, pero voy a tratar de tomar dos días libres en cuanto pueda. Iré a Inglaterra —el hombre miró a su madre fijamente a los ojos—, a ver a Daisy. Así que aquello era lo que lo preocupaba, pensó la anciana. —Sí, hijo. Estuvo aquí y pasó el día conmigo. Nos lo pasamos muy bien en el desván. Confiaba en poder invitarla de nuevo, pero volvió tan repentinamente a Inglaterra... —¿Te dijo el motivo? —El señor Friske tiene una sobrina a la que quería contratar. Me escribió una carta muy breve, demasiado. Me extrañó y llamé a la tienda, pero ella ya se había ido. El señor Friske parecía muy apenado. Sólo le consolaba el que la muchacha hubiera podido conocer algo de Holanda antes de volver. Helene la llevó un día a dar una vuelta... —Me lo contó Helene. Según parece, le dijo a Daisy que nos íbamos a casar en breve. —¿Y es cierto, Jules? —No, Helene no tiene ninguna prisa por casarse. —Así es mejor, si dices que vas a estar tan ocupado por el momento... —dijo la madre con un suspiro de alivio. —¿Estaba Daisy contenta? ¿Se lo pasó bien contigo? —Sí, Jules. Y es una compañía muy agradable. Una chica muy inteligente, me gusta. Es una persona que sabe comportarse en cualquier situación y muy humilde, a pesar de sus conocimientos. Comenzaron a hablar de otras cosas y no volvieron a mencionar a Daisy. Jules volvió a Amsterdam y, al despedirse de su madre, aseguró que la llamaría antes de irse a Inglaterra. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 79-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Una vez que él se hubo ido, la madre se quedó pensativa. Pensó en su hijo, a quien tenía por un hombre maduro que había sabido triunfar en la vida. Así que no sabía por qué ponía en juego su felicidad comprometiéndose con esa odiosa mujer. Siempre existía la posibilidad de que Helene rompiera su compromiso, pero sabía que era algo bastante improbable. Y estaba en lo cierto. Helene, impaciente al ver que Jules ya no estaba tan enamorado de ella, hizo todo lo posible por recuperarlo. Y lo hizo de la única manera que conocía. Lo llamaba todas las noches para pedirle que fuera a cenar con ella a casa de algún amigo, sugiriendo que podían ir luego a ver una obra de teatro o hacer una excursión al siguiente domingo. Cuando él se disculpaba, diciendo que tenía que trabajar, ella se echaba a reír. De manera que, de vez en cuando, cenaba con ella, la escuchaba y admiraba su ropa. El no notar cariño en él, no la preocupaba lo más mínimo. Ella era una mujer poco expresiva, incapaz de amar profundamente. Sólo quería conseguir un futuro seguro y cómodo. Se llevó una gran sorpresa cuando le dijo una de aquellas noches que se iría a Inglaterra dos o tres días. —¿A uno de tus hospitales? —Sí, pero también voy a ver a Daisy. Ella consiguió mantener la compostura. —Dale recuerdos. Me imagino que estará preparando la boda. Podrías llevarle un regalo de parte nuestra, ¿no crees? —Lo dudo —y comenzó a hablar de cambiando el tema. Daisy, como ya era verano, daba cada día su paseo habitual. Su padre la iba a necesitar muy pronto en la tienda y su tiempo de ocio se reduciría bastante. Tenía el rostro ligeramente bronceado, pero había adelgazado y tenía ojeras. Hablaba constantemente sobre su estancia en Holanda, pero evitaba mencionar a Jules, cosa que preocupó a su madre. Era un día brillante, el cielo era muy azul, aunque a veces se cubría de nubes amenazantes. Daisy salió a dar su paseo habitual. Se puso una rebeca encima del sobrio vestido que usaba para estar en la tienda, se colocó el pañuelo en la cabeza y salió. Su padre le había pedido que limpiara y diera brillo a un pequeño espejo de plata que quería colocar en el escaparate, así que era un poco más tarde de lo habitual. Tenía pensado ir hasta el final de la playa y luego subir por el monte para volver por los acantilados. Cuando iba subiendo por el monte, vio que alguien se dirigía hacia ella. Iba con un perro, que echó a correr al verla, ladrando alegremente. Daisy se quedó inmóvil. Si hubiera podido huir, lo habría hecho, a pesar de los latidos de su corazón al ver a la persona que caminaba a buen paso hacia ella. Pero no podía escapar... —Es un día precioso —dijo, sintiéndose estúpida. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 80-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Es el día más bonito de mi vida —contestó él, sonriendo. —Qué curioso que nos volvamos a encontrar en la playa. La chica se inclinó y acarició a Trigger, tratando de parecer relajada. —Hace un día espléndido para caminar, ¿verdad? ¿Piensas ir hasta las rocas de allá? —la muchacha asintió—. ¿Puedo ir contigo? He venido a pasar aquí unos días de descanso. Estuvo afable y cariñoso, como si fueran viejos amigos, y Daisy comenzó a caminar a su lado, dividida entre el placer de verlo de nuevo y la pena de haberse dado cuenta de que él no había mostrado demasiada alegría por ello. ¿Y por qué iba a alegrarse?, se preguntó en silencio, tratando de mantenerse a su paso. Ya tenía a Helene... Le preguntó por su trabajo en África y él comenzó a hablarle relajadamente. Sabía que ella estaba interesada y le gustaba escuchar, aunque de vez en cuando le interrumpiera con preguntas y observaciones inteligentes. —Y ahora te toca a ti, Daisy. ¿Qué planes tienes para el futuro? —preguntó él al terminar su explicación. —Bueno, es curioso que me lo preguntes... he estado hablando de ello con mis padres esta misma mañana, pero no hay nada decidido. No dijo nada más. ¿Por qué le iba a interesar a él que estuviera pensando en ponerse a trabajar con una gran empresa de antigüedades? Pero tampoco quiso ser demasiado brusca. —Desde luego, mi padre tendría que contratar a alguien para que lo ayudara si yo me fuera. Eso no le aclaraba mucho las cosas a Jules, pero era un hombre con una paciencia infinita y se quedaría dos días más, así que comenzó a hablar de cosas sin importancia de una manera alegre y Daisy, encantada por estar de nuevo con él, se entretuvo en tirar palos a Trigger. Tenía las mejillas sonrosadas y no le molestaba que se le salieran mechones de pelo del pañuelo. No sabía por qué, pero cuando estaba con Jules, no le importaba su aspecto. Y de todas maneras, él no la miraba mucho. Sólo de vez en cuando. Habían llegado a las rocas y a ella le habría encantado continuar el paseo, pero serían pronto las doce del mediodía y tenía que trabajar por la tarde en la tienda. —Debo volver... —El tiempo se ha pasado muy deprisa —dijo él. No hablaron apenas durante el camino de vuelta. Jules se despidió de ella con la mano. A ella le hubiera gustado saber si volverían a verse, pero no comentó nada, simplemente le dijo adiós y corrió a la tienda sin mirar atrás. Ayudó a su madre a poner la mesa mientras decidía que lo mejor sería no volver a verlo. Incluso quizá hubiera sido mucho mejor no haberse encontrado con él Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 81-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados aquella mañana, después de todos los esfuerzos que había tenido que hacer para olvidarlo... —¿Te encontró el señor der Huizma? —preguntó su padre al sentarse a la mesa. Daisy se puso colorada. —Sí, papá. Me alegró mucho volver a verlo. Se quedará uno o dos días... —Fue muy amable contigo cuando estuviste en Holanda —dijo su madre. Daisy no quería que fuera amable con ella, quería que la amara. Pensó en él durante toda la tarde y esperó pacientemente mientras un cliente se decidía entre un plato de Sévres y una jarra de leche de Rockingham. ¿Vería a Jules en la playa al día siguiente? Le había dicho adiós sin añadir nada. Ella daría su paseo habitual, decidió mientras envolvía la jarra. A la mañana siguiente, él estaba allí, esperando en la entrada con Trigger a su lado, que movía el rabo alegremente. Le dio los buenos días y comenzaron a caminar hacia las rocas. —Aunque creo que va a llover —comentó el señor der Huizma. Ella miró nerviosa al cielo. No había nubes encima de ellos, pero sobre el mar se veían nubes negras amenazantes. —¿Crees que esas nubes vienen hacia aquí? —Me temo que sí. ¿Prefieres irte a casa? —No, no. Me gusta la lluvia. Sólo que aquí a veces las lluvias son muy fuertes. Iban caminando juntos, contento cada uno con la compañía del otro. El señor der Huizma contempló el pequeño rostro femenino, rosado por el viento y pensó que estaba muy guapa. —Bueno, si no te importa la lluvia... El viento pareció calmarse repentinamente. Caminaron a buen paso sin apenas hablar. Todavía quedaba un día, pensó Jules, y hasta entonces él tenía decidido comportarse simplemente como un amigo. Pero al día siguiente le preguntaría por el hombre con el que se iba a casar. Aunque se fijó en que no llevaba anillo. Llegaron hasta las rocas del final y se quedaron contemplando el mar. El cielo estaba muy oscuro, pero ellos no se habían dado cuenta y las nubes que anteriormente estaban lejos habían llegado ya hasta ellos. Jules entornó los ojos. —Creo que la tormenta se acerca rápidamente. Nos podemos esconder aquí entre las rocas. Jules silbó a Trigger y la tomó de la mano. Jules había explorado la zona varias veces y se imaginó que el mejor escondite estaba en un lugar resguardado entre dos rocas grandes. Cuando estaban a punto de llegar, Daisy se detuvo para mirar al mar. —¡Mira! ¿No es extraordinario? —gritó. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 82-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Es un torbellino —dijo el señor der Huizma con calma—. Es muy interesante, pero no te pares. Finalmente, se sentaron en el suelo, con la espalda apoyada en las rocas. —¿Durará mucho el torbellino? —preguntó Daisy. —No. Es un poco ruidoso, pero aquí estaremos seguros. Lo siento, lo tenía que haber visto antes. Daisy notaba el brazo de él sobre sus hombros y se alegraba de que no lo hubiera visto. El cielo se oscureció momentáneamente y se oyó un ruido fuerte. El torbellino estaba sobre ellos, pero pasó de largo antes de que Daisy pudiera tener miedo. Después, se oyeron truenos y relámpagos, que hicieron que la muchacha enterrara su cabeza en el hombro de Jules mientras cerraba los ojos. —Me dan pánico las tormentas. Lo siento. Daisy se sorprendió al oír la risa de él. —Pasará en seguida. Aquí estamos a salvo. Daisy estaba muy cómoda con la cabeza sobre su hombro y Trigger en sus piernas, dándole calor. Trató de olvidarse de su miedo y pensó en lo feliz que estaba allí, sentada con Jules a su lado. Ese momento, pensó, lo recordaría el resto de su vida. Cuando la tormenta se alejó, Jules soltó a Daisy y se levantó. Estaba lloviendo, pero las nubes se alejaban con rapidez. Jules la ayudó a levantarse y, pasándole el brazo sobre los hombros, caminaron rápidamente hacia la playa con Trigger. Seguía lloviendo y el mar estaba muy agitado, pero Daisy, en su paraíso particular, no lo notó. Jules, mirando su rostro delicioso, suspiró y deseó que hubiera un milagro. Él no rompería nunca el compromiso con Helene, pero, ¿no podría ella llegar a la conclusión de que sería un error casarse con él? —Regreso mañana por la noche a Holanda —le dijo mientras subían las escaleras del paseo—. ¿Te gustaría que nos viéramos antes? ¿Te apetece que vayamos a comer a algún pueblo? —Yo normalmente voy a dar un paseo todas las mañanas, pero después de comer he de ir a la tienda. —Entonces podemos salir como a las diez, tomar algo y volver. —Me encantaría... pero tengo que regresar antes de las dos. —Te lo prometo. Jules la acompañó hasta la esquina de su calle y esperó a que se metiera en la tienda. Ella no volvió la cabeza. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 83-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados A Daisy le resultó interminable el resto del día. Se lavó el cabello, se arregló las uñas y se acostó temprano, aunque no pudo dormirse inmediatamente, pensando en lo ocurrido durante la tormenta. A la mañana siguiente, vio con alegría que el tiempo estaba tranquilo. No había nubes casi y no hacía demasiado frío. Se podría poner su vestido de punto. Estaba totalmente arreglada mucho antes de las diez en punto, pero cuando oyó el coche se quedó en su habitación y esperó a que su madre la llamara. Jules estaba en el salón y parecía sentirse a gusto hablando del tiempo. —Buenos días, Daisy —dijo al verla. Lo hizo de manera educada, así que si su madre esperaba algo más cariñoso, se sentiría contrariada. Jules era un hombre que tenía un control perfecto sobre sí mismo. Quizá debido a su profesión. —¿Dónde vamos? —preguntó Daisy al subirse al coche. —A Dartmoor. He reservado una mesa en Gidleigh Park, al salir de Chagford. Nos servirán la comida a las doce y media, lo cual nos dará tiempo suficiente para volver a las dos. Tomaron la carretera hacia Two Bridges y de allí se dirigieron a Postbridge, donde se pararon a tomar un café. Luego, continuaron sin prisa por carreteras estrechas, contemplando el paisaje. —Son preciosas —dijo Daisy, al tener que detenerse para que pasara un rebaño de ovejas. —¿Quieres que demos un paseo? —Claro, ¿pero tenemos tiempo? —Podemos pasear unos veinte minutos. Podemos ir hasta... El sol calentaba y el aire era fresco. Caminaron vigorosamente y después de unos minutos, como la hierba estaba alta y era difícil caminar, la tomó de la mano. Daisy se agarró a ella como si fuera lo más natural del mundo. Luego, continuaron hasta Gidleigh Park. Él había reservado mesa en el restaurante de un hotel muy bonito, pero sin pretensiones, y la comida era exquisita. Se sentaron en una mesa cerca de una de las ventanas. Había bastantes clientes, aunque las mesas de al lado estaban vacías. Daisy estudió el menú y tragó saliva al ver los precios. —¿Elijo yo o hay algo que quieras en especial? —dijo Jules, al ver la incomodidad de la muchacha. —Oh, sí, elige tú, por favor. —¿Qué te parece tarta de espinacas con chuletas de cordero? El postre lo elegiremos después. La tarta de espinacas estaba deliciosa y las chuletas iban con guarnición de patatas nuevas, zanahorias, guisantes y brécol. —Está divino —dijo Daisy, terminando las zanahorias. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 84-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Luego, eligieron el postre. Daisy quiso mousse de chocolate con coñac y nata por encima. Jules tomó queso. Finalmente, ambos tomaron café y Daisy gozó una sonrisa. —¡Ha sido un día maravilloso! Él le quitó la taza de café de las manos. —Daisy, estoy enamorado de ti. ¿Lo sabías? Ella notó que se sonrojaba, pero lo miró fijamente a los ojos. —No lo sabía, pero había empezado a sospechar algo. Aunque prefería no pensar en ello, ya que te vas a casar con Helene muy pronto. Ella me lo dijo —la muchacha trató de mantener la calma—. Además, creo que te has enamorado de mí porque nos vemos poco y siempre por casualidad... Me caí en el canal, luego me asaltaron y me ayudaste a la vuelta... —la muchacha hizo una pausa—. Si me vieras todos los días, no repararías en mí. Jules no dijo nada. —Volverás esta noche a Holanda. No volveremos a vernos y me olvidarás. —¿Y es eso lo que tú quieres? Ella asintió. —Bueno, quizá eso sea lo más sensato. Ambos estamos atados a nuestras circunstancias, ¿no es así? El hombre esbozó una sonrisa. Parecía que no lo preocupaba el futuro. —¿Pero seguiremos siendo amigos? —dijo ella. —Por supuesto. No creo que ni Helene ni tu futuro marido objeten nada. —¿Mi futuro marido? No hay ningún futuro marido. Quiero decir que nadie me ha pedido que me case con él. Una sonrisa amplia curvó los labios masculinos. —Me dijeron que te ibas a casar muy pronto con alguien de aquí. —No tengo novio —aseguró Daisy—. Desmond ha sido el único y ni siquiera me acuerdo de cómo es. Daisy lo miró y pensó que había rejuvenecido diez años. —Hay muchas cosas que debería decir, pero tengo que esperar al momento adecuado. De todas maneras, esta conversación ha sido muy interesante, Daisy. —Sí, claro, pero, ¿entiendes lo que te he dicho? Una vez que vuelvas a Holanda tendrás un montón de cosas en qué pensar, por ejemplo en la boda. —Sí, ahora tengo que pensar seriamente en ella. Parecía tan alegre... Quizá no estuviera tan enamorado de ella, pensó con tristeza Daisy. Las palabras que había oído poco antes debían haber sido fruto de su Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 85-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados imaginación. Era una lástima que ella no pudiera borrar su amor por él con la misma facilidad. Volvieron al coche y tomaron la carretera principal. Jules habló sobre cosas sin importancia, como si nunca le hubiera dicho que la amaba. Al llegar a la tienda, se bajó con ella y se quedó un rato hablando con sus padres. Luego, se despidió y ella lo acompañó educadamente a la puerta. —Espero que tengas un buen viaje de vuelta. Por favor, da recuerdos a tu madre y a Helene. Dale las gracias por la mañana que pasó conmigo y por la invitación. Oh, Jules... —añadió. Era eso lo que él había querido escuchar, ese deseo en su voz. La amabilidad que ella empleaba con él era una máscara únicamente. Entonces Jules, sin decir nada, la tomó en sus brazos y la besó. Fue un beso largo, lleno de cariño y amor. Después, él se subió al coche y se alejó sin mirar atrás. Daisy subió a su dormitorio y se echó a llorar. Cuando no le quedaban más lágrimas, se lavó la cara, se arregló el pelo y bajó con los ojos rojos, pero perfectamente recuperada. Vendió una jarra Victoriana, un cascanueces de plata y varias otras cosas a los sucesivos clientes. El entusiasmo con que lo hizo sorprendió a su padre. Su madre no pareció tan sorprendida. —¿Crees que el señor der Huizma te volverá a llamar, hija? —preguntó varios días después—. Estoy segura dé que te enviará una invitación para la boda. Después de todo, conoces a su prometida, ¿no? —No demasiado bien, mamá. No creo que vuelva a saber nada de ellos. Tienen muchos amigos. Daisy tomó una manzana de la fuente que había en la mesa y le dio un mordisco. Quería distraer la atención de su madre. Pero la señora Gillard no le preguntó nada más. Estaba segura de que el señor der Huizma era la causa del sufrimiento de su hija. Era una lástima que se hubiera ido a Holanda, pensó la mujer preocupada. Daisy, que lo notó, hizo lo posible por mostrarse alegre. Pero algunas veces, cuando se miraba al espejo, se preguntaba cómo era posible parecer la misma cuando tu corazón estaba destrozado. Jules había vuelto a Amsterdam y había telefoneado a su madre, pero no había hecho intentos o planes para verse con Helene. Estaba muy ocupado y necesitaba tiempo para pensar en su futuro. Daisy lo amaba, estaba seguro de ello, y él la amaba a su vez. Para él eso era suficiente de momento. Tenía que concentrarse en sus pacientes. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 86-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados De manera que no vio a ninguno de sus amigos ni a su madre. Incluso Joop pareció preocuparse por su excesivo celo en el trabajo. —Trabaja usted demasiado. No es natural que descanse sólo cuando lleva a Bouncer a pasear —le comentó diez días después de su regreso de Inglaterra. —No te preocupes, iré a ver esta tarde a la señorita van Tromp. Eso satisfizo en parte a su anciano sirviente, aunque no del todo. Su jefe llevaba diez días en casa y no había recibido ninguna llamada de la señorita. Joop movió la cabeza y fue hacia la cocina para exponer sus dudas a Jette. Justo aquel día llamó Helene y dejó un mensaje en el contestador. La mujer se había enterado de su vuelta y no entendía por qué no la había ido a ver ni llamado. Le pidió que sacara un poco de tiempo libre para verla aquella noche. Jules escuchó la voz enfadada y comprendió que su enojo estaba justificado. Así que decidió telefonearle inmediatamente. —Estaré en casa con algunos amigos tomando algo. Ven hacia las nueve. Esta semana nos han invitado a varias fiestas, ya te diré las fechas. Y no te retrases, tengo que levantarme pronto. Iré a Amersfoort a pasar el fin de semana con los Groots. Helene colgó y Jules se fue a tomar el almuerzo que tenía preparado en la mesa. Después, llevó a Bouncer a dar un paseo. A las ocho, se preparó y se dirigió en su coche a Churchillaan. Helen lo estaba esperando en uno de los vistosos salones de la casa. —Así que al fin has venido. ¿Por qué no me llamaste para decirme que habías vuelto? —preguntó la mujer al tiempo que le ofrecía la mejilla y él la besaba brevemente. —Si hubieras llamado al hospital o a mi casa, te lo habrían dicho —contestó él. —Mi querido Jules, no me puedo pasar todo el día llamándote por teléfono. Ya sabes lo ocupada que estoy siempre. —Yo también estoy muy ocupado —replicó, sentándose frente a ella. Ella estaba muy guapa. —Bueno, no seas tan pesimista. Espera a que te hable de las fiestas... —Fui a ver a Daisy en Inglaterra. Helene, ¿por qué me dijiste que iba a casarse? ¿Era una broma o una confusión? —Una broma, claro. Una chica como Daisy no creo que tenga muchas oportunidades de casarse. No es guapa, no se viste bien, siempre está entre muebles viejos —Helen lo miró de reojo. Helene se dio cuenta de que él no la había prestado mucha atención y sintió un pánico momentáneo. ¿Le habría dicho alguien que había estado viendo varias veces a Hank Cutler? —Es una chica encantadora. Estoy segura de que encontrará marido —dijo, adoptando un tono dulce—. Y ahora cuéntame, Jules, ¿has estado muy ocupado? ¿Tienes alguna noticia de ese hospital que has abierto en África? Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 87-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Sabía ser encantadora cuando se lo proponía. —Tomemos un café y te hablaré de esas fiestas a las que nos han invitado... Jules se dio cuenta de que Helene ya se había olvidado de que él tenía trabajo. —Creo que no voy a tener mucho tiempo para ir de fiesta. —¿No querrás volver de nuevo a África? Llevas aquí sólo unas semanas. Debes quedarte aquí y sacar tiempo para acompañarme, para llevarme a cenar, para conocer a mis amigos... Los ojos de él tenían una expresión fría. —¿No sabías cuando nos comprometimos que yo no puedo elegir mi tiempo de ocio? Los niños se pueden poner enfermos en cualquier momento, no esperan a que yo llegue al hospital para romperse un brazo o una pierna, para quemarse o para caerse... Había hablado con calma, pero Helene sabía que estaba muy enfadado. —Jules, cariño, no he querido ser frívola. Por supuesto que tu trabajo es lo primero. Te prometo que seré una esposa modelo. Estoy muy orgullosa de ti y quiero que te hagas famoso en el mundo entero, no sólo en Europa. Yo te ayudaré. Helene continuó hablando, pero Jules no la escuchaba ni tampoco la veía. Lo único que veía en ese momento era a una chica tranquila con unos ojos marrones preciosos... Habría sido inútil hablar con Helene sobre el futuro en ese momento. Tendría que esperar hasta que ella estuviera más tranquila, hasta que estuviera dispuesta a escucharlo. Así que la mujer continuó hablando de fiestas y del maravilloso fin de semana que iba a pasar con sus amigos. Jules, al poco, se levantó y extendió la mano. —¡Estoy demasiado cansada para levantarme, Jules! —la mujer esbozó una sonrisa—. Llámame cuando tengas una tarde o una noche libre. Podemos ir a cenar. Volveré el lunes por la mañana. —Que pases un buen fin de semana, Helene. —Claro... aunque me lo pasaría mejor si tu me acompañaras, Jules. Se fue a casa y, poco después, sacó a Bouncer a dar un paseo. Luego, se fue a su despacho a trabajar. Había sido totalmente imposible conseguir que Helene lo escuchara. Jules se preguntaba si ella había pensado en serio en su matrimonio y en la vida que compartirían. Parecía incapaz de imaginar una vida que no girara en torno a fiestas y placeres sociales. De alguna manera, tenía que hacerle ver que la vida que llevarían después de casados iba a ser muy diferente de la actual y quizá así entonces pensara en romper su compromiso. El domingo por la tarde fue a visitar a su madre. —Creí que traerías a Helene contigo, Jules —observó su madre—. No la he visto desde que vino hace unas semanas, cuando Daisy estuvo pasando el día conmigo. —Helene está pasando el fin de semana fuera con unos amigos. Estuve con ella el viernes por la tarde. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 88-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —¿No habéis hablado todavía de la boda? —insistió su madre, cariñosamente. —No. Ella tiene muchos compromisos y yo mucho trabajo. Katje llegó con el café y la señora der Huizma sirvió dos tazas. —¿Viste a Daisy en Inglaterra, Jules? —¡Sí, claro! —contestó sonriente—. Mamá, no puedo hablar de esto... ¡todavía no! ¿Te importa? —No, hijo. Háblame de tu trabajo. ¿Operaste al niño aquel que se había roto la cadera? —Sí. Y la operación, afortunadamente, fue un éxito. Esta semana han traído a un bebé y espero poder ayudarlo. Hasta mediados de semana, no tuvo tiempo para llamar a Helene. La llevaría a cenar a cualquier sitio tranquilo y hablarían... Sólo que Helene se había comprometido a ir a un baile de caridad en Scheveningen. —Es algo que no puedo cancelar. Es un gran acontecimiento... incluso irá el príncipe. De verdad que no puedo cancelarlo. Llámame al final de la semana, podríamos pasar el domingo juntos, ¿te parece? Jules colgó el teléfono y echó una ojeada a su agenda. En teoría, tenía libre la tarde del viernes. Iría a verla entonces. Seguramente estaría en casa, ya que le había dicho que por la noche iría al teatro. Helene estaba fuera cuando él llegó, poco antes de las cuatro. La doncella que abrió la puerta no sabía cuándo regresaría, pero podía esperarla. Fue al salón y se sentó en un cómodo sillón de orejas. Rechazó la invitación de tomar algo y dejó que sus pensamientos comenzaran a vagar. Daisy estaría en la tienda con su vestido discreto y su pelo recogido. Estaría vendiendo algo a cualquier cliente o limpiando algún pequeño tesoro que había llegado a manos de su padre. Media hora después, Helene volvió a casa, acompañada de Hank. Al entrar, habló con la doncella en un tono malhumorado y ésta, viendo la oportunidad de vengarse, no le dijo nada de la presencia del señor der Huizma en el salón. Jules escuchó la voz de Helene y la risa de Hank antes de que entraran. —Hank, por supuesto que voy a casarme con él. Tiene todo lo que deseo: dinero, los antepasados adecuados, una brillante carrera y tanto trabajo que estaré libre para hacer lo que quiera. Nosotros podremos vernos tan a menudo como queramos. Disfrutaré de lo mejor de ambos... Jules se levantó de la silla. Era un hombre muy alto y en ese momento parecía aún más alto todavía. —Me temo que voy a contrariarte, Helene. Me temo que tendrás que conformarte con uno de los dos... Helene se puso pálida. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 89-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —¡Jules! ¿Cómo es que no me han dicho que estabas aquí? Estaba bromeando — se dio la vuelta hacia Hank—. ¿Verdad que estaba de broma, Hank? —Helene, yo pocas veces llevo la contraria a una mujer, pero creo que lo decías completamente en serio. Y yo no tendré antepasados dignos de mención, pero tengo una casa bonita en California, como ya sabes, y mucho dinero... El señor der Huizma se dirigió hacia la puerta. —Eso suena bastante bien. Estoy seguro de que te alegrarás de poder romper nuestro compromiso, Helene. Os deseo un futuro feliz. Al llegar a la puerta se detuvo. —Enviaré una nota a los periódicos. Mándales saludos a tus padres. Al abrirle la puerta, la doncella se preguntó por qué sonreiría aquel hombre. Era amable y simpático, y se merecía a alguien mejor que la señorita Helene, pensó al despedirse. Jules llegó a su casa, se tomó un maravilloso té, sacó a Bouncer a pasear y luego se fue al despacho para organizar su agenda. Tenía que sacar tiempo cuanto antes para volver a Inglaterra. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 90-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados Capítulo 9 DAISY había ido a Exeter para hacer una entrevista con uno de los directores de una importante firma de antigüedades. Tenían una sala de subastas y un numeroso equipo de empleados. Si Daisy conseguía la plaza, empezaría a trabajar en breve limpiando cuadros antiguos y objetos de plata. Había tomado el autobús y había llegado temprano, con lo cual tuvo tiempo de ir de compras. Eligió una barra de labios para ella y buscó el jabón preferido de su madre. Luego, se tomó un café y un sándwich y dio un paseo para visitar la catedral. La entrevistó un hombre joven, que dejó claro desde el principio que tenía pocas posibilidades de obtener aquel trabajo. El joven escuchó atentamente a Daisy y, aunque tenía que admitir que la experiencia era la adecuada, pensó que era demasiado reservada, demasiado callada. La entrevista duró poco y el joven fue bastante grosero con ella. Le dijo que le contestarían en pocos días y ni siquiera se levantó para despedirla. Así que Daisy, al salir, se volvió y lo miró con desagrado. —No me gustaría trabajar para usted. No tiene educación. Cerró la, puerta y el hombre se quedó con la boca abierta. Tenía que esperar hasta las cinco para tomar el autobús de vuelta y fue hacia un café que había cerca de la catedral a tomar un té y pastas. Su viaje había sido una pérdida de tiempo y dinero y sabía que su padre iba a enfadarse. Al llegar a casa, había una carta para ella. No la abrió inmediatamente, antes le explicó a su padre brevemente cómo había ido la entrevista. Luego, abrió la carta, que era de Janet, la única prima que tenía, hija del hermano de su padre. —Es de Janet —les explicó a sus padres después de leerla—, quiere que vaya a quedarme con ella una o dos semanas. Jack ha tenido que salir fuera por el trabajo y los dos niños están con varicela. Ella tampoco se encuentra bien. De manera que Daisy hizo el equipaje y tomó el autobús a Totnes. Allí, en una casa pequeña y antigua vivía su prima. La casa tenía un jardín en la parte de atrás que daba al campo. Daisy abrió la puerta y entró. —Soy yo —dijo. Janet bajó corriendo las escaleras. —Oh, Daisy, eres un ángel. No quería pedírtelo, pero no tenía a nadie. Tengo amigos, claro, pero ni ellos ni sus hijos han pasado la varicela y no podía pedirles que me ayudaran. ¿Tú la has tenido? —Sí, hace años. ¿Están en la cama? Tú también tienes mal aspecto —dijo Daisy mientras dejaba la bolsa en el suelo y se quitaba la chaqueta—. Ahora que he venido, Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 91-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados tú también puedes acostarte, Janet. Sólo tienes que decirme si quieres que vaya a hacer algo de compra. ¿Has llamado al médico? —No hace falta que vayas a comprar nada y el médico me dijo que vendría esta tarde. —Muy bien, así podrá verte a ti también. Janet se acostó, finalmente, y Daisy le llevó un té. Luego, fue a ver a los niños. Les limpió la carita, les arregló la cama y les puso un pijama limpio. Después, fue a inspeccionar el frigorífico. Había helado y preparó dos tazas, pero cuando fue a dárselas, los niños estaban dormidos. Eso le dio tiempo para dejar su bolsa en la habitación que iba a utilizar, en la parte de atrás de la casa, y para hacer un almuerzo para ella y Janet. El doctor diagnosticó gripe a Janet y le recetó paracetamol y bastante líquido. Los niños necesitaban estar en cama otro día más por lo menos. Luego, después de asegurar de que llamaría pasados dos días, se marchó. Daisy se acostó pronto aquella noche, después de hablar con su madre y con Jack, que llamó ansioso por saber cómo estaba su familia. Los días siguientes pasaron rápidamente entre cuidados a los enfermos, las tareas de la casa, las compras, la colada y la comida. Era un trabajo duro, pero a Daisy no le importaba. Cuanto más tenía que hacer, menos tiempo tenía para pensar. De todos modos, cuando se acostaba, siempre recordaba el último día pasado con Jules y su beso. No había querido que él notara sus sentimientos al despedirse y lo lamentaría siempre. Aunque, como no volverían a verse, tampoco importaba tanto. Se preguntó qué estaría haciendo, y se lo imaginó con Helene, cenando, bailando, o en alguna obra de teatro. Y Helene estaría más guapa que nunca y seguro que llevaría el broche puesto... Sus pensamientos se alejaban bastante de la realidad. Jules estaba preparando su viaje a Inglaterra. Janet se levantó, pálida y débil, y a los niños también se les permitió que se levantaran, a pesar de que las manchitas en la piel no se habían borrado del todo. Pero comenzaron a comer bien y a sentirse con energía, lo cual supuso más trabajo para Daisy y más dolores de cabeza para Janet. Uno de aquellos días en los que Janet se había acostado con dolor de cabeza y Jack telefoneó diciendo que volvería dos días después, Daisy había preparado huevos escalfados y estaba dando de comer a los niños. De repente, se oyó la aldaba de la puerta. Daisy frunció el ceño. El lechero ya había ido y también el cartero. Sería algún vendedor, así que lo ignoró y continuó con la comida. Pero quien quiera que fuese no se dio por satisfecho. Daisy tomó en brazos a Lucy y le dijo a James que se portara bien mientras ella iba a ver quién era. Jules estaba allí, alto y tranquilo. Daisy colocó a Lucy en una posición más cómoda y puso cara de sorpresa. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 92-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —¿Cómo has llegado aquí? —Hola, Daisy. ¿Puedo entrar? —Estamos comiendo... Si no te importa... El hombre fue con ella hasta la cocina, se sentó al lado de la mesa y se puso a Lucy en las rodillas. Luego, comenzó a darle de comer. —Que bien lo haces —balbuceó Daisy atónita. —Te olvidas de que soy médico de niños... Se oyó la voz de Janet, que preguntaba desde el piso de arriba quién era. —Será mejor que vaya a decírselo. Es mi prima. Su marido vendrá pasado mañana y he venido porque ella y los niños estaban enfermos. —Ah... problemas familiares. Es normal. ¿Has comido ya? —¿Yo? No. Tomaré algo después —contestó, ruborizándose—. Te haré huevos escalfados y una taza de café, pero primero, si no te importa, daré de comer a los niños y los acostaré. —Ve y di a tu prima que estoy aquí, y luego termina con los niños. Yo puedo ir a por algo para nosotros. Tú dime qué quieres. Y no discutas, mi querida niña. Así que Daisy fue a contar a su prima que allí estaba Jules. Por el modo en que le habló, Janet pudo sacar en seguida sus propias conclusiones. —Es muy amable —comentó—. Te vendrá bien un poco de ayuda. Si se queda a tomar el té, puedo bajar a conocerlo. Daisy bajó. Jules había salido de la casa silenciosamente. Cuando la muchacha terminó de dormir a los dos pequeños, él había vuelto ya y había preparado la mesa, en el centro de la cual había una fuente con pastel de carne y otra de ensalada de una de las tiendas de comida para llevar. También había una botella de vino. —Ven a sentarte y cuéntame. Espero que tu prima no crea que soy una molestia. —Dice que bajará a tomar el té con nosotros para conocerte. —Muy bien. Y ahora, ya sé que no es una comida fabulosa, pero si tienes hambre... —¡Oh, claro que tengo hambre! Jules reprimió el fuerte deseo que sentía de llevársela a un lugar tranquilo para decirle que la amaba, pero se dio cuenta de que sus deseos eran menos importantes que el pastel de carne. Era evidente que su querida Daisy no había comido demasiado en los últimos días... Cuando terminaron de comer y beber, Jules la ayudó a limpiar la mesa y fregar los platos. —Estoy segura de que nunca friegas los platos en tu casa —dijo Daisy. —No, pero sé cómo hacerlo —dijo, terminando de limpiar el fregadero—. Y ahora, sentémonos y veamos si podemos mejorar un poco la situación. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 93-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —Bueno, eres muy amable, pero, ¿no deberías estar con tus amigos? —Volveré allí esta noche, pero antes, si quieres, te puedo hacer una buena compra. La nevera está casi vacía, ¿verdad? Daisy lo miró pensativamente. —No entiendo por qué estás aquí. ¿Cómo te enteraste? —Hablé con tus padres. Pero seamos prácticos. ¿Qué comen estos niños, aparte de huevos escalfados? Haz una lista y yo te traeré lo que quieras. —¿Ahora? —Ahora, Daisy. Y cuando vuelva, quizá tu prima se sienta mejor y pueda bajar para tomar un té con nosotros. Daisy se dio cuenta de que estaba haciéndose cargo de la situación, le gustara a ella o no. Pero sí que le gustaba. Se sentó e hizo una lista. —Eres muy amable. Te daré dinero... —No, no. Luego hablaremos de eso. Cuando se hubo ido, Daisy subió arriba para hablar con Janet, quien se sentía mejor. —¿Quieres decir que ha venido a verte? —No, claro que no. El viene a Inglaterra muy a menudo. Trabaja en varios hospitales de Londres. Ya te dije que conoce a mis padres y ellos le dijeron que yo estaba aquí. Seguro que tenía que pasar por aquí para ir a algún sitio. —Bueno, cuando vuelva y esté el té preparado, bajaré. Jules estaría fuera una hora aproximadamente, calculó Daisy, así que se pondría a planchar. Jules había ido a la tienda más cercana y había pedido todo lo necesario para una familia con dos niños. —Suficiente para dos o tres días —aclaró. Janet estaba ya abajo cuando él regreso. Incluso fue quien abrió la puerta. Se presentaron y fueron a la cocina, donde Daisy estaba planchando ropas de niño. La muchacha alzó la vista cuando los oyó entrar. —Prepararé el té tan pronto como termine esto... Jules y Janet se pusieron a colocar la comida mientras charlaban animadamente y Daisy continuaba planchando. Los niños se despertaron y Janet fue a por ellos. —Yo pondré el agua a hervir —afirmó Jules. —¿Por qué tanta amabilidad? —dijo Daisy secamente. Estaba cansada y él se estaba comportando como un hermano mayor o un tío, o alguien igualmente aburrido. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 94-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —¿Por qué te enfadas? Debes estar cansada, ¿no? Hay un poco de tarta en la nevera, sólo hay que calentarla. Y un pudding de leche para los niños. Acuéstate temprano, Daisy. Janet bajó con los niños entonces y esperar que el té estuviera preparado. Daisy se daba cuenta de que Jules se sentía relajado allí. Debía tener bastante práctica en ese tipo de situaciones debido a su trabajo... Después del té, se levantó para irse. Se despidió de Janet y dijo a Daisy que se verían al día siguiente. —Vendré mañana a buscarte, Daisy. Tengo que ir a Plymouth por la mañana, pero puedo estar aquí hacia las seis. —No voy a poder... —comenzó Daisy. —¡Claro que podrás! —aseguró él, y esbozó una sonrisa que hizo palpitar el corazón de la muchacha. Después de que él se marchara, Daisy miró a su prima. —Pensaba estar hasta que Jack volviera. ¿Podrás arreglártelas tú sola? —Claro que sí. Ya estoy recuperada y los niños también. Jack vendrá por la mañana. Has sido un ángel y el señor der Huizma es maravilloso. ¿Estás segura de que no está enamorado de ti? —Quizá un poco sí, pero se va a casar con una mujer en Holanda. —Holanda está muy lejos y tú estás aquí. Ahora preparemos la cena. No me ha dejado pagar nada, me dijo que era un regalo por aceptarlo como invitado. Cuando Jules llegó al día siguiente, Daisy estaba ya preparada. Llevó flores a Janet y un juguete para cada uno de los niños. Luego, Daisy y él se marcharon. Jules no habló demasiado durante el viaje, y cuando lo hizo, fue de cosas impersonales. Daisy, que no quería afrontar una nueva despedida, no estaba de buen humor. Cuando llegaron a su casa, él la acompañó y estuvo un rato hablando con sus padres. Después, Daisy fue con él hasta la puerta, pensando que sería otra despedida, quizá la última. Quizá hasta la besara... Pero no lo hizo. Le dio la mano brevemente y se marchó. Daisy fue al salón, habló con sus padres sobre su estancia con su prima y luego se fue a su habitación. Tenía dos días libres, debido a que su padre había contratado a una mujer para que la sustituyera y ésta se quedaría dos días más. A la mañana siguiente, cuando Daisy se despertó, se quedó en la cama sin saber qué hacer. No quería ir a la playa por si veía a Jules de nuevo. Así que decidió ayudar a su madre. Primero fue al supermercado que había al lado de la iglesia. Era muy temprano y no había casi clientes. Daisy preguntó al propietario por el asma de su esposa y por sus hijos. Luego, agarró un carrito y fue a hacer la compra. Estaba tratando de alcanzar un paquete de té, que siempre estaba en el estante más alto, cuando alguien se lo alcanzó. Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 95-96 Betty Neels – Sentimientos Encontrados —¿Uno o dos? —preguntó Jules. Daisy se dio la vuelta y lo miró. Ya era demasiado. ¿No podía dejarla en paz? Y así se lo dijo en voz alta. —He venido a Inglaterra porque quería hablar contigo. No pude hacerlo en Totnes, así que me he visto obligado a venir de compras contigo. Daisy puso dos latas de tomate frito italiano en el carrito. —Pues no sé qué quieres decirme, pero aquí tampoco podemos hablar. —¡Claro que podemos! No es el entorno ideal, pero no tengo tiempo para buscar un paisaje romántico. Jules puso dos latas de espárragos en el carrito y luego añadió un paquete de ravioli. Daisy eligió un paquete de café y él, para no ser menos, añadió tres de comida para gatos. —No tenemos gatos. —Pero Jette tiene un gato que acaba de tener cachorros. Iban caminando despacio entre las estanterías, la lista fue olvidada, aunque de vez en cuando Jules añadía algún producto al carrito. Al final de uno de los estrechos pasillos, Jules puso su mano sobre una de las de ella. —Mi querida niña, ¿no te vas a quedar quieta un minuto para que pueda decirte que te amo? He venido hasta aquí sólo para decírtelo... Daisy lo miró sorprendida. —¿Y Helene? —Helene ha roto nuestro compromiso. Se va a ir a California con un hombre llamado Hank. —¿Tú la amabas? —No. Sólo estuve algo enamorado al comienzo de nuestra relación. Pero luego, cuando te vi caminar por la orilla del mar, me enamoré locamente de ti y no puedo olvidarte, amor mío. Yo pensé que no iba a tener la suerte de ser correspondido, pero la última vez que nos despedimos, dijiste mi nombre con una tristeza... ¿Quieres casarte conmigo, Daisy? ¿Y aprender a amarme como yo te amo a ti? —¡Oh, Jules! —exclamó Daisy. Jules la tomó en sus brazos y la besó una y otra vez. —Claro que sí, Jules. Por supuesto. Te amo desde hace mucho tiempo. La besó de nuevo y el propietario del supermercado, que los había estado observando a una distancia prudencial, agarró el carrito y comenzó a sacar los productos uno a uno. Era un hombre muy romántico y le caía muy bien Daisy, pero el negocio era el negocio. Y desde luego, aquel día comenzaba muy bien. Fin Escaneado por Corandra y corregido por Mariquiña Nº Paginas 96-96