VIERNES 13 21’30 h. UN TRANVÍA LLAMADO DESEO (1951) EE.UU. 122 min. Título Orig.- A streetcar named Desire. Director.- Elia Kazan. Argumento.- La obra teatral homónima de Tennessee Williams. Guión.- Tennessee Williams. Fotografía.- Harry Stradling (B/N). Montaje.- David Weisbart. Música.- Alex North. Productor.- Charles K. Feldman. Producción.- Warner Bross. Intérpretes.Vivien Leigh (Blanche DuBois), Marlon Brando (Stanley Kowalski), Kim Hunter (Stella Kowalski), Karl Malden (Mitch), Rudy Bond (Steve Hubbell), Nick Dennis (Pablo), Peg Hillias (Eunice), Richard Garrick (El doctor). v.o.s.e. 4 Oscars: Actriz principal (Vivien Leigh), Actriz de reparto (Kim Hunter), Actor de reparto (Karl Malden) y Dirección Artística en B/N (Richard Day y George James Hopkins). 8 candidaturas: Película, Director, Guión, Actor principal (Marlon Brando), Fotografía, Banda Sonora, Vestuario en B/N (Lucinda Ballard) y Sonido (Nathan Levinson). Música de sala: Un tranvía llamado Deseo (A streetcar named Desire, 1951) de Elia Kazan Banda sonora original compuesta por Alex North In memoriam KARL MALDEN (1912-2009) Cuando Charles K. Feldman, con financiación de la Warner, se lanzó a realizar la versión cinematográfica de “Un tranvía llamado Deseo”, tanto él como Tennessee Williams insistieron a Kazan para que dirigiese también esta adaptación. A Kazan no le entusiasmaba la idea de trabajar por segunda vez en la misma obra, pero tampoco quiso rechazar la petición de Williams. Puesto a trabajar en el proyecto, pensó en un primer momento en abrir la historia, incluyendo una primera parte donde se contara de un modo más cinematográfico todo el pasado de Blanche. Pero pronto rechazó esa idea, al percatarse una vez más de que la auténtica fuerza de la obra radicaba en su sensación de confinamiento, por lo que terminó realizando una adaptación muy fiel al original teatral. A esto también contribuyó la práctica repetición del reparto teatral (Brando, Hunter y Malden), lo cual supuso para Marlon Brando su consolidación como nuevo valor del cine americano. A este respecto, Feldman sólo exigió que la protagonista femenina recayese en alguien ya conocido en Hollywood, probablemente para compensar la falta de estrellas en el resto del reparto. Se tuvo que sustituir entonces a Jessica Tandy (Los pájaros, Paseando a Miss Daisy) y en su lugar se escogió a Vivien Leigh, que ya había interpretado la obra en Londres bajo la dirección de su marido, Laurence Olivier. La adaptación cinematográfica contó, no obstante, con problemas, pues la historia contenía elementos bastante arriesgados para los estándares permitidos por la autocensura de la industria. Las negociaciones entre Williams, Kazan, la Warner y la M.P.A.A. se resolvieron satisfactoriamente para ambas partes: los primeros lograron mantener implícita la escena de la violación y a cambio retiraron toda referencia a la posible homosexualidad del antiguo marido de Blanche y cambiaron el final, al castigar a Stanley con lo separación de su mujer. Kazan se mostró satisfecho con estos cambios pues aportaban una mayor ambigüedad a la historia, abriendo el final más cerrado de la obra teatral, que terminaba con la vuelta de Stella a los brazos de Stanley. Sin embargo, la “Legión de la Decencia” amenazó con una clasificación condenatoria, lo que llevó a la Warner a realizar pequeños cambios de última hora sin contar con Kazan, algo que provocó enérgicas protestas por su parte1. Consagrada por el éxito comercial, UN TRANVÍA LLAMADO DESEO se convirtió en una inmejorable carta de presentación del “Actor’s Studio” en Hollywood, pues tanto su director como tres de los cuatro 1 La película se reestrenó en 1993 en Estados Unidos, tras recuperar y añadir el metraje retirado en eso últimos cambios hechos a instancia de la Legión. protagonistas provenían de esa escuela y habían trabajado ya en la exitosa versión teatral. La incógnita de esta adaptación residía en la selección de Vivien Leigh como Blanche DuBois, pues se incorporaba a un equipo ya cuajado. Kazan mostró un lógico recelo hacia Leigh y de hecho en las primeras semanas chocaron por su diferente concepción del papel de Blanche. Pero poco a poco Vivien Leigh se fue amoldando al estilo de Kazan hasta conseguir una gran interpretación. Del resto del reparto, el Stanley Kowalski de Marlon Brando se ha convertido con el paso del tiempo en una de las representaciones más arquetípicas de un intérprete del “Actor’s Studio”. Sus manierismos, sus diálogos mal articulados y su intensidad emocional constituyeron toda una novedad en Hollywood y marcaron un hito en la historia de la interpretación en el cine. Brando sorprendió a todos por la agresividad con la que encarnó al personaje de Kowalski, con una fuerza y una transparencia muy ajena a las convenciones habituales, normalmente mucho más medidas en su exteriorización de los sentimientos. Tras la experiencia de Pánico en las calles, Kazan se enfrenta con un trabajo muy distinto a lo realizado por él hasta entonces en Hollywood. La aparente limitación que supone su decisión de traducir fielmente la puesta en escena teatral al medio cinematográfico, no le supone, no obstante, un estancamiento estilístico, pues supo aprovechar las técnicas cinematográficas para reforzar el conflicto dramático de la obra. Así se advierte en el empleo de los primeros planos, en el uso de la iluminación, o en el recurso a composiciones visuales con carácter simbólico, como ocurre por ejemplo en la pelea final entre Stanley y Blanche, que acaba con la rotura del espejo en el que se ve reflejada la cara de Blanche. La experiencia de esta versión cinematográfica supone en la trayectoria cinematográfica de Kazan un punto de giro evidente, pues le obliga a trabajar por primera vez con una historia que no tenía connotaciones de carácter social-reformista ni buscaba ese realismo por el que había abogado en sus primeros trabajos cinematográficos. Con UN TRANVÍA LLAMADO DESEO Kazan comienzo a recorrer otros caminos, en los que la búsqueda del realismo adquiere un sesgo más psicologista. Ya no se trata de conseguir una apariencia externamente realista, sino de adentrarse en la realidad de unos personajes complejos. Para ello Kazan recrea un espacio físico abigarrado, que refuerza el confinamiento de los personajes y provoca su choque inevitable. El apartamento de Stella y el entorno vecinal en que se sitúa lo acción podrían tener una caracterización realista, en su representación de un barrio obrero de una gran metrópoli. Sin embargo, Kazan, apoyado por lo fotografía de Harry Stradling y la dirección artística de Richard Day, dota a ese lugar de un aire recargado, con una ambientación que tiende hacia el expresionismo, ya experimentada en Pánico en las calles, pero ahora empleada de un modo más explícito. La noche se convierte en el ámbito temporal más significativo en este relato de Williams, facilitando así un protagonismo inusitado del claroscuro. De este modo el empleo de la luz y la sombra deja de ser un elemento accesorio y adquiere un protagonismo visual cuyo valor simbólico es subrayado además con frecuencia por los diálogos. Incluso en los escasos momentos en los que la protagonista de la historia, Blanche DuBois, abandona el apartamento de su hermana, Kazan persiste en mantener ese protagonismo del claroscuro. Así se advierte en el primer encuentro en la bolera entre Stella y Blanche, cuando ésta aparta ligeramente el pequeño farol que ilumina la mesa, para evitar su luz demasiado directa. Y de un modo aún más evidente se observa en la conversación entre Blanche y Mitch en los exteriores del local al que acuden de noche. Ahí la luz del farol se suaviza por lo misma noche, efecto acentuado por la bruma que les rodea, que evoca de algún modo el ambiente creado por Blanche en el apartamento al colocar una pantalla china sobre la bombilla desnuda. Una y otra vez se refuerza visualmente la necesidad de Blanche de habitar un mundo filtrado por una luz de fantasía, que le evite una mirada directa a esa realidad de la que intenta huir desesperadamente. Una película tan encerrada en sus decorados y con una ambientación tan recargada no podía pasar por la trayectoria filmográfica de Elia Kazan sin dejar huella. Y aunque sus trabajos posteriores no volverán a tener un carácter tan marcadamente teatral, sí que se observa en ellos una rica integración entre elementos anteriores y los que ahora se han incorporado con la doble experiencia, teatral y fílmica, que supuso UN TRANVÍA LLAMADO DESEO. Así lo vemos especialmente en La ley del silencio y de un modo singular en Baby Doll. El relato sureño de Williams introdujo en el universo fílmico de Kazan a una serie de personajes que apenas habían sido vislumbrados en las historias que hasta entonces había dirigido. La fuerza y singularidad de Blanche DuBois y Stanley Kowalski arrastran la historia hacia caminos nuevos para Kazan, en los que ya no caben las caracterizaciones estereotipadas de acuerdo con unas determinadas convenciones. El propio Kazan lo subrayaba cuando hablaba del trabajo de Williams: “ Todos sus personajes están equivocados y acertados, son magníficos y estúpidos, valientes y débiles (…). No hay tampoco intromisión en el área del misterio y confusión que forma parte de toda alma humana. Él no tiende a dejar las cosas pulcras, a aclararlas, a enderezarlas, sobresimplificarlas”. Así se explica la caracterización de su protagonista, Blanche DuBois, presentada como una persona culta y delicada, pero con una tendencia ninfómana, justificada por su angustiosa soledad. La ambigüedad de este personaje, que se resiste a ser encasillado con facilidad, queda reflejada con especial fuerza poética en la respuesta que Blanche le da a Mitch, cuando éste la rechaza por su falta de rectitud moral: “¡Recta! ¿Qué es rectitud? Una línea puede ser recta, o una calle… , pero ¿un corazón humano?". En este contexto resulta muy ilustrativo el modo en que Kazan compara su enfoque con el que adoptó Harold Clurman para dirigir esta obra: "Él vio a Blanche como una heroína, como representante de una cultura moribunda. Yo no. Yo vi a Blanche como Williams: una figura ambivalente que es atraída por la dureza y la vulgaridad que le rodea, al mismo tiempo que la teme, porque amenaza su vida". Constituye un rasgo común de las películas filmadas por Kazan entre 1951 y 1957, los procesos de desenmascaramiento de personajes cuyas vidas estaban construidas sobre una apariencia. Entre éstos el más prototípico es el de la protagonista de UN TRANVÍA LLAMADO DESEO: Blanche es un personaje a la deriva que busca junto a su hermana Stella un último refugio. En Nueva Orleans, lejos de su tierra natal, nadie conoce su pasado y por ello puede intentar reconstruir su vida sobre esa fantasía que la mantiene en pie. Kazan resume muy bien el conflicto de este relato en sus notas personales para la producción teatral: "Como esta imagen de sí misma no puede ser conseguida en la realidad, ciertamente no en el Sur de nuestro tiempo, de ahí su esfuerzo por conseguirlo en la fantasía. Todo lo que ella hace en la realidad está coloreado por esta necesidad, por esta compulsión por ser especial; por lo que, de hecho, la realidad se convierte en fantasía también". Para subrayar ese tipo de conflicto, Kazan muestra al comienzo una Blanche más bien desagradable y dominante, que provoca el rechazo de Stanley. Éste lleva a cabo ese desenmascaramiento que nos va revelando la cara oculta de Blanche, la cual deja al descubierto su desvalimiento y nos mueve finalmente a compasión al contemplar cómo es destruida. Así lo explica Kazan en sus notas: "Él la desenmascara y entonces el público gradualmente comienza a ponerse de su lado, al ver hasta qué punto está sufriendo de verdad, hasta qué extremo está desesperada, qué cariñosa, tierna y amable puede ser en su relación con Mitch…qué necesitada está". Este proceso es mostrado en el film a través de una imagen recurrente y muy expresiva: la de la luz tamizada por la pantalla china con la que recubre la bombilla del apartamento de su hermana, en su afán por crear un ambiente de fantasía en el entorno mínimo del que dispone en ese lugar. Blanche prefiere las sombras y la luz filtrada, en una imagen que exterioriza así su proceso interior, pues como ella misma le dice a Mitch: “yo no puedo soportar una bombilla desnuda más que una expresión grosera o una acción vulgar “ Por eso, cuando Stanley descubre su pasado y Mitch se lo echa en cara, la luz vuelve a ser protagonista. Una de las primeras cosas que hace Mitch cuando se enfrenta con Blanche es romper esa pantalla china que filtraba la luz y colocar el rostro de Blanche bajo una bombilla desnuda de la habitación, en un intento por ver el auténtico rostro de Blanche. Está lo rehuye y reclama aquella otra luz de fantasía, a la vez que pronuncia una frase que resume con desgarro la ruptura interior de ese personaje: “¡No quiero realismo, quiero magia ¡ “ Texto (extractos): Efrén Cuevas, Elia Kazan, Cátedra, 2000