4. el nacional domingo 4 de noviembre de 2012 150añosdelnacimientodeArthurSchnitzler(1862-1931) Karl Krispin E ra el reino de la doble KK, Kaiserlichund Königlich (imperial y real), fórmula con que los funcionarios del Imperio ornaron sus comunicaciones y normas de entendimiento. Desde el Congreso de Viena hasta 1914, los austriacos descifraron su hora más fina. Y no se dedicaron como sus altaneros pares europeos a conquistar colonias en ultramar y a pensar que tenían una misión que fuese más allá del Viejo Continente. Por lo contrario, construyeron un mosaico de diversidad, una especie de Roma centroeuropea y allí convivieron pese al hieratismo de su sociedad de castas, austriacos, húngaros, checos, eslovenos, eslovacos hasta los sucesos de Sarajevo y el desbordamiento del humor militar del Káiser Guillermo II. Todo parecía salvado para nunca acabar. En esa sociedad de correcciones y modales, los jóvenes se dejaban crecer la barba y adoptaban una pose de gravedad para parecer mayores porque el Imperio honraba la experiencia y nada era más preciado que la madurez. En esa vasta geografía donde circulaban el Elba y el Danubio, se produjo un fenómeno de inmensa estabilidad, un mundo que parecía mantenerse apartado del riesgo del cambio. Todo parecía diseñado con criterio de eternidad y lo establecido prometía que la alteración no visitaría sus linderos. Stefan Zweig lo escribió con nostalgia y dolor viendo cómo ese mundo que parecía inmutable se agrietaba para siempre y desdecía lo que alguna vez creyó que “fue la edad de oro de la seguridad”. Junto a la repostería del café y una tradición culinaria de altura, surgieron grandes artistas como Klimt, Egon Schiele; músicos como los Strauss, Franz Schubert, Hugo Wolf, Gustav Mahler; escritores como von Hoffmanstahl, Rilke, Zweig, Schnitzler; pensadores como Karl Popper; filósofos del lenguaje como Ludwig Wittgenstein y juristas como Hans Kelsen. En el Imperio vivió también Theodor Herzl quien ante la discriminación del pueblo judío se figuró reunirlo en Palestina. En la elegante Viena de leontina, sombrero y bastón, las barbas más cuidadas del planeta incorporaron la psique como discusión y el doctor Sigmund Freud contrabandeó el sexo en todas sus neuronas. Los austriacos habían visto caer bajo la guillotina al Rey y a la Reina de Francia, la austriaca como despectivamente la nombraba el pueblo de París y bajo la tutela de su sagaz diplomático Klemens von Metternich se juraron que diseñarían una Europa a prueba de Napoleones y un imperio que sobreviviese a la conjura de la revuelta. La primera daga hundida en el corazón nacional se la dieron los prusianos en 1866 con la batalla de Sadowa donde sus primos alemanes advirtieron sobre quien tomaría las decisiones en el continente. La segunda fue la Primera Guerra Mundial que desmembró el Imperio. La tercera fue un oscuro cabo nacido entre sus fronteras que anexó al país al totalitarismo nazi y causó la diáspora de esa generación brillante, tal vez la generación de artistas y creadores de mayor luminosidad en la Europa continental. Viena fue subordinada a Berlín y con el fin de la Segunda Guerra Mundial los austriacos estuvieron a punto de pensar en soviético cuando los camaradas del Ejército Rojodesfilaron ante el Palacio de Schönbrunn. Ya nunca más sería la Viena de Zweig o de Freud sino una zo- El regreso de Casanova El regreso de Casanova Arthur Schnitzler Acantilado barcelona, 2004 na ocupada y sombría en la que Graham Greene hace aparecer a su Tercer hombre. Cuando al doctor Freud lo visitó la Gestapo y reconoció las bondades de abandonar Viena, comentó irónicamente a la prensa: “Recomiendo vivamente a la Gestapo”. Arthur Schnitzler (1862-1938) es uno de esos escritores memorables de esa época de oro. A diferencia de muchos judíos austriacos, nunca abandonó su religión que le hubiese reportado mayores significaciones y reconocimientos. Una de las cosas que tuvo que hacer el compositor Gustav Mahler fue convertirse al catolicismo para poder optar al rol de titular de la Ópera de Viena. Aunque agnóstico, Schnitzler prefirió la lealtad a sus raíces y no se embarcó en un cambio de piel para complacer a los antisemitas. Se graduó de médico y ejerció la consulta privada pero no fue su devoción a la ciencia lo que lo hizo ilustre en este ancho mundo. Se le conoce fundamentalmente como dramaturgo y novelista. En una de sus obras ridiculiza el sentido de honor del ejército austriaco y pone a un oficial ante el dilema del suicidio al ser insultado por un panadero. La gracia le costó su expulsión del ejército en su calidad de médico asimilado. Su obra fue vasta y pocos saben que una obra suya, Traumnovelle, inspiró al realizador americano Stanley Kubrick para la última película que llevó a cabo, Eyes Wide Shut, en que como en el filme un marido, el doctor Trevolin, se ve impactado por las confesiones de su mujer que tiene fantasías sexuales con otro hombre y en seguida el personaje se ve envuelto entre un submundo de orgías y sexo. Si algo tuvo la Viena de esos años fue de haber desacralizado al sexo para poder examinar sus rutas en una mesa de disección cultural. El propio Schnitzler tuvo una vida disipada y sus biógrafos cuentan que su padre, médico como él, al descubrir sus escapadas juveniles comenzó a mostrarle esclarecidas láminas que describían los estragos de la sífilis y otras reproducciones venéreas. Lo cierto es que como escritor y dramaturgo incorporó con naturalidad el tema del sexo y fue autor de una pieza que estuvo prohibida donde un hombre y una mujer se exploraban en la desnudez del lecho. Una de sus obras últimas es la incomparable El regreso de Casanova que escribe con genio y trastocando la historia de un Giacomo Casanova ingresando en el preámbulo de su vejez. La historia se desarro- lla entre Mantua y la propiedad de un próspero amigo con cuya esposa y suegra el astuto italiano ha compartido las sábanas años antes. Casanova se encuentra de paso, atendiendo la invitación del signore Olivo. Es casi pobre de solemnidad y está a la espera de una respuesta del Gran Consejo deVenecia, su ciudad natal, a la que tiene 25 años sin regresar por sus tropelías libertinas. En la casa donde se aloja se dedica al juego con el que pierde y gana y a lo que nunca su naturaleza le ha permitido renunciar: el sexo. Sólo que esta vez las arrugas le han historiado el cuerpo y Casanova cae en el peor de los pecados: se enamora de la sobrina de su anfitrión que no es una mujer cualquiera, porque es culta, bella y arrogante y discute de los grandes temas que entusiasman a Casanova en particular de cómo desacreditar intelectualmente a Voltaire. La joven no le hará caso nunca y eso humilla al viejo zorro que intentará el provecho de comprarla. Los venecianos están dispuestos a perdonar a Casanova con el peor precio imaginado: quieren convertirlo en espía de la ciudad para que denuncie a los librepensadores que comenzaban a agitar sus canales. Ello significa para Casanova la traición de sus ideales libertarios. Schnitzler aclara que es un relato imaginario pero también señala que a Casanova se le tuvo en una época como espía al servicio de Venecia, lo que significa que el una vez iluminado cayó ante la compra de su conciencia. En el ínterin Casanova piensa en la posibilidad veneciana y concluye que la riqueza lo es todo: él que no le ha rendido devoción al dinero porque ha dilapidado sus ducados de oro por las doncellas. Hasta su búsqueda de escribir una obra que le dé reconocimiento más allá de sus aventuras, le parece subalterno si se le concediera la posibilidad de abrazar a la mujer de quien se ha prendado. Como en los versos finales del Fausto, el eterno femenino lo sigue persiguiendo bajo la trampa del amor y dice el personaje: “Mujeres… mujeres por todas partes. Por ellas lo había abandonado todo en todo momento”. El deseo sigue rondando pero esta vez la marca de su edad lo traiciona. En el momento cumbre del constreñimiento de los sentidos, Casanova recurre a lo que tanto hizo: se disfraza del amante de su deseada con quien ha convenido negociarla a cambio de pagarle una deuda de juego e ingresa como un impostor en la habitación de la mujer. Pero ella lo descubre y lo rechaza con desprecio “y lo que leía en la mente de Marcolina no era lo que hubiese preferido mil veces leer: ladrón, libertino, canalla; sólo leía una cosa –algo que lo aplastaba más ignominiosamente que lo que hubieran podido hacer todos los demás insultos –; leía la palabra que era para él la más terrible de todas, porque significaba su sentencia definitiva: viejo”. Elregreso de Casanova es de los últimos años del escritor. Este erotismo otoñal que Schnitzler personifica en Casanova quizá sea también el otoño de su ciudad,lapenúltimaestaciónde un país que ve desaparecer sus glorias y pretéritos. El Imperio probablemente envejeció. Aquella época de la seguridad se venció. La doble KK se extravió como sus documentos y queda la añoranza de que la impresionante ciudad a la que hoy en día se califica como uno de los sitios de mayor nivel de vida del planeta, vuelva a juntar los lustrosos nombres con los que se exhibió como condominio estelar de la humanidad. s .5 domingo 4 de noviembre de 2012 el nacional Notas para una poética del desencanto Harry Almela Hay obras que ofrecen claves para registrar la futilidad del ser humano y que saben sobrevivir al entorno en el que fueron creadas. Al añadir su interpretación y encontrar su espejo puntual, cada generación los va convirtiendo en clásicos. Es decir, el carácter de clásico no reposa en las frías páginas de un libro, sino en esa posibilidad ofrecida a los lectores del futuro de transcribir el imaginario literario a partir de las claves de su presente. En días de crisis y declinación del proyecto de la modernidad, es difícil escapar de esa sensación que surge feroz en la Viena de los Habsburgo entre finales del siglo XIX y el final de la Primera Guerra, y que Hermann Broch resumió en la célebre frase el gozoso apocalipsis. El destino del barón Von Leisenbohg revisa con un microscopio tales desventuras. Cada uno de los trece relatos que conforman el volumen funciona como una pequeña máquina, exacta y precisa en su mecanismo. Expone no sólo a minuciosos personajes rodeados de objetos, o a la naturaleza convertida en paisaje, sino lo sustantivo de una manera de mirar el mundo que trasciende la orgía preciosista de una sociedad a punto de derrumbarse por su propio gusto y peso, gracias a su eficaz y victorioso manejo de la máscara y de la hipocresía. Adheridos a su disfraz, los héroes padecen el inevitable tránsito hacia su caída, como cualquier precario Edipo que al intentar huir de su destino, lo cumple El destino del barón Von Leisenbohg Arthur Schnitzler Selección y traducción de Berta Vias Mahou Acantilado Barcelona, 2003 irremediablemente. Los cuentos están escritos en clave de tragedias. Personajes de todo pelaje concurren a estos thriller donde se narran los pequeños desamparos humanos que constituyen, desde los griegos hasta nuestros días, la cotidiana lucha entre lo instintivo y lo socialmente acepta- ble. Doctores en El hijo y en La muerte del soltero, aristócratas en La predicción, clases medias en Los muertos no hablan, trashumantes y mendicantes en El ciego Gerónimo y su hermano. En fin, una ralea de caracteres que padecen sus minúsculos dramas como marionetas independientes de su autor, pero ateridos por sus actos y sus miserias. Desde sus pequeños desastres cotidianos, los protagonistas caen en desgracia como si no hubiese solución amigable. El amor, la traición y la muerte, lo escondido y oculto bajo la prolijidad de los detalles, construyen esta poética del desencanto que Arthur Schnitzler aprendió paralelamente a manejar en su extensa dramaturgia. Es necesario acotar que cualquiera de estos relatos conjetura guiones cinematográficos, arte que comienza a convertirse en espectáculo de masas justo en aquellos años y que Schnitzler también explora como guionista. Walter Benjamín define al flaneur como aquel sujeto que observa las calles de la ciudad con la actitud de un dandy. Arthur Schnitzler es un flaneur del alma moderna, recostado tímidamente en la zona de quien ha comprendido que debe ser solidario con alguna causa perdida y explora hasta la náusea el juego de apariencias que es la modernidad. Resulta extraño que Borges no lo cite en alguna de sus reseñas literarias. Le hubiese fascinado. Tanto como a su contemporáneo y coterráneo Sigmund Freud.s Una puerta a lo psicológico José Antonio Parra La riqueza de la literatura austriaca es harto conocida; son así exponentes de una larga tradición autores como Kafka y Rilke, entre otros. No obstante, quisiera hacer una aproximación a la literatura de esos territorios a través de la mirada y la experiencia de Arthur Schnitzler (1862-1931), quien hizo importantes contribuciones al género de la narrativa y la dramaturgia. Proveniente de una familia en la que había un predominio de médicos, esta figurase hizo galeno a la par que escritor. No obstante, en su obra literaria hay una aproximación a lo psicológico de los personajes mediante el monólogo interior y el denominado estilo indirecto libre, en el cual el narrador se acerca a la constelación de los espacios del alma de los protagonistas. De hecho, el propio Sigmund Freud se convirtió en un entusiasta admirador de la obra de Schnitzler. Sin embargo, el literato fue crítico de ciertos aspectos de la obra del padre del psicoanálisis como las pulsiones y el complejo de Edipo. En su narrativa se puede observar un predominio de la prosa con imágenes potentes y una rítmica intensa. Pero también existen en su estilística trabajos que fueron tildados de escandalosos por la tensión erótica; tal es el caso de su pieza dramática de 1896, La ronda. De la misma manera, fue polémica su novela corta El teniente Gustl de 1900, en la que ridiculiza el sentido del honor militar y por lo cual tuvo ciertos ataques La señorita Else Arthur Schnitzler Acantilado Barcelona, 2001 Morir Arthur Schnitzler Acantilado Barcelona, 2004 desde el stablishment. Pero en esta oportunidad me centraré en dos de sus novelas cortas: La señorita Else y Morir. En la primera, el creador expone un panorama desolado en el que flotan ideas que fluyen desde la interioridad de los personajes hasta hacerse manifiestas. De esta forma se abre la intriga alrededor de la joven Else mientras la misma pasaba unas tranquilas vacaciones en un hotel de la frontera austro italiana. La tensión pone en evidencia atmósferas amargas y la llegada de una carta de su padre rompe el tono armónico de los pasajes suaves de las vacaciones de la protagonista. En torno a Morir, se trata de un relato que engancha al lector desde el momento en el que uno de los personajes, Félix, le confiesa a su amada que tenía una enfermedad mortal y que sólo viviría un año más. De esta manera se establece una confluencia de discursos que dejan en la incertidumbre a los protagonistas. La desconfianza, lo equívocos y lo especular plantean una contraposición entre el amor y la muerte. Las descripciones y las ricas texturas que uno encuentra en el relato evidencian lo demoledor de la situación que viven los personajes hasta llegar a un límite en el que el mismo hilo de la vida se hiperboliza. De modo pues que Arthur Schnitzler pone de manifiesto una oportunidad para el lector atento de encontrar una nueva dimensión de lo psicológico, así como de la deconstrucción de lo anecdótico con miras a exponer aspectos límites de la representación.s Tras Schnitzler: seis pistas “El amor, la traición y la muerte, lo escondido y oculto bajo la prolijidad de los detalles, construyen esta poética del desencanto de Schnitzler” Harry almela Pista 1: Está en la colección Letras Universales, Ediciones Cátedra, del año 1996: El estudio introductorio que hace Miguel ÁngelVega a Ronda y Anatol, los dos ciclos de escenas que escribió Schnitzler (tienen considerable atractivo, en especial las de Anatol, por las sugerencias autobiográficas de las mismas), propone una tesis, con abundante soporte en la vida del escritor, según el cual,“aquella sociedad marcada por la crisis, la decadencia, la vanguardia o el superhombre –de vía estrecha o ancha–, fue objeto de la mímesis poética de Arthur Schnitzler”. En su documentado texto, el escritor es, por encima de todo, un hombre de mundo y, siguiendo ese razonamiento, el representador nato de su época. Pista 2: Fue traducido a nuestra lengua el 2003, por Galaxia Gütenberg. Su autor, quizás el más emblemático de los críticos literarios de la Alemania de nuestro tiempo: Marcel ReichRanicki. Siete precursores dedica su primer ensayo a Schnitzler (el resto: Mann, Döblin, Musil, Kafka, Tucholsky y Brecht). Temas clave: la comparación entre sus producciones cortas y largas; y, por supuesto, el ser un autor que nadó entre las aguas de dos épocas, por lo que tiene más significación para nosotros que para los lectores de su tiempo. Pista 3: Bellísima pieza que inaugura Pútrida patria, la perturbadora colección de ensayos de W.G. Sebald, publicada por Anagrama en 2005. Se destaca la profunda radiografía de lo burgués elaborada por Schnitzler, en los tiempos en que Freud establecía las bases de la cultura del psicoanálisis. Como Reich-Ranicki, también Sebald considera al austríaco como la obertura de la gran literatura escrita en lengua alemana de la modernidad. Pista 4: “Perturbaciones de la visión de la modernidad vienesa”, forma parte de Modernismo después de la postmodernidad, la reunión de ensayos que Gedisa publicó en 2011, del pensador Andreas Huyssen. Lector sofisticado, Hyussen examina el privilegio de la visión en las obras Hofmannsthal, Schnitzler y Musil. La perturbación de la mirada en el espacio público (este ensayo invita a recordar aquí el libro de Martin Jay, cuyo largo título explica su propósito: Ojos abatidos.La denigración de la visión en el pensamiento francés del siglo XX, que destaca la preminencia de la voz –de la escucha– sobre la mirada). Pista 5:Schnitzler fue un consumado corresponsal. Sus cartas no cesan de surgir en archivos públicos y privados. Paidós acaba de reditar sus intercambios con Stefan Zweig. Uno y otros comparten una vocación: la experiencia del viaje. Este cruce de cartas es de dos caballeros en permanente movimiento. Pista 6: Cerramos estas pistas con el que podría ser el ensayo más estimulante y elocuente sobre Schnitzler, escrito en nuestra lengua: “El gozoso apocalipsis de Arthur Schnitzler”, del mexicano Juan Villoro. Esta en el primero de sus libros de ensayos, Efectos personales (2001). Su eficacia es envidiable: 15 páginas que presentan y animan al lector a descubrir al escritor austríaco.