Coaliciones de potencias emergentes en un mundo en transición1

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Coaliciones de potencias emergentes en un mundo en
transición1
Elsa Llenderrozas
Universidad de Buenos Aires
elsallenderrozas@yahoo.com
Existe un amplio acuerdo dentro del ambiente académico de que
el sistema internacional está en proceso de transformación. Sin
embargo, no hay suficiente consenso sobre el alcance y el significado de
ese cambio. ¿Qué tipo de transformaciones se están gestando en el
orden global? ¿Qué forma está adoptando la estructura de poder
mundial? ¿Qué papel juegan las potencias emergentes? ¿Son capaces
de actuar conjuntamente para modificar el sistema internacional? Estos
son algunos de los interrogantes que permanentemente aparecen en la
agenda de decisores políticos y actores económicos, y en los círculos
académicos de distintas regiones. En este trabajo se esbozarán algunas
repuestas tentativas a estas preguntas con un objetivo principalmente
académico, el de comprender el rol de las potencias en ascenso en el
proceso de conformación de un nuevo orden mundial y su impacto en
las estructuras de gobernanza global.
En primer lugar se describirán algunos ejes de debate que han
dominado la literatura especializada desde el fin de la guerra fría para
dar cuenta de las distintas aproximaciones a la idea de cambio y
transición en el orden mundial. Luego se analizarán perfiles de
potencias emergentes y la configuración de coaliciones, teniendo en
cuenta sus motivaciones, fortalezas y vulnerabilidades. Finalmente se
esbozarán evaluaciones preliminares referidas al impacto de las mismas
en la construcción del ordenamiento internacional a comienzos del siglo
XXI.
La transición: los ejes de debate
Desde el fin de la guerra fría los debates académicos sobre la
transición del orden mundial han evolucionado en distintas direcciones.
En primer lugar los círculos intelectuales de la política internacional se
centraron principalmente en discutir si el mundo post guerra fría, con
la desaparición de la ex Unión Soviética y la amenaza comunista, se
transformaría en un orden mundial más pacífico y estable. Muchos
1
Trabajo elaborado para ser presentado en la Conferencia ISA-FLACSO, 23 al 25 de julio de 2014.
Buenos Aires.
1
teóricos destacaron que, en términos comparativos e históricos, el orden
bipolar se había caracterizado por la rivalidad entre dos grandes
bloques en un contexto de mayor estabilidad (Waltz, 1993) en cuanto a
sus elementos fundamentales: la configuración geopolítica del sistema
mundial y el enfrentamiento ideológico entre dos modelos políticos y
económicos. No obstante la ruptura de ese orden político-ideológico y
estratégico-militar, toda la institucionalidad creada después de la
segunda guerra mundial otorgaron cierto sentido de continuidad hasta
el presente, a pesar de que su legitimidad y representatividad esté
siendo cuestionada.
El aumento de los conflictos intraestatales y la desintegración de
unidades políticas a partir de movimientos nacionalistas y separatistas
en Europa del Este, como fue la guerra civil en la ex Yugoslavia,
refutaron rápidamente las visiones más optimistas sobre un orden
internacional más pacífico. Con posterioridad, los ataques a las Torres
Gemelas de 2001 transformaron la naturaleza de ese debate, y los
efectos de la amenaza del terrorismo internacional en la seguridad
global, y el proceso de macrosecuritización (Buzan y Waever 2009) con
la “guerra global del terror”, encabezado por el gobierno norteamericano
de George Bush, ocupó el centro de las discusiones académicas
referidas al orden mundial. Con el fracaso de las intervenciones
militares y la deslegitimación de las políticas antiterroristas
instrumentadas por los Estados Unidos, esta dimensión de la seguridad
internacional fue perdiendo centralidad en los discursos y las narrativas
dominantes, mientras que los complejos regionales de seguridad y las
dinámicas de conflicto de áreas geo-estratégicas aumentaron su
significación.
Un eje de importancia en los debates sobre el orden mundial se
refiere a la transición bipolaridad-unipolaridad-multipolaridad,
generalmente asociada a los conceptos de equilibrio, balance y
distribución de poder mundial. (Waltz 1993; Layne 1993) Si bien la
controversia surgió a principios de la década del noventa, y en un
primer momento pareció resolverse en torno a la unipolaridad de los
Estados Unidos, y a conceptualizaciones como Imperio o pax americana
(Doyle 1986; Ferguson 2004) esta discusión recuperó relevancia,
principalmente como consecuencia de la crisis financiera mundial de
2008-2009. Desde entonces, ha ido ganando terreno una postura
intermedia que admite la preeminencia de los Estados Unidos en
términos de sus capacidades militares y económicas pero a la vez
reconoce la transición hacia una multipolaridad, un proceso liderado
por el rol creciente de China y el papel de otras potencias emergentes
como India y Brasil (International Affairs, Special Issue Rising Powers
2013, 89 (3). Para algunos analistas no se trata de la declinación del
poder americano sino del ascenso de todos los demás (Zakaria 2009)
2
Para otros, esa multipolaridad conlleva un orden mundial con varias
potencias grandes pero sin superpotencias (Buzan 2010) y un orden
más regionalizado, más fragmentado en regiones.
A estas perspectivas estadocéntricas clásicas se le suma un
debate de contenido más geopolítico que subraya la transformación del
mapa de poder económico mundial. Según estas perspectivas, el cambio
del ordenamiento mundial comprende una transición del centro de
gravedad del poder político-económico-tecnológico del Oeste al Este. El
nuevo orden toma sentido a partir del traspaso desde el eje del Atlántico
Norte, dominante desde la modernidad, hacia un nuevo centro
relocalizado en Asia y el Pacífico (Quah, 2011) Esta perspectiva tiene un
punto de contacto con las tendencias que se observan en las
negociaciones comerciales internacionales donde dos mega-acuerdos
interregionales ocupan un lugar central: la Trans-Pacific Partnership
(TPP) y la del Trans-Atlantic Trade and Investment Partnership (TTIP).
(Peña 2014)
Algunos ven en estas negociaciones la división en bloques de la
economía mundial, que tendría nuevamente a los Estados Unidos como
eje bifronte. Otros encuentran explicaciones políticas: la necesidad de
contrapesar la influencia creciente de las economías emergentes, no
sólo en el comercio mundial sino también en la competencia geopolítica
por el poder global, particularmente el caso de China, si llegara a
quedar excluida del TTP. (Peña 2014) También pueden significar una
forma de avanzar con reglas para el comercio y las inversiones, que no
podrían ser alcanzadas en el plano multilateral global y que, además,
por el peso económico de los países participantes, no podrían ser
rechazadas luego por otros países (por ejemplo China, Rusia, India y
Brasil) Estos mega acuerdos también pueden tener un efecto negativo
porque generan ventajas sólo para los países participantes y tienen un
alcance discriminatorio con respecto a aquellos países que no
participan. Por lo tanto proyectan un potencial efecto de fragmentación
del sistema comercial internacional y podrían ser un factor de
debilitamiento de las condiciones de gobernanza global.
Según posturas alternativas, como Charles Kupchan en su libro
No One´s World (2012) el poder de Occidente no será desplazado por un
nuevo gran poder o por un modelo político dominante. El siglo XXI no
pertenecerá a América ni a China ni Asia, ni a ningún otro poder. Por
primera vez en la historia surgirá un mundo interdependiente sin un
centro de gravedad o un guardián global, caracterizado por la diversidad
política e ideológica, donde los poderes emergentes no convergirán
necesariamente hacia el modelo occidental. La dominación de Occidente
fue producto de condiciones sociales y económicas únicas de Europa y
3
de los Estados Unidos. En la medida que otras regiones están
emergiendo, van a seguir sus propias trayectorias hacia la modernidad,
siguiendo sus concepciones particulares sobre el orden doméstico e
internacional.
Con los recientes sucesos en Ucrania florecieron las lecturas
geopolíticas más tradicionales, que interpretan las conductas de Rusia
como un revisionismo que busca recuperar poder territorial y esfera de
influencia, reconstruyendo un mapa geopolítico más acorde al de la ex
Unión Soviética (Mead, 2014) Para estas perspectivas, no solo se trata
del orgullo ruso y de reparar la humillación del fin de la guerra fría, sino
también de otros estados revisionistas como China e Irán que desafían
el orden global liderado por Estados Unidos. Estos comportamientos
implican una revisión de las instituciones y valores dominantes desde la
posguerra, y liderados por Occidente. En suma, se trata de un tránsito
hacia un futuro de inestabilidad, conflicto e incertidumbre. Para
Ikenberry (2014) en cambio, China y Rusia están lo suficientemente
integrados a la economía global y a las instituciones internacionales que
dan forma al orden mundial, como para representar una verdadera
amenaza a la naturaleza del sistema. La lógica y el carácter de ese
orden son estables y expansivos. El liderazgo de los Estados Unidos a
través de herramientas como las alianzas, el multilateralismo, la
democracia y el capitalismo, están ganando la lucha del siglo XXI sobre
la geopolítica y el orden mundial. En la misma dirección, Buzan y
Lawson (2014) sostiene que China ha introducido muchas reformas pro
mercado y comparte muchos de las instituciones de gobernanza global,
por lo tanto no se trata del mismo nivel de confrontación sistémica
marcada por la competencia entre la Unión Soviética y Occidente. China
no es ni un enemigo ni un amigo de los Estados Unidos, sino que es un
socio económico y un rival político a la vez.
Finalmente, podríamos mencionar aproximaciones globalistas
híbridas que contienen elementos de economía política internacional,
del enfoque de sociedad internacional y de un globalismo remozado.
Esta última perspectiva es más heterogénea y reúne distintas
representaciones. Según Hass (2008: 67) el orden mundial está
transitando hacia una era de no polaridad o apolaridad. Para el autor,
las relaciones internacionales del siglo XXI no estarán dominadas por
uno o varios estados sino por distintos actores que tienen y ejercen
diversos tipos de poder. El poder estará en muchas manos y en muchos
sitios. No estará concentrado sino cada vez más distribuido en distintos
centros de poder o polos: estados nación, organizaciones
internacionales, no gubernamentales y corporaciones multinacionales
En un trabajo reciente, Buzan y Lawson (2014) sostienen que el
mundo está en un proceso de transformación más profunda,
transitando desde una era de globalismo centralizado (un orden global
4
que desde la mitad del siglo XIX estuvo centrado en Occidente) hacia un
globalismo descentralizado. La consolidación de este último significa
que ningún estado será capaz de remplazar a los Estados Unidos como
una nueva superpotencia, porque ninguno podrá adquirir suficiente
poder relativo para dominar el sistema como un todo. Por el contrario,
habrá muchas potencias y muchos poderes regionales pero ninguna
superpotencia. Por otro lado, el capitalismo se ha vuelto el modelo de
alcance casi universal pero a la vez muestra distintas variantes en
competencia: capitalismo democrático (con su versión liberal, EEUU, y
social, UE, Sudamérica, India, Corea del Sur, Japón); capitalismo
autoritario competitivo (Rusia, Medio Oriente, Sudeste Asiático, África
Sub sahariana); y burocrático estatal (China, Vietnam, monarquías del
golfo como Arabia Saudita). Aunque todas estas variantes enfrentan
distintos desafíos, no parece que alguna vaya a desaparecer en el corto
plazo ni que pueda prevalecer sobre las demás. En consecuencia, en el
orden mundial emergente, la principal dinámica es la interacción entre
formas de gobernanza del capitalismo que están en competencia. La
pregunta central es cómo manejar las relaciones entre diversos modos
de gobernanza del capitalismo. Una posibilidad es que se encienda la
competencia intercapitalista, otra más optimista es la formación de un
concierto de potencias capitalistas. La duda es si ese mundo de
potencias capitalistas, recreará el conflicto geopolítico como a principios
del siglo XX o si fortalecerá una competencia más pacífica dentro de un
mundo geoeconómico más integrado.
Para Buzan y Lawson es importante definir cómo la competencia
entre los diferentes modelos de economía política afectará el orden
mundial emergente. Ellos retoman de Edward Luttwak la distinción
entre geopolítica y geoeconomía pero estilizan las categorías de Luttwak
diferenciando entre dura y blanda. “Geopolítica dura” significa que la
guerra intencional es legítima y de algún modo esperable. Esta
situación es improbable que ocurra en un mundo de globalismo
descentralizado. En cambio por “Geopolítica blanda” entienden una
situación en la que una guerra intencional entre grandes potencias sea
marginal pero que la competencia territorial por medios políticomilitares y el balance militar permanecen, como es el caso actual del
Este de Asia. “Geoeconomía dura” significa una competencia suma cero
por los beneficios a través de modalidades en gran parte políticoeconómicas. “Geoeconomía blanda” sería una mezcla de competencia
suma cero y de relaciones de suma positiva que se da mayormente a
través de medios político-económicos. Para los autores, esta última es la
dinámica más probable de las futuras relaciones. Tomada en conjunto
la diferenciación entre geopolítica dura/blanda y geoeconomía
dura/blanda captura las posibles relaciones internacionales de las
distintas variantes del capitalismo que surgirían en un orden global
descentrado.
5
Como se dijo, los autores advierten que en el caso del Este
asiático es posible que una competencia intercapitalista pueda desatar
un conflicto geopolítico blando. Una reversión a un escenario
geoeconómico duro parece tan improbable como un retorno a la
geopolítica dura, porque hay un entramado muy fuerte de instituciones,
normas y regímenes compartidos. El escenario más probable descansa
en una zona de geoeconomía blanda en la cual los poderes capitalistas
competirán y cooperarán al mismo tiempo. La versión más benigna de
este escenario sería la emergencia de un concierto de potencias
capitalistas. Este sería un orden más pluralista, más respetuoso y
tolerante de las diferencias y adoptaría una actitud responsable hacia el
mantenimiento de la sociedad internacional basada en el principio de
coexistencia. En la medida que todas las potencias capitalistas
comparten un interés en que la economía política siga funcionando sus
relaciones serán tanto cooperativas como competitivas. Obstáculos a
este escenario: no se ve a los Estados Unidos muy dispuesto a darle
más influencia a los poderes emergentes en las instituciones de
gobernanza global e incluso podría luchar por mantener su rol como
superpotencia. Europa tendrá que cooperar de manera asertiva en esta
dirección y China tendría que convencer al resto de su sistema
internacional de que su ascenso es verdaderamente pacífico.
¿Podrá un orden mundial descentrado crear mecanismos de
gobernanza global que permitan resolver los problemas colectivos?
Buzan y Lawson son optimistas porque existe un conjunto de
instituciones primarias de la sociedad internacional como el mercado, la
soberanía, la territorialidad, la ley internacional y la diplomacia que son
compartidas por todos. Además, en un mundo sin un hegemón global y
donde las regiones estuvieran más a cargo de sus propios asuntos, se
reducirían muchas tensiones internacionales. La cultura dominante en
un orden geoeconómico blando sería una cultura de amigos y rivales,
pero no de rivales y enemigos. En la medida que entre las grandes
potencias hay una base de intereses comunes como controlar la
economía global, evitar la proliferación nuclear, combatir el terrorismo y
enfrentar el cambio climático, una diplomacia pragmática podría
producir un concierto de potencias capitalistas capaz de sostener un
mundo de globalismo descentralizado, sabiendo que ninguna forma
particular de capitalismo tiene suficiente legitimidad o poder para
convertirse en hegemónica. En suma, según la visión de Buzan y
Lawson, en el orden global emergente prevalecerán los procesos
geopolíticos y geoeconómicos de baja intensidad, por sobre los de alta
conflictividad, creando un entorno más estable, menos conflictivo, al
mismo tiempo competitivo y cooperativo, favoreciendo también una
mayor autonomía para los espacios regionales.
6
La ventaja de este último enfoque con respecto a los anteriores es
que no se detiene en la transición de poder material, como un simple
cambio en la distribución de capacidades políticas, económicas y
militares, sino que destaca la estructura ideacional: el capitalismo y los
valores presentes en sus distintas variantes, la deslegitimación de la
hegemonía y el imperio como formas de dominación global y el conjunto
de instituciones que construyen la sociedad internacional en un orden
mundial emergente. Un enfoque que puede resultar de utilidad para
entender la transición de poder de las potencias emergentes dentro de
un globalismo descentralizado, con sus distintas variantes de
capitalismo en competencia.
Gobernanza global y potencias emergentes: las coaliciones como
estrategia de proyección internacional
De las distintas aproximaciones al cambio del orden mundial, nos
centraremos en el papel de las llamadas potencias emergentes y su
capacidad para construir coaliciones que impacten en las estructuras
de gobernanza global2 del sistema internacional contemporáneo.
En general se utiliza el término “potencias emergentes” para
referirse a aquellos estados que vienen gozando de un crecimiento
económico acelerado y sostenido, a la vez que muestran dinámicas muy
satisfactorias en términos de inversiones extranjeras directas, finanzas
y comercio exterior. Suele aplicarse a estados como China, Brasil,
India,3 que poseen un poder militar y económico creciente, sin embargo
en la literatura especializada no solo se asocia a sus capacidades
materiales en aumento sino también a otros rasgos específicos, como
ser su aspiraciones de poder e influencia, al modo en que estos estados
ejercen el poder, en relación a quien lo ejercen, las motivaciones de su
2
Gobernanza global es un concepto muy extendido dentro de las relaciones internacionales. Para
Margaret Karns y Karen Mingst (2010: 5)la gobernanza global incluye todas las actividades y arreglos
cooperativos que los estados y otros actores establecen para resolver diferentes problemas y cuestiones
globales. Incluyen estructuras internacionales o transnacionales como las organizaciones
intergubernamentales internacionales; organizaciones no gubernamentales internacionales, reglas o
leyes internacionales; normas o “soft law”; regímenes internacionales en áreas específicas; arreglos ad
hoc y conferencias globales, así como esquemas o redes privadas y público-privadas. “La gobernanza
global no es un gobierno global… es una conjunto multinivel de actividades, reglas y mecanismos
formales e informales, públicos y privados, que existen en el mundo actual.”(Karns & Mingst 2010:4) En
muchos sentidos esta conceptualización sirve para visualizar formas de difusión del poder y de la
autoridad que se extienden más allá de los estados aunque estos sigan teniendo centralidad dentro de
la política internacional contemporánea.
3
Para algunos autores como Narlikar (2013), Rusia no encaja plenamente con el concepto de nueva
potencia emergente, porque más bien se trata de una estado que trata de revertir su declinación. Su
economía ha crecido en los últimos años pero su poder no se corresponde con el status de
superpotencia del período de la guerra fría.
7
ejercicio y cómo sus acciones son interpretadas por el resto de los
actores de la política internacional (Narlikar, 2013). Para esta autora el
ascenso de los nuevos poderes está indefectiblemente asociado al
proceso de negociación de la transición de poder en el sistema
internacional actual. Más aún, las potencias emergentes son aquellos
estados que se consideran a sí mismos como jugadores con poder de
veto en el sistema mundial4, pero que todavía no han adquirido el poder
suficiente para establecer los temas de la agenda internacional. Son
nuevas potencias que deben tenerse en cuenta a la hora de tomar
decisiones sobre cuestiones globales pero que aún no poseen la
capacidad o la influencia necesaria para fijar las prioridades de la
agenda de temas.
Desde principios de este siglo las potencias emergentes han
estado conformando grupos o coaliciones con agendas temáticas
diversas. IBSA (India, Brasil y Sudáfrica) BRIC (Brasil, Rusia, India y
China, luego transformado en BRICS con la incorporación de Sudáfrica)
BASIC (Brasil, Sudáfrica, India y China sobre cambio climático) son los
casos emblemáticos. No deja de ser sorprendente el hecho de que el
proceso se inició a partir del artículo que Jim O´Neill escribió en
noviembre de 2001 para Goldman Sachs. En ese documento que tituló
‘‘Building Better Global Economic BRICs’’ -donde se utiliza el acrónimo
por primera vez- el autor predijo que en la década siguiente el peso de
los BRICs y esencialmente el de China en el producto mundial crecería
significativamente y sugirió que como resultado de esto toda la
arquitectura institucional y los procesos decisorios de la gobernanza
mundial deberían reorganizarse para darle más poder a estos países. De
este modo, lo que fue inicialmente una construcción intelectual, se
materializó luego en una iniciativa política impulsada en términos
generales por el interés compartido en transformar las instituciones de
la gobernanza política y económica global. Fue gracias al impulso
diplomático de los BRICs que se formalizó aquella conceptualización de
los poderes emergentes al mismo tiempo que los colocó en una nueva
posición geopolítica. Desde entonces los miembros de BRICS han
intentado obtener mayor influencia en la construcción de normas,
instituciones y procedimientos de toma de decisión.
Por supuesto, las coaliciones o agrupaciones de estados no son
un fenómeno nuevo, sino una tendencia recurrente en la historia y en la
política mundial más reciente. Alcides Costa Vaz (2012) identifica dos
generaciones de coaliciones internacionales en las últimas cinco
décadas: la primera involucraba a grandes grupos de países en
desarrollo que tenían intereses comunes en la consolidación de
instituciones internacionales, en una mayor equidad y cooperación, en
4
No significa un poder de veto formal sino que el acuerdo de esos actores es necesario para cambiar el
status quo. Son estados sin cuyo apoyo ningún potencial acuerdo internacional tendría sentido.
8
la transferencia de tecnología y en la reforma de las relaciones NorteSur. (Ejemplos: el Movimiento de Países No Alineados (MPNA) y el G-77
(Grupo de los 77 países en vías de desarrollo). Para el autor, la
participación de países como Brasil en estas iniciativas le dio visibilidad
y prestigio pero no produjo ningún cambio significativo en su posición
relativa o su status en el sistema internacional.”177 Esta participación
contribuyó a su perfil internacional de mediador y articulador de
consensos, pero no fue suficiente para proyectar a Brasil como actor
global.
Según Costa Vaz, las coaliciones de segunda generación, como
IBSA o BRICS, son grupos reducidos de países con una agenda acotada,
que comparten la condición de ser grandes economías emergentes en
búsqueda de un nuevo estatus político internacional. Sirven para
articular intereses de un grupo pequeño y heterogéneo de potencias
emergentes que pretenden reformar las estructuras de gobernanza
política y económica global. Les otorgan visibilidad en temas específicos
así como alto perfil en debates sobre temas globales como el cambio
climático y las instituciones financieras internacionales. Permiten a los
países emergentes realzar su perfil de actores globales y consolidar su
presencia internacional. En general han sido más efectivas en los temas
de gobernanza económica, que en el ámbito de la seguridad
internacional, donde las consideraciones de poder y las políticas
nacionales condicionan las formas de cooperación internacional.”(Vaz,
2012:176)
Desde su creación, los grupos han obtenido distintos resultados.
El foro IBSA 5 es un espacio de diálogo político y cooperación sobre
distintos temas. Tiene una agenda difusa pero ha servido como
plataforma política de proyección internacional con costos relativamente
bajos para los tres países (Flemes, 2011: 403). Ya cumplió diez años
desde su creación y ha logrado subsistir como canal para la
cooperación Sur-Sur aunque la incorporación de Sudáfrica a BRIC ha
planteado dudas sobre su continuidad en el largo plazo. Otro de sus
problemas es que el grupo es valorado de manera muy distinta por cada
5
Quedó formalmente constituido en Brasilia en 2003 como un mecanismo de coordinación entre India,
Brasil y Sudáfrica “para contribuir a la construcción de una nueva arquitectura internacional; llevar una
voz conjunta en asuntos globales y profundizar sus vínculos en diferentes áreas.” Se subrayó la
condición de potencias medianas democráticas, con desigualdades sociales internas por resolver y con
un área industrial consolidada, elementos que le dan convergencia entre los tres países. Los principios y
valores de IBSA son: democracia participativa, respeto a los derechos humanos y estado de derecho.
Comparten la visión de que la democracia y el desarrollo se refuerzan mutuamente y son clave para una
paz y estabilidad sostenida. Tiene una estructura institucional abierta y flexible. No posee oficinas ni
secretario ejecutivo permanente. El nivel más alto de decisión es la Cumbre de Jefes de Estado y
Gobierno. Hasta la fecha se han realizado 6 Cumbres, la última de ellas en Nueva Delhi en 2013. Además
los Ministros de Relaciones Exteriores se reúnen una vez al año.
9
uno de sus miembros y necesita consolidarse
significativo de sus políticas exteriores (Vaz, 2012)
como
referente
El grupo BRICS, 6 tiene la potencialidad de proyectar
políticamente a sus miembros y de aumentar su influencia en los
asuntos globales pero esto depende de su capacidad de acción colectiva,
como una entidad política, no solo en temas financieros sino también
en asuntos políticos globales, seguridad internacional o cambio
climático. Hasta ahora, los países de BRICS han coordinado posiciones
en algunos temas económicos y financieros, o en la reestructuración de
la toma de decisiones dentro del FMI. Por ejemplo, en la VI cumbre de
BRICS, que se realizará en Fortaleza el 15 de Julio de 2014, crearán su
propio banco de desarrollo -que podría comenzar a operar en el año
2016- y un fondo de reservas, como iniciativas alternativas al Banco
Mundial y al FMI. El banco financiará grandes proyectos de
infraestructura y el fondo de reservas servirá para estabilizar sus
economías y evitar su desaceleración. Sin embargo, a diferencia de los
asuntos financieros, no se han mostrado asertivos en la coordinación de
otras áreas más políticas o de cuestiones donde tienen opiniones muy
divididas como la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, el
cambio climático o en temas de seguridad internacional como noproliferación o control de tecnologías sensibles.
Hasta ahora los grupos IBSA y BRICS han funcionado de manera
complementaria y aunque puede haber solapamientos, cada uno ha
respondido a diferentes propósitos y permiten gestionar distintas
agendas con flexibilidad e independencia, explotando una diplomacia
pragmática de “geometrías variables”.(Costa Vaz 2012)
Fortalezas y debilidades del grupo BRICS
Los países del grupo BRICS reúnen en conjunto más del 40% de
la población mundial, casi el 30% del territorio del planeta y cerca del
25% del PBI mundial comparado con el 16% que representaban en
6
El primer paso en la concreción de BRIC se dio en septiembre de 2006 cuando se realizó una reunión
de cancilleres durante la 61 Asamblea General de la ONU en Nueva York. A esta reunión inicial le
siguieron otros encuentros preparatorios hasta que los jefes de estado celebraron la primera cumbre de
los BRIC en Yekaterinburg, Rusia, en Junio de 2009. En esa oportunidad reclamaron por un mundo
multipolar y más democrático basado en la ley internacional, la igualdad, el respeto mutuo, la
cooperación, la acción coordinada y una toma de decisiones más inclusiva de todos los estados. El
objetivo más amplio apunta a construir un sistema internacional más democrático basado en la
diplomacia multilateral y el estado de derecho. Desde entonces se han celebrado cumbres anuales en
cada uno de los estados, la última se celebrará en Brasil en julio de 2014. Con la inclusión de Sudáfrica
en 2010 se expandió el acrónimo a BRICS.
10
2000 y el 10% en 1990. El desempeño económico de estos países ha
sido sorprendente. China se ha convertido en la segunda economía
mundial, seguida por India en cuarto lugar, Rusia en sexto y Brasil en
octavo. En términos de comercio, los BRICS pasaron de representar el
3,6% en 1990 a más del 15% del comercio mundial en el 2010. China
ha tenido el rol principal en este aspecto, creciendo desde menos de 2%
a más del 9%. Mientras el porcentaje de comercio de Brazil creció de
0.8% a 1.2%; Rusia desde 1.5% a 2.3%; India de 0.5% a 1.8%; sin
embargo Sudáfrica es el único país cuya porcentaje del comercio
mundial no cambió en las dos décadas manteniéndose por debajo del
1%. El crecimiento acelerado también se repite en los flujos de
inversiones extranjeras directas y en el comercio intra-grupo. China es
el principal socio comercial de Brasil, Rusia y Sudáfrica y el segundo
para India. En síntesis, los BRICS constituyen las economías
emergentes más grandes y que más rápido han crecido entre 1990 y
2010. En términos sectoriales, China domina en manufacturas, India
servicios, Rusia y Brasil en materias primas, mientras Sudáfrica es un
importante proveedor de minerales.
Más allá de estos datos positivos, el grupo BRICS enfrenta
numerosos desafíos. Una de sus principales debilidades es su evidente
heterogeneidad: constituye un grupo de estados diversos en términos de
régimen político, modelo de desarrollo, estructuras institucionales de
gobierno y cultura política. No solo diferentes modelos políticos y de
desarrollo, sino también distintos tipos de capitalismo coexisten dentro
de la coalición. En este sentido el grupo carece de cohesión e identidad
internacional compartida, y en este aspecto se diferencia claramente de
otros mecanismos como el G-7, que posee mucha más convergencia en
los objetivos y principios de las instituciones globales.
El segundo factor de debilidad es la marcada asimetría entre los
miembros del grupo. BRICS no está constituido por cinco países
relativamente similares en tamaño sino de un país, China, mucho más
grande que el resto. El PBI de China es mayor que la suma de los otros
cuatro estados miembros. En el otro extremo se encuentra Sudáfrica,
que es un caso especial en cuanto a los datos económicos. Su economía
es apenas el 20% de las de Rusia, India o Brasil y el 5% de la de China,
es demasiado pequeño para justificar su pertenencia al grupo. Sin
embargo, su importancia está en su activismo en cuestiones globales y
en su influencia en el continente africano, únicas razones que explican
su incorporación al grupo (no necesariamente por ser la economía
africana más grande, un lugar disputado por Nigeria)
También los países del grupo son diversos en términos de sus
capacidades políticas, militares y tecnológicas y tienen distintos
11
patrones de inserción regional e internacional. Estos modelos de
inserción incluyen relaciones diferentes con las grandes potencias como
los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón según la agenda de
temas. Todos son poderes regionales, pero en algunos de ellos su
liderazgo regional está más disputado que en otros.
La coalición tiene profundas divergencias sobre cuestiones de alta
política, en particular sobre la reforma del Consejo de Seguridad de la
ONU. Desde su formación los BRICS han manifestado su interés en una
reforma amplia de la ONU, incluyendo el CS. Todas las declaraciones
mencionan este asunto, incluso China y Rusia subrayan la importancia
del nuevo status de Brasil, India y Sudáfrica en los asuntos
internacionales y apoyan sus aspiraciones de jugar un rol más grande
en la ONU. Sin embargo, a pesar de estas afirmaciones, ni Rusia ni
China han respaldado explícitamente las aspiraciones de los otros
países de ser miembros permanentes del CS de ONU. China y Rusia no
apoyarán ninguna iniciativa que limite su poder de veto o extienda ese
poder a otros países. Es decir, si bien las declaraciones del grupo se
refieren a la necesidad de reformar las instituciones internacionales y
manifiestan su apoyo al reclamo de transformación de los mecanismos
de representación y voto, ni Rusia ni China aceptan la posibilidad de un
cambio en el poder de veto que ya poseen dentro del Consejo de
Seguridad.
Tampoco hay acuerdo dentro del grupo sobre el modo de resolver
las crisis políticas y los conflictos internacionales. Existen fuertes
diferencias en términos de los objetivos políticos y valores, más allá de
que las partes tienen también intereses geopolíticos divergentes. Los
países del BRICS adoptaron posiciones diferentes en los casos de Libia,
Siria e Irán. Demostraron incapacidad para asumir posiciones
comunes, un factor de debilidad en cuestiones referidas a la gobernanza
política global. No hay convergencia sobre estas cuestiones, lo que
limita su funcionalidad y efectividad. En cuanto a las intervenciones
militares, en el caso de Libia en 2011, los miembros de BRICS, con la
excepción de Sudáfrica, se abstuvieron de votar la resolución 1973 del
CS de la ONU sobre la zona de exclusión área. Posteriormente, en los
casos de Irán y Siria, los BRICS se mantuvieron firmes en su posición
anti intervencionista, prefiriendo que la situación se resuelva sin
intervención militar de la ONU. Sin embargo, en la resolución en apoyo
al plan de la Liga Arabe para la destitución del presidente sirio, Bashar
al-Assad, India, Brasil y Sudáfrica votaron en apoyo por la resolución
mientras que Rusia y China votaron en contra.
Por otro lado, las divergencias se manifiestan también en el plano
comercial. Son muchas las disputas comerciales entre sus miembros,
12
particularmente entre China y Brasil. Si bien el comercio intragrupo ha
crecido rápidamente, el intercambio todavía sigue siendo débil y las
asimetrías se manifiestan también en este plano. China se ubica como
el gran conductor del grupo, exportador de manufacturas, mientras que
Rusia y Sudáfrica exportan recursos energéticos y minerales, India se
especializa en servicios y tecnología, y Brasil como proveedor de
alimentos y productos primarios. En algún sentido, estos países
comienzan a ver a China como una amenaza para sus aspiraciones de
industrialización y de desarrollo de exportaciones con más valor
agregado. Además ellos compiten entre sí por porciones de comercio en
terceros mercados.
Las diferencias no surgen solo en el modelo exportador. La lucha
por el liderazgo en el FMI y el Banco Mundial demostró nuevamente la
falta de cohesión de los BRICS y la imposibilidad de concertar una
acción colectiva en base a un acuerdo sobre posiciones comunes en
cuestiones de interés. A pesar de que los BRICS se mostraron
consistentes en sus reclamos por la democratización de las
instituciones como el FMI y el Banco Mundial, la elección de los dos
directores de esas instituciones fue una oportunidad perdida para el
grupo. En 2011 los BRICS no se pusieron de acuerdo en un candidato
común para el FMI y China apoyó a Christine Lagarde, candidata de los
países más ricos. En 2012, poco después de la cumbre de los BRICS,
sucedió algo similar con la elección del presidente del Banco Mundial. A
pesar de que los BRICS reclamaron en la cumbre de Nueva Delhi que
las máximas autoridades del FMI y el Banco Mundial sean elegidas a
través de un proceso abierto basado en el mérito, Rusia terminó
apoyando al candidato norteamericano, aun cuando las candidaturas
de los países en desarrollo se redujeron a una, y al final solo Sudáfrica
apoyó al candidato de los países más pobres. Ambos procesos fueron
oportunidades ideales para que los BRICS demostraran cohesión y
asertividad en asuntos globales, en particular sobre su interés en
reformar las estructuras de gobernanza global. Alguna mejora se ha
alcanzado a partir de 2013 cuando el brasileño Roberto Azevedo resultó
electo para dirigir la OMC. Fue respaldado por una mayoría de países
en desarrollo y venció a Herminio Blanco de México, que era apoyado
por la Unión Europea, Japón y los EEUU.
La falta de cohesión se debe también a la diversidad de intereses
y al resguardo a la capacidad de adoptar políticas independientes. Una
revisión de los rasgos particulares de cada caso puede iluminar esas
diferencias.
China ya es el primer exportador mundial y el segundo
importador de la economía global. Tiene un compromiso claro con la
13
OMC y el conjunto de las instituciones multilaterales financieras, sin
embargo, no está plenamente conforme con los arreglos institucionales
vigentes que representan los intereses de las potencias industriales
occidentales y los países más ricos del sistema mundial, y por eso tiene
un interés manifiesto en reformar el sistema para incluir los intereses
de las economías emergentes. Sin embargo, de sus preferencias no
puede inferirse que China pretenda desestabilizar el sistema o
remplazarlo por un nuevo orden ya que el sistema actual le ha servido
para convertirse en la segunda economía mundial. (Hou, 2014) Más
aún, la inclusión de Zhu Min en el directorio del FMI en julio de 2011 es
otro símbolo de su compromiso con las instituciones existentes. Sin
embargo, China ha impulsado la reforma de la cuota y del número de
votos que le permitiría aumentar su voto desde el 3.8 % en 2008 al
6,07% en diciembre de 2011, lo que la convertiría en el tercer miembro
más grande. Pero como la reforma está demorada por el rechazo del
Congreso de USA para aprobarla, todo este lento proceso puede generar
desconfianza en China y en otras economías emergentes sobre la
verdadera intención de Occidente de reformar las instituciones
multilaterales y como anticipó el presidente chino XI Jinping, puede
impulsar a estos países a establecer instituciones paralelas como el
banco de desarrollo de BRICS que se anunciará en la próxima cumbre
de Fortaleza en Julio de 2014. (Hou, 2014)
Por otra parte, el ascenso de China al status de gran potencia
genera incertidumbres adicionales, referidas al futuro de los
mecanismos de gobernanza política y el manejo de los asuntos
estratégicos globales -principalmente si adoptará estrategias de status
quo o conductas revisionistas sobre los pilares del sistema
internacional- y a su comportamiento en otros espacios regionales,
como es el caso de América Latina o Africa, es decir si su nuevo rol
reforzará objetivos estratégico-militares y no solo económicos. De
confirmarse esto último, América Latina se transformaría en un
escenario de rivalidades entre potencias, cambiando la naturaleza del
entorno de seguridad latinoamericano.
Brasil ha sacado ventajas de su capacidad de posicionarse como
un puente entre el Sur y el Norte. Su perfil internacional le ha permitido
actuar como un estado capaz de organizar coaliciones y constituirse en
un líder ideacional de los países del sur, que buscan cambios en los
mecanismos de gobernanza global, y a la vez convertirse en un
interlocutor de los países del norte que negocian y contienen las
presiones del sur emergente. Con la asunción del brasileño Roberto
Azevedo a la dirección general de la OMC, Brasil puede profundizar su
rol de mediador entre el Norte y el Sur. Pero en términos de objetivos
más amplios, Brasil busca focalizarse más en mejorar su posición
relativa en la estructura mundial que en una completa reformulación
14
del sistema internacional (Burges, 2013). En este punto su postura se
acerca al posicionamiento de China: ambos países persiguen más un
cambio gradual que una estrategia revolucionario. (Hou, 2014)
De las potencias emergentes, no solo China tiene impacto
regional, sino también Brasil, aunque la percepción regional de su
proyección de poder sea diferente. La diplomacia brasileña ha
combinado reformismo, con demanda de mayor representación e
influencia en las organizaciones internacionales, pero en definitiva sus
objetivos estratégicos se traducen en un comportamiento más
conservador que revisionista de las estructuras de gobernanza
económica global (Burguess, 2013) Como se dijo, su discurso
diplomático es ambivalente porque apela a la formulación de sus
propios intereses en términos de los países del Sur pero también se
presenta a sí mismo como bisagra entre el Norte y el Sur, lo que le ha
permitido tener cierto éxito en varias negociaciones, a pesar de tener
menos recursos de poder duro que otros estados emergentes (como
China e India)
Grupos como IBSA y BRIC le han permitido a Brasil proyectarse a
escala global, independientemente de su condición de poder regional o
de su legitimidad como líder regional. Se ha involucrado en el debate de
cuestiones globales, sin los costos de intentar representar a la región
como condición a su presencia en el juego global (Vaz 2012) Es decir,
estas coaliciones no están condicionadas al liderazgo regional y
permiten a Brasil actuar globalmente a pesar de las dificultades o
resistencias planteadas en su propia región (Malamud, 2011)
Hasta ahora, el estatus de Brasil como potencia en ascenso no se
tradujo de manera directa en una más genuina o una mayor
representación de los intereses económicos y políticos latinoamericanos.
La entrada de Brasil al grupo de los grandes poderes no ha significado
un cambio de condición, ni para sí ni para el resto de los países
sudamericanos, de ser “receptores” a “creadores de reglas”. Tampoco ha
progresado sustantivamente la capacidad de coordinación o
concertación regional dentro de multilateralismos o instituciones de
alcance global. Por ejemplo, no se ha mejorado la capacidad de América
Latina de elevar una voz única en el G20, aunque no implique que en el
futuro países como Brasil, México, Argentina puedan coordinar mejor
sus posiciones en ese o en otros foros internacionales.
El perfil internacional de India resulta ambiguo. Por un lado
asume posiciones de confrontación con los intereses de los países
occidentales, adoptando intereses y posturas propios de su tradición
15
tercer mundista. Por el otro es un país que se muestra responsable y
comprometido con las instituciones y reglas de la gobernanza
económica y política global. Hay un debate académico entre los que ven
a India como un aliado natural de Occidente o como un poder
tercermundista radical (Hou, 2014) Según Narlikar (2013) la clave para
entender la conducta negociadora de India está en entender con quien
negocia. La India emergente, aunque ha estado más cerca de Occidente
hoy que en el pasado, todavía muestra vestigios de su autopercepción
como poder del tercer mundo y recurre a estrategias de negociación de
suma cero (Narlikar, 2013). Tanto en sus relaciones con los otros
poderes emergentes como con las empresas multinacionales o en los
organismos multilaterales, muestra actitudes de negociación firme.
Dentro de la OMC, por ejemplo, la India ya es miembro del nuevo QUAD
(junto a EEUU, Unión Europea y Brasil) donde ha demostrado un fuerte
activismo, y varias veces ha sido acusado de ser responsable de que las
negociaciones de la Ronda de Doha hayan quedado en un punto
muerto(Narlikar, 2013). Para la autora, el comportamiento de la India
sugiere que el país no es renuente a ser una “potencia responsable” per
se, sino que se ve a sí mismo como un actor con responsabilidades
frente a diferentes factores de poder internos que afectan su
comportamiento externo.
El caso de Sudáfrica y particularmente su condición de potencia
emergente, así como su inclusión dentro de los BRICS es discutible. Su
incorporación puede entenderse en términos de representación de los
intereses del continente africano (aunque este rol puede ser desafiado
por Nigeria). La otra razón puede ser que Sudáfrica es uno de los países
más ricos del mundo en términos de recursos naturales. Posee el 10%
de las reservas de petróleo del mundo, el 40% del oro y 95% de las
reservas de platino. Tiene todavía dificultades para equilibrar su
pertenencia a los grupos como BRICS o el G20 con sus intereses en los
procesos de integración regional como la Unión Africana. Sus
prioridades de política exterior no son claras y su desempeño económico
general es menos dinámico que el de las otras potencias emergentes.
Rusia, por su parte, tiene un perfil internacional más activo en los
asuntos estratégicos de seguridad que en los asuntos de gobernanza
económica o financiera. Su incorporación a la OMC fue muy posterior al
resto de los BRICS. No posee un modelo económico y de desarrollo
claro, más allá de focalizarse en su condición de proveedor de recursos
energéticos. Tiene prioridad en los intereses geopolíticos y estratégicos,
y sus aspiraciones de proyección a lo que fue su esfera de influencia
marcan el ritmo de su agenda externa. (Mead, 2014)
16
La posición rusa se diferenció del resto de los países del BRICS en
las negociaciones sobre el cambio climático. La razón está en que con
el colapso económico del modelo soviético, los niveles de emisión en
2010 todavía estaban un 40% por debajo de los niveles de 1990. Por eso
Rusia ratificó el Protocolo de Kyoto en 2005 ya que solo le obligaba a no
superar los niveles de emisión de 1990. En 2011 durante la Conferencia
de Durban, China, India, Brasil y Sudáfrica apoyaron la prolongación
del Protocolo de Kyoto porque no les obliga a reducir las emisiones. En
cambio Rusia, junto a Canadá y Japón se opusieron a su prolongación
porque tanto los Estados Unidos como muchos países en desarrollo
permanecen fuera del protocolo (Hou, 2014)
Para algunos autores la clave del comportamiento ruso está en
que se trata más de un poder declinante que en un poder emergente, y
tiene menos intereses y presencia globales de lo que fue la Unión
Soviética durante la guerra fría.
Algunas consideraciones finales.
El orden mundial está en transición. No existe suficiente acuerdo
sobre los alcances y significados de ese cambio. Las potencias
emergentes buscar aumentar su influencia en los esquemas de decisión
internacional, consideran que sus visiones e intereses deben ser tenidos
en cuenta. Pero su mayor influencia y poder de transformación en
algunos de los aspectos de la gobernanza global (ya sea en las
instituciones, las reglas, normas, regímenes, o convenciones) depende
de la capacidad de movilizar y representar los intereses de otros países
en desarrollo. Sin embargo, las potencias emergentes no poseen un
poder de atracción, sus modelos económicos, políticos y sociales no son
“aspiracionales” ni ejercen un poder blando sobre el resto de los países
en desarrollo como si sucede con las democracias capitalistas más ricas
y avanzadas.
Por la estabilidad del sistema, es difícil que los BRICS sean
ignorados o marginados de las decisiones de gobernanza global, pero
todavía tienen que operar dentro de un estructura institucional creada
y conducida por los países ricos (Hou, 2014) En definitiva, el mundo se
dirige hacia un nuevo orden multipolar con nuevos actores que
participan en la difusión del poder político y económico, pero el poder
todavía no está equitativamente distribuido entre los viejos y los nuevos
jugadores y esa transición todavía está bajo proceso de negociación.
Las nuevas potencias en ascenso no son poderes revolucionarios
o revisionistas sino más bien conservadores, (Narlikar 2013; Kahler
17
2013) sin embargo aspiran a modificar algunas reglas de juego referidas
al comercio y al cambio climático a la vez que buscan cambiar las
formas de participación en el proceso decisorio. La estrategia de los
BRICS se dirige a aumentar representación, influencia y poder en las
decisiones dentro de las instituciones existentes, especialmente
fortaleciendo sus derechos de voto y su ocupación de cargos de
liderazgo. Para esto último se requiere como primer paso, la
construcción de consensos y de acuerdos en la postulación de
candidatos para las instituciones multilaterales más importantes. No
producirán transformaciones radicales sino mayor poder y
representación en el orden existente.
Para alcanzar más prestigio y reputación de poder los BRICS
necesitan demostrar resultados concretos y capacidades para conducir
los asuntos internacionales. Antes de actuar como una entidad política
tienen que profundizar la cooperación económica y financiera entre los
miembros del grupo. Los próximos anuncios sobre la creación de un
banco de desarrollo y de un fondo de reservas es un avance en ese
sentido. Pero para modificar reglas, regímenes o instituciones
internacionales en asuntos de la alta política, necesitan identificar
puntos de convergencia y agilizar la coordinación política, algo que no
han tenido frente a crisis políticas internacionales o asuntos de
seguridad internacional.
En cuanto a la actitud de las potencias emergentes hacia los
regímenes económicos y de seguridad globales, la experiencia reciente
demuestra que el comportamiento, por ejemplo de China y Brasil, no se
diferencia del de otros grandes poderes en el pasado o en el presente:
busca obtener máximos beneficios posibles, preservando el mayor grado
de autonomía (Kahler 2013) En términos de negociación, no se asocian
a estrategias revolucionarias o a una agenda de reformas radicales sino
que se acercan más a comportamientos conservadores (Kahler, 2013) Si
incorporamos a India en este análisis, se observa que los tres poderes
emergentes están disconformes con el sistema actual pero ninguno de
ellos ha ofrecido hasta el momento una alternativa clara al orden global
existente. Aunque ninguno de los tres está satisfecho con el status quo,
tampoco ninguno parece ser una potencia revolucionaria (Narlikar,
2013)
Otro factor de vulnerabilidad del grupo es que no todos los
miembros le otorgan la misma prioridad en sus agendas externas,
algunos privilegian comportamientos individuales independientes en
sus estrategias de política exterior por encima de la acción colectiva.
Además, dentro del grupo existen disputas y desacuerdos sobre
18
cuestiones centrales, debilitando la posibilidad de concertar acciones
conjuntas.
Entre las debilidades del grupo BRICS se destacan su naturaleza
heterogénea, la falta de identidad cohesiva, una interdependencia
comercial todavía débil y escasos vínculos de inversión entre los
miembros. En un plano más amplio la diversidad de valores, estructura
política, modelos económicos e intereses geopolíticos desafían a sus
miembros y al proyecto de constituirse en un bloque poderoso dentro
del sistema mundial.
El poder económico no se traduce necesariamente en influencia
política internacional. Hasta ahora los BRICS habían obtenido algunos
logros en transformar los datos de su desempeño económico en
reconocimiento e influencia internacional. Sin embargo, el crecimiento
económico se ha desacelerado en los dos últimos años. Las economías
de los cinco países han comenzado a mostrar un desempeño más
modesto y han reducido sus tasas de crecimiento, no han podido
profundizar las reformas necesarias ni avanzar en los grandes proyectos
de infraestructura indispensables para mejorar su competitividad
global. Sumado a lo anterior, las demandas domésticas de cuestiones
sociales y económicas insatisfechas han ido en aumento. Para H. Pant
(2013) los BRICS han comenzado a perder impulso y brillo por muchas
de las contradicciones estructurales que existen dentro del grupo. En
conjunto, las condiciones han estado cambiando recientemente y no
hay razones suficientes para asegurar que el grupo BRICS se consolide
y profundice en el mediano plazo.
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