DECRETOS DE NUEVA PLANTA Los Decretos de Nueva Planta (DNP ) son un conjunto de decretos promulgados por el rey Felipe V, por los cuales quedaron abolidas las leyes e instituciones propias del Reino de Valencia, del Reino de Aragón, del Principado de Cataluña y del Reino de Mallorca, todos ellos integrantes de la Corona de Aragón que se había decantado por el Archiduque Carlos, poniendo fin a la estructura compuesta de la Monarquía Hispánica de los Austrias. La "Nueva Planta" también fue aplicada a la organización jurídica y administrativa de la Corona de Castilla. Formalmente los Decretos eran una serie de Reales Cédulas por las que se establecía la "nueva planta" de las Reales Audiencias de los estados de la Corona de Aragón y a la Corona de Castilla. En 1700 la Monarquía Hispánica de los Austrias, conocida oficialmente como la Monarquía Católica, continuaba siendo un conglomerado dinástico de diversos "Reinos, Estados”. Los reinos constituyentes continuaban después de su unión siendo tratados como entidades distintas, de modo que conservaban sus propias leyes, fueros y privilegios. La consecuencia de todo ello era que el rey católico no tenía los mismos poderes en sus Estados. En la Corona de Castilla gozaba de una amplia libertad de acción debido a la debilidad de las Cortes de Castilla, sin embargo en Aragón, el poder real estaba limitado por leyes e instituciones propias. El testamento de Carlos II instaba a Felipe V a continuar con la organización del Estado tal y como los Austrias la habían mantenido. Pero la alineación de la Corona de Aragón al lado del bando austriaco en la Guerra de Sucesión, hizo que todo cambiara. 'Una de las primeras ventajas que el rey mi nieto obtendrá sin duda de su sumisión [de los estados de la Corona de Aragón] sería la de establecer allí su autoridad de manera absoluta y aniquilar todos los privilegios que sirven de pretexto a estas provincias para ser exentas a la hora de contribuir a las necesidades del Estado' (Luis XIV) El 29 de junio de 1707 Felipe V promulga el Decreto de Nueva Planta en el que declara «abolidos y derogados todos los referidos fueros, privilegios, práctica y costumbres hasta aquí observados en los reinos de Aragón y Valencia, siendo mi voluntad que estos se reduzcan a las leyes de Castilla, y al uso, práctica y forma de gobierno que se tiene y ha tenido en ella, y en sus tribunales sin diferencia alguna en nada». El proceso culmina el 15 de julio cuando Felipe V liquida el Consejo de Aragón. el decreto en base a tres argumentos: • El primero, la ruptura del juramento de fidelidad hecho al rey —por la rebeldía que cometieron, faltando enteramente al juramento de fidelidad que me hicieron. • El segundo, el dominio absoluto del que gozaba el rey en todos los reinos y estados de su Monarquía y uno de los principales atributos de la soberanía es la imposición, y derogación de las leyes, las cuales, con la variedad de los tiempos y mudanzas de costumbres podría yo alterar— . • Y el tercero el derecho de conquista que le permitía imponer su ley en los territorios vencidos —del justo derecho de la conquista. Resumiendo, los Decretos de Nueva Planta, intentan una nueva organización política y administrativa en todo el Estado, siguiendo el modelo centralista de la monarquía absolutista francesa. Consecuencias de los Decretos de Nueva Planta El desenlace de la Guerra de Sucesión Española supuso la entronización de la nueva dinastía borbónica, a costa de la pérdida de sus posesiones en Italia y los Países Bajos, Gibraltar y Menorca, y de la pérdida del control del comercio con el Imperio de las Indias, a causa de la concesión a los británicos del asiento de negros y del navío de permiso. A nivel interno Felipe V puso fin a la Corona de Aragón por la vía militar y abolió las instituciones y leyes propias que regían los estados que la componían, instaurando en su lugar un Estado absolutista,centralista y uniformista, inspirado en la Monarquía absoluta de su abuelo Luis XIV y en algunas instituciones de la Corona de Castilla. Se puede afirmar que los grandes derrotados de la guerra fueron los austracistas defensores no sólo de los derechos de la dinastía de los Austrias sino del mantenimiento del carácter "federal" de la Monarquía Hispánica. La llegada de los Borbones a la Corona española supuso un cambio radical en la concepción de la Monarquía de España: desde que los Reyes Católicos firmaran el segundo Tratado de los Toros de Guisando, se había establecido que los ocupantes de las coronas reunirían sus territorios in persona regis, manteniendo cada uno de ellos sus particularidades jurídicas y de gobierno. Estas peculiaridades fueron conservadas, aunque con modificaciones, por la Casa de Austria, pero fueron eliminadas por Felipe V tras su victoria en la guerra, excepto para el Reino de Navarra, el Señorío de Vizcaya, Ãlava y Guipuzcoa, que mantuvieron sus fueros e instituciones propias al haberse mantenido fieles a la causa borbónica Al recibir los territorios de Carlos II en herencia, y tras la guerra de sucesión, Felipe de Anjou y sus consejeros, apoyados por la corte del Rey Sol, abordaron la modificación del estatus jurídico y administrativo de sus territorios, para acercarlo al modelo centralista y absolutista de la Monarquía Luis XIV. Para desarrollar este programa político se marcaron los siguientes objetivos: • Unificar las formas de gobierno en todos los territorios, lo que significaba la desaparición de las instituciones propias de los estados de la Corona de Aragón, sustituidas por otras nuevas que seguían el modelo castellano o francés, y la centralización del poder en las manos del monarca. Lo que irá acompañado de la creación de un corpus jurídico común —las leyes de Castilla, lo que significaba la abolición de la mayor parte de los fueros, regímenes jurídicos y privilegios privativos de los reinos y estados no castellanos. • Eliminar los privilegios de extranjería, lo que significaba que no habría distinción entre castellanos, aragoneses, catalanes, valencianos y mallorquines a la hora de ocupar cargos en la Monarquía, las Indias y las distintas "provincias". Esto también supondría la eliminación de fronteras y aduanas interiores, facilitando el comercio. • Crear nuevas instituciones de gobierno que respondan a esta nueva organización, El programa de reformas se rige, además, por una serie de criterios: • Asegurar el poder supremo del Rey. • Someter a todos sus súbditos a un mismo ordenamiento jurídico, el de Castilla. • Mantener, hasta el límite de lo posible, las divisiones, instituciones y nombres tradicionales. De esta manera, por ejemplo, el Consejo de Indias, aunque mantenga su nombre, pasa a ser básicamente un Tribunal Supremo para los pleitos de Indias, en cuanto las Leyes de Indias entran en conflicto con el derecho común castellano, mientras que la mayoría de sus funciones anteriores pasan a ser responsabilidad de la secretaría de Estado de Indias . • Realizar los menos cambios legislativos posibles. Las consecuencias de este programa absolutista y centralista se concretaron en: • La desaparición de los antiguos reinos (salvo el de Navarra) y el nacimiento de las provincias; la generalización y la reorganización interna de los virreinatos, gobernaciones y capitanías generales en América. • Que el Consejo de Castilla (solo "de Castilla" en el nombre) pasa a asumir todas las tareas de gobierno (salvo en Navarra). El resto de consejos ven reducida su labor a aspectos judiciales y se les quitan las atribuciones gubernativas en beneficio de las secretarías de Estado . • La integración en las Cortes de Castilla, de representantes de Aragón, Valencia, Cataluña y Mallorca. • La aplicación de un solo derecho común castellano para todos los súbditos, con la consiguiente anulación de usos y costumbres y de derechos particulares (siempre que entren en conflicto con la legislación común) y la unificación del derecho procesal. • La aplicación de una sola lengua administrativa: el castellano, excepto en la Sala de Vizcaya de la Audiencia de Valladolid, en la que se permite el uso del eusquera