PLAN DE GESTIÓN DE LOS LICs FLUVIALES Y COSTEROS DE LA COMUNIDAD AUTÓNOMA DE CANTABRIA MARÍA RECIO ESPINOSA, JOSE A. JUANES DE LA PEÑA, ARACELI PUENTE TRUEBA, BÁRBARA ONDIVIELA EIZAGUIRRE, CÉSAR ÁLVAREZ DÍAZ, JOSE A. REVILLA CORTEZÓN, JOSÉ BARQUÍN ORTIZ, ANDRÉS GARCÍA GÓMEZ, ANTONIO J. LUCIO CALERO, JAVIER P. CARRASCO MAYO, SANTIAGO GONZÁLEZ PÉREZ Grupo de Emisarios Submarinos e Hidráulica Ambiental. Universidad de Cantabria. RESUMEN Existe la necesidad de elaborar Planes de Gestión de los espacios denominados Lugares de Importancia Comunitaria, sin que la normativa europea especifique un procedimiento estandarizado para ello. La elaboración de dichos planes debe contemplar aspectos de diferente índole, entre los que cabe destacar: la interacción con otras estrategias sectoriales, el establecimiento de Unidades Funcionales, la puesta a punto de elementos de diagnóstico ambiental y la evaluación de riesgos en diferentes escenarios. Todo ello debería ser integrado en un marco metodológico que contemple dos elementos fundamentales: el establecimiento de aspectos específicos de conservación de los hábitats y las especies objeto de gestión y la difusión de medidas de uso y gestión asociadas a los aspectos propuestos. En el presente trabajo se expone la propuesta metodológica que se está desarrollando para la elaboración de dichos Planes de Gestión en el ámbito de los LIC’s fluviales y costeros de la Comunidad Autónoma de Cantabria. 1. INTRODUCCIÓN La protección del medio ambiente es considerada, actualmente, como un elemento clave en el desarrollo de la sociedad. Si bien esta preocupación por la conservación de los recursos naturales es relativamente reciente (último tercio del siglo XX), lo cierto es que en los últimos años la Unión Europea ha promovido numerosas iniciativas en relación con la protección medioambiental. A partir de la Conferencia de Río de 1992, surge en Europa el 5º Programa comunitario de actuación en materia de medio ambiente hacia un desarrollo sostenible en la UE. Este nuevo modelo de gestión aboga por una gestión sostenible, desde el punto de vista ambiental, equitativa, desde el punto de vista económico, responsable, desde el punto de vista social y sensible, desde el punto de vista cultural (Comisión Europea, 2000). Alcanzar un objetivo de esta envergadura ha supuesto la reestructuración de las políticas ambientales hacia planteamientos de gestión cuyos principios básicos de actuación sean (Comisión Europea, 2001a): • Adoptar una perspectiva amplia para abordar problemas interconectados. • Basar las decisiones en datos e información correctos. 1 • Trabajar en sintonía con los procesos naturales. • Estar en condiciones de responder a evoluciones futuras imprevistas. • Implicar a todas las partes interesadas y a todas las instancias administrativas competentes. • Recurrir a una combinación de instrumentos jurídicos y económicos, planes, campañas de información, Agendas 21 locales, acuerdos voluntarios, promoción de prácticas correctas, etc. Con base en esta política de protección medioambiental, el Consejo Europeo publicó en 1992 la Directiva 92/43/CEE (en adelante, Directiva Hábitats), cuyo objeto es “contribuir a garantizar la biodiversidad mediante la conservación de los hábitats naturales y de la flora y fauna silvestres en el territorio europeo de los Estados miembros”. Para ello, la citada Directiva establece la necesidad de que cada Estado proponga la designación de Lugares de Interés Comunitario (en adelante LICs. En el artículo 6 de esta Directiva se introduce el concepto de planificación como una medida adicional a la conservación y, por ello, será posible tanto incluirla como complemento en otros medios de gestión ya existentes, como desarrollar un instrumento de gestión que concentre todas las disposiciones necesarias para la gestión de los hábitats y las especies. En cualquiera de los casos, la planificación ha de regular esos espacios de forma sostenible y garantizar el estado de conservación favorable de los hábitats y especies que conforman la Red Natura 2000 (Lucio, 2002). Del mismo modo, en dicho artículo es mencionado el concepto de Plan de Gestión como uno de los posibles instrumentos de los sistemas de planificación. En el contexto de los sistemas de espacios naturales, los Planes de Gestión son el nivel más concreto y accesible de planificación. Sin embargo, dado su alcance e implicaciones sociales, económicas y ambientales, su redacción alberga una cierta complejidad. Así, tal y como establece la organización europea Eurosite (Eurosite, 1999), un plan de gestión debe ser visionario, ambicioso y, siempre, realista. De este modo, su éxito está sujeto a alcanzar el equilibrio entre ambición y realidad. Un Plan de Gestión óptimo ha de cumplir los siguientes requisitos para ser fiable (García, 2003): • ha de ser CONCRETO, de forma que se pueda iniciar aplicación sin dificultades de comprensión. • ha de ser COMPARABLE, de forma que se pueda analizar la utilidad del Plan con respecto a otros elementos de gestión desarrollados en espacios naturales similares. • el plan debe ser REALISTA, debe presentar objetivos mesurables e indicadores que faciliten el seguimiento y evaluación de los resultados. • debe ser ESPECÍFICO para cada lugar, ya que los factores clave de cada lugar son específicos de los mismos. • ha de ser PRECISO y ACTUALIZABLE, de forma que cualquier alteración de las condiciones ambientales pueda ser introducida en el plan de gestión. 2 Del mismo modo, un Plan de Gestión ha de ser flexible, de forma que pueda incluso considerar propuestas contradictorias relacionadas con los diferentes compartimentos ambientales (Buisson & Dutoit, 2005). Pese a estas consideraciones generales, las interpretaciones sobre los Planes de Gestión y sus contenidos varían claramente entre los diferentes Estados de la UE. Así, se han comenzado a definir pautas acerca de la gestión de los espacios pertenecientes a la Red Natura 2000 basándose, a menudo, en revisiones y acciones desarrolladas dentro de los proyectos LIFENaturaleza (programa europeo cuyo objetivo es apoyar financieramente planes o proyectos que contribuyan a la restauración de hábitats y la recuperación de especies amenazadas). Ante la ausencia de un esquema único, países como Italia y Francia han publicado sus propias directrices sobre el contenido de los planes de gestión. De este modo, Italia publicó en el año 2002 sus pautas para la gestión de los espacios de la Red Natura 2000 y, como complemento a éstas, editó un manual cuyo contenido son indicaciones sobre la gestión de los hábitats y especies catalogados en la Directiva Hábitats, así como imposiciones sobre los contenidos básicos de los Planes de Gestión de sus LICs. Asimismo, en el año 2004, el Ministerio de Ecología y Desarrollo Sostenible francés publicó sus directrices sobre los contenidos de los Planes de Gestión de sus espacios Natura 2000. Cabe destacar el caso particular de Dinamarca, Estado que ha iniciado un camino innovador al unir, en la gestión, la Directiva Hábitats con la Directiva Marco del Agua (Directiva 2000/60/CE). En este contexto, España se encuentra dentro del grupo de Estados miembros que han optado por que los contenidos de los planes de gestión se adecuen a las necesidades específicas de cada espacio. En España, las competencias sobre la designación y gestión de los espacios Natura 2000 se encuentran transferidas a las Comunidades Autónomas, por lo que ha dejado la responsabilidad de la redacción de los planes de gestión a las CCAA, quienes son las que poseen, en última instancia, las competencias. En este marco, un ejemplo concreto sobre las directrices de los planes de gestión en España se encuentra en el Gobierno de Navarra, que recientemente ha editado una guía metodológica para la elaboración de los Planes de Gestión de los espacios naturales que albergan a los hábitats y las especies de flora y fauna más representativas de la comunidad. Del mismo modo, en Cantabria se aprobó, el 2 de mayo de 2006, la Ley de Conservación de la Naturaleza con el objetivo de proteger, conservar y restaurar los hábitats naturales, la flora y la fauna silvestres de la Comunidad. Con el objeto de dar respuesta a la falta de directrices únicas acerca de los contenidos de los Planes de Gestión de los espacios pertenecientes a la Red Natura 2000, en este trabajo se presenta la primera propuesta del procedimiento metodológico que se está desarrollando para la elaboración de los Planes de Gestión de los LICs fluviales y costeros de la Comunidad Autónoma de Cantabria. 2. PROCEDIMIENTO METODOLÓGICO Un Plan de Gestión ha de tener claramente definidos sus objetivos de gestión, así, de acuerdo con los principios básicos de la Directiva Hábitats, dos han de ser sus prioridades básicas: • Definir objetivos de conservación adecuados a las peculiaridades propias de cada espacio. 3 • Establecer programas de medidas que, de una forma coherente y ágil, den respuesta a la problemática inherente a la gestión de los espacios protegidos. EVALUACIÓN Y REVISIÓN DE LOS PLANES DE GESTIÓN Recopilación información Medio físico-natural Medio juríd.-administ. Medio socio-económico Definición de límites y zonas de influencia de los LIC Reconocimiento de Unidades Funcionales Establecimiento del estado de conservación actual Análisis de riesgos ESTABLECIMIENTO DE OBJETIVOS DE CONSERVACIÓN ESTABLECIMIENTO DE MEDIDAS DE USO Y GESTIÓN Diseño de la vigilancia del medio Control de la efectividad de las medidas Seguimiento ambiental PLAN MARCO Y PLANES ESPECÍFICOS BASE DE DATOS Y SISTEMA DE INFORMACIÓN GEOGRÁFICA DIFUSIÓN DE LA INFORMACIÓN A tal efecto, el procedimiento metodológico propuesto se estructura en torno a cuatro grandes bloques o unidades de trabajo (Figura 1). Inicio Diagnóstico Planificación Seguimiento Figura 1. Fases de elaboración del Plan Marco de Gestión de los LICs fluviales y costeros de la Comunidad Autónoma de Cantabria 2.1 Fase de Inicio Un aspecto fundamental en el desarrollo de todo Plan de Gestión es el conocimiento exhaustivo del medio físico-natural, jurídico-administrativo y socio-económico, sobre el que el plan va a actuar, y dotar así a los gestores de la información necesaria para la óptima gestión del espacio. La realización de este análisis permitirá al gestor comprender el modelo territorial, es decir, el conjunto de los procesos y elementos naturales, culturales y sociales que interaccionan en el entorno (Gómez, 2001). 2.2 Fase de Diagnóstico El diagnóstico es el proceso que permite analizar de forma concisa y pormenorizada la problemática que afecta a los elementos clave del sistema, así como determinar el estado óptimo de conservación del espacio natural respecto al su estado actual (Figura 2). Todo ello sin olvidar la importancia de establecer un modelo de gestión que integre intereses ambientales, aspectos sociales y cuestiones económicas. 4 D e f in i c i ó n d e z o n a s d e i n f l u e n c ia E s t a b le c im ie n t o d e l e s ta d o d e A n á lis is d e r ie s g o s c o n s e r v a c ió n a c t u a l DIAGNÓSTICO R e c o n o c im i e n t o d e U n id a d e s F u n c i o n a le s E S T A B L E C I M I E N T O D E O B J E T IV O S D E C O N S E R V A C IÓ N Figura 2. Esquema metodológico de la fase de diagnóstico para la elaboración del Plan Marco de Gestión de los LICs fluviales y costeros de Cantabria En los siguientes epígrafes se encuentran descritas las diferentes etapas de la fase de diagnóstico, es decir, la definición de las zonas de influencia, el reconocimiento de las unidades funcionales, la definición del estado de conservación de las especies y espacios, y el análisis de riesgos. 2.2.1 Definición de las Zonas de Influencia A efectos de gestión es importante conocer, no solo la zona estrictamente protegida, sino también el área adyacente a la misma en la que cualquier actividad realizada tiene una repercusión directa en los procesos ecológicos del espacio protegido. La zona de influencia se define como el área geográfica en la que cualquier alteración o variación de las condiciones ambientales es susceptible de afectar a la estructura y funcionalidad de las comunidades de los LICs. Con base en esto, es importante que su definición esté sujeta a criterios objetivos que consideren los principales procesos y factores que determinan el funcionamiento de ese espacio y que, en última instancia, permitan definir los límites de las zonas sujetas a la aplicación de los planes de gestión. La aplicación de estos principios a los LICs fluviales de Cantabria, caracterizados por una elevada complejidad estructural y geomorfológica, cuencas muy cortas, torrenciales, y donde el tramo medio apenas existe, la zona de influencia es toda la cuenca drenante del río. Esto es debido a que, debido a la continuidad longitudinal del río, cualquier actividad realizada en la cuenca drenante afectará a la calidad ambiental del medio. Los límites de la zona de influencia de los LICs litorales se definen mediante un sistema multicritero, que integra y combina aspectos hidromorfológicos, geológicos, biológicos, etc, con los que se busca reflejar la variabilidad espacial del sistema litoral. Así, en el caso de los LICs estuarinos el límite marino se corresponde con la línea imaginaria que une la desembocadura del estuario, mientras que el área interior de la zona de influencia es toda la cuenca fluvial, acotando ésta a nivel de actividades. En la propuesta correspondiente a los LICs costeros, el límite marino se localiza en la franja batimétrica correspondiente a los 30 metros de profundidad, mientras que el límite terrestre se define con base en criterios tales como la maresía, o spray marino, entendida como el factor salino que, en forma de vaho o hálito marino, afecta a la vegetación situada en la franja postlitórea semihalófila (Loriente, 1997), así como la presencia de vegetación halófila. 5 2.2.2 Definición de las Unidades Funcionales La ordenación del territorio es el conjunto de criterios, normas y planes que regulan las actividades y asentamientos sobre el territorio, con el fin de conseguir una adecuada relación entre territorio, población, actividades, servicios e infraestructuras (Gómez Orea, 2002). La culminación de estos objetivos está sujeta a la reducción de la heterogeneidad natural del medio a unidades geográficas cuyo tamaño permita llevar a cabo una adecuada gestión de sus usos y recursos. Esto es posible mediante la fragmentación del espacio en unidades elementales denominadas «unidades de gestión» o «unidades funcionales» y definidas como espacios homogéneos con estructura y funcionalidad específica en lo que a su gestión se refiere. La metodología empleada para la definición de las unidades funcionales busca la integración de criterios de modo que, además de lo establecido por la Directiva Hábitats, se tengan en cuenta criterios biológicos, geomorfológicos y socioeconómicos. En la franja costera la marea es uno de los principales factores limitantes. Con base en su altura las costas rocosas pueden fragmentarse en tres grandes regiones: la zona infralitoral, que se encuentra permanentemente sumergida, la zona intermareal, sometida a periódicos procesos de inmersión y emersión, y la zona supralitoral, que se extiende por encima del límite superior de la marea pero que es alcanzada por el spray marino. A la hora de delimitar las unidades funcionales de la franja costera, éstas se han hecho coincidir con dicha división, realizando una nueva fragmentación en el caso de la franja supralitoral, pudiendo diferenciar entre acantilado y rasa costera, a causa de las claras diferencias estructurales existentes. Así, las unidades funcionales de la franja costera serán: área infralitoral, rasa intermareal, acantilado y rasa costera. Las características morfológicas e hidrológicas del estuario difieren claramente de la franja costera. En este caso, los factores limitantes de la distribución de las comunidades biológicas son fundamentalmente dos: el gradiente salino y la dinámica mareal. Atendiendo a las características de estos elementos a lo largo del eje dibujado por la altura mareal es posible considerar las siguientes unidades funcionales: submareal somero, páramos intermareales, márgenes de vegetación halófila y dulceacuícola, y el sistema dunar. En los LICs fluviales, para la determinación de las unidades funcionales es posible emplear criterios similares a los utilizados en los ambientes estuarinos, realizando una diferenciación basada en una línea imaginaria transversal al cauce del río, de forma que se delimitan tres unidades funcionales: vegetación de ribera, margen del cauce y cauce fluvial. Pero a diferencia de los ecosistemas litorales, en el ambiente fluvial existe un marcado gradiente longitudinal que no puede ser olvidado. Así, las tres unidades funcionales fluviales son identificables en cada una de las principales tipologías de masa de agua del río, con lo que el número de unidades funcionales en los diversos LICs fluviales resulta variable. De este modo, se sigue el modelo danés de planificación de los Lugares de la Red Natura 2000, buscando la integración de las Directivas 92/43/CEE y 2000/60/CE. 2.2.3 Valoración del Estado de Conservación Actual Las tendencias actuales se dirigen hacia la valoración del medio mediante índices adimensionales que fusionan la información contenida en varias variables en una sola expresión numérica. El resultado final es un índice con capacidad para identificar las relaciones entre las perturbaciones antrópicas y los atributos ecológicos más relevantes del hábitat o de las especies 6 (Pearson &Rosemberg, 1978) y para valorar y vigilar el estado del ecosistema y relacionarlo con su evolución histórica y las zonas de referencia (Weisberg et al., 1997). En concordancia con esta tendencia, se propone realizar la valoración del estado de conservación actual, de las diferentes unidades funcionales, mediante indicadores e índices multiparamétricos para, con posterioridad, realizar la trasposición de dicho conjunto de valoraciones a un único estado de conservación de cada uno de los LICs fluviales y costeros de la Comunidad Autónoma de Cantabria. En dicho proceso, el análisis del estado de conservación de los hábitats y especies es realizado de modo independiente. Así, en el análisis de las especies, partiendo del conocimiento de su biología, es posible identificar los factores determinantes para el desarrollo de la especie, denominados “factores clave” y, con ello, establecer la dinámica poblacional de la misma y su comportamiento ecológico normal. Esto permite definir las condiciones de referencia a utilizar en la valoración. La valoración de los hábitats parte de la definición del modelo general del comportamiento ecológico del compartimento ambiental, para la posterior definición de las condiciones de referencia y delimitación de los factores clave, de cada uno de los hábitats, a emplear en la valoración. 2.2.4 Análisis de los Riesgos El riesgo se define como la combinación de la probabilidad de realización de un determinado peligro y la magnitud de sus consecuencias (Norma UNE, 2000). En el contexto ambiental surge la evaluación del riesgo ambiental, herramienta de gestión desarrollada con el propósito de transformar los datos científicos en información concreta sobre el riesgo que representan las actividades humanas para el medioambiente (Environmental Protection Agency, 1998). De este modo, el análisis del riesgo ambiental estima la incidencia de las actividades en el estado de conservación de los espacios naturales mediante la formulación de cuatro cuestiones principales: 1. ¿Qué puede ir mal?..........................................Identificación de peligros (presiones) 2. ¿Cuál es la probabilidad de que vaya mal?.....Análisis de frecuencias 3. ¿Cuáles son sus consecuencias?......................Análisis de consecuencias 4. ¿Qué medidas se pueden tomar?......................Propuesta de medidas De acuerdo con este esquema, el análisis del riesgo se inicia con la identificación de las actividades que pueden representar un peligro para el medio, es decir, las presiones. Actividades como el pastoreo, la agricultura o la tala de árboles, dedicadas a la explotación de los recursos naturales suponen, ineludiblemente, un riesgo para el medio natural. El análisis de la probabilidad y de las consecuencias de esas actividades mediante modelado matemático, junto con la información aportada por el modelo ecológico del sistema, permite definir las posibles vías de alteración del medio (los impactos) y valorar los Riesgos a los que se encuentran sometidas las unidades funcionales. En la Figura 3 se muestra el proceso inicial de la definición del riesgo ambiental asociado a una actividad, en este caso la industrial. El análisis de riesgos se inicia con la identificación de la 7 actividad así como de las diferentes presiones que se encuentran asociadas a dicha actividad (p.e. a la actividad industrial se le asocian presiones tales como los vertidos, la detracción de agua, etc). Una vez definida la totalidad de presiones se debe iniciar la identificación de los diferentes escenarios de cada una de las presiones (p.e. el funcionamiento normal de la actividad y el funcionamiento en caso de accidente), lo que posibilita establecer las diferentes consecuencias de esas presiones. Actividad: Industrial Presiones Escenarios Vertidos Funcionamiento Normal Accidente Detracción de agua Caudal alto Caudal bajo Ocupación de Llanura Consecuencias Procesos •Contaminación orgánica, química... •Turbidez •Calidad del agua -Dispersión sustancias -Eutrofización -etc •Alteración régimen hidrológico •Alteración características físico-químicas •Alteración características biológicas •Calidad del agua -Dispersión sustancias -Eutrofización -etc •Gestión recursos •Alteración características hidromorfológicas •Perdida y reducción de hábitats y especies Figura 3. Ejemplo de la definición del riesgo ambiental asociado a la actividad denominada Industrial 2.2.5 Establecimiento de los Objetivos de Conservación Uno de los principales objetivos del Plan de Gestión es el establecimiento de los Objetivos de Conservación del espacio protegido. Con este fin son desarrollados el sistema de valoración del estado de conservación de estas especies y hábitats, y el análisis de riesgos. La situación actual en la que se encuentran los hábitats y especies de los diferentes LIC es la base para definir la situación óptima del Lugar, es decir, el estado de conservación favorable para cada uno de los espacios y especies de los distintos LICs. El establecimiento de los Objetivos de Conservación no sólo debe encontrarse centrado en los objetivos ecológicos, sino que, para garantizar el éxito del plan de gestión, ha de forjarse la integración de objetivos económicos, culturales o sociales, que puedan tener un efecto positivo sobre la conservación de los Lugares de Importancia Comunitaria. 2.3 Fase de Planificación Entendida como el análisis de las diferentes estrategias, enfoques o alternativas para lograr un objetivo, la fase de planificación es aquella en la que se establecen las medidas, o disposiciones, que permitan alcanzar los objetivos de conservación definidos para cada hábitat y especie. Las diferentes medidas planteadas han de tener un vínculo directo con los objetivos de conservación correspondientes, pudiendo competer una misma medida a más de un objetivo. A la hora de definir estas actuaciones, con el fin de optimizar los resultados y facilitar su comprensión, es posible realizar una agrupación de las mismas en tres categorías: • Medidas activas, o de conservación. Se trata de medidas concretas de acuerdo a los diferentes escenarios de gestión. Incluyen actividades tales como la eliminación de 8 especies invasoras, replantación de especies de interés, adecuación de nichos ecológicos, etc. • Medidas pasivas, entendiendo como tal las medidas relacionadas con los regímenes de usos. Se han de definir las medidas aplicables a cada actividad (p.e. permisos, autorizaciones, etc), teniendo en cuenta el estado de conservación del hábitat en el que se desarrollará así como los riesgos derivados del ejercicio de esa actividad. • Normas de uso público. Son medidas preventivas que integran los valores sociales y recreativos de los espacios declarados como LICs con los objetivos de conservación de estos espacios y especies. Asimismo, y con posterioridad, parece conveniente clasificar las diferentes actuaciones en dos grandes grupos: • Acciones que repercutan en otros planes sectoriales establecidos para cada espacio en cuestión. • Acciones que surgen directamente del Plan de Gestión elaborado y que no presentan relación alguna con otros planes sectoriales. Esta clasificación permite evitar el antagonismo de medidas para las diferentes políticas sectoriales existentes en un mismo territorio. 2.4 Fase de Seguimiento El seguimiento es el mecanismo que aporta datos fiables y comparables, a largo plazo, acerca del funcionamiento del plan de gestión, y permite evaluar la ejecución del plan, es decir, analizar el grado de cumplimiento y efectividad de los objetivos de conservación planteados en un primer momento. Esta fase de vigilancia, o seguimiento, discurre de forma paralela a la puesta en marcha del plan. Durante esta etapa de vigilancia se propone desarrollar dos modelos de seguimiento claramente diferenciados: • Seguimiento ambiental, es decir, estudio de la evolución del estado de conservación de los diferentes hábitats y especies de cada LIC. • Control de la efectividad de las medidas, es decir, valoración de la funcionalidad de las medidas de uso y gestión adoptadas. En este paso del proceso se analiza si las actuaciones realizadas están causando el efecto esperado o, si por el contrario, el sistema se aleja del “estado de conservación favorable” deseado. El programa de vigilancia tiene por objeto localizar la existencia de cualquier desviación de los objetivos de conservación preestablecidos, de modo que sea posible aplicar rápidamente los cambios necesarios en el modelo de gestión, introducir nuevos objetivos de conservación y/o modificar alguno de los objetivos iniciales. 9 3. CONCLUSIONES Los planes de gestión de un espacio natural es el elemento normativo que debe indicar qué hacer, qué no hacer, qué favorecer y qué descartar en cada espacio. Ante la falta de directrices únicas acerca de los contenidos básicos de los Planes de Gestión de los espacios pertenecientes a la Red Natura 2000, se propone un procedimiento metodológico que permita suplir dichas carencias. La propuesta metodológica que se está desarrollando se estructura en torno a cuatro grandes áreas del conocimiento, las cuales son: • La ordenación del territorio (definición de las zonas de influencia y unidades funcionales de cada uno de los LICs). • La valoración del estado de conservación de las especies de fauna y flora, y hábitats naturales catalogados en la Directiva Hábitats. • El análisis de los riesgos de las diferentes actividades sobre los espacios y especies de los diferentes LICs. • La definición de medidas que permitan alcanzar los objetivos de conservación definidos en base a los procesos anteriores. Todo ello sin olvidar los elementos esenciales para la conservación del lugar que permitan alcanzar los objetivos finales del plan gestor: • Proteger y favorecer los elementos clave del sistema. • Desarrollar la potencialidad ecológica de un espacio. • Acondicionar el espacio para un uso social aceptable. 10 BIBLIOGRAFÍA (1) Barragán, J.M. (1997). 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