Los sueños eróticos están detrás de una máscara

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LECTURAS RECOMENDADAS
Los sueños eróticos están detrás de una máscara
Ilustración de 'Relato soñado'. (Nórdica)
Marta Sanz 06/07/2013 (06:00)
Arthur Schnitzler nació y murió en Viena. Se dedicó a la medicina, además de a la escritura, y su
obra fue elogiada por Sigmund Freud a quien conoció en el último tramo de su vida. Arthur
Schnitzler es el artífice de una de las novelas cortas más fascinantes de la literatura del siglo XX. Se
titula Relato soñado y en ella se basó Stanley Kubrick para rodar su última e inacabada película,
Eyes Wide Shut.
Acantilado ya había publicado el texto de Schnitzler, pero ahora Nórdica lo edita de nuevo con esa
letra de color verde que nos prohibían en el instituto para escribir los exámenes. Nosotros
sabíamos que un examen escrito con una tinta que no fuera azul o negra acentuaba el cansancio de
un profesor que nos bajaría la nota por culpa de una decisión cromática desacertada.
La edición de Nórdica va precedida de la versión del relato que hace el ilustrador alemán, Jakob
Hinrichs. Una novela gráfica. Resulta interesante comprobar las transformaciones que se producen
de un código a otro, de un género a otro, de un momento a otro de esa historia en la Historia.
Indicios subliminales, hipnosis y baldosas amarillas
No voy a detenerme demasiado en la película de Kubrick. En muy pocas ocasiones el director tendría
entre las manos un texto tan misterioso para adaptar al cine. Con ese poder de sugerencia que
enfrenta a exegetas de distintos bandos. En su ensayo Eyes Wide Shut. Los sueños diurnos
(Ediciones de la Mirada) Hilario J. Rodríguez indaga en el texto fílmico de Kubrick: allí encontrarán
algunas claves para moverse con soltura por estos laberintos de paredes pegajosas. Los de
Schnitzler.
Los de Kubrick, a quien le gustaban mucho las interpretaciones lábiles. Movedizas. Los símbolos
oscuros. Le sucede en Eye Wide Shut, en El resplandor, en 2001: Una odisea en el espacio, en La
naranja mecánica… A Kubrick le gustaba lanzar mensajes susceptibles de ser descodificados de
formas demoniacas, absurdas, políticas, meta-cinematográficas. Etcétera. Wikipedia habla de
“representaciones simbólicas” e “indicios subliminales”. No sé. Desconfío de los “indicios
subliminales”.
En realidad, desconfío de todo lo que lleva el adjetivo “subliminal”. Incluso cuando éste se utiliza para
describir cómo cierto tipo de texto publicitario nos lava el cerebro sin que nos demos cuenta. Me da la
impresión de que a menudo somos responsables de lo que nos pasa, incluso más de lo que
estamos dispuestos a admitir.
También acabo de recibir Metrópolis (Gallo Nero) de Thea von Harbou, mujer y
colaboradora de Fritz Lang con quien firmó el guion del El testamento del
Doctor Mabuse, una adaptación cinematográfica de ese personaje, maestro del
disfraz, la hipnosis y la telepatía (¿lo subliminal?) concebido por el escritor
luxemburgués Norbert Jacques. En esto de la cultura es evidente que la
intertextualidad y la libre asociación funcionan.
Volviendo a Kubrick, lo cierto es que, si hay un original literario lleno de rastros y
palimpsestos misteriosos, ése es el Relato soñado de Schnitzler. El libro de
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Schnitzler está recorrido por un camino de baldosas amarillas como El
maravilloso mago de Oz de L.F. Baum: una obra donde el sueño de Dorothy
también es un viaje, una epifanía, una revelación. Otra obra polisémica llevada
al cine. Como Alicia que sale en estas recomendaciones un día sí y otro
también posiblemente a causa de su riqueza semántica. Baldosas amarillas. Un camino. Un
significado que no es unívoco. Todo eso está en Schnitzler, pese a que no le gustara que sus obras
se redujesen a interpretaciones freudianas y prefiriese una aproximación literaria a su significado.
Schnitzler versus Hinrichs
La novela de Schnitzler suena como un impromptus. El lector va dejándose llevar por la cadencia de
una prosa en la que el médico Fridolín monopoliza cada plano. Creo que es un libro que trata de la
destrucción del amor conyugal. Pero puede tratar también de los curiosos caminos que afianzan
un matrimonio después de ponerlo en peligro. De los secretos y de la sexualidad, inhibida o
desinhibida, de cada miembro de una pareja. Porque una pareja siempre son dos. Distintos.
Separados. Por mucho que se unan en la cópula y se perpetúen en los hijos. Creo que es un libro
que trata de la destrucción del amor conyugal. Pero puede tratar también de los curiosos caminos
que afianzan un matrimonio después de ponerlo en peligro
Relato soñado aborda la cuestión de los sueños individuales y de los sueños eróticos individuales.
De la imposibilidad o de la inconveniencia de habitar o de interferir en el sueño del otro. Nunca debe
despertarse a los sonámbulos. Trata de la identidad y la máscara. De las represiones. De cómo la
identidad se construye en la máscara y en las represiones. De la naturaleza profundamente sexual
del ser humano. Tanto en el caso de los hombres como en el de las mujeres: Albertine, la esposa de
Fridolín, está en casa, pero sus sueños y sus narraciones la convierten en una mujer poderosa.
Hiriente. Amable en la misma medida que odiable.
Trata de la conveniencia o inconveniencia de articular determinados relatos. Del límite de la
confianza y la sinceridad. Y de si el amor tiene que ver con esa confianza y esa sinceridad. O
acaso el amor es solo una pulsión instintiva. Relato soñado trata del relato como sofisticada forma de
la crueldad y de cómo en los sentimientos eróticos siempre anida la larva del odio. Del peso de las
aventuras que no se han llegado a consumar completamente.
Llevándolo al terreno de la metáfora sabinista, “solo queman los besos que no has dado”. O algo
similar. Trata de la expiación y la renuncia. De los vívidos deseos que son siempre los deseos
incumplidos. Relato soñado es un libro sobre el amor y la muerte, es decir, sobre el sexo, y sobre si
el sexo se muere en la pareja o, por el contrario, la pareja es el lugar más sucio para practicar
modalidades del sexo más extremo que se vinculan con las ganas de herir o poseer o llevar la
situación hasta un límite imaginativo después del cual todo puede acabarse. O anudarse muchísimo
más fuerte.
Relato soñado es un viaje a través de la noche que aborda el peligro, la infidelidad, la prostitución, el
sexo grupal y sectario, la ninfomanía, la explotación sexual, el gusto por las mujeres demasiado
jóvenes, por esas que tienen cara de niña y quizá aún lo son. Fridolín vuelve al lugar de sus
crímenes –en sentido figurado-: una villa, el vestíbulo de un hotel, un sórdido apartamento, el
lecho conyugal, el depósito de cadáveres, para constatar los peligros del sexo, de los sueños y de las
instituciones sentimentales. En ese filo productivo entre la vigilia y el sueño donde aún las pesadillas
se recuerdan se mueve la narración de Schnitzler: parece brumosa pero, entre la niebla, de pronto,
aparecen imágenes chillonas. Extraordinarias. Indelebles.
La adaptación de Hinrichs renuncia a la sutileza y deforma kafkianamente el mundo de Schnitzler.
Los personajes se convierten en cucarachas y gusanos, crisálidas que anidan dentro de los muertos,
bacterias ampliadas por el microscopio. Los cuerpos del deseo se podrían comer: son algodón de
azúcar. Y la perturbación, la posibilidad de romper la norma y vulnerar el tabú, resultan mucho más
evidentes: así ocurre, por ejemplo, en las impactantes viñetas que comparten Fridolín y Mizzi.
El Relato soñado de Hinrichs no discurre sobre la cadencia musical –hipnótica, reiterativa,
concatenada- del impromptus, sino que lo pauta y lo sincopa el ritmo de un tambor. O el aullido
disonante de los saxofones. Domina una forma expresionista del negro. Los rostros son máscaras
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picudas y zoológicas. El instinto excede los límites afables de la civilización. Hinrichs no pretende
ser elegante. Es un hermoso contrapunto al texto de Schnitzler que consigue que lo perturbador se
vuelva abiertamente molesto.
Uno de los primeros libros que leí en mi vida
No quiero cerrar las recomendaciones de hoy sin mencionar un ensayo sobre el
sueño en el romanticismo y una novela corta donde sexualidad, sueño, locura y
muerte forman un cuadrilátero irrompible. El ensayo es El alma romántica y el
sueño, un magnífico recorrido por el tema a partir de los autores más relevantes
del movimiento romántico alemán y francés. Lo publicó Albert Béguin en 1937.
Y lo tradujo al español el Fondo de Cultura Económica en los años setenta: el
libro se pude adquirir aún a través de internet.
La novela es Aurelia (Alianza) de Gerard de Nerval. Béguin analiza el texto en
su ensayo, pero yo me siento unida a Aurelia por una razón personal: creo que
éste fue uno de los primeros libros literarios que leí. Nerval en el dibujo del
sueño o del delirio recurre a una simbología familiar para los amantes del género
fantástico: la amada muerta, Eurídice, el fetichismo, la insinuación necrófila, el
tema del doble, del otro, el avatar y el espejo, la imagen de Aurelia que habla
desde el fondo del azogue oscuro, el microcosmos como reflejo del macrocosmos, la dualidad del
cuerpo y el alma, del amor y la muerte como formas de desintegración de un yo confuso, resbaladizo,
instalado en el aletargamiento o la enajenación, enfermo moral y psíquicamente. Un libro mucho más
que fascinante.
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