HABER VIVIDO Haber vivido HABER vivido en este mundo hermoso inspira confianza. ¿Quién que tenga cierta experiencia del vivir dirá que todo fue un engaño? Si escuchaste al jilguero cantar cuando eras niño, si has tocado la luz, si conociste el amor y el dolor, viste la luna, te dio su sombra un árbol, caminaste solo o con alguien junto al mar o un río, sabes de sobra que es verdad la vida y que somos misterio, que es misterio cuanto ha existido, o es, o existirá. También, que aquí te encuentres y que un día –un día milagroso como todos– digan que te has marchado y aún se escuche tu canción a lo lejos. Haber vivido Leganés a Eloy Sánchez Rosillo Leganés a Eloy Sánchez Rosillo De Sueño del origen Eloy Sánchez Rosillo LEGANÉSGESTIÓNDEMEDIOS Eloy Sánchez Rosillo Poeta y profesor de literatura española. • 1948. Nace el 24 de junio en Murcia. • Gran lector desde su niñez, va poco a poco descubriendo la literatura y acercándose a la poesía. • A los 14 años escribe sus primeros poemas y a los 17 toma conciencia plena de su vocación. • 1969-1974. Estudia Filosofía y Letras en la Universidad de Murcia, donde se doctorará en Filología Románica. • 1973. Estancia en la Università Italiana per Stranieri de Perugia. Estudia italiano y viaja por Italia. • 1975. Comienza a trabajar en la Universidad de Murcia, donde se ha desarrollado su vida laboral hasta la fecha. • 1977. Premio Adonais por su libro Maneras de estar solo, Ediciones Rialp. • 1981. Publica Páginas de un diario, colección El Bardo. • 1984. Elegías, Editorial Trieste. • 1982. Después de un viaje a Recanati, pueblo natal de Giacomo Leopardi, comienza a traducir esporádicamente parte de la obra en verso del admirado poeta. • 1989. Autorretratos, Ediciones Península. • 1996. Edita su quinto libro de poemas, La vida, Tusquets Editores. • 1998. Publica Antología poética de Giacomo Leopardi, Editorial Pre-Textos. • 2004. Las cosas como fueron (1974-2003), Tusquets Editores, recopilación de sus cinco primeros poemarios. • 2005. Premio Nacional de la Crítica de Poesía por su libro La certeza, Tusquets Editores. • 2008. Oír la luz, Tusquets Editores. • 2011. Sueño del origen, Tusquets Editores. • 2012. Antes del nombre, Tusquets Editores. Haber Vivido Leganés a Eloy Sánchez Rosillo EDITA: AYUNTAMIENTODE LEGANÉS DISEÑO: LEGANÉS GESTIÓN DE MEDIOS S.A. Chema Rivero CORDINACIÓN TÉCNICA: Concejalía de Educación y Cultura Equipo técnico de Apoyo a la Escuela Este libro ha sido posible gracias a la colaboración de: Los Institutos de Educación Secundaria de Leganés: Butarque, E. Tierno Galván, Gabriel García Márquez, Isaac Albéniz, José de Churriguera, Julio Verne, La Fortuna, Luis Vives, María Zambrano, Pablo Neruda, Pedro Duque, Salvador Dalí, San Nicasio y Siglo XXI Andrés Trapiello Antonio Moreno Francisco Javier Irazoki José Rubio Fresneda Juan Marqués Márcio Catunda Pedro García Montalvo Santiago Gómez Valverde Soren Peñalver Susana Benet Vicente Gallego Colectivo Fotográfico de Leganés • Carlos Escribano • Enrique Maldonado • José Hernández “Chiqui” • Luz Cortés • Manuel G. Viñas • Paco Morillo • Rafa Martín • Raquel Álvaro Tusquets Editores MAQUETACIÓN E IMPRESIÓN: GRÁFICAS LE COQ D´OR S.L. DEPÓSITO LEGAL : M-10764-2013 IMAGEN DE PORTADA Rafa Martín. Luz que revela. Monasterio de Yuso. 2012 Haber vivido Índice Presentación de Jesús Gómez Vicente Gallego IES Luis Vives Carlos Escribano Francisco Javier Irazoki IES Gabriel García Márquez Enrique Maldonado Andrés Trapiello IES Siglo XXI José Hernández «Chiqui» Juan Marqués IES Enrique Tierno Galván Luz Cortés Márcio Catunda IES Isaac Albéniz Ramón Gaya Soren Peñalver IES José de Churriguera Manuel G. Viñas José Rubio IES Julio Verne Paco Morillo Pedro García Montalvo IES La Fortuna Rafa Martín Susana Benet IES María Zambrano Raquel Álvaro IES San Nicasio IES Salvador Dalí IES Butarque IES Pablo Neruda IES Pedro Duque Antonio Moreno Santiago Gómez Valverde 5 9 12 15 17 18 21 22 25 29 31 32 35 37 38 41 43 44 47 48 54 57 58 66 69 70 73 77 78 80 82 84 86 88 93 \3 Haber vivido Queridos vecinos, profesores y alumnos de Leganés: Este curso, los estudiantes de Bachillerato de los IES de Leganés han dedicado su tiempo a profundizar en la obra del poeta murciano Eloy Sánchez Rosillo, un autor de larga trayectoria y reconocido prestigio en las letras españolas de finales del siglo XX. Sánchez Rosillo se ha convertido en una voz propia de la poesía contemporánea desde 1977, año en que publicó su primer poemario, ‘Maneras de estar solo’, por el que obtuvo el Premio Adonais. Su obra también ha sido merecedora del Premio Nacional de la Crítica en 2005. La poesía de Sánchez Rosillo refleja un mundo propio que, gracias a su estilo, es capaz de trascender lo personal y alcanzar una idea de universalidad. Su obra ha sido traducida a diferentes idiomas y sus poemas figuran en las antologías más representativas de la poesía actual. El trabajo realizado por los estudiantes de Leganés se plasma en este libro, que ha sido realizado con la colaboración de distintos autores, así como la aportación del Colectivo de Fotografía, que ha realizado la aportación gráfica. Espero que disfrutéis estas páginas, que reflejan el trabajo de todo un curso, por el que felicito sinceramente a los profesores y alumnos de los institutos de nuestra ciudad. Ellos han interiorizado e interpretado la obra de Eloy Sánchez Rosillo y su esfuerzo y trabajo debe servirnos de aliciente a todos para acercarnos a la poesía y alimentar la pasión por la lectura. Jesús Gómez Ruiz Alcalde de Leganés. \5 Haber vivido Eloy Sánchez rosillo, poeta y hombre verdadero En esta vida, cuya secreta y honda sabiduría acostumbra a mostrarse juguetona e imprevisible ante los que abren los ojos del asombro —que son los de la gratitud—muchas de las cosas que nos parecen negativas terminan por resultar benefactoras. El caso es que la editorial El Bardo, donde Eloy publicó su segundo libro, Páginas de un diario, debió de quebrar en aquellos tiempos de mi muy temprana juventud en los que yo andaba en una quiebra permanente, así que muchos de sus libros estaban de saldo en la librería París-Valencia de la calle Pelayo de mi ciudad. En resumidas cuentas, lo que llevo un rato tratando de decir es que pude hacerme con aquel libro de Eloy, cuya poesía no tiene precio, por la módica cantidad de dos pesetas; y las dos pesetas no deben ser entendidas aquí bajo clave de metáfora, pues eso fue lo que tuve que pagar exactamente. La poesía de Eloy, tan intensa y rica en su sencillez casi franciscana, caló profundamente en mí desde el principio, y supe que había hallado en ella una compañía inestimable. No me equivoqué —a pesar de ser yo en esos momentos un lector bisoño— y, después de aquel primero, cada uno de sus libros ha venido a sumarse a la cuenta de mi asombro y de mi agradecimiento siempre renovado. La voz límpida de Eloy le enseñó al joven poeta cursi, altisonante y vetusto que yo era secretamente para todos —con las honrosas excepciones de mi madre y de mi abuela, que de vez en cuando escuchaban de mí, con gran caridad cristiana, un soneto cojitranco de acentos o una silva ripiosa— que a la poesía no era preciso ir a buscarla en la palabra-cascabel ni en la purpurina, porque ella se daba, de manera mucho más propia y más cierta, en esa naturalidad de la media voz y en la observación de las mil delicadezas de nuestra vida cotidiana. La poesía, que en Eloy era ya una verdad serena, regalada y viva, en mí apuntaba todavía como un apasionado esfuerzo personal cuyo único fruto consistió, durante algunos años, en un escandaloso reguero de cadáveres: las obras completas de mi inmadurez. Pasó el tiempo, fui purgando ínfulas y amaneramientos, y cuando publiqué el que considero mi primer libro, La luz, de otra manera, me hice con la dirección de Eloy y se lo mandé con una dedicatoria que ya no recuerdo, pero en la que le expresaba mi sincera estima por su obra. Para mi sorpresa, a los pocos días tenía una carta suya en mi buzón, una carta que venía como debe venir una carta, en un sobre con un elegante membrete que consignaba con letras de imprenta, en su cara posterior, los datos del remitente. La ilusión con que abrí la misiva sólo la comprenderá el que haya sido joven y haya sentido reverencia hacia la palabra escrita de otro hombre. El poeta \9 10/ Haber vivido que tanto admiraba me había leído y, según todos los indicios, tenía algo que decirme. Y lo que Eloy tuvo a bien decir acerca de mis versos en aquella carta, me presentó de inmediato la generosidad de un alma. Por si faltara algo, se despedía de mí ofreciéndome su amistad. Poco a poco, la vida fue disponiendo las ocasiones y aquel sincero ofrecimiento se convirtió en esta fraterna camaradería que hoy nos une. Fue allá por el verano de 1989 cuando pude conocer al hombre, pues lo invitamos, junto a unos sesenta o setenta poetas más de todos los colores, a unas jornadas poéticas que organizamos en Valencia Carlos Marzal, Juan Pablo Zapater, José Miguel Arnal y yo mismo. Quiero evocarlo a las tantas de la madrugada, en mitad de la pista de baile de los garitos de la playa de la Malvarrosa. No era Eloy un bailarín consumado, aunque nunca perdía el ritmo a base de fregotear el suelo suavemente con las suelas de los zapatos. Alto, elegante y maleable como una espiga, bien pertrechado de su vaso de tubo y su purito Farias reglamentario, lo que no había es quien le ganara en cordialidad, en su estar tan a gusto con la gente, ni tampoco en su empeño de retirarse el último de todos los saraos. Salimos muy bien hermanados ya de aquellos días, porque a Eloy, con su campechanía, su vivaz inteligencia socarrona y su alegría de estar vivo, no hay manera de tratarlo sin quererlo, a no ser que uno sea raro de remate. Los años que vinieron después no han hecho sino poner de manifiesto, de mil maneras, su calidad humana. Tantas primaveras juntos en Murcia, invitados por el almirante José María Álvarez a su legendario congreso poético anual: Ardentísima. Y tantos encuentros memorables aquí y allá, casi siempre reunidos en torno a la poesía. Pero Eloy no ha sido para mí sólo Eloy, sino que por la puerta grande de su amistad han ido entrando en mi vida algunos de sus mejores amigos, que hoy lo son tanto suyos como míos, porque la amistad es el más contagioso de los sentimientos al ser el más puro. Gracias, querido Eloy, por tantas y tantas alegrías, y por todas aquellas que aún espero que compartamos. Cuando todos los críticos se empeñaban en destacar el tono elegíaco de su palabra, yo sentía que en sus versos, precisamente desde el corazón mismo de la elegía, se elevaba en plenitud un cántico desaforado de amor a la vida, de perplejidad ante el calado inabarcable de sus misterios. Lo que constituye a la belleza es esa condición fugaz, casi relampagueante de sus manifestaciones particulares, y eso lo vio y lo cantó Eloy como muy pocos han llegado a cantarlo, vislumbrando su colmo en los andares distraídos de una hermosa muchacha que está a punto de perderse para siempre en sus mundos al doblar una esquina; columbrando su entera gloria en los aromas de una tarde primaveral, en el pasmo inagotable de un rayo de luna o en el canto eterno de los pájaros madrugadores. Varios fueron los libros de tono elegíaco en los que Eloy nos enseñó a amar más y mejor este mundo hecho de blancas fragilidades, de destellos deslumbrantes y Haber vivido emociones claras. Sin embargo, cuando ni él mismo lo esperaba, porque un poeta verdadero como él no se atreve siquiera a sospechar los rumbos que le pueda ir marcando el señorío siempre inesperado de la poesía, se vio convertido en un poeta raro, en un poeta hímnico, un poeta de mirada por completo esclarecida que, en vez de cantar el cielo de este mundo con nubes pasajeras, está cantando el cielo siempre transparente del espíritu humano. No, no es que Eloy se nos haya ido por las abstrusas ramas de la metafísica, sino que se ha encontrado felizmente con la infinitud de la realidad en cada uno de los detalles de esta asombrosa manifestación suya a la que llamamos nuestra vida. Desde su libro La certeza, donde Eloy nos dejó escrito: “Qué ciego estuve, habiendo como hay / tanta luz, tantos signos / que en todo instante la verdad nos dicen. / Hay que abrir bien los ojos para ver, / aguzar el oído / para oír lo que importa. / Cada vez se apodera / de mí con más pujanza y más dulzura / la certidumbre de que sólo hay vida”, el poeta ha visto desvanecerse toda separación real en el seno del ser y no ha cesado de compartir con nosotros, mediante una palabra cada vez más poderosa y entrañada en la gratitud, su sentimiento de unidad con respecto a todo lo vivo. Si la poesía es siempre el testimonio decantado del vivirse de un alma, y ya que las cosas no tienen otra realidad más que la que imprime en ellas ese troquel que es la mirada que las considera, no cabe duda alguna de que todas las cosas que pueblan la poesía del amigo Eloy, esas pequeñas cosas de cada día, han sido vistas a la luz de un alma bella. “Hay que abrir bien los ojos para ver…”, repetimos con uno de esos pocos poetas capaces de abrir los nuestros, poema tras poema, al esplendor sin mácula de lo dado, a este júbilo eterno de abrir los ojos a la verdad del mundo y no poder distinguirla de la verdad pura del alma. Vicente Gallego (11 de noviembre de 2012) \11 12/ Haber vivido HASTA QUE LLUEVA Desde niño, madre me cuidaba y daba consuelo, ella era mi calor y yo un trozo de hielo, un niño con anhelos...alcanzar el éxito, mirar abajo sobre nubes posadas en el cielo. Tanto calor y cariño recibí de los míos, que dejé de ser hielo y me convertí en río. Ya no era un crío, era un adolescente, el tiempo ya no estaba quieto, pasaba al ritmo de la corriente. Por no ser prudente, aciertos y errores tuve, pero quería, todavía, convertirme en una nube. Alcanzado el éxito, ya hombre, nube me mantuve, deseando no llorar, deseando no llover... Deseando no recordar que deseé crecer y envejecer. Inspirado en Miro pasar las nubes. (Autorretratos). Eloy Sánchez Rosillo Antonio Elias Kinamvuidi Gombe 2º DISEÑO DE FABRICACIÓN MECÁNICA. IES LUIS VIVES Haber vivido Inspirado en Golondrinas de septiembre. (Sueño del origen). Eloy Sánchez Rosillo Sara García Heras 1º IMAGEN PROFESIONAL. IES LUIS VIVES \13 14/ Haber vivido Haber vivido Inspirado en Desde un acantilado. Eloy Sánchez Rosillo Carlos Escribano Desde el acantilado \15 16/ Haber vivido Haber vivido Eloy Sánchez Rosillo Y La Consciencia Luminosa En diversos círculos se sigue repitiendo una especie de mantra: la hondura artística está reservada a los que caminan en el interior de los abismos. Sospecho que de esta frágil certeza han salido bastantes naderías. En mi opinión, la búsqueda del malditismo es trivial y sus simas presentan a menudo la forma de una mirada injusta. Disiento de quienes piensan que la calidad creativa es el fruto de alguna derrota íntima. He encontrado más profundidad en artistas que desde la lucidez resaltan la existencia. Me acompaña un buen modelo. Frecuentemente leo un volumen donde se recopilan casi todos los poemas de Eloy Sánchez Rosillo. Llevo el libro en los paseos matinales por las calles de París. Lo abro y siempre recibo un alivio suave. En el tomo, Las cosas como fueron (Tusquets), cuyas cualidades se han extendido a las obras recientes del autor, percibimos un conocimiento que elige la respuesta luminosa. Aunque la angustia tenga mucha fama en nuestra cultura, el escritor propone su alternativa: la consciencia contra la simpleza sombría. Hay en sus palabras una gratitud que excluye recompensas. Por fin disfrutamos con un poeta que no participa en los campeonatos de dolor. No necesita imitar el tono y las músicas marginales; no redacta textos con olor a serpiente muerta. Tampoco suelta ráfagas herméticas por las que el lector vuela con los ojos vendados. Nunca lo vemos caer en gestos comerciales de abandono y languidez. Los versos de Eloy Sánchez Rosillo transmiten la complejidad con expresión limpia, y la riqueza interna de su arte llega sin trabas a la superficie. Son páginas escritas por un hombre que se sabe efímero y ensalza la vida en que él se consume. Francisco Javier Irazoki \17 18/ Haber vivido Las grises nubes de invierno no me dejaban verte, un vano intento de eclipsar a la reina de la noche. Imposible olvidar tu belleza, cuando en las noches de verano, tú, radiante y espléndida, te elevas sobre tu reino de sombras, tan fría, tan cálida, eternamente puede estar tu reflejo en mi pupila; tú, tímida y humilde, careces de luz propia y dejas a la vista del mundo tu cegador esplendor. De tu serenidad enamoradas están las mareas que inútilmente desean rozarte alzando sus desesperadas olas en un intento de acariciarte, pero por más que lo intenten es un deseo insaciable, a cada intento su necesidad de tocarte se incrementa, frustradas, descargan su ira contra el acantilado que las retiene. Hoy, sin poder verte, siento la angustia del mar, aunque sé que estás ahí. Nunca has faltado a ninguna de nuestras citas. El viento se desperezaba llevando consigo aquel fresco olor y al instante ese dulce rumor, manso y delicado, invadía la oscura ciudad, cuyo horizonte a cada segundo era más difuso. La lluvia caía mansamente sobre las verdes hojas de aquel naranjo que algún día de verano me refugió en su sombra, acompañado por el singular canto de un jilguero. Oía los árboles mecerse en los soplos del viento, mi mirada ya no traspasaba aquel cristal, ahora opaco por el vaho y agrietado por el paso inexorable de las gotas que resbalaban hasta el final de la ventana, como las lágrimas que por mi culpa se deslizaron por tu rostro hasta morir en el suelo. Queda tan poco por vivir, solo quiero quedarme aquí, sumido en la penumbra, solo con mis recuerdos, rodeado por el susurro de la lluvia, pensando en los días luminosos que se fueron. Inspirado en los poemas Noche de luna, Después de la lluvia, Huertos junto al río y Dejadme aquí, sumido en la penumbra de Eloy Sánchez Rosillo Saray Cruz Palma 4º ESO. IES GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ Haber vivido Inspirado en El viajero. (Maneras de estar solo). Eloy Sánchez Rosillo Marta Costumero 4º ESO. IES GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ \19 20/ Haber vivido EL RÍO EL sauce y el río. El sol en el agua. Detente. Contempla la mañana. No pienses en nada. Eloy Sánchez Rosillo Haber vivido Inspirado en El río. Eloy Sánchez Rosillo Enrique Maldonado \21 22/ Haber vivido ETERNO RETORNO Para Eloy Sánchez Rosillo Ha vuelto a suceder. Me recuerdo de mozo descubriendo en un libro de Bécquer la Poesía, no ya como cualquier adolescente, mas como el hombre que empecé a ser entonces, pues se me reveló que cuanto allí pasaba concernía a todos y a ninguno, en su misterio. Recuerdo con qué vértigo esperaba que pasaran las clases y deberes para correr hasta un rincón cualquiera donde quedarme a solas con el libro de mi amado poeta. Le entregaba mi alma y le decía: Haz de ella algo noble que pueda hablar de sí y del mundo, que me enseñe a estar solo o a entregarme a un abrazo, si me cabe tal suerte. Entonces empecé a escribir mis propios versos, que quise iguales que los suyos, no por imitación, sino porque era igual nuestro sentir, o eso creía, y me habría avenido malamente a palabras labradas de otro modo. Haber vivido Han pasado los años, y de nuevo ha vuelto a suceder con los poemas de un poeta de ahora, de ahora mismo. Él me ha devuelto a aquella adolescencia, y aunque ya no soy joven y la vida haya hecho su trabajo de zapa en tantas ilusiones, he sentido que el sueño del origen es origen, como el grano es espiga y como siento ahora que estos versos a los suyos debieran parecerse para darlos por míos. Andrés Trapiello (Marzo de 2011) \23 Haber vivido La Culpa - Cuando era pequeño, teníamos una gata en casa, se llamaba Menta, y era negra como el carbón, y tenía unos ojos verdes muy grandes. Estábamos en verano. Mamá estaba haciendo la cena y papá limpiando. Yo quería jugar, me aburría mucho- Mientras Oliver se sumía en sus pensamientos, sentimientos y recuerdos, Marta tomaba notas en su cuadernito rápidamente a la vez que escuchaba el relato del niño con mucha atención- Empecé a jugar con Menta. Me aburrí de darle caricias y empecé a cogerla y a lanzarla hacia arriba. Entonces ella salió corriendo, y yo quise perseguirla. La seguí por toda la casa. La puerta del jardín estaba abierta para que entrase el frescor de la tarde. La gata salió y se subió al almendro que papá y mamá habían plantado hacía muchos años. El árbol había crecido mucho y yo no llegaba a las ramas más bajas. Menta se subió en él, y me bufó desde arriba…- Sin darse cuenta, Oliver empezó a apretar los puños, su voz se empezó a aflautar y los ojos se le tornaron vidriosos.- Yo quería que bajara, y comencé a tirarle piedras. Las ramas eran finas y Menta no tenía mucho espacio para moverse, por lo que no fue muy difícil empezar a acertar en el blanco. Los ojos de Oliver se hinchaban poco a poco y sus lágrimas empezaban a aflorar. - Estuve largo rato tirando piedras, cada vez más grandes y con mayor fuerza. Sentía que eso era divertido, me lo estaba pasando bien. Había visto muchas veces a los mayores tirar piedras a los gatos callejeros y no pensé que tuviera nada de malo. Marta seguía escuchando atentamente. - Al cabo de un rato, Menta cayó al suelo, sangraba mucho por la boca. Paré de reír, me había pasado y lo sabía, pero no sabía hasta que punto me había pasado. Menta me miró y… Y… No pudo contener más las lágrimas. Comenzaron a resbalarse desde los párpados hasta sus mejillas, notó el sabor de sí mismo en la boca, sus ojos escocían. Mordía los labios para contenerse un poco el llanto, sin conseguirlo. - Me pareció que lloraba. Me pareció que en sus ojos no había maldad, no bufó, no trató defenderse. Yo estaba paralizado, no sabía lo que estaba pasando, sólo tenía \25 26/ Haber vivido cinco años. Nunca pensé que tras convulsos movimientos, extraños, y maullidos tristes, delante de mí se derrumbaría sobre la hierba del jardín para no levantarse nunca más. Ni por un segundo más pudo aguantar el llanto. La espera se hizo larga y pesada. Marta nunca pensó que el origen de la tristeza del chico pudiera remontarse a tantos años atrás. Lo dejó unos minutos consigo mismo, entonces le preguntó: - ¿Qué hiciste después? ¿Cómo te sentiste? - Entonces no sabía lo que estaba sintiendo, pero, tras muchos años después, ya sé lo que sentí, le he dado muchas vueltas con el paso del tiempo. Después quise volver a casa hablar con mis padres. Eso fue lo que hice. Mientras daba la espalda a Menta, cabizbajo, caminando sobre la hierba del jardín, me sentí… Me sentí… Asustado, confuso, lleno de angustia y de desasosiego. Desde entonces supe que llevaría siempre la carga de tan horrendo crimen. Mientras caminaba, noté un peso terrible sobre mi espalda, que me haría caer si no aguantaba. Un gran dolor de cabeza, que ahora sé que era la conciencia, que todavía hoy me sigue atenazando. Y esa opresión en el corazón… Menta… Marta cogió la silla que ocupaba y de forma que no arrastrase las patas, para no molestar al chico, volvió a apoyar la silla en el suelo. Acto seguido se sentó sobre ella, retiró las manos de la cara de Oliver, y habló con él el resto de la hora de terapia. Irene Martín Andrés 3º C ESO. IES Siglo XXI Haber vivido Andrea Escobar y María Jaramillo 3º A ESO. IES SIGLO XXI \27 Haber vivido LA AMISTAD No pienses que fue breve la hermosura de esos días que hoy cantas, ni escasa la alegría que la fortuna os diera: la belleza sólo un tiempo requiere, y su fugaz reinado tiene la permanencia de lo eterno. Eloy Sánchez Rosillo José Hernández “Chiqui” \29 Haber vivido No hablo de mí: despierto, salgo afuera y en general las cosas son como las preveía, o, mejor, tal y como podría haber previsto si lo hubiese pensado, si estuviera dispuesto a meditar. Nunca quise sorpresas. Me basta con estar, saberme aquí, sentirme limitado y adoptar la costumbre de existir sin disfraces y sin sobreactuaciones, con la luz quemando hasta el final –no hablo de mí– mis ojos. Juan Marqués \31 32/ Haber vivido Inspirado en Huertos junto al río. (Sueño del origen). Eloy Sánchez Rosillo Sergio Romero del Hombrebueno García 4º A ESO. IES Enrique Tierno Galván Haber vivido Inspirado en Un día que se va. (Sueño del origen). Eloy Sánchez Rosillo Lucía Ramírez de la Rosa 4º A ESO. IES Enrique Tierno Galván \33 Haber vivido Inspirado en Sucede que allí estoy. (Sueño del Origen). Eloy Sánchez Rosillo Luz Cortés \35 Haber vivido LA NOSTALGIA DE ELOY SÁNCHEZ ROSILLO Cierra los ojos y vislumbra los geranios. Ve a una muchacha más bella que el fulgor del verano. Pasaron los días de la antigua primavera. La sombra no le devuelve aquellas imágenes: la vieja acacia que vio plateada, bajo la luna, el recuerdo de su madre cuando era joven, el pastor y el balido del rebaño, los gorriones que lo despertaban en el primer albor. Bendice los recuerdos de su juventud, la canción de un jilguero en la luz vespertina, la gloria melancólica de haber vivido. No se detuvo el curso de las horas, y no le queda más que añorar el pretérito encanto de aquellas plácidas tardes. Al fin de la hermosa fiesta, de pronto está bajo la misma acacia. Recuerda el rostro ajeno que tenía, otra era la llamarada de los largos días de la infancia. Va acabándose el tiempo, mientras crece la expectativa del gran silencio. La vida, un día lleno de indulgencia, le entrega la libertad de andar solo, lejos de sí mismo para meditar sobre el enigma. Márcio Catunda \37 38/ Haber vivido A LO LEJOS UNA niña —qué lejos— me sonríe. Y, desde allí, me mira. Infancia de mi madre. Vieja fotografía. Eloy Sánchez Rosillo –A lo lejos una niña –qué lejos– me sonríe con trapos viejos vestida, pasa entre las flores como de vieja fotografía. Deslumbra por los brillos, del intenso y soleado día. Se refugia entre las sombras de los álamos de vida. Y, vestida de blanco y negro, desde allí… me mira, recordando otros tiempos de otras épocas sufridas. Su imagen gris, en un recuerdo, es mi madre rejuvenecida de unos años ya pasados, de otra etapa de la vida. Recreación - continuación del poema A lo lejos. (Elegías). Eloy Sánchez Rosillo Sonia García Nieto 3ºC ESO. IES Isaac Albéniz Haber vivido Inspirado en La voz de aquella flauta. (Páginas de un diario). Eloy Sánchez Rosillo Raghad Mohamed 4º A ESO. IES Isaac Albéniz \39 Haber vivido Ramón Gaya Retrato de Eloy Sánchez Rosillo, 1981, óleo sobre lienzo \41 Haber vivido PARA ELOY SÁNCHEZ ROSILLO (UNDÉCIMAS A SU LIBRO DE LOS PÁJAROS* ) Como para Rilke las rosas, son tus pájaros criaturas epistolares. En el perfecto milagro de la sola pluma de uno cualquiera de ellos, vive y se lee la cifra del cielo. Nos acompañan las aves de tus versos, nos dicen cómo tú las tratas y conoces. Van en bandadas estos seres solitarios, escriben sobre la línea del crepúsculo, y se mojan y beben en la nube que baja hasta la copa del árbol del tiempo, donde sus crías duermen. En continuo trasiego, al verde laurel, al grácil almendro o a la tupida acacia, acuden los alborotadores, luego de la rebusca del grano hundido en los terrones sedientos. Son éstos los parajes en donde tus jilgueros esperan el misterio del alba, al que cantan, mientras sus inquietas y chicas vidas pasan. Y es éste el lar del ruiseñor sagrado que el sueño de su compañera y el tuyo protege, en la noche cerrada, con su impalpable canción. Los alados animalillos que tus páginas albergan, traen y se llevan la luz y el calor de lejanos y cercanos días. ¿De qué otros existentes o soñados horizontes acudirán los venideros pájaros que han de ocupar las nuevas páginas y anidan al abrigo del atareado amor, con la certeza que el corazón ocupa? De Hesíodo y Leopardi, de Keats y Pascoli, tus pájaros epistolares acuden; picotean en las cardenchas las flores azules. Soren Peñalver - En el árbol del tiempo, antología de poemas del autor alusivos a distintas aves, entresacados de su obra poética por Juan Marqués (Editorial Pre-Textos, col. El Pájaro Solitario, Valencia, 2012). \43 44/ Haber vivido SENSACIONES (Al borde del acantilado) El sol se refleja en el agua cristalina, y se siente la humedad en la piel. El cielo sujeta una nube blanca, y la arena arde como el propio infierno. Al borde del acantilado, todo parece más liviano. No la he tocado y ya la siento. El mar me inunda. Basta con pensarlo para refrescarme. Me estoy empapando mientras me quemo. Doy un paso al frente, inspiro profundamente y me dejo caer. El mar está sereno, claro, limpio, silencioso. Y sin embargo… El agua estaba más fría al borde del acantilado. Andrea de la Braña Sánchez 4ºB ESO. IES JOSÉ DE CHURRIGUERA Haber vivido Inspirado en Huertos junto al río. (Sueño del origen). Eloy Sánchez Rosillo Iván Camps Abad 1ºB ESO. IES JOSÉ DE CHURRIGUERA \45 46/ Haber vivido LA INTRUSA […] Nadie quiere labrar ahora estos campos. No dan fruto las hazas ni los árboles. Por doquier, han crecido malas hierbas. Y el aire no mece como antaño, cuando el verano llega, los trigales maduros. No sé qué pueda hacerse. En cierto modo, tengo ya el hábito de verla, aunque siempre que encuentran mis ojos su figura sienta un escalofrío. Me acecha a cualquier hora; ronda mi casa. A veces, canta, mientras me observa, una canción dulcísima, y entretejen sus labios mi nombre con la música. Un día, fatalmente, no sé cuándo - acaso cuando deje su mirada de infundirme temor y esté dispuesto a hacer lo que ella quiera, a ser suyo, a seguirla -, vendrá a buscarme al fin. Yo la estaré esperando. Y emprenderemos juntos el más largo viaje. Eloy Sánchez Rosillo Haber vivido Inspirado en La intrusa. Eloy Sánchez Rosillo. Manuel G. Viñas El buitre \47 48/ Haber vivido EL BALCÓN DE ELOY (Notas sobre Eloy Sánchez Rosillo) Al pensar en Eloy antes de comenzar a escribir estas líneas, lo primero que me vino a la cabeza fue la imagen de su balcón iluminado de noche. He visto ese balcón infinidad de veces, de día y de noche. Él vive en Murcia, en el 4º piso de un edificio situado hacia la mitad de la calle de San Nicolás. Dos puertas antes está mi casa, y en el bajo de aquel edificio mi oficina. Conozco bien la calle y el inmueble de los que hablo, pero es la imagen de ese balcón encendido la que tengo grabada. Con frecuencia, a horas avanzadas, es el único con luz en toda la fachada. Aun de día lo identifico de un golpe de vista y de un modo inconsciente al entrar o salir de mi casa, pero llama mi atención sobre todo cuando oscurece y refulge en él, casi a la mano, a pesar de la considerable altura, una luz amarilla y cálida. Entonces pienso en el amigo. Sé que estará allí, en su cuarto, en la soledad en la que ha ido encontrando día a día lo suyo. Quizá esté leyendo, o escribiendo, me digo, o tal vez no haga nada, y descanse, y espere. Alguna vez, mirando el balcón, me han venido a la memoria un par de versos del poema de Goethe “Legado”, que cuadran bien con lo que me sugiere: Obra de amor realizan espontánea, en este mundo, el vate y el filósofo. Y es que allí, en aquel cuarto, ha nacido buena parte de la obra de Eloy Sánchez Rosillo. Ese balcón iluminado se me ha ido transformando por sí solo en una referencia, en una guía. Se ha convertido en el símbolo de lo que la amistad de Eloy, y él mismo, son para mí desde hace ya treinta y cinco años, que es el tiempo que ha pasado desde que lo conocí. El poeta se trasladó a su casa de la calle de San Nicolás en el año 1979. En ella sigue, y en ella ha vivido buenos y malos momentos, como cualquiera en cualquier sitio, pero siempre, fueran cuales fuesen las circunstancias, cada noche la luz del balcón que digo permaneció encendida muchas horas. Podría referir tantas cosas de la persona y de la vida de Eloy, y de su influencia en la mía propia, que no sé por dónde empezar. Me vienen a la memoria infinidad de recuerdos, y con ellos algunas personas fundamentales en su vida. La primera, su madre, Celia Rosillo, por la que el poeta sentía verdadera veneración, y a la que, ahora que el hijo anda por la edad que ella debía tener cuando yo la conocí, encuentro que se parece cada vez más, y no me refiero sólo al parecido físico. A veces, hablando con él, una expresión suya, un acento, un modo de decir, Haber vivido me recuerdan muy vivamente a su madre. Además de la incuestionable huella genética, sucede que cuando se quiere tanto a una persona se tiende, de modo consciente o no, a emularla. Se interiorizan sus gestos, su manera, su modo de ser, y, cuando menos se piensa, aflora aquel estilo en nuestra forma de expresarnos. Se cumple así el profundo deseo de que algo de aquella persona que tanto quisimos siga presente en nuestra vida. Esto le sucede a nuestro poeta con su madre. Él lo ha dicho maravillosamente en su espléndido poema “Siempre”, que termina dándonos cuenta de un encuentro con ella: Ambos reconocemos que ese encuentro es la vida, el relámpago eterno de amor que nos fue dado del todo y para siempre. Y otra cosa no hay. Su madre fue una persona buenísima, simpática, entrañable; esas cualidades suyas se advertían nada más verla. De ella habla el poeta en el emocionante final del poema “Una temporada en el infierno”, del libro La certeza. A ella le ha dedicado algunos poemas que están entre los más hermosos y conmovedores de toda su obra, por ejemplo: “A lo lejos”, del libro Elegías, “Madre”, del libro Oír la luz, y el ya citado “Siempre”, del libro Sueño del origen. Recuerdo también al pintor Ramón Gaya, una de las personas más importantes en la vida de Eloy, y sin duda decisiva en su formación. Fui yo mismo quien los presentó en el año 1979. Unos días antes le había regalado a Gaya el primer libro, en aquella fecha el único, de Sánchez Rosillo: Maneras de estar solo. Al pintor le encantó, lo leyó de un tirón en una sola tarde, y al día siguiente me comentó muchos de sus poemas, y versos, y hasta alguna de las palabras empleadas por el poeta. El poema “Tarde de junio” era uno de sus preferidos. No olvido que me señaló estos versos: En un rincón del cuarto brilla la enredadera de la música. Le parecía acertadísima la elección de la palabra brilla. Recuerdo que me dijo: “Otro cualquiera habría escrito con toda probabilidad suena, pero un poeta ahí escribe brilla”; y añadió: “Llama a tu amigo, que quiero saludar a un verdadero poeta”. Durante los días que siguieron visitamos casi a diario a Ramón Gaya, solíamos cenar y conversar con él hasta bien avanzada la noche. A menudo, después de dejar a Gaya en su hotel, nosotros prolongábamos la conversación volviendo sobre los temas tratados o comentando las opiniones y juicios del propio Gaya. Éramos conscientes del privilegio que suponía tratarlo. Con \49 50/ Haber vivido frecuencia, en el momento de despedirnos, Eloy me acompañaba a mi casa, muy distante por cierto de la suya, y luego, para corresponder, yo lo llevaba hasta su puerta; entonces él volvía otra vez conmigo hasta mi casa, y yo, para no ser menos, regresaba con él hasta la suya. Solíamos repetir esas idas y venidas infinidad de veces, y hablábamos sin parar por la ciudad completamente desierta a esas horas. Era tan grande el deleite de aquellas conversaciones que no nos dábamos cuenta ni de la hora ni de los kilómetros recorridos. En más de una ocasión vimos amanecer en esos mutuos acompañamientos, que solían resolverse despidiéndonos al fin en un lugar equidistante de nuestros domicilios. Al día siguiente, a la siguiente noche, repetíamos aquel mismo programa. Así se estrechó y fortaleció nuestra relación, que aún era reciente. Aquellos días comenzó entre Ramón Gaya y Eloy Sánchez Rosillo una entrañable amistad, basada en el afecto y la mutua admiración. En un pasaje de sus Meditaciones, Marco Aurelio dice: Siempre que quieras alegrarte, piensa en los méritos de los que te rodean… Porque nada produce tanta satisfacción como los ejemplos de las virtudes, al manifestarse en el carácter de los que con nosotros viven y al ofrecerse agrupadas en la medida de lo posible. Trataré de “ofrecer agrupadas en la medida de lo posible” las virtudes del poeta. Si se me preguntara por las cualidades de Eloy Sánchez Rosillo, acudiría a una serie de palabras que son las que siguen: auténtico, generoso, profundo, natural, creyente. También me vienen a la cabeza, como la otra cara de la moneda, las que jamás se podrán predicar de él: afectado, superficial, engañoso, frívolo, mezquino. Muchas son las pruebas que yo mismo he tenido de la realidad de estas virtudes. A ellas habría que añadir una inteligencia honda y viva, una constante bondad, y un sentido común excepcional, capaz de analizar con detalle los vericuetos más intrincados y oscuros de la vida y de las relaciones humanas, y arrojar sobre ellos luz, clarividencia. Su carácter se completa con un agudísimo sentido del humor, siempre bajo el control de una delicadeza que le permite utilizarlo sin herir ni sojuzgar a nadie. Todavía, a sus 64 años, se ve en la expresión de sus ojos al niño que fue cuando se acalora ante algún hecho o circunstancia que considera injustos, cuando comenta entusiasmado algún poema que lo emociona, o si le toca hablar de alguno de los poetas que prefiere. Tiene un profundo sentido de la justicia, y sus preferencias están siempre del lado de los débiles y acuciados. También he visto en sus ojos la mirada de aquel niño cuando lo mueve el deseo por prestar ayuda a alguien que él considera que la necesita. Entonces, olvidándose de sí mismo, se moviliza apasionadamente, desarrolla una extraordinaria y Haber vivido contagiosa energía, y una constancia capaz de sostener su esfuerzo el tiempo necesario hasta conseguir el fin que se ha propuesto. Sean cuales sean los problemas que encuentre, jamás tira la toalla, al contrario, soy testigo de que ante las dificultades aumenta su tenacidad, crece su convicción de que tarde o temprano podrá con ellas. Yo mismo he sido beneficiario de su ayuda en muchas ocasiones, y cuando acudí a él recibí siempre una acogida fraternal, y volví reconfortado con su palabra y con su trato. En lo que se refiere a su obra, no descubriré nada si digo que escribe únicamente del mundo y de la vida, que su poesía es autobiográfica, que vive antes de escribir. Sus poemas son lo más lejano de algo abstracto o artificioso. Escribir por escribir, sin verdadero impulso, sin necesidad, es algo impensable en él. No hay dualidad entre la experiencia que el poeta ha vivido y el poema que la dice, se diría que éste es obra de la propia vida. De este modo, nos acercamos a una idea que el poeta viene repitiendo cuando se le pregunta por su trabajo: “Los poemas no los escribe uno, sino que los recibe como un don, como una gracia”. Para esta concepción de la poesía el poeta no es más que un mediador entre lo inefable y el mundo; y su única labor la de permanecer atento, la de mantener viva la atención para percibir una voz que pocos escuchan. Sólo cuando esa voz se ha oído se está legitimado para escribir, no antes. Claro está que hay que conocer bien el oficio, y ejercitarse duramente en él, pero lo decisivo es la escucha. Esta es la creencia de Eloy Sánchez Rosillo. De ahí que el paso de una poesía de tono elegiaco a otra más vital y celebrativa, que se produjo hace unos años, no causó extrañeza a quienes lo conocen. No fue un cambio de rumbo deliberado por alguna oculta razón del autor, o decidido por este o aquel interés, sino un paso dado con absoluta naturalidad en su propia vida. Se puede teorizar lo que se quiera sobre este asunto, pero la realidad es en ocasiones más simple que las elucubraciones que pretenden explicarla. Con frecuencia el poeta nos da pruebas en sus propios poemas de la identidad que existe entre su vida y su obra. Así, hacia el final del hermosísimo poema “La certeza”, que cierra el libro de ese mismo nombre, nos dice algo plenamente válido para todo lo escrito por él: Toco con estas manos lo que afirmo, con nitidez contemplo su fulgor… Mal se aviene esta poesía con los análisis puramente literarios, que por agudos y documentados que sean andan siempre por lugares lejanos a la realidad. Si queremos conocer su verdadero valor debemos acogerla como a un ser vivo, es decir, haciéndola vivir en nosotros. El trabajo del poeta ha sido tan intenso y a la \51 52/ Haber vivido vez ha desaparecido de tal modo que nos permite acceder, sin sentirlo siquiera, a la emoción que lo llevó a crear. El poema que surge así es algo puramente natural, como unas hierbas, un chubasco, o unas rocas, y, como ellos, su mera presencia nos emociona. No se precisa nada ante la naturaleza para apreciarla y sentir su verdad. Lo mismo ocurre con los poemas de Eloy Sánchez Rosillo. Estoy pensando ahora en los prodigiosos: “En mitad de la noche”, “Plegaria”, “La certeza”, “Misericordia”, “La escondida fuente”, aunque podría citar muchos otros. Precisamente en un texto titulado “Sobre la pintura en Ramón Gaya”, escribió María Zambrano: “Contemplar es lo adecuado a lo que está vivo” y, poco más adelante: “Algunas presencias… ejercen así una función insustituible: la de llamar a la contemplación, la de exigirla y aun la de ponerla en ejercicio y en acto”. Este es el caso de la poesía de Sánchez Rosillo. Sucede así porque sus poemas nos hacen partícipes de la vida que emana de ellos. Después de su lectura, conmovidos por ella, fijamos la atención en las palabras que obraron este suceso, volvemos a leerlas, y guardamos silencio para oír la maravillosa voz que el poeta hizo audible. Y otra cosa no hay, que diría el propio autor. Hace un par de días, al salir de mi casa, volví a ver el balcón de Eloy. Era sólo un trazo de luz en la mancha oscura de la fachada. Lo miré, pensando en él, con la emoción de quien ha visto en medio de la noche, aún de travesía, la señal infalible que es la luz de un faro. José Rubio 54/ Haber vivido MAMITA MÍA Una niña que de lejos me sonríe y, desde allí, me mira. Infancia de mi madre, vieja fotografía. Sangre de mi sangre, mamá, mamita mía. No me dijes sola vuelve por el día. Mamá, mamita mía sangre de mi sangre antigua infancia de aquella fotografía pero no me dejes sola que me perdería. Infancia de mi madre que brilla todavía. Sus ojos mi sonrisa mi sonrisa su alegría, sangre de mi sangre vieja fotografía. Sara Díez 2º ESO. IES JULIO VERNE La luna que allí brilla no cambia tu mirada tan pura y firme desde tu infancia. Esa niña que de lejos me sonríe y que allí ya no está, está aquí a mi lado, aquí morirá. Sangre de mi sangre, mamá, mamita mía. Siempre estaremos juntas siempre cerca mía. Haber vivido SUCEDE que no estás y que es de noche que es invierno en mi casa y que la lluvia cae sobre la ciudad que hasta hace poco fue tuya y del verano. Sucede que no estás Eloy Sánchez Rosillo Lidia Gallego Fraile 3ºC ESO. IES JULIO VERNE \55 56/ Haber vivido Inspirado en Otro tren, otra lluvia. Seis poemas para un libro nuevo. Eloy Sánchez Rosillo. Paco Morillo Haber vivido \57 58/ Haber vivido ESTAR EN LO ESENCIAL (PALABRAS PARA ELOY SÁNCHEZ ROSILLO) Estamos a mediados de los setenta, en Murcia, cuando ya dejábamos de ser estudiantes. En un atardecer claro de primavera, Eloy Sánchez Rosillo llega al jardín de la Glorieta con su novia Marili, tan simpática, tan guapa. En un rincón, bajo los árboles, Encarna, mi novia —no menos atractiva, lo tengo que decir—, y yo los estamos esperando. Comienzan las risas y las bromas. Vamos, desde ese momento, a “incendiar la noche” (como decíamos en aquellos días) hasta la alta madrugada. Cuánto tiempo ha pasado desde entonces, desde esa escena feliz. Sí, ha pasado mucho tiempo. Pero, hace unas semanas, treinta y siete años después, en la madrugada de la Nochevieja, las dos mismas parejas tomamos copas y reímos en el Café Moderno, también en Murcia, en el Paseo o Bulevar de Alfonso X el Sabio. Parece el mismo momento, la misma escena de la vieja Glorieta. Y lo es. Quizás algunas cosas han cambiado, pero es la misma la luz y la esperanza de las miradas, y también el reír, el vivo humor nuestro y de nuestras compañeras. Es, sin duda, la misma e incesante escena. Así pues, si sumamos un par de años anteriores a ese encuentro de la Glorieta, treinta y nueve años largos viene durando esta fundamental y gratísima amistad —y fraternidad—, esta Conversación Interminable entre Eloy Sánchez Rosillo y yo con que a mí la vida me ha obsequiado y favorecido, y en la que muchas veces hemos oído nuestras shakespearianas “campanadas a medianoche”, nuestras “chimes at midnight”. Los dos hemos vivido acostumbradamente en Murcia, donde fueron naciendo nuestros hijos. Alguien llamaba a esta acogedora ciudad sureña, en aquella década de los setenta, con un punto de ironía, “la pequeña Atenas”. Pero estaba en lo cierto, porque en esos años de nuestra incipiente amistad coincidieron en esta urbe, su lugar de nacimiento —aunque nunca llegaron a conocerse—, dos grandísimos creadores y humanísimas personas, Miguel Espinosa y Ramón Gaya, figuras centrales en la cultura de la España del siglo pasado, con los que poco a poco fuimos fraguando una amistad profunda, un verdadero milagro para nosotros. A esa luminosidad se fueron sumando amigos íntimos como Pepe López Martí, Carmen Barberá, Soren Peñalver y tantos otros. Y a ellos, con los años, se agregó el pequeño grupo de Madrid, representado ante todo por nuestros entrañables Andrés Trapiello y Miriam Moreno. Un fulgor benévolo ilumina, casi cegador, como un inmenso verano, esta época prodigiosa. En un artículo reciente sobre mi persona, Eloy casi ha agotado el tema de nuestras peripecias, andanzas y correrías comunes, literarias y vitales, en todos estos años. A la generosa minuciosidad de esas líneas tengo poco fundamental que añadir. Haber vivido Por tanto, a ese escrito me remito, dándole la vuelta a las cosas que él dice de mí —y aumentándolas— para agasajarlo como se merece. Y me dedicaré más a hacer algunos apuntes de retratos suyos, de su carácter y de su obra, y, sobre todo, a escribir acerca de un elemento central de nuestra fraternal relación que tiene que ver con su actitud ante la literatura y la vida. Empezaré por este último. Ocurrió que, muy pronto, yo —pero no sólo yo, sino también algunos de los amigos que he mencionado— advertí ese rasgo genuino, original, de Eloy Sánchez Rosillo, que da título a estas páginas, y que se refiere tanto a su posición personal frente a la existencia diaria como a su manera de ser en la creación poética. Y que es su innata (yo diría, “fatal”) capacidad para estar en lo esencial. Al principio de nuestra amistad, los dos supimos enseguida que a ambos nos apasionaba escribir, pero tardamos un poco —un año o dos— en mostrarnos las primeras páginas. El caso es que, desde ese momento, mientras yo me afanaba —con luchas y dificultades diversas— en mis libros y mis cosas, miraba cómo enfrentaba Eloy sus asuntos literarios, y veía cómo él avanzaba, fiel a sí mismo, sin aparente esfuerzo. Esto, como he dicho antes, también tenía que ver con su forma de vivir, con su no apreciar los “cantos de sirena” del mundo, ni su mala variedad tonta, ni sus aparentes encantos estrafalarios y falsos. Eso no quiere decir que Sánchez Rosillo no estuviera, sin embargo, a la última de lo que fuera realmente válido en el devenir de las cosas. Pero, sobre todo, atendía con plena entrega a lo fundamental, a amar infinitamente “los árboles, los libros, la música, el verano, las muchachas”; es decir, todo lo auténtico y vivo del ser. Tenía él, desde el principio, una mirada desdeñosa para toda esa novedad espuria del mundo, sólo apariencia, para esas simples y coloristas tentaciones que a todos nos convocan. (Luego, durante años, esos pocos amigos y yo hemos acabado por hablar de todo esto unos con otros, con una sonrisa de admiración, sin decírselo quizás del todo a Eloy, para no hacerlo demasiado consciente de su bienaventuranza.) El caso es que, por muchos sentidos elogios que yo le haya hecho de su obra, sobre ese estar en lo esencial nunca hemos hablado Eloy y yo, hasta el día en que escribo estas líneas, aunque yo se lo haya comentado de manera indirecta más de una vez. Estar en lo esencial no significa que las cosas se cumplan de inmediato, o muy pronto, en el tiempo de la vida. Eso sucede en contados casos, como el de un Keats. El cumplimiento de “lo que ya es” suele tardar un poco en producirse, y tiene su particular “evolución” interior. Al comienzo, en sus primeros versos de juventud, Eloy Sánchez Rosillo fue haciendo tanteos, dando “pasos”. Eloy tenía conciencia, desde luego, de un estar solo primigenio, por lo menos ante su obra, que es la condición primera de la estancia en lo esencial. Así lo demuestra la cita de Pessoa de la que obtuvo el título de su primer libro, Maneras de estar solo. El hallazgo de \59 60/ Haber vivido la buena soledad es ya el mejor fundamento de un escritor. Pero enseguida se dio cuenta de que no se trataba de ir a ninguna parte, dando pasos, sino de quedarse en posesión de lo que ya tenía desde siempre —lo que todo ser humano tiene por el hecho de existir, aunque sólo unos pocos elegidos logran llevarlo a la plenitud—, y de aprender sin esfuerzo, pero con intensísima atención, a verlo, a “serlo”. Quedarse cerca de sí mismo, no alejarse de sí mismo, no separarse de sí mismo. No dejarse tentar por apariencias de avance, de madurez. Se madura sin querer. O, mejor, uno ya estaba en la madurez desde el principio. Como bajo la sombra de un árbol protector. Se trataba sólo de evitar toda dispersión, y hacerse fuerte en uno mismo. (Esto es la antítesis del solitario o del misántropo, que se hacen débiles dentro de sí mismos.) Todos tenemos un “alma grande” como Tolstói o como San Juan de la Cruz. Pero en ellos el alma grande tiene lugar, tiempo y circunstancia para manifestarse plenamente. Otras personas la muestran de manera discontinua, o en un solo momento sencillo o deslumbrante que la vida les depara. (Como también hay acaso quien muere, en la desesperación, sin haber sabido nunca que la tuvo.) Yo creo, aunque sea el tiempo venidero el que tenga la última palabra, que, en su poesía, poco a poco, sobre todo en los últimos tiempos, Eloy la ha dejado aparecer, sin estridencia alguna. Si cayó en la cuenta de ello, en un instante determinado, su alegría debió de ser inmensa, y lo llenaría de felicidad. La evolución de Eloy Sánchez Rosillo ha sido pues, en realidad, un mantenimiento, un reconocimiento, y en su tercer libro, Elegías, está ya, plenamente, con total limpidez, el fruto de esa renuncia a lo exterior, a lo accidental. Lo cual no implica una difícil “pureza” — aunque él sea un poeta muy puro—, sino una claridad jugosa y bruñida, un sereno esplendor imaginativo, y una amenidad trascendente. Con un ejemplo, tomado de mi vida familiar, puedo quizás explicar mejor la actitud de Eloy en sus primeros contactos con la inspiración, según algunas cosas que le he escuchado, o que yo mismo he intuido. Hace años, en las largas tardes de invierno, cuando mis hijos eran aún muy, muy jóvenes, solía ocurrir que alguno de ellos venía al salón, donde me encontraba yo leyendo o tomando alguna nota, sentado en una butaca. En silencio, para no molestarme, mi hijo miraba entre los libros de la biblioteca, y, a lo mejor, elegía uno de ellos que llamaba su atención. Y lo hojeaba, allí de pie, un par de minutos. Yo no decía nada, no hacía nada, no se me ocurría romper el momento, animándolo: “Ese libro está muy bien”. (Aunque habitualmente estaba siempre aconsejándoles cosas, no lo hacía en instantes así). Dejaba pasar ese tiempo intenso y callado, fingiendo seguir en mi tarea. Muy a menudo, el pequeño milagro se producía. Mi Haber vivido hijo —Pedro o Juan— se sentaba a mi lado, en la otra butaca, con el volumen en sus manos, y se quedaba allí leyendo un buen rato, hasta que la situación derivaba en una conversación, una larga y sonriente y bromista charla —sobre ese libro o sobre cualquier otro tema—, y allí permanecíamos, padre e hijo, en la larga tarde de invierno, hermanándonos, siendo uno en el otro. Con los años, todo eso cambió, ellos se hicieron hombres, y nuestros hermanamientos ocurrían al instante, libre y gustosamente. No de otra manera fue obrando al principio Eloy en sus primeros encuentros con la poesía, al final de los setenta. Prestaba primero una atención larga, extensa, infinita. Cuando advertía la presencia, la cercanía luminosa, pero aún no asegurada, de esa poesía, continuaba en su tarea, pero simulaba mirar hacia otra parte, fingía no darse cuenta. Él suele decir: “Para ciertas cosas de la vida, para que sucedan, hay que hacerse un poco el distraído”. Como el que espera, mirando hacia otro lado, que un jilguero que vuela cerca se aquiete en una rama, y comience su canto. Al final, Eloy conseguía que ese momento quedara centelleando sobre el blanco de sus páginas. Entre sus primeros libros había siempre un lapso corto de tiempo, con una escritura dejada siempre al azar de la inspiración. Entre La vida y La certeza llegaron a transcurrir nueve años (aunque esto fue también debido a circunstancias personales). Luego, a partir de 2005, el ritmo de publicación volvió a ser como al principio. Pero su relación con la poesía cambió. La cita con el acto creativo se hizo voluntaria, regular, casi monástica, no dependiente ya de la fortuna, como antes, y el poeta concibió el modo de verse con ella a solas: en ciertas épocas, retirado junto al mar, en el Puerto de Mazarrón, ha ido acudiendo al encuentro con sus versos de manera firme y continuada en los meses extremos del bochornoso Agosto y el helado Enero, aislado, inmerso en esa esencia que era quedarse en sí mismo, y, ahora mirando de frente, “por las tardes, de cara a una pared blanca de mi casa”, la llegada misteriosa de la Poesía, que nunca ha dejado de acudir milagrosamente a esa hora precisa. Para otras cosas de su vida, en su manera de estar en el mundo y unirse o enfrentarse a él, como hemos dicho, Eloy Sánchez Rosillo ha estado también siempre en lo esencial. Le gustaba, en aquella primera juventud, y aún después, alardear de no ser un pensador (al margen de lo que toda gran poesía tiene de pensamiento) o, al menos, de ser poco pensador, en absoluto dado a teorías, ni generales ni sobre el comentario de la vida cotidiana. Con los años, quizás a pesar suyo, se ha ido \61 62/ Haber vivido convirtiendo en un tanto pensieroso (eso sí, parco siempre en sistemas, y muy rico en los detalles y abismos del ser humano). Pero siempre dejó el lugar de honor, y a mucha distancia, para la creación y su hondura emotiva. Frente a la dispersión, siempre el “centrarse”. No disgregarse nunca. La no dispersión priva a veces de cierta relación mundana, pero innecesaria, no auténtica “comunión” entre personas. De ahí que, en ocasiones, haya en él, tan humano, tan alegre, cierta severidad de fondo. A menudo guarda silencio ante las voces disparatadas. Hasta que, a veces, muy de vez en cuando, esa severidad irrumpe, de forma radical, inapelable, sin dar opción. Eloy Sánchez Rosillo ha tenido a veces un carácter algo extremoso —hablo sobre todo de tiempos pasados—, esto es, ha estado sometido a pasar de un extremo a otro de sus estados de ánimo con cierta facilidad, aunque la mayor parte del tiempo fuera una persona ecuánime. Así, siendo de naturaleza expansiva y dada a la efusión, llena de un grandioso sentido del humor, y de carcajeantes y nobles ironías, podía pasar en el transcurso de la jornada (y en especial en las retiradas nocturnas después de una noche de fiesta) a inesperados raptos de melancolía, a súbitas cavilaciones ojerosas, en las que movía negativamente la cabeza como diciendo, “Ah, por mucho que os empeñéis, todo acabará más temprano o más tarde”. Pero con el tiempo, paradójicamente, ese decaimiento de última hora ha ido desapareciendo —como ha ido atemperándose en su poesía lo elegíaco, hasta irse casi del todo a partir de La certeza (2005)— para dar paso a un asentimiento, una fe y un goce muy puro de la vida. En una entrevista para un programa nacional de radio dedicado a la música clásica, en el que había que elegir varias obras favoritas, Eloy se decidió, entre otras piezas, por el segundo movimiento de la Sonata para violín y piano, nº 5, de Beethoven, adagio molto espressivo. Yo creo que ese tempo es el que ha tenido toda su poesía, en las dos épocas de su creación—si puede decirse así en un poeta siempre tan fiel a sí mismo y a sus verdades—. Por tanto, un tempo lento, sereno, muy clásico, y una intensa expresión, incluso a veces romántica, ya un tanto dolorida, ya exultante, cuando no cercana a una plenitud casi mística. En muy pocos autores de los últimos tiempos he apreciado yo esa sensual invisibilidad de la música de sus poemas. Así, el sonido, el declinar, la caída de sus versos es como la de esos balaustres acanalados en ciertas escaleras de frondosos jardines árabes, por las que discurre el agua límpida, con completa y feliz placidez. Ha sido suya, desde el punto de vista de la sonoridad —siempre justa y medida—, la keatsiana felicidad verbal, la “verbal felicity” que es el requisito primero de una poesía. Haber vivido Me gustaría hacer un último apunte en el que se muestra otro aspecto de la personalidad de Eloy, un dualismo sólo aparente: el contraste entre, por un lado, el hombre práctico que domina hasta el último detalle los aspectos más variados de la vida cotidiana, desde la técnica (es, por ejemplo, un consumado electricista casero) hasta el conocimiento de la buena ropa, y, por otro lado, el soñador que vive sólo en su canto, el cual constituye su ser más verdadero. Se trata de una escena de hace algunos años. Yo estoy sentado un anochecer de invierno en el Café del Arco de Santo Domingo y lo veo venir por mitad de la plaza del Romea, rumbo a la Universidad, o a la librería de nuestro gran amigo Diego Marín. Lo veo acercarse con su abrigo oscuro concienzudamente abotonado hasta el cuello, y con su andar decidido, algo marcial, la cabeza un tanto desafiante, el brazo izquierdo doblado para sostener un casi habitual sobrecillo marrón que lleva —con algún libro o papeles de su profesión—, y el brazo derecho arriba y abajo, lanzado al aire con cierta energía. Es, desde luego, un andar inconfundible. Pero he aquí que, de pronto, alza un poco la vista, y va deteniendo su marcha, hasta que se para. Algo ha observado que contempla con suma atención. Desde donde yo estoy no puedo saber qué es (nadie sabe lo que ve el poeta). Pero sin duda tiene relación con los cielos del hermoso anochecer que nos ha tocado vivir hoy, con la gloria del día que termina. Así está unos segundos, sin moverse, entregado a ese maravilloso regalo de la vida. Ahí hemos visto cómo ha pasado en un momento de ser el hombre práctico, conocedor de los mecanismos del mundo, de caminar voluntarioso y resuelto, a ser el hombre contemplador que habita en lo hondo de su ser. Luego sigue andando, yo hago un gesto por la cristalera del bar y él me ve, sonríe y levanta la mano. Como aún le queda tiempo, se sienta un rato en el café —aunque declina la oferta del camarero— y allí recomenzamos nuestra charla de siempre, esa Conversación Interminable que llevamos, que es seria en muchas cosas, y en la ultimidad, pero que pasa llena de bromas, de sorna, de chanzas, de increíble buen humor. * * * \63 64/ Haber vivido Mucho tengo que agradecerle yo a Eloy sus hondos y precisos comentarios sobre mis obras cuando aún no están publicadas, ya sean novelas, artículos o cualquier otra clase de escritos. Pero lo que más le agradeceré siempre, con respecto a la creación literaria, es esa sencilla y definitiva enseñanza que nunca me hizo explícita. Estar en lo esencial. Por lo demás, sé que nuestra Conversación Interminable terminará algún día en este mundo. Pero sé, más profundamente, que nunca acabará. Pedro García Montalvo Murcia, 11 y 12 de enero de 2013 66/ Haber vivido ESTE DÍA Me desperté aquella mañana esperando que fuera un maravilloso día, mas de pronto vino mi sobrino y lo estropeó todo. Rompió una lámpara, una foto y hasta mi corazón. La casa ya no era como antes; ahora era triste, era oscura, e incluso, era desesperante estar en ella. Las horas no pasaban, ni siquiera lo hacían los minutos, y mientras yo pensaba en el tiempo, mi sobrino lo estropeaba todo. Después de cinco interminables horas, el diablo se fue, y, como una bendición, la noche llegó. Me asomé por el balcón y ahí estaba la luna, tan brillante, bella y hermosa ella, parecía estar colgada del cielo. Me enamoré de la luna y Me quedé observándola toda la noche y al llegar el día, volvió a venir el maldito diablo. Inspirado en Este día (Sueño del origen). Eloy Sánchez Rosillo Mariam Ben-Taieb Ibn-Taieb 1º B ESO. IES LA FORTUNA Haber vivido Inspirado en Entra Marzo. (Sueño del origen). Eloy Sánchez Rosillo Lucía Alonso Martín 1º B ESO. IES LA FORTUNA \67 68/ Haber vivido Inspirado en Haber vivido. (Sueño del origen). Eloy Sánchez Rosillo Rafa Martín Luz que revela. Monasterio de Yuso. 2012 Haber vivido \69 70/ Haber vivido ELOY SÁNCHEZ ROSILLO, POETA VITAL Cuando lees a Eloy Sánchez Rosillo sientes que en sus poemas late la vida de una forma casi palpable. Que las páginas se inundan de luz, esa luz mediterránea que él tanto disfruta en sus paseos junto al mar. Hay luz en sus poemas aunque exista la nostalgia, nostalgia del tiempo ido y de una infancia feliz. Y, sobre todo, está presente la naturaleza, como en los mejores poetas orientales. Alguien me dijo, tal vez fue su colega y amigo José Luis Parra, que Sánchez Rosillo era el más japonés de nuestros poetas. Yo siento una gran atracción por la poesía china y japonesa, y precisamente por eso aprecio el lenguaje claro, sencillo y hondo de Eloy. Por eso siento tanta cercanía al leer sus versos. Porque no me habla desde la oscuridad, desde el artificio o la pedantería, sino que me habla llanamente, para hacerse entender, para que quien lo lea descubra ese mundo luminoso que tanto le fascina. Nos dice en un poema, titulado “Gratitud”: “Mi patrimonio fue la luz del mundo; / toqué la realidad, también soñé, / y tuve amor, tuve en el pecho el canto.” El poeta apenas se lamenta, sino que agradece los dones recibidos y también los ofrece con amplia generosidad, porque aparte de regalar su poesía, se entrega a la amistad sin titubeos. Quienes hemos visitado su querida ciudad, Murcia, y hemos compartido horas con él, podemos afirmar que posee un alma tan espléndida como su poesía. Que a pesar de su aspecto imponente, a veces adusto, es capaz de disfrutar como un niño de las conversaciones, del humor, de los afectos. Hay un tema importante en la poesía oriental: la luna. Un motivo al que Eloy rinde homenaje en sus poemas, entregándose a su contemplación como se entrega el niño a la tierna mirada de una madre: “Me olvido de mí mismo y me disuelvo / en la luz maternal que bendice mi carne, / en la mágica y dulce plenitud de ese rostro”, leemos en el poema “Nocturno con luna”. Aunque posee un alto bagaje cultural, la suya no es una poesía oscura y artificiosa, fruto de la lectura y el estudio, sino que procede del contacto con la realidad y de la pura emoción contemplativa. Como declara en algunas entrevistas, para el poeta es fundamental la soledad. Es cuando está solo, en su casa de la playa, cuando brotan con más facilidad los poemas. Incluso cuando el poeta no está solo, cuando aparentemente disfruta de una conversación mientras pasea con un amigo —como ocurre en el poema “Las nogueras”—, irrumpe en su pensamiento el recuerdo de unas nogueras “que había junto al pozo, en la casa / blanca de mis veranos infantiles”. Y añora con tanta fuerza aquella infancia, que los asuntos que Haber vivido le comentan llegan a parecerle aburridos y el poeta se aísla, buscando refugio en la soledad de su pensamiento. Podría decirse que Sánchez Rosillo es oriental cuando un detalle, aparentemente sin importancia, es capaz de producir el asombro necesario para componer un poema. Una luz, un sonido, un olor pueden desencadenarlo: “Aun con las puertas bien cerradas, / el olor del invierno se ha metido / en mi casa esta tarde…” (“El olor del invierno”). Porque su poesía es una poesía de los sentidos, fruto de una finísima sensibilidad. Así lo muestra el título de uno de sus libros: Oír la luz. También su poesía evoca, en algunos versos, la filosofía Zen, como vemos en “Miro pasar las nubes” : “Busco un poco / de paz, y, en esta nada, puedo acaso / decir que soy casi feliz. No pienso. / Acepto y vivo.” También nos encontramos con estrofas que, al ser desligadas del resto, se transforman en auténticos haikus, como en los siguientes ejemplos: Absorto, miro. A los ojos del hombre se asoma un niño. (“Nocturno del Mar Menor”) Vuelve el verano. Mas con él no regresa mi juventud. (“Extrañeza”) Aunque en los principios de su obra podía considerarse a Sánchez Rosillo un poeta elegíaco, a medida que va avanzando en su creación, a medida que se enfrenta con la irremediable fugacidad del tiempo, va tornándose celebratorio, esperanzado, agradecido al don de la existencia, entregado al lado luminoso de la vida: “No, la luz no se acaba, si de verdad fue tuya. / Jamás se extingue. Está ocurriendo siempre. / Mira dentro de ti, / con esperanza, sin melancolía. / No conoce la muerte la luz del corazón.” (“Luz que nunca se extingue”). No pretendo afirmar que sea un poeta oriental, ya que es un poeta mediterráneo, traductor de Leopardi, admirador de Homero, y formado en nuestra poesía clásica. Si en algunos aspectos la poesía de Eloy (tan murciano él) tiene puntos de contacto con aquella poesía, es principalmente en la sencillez y claridad del lenguaje, en la sinceridad con que nos muestra sus emociones, sin disfrazarlas con oscuras metáforas, en el protagonismo que otorga a la naturaleza , en su forma \71 72/ Haber vivido de reflejar la realidad tal como se presenta, sin adornos, con la simple belleza de lo que es auténtico. Tal y como él lo expresa, magníficamente, en unos versos de “Apunte de una tarde”: Dejadme a mí que diga la gracia irrepetible de esta tarde de abril, la efímera hermosura de la luz, que es mi amiga y que plácidamente acaricia el papel en el que escribo. Susana Benet - 2012 Haber vivido Me ocurre a veces, raras veces Eloy Sánchez Rosillo Me ocurre a veces, raras veces, ir paseando a solas, como hoy, por este puente de candados, al que yo iba con frecuencia, calor de verano, echando cerradura a la muerte eterna, mi soledad colgada de un candado en este aislado mar en el que tú me mientes. Inspirado en Sucede que allí estoy. (Sueño del origen) Eloy Sánchez Rosillo. Raquel Carrero Zapardiel 1º D ESO. IES MARÍA ZAMBRANO \73 74/ Haber vivido TIERRA DE NADIE Las estrellas caen golpeando fuertemente el suelo. Sus ráfagas de luz gruñen con melancolía, peinando el aire con sus repiques, deteniéndose lentamente… Cuatro simples paredes. Mil eternos golpes de lucha hacen que me apriete con fuerza a mis recuerdos. Ya no se distinguen los días de las noches. Lacerantes rayos de luz cubren mi alma como anhelos olvidados, como huellas que el viento apaga, como pasos que la noche desordena... cual cavidad permanente. Por fin mis ojos ciegos destapan la luz en este duermevela. Intento controlar mis pasos, lentos, inermes, pero ya he empezado a correr sin darme apenas cuenta... El continuo recelar de mis pensamientos me impide escuchar ese estruendoso y molesto ruido del motor de mis pesadillas. Las mudas caricias del viento han detenido su cruel agonía. “¿Dónde estoy?”, esperé la respuesta como quien teme el disparo del arma que lo apunta. La valiente cerradura me arranca los pocos sueños en vela, mas el saber me embriaga… A pesar de mi insufrible paciencia, vagando taciturna, de pronto, mis ojos, anegados en lágrimas, reflejaron un cobarde cañón de luna. Sus miradas emergían como lanzas entre un mar de sueños rotos. Un anaquel tras otro, y, sin embargo, no encuentro la palabra que buscaba. ¿Se habrá ido, pues? Sueño de alegría y esperanza para algunos, tranquilidad eterna para otros. Ese es mi destino. Pero no soy yo, esa presencia débil y nerviosa, como el murmullo de la noche. Aquellos hombres se esconden tras sus armas como sombras asustadas. Mis ojos se rompen, Haber vivido mis labios estremecidos comienzan a luchar por recordar ese último beso... Un hombro suave y moreno surge entre la niebla como la noche oscura de un sol azul. Su amo y señor me tiende su mano, me corteja mostrándome su lúgubre belleza, como una sombra de pesar, apenas notaba cómo su alma marchita teñía mis miradas como la piel roja del otoño. Los hombres me prestaron su noche para darme un sol con el que compartir su alegre danza, como un pequeño candil que descarnaba mis recuerdos… Los hombres apoyaron la barbilla en el pecho, compungidos. Como una rosa con su tallo quebrado. Parecía mentira que una sola mujer hubiera mantenido en jaque a la muerte. Inutilidad del dolor. El tiempo no respeta siquiera los recuerdos más hermosos, ni los cálidos pesares... simplemente, difumina la vida, sin darle importancia alguna. Los pequeños rayos de mi nueva mañana me piden una tarde lila, con campos adormilados, e inconscientes aguas danzando con tu cuerpo. Mis versos ya descansan sobre tu regazo dormido, pues quise que fueras mía y, al final, no serás de nadie. pues tu decisión ha sido ser, hasta la última gota de una tormenta de verano, “tierra de nadie”. Inspirado en Tierra de nadie. (Autorretratos). Eloy Sánchez Rosillo. Andrea Martín Mejías 1ºD ESO. IES MARÍA ZAMBRANO \75 76/ Haber vivido PENSANDO EN MARZO En su momento, marzo volverá, según los calendarios nos indican. Y no es que piense yo que no sea cierto que ha de ocurrir su vuelta. Sin embargo, cuánto lo echo de menos esta tarde de mediados de enero. Se diría fábula en la memoria e ilusión de todo el bien posible. Uno no ignora que existe el sol, que hay pájaros, abejas, tardes que paulatinas van creciendo, rosas, cielos azules, y muchachas de ojos irresistibles y de andares muy peligrosos para los que miran sin tomar precauciones. Pero es misterio que confluya lodo eso - y tan intensamente, y tan de golpe en un punto del año, que se junte y se funda enseguida en una cosa que es más que cada cosa y es milagro hecho ante nuestro asombro. Sí, parece […] Eloy Sánchez Rosillo Raquel Álvaro Haber vivido \77 78/ Haber vivido ESPEJOS ROTOS Me miras de esa forma y mi cuerpo se estremece. Tiemblan los cristales azotados por el viento de tu alma, alentados por la furia de tu voz. Tu voz, que un día fue música para mis oídos, es ahora un grito espantoso que me ahoga. Y lucho por coger aire, por salir a la superficie cuando toco fondo y lágrimas de sangre resbalan por mi rostro. El espejo de tus ojos vistos en los míos ya no existe, solo el reflejo efímero de lo que una vez fuimos y de lo que pudimos ser. Así que hoy, conducida por el odio y la ira, rompo ese cristal en mil pedazos y, borracha de dolor, maldigo las noches sin estrellas y la luna llena. Me arrastro mendigando por las calles de tu corazón hueco y busco un lugar donde calentar mis manos. Pero gotas de hielo caen del cielo como lágrimas y me impiden moverme. Desesperada, busco los pedazos de cristal roto y los uno como puedo en el perfecto espejo de tu alma. Inspirado en El espejo. (Maneras de estar solo). Eloy Sánchez Rosillo Mariya Ivanova Dimankova 3ºB ESO. IES SAN NICASIO Haber vivido Antonio Torrado 4ºA ESO. IES SAN NICASIO \79 80/ Haber vivido Soñamos una luz incandescente un laberinto que se extiende hacia el infinito el reloj del tiempo ha sido destruido creemos escapar al destino escrito luchamos contra el mar embravecido y vencemos los depredadores acechan el descuido avanzamos en una soledad llena de gente la vida es una carrera desenfrenada tras la muerte observamos el pasado, pero no podemos tocarlo los límites de la sombra nos pisan los talones una cortina de oscuridad nos oculta el futuro el cansancio entumece nuestros sentidos el miedo se apodera de nuestras venas el corazón se rebelar contra el cuerpo la sangre se congela en las venas los ojos registran las esquinas pero nada encontramos. Y respiramos muerte. Naoual Mokaddam. 2º BACHILLERATO. IES SALVADOR DALÍ Haber vivido En el amanecer, después de la luna veo el sol acariciando el río caudaloso de la nueva ciudad. La luz es profunda, se inyecta en la tibia agua, deslizándose por un largo camino marcado por sus curvas. Cuando nos miramos él y yo, se incendió la llama del amor. Y contemplamos el precioso paisaje con las manos unidas. Luna Ramos González 1º ESO. IES SALVADOR DALÍ \81 82/ Haber vivido LA VIDA EN VERSO - EN SILENCIO Si el amar es mi prisión y mi condena es recordar aquel año de pasión que no fue fácil de olvidar. El frío helado en los huesos al empezar a envejecer, vuelven todos los recuerdos y la muerta está ya al caer. La mentira y el engaño, se reducen en un llanto y a todos nos hace daño que vuelvan a traicionarnos. Muerte, se mueve en silencio, de la que no puedes huir, eres víctima del miedo despídete, vas a morir. Que ilusionarse no sirve se convierte en decepción, no trates de confundirte no caigas en depresión. Todo ocurre tan deprisa, gira a nuestro alrededor, ya se ha acabado tu vida, es hora de decir adiós. Y sientes miedo a estar solo, a la ignorancia y al saber, a enfrentarte a tus demonios donde nadie te puede ver. Que reviva la experiencia, sufras por verdadero amor, y que reine la ignorancia cuando alguien hable del dolor... Inspirado en el poema En silencio. (Sueño del origen). Eloy Sánchez Rosillo. Samuel Montero Pascual 4ºA ESO. IES BUTARQUE Haber vivido Inspirado en el poema El Crepúsculo. (Sueño del origen). Eloy Sánchez Rosillo. Álvaro Cabanillas Solano 4ºB ESO. IES BUTARQUE \83 84/ Haber vivido Cadáver exquisito: UN TÍO ESPERA Un tío espera “hecho un imbecil” -risaun hombre que está enamorado. No para de echarla de menos, porque la necesita, tiene la esperanza de que va a aparecer. Yo espero y no llega, pasa el tiempo, y sigue sin venir. Lleno de amor, odio y tristeza sigo esperando a que llegue. La tristeza por la ausencia de mi amada. Hecho un imbecil esperando a que venga. Amor y tristeza, tristeza que da pena, amor, querer, odio, rabia. ☺☺ De amor y sentimiento, pasión, desesperación, locura, nervioso, inquieto, refleja el amor de verdad. Hecho un imbécil esperando a que vuelva. Y no la vuelve a ver. Un desgraciado mirando el reloj. Recuerdos del pasado, recuerdos de la vida. Tengo tristeza y por la noche duermo con alegría. Ciclos de la vida. Enrique Bazán, Jesús Cabello, Nicolás Casas, Andrea Castillo, Noemí Cruz, Rodrigo González, Juan Carlos Jimeno, Alba Jaramillo, Álvaro Jodar, Jennifer Martín, Daniel Mata, Andrés del Monte, Carlos Moreno, Daniel Morillo, Nassim Othman, Sergio Rojas, Rubén Sanchidrián, Soraya Sarabia y Jorge Zulla PCPI. IES PABLO NERUDA Haber vivido \85 Inspirado en Las nogueras. (Elegías). Eloy Sánchez Rosillo Verónica Bullón Martín Consuegra, A. Isaac Cabrera Andrade, Cristina Chocano Cazalla, Coral Guzmán Tacero, Daniel Jabalera Camarasa, Mildred Maguiña Robles, Victoria Martín Terrón, Bryan Orbegozo Chang Kau, Estefanía Ruiz Rivas, Sergio Ruiz Ruiz EDUCACIÓN PLÁSTICA Y VISUAL 4º ESO. IES PABLO NERUDA 86/ Haber vivido Esta noche estamos solos casi solos, acompañados. Tú, yo. La luna y las estrellas lejanas y celosas. ¿Qué mueve tus manos hacia el desvío del deseo? Encender tus mejillas con mi fuego hundirme en el ropaje de tu carne. Una madeja de besos que se desenreda por mi cuello. ¿Tú? ¿Yo? y unos labios que marcan a fuego mi piel húmeda de deseo. Beso a beso tramo a tramo en esta carrera conjunta en la que el segundo también llega primero. Quítame las alas arrancándome arpegios de esta partitura absurda de las notas de nuestras voces juntas, los corazones acompasados y desbocados. Y los astros, las estrellas, giran para nosotros sin manecillas haciendo eterna la ondulada noche el temblor de nuestras piernas. Inspirado en varios poemas de Eloy Sánchez Rosillo sobre la sensualidad del amor juvenil. Noelia Pámpanas 1ºX BACHILLERATO. IES PEDRO DUQUE Haber vivido Inspirado en el poema Haciendo el equipaje. (Sueño del origen). Eloy Sánchez Rosillo. Ani Amiryas 1ºX BACHILLERATO. IES PEDRO DUQUE \87 88/ Haber vivido ELOY SÁNCHEZ ROSILLO, LA ESPIRAL MARAVILLOSA «De amicitia» como el diálogo ciceroniano, se titulan unos versos de Autorretratos, cuarto libro de poemas de Eloy Sánchez Rosillo. Por curiosidad, consulto el índice cronológico del libro, donde, como en todos los otros suyos, se detalla la fecha de escritura de cada poema. «De amicitia» fue escrito el 2 de febrero de 1985, hace casi veintisiete años. En él se nos invita horacianamente, en una variante del carpe diem, a disfrutar de una tarde «de amistad verdadera, / tan perfecta en sí misma que milagro parece»; se nos insta, en fin, a gozar de esa afinidad entre dos almas, y de las palabras que las unen durante unos instantes que quizá puedan ser efímeros, sujetos como están al paso disolvente del tiempo, capaz de convertir en extraños a quienes ahora viven su camaradería fraternamente. Uno de los prodigios de la poesía de Sánchez Rosillo es que, centrada —como una especie de espiral— en unos cuantos motivos muy reconocibles, siempre reverdece según sigue creciendo, y nos sorprende con gotas limpias y brillantes de un nuevo rocío. Sabemos que en ella encontraremos trenes que cruzan un paisaje intensamente vivido y observado; que sentiremos la compañía alada del jilguero y de otras aves cómplices; que pasará alguna muchacha reinante como parte primaveral de la vida; y que habrá un cuarto donde alguien medita, mira y escucha cómo se suceden las estaciones y cuán misteriosamente transcurre el tiempo; y también sabemos que ciertamente habrá seres cercanos y muy queridos. Todo en el curso de su poesía nos recuerda el lema del matemático Jakob Bernoulli, fascinado por lo que él, hombre de números, denominó «la espiral milagrosa»: «Cambiante y permanente, resurjo» («Eadem mutata resurgo»). Vaya su movimiento adentro o se expanda afuera, toda espiral apunta al infinito, y esta presencia de lo infinito es la que, como una inquebrantable certeza, traspasa los últimos libros de Eloy Sánchez Rosillo, más consciente que nunca de que el principio y el final, muerte y vida constituyen una sola realidad continua, por la que somos, y que nunca acaba. No es que en la primera parte de su obra —acaso la que llegaría hasta La vida— no estuviese presente este convencimiento, pero ya digo que es en los últimos libros donde adquiere su expresión más inequívoca, luminosa y rotunda. Y una seguridad tan definitiva por fuerza tenía que acendrar la mirada y las cosas por ella vistas, como, por ejemplo, el don de la amistad. Haber vivido Si antes el tema de ese bien que ilumina nuestras vidas ya estaba presente en los versos de Sánchez Rosillo, como en el citado «De amicitia», en las entregas posteriores cobra mucha mayor hondura, más vuelo y también más protagonismo. Aquí y allá asoman ahora los amigos del poeta —a veces con sus nombres—, ya estén presentes o ya hayan desaparecido, aunados todos ellos en esa única realidad inagotable, cuya verdad da título a uno de sus libros, así como a otro de sus poemas memorables: «La certeza». Los amigos son un decidido motivo de íntima alegría. Son ejemplos tutelares, porque uno encuentra en cada amigo argumentos que actúan como vínculos con el hecho de vivir; constituyen una extensión de nuestra propia voz y de nuestra existencia. Algo de todo esto hay en «Un regreso», uno de los poemas de Eloy sobre la amistad que más estimo. En él refiere su viaje de vuelta en tren desde Sevilla a Murcia, de paso por Madrid, donde ha podido estar unas horas en compañía de Ramón Gaya y Andrés Trapiello, a finales de marzo, cuando el invierno comienza a despedirse y a dar paso a una incipiente primavera. Por la tarde, tras estar con los dos amigos, reanuda el viaje, y, desde la amplia ventana del tren en donde marcha, describe los hermosos horizontes que contempla. De los amigos apenas se nos dice un par de cosas; únicamente el afecto que les profesa y que ha comido junto a ellos. Nada más; todo de pasada, igual que ha sido la estancia en Madrid. Pero en la exacta y muy hermosa visión de las llanuras manchegas, con los primeros trigos, sus cortijos apartados y las solitarias figuras que de vez en cuando aparecen por ellas; en todo cuanto se describe, en suma, a lo largo de la mayor parte de este poema, sentimos que quien mira lo hace confortado por esa compañía reciente, aún acompañado; y que mira a solas y con sus ojos, claro, aunque paradójicamente también con los ojos de los amigos de los que acaba de despedirse. Sé que la poesía de Eloy cuenta con la atenta admiración de un buen número de lectores, y tengo la seguridad de que en un futuro ese número irá creciendo. Las razones de esta convicción son diversas, aunque aquí probablemente resultaría prolijo precisarlas. Con todo, sí que me referiré a una muy concreta, y es que en todos sus versos hay un fondo de emoción y de comunicación cordial, porque para él los distintos senderos de la poesía, por muy tamizada o por muy embridada que esté por la cabeza, pasan necesariamente por el camino central del sentimiento, y llegan a un destino. Ese destino es a menudo un interlocutor, alguien, un confidente, un amor, ciertos amigos, el lector, Eloy mismo desdoblado en otro con quien se reencuentra o ante el que siente extrañeza de encontrarse; pero siempre alguien que es un destino, un interlocutor, un destinatario, y con quien el lector es fácil que se identifique. De modo tal que finalmente nos sentimos compañeros \89 90/ Haber vivido de una voz entrañable y, por eso mismo, amiga. Lo asombroso de todo esto es que desde el primer momento uno intuye —o, más que intuir, sabe— que no existe ninguna diferencia entre esa voz que escuchamos en estos límpidos poemas y la persona que los hizo, y luego acierta. Yo ya era amigo de Eloy Sánchez Rosillo antes de tratarlo, pero mi inmensa suerte es disfrutar de su imprescindible compañía, tan necesaria como sus versos. La última vez que estuvimos todos juntos en Murcia fue un caluroso día de junio, como suelen serlo casi todos los de ese mes en aquella ciudad. Hablamos mucho, bebimos algunas copas; también nos reímos mucho. Fuimos allá en tren y, cuando nos tocó volver a Elche, Eloy quiso acompañarnos a la estación del Carmen. Propuso seguir un trayecto por donde se atajaba, y lo calculó todo —él siempre es previsor y exacto en todo lo relacionado con el tiempo— para que llegáramos al tren de Alicante en el preciso minuto de la hora justa de partida. Promediado el camino, no lejos ya de la estación, tuvimos que sortear un gran rastrillo instalado en un antiguo cuartel militar. Había allí mil cachivaches y objetos inservibles, incluidos un buen número de motocicletas y coches antiguos, acumulado todo bajo un sol cegador con tal caos que nos cerraba el paso. Parecía un sueño. Tratamos de evitar aquello, hasta que encontramos por dónde seguir. Sabíamos que resultaba casi imposible llegar a tiempo, pero aun así anduvimos muy deprisa, bromeando sobre la resistencia de cada uno. Finalmente llegamos sudorosos y un poco jadeantes a la estación, cruzamos el paso subterráneo que conducía hasta nuestro andén y, cuando ya lo alcanzábamos y hasta podíamos tocarlo, el tren partía cerrando sus puertas… Fue cosa de segundos, de dos o tres segundos… El cálculo falló por aquel imprevisto del mercado. Eloy tuvo la atención de acompañarnos a Bárbara, mi mujer, y a mí hasta la salida del siguiente tren. Nos sentamos un rato. La luz de la tarde, aún muy intensa, empezaba a declinar. Durante unos instantes nuestro amigo cayó en uno de sus ensimismamientos. Pensaba en otra cosa de las que estábamos comentando; se le veía algo ausente, abstraído. Entonces nos evocó un sueño recurrente que solía tener en otra época. De ese sueño habla «Trenes», un poema de Oír la luz que en ese momento yo no recordaba. En él relata cómo quiere partir junto a otros seres queridos, «personas sin las cuales / no podía siquiera imaginar mi vida». Aquellos trenes soñados «de forma indefectible, se ponían en marcha / unos momentos antes de que yo me subiera, / y por más que corría tras ellos como un loco / no podía alcanzarlos / e iban desvaneciéndose a lo lejos». Eloy siguió unos minutos turbado y pensativo, como si en plena vigilia le hubiese tocado volver a vivir aquel viejo sueño. «Vosotros no os habéis marchado», nos dijo, «pero la sensación es casi la misma». Posteriormente, nos abrazamos y nos Haber vivido despedimos. Por el camino, el sol, ya bajo, doraba los montes y los huertos de naranjos y limoneros que llegan hasta Orihuela. Por mi parte, sé que muchos lectores han subido y viajado en los trenes que van y vienen por los libros de Eloy Sánchez Rosillo. Sé que muchos lectores viven en sus poemas encuentros y despedidas. También sé, como antes decía, que ellos sienten un trato de amistad con el poeta. Pero sobre todo sé que un tren hará posible que vuelva a ver a mi amigo, a quien deseo que la poesía siga haciéndole crecer en esa espiral maravillosa. Antonio Moreno \91 92/ Haber vivido THE REST IS SILENCE La pluma se detiene al fin de tus palabras y te sientes en paz contigo mismo. No digas nada más: que digan estas páginas lo que querías decir y acaso has dicho. El eco de los días que viviste, el reflejo de una ilusión, tal vez, guarda tu libro. Cosas que fueron tuyas un instante y que el tiempo te quitó de las manos cuando quiso. Nada añadir deseas. Nada tu pecho turba en esta lenta tarde que se apaga. Que las palabras cesen y acabe aquí su música. Mira el atardecer. Detente. Calla. The rest is silence. Páginas de un diario. Eloy Sánchez Rosillo. Haber vivido Letra: Eloy Sánchez Rosillo Música: Santiago Gomez Valverde \93 Haber vivido Índice de autores (alfabético) Alonso Martín, Lucía 67 Álvaro, Raquel 77 Amiryas, Ani 87 Bazán, Enrique 84 Benet, Susana 70 Ben-Taieb Ibn-Taieb, Mariam 66 Bullón Martín Consuegra, Verónica 85 Cabanillas Solano, Álvaro 83 Cabello, Jesús 84 Cabrera Andrade, A. Isaac 85 Camps Abad, Iván 45 Carrero Zapardiel, Raquel 73 Casas, Nicolás 84 Castillo, Andrea 84 Catunda, Márcio 37 Chocano Cazalla, Cristina 85 Cortés, Luz 35 Costumero, Marta 19 Cruz Palma, Saray 18 Cruz, Noemí 84 de la Braña Sánchez, Andrea 44 del Monte, Andrés 84 Díez, Sara 54 Dimankova, Mariya Ivanova 78 Escobar, Andrea 27 Escribano, Carlos 15 Gallego Fraile, Lidia 55 Gallego, Vicente 9 García Heras, Sara 13 García Montalvo, Pedro 58 García Nieto, Sonia 38 Gaya, Ramón 41 Gómez Valverde, Santiago 93 González, Rodrigo 84 Guzmán Tacero, Coral 85 Hernández “Chiqui”, José 29 Irazoki, Francisco Javier 17 Jabalera Camarasa, Daniel 85 Jaramillo, Alba 84 Jaramillo, María 27 Jimeno, Juan Carlos 84 Jodar, Álvaro 84 Kinamvuidi Gombe, Antonio Elías 12 Maguiña Robles, Mildred 85 Maldonado, Enrique 21 Marqués, Juan 31 Martín Andrés, Irene 25 Martín Mejías, Andrea 74 Martín Terrón, Victoria 85 Martín, Jennifer 84 Martín, Rafa 69 Mata, Daniel 84 Mohamed, Raghad 39 Mokaddam, Naoual 80 Montero Pascual, Samuel 82 Moreno, Antonio 88 Moreno, Carlos 84 Morillo, Daniel 84 Morillo, Paco 57 Orbegozo Chang Kau, Bryan 85 Othman, Nassim 84 Pámpanas, Noelia 86 Peñalver, Soren 43 Ramírez de la Rosa, Lucía 33 Ramos González, Luna 81 Rojas, Sergio 84 Romero del Hombrebueno García, Sergio 32 Rubio, José 48 Ruiz Rivas, Estefanía 85 Ruiz Ruiz, Sergio 85 Sanchidrian, Rubén 84 Sarabia, Soraya 84 Torrado, Antonio 79 Trapiello, Andrés 22 Viñas, Manuel G. 47 Zulla, Jorge 84 \95