Documento convertido al formato PDF para su mayor difusión internacional por “Alejandría Digital” www.alejandriadigital.com EN BUSCA DEL IMPERIO INVISIBLE JORGE AHON Prólogo Algo le faltaba al relato de este libro. Me daba cuenta porque cierta incomodidad interior intentaba decirme lo que faltaba... Y era dejar en palabras mi estima perdurable por quienes me acompañaron en los momentos difíciles de gratuitas incomprensiones y colaboraron conmigo cuando en reuniones periódicas llevamos a cabo la serie de ejercicios con que quisimos demostrar lo expuesto en las experiencias de los personajes del libro. Ellos son: Carlos Croce, Estela L. de Croce y Flavia Croce. Humberto Greco y Raquel de Greco. Julio M. y Mercedes F. Hilde Renner. Jorge Montero y Alejandra Gouric de Montero. No he de olvidarme de quienes integraron aquel otro grupo, los que me hicieron sentir discípulo de una enseñanza compartida, obligado a separarme de ellos para escribir los libros que están viendo la luz en estos momentos. Tengan, además, mi agradecimiento por la cuota de comprensión que habrán expresado en la intimidad de sus almas. Pero aún quedaba otra cosa. El recuerdo me obliga a hacer una mención especial en relación con uno del grupo que ya no está en este plano terrenal. Digo mención especial porque me confió la aventura que tuvo con cierto personaje que lo acompañó durante la niñez —hasta los diez años según me contó—, sin que se diera cuenta de que ese personaje era tan real como lo era su propia existencia corporal. Estoy seguro de que a muchos, pero muchísimos seres humanos, por no decir a todos, les debe haber ocurrido algo parecido, con la diferencia de que la mayoría lo guardó en su interior como un hecho inexplicable, hasta que el olvido lo sepultó en lo más hondo del alma. Quizás de este olvido nos viene el vacío interior que aumenta a medida que crece la influencia exterior. Pues bien, mi buen confidente me preguntó cierto día si era posible hacer de nuestro ser interno un personaje con el que nos pudiéramos entender, a quien pudiéramos consultar y en quien pudiéramos confiar como si confiáramos en algo semejante a una presencia divina. Le dije que ese era el significado del tan mentado despertar de la conciencia interna; además, le hice notar que durante la niñez, a todos nos ha ocurrido vivir acompañados de un doble espiritual, con quien hemos jugado y nos ha entretenido, viviendo en un verdadero 2 mundo paralelo al de los mayores. Fue suficiente que le dijera lo expresado en el último párrafo para que me confiara lo que luego me confesó. Al comienzo se mostró avergonzado de tener que admitir lo que según la edad debe pertenecer a una época de dudosa importancia, a una época que la costumbre nos hace decir “son cosas de niños”, para justificar que lo vivido en la infancia no tiene ningún valor. Con un tono de confidencia en la voz me dio a entender que sin saber cómo, sintió que alguien lo acompañaba. Era un compañero o amiguito venido de su mundo, que no supo cuándo se hizo visible, visible únicamente para sus ojos, porque nadie, excepto él lo veía. Era una especie de gnomo, de enano, con rostro de persona mayor en un cuerpo de criatura infantil. No se animó a decir que era como los ángeles porque su creencia se lo impedía, aunque dijo que tenía un parecido semejante al de los ángeles pintados en cuadros famosos, cuyos rostros muestran rasgos de seres adultos en cuerpos de niño. Para entenderse con él, le puso el nombre Dedo... Lo bautizó así y con ese nombre lo acompaño hasta la edad de diez años, sabiendo de antemano que a esa edad se iría. —¿Por qué —me preguntó— tenía casi la seguridad de que llegaría el momento en que Dedo se iría, me dejaría, como si fuera esa la manera natural de desaparecer de mi lado? ¡Hasta supe el día y el instante!...¡Más bien lo presentí!...¡Y esto ocurrió en el jardín, donde solíamos jugar!...¡A partir de ese día no lo vi más, dejo de estar conmigo, se fue sin saber a dónde! ¡Hoy me pregunto, ¿dónde está Dedo? La respuesta que le di me sirvió para sentirme afirmado en la creencia que intuía o presentía. Al final fue un consuelo para los dos cuando le dije: —¡Está en el imperio invisible de tu alma! Allí lo podrás encontrar, siempre que seas capaz de sentir y vivir con la gracia inocente de un niño, con la misma gracia que tuviste cuando jugabas con él. De allí donde está no lo puedes sacar, pero sí puedes ir a visitarlo. ¡Lo puedes visitar usando la puerta de entrada que te ofrece la meditación en tus horas de comunión y de entonamiento! Aún quiso saber más cuando me preguntó por qué se había ido. —En realidad —le respondí—, no se ha ido. Se ha retirado a su único refugio porque el mundo de afuera, el mundo nuestro de los mayores, lo ha condenado al destierro, al encierro donde ahora se encuentra. Los mandamientos de nuestra cultura, o mejor dicho, las leyes de nuestra costumbre han interrumpido la comunicación con el imperio invisible de nuestro ser interno. El uso involuntario de la incredulidad nos aleja de la intimidad donde se ha refugiado tu amigo Dedo...¡Menos mal que cada tanto nos llega el consuelo de algunos personajes como el Principito, Juan Salvador Gaviota, Don Shimoda, Adán, etc., todos ellos mensajeros del alma de sus autores! ¡Con tantos testimonios a la vista, no sé cuándo comenzaremos a escuchar a nuestro humilde personaje interior! 3 Capítulo 1 Señales de Orientación Jotanoa era muy joven cuando la vida lo hizo vivir una aventura de su edad. Tal aventura hubiera sido intranscendente si nada hubiera ocurrido como consecuencia de la misma, pero según lo sucedido logró el valor de una respuesta, de una respuesta que tiene que ver con la herencia que se trae en la intimidad de cada vida, en especial, de cada vida humana. Aún no tenía él la noción del descubrimiento futuro de su ser interno, ni presentía que hoy estarían narrando su existencia, común por un lado pero rica por el otro. ¿Cuantos años tenía? El no lo recuerda bien pero cree que estaba en los doce años, edad indefinida si la tenemos que explicar en relación con el porvenir. Algo extraño y secreto estaba sucediendo en la intimidad de su ser. Tal vez allí, al abrigo de la inocencia, estaba el impulso, la ocurrencia, la decisión intuitiva, que le haría dar el paso necesario, el rumbo incipiente, el rumbo que nunca se sabe dónde habrá de terminar. Era primavera. Los brotes de los árboles asomaban en cualquier rama, en cualquier tronco. El mismo suelo aparecía salpicado de puntos verdes. Cierto día, alguien del grupo, del que formaba parte Jotanoa, tuvo la idea de ir a cazar pájaros. A cazarlos con la temible honda. Con piedras en los bolsillos y la honda en la cintura se dirigieron al lugar del sacrificio. Había una larga hilera de moreras. La calle, una calle desierta de zona poblada de trecho en trecho, era el sitio ideal porque nada ni nadie interrumpía el silencio de la siesta, hora elegida según la costumbre del bandidaje infantil. A un costado crecía un cerco de zarzaparrilla, adosado a un enrejado de negros barrotes. Los barrotes terminaban en puntas de lanza. Las negras lanzas se alineaban peligrosamente. Nadie recuerda que alguien las haya traspasado. Su aspecto era suficiente como para compararlas con la de los fortines, de ahí que a ninguno se le ocurriera organizar un ataque o un asalto a la zona defendida por semejantes lanzas. Entre el cerco y la fila de moreras se notaba un sendero ahuecado por el paso de la gente. Uno del grupo era mudo. En reemplazo de tal deficiencia se había desarrollado en él a tal extremo la puntería o la habilidad de manejar la honda que no existía en todo el barrio un cazador tan certero como él. También tenía otro defecto. Caminaba sobre el talón del pie derecho, de modo tal que nunca se lo vio apoyar la punta del pie. Siempre se lo conoció así, con el pie rígido, apuntando al cielo como lo hacía con su famosa honda. 4 Se repartieron las moreras, bajo las cuales cada uno cumpliría con la hazaña de quitarles la vida a los pájaros. A cargo de Jotanoa estuvieron las tres últimas y a continuación, la del mejor tirador, el mudito. No habían pasado aún los preparativos iniciales cuando el gran cazador obtuvo la primera pieza. Gesticulaba como una cosa grotesca y ahogada y se golpeaba la muñeca, expresando así la destreza de su puntería. Los que sabían hablar empleaban la palabra "cañemo" para calificar la habilidad extraordinaria en el uso de las manos. Si otro, como el caso del mudo, demostraba la excelente eficacia en bajar pájaros, se decía que "tenía mucho cañemo". No bien obtuvo la primer pieza cuando, casi al minuto, cayó herido otro pájaro. Era el mudo o el cañemo del mudo. Sin mediar mucho tiempo se desplomó otro, luego otro y así, sin detenerse abatía sucesivamente. Era increíble. Los demás tiraban sin acertar. Las piedras silbaban, cortando el aire de la siesta. El mudo seguía con su hazaña de no errar ningún hondazo. Mientras tanto, Jotanoa, el jovencito de nuestra historia sentía la rabia del que no consigue nada. La rabia le hizo afinar la puntería y sonó brutalmente la piedra en el cuerpo de un pájaro. Fue un golpe sordo, como si el plumaje escondiera una caja hueca, muda como el mudo cazador. Cayó a sus pies. La primer explosión de su suerte fue un grito de alegría, pero cuando Jotanoa lo recogió y sintió en sus manos la tibieza del ave y su asustado corazoncito que latía a toda marcha, algo extraño despertó en su pecho. A ninguno de sus compañeros, por supuesto, le dijo nada, pero no pudo quedarse. Inventó un pretexto y se alejó con el pájaro herido. El pobre no quería morir y prolongaba su agonía para escarmiento de quien lo había cazado. Cuando llegó a su casa, se refugió en el fondo, bajo las parras recién brotadas. Allí se sentó con el arma en las rodillas, aturdido por un dolor que no comprendía. No podía comprenderlo. Algo se despertaba y se dormía en la naturaleza de Jotanoa. Lo que despertaba era el futuro, o más bien el futuro estaba ensayando su influencia al provocarle el impulso de alejarse, alejándolo de sus compañeros para estar ahora sufriendo el arrepentimiento de haber herido al animalito que a sus pies estaba dejando de vivir. Después de esta reacción, venida de su ignorado mundo interior, se adueñó de él la costumbre de acompañar a sus amigos en la alegría y en la furia de bajar pájaros para después sentir lástima. Nadie conoció esta debilidad porque nadie sentía como él. Además, hubiera sido desastroso que sus amigos lo supieran. La ocultó, la disfrazó, la guardó como un defecto, la llevó consigo en su aniñado arrepentimiento. De esta manera nacía en él una tendencia de su carácter, una expresión de su reino interior que no podía mostrar a nadie porque estaba en juego la razón de ser héroe, la razón de ser uno de los creadores de aventuras, de tantas aventuras, que lo eran por el mandato de la impiedad. Jotanoa siguió matando pájaros para luego pasar por la lástima de hacerlo, con la que pagaba el sacrificio de cada inocente criatura alada. Con esta manera de ser se dividía en 5 dos partes, en dos hemisferios. Representaba dos papeles. Para compartir la amistad de sus compañeros estaba obligado a ser como ellos y matar como ellos. De no haber fingido hubiera perdido el encanto de tantos juegos que la niñez y la juventud ofrecen. Con el tiempo aprendió a usar la honda de una manera distinta, o sea que la usaba para errar el tiro. Apuntaba con la honda para no matar. Lo hacía de modo tal que la piedra no diera en el cuerpo del ave que tenía a su alcance. Así se ahorraba la pena del futuro. A los pocos años no había progresado mucho. Continuó creciendo para entrar al laberinto de los hombres, donde las ideas de los mayores no conducían a ninguna salida y donde retozaban los personajes del ateísmo como exponentes del progreso. Del lado opuesto, nadie despertaba para darse cuenta de que se perdían y se aislaban en sus posturas tradicionales. No había dónde refugiarse. Según le decía su conciencia más profunda, le resultaba difícil aceptar los encantos de religiones detenidas en el tiempo. Y peor aún, detenidas en el pasado. Sumisión y aceptación incondicional ya no eran atractivos suficientes para detener el avance de un razonamiento apoyado y alimentado por la ciencia. Pero también la ciencia se agotaba en explicaciones que se estaban repitiendo. También ella era desbordada por la experiencia de fenómenos psíquicos inexplicables. Entre estas dos fuerzas que tiraban en direcciones que tendían a separarse, había que arriesgarse en la búsqueda de la resultante. La resultante no era la continuación de ninguna de ellas, pero daban nacimiento al solitario y autodidacto Jotanoa. Mientras permaneció en desacuerdo con las dos tendencias era inevitable el rechazo a lo establecido, sin que a nadie le importara responder y hacerse cargo de la incipiente búsqueda. Las respuestas no llegaban, pues parecía normal que los mayores, que pasaron por parecidos altibajos, no quisieran ofrecer la razón de sus experiencias, o tal vez, más desorientados que nunca se unían a la corriente del mundo, dedicándose a la conquista del dinero, que ante el mínimo desequilibrio tambaleaba su falsa seguridad. Y se hizo ateo, no por convicción, sino por falta de aquello que le explicara la conducta callada del corazón. Se hizo ateo, no por inclinación materialista sino por ausencia de una comprensión que le explicara el comportamiento de los seres humanos, porque el comportamiento de tales seres humanos parecía superior al poder de dios, o mejor dicho, del dios de las religiones.... ¡O el poder de dios estaba en todas partes para que cada ser humano tuviera acceso a él sin intermediarios o sólo se encerraba en los templos, en las iglesias o pagodas, donde agonizaba inevitablemente! ¡No hubo respuesta y si la hubo fue tan limitada por el dogma y la superstición que no valía la pena hacerle caso! El sarcasmo y la ironía se acostumbraron a los labios de Jotanoa, fomentando argumentos que creyó curarían las dolencias de lo que estaba convirtiéndose en la costumbre de no creer. Sin embargo y a pesar de todo, en el seno de su vida titilaba la lucecita de algo, de algo que lo mantenía esperando. Aunque permitía la presencia de una gran duda acerca de todo lo que lo rodeaba y lo afectaba, por aquella época abrigaba la sensación intuitiva de que dios era el enigma oculto detrás de una simple explicación. Presentía que no podía estar enredado en los hilos contradictorios de tantos argumentos 6 filosóficos y religiosos. La sencillez de su existencia debía estar ahí, al alcance de la más humilde emoción y del más inocente pensamiento. Otros años más de vida y Jotanoa se hizo dueño de ciertos conceptos en relación con la sociedad que hicieron tambalear algunos esquemas tradicionales. Aunque se lo veía seguro en su aspecto exterior cuando comunicaba sus ideas, en su lastimado mundo íntimo era lo contrario.... Y llegó el tiempo en que la vida le anunció la oportunidad de entrar en el ambiente de las tentaciones nocturnas. Se abrió un panorama desconocido porque no imaginó la facilidad con que los hombres realizaban tantas proezas durante la noche. S bien presentía que en ese mundo no se encontraría nada que se acomodara a sus ambiciones, desesperadas ya por conseguir la verdadera orientación, se dejó llevar hasta el límite de una ceguera que escondía el maleficio de abandonar la existencia. Era el fantasma del suicidio, que le permitió pasar por la experiencia de entender en profundidad y en altura el heroísmo por un lado y la cobardía por el otro, de aquellos que hicieron de sus vidas el altar del romanticismo, donde murieron por voluntad del desprecio a todo lo mantenido por la tradición humana... No, no era el camino, no era la solución. Lo sabía porque aún seguía alumbrando la lucecita en su interior, dándole a entender que el abismo del suicidio no era la respuesta. La dualidad de su naturaleza lo estaba beneficiando. Los componentes de la dualidad eran sendas que aún no se juntaban. No en vano la espera tenía su razón cuando los inconvenientes sólo eran demoras y más demoras, como dándole tiempo a comprender el valor de los obstáculos. Lo inesperado se presenta según el significado de esta palabra. Mientras los días de aquella época se deslizaban sin novedad, casi con monotonía, Jotanoa pasó por una experiencia inesperada por un lado pero esperada por la íntima presencia de aquella lucecita. Jotanoa venía de regreso a su casa por una calle solitaria a la hora del atardecer. El sol brillaba esfumado detrás de rojizas nubes transparentes. La quietud del ocaso era blanda y gentil. Como si la naturaleza quisiera borrar toda relación con los hombres, se mostraba plena en sí misma. Una brisa cálida rozaba el contorno de enormes eucaliptos. El rumor era parecido al de un aleteo delicado. Su rostro sentía la plenitud del roce de la brisa, mientras allá en la serranía se doraba el día con tintes que lo acercaban cada vez más a la noche. Fue entonces cuando Jotanoa sintió la necesidad de detenerse ante el influjo de aquello. Miró en todas direcciones, girando la cabeza poco a poco como si presintiera el llamado de algo o de alguien. No sabía dónde detener la mirada. Sus oídos, sus ojos, el tacto íntegro a flor de piel, estaban tensos a la espera de ese algo o de ese alguien desconocido. Lentamente iba moviendo el rostro, esperando encontrar o sorprender lo que buscaba, a la vez que contemplaba los detalles del paisaje. Mientras esto estaba sucediendo, el ánimo dentro de Jotanoa se iba poco a poco transformando en una fuerza que deseaba escapar del cuerpo. Así se hallaba mirando cada tramo de la naturaleza cuando los ojos se detuvieron en la agonía del día, en el enorme abanico de rayos solares que emergía de la 7 redondez oculta del sol. La suave transparencia de las nubes, acumuladas en un sitio y esfumadas en otro, filtraba la luz del sol en tonos tan maravillosos que la fuerza que deseaba escapar de su cuerpo, escapó hacia el ocaso de aquel lejano horizonte. El espectáculo era portentoso. Aquí, cerca de Jotanoa, los árboles en actitud silenciosa y reflexiva, con toda su energía vegetal unida a la de los demás árboles, arbustos y yuyos del universo, se acunaban mecidos por el ritmo de su savia vital. El universo vegetal gozaba su madurez de vida. Allá, la montaña convertida en altar iluminado, donde la belleza realizaba el ritual de la tarde, descubría el corazón de la tierra en amor con el infinito. Jotanoa, en medio de semejante escenario, desprendiéndose de la escoria del mundo y sacudiéndose las cenizas de tantas horas inútiles, creyó que ya no estaba en la tierra. Tan grande fue el impacto de sentirse sumado a la unidad cósmica que deseó vehementemente abandonar el cuerpo, abandonar lo que le estaba dando la oportunidad de unirse a la naturaleza por medio de aquel ocaso. Pero aún le quedaba saber que su frágil arcilla humana no estaba en condiciones de resistir la presión interna de la belleza, porque era la belleza lo que su emoción sufría. El desahogo era natural que estuviera a cargo de lágrimas, y éstas acudieron a sus ojos, deslizándose gota a gota por sus mejillas. El tiempo que pasó sumido y expandido en aquel estado de ánimo no lo pudo ni lo puede precisar. Sólo recuerda que se alejó de allí cuando las montañas eran una sombra azul del valle y el cielo un jirón de nubes sin colores. Mucho tiempo vivió Jotanoa envuelto y desdoblado por la magia de aquel atardecer. Como no tenía a quien confesarle lo sucedido ni a quien preguntarle la razón o la causa de lo que le había ocurrido, sintió que la soledad lo habría de acompañar y que por medio de ella lograría las respuestas necesarias. Lo difícil, en lo sucesivo, sería poder convivir con la soledad, hacerse amigo de ella, para que ella le ayudara a crear los habitantes que vivirían en su interior como personajes dispuestos a darle las respuestas que no habría de escuchar de sus semejantes. El período de adaptación iba a ser muy difícil por el enfrentamiento de dos mundos opuestos que nunca se llevaron bien. Unos meses antes de cumplir los 25 años de edad decidió abandonar el suelo donde naciera. Quería alejarse de su terruño porque en él habían sucedido tantas cosas. Creyó que con alejarse del escenario sería suficiente, sin darse cuenta de que llevaba consigo el escenario interior de la memoria, donde todos los hechos importantes de su vida estaban ingresando a la eternidad de su hemisferio espiritual. Mientras viajaba se acentúo dentro de él la sensación de que se alejaba en vano de su querido valle de tulum. Nacido para no vislumbrar con claridad la vocación que lo encauzara en la vida, sin rumbo cierto hacia al cual apuntar todos los esfuerzos, huía de un caos que no lograba ordenar, sin darse cuenta de que huía de sí mismo, pues era en él donde el caos lo amenazaba. No quería en lo hondo de su vida sentirse perdido si continuaba a la deriva, pero ¿ donde obtener lo que le hacía falta? ¿Qué hacer si los ejemplos a su alcance no le ofrecían garantías? ¿Sumarse a la marea común, dejándose llevar por el flujo y reflujo cuando la conciencia lo alejaba siempre de toda imitación? ¿Por qué se hacía difícil establecer los dictados de algún propósito que le diera sabor y sentido a la vida para vivirla sin grandes 8 ambiciones?... Se asombraba de ver en la gente la naturalidad con que se mentía, como si mentirse fuera la manera de defenderse o de alejar algún peligro, o quizás el miedo a encontrar que la verdad fuera más peligrosa que la mentira. Por último, ¿qué poder lo autorizaba a juzgar la conducta de la moral de sus semejantes como para no aceptarlos como modelo para su vida y reconstruía la existencia de cada ser humano en relación con la de él para terminar en el rechazo? ¿Por qué, por qué era tal la exigencia de su naturaleza?, preguntándose, además, la razón de tanto enredo, de tanto filosofar, de tanta complicación cuando sólo se trata de explicar la vida y su creación. ¡Tantos volúmenes sólo para alejarse de lo sencillo, de lo que palpita en la humildad oculta de la intuición! ¡El hombre, el hombre es la medida de las cosas! ¡El hombre es la explicación de todo!... Jotanoa había leído esto que sólo le sirvió para aumentar el enigma. Si el hombre es la explicación de todo, ¿cómo se explica el reguero de sangre y muerte que sus decisiones han dejado a lo largo de la historia humana? ¿Como se mide y se explica el sacrificio y el dolor de los sufrimientos que fueron causados por la soberbia del honor? ¿Con qué vara se mide y con qué razonamiento se explica la acción de perseguir, de torturar, de esclavizar y de violar lo que la paz respeta? ¿Qué razón le ha asistido y le asiste al hombre para desviar la mano de la ayuda y convertirla en mano del castigo, qué leyes le han dado el privilegio de usar la fuerza en lugar de la persuasión?... Imposible seguir, se dijo Jotanoa, dejando en calma la superficie alterada de las ideas. Poco a poco permitió que el ir y venir de los pensamientos se adormeciera en el silencio de la duda, ya que no presentía respuesta alguna a tales preguntas. Por ahora, según él, había fracasado. En el futuro se haría las mismas preguntas hasta obtener la contestación adecuada. También en el futuro tendría la lucidez suficiente para ir descubriendo el significado de aquella expresión que tanto le intrigara. Eso de que el "hombre es la medida de las cosas" lo vería con claridad cuando se diera cuenta de que las cosas se miden según la escala graduada de alguna especial comprensión interna. 9 Capítulo 2 Primer Encuentro Terminó por dirigirse a una playa. Alquiló una casa amueblada para vivir en ella como si hubiera nacido para ser un ermitaño. A los fondos y detrás de un cerco de ligustrinas se extendía un bosque de pinos. Los olores de su espesura vegetal y saludable invadían fácilmente el ambiente de la casa. Todo se volvía saturado por ese bosque de coníferas. Hasta la ropa, después de algunos días, adquiría el aroma de los pinos, acompañándolo cada vez que salía a caminar por la costa o cuando cada vez que salía a caminar por la costa o cuando se internaba en la ciudad, que distaba pocas cuadras del lugar donde vivía. Pasaron algunos días con la ilusión de haber amortiguado la presión interior de lo que, por momentos, parecíale estúpida sensibilidad. La calificaba de estúpida porque el más insignificante acontecimiento alteraba el ánimo de su naturaleza humana... ¡Pero las cosas nuevas entretienen hasta que dejan de ser novedad!... El tiempo era de bonanza como dice la gente de mar. El viento era una constante brisa marina de suavidad delicada, trayendo hasta la costa el olor particular de las profundidades del océano. Nada en el cielo de la zona anunciaba cambio de tiempo. Los días se deslizaban en busca de las noches y las noches lo hacían en pos de los días. Durante una de estas jornadas de bonanza estaba sentado sobre una roca que penetraba en el mar de modo tal que el oleaje golpeaba en ella, salpicándola de espuma y lamiéndola después del choque. Hasta la cresta de la roca donde se hallaba sentado Jotanoa, llegaban gotas de mar con cada golpe de ola. Se encontraba embebido, mirando llegar el oleaje desde que nacía a pocos metros de la costa, con su ribete de espuma, hasta que deshecho en el contrafuerte parecía suspirar la energía que lo empujaba, dejando en el aire una sensación de desmayo o de reposo. Se hallaba de tal modo entretenido con el desfilé de las olas, tan olvidado de sí mismo, que no se dio cuenta de la presencia de alguien a su lado. Era un hombre que no supo cuándo llegó. Mientras lo miró sin preguntarse quién era le fue completamente desconocido... Estaba de pie, mirando la lejanía de las aguas, también despreocupado de todo, hasta de quien se hallaba sentado allí en la roca. Cuando Jotanoa levantó la vista, él no la bajó, permaneciendo en la postura que lo viera. Visto así, de repente, lo confundió con una aparición, o mejor dicho, creyó que era la reproducción de una imagen que estando en sus pupilas le diera la impresión de verla allí, más allá de sus ojos. A toda figura, silueta o cuerpo, que se plasma en los ojos con los mismos rasgos y colores de la realidad exterior se le llama “remanente positivo”. Esto ocurre cuando miramos algo bien iluminado y luego lo seguimos viendo con nuestros ojos cerrados con los mismos detalles de su existencia exterior. Cuando sucede lo contrario, es decir, cuando el 10 objeto que vemos aparece transformado en nuestros ojos, también cerrados, con colores distintos, con manchas incoherentes, se dice que es un “remanente negativo” Pues bien, a su lado había un hombre con densidad suficiente como para decir que no era ningún “remanente”. Su presencia total estaba allí. De mediana altura, delgado, con ojos de un negro profundo, de labios finos en las comisuras y algo gruesos en el centro, de nariz huesuda con aletas transparentes, pómulos de líneas suavemente abultadas, frente amplia y algo arrugada y ceño en dos huellas que huían hacia la frente hasta perderse en las arrugas horizontales. Abismado en la lejanía del mar parecía gozar con el espectáculo. —¡Hermoso es el mar cuando el hombre no puede dejar la tierra y hermosa es la tierra cuando no puede dejar el mar! —Lo dijo así, como si nada, y bajando la vista lo enfocó con su mirada de negras pupilas. Sonrió con natural expresión y se sentó en la roca, a pocos metros del sitio donde se encontraba Jotanoa. —Lo lejano tiene más atractivo que lo cercano. El mundo de allá afuera, visto a la distancia, ofrece mejor aspecto. Cuando lo desmenuzamos con nuestras observaciones físicas, con nuestra lógica objetiva, desmenuzado queda, pero a la vez, nos desmenuzamos a nosotros. Aquello que separamos, nos separa a nosotros. Aquello que unimos nos une a nosotros...¿Qué misterio hay en las palabras y en las intenciones con las que usamos cuando son capaces de sustentar la uniones como cuando son capaces de alimentar las desuniones?... Jotanoa escuchaba y no sabía cómo reaccionar. Sentía cierta atracción pero también cierta repulsión. Las ideas, venidas en aquella voz, le parecían familiares pero también le parecían extrañas. Se preguntó qué clase de loco era aquel hombre, llegado de improviso, sentado allí como caído de un mundo desconocido, hablando así con pensamientos que tenían la sencillez de lo original y la sorpresa de lo simple. —¿Vive en esta casa? —oyó que le preguntaba, señalando con el pulgar vuelto hacia atrás. Jotanoa, sorprendido y algo incómodo por aquella intromisión que no alcanzaba a definir ni a comprender, le contestó con muda afirmación. Sin importarle el gesto de disgusto de Jotanoa, agregó: —Las playas son como un largo y blando regazo en el que se puede descansar de las fatigas de la tierra....y se descansa mejor cuando los que vienen aquí son de tierra adentro, de algún territorio oscuro y opresor. Aquí se liberan los límites de los pueblos del interior. Las ganas de no regresar se experimentan aquí, ¿por qué será?... Las palabras eran bellas, poseían una soltura y una liviandad propias del hombre que ha cimentado el camino que anda. Suavemente entraron en su cerebro y generaron pensamientos capaces de armonizar lo que dijo del mar con lo del interior de un país. Nada más que por esta influencia sintió deseos de trabar amistad. Advirtió que no hacía falta una desconfiada introducción para iniciar una amistad. Se daba cuenta de que un ser humano, 11 aunque desconocido como este hombre, podía participar de las inquietudes de su ser. Lo raro del caso era que no hacía mucho le fue imposible aceptar lo que casi estaba ahora aceptando. Se desconocía a sí mismo ante la nueva actitud con que casi estaba ahora aceptando. Se desconocía a sí mismo ante la nueva actitud con que permitía el acercamiento de una criatura que en días no muy lejanos hubiera rechazado lisa y llanamente. Sorprendido por el vuelco de su conciencia, se dejó llevar por el impulso de hacer algo en defensa del interior de un país, diciendo: —El interior de un país tiene lo que nuestras ambiciones y sueños necesitan. Si todos naciéramos y viviéramos a la orilla del mar, no sabríamos lo que significa venir del interior. Si tuviera que defender el interior de una región podría decir que allí estamos más cerca del cielo y las estrellas, pero no es esa mi intención. ¿Qué sienten los que van de aquí al interior oscuro y opresor como usted dice? Los ojos del hombre aquel sonrieron sin que los labios lo hicieran para decir sin mucho convencimiento: —Los pueblos del interior nos recuerdan la naturaleza de nuestro cuerpo: polvo y ceniza. —¿Por qué no, polvo, agua y ceniza? —agregó Jotanoa. Mientras una ola poderosa salpicaba de gotas saladas la cumbre de aquella roca, el hombre nuevamente sonrió con la mirada. Jotanoa tuvo la repentina impresión de estar ante un ser humano que estaba tanteando el terreno. —Si tuviéramos en cuenta el horizonte de cada lugar donde se vive, ¿no serían mejor expresadas aquí las aspiraciones del alma?... La belleza del mar y su movimiento, ¿no facilitan, acaso, los cambios?... Aquí nos resulta menos difícil el cambio porque las aguas nos ayudan con su aspecto siempre cambiante. Este tema da para más... Se puso de pie, estiró los brazos con ademán de sacudirse el efecto de una postura prolongada, respiró hondo, arrojando el aire con suavidad y dio unos pasos con intenciones de alejarse. Inconscientemente, Jotanoa se puso de pie y sin darse cuenta se ubicó a su lado para tomar el camino que los alejaba de la playa. —Los pinos allá en la tierra —comentó el desconocido— y el mar allá lejos y entre estos dos extremos, nosotros como inquietos buscadores de la verdad. Los pinos, allí donde están, eternamente fijos al suelo, conocen la verdad de sus vidas. El mar, allá con su eterno movimiento, también conoce la verdad de su existencia. Sólo nosotros hemos adquirido la incapacidad de conocerla por una razón muy estúpida: La queremos sólida, dejando de lado lo que las emociones intentan decirnos, lo que las ideas sin referencia material nos prometen. ¡Tal vez el mundo que tanto anhelamos conocer, tal vez la verdad que tanto buscamos, esté tan cerca de nosotros como el círculo lo está de su punto central!... Siguieron caminando hasta tomar el sendero que conducía a la casa. Cuando llegaron a la puerta comprendió Jotanoa que no quedaba más remedio que invitarlo a entrar. Cedió por influencia de lo recientemente escuchado. 12 Se sentaron cómodamente, no sin antes haber arrimado una mesita, sobre la cual puso una botella de bebida, vasos y cigarillos. Los primeros sorbos reanudaron el diálogo, o mejor dicho el monólogo. A Jotanoa le llamó la atención que aquel hombre no averiguara nada acerca de su vida, de su nombre, de su pasado. Su intervención se limitaba a conversar de cosas en las cuales no entraba la individualidad de ambos. Así se sintió cómodo, creyéndose eximido de revelar por ahora la identidad, pues presentía que ésta no sería la única entrevista. Fumaba y bebía con sencilla naturalidad. Jotanoa se dijo que con la misma habilidad podría encarar cualquier problema. Deseó tener la misma mundanalidad. — El vino y el cigarrillo —comentó— se han hecho casi inseparables del hombre. ¿Qué nuevo vicio se sumará a éstos cuando pasen dos o tres siglos? Algunas personas, dedicadas a buscar explicaciones, tienen razón cuando dicen que somos los niños mimados de los hábitos. Tal vez por la falta de seguridad en nosotros mismos nos aferramos a ellos como ostras a la roca marina. Los animales se diferencian de nosotros porque sus hábitos son inofensivos, son hábitos de vida en la lucha por la adaptación de su existencia. Cualquier costumbre del animal obedece a la necesidad de mejorar su relación con el medio ambiente. Lo que llama la atención es que los animales no razonan, sin embargo son incapaces de adquirir hábitos que perjudiquen la estabilidad de sus costumbres creativas. Nosotros razonamos, nos damos cuenta del daño que nos hace fumar y beber, pero poco nos cuesta fomentar el vicio de estos dos agentes. Es tan fácil admitir el prodigio de la conciencia, por medio del cual nos permite conocer aquello que nos daña, que resulta difícil comprender nuestro deseo de aceptar y mantener lo dañino del vicio. Bebió otro trago, paladeando el sabor de la bebida, se hundió un poco más en el asiento, arrojó una larga bocanada de humo con envidiable sensualidad y luego miró a Jotanoa como si comprendiera el ánimo de su pobre condición humana. ¿Qué quería preguntar aquella mirada, qué quería buscar con sus ojos?... Jotanoa se ruborizó cuando aquellas pupilas se dilataron en un gesto picaresco, cuando sintió que su poderosa penetración visual lo dejaban al desnudo y a merced de algo que le pareció incontenible. Aquel hombre desvió la vista y cuando Jotanoa creyó que iba a reiniciar la conversación, sólo dijo: —Voy a beber otro trago y luego me iré. El trago del estribo como suele decirse en ocasiones parecidas. Aquel hombre tomó la botella, la inclinó con ademán seguro y luego la depositó con tanta suavidad que no hizo el menor ruido al colocarla en la mesita. ¿Por qué le llamó la atención esta otra habilidad? ¿Era un signo de lo bien organizado que tenía el cerebro, la mente y sus emociones? Ver a un individuo cómo realiza sus movimientos con delicado esfuerzo, demostrando firmeza en las manos, ¿significa esto que su carácter, que su personalidad no divagan y que son expresiones de una constitución armónica? ¿O era, simplemente, debido a la práctica reiterada de hacer lo mismo? 13 Otro gesto era que a ese hombre no le incomodaba el cigarrillo cuando tenía un largo cilindro de ceniza, que ni siquiera caía al suelo, teniendo el tiempo suficiente para dejarlo en el cenicero con pasmosa serenidad. A Jotanoa se le ocurrió que de igual manera podría manejar cualquier dificultad por peligrosa que fuera. La ocurrencia le dio confianza porque este hombre haría lo mismo con él si estuviera ante un problema que lo desorientara o ante un peligro que lo amenazara. Habían pasado unos días después del primer encuentro casual en la playa, cuando una tarde llegó a sus puertas para saludarlo, según dijo, ya que pasaba por allí, creyendo oportuno y cordial hacerlo. Jotanoa lo recibió con cierto ánimo de satisfacción. Aquel hombre se dio cuenta que era recibido con afecto. Sobre la mesa había papeles dispersos, borradores escritos. —¿Escribe usted? —preguntó el recién llegado. Como en el rostro de Jotanoa se hizo evidente la turbación, agregó: —Es muy natural, casi inevitable, que use algo de su tiempo en escribir. Los seres como usted no pueden escapar a la tentación de hacerlo, como si en las páginas que escriben se buscaran a sí mismos. Las hojas en blanco deben ser para ellos el escenario donde esperan descubrir lo que son, lo que sueñan hacer. Es posible hallar allí lo más secreto del alma, aquello que uno no puede confesar y que por la magia de la inspiración se lo confiesa a la página en blanco. —Yo lo intenté hace mucho tiempo —continuó diciendo— y me convencí de que no servía, pues descubrí que las ideas tenían más fuerza, más poder, mayor perfección en la mente que en el papal donde las echaba a perder. Todo lo que pude escribir lo consideré un borrador demasiado opaco, hasta muy diferente del original que en la mente quedaba idealizado por la perfección... Pero dejemos esto para después, siempre que sea necesario volver sobre el tema. Se ubicó en el asiento que ocupara la vez anterior y a boca de jarro preguntó: —¿Cuántos años tiene? —Casi veinticinco. —¡Demasiado joven para algunas cosas y casi viejo para otras! ¡Aha!... No sé lo que es pero algo me lo advierte, algo me dice que aún es tiempo, que la ocasión puede estar renovando la esperanza. Si la oportunidad fuera ahora, le ruego la aproveche. Sin darle a considerar lo que terminaba de escuchar, le preguntó como si hubiera urgencia en lo que hacía: —¿Cuántos años cree que tengo yo? —Tal vez cuarenta y tres... 14 —¡Acertó!... Sí, tengo cuarenta y tres y algunos meses más. Se mordió el labio inferior como si quisiera ordenar una serie de preguntas que traía, seguramente con la intención de definir una posible amistad o dar por terminada una relación incipiente. —¿Qué opinión tiene de mí? —Aún no la tengo muy clara. Usted parece un hombre que se ha valido de sus experiencias para hacer un código de conducta. De acuerdo con ese código usted vive y enfrenta la vida. Si bien es vulgar la explicación que voy a darle, tengo la impresión, y no sé por qué, de que ese código de conducta ha nacido de un cúmulo de datos, que en su íntima conciencia, la intuición ha puesto en orden. Le repito, no sé por qué le digo esto. Me llama la atención la espontaneidad de la respuesta. —¡Acertó de nuevo!... Tal vez la importancia del acierto me sirva para descubrir un aspecto de su carácter o de su medio carácter. Me facilita la tarea de conocerlo. Le ruego que nada tema. Sé respetar la intimidad cuando ésta se esconde detrás del pudor. Jotanoa sintió miedo, miedo de caer en una trampa, de la que no pudiera salir, a menos que lo hiciera por medio de una confesión. Los ojos de aquel hombre brillaron, iluminados por la reflexión. —¿Le molesta mi presencia? —No, al contrario, siento un poco de protección, porque... No concluyó el pensamiento por algo parecido a defensa propia. —Entiendo —dijo aquel desconocido—, pues voy a decirle lo que me ha facilitado, permitiéndole conocerlo un poco. Al decir usted que yo había hecho con mis experiencias un código de conducta, me dio a entender lo que suelo llamar conocimiento por medios opuestos. Significa que me conoció por lo que a usted le falta, es decir, la ausencia de lo que usted necesita le ha permitido conocerme. A usted le falta un código de conducta y por no tenerlo, pudo presentirlo en mí. El argumento era convincente. Tenía mucho a favor como para negarlo. Aquel hombre aparentaba ser un ente excepcional. Sin haber aún comprobado en su totalidad la teoría con que pretende conocer a las personas, a Jotanoa le pareció más bien que se deba al conocimiento espontáneo de la intuición, o quizás, los dos puntos de vista sean útiles, aplicados en forma separada según el caso lo requiera. —Si está admirado por lo que acabo de decirle, le confieso que no es para tanto. No es difícil cuando se tiene un mínimo de datos, lo lamentable es dejar que los datos se pierdan cuando nos domina la indiferencia. Por un instante, Jotanoa se quedó con la mirada perdida y con la sensación de estar sintiendo en su interior una seguridad desconocida, como si detrás de estos momentos que estaba viviendo hubiera algo por descubrir. De repente tuvo la extraña certeza de conocer a 15 aquel desconocido. Era la segunda vez que le sucedía. Ahora se dio cuenta de que tenía que hablar, que tenía que preguntar: —¿Por qué se acercó hasta donde yo estaba sentado? Por primera vez apareció una sombra en la mirada de aquel desconocido. A de tal sombra lo miró con una expresión de ternura imposible, como si él estuviera en un continente y Jotanoa en otro, como si de un extremo de la vida quisiera tomar algo que estaba en el otro extremo. Fue el momento en que cambiaron los papeles, ya que era él acosado por una pregunta que lo ponía al borde mismo de la confesión. A punto estuvo de proponerle que lo eximía de contestar si con ello recuperaba la tranquilidad. No hubo tiempo. Con total serenidad, sin medir el riesgo y apostando a todo, le dijo: —¡Cuando lo vi sentado frente al mar creí en las apariciones! ¡Me pareció que era mi hijo! —Inclinó la cabeza un momento para luego levantarla con la decisión de continuar y justificar—: ¡Sí, lo confundí con mi hijo, el que no sé si vive! Además, ¡no sé si usted es mi hijo! Su voz no temblaba, ni los ojos vacilaron como al principio. De su corazón sacó la suficiente fuerza, la que parecía sobrarle, para afrontar la situación más difícil de su vida. —No me animo a preguntarle si usted tiene o ha tenido padres. Temo la respuesta afirmativa... Le ruego, si quiere aceptar el ruego, el silencio al respecto. Aunque le parezca raro, me siento por primera vez gozar con la ilusión de su presencia, creyendo que la realidad me ha traído la imprevista figura de mi hijo. Por eso estoy aquí, por eso estuve cerca de usted junto al mar, por eso he de quedarme si el ruego tiene cabida en la decisión de aceptarme. La situación era sumamente extraña. Parecía que algo estuviera ocurriendo fuera del tiempo, parecía que habían desaparecido los extremos de pasado y futuro, parecía que la vida de estos dos seres, encontrados aquí, era el presente que exigía lo que uno necesitaba para que el otro se beneficiara. Si bien Jotanoa no era el hijo, algo desconocido se esforzaba por hacer desaparecer la ilusión de lo temporal, la vanidad de lo transitorio. Un repentino nacimiento de piedad casi lo pone en trance ridículo, porque sintió algo enorme que bajaba de la cabeza y subía del corazón, anudándole la garganta. Hizo tal esfuerzo que el hombre aquel comprendió, interviniendo de inmediato: —¡No, amigo —dijo con acento de firme sugestión—, no haga nada por manifestar lástima. Luego de una pausa, esperando la reacción, continuó diciendo: —Creo en la justicia como si fuera la balanza de las oportunidades. Lo que busco y quiero es la oportunidad que me permita vivir la comprensión... para que no pese tanto la incomprensión de la justicia. ¡Es el peso que agobia sin el contrapeso que alivie!... Lo sufriente de toda situación como la mía es no poder saber la causa para determinar la 16 aceptación de la comprensión. Mi conciencia, en ningún momento ha manifestado arrepentimiento ante la razón de los hechos vividos. Sé que la justicia no se equivoca. Ella sólo espera que madure lo que se ha de comprender. A esta altura de su confesión, sus manos se habían tomado fuertemente. Su pecho controlaba el jadeo envidiable habilidad. Jotanoa lo admiraba en ese trance de no salirse de sí mismo. Si bien no había allí un campo de batalla, lo reemplazaba el esfuerzo de ganar aunque tuviera que admitir que la justicia bien hechora no estaba de su parte. Su afán era comprender, lo demás no le importaba. No le importaba porque lo demás era lo que estaba sufriendo por imposición de lo que aún no comprendía. Jotanoa entendió que todo iba a depender de él si es que estaba dispuesto a continuar con esta aventura. Aquel hombre viviría la magia de lo que se imaginara. Era un juego demasiado inocente, pero al mismo tiempo traería lo que en el futuro iba a justificarse, ya que los dos estaban necesitados de algo. La verdad iba a quedar en manos de la necesidad de ese algo. Se puede ser padre sin ser pariente, se puede ser hermano sin ser pariente, se puede ser amigo sin tener ningún lazo previo de unión. Además, según estaban dadas las circunstancias, el más necesitado era Jotanoa, porque presentía que iba a tener a su alcance una valiosa orientación. Bien podría suceder que el caos se organizara en contornos definidos, con un centro capaz de hacer valer el propósito de vivir. Por último, se dijo Jotanoa que nada se perdía, que nada se arriesgaba, que el futuro sería el autor del desenlace. Ambos se miraron sin hablar, dejando que de lo más íntimo aflorara el gesto de aceptación o de rechazo. Mucho tiempo pasaron en silencio, sin que el silencio los incomodara. Era el silencio de lo que en el alma estaba sucediendo. Era la quietud anterior al nacimiento. Era la calma previa al esfuerzo por nacer. Varias veces se miraron, se sonrieron y se quedaron serios sin que ninguna palabra se oyera. Las voces hablaban dentro de cada uno. La lucecita en el corazón de Jotanoa titilaba y palpitaba. Ella iluminaba una sugerencia y se escondía en la paz del alma, esperando la decisión. En aquel hombre algo titilaba y palpitaba también, esperando la decisión. Sin que interviniera ningún entendimiento externo, sin que nada en el aspecto exterior pudiera indicar lo que sucedería, estos dos seres humanos se dejaron llevar por algo tácito, por algo sobreentendido. La simple solución se dio cuando aquel hombre preguntó: —¿Cómo te llamas? —¡Jotanoa! —respondió—. Y tú, ¿cómo te llamas? —¡Albanoa! —fue la respuesta, con el júbilo puesto en el acento de su voz. Diciéndose el nombre con que se habrían de tratar y comunicar, encontraron la manera de estar de acuerdo. 17 Los días para Jotanoa comenzaron a pasar de una manera distinta. Eran jornadas que llegaban con novedades imprevistas, eran horas de estar descubriendo regalos que en manos de la experiencia se convertían en lecciones de vida, en lecciones para su existencia. Cada jornada siguiente a la vivida era esperada como si fuera el nuevo capítulo de una aventura de suspenso. En Albanoa se daba la sensación de llenar vacíos. Se sentía el pasado interminable de la vida ante la oportunidad de aprovechar el presente. También despertaba o nacía en él la impresión de estar encontrando su presente en Jotanoa. Se preguntaba si era posible que él encontrara el presente en otra persona. Sin tener la respuesta adecuada, se conformaba con la aparente falta de lógica de algunas ocurrencias. Poco a poco se fue haciendo simple y directo el lenguaje que usaban. Aparecieron preguntas, se intercambiaron reflexiones, nacieron inquietudes en relación con el enigma del ser humano, de la naturaleza animal y vegetal del universo terrenal, del universo de la energía, en fin, los días venían como alforjas vacías y se iban repletos de buenas oportunidades, entre cuyas buenas oportunidades estuvo, en especial, el momento en que nació la inevitable vida anterior. El comienzo de toda vida interior, al igual que la de un niño, se vuelve asombro, sorpresa y curiosidad por la facilidad con que se descubre lo desconocido. En Jotanoa crecía y crecía el desafío por conocer el silencio oculto detrás de cada fenómeno. —Dime, Albanoa —fue una de las tantas preguntas que hizo al comienzo de su relación con aquel hombre que dejó de ser extraño de la manera ya relatada—, dime si la experiencia de vida por la que has pasado te ha permitido saber lo que es el ser humano, o sea, ¿puedes decirme qué somos? ¿Qué eres tú? ¿Qué soy yo?... La respuesta fue casi inmediata: —¡Somos almas vivientes! Aunque esta expresión es la conocida por la religión y difundida por ella, sin embargo, encierra una ley que puede formularse con términos modernos. Si reemplazaras la palabra alma por energía, diríamos que ¡somos energía viviente!... O quizás fuera mejor decir que ¡somos energía inteligente de vida!... Jotanoa, sin comentario, repitió en voz baja: —¡Soy alma viviente, soy alma viviente! Para luego decir en voz alta: —Si tú eres alma viviente, como alma viviente, ¿podrías explicar tantos errores cometidos, tantos sufrimientos y dolores, y tantas injusticias que jalonan la historia del hombre? —Sería imposible explicarlo con la claridad de tu pregunta, pero poco a poco y con el crecimiento de un deseo íntimo de comprensión puedes calmar la ansiedad de semejante interrogación. 18 —Con el crecimiento de un deseo íntimo de comprensión —murmuró Jotanoa—. Lo dices como si fuera fácil hacer crecer ese deseo íntimo... ¡Palabras, palabras y más palabras!... Los años que llevo vividos están llenos de palabras y más palabras sin que la experiencia las justifique. Albanoa no dijo nada por un momento. Caminaron en silencio, cada uno observando el paisaje del mar y sus playas. Las arenas se oscurecían con la humedad de las olas y donde la humedad de las olas dejaba zonas oscuras, allí las gaviotas hundían su pico en busca de alimento. —¿Estás dispuesto a aprender —preguntó Albanoa— un método o una manera de provocar el nacimiento, o si prefieres, de dar nacimiento a ese deseo íntimo?... La brisa del mar trajo un rumor de lejanías. La brisa del mar inclinó ramas y barrió hojas secas y papeles sueltos. Pasó la brisa y quedó la calma. —¡Sí, estoy dispuesto, pero nada de voces huecas! —¡Bien! —dijo Albanoa—. ¡Bien lo has dicho! ¡Sin voces huecas será... No hay nada desconocido en lo que voy a sugerirte. Todo o casi todo lo que escuches ha sido dejado de lado como si esa hubiera sido siempre la intención de quienes han fomentado el olvido o la indiferencia. En esta ocasión, en la que estamos viviendo, podemos decir que el pasado se hace presente o el presente se vuelve pasado. Quizás fuera mejor decir que todo se hace presente para tomar de él el deseo íntimo de comprensión. Dieron unos pasos hacia el límite de un jardín, rodeado por una pared baja que bien servía de asiento. Allí se sentaron, teniendo frente a ellos el horizonte marino, ligeramente curvado. —Dime —preguntó Albanoa—, ¿tienes, al menos, la mínima certeza de que eres un alma viviente? —No me animo a tanto... Aunque me agrada saber que podría ser así. —Eso ya es algo, puesto que no lo rechazas. ¿Te parece posible que siendo alma viviente tengas una contraparte física, corporal, y que esta parte física, corporal, dependa o pueda depender de lo que hemos llamado alma viviente? Como la respuesta era evidente, sólo se miraron. Albanoa continuó: —¿Sería aceptable decir que el alma viviente tiene una manera de pensar, una forma de vivir psíquica y que el cuerpo con su cerebro material tiene también una manera de pensar, una forma física de vivir?... Ahora bien, ¿cuál de las dos formas de pensar tiene a su alcance la sabiduría, cuál de las dos expresa la mayor inteligencia y el medio eficaz para resolver los problemas que la vida nos presenta? 19 Luego de una pausa, pausa obligada por el tema y por la necesidad de asimilar la importancia de lo dicho, Albanoa siguió diciendo: —De lo que te he expresado, se hace fácil comprender que estamos constituidos por dos hemisferios, por dos entidades, por dos naturalezas, que tienden a unirse en proporciones armónicas para manifestar lo que llamamos alma viviente. Una de ellas debe ser superior a la otra. Una de ellas debe tener el poder soberano del conocimiento. A nosotros nos interesa la del poder soberano, sin menospreciar a la otra, pero además nos interesa descubrir los medios y las etapas de llegar a ese poder, en cuyo centro ha de residir la magia del alma viviente. A todo esto, cerca de ellos, una pareja y un niño no mayor de tres años se habían sentado en la arena, dejando que el pequeño jugara y gateara. Gateando poco a poco fue acercándose al sitio donde estaban Albanoa y Jotanoa. Mientras el niño jugaba, haciendo montoncitos de arena y dejando que la misma se deslizara entre sus deditos, mientras esto hacía, murmuraba una canción o susurraba una cadencia de notas propias de su edad. Era el conocido tono musical, monótono y adormecedor, que todo niño entona mientras juega y se entretiene. —¡Escucha, escucha, Jotanoa, a ese niño y dime quién es el autor de ese murmullo semi-musical! Luego de oír por un instante, Albanoa dejó que su imaginación fuera uniendo lo que la inspiración le decía: —¿No crees, por ventura, que sea la magia de su alma viviente lo que estamos oyendo? ¿No te parece, acaso, que ese tono está expresado en notas de origen interno, o mejor dicho, no será una manifestación armónica de su alma viviente? —Si nosotros —continuó diciendo— grabáramos ese murmullo de su voz y cuando este niño fuera hombre le dijéramos: ¡Ahí tienes un elemento de sintonía para buscar el poder del conocimiento, ahí tienes tu voz de niño que ha de servirte para llegar a tu refugio de siempre!... Siendo hombre le diríamos: ¡Escúchala ahora y revive dentro de ti al niño que fuiste, que hoy, aquel niño que fuiste, puede abrirte el camino hacia el centro de tu ser, donde están las respuestas a los problemas, las soluciones a los inconvenientes y lo que es más importante, de allí oirás la inspiración que los ideales necesitan para materializarlos en el escenario terrenal donde vives!... Tanto Jotanoa como Albanoa estaban asombrados de ver cómo la ayuda casual les facilitaba la tarea de comprender lo que durante la conversación estaban tratando. —¿Es esto casualidad? —preguntó Jotanoa. En respuesta, Albanoa dijo: —Después de ver a este niño, ¿cómo explicaríamos que la casualidad no existe?... Sólo a nosotros corresponde encontrar los ejemplos, los ejemplos que están donde nos parece que la casualidad los pone. 20 Mientras el niño se arrullaba con la canción de su alma viviente, mientras el niño era el alma plena sin los obstáculos de la duda y de la incredulidad, Albanoa fue sumergiéndose en sí mismo y dejando en libertad de expresión al genio de la imaginación. —¿Cómo le dices a los padres de ese niño que le graben su vocecita, que le graben ese arrullo de criatura inocente y que dicha grabación se la guarden para cuando sea mayor de edad?. Tal vez éste que estamos viendo jugar, convertido en hombre, llegue a ser un personaje importante de la humanidad, una personalidad influyente. Quizás el futuro de la tierra lo necesite. Puede suceder que un peligro mundial amenace a la humanidad y que de él dependa una solución salvadora, pero tal solución salvadora está en la zona profunda de su alma viviente, en el centro mismo de su alma, a cuyo centro habría de llegar para sacarla de allí y darla a conocer. Mientras el peligro crece y el tiempo se acorta, él pasa por momentos de ansiedad y de total desesperación. Entonces sucede que sus padres se acuerdan de aquel arrullo de niño, de aquel murmullo que ellos grabaron mientras jugaba en una playa distante. La grabación es la clave que ha de permitir el acercamiento al poder del conocimiento, bien guardado donde pocos llegan. Ante una situación como ésta, los padres intervienen y le dicen: — Hijo, en esta cinta está grabada tu voz cuando tenías tres años de edad. Mientras jugabas en la playa, tu vocecita cantaba un arrullo casi musical. Lo que tu voz entonaba nacía de tu alma, de tu alma venía. Hoy puede servirte porque necesitas llegar a la intimidad de tu ser y el mejor medio es escuchar el tono de tu voz de niño. Retírate a tu cuarto y olvídate de todo, de todo lo que te rodea, de lo que te aflige y tanto te preocupa. Que ninguna tensión, ya sea muscular o mental, te moleste. Déjate llevar por la somnolencia del descanso mientras escuchas en tu voz de niño la frecuencia con que puedas sintonizar el poder del conocimiento que fluye del alma. Ve, hijo, y quédate contigo mismo un momento, que de la intimidad de tu alma viviente has de obtener la solución que la situación mundial necesita. ¡Que la humildad te acompañe en tu retorno al hogar de tu alma!... Después de haber oído Jotanoa el relato de Albanoa, relato que naciera por el encuentro con aquella criatura, sintió que algo sucio y pegajoso se desprendía de su mente y se consumía en un fuego de radiación desconocida. Luego fue el crujido silencioso de algo que nacía en las entrañas de una idea universal, de una semilla cósmica puesta en el sueño de su alma. El crujido derrumbó el muro de un miedo alimentado por la superstición. Se dio cuenta, como consecuencia del derrumbe, que la comprensión tenía una función de limpieza; que la comprensión, en especial la que viene de adentro, podía servir de purga mental, de catarsis espiritual, que podía transmutar lo denso en efluvio imponderable. Había cerrado los ojos para sentir la intensidad de ese algo nuevo que sacudía sus entrañas, que removía esquemas, que le ablandaba la duda. Albanoa, mientras tanto, se había quedado en silencio, mirando embobado a aquel niño, que bien podría representar el papel que su imaginación había creado para que sucediera en el futuro. Se pusieron de pie, caminaron sin hablarse y se separaron sin añadir nada a todo lo sucedido. Al parecer, el día había colmado el deseo de la jornada. Tanto uno como el otro se alejaron saboreando la experiencia de descubrir que la casualidad no sirve para explicar ciertos acontecimientos. Ellos habían asistido al ejemplo imprevisto aunque previsto por la 21 intuición, lo que hace pensar que para la intuición no existe la casualidad, lo que también significa que la función psíquica de la intuición tiene la capacidad de abarcar el futuro, habiendo determinado el encuentro con aquello que ha de servir de ejemplo. La mañana de sol venía jugando a barrer la tristeza y a dejarnos la alegría de vivir... Los seres humanos se encaprichan en vivir sus propias mañanas tristes. Mirando el rostro de la gente se adivina el estado de su atmósfera interior. Vemos el ceño fruncido, los labios tensos, incapaces de reír, la mirada desconfiada, el miedo al mundo y a la vida, y la timidez que disminuye la estatura humana. Así desfile la gente. Así se la ve pasar el día hasta que la noche la engulle en su pesadilla de íntimos secretos. Día tras día sucede lo mismo y lo mismo que se hace cada día, por repetición, termina en hábito, y ya por hábito se vive alimentando a la desconfianza, por hábito se amanece enojado cada mañana, por costumbre se vuelve pesimista, se miente con naturalidad, se engaña y se ofende con facilidad, por hábito se llega a la meta de vivir en la mala suerte. Otros hacen al revés, creando la costumbre de vivir ayudados por el optimismo, con lo que logran habituarse a la buena suerte. Se habitúan de tal manera que la buena suerte los busca porque con ellos no se siente defraudada. Por supuesto que preferimos quedarnos con aquella mañana de sol, que venía jugando a barrer la tristeza y a dejarnos la alegría de vivir... Jotanoa silbaba esa mañana como queriendo encontrar su propia canción de niño, su puente musical. Algunas notas saltaban como chispas, otras se quedaban navegando en los latidos de su corazón. Allá lejos, por la misma vereda, venía Albanoa. También venía como el sol de la mañana, barriendo tristezas y alejando el malestar de pensamientos enfermos. —El episodio del niño en la playa no terminó allí donde lo dejamos —fue lo primero, después del saludo, que dijo Albanoa—. Los genios de la casualidad me dieron la oportunidad de conocer a los padres de aquella criatura. Después de tantear el grado de aceptación de lo charlado entre nosotros, les confié nuestra experiencia, les hablé de la posibilidad de que el murmullo musical de su vocecita fuera la clave o el medio para alcanzar la intimidad de la sabiduría del alma. Les sugerí que le grabaran la voz con que se acompaña cuando juega y se entretiene en su mundo de inocencia... Lo aceptaron, lo aceptaron como algo natural. Me agradecieron y me aseguraron que lo harían con gusto. Además de tenerlo de recuerdo, tal vez le fuera útil al hombre que en el futuro necesite acercarse a su alma viviente y comulgar con ella. —Parece que algo extraño nos acompaña —comentó Jotanoa—, que anhelos invisibles nos ayudan desde que aceptamos ser lo que somos ahora. Si elimináramos todo y dejáramos de lado todo lo que la gente llama casualidad, nos queda la certeza de estar representando el efecto de causas que han logrado nuestro encuentro. ¿No te parece que en cada uno de nosotros hay una fuerza íntima que poco a poco va señalando el rumbo hacia beneficios mutuos? 22 —Creo que sí —dijo Albanoa—, porque sin nuestro encuentro no habrían sucedido tantas cosas. No puedo imaginarme que a cada uno por su lado le hubiera ocurrido algo parecido. Caminaron en silencio un buen trecho. Allí cerca, la sombra de un árbol cobijaba un sitio de reposo. Al pie del mismo había un muro de piedra, usado como asiento. Allí se ubicaron, con el panorama cotidiano del mar frente a ellos. —Hasta aquí —dijo Jotanoa— te ha ido bien en todo lo que me has contado. Hasta me pareció maravilloso que el niño aquel nos diera la impresión de acercarse, a propósito, para servir de ejemplo....pero si no descubro mi canción, si no descubro mi murmullo musical, puesto que ya no soy un niño, ¿qué medios o qué otra cosa puede servirme para llegar al seno de mi alma viviente? Albanoa pareció mirarlo desde su propio interior, pues sus ojos perdieron el enfoque físico, o mejor dicho, de sus ojos desapareció la función objetiva de ver, apareciendo la mirada de humilde penetración espiritual. —A partir de esa pregunta —advirtió Albanoa— hemos de usar algunos ejercicios o prácticas psíquicas que te permitan el acercamiento gradual, el acercamiento en etapas, a tu interior profundo. Las palabras que le dan significado a estas prácticas, han sido manoseadas de tal forma que andan de boca en boca sin el respeto o la devoción que merecen. En especial, la palabra contemplación y su compañera inseparable, llamada meditación, se han vulgarizado tanto que han perdido el brillo de su genuina expresión. Cualquier personaje se da aires de importancia cuando dice que medita, que ha de meditar o que se dedica a la meditación. Lo manifiesta con la vanidad a flor de piel, sin saber que la vanidad debe eliminarse totalmente si se pretende alcanzar los beneficios auténticos... —Lo que haremos —continuó— es recuperar su viejo prestigio que le dio tantos frutos al conocimiento de antiguas civilizaciones. Con la soberbia de la falsa superioridad no se llega jamás al uso correcto de la contemplación y de la meditación. —Si ahora mismo yo te dijera —siguió diciendo Albanoa— que miraras el mar, recorriéndolo con los ojos abiertos, estarías enfocando la atención, estarías usando la concentración de uno de los sentidos físicos, en este caso el de la vista. Si a continuación te pidiera que cerraras los ojos y reprodujeras lo que habías visto con los ojos abiertos, si en una especie de pantalla tu pudieras reproducir todo el paisaje marino, estarías usando la contemplación y haciendo uso de la mente intermedia. La contemplación tiene la función de la intimidad. Ella puede usar el dibujo mental para formular preguntas, para presentar problemas, para solicitar inspiración, para crear los ideales y los sueños más queridos. Es el laboratorio de la creación psíquica, y es de donde todo lo que acabo de enumerarte pasa a la cámara de la meditación, al silencio interior donde se decide lo presentado por la contemplación. Aún queda decir lo más importante. La meditación es una actitud pasiva de tu alma viviente, mientras que la contemplación es activa, es dinámica, es el proyectista y el proyecto a la vez. Lo difícil del uso de la meditación, es dejar en blanco y en silencio a la mente, para que ese silencio en blanco sea llenado con el resultado o la respuesta que trae la meditación. Si no produces el vacío en tu interior después de haber presentado lo que la 23 contemplación ha elaborado, la meditación no da el resultado correcto. Es la etapa más difícil porque la mente nunca está quieta. —Esto lo vas a entender —dijo por último— con el ejercicio que voy a darte. Cuando estemos cómodamente sentados en tu hogar te haré practicar el uso de la contemplación y de la meditación. —Albanoa, no sé cómo preguntarte si alguien te ha enseñado lo que me estás diciendo. Me asombra lo simple de tus palabras, tratando un tema que me imagino nos ha de llevar a lo inevitable, el misterio mayor de la vida, ese misterio que tanto ha dividido a los hombres y que tanto dolor y sufrimiento le ha causado a la humanidad. Luego de una pausa, Albanoa sólo dijo que la razón de la vida ha nacido de la emoción de la vida, y que en el momento oportuno sería inevitable hablar y si fuera posible, experimentar ese misterio mayor de la vida. En el hogar de Jotanoa había llegado la hora del encuentro vespertino, prometido por Albanoa. No bien llegó y sin perder tiempo en cosas de poco valor se hizo cargo de realizar el ejercicio, pero era necesario, según él, que en una introducción hiciera el comentario de unión con el tema principal. —Cuando me di cuenta —comenzó a decir Albanoa— que dentro de mí habitaba alguien, comprendí que ese alguien era mi alguien del Alma. Su presencia invisible, su vida incorpórea se hace visible en las emociones que me hace vivir y en las intuiciones con que me guía. Su influencia para ubicarme en el mundo se hace evidente y sucede cuando descubro cosas y más cosas que para la mayoría pasan inadvertidas. Su aspiración más querida es la de llegar a ser mensajero del alma. Su existencia es intermedia y su misión es la de ser intermediario. Como personalidad psíquica tiene la capacidad de unir el mundo externo terrenal con el mundo interno espiritual. El se beneficia con cierto grado de divinidad por estar a su alcance el centro de luz del alma. Dicho centro de luz es el misterio mismo de nuestra evolución personal, es el Dios de nuestra capacidad de madurar la comprensión, de madurar nuestra capacidad de amar... —Alguien del Alma —siguió diciendo— me acerca al misterio interno o me aleja de él. Me acerca cuando me decido por el cultivo de las emociones positivas, con las que practico el uso de la amistad, la alegría de la hermandad, la conveniencia de la tolerancia y cuanta expresión de acercamiento entre los seres humanos sea beneficiosa. Cuando sucede lo contrario, o sea cuando me siento alejado del misterio de Dios, es porque han aflorado en mi conducta las sugerencias del hemisferio negativo de mi ser, es cuando veo en mis semejantes y en todo lo que me rodea sólo motivos de enojo y de desprecio, cuando todo el mundo me parece la exaltación del infierno, de la violencia, donde sólo vive la razón de la muerte y está ausente la razón de la vida. La diferencia es notable cuando paso por cada una de estas actitudes contrarias. De una de ellas vuelvo con mayor dosis de vida, de otra salgo como espectro de la desesperación. —Mi señor alguien, en los momentos de acercamiento, en aquellos instantes de intimidad psíquica, cuando los dos nos fundimos en una sola expresión de bondad y cariño, 24 cuando cada uno está de vuelta de los dos mundos opuestos, yo del agresivo y turbulento mundo exterior y él del plácido cielo del alma, de cuyo cielo me trae vestigios de paz, en esos momentos me cuenta cosas y me desliza confidencias, que en realidad son sugerencias para que las lleve a cabo en la relación con mis semejantes. Siempre comienza con palabras de humilde contenido, pero a medida que avanza, la humildad continúa pero aumenta la profundidad del significado... —¡Albanoa! —interrumpió Jotanoa—. ¡Albanoa! —repitió, prolongando la interrupción—¡Dime por qué todo lo que dices me parece estar leyéndolo en el fondo de mi ser?... Nada de lo que dices me es demasiado desconocido, más bien lo llevo dentro como algo presentido. Por eso te pregunto ahora, quién eres y de dónde vienes, si es que de algún lugar vienes... En la pausa que sobrevino se hizo más íntimo el clima de confidencia, el ánimo de confianza se hizo común en ambos, de tal modo que Albanoa, fijando la mirada en un punto que estaba más allá del ambiente en que se hallaba, empezó poco a poco a sacar de su interior el relato que acerca, la narración que une.. —¡Soy el pasado que viene a poner al día tu existencia! ¡Me siento habitar el milenario nacimiento de tu ser, donde te parece estar leyendo lo que digo! ¡Soy en ti lo que tú eres en mí!... Semejantes palabras ahondaron la atención, haciendo que la pausa aumentara en ellos la capacidad de comprender lo que estaba sucediendo. —Cuando me ves distinto a tu ser es porque tu conciencia se desdobla, creando dos puntos de observación, viéndote y viéndome. De uno de ellos me ves y, por supuesto, ya no soy el mismo ni tú eres el mismo. Sin el desdoblamiento, inmersos en la unidad, todo nos parece común... A pesar de todo, somos el secreto de la vida y más aún, somos el sueño de la vida que espera el momento oportuno, tal vez sea éste, para que todo tu pasado se convierta en el ahora, para que con él te abrigues, te engalanes y te alimentes con la profecía del bien, para que con él te ames y te quieras, para que con él te veas amando y queriendo a tus semejantes, a tus semejantes enceguecidos por la ignorancia y las supersticiones. Paso a paso irás descubriendo en tu interior el poder de la contemplación y la alquimia de la meditación... —No ha de resultar difícil —continuó— poder imaginarte que tienes en tu frente una hermosa pantalla en blanco donde puedes, a tu gusto, dibujar tus anhelos, bosquejar tus altos ideales y poner los detalles de lo que quieras obtener en la vida. Si ahora mismo comienzas, dibuja, entonces, con los pinceles de la luz de la imaginación tu mayor aspiración, llena el espacio en blanco de tu mente, viéndote llevar a cabo o cumpliendo la tarea de concretar tu aspiración... A todo el proceso de hacer el proyecto en la pantalla de tu mente se llama contemplación. Contemplar es, por lo tanto, dibujar con materiales del pensamiento, teniendo de colaborador principal a la imaginación. El próximo paso queda a cargo de la meditación y se cumple cuando el cuadro es enviado a la cámara de la meditación. Enviarlo significa olvidarlo, olvidarlo con la certeza de estar en lugar seguro, de donde la decisión, la aceptación y el ¡hágase! han de llegar. 25 Estaban transcurriendo algunos días sin la presencia de Albanoa. La última visita, durante la cual le enseñara los primeros pasos que todo ser humano puede dar para que su vida mejore y deje de estar en manos de un destino preestablecido, la última visita le había permitido tantear sus propios obstáculos que, con el tiempo, tendría que derribar. La imagen de Albanoa se paseaba y aparecía en pantallazos en su mente. ¡Deslumbramiento!... Eso era lo que Jotanoa estaba experimentando. No entendía cómo en tan poco tiempo habían pasado tantas cosas como para sentir que su alguien del Alma, en el futuro, habría de convertirse en el mensajero imprescindible de un centro de sabiduría para la comprensión, de un centro de iluminación para el aprendizaje. Deslumbrado como estaba se preguntaba: ¿Para qué buscar afuera lo que llevo dentro, tan cerca de mis inquietudes, de mis ideales, de mis aspiraciones? ¿Para qué buscar afuera la ayuda que mis sueños necesitan cuando Dios, dentro de mí, sueña en lo que anhelo llegar a ser?... Si cada ser humano —continuaba diciéndose— es propietario de sí mismo por el derecho de vida, entonces, yo me pertenezco y me siento dueño de lo que la vida me dio en el momento de nacer y que he de entregar, enriquecido, en el instante de la transición. Una mañana, Jotanoa encontró un pedazo de papel que fuera deslizado por debajo de la puerta de entrada de la casa donde vivía. Contenía algunas palabras escritas por Albanoa, en las que le decía que iba a ausentarse por unos días, tal vez diez, por razones personales. La urgencia y la hora no le habían permitido decírselo en forma directa... y que aprovechara todo ese tiempo en poner a prueba lo que le había enseñado... Las cosas suceden de tal manera que uno no sabe qué hacer, ni cómo reaccionar. Es como si nos dejaran, de repente, sin ningún apoyo, pues lo imprevisto del hecho nos sorprende y hasta nos deja sin saber qué pensar. Algo parecido le ocurrió a Jotanoa. Si bien no sabía qué hacer, en su ánimo no había tristeza ni alegría. Con el ánimo en zona neutra se dejó estar, esperando, esperando sin saber qué... Hasta que de pronto se dio cuenta de que el estado neutro de su ánimo podría ser lo que la meditación necesita... ¿La primera prueba?... ¿El universo tuvo un estado neutro y la meditación de Dios hizo que el ¡hágase la luz! Pusiera en movimiento a todas las leyes de la creación? ¡Gracias, Albanoa! —se dijo—. ¡Sin tristeza ni alegría y con el ánimo neutro de la meditación he de pasar estos días! ¿Es así como se debe acondicionar nuestro interior para estar en comunicación con el estado neutro de la meditación y obtener de ella la guía necesaria?... Era el momento de transición cuando las horas del día se acercan a las horas de la noche. En el horizonte marino asomaba el resplandor de la luna. Jotanoa estaba sentado donde estuvo la vez primera cuando conoció a Albanoa, mirando el espectáculo de la aparición de la luna y de su tan conocido sendero plateado. Su ser íntegro estaba ingresando en el paisaje, mientras el paisaje parecía absorberlo hasta convertirlo en la esencia de toda la naturaleza. 26 Mientras el ritmo vital del universo se manifestaba en el paisaje, una voz, que era la voz de su alma viviente, al comienzo lejana y luego cercana, empezaba a ensayar su lenguaje, diciéndole: Cuando tú naciste, vi en tus ojos una estrella y en tus manos las raíces de la yerba que refresca. Cuando tú naciste, nube azul para la tierra, yo encontré en tu alma un lugar para la pena, un rincón para el silencio... Y más allá de ti más allá del alma y de tu cuerpo, vi una mano que por ti venía con la rosa, el laurel y la espina. Una voz de no sé donde dejó el mensaje en tus oídos, el mensaje de la rosa, el laurel y la espina ¡Empieza por la espina, conocerás la rosa! ¡No odies, ámalo todo, conocerás la vida! ¡No vivas sin el alma que tu sangre tendrá frío! ¡Empieza por la espina, dando sombras a la herida, sombra azul de mano amiga! ¡Hazlo de tal modo que el laurel se haga presente cuando sientas en tu frente el rocío del esfuerzo!... Jotanoa no hizo preguntas por no desvanecer el hechizo de lo que estaba sucediendo. Aunque admirado, se quedó en silencio, dejando que la respuesta avanzara sola y sin presión. Abrió los ojos, pues recién se daba cuenta de que los había tenido cerrados, y vio cómo el paisaje seguía inundándose de luz lunar. La luna y el mar aumentaban cada vez más la magia nocturna. Con la magia nocturna en sus pupilas volvió a cerrar los ojos... y de nuevo la voz de su alma viviente siguió ensayando su lenguaje: Desfilan por tu frente los que fueron malditos, los que fueron ungidos. Desfilan taciturnas caravanas por la órbita cerrada de tus ojos. 27 Caminan las pasiones de la tierra. Ambulan los dolores de los hombres. Como aves de la tarde que han bebido la sangre de los tristes, la sangre de los sueños intranquilos, la vida y el rumor de los secretos que tienen los malditos, que tienen los ungidos... como aves de la tarde, volando hacia el ocaso de los días, se alejan tras los párpados cerrados de tus ojos. La tierra es un cortejo de bellezas, La tierra es un cortejo de miserias.... Tus ojos entornados contemplan el andar de la belleza en todos los que fueron cual ángeles ungidos por la pena. Tus ojos entornados persiguen las siluetas de turbias nebulosas que forman los que fueron cual ángeles caídos en trágicas locuras. Se cierran tus pupilas afiebradas y pasan por el limbo de tus fiebres interiores la lenta caravana de los mansos y los tristes, seguida del cortejo taciturno de los locos y dolientes. La vida está serena en cada muerte. La vida se desborda, la vida se derrama, pasando con sus cumbres de sombras y destellos, y quedan señalando los senderos los que fueron malditos, los que fueron ungidos. Los otros quedan solos en su ámbito indoloro de mediocres, esperando...esperando, por un lado, que el futuro los agrupe en ángeles ungidos por la pena, y por el otro, en ángeles caídos por trágicas locuras... Sin ninguna dificultad le vinieron a la memoria aquellas palabras dichas por Albanoa: “Los seres como usted no pueden escapar a la tentación de hacerlo, como si en las páginas que escriben se buscaran a sí mismos. Las hojas en blanco deben ser para ellos el escenario donde esperan descubrir lo que son y lo que sueñan hacer. Es posible hallar allí lo más secreto del alma, aquello que uno no puede confesar y que por la magia de la inspiración se lo confiesa a la página en blanco”. 28 Esta sorpresa, amable por cierto, le hizo abrir los ojos para ver aumentada hasta lo inefable la presencia nocturna del mar y la luna. El rumor del agua y el palmoteo angelical de las hojas, apenas movidas por la brisa, lo acompañaron de vuelta a su casa, y lo siguieron acompañando durante la noche mientras dormía. Jotanoa caminaba presintiendo que pronto vería a Albanoa. Era inevitable que fuera recordando los hechos vividos desde que saliera de su Valle de Tulum. Era inevitable también que aún sintiera la influencia de lo sucedido con su alma viviente y su voz interior, que le dijera en versos lo que estaba ocurriendo en la intimidad de su ser. Comenzaba a comprender que su naturaleza se inclinaba por establecer un ritmo, con el que pudiera reunir palabras, que luego se habrían de convertir en poesías. Lo necesario era que él se dejara llevar por el despertar de su íntima armonía, que ese despertar madurara y le permitiera a su alma viviente decirle lo que él, con el tiempo, iba a considerar como mensajes, pero mensajes que debía entrever o interpretar, pues las voces de la poesía son voces que expresan la belleza y esconden el mensaje. Mientras caminaba sentía la fascinación de un universo que presentía allí donde no hacía mucho tiempo se había instalado el caos. De ese mismo caos le llegaba ahora el destello de un poder adormecido. Por ese destello se daba cuenta que una seguridad recién nacida se afianzaba en su voluntad, como si una presencia desconocida hiciera las veces de transformador de deshechos inútiles... ¡Deshechos inútiles!... La ocurrencia de semejante idea lo llevó a preguntarse si los deshechos de la mente podrían servir de abono para abonar el nacimiento de nuevos pensamientos que... Jotanoa se interrumpió bruscamente porque frente a su casa estaba esperándolo Albanoa. La sorpresa que sintió y la alegría con que se llenó su ánimo le hicieron vivir algo muy extraño. Ver a Albanoa fue como si se encontrara consigo mismo. Algo semejante le había ocurrido vez pasada. Ahora era más nítida la sensación de verse más cerca de sí mismo. ¿Hay alguna manera de saludarse a sí mismo? ¿Como puede uno verse a sí mismo y saludarse? Adivinando el pensamiento... —¡Me sucede lo mismo! —exclamó en un grito Albanoa—. ¡Si me saludas, te saludas a ti mismo! ¡Si te saludo, me saludo a mí mismo!... ¡El hombre —continuó en tono bajo— sigue siendo el misterio mayor y su alma viviente es la solución! ¡El esfuerzo más agradable que nos queda es el de explorar y descubrir el imperio invisible de nuestra alma viviente!... Como hermanos y amigos sufrieron la alegría del encuentro con lágrimas en los ojos. Se miraron un momento y luego entraron. Allí dentro de la casa estaba esperando el mismo ambiente de reuniones anteriores, el que parecía haber adquirido cierto hálito de vida. —¡Cuéntame cómo has pasado estos días! Quiero imaginarme que han sido jornadas buenas para tus primeros pasos. 29 Sin omitir detalles, le narró todo. Albanoa sonreía como si nada le sorprendiera, como si fuera lo cotidiano en la vida de un hombre que se ha decidido por el camino que ambos estaban transitando. —La pregunta que ha quedado sin respuesta —dijo Jotanoa— es la que me estaba haciendo cuando te vi. Me preguntaba si el uso equivocado de la mente produce desperdicios y si estos desperdicios pueden servir de algo, y si no sirven y se convierten en obstáculos, cómo eliminarlos... —Más adelante te darás cuenta de que la cuestión se soluciona por una simple aplicación práctica. Ahora tenemos otros temas que tratar. Sentados donde la comodidad mejoraba el ánimo de cada uno, comenzó Albanoa por recordar sus descubrimientos y sus posteriores pasos. —Era la época en que venía dándome cuenta de que mis pobres y limitados sentidos físicos no me ayudaban lo necesario para eliminar la tendencia solitaria del hombre, para corregir el aislamiento de la conciencia objetiva. Cuando se desconfía de algo, ya no le queda a uno otra decisión que la de abandonar aquello en que confiaba. Esta decisión me hizo dar la espalda al mundo de los sentidos físicos para ingresar al de los sentidos psíquicos, o dicho de otra manera, al mundo incorpóreo de los esplendores del alma, desde cuyo imperio invisible iba a conocer la verdadera función de los órganos de percepción mundana. —Aquí dentro de mi ser —continuó Albanoa— encontré la evidencia de una presencia invisible, invisible para las facultades terrenales. Aquí dentro de mí estaba ese alguien, el Alma. Fue preciso que pensara en él para que él me ofreciera abrigo y sabiduría, para que él me prometiera la inagotable experiencia de la comprensión, para que ese alguien me llevara de la mano por las etapas simples de la creación. Fue suficiente que me sintiera arrimado a mi alguien interior para que comenzara a tirarme migajas de intuición, trocitos de corazonadas y parpadeos de luz, con lo que me alcanzaba para iluminar los rincones de sombra, donde habitan los fantasmas de la mente, los duendes alimentados por viejas supersticiones. ¡Son los desperdicios que tú terminas de descubrir! —Alguien del Alma me hizo comprender que el hombre se ha convertido en la criatura más solitaria del planeta porque se aísla en lo que lo separa, en vez de aislarse en lo que lo une. Siempre o casi siempre actúa o piensa a partir de decisiones inseguras y de pensamientos inseguros. Jamás se da cuenta de que tales inseguridades no son para confiar en ellas. Entre el mundo exterior que nos impresiona con su presencia y el nuestro de los sentidos físicos existe un espacio que lo cubre la interpretación de nuestro entendimiento. Siendo el entendimiento la manera indirecta de conocer el mundo, el error puede estar en la misma interpretación. ¡De ahí nos llega la soledad, de ahí nace la desconfianza, de ahí nos viene el recelo de creer en algo que nos engaña según la experiencia, nos deja la duda o simplemente se burla de nosotros! —De nada sirve decírtelo, de nada vale que lo escuches. Si ha de servirte, tienes que vivirlo, tienes que llegar al imperio invisible del alma viviente, donde te espera la aventura 30 de acercarte a la belleza de la divinidad. De nada sirve decirte que toda pregunta ha de tener su respuesta, que todo problema ha de tener solución. Aquí todo se vuelve uno para que cada uno se vea en la extensión de sí mismo. Aquí, la parte en el todo y el todo en la parte. La parte te dirá lo que es el todo y el todo te dirá lo que es la parte. —Además —siguió diciendo Albanoa—, en el reino invisible de tu alma viviente se puede alcanzar la realidad del sueño que sueña el misterio de nuestro universo menor, del universo menor donde cada ser humano tiene su templo de adoración y su altar de conocimiento... Tu cuerpo, habitándolo como templo, puede abrir las puertas del conocimiento si te animas a crear aquí lo que luego has de vivir afuera... Albanoa se interrumpió como si algo importante se le hubiera interpuesto. Lo que luego dijo, justificó la interrupción. —¿Sabes una cosa, Jotanoa?... ¿Puedes imaginar lo que Dios, en tu interior, te diría si fueras capaz de verte a ti mismo convertido en lo que te gustaría llegar a ser? Jotanoa que estaba mudo, enmudeció aún más. Entonces, la voz de Albanoa se hizo confidente, y en tono confidente le dijo: —El te diría: —¡Déjame soñarte en lo que quieras convertirte! Parece difícil comprender esto —continuó Albanoa— y más difícil, aceptarlo, ¿no es así?... Sin embargo, deja de serlo cuando nos dan la clave para entenderlo. Voy a sugerirte un ejercicio de contemplación para que la experiencia de tal ejercicio te haga comprender, te permita aceptar el sueño de Dios, me refiero al Dios de tu íntima divinidad... Transcurrida la pausa que toda sugerencia necesita, Albanoa le pidió a Jotanoa que se relajara, que tratara de eliminar todas las tensiones que puedan haber en los músculos. Hasta le dijo que adormeciera las tensiones que puedan alterar los pensamientos, o sea, que también debía relajar la mente, y para ello le hizo pensar en un paisaje de plena naturaleza, lo hizo visitar por medio de la imaginación, senderos y caminos, hondonadas y praderas con árboles mecidos por brisas y por ráfagas de viento. Jotanoa, luego de seguir las indicaciones con que se dejó influenciar, fue haciéndose poco a poco más liviano. Hecho ya una silueta incorpórea, se introdujo en el paisaje, de tal manera que sintió vivirlo, sintiéndose sumergido en él. Para bien de sus sensaciones, él era el paisaje, dejando de ser la pequeña entidad humana. Un impulso desconocido hizo que todos los lugares pasaran por su conciencia de alma viviente. El universo lo absorbió en su voluntad cósmica, y por haber dejado de ser él, comprendió lo que la totalidad sin partes le hizo sentir...Y lo que sintió fue la humildad anónima de la flor que se abre a la luz del mundo por la necesidad de su armonía interior de hacerse visible en la belleza exterior. El azul del cielo y la distancia azul de las aguas, lo hicieron vivir todos los azules de la naturaleza. Mientras Jotanoa fue perdiendo su identidad en la continuidad de vidas y cosas, se oyó la voz de Albanoa, sumándose a la esfumada individualidad de Jotanoa. 31 —¿Puede haber algo de tanta cercanía como la del río y sus orillas, algo tan unido como la roca y el aire, algo de tanta continuidad como el agua y la nube?... ¿Puede haber cercanía más perfecta que la del corazón y su latido, continuidad más necesaria que la de los ojos y su mirada, prolongación de naturaleza tan inseparable como la flor y su perfume? Haciéndose cada vez más liviano, Jotanoa se sintió deslizar lenta y sigilosamente en la luz de cada color, de cada color con que se alimenta cada objeto. De todos los puntos del espacio, la voz de Albanoa le llegó para decirle: —¡Dios te está soñando! ¡Desde el centro mismo de tu universo interior, Dios sueña contigo! ¡Sus palabras sin sonido son las que vienen a decirte que allí donde la distancia se hace cero comienza el día de la eternidad! A Jotanoa algo extraño le sucedió, algo que no comprendió bien. Lo que alcanzó a percibir por medio de una sensación de unidad, fue que vio y presintió el futuro, al mismo tiempo que el presente, y en este presente se vio emocionado por el ser del futuro. Estaba allí, en el futuro del sueño de Dios y aquí, en el presente, donde el momento cero hizo posible acercar el porvenir. Aún le quedaba capacidad para aprovechar la oportunidad de preguntar: —¿Por qué me introduje en el paisaje, haciéndome uno con la naturaleza? Y la respuesta, casi inmediata de Albanoa: —Porque en la intimidad de tu ser desaparece el contorno material del cuerpo y aparece la continuidad incorpórea de la consciencia universal de tu alma viviente, donde eres y serás el habitante de todos los paisajes, donde no hay fronteras que limiten. Sólo con la intención en el pensamiento puedes estar donde quieras estar, sin que haya un aquí o un allá. En ti eres el paisaje, en el paisaje eres tú. Los dos se hacen uno... Esa mañana, mientras estaba amaneciendo, en el ánimo de Jotanoa aparecieron recuerdos de épocas pasadas, pero algo distinto fue agregándose con el correr de las horas. Sensación desagradable de ansiedad y tristeza por no lograrlo. Luego, una suave y adormecedora pregunta que lo sumía en la indiferencia para terminar en la indolencia. La pregunta se adornaba con el argumento que hacía mas grande la interrogación de vivir. No era el argumento del suicidio. Era el desperdicio dejado por la obsesión de no encontrarle propósito a la vida. No encontrarle propósitos a la vida era como estar en ese ámbito sin tiempo de la nada, donde nadie responde a la vieja pregunta de preguntarse para qué vive uno... Decirse ¿Decirse ¿para qué vive uno? Era llegar al vacío del futuro, donde uno no se encuentra habitándolo, más bien, deshabitándolo... ¿Para qué vive uno?... La pregunta se había apoderado de la mente de Jotanoa. Se la repitió muchas veces durante el día. Cada vez que lo hacía, miraba en una dirección, luego en otra, como esperando que de algún punto le llegara la respuesta. La falta de respuesta se convirtió en una especie de manto desagradable que lo incomodaba y lo alteraba. 32 Cuando transcurrió el día y la hora de dormir se acercaba, recordó las palabras de Albanoa en el sentido de buscar en la naturaleza el remedio o el alivio a situaciones de pesimismo. Así lo hizo...Y se dispuso verse a sí mismo desligado de su cuerpo, haciendo que la luz lo llenara de luz, haciendo que la brisa del mar se llevara la molestia de la pregunta. Jotanoa, sintiéndose limpio por el aire de la brisa, se dejó acunar por el sueño de alcanzar la distancia cero para vivir en el día de la eternidad... ¡Y se durmió! A la mañana siguiente, mientras recorría con la mirada el espacio que abarcaba el jardín de su casa, vio elevarse del suelo una mariposa, que durante la noche había dejado de ser gusano. Su vuelo impreciso, vacilante, de recién nacida parecía sustentarse en los rayos de sol que a trechos penetraba entre los arbustos. Con giros cada vez más seguros fue elevándose poco a poco hasta alcanzar la zona de la brisa, y en alas de la brisa se alejó. De vez en cuando el oro del sol la hacía visible a los ojos embelesados de Jotanoa, que la seguía emocionado, sintiendo en su interior el nacimiento de una respuesta, de una respuesta que le decía que aquella mariposa que volaba y se alejaba de la tierra, lo hacía porque había dejado de ser gusano. Mientras la seguía con la mirada, Jotanoa se preguntó: —Ahá, ¿para qué vivo? Pues, ¡ahí va la respuesta! —se contestó. Y comprendió, sin esfuerzo, con la ayuda del ejemplo, que mientras fuera como en ese momento era no conocería el propósito de vivir. Para saberlo le quedaba pasar por alguna transformación semejante a la vivida por el gusano, por el gusano aquel que habrá encontrado la razón de vivir cuando se hizo mariposa. La forma en que obtuvo la respuesta a tan valioso interrogante lo enfrentó a una interrogación mayor, la de no saber qué hacer para seguir un proceso semejante al del gusano... ¿Qué hacer para dejar de ignorar la razón de vivir? ¿Qué hacer para conocer si su vida tenía el propósito de llevar a cabo algún trabajo, alguna misión y qué misión lo haría sentirse bien consigo mismo?... Tal vez Albanoa lo ayudara, pensó, y esperó el momento del encuentro. Jotanoa le contó lo que le había sucedido y le pidió que lo orientara. —Aunque no lo creas —comenzó a decirle Albanoa—, ya estás en camino hacia la disminución de la distancia que te separa de tu fuente de conocimiento y de transformación. Ya tienes el símbolo a tu conducta. Por lo visto, hay que dejar de ser el equivalente al gusano para recién saber lo equivalente a la mariposa. —Para llegar al centro de tu alma viviente se comienza por vivir la emoción de aquellas cualidades que harán el perfeccionamiento de tu personalidad en ambos sentidos, interno y externo. Por ejemplo, cuando pides a la tolerancia que se haga cargo de tu manera de actuar, cuando le pides que te acompañe hasta que se convierta en la actitud involuntaria 33 de todos tus pensamientos y tus acciones, entonces, la emoción de haberla vivido provocará el primer paso de acercamiento. Pídele, por lo tanto, a tu alma viviente que te haga vivir la tolerancia, pídele que la incorpore a tu naturaleza, que ella hará lo necesario para que, no bien se presente la oportunidad, tengas que intervenir, aplicándola. —Si continuas con la humildad —siguió diciendo—, haciendo que ella se haga parte de tu ser, practicándola, usándola en tu relación de convivencia, habrás alcanzado otra etapa más. La equidad es una cualidad muy especial, como lo es la bondad y otras más que vayas eligiendo. Todas ellas, una vez incorporadas a tu entidad humana por medio de la emoción con que fueran vividas, tendrán la virtud de acercarte poco a poco al centro de tu alma viviente. —Toda cualidad, ten en cuenta siempre esto —le dijo—, tiene su contraparte. Sólo hace falta evocar una expresión para que aparezca su naturaleza opuesta. Donde una polaridad se expresa es porque la otra lo hace posible... Tu alguien del Alma lo sabe cuando las incomprensiones del infierno de los hombres te llevan al infierno de tus propias incomprensiones. El ejemplo lo has vivido, primero en el ámbito de la negación y luego en el de la afirmación cuando la respuesta quedó simbolizada en la mariposa. La contraparte nos debe ser útil con sólo saber que existe en estado latente. Intentemos, ahora, considerar algunas manifestaciones que nos sirvan para comprender la dualidad. Albanoa, antes de comenzar con los ejemplos de la dualidad, le dijo a Jotanoa la conveniencia de establecer momentos de silencio entre párrafo y párrafo. Según él, era necesario que hubiera una pausa, una pausa que le diera tiempo a fijar las ideas de los ejemplos, con los cuales la meditación iba a trabajar en el futuro. Al continuar con el tema, dijo: —La dualidad, que es responsable de todo efecto, nunca tuvo cabida en la enseñanza general, Jamás se la consideró como base de cualquier investigación que facilite la comprensión del fenómeno como efecto de la dualidad. La dualidad revela una función primordial de nuestro ser que, con el uso de la conciencia, manifiesta lo opuesto. —¿Por qué te resulta fácil comprender la blandura cuando has tocado la dureza?... Tú dirás que la dureza es lo opuesto de la blandura, pero hay algo más añadido a esto. ¿Cómo es que existe la capacidad de deducir aquello que no has experimentado? —¿Por qué logras la noción de lo infinito cuando solamente has medido lo limitado?... ¿Cómo es que existe la capacidad de imaginar lo infinito sin haberlo experimentado?... ¿Cómo es que lo limitado te informa de lo ilimitado? —¿Por qué tu pensamiento que ha conocido lo efímero por medio de la experiencia es capaz de crear la idea de la inmortalidad?... ¿Cómo es que teniendo sólo pruebas de lo mortal te animas a formular la existencia de lo inmortal? —¿Te has dado cuenta de que tienes la facilidad de descubrir los opuestos, de expresar los contrarios?... ¿No será que en el yo profundo de la sustancia vital está lo divino, está lo eterno, lo infinito, lo inmortal, lo absoluto del alma cósmica y que la conciencia objetiva lo hace saber por medio de los opuestos?... Entonces ¡oh maravilla de 34 maravillas! La función limitada de la conciencia objetiva tiene la capacidad de servirse de lo limitado para deducir lo contrario. Significa, también, que la actividad limitada de lo físico refleja lo opuesto. El silencio de esta pausa se hizo más largo que los anteriores, pues tanto Albanoa como Jotanoa se quedaron profundamente embelesados por la influencia tonificante de estas ideas, que hacían más fácil la conducta o la manera de confiar en uno mismo. A los pocos minutos, como saliendo de un sueño, la voz de Albanoa retomó el tema: —Si nos preguntáramos por qué esto es así, quizás nos acerquemos a una respuesta que nos diga que tanto la conciencia objetiva como la mente objetiva tienen los elementos vitales para alimentar los vacíos interiores, provocados por el afán materialista de obtener cosas y objetos placeres y sabores físicos, con los que se cae en el hastío del materialismo extremo. —Sigamos descubriéndonos —agregó Albanoa— y digamos que no es necesario que nos digan que existe la eternidad, tampoco es necesario que nos vengan con revelaciones acerca de la existencia de la inmortalidad, de Dios y la Divinidad, porque todo esto lo tendríamos a nuestro alcance con dejar que lo opuesto a nuestra naturaleza física nos alimente con su naturaleza espiritual. No busquemos afuera lo que nuestra conciencia nos puede reflejar en auxilio de nuestras aspiraciones de bienestar interno y externo. Jotanoa, como en un pantallazo, se vio viniendo del pasado. Se vio acompañado de Albanoa, quien le señalaba el camino del futuro, el camino que terminaba en el encuentro ocurrido en el presente, en este presente que estaba habitándolo...y que aún le quedaba un tramo más por recorrer. Albanoa continuó diciendo: —Donde hay masa habrá cantidad de energía, donde hay reposo habrá capacidad de movimiento, donde hay partículas dispersas algún día habrán partículas unidas. Donde hay invisibilidad de partículas dispersas algún día habrá visibilidad de partículas unidas. Pausa necesaria, dijo Albanoa y luego continuó: —Y ahora, para que comprendas lo que acabo de esbozarte, escúchame, teniendo los ojos cerrados y el cuerpo en descanso, sin tensión en parte alguna del mismo. Dejó transcurrir un instante de silencio para continuar diciendo: — Imagina un espacio sin nada que lo rodee. Imagina que allí tienes un cofre y en el cofre el perfume de una rosa. Imagina que el perfume está compuesto de muchísimas partículas dispersas y que estas partículas dispersas pueden unirse, que pueden unirse si algo se lo permitiera... Por lo tanto, vamos a suponer que las partículas, invisibles a la vista, pueden juntarse, acercarse cada vez más, que pueden unirse a tal extremo que el espacio entre ellas sea el mínimo suficiente y que por ser mínimo hayan alcanzado la zona o el estado de la visibilidad... ¿En qué cosa material crees que se convertirán las partículas invisibles del perfume de la rosa?... 35 La calma que sobrevino y las ideas sugeridas en la pregunta le dieron a Jotanoa la voluntad de sentirse hecho de aquel perfume. Se sentía convertido en aquellos corpúsculos invisibles y dispersos que mantenían la personalidad de la rosa. Mientras iba identificándose cada vez más, la voz de Albanoa encauzó el proceso que estaba experimentando: —Todo perfume —y se lo decía en tono de suave sugestión—, todo perfume te puede llevar hacia aquello que lo produce. El aroma de la rosa tiene en sus partículas a la rosa original, a la rosa que estuviera adherida al rosal... Sin esfuerzo, entonces, y con el arte de la imaginación, ¡déjate llevar por el perfume hacia la rosa!... ¡Déjate llevar por su aroma hacia la rosa y permite que el aroma se haga visible, convirtiéndose en la rosa!... Dejó de hablar Albanoa y el silencio se apoderó de Jotanoa. El silencio de la meditación lo hizo asistir a la creación y a participar de la creación con que la imaginación llevaba a cabo la obra de semejante belleza. Las partículas invisibles se unieron cada vez más, cada vez más. Lo hicieron de tal manera que nació la rosa visible, emergió la rosa corpórea, la rosa de pétalos apinpollados, adherida a su rosal. Mientras se acunaba en la experiencia que estaba gozando, Albanoa embellecía el espectáculo con las siguientes afirmaciones: —Toda cosa visible tiene su contraparte invisible. Todo cuerpo visible tiene su cuerpo invisible. Toda materia tiene su contraparte de energía... Y a modo de consejo le dijo: —¡Cuando la angustia de lo efímero y la soledad de la materia te amenacen, ya tienes el camino abierto hacia tu reino interior, donde podrás usar el proceso de la creación que terminas de practicar!... Jotanoa continuó sumergido en una atmósfera de agradables emociones, siguió meciéndose en un ámbito de asombro, donde pasaba por el gozo de la experiencia y se enfrentaba al proyecto de utilizar a su ser intero, a su alma viviente, en la aventura de encontrar los medios de llegar a sus semejantes con ofrecimientos, con sugerencias visualizadas, según vayan saliendo del imperio invisible de su alguien del Alma... pero ya estaba Albanoa haciéndose oír: —El tema tiene para muchos momentos de meditación. Tiene aplicaciones que irán surgiendo a medida que vayas acercándote a la intimidad del Dios de tu comprensión. Y ya que has pensado en ofrecimientos, me das la oportunidad de ofrecerte la práctica de un ejercicio de visualización, o mejor dicho, te sugiero la tarea de ejercitar el dibujo mental de la emoción que elijas transmitir. Jotanoa le pidió que dejara para otra ocasión el ejercicio propuesto, pues con el material en ideas que le dejaba tenía para varios días. No quería, así se lo dijo, que la cantidad echara a perder la calidad de lo que poco a poco esperaba asimilar por medio de la meditación. Le confesó que el fortalecimiento interior estaba creciendo pero también crecía la resistencia del lado opuesto, haciéndole sentir la voracidad con que nada amenazaba 36 devorarle el idealismo de los sueños. Aunque la soledad de la sustancia física de lo efímero, le dijo, se volvía fuerte, haciéndole sentir la angustia de lo efímero ahora estaba aprendiendo a defenderse con armas de su propio arsenal... Ese día prepararon un bolso con lo necesario para pasar unas horas en la playa, junto al eterno maleficio del mar. El mar fue, durante el tiempo que estuvieron allí, un amigo más que se unía a ellos, pues su rumor marino los acompañaba, exaltando las ganas de vivir. Las olas se dejaban beber por la arena, quedando en ellas las burbujas, que luego con la humedad desaparecían. Las gaviotas tenían la elegante personalidad del vuelo mientras volaban y volaban. La perdían cuando se afanaban caminando y peleando por la comida. La luz en el ambiente tenía su lenguaje de luz, o sea, todo parecía hecho de luz. Son en esos momentos cuando todo parece hecho de luz, que la naturaleza nos invita a vivir en ella, nos invita a pertenecer a ella y nos hace sentir que somos un latido más del pulso universal. Albanoa, adormecido por la paz de la luz y por el ir y venir de la brisa, empezó a decir cosas según iban saliendo. Jotanoa escuchaba como escuchándose. —El agua de la montaña corre porque el desnivel se lo permite. El aire se hace viento porque el desnivel de la temperatura se lo permite. Si no fuera por la pendiente de la montaña como por la deferencia de temperatura entre dos puntos, el agua no correría ni el aire podría desplazarse. Cualquier manifestación necesita de dos condiciones anteriores para que se produzca. Una condición es dinámica, es activa, la otra es pasiva, por lo tanto tiene cualidad receptiva... ¿Cuántas cosas a nuestro alrededor y más allá de nuestra existencia obedecen a estas dos causas?... —dejó transcurrir la pausa para luego seguir—: Cuando por alguna razón externa te diriges hacia tu mundo interior es porque la necesidad se ha convertido en una de las dos causas, lo que te permite llegar con facilidad. Cuando te acercas al centro al centro de tu alma viviente es porque se ha producido un empuje o una atracción, siempre por tu necesidad. —El acto de una ayuda, la acción que lleva a cabo la bondad, la actitud de la tolerancia, o mejor dicho, la actitud comprensiva de la tolerancia, o de la justicia, o de la equidad, crean una causa que genera la reacción de la otra causa. Si te sientes bien por haber protagonizado alguna de estas cualidades es porque la causa de lo que has hecho atrae la emoción del bienestar. Si haces lo contrario, perjudicando, la causa del daño encuentra la respuesta en hacerte sentir vergüenza, o en hacerte sentir mal. —Las emociones positivas, llámalas agradables, las debemos cultivar y cuidar como plantas de un jardín, abonarlas y embellecerlas con nuevas emociones, porque ellas son la energía con que puedes impulsar y hacer llegar a destino lo que quieras trasmitir. Si eliges una emoción que tenga el poder de las lágrimas, que te eleva hasta lo inefable y que extiende tus sensaciones hasta hacerlas universales, esa emoción puede ser útil cuando quieres que llegue a otra persona, a otro lugar o a mayores ambientes... Albanoa calló un momento. Jotanoa lo miró y le dijo que estaba listo para el ejercicio postergado, que el ambiente interior y exterior eran propicios. 37 —Bien —dijo Albanoa—, relajado como estás, con los ojos cerrados y alejado del mundo que nos rodea, elige la emoción que en ti haya nacido cuando acariciaste a un niño, a un pollito recién emplumado o cuando tus ojos se llenaron con la imagen simpática, casi adorable, de un potrillo o de un burrito. O si prefieres busca en la zona de los recuerdos la emoción que nació de tus sentimientos cuando te abrazaste con el amigo, con el hermano, o cuando la melodía de aquella canción te hizo sentir la profundidad de las relaciones humanas, o cuando el abrazo con el ser amado te dejó a merced del amor y sus consecuencias de ternura. Saca de la memoria esa emoción de cariño, ese sentimiento de amor y vívelo de nuevo, siéntelo de nuevo, conviértete en esa emoción, y con ella en todo tu ser, visualiza o dibuja en tu mente al país donde vives. A ese país tuyo, abrázalo y cúbrelo con esa emoción. Al mismo tiempo, repite mentalmente tres o más veces el siguiente anhelo, diciéndolo así: ¡Te amo, mi Argentina, te amo para que seas justa en la prosperidad y comprensiva en la justicia!... — Con el íntimo deseo de que así sea, lo contemplas un momento y lo dejas en mano de la presencia invisible de la conciencia universal, lo que quiere decir, ¡olvídalo, bórralo de tu mente! Para que se mueva hacia donde hace falta, hacia donde seres de tu país sientan dentro de ellos la emoción trasmitida y les provoque la decisión de crear la prosperidad, acompañada de la justicia comprensiva. —Cuando hayas sentido por tu país la emoción con que lo protegiste, dejándolo protegido en la mente universal, es posible que algo inexplicable te haga gozar lo inconmensurable, pero no te quedes ahí concluye haciendo lo siguiente: Dibuja en tu interior a nuestro planeta. Contémplalo, dándote cuenta de que es una inocente criatura terrenal que además de inocente, no tiene medios de defensa inmediatos y que por tal razón le hace falta el cariño de la protección. Encaríñate con tu planeta y ámalo como se ama al niño adormecido en los brazos de una madre. Con tal sensación de amparo, viéndolo reproducido en tu mente, dedícale la simpatía de semejante amor y abrázalo y siéntelo abrigado entre tus brazos, porque es un planeta niño, desprotegido y huérfano. Mientras tu emoción se vuelve canción de cuna, canción de abrigo, susurro paternal o arrullo maternal, imagínate decirle, diciéndolo dos o tres veces, pero hazlo con la misma devoción con que se murmura un rezo: ¡Mi planeta tierra, te amo con el amor con que se ama al hijo, al hermano o al amigo y te cobijo con el manto de unidad de la conciencia cósmica! ¡Te quiero y te protejo con el amor que se fortalece en la voluntad de eliminar el odio!... La quietud era liviana como lo era la brisa que rozaba la superficie de las aguas. La luz del día agregaba su liviandad dorada a la cresta de las olas. De vez en cuando el grito de una gaviota interrumpía la calma... Pero de la calma casi total surgió la imprevista y repentina voz de Jotanoa: —¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!... —No pudo contener la carcajada mientras recordaba lo que le había sucedido esa mañana. Al darse cuenta de que estaba a su lado Albanoa, ignorando la razón de su carcajada, primero se sintió incómodo y luego, con la pregunta que hizo pareció justificarlo todo: —¿Cuántas veces, durante el día, nos sentimos a nosotros mismos?... Te parecerá estúpida la pregunta, sin embargo no habría estupidez si la hiciera con otras palabras, como 38 las siguientes: ¿Cuántas veces, durante el día, nos dejamos llevar por cierto tipo de impulso, permitiendo que nos maneje a su antojo?... No me refiero al impulso intuitivo, el que siempre nos guía de tal modo que jamás nos perjudica. —¡No te entiendo! —exclamó Albanoa—. Si no aclaras el panorama no sabré a qué te refieres. —¡Tiene razón!... Sucede que mientras estaba recordando lo que me ocurrió esta mañana no pude evitar las reflexiones, siendo las reflexiones las que me hicieron y me hacen reír. Mientras continuaba sonriendo, le narró lo que fue motivo de su carcajada: —¡Estoy aprendiendo, o mejor dicho, hoy he aprendido una nueva manera de reírme! Es posible que haya sido la influencia o la intervención de algún impulso intuitivo, me refiero al impulso intuitivo que tiene la virtud de anular al otro, que nada tiene de intuitivo, por supuesto. Sí, es verdad, estoy aprendiendo a reírme de mí mismo, a la vez que me burlo de tantas cosas que hice. Me burlaré, también, de todo lo que haga en el futuro si aprovecho la lección de hoy. Por eso he preguntado si durante el día nos sentimos a nosotros mismos. La respuesta nos condena irremediablemente. A pesar de creer lo contrario, no tenemos la capacidad de sentirnos a nosotros mismos... ¡Somos títeres de sensaciones que nos tiranizan porque las dejamos que actúen sin averiguar lo que las provoca! —¡Sigo sin entender! —exclamó, de nuevo, Albanoa. —¡Ya lo entenderás! Ahora te cuento lo que me sucedió esta mañana cuando al despertar me encontré con que estaba enojado, enojado con todo. La sinrazón del enojo, me enojaba con lo que hallaba a mi paso. Si era algo que estaba en la mesa, lo apartaba bruscamente o lo golpeaba con intención de romperlo. Si lo encontraba en el suelo, lo pateaba con rabia... Albanoa comenzó a mirarlo con el mismo gesto con que un maestro mira a su discípulo. —Pero he aquí lo importante —continuó— casi el milagro de lo simple. ¡Parece mentira que por primera vez me haya dado cuenta de que sintiéndome a mí mismo podría evitar tantos errores, tantas estupideces!... ¡También fue la primera vez que he sentido la ventaja de ser dueño de mi mismo! Si lo explico al revés, te confieso que en todas las ocasiones anteriores me he dejado llevar por influencias que manejaban mi conducta, por influencias de origen desconocido que determinaban mi mal genio, malogrando oportunidades de bienestar y de buenas relaciones... —Sí, continúa —le dijo Albanoa cuando aquel se interrumpió. —Al levantarme enojado, sentí que estaba enojado, me sorprendí teniendo rabia, sin que nada ni nadie me hubiera provocado o me hubiera ofendido. Para averiguar lo que me sucedía tuve la ocurrencia de ponerme frente al espejo... Sí, así como te lo digo, enfrenté a mi propia imagen. Allá en el espejo me miré un momento con ganas de golpear ese rostro, 39 ese rostro que me pareció estúpido, intranscendente, vulgar y mediocre, pero, ¿sabes lo que hice?, pues le pregunté: ¿Por qué estás enojado?... Me miró un momento sin saber qué hacer. La pregunta lo sorprendió. Aún desconozco el poder de la pregunta, formulada con una sinceridad casi grotesca... pero ocurrió algo muy extraño, que me hizo comprender un montón de cosas... ¡Le saqué la lengua, burlándome de él, él también me sacó la lengua, burlándose de mí! Nos estábamos burlando mutuamente, cuando, de pronto, asomó una sonrisa en cada uno de nosotros. La sonrisa se hizo presente sin esfuerzo alguno, o mejor dicho, desapareció el esfuerzo de estar enojado, y cuando esto sucedió, todo se desplomó, todo se derrumbó, esfumándose el enojo, como si una cortina se hubiese corrido para dejar al descubierto la desnudez de mi ánimo. Poco a poco mi sonrisa como la sonrisa de la imagen fueron transformándose en risa, para luego terminar riéndonos a carcajadas. Ambos, la imagen y yo, nos habíamos fundido en una sola expresión de auténtica alegría. El disfraz había desaparecido. Albanoa permaneció callado, sin hacer ningún comentario, esperando algo más, esperando que algo viniera a darle mayor sustancia a la experiencia que le estaba relatando Jotanoa, quien solamente dijo: —¿Cómo puede una pregunta tan simple cambiar el ánimo de una persona? —No es la pregunta —intervino Albanoa— lo que hizo y hará cambiar lo desagradable que parece adherirse a nuestra sensibilidad. Es algo parecido a un guardián interno que ha comenzado a darse cuenta de lo que es ajeno a su naturaleza, porque ha despertado lo suficiente como para eliminar aquellas sensaciones, aquellas influencias que nada tienen que ver con el ánimo del momento, ¡gracias a que uno se siente vivir de sí mismo, y debido a que ha dejado de vivir de lo ajeno! —¡Gracias a que uno se siente vivir de sí mismo! —repitió lentamente Albanoa y se quedó con la mirada puesta en la lejanía, no en la lejanía exterior de allá afuera, sino en la lejanía interior de su memoria, donde se vio a si mismo interpretando o viviendo la vida de muchos personajes, enriquecidos por la experiencia de miles y miles de situaciones. El relato de Jotanoa abrió en él archivo del pasado, por el que desfilaron tantas aventuras, convertidas hoy en lenguaje de símbolos. Su memoria le mostró, en ese instante, la eternidad de su viaje desde el comienzo celular, desde la unidad simple hasta la unidad compleja de su existencia actual. Jotanoa no quiso interrumpir el silencio que emanaba de la actitud en que había quedado sumido Albanoa, dejándolo que continuara en la eternidad de su memoria. A los pocos minutos pareció regresar de su interior para decir: —¿Cuántas veces fuimos una solitaria célula, cuántas veces iniciamos nuestro crecimiento a partir de esa diminuta unidad de vida?... ¡Pero alguna vez lo hicimos por primera vez, una sola vez salimos de la eternidad mayor para entrar en la eternidad menor de cada día, de cada año, de cada siglo!... Según el gesto de humildad de Albanoa, estaba contemplando el primer movimiento de la materia en el ámbito de la eternidad menor, estaba viendo pasar por la mirada de su 40 mente el movimiento de algo recién nacido, la pizca diminuta de materia que despertaba con el prodigio de moverse por sí misma. En el silencio profundo de las aguas empezaba a vivir un sonido muy bajo, una chispa de luz rodeándose de energía para poder moverse, para poder medir la distancia entre ella y lo necesario para su vida...¡Célula se llama hoy!... —¡El agua —murmuró Albanoa en tono de asombro, en tono de oración—, el agua penetra en la tierra con amor de húmeda naturaleza y la tierra se deja penetrar por el agua con amor de seca naturaleza!... ¡He ahí, Jotanoa, las dos regiones de la vida, en las que habrían de ensayar su sinfonía de experiencias las primeras células vivientes!... El diminuto ser, enfrentado a un medio de supervivencia, llevaría a cabo una actividad inusitada para trasmitir a sus hijos, con rapidez prodigiosa, todas las lecciones aprendidas. Los hijos recogerían de aquel diminuto ser las experiencias que luego incorporarían como ventajas instintivas para continuar la conquista de un ambiente de ensordecedor silencio... Porque todo habría de ocurrir en un mundo de quietud, interrumpido, de vez en cuando, por algún deslizamiento o la zambullida de un pedazo de costa. No obstante la calma general, el trabajo de las células llegaría a entonar el himno universal de la supervivencia. Voces de silencio en el silencio mismo dejarían grabada la narración completa de la creación... —Jotanoa, amigo mío, si puedes decirme, dímelo: ¡qué fue lo primero, la energía o la materia?... ¡Escucha tu propia respuesta y no la esperes de nadie!... ¿Quien fue o qué fue el creador del universo físico?... ¡Deja que tu oído interior recoja la pregunta y espere desde adentro que salga la respuesta! Jotanoa sonrió levemente como si en realidad estuviera escuchando o tratando de interpretar alguna respuesta que intentaba salir de la memoria de sus células. —Aunque no son palabras las que escucho, al menos son sensaciones que han de madurar en voces... ¡Continúa, sigue, que he de comprender lo que digas!... Pero Albanoa no dijo nada, pues la intención era la de crear la interrogación dentro de su amigo, de donde saldría la respuesta. Era el método usado por quienes en épocas pasadas aprendieron a contemplar los grandes interrogantes de la vida y dejaron que la meditación les fuera dando, poco a poco, por madurez lenta y natural, las respuestas esperadas. Lo que sí hizo fue continuar con el tema, haciendo del tema uno de los grandes interrogantes, ya que en una ocasión anterior Albanoa le había hablado de la importancia de contemplar o establecer en su interior algún principio universal, a partir del cual él iría obteniendo en los períodos de meditación, las ideas y pensamientos por deducción. Le hizo saber, para que lo tuviera bien en cuenta, que su alma viviente tiene la virtud, la cualidad o la facilidad de razonar deductivamente. —Si tenemos —le dijo— la precaución de visualizar en nuestra mente interior el principio cósmico de la unidad, de cómo la unidad fue generando su propia contraparte, a partir de ahí la meditación se hará cargo de ir entregando impresiones, impresiones que la intuición convertirá en ideas de la dualidad. Mas tarde, la dualidad nos hará ver el concepto de polaridad. Después el concepto de polaridad, nos dirá que ella necesita de condiciones 41 positivas y negativas, de las condiciones positivas y negativas, nos será fácil deducir las dos causas mínimas indispensables que hacen falta en la manifestación de cualquier fenómeno. Pero en la mente de Albanoa había otra idea, que lo tenía preocupado. Se había convertido en el eje central de un pensamiento, que día a día se agrandaba. Lo repetía, preguntándose si la conciencia de la unidad cósmica tenía conciencia de sí misma como la tenemos nosotros, y si esa conciencia universal se daba cuenta de los sufrimientos individuales, de los problemas personales... y no sólo de los sufrimientos y problemas personales, sino de las injusticias sufridas por la inocencia de seres indefensos e incapaces de la mínima defensa, de la mínima defensa de huir, que ni esa la tienen... Si bien era delicado el cuestionamiento, lo era aún más cuando hacía intervenir al Dios de las religiones en semejante panorama. Se lo decía a sí mismo y se lo dijo a su amigo con estas palabras: —¿Tiene Dios conciencia del sufrimiento de millones y millones de niños que agonizan y mueren de hambre en un planeta de alimentación abundante? ¿Tiene conciencia de tantos ruegos, oraciones y súplicas que los creyentes, sumisa y humildemente, le hacen llegar? ¿Bendice Dios las armas de los ejércitos que pronto habrán de atacar para dejar el tendal de muertos en el campo de batalla?... Las armas bendecidas por los que allí habrán de quedar, ¿son armas bendecidas por ese Dios de las religiones? Albanoa se detenía con el temor de la profanación. Se decía que algo andaba mal, pues le parecía imposible tanta ignorancia. Sin embargo, él presentía que una verdad en relación con su inquietud habría de encontrar. Al parecer, la encontró, confiándosela a Jotanoa en los siguientes términos: —La mente de hombres que amaron y aman la investigación en todo sentido, sin despreciar ningún camino que conduzca a la verdad, ha descubierto la primer manifestación de la unidad cósmica, la maravillosa dualidad de la energía potencial y de la energía dinámica, o sea para entenderlo mejor, decimos energía pasiva y energía activa. Esta unidad cósmica se ha dividido a sí mismo para crear el movimiento permanente impulsado alternativamente por las polaridades. —Digamos, entonces —continuó Albanoa—, que estamos ante un Dios potencial que es pasivo y ante un Dios dinámico que es activo. Uno es continuidad del otro sin que haya separación... El Dios pasivo, el Dios que espera, necesita del Dios activo para actuar, mejor dicho, para reaccionar donde la necesidad lo requiera. —Si bien el Dios pasivo no tiene conciencia de los sufrimientos y problemas individuales, su contraparte activa en el hombre, sí la tiene... ¡Es en el hombre donde hay manifestación de conocerse a sí mismo, teniendo, por lo tanto, conciencia de los sufrimientos y dificultades... entonces la responsabilidad recae en el hombre por llevar en su interior al Dios dinámico, el Dios activo, el Dios que le ofrece el uso de la visualización, el uso del dibujo mental de los deseos, de las aspiraciones, como medio de obtener la solución a tantos problemas que afligen a su semejante! Sólo tiene que contemplar, mirar y ver en su interior lo que quiere trasmitir, lo que anhela poner en manos del Dios potencial, 42 para que éste lleve a cabo la obra, que con humildad fuera pedida o sugerida... ¡Pedir ayuda mentalmente para otra persona afligida, enferma, acosada por múltiples dificultades, es utilizar al Dios activo dentro de nosotros para que proyecte el mensaje al Dios universal, cuyo Dios universal dirigirá su energía hacia quienes o quienes la necesitan!.. Albanoa se detuvo un momento, miró a su amigo para ver la impresión causada por las ideas. Como lo vio dispuesto, decidió continuar: —Si hiciéramos una síntesis, o si lo prefieres, un esquema en relación con el ser humano, que nos sirva de guía o punto de partida para futuras meditaciones, podríamos decir lo siguiente: Dios universal, extendido infinitamente en infinitas direcciones, con una energía potencial, con una cualidad pasiva que puede usarla el hombre, su representante terrenal, en quien esta energía pasiva se vuelve activa, dinámica, por medio de una voluntad divina que se desarrolla, que madura y evoluciona durante la práctica de las buenas intenciones. Las buenas intenciones despejan el camino, eliminan los obstáculos, limpian la mente, higienizan los deseos, haciéndolos menos egoístas hasta que desaparecen las ambiciones desmedidas... En fin, hacen del ambiente interior del ser humano el sitio agradable, donde la voluntad divina aprende a diseñar, bosquejar ideas, aprende a dibujar lo que ha de trasmitir, lo que ha de trasmitir con cariño, con el mismo cariño con que el artista visualiza lo que ha de pintar. Dejó de hablar Albanoa y pasaron los minutos en silencio, sin que ninguno de los dos intentara decir algo, debido a la impresión que persistía, pero era también porque el interminable sendero de la historia, andado por el hombre, se abría en la mente de cada uno con el doloroso interrogante de haber sido transitado en vano en los tramos de persecuciones y fanatismos. El único Dios presente durante tan lamentables períodos habría sido el Dios potencial, el Dios cósmico, que dejó a cargo de la naturaleza el cumplimiento de las leyes de causa y efecto, sin que interviniera el Dios activo, que dormitaba oculto en el alma de aquellos que condujeron los períodos de sacrificios inútiles y de sufrimientos soportados en vano. Quizás haya sido verdad que Dios había dejado de existir, que Dios había muerto cuando fue desterrado de la voluntad interna, cuando fue arrojado del reino invisible del alma. —¿Vale la pena —preguntó, reflexionando Albanoa— vale la pena preocuparnos en lo que estamos pensando, escarbando en el pasado la conducta de los culpables cuando tenemos la posibilidad, cuando se nos presenta la buena aventura de avanzar en el descubrimiento de los beneficios que pueda generar la visualización y la meditación del Dios activo en nosotros?... ¡Si los sacerdotes de tantas iglesias, de tantos templos, se dieran cuenta y a sus fieles les enseñaran a visualizar lo que en las oraciones piden, les enseñaran a despertar al Dios activo que duerme en ellos, otro escenario sería la superficie del planeta y otra la esperanza con un Dios adentro en amistad con el Dios de afuera!... Hacía rato que Jotanoa quería intervenir, pues en varias ocasiones se mostró inquieto por decir algo. La oportunidad se presentó favorecida por la pregunta, la reflexión y el anhelo que manifestara Albanoa. 43 —Te escucho —dijo y me asombra lo simple que sería nuestra influencia si nos dedicáramos a visualizar y a meditar con el fin supremo de eliminar la permanente agresividad del hombre, pero al mismo tiempo siento renacer la pregunta de saber para qué vive uno si es tanto el peso de la ignorancia y la superstición... ¿De qué nos sirve estar haciendo lo que estamos haciendo, de estar descubriéndonos a nosotros mismos si a nuestro alrededor la humanidad se derrumba poco a poco, porque se la deja abandonada a la ley de causa y efecto, se la deja sin cambiar la causa? ¿De dónde has sacado semejante argumento? ¿Nadie, jamás, se dio cuenta de algo parecido a lo que dices?... Albanoa, después de escucharlo, recorrió con la vista el lugar donde se encontraban. Miraba, distraídamente, en una dirección y luego en otra, dándose tiempo en buscar algo que le sirviera de ayuda. Al parecer, encontró lo que necesitaba. El sol iluminaba el verde de una planta y sobre el verde iluminado se destacaba una flor, con tanta nitidez que le hizo exclamar: —¡La luz, la luz! —lo dijo, señalando a la flor, apenas mecida por el aire—. ¡La luz no se ve por sí misma!... ¡Ella necesita de los objetos para iluminar e iluminarse!... Sonriendo satisfecho al sentir dentro de sí crecer el argumento que acudía a sus labios, continuó diciendo: —¡La luz, la conciencia y la evolución de la comprensión! ¡La conciencia en nosotros es el espejo que refleja la luz, es el espejo que refleja lo que hemos de comprender!... La conciencia depende de la mayor o menor deformación del objeto, por lo tanto, si la evolución tiende siempre a mejorar el objeto, el objeto habrá de reflejar con mayor nitidez la luz de la comprensión, o si te parece mejor, la comprensión de la luz. Albanoa parecía descubrir algo que lo superaba, y lo demostraba a través de la inquietud y de la necesidad con que expresaba el cúmulo de ideas y pensamientos, que se agolpaban en su mente. Hizo lo que pudo para calmarse y permitir que todo fluyera con normalidad: —¡Lo que evoluciona, entonces, lo que progresa hacia el mejoramiento es la conciencia! ¡Lo que tiende al perfeccionamiento es la conciencia, lo que progresa y se desarrolla es el darse cuenta de las cosas y de las relaciones entre las cosas! Si al espejo de la conciencia se lo mantiene opaco por la ignorancia, la comprensión será deficiente, pero si nos preocupamos en pulir la superficie del espejo, la comprensión del universo tendrá cada vez mayor nitidez. La luz —siguió diciendo— no sólo es el símbolo de la creación sino que es la creación misma. ¿Cómo utilizar una energía que por su naturaleza se difunde y se dispersa en todo sentido? ¡He ahí la cuestión fundamental!... ¡Lo único capaz de ordenar el caos, de ordenar lo disperso, de reunir en un punto lo que se aleja de ese punto es el pensamiento que nace de la comprensión interna. Si a ese pensamiento que nace de la comprensión interna le agregamos la luz, ya tenemos la creación a nuestro alcance... Pero para llevar a cabo el uso efectivo de la creación por medio del pensamiento, hace falta que quien lo use sea un maestro en la expresión de las emociones, hace falta que haya alcanzado el grado de conciencia equivalente al amor universal, o sea, que su conciencia, como el 44 espejo mencionado, tenga ya la capacidad de comprender la armonía universal por haberla sentido en su interior, por haberla vivido en cada acto y por haberla experimentado en el trato con sus semejantes, humanos, animales y vegetales... Dándose cuenta Albanoa que ya era demasiado, decidió concluir, haciéndolo así: —Lo que significa que solamente a los que han logrado la pureza de las intenciones, la pureza de las emociones, en fin, a los que han logrado eliminar de la mente las ambiciones desmedidas del egoísmo, únicamente a ellos les será permitido el uso de la creación por medio de la luz... —Bien, amigo —terminó diciendo—, por ahora ya tenemos material suficiente con que alimentar nuestros períodos de meditación. Para el próximo encuentro te prometo el relato de aventuras protagonizadas por los dos personajes principales de nuestra humanidad. El mar, como lo querían, estaba calmo. La brisa, sin apuro de ser viento y el sol como en los mejores días de tiempo agradable. Era lo que estaban esperando para pasar algunas horas alejados de la costa. Se internaron en una lancha. Entre las dos inmensidades de agua y cielo, se dejaron mecer por el horizonte marino que pasaba en olas por debajo de la pequeña embarcación, hamacándola rítmicamente. —Albanoa —preguntó Jotanoa cuando se instalaron cómodamente—, ¿qué significa no saber si uno está despierto o está soñando? ¿Por qué la duda de haber realizado algo y no estar seguro de haberlo hecho, pareciendo que todo ha sido un sueño? —Cuando tu alguien del Alma —respondió Albanoa— ha intervenido con demasiada influencia en el hecho, te deja la impresión de haber soñado. Todo depende de la relación entre tu alguien del Alma y tu ser físico. Lo ideal, casi utópico, sería que ambos, fundidos en una sola entidad, no diferenciaran la intervención... Aquí estamos en un medio que nos ha de dar un buen ejemplo. Si le preguntáramos a una gota si sabe lo que es el mar, si tiene conciencia de esa inmensidad marina de la que salió, nos diría que ella es una gota y que lo demás no le importa. Ahora bien, si recurriéramos a otra gota de agua y le hiciéramos la misma pregunta, nos podría decir que tiene la impresión de pertenecer a una extensión mayor, diciendo además que tiene conciencia de ser una gota. —Ahora —recalcó Albanoa— viene lo importante. La que pasó por la vida sintiendo que era nada más que una gota, sin ninguna relación con la inmensidad marina, cuando vuelve al mar, lo hace perdiendo la noción de haber sido gota, dejándose absorber por la totalidad. No recuerda nada de su paso por la tierra, no trae nada con qué enriquecer el hogar del que salió... La otra gota, la que se sentía hecha de dos entidades y que durante la vida terrenal experimentó y aplicó las dos nociones, o sea, las dos conciencias, al regresar al mar se da cuenta de que ha perdido como la otra la conciencia de ser individuo, que ha dejado de ser gota para agregarse a la inmensidad de la que ella salió... ¡pero he aquí la maravilla del regreso, pues ella vuelve trayendo en su memoria la riqueza de las experiencias, el fruto cosechado en el huerto de la vida terrenal!... Además, se da cuenta que sigue teniendo aquella conciencia que durante su existencia de gota le permitió sentir la 45 inmensidad de donde salió. En resumen: Una trajo, la otra no trajo nada. La que trajo, lo hizo porque vivió con una conciencia despierta en su interior, vivió haciendo de su interior el archivo de lo aprendido, un archivo que en el futuro, cuando vuelva a ser gota, habrá de poner al servicio de la intuición. La analogía usada por Albanoa fue para que su amigo se diera cuenta de que las gotas son los seres humanos y que el mar es la conciencia universal, la conciencia cósmica expandida infinitamente en todas las direcciones infinitas. Fue por esa comparación lo que hizo que el mar dejara de ser mar y se convirtiera en la expansión... Estos dos seres humanos estaban a punto de descubrir la relación aproximada del hombre con el cósmico. La aventura había comenzado. La búsqueda, casi cerca del hallazgo, era presentida por ambos. Jotanoa, en esta ocasión, le dijo a su amigo: —Aceptemos la comparación de ser nosotros como las gotas de agua y el mar como la conciencia cósmica. Dime, entonces, ¿donde comienza el bien y dónde termina, dónde empieza el mal y dónde concluye, si es que ha de concluir alguna vez? Albanoa, con los ojos cerrados, recostado con la cara al cielo, dejando que la brisa le ondulara los pensamientos, dejándose convertir en la respuesta que su amigo le pedía, viéndose en su interior ocupar lugares que antes estaban vacíos y viendo espacios en blanco que podían ser llenados... y sonriendo, sonriendo y comprendiendo, con la humildad que exige el espectáculo grandioso de la espiritualidad interminable, dijo con seguridad: —¡El bien no ha tenido principio ni tendrá fin! ¡El mal no existe si lo hemos de contemplar desde el plano de la conciencia cósmica! ¡Lo que vemos desde aquí son espacios en blanco que deben ser llenados por el bien!... A Jotanoa le costó mucho comprender que los actos de barbarie, que la conducta criminal que perjudican al indefenso, que la ambición de ganar por medio del delito, que la fría mentalidad de despojar, robar, matar, violar, sean cometidos por el vacío dejado por el bien. Para entenderlo empezó a buscar comparaciones y ejemplos. Si bien los encontró, no fueron suficientes, aunque debió admitir la belleza del concepto y la esperanza de ver en el futuro que los espacios tenebrosos de la injusticia sean llenados con suficientes bondades por la acción del bien. Mientras soñaba con esta esperanza, la voz de su amigo lo volvió al presente: —Te habrás dado cuenta de que siempre hay dos personajes como mínimo, los demás son gradaciones, subproductos de los dos actores principales, pero dejemos esto por ahora. ¿Qué te parece si hacemos un ejercicio que como los anteriores, estimule la comprensión interna? Un ejercicio que tenga el sabor de la última experiencia vivida por ti en el jardín de tu casa... ¿listo?... Después de aconsejarle que respirara profundamente varias veces, diciéndole también que acomodara su estructura física lo mejor posible, le aconsejó que intentara abrir la mente a todo lo que escuchara. —Jotanoa —comenzó a decirle— busquemos refugio en nuestro interior. Hagamos de cuenta que venimos de afuera, que venimos fatigados a buscar descanso, comprensión y 46 bondad en nuestro interior. El mundo de afuera lo dejamos bien alejado para que la intimidad del alma nos cobije y nos eduque en la sabiduría de ser alma viviente. —Empecemos por averiguar si nuestro estado actual de conciencia nos permite conocer nuestra evolución en relación con el propósito o la razón de estar viviendo la presente encarnación. —Es posible que los grados de comprensión interna tengan algo que ver con nuestro futuro, o sea que a medida que ascendemos en nuestra evolución por el sendero del misticismo, quizás tengamos mayores posibilidades de conocer hacia dónde vamos y por qué vamos hacia ese dónde... —En forma velada se nos dice que cuando nos dedicamos con cariño a nuestra labor, labor de comprenderlo todo, viéndolo en nuestro interior, estamos en realidad preparándonos para la gran obra... Ahora bien, ¿Que es la gran obra, en qué consiste esta obra? Nos parece prudente que aquello que se esconde como si fuera el secreto del conocimiento oculto, permanezca así hasta que cada uno lo descubra por medio de su propia evolución. De esta manera queda resguardado, queda oculto para quienes aún no han alcanzado la comprensión mística, la comprensión mística que autoriza descubrirlo... —Tal vez nos resulte difícil saber cuál es la gran obra a la que podríamos aspirar. Buscando ejemplos, explorando en la naturaleza algunas manifestaciones de vida, quizás nos sea posible vislumbrar el futuro que aún no hemos experimentado. —En varias ocasiones hemos visto o nos hemos enterado por otro medio, lo que le sucede al gusano de seda cuando cumple su período de vivir adherido a la tierra, cuando pasa por el verdadero procedo de la transmutación y del cambio total... Podemos decir que abandona el escenario terrenal para alcanzar el plano que está sobre lo terrenal. De haber estado arrastrándose para luego volar, hay una diferencia que nos hace comprender el ascenso de un grado de conciencia a otro... —Ahora ya estamos en condiciones de pasar por la experiencia de ser gusano de seda que aún no sabe en qué ha de transformarse. Intentemos asumir esa aventura de cambio. —A ras del suelo nos vemos y nos sentimos como si fuéramos un gusano de seda, un gusano que espera el destino de ser mariposa... Luego, en forma alternativa, nos sentimos primero gusano de seda y después mariposa. Primero nos movemos pegados al suelo, rozando el suelo con cada contracción y expansión... Luego, nos sentimos renacer en mariposa, como si dejáramos un ropaje para vestir otro. La liviandad de la nueva forma nos impulsa a volar con increíble naturalidad... a volar con agradable naturalidad... para encontrar el destino de llegar... —Nos queda ahora conocer la relación entre ambos estados, es decir, pensemos, bien convencidos, que la condición de ser gusano de seda corresponde a nuestro estado actual... y luego, también convencidos, que la condición de ser mariposa corresponde a nuestro estado futuro... —Gusano de seda, equivalente a lo que somos ahora... 47 —Mariposa, equivalente a lo que seremos... El silencio profundo en medio de un mar tranquilo aumentaba el silencio interior de la meditación, en el que cada uno había entrado. ¿Quién se animaba, entonces, a interrumpir lo que estaba sucediendo en la profundidad de cada uno, cuando cada uno había llegado a la unión consigo mismo?... ¡Que pase, pues, todo el tiempo que sea necesario! ¡Que cada uno vuelva de su comodidad interior cuando quiera!... Sin embargo, el regreso estaba previsto para el momento en que uno de los dos exprese algo, diga algo, exalte algo, en fin, anticipe lo que el porvenir pueda estar prometiéndole... Quien salió del silencio fue Jotanoa, y lo hizo como en la ocasión anterior, dejando que la voz de su alma viviente hablara según lo quisiera su voluntad de hablar: Comienzo de la vida ha sido cuando el siglo rodaba sin el número esculpido en el mármol vanidoso. Viviendo en la ladera de algún valle, sentí el rodar tranquilo del presente sin la horda amenazante del futuro. Un río pasa, suave lengua de frescura, bautizando estrellas en su espuma. Deshilachado en labios, un jirón de brisa conversa del amor en mis oídos. Una blanda tristeza de perfumes presagia los dolores de la historia. Arbol he sido por haberlo amado. En cuerpo vegetal fui sangre joven con pulmones de sol en cada hoja. En mi alma busco el árbol y lo encuentro. Regreso hasta el silencio del ramaje y estalla en mis oídos el gorjeo. Renace del olvido el mundo niño, el sol brumoso y el sol de fuego, la luna roja y el mar de nadie, el espasmo del nido y el cascarón deshecho. Arbol he sido por haberlo amado. De aquel sol que me ha besado me llega el rumor del valle risueño a decirme en palabras de siglo que en el hombre hay noción de infinito... Después de un corto silencio, Jotanoa se encontró con un presentimiento asomando en su mente. Dicho presentimiento le hizo ver algo difuso que se alejaba absorbido por la luz de la tarde. Sin contenerse, gritó el nombre de su amigo: —¡Albanoa! ¡Albanoa!... 48 —¿Qué sucede?... —¿Por qué te atrae el Oeste?... —¡Porque vengo del este!... — Y eso ¿qué tiene que ver?... —¡No puedo irme por donde he nacido! —¡No te entiendo! —concluyó Jotanoa, vencido por un futuro que no asimilaba ni comprendía. —Yo, a veces —lo dijo resignado—, no me entiendo. Cuando quiero explicar lo que no entiendo con palabras vulgares y en prosa común, se me enreda el lenguaje y las voces se convierten en ruido que nada dicen. También, como a ti te ha sucedido, me suele ocurrir a mí... y eso sucede cuando le dejo a mi alma viviente que resuelva el problema. Rara vez lo hago por medio de la poesía, según te lo dije, pero contigo espero sea distinto y pueda interpretar lo que el lenguaje común no puede hacerlo. Y Albanoa dejó que sus labios dijeran lo que las voces guardaban en la íntima paz del alma: Somos como el agua de algún río, de algún río de tu valle, Valle de Tulum según dijiste, que una roca lo divide: ¡Tú te vas por ese cauce, yo me voy por este riacho! Siempre existe una pregunta que en el aire se hace brisa para irse siempre lejos o quedarse dentro de uno... —Separados —preguntole Jotanoa—, ¿nos iremos a juntar?... La tristeza tiene voces de respuesta. No, mi amigo, seremos tan iguales cual dos hojas cayendo en dos silencios del árbol que las hizo. Pues ya nunca nos veremos como hoy estamos viendo nuestras fáciles siluetas. Sólo existen lejanías, sólo existen cercanías, sólo existe la distancia entre aquella dicha buena y esta tibia pena amarga del fracaso. Sólo puede estar más lejos o más cerca 49 una risa luminosa de una queja ensombrecida. No, mi amigo, seremos tan iguales como el viento de tu cielo, cielo de Tulum según dijiste, que una nube lo divide: ¡Tú te irás por ese azul, yo me iré por este ocaso!... La emoción se apoderó del aire circundante, prolongando el deseo de no hablar, de permanecer callados. La magia del mensaje oculto de Albanoa iluminó el presentimiento de su amigo, haciéndolo inefable, pero triste. Esta vez, cada uno se quedó en su propio paisaje interior, tratando de saber lo que no podía saber el paisaje de afuera, el paisaje de mar y cielo, de brisa y sol. Durante el tiempo transcurrido de esta manera, no hubo nada más que voces dichas en silencio, de labios adentro. Cuando Albanoa se dispuso a hablar, vio que su amigo tenía los ojos húmedos, casi a punto de dejar caer algunas gotas, gotas que venían del mar infinito del alma. A pesar de todo, sonrió y se quedó esperando, con ánimo de seguir callado. —Jotanoa —le dijo su amigo—, pareciera que nos estamos anticipando a una despedida que no ha de ser una despedida. Más bien será como darnos vuelta para que uno mire hacia su valle y el otro mire hacia el sol que lo invita a la hora del ocaso, pero que en cualquier momento podemos darnos vuelta para vernos, y vernos que estamos ahí, uno frente al otro. Te aseguro que así será. ¡En el país de la luz nos veremos continuados, uno en el otro!... —¡Albanoa, por Dios, quién eres? —fue la expresión urgente por saberlo de una vez. —Ya te dije —contestó con serenidad—. ¡Soy en lo que tú eres en mí! ¡No puedo traducir en palabras comunes ni tampoco puedo saber lo que sabré mañana! De nuevo llegó el silencio. Jotanoa luchaba para que la emoción provocada por el presentimiento se volviera resignación, mientras en Albanoa se ahondaba el sentimiento de amistad que hasta ahora lo venían gozando. Ya estaban iniciando el regreso, moviéndose hacia el puerto, cuando Jotanoa tuvo la ocurrencia de una pregunta que hizo interesante la respuesta: —Dime Albanoa, cuando nosotros dejemos este lugar donde hemos pasado algunas horas y donde hemos hablado de tantas cosas, ¿quedará algo de nosotros aquí, quedará aquí algo de las ideas, de las intenciones de nuestros sueños?...Y si algo queda, ¡podrá sentirlo otra persona que pase por aquí? —Sin que lo hayas querido —repuso Albanoa— has avivado una inquietud que me tiene preocupado desde hace tiempo, precisamente en relación con tu pregunta. El tema era delicado, según lo confesó Albanoa. Lo práctico —así lo dijo— era partir de lo conocido por la experiencia, comprobar si en el plano terrenal se creaba la influencia 50 de la energía dejada por los pensamientos. Si recordamos lo que nos ha sucedido cuando visitamos algunos hogares o cuando en algunos sitios nos sentimos cómodos, alegres y tonificados, y en otros lugares cuando nos sentimos deprimidos, tristes, apesadumbrados, hasta con cierta sensación de nauseas y de asco. Si recordamos que hubo diferencia entre un ambiente y otro, entonces, nos parece evidente atribuirlo a la manara de pensar, lo que significa que los pensamientos de baja calidad han de crear ambientes de influencia deprimente y los otros, ambiente de agradables sensaciones. —Me siento mejor —dijo Albanoa— cuando descubro que la energía del ambiente agradable se eleva con más facilidad por su liviandad. La del otro tiene tanto peso que permanece a ras del suelo por su densidad. La del otro tiene tanto peso que permanece a ras del suelo por su densidad. La posibilidad de crear energía saludable por medio del pensamiento, nos abre un panorama de amplitud cósmica, casi infinita... ¿Por qué te digo esto?... Pues, si aquel Dios potencial, del que hablamos no hace mucho, por su condición natural tiene la capacidad de recibir la energía generada por la emoción del amor, te imaginas lo que sucedería en las zonas de miseria extrema, lo que haría en la mente y en la conciencia de quienes sentirían la necesidad de corregir tantos padecimientos inútiles... ¡Aquel Dios pasivo se vería repartiendo su propia naturaleza de amor, gracias al pedido visualizado por su criatura terrenal! ¡Aquel Dios, sólo necesita que lo conmuevan con pensamientos de limpias intenciones!... Ya habían llegado al puerto y estaban abandonando la zona portuaria e iban por la costanera hacia sus hogares. Era el momento en que el atardecer empezaba a teñir las nubes en la parte opuesta del día, allá en el horizonte marino. Albanoa, señalando hacia donde las nubes se agrupaban, y sensibilizado por todo lo sucedido durante la jornada, soñadoramente dijo: —¡Acerquemos el cielo a la tierra, llenándolo desde arriba hacia abajo con nuestras intenciones de vivir en paz, con nuestra comprensión de vivir la tolerancia! ¡Acerquemos el cielo a la tierra, haciendo del espacio una atmósfera de energía, generada por la emoción de aquellas cualidades cercanas y unidas al amor, sin olvidar que lo tenemos que hacer desde adentro, de Dios a Dios, viendo y viviendo lo que hemos de entregar a la conciencia Cósmica!... ¿Llegaremos a decir, entonces, que el cielo ha descendido a la tierra?... Luego de una pausa, Albanoa terminó por confesar: —Dime, amigo mío, este sueño amable, ¿lo estará soñando Dios en nuestro interior para que suceda en el exterior o será que...? No quiso terminar. Jotanoa, sin decir nada, lo miró con una leve sonrisa en los labios. No podía sacarse de encima la tristeza que le había dejado el presentimiento. Se despidieron, alejándose en direcciones opuestas. Jotanoa se detuvo después de dar unos pasos. Se dio vuelta para mirar aquel hombre, de quien comenzaba a sentirse hijo. Luego, reanudó la marcha con la cabeza inclinada, sin querer mirar a ninguna parte. La ciudad estaba alterada. Ese día, los habitantes habían amanecido con el ánimo cambiado, o más cambiado que en otras jornadas. Su personalidad parecía disfrazada con 51 el ropaje de la violencia, con los harapos de la agresividad. La gente se miraba con enemistad. Ninguno de ellos se dijo frente al espejo la pregunta que Jotanoa se hiciera para desvanecer el enojo que lo enemistaba con el ambiente donde vivía. —Mira, Albanoa, toda la gente parece que no se ha visto enojada en el espejo. Sus pensamientos zumban como las avispas, con los aguijones listos. Cada uno contagia al otro y así, sucesivamente. Parece que en cualquier momento fuera a estallar la atmósfera... ¡He ahí la agresividad sin razón, he ahí la violencia sin causa, sin que ninguno se pregunte el motivo de tanto encono! ¡Y pensar que ayer queríamos llenar el aire con otro tipo de pensamiento!... Para conversar a gusto se encaminaron a una plaza, donde se sentaron, teniendo allá el mar y cerca de ellos una avenida, por la que pasaba, a intervalos, el malón mecánico de los automóviles. Allí continuaron con el tema. —Siempre —comentó Albanoa— hace falta tener en el ánimo paz y mansedumbre para acercarse a cualquier animal salvaje. De ahí surge la necesidad de amar la vida, la obligación de ser optimista y asumir la responsabilidad de la esperanza para poder acercarse a estos animales salvajes de la ciudad y calmarlos con el bálsamo de nuestra aura, llena de paz y mansedumbre. Bien sabemos que cada uno de nosotros tiene alrededor de su cuerpo una zona de energía, creada por la fuerza vital del organismo viviente. Dicha zona puede extenderse si la alimentamos con la energía del pensamiento y de las emociones. Según el ejemplo que voy a narrarte, tendremos en cuenta los dos tipos o clases de pensamientos y emociones. Esta zona de energía, verdadero campo electromagnético, cuando roza o pasa junto a otro ser humano le transmite un estado de ánimo que puede ser agradable o desagradable. El positivo es benéfico, el negativo es perjudicial, es dañino, es deprimente. Conocido esto, aparece la pregunta fundamental e inevitable: ¿Queremos colaborar con el bando positivo o con el negativo de la mentalidad humana?... Con el fin de comprender la responsabilidad de pensar de una manera o de otra, te lo diré con el ejemplo que tengo en mente. —Vamos a suponer que al salir de tu casa para ir al trabajo, lo haces con un estado de ánimo agresivo, insultando mentalmente a todo el mundo. Tus pensamientos llevan una carga negativa que va creando alrededor de tu cuerpo una zona de energía. Tu persona va rodeada de intenciones explosivas. Caminando, como lo haces habitualmente, rozas con tu aura a otra persona que viene con un ánimo parecido al tuyo. Esta persona siente que aumenta el odio, la rabia o el deseo de hacer daño. ¿A quien?... Aún no lo sabe... Pero este señor trabaja en una dependencia donde es jefe de una sección y como todo jefe, tiene a su alcance un empleado que le resulta antipático, que no lo quiere porque no lo quiere. Lo primero que hace al llegar a su oficina es buscar al empleado de su desagrado para descargar en él el veneno de su tensión. El jefe ofende, el empleado se defiende. El jefe busca causas, imagina motivos, se insultan, se pelean y el jefe por su condición de jefe lo despide, lo echa... El empleado, un hombre joven, desorientado, sin comprender lo que ha sucedido, sin encontrar la razón de lo ocurrido, siente que algo turbio y sordo comienza a gestarse en su mente. Ese algo turbio termina por aconsejarle la venganza como medio de desahogo de una justicia que no entiende ni entenderá jamás. La bestia milenaria de los 52 instintos lo lleva a usar la violencia contra todo lo que significa civilización, sociedad organizada, instituciones humanas, porque son para él el sumun de la hipocresía y del poder cínico. El se convence que de esta sociedad pervertida le ha llegado semejante injusticia, por lo tanto toda la fuerza del desquite la dirige contra ésta, llevando a cabo asaltos, destrucciones de edificios, incendios y robos sin importancia. Esta labor la realiza sin compañero, sin que nadie lo acompañe. Es el rebelde solitario que con lo ya hecho, llama la atención del poder organizado con fines parecidos. Una sucursal de la mafia universal le hace llegar el ofrecimiento, pidiéndole su adhesión y su colaboración, con la ventaja que habrá de sentirse acompañado y protegido. El trabajo ha de ser el mismo, o sea, la destrucción de los valores tradicionales, la destrucción de lo que ha destruido a él. La tentación le muestra un escenario donde se ha de sentir actor de una revolución internacional, a la que ingresa para aumentar la legión de los que eliminan vidas y más vidas... —La imaginación nos puede llevar, sin que esto sea fantasía, al ámbito mundial donde ya es crónica diaria, historia contemporánea. Para ello basta con leer el trabajo cotidiano del periodismo. —Ahora, tomemos el mismo ejemplo, pero eliminando lo necesario para suponer que tu ánimo al salir de tu hogar ha sido positivo, influenciado por ideas de paz. Tus pensamientos, mientras caminas entre la gente, se entretienen con el optimismo de la vida. La zona de energía alrededor de tu cuerpo irradia la esperanza del bienestar. Te das cuenta de que la Tolerancia es un arma silenciosa que puede desarmar al más fiero enemigo, al menos, desviar o disminuir su intención destructora. Tu aura, en realidad, tiene la misma dicha, la misma alegría de lo bueno que expresa la vida en cualquier ambiente. Con ese ánimo pasas junto al hombre del caso anterior y lo que hace tu aura o tu campo de energía es disminuir, amortiguar o eliminar el deseo de agredir. Y lo que sucede en la oficina donde es jefe se convierte, apenas, en una discusión sin importancia y sin consecuencia alguna. Con este ejemplo marcamos la diferencia notable de las dos conductas del ser humano. Las dos manifiestan una responsabilidad que no aceptamos con nuestra comprensión, pues la mayoría de las veces dependen del azar. No nos damos cuenta del daño que provocamos cuando lo hacemos como ya es común hacerlo, envenenando el ambiente con las emanaciones negativas de nuestros pensamientos. Casi siempre estos pensamientos no tienen ninguna razón de existir. El mal humor nos domina sin siquiera averiguar el origen del humor. Jotanoa parecía ausente. Si le hubieran preguntado que dijera algo de lo que su amigo había relatado, se habría visto en apuro. Era evidente que no podía asimilar lo que le estaba ocurriendo, quedando al descubierto al preguntar: —¿Tiene algún valor, o mejor dicho, de qué sirve sentir nostalgia por algo que aún no se ha perdido? Sí, no había duda. Jotanoa estaba anticipándose a la separación, que a corto plazo sería inminente. Su amigo le respondió con otra pregunta: 53 —¿Puede haber algo que vaya a perderse y que vaya a preocuparnos, sabiendo que cuando esté por ocurrir habremos alcanzado tal grado de conciencia que la comprensión nos dará su sabiduría? La sonrisa en los labios de Jotanoa fue un gesto de agradecimiento por una respuesta que sonaba a condolencia, aunque tenía que admitir que era oportuna. No sólo oportuna, pues prometía la sabiduría que aún no había llegado porque el momento de la separación tampoco había llegado. Aparte de esto, hacía varios días que a Jotanoa le venía inquietando un detalle que su amigo había dejado pasar o era, quizás, que lo tenía reservado para después. Sin esperar a que llegara el después, se hizo el propósito de decírselo: —¡En tu lista no está el amor!... Albanoa, de inmediato se dio cuenta de lo que estaba sucediendo en la mente de su amigo. —¡Porque esa es la meta final! —comenzó a responder—. No puedes vivir la totalidad de esa emoción sin haber experimentado antes con las partes que la componen. Me refiero a los ingredientes menores, que sumados adquieren la cualidad del amor. Me estoy refiriendo, por supuesto, al amor universal, que para llegar a él hace falta tonificarse en las etapas previas, las que te he sugerido pasar por ellas. Albanoa sabía que la pregunta de su amigo no se refería a la contestación que le estaba haciendo. Lo que le quiso decir cuando le preguntó que en su lista no está el amor, era el amor entre el hombre y la mujer. Jotanoa estaba necesitando una opinión y esa opinión la quería de su amigo. Sin embargo, Albanoa continuó con lo que venía diciendo: —Se hace necesario, entonces, que poco a poco y paso a paso vayas acercándote por medio de las emociones menores a la emoción mayor del Amor. Esta emoción mayor, aquí en el centro de tu ser, es equivalente a la armonía cósmica, con lo que ya puedes darte cuenta de que en el imperio invisible de tu alma viviente reina la armonía cósmica, que después de influenciar la conducta del ser humano recibe el nombre de amor. —Si a tu forma de vivir —siguió diciendo— no has incorporado la emoción de la tolerancia, ¿cómo podría el Amor expresarse?... Si jamás has tenido una experiencia de hermandad, ¿cómo haría el Amor para expresarse en un individuo sin bondad, sin caridad, sin hermandad?... —A esta altura de las oportunidades que me has dado para intervenir en tu vida, no se puede admitir ni comprender la soberbia del Amor, la vanidad del Amor, el egoísmo del Amor, porque todos estos personajes son barridos por la Humildad del Amor. La primer afirmación de valor incalculable es la que dice que el Amor adquiere vida cuando se da, cuando por el mandato de su esencia no reclama ni exige... Sólo quiere ocasiones de verse a sí mismo en el acto de darse. Cuando tú pides por Amor y cuando a ti te piden por Amor, eso no es Amor, porque él usa la condición contraria, porque él busca los momentos de vivir en la proyección de su esencia. Su privilegio de dar resuelve todos los conflictos. 54 Por más que siguiera hablando, era inevitable. No bien concluyó, Albanoa presintió que su amigo se disponía a soltar lo previsto por él. Era inevitable. —Albanoa —dijo Jotanoa—, no sé si rehuyes la cuestión o no te interesa. Pues te interese o no, ya me has dado la suficiente confianza como para pedirte que me cuentes tu relación con la mujer, con esa mujer que se nota invisible detrás de tus palabras. ¡Cuéntame tu historia de amor!... —No me has tomado desprevenido puesto que lo esperaba. Sin embargo, has de permitirme que lo haga a mi modo, es decir, te lo dejaré escrito en un librito que he estado relatando durante los días que no estuve contigo. Aquellos primeros días, después del acuerdo de ser lo que hemos sido a lo largo de tantas jornadas, aquellos días, repito, me hicieron comprender que debía hacerlo. Te considero el heredero de confesiones que pueden serte útil en el futuro. Además, no sé lo que harás con los recuerdos de esto que estamos viviendo, pero... supongo que allá en el porvenir serán páginas de un libro, que si lo relatas con la sinceridad de lo vivido te aseguro que a mucha gente le servirá. Si esto sucediera y si los lectores te preguntaran dónde he aprendido yo lo expresado en nuestras relaciones, te pido solemnemente que lo des a conocer siempre que le libro haya superado varias ediciones. Es decir, cuando tengas la adhesión de mucho público, será el momento de decir dónde aprendí los principios y leyes que después de aplicarlos, maduraron al abrigo de la meditación. Espero que estés de acuerdo. Ganarse el privilegio de una misión como la de escribir un libro con la historia de lo que estaba viviendo, era algo de tanto valor que el propósito de vivir quedaría justificado plenamente. Sin vacilar, le dijo que sí, que estaba de acuerdo. —Te había prometido —le recordó Albanoa— el relato de algo que no sabemos cuando ha empezado, protagonizado por dos personajes que se han de encontrar en el futuro. El andar de los siglos, con sus períodos naturales, favoreció a uno y luego a otro. Un extraño equilibrio ha permitido que sobrevivan hasta hoy. —Con nuestra dócil imaginación hemos de suponer que el hombre se desdobló en dos mitades, en los dos personajes de la narración. Los dos partieron de un punto pero en sentido opuesto, uno hacia afuera y el otro hacia adentro del hombre. El que eligió el exterior, lo hizo apoyándose en los objetos que aparecen y desaparecen, en todo lo que nace y muere, es decir, en lo efímero, en lo que hoy está y mañana no está. Este personaje de lo pasajero no se daba cuenta de que lo efímero era el alimento de lo duradero. Diciéndolo en otros términos, sería como decir que lo inmortal necesita de lo efímero para saber en que punto de la eternidad se encuentra. Todo cambiaba para él, sin tener algo fijo que permitiera saberlo... —El otro personaje comenzó su aventura, tomando el sendero que aún hoy lo está llevando al interior del hombre. Cuando inició la marcha, lo hizo porque presintió que un resplandor lejano parecía indicarle la dirección que sus pasos debían tomar. Allá lejos, quizás en el centro del alma viviente del hombre, asomaba un fulgor semejante al de la mañana cuando está por salir el sol. Mientras su hermano se alejaba hacia el exterior, él se dirigía hacia el interior, al encuentro de la eternidad. 55 —Mientras uno llevaba a cabo su tarea allá afuera, donde se sentían los estruendos de su paso, donde la tragedia y el sufrimiento era la conquista lograda en el amplio escenario de lo efímero, el otro, con el esfuerzo de sentir la bondad de la vida, se internaba poco a poco... Y cuando lograba que algún rayo de luz lo iluminara, se lo enviaba al hombre convertido en comprensión y con esta comprensión el hombre realizaba un acto de justicia. Si cada rayo de aquel fulgor central fuera una cualidad, fuera una virtud o una manera de construir, entonces, pensaba él, la luz total debería ser la luz mayor del Amor. Por lo tanto, a medida que avanzara hacia esa luz mayor, él le entregaría al hombre los componentes del Amor, del Amor desconocido, que uno de los dos buscaría entre los errores y el otro en la divinidad interior del hombre. —Bien, amigo —dijo por último Albanoa, sacando de un bolso un sobre—, aquí tienes el libro escrito para ti, para ti por haberte encontrado. Si hubiera seguido viviendo sin el hallazgo de tu amistad, es seguro que no lo habría escrito. En él vas a leer los dos relatos relacionados con los personajes. Hay confesiones y muchas cosas más. Encontrarás lo que has pedido, lo que tu has bautizado con el nombre de historia de Amor. —Pero esto significa... —exclamó Jotanoa. —No, aún tendremos nuevas reuniones, entre las cuales habrá una de gran importancia, pues con ella habremos logrado la madurez de nuestra amistad y la identificación de tu ser interno... Sin decir más, Albanoa se alejó de su amigo. 56 Del Libro de Albanoa: Crónica del Amor Desaparecido Cuentan los hombres modernos que las ciudades monumentales, con sus gigantes de cemento, a ciertas horas de la noche, parecen fantasmas condenados a la inmovilidad. Dicen que se oye el monólogo de una voz vagabunda que habla desde las profundidades del cemento de los edificios. Esta voz es como la conciencia del desastre, pero siempre termina en lo que se ha dado en llamar “Crónica del Amor Desconocido”. Esta crónica, tejida con trozos simbólicos de la historia de la humanidad, nunca le fue útil al conglomerado que caracteriza el siguiente título: “Hombres para el dinero sin Amor al semejante”. La diminuta clave se halla en las tres letras que forman las palabras “sin” y “con”. Sólo hace falta cambiar una por la otra para que cambie la faz del mundo. Los años dirán cuál de los dos grupos se impondrá, aunque en la sonrisa del incrédulo esté asomando la profecía de su ánimo negativo. Esta crónica ha llegado a formarse según se la relata después de este párrafo. Entrelíneas o detrás de las palabras están los significados que hay que rescatar como enseñanza. Las palabras esconden tesoros y bellezas que sirven de alimento a quien como tu alguien del Alma lo necesita. Cuando el mundo era una niebla muy solitaria y el aire un suspiro sin labios, llegó a lo que hoy es la tierra una porción inseparable del amor universal. Era la cuota de armonía destinada a nuestro planeta. Esta presencia planeaba sobre el vacío como águila sin peñasco donde asentar sus patas. La porción de amor era tan semejante a la luz, que su resplandor flameaba sobre todos y en todos los torbellinos del caos, queriendo organizar con su armonía lo que dispersó, se alejaba y regresaba. Se dijo en aquel tiempo o se pensó después, nunca se supo quién lo dijo ni quién lo pensó después, que la luz del Amor era algo que se podía encontrar y conquistar, y que quien lo hiciera ganaría todos los poderes del universo y todas las riquezas de la tierra. Se dijo a modo de guía que la luz se la encuentra donde la oscuridad la necesita. Se dijo también que lo que estaba tan cerca podría no verse. Alguien se animó a decir que lo más cercano al hombre era el hombre mismo, con lo que quiso significar que mirándose dentro podría descubrir el poder de la vida y del Amor. Como nadie pudo comprender el sentido oculto de estas palabras, se hizo presente la ambición. Se creyó que se trataba de algún objeto para enrriquecerse, de algún tesoro oculto en la naturaleza de las montañas, de las selvas, de los mares. Así fue cómo se dieron a la búsqueda de esa luz tan preciada y por demás preciosa. Se hizo carne en el corazón de todos que el que lograra la luz del Amor, conquistaría todas las luces del universo, es decir, todas las riquezas del universo. Y todos los hombres del planeta, en frenética carrera, llegaron al colmo de las aventuras, 57 provocando los mil dolores de la miseria, los mil estruendos de la destrucción. Pasó el tiempo y siguieron buscando. Buscaron en todos los rincones de la tierra, en las profundidades de las aguas, en las oscuridades de la selva, en las cumbres peligrosas de la montaña, y lo que lograron traer de tantos lugares fue el sediento deseo de continuar la búsqueda. Cierto día apareció un hombre que dijo haber encontrado la luz que le daría todas las riquezas del universo. Traía en una mano una piedra preciosa, la que lanzaba destellos rojizos y anaranjados, a los que se sumaban otros. Dichos destellos, al girar la piedra, se convertían en una amalgama de colores vivos, tan vivos que parecían ondulaciones de un sol titilante. La mostró al mundo y le dijo que él había conquistado el codiciado poder con semejantes luces que radiaban de la piedra. La noticia inundó los oídos de la gente y la tierra vibró asombrada ante el maravilloso hallazgo.... Hasta que un hombre, que era mil veces millonario, entrevistó al afortunado para comprarle la piedra, en cuyo centro se movía la luz del Amor. El precio era enorme casi incalculable, pero el hombre mil veces millonario la adquirió. Pensó que la suma de la compra quedaría anulada o quedaría disminuida si la comparaba con el poder de conquistar las riquezas del mundo. El mil veces millonario creyó que aquel que le vendió la piedra era un estúpido que no merecía tal posesión. Cuando la hizo suya y después de ufanarse ante las poblaciones de un mundo atónito, se retiró con desconfiada cautela para encerrarse en los límites de su extensa propiedad. Sobre la casa que habitaba tenía una buhardilla, especie de hueco oscuro con un ojo abierto a los panoramas de su reino. Este sitio era un lugar secreto y allí se recluyó para adorar el poder que emanaba de la extraña piedra y calcular la riqueza que la tierra le pondría a sus pies. Compuso en su mente los mejores elogios, destinados a la fortuna, mientras miraba con éxtasis animal los graciosos relámpagos que la piedra le enviaba desde su seno. Se acercó a una mesa para depositarla. Su mano temblaba porque iba a colocar sobre algo que no era su cuerpo, que no era él, sobre algo que ocupaba un espacio que él no ocupaba. Suspiró, asegurándose de la soledad que lo rodeaba y tendió la mano... ¡Oh mano estúpida! La insegura y temblorosa mano dejó escapar la piedra que daba la luz del Amor, cayendo al suelo para hacerse mil pedazos. Ante semejante tragedia, el hombre mil veces millonario que aspiraba a hacerse millones de veces millonario, desesperado, ciego de llanto y dando alaridos, tropezó y cayó. Rodando por la escalera se rompió la nuca con la misma fragilidad con que se rompió la piedra que daba la luz del Amor. Como el tantas veces millonario murió, no se supo por el resto de los siglos dónde quedó escondida para siempre la piedra que daba la luz del Amor. Y los hombres del mundo, también desesperados, se dieron con renovado brío a la tarea de conquistar riquezas, recurriendo a los medios espantosos de permitir el hambre de muchedumbres incontables. El lujo y la pompa desmedida llegaron a los límites del delito actual, en cuya época actual, la voz de la conciencia permanece alerta en aquellos que ven en el porvenir la oportunidad de alcanzar lo que tantos seres humanos fracasaron en lograr. 58 El otro personaje, con la voz de la conciencia despierta, siguió su viaje hacia el hombre interior, sabiendo que en el futuro habría de enfrentarse con el hombre exterior, actor principal y simbólico de lo que acabamos de leer. 59 Del Libro de Albanoa: Crónica de la Última Sangre Herida Termino de decir que algún día habrían de encontrarse aquellos personajes que fueron mencionados al final del primer relato. El encuentro, sin que hubiera otra salida, acabó en un duelo. Cada uno conocía su capacidad de actuar, sabía cómo usar su propio poder en el terreno donde lo había ejercido, pero ahora era distinto, pues ninguno de los dos podía recurrir a armas que no utilizaron nunca. El personaje que venía del mundo exterior del hombre ignoraba el uso de las armas que no fueran las usadas por él. El otro personaje, emisario del mundo interior del hombre, representaba en esta ocasión a uno de los componentes del Amor, representaba a la paz y a la violencia, después de andar por caminos separados, se acercaban para enfrentarse. La violencia había saturado de acciones todos los ambientes y llegaba vencedora ante quien no había podido someter. No quedando otra alternativa, los dos necesitaban saber qué destino le esperaba al hombre según venciera la violencia o triunfara la paz. Había ahora una condición especial, que estaba dada en que cada uno tenía que actuar sobre sí mismo. Si la violencia venía de poner a su alcance a la víctima para demostrar su fuerza, su poder y su ambición, en esta ocasión la violencia tenía que vérselas consigo misma, pues ahora no le quedaba otra que demostrar que podía con su violencia vencer a su propia violencia. ¿Qué cómo se llevó a cabo el duelo? Pues, de la siguiente manera: Los dos personajes discutían y discutían, haciendo esfuerzos por comprender sus puntos de vista. El cúmulo de divergencias aumentaba, sin que ninguno cediera en sus argumentos. Las diferencias se sumaban, la conciliación se alejaba, no quedando forma alguna de arreglo, pues cada vez se ahondaban las divergencias. Así se llegó al desafío, retándose a un duelo que por las características de los adversarios prometía ser distinto de todos los duelos conocidos. Fue en una plaza ante una multitud de seres humanos que habrían de ser testigos de algo que podría cambiar el rostro de la humanidad, mejorando o empeorando las relaciones. Junto a una fuente de agua habían colocado una mesa con dos sillas, una frente a la otra. Estos eran los muebles pedidos por uno de ellos, por el personaje de la paz, el personaje adherido a la misión de fortalecer el poder de la mansedumbre. El otro, encendido por la cólera, cerraba los puños, tartamudeaba insultos que apenas se comprendían. Ambos, allí enfrentados, habían logrado vitalizar los viejos símbolos de la 60 humanidad, habían logrado acercar los extremos para que surja la unidad del futuro, si es que habrá de surgir. El personaje de la paz, dándose cuenta de que no podía hacerse oír intenta alejarse, provocando así el silencio. Logrando lo que quería, se acercó para decirle: —Te dije que habría de proponerte un duelo, sin embargo no me dejas hacerlo. Si continúas discutiendo en vano me voy y... —¡Te irás porque te lo aconseja la cobardía! —le gritó el personaje de la violencia. —Antes de abrir la boca para ofender deberías cerrarla para escuchar las condiciones del desafío, ya que me dejaste elegir las armas del duelo. Si estás dispuesto, escúchame y no perdamos tiempo... Y le propuso los términos del desafío, haciéndole saber que las armas serían las que cada uno podía manejar. —Tú tienes —le dijo el personaje de la paz— un puñal, yo no lo tengo. No tengo arma que me acompañe, sin embargo, voy a establecer las normas del desafío. He aquí esta como símbolo de la tierra, sobre la que andan los hombres de tu bando, hiriéndola a su antojo, desgarrándola a su gusto. Una vez más la puedes herir ahora mismo, pero antes hemos de sentarnos frente a ella, tú con el puñal el la mano, yo con mi mano abierta. Escucha bien: te desafío a que mantengas tu mano apretada al mango del puñal durante el tiempo en que mantengas la mía abierta!...Ya ves, ni siquiera te obligo a que abandones el instrumento de tu poder. Cada uno en su terreno, cada uno con lo que mejor sabe usar... ¡Vamos! ¿Lo aceptas, o no?... El personaje de la violencia, clavando el puñal en la mesa, le grita la aceptación del duelo: —¡Claro que lo acepto!... — y arranca el puñal de mesa. —Pues bien, siéntate ahí —le aconsejó el personaje de la paz—, que yo me sentaré aquí. Empuña el arma como si fueras a matar, fuertemente... ¡Utiliza toda la hiel del rencor, toda!... ¡Así!... ¡A mayor fuerza empleada menor tiempo de duelo!... ¡Eso es!... Yo sólo tendré la mano abierta, relajada, sin esfuerzo alguno, evocando lo que en el silencio de la naturaleza sucede cuando sueña para despertar y crecer en granos... Un murmullo de asombro se oyó venir de la multitud, reunida allí para no comprender lo que en ese momento estaba ocurriendo, aunque presintiendo que el resultado le haría entender la razón del duelo extraño. Los dos personajes se concentraron en la energía de sus fuerzas. La diferencia era enorme. Los ojos de la criatura pacífica permanecieron livianos, simples, amables, como si en ellos vivieran ya las imágenes de la ansiada hermandad humana. En el otro eran duros, pesados, abruptos, esforzados en mantener la tensión de los músculos. Nunca hubo enfrentamiento igual porque cada uno tomaba caminos distintos, cada uno cosechaba en campos diferentes. La guerra lo hacía a montones donde no llegaba ningún hálito de paz, 61 aunque la paz, la seguía de cerca para recoger los despojos, los desperdicios, con la misión de recuperarlos e integrarlos a la vida útil cuando la contienda pasara. El sol se iba deslizando hacia el poniente. Los árboles de la plaza, alejados ya de la luz, parecían cobijarse en la quietud que los arraigaba al suelo. Un alboroto de pájaros disminuía poco a poco. El abrigo de los árboles sin luz los iba enmudeciendo. Mientras tanto, el personaje de la violencia sudaba a torrentes. Debajo de su cabeza, la mesa se humedecía. Las manos crispadas sentían ya el entumecimiento del calambre, a los dedos les costaba sentirse apretados al mango del puñal. Las arterias y venas se abultaban demasiado, pareciendo que en cualquier momento fueran a estallar. Los labios expulsaban el sudor que se acumulaba en ellos, al descender de las mejillas y frente. Un poco más y la furia de la violencia caería vencida por sí misma frente a la energía pacífica de su adversario, el que seguía manteniendo la mano abierta. El personaje de la paz, dejándose llevar hacia los paisajes de su alma viviente, se tonificaba. Los anduvo de nuevo, encontrando las imágenes vivas de aprender sintiendo, sintiéndose hierba para luego comprender la humildad de la hierba, sintiéndose agua para después comprender la humildad del agua. Pasó, también, por su mente el momento de sentirse luz para iluminar los pensamientos con la humildad de la luz. Revivió con ternura la actitud de sentirse dios, viéndose luego con qué facilidad eliminaba los errores de la indiferencia, el orgullo del racismo y la ceguera del egoísmo. Ya era evidente que la presencia pacífica del señor de la paz enfurecía cada vez más al personaje del puñal, que estaba a punto de ceder... Y para no ceder traía en su ayuda la historia de masacres, la visión repetida de víctimas y más víctimas, y buscaba en el genio de la muerte la intención de perdurar, sin embargo, los dedos se ablandaban por el tremendo esfuerzo. Los músculos ya no querían violencia. La mano se entregaba al deseo de aflojar... Mientras el señor de la paz se hacía peregrino en su reino interior, viajando por países y mundos de su alma viviente, el gran poder de la violencia se vio vencido, pero antes, hizo que el brazo, la mano y el puñal se elevaran por el aire para caer sobre la mano del adversario. La furia agonizante del fracaso no pudo con su genio y el acero empuñado atravesó la mano abierta, dejándola clavada al madero de la mesa. El señor de la violencia, después de cometer el desesperado acto de su derrota, haciéndose un arco y en postura agazapada se alejó de la mesa. Retrocediendo cayó de espaldas, volviendo de inmediato a ponerse de pie con alaridos de animal salvaje, escupiendo espuma. Acorralado y sin saber qué hacer, se aquietó, se calmó, dándose tiempo para el próximo paso. El silencio era pesado y tenso. Su pecho se agitaba en resuellos y bramidos. Su cuerpo enloquecía, a todo su cuerpo lo atacaba la demencia. Con los brazos arqueados, la cabeza hundida en el cuello y las piernas abiertas, miró en todas direcciones. Al fijar la vista en algo lejano emprendió veloz carrera. Corrió, corrió, llenando el aire de alaridos como sabiendo lo que tenía que hacer. Tropezó varias veces y varias veces se levantó con temibles saltos. Llegó a la calle. Miró y vio un automóvil y lo enfrentó, clavando su cabeza en la dura coraza del radiador. Allí dejó roto su cráneo, por cuya rotura escapó el hálito enloquecido de su derrota. Después de algunas 62 convulsiones quedó boca arriba como una escoria más, conociendo al fin la paz, la paz con la que su adversario lo venció. Mientras tanto, el personaje de la paz se desclavaba el puñal vencido, se ataba la mano con un pañuelo y se alejaba sin decir palabra, reanudando su aventura de seguir siendo peregrino de sí mismo. La mesa del duelo y la brisa de la tarde se bebieron la humedad de la última sangre herida. Por el aire de la plaza se paseaba el silencio de la naturaleza haciendo ruidos que nadie oía... Quedó dicho en los primeros tramos del relato, que estuvo allí una multitud de seres humanos presenciando un espectáculo que en ese momento no entendía, aunque presintiendo que al final o después del duelo habría de comprenderlo. Pues bien, aquellos que asistieron al duelo extraño se encontraron con la comprensión cuando regresaron a sus hogares y miraron con otros ojos. Y lo que vieron con otros ojos fue que las paredes de la casa donde vivían, los muebles que usaban diariamente, que los pequeños, medianos y grandes elementos de uso hogareño habían sido construidos con el fin de ser útiles, que nada de lo hecho por el artesano o el fabricante llevaba en sí el propósito de destruir, que en cada uno se notaba la obra de la construcción, la voluntad de la edificación y en ninguno la intención contraria. Tenían la misión de servir al hombre. El ladrillo detrás del revoque, la estructura del edificio, los seres y objetos del mundo eran cuerpos hechos por la paz... ¡Qué confortable se hizo mirar el reloj de pared, el reloj de pulsera y el reloj de sol de los jardines que fueron diseñados para ganar con el trabajo el derecho al descanso!... 63 La lluvia era una cortina de cristal y el ventanal, el marco de un paisaje con nubes viajeras regando la tierra. El viento había dejado de ser brisa para irse con las nubes. La atmósfera se acariciaba con el movimiento del aire. Albanoa y su amigo estaban sentados mirando el panorama de lluvia y viento. Los vidrios del ventanal los salpicaba la travesura de un remolino, empañando por momentos el paisaje de allá afuera. Conversaban. Los preocupaba lo que el hombre estaba haciendo sin que le sirviera de algo la experiencia. Según se lo veía vivir era un ser sin experiencia. —Se afirma con tanta seguridad —dijo Jotanoa— que la experiencia enseña y educa, haciendo del hombre una personalidad sabia. Al parecer no es tan así, pues la repetición de los errores nos dice lo contrario. La experiencia, después de todo, le sirve únicamente a quienes se proponen comprenderla para enriquecer su manera de vivir. Lo que es la gran mayoría, ella pasa por la experiencia sin obtener provecho alguno. Sufre y goza sin dedicarle la mínima atención a la causa del sufrimiento o del gozo, ni siquiera lo hace por curiosidad. Situaciones idénticas se repiten como si ocurriera por primera vez. No hay duda de que el valor de la comprensión interna es la clave. —El tema de la comprensión interna —dijo Albanoa— es inagotable por ser lo opuesto a la comprensión superficial. El misticismo nos resuelve el problema después de un montón de experiencias, pues nos enseña a desconfiar de un aspecto del ser humano y a confiar en el otro. —No sé cómo decírtelo —continuó—, no sé cómo llenar de tibieza las palabras con que quiero darle vida a la confianza, a la confianza que debemos tener en la esencia interior del hombre. Es difícil, muy difícil aceptar que un aspecto del ser humano sea capaz de lo peor cuando al mismo tiempo, el otro aspecto sea capaz de lo mejor. La mirada de Albanoa tomó el brillo de la emoción con que anhelaba darle vida a sus palabras. Se notaba el esfuerzo por hacer creíble lo que decía, se notaba el afán por hacer entender que la salvación del género humano estaba en la comprensión interna de las cosas, en profundizar la relación con su alma viviente. Luego de esperar que lo auxiliaran las palabras simples y comunes para que haya una sola interpretación, continuó expresando su deseo: —La única forma directa de ver con sabiduría las cosas de la vida terrenal y tratarlas con sabiduría es tan sencilla que por su sencillez no convence. Puedes preguntarte: ¿Cómo hacer para creer en el hombre, cómo hacer para aceptar que dentro del hombre vive la intención opuesta a lo que vemos diariamente?... Pues hay deseos que perjudican y deseos que benefician. Hay ambiciones que hacen daño y otras que hacen bien. Si al deseo que ha de perjudicar lo hacemos pasar por el filtro de la comprensión interior o lo dejamos en nuestro interior para que sea revisado por la conciencia cósmica de nuestra alma viviente, lo que salga de allí ha de salir con la intención de beneficiar. Si con la ambición hiciéramos lo mismo, sentiríamos en nuestro interior que lo natural sería tener ambiciones que primero favorezcan en general y después, en particular... Para hacer más simple aún lo que termino de decirte, tengamos la precaución de llevar a nuestro interior el proyecto que anhelamos 64 realizar para saber si habrá beneficio. Si lo quieres más simple, sólo averigua lo que tenga tendencia a beneficiar. —¿Te das cuenta —siguió diciendo— de lo que quiero que comprendas cuando me refiero a la confianza que nos promete el ser interno y a la desconfianza con que nos amenaza el ser externo? ¿Te das cuenta de que en todo ser humano hay un hombre interno que merece nuestra confianza y un hombre externo que merece nuestra desconfianza? —Comencemos esta explicación con algo común de ver en la gente. Por ejemplo, lo que a nosotros nos interesa es fomentar la vanidad con el propósito de que lo hecho por el hombre vanidoso beneficie a muchos. Aunque no confiemos en la vanidad, podemos confiar en la obra que por vanidad se lleve a cabo. El vanidoso puede decir, “Yo lo hice, yo lo hice, si no hubiera sido por mí”. Lo dirá siempre, pues que lo diga, siempre que a nosotros nos interese lo que hizo, el bien que produjo al hacer lo que hizo. Algún día el vanidoso aprenderá que lo valioso es la obra, sin importar quien la lleve a cabo. El místico se desenvuelve con naturalidad, haciendo del individuo vanidoso el vehículo del bienestar de las personas. El místico tolera los defectos porque sabe que ahora son los que en el futuro se convertirán en virtudes, en virtudes que hoy permanecen adormecidas dentro del vanidoso. El místico se aprovecha del lado negativo del ser humano, pero lo utiliza visualizando que el ser interno lo impulse a realizar la obra del servicio humanitario, aunque salga teñida o disfrazada por la vanidad. —Así las cosas, ¿qué nos queda por hacer?... Pues, en tu hogar, en mi hogar y en el hogar de los que quieran acompañarnos, durante las horas propicias de paz y tranquilidad, nos sentamos cómodamente, nos imaginamos estar ante el altar sagrado de la tierra y sin que nadie ni nada nos perturbe, cerramos los ojos y reproducimos la imagen del personaje relacionado con los poderes de nuestro país, personaje vanidoso como casi la mayoría. Sabemos que la permanencia en el sitial que ocupa depende de lo que haga por el bien según lo prometido, porque de esa manera su vanidad quedará alimentada. Pues, lo que hacemos nosotros es verlo en nuestro interior realizando obras y más obras, lo adulamos con el bienestar de la gente, lo exaltamos con el agradecimiento que la gente manifiesta. Lo llenamos con la ambición de crear proyectos de justicia, lo hacemos el personaje de la equidad en la obra realizada para que él diga, yo lo hice, yo lo hice, si no hubiera sido por mí.... Con nuestra mirada interior sonreímos y agradecemos al dios activo dentro de nosotros que nos haya permitido poner en movimiento lo negativo de la vanidad, con la que logramos exaltar lo positivo de la obra, sabiendo que lo válido es la obra y no la vanidad de quien la hizo. —¡Somos tan pocos! —murmuró desilusionado, Jotanoa—. ¿Qué podemos hacer si nos limita la cantidad?... —¡Si nos limita la cantidad, no nos limita la cualidad!... Además, no sabemos o desconocemos el número de personas que quieren unirse a nuestra práctica de ver dentro del alma viviente lo que se ha de materializar allá afuera, en el escenario terrenal del mundo. 65 Se miraron un tanto esperanzados por la ocurrencia de suponer que mucha gente estaría dispuesta a unirse en silencio y en secreto... —La cualidad —agregó Albanoa— la podemos comparar con el mínimo esfuerzo que hacemos al tocar un botón que ha de activar una bomba de enorme poder destructivo. Si el enorme poder destructivo fuera la cantidad, el mínimo esfuerzo de la presión del dedo sobre el botón sería la cualidad. Entonces, la cualidad de la visualización puede activar, aunque seamos pocos, una energía de enorme beneficio para la humanidad. Jotanoa —dijo, moviendo el dedo índice de su mano, con ademán acusatorio—, la época es propicia para hacer sentir que nadie se salva de la responsabilidad de haber echado a perder el ambiente del planeta. De la culpa no escapa nadie y en especial, los que pudiendo no lo hicieron. No hace mucho, la ciencia acusaba a la religión de ser la causante del atraso y de la ignorancia de millones y millones de seres humanos. Se la acusaba de ser el principal obstáculo del progreso. Hoy, la ciencia debería sentirse acusada por el envenenamiento de la atmósfera, es decir, de la vida misma. ¿Por qué la ciencia?... Porque ha usado y sigue usando los medios científicos de enrarecer el aire, de contaminar las aguas, de acrecentar el progreso a costa de la destrucción de muchos eslabones de la naturaleza. —Sería bueno —interrumpió Jotanoa— que sustentaras, que fortalecieras la razón de lo que dices... —Y lo que digo —contestó Albanoa— lo habré de condimentar con un pensamiento que encontré al comienzo del capítulo de un libro. El autor de ese pensamiento, además de hindú, era anónimo. Decía así: “ Si el hombre equivocado usa los medios correctos, los medios correctos funcionan de manera equivocada” —Por más correcto que sean los medios, siempre habrá equivocación en la intención. ¿Ejemplos?, pues, vamos por ellos! Si el que va arrojar una piedra tiene la intención equivocada, aunque use el medio correcto de arrojarla, hará daño. El medio correcto — continuó— de usar las leyes físicas, funciona de manera equivocada cuando el hombre las utiliza en perjuicio de sus semejantes o del ambiente en que vive. —¿Otro ejemplo? —agregó—. Pues, la estructura del progreso, cimentado en las leyes físicas, ha funcionado de manera equivocada, debido a los intereses desmedidos de los hombres. Los intereses desmedidos hicieron que el hombre equivocado usara correctamente la aplicación de las leyes físicas para que funcionen equivocadamente. Albanoa continuó descubriendo argumentos y razones para justificar los errores cometidos, errores de nadie en particular, pero sí de todos. Reflexionando, reflexionando, fue encontrando variantes del pensamiento original: —Si el hombre externo, usa los medios correctos, los medios correctos funcionaban de manera limitada. Si el hombre interno usa los medios correctos, los medios correctos 66 funcionan de manera acertada. Si la naturaleza sabia usa los medios correctos, los medios correctos funcionan de manera sabia. —La sabiduría de la naturaleza se vuelve aún más sabia de lo que apreciamos cuando nos hacemos el propósito de comprenderla. Es cuando ella nos premia con el asombro y con la humildad de su generosidad. ¡Es tanta su cualidad de dar que toda su mano de obra es gratis! ¡El enorme trabajo de producir y producir, sin horas de descanso, no se paga ni con la solución a los problemas de la pobreza y del hambre, y cómo mínimo le estamos debiendo el equivalente de la pobreza y el hambre, y cómo máximo le estamos debiendo la destrucción de la raza humana para que la naturaleza recupere la salud y se desligue de la esclavitud que padece por nuestra incomparable ambición!... Así como ella no tiene medios rápidos, tampoco ha de tener medios para detener la reacción. Una vez desatada la resistencia de su equilibrio, habrá de ser una larga, casi una interminable hecatombe hasta recuperar la acción de sus leyes sin interferencias. —Los grandes acontecimientos del pasado más remoto permanecen escondidos en los mitos y leyendas sin ningún valor histórico. Cuenta la tradición que la civilización de Atlántida culminó en la violencia de su hundimiento debido a que sus habitantes abusaron de los poderes psíquicos, alteraron las leyes que rigen el ámbito de la energía psíquica. ¿Qué significa esto?... Si tuviéramos que buscar un ejemplo, empezando por el hombre, diríamos que si le alteráramos la energía psíquica de su mente, le ocasionaríamos la locura en grados de tal violencia que culminaría en la destrucción de su vida. Si a la mente de un niño, que no tiene la defensa del razonamiento objetivo, la acosamos con imágenes deformadas, con imágenes tenebrosas de sombras alargadas y con sonidos desafinados como el arrastrar de cadenas y roturas de vidrios, la consecuencia sería la alteración de su salud psíquica. —No es toda la explicación que el tema necesita —reflexionó Albanoa—, por lo que hace falta agregar que todo órgano físico tiene su contraparte psíquica, su contraparte hecha de energía mental, según el concepto de dualidad. Significa que un corazón físico tiene un corazón psíquico, es decir, un corazón hecho de energía mental, que un riñon físico tiene un riñon psíquico, hecho de la misma energía... Si alteráramos la energía mental, alteramos el órgano respectivo. Si alteramos el órgano físico, quedaría intacto el órgano psíquico, pero la parte alterada ha de reclamar alguna intervención del lado de la energía psíquica... Ahora bien, ¿sucede lo mismo con la naturaleza? ¿Tiene la naturaleza su contraparte hecha de una energía equivalente a la de la mente del hombre?... La naturaleza en su totalidad, ¿está organizada en órganos, formando una cadena de órganos equivalente a todas las especies animales y vegetales, incluida la del ser humano?... Si esto que digo lo suponemos aceptable, ¿significa que los atlantes alteraron los eslabones psíquicos de la naturaleza? Cuando quedaron alterados, ¿quiso la naturaleza normalizarlos en la forma violenta como lo hizo?... Podemos afirmar, entonces, que habiendo sido roto el equilibrio por alguna diferencia de tensión en la energía, el movimiento de esta energía arrasó con todo, hundiéndose el continente porque: el atlante equivocado que usó los medios correctos, hizo que los medios correctos funcionaran de manera equivocada. 67 Por un momento se quedaron pensando en lo que les habría sucedido a nuestros antepasados atlantes, pero como estaban viviendo un presente con amenazas similares, Albanoa, con gesto de tristeza y resignación, tuvo que decir: —Hoy nos acercamos a una situación parecida, pero esta vez la diferencia de tensión de la energía manifestada en la tierra será por el avance fabuloso de los medios físicos. Si aquella vez fueron las leyes psíquicas, hoy serán las leyes físicas las encargadas de reaccionar. El desequilibrio generado por la desaparición de especies vegetales y animales y por el empobrecimiento del oxígeno, irá polarizando una tensión física que aumentará hasta poner en movimiento la polaridad opuesta de la energía planetaria, cuyo movimiento será largo, muy extenso porque lo enorme se mueve lento... —¡Somos —dijo después de una corta interrupción— como las hormigas que viven alimentándose de una rama que da sobre un río, sin darse cuenta de que llegará el momento en que por la acción incontenible de su voracidad caerán al río sin alternativa de salvación, pues la rama se irá con ellas!... Las nubes se habían ido, el viento se volvió brisa y el cielo se abrió en azul con el oro del sol entibiando la humedad dejada por la lluvia. Albanoa parecía dispuesto a seguir con otros temas, queriendo agotar el bagaje de su inteligencia. Por momentos se notaba en él cierta urgencia, como si deseara concluir la misión impuesta por él mismo a partir del encuentro con Jotanoa. Antes de continuar, le preguntó a su amigo si le quedaban ganas de soportarlo. Como Jotanoa no puso inconvenientes, empezó a decir: —Cierta vez nos propusimos, unos amigos y yo, comprobar la producción de energía de los pensamientos. Además, queríamos saber si dicha energía se podría acumular y aumentar, y si la cantidad acumulada tendría la cualidad o la virtud de dejarse sentir por los seres humanos que visitaran el lugar del experimento. Los primeros pasos fueron los de elegir el sitio adecuado, el lugar donde haríamos que nuestra mente nos ayudara a crear un ambiente de bienestar. Seleccionamos los pensamientos y las ideas. Para darles vida los vitalizamos con la emoción de vivirlos. Sabíamos que la emoción era el verdadero aliento de vida que hacía falta para convertirlos en energía viviente. Cada uno de nosotros fue sensibilizándose a medida que pasaban los días, y en el sitio elegido nos sentíamos llenar el aire con la energía viviente de lo que pensábamos. Muchas veces hicimos lo mismo. Nos cargábamos de agradables, saludables y optimistas emociones y las descargábamos allí, donde nos acostumbramos a sentirnos bien. La zona que abarca nuestro ámbito de influencia pareció llenarse de cierta presencia invisible, o a nosotros nos pareció que era así por la fuerza sugestiva de nuestro deseo. Para comprobar si era sugestión o no, invitamos a una persona que sabíamos que tenía tendencia al pesimismo. —La llevamos allí y pasamos un buen rato conversando y observando las reacciones del invitado. Todo el tiempo que estuvo con nosotros, esta primera vez, lo pasó sin expresar nada, ni pesimismo ni optimismo. En la próxima invitación nos dio la impresión de amoldarse a cierta comodidad... Siguió yendo con nosotros hasta que se hizo del grupo. Poco a poco fue perdiendo el humor anterior con que lo conocimos, poco a poco fue 68 acercándose a la experiencia de vivir en la alegría del optimismo, pero nosotros queríamos más, queríamos que dijera algo relacionado con el lugar de reunión. Y así fue que cierto día se dio cuenta del cambio en su forma de ser y cuando se dio cuenta intentó sugerir la impresión que le causaba el sitio donde estábamos reunidos. Lo sentía distinto a otros lugares. Se animó a decir que él ya no era el mismo y nos agradeció la amistad con la que se vio beneficiado. Llegó, entonces, la oportunidad de contarle todo lo que hicimos desde el comienzo, le confiamos nuestra intención de invitar a otros candidatos, incorporarlos a nuestro grupo para sumar testigos... ¿Hasta dónde quieren llegar?, nos preguntó. Le respondimos que lo que estábamos haciendo era con el fin de comprobar lo que puede hacer la fuerza invisible del pensamiento. —Llegamos a la conclusión de no estar equivocados cuando iniciamos el experimento. Era, en escala menor, lo que sucede en los lugares sagrados, donde la devoción de los creyentes los convierte en poderosos centros de peregrinación y de milagros. La fuerza emotiva del creyente como la pureza de la devoción, de su fervor, hacen de los sitios de su fe el ámbito de grandes acontecimientos religiosos, donde se hace común comprobar la milagrosa curación de una enfermedad incurable, donde cada promesa es el premio al pedido realizado, donde la oración se hace tan liviana que llega con facilidad a quien será beneficiado o bendecido... A nosotros nos faltó la devoción profunda del creyente. De haberla tenido, hubiéramos logrado manifestaciones de mayor alcance. —La última sorpresa estuvo a cargo de una pareja joven, afectada por el desencuentro de ánimo, y mas que nada por el capricho de no ceder en ideas y opiniones. Era el milenario escenario donde el amor propio quiere mandar para que el reinado del corazón desaparezca. El cariño lo estaban desgastando sin que hubiera rechazo total. —Después que pasaron por las mismas etapas de los demás y cuando alcanzaron similares efectos, la confesión que hicieron nos conmovió hondamente... ¿Qué fue lo que nos dijeron?... Al llegar ellos a la zona donde habitualmente nos reuníamos, dicen que se vieron como si algo intentara hacerles olvidar los errores con que se trataban, sintieron, de repente, odio y asco por el recuerdo de ciertos caprichos, agravados por la terquedad. Cada uno estaba experimentando lo mismo pero ninguno lo decía en voz alta. Cada uno dentro de sí pasaba por lo mismo, hasta que por alguna razón natural lo hablaron entre ellos. Se dijeron casi las mismas cosas y cuando sucedió, recién vinieron a confiar en nosotros, a preguntar, a entusiasmarse y a ofrecerse en lo que fuera necesario... ¡Se creían los descubridores de una maravilla! —¿Qué fue lo que les dije?... Durante el desarrollo de la respuesta fue naciendo poco a poco lo que más tarde se habría de convertir en el relato de amor, el amor vivido con la pareja que es el personaje femenino del libro que te entregué no hace mucho. A partir de ahí se abrió paso en mi interior la interpretación de lo que se ha venido repitiendo desde siempre, me refiero a la idea que dice: ¡Así como es arriba es abajo!... ¿Dónde está el arriba y donde está el abajo en el ser humano?... ¿Hay un arriba fuera de nosotros?... ¿Es la conciencia cósmica el arriba y la tierra con sus habitantes terrenales el abajo?... En primer lugar debemos buscar el arriba dentro de nosotros para saber y darnos cuenta dónde está el abajo. 69 —Cuando nosotros, guiados por la intuición, comenzamos a vivir con la energía viviente de la emoción, para darle vida a las ideas y a los pensamientos, estábamos encontrando el arriba dentro de nosotros y cuando fuimos al lugar elegido, estábamos entregando a la conciencia cósmica del lugar la energía viviente de la emoción, haciendo de ese lugar el medio donde se iban a beneficiar aquellos que estuvieran o llegaran allí... ¡Sí, hay un arriba dentro de cada uno de nosotros y un abajo en todas las manifestaciones de vida en este mundo terrenal! —Te preguntarás por qué nos ha resultado aparentemente fácil saber lo que termino de decirte. Pues, la clave la hallamos en la dualidad. De la dualidad del hombre a la dualidad universal se llega por la más simple deducción, pero donde permanece sin madurar en forma consciente es en el hombre, no obstante ser el hombre la más acabada expresión según la naturaleza lo ha hecho. La emoción y la razón nunca debieron separarse. El corazón y el intelecto jamás debieron enfrentarse en la disputa por el predominio. Si estuviéramos equivocados no existirían los dos hemisferios del cerebro, uno encargado de la razón y el otro de la emoción... ¡Cuántos desencuentros nos hubiéramos ahorrado si a partir de un momento ideal, la razón y la emoción hubieran avanzado unidas!... 70 Capítulo 3 Hacia el Oeste y Segundo Encuentro De todos los momentos vividos hay uno que sobresale por su importancia y es aquel que nos enfrenta con casi la totalidad de nuestro ser, ante quien hay que tomar una decisión, o dejar que la decisión se haga presente por medio de insistentes impulsos intuitivos. Tanto Albanoa como su amigo se hallaban ante una situación parecida. Albanoa sabía lo que estaba sucediendo y obedecía el mandato que le llegaba con claridad, pero Jotanoa se debatía entre sensaciones de abandono y temores de soledad. Sin embargo, detrás de estas sensaciones de abandono y temores de soledad le hablaba la intuición con su humildad de siempre, haciéndole creer que la soledad y el abandono son ilusiones de quienes se dejan influir por lo efímero, de quienes sólo tienen noción de su propio cuerpo. Quizás fue debido a esto que la mente de Jotanoa comenzó a poblarse de imágenes de su valle de Tulum. Lo acompañaban, sin que él lo deseara, como ayudándolo a soportar estas sensaciones desagradables. Aunque lo hacían en pantallazos intermitentes, los paisajes de su valle aparecían para cambiarle el rumbo de los pensamientos y desaparecían cuando de su ánimo se borraban los temores de soledad y abandono. Jotanoa, obedeciendo a un impulso de su naturaleza, dejó para otra ocasión la lectura relacionada con la historia de amor de su amigo. Después de tomar la decisión apareció Albanoa. Llegaba para invitarlo a visitar un sitio diferente. No sería junto al mar sino donde comienza la inmensidad pampeana, ondulada en lomas y hondonadas y salpicada de lagunas. Habían ido allí a pasar las últimas horas del día. Estaban sentados en los umbrales de la tarde, con el sol acercándose al horizonte del oeste, bajo un árbol de enorme ramaje. Era el lugar elegido donde la lejanía se alfombraba de verde hacia el poniente. Estaban allí como si dijéramos que venían a esperar algo importante, invitados por el día que se iba. Jotanoa se había inducido la actitud de quien está dispuesto a recibir lo que su amigo quisiera darle, pedirle o sugerirle. Del ocaso llegaba el aroma de la verde inmensidad, acompañado del silencio que iba y venía en ráfagas de zumbido y calma. Sentados en el pasto, conversaban entretenidos en comentar los dos últimos relatos, advirtiéndole Jotanoa que había dejado para después la historia de amor. El gesto de Albanoa fue de alivio cuando le dijo que había postergado la lectura, pues le hubiera sido difícil explicar algunos pasajes que parecían estar más allá de la presente comprensión humana. Hablando y hablando, comentando y comentando, se fue creando el ambiente previsto por el próximo acontecimiento. 71 —¿Recuerdas —le dijo Albanoa— el día que nos encontramos allí junto al mar cuando, tú sentado y yo de pie, nos miramos pareciendo que nos conocíamos? ¿Recuerdas la impresión que te produjo la aparición repentina de mi persona? ¿Fue negativa o positiva esa impresión?... Me refiero a si fue de temor o de esperanza, o si fue de disgusto o de aceptación... ¿Te acuerdas de los días anteriores, de aquellos días durante los cuales nació la decisión de venir hasta aquí? ¿De qué huías si es que de algo huías? ¿Qué buscabas si es que algo buscabas?... No te estoy pidiendo me contestes, sólo deseo que los interrogantes vayan ordenando los recuerdos, escalonándolos hasta llegar al momento que ahora estamos viviendo. Cuando repasamos los recuerdos que contienen algunos interrogantes, aparecen respuestas que antes no tuvimos. —A lo largo de todo lo que conversamos —continuó después de una corta pausa— es posible que hayas encontrado el motivo por el que huías o la razón de lo que buscabas. Tal vez hayas vislumbrado o presentido dos grandes etapas, una como comienzo y la otra como conquista suprema, como culminación de la mayor aspiración humana, la referida al conocimiento alimentado por la sabiduría y fortalecido por el sueño de tu alma viviente. Toda alma viviente, dejándola que use su sabiduría, puede alcanzar la máxima expresión en quienes se dejan poseer por el bien y se convierten en personas poseídas por el bien, en oposición a las poseídas por el mal, de las que se dice que están poseídas por el demonio y para quienes existe un tratamiento o ritual llamado exorcismo, también la tradición mística reconoce a los poseídos por el bien, para quienes existe un ritual de iniciación que los conduce a la inspiración casi permanente y les facilita el estado místico de la unidad con Dios. Se los suele llamar iluminados. —Me imagino —siguió diciendo— que la intuición habrá hecho ya su parte para que percibas que tienes ante ti el despertar y luego el desarrollo interminable de tu alguien del Alma, quien se hará discípulo de un maestro instalado en el centro de tu alma viviente. Después de gozar mirando los colores atenuados de la tarde, Albanoa fue acercándose al momento clave de los días vividos en amistad con Jotanoa. —La amistad —le dijo— que hemos creado se verá inmortalizada en el futuro cuando tu alguien del alma y tu adoptivo Albanoa se encuentren en el hogar común de la conciencia cósmica. Por ahora se hace necesario seguir las instrucciones que emanan de mi pasado y de tu presente período de vida... Dispongámonos a vivir una especie de iniciación, durante la cual tu ser interno se identificará con un nombre, o sea, así como me has conocido con el nombre de Albanoa, también conocerás a tu ser interno con un nombre que él te dirá. En lo sucesivo, él será quien me reemplace. Al sol le quedaba poco espacio para llegar al horizonte, de modo tal que la luz dorada le daba de lleno en el rostro de Jotanoa. —Cuando allá en el futuro —continuó Albanoa— recuerdes lo que hemos vivido y decidas escribirlo, tal vez te resulte fácil aceptar la idea que voy a sugerirte, la de intentar con los lectores de tus libros ingresar al imperio invisible del alma, del que ahora formarás parte. Diles con el argumento de nuestras experiencias que podrán tener reuniones en el plano cósmico, que usando la visualización podrán influir en la conducta de los hombres 72 que manejan los poderes de la humanidad. Desde la intimidad de sus hogares y sin que nadie lo sepa, tú y ellos tendrán la ocasión de orientar hacia el bien común todas las actividades de los hombres. Albanoa se puso de pie. Con disimulo fue ubicándose de espaldas al sol, permitiendo que la sombra de su cuerpo diera en Jotanoa, mientras él se quedaba delante de la redondez anaranjada de la luz solar. Visto desde la posición en que se hallaba Jotanoa, parecía que Albanoa se esfumaba en la luz. Al ver que su amigo lo miraba como si en realidad estuviera dejándose llevar por el sol, la voz de su alma viviente dejó en los oídos de Jotanoa el último mensaje, dicho con voces de liviana y simple poesía: Que no se duerma, que no se aleje la voz de tu alma, que no se quede donde parece morir de pena si no la escuchas. Pídele siempre la luz de un sueño cuando el camino te desoriente. Pídele vida de aurora y verbo cuando en penumbras te apague el cuerpo, cuando la frágil queja del tiempo busque recuerdos donde quedarse... Que no se aleje la voz de tu alma cuando enjaulado por la nostalgia poco te importe si habrá esperanza después de ahora. Que no se encierre cuando el espejo de la indolencia te ofrece ideas de no hacer nada. Que no se quede cuando tus pasos van de regreso al refugio amado de la tristeza Que no te deje sin su mirada cuando tus ojos sufren vencidos por la distancia. Que no se duerma, que no se aleje la voz de tu alma, que ahora, mañana y siempre guíe tus pasos hacia el imperio de su belleza. A todo esto, Jotanoa, sin saber dónde estaba, sintiendo que avanzaba hacia algo, que se movía hacia el resplandor lejano y que de ese resplandor lejano emergía una silueta, creyó en un primer momento que era Albanoa el que regresaba, pero cuando estuvo cerca y vio que tenía algunos rasgos suyos, comprendió que se hallaba frente a una iniciación en el 73 escenario de su propia conciencia cósmica... Entre brumas de luz, aquella silueta psíquica, haciéndose visible por un instante y luego desapareciendo, como si parpadeara su luminosidad, le dijo a Jotanoa, o a Jotanoa le pareció que le decía: —¡Vengo de tu alma y la mía!... ¡Vengo de donde nacen nuestras dos entidades vivientes! Vengo y me parece venir de mí mismo... vengo de donde no hay “dondes”, vengo de un sitio donde no hay “sitios”... ¡Vengo de ti, vengo de mí mismo, vengo al mismo tiempo de todas partes y de ninguna parte”... Vengo de la luz y de todo aquello que ilumina la luz... ¡Vengo de dios, del dios de tu existencia y de la mía... del dios que cada ser humano lleva dentro de sí!... Vengo de una sensación divina que emite expresiones de sabiduría, que emite la energía organizada por nuestras ideas, por nuestros pensamientos... que emite lo inefable y lo inexplicable. Es allí donde he sentido que soy el hijo del alma, que soy según dos palabras que en el oriente tienen varios significados... ¡Soy Eben Alb!... decir Eben Alb y decir hijo de la esencia es lo mismo... Decir Eben Alb es casi lo mismo que decir hijo del corazón o hijo del espíritu... El silencio que sobrevino por un largo rato le hizo ver a Jotanoa el suave y lento desmoronamiento de tantas tradiciones, sostenidas a fuerza de ignorancia y de supersticiones. El deslizamiento hacia las cenizas de lo que artificialmente se mantenía, dio paso a otro panorama con un horizonte infinito, de donde asomaba el rostro de un hombre, de un hombre nuevo que asumía la responsabilidad de todas las culpas porque las había comprendido, y también porque había comprendido que los delitos y las injusticias fueron provocados por la voluntad exterior, sin que interviniera la voluntad interior de la bondad. El suave estremecimiento de una onda cósmica acarició el ánimo de Jotanoa cuando surgió en su mente la ley o principio fundamental de la historia del hombre. A partir de semejante ley no quedaba nada que tuviera la justificación de un dios universal. Con esta idea, todo lo sucedido a la humanidad aparecía bajo la exclusiva responsabilidad del hombre y no de un dios celestial ni de un demonio terrenal. El dios celestial y el demonio terrenal, según esta revelación, quedaban instalados en el cielo interior y en el infierno interior del hombre. Sin mucho esfuerzo, todo, absolutamente todo, se reducía a fomentar la evolución del cielo interior para que haya cielo en la tierra o seguir alimentando al infierno interior para que siga habiendo infierno en la tierra... Así fue como nació en Jotanoa la razón de adherirse al hombre nuevo, decidiendo sustentar la educación del cielo interior del hombre para que haya cielo en la tierra. Cuando Jotanoa abrió los ojos vio allá lejos, empequeñecido por la distancia a Albanoa que se esfumaba en la luz del sol poniente, tal vez, para vivir un nuevo amanecer en otro lugar del mundo. La inminente despedida y luego el alejamiento de aquella criatura extraña, le provocaba la emoción de una ternura desvalida, abandonada. Jotanoa, sintiéndose separado definitivamente de aquel amigo que llegara como llegó para señalarle la misión de conocerse a sí mismo y la de conocer a su semejante, en fin, teniendo acumulada tanta alegría vivida y ahora esta suave soledad, hicieron que las lágrimas desahogaran su corazón de joven agradecido. Adormecido por la tristeza de aquel que terminaba de irse y somnoliento por el hogar que le prometía su nuevo amigo, Eben Alb, inclinó lentamente la cabeza, sumiéndose en el 74 semisueño del relajamiento, pareciéndole que se colocaba en la frontera de dos mundos, de dos hemisferios. Hacia un lado, el mundo de la materia indómita, con la que estaba obligado a convivir y a dominarla con la sabiduría del conocimiento, haciéndola sustancia de sus ideales. Hacia el otro lado, el imperio invisible de Eben Alb... Y se durmió sin saber cuándo... Al despertar, era de noche. Acariciado por la sombra azul de la noche, se alejó de aquel lugar, rumbo al futuro, donde lo esperaba su querido Valle de Tulum. Valle de Tulum 21-abril-1992 75 Índice Prólogo.................................................................................................................................... 2 Capítulo 1 ............................................................................................................................... 4 Señales de Orientación ........................................................................................................ 4 Capítulo 2 ............................................................................................................................. 10 Primer Encuentro .............................................................................................................. 10 Del Libro de Albanoa: .......................................................................................................... 57 Crónica del Amor Desaparecido ....................................................................................... 57 Del Libro de Albanoa: .......................................................................................................... 60 Crónica de la Última Sangre Herida ................................................................................. 60 Capítulo 3 ............................................................................................................................. 71 Hacia el Oeste y Segundo Encuentro ................................................................................ 71 76 Documento convertido al formato PDF para su mayor difusión internacional por “Alejandría Digital” www.alejandriadigital.com EYADEL EN BUSCA DEL IMPERIO INVISIBLE II JORGE AHON 2 A MODO DE ADVERTENCIA A muchos se les hará difícil aceptar lo narrado en las páginas de este libro. Me refiero a la posibilidad de hacer perdurable la unión de quienes se aman. Me refiero además, a que, siguiendo una práctica como la aconsejada en algunos párrafos del libro, se pueda hacer inagotable el amor convivido. Pero hay algo que nunca se tuvo en cuenta y es la reacción de una interioridad estimulada por la comprensión de un universo íntimo, secreto e inviolado, el que, repito, jamás se exploró y al que nunca se ingresó para descubrir que dentro de sí se esconde una armonía, un ritmo, una frecuencia de sintonía, que realice el milagro de la unión durante los distintos estados de ánimo por los que pasa la vida en convivencia. Se debe entender que estoy refiriéndome a los estados de ánimo del compañerismo, de la amistad y del amor, que bien pueden ser alimentados por el despertar de la mencionada armonía interior. Lamento agregar que quienes vivieron la experiencia del fracaso; que quienes se vieron separados por diferencias de influencia exterior, no pueden aceptar lo escrito en este libro...pero, les ruego que recuerden que la causa fundamental de toda separación, de toda desunión, se halla en el mundo de afuera; se encuentra, precisamente, donde se generan las ilusiones del universo objetivo y nunca en la zona íntima donde el alma manifiesta su reinado. El ejemplo de mayor evidencia lo encontramos cuando hacemos la elección de la pareja. Dicha elección se produce casi siempre influenciada por los modelos exteriores, publicitados por quienes usan los tiempos, o mejor dicho, los espacios subliminales del observador para dejar en su interior la imagen que poco a poco se convierte en un modelo para elegir... y se elige según lo venido de afuera, instalado ya en la mente del incauto; se elige lo elaborado por quienes sólo han usado la conveniencia material, la ventaja comercial, o etc, etc... ¿Cuántas veces nos ha sucedido ver en el rostro de una mujer la imagen introducida en nuestra mente por medio del mensaje de una moda, de un perfume, de un artefacto cualquiera? ¿Cuántas veces hemos buscado el ideal femenino de acuerdo con el modelo visto en una pantalla, en una revista, en fin, en donde ese modelo ha sido hecho por la necesidad de vender, de promocionar una marca?... ¡Y así nos va cuando el modelo se desvanece en la ilusión! 3 ¿Será posible, entonces, restablecer la relación con nuestro ser interno para que sea nuestro ser interno el que nos haga elegir o el que nos conduzca a elegir de acuerdo con nuestras necesidades del cuerpo y del alma?... Si así fuera, habrá entonces para las necesidades del cuerpo la unión amorosa del sexo y para las necesidades del alma quedará el alimento de la amistad y del compañerismo, cubriendo de este modo todo el sendero a vivir hasta nuestra transición o muerte. Hecha la advertencia de lo que creía oportuno, dejo en manos del lector el anhelo de un autor que quiso descubrir en las desuniones y en la separación las contrapartes de la unión y de los encuentros duraderos. ¡Que el destino de este libro quede justificado en la aceptación de quienes puedan demostrar lo sugerido en él! EL AUTOR 4 DURANTE EL REGRESO INTRODUCCIÓN Los primeros minutos iniciales del viaje de regreso fueron para Jotanoa momentos de evocación, ya que los pasó evocando los recuerdos de aquellos días vividos junto a Albanoa. Eran los recuerdos frescos, recién desprendidos de la experiencia exterior, los que iban ingresando al nuevo ambiente de lo perdurable. Mientras los evocaba, Jotanoa descubría detalles escondidos y los agregaba para enriquecer el refugio interior de las horas futuras. Pegado casi a la ventanilla del tren, con el paisaje inmenso allá lejos, con el desierto de pampa y distancias esfumadas en horizontes brumosos o en horizontes diluidos en la misma lejanía, Jotanoa era ya el hombre nuevo, llevando en su interior la brújula preciosa que la habría de guiar por el camino elegido hacia la cumbre del pensamiento de la creación. En su alma, Eben Alb parecía el niño recién nacido, asombrado quizás de la bondad de Albanoa que le permitiera vivir en lo que iba a ser su imperio invisible. Se sentía heredero de muchas cosas agradables y desagradables, y sabía que él era la consecuencia de situaciones comprendidas y superadas por Albanoa. Sabía, además, que comenzaba a vivir el presente de Jotanoa y que ambos tenían la memoria completa, puesta al día por Albanoa, para consultarla y recurrir a ella cuando los problemas sean verdaderos enigmas de difícil solución. Pero la característica principal que tuvo el viaje de regreso fue la lectura de la historia de amor que su amigo ausente se la dejara escrita en el libro que ahora comenzaba a leer. En la primer página, el título era una sola palabra: EYADEL. 5 EYADEL CAPÍTULO I Habían pasado algunos meses y aún le quedaba la impresión desagradable de haber conocido a alguien durante el viaje a una provincia vecina. Albanoa había llevado a una mujer desconocida, la había dejado en su domicilio y en agradecimiento al desinterés de su conducta, nada, absolutamente nada en todo sentido... ¿Así se premia el valor o la audacia de ser sincero consigo mismo, sincero hasta dejarse llevar por el impulso humanitario del corazón?... Una desilusión más —se dijo— que sumada a las anteriores hace crecer el instinto de la desconfianza, una desilusión más que fortalece la razón de la incredulidad. Sin embargo y a pesar de todo, el recuerdo de lo sucedido sobrevivía a la desconfianza, alimentando una esperanza que había adquirido el hábito de esperar por esperar. De vez en cuando, una sonrisa, apenas esbozada, le llegaba del fondo de su ser. No podía olvidar el rostro de aquella mujer. La insistencia de su imagen era todo lo que tenía, ya que desconocía su nombre e ignoraba el domicilio en la zona donde él vivía. Además, la casa donde la dejó aquella noche ya no era de su familia porque había sido vendida. Una de tantas noches que uno malgasta resultó de provecho para Albanoa. Ocurrió mientras acompañaba a un amigo, a quien le confió el grado de sensibilidad que estaba sufriendo, aumentada por el malestar de la obsesión. Le contó lo que sucedía con la imagen que se adueñaba de su mente sin evocarla. Le confesó que aquel rostro le llegaba involuntariamente. —Tal vez allá —le dijo su amigo— siente como tú la impotencia de encontrarte. Semejante imposibilidad hace que el recuerdo, tanto en ella como en ti, se presente o aparezca como consecuencia de la ansiedad de querer encontrarse. —Te sugiero una idea —le dijo, después de mirarlo un buen rato sin saber qué decirle—, te sugiero la idea de escribir en forma de cuento lo que te ocurrió esa noche. Haz el relato con los detalles que faciliten el reconocimiento de lo sucedido. Agrega, si quieres, la desilusión, reprochándole su actitud. Cuando lo 6 tengas escrito lo haré publicar en el diario donde trabajo... ¿Qué te parece?... ¡Tal vez ella lo lea y sepa por ese medio dónde encontrarte, si es que tiene la intención de hacerlo!... Le hizo caso a su amigo. Aceptó la idea, presintiendo que por ahí vendría el desenlace. Lo escribió pues, quedando relatado según los párrafos que a continuación podrán leerse: La monotonía de lo cotidiano —así comenzaba lo que fue publicado—, el vacío de las horas que pasan sin dejar nada, la obtención de caprichos que no van más allá del uso material de los objetos y cosas, nos llevan a buscar otros horizontes, a buscar experiencias en aventuras imprevistas, con la esperanza de encontrar el sabor de la vida y el incentivo para vivirla sin el temido aburrimiento. El joven, al que me refiero en este relato, cierto día, por alguna razón desconocida, se dejó llevar por el deseo de caminar hacia cualquier parte... Hacia cualquier parte y con una noche de primavera, caminaba por una vereda desierta, sin darse cuenta de que estaba dirigiéndose a una estación de entrada y salida de trenes. El misterio de la primavera, respirado en el aroma de la vegetación, le llenaba los pulmones. En su corazón latían los rumores de la naturaleza en pleno despertar. Por sentirse en primavera, el joven murmuraba en voz baja lo que tantos seres humanos lo hicieron alguna vez sin temor a la vergüenza: —¡El amor, el amor!... ¡Mujeres y mujeres y ninguna junto a mí para conocerlo!... ¿Qué es el amor?... ¿Es una mentira de los románticos, de los ilusos o es algo escurridizo, difícil de atrapar?... ¿O es el disfraz con que la necesidad nos miente?... Si en cualquier lugar existe, según se oye decir, ¿por qué no puedo estar en el lugar donde existe?... Si es una expresión natural de la vida, ¿por qué no lo vivo siendo yo una expresión de la vida?... Estas eran sus reflexiones. Así pensaba y hablaba consigo mismo mientras atravesaba la calle y se dirigía a la estación. Allí, en la estación, un tren estaba por partir. La máquina, a punto de irse, parecía tomar aliento para una larga carrera. El joven se sentó en uno de los bancos del andén. A poco de estar allí, sonó la campana anunciando la partida, luego se oyó el silbato del guarda y las ruedas del tren patinaron, girando sobre el mismo sitio, para comenzar lentamente su andar de mole gigante, abriendo en las sombras su camino de luz, por el que se alejó poco a poco. El andén se despobló. También, poco a poco, se alejó la bulla de las voces. Ya estaba por reinar el silencio cuando la 7 carrera de unos pasos, desesperados y tardíos pasos, irrumpieron en la reciente calma. Una joven mujer se plantó de golpe en el andén con la angustia en el rostro, mirando hacia donde el tren se perdía de vista. Pareció a punto de desmayarse, afectada por algo sin remedio. Sin más valor que el suficiente para llegar a un banco y sentarse, la joven dejó caer la cabeza entre sus manos y sollozó con delicadas convulsiones. El joven, que estaba viendo la escena, se arrimó impulsado por el instinto involuntario de humanidad. Le rogó perdón por su intromisión y le preguntó lo que le sucedía. La joven le dijo: —¡He perdido el tren y mi madre está muy grave!... Algo vulgar, ¿no es cierto?... Y no tengo en qué llegar a su lado... ¡Oh,! ¿qué puedo hacer?... ¡Y a estas horas!... El joven, sin vacilar, le dijo: —Venga conmigo que la acerco a la próxima estación. ¡Allí podrá tomarlo!... La joven lo miró un momento. Midiéndolo desde la cabeza a los pies, casi en un grito, le contestó: —¡Vamos!... Sin más palabras que las dichas, salieron de la estación a la carrera hasta donde el joven tenía estacionado su automóvil, para luego perseguir a un tren que se alejaba a una velocidad creciente. Cada tanto, el aullido de su sirena anunciaba su alejamiento. Cuando llegaron a la próxima estación, el tren reanudaba la marcha y la joven caía de nuevo en la desesperación. No hizo falta bajar del coche para darse cuenta de la imposibilidad de alcanzarlo. —¡Señorita —le dijo el joven— esta carrera es inútil porque la próxima estación queda muy lejos!... ¡Tome! —agregó y le pasó un revólver. —¿Qué significa esto? —preguntó ella. —¡Por si tiene desconfianza!... Le prometo llevarla hasta su casa si me lo permite. Le dejo el arma para darle confianza. Sé que es una tontera, pero no se me ocurre otro medio de ofrecerle seguridad. La joven, recuperada y comprendiendo el gesto casi inocente, a la vez que le sonreía, dejó el revolver en el asiento, junto a él. —¡No hace falta! —terminó por decirle. —Entonces, me lo permite... —No puedo negarme —atinó a contestarle. —¿A qué distancia queda su casa? —A unos 120 km., más o menos. —Le ruego tranquilidad... y no tema porque sea un desconocido. 8 El joven inmovilizó el rostro con la mirada puesta en el camino, mientras la experiencia de la imprevista aventura comenzaba por alegrarle el alma. La travesía de los 120 km., transcurrió casi en silencio... ¿De qué hablar cuando la preocupación de ella lo impedía? Aunque poco fue lo que hablaron, cada tanto una mirada fugaz se cruzaba con la de ella. Cuando el automóvil se amoldó a la monotonía del viaje, la joven dejó asomar a su rostro un gesto que expresaba el asombro por lo que estaba sucediendo, por lo insólito del encuentro... ¿Quién era este joven?... ¿Qué hacía en la estación, sentado allí, cuando lo natural era que se hubiera ido no bien el tren partiera?... ¿Qué hubiera hecho ella con un problema que lo estaba solucionando este desconocido?... Una leve sonrisa pasó por sus labios, al mismo tiempo que cerraba los ojos para ver mejor lo que se estaba preguntando. Luego de andar el tramo de los kilómetros mencionados, las primeras palabras fueron dichas cuando ella le indicó el camino que debía tomar para dejarla en su domicilio. Llegaron... La joven entró a su casa a la carrera, olvidando bolso y valija en el coche, y olvidando a quien la había traído... Diligentemente, el joven tomó el equipaje y lo colocó junto a la puerta de entrada. Esperó un momento. Nadie salió. Siguió esperando sin saber qué hacer. Se sintió incómodo como si estuviera sobrando en un sitio desconocido. Apareció un hombre. Era el médico. Nadie lo acompañaba. El médico le dio las buenas noches y se alejó... Más incómodo se sintió. Vaciló un momento, pero dejó de vacilar cuando decidió alejarse. Se alejó de allí con la sensación de haberle alcanzado la dosis de ingratitud con que la gente suele repartir con tanta facilidad. En el coche lo esperaba la tristeza y con ella se fue. Con la ilusión herida regresó, rogando comprender a los seres humanos. A las pocas horas se acostumbró al malestar de la ingratitud o dejó que el malestar lo acompañara como una prenda más de su ropa de vestir. Durante algunos días pareció resignarse, creyendo que todo se lo llevaría el olvido. Aunque el desengaño y la ilusión se alternaban en su ánimo, era la ilusión la que se apoderaba de la esperanza y en ella se apoyaba. Presentimientos opuestos pasaban por su mente, sin embargo, como si el futuro insistiera en lo que uno no alcanza a interpretar, empezó a soñar con la buena suerte de encontrarla. Imaginó de mil maneras el instante de acercarse a ella o de venir ella hacia él. Alimentó la esperanza como si fuera una meta que estaba ahí nomás, casi al alcance de la mano, al alcance de su anhelo. Hasta llegó a bautizarla con un nombre de su invención, con un nombre que él relacionaba con la distancia que los separaba. Se decía cada tanto en su interior, para darse ánimo, pensamientos como éste: 9 —¡Si la distancia sueña con la unión, déjate vivir por el sueño de la distancia! Y recordando la mirada de la joven, también se decía: —¡Ojos que miran adentro lo que esperan encontrar afuera! Estaba, en realidad, idealizando a la mujer con quien estuvo sólo unas horas. En algunos momentos de lucidez crítica trataba de ver las cosas de otra manera, aconsejándose que fuera prudente y que dejara la solución en manos del porvenir. Poco duraba la prudencia. Si ganaba alivio, el alivio era momentáneo... Y terminaba dejándose atrapar por el sueño que le acortaba la distancia del encuentro, terminaba entregado a la influencia de aquellos ojos que miraban en su interior lo que anhelaban hallar afuera. Como buen soñador de imposibles tuvo la ocurrencia de relacionar la distancia que los separaba con la mirada de la joven para bautizarla con el nombre de Eyadel. ¡Eyadel, Eyadel!... ¡Qué nombre hermoso para tanto amor lejano! ¡Eyadel, Eyadel!... si estás en el futuro de esta espera, dime dónde empieza tu presencia para encontrarte acercando mi existencia... ¡Pobre joven!... Poco a poco presentía que se acercaba al miedo de preguntarse si estaba enamorándose de un fantasma. De acuerdo con la soledad en que vivía, le parecía que estaba enamorándose de un fantasma, pero según el convencimiento de la espera sólo estaba esperando a quien en cualquier momento habría de llegar. ¡El amor hace poetas a los hombres!... Cuando sienten nacer en su interior algo que nunca sintieron y que los hace ver y vivir de una manera distinta, no les queda otro apoyo ni mejor tónico que la poesía. El joven de nuestro relato se hizo poeta y buscó en la poesía el tiempo de llegar a quien amaba, esperándola... Pero el tiempo de la espera fue sumando semanas y meses... Semanas y meses llegaron y pasaron... Y a los sueños del hombre que soñaba con Eyadel le aparecieron algunas arrugas. Eyadel resplandecía en la imaginación, pero a su lado estaba ausente. 10 El corazón del joven le entregó su amor a la nostalgia. En su mirada asomó la mansedumbre de la resignación. Empezó a creer en el fantasma de Eyadel cuando cada mañana despertaba para decirse: ¡Eyadel, Eyadel Si tu nombre hermoso, hecho de ausencia, no lo habita tu presencia, de nada vale que la vida siga sosteniendo mi existencia... Hasta aquí lo escrito y lo publicado. Después de haberlo hecho lo invadió la duda y después de verlo impreso se arrepintió de haberlo escrito. Lo que iba a vivir sería peor que lo vivido anteriormente. La intensidad de los momentos fueron casi insoportables. Se reprocha que no debió haber hecho lo que hizo, que no valía la pena ahondar tanto en la resistencia emotiva, con el corazón a pleno ritmo empinado en el límite de la espera. Y esto lo comprobaba cuando sonaba el timbre de calle y su respuesta era el sobresalto. Cuando el teléfono sonaba sucedía lo mismo. En realidad, estaba arrepentido. Y así pasaron los días sin saber cómo contarlos. Cada jornada parecía desaparecer en la anterior, sumando horas de espera. El ayer fue llevándose los momentos, dejando en la memoria la sensación de un sólo día interminable. A pocos metros de su casa existe un espacio verde, un pequeño refugio de árboles. Allí estaba sentado, observando el trabajo de amasar el barro que hacía un hornero y asombrado de ver cómo lo llevaba en su pico hasta el hogar que estaba construyendo... ¡Un hornero haciendo su casa!... —¡Hola!... —sintió a sus espaldas una voz femenina. No quiso volver el rostro por miedo no sabía a qué, tal vez a su locura incipiente o quizás, miedo a la nada burlándose de él. —¡Hola!... repitió la voz. Esta vez le llegaba entibiada en un poco de ternura. Se dio vuelta para escuchar que le decía: ¡Eyadel, Eyadel!.. Aquí estoy con mi nombre hermoso acercando mi presencia... Al ponerse de pie y dar unos pasos y al ver que Eyadel daba también unos pasos, sintió que los esperaba el abrazo. Con los ojos cerrados con las mejillas 11 humedecidas por el desahogo, permanecieron abrazados, no sólo abrazados a ellos mismos son a una ternura que buscaba refugio en la caricia del encuentro. Comprendió de golpe lo que era la ternura, diciéndose que era la necesidad del cariño de sentirse refugiado, de sentirse en la protección de la criatura amada. Cuando al abrir los ojos y mirar por sobre los hombros de Eyadel, Albanoa vio a su amigo que se alejaba, habiendo sido él quien la trajera hasta sus brazos. El instante del encuentro ha quedado en la memoria de ambos como algo intocable, inviolable. Hasta hoy lo cuida el hálito de lo sagrado, el hálito del misterio y del secreto de una intimidad sellada. Albanoa suele repetir que nunca como en ese momento sintió el valor inmenso de la palabra ¡hola!, dicha en ocasiones que acerca y une los extremos de cualquier distancia... ¡Pareciera que hablara por todos los silencios!... 12 CAPÍTULO II No sólo la vida con su íntima energía nos hace como somos. La influencia del ambiente nos agrega la costumbre de tradiciones sustentadas en la ignorancia de épocas pasadas. La vida que estamos viviendo nos invita, con el futuro por delante, a seguir avanzando, pero el hábito a permanecer nos quiere detenidos en el pasado, haciendo de la indolencia el cómodo refugio de la inmovilidad. El futuro no está reñido con el pasado, siempre que el presente le facilite aquello que viene llegando del porvenir. Eyadel y Albanoa comprendieron sin mucho esfuerzo que el enemigo de la unión de sus anhelos de vivir estaba escondido entre los pliegues de la naturaleza de cada uno. La herencia de miles de desencuentros tenía en cada uno de ellos la tendencia a manifestarse no bien se presentaban las mismas condiciones que en el pasado le dieron nacimiento. Lo imprevisto de una reacción, lo inoportuno de un gesto, de un pensamiento o de una palabra dicha fuera de lugar; la aparición aislada de una ocurrencia, el capricho de hacer o de conseguir algo que provocara alteración de ánimo, lo fugaz de querer algo agradable para convertirlo luego en algo desagradable, en fin, todo aquello que se expresaba en la manera de ser sin que haya motivo inmediato o evidente, todo lo que afloraba en ellos con la intención de separar en vez de unir, era visto y sentido por ambos como si estuvieran removiendo escombros de hábitos inútiles o de costumbres enfermizas. Se dieron, por lo tanto, a la tarea de enfrentar sus propios defectos, sus íntimos errores para encontrar luego la manera de conbatirlos, ya que la mejor forma de conocer el error era dejar que se manifestara. A medida que esto sucedía, les pareció estar ascendiendo por la escalera de sus errores y defectos para ver mejor lo que estaba sucediendo en ellos y entre ellos. La sabiduría con que se trataban les permitió comprender que no debían ocultar o reprimir ningún defecto o ningún deseo de índole perjudicial, porque tal actitud provocaba una resistencia y la resistencia creaba una tensión interior que afectaba la relación y les dañaba el ánimo de convivir. Al principio se vieron en la dificultad de hallar el método o la manera de ir haciendo de los errores y defectos aquellas cualidades que necesitaban para sentirse cada vez más unidos. Se miraban como dos cofres cerrados, en cuyos interiores estaba lo que buscaban. Allí dentro de cada uno los esperaba la sorpresa. Presentían que aquello que se buscaba era porque podían encontrarlo. 13 Era la lógica de la esperanza. No se busca lo que no se ha de encontrar, lo decían con más certeza que desconfianza. Un buen día, siempre hay un buen día, mientras miraban por un ventanal el lejano paisaje que empezaba a cambiar hacia la próxima primavera, Eyadel le preguntó: —Albanoa, ¿estás conociendo el amor, ese amor con que soñabas cuando caminabas rumbo a la estación? —Aún no lo sé —fue la respuesta. Luego agregó—: Lo que sí sé es que ambos seremos el medio, ambos seremos la emoción que nos acerque cada vez más para llegar a conocerlo... ¿Será difícil?... ¿Será fácil?... Tampoco lo sé. Si hemos de seguir buscando lo que nos une es seguro que llegaremos. Por algo somos dos opuestos que se atraen, las dos esencias que se buscan. Si gozamos alimentando la unión, lo demás no tiene importancia. La mirada de Eyadel buscaba en los ojos de Albanoa la certidumbre de lo que decía, como si quisiera palpar el convencimiento que emanaba de las palabras de su amigo. —¡Tantas veces se ha dicho —recordó Eyadel— que únicamente servimos para ser del hombre su pareja, sin que jamás se nos permita complementarnos como amiga además de ser su amante!... Siempre fuimos el adorno necesario en la práctica de la caricia sexual. Si alguna pareja se hizo legendaria por su relación indestructible, por el cariño permanente que los unía, eso fue el caso de excepción... —Pues nosotros —le dijo Albanoa sonriendo— haremos de la amistad el sabor de un condimento que ocupará los espacios entre los actos de intimidad sexual. Seremos amigos antes y después de ser amantes, seremos compañeros antes y después de gozar la unión de ser amantes... ¿No te parece mejor sentirnos amigos y agregar la amistad al momento necesario del encuentro sexual?... Dime, Eyadel, ¿te sentirías a gusto siendo amiga según la intimidad de la amistad y amante según la intimidad de la relación sexual?... El rubor que asomó en las mejillas le pareció a Albanoa el guiño que promete ternura. Eyadel, desviándose del tema para volver al mismo, le confesó: —Te preocupa el vacío o los vacíos que van debilitando el interés, llegando a lo peor cuando no se sabe con qué llenarlos. El cariño que uno siente le tiene miedo a esos vacíos, le tiene miedo a esa agonía desabrida del paulatino desinterés... —¿Sabrías con qué llenarlos? —le preguntó Albanoa después de sentir la fea sensación del paulatino desinterés. 14 —¡Con las cosas agradables que encuentre o descubra en ti... No es un piropo obligado para quedar bien. Como lo siento te lo digo... Ya me has enseñado lo que tengo que hacer cuando la vida diaria me vaya dejando cosas agradables, cosas que vengan a tonificar el ánimo. Ya me has dicho lo que debo hacer para incorporarlas a mi mundo interno, donde llenarán los vacíos dejados por algún desengaño o por la monotonía de hacer siempre lo mismo... Lo que descubra en ti de agradable lo viviré dentro de mí, lo haré parte de mi esencia... Eso hará lo que tiene que hacer cuando deba ocupar los espacios de ser parte de tus espacios interiores. —Lo que dices —dijo él— tiene tanto de la primer lección aprendida por el discípulo del escurridizo amor, tiene tanto que me hace bien sentirte hablar así... —¿Lo crees? —dijo Eyadel para luego agregar como si recordara que le debía una respuesta: —Ah, por supuesto que me agrada la idea de cultivar la amistad!... Para colaborar te diré algo más. Te diré que cuando el hastío, el aburrimiento quiera agotar o desgastar a nuestro querido amor escurridizo, lo recuperaremos y lo renovaremos con el buen uso de la amistad... Un buen rato se miraron, se miraron sin ninguna distancia entre los dos, como si nada ni nadie, ni siquiera lo imposible, vendría a separarlos. Con la mirada se ensayaban unidos para siempre. ¡Unidos para siempre!... Parecía el primer verso de una poesía, el primer renglón de un poema de vida... Albanoa cerró los ojos y se fue acercando en su interior a la ilusión de ser dueño de una felicidad hecha de soluciones, de soluciones logradas con el arte de la sabiduría. Presentía que los problemas contienen las soluciones en la esencia misma que los manifiesta, en aquella esencia que los pone en evidencia, haciéndolos visibles. La intuición le hacía sentir que la esencia es la base común, el trasfondo universal de los millares y millares de fenómenos que apreciamos con nuestros sentidos, que percibimos con la razón, y que son sufridos y gozados por nosotros. Un pequeño cambio en la ubicación de las partículas de ese trasfondo universal y la expresión se hace perjudicial o beneficiosa. Un cambio de lugar de las partículas de ese trasfondo universal y la expresión se hace perjudicial o beneficiosa. Un cambio de lugar de las partículas crea una polaridad que determina una manifestación dañina o saludable... Lo relativo de la manifestación depende, entonces , de la esencia polarizada, ya sea negativa o positiva. —¿Se podrán polarizar los pensamientos? —preguntó, reflexionando Albanoa—. ¿Se podrá ser dueño de algo según la clase de pensamiento con que 15 lo elaboramos?... ¿Podré ser dueño de un beneficio si este beneficio nace como producto de un pensamiento polarizado positivamente?... Eyadel nada dijo. Permaneció callada, esperando el resultado de lo que su amigo estaba diciendo. Por momentos, ella se sentía hecha de una arcilla delicada, de una arcilla en manos de un escultor de ideas... —¿Cómo saberlo? —continuó Albanoa—. Pues, al parecer, en nosotros mismos se halla escondida la respuesta. En la esencia de nuestra naturaleza, en el ritmo interior con que la vida nos mantiene vivos, allí ha de estar, allí se han de crear las condiciones que luego nos afectan para hacernos bien o hacernos daño... ¡Tanto se ha explorado allá afuera que hemos descuidado la exploración interior!... Todo ritmo interior, llamémoslo también, armonía interior, es una nota de la sinfonía universal. Introducirnos en nuestro ritmo interior nos puede hacer participar de todos los ritmos de la creación. Viajar por el ámbito de nuestra armonía interior es como andar por el verdadero ámbito universal, donde nada es exclusivo de nadie y donde todo es de todos... Al quedarse por un instante callado Albanoa, se oyó venir de la calma del paisaje el canto de un pájaro, desvaneciéndose luego entre las ramas de los árboles. El sol doraba los rincones de un jardín en paz con la tarde. El zumbido de una abeja indicaba la búsqueda afanosa, la interrupción del zumbido indicaba el hallazgo del polen. A intervalos se oía el canto del pájaro y el zumbido de la abeja. —Eyadel —siguió diciendo Albanoa— cuando esa armonía interior con que fue creada nuestra naturaleza llega al exterior, saturando la superficie de la piel, se le hace fácil expresar lo que llamamos amor, amistad o compañerismo, o sea que en la región etérea de nuestro ritmo interior o de nuestra armonía interior se nos permite asegurar la felicidad del amor, de la amistad y del compañerismo. —¿Me quieres decir —preguntó Eyadel— que podemos amarnos sin nuestra intervención física, uniendo nuestras siluetas llenas de alma?... Te diré algo por si te parece buena la ocurrencia: ¿Es como pasar de la flor al perfume, del cuerpo al alma y como almas unidas en amor decretar nuestra felicidad durante la vida terrenal?... ¡Sería maravilloso!.. —No tan fácil como lo dices, aunque sería la culminación... En primer lugar nada te puedo asegurar. Nuestra unión, Eyadel, es una aventura y como en toda aventura desconocemos el final. Sólo podemos tantear el rumbo para no perdernos. Lo que vayamos hacer está basado en un pensamiento de significado oculto, de interpretación caprichosa, según el gusto o el interés de quien lo use. Según nuestro interés ensayaremos su aplicación a nuestra vida. El milenario pensamiento dice así: “Así como es arriba, es abajo”... El “arriba” como idea 16 general se refiere al reino inmaterial, donde la imaginación puede realizar la obra o llevar a cabo el trabajo de visualizar, usando la energía de la luz, que es el combustible producido por el pensamiento. No será difícil, entonces, entibiar con el pensamiento el cariño de vernos unidos, amándonos en el “arriba” de la consciencia del alma, para saber si es posible asegurar nuestro amor y nuestra amistad en el “arriba” de la consciencia del alma, para saber si es posible asegurar nuestro amor y nuestra amistad en el “abajo” de la región física, en el “abajo” de nuestra unión corporal. En los ojos de Eyadel asomó el gesto de una mirada que parecía tener el sueño realizado de Albanoa, pero de sus labios nacieron palabras de temor: —¡Cuanta fuerza de amor pondría en lo que dices! Lo que pueda hacer, lo haré, pero ¿cuánto de mí necesitas para obtener lo que quieres? —Lo que necesito de ti es lo que necesito de mí, y lo que eso significa es empezar, empezar como si fuéramos niños que recién comienzan a aprender... y lo que tenemos que aprender es amar todo lo que nos rodea, porque en lo que nos rodea está el “abajo” de un “arriba” expresado sin interferencias, o sea, está lo exterior creado por su armonía interior. —¡Cuando sientas —continuó diciendo— el roce de la brisa en tu piel, ámala, ámala transfiriendo esa emoción a mi persona, que yo haré lo mismo, enviándote la emoción que me haga sentir aquello que tengo a mi alcance. Cuando llegue a tus manos cualquier objeto, considéralo con simpatía o busca en él algún aspecto que despierte en ti la simpatía y has lo mismo, pensando en mí con la misma simpatía. Si de pronto te quedas con la mirada fija en aquel árbol o en aquella montaña, míralos con amor y comparte mentalmente conmigo esa emoción. Si el canto de un pájaro o el ruido del agua cayendo en lluvia o pasando por la acequia llega a tus oídos escúchalos con amor... Tengamos siempre la precaución de trasmitirnos aquellas emociones que sean de tolerancia, de simpatía y de amor, y evitemos que lo repulsivo del mundo exterior nos contamine... Si por alguna razón desconocida recuerdas algo desagradable que le repugna a tu sensibilidad, lo mejor que puedes hacer es amortiguar su efecto poco a poco hasta que sientas la limpieza o la depuración de la comprensión... ¿Qué cómo puedes hacer para que la comprensión te sirva de limpieza? Pues imaginándote que el agua lo hace, llevándose la suciedad de la repugnancia o imaginando que una flor de tu jardín o del campo purifica con su belleza la fealdad de lo desagradable. Albanoa, luego de algunos segundos de silencio, siguió diciendo: —Ahora bien, con esto que acabo de decirte, ¿habremos encontrado el método de asegurar nuestra relación de amistad y de amor?... ¡Ser amigos en la amistad y ser amantes en el amor, nos parece que tiene un sentido distinto!.. 17 Lo distinto nos dice que seamos amigos en el “arriba”, que seamos amigos en la relación de nuestras siluetas llenas de alma, para que nuestra amistad aquí “abajo” sea digna de ser vivida. Seamos amantes en el “arriba”, seamos amantes en la relación de nuestras siluetas llenas de alma, para que nuestro amor aquí “abajo” sea digno de ser vivido. En el rostro de Eyadel apareció el amanecer de una lágrima, amaneciendo en su mirada el amor, la simpatía y el cariño por todas las cosas. Albanoa comprendió lo que estaba sucediendo en el corazón de Eyadel. Aprovechando la ocasión le dijo algo que iba a ser, en lo sucesivo, el premio a los momentos que vivieran como lo querían hacer: ¡Eyadel, Eyadel, cuando el abrigo de la noche nos cobije, el amor de haber amado lo de afuera será en nosotros el amor de estar amando lo que somos!.. Eyadel, sintiéndose una criatura embelesada, se acercó a Albanoa y le dejó en los labios el mensaje de su piel estremecida. Albanoa, sentándola a su lado, le dijo: —Estamos casi indefensos al abrigo de lo inefable, un poco más y estaremos refugiados en el éxtasis. Ahora mismo podemos llegar a lo inefable, y sumergirnos en el éxtasis para luego quedarnos en el amor de estar amando lo que somos. La penumbra de la tarde había comenzado ya a crear la intimidad de los rincones de la noche. Albanoa, poniendo en su voz el murmullo de tiernas sugerencias le dijo a su amiga: —Haz de cuenta que tú eres una flor, que yo haré de cuenta de ser el perfume de esa flor. Mientras esto vaya sucediendo nos quedaremos en silencio, en calma, permaneciendo en la sensación de ser tu la flor y yo el perfume todo el tiempo que nos parezca necesario. Tanto la flor como el perfume son dos cosas inseparables. Si nos sentimos así de inseparables en el “arriba” de nuestras siluetas llenas de alma, lo mismo sentiremos en el “abajo” de nuestros contornos llenos de materia. El instante de silencio transcurrido pareció estar lleno de la presencia de la flor y su perfume. Entre ambos pareció establecerse una corriente de armonía, la que podría descender de su estado imponderable y convertirse en amor, en amistad... y en lo que la voz de Albanoa ya estaba diciendo: 18 —¡Sigue siendo la flor mientras yo me veo hecho el color de esa flor! ¡Tú la flor, yo el color de esa flor! ¡Lo inseparable de la flor y su color sigue siendo lo inseparable en nosotros!... El siguiente intervalo se hizo más profundo, aumentando el silencio con que cada uno se fundía en el otro. En el silencio parecía palparse la tibieza de la unión. Eyadel, en su silueta llena de alma era la flor, Albanoa, en su silueta llena de alma era el color. Ambos en el “arriba” se amaban con la emoción de lo inseparable porque querían que lo inseparable siguiera siendo así, aquí “abajo”. La aventura de ser en el alma para seguir siendo en el cuerpo parecía posible. Albanoa, haciendo que lo posible fuera avanzando, continuó con el próximo paso: —Ahora, yo seré el rocío y tú seguirás siendo la flor. El rocío, gota a gota, se adhiere a tu piel, moja tu piel y la entibia porque el sol nos acompaña... ¡Eyadel, el rocío tiene olor a cielo, el cielo que unido a la tierra anhelamos tener!.. Pasaron varios minutos de silencio durante la calma reinante. La voz de Albanoa se escuchaba cada tanto, dándole ánimo a Eyadel y dándole ánimo a sí mismo, porque no era fácil crear la costumbre de visualizar y visualizarse asumiendo formas de vida que no eran ellos. Aunque fuera difícil alcanzar esta costumbre, siempre quedaba el beneficio de haberlo hecho, ya que el ser interno colaboraba más allá del esfuerzo objetivo de la visualización. Albanoa aconsejaba adquirir el hábito de mirarse a sí mismo y descubrirse poco a poco con los ojos cerrados, recorriendo cada una de las sensaciones profundas que asoman a la superficie de la conciencia objetiva, a la superficie de los cinco sentidos físicos. Además, ponía entusiasmo y calor cuando decía que dentro de cada uno se podía aprender a ver la naturaleza que palpita y vive allá afuera. —Ver la naturaleza —terminó diciendo— eligiendo con los ojos cerrados un árbol ahora, un arroyo después, un amanecer más tarde, una montaña o un pájaro después, sintiéndose uno con el objeto elegido; esa actitud de llegar a ser lo visualizado nos sumerge en la energía universal, nos hacemos de la misma consciencia universal, percibiendo o sintiendo cómo lo universal de la armonía se materializa en los millones y millones de contornos de la creación... Cuando tú, Eyadel, miras en su interior una flor cualquiera, en realidad estás haciendo contacto con la inteligencia que la creara o con la consciencia cósmica que la diseñara, y estás a la vez dejándote amar por su belleza, o si prefieres, estás dejándote absorber por el alma de la flor. Esta sencilla práctica de vernos y sentirnos en el objeto visualizado tiene el poder de fortalecer, de tonificar, de alegrar el ánimo en favor de la dicha, en favor del bienestar y de la paz que 19 hace falta para enfrentar con la solución el problema que se presente. Esta práctica simple, llevada a cabo periódicamente, se convierte en el guardián de toda relación agradable entre los seres humanos. Cuando nosotros, cuando tú y yo nos acostumbremos a contemplar en nuestro interior el amor con que la naturaleza cuida y mejora lo que ella ha creado, tendremos el beneficio de amar con el mismo amor que lo hace la naturaleza universal de la vida... Con el hábito de hacer lo mismo diariamente o cada tanto, tal vez logremos aumentar o al menos, mantener la fuerza de la amistad y, por supuesto, alimentar el cariño de amarnos como seres humanos durante la unión necesaria... Cuando Albanoa dejó de hablar, Eyadel pareció responderle con el gesto femenino de la entrega, disimulada por el pudor. Con voz suave, dulcificada por el acento, le dijo: ¡Albanoa, Albanoa... cuando el abrigo de la noche nos cobije, el amor de haber amado lo de afuera será en nosotros el amor de estar amando lo que somos!... 20 CAPÍTULO III Los días fueron de amistad y las noches fueron lo que el amor quiso que fueran. Habían encontrado el método general de asegurar cierta continuidad en el amor y en la amistad, habían logrado crear el ambiente interno en cada uno para que la relación exterior durante el trato diario fuera tolerante, con buenos momentos de comprensión. Si bien presentían el acierto en el rumbo que habían tomado, aún quedaban ciertos lugares vacíos en la mente, algunas dudas y temores ocultos. De tales zonas desconocidas, los amenazaba lo inexplicable, que sin aviso llegaba y perturbaba el andar de sus vidas. Pues lo inexplicable de algunas amenazas parecía venir del ancestro psíquico, de la herencia psicológica, donde esperaban para interrumpir la paz de la felicidad... O era, quizás, uno de los hemisferios de la dualidad que por natural existencia intervenía sin la intención de alterar. Entonces, la alteración llegaría provocada por la mente ante el miedo de perder lo que habían ganado. Aprendieron, sin embargo, a disminuir las amenazas cuando admitieron que la comprensión interna era el arma fundamental utilizada por la conciencia, o sea que la conciencia, con los argumentos dados para comprender la existencia de aquellas amenazas, preparaba la defensa adecuada, sin permitir el desborde. Mientras mantuvieran la vigilancia, usando la mejor manera de comprender, teniendo en cuenta las causas posibles, las amenazas se diluían en un gesto de tristeza, en una angustia de origen desconocido, o en la ansiedad extraña de procedencia anónima. Ellos aún se consideraban a sí mismos, campos desconocidos, regiones inexploradas, continentes misteriosos, donde prevalecía lo oculto, donde era mayor lo escondido que lo descubierto. Por eso querían descubrirse, querían colonizarse, querían conocer lo impenetrable de sus íntimas naturalezas. No era cuestión de dar la espalda a lo que parecía superior a la capacidad de entender lo que sucede en el alma y en especial, en la memoria del alma, donde el misterio mayor esconde la imagen de la divinidad. —¿Hasta cuándo —se preguntaba Albanoa, hablando con Eyadel— hasta cuándo el miedo ha de ser el hermano inseparable de la ignorancia y de la superstición?... ¡Hacer que Dios naciera en el primer hombre, que se volviera vivo en la comprensión de su pensamiento, fue la más portentosa y sublime aventura del despertar de la inteligencia! ¡Ese primer hombre es nuestro primer 21 gran antepasado, portador de la luz, que en nuestro interior se reproduce cuando iluminamos cada vez con mayor intensidad las regiones del miedo a lo desconocido! A renglón seguido, Albanoa hizo evidente lo que ansiaba con fervor: —¡No importa lo que haya sucedido hasta ahora, lo que sí importa es comenzar con la visión de tener en la luz interior el medio de extender la comprensión, teniendo la seguridad de vivir esa luz y de sentirnos iluminados desde el infinito interior hasta el infinito exterior!... ¿Hemos de nacer de nuevo?... Pues, ¡que así sea!... ¿Cómo haremos para nacer de nuevo?... ¡Ensayaremos la creación con el pensamiento, construyendo con el pensamiento el futuro de nuestro renacer, abriendo con la luz del alma el porvenir de nuestras vidas, asegurando con la devoción del amor el bienestar de todos los mañanas que no esperan para vivir en ellos!... —¡Albanoa! —interrumpió Eyadel— ¡Tu exaltación se vuelve fantasía en vez de imaginación!... ¡No me dejes abandonada, encandilada por la belleza casi imposible de tus sueños!... Albanoa sonrió plácidamente. Aún sonriendo le dijo: —¡Tal vez mi voz estaba en el futuro, o quizás me asomé al mañana para decir de él lo que en un instante vi con la luz de mi sueño interior, o tal vez haya sido nada más que la impaciencia por tanta demora en llegar a lo que debimos llegar hace siglos!... ¡Oh, Eyadel, qué enorme es la visión de la verdad cuando se la contempla desde la oscuridad de un tiempo detenido en el miedo!... Albanoa inclinó la cabeza, quedando así por un largo rato. Eyadel se acercó, le tomó las mejillas con ambas manos, le dejó un beso en la frente y otro en los labios para luego decirle: —¡Es muy bella la existencia de tu alma y muy solitaria la verdad de tu sueño, por eso quiero acompañarte hasta más allá de esta vida! ¡No temas que tu locura de amar me contagie la locura de seguirte!.. Y con lástima en la voz, Eyadel agregó: —¡Pobre vida, que la hacemos tan cargada de incompresiones! Albanoa repitió lo expresado por Eyadel, diciendo algo más: —¡Pobre vida, tan cargada de incompresiones!... Tienes razón. La vida parece andar por una senda paralela a la que sigue el hombre, como si el hombre ya no fuera digno de ella. Si la vida en su esencia tuviera las mismas pasiones destructoras del hombre, hace rato que sólo escombros quedarían. En la íntima consciencia de la vida se oculta lo que el hombre a[un no puede descubrir. Si lo descubriera en el estado actual de su agresividad, lo usaría en contra de sí mismo. El ejemplo está a la vista. Donde el hombre descuida, allí 22 está la vida cuidando. Donde el hombre contamina y destruye, allí está la vida limpiando y construyendo. En resumen lo que la vida hace, el hombre lo deshace. Ni siquiera agrega lo que a ella le saca. El atardecer estaba como todos los días esperando en el jardín a que ellos comenzaran... Hubieron jornadas en que se vieron sorprendidos por sensaciones ajenas al tiempo que estaban viviendo, pareciendo que las horas futuras eran las que venían al encuentro de ellos. Al no saber cómo explicarlo, se conformaron con la idea casi permanente de estar viviendo en unidad con el universo. Se decían que el cariño con que amaban dentro de sí a las criaturas y objetos de la naturaleza era, quizás, la causa de sentirse viviendo en un presente tan amplio que abarcaba lo que estaba más allá del ahora. El universo de plantas y animales, de nubes y cielos, de aves y montañas, desfilaban por la intimidad de cada uno, dejando en ellos la armonía que los acercaba cada vez más a ser uno con la unidad cósmica. Poco a poco se hacía más profundo el viaje hacia la región del alma, desde cuya región se entonaban con el cielo y la montaña, con el campo y los ríos, con las nubes y el viento, con la hierba y el rocío, asumiendo la forma de vida de cada uno, para luego experimentar lo que el universo siente por cada unidad dispersa y lo que cada unidad dispersa siente por el universo. Después de volcar la emoción del amor en todas las criaturas y objetos de la creación, lograban una mejor relación ya sea en la amistad o en el amor... Lo que no pudieron llevar a cabo más o menos bien fue dejar que la conciencia de ellos se hiciera cargo, por ejemplo, de un árbol, con el fin exclusivo de establecer un diálogo y conocer lo que pensaba dicho árbol... Ellos imaginaban que la función de darse cuenta de las cosas pudiera extenderse hasta abarcar el árbol, hacerse cargo de la sensibilidad del árbol y comenzar un intercambio de sensaciones, cuyas sensaciones se traducirían en palabras por medio de algún mecanismo del cerebro humano. Dicho en otras palabras, sería extender el radio de acción de la conciencia, similar a un campo de energía, con la capacidad de interpretar, sentir y darse cuenta de todo lo existente dentro de ese campo, y hacer que la misma consciencia desdoblada en dos puntos se comunique desde esos dos puntos, pudiendo ser el árbol un punto y el otro, el dueño de la conciencia extendida. Ese día comentaron que tal vez haya sido esa la manera de tener el hombre primitivo extendido la conciencia, llegando por ese medio a conocer el lenguaje de las aves, de las flores y de los animales, o sea que el hombre, casi integrado a la unidad de todos los seres de las naturalezas, pudo establecer contacto psíquico o unificar su mente con todo lo que le rodeaba, permitiendo que su conciencia abarcara la de todos los seres. Cuando esto sucedía, quien le hacía 23 decir cosas de las plantas y de los animales era su conciencia, o sea que su conciencia convertía las sensaciones de vida en el lenguaje que, según la tradición, habría existido en los albores del universo. Eyadel fue la que dio en la clave cuando extendiendo su conciencia había abarcado la de un árbol que en el patio de la casa crecía. Albanoa le había dicho que intentara sentirse ese árbol como una práctica más de lo que estaban haciendo, que se viera a sí misma convertida en ese árbol. Mientras trataba de alcanzarlo con el apoyo de la imaginación, imaginando el instante de unirse al tronco y su follaje, Albanoa le dijo que olvidara y esperara, que borrara de su mente el cuadro que había construido y esperara sin pensar en nada. Siguiendo el consejo fue sumiéndose poco a poco en sí misma hasta no saber quien era, hasta perder la identidad. Luego de haber hecho lo sugerido por Albanoa, Eyadel comentó algo que llamó la atención, pues el relato contenía la clave mencionada más arriba: —Sentí un bramido o el ruido de una corriente de aire o de agua. Era algo así como el bramido que de lejos se oye cuando baja una creciente después de la tormenta... ¿Qué habrá sido? —terminó por preguntar. Sin tardanza, Albanoa respondió como si encontrara, de repente y sorprendido, la pieza de un rompecabezas: —¿Sabes lo que ha sido?... Es primavera, Eyadel, y la savia de los árboles se está moviendo, subiendo hacia los nuevos brotes, y tu delicado oído psíquico ha sido quien ha oído eso como si fuera el bramido de una tormenta. El roce de la savia que sube ha sido interpretado por tu consciencia de esa manera... De ahí a lo que comentábamos recién sólo hace falta mejorar la interpretación para que sea exacta o lo más aproximada posible a la realidad. Si tu conciencia extendida fue capaz de hacer eso, sólo falto que hubieras sido tú la que diera la respuesta, en vez de haber sido yo. Así habrías completado el ciclo, sin que nadie más que tú intervenga en todo el proceso. La explicación causada por lo ocurrido hizo que dejaran de hablar, permaneciendo callados por un buen momento. En silencio fueron pasando los minutos, durante los cuales desfilaron por sus mentes lo que hasta ahora estuvieron haciendo, apreciando cada vez más la práctica adoptada, la de buscar dentro de uno el camino hacia el exterior, la de buscar en el alma la unión con lo de afuera, que se muestra distinto en la superficie a nosotros... Era primavera y con cada primavera habría de volver a la mente de los dos los mismos recuerdos... La estación de trenes, el tren que se iba, la desesperación de la joven, hoy Eyadel, la ayuda del desconocido, hoy Albanoa, el viaje, el relato publicado, el milagro del encuentro y ahora aquí, uno junto al otro. 24 Ahora y desde hacía tiempo estaban unidos, ensayando seguir unidos. De aquella soledad de Albanoa no quedaba nada que fuera motivo de ansiedad o de angustia. Lo que estaban viviendo ahora era la época dedicada a la exploración de cualidades que aseguraran la unión. Para Eyadel todo era nuevo, todo era distinto a partir del encuentro. Había nacido de nuevo. Así lo afirmaba. Hasta olvidó el nombre anterior para adoptar el que le puso Albanoa. Eyadel se daba cuenta que su vida interior se estaba enriqueciendo y parecía que dicho enriquecimiento fortalecía, tonificaba la relación exterior. Notaba lo que antes no tenía, sintiendo cariño por lo que ahora poseía. No sólo en lo físico, en lo material, sino en lo esencial, en lo incorpóreo, en lo que hace falta para sostener lo corporal. Además, lo invisible, habitando y moviéndose en las sensaciones, en las emociones y en las corazonadas, adquiría significado, motivo y propósito, y esto era lo más importante, ya que saber el motivo para ver el propósito era lo mismo que conocer el comienzo para encauzar la vida hacia la misión de vivir. Los pensamientos de Eyadel terminaron en una pregunta cuando dijo: —¿Puede ocurrir que una persona se sienta acompañada sin que nadie la acompañe? ¿Puede suceder que de pronto y casi sorprendida, una se dé cuenta de que no está sola aunque nadie esté a su lado? —En tu pregunta —comenzó a decir Albanoa— está el mayor de los interrogantes y la mejor de las respuestas... No sólo en la vida individual y en la vida en pareja sucede, sino en todos los ambientes donde el hombre parece ya no vivir de sí mismo. Se lo presiente sólo por dentro, que es lo más grave, y solo por fuera porque quienes lo acompañan también están solos por dentro. —El vacío interior —siguió diciendo— representante universal de la depresión y del desgano de hacer y de vivir, es la anemia espiritual por falta de alimento psíquico, es la tuberculosis del alma por falta de amistad o compañerismo con el ser interno o por la ausencia de comunicación con la íntima divinidad del ser humano... En realidad, todo nace del más trágico error de nuestra cultura, basada exclusivamente en el crecimiento exterior, cuando todo lo que tiene vida crece desde adentro. Si crecemos de adentro hacia afuera, ¿por qué nos enseñan a crecer de afuera hacia adentro?... Eyadel, haciendo ademanes para que parara, para que no fuera tan rápido en su desborde explicativo, lo interrumpió para decirle. —¡Espera, espera un momento, que hay una brecha en lo que estás diciendo! ¡La transformación de los alimentos y el reordenamiento de la información en el uso de la inteligencia pueden significar el crecimiento de adentro hacia afuera!... 25 —¡Gracias, Eyadel! —exclamó Albanoa—. Has dicho lo justo para dividir en dos partes lo que estaba diciendo. ¡Gracias por señalar lo que necesito!... Sí, es verdad que los alimentos transformados en energía cumplen la misión del crecimiento, físico. Lo que entra por la boca es orgánico y, trasmutado, va a lo orgánico. Si hacemos más profunda la diferencia, entonces, tenemos que decir que lo efímero del alimento, que lo transitorio de la alimentación se trasmuta en lo efímero y en lo transitorio del crecimiento y del mantenimiento de los órganos físicos, de los órganos hechos de materia... Pero, he aquí lo importante, ya que también queremos alimentar con lo efímero a una entidad espiritual que necesita alimentos perdurables. Cuando nuestra ambición, nuestro deseo o nuestro capricho, quiere un objeto de uso material, estamos alimentando transitoriamente a quien se alimenta de lo eterno, y cuando el objeto de uso material ha perdido el interés por desgaste, por rotura o porque ya no interesa, en nuestro interior queda un vacío que hay que llenar con otro deseo efímero, y ese otro deseo efímero vuelve a crear otro vacío que hay que llenar otra vez, así una y otra vez, hasta que nada de lo efímero sea capaz de alimentar por mucho tiempo a nuestro ser interno. El tramo final de la reflexión nos lleva a decir lo siguiente: ¡Si el hombre se siente mal porque no logra vivir acompañado en su interior, la sociedad se siente igual! ¡El vacío del ser humano avanza sobre el vacío de la sociedad! Luego de una pausa y sabiendo Albanoa que no estaba todo resuelto con lo que había dicho, intentó buscar más elementos de apoyo de su teoría, teoría que ellos la venían demostrando con lo que hacían para crear los lazos auténticos de la unión. —Te preguntarás cómo hacer..., pues no nos queda otra que abrir una entrada hacia nuestro interior para saber lo que somos. Una vez instalados allí dentro, nos sentiremos más cerca de algo divino que nos hace decir que ahí tendremos un observatorio, o quizás sea mejor decir, un laboratorio para medir, pesar, valorar y clasificar la naturaleza de lo efímero y la naturaleza de lo eterno, de lo inmortal. Por esa entrada hecha con la devoción del creyente, nos visitarán los habitantes de la armonía universal. —Cuando tú, Eyadel, con la idea de ser alma viviente, con la idea de ser un contorno de alma, comienzas por ver en tu interior correr el agua de un arroyo, le estás dando entrada al espíritu alegre del agua y a su destino de vida; cuando con el mismo ánimo, reproduces en tu mente el árbol o los árboles mecidos por la brisa y poblados por el canto de los pájaros, le estás dando entrada a la luz de la creación, la que le dio vida a los árboles, a la brisa y a los pájaros... Ahora bien, si en la emoción o en el cariño que estás sintiendo me incluyes a mí, le estarás dando entrada a la razón de seguir juntos. 26 El aire del jardín donde se hallaban se convirtió en algo vivo y acompasado que latía con el mismo ritmo del corazón de Eyadel y su amigo. —Si a cada objeto —siguió diciendo Albanoa— o cosa, si a cada animal o hierba, si a cada piedra o río, si a cada lluvia o gota, si a cada nube o mar, si al verano, al invierno, al otoño y a la primavera, si a cada uno de ese conjunto le pusieras una nota musical y dejaras que esas notas musicales se ordenaran en tu interior, lo que en tu interior quedaría resonando sería una sinfonía universal... y si en ese escenario de la sinfonía universal nos reuniéramos tu y yo, si asistiéramos periódicamente a ese templo universal, tu y yo, allí decretaríamos nuestra unión feliz en el plano terrenal, a pesar de los problemas diarios; allí aseguraríamos el bienestar durante lo temporal de nuestras vidas, a pesar de los inconvenientes cotidianos. —¿Qué más puedo decirte, Eyadel? —dijo por último Albanoa—. Si no es suficiente, por lo menos, durante esta buena aventura nos veremos interesados en saber si es verdad o no, si es posible o no... Por último, nos queda diseñar el destino de nuestra presente encarnación, de manera tal que nos encontremos en la vida futura que nos toque vivir. En otra ocasión te diré lo que haremos para encontrarnos en el porvenir cuando de nuevo elijamos el contorno para llenarlo con nuestra alma... Había oscurecido cuando Albanoa dejó de hablar. La quietud de Eyadel, envuelta en la penumbra de la hora nocturna, era ya el sueño de amar a punto de corporizarse. Albanoa se acercó para sentarse a su lado, arrimándose hasta tocar con sus mejillas las mejillas de Eyadel. Tenían la tibieza única del momento único de amar. Sólo se oyó el suspiro escapado de su belleza interior... Ellos y el día amanecieron sonriendo. Ellos con la sonrisa en los labios y el día con la sonrisa en la luz. El rumor de la alegría en la sangre se manifestaba en la inquietud de reír y moverse y en las ganas incontenibles de gritar por el gusto de gritar. La jornada prometía lo mejor si se alejaban de la ciudad, ya que de vez en cuando habían convenido visitar aquellos lugares a donde el hombre no llegaba o llegaba pocas veces. Además de gozar de la paz de la naturaleza, querían sentirla invadiendo todos los rincones del cuerpo. Cuando llegaron al sitio elegido, nada perturbaba la calma reinante. La brisa, el sol, los árboles, el pasto aún mojado por el rocío, se habían unido en el paisaje para que viera la belleza de semejante unión. Después de correr, saltar y mojarse; después de reír, cantar y gritar; después de sentir que todo lo que hicieron los había saturado, terminaron sentados bajo un árbol, cerca de un arroyo, de donde les llegaba el rumor viajero del agua. Tendidos cara al cielo sobre el pasto recién brotado, mirando 27 el vuelo circular de las aves en el cielo, sintiendo el zumbido del aire, atareado en llevar el mensaje del polen de planta en planta, tendidos como estaban parecían descansar en el cómodo placer de sentirse bien, sin ninguna borrasca en el horizonte del sueño que venían viviendo. De pronto, en forma sorpresiva, como si emergiera de alguna urgencia profunda, Eyadel le pidió a Albanoa: —¡Quiero conocer tu silueta llena de alma! ¡Necesito el amor de tu cuerpo psíquico!... Para decirlo se había sentado bruscamente con las piernas cruzadas a la usanza oriental. Albanoa, sin que le sorprendiera el pedido, vio en los ojos de Eyadel una mirada que le hizo presentir la serenidad de un cielo desconocido, como si estos ojos de Eyadel fueran los ojos que vieron la mansedumbre de una brisa permanente que nunca dejaba de ondular la superficie de las aguas; como si estos ojos de ahora escondieran en su memoria el viaje de muchas aves hacia nidos lejanos. Eyadel tenía otra luz en su mirada, la luz de un paisaje iluminado por una inclinación distinta del sol... Algo más vio en la mirada de aquellos ojos. Vio y sintió el aire acompasado de una respiración que relacionó de inmediato con el ritmo vital de la tierra y de todas las criaturas... Luego se vio inclinado sobre Eyadel, amándola con la fuerza persistente del sol en la semilla, del sol en la flor y del sol en la dulce madurez de la fruta. Albanoa aceptó la invitación, pidiéndole que se viera en el centro de su propia existencia, que se visualizara convertida en silueta llena de alma... Y no dijo más porque era Eyadel la que dejando escapar un suspiro le rogaba: —¡Ven conmigo!... Apenas desvanecido el ruego de Eyadel, se encontraron bajo el mismo árbol pero de transparencia rosada por el baño del sol de la tarde. No lejos de allí, se veían las ondulaciones de un terreno que se esfumaba en una penumbra lejana y mansa. Aún no se habían mirado por el asombro y el entusiasmo que los distraía y por sentirse inmersos en el panorama, en el panorama que los absorbía a la vez que ellos absorbían el paisaje... ¡Así debe ocurrir con...! fue el pensamiento inconcluso que acudió, mientras se daban vuelta para enfrentarse y verse, pero de nuevo la sorpresa los dejó sin aliento... No es fácil describir a dos siluetas llenas de alma que se necesitan y que quieren amarse según las nociones y el hálito del cuerpo terrenal. La sorpresa alcanzó el grado de sorpresa mayor y agradable, tal vez deliciosa y quizás, maravillosa. Comenzaron por mirarse las manos unidas, que ya no eran ni la mano de Eyadel ni la mano de él. Eran una sola mano, cada una penetrada en la otra o por la otra. Si él miraba su propia mano la veía esfumada en la de Eyadel. Si 28 miraba la de ella, aparecía esfumada en la de él. Si él sentía el deseo de acariciar a la de su amiga, la mano de su amiga desaparecía en la de él como si la intención de la caricia fuera capaz de asimilarla hasta quedar completamente absorbida por la de él. Lo mismo sucedía si era Eyadel la que deseaba acariciar, pues la parte de la zona acariciada desaparecía en la mano que acariciaba. Cuando intentaron abrazarse, lo que sintieron y vieron no existe lenguaje para expresarlo... ¡No se vieron unidos como dos cuerpos separados!... ¡Albanoa se veía y se sentía en Eyadel, y Eyadel se veía y se sentía en él! La otra dificultad, debido a la falta de adaptación, era que no podían intercambiar palabras, no podían articular las voces del idioma conocido por ellos. Cuando sintieron la necesidad de oírse hablar, sonrieron con un gesto que les dio la impresión de una sonrisa impersonal, pues sin saber cómo Eyadel comprendió lo que Albanoa estaba pensando... y lo que estaba pensando era que tenían que cambiar las nociones terrenales y adoptar nociones nuevas. Ahora sabían que los ayudaba la cualidad natural de hablar con el pensamiento, sin que tengan que hacerlo con palabras. Otra sorpresa que vino a sumarse a las anteriores fue la siguiente: Al comienzo de esta aventura notaron cierta transparencia en la ropa, aunque seguían viéndola como la ropa que viste, como la ropa que cubre la desnudez... Parece que al mirarse la vestimenta les nació la idea contraria, la de verse sin ella, la de verse desnudos, y sucedió que al verse desnudos, se miraron aturdidos... ¡Se vieron sin sexo o con el sexo esfumado, sin la conocida presencia orgánica!... Tal vez haya sido el pudor ancestral, la castidad de ocultar, la vergüenza de no mostrar, lo que borrara la imagen física del sexo. Ya habían notado el poder de la creación del pensamiento cuando no bien pensaban en algo, este algo aparecía o se presentaba a la vista de quien lo pensara. Es posible, entonces, que el pensamiento, influido por el instinto de la vergüenza, haya prohibido ver lo prohibido por el pudor. En reemplazo de lo esfumado se sintieron compensados cuando al darse cuenta de lo increíble los invadió el cosquilleo de una energía producida por la fusión de las esencias de ambas naturalezas, la masculina de Albanoa y la femenina de Eyadel. No es fácil explicar con claridad todo esto, pero con el esfuerzo de las ideas y con la ayuda de la intuición fueron hilvanando expresiones que sirvieron para dar la respuesta apropiada. En realidad, estaban descubriendo el ámbito incorpóreo de la vida, o quizás la vida les daba el mínimo indispensable para que fueran conociéndose poco a poco. Pasar de sorpresa en sorpresa se hizo casi normal, pues todo parecía estar antes en vez de estar después. Tal vez fuera mejor decir que el futuro se 29 anticipaba al presente, o quizás fuera que el presente se volvía futuro, trastornando los esquemas de la mente, de la mente, de la mente acostumbrada al orden para no desorientarse. Mas no era ni lo uno ni lo otro. Quien se dio cuenta fue Albanoa y se lo transmitió a Eyadel. —El arte de ubicar el futuro antes que el presente en la unidad de la armonía universal, nos puede ayudar a comprender que todo está dentro sin haber un afuera... ¡Los tiempos son de la conciencia! —Sí, está bien —pareció contestarle Eyadel—, pero ¿cómo vivir una experiencia que me ayude a comprender?... —Imagínate —le dijo Albanoa— un círculo en el que la conciencia se halla expandida, donde la cualidad de darse cuenta se encuentra en toda la superficie que abarca el círculo. Ahora imagina que en un punto de ese círculo está el deseo de reír y en el otro punto está la risa. La consciencia se da cuenta del deseo de reír y de la risa. Según nuestra costumbre terrenal, el deseo de reír estaría en el presente y la risa en el futuro, pero aquí, donde estamos ahora, si se me ocurre estar en la risa no sería ningún imposible. Pero vamos a otro ejemplo. Supongamos que hoy decido comprar un libro cuando vaya a la librería. Imaginemos lo mismo que hicimos anteriormente, o sea, en un lado está la decisión y en el otro está la compra del libro. La decisión se halla en el presente y la compra en el futuro... Aquí, donde somos siluetas llenas de alma y donde estamos abarcando con nuestra consciencia la decisión presente y el acto futuro, no sería ninguna novedad estar primero en el futuro y después en el presente, es decir, primero compro el libro y luego decido comprarlo. —¡Eyadel! —murmuró Albanoa— ¿te das cuenta lo que podríamos hacer con nuestra felicidad si aplicamos el método de asegurar el futuro, de vivir la felicidad en el futuro para después comenzar a vivirla en el presente? —¡Así como es arriba, es abajo! —exclamó Eyadel—. ¡El futuro asegurado de nuestra felicidad equivale al “arriba” y el presente de todo lo que tengamos que vivir equivale al “abajo”! —¡Excelente tu deducción y maravillosa la posibilidad! ¡Sólo hace falta vernos en el futuro de nuestra consciencia extendida, haciendo lo que deseamos, para después vivirlo en el presente! Mientras así divagaban, Eyadel se acercó y le acarició la mejilla con un beso. Albanoa pareció desaparecer, desvaneciéndose en la intención de la caricia. La emoción del beso fue para él la nitidez de lo profundo, porque le dejó la sensación única de lo que puede trasmitir una silueta llena de alma a otra silueta llena de alma. 30 —¡La unión cambia la manifestación!... —se dijo Albanoa y sintió lo que debería sentir la luz de un color cuando se une a la luz de otro color para obtener mayor claridad. Cuando Albanoa le devolvió la misma caricia, el destello de un color se hizo en la fusión de ambas siluetas llenas de alma. Un sentimiento de mayor claridad los iluminó. El tiempo de regresar al ambiente terrenal había llegado. Así lo entendieron y cuando lo entendieron ya estaban mirándose con los ojos físicos y viéndose sentados bajo el mismo árbol. La experiencia de haber sido por un momento siluetas llenas de alma o contornos llenos de alma, trajo un montón de reflexiones, obteniendo de ellas una serie de variantes que más tarde aplicaron a la vida diaria. Quien primero hizo uso de lo aprendido fue Albanoa. —Eyadel —le dijo— voy a poner a prueba lo relacionado con el futuro para comprobar si uno es capaz de asegurar el éxito de aquello que se ha de llevar a cabo. Asegurar el éxito puede significar ahorrar tiempo, evitar inconvenientes, alejar obstáculos, hacer lo que uno tiene que hacer en el menor tiempo posible sin esperas inútiles... Después te cuento cómo me ha ido. Durante esa mañana Albanoa salió de casa para hacer una serie de cosas. Luego de realizarlas, regresó con la novedad. —Sí, da resultado —comentó—. Todo ha salido como lo había previsto la noche anterior cuando con los ojos cerrados hice el recorrido mentalmente. Por supuesto que lo hice con el ánimo dispuesto al buen trato, con el optimismo a flor de piel. Me vi haciéndolo sin perjudicar a nadie, más bien prometiendo ayuda y amistad, tolerancia y compañerismo. No se puede pedir un beneficio para hacer trampa, para engañar o para mentir, y con mayor razón cuando el beneficio nos llega gratis, sin costo alguno... —Explícame con mayores detalles —le dijo Eyadel. —¿Recuerdas —comenzó a explicar— recuerdas lo relacionado con el círculo y la consciencia expandida, lo del futuro y el presente? ¿Te acuerdas cómo el futuro podía estar antes que el presente?... Pues lo que hice ahora, en esta ocasión, fue visualizar todo el recorrido que tenía que hacer al día siguiente, o sea me vi a mí mismo haciendo una cosa tras otra, desde que salía de casa y pasaba por cada lugar que tenía previsto, con lo que deseaba comprobar si lo visualizado en casa para hacerlo al día siguiente tenía la ventaja de evitar todos los inconvenientes posibles, de evitar obstáculos y esperas inútiles que suelen aparecer... Siguiendo fielmente el itinerario pude demostrar que lo que hubiera hecho en dos o tres horas lo llevé a cabo en media hora. No está todo dicho. Es necesario hacer lo mismo varias veces, hacerlo según el 31 recorrido visto mentalmente con anterioridad y, también, como todo el mundo lo hace sin prever lo que tiene que hacer. Además, sería bueno también experimentar con distintos estados de ánimo, como cuando se sale a la calle enojado, con ganas de disputar y de criticar con intolerancia. Cuando repitieron lo que habían propuesto, siguiendo el procedimiento anterior, comprobar que el resultado era positivo. Lo que debió ser bien asimilado, bien aceptado fue lo referente a la disposición de ánimo, a la condición interior y a la actitud comprensiva, siempre amistosa. Y lo que resultó de primordial importancia fue la humildad con que tenía que visualizarse aquello que traería los beneficios deseados. —Si el fracaso nos dejara la desilusión —dijo Albanoa— volvamos sobre el proceso y revisemos la actitud con que abordamos la situación o cuando nos dispusimos a construir mentalmente, pues es casi seguro que por alguna travesura del egoísmo se haya frustrado el éxito, o porque el orgullo o la vanidad nos jugaron en contra sin que nos diéramos cuenta. El afán desmedido o la ambición de lograrlo a toda costa son los enemigos y los autores del fracaso. A los pocos días de lo que terminas de narrar, estaba Albanoa derribando una pared inutilizada ya por los años. En la misma había un portalámpara, por supuesto, en el portalámpara una lámpara eléctrica. Era natural que debía sacar ambos artefactos. Albanoa los miraba de vez en cuando y se decía en voz baja y se lo repetía mentalmente: “no vaya a suceder que se rompa”... Se refería a la lámpara, ya que la misma podía romperse si algo de lo que estaba derrumbando cayera sobre ella. Albanoa recuerda bien lo que se decía porque después le fue útil, según veremos. —Voy a sacar el foco, no vaya a suceder que se rompa... —fue lo que se dijo en voz baja y se lo repitió mentalmente. Arrimó un taburete a la pared y se subió para alcanzar y desenroscar la lámpara. La tenía ya casi fuera del portalámpara cuando la vio salírsele de entre los dedos, como si algo ajeno a su mano se la sacara. Allí en el piso quedó hecha pedazos. Se le había caído de una manera que no se explicaba y menos explicación lograba cuando sintió escapársele de la mano sin que él la dejara caer... Unos segundos habían pasado sin saber qué hacer ni qué pensar, pero no tardó más tiempo en darse cuenta de la influencia de la sugestión negativa, que usamos en las expresiones cuando hablamos, sugerimos y pedimos y en ocasiones cuando rogamos, cuando con devoción religiosa pedimos la intermediación divina, intercalando en el ruego el “no me abandones”, “no me dejes a merced de...” “no me castigues”... etc. Lo hacemos sin prevenirnos, sin eliminar la influencia subliminal de la negación, pues bien sabemos o 32 deberíamos saber que el poder subliminal está precisamente en que actúa sin el control de la mente objetiva, de esa mente de la consciencia objetiva que nos permite darnos cuenta de lo que vemos, de lo que oímos... Lo subliminal pasa la barrera de los sentidos físicos porque esa es la habilidad principal de su misión. Albanoa se había dicho “no vaya a suceder”. El “no”, como sugestión subliminal, se antepuso a la prevención y fue más fuerte que la intención de sacar la lámpara sin que se rompiera. A partir de ahí comenzó para Albanoa la búsqueda de tantas expresiones negativas que usamos y que luego altera lo que hacemos, diciendo que fue accidente o descuido, sin averiguar si hubo otra causa. Para comprenderlo mejor y hacer comprender lo que le había sucedido, se ayudó con el uso de signos matemáticos, planteándolo así: —Tengamos presente que todo aquello que uno vaya a realizar, ya sea que lo exprese en palabras o pensándolo, tiene signo positivo y signo negativo. Por ejemplo cuando digo: Voy a comprar algo de comer, no vaya a suceder que más tarde no pueda. En este párrafo hay dos negaciones y una afirmación: +1= voy a comprar algo de comer -1= no vaya a suceder que más tarde -1= no pueda ___________________________ +1-1-1=-1 +1-2=-1 —Prevalece lo negativo. Ahora bien, como desconocemos o mejor dicho, como no aceptamos lo que ocurre en la mente subjetiva en relación con la cantidad de información que la afecta, que la influye y que la sugestiona, nos queda la posibilidad de comprobarlo a medida que vayamos usando palabras y pensamientos que simbolizan lo negativo y palabras y pensamientos que representan lo positivo. Jamás nos detuvimos a considerar esto, y si tenemos en cuenta que la sugestión actúa allí donde se generan los actos involuntarios, y si nos damos cuenta que la mente subjetiva razona de acuerdo con el futuro, o sea siempre hacia adelante, entonces, lo que vaya a realizarse estará influenciado por la expresión que mayor cantidad de signos tenga. Cuando se nos rompe una copa, un plato, un frasco; cuando tropezamos y nos caemos; cuando nos golpeamos la cabeza con la rama, con la puerta o la ventana. ¿Qué cantidad de negaciones teníamos almacenada en la mente, esperando la oportunidad para descargar su artillería de accidentes?... La serie de contratiempos, fracasos e inconvenientes que nos esperan durante el día o la semana ¿tienen su causa en el cúmulo de actitudes negativas, de expresiones negativas, que vamos 33 incorporando por el método subliminal y que buscan los contratiempos, los fracasos y los inconvenientes para descargar la tensión negativa acumulada en la mente? ¿Hicimos algo alguna vez por controlar ambas condiciones?... La persona optimista ¿lo es porque tiene a su favor en la mente un número superior de actitudes positivas?... Si hiciéramos lo posible en vigilar lo negativo o positivo que penetra a nuestro interior, tal vez tengamos la respuesta que nos haría bien obtener. Todo esto lo estuvo elaborando Albanoa, sentado allí, donde había dejado de derribar el muro para quedarse reflexionando y calculando la posibilidad semicierta de semejante ocurrencia. Se dijo que era semicierta por no tener el resultado final de la prueba a su favor. Albanoa, con el apoyo de Eyadel, estaba descubriendo que en su interior aparecían ciertas tendencias, o mejor dicho, ciertas sensaciones que se transformaban en el deseo de hacer algo, de enfrentar algo o de afirmar algo. Con el paso de los días surgía la razón, la adaptación o la lección que tenía que aprender. Si el deseo de hacer algo lo llevaba a un lugar determinado, era porque allí tendría la ocasión de asimilar la comprensión basada en el trato con la gente. Si la sensación tenía relación con la bondad, era seguro que la conocería pronto por medio de la experiencia. Si la sensación despertaba en su interior la idea de caridad, entonces, a los pocos días aparecía la oportunidad de aplicarla. Si la idea de egoísmo fuera lo que en su interior le preocupaba, en especial la idea de egoísmo que despoja, que exagera la ambición de tener, la demostración llegaba cuando menos lo esperaba, cuidándose en lo sucesivo de caer en la exageración de lo que ambicionaba. Era natural que Albanoa se preguntara si esto tendría algún propósito, si lo que hacía, obedeciendo a los impulsos que le venían de su interior, tendría alguna intención, la respuesta le fue llegando poco a poco y aceptada de la misma manera. Tuvo que aceptar que todo era la consecuencia de haber comenzado a creer en el ser interno como si creyera en alguien que lo quería ayudar. Todo era el resultado de acercarse a la divinidad que él la presentía habitando la intimidad de su alma. Entre las sugerencias, ideas y pensamientos que le llegaban sin aviso y repentinamente a ocupar su mente, hubo uno de tal importancia que hizo tambalear el orden tradicional en que suceden los fenómenos... ¿Fue una ley o un principio desconocido que la mente usó por la sugerencia intuitiva de la sabiduría del alma?... No lo sabrá hasta agotar la aventura de conocerse a sí mismo, conocerse desde la posición interna con que una inteligencia universal tiene acceso al mundo externo, lo que significa conocer o aprender a conocer 34 las leyes de la naturaleza desde adentro hacia afuera, aprendiendo a la vez a crecer desde adentro en inteligencia y en capacidad de usarla. Sucedió que Albanoa oyó en su interior algunas palabras que decían: —Causa activa, causa pasiva y efecto... y la impresión de algo que se borraba o desaparecía, relacionado con la palabra efecto. Como ya estaba acostumbrado a sentir en su interior lo que más tarde se explicaba por sí mismo, dejó la ansiedad de lado y continuó con lo que en ese momento estaba haciendo... Y lo que estaba haciendo era trabajar con un taladro de agujerear metales. Después de haber estado trabajando un buen rato y como empezaba a oscurecer, suspendió la tarea y se dirigió a colocar el taladro en un tablero adosado a la pared. Mientras lo acomodaba para que quedara suspendido de unos soportes, la base de metal del taladro se desprendió y fue a caer en la uña del dedo pulgar del pie, que para colmo estaba sin protección del calzado. El dolor intenso y el temor de perder la uña como la incomodidad de soportar el proceso del daño sufrido, lo hicieron reaccionar con insultos y más insultos pero, se acordó de las palabras murmuradas recientemente por su voz interna. Las recordó en el mismo orden con que fueron dichas, o sea, causa activa, causa pasiva y efecto. También, de inmediato, las relacionó con lo que terminaba de sucederle, repitiéndolas como si planteara un problema. Se dijo que la causa activa era la base del taladro, que la causa pasiva era la uña que recibía el golpe y que el efecto iba a ser el moretón o la posible pérdida de la uña. A partir de ahí y sin ofrecer resistencia mental, se dejó guiar, dejándose llevar por el desarrollo del pensamiento. Se le ocurrió, entonces, borrar con la mente el efecto y ver con la mente cómo sacaba el pie para que la base del taladro cayera al lado del mismo. La ocurrencia no lo dejó razonar pero fue entreteniéndose en lo que encontraba la misión o el propósito de aquellas palabras. Repasó todo el proceso para fijarlo como recuerdo y como referencia aunque no lo comprendiera. De nuevo y con los ojos cerrados reprodujo en la mente el dedo como causa pasiva, el moretón o la pérdida de la uña como el efecto. Cambiando la posición del pie como causa pasiva, vio con la imaginación la causa activa en la caída de la base junto al pie. Más calmado aún, acarició la idea de la consciencia expandida dentro del círculo y se alegró de estar descubriendo el poder de la consciencia, el poder que actúa según la profundidad o la intensidad con que hace uno intervenir a la consciencia en las etapas de causa activa, causa pasiva y efecto... A las pocas horas comprobó el resultado de lo que había hecho y vio que el dedo sólo estaba adquiriendo el tono rojizo de la afluencia de sangre, lo que 35 aumentaba el calor en la zona. No perdió la uña ni apareció el moretón que hubiera sido el mínimo efecto. La destinataria de la novedad iba a ser Eyadel cuando le narrara la aventura que vivió en compañía de las dos causas y del personaje trasmutado del efecto. Eyadel, una vez enterada y a partir de ese momento, tuvo la precaución de usar lo que Albanoa había experimentado. Los accidentes, por pequeños que sean, están ahí, acechando el descuido, y con mayor posibilidad de hacer daño cuando en la cocina se juega con fuego y con el aceite caliente. Fue con ese líquido hirviendo que aplicó la fórmula, salvándose de tener la conocida ampolla por quemadura, o sea que Eyadel comprobó que se podría alterar el efecto a partir de la modificación de una de las dos causas, siempre que la consciencia y la mente colaboren con la imaginación. Otras personas, pertenecientes al grupo que ellos integraban, pasaron por la experiencia de evitar o de disminuir los efectos de aquellas dos causas que intervienen en los accidentes o en todo fenómeno. 36 CAPÍTULO IV El verano estaba soñando en madurar todo lo que la primavera le había entregado. Eyadel y Albanoa, como dos sueños venidos de la primavera de sus vidas, también maduraban con el ansia de cosechar los mejores frutos. La tarde se estaba inclinando para descansar en el horizonte del ocaso, mientras del lado opuesto avanzaba el abrigo azul de la noche... Sentados en el césped del jardín, gozaban con el silencio de la hora. Eyadel, apoyada en un macetero, miraba a Albanoa que con los cerrados parecía viajar por las regiones del alma. El ambiente se había vuelto sensible. En él parecía aletear lo que cada uno alimentaba con el pensamiento... Todo se había hecho propicio... —Albanoa —murmuró Eyadel—, ¿puedo saber dónde estás y en qué piensas? — Estoy pensando en preguntarte por qué estás triste... Eyadel se sobresaltó porque, sin haber causa a la vista, en el fondo de su ser se insinuaba algo parecido a tristeza, sentía el despertar de algo viejo que volvía a la vida, invitado por una situación que tampoco podía saber cuál. —¿Acaso sea —preguntó Albanoa— una tristeza desconocida, venida de algún rincón secreto del pasado? Eyadel —continuó diciendo— la memoria del alma es la memoria de la vida desde el comienzo de la vida, donde cada criatura tiene millares de sensaciones, equivalentes a experiencias vividas, que en cualquier momento pueden ingresar a nuestra existencia actual y conmoverla si le agregamos las ansiedades, los temores e inseguridades por las que a diario pasamos. Eyadel cerró los ojos, asustada. Hacía mucho tiempo que no le ocurría estar asustada. Buscando calmarla, su amigo que la sentía con miedo, le dijo: —¿Es por el temor a perder lo que de felicidad hemos ganado o estamos ganando? ¿Le temes al futuro porque allí puede estar lo que nos ha de separar?... Eyadel, estoy aprendiendo, junto a ti, a sentir sensaciones de acercamiento, por eso sé cuando te alejas de nuestra unidad interior y cuando te acercas... —Albanoa —le contestó—, me preguntas por algo que no puedo explicarme. Suceden cosas dentro de mí que no tienen explicación, sintiéndolas venir de muy lejos, pero no sé si de mi universo interior o del universo exterior. Presiento que esconden una tristeza muy triste como si fuera la suma terrenal de 37 todas las penas... Pero también me siento invadida por una dicha desconocida, que hace de mí la criatura más feliz del mundo... Y en otro ritmo de palabras, como si el lenguaje común de todos los días se volviera inexpresable debido a la intimidad secreta del alma, le siguió diciendo a quien en ese instante lo sentía profundamente amigo: Hay penas que a veces sufro sin que sean de mi vida. Hay risas que a veces río sin que sean de mi vida. A veces levanto el brazo con el gesto de la amenaza pero es otro quien lo levanta. De esta forma, sin darme cuenta soy nota, la más profunda o la más liviana en todo canto, quejido o risa. A veces siento que vivo en alguien que no conozco, pero el cariño de ser yo misma guía mis pasos hacia el refugio de tu ternura. Aquí en el llano, allí en el agua, en polvo sucio o en arena limpia, en cada parte del mundo ajeno yo siento el alma en la luz del genio o siento el sueño del genio oscuro de los residuos. A veces me espera el día con un lamento de no sé donde, pero el lamento termina en nada cuando alguien viene a decirme que allí en el alma sueña el secreto de darte vida a nuestra esperanza... Esta vez fue Albanoa el sorprendido. Estaba oyendo la voz de una Eyadel desconocida, de una mujer cuya sensibilidad era alcanzada por la presencia 38 invisible de los sufrimientos del mundo y de su contraparte de dicha. Albanoa comprendió de golpe lo que no se explicara en muchas ocasiones anteriores cuando en su naturaleza interior nacían sensaciones que eran más ajenas que propias... Y recordó lo que sentía cuando su ánimo cambiaba, quedando a merced de algo venido del ámbito común a toda la humanidad. Ahora vislumbraba la causa, presentía la razón. A su mente volvieron, con cierta nitidez, aquellos momentos. Llegó a saber, por lo tanto, que tenemos una parte de nuestro ser interno que, por su cualidad cósmica, es común a todas las criaturas terrestres, o sea, que Albanoa se decía que a nuestro interior llegan las experiencias vividas por quienes sufren o gozan, por aquellos que gimen o ríen, por aquellos condenados por la injusticia o por quienes el bienestar los ampara. En nuestro ánimo sufrimos o gozamos lo ajeno a nuestra experiencia individual, por lo que a veces nos decimos que no sabemos por qué estamos tristes o dichosos. Pero aún le quedaba algo más que develar, algo más por descubrir, lo que le ocurrió mientras miraba el rostro de Eyadel. Mientras miraba aquel rostro amado, desfilaron por su mente verdaderos pasajes, ante los que sintió, casi con dolor, lo que solía sucederle cuando de algunos temas musicales, de canciones populares, le llegaban lo que parece común a toda la humanidad. A partir de entonces le sucedió lo mismo con otras canciones, la mayoría de calidad popular... Era como si existiera el propósito de provocar en el ánimo de la gente lo que la inspiración del autor había recogido del alma de la humanidad, donde queda viviendo lo vivido por los seres humanos; donde viven los sueños y muchos ideales, lo sufrido y lo que se sufre a diario, lo gozado y lo que se goza a cada momento... ¡y en especial, la resignación de los indefensos entregados a la paciencia de dejarse morir!... Los ojos de Eyadel se habían convertido en pantalla de nuevas revelaciones. Sirviéndose de preguntas, Albanoa obtenía la respuesta como si un genio doméstico se la entregara. Se preguntó, siempre relacionado con la influencia inconsciente de las canciones; se preguntó si las notas musicales son en sí mismas tristes o alegres. Si no lo son, entonces, lo que las hace tristes o alegres es la inspiración... Al autor, aislado en el ámbito de la inspiración cuando escribe la música de sus canciones, le nacen tristes o alegres según la influencia de los que en algún lugar del mundo han estado o están sufriendo la tristeza o gozando la alegría. Oculto en la música, disfrazado de notas, nos espera el sufrimiento secreto de millones y millones de corazones. En la atmósfera común de nuestra conciencia expandida viven los ruegos de hermandad, el pedido de la bondad y la paciencia de esperar. De la conciencia expandida de 39 tantos seres humanos a la conciencia expandida del autor no hay distancia que las separe. Ambas se enlazan, se entrecruzan, llegando al exterior lo que es y ha sido según la esencia de su tristeza o de su alegría. —¡Siempre la gran dualidad! —exclamó Albanoa—. ¡Siempre lo que no se ve ni se siente escapando de lo que se ve y se siente, buscando expresarse en la voz del que canta, en las palabras del que escribe y en todas aquellas vocaciones que obligan a los autores a sumergirse en sus propias conciencias expandidas para encontrar la esencia de vidas que sufren o gozan, que han sufrido o gozado! —¡Eyadel —le dijo luego en un murmullo de reflexión— amar significa estar triste con la tristeza del mundo, pero también significa estar alegre con la alegría del mundo! ¿Dentro de nosotros, el mundo es alegre o se entristece según la vida de los que sufren o según la alegría de los que gozan! Esa noche fue distinta a las anteriores. Ver asomar en la placidez de los días una sombra de tristeza sin relación con las horas que estaba viviendo fue un alerta a tener en cuenta. En alguna ocasión venidera podría ser algo peor y debían estar prevenidos. Sin duda que el ser humano guardaba en una zona de la mente las huellas de viejos conflictos, que sin aviso desquiciaban la convivencia. Si bien lo imprevisto de lo sucedido los había dejado sin la exactitud de una respuesta, comenzaron a vislumbrar lo que podían hacer, ahondando la exploración de sus vidas. Previamente habían obtenido algunos beneficios, provenientes de la costumbre de estar atentos a todas las impresiones que llegaban del exterior. Al parecer, esto creó una defensa natural, una coraza que actuaba en forma de filtro, con la cual se evitaba la influencia subliminal de pensamientos y sugestiones intencionadas. Pedirle al ser interno que no se deje influenciar por la intención oculta en ideas, palabras e imágenes, y que lo haga hasta que se convierta en acción involuntaria de la mente subjetiva fue para ellos de un beneficio que prometía mayores beneficios. En la exploración de sí mismos, se encontraron con que habían crecido de adentro hacia afuera. Lo advirtieron cuando dejaban de lado lo indeseable a su natural disposición de ser felices. El crecimiento logrado maduraba poco a poco y con la madurez les llegaba la inspiración de encarar nuevos pasos como el siguiente y otros más: —Eyadel —le dijo Albanoa— para que en nuestro interior se haga fuerte la influencia sobre nuestro exterior, y para que el interior nuestro como el exterior sean el resultado de la fusión de nuestras naturalezas para que nunca se rechacen, vamos a practicar algo que puede asegurar y embellecer nuestra unión. Hace unos días —le confió— vengo pensando en la idea de sentir por 40 medio de los sentimientos de otra persona, o sea, si la manera mía de sentir se introdujera en tu corazón para saber cómo sientes, quizás eso le dé mayor atractivo a nuestro anhelo de vivir juntos. Si tu hicieras lo mismo, deslizándote con el cariño de vivir juntos. Si tu hicieras lo mismo, deslizándote con el cariño que me tienes en mi corazón, sintiéndote latir con los latidos de mi pulso, tal vez comprendas lo que siento por ti, lo que siento por la vida, lo que dudo, me apena y me alegra, y lo que significa ver caer una hoja como ver el brote de una rama, sensaciones todas que me ponen en armonía con la oscuridad y con la luz de la vida. Mientras escuchaba lo que Albanoa le decía, Eyadel fue convirtiéndose en el cariño por él para luego dejarse absorber por la entraña palpitante de Albanoa. Le pareció sumirse como el agua en la esponja. Al producirse el silencio por haber dejado de hablar, Albanoa ya estaba haciendo lo mismo, introduciendo la ternura de su amor en el corazón de Eyadel. Lo que experimentaron ambos fue una sensación de íntima fusión, de profunda amalgama, pasando por pantallazos de emoción y seguidos de una extraña comprensión, tal vez producto de los dos hemisferios cerebrales. Quizás estuvieron asistiendo al maravilloso efecto de unir la emoción y la razón, de ahí los pantallazos emotivos y la comprensión de la razón. Pero el comentario de Eyadel tenía otros ingredientes: —Me pareció entrar —dijo— a una cámara secreta, donde se obtiene, o mejor dicho, donde se vive la sensación única de comprender las emociones, pareciéndome que se siente lo que se ha pensado, y que allí llega lo que fue pensado después que el corazón ha dejado de reñir con el cerebro para recibir vida del calor de la emoción. Tuve la impresión de lo que se convierte en basura por haber despreciado la energía vital del corazón. Y acentuando el tono emotivo de la voz, le dijo: —Albanoa, me di cuenta de tu soledad ante el mundo, ese mundo de afuera. Eso me causó tristeza, pero después te sentí habitado por la historia de tu eternidad. Eso me causó alegría. Albanoa había inclinado la cabeza para escuchar lo que Eyadel le decía. Sonriendo, la levantó para decirle: —Tu corazón es lo que cabe en la mano de un hombre. Eres, a la vez, la mano donde cabe el corazón de un hombre. Eyadel, eres Eyadel y lo seguirás siendo. Si la tierra es capaz de recibir semillas para alimentar a sus habitantes, tú lo eres para alimentar a sus habitantes, tú lo eres para alimentar a los habitantes de mi mundo interior. Haré lo posible en decirlo de otra manera... Me refiero a lo que he comprendido por haberlo sentido en tu corazón, donde el interrogante tiene una respuesta... ¡Quién fue primero, la mujer o el hombre?... 41 ¡Ninguno de los dos fue primero! ¡Los dos nacieron al mismo tiempo, es decir, era la época en que la mujer era el hombre y el hombre era la mujer! ¡Era el romance de dos en uno!.. El romance daba su fruto cuando la mujer se amaba en el hombre que llevaba en sí misma o cuando el hombre se amaba en la mujer que llevaba en sí mismo... Era la época en que no era necesario buscar afuera lo que se tenía en su propia naturaleza. El amor nacía porque despertaba el hombre que tenía a la mujer en su naturaleza y la mujer se dejaba amar porque estaba el hombre en su naturaleza... ¡Así era el romance de dos en uno, que dejó de serlo por el mandato de la expansión del universo... pues, la tendencia de la expansión del universo físico, separó lo que estaba unido para que se unieran por medio de la atracción externa después de estar separados!... ¿Cómo sucedió la separación?... Durante el último romance y por influencia de la expansión del universo físico, la descendencia nació dividida, el varón por un lado, la mujer por el otro. De un solo ser nacieron dos, uno primero, el otro después, para el caso es lo mismo. —¿Me quieres decir, Albanoa —preguntó Eyadel— que en un comienzo existió una criatura con los dos sexos y que de esa criatura nació una primero con un sexo y la otra después con el otro sexo, y que a partir de ahí fuimos hombre y mujer separados?... —Y también —agregó Albanoa— a partir de ahí la búsqueda de la unión se convirtió en la aventura del amor para encontrar la parte separada. —¿Significa, además —dijo Eyadel— que venimos de una madrehombre? —¡O de un padre-mujer! —exclamó sonriendo Albanoa. —¡Parece lógico! —agregó Eyadel. —¡Y natural si ocurriera la contracción del universo físico!... Si al universo se le diera por encogerse, se volvería poco a poco a la condición primera del romance de dos en uno, pero quizás esto suceda en otro nivel de la evolución. Tu propia naturaleza recuperaría las funciones suspendidas de uno de tus órganos sexuales, me refiero al que disminuido en tamaño se llama clítoris, inactivo desde la separación del hombre de la mujer. —¿Estás insinuando —preguntó Eyadel— que tengo un órgano masculino inactivo que puede volverse activo y convertirme en una mujer-varón, o mejor dicho, en una madre-hombre? Albanoa respondió con una sonrisa, queriéndole decir que así sería más o menos, siempre que al universo se le diera por encogerse o contraerse después de haber llegado a la expansión máxima. El día se dejó llevar por la noche, bajo cuyas sombras se habría de consumar la madurez con que venía creciendo el amor. La influencia de toda la 42 jornada, vivida según Albanoa y Eyadel la quisieron así, los convirtió en dos criaturas sedientas de ahondar en la belleza liberada, liberada en cada estremecimiento de la piel. El más leve roce de una caricia se abría camino hacia el corazón, y del corazón regresaba el mandato de gozar una noche de amor única. Albanoa se adaptó a lo necesario para que él y ella dejaran de ser entidades separadas. La voz de Albanoa, murmurando sugerencias, conducía la magia de acercar poco a poco la entrega. La ternura de estar juntos inventaba caricias imprevistas, pero nunca rebuscadas. —Eyadel —dijo Albanoa— la primavera va en busca del verano, el polen adherido a la abeja va en busca de la flor, la flor siente la presencia del amor en el polen que ha viajado, que ha llegado, haciéndole decir al misterio de la unión, ¡consumado sea!... —Eyadel —musitó Albanoa luego de una pausa— el sol va en busca de la tierra, la tierra recibe el oro de la luz y la tierra se vuelve amante del sol, y el sol se vuelve amante de la tierra y brotan los amores de los pájaros y zumban los amores del insecto que lleva en sus patas el polen del amor. Los animales se vuelven sigilosos, buscando el refugio de la intimidad. —Eyadel, el sol en la brisa acaricia la piel y despierta el amor. El aroma del mundo en primavera roza la piel del aire y el aire se estremece, estremeciendo nuestra piel que se entrega al amor del mundo en primavera. Tú eres caricia, yo soy caricia. Ambos somos la caricia de la ternura que nos refugia en el amor... ¡Eyadel, Eyadel, ya el abrigo de la noche nos cobija, y el amor de haber amado lo de afuera nos conduce al amor de estar amando lo que somos! ¡Eyadel, Eyadel, amor del sueño realizado!... La noche se alejó como siempre, pero quedó en lo invisible de las horas la sensación de haber pasado el genio de amar de la tierra, visitado por el genio de amor del sol. Tal vez por eso y muchos más, no se amaron dos cuerpos, más bien lo hicieron dos mundos, dos cualidades universales. Influyó en ambos, además, la sorpresa de encontrar el recuerdo de haber sido como las primeras criaturas que se amaron sin estar separadas. Se entregaron al romance de dos en uno y a los nueve meses les nació un hijo. 43 Cuando uno se interna en zonas desconocidas o en regiones recién descubiertas, se encuentra con lo que no pensaba encontrar. Sucede lo mismo cuando de las zonas nunca perturbadas aparecen criaturas desconocidas. Entrar a lo inexplorado hace posible el encuentro con lo inesperado. Perturbar el descanso hace posible el despertar de aquello que estaba dormido. En la exploración de nuestro mundo interior, encontramos lo que ha permanecido dormido, aletargado. Ha permanecido así porque nada lo evocaba ni nadie lo necesitaba. Eyadel, acurrucada en un sillón se veía a sí misma, teniéndose lástima. Había despertado la acción de una idea después de haber estado acusándose cuando se equivocaba en algo se acusaba de estúpida, de torpe, de inútil, cuando por descuido tropezaba con algo, lo derribaba y lo rompía. Había hecho del descuido el enemigo de todos sus errores, de todas sus equivocaciones. Así se hallaba cuando llegó Albanoa. En la mirada de Eyadel había lástima, además de impotencia... —¡Oh, Albanoa, qué triste es verse débil y acusarse de inútil, qué triste es cometer errores, equivocaciones y acusarse de torpe, qué dolor extraño se siente!... Albanoa, he sentido mirarme desde no sé donde y he visto un aspecto de mi ser extremadamente débil, indefenso y muy limitado por su naturaleza mortal. Lo vi y lo presiento abandonado, desorientado y suplicante, y es entonces cuando me lleno de lástima por esa mitad de mi ser y es por eso que ahora me encuentro así... Son muchas las ganas de pedirle perdón por el trato injusto con que a menudo lo castigo. Me siento muy impresionada sin saber qué hacer o cómo hacer para comprendernos, para que mi parte mortal y mi parte inmortal se pongan de acuerdo como dos amigos que desean beneficiarse... —Eyadel —comenzó a decirle Albanoa— si te dijera que es un privilegio lo que te sucede, quizás no me creas, no obstante trataré de hacer algo en bien de semejante privilegio. Esto le ocurre o le ha ocurrido siempre a quienes tienen la valentía de conocerse a sí mismos, enfrentando y admitiendo los errores para superarlos. El coraje consiste en aceptarlos en nuestra naturaleza, sorprenderlos escondidos en los pliegues de la mente, desde cuyos sitios condicionan y esclavizan nuestras decisiones, nuestros anhelos, en fin, desorientan nuestra convivencia. Lo notamos más cuando alcanzamos cierto grado de bienestar. Allá en lo profundo de nuestra silueta llena de alma —continuó diciendo— se hallan, incontaminadas, las ideas del comienzo de la inteligencia. Por encontrarse inaccesible al entendimiento común, se convierten con el paso del tiempo en los símbolos arquetípicos, cuyos símbolos han venido evolucionando a medida que aumentaba la capacidad de interpretar aquellas ideas. Si no 44 actualizamos los símbolos, nos quedamos en el pasado con lo inútil de las supersticiones. Por eso vemos cómo la ignorancia de las supersticiones usan símbolos superados totalmente por la época actual. Pero hay símbolos eternos que permanecen, que subsisten, porque la comprensión humana no ha agotado el significado que tienen y porque siguen siendo útiles a la evolución de cada silueta llena de alma. —Eyadel —siguió diciendo— voy a intentar un acercamiento a ciertas ideas que han creado símbolos de inagotable contenido, pero antes, te ruego quieras relajarte, permitiendo que cada parte de tu cuerpo se sienta cómodamente en reposo, como si se hallara adormecido por la influencia del descanso. Cierra los ojos y escúchame desde tu interior, tratando de reproducir en tu interior la mayoría de lo que voy a sugerirte. Luego de una pausa, Albanoa continuó: —La rosa tiene del alma lo invisible del aroma... ¿Puedes, Eyadel, sentir en tu interior a la rosa y aspirar su perfume?... —La rosa, esa flor de belleza sencillamente aceptada por todo el mundo, como idea de la creación se vuelve el símbolo del alma cuando la madurez de la comprensión nos abre el camino de la sabiduría... Eyadel, ¿puedes llenar todo tu cuerpo con el perfume de la rosa? —La cruz representa al cuerpo y a lo efímero del mismo. El cuerpo se hace digno de la rosa, o sea, digno del alma, por la capacidad que tiene de crucificar los errores de la ignorancia y de la superstición. Ambos símbolos, la rosa y la cruz son los actores principales de este escenario terrenal. Ambos tienen sus propias formas de darse cuenta de las cosas, que llamamos consciencia, por medio de las cuales cada uno conoce su mundo respectivo... Eyadel, ¿puedes colocar la rosa donde tienes el corazón y dejar que el aroma haga las veces del incienso en el templo de tu cuerpo?... —Eyadel, debes pensar en forma casi permanente que tanto una consciencia como la otra pueden intercambiar impresiones en beneficio de la rosa y para alivio de la cruz... O sea, si te das cuenta de que estás en la rosa, desde la consciencia que tiene la rosa intenta o trata de percibir, sentir o presentir a la conciencia de la cruz, o sea, a la consciencia del cuerpo. Con el tiempo podrás ubicarte alternativamente en la rosa y en la cruz... Eyadel, ¿puedes, ahora, sintiéndote la rosa de ese templo llamado cuerpo, puedes sentir lo que la cruz debe soportar, sufrir y gozar, puedes, además, comprender su debilidad y su limitación en hacer y en vivir?... —La razón principal de esto es con el fin de ser sumamente tolerante, compasivo y amable con tu organismo físico, con tu cuerpo físico, que sufre por su inferioridad ante la superioridad del alma. La rosa o el alma, siempre ha 45 de ser superior a las facultades físicas de la cruz o del cuerpo... Por lo tanto, no puedes castigar o maltratar a quien por naturaleza no puede ser superior a la rosa del alma. Cuando lo castigas y tratas de inútil, él se defiende con la terquedad de su naturaleza inferior... Eyadel, sería bueno y saludable que, sintiéndote rosa, desciendas al plano inferior de la cruz para comprender al cuerpo y hacerlo sumiso y dependiente de la sabiduría del alma... —Eyadel, ríndele una especie de homenaje por no haberlo comprendido, descendiendo a su nivel, a sus debilidades, a sus errores y sufrimientos... porque en muchas ocasiones lo dejaste que se las arregle solo sin haberle dado la ayuda de la madurez, madurez alcanzada por la comprensión de la rosa... —Intenta, ahora, el acercamiento, uniendo tu imagen de rosa a la imagen de la cruz. Envuelve a la cruz con tu aroma. Busca en la cruz la debilidad del cuerpo y fortalécelo con tu perfume de alma. Busca sus errores y abrígalo con tu aroma de rosa. Intercambia impresiones. Colócate en la cruz y comprende lo que es la cruz como templo de la rosa. Permite que la cruz se convierta en rosa para que ambas sean verdaderos mensajeros de sus mundos respectivos... Una quietud de sueño alado pareció abarcar todo el ambiente, donde Albanoa y Eyadel permanecieron adormecidos, sintiéndose cada uno convertido en rosa del templo de la vida. Cuando ambos salieron del estado en que estuvieron por espacio de varios minutos, Eyadel sólo dijo que había comprendido la debilidad y la limitación de su cuerpo y que en lo sucesivo no le iba a exigir lo que él no podía hacer por sus propios medios limitados, y que intentaría hacer de su rosa del alma el consejero del cuerpo para que su cruz sea lo menos dolorosa posible... ¡Eyadel tenía la mirada velada por las lágrimas!... Durante unos días vivieron sin hacer nada, sin ningún intento de continuar con lo que venían haciendo. En realidad, se dejaron mecer por la influencia de las experiencias pasadas. El beneficio parecía evidente. Eyadel fue la encargada de sugerirle a su amigo que siguieran ensayando con otros medios de sentirse uno en el otro, o sea, Eyadel quería sentirse vivir y palpitar en la vida de su amante y le pedía que él hiciera lo mismo. —¡De acuerdo —le dijo Albanoa—. Hoy usaremos los ojos. Voy a pedirte que te veas mirando por medio de mis ojos, para que te des cuenta de cómo veo el mundo con todas sus criaturas. Yo haré lo mismo, tratando de ver a través de tus ojos para sentir cómo ves el mundo que te rodea. Te lo diré con otros detalles. Siéntate en la posición que mejor te haga reposar, cierra los ojos y durante algunos segundos despeja la mente de lo que pueda distraerte, dejándola en blanco si fuera posible. Recuerda que tanto tu consciencia como la 46 mía se hallan siempre extendidas, manteniendo un contacto del que pocas veces nos damos cuenta. —Ahora bien —siguió diciendo Albanoa—. Usando tu consciencia extendida, imagina que quieres mirar por medio de mis ojos, imagina que te ubicas en mi propia consciencia con el fin de usar mis ojos y ver con ellos el mundo que nos rodea. De esta manera sabrás cómo veo este ámbito y sus habitantes. Además, a tu actitud de ver el mundo y sus habitantes habrás agregado mi forma de verlo y de sentirlo. Cuando yo haga lo mismo, imaginándome mirar lo que te rodea y te afecta por medio de tus ojos, a mi manera de ver el mundo y sentirlo habré sumado la tuya. Algo mío en el modo de apreciar quedará agregado a tu modo de apreciar. A la vez, algo tuyo quedará incorporado a mi forma de considerar lo que veo y siento. —Eyadel —le dijo después de unos segundos de interrupción—, tal vez haga fácil por este método disminuir las diferencias en comprender, en tolerar y en sentir porque tendremos fusionados en la consciencia lo que ambos hemos visto y sentido. Al comienzo les costaba creer lo que estaba sucediendo... Primero fue imperceptible, apenas se notaba, luego se hizo evidente cuando a ninguno le molestaba lo que el otro estuviera haciendo, estableciéndose una especie de tolerancia mutua por lo que cada uno hacía. La actitud de vivir pendiente uno del otro empezó a desaparecer paulatinamente. La exigencia de sentirse la atracción permanente del otro también fue disminuyendo hasta desaparecer. La reacción celosa ante ciertas desatenciones involuntarias, poco importaban ya. Cada uno se desatendía del otro cuando algún interés auténtico lo entretenía. Más tarde, si valía la pena, se compartía lo que fuera entretenimiento del momento. Ninguno de los dos exageraba la importancia de ser el único en la vida del otro. Lo natural parecía indicarles una conducta que los hacía vivir uno junto al otro por sendas paralelas de amistad. Los tramos paralelos de la amistad terminaban en los momentos de amor. ¡Separados, vivían la amistad! ¡Unidos, vivían el amor! Una vez comprobado el beneficio que obtenían, sintiéndose uno en el otro, siempre empeñados en descubrir lo durable en el “arriba” del alma para que perdure la unión en el “abajo” de sus cuerpos, continuaron haciendo algo parecido con los oídos, con el olfato, hasta incluyeron los sentidos del gusto y del tacto. Cuando más tarde comenzó a colaborar la razón, se encontraron con la sorpresa de haber estado trasladando las funciones de los sentidos físicos a los sentidos psíquicos. También les pareció lógico que cualquiera de los sentidos objetivos, la vista, los oídos, etc, se convirtiera en la entrada para llegar al sentido psíquico. Lo que, al parecer, no se lograba con la convivencia 47 exterior, lo estaban consiguiendo por medio de la convivencia interior de los sentidos psíquicos. Después de gozar con el asombro de sentir dentro de ellos el despertar de nuevos horizontes y de gozar con la unión que cada día más parecía más profunda, sin temor a los contratiempos; después de ver en cada uno la facilidad de llevarse bien, tolerando la natural imperfección de algunos rasgos, se preguntaron si además de las necesidades impuestas por la vida habría otro motivo en la razón de vivir. Se preguntaron si todo ese mundo corporal y material escondía algún propósito, si algo más allá de lo físico había algo invisible e incorpóreo que justificara el destino humano. Querían saber si, dejando de lado todo aquello que obligaba a vivir, creando necesidades de amor y de amistad, aún quedaba algo que fuera como el ideal de la vida en sí misma. Eyadel era a quien le inquietaba el tema. Lo encaró de la siguiente manera: —Si bien nosotros —dijo— vivimos porque la vida nos hace vivir y nos empuja a vivir porque tenemos necesidad de amarnos y porque queremos agregarle la necesidad de la amistad y porque la urgencia de comer, de beber, de respirar, de dormir, de descansar, se vuelven necesidades diarias, además de todo esto ¿queda algo superior a las necesidades mismas que justifiquen la vida? Así planteó las cosas Eyadel. Albanoa la miraba, gozando con la atención que ponía en escucharla. No era fácil atreverse a satisfacer tamaño problema, sin embargo Albanoa quería saber, desafiándose a sí mismo, si a partir de lo conocido, si a partir de lo hecho por el hombre se podía llegar a una respuesta. —Me animo a decirte, Eyadel, que en todo lo que el ser humano ha hecho se esconde la respuesta, o una respuesta que espera ser descubierta, pero vamos por parte... ¿Cuándo surgió en la mente del hombre la noción de justicia? ¿Qué despertó en su interior como para que se diera cuenta de algún determinado acto de injusticia, a partir del cual iba a deducir la acción reparadora de la justicia? ¿Qué despertó en su interior como para que se diera cuenta de algún determinado acto de injusticia, a partir del cual iba a deducir la acción reparadora de la justicia? ¿Qué siguió despertándose en su interior como para que a él se le ocurriera hablar de bondad, de caridad, de equidad? ¿De dónde le vinieron estas nociones ya que en la naturaleza no existían ni existen actos de bondad, de caridad, de equidad? ¿Que madurez en la comprensión interior le dio la capacidad de obtener la noción de justicia a partir de la injusticia, qué fue lo que le permitió deducir de la impiedad el acto de piedad? ¿Quién o qué le dijo que de falta de misericordia le nacería en la mente la idea de lástima, de clemencia, de compasión...? 48 —Si al hombre —continuó diciendo— lo hiciéramos desaparecer del ámbito terrenal nos daríamos cuenta de que nada de esto existiría. Con el hombre ausente nos daríamos cuenta de que él es todo lo que ha hecho y que en lo que ha hecho debería mirarse para conocerse. A partir de ahí descubriríamos el propósito de la vida, que tal vez se esconde más allá o detrás de las necesidades que la mantienen. Lo que descubrimos detrás de las necesidades es el hombre como único creador conocido, como la única inteligencia terrenal, capaz de alcanzar el acto de la creación... Pero, además, descubrimos la otra necesidad, la necesidad de conocernos en lo que hacemos, en lo que creamos y así educarnos en la obra que hemos hecho, necesitamos, por último, amarnos en la obra que sale de nuestras manos o de nuestro pensamiento... ¡Tal vez fuera preciso decir que el propósito de nuestra vida estaría en encontrarnos a nosotros mismos en lo que hacemos y a partir de ahí, amarnos en lo que hacemos!... A Eyadel le pareció que no estaba todo dicho porque se preguntó algo primero y luego se lo interrogó a su amigo: —¿Puede alguien que con su obra ha cometido un daño, conocerse y educarse en el daño y amarse en el mismo?... —Por supuesto que no —le respondió Albanoa— primero porque no tiene la capacidad de conocerse y segundo porque la madurez interior no le alcanza para comprender y sentir lo que se deduce del daño, o sea, no ha llegado aún a la noción contraria del daño, es decir, a la reparación, el beneficio... Cuando esto vaya a suceder, o cuando nos encontremos ante un caso como éste, nos haremos la siguiente pregunta, de acuerdo con las anteriores: ¿Qué madurez interior le va a dar la capacidad de obtener la noción de lo que es beneficio a partir del daño que ha cometido?... —Quizás, Eyadel —dijo por último— cuando estemos en condiciones de amarnos en la obra que hemos hecho, sea porque la obra haya llegado a la perfección en conocernos y en comprendernos... Cuando el día de la novedad llegó, Eyadel le dijo: —¡Vamos a tener un hijo! Albanoa pareció no escuchar, pero sí había escuchado, sólo que él se quedó en silencio para que la noticia lo inundara, lo llenara por dentro, como si quisiera que toda su naturaleza corporal y espiritual se enterara. La miró con el latido de la esperanza en su sangre. No dijo nada más que ¡gracias!.., se acercó, le dio un beso y se alejó. Fue a sentarse bajo el árbol del patio. Allí permaneció mirando la luz y los insectos bañándose en la luz. Detrás de la pared divisoria había otro árbol y vio en él la construcción del hogar de una pareja de horneros... ¿Fue la casualidad o era el símbolo de la obra que él tenía que amar 49 para conocerse, aún más, para educarse y comprenderse un poco más?... Recordó aquel otro hornero que estaba edificando su casa cuando sonó a sus espaldas la voz femenina de Eyadel. Como no creía en las casualidades, le fue fácil, hasta placentero, aceptar que en su vida terminaba un ciclo y comenzaba otro. También ahora, como en aquella ocasión del primer hornero, estaba Eyadel detrás de él esperando que se diera vuelta. Como no lo hacía, le dijo: ¡Eyadel, Eyadel, a mi nombre hermoso se ha sumado una nueva presencia!... Cuando no hay palabras, los gestos parecen hablar. Albanoa, incorporado, tenía en la frente el gesto de la emoción, en los ojos el brillo de la ternura, en los labios la sonrisa de la honda aceptación y en los brazos la invitación del abrazo. La abrazó en silencio y se quedó abrazado, dejándose inundar por el calor de lo que sentía y por el calor del cuerpo de Eyadel. Siempre en silencio, la retiró un poco para mirarla como quien contempla una obra de arte, le tomó la barbilla y le dio el beso de la suavidad paterna. A Eyadel se le corrió una lágrima que fue a unirse a la que se deslizaba por la mejilla de Albanoa. Con el tiempo por delante y con las horas a su alcance, se sentaron al pie del árbol. Se dijeron las voces de la intimidad, mirando por mirar lo que allá afuera era la nube, el sol y el cielo, pero oyendo, en realidad, dentro de ellos el murmullo de los sueños, el pulso de la vida navegando en la ilusión del corazón... Si al poema de la vida le estaba faltando el fruto, ya lo tenían en el vientre de Eyadel. —Hay ocurrencias que a primera vista no tienen sentido, algunas vienen y pasan sin dejar huellas, otras insisten en quedarse como si algo quisieran decir. Tal vez éstas que anhelan quedarse, esperan madurar hasta provocar aunque sea la mínima atención. Cuando le prestamos la mínima atención, aparece una serie de ideas que terminan en un pensamiento y hecho ya el pensamiento, no queda otra salida que buscarle los argumentos de apoyo o de rechazo. Estas eran las palabras que Albanoa estaba diciendo y Eyadel escuchando, y esperando saber a dónde quería llegar. La ocurrencia que buscaban argumentos de apoyo o de rechazo fue la siguiente en la voz de Albanoa: —¿Puedes imaginar que el imaginar que el hijo que vamos a tener haya sido en alguna vida anterior tu esposo o tu amante? ¿O que la hija que nos pueda nacer haya sido en una existencia pasada mi esposa o mi amante?... En 50 realidad no me refiero al organismo físico, que es el que adquiere el lazo de parentesco, sino a la silueta llena de alma que en un cuerpo del pasado vivió una vida que bien pudo ser la de tu amante o la de mi amante. Hoy no tendría ningún vínculo familiar ya que vendría a vivir en un cuerpo distinto que le daría un parentesco distinto. El daño comenzaría a actuar desde afuera hacia adentro y desde adentro tratando de contrarrestar, lo que termina en una especie de resistencia, que traducida o convertida en emociones dan por resultado la timidez, la agresividad, el desprecio, etc. Eyadel no supo qué contestar, sorprendida por lo imprevisto de la cuestión. Jamás hubiera imaginado que tal cosa pudiera suceder, pero visto el caso así, con el único antecedente de la ley natural de las encarnaciones sucesivas, la posibilidad se presentaba posible. —¿Te ha molestado lo que acabo de decirte? —le preguntó Albanoa. —No, molestado no, pero sí me deja sin apoyo, sin nada en qué sustentar una afirmación o una negación. —Si negamos, no tenemos argumentos para sustentar la negación, en cambio si afirmamos, tenemos el argumento de lo que ha quedado archivado en la memoria completa de las encarnaciones. De allí puede surgir la influencia del niño que manifiesta la inocente atracción sexual por la madre, o de la niña que siente atracción sexual, también inocente, por el padre, pero en ambos casos, es algo de influencia subjetiva que aún permanece en la zona interior de la mente, sin que todavía haya sido reprimido por el código de una moral que la condenará con el estigma del pecado. Allí podría quedar diluyéndose en la comprensión natural cuando la razón se haga cargo de recibir la explicación correcta, pero la ignorancia de la superstición buscará el argumento de la perversión, de la influencia diabólica, y el niño, cuando despierte su conciencia mundana, se sentirá invadido por la fuerza de un conflicto en lucha por liberarse de un fantasma creado por la mentira. —La pureza de la mente de un niño —siguió diciendo Albanoa— no se contamina jamás desde su interior, lo que la ensucia viene de afuera, justamente de la impureza de las costumbres y de la impureza de los pensamientos. Los mayores vuelcan sus desperdicios morales, haciendo de la inocencia el complejo de las conductas equivocadas y pervertidas. Algún día aprenderemos a respetar la esencia incontaminada de toda silueta llena de alma; aprenderemos a no trasmitir a las mentes inocentes nuestros propios defectos, nuestras propias perversiones, que pertenecen al reino exterior de la naturaleza humana, nunca al reino interior ni siquiera del más degenerado de los hombres. 51 Eyadel permaneció callada, pensando en que algo parecido le pudiera ocurrir a su hijo. Albanoa sonreía, sabiendo a dónde quería llegar con lo que estaba diciendo. —Si esto fuera así según lo estamos deduciendo, un elemento fundamental fue dejado de lado. Aquellos pueblos de épocas lejanas, que remontan sus creencias y costumbres a miles de años antes de la era actual, creían en la reencarnación, considerándola la expresión de una ley de la naturaleza, de una ley reguladora entre causa y efecto. En las tragedias escritas durante aquel período y que fueron representadas en los teatros de la época, hicieron resaltar el origen de la influencia del sexo como una de las tantas herencias que se trasmiten de una encarnación a otra... ¿Qué otro mensaje querían expresar, además de señalar el peligro de transferir a la consciencia externa un parentesco que sólo era un recuerdo en el archivo de la memoria? ¿O era al revés, en el sentido de evitar que el mundo interno del alma sea contaminado por el de afuera?... Nuestra civilización —continuó diciendo— por el mandato moral del pecado sexual hizo lo suficiente, y lo que se expresaba con el gesto inconsciente de la inocencia pasó a ser el núcleo de las ideas reprimidas, y las ideas reprimidas alteraron la conducta exterior del ser humano, convirtiéndolo en juguete del miedo, de la timidez, de la agresión, alejándolo aún más de la comprensión de sí mismo. Luego de una pausa, Albanoa quiso hacer más comprensible el tema. —Eyadel —le dijo— me parece oportuno hacer una versión libre de lo conocido según el argumento de la tragedia mencionada. Por eso quiero narrarte la historia de Edi. —Así se llamaba. Viajaba caminando de pueblo en pueblo en busca de aventuras. La vida en aquella época casi nada valía. Los hombres se eliminaban con mucha facilidad, sin nada de respeto por ella. El arma con que se defendía y atacaba Edi era un bastón de madera maciza. A su cintura llevaba un puñal que más lo usaba para despostar animales para su alimentación. Era un caminante, un forastero en todos los lugares, sin embargo anhelaba encontrar un sitio donde quedarse y vivir arraigado al suelo y a lo que le diera el suelo. Su imaginación vivía exaltada porque quienes lo educaron durante los años de la niñez y de la primera juventud le pronosticaron un porvenir fabuloso que lo hacía sentir el aspirante a un reino. Cierto día, al llegar al cruce de tres caminos, se detuvo sin saber cuál tomar. A pocos metros había una piedra, puesta allí para servir de asiento y en ella se sentó. La calma, el silencio y la paz del ambiente lo adormecieron de tal manera que se tendió bajo un árbol y se durmió profundamente. No había transcurrido mucho tiempo cuando lo despertó el ruido de algo que se movía cerca de él. Al abrir los ojos se vio 52 rodeado por tres hombres que según el aspecto parecían amenazarlo. Edi se puso de pie y se apoyó en el tronco del árbol, quedando su espalda resguardada. Con el bastón en una mano y el puñal en la otra los esperó sin atacarlos. Uno de los tres pretendió amagarlo y recibió tal bastonazo en la cabeza que rodó muerto por el suelo. Otro, inclinándose para recoger una piedra, con la intención de arrojársela mientras al mismo tiempo usaba el arma, recibió también un fuerte bastonazo, dejándolo tendido y sin vida. El tercer hombre huyó pero fue reemplazado por alguien que descendió del carruaje en que viajaban para atacarlo. Edi, sin poder contener la furia que lo enceguecía, no vaciló y mató a quien parecía ser el dueño y patrón de la comitiva... Se alejó de allí, despreciando a los que sin razón alguna quisieron matarlo. Había defendido su vida y se sentía orgulloso. El camino que tomó fue el del carruaje pero en sentido contrario, es decir, se dirigió hacia el lugar de donde vino el carruaje. No muy lejos de allí, encontró una ciudad habitada por un pueblo y un palacio que lo gobernaba. La noticia de lo que había ocurrido en el cruce de los caminos no tardó en divulgarse, conociéndose la muerte del amo que resultó ser el personaje real más importante de la ciudad, de nombre Lay, casado con una mujer de nombre Yoca. La ciudad a la que llegó Edi era visitada por mucha gente, lo que no lo hacía sospechoso por ser uno de tantos que llegaban y partían. Su carácter, además, tenía siempre actitudes de colaboración. Al poco tiempo de estar allí, se unió a la lucha contra una enfermedad que el pueblo estaba soportando. La intuición de su inteligencia le inspiró la ocurrencia de combatir la enfermedad por medio de la higiene, cuidando la pureza del agua, aconsejando la limpieza corporal, eliminando los focos de contaminación provocados por residuos o desperdicios en descomposición. Cuando los primeros resultados estuvieron a la vista, Edi fue considerado el salvador, el benefactor de la ciudad y el suceso ocurrido en el cruce de los tres caminos quedó olvidado. Su fama creció, se hizo una persona agradable a todo el mundo. Pasado el tiempo, fue invitado a visitar el palacio, donde vivía la viuda Yoca. Edi ni bien la vio, sintió una extraña atracción y a Yoca le sucedió lo mismo. Una corriente invisible de oculta simpatía se estableció entre ellos. A los pocos meses fue inevitable la unión y la viuda se convirtió en la mujer de Edi. El benefactor Edi alcanzó así la posición de amo de un pueblo agradecido y feliz de ser gobernado por alguien que salvó de la peste a la ciudad. Su fama siguió extendiéndose, llegando a los lugares más apartados, y de los lugares más apartados llegaron delegaciones en procura de obtener el método inventado por Edi en la lucha contra la peste. La vida transcurrió apacible y generosa durante muchos años. Ningún obstáculo serio asomaba o interrumpía la placidez de una vida natural y buena. 53 Entre Edi y Yoca, la relación los llevaba a una íntima fusión de sus almas. Algo secreto en ellos los acercaba cada vez más a lo que parecía esconder la razón del destino humano, una razón que maduraba sin la interferencia exterior de pensamientos y supersticiones equivocadas. Mientras nada de afuera viniera a reprimir o diluir la madurez natural de lo que crecía poco a poco en el seno de sus almas, mientras ninguna idea externa contaminara la idea interna de la simpatía natural, era seguro que nada perjudicial ocurriría... Por aquella época andaba en peregrinación un personaje famoso, muy conocido por el don de la adivinación. Se decía ser el mensajero de respuestas venidas de los dioses. De nombre Tires y precedido de fama, trajo la noticia de saber predecir el futuro, leyendo en el rostro de la gente lo que se esconde en el alma. La costumbre de la época era visitar la casa real donde residía la autoridad máxima de la ciudad. Allí fue el adivino Tires. Al entrar y después de las reverencias del caso, se encontró con dos rostros que lo impresionaron fuertemente. Eran los de Yoca y Edi. Sintió que el enigma de aquellos rostros lo desafiaba y hasta lo provocaba. Sin decir nada ni manifestar alarma se dedicó con disimulo a descorrer el velo... A los pocos días entró al palacio y pidió hablar a solas con Edi. El semblante de Tires estaba descompuesto, su aspecto expresaba el descubrimiento de una tragedia. Sin rodeos le dijo a Edi el error que había cometido al casarse con Yoca, después de haber matado a Lay. Edi, fuera de sí por tan gratuita acusación, le dijo que ninguna razón lo autorizaba como para turbar la paz y la felicidad en la que vivían desde mucho tiempo atrás. Tires insistió en lo terrible de su adivinación, amenazándolo con el castigo de los dioses a punto de caer sobre ellos. Edi se alteró aún más, obligándolo a decirle lo que tenía que decirle, tras lo cual le ordenaba se fuera lo más pronto posible porque su presencia le resultaba indeseable y venenosa... Tires le reveló lo que había creído leer en la memoria del alma de Yoca y Edi, creyendo que estaba ante los sucesos de la vida actual de ambos. Le dijo que estaba casado con su madre después de haber matado a su padre. La revelación fue fulminante, quemando todas las defensas de la mente, quedando desarmada su naturaleza interior. Tires se alejó sin decir nada más, creyendo que había cumplido con el mensaje de los dioses... pero lo que él hizo fue transmitir un mensaje equivocado, horriblemente equivocado, puesto que él había relatado un suceso del pasado, mezclándolo con hechos del presente. La interpretación correcta debió ser que Edi había matado en el presente a quien fue su padre en una vida anterior y que estaba casado en el presente con quien fuera su madre en una existencia pasada. 54 Dicho en otros términos, significaba que Edi encontró a un hombre en quien vivía el alma que en el pasado perteneció a su padre y que se hallaba unido a una mujer cuya alma había sido de su madre en una encarnación anterior... y que en el presente no los ligaba ningún parentesco orgánico. La consecuencia del error le hizo creer que físicamente él era el hijo que se había casado con su madre, luego de haber matado a su padre. Así termina la historia de Edi que con el correr de los años se convirtió en el complejo de Po. ¿Que cómo alcanzó el rango de complejo?... Ocurrió cuando muchos siglos después, otro adivino de su época descubrió otro error de interpretación, creando el famoso complejo, sin tener en cuenta la influencia oculta en la memoria del alma del niño que asoma en la inocente atracción sexual por su madre. —Eyadel —dijo por último Albanoa, presintiendo lo que pasaba por la mente de su amiga— no temas en lo que estás pensando. Cuando la criatura humana no comprende lo que sucede dentro de sí, menos ha de comprender lo que ocurre afuera, pues toda conducta que dependa de la incomprensión interior tendrá los resultados de la incomprensión exterior... A nosotros nos ha de ocurrir lo contrario porque estamos conociendo nuestro imperio invisible del alma, allí donde toda expresión tiene el valor de la herencia, de la herencia que actualizada y puesta al día se convierte en lección, con lo que quiero decirte que tu hijo o tu hija sabrá que lo heredado de vidas pasadas se podrá manifestar sin que perjudique su vida presente. La vida tiene eslabones que van uniéndose sin que uno se dé cuenta. Cuando pasa el tiempo, recién se advierte cómo aquellos se han ido uniendo. Algo parecido estaba ocurriendo en la vida de estas dos criaturas. Albanoa lo comentaba así: —Si tuviéramos la precaución de estar atentos al movimiento que las ideas van realizando en nuestro interior; si mayor atención le dedicáramos a lo que un anhelo sincero va construyendo y destruyendo en nuestro interior, construyendo en beneficio de lo que anhelamos, tendríamos mejores defensas en superar inconvenientes pasajeros, en dominar dificultades que aparecen en nuestro camino sin la intención de obstruir. Uno de los eslabones que vino a sumarse a los anteriores, fue la noticia que les llegó en una carta que hacía tiempo esperaban. En la misma decía que el experimento que deseaban llevar a cabo tenía un buen margen de posibilidad a favor de ellos. ¿En que consistía?... Por un tiempo fue la ocurrencia imposible de aceptar, pues Albanoa y Eyadel querían encontrarse en la próxima encarnación, dejando 55 en la presente las señales de identificación, por medio de las cuales podrían reconocerse en la existencia venidera. La aspiración podía llegar a buen término porque ellos pertenecían a un organismo mundial, en donde dejarían las señales de identificación. Allí quedarían hasta que en el futuro, cuando ellos estén viviendo una nueva encarnación y pertenezcan otra vez a la misma organización, suceda lo esperado. El relato de estás páginas está basado en lo que ellos aprendieron, practicando el método de llegar a la sabiduría de la luz o del pensamiento de la creación, sabiduría que en la intimidad del ser interno está al alcance de quienes lo quieran conocer. Dicho método, cedido por el mencionado organismo de extensión mundial, se desarrolla acompañado por rituales de iniciación. Con ellos avanza poco a poco hacia el interior de cada uno porque despiertan y acrecientan la comprensión de avanzar. En tales rituales se utilizan símbolos que representan a las ideas del pensamiento original de la creación, ideas guardadas en lo íntimo del alma, donde también ocupa su lugar la memoria de experiencias relacionadas con vidas pasadas. —¿Será posible?... —preguntó Eyadel. —¡Si nunca se hizo algo, poco puedo decirte! ¡Si ahora lo intentamos, nos queda el futuro donde el resultado nos dirá sí o no! —¿Qué haremos para llegar a lo posible? —Lo que hemos venido haciendo, utilizando el “arriba” del tiempo de la tierra, donde quizás podamos reservarnos el espacio que llegaremos a ocupar con nuestros cuerpos y, por supuesto, con nuestros contornos llenos de alma... —Tú sabes, Eyadel —continuó diciendo— que tenemos la memoria completa del alma, pues en esa memoria debemos dejar archivados el nombre con que queremos ser reconocidos en aquel espacio del futuro. El nombre que tu elijas lo debes mantener en secreto, sin que yo lo sepa, lo mismo he de hacer con el mío que tú no deberás conocer. Ese nombre y alguna otra característica personal, cuando llegue el momento, saldrán a la superficie de nuestra futura consciencia... Y cuando esto suceda, cada uno de nosotros los enviará a la institución, en la que esperamos estar afiliados. Allí buscarán en los archivos y verán en ellos los nombres y las características personales. Una vez comprobadas las señales de identificación, seremos informados y según donde estemos viviendo, de allí viajaremos para encontrarnos... —¡Si así fuera de simple! —murmuró Eyadel. —¡Te lo repito, Eyadel!... Nunca se hizo algo parecido. Si nosotros fuéramos los primeros en hacerlo, tal vez ocurra que por primera vez se logre reunir a dos criaturas que viviendo hoy, puedan reunirse en el futuro. Además, 56 quizás sirva de ejemplo para que nos familiaricemos con la muerte como si fuera una verdadera transición, para que aceptemos que hay una sola vida mayor compuesta de muchas vidas menores... —¡Ya es tiempo, Eyadel! —le dijo Albanoa. —¿Tiempo de qué? —preguntó. —¡De prepararnos para reservar el espacio que nuestros cuerpos han de ocupar en el futuro!.. ¡Durante unos días nos hemos de acostumbrar al nombre que adoptemos, lo murmuraremos, repitiéndolo con la intención de dejarlo grabado en nuestra memoria del alma y sintiéndolo como algo que nos sobrevivirá! Cuando pasaron los días necesarios, Albanoa le pidió dar el próximo paso, que consistía en imaginar primero y después dejar que la consciencia extendida de ambos se hiciera cargo de lo que la imaginación haya visualizado... La obra de arte de la imaginación comenzó por usar la idea de verse viajando hacia el este de la tierra, hacia el horizonte de donde aparece el sol cada mañana, de donde viene el porvenir. —¡Eyadel —le dijo Albanoa— empecemos por imaginar que viajamos hacia el este y que lo hacemos alrededor de la tierra, ganándole a la tierra en su rotación!.. A la velocidad del pensamiento, nos adelantamos a la rotación del planeta tantas veces como sea necesario. Moviéndonos sin el tiempo de la tierra, nos sentimos estar en mañana, luego en pasado mañana, después más allá y más allá hacia otros días, semanas y meses y hacia otros años del futuro... El último instante del pensamiento será el último giro alrededor de la tierra, cuyo momento final pertenecerá al período de la próxima encarnación. Lo imaginado y la emoción de lo imaginado quedarán establecidos en la consciencia extendida de tu alma y la mía, donde habrá un punto de partida equivalente al presente y un punto de llegada equivalente a los días del futuro, allí donde estaremos mejorando la belleza de nuestra aventura de amor y amistad... Cuando uno pone en el futuro un punto de llegada, todo se hace de acuerdo con ese punto de llegada. Eyadel y su amigo fueron imperceptiblemente haciendo de la vida una verdadera etapa, porque sabían que en algún momento podía interrumpirse para continuarla más tarde hacia otra meta, hacia otra razón de vivir, siempre que hubiera otra razón de vivir, aparte de la que ellos venían descubriendo. Durante muchos años se preguntaron, con la intención de fortalecerse mutuamente, si en realidad era una respuesta importante y de mucho valor el haber creído encontrar el propósito de vivir en lo que ellos hacían, que lo 57 hacían para verse perfeccionados en la obra que salía de sus manos y de sus pensamientos. Tenían presente, además, lo que en un pasaje anterior había dicho Albanoa, lo que al parecer se hacía cada vez más evidente, y era que el ser humano vive en el error hasta que interiormente lo comprende, para luego empezar a vivir en la cualidad opuesta del error. Albanoa lo exponía con los siguientes términos: —¡Tendríamos razón si persistimos en pensar y en creer que los pasos que se deben dar tienen que estar sustentados en la esperanza de comprender, comprender primero la condición negativa de nuestra naturaleza para después obtener la comprensión de lo opuesto, con lo que llegaríamos a la etapa positiva, en cuya etapa nos haríamos positivos, positivos en manifestaciones de beneficios y en reparaciones de daños ocasionados durante la etapa negativa!... Cuando se convencieron, adoptaron definitivamente este punto de vista. Era lo más aproximado a una permanente manera de ser, y lo que era además para no desviar el rumbo del desarrollo de la comprensión interna. ¡Así lo hicieron por el resto de sus vidas! JORGE AHON ANDARI VALLE DE TULUM, 21 DE OCTUBRE DE 1992. 58 INDICE EL AUTOR ......................................................................................................................... 4 DURANTE EL REGRESO .................................................................................................... 5 INTRODUCCIÓN............................................................................................................... 5 EYADEL ................................................................................................................................ 6 CAPÍTULO I ....................................................................................................................... 6 CAPÍTULO II .................................................................................................................... 13 CAPÍTULO III................................................................................................................... 21 CAPÍTULO IV .................................................................................................................. 37 59 Documento convertido al formato PDF para su mayor difusión internacional por “Alejandría Digital” www.alejandriadigital.com LA HERMANDAD DE LOS PROFETAS En busca del Imperio Invisible III Jorge Ahon 2 INTRODUCCIÓN Desde la primera página aparecen los nombres de Eben Alb, Jotanoa y Albanoa. Para quienes no leyeron los dos libros anteriores les será útil la siguiente guía: En el primer libro, los personajes son Jotanoa y Albanoa. Después del encuentro, Albanoa lo conduce a Jotanoa por el sendero de la vida interior hasta que al final tiene la experiencia de oír la voz de su Alguien del Alma que se hace llamar Eben Alb. Eben Alb, por lo tanto, es el ser interno de Jotanoa, con quien vive lo relatado en este tercer libro. En algunos pasajes se hace referencia a un Alguien del Alma, a una silueta llena de Alma, a una personalidad del Alma. Todas son expresiones con que se nombra a un mismo personaje, es decir, a Eben Alb. El Autor 3 CAPITULO I EL REGRESO Y ALGO MÁS Allí estaba el valle de Tulum, esperándolo con su enorme panorama de cielo abierto, de cielo abierto al infinito del universo. Cualquier lugar de la tierra le sirve a quien quiera ascender por el cielo de ese lugar hacia el infinito del universo. Jotanoa volvía a su valle de Tulum, trayendo la ausencia de Albanoa y la presencia de Eben Alb en su interior... ¡La tristeza de una ausencia ocupada por la presencia de Eben Alb!... Y era Eben Alb quien parecía cabalgar en la alegría del regreso, murmurando la canción de su amanecer espiritual: Ya estoy de vuelta sin haber partido. De los días que a millares he vivido se destaca la silueta de un hombre peregrino que ha podido con los años acercarme a los sueños de su vida donde reina la belleza, donde gime la tristeza donde ríe la esperanza, donde todo está de vuelta sin haber partido. Jotanoa, en su débil estructura me ha soñado y he nacido... Mientras el Valle de Tulum iba al encuentro del sol, Jotanoa venía al encuentro de su valle, del que se había alejado por sentirse invadido por la soledad interior. Hoy volvía acompañado de quien estaba cantando la canción del regreso, presintiendo que la soledad interior se iría poblando con el universo de Eben Alb... 4 Jotanoa me ha soñado y he nacido... He nacido porque el sueño me dio vida... Ya no era como en aquellos días. Acostumbrarse a que en lo invisible de su naturaleza espiritual alguien de nombre Eben Alb lo estuviera esperando, no era como en los días de Albanoa porque lo que Albanoa hizo fue conducirlo hasta donde hoy se encuentra, es decir, al comienzo de su viaje hacia el interior de su alma. Además, iba a ser distinto, pues los acontecimientos futuros, las aventuras que lo aguardaban iban a tener la importancia de la enseñanza íntima en tibieza confidencial de su interior, donde Eben Alb se las arreglaría para vencer los hábitos de la superstición materialista. El mundo de afuera sería el gran interrogante que Jotanoa tendría que ofrecérselo a Eben Alb, para que Eben Alb se lo devolviera comprensible y maduro en ideas y pensamientos, y terminara siendo el escenario de los ideales de su vida y donde, si fuera posible, vivir la misión de su existencia terrena, siempre que tuviera alguna misión que llevar a cabo. A medida que pasara el tiempo se le haría a Jotanoa necesario, casi imprescindible, lograr la unidad con su Eben Alb, para que todo lo vivido fuera compartido. Quería sentirse inseparable a pesar de los momentos en que Eben Alb se comportaba de una manera extraña y desconcertante. Poco a poco, Jotanoa debió admitir que la inteligencia de Eben Alb estaba hecha para desconcertar, para desorientar, para hacer lo que hiciera falta en la tarea de alterar el orden material y físico de un cerebro atiborrado de datos, de datos venidos del exterior. No era porque los datos fueran falsos o de poco valor, sino porque tales datos los haría pasar por el filtro de la interpretación íntima, o sea que nada de lo amontonado en los recovecos de la mente objetiva sería admitido si antes no era revisado por Eben Alb. Esto tenía que convertirse en hábito, en costumbre, para que nazca la cultura de la comprensión interna o mística... Jotanoa se dio cuenta de la idea relacionada con el hábito de la comprensión interna después que la misma fuera dicha y repetida muchas veces por Eben Alb. Al comienzo la dijo como algo sin importancia, sin la intención de que sea escuchada. La repetición permitió que la idea quedara establecida en la mente y cuando quedó establecida en la mente y cuando quedó establecida, 5 recién Jotanoa le prestó la atención debida. Al hacerlo, no hizo otra cosa que usar la contemplación como paso previo para que se produjera la meditación. —¡Aleluya! —se dijo Jotanoa al descubrir la importancia de la contemplación como medio de fijar la atención sobre algo que más tarde, luego de la meditación, le daría el conocimiento necesario o la respuesta esperada. Lo importante de este hallazgo se convirtió en la clave para comprender el método usado por quienes en el pasado descubrieron algunas leyes fundamentales de la naturaleza, y esto lo consiguieron sin recurrir a ningún tipo de laboratorio físico. El asombro fue creciendo en Jotanoa cuando se dio cuenta de que el método utilizado por aquellos genios del pasado lo usaban en su propio laboratorio Psíquico, en su cámara interior, donde la energía universal expresa la esencia de los fenómenos que luego serían descubiertos en el laboratorio exterior del mundo físico y terrenal. Siguiendo este proceso se demostraba aquello que dice “así como es arriba es abajo”. Además, era algo que venía a sustentar lo que Jotanoa deseaba... —¡El hábito de la comprensión interna! —Esa fue la idea expresada por Eben Alb. La repitió como si le agradara hacerlo. Luego le agregaba algo más y la decía usando otras palabras, esperando o provocando la reacción de Jotanoa. —¡Costumbre o cultura de la comprensión mística! —La misma idea dicha con otras voces. A Jotanoa le llamó la atención la palabra “mistica” —¿Por qué “mistica”? —preguntó. La respuesta no le iba a llegar como en la época de Albanoa. La encontraría establecida en su mente cuando menos la esperara, la descubriría palpitando, sintiéndola vivir después de haber madurado, como suele madurar en el silencio la presencia de la vida. Si he nacido de tu sueño, de tu sueño voy creciendo. Voy creciendo como crece en la semilla el momento de ser árbol. LA FIGURA ENCLENQUE Algunos pensamientos aparecen en la mente sin que nada ni nadie los haya invitado. Son visitantes que se presentan porque encuentran el ambiente 6 adecuado a su existencia, o mejor dicho, se pasean por un ambiente de tolerancia, donde no son rechazados ni perseguidos. Como ellos viven de su propia energía, aparecen y desaparecen sin avisar cuando llegan ni se despiden cuando se van... Hay ocasiones en que insisten en permanecer o se toman mayor tiempo que el acostumbrado en quedarse. Entonces, lo mejor es invitarlos a que se relacionen con los acontecimientos de nuestra vida, invitarlos a que nos acompañen y nos ayuden con sus experiencias. Poco a poco comienzan a ingresar al mundo de nuestros anhelos y a la intimidad de nuestras aspiraciones. A veces los anima la falta de algo y tratan de crecer, de aumentar el caudal de sus ideas, buscan agrandarse porque han nacido con la levadura del crecimiento. Quieren llegar a ser los fundamentos de normas de vida y leyes de conducta, desean existir en las teorías de importantes descubrimientos. Una de las mayores aspiraciones sería la de darles vida a los movimientos revolucionarios basados en la justicia de los cambios, sin la acostumbrada violencia de las rebeliones, pero aún sueñan con la suprema conquista de ser el pensamiento de esa comprensión que se deslice en el alma de cada ser humano como un bálsamo de paz y de sabiduría, de paz en la convivencia y de sabiduría en la equidad de cualquier exigencia. En la mayoría de los casos no sabemos de dónde vienen, si del mundo terrenal de la humanidad o del mundo espiritual de la misma humanidad, sin embargo, pueden venir del archivo de la memoria del alma individual, allí donde han quedado algunas lecciones bien aprendidas y los testimonios de aventuras extraordinarias que no tuvieron tiempo de madurar en ideas magistrales. De tales aventuras nos llega la urgencia de sus ruegos, en los que piden no dejarlos incompletos, inmaduros, por eso la insistencia en permanecer en la mente hasta que nos demos cuenta de lo que ellos necesitan. No piden nada específico, sólo desean ser admitidos a la espera de algún suceso que les dé la oportunidad de asimilarlo y crecer... Algunos pensamientos sufren la soledad de su vida detenida, postergada porque les incomoda a la gente de conducta deshonesta, sin embargo, a la misma, a la misma gente le sirven de consuelo en los momentos de angustia y de sufrimientos indeseables. A Jotanoa lo impresionó la vida solitaria que llevaba uno de estos pensamientos. Era más bien una idea raquítica, debilitada por la falta de identidad, por ser una cosa desconocida hasta para ella misma. Lo exacto sería decir que era la esencia que podría llegar a ser una idea si la llevamos por el camino de su propia creación. Lo que es esencia puede ser lo que uno quiere que sea. No es nada específico, solamente será si la impulsamos hacia la creación en que queremos que se convierta... De nuevo aparece la importancia de la responsabilidad, pues de nosotros depende si la esencia la 7 hemos de utilizar en una idea, en un pensamiento, en una conducta o en algo superior que beneficie a su país. Comenzará a vivir cuando la experiencia la anime con el aliento de nuestro propósito o intención... Volvía Jotanoa a su hogar una noche de verano. Venía de la calle y como suele suceder, amargado, pues nunca falta el motivo que nos amarga el regreso al hogar. Sabemos que de la calle vuelve uno saturado de impresiones desagradables porque nuestro semejante humano se encarga de envenenar las horas que deberían ser como la paz de la luz en medio de la oscuridad... Pero no es así, debido a que algunos pensamientos solitarios insisten en que se los tenga en cuenta y porque quienes los llevan encima los rechazan por intrusos, por indeseables. De semejante conflicto nacen las horas envenenadas que esparcen su influencia en muchas direcciones. Pues bien, a Jotanoa lo alcanzó el aire envenenado de los pensamientos ajenos y llegó a su hogar creyendo encontrar alivio, pero el alivio no vino y los nervios seguían tensos, emitiendo agudas notas discordantes. Habíamos dicho que era una noche de verano y en el Valle de Tulum son a menudo calurosas, lo que hace que la gente duerma o descanse fuera de las habitaciones. Aconsejado por el calor, Jotanoa tendió su catre en el patio, bajo un cielo que parecía descender de la mano de su belleza. Tendido cuan largo era se dejó adormecer por la posición adoptada. Se hizo el propósito de alejar de su ánimo la influencia que lo tenía inquieto. Miraba en un sentido, luego en otro, esperando que la distracción lo ayudara pero nada sucedió. Por ahí cantaba un grillo, por allá lejos un coro de ranas y sapos hacían lo mismo, por el aire que lo rodeaba pasaba el sonido de la calma nocturna. Las sombras se movían, se movían y parecían trapos de niebla oscura. Se movían y danzaban y Jotanoa se unió al movimiento de las sombras. Cuando lo hizo, no supo si se quedó dormido o pasó al estado subjetivo de los sentidos espirituales. Jotanoa ya no estaba en ningún sitio aunque le quedaba la sensación o impresión de estar en el espacio de su propia vida interior. En ese espacio interior vio una silla o algo parecido. Como la silla estaba vacía, le llamó la atención y fijó la mirada en ella. No bien lo hizo apareció él sentado en esa silla, o sea, que él mismo se estaba viendo sentado allí, a la vez que ambos se veían enfrentados, pero el que se hallaba sentado tenía el aspecto de un magistrado o la apariencia de un maestro o de un juez. Se notaba la actitud de impartir una enseñanza o le preocupaba el deseo de comunicar algo importante como si el tiempo de Jotanoa se estuviera agotando. El silencio era un silencio alejado de toda manifestación terrena. La atención de Jotanoa hizo que el otro Jotanoa levantara un brazo y señalara hacia un rincón de ese recinto, donde apareció una figura delgada, apenas visible. Parecía que debido a su 8 propia debilidad se ondulaba como una niebla. La mirada de sus ojos estaba en una lejanía imposible de percibir, de cuya lejanía parecía alimentarse para sobrevivir. Al parecer, era en lo único que se apoyaba para seguir siendo una presencia casi esfumada. —¡Ven, ven! —le dijo el Jotanoa de la silla—. ¡No temas!.. ven, acércate que aún te queda un resto de vida... Aunque hayas olvidado tu nombre, yo te lo recordaré... ¡Es que tan olvidada te han tenido que no quieres moverte por miedo a desaparecer!... Si deseo preguntar tu nombre es para que puedas ubicarte en la posibilidad de recordarlo... Además, quiero hablar contigo para que mientras escuchas lo que te diga, abandones la debilidad que te amenaza con la muerte... No temas y dime tu nombre. ¿Te acuerdas de él? La figura enclenque le respondió con un movimiento de su rostro. Le dio a entender que no sabía qué era ni quién era. —Tú eres el amor —le dijo. —¡No, no, no! —exclamó la figura, asustada por el nombre que se le venía encima—. ¡No, no soy eso que dices!... ¡Te has equivocado!... —No niegues tu propia esencia, puesto que eres el amor, o si prefieres, eres la idea del amor aunque hayas vivido en el rincón de la indiferencia... ¡Deja que la experiencia te haga vivir lo que eres!... —¡No... no... no! —gritó de nuevo, mientras una lágrima tras otra caían salpicando el piso. —¡Estoy viendo lo que eres! —le dijo el Jotanoa de la silla—. Detrás de esa niebla, que puedes llamar la niebla del olvido, estoy viendo lo que eres... ¡Ven, acércate y te diré lo que puedes hacer para disipar el olvido que te envuelve!... Si ahora eres algo indefinido que en cualquier momento puede desvanecerse, aprovecha esta oportunidad para recuperar el propósito de tu esencia, diciéndome dónde has vivido y cómo es que has llegado a tal grado de raquitismo. Hablar te servirá de tónico. Después de vacilar unos segundos, la figura enclenque le confesó: —Allí, en aquel rincón. Allí he vivido siempre. Nunca pude abandonar ese lugar para saber quién era. Además, no supe encontrar el camino, y como nadie me tuvo en cuenta, creía que era una cosa inútil. Desde ese rincón donde me consumía sin hacer nada, veía pasar siluetas, sombras y figuras que luego aprendí a distinguir y a conocer. Todas ellas me consideraban un deshecho caduco y envejecido por el deslumbramiento que ellas manifestaban. Se acercaban a mi rincón para averiguar si yo había muerto, pero al comprobar lo contrario se preguntaban de dónde sacaba tanta energía para sobrevivir. Ni yo misma sabía. 9 Jotanoa, él de la silla tenía razón. La figura enclenque se animaba poco a poco a medida que hablaba y se confesaba inocente del encierro que padecía. La voz aumentaba de tono y los ojos comenzaban a mirar sin tenerlos fijos en la lejanía. La figura enclenque se vigorizaba con el despertar de su propia esencia, con el movimiento de su propia esencia. Cuando Jotanoa la invitó a reanudar el relato ya tenía mejor aspecto y mayor vivacidad. —Una de las figuras —continuó diciendo— era la más importante. Parecía la reina de una sociedad de esclavos. Cuando averigüé su nombre me di cuenta por la reacción de mi propia naturaleza que era una cosa opuesta a lo que soy. El esplendor de su ropa encandilaba, y el aspecto general impresionaba por el lujo que ostentaba, nada más que por eso, pues detrás de tanto esplendor estaba el vacío, el abismo de la nada, en donde ella misma caería deshecha si una grieta en su ropa apareciera... —¿Quién es la reina de esa sociedad de esclavos? —fue la pregunta que interrumpió el relato. —¿Quieres que te diga su nombre, o más bien su cualidad o el papel que desempeñaba?... Decir su nombre y lo que hacía sería darle la importancia que no tiene, además, mi propia esencia me aconseja no decirlo... ¡Dejémosla donde ella me dejó olvidada, pues ella pertenece a la hermandad del Reino Externo!... —¡Entonces, tú —le dijo el Jotanoa de la silla— perteneces a la hermandad del Reino Interno, pues en ese reino tu esencia te hará vivir el significado de la bondad, pues allí también aprenderás a sentir el valor de la amistad! Cuando tu esencia esté por alcanzar la razón final de la existencia, habrás aprendido a vivir con la emoción de la piedad, de la tolerancia. Será como ir ascendiendo por etapas, siendo cada etapa la oportunidad de aprender con cualidades como la tolerancia, la caridad, etc. La suma de cualidades te acercará al misterio de tu propia esencia, pues a mayores cualidades mayor profundidad habrá en la emoción del amor. Jotanoa, el que estaba sentado en la silla, por un instante dejó de hablar, sonriéndole con alivio a la figura que había dejado de ser enclenque para convertirse en compañera de él. Luego, retomó el hilo de lo que le venía diciendo: —Lo más importante para ti será, además, que recibirás la ayuda de quien nos ha permitido esta entrevista, de quien se ha desafiado a sí mismo en el sentido de provocar las aventuras que le han de servir para comunicarse con su Alguien del Alma, es decir, para comunicarse conmigo... ¡Apóyalo con tu esencia, que él hará crecer tu personalidad y la mía, en especial, apóyalo en los momentos en que deba sufrir los daños de la incomprensión! ¡Alíviale la 10 soledad en la que se refugiará por defender los ideales de nuestra existencia interior!... Su vida, desde su niñez, tiene espacios de los que no recuerda nada como si no los hubiera vivido. Esos espacios muestran el abandono de un camino para seguir por el otro, en la dirección que lo está trayendo a nuestro reino interior. El peligro ha quedado atrás porque el camino que él abandonara era la opción que le quedaba al hombre externo, era el camino que de haberlo seguido se hubiese acogido a los sufrimientos de la superstición materialista... y el encuentro conmigo se hubiera retardado, hubiera quedado suspendido hasta una fecha imprecisa del futuro... ¡Ayúdalo con tu esencia de amor para que el amor lo espere al final de su vida!... La figura que ahora lucía resplandeciente, miró en la dirección del Jotanoa tendido en el catre y le sonrió, mientras el otro, él de la silla, continuó diciendo: —No pasarán muchos días en que ha de comenzar su aventura de obtener ideas, pero también con sus propias ideas hará los relatos de algunas aventuras o narraciones de acontecimientos basados todos en sucesos protagonizados por el ser humano... Después nos veremos involucrados en un proyecto que él justificará como el único, como la última oportunidad de salvar lo que parece hundirse poco a poco. Será un compromiso de los tres, de tu esencia que habrá alcanzado la madurez del amor, de Jotanoa que hará la presentación y de mi presencia invisible que lo inspirará y lo guiará por el terreno de la imaginación... Cuando el personaje de la silla dejó de hablar, la que había sido una figura enclenque era ahora una silueta definida y luminosa que latía con luz propia, semejando una galaxia de estrellas. Cada latido pulsaba una estrella color azul, otro latido encendía una estrella color violeta, otro lo hacía con el color naranja. Cuando la energía de tantos latidos se hubo normalizado, la silueta adquirió los colores permanentes de su vida, el violeta y el naranja. El color de vida viniendo del sol... ¡Era una silueta llena del color con un contorno color naranja! Jotanoa, el del catre, al abrir los ojos creyó que estaba amaneciendo, pero donde estaba amaneciendo era en su interior. Allí persistían las imágenes de un Jotanoa, el de la silla, que no era otro que Eben Alb y la de la figura enclenque, fortalecida por la oportunidad de expresar lo que su esencia le aconsejaba... Las noches en el Valle de Tulum tienen la magia de las estrellas en un cielo casi cerca de las manos. El silencio de las estrellas se une al rumor que sube de este valle y en algún punto de su atmósfera parece estallar en luciérnagas de vida. Eben Alb y Jotanoa también eran cielo y tierra y en el espacio que los separaba estallaban luciérnagas de vida, que iluminaban el viaje 11 presentido hacia el futuro. Allí en el futuro parecían también estallar las luciérnagas de vida de un ideal supremo. ¡Valle de Tulum, Valle de vida con altibajos de penas y alegrías, de sueños y amargos despertares, de sueños y amables despertares, de sueños que llegan al ámbito de las posibilidades y de sueños que quedan desvanecidos en lo imposible!... ¡Valle de Tulum, ¿será verdad lo que Eben Alb le había dicho a Jotanoa? ¿Será verdad que en su silueta llena de alma queda sobreviviendo un Valle idéntico al que vemos allá afuera de nosotros?... Eso dijo. Pero también dijo que no todos son capaces de recrear en nuestro interior ese mundo de afuera de masa y gravedad. Que para hacerlo hacía falta haber despertado el genio de la consciencia superior del alma, al que se le haría fácil la tarea de reproducir con partículas universales de energía aquello que con amor hayamos visualizado en los momentos de contemplación. Jotanoa se afanaba en relacionar los puntos importantes de su no muy lejana experiencia junto al mar. De tales afanes nacían preguntas que al fin eran afirmaciones, entre las que se destacaba la interpretación dada por Albanoa, en el primer libro, cuando decía que la contemplación ponía orden en lo que era equivalente al caos de la creación, haciendo que lo disperso se uniera en figuras al caos de la creación, haciendo que lo disperso se uniera en figuras y formas, en estructuras de energía, que luego por algún poder de cohesión llegaban a la densidad de lo visible y de lo material... ¡Y que la meditación tenía el propósito de dejar en manos del genio interior del alma lo que se había visualizado durante la contemplación!... Mucho de lo vivido con Albanoa desfilaba por su mente, aumentando el deseo de ahondar en el contenido dejado por aquella relación. Eben Alb, mientras tanto, parecía asistir en silencio y sin intervenir a lo que Jotanoa se esforzaba por descubrir. Sólo la sonrisa de siempre la presentía esbozada en los labios de Eben Alb. Era la sonrisa de aprobación, animándolo a seguir. Para ayudarlo, le dijo: —Así como tenemos una superficie ocupada por el cuerpo físico, también nuestro cuerpo psíquico, nuestra silueta llena de alma, tiene una superficie equivalente a una circunferencia. Dicha superficie puede ampliarse o achicarse, dependiendo de la energía usada por la mente y su consciencia. Así como la energía de la luz aumenta su potencial si aumentamos la tensión, de la misma manera podemos aumentar la superficie de nuestra silueta llena de alma si aumentamos su aura circular por medio de la energía generada por las emociones de calidad superior. 12 Esa superficie se ha de volver un centro de poderosa radiación si me ayudas a llenarla con tu buena manera de vivir, pues... ...En tu camino hacia el dolor ajeno encontrarás la hermandad del tuyo, pero también, en tu camino hacia el amor ajeno encontrarás la hermandad del tuyo... Eben Alb, después de la pausa acostumbrada, hizo una especie de introducción para justificar lo que había encontrado en la zona profunda del alma y que lo había sorprendido por el enorme significado. —Allí, delante de nosotros, están los días que han de ser como páginas de la tierra. En ellas han de quedar párrafos de algún drama, de alguna tragedia o simplemente la huella de una comedia. La existencia de los días se viste de cosas maravillosas. Cuando sale el sol es un día de sol y es suficiente que sea luminoso para que los seres humanos y todo lo demás se muestren como objetos que tienen un día de sol. Los ojos miran con el color del día y el día nos acepta con el color de la luz. Si la jornada amanece nublada, todo tiene un manto de colores apagados. Sentimos que el día está nublado, sentimos que le falta un poco o mucho de luz, notamos que las nubes le hacen sombra a nuestro mundo de sensaciones. En fin, el día está nublado y es distinto al otro. Lo maravilloso de todo esto es que los días de la semana se han convertido en cosas vivas, capaces de hacernos hablar o enmudecer, tienen el poder de hacer que perdonemos, tienen la fuerza de provocar esperanzas, de hacer que un anhelo se mejore a medida que pasan las horas, son capaces de hacer que nuestro corazón sienta angustia, alegría o pena. —Ellos, con su luz, con su sombra o penumbra, se adueñan de nuestro corazón y el corazón vive con luz, con sombra y penumbra... Cuando algo nos sucede, algo le sucede al día que está transcurriendo. Nos hemos unido a ellos como ellos se han unido a nosotros. Somos inseparables. —A veces, somos el eco de un día, otras veces, el día es un eco de nosotros. Hay momentos en que tenemos deseos profundos de que el día no pase o de que el día pase y se vaya pronto. Ellos nos quieren o nos desprecian por lo que hacemos. Nosotros los queremos o los despreciamos por las cosas que nos suceden y que relacionamos con ellos... Ahí están los sucesos 13 conocidos, las aventuras que jamás se narraron, los hechos anónimos, impulsados por el heroísmo superior del alma y todo lo que el silencio del tiempo esconde. Ahí están, registrados en una semana que ni siquiera sabemos a qué año pertenece. En un día lejanísimo han quedado tristezas y alegrías que se parecen a las actuales. En la memoria invisible de los días está el hueco dejado por la epidemia de la injusticia, está el vacío que el bien aún no ha llenado. Quien lo reemplaza tiene el poder del hábito de hacer lo opuesto. Recuerda lo que nos dijo Albanoa en relación con el vacío que se produce cuando no lo llenamos con algún acto de bondad. Si ahora lo tenemos en cuenta, se hará fácil ahondar en la comprensión de lo que sucede cuando dejamos pasar la oportunidad de evitar dicho vacío... En alguna zona de la memoria del Alma quedan los espacios que no fueron llenados con el bien, quedan como testigos de las ocasiones que no aprovechamos. Tales espacios se convierten en deudas a pagar en el futuro cuando una mejor comprensión nos ayude a realizar el acto de reparación. Si al hombre como individuo le sucede esto, a la humanidad le ocurre lo mismo. En la memoria del alma de la humanidad también se hallan los espacios vacíos, los que permanecen desde épocas remotas en actitud de espera. Donde la espera se hace impostergable es en el hombre, porque en el hombre está la causa de lo que ha sucedido y le sucede a la humanidad, siendo él quien puede llenar el vacío que oportunamente debió ser ocupado por el bien. —¿En qué tramo —continuó diciendo Eben Alb—, o mejor dicho, en qué momentos ha fallado la intención de utilizar la comprensión y realizar el acto de reparación? No creo que haga falta enumerar lo que hasta ahora no ha tenido solución. Sabemos que la prédica del amor ha quedado inutilizada en la ambición del egoísmo. Es evidente que todo lo relacionado con la hermandad, la justicia, la tolerancia ha tenido el mismo fin. El tiempo de la esperanza se ha agotado en la incredulidad, en la duda, en el desprecio. Hasta las promesas han envejecido, agotando el tiempo del hombre externo... —El uso exagerado —siguió diciendo Eben Alb— de los sentidos físicos ha disminuido la influencia interior, debido a que en algún instante de la historia se ha roto la continuidad de la evolución interna que parecía venir unida al progreso exterior del hombre... o quizás haya sido cuando el poder del mundo físico fue dominando poco a poco al hombre interno, alejándolo del hombre externo. —Jotanoa, ¿qué nos puede suceder si intentáramos la unión de ambos hombres, si creáramos el ámbito propicio para que el hombre externo se acerque al hombre interno?... ¿Que daño nos puede causar si convenciéramos a la razón para que se haga inseparable de la emoción?... También haríamos lo 14 mismo con la emoción, haciendo que la emoción se olvide de sí misma y se acuerde de sus semejantes humanos, ayudándola a sentir que el amor está la aventura de aumentar la influencia de habernos descubierto. —Si bien la emoción —dijo Eben Alb— no sabe razonar, algo similar le sucede a la razón puesto que no sabe sentir. De ahí que cuando la razón distribuye lo que tiene que distribuir lo hace mal porque la emoción está ausente. Cuando la emoción quiere distribuir lo que tiene que distribuir lo hace mal porque está ausente la razón y porque se deja llevar por la simpatía hacia unos y por la antipatía hacia otros. La emoción acentúa las diferencias cuando aparecen los grupos enfrentados por doctrinas y costumbres. La razón y la emoción, separadas, no sirven, son inútiles, son dañinas, porque han creado y siguen creando antagonismos que ambicionan el dominio de una sobre la otra... Eso no ha servido nunca y menos ahora que el tiempo las ha debilitado. Aún le quedaba a Jotanoa la sorpresa de oír en la voz de Eben Alb lo que era la ley del regreso o la ley del retorno. Eben Alb había asistido a su propio pasado para darse cuenta de esta norma que rige la continuidad de la vida y que retiene en la memoria del Alma los espacios vacíos que hay que llenar cuando en el futuro aparezca la oportunidad de hacerlo... Con esta ley de Regreso estaba Eben Alb ensayando la elaboración de un plan que estuviera de acuerdo con los anhelos de Jotanoa y con los espacios vacíos que él pudiera llenar con los actos de su vida terrenal. Según lo diera a entender en forma velada, Eben Alb estaba viendo o presintiendo, por medio de su consciencia extendida, los acontecimientos que desde el futuro venían al encuentro de Jotanoa, acontecimientos que tendrían la virtud de hacer en él las ideas que necesitaba y que le serían imprescindibles para justificar el uso de la ley del regreso. Para que él pudiera usar esta ley le quedaba la obligación de pagar con su conducta la deuda de los espacios vacíos, contraía en el pasado. De ahí que los sucesos futuros le darían a Jotanoa la oportunidad de cumplir con los reclamos que la memoria del alma le hacía llegar. Para ello nada mejor que el escenario de los hechos diarios, donde los seres de su especie lo obligarían a manifestar la bondad de su compresión, de su tolerancia, de su humildad, etc. Eben Alb tenía en su memoria el material suficiente como para provocar la reacción emotiva de Jotanoa. En muchas ocasiones aprovechó el ruido del follaje, amortiguándose en el silencio, o, alejándose en la brisa, para hacerlo sentir la expansión de la consciencia y experimentar una manera de sentirse expandido. El canto de un pájaro, oculto en la sombra profunda de los árboles, le daba la ocasión para que Jotanoa se diera cuenta de que en lo íntimo de su naturaleza humana podía encontrar la armonía con que la vida esconde o guarda el amor. Si el murmullo del agua llegaba a los oídos de Jotanoa, Eben 15 Alb lo hacía soñar con el viaje de una gota de agua que viniendo del mar hasta llegar a la montaña, regresa con el río a su fuente de origen, dándole el argumento para que comprenda el viaje del alma que luego de su paso por la tierra, regresa al alma universal con la ofrenda de las experiencias vividas. Ahora, mientras se dejaba inundar por el significado de la ley del regreso, sintió Jotanoa que la mansedumbre y el silencio del valle se acercaban a la soledad de su corazón y lo acariciaban con el bienestar de la esperanza. Era la suave presión de una ternura de amor que lo abrigaba desde el porvenir de sus días. El esfuerzo que hacía para definir lo que aún era indefinible, sólo le alcanzaba para presentir en lo invisible lo que él tenía que hacer. En su pecho se agolpaba lo indefinible de aquello, llevándolo a decir lo que se le ocurriera a modo de desahogo. Su confidente obligado era Eben Alb, quien cada día se hacía el mejor amigo de Jotanoa. Mientras el valle se disponía a pasar la noche, Jotanoa le confesaba a Eben Alb: —Se ha hecho de noche, Eben Alb. La tarde se ha dormido en el Valle de Tulum. El cielo color violeta viene ascendiendo del lado de donde asoma el sol cada mañana. La quietud se adueña del aire que respiramos y lo que fuera viento durante el día se está convirtiendo en brisa que más se parece al roce de una tibia caricia. —Una estrella nos vigila en el horizonte. La atmósfera del valle la mueve en un vaivén de cuna celestial. Allá lejos, en los espacios oscuros del cielo se presiente lo que hemos de encontrar en el futuro. No hay luna, por eso la noche es más oscura, pero igual nos llega la luz que las tinieblas no pueden ensombrecer. —Eben Alb, la tristeza me habla en su lenguaje de impotencia por la dificultad física que no me deja ir más allá del cielo de nuestro Valle de Tulum. Lo que me ayuda es el sonido de la palabra Tulum. Cuando con íntimo placer me digo Tulum...Tulum...Tulum, se aliviana mi cuerpo y me aliviano, quedándose sin peso para ser el valle y su cielo de estrellas. Liviano como una estrofa musical, me siento el cielo y las estrellas que lo miran y lo miro, que lo aman y lo amo, que lo viven y lo vivo, sin que nada me separe de su esencia... —¡Tulum! —le ruego en voz baja—. ¡Tulum, abrígame en tu contenido de tanta vida y alivia mis alas de sueño para volar en la ternura de tu amor por nosotros! —Eben Alb, cierro los ojos y me acerco a la región de tu imperio invisible para darme cuenta de la extensión sin límite de tu conciencia... ¡Y eso me consuela!... Tú conoces mejor que nadie los secretos de vida y amor que viven en la eternidad de nuestro valle. A veces, sin esfuerzo, me siento esfumado en 16 tu conciencia, me siento en cada punto del valle al mismo tiempo. Tu conciencia extendida se convierte, entonces, en promesa madura, donde esperan las ideas, las ideas, las ideas que han emplumado las alas del sueño... ¡Oh, las ideas, qué débiles eran cuando nacieron! ¡Eran tan débiles!... parecía imposible que llegaran a vivir la edad del vuelo propio. A pesar de los peligros, han sobrevivido y hoy tienen alas para surcar el cielo de tu conciencia sin fronteras... Cuando Jotanoa terminó de decir lo que era una confesión dirigida a Eben Alb, creyó que algo sucedería para que las dudas y la incertidumbre dejaran de interferir en lo que deseaba hacer y empezar en forma definitiva, sin las vacilaciones que aparecían imprevistamente. Lo que hizo Eben Alb fue mostrarle un camino y la dirección en que debía transitarlo. Era un camino amplio y desierto, con un horizonte lejano de un azul desvanecido por la distancia. Lo único era la dirección, señalando el rumbo que debía tomar. La dirección había sido prevista de manera provisoria a partir de su aventura de niño cuando debajo de la morera derribó aquel pájaro. Su reacción ante el pájaro herido, el arrepentimiento que sufriera como la decisión posterior de eliminar de su vida la cacería de animales, habían determinado el posible rumbo que ahora se lo estaba señalando Eben Alb. Cuando se preguntó porqué era una ruta desierta, Eben Alb le dijo: —La tendrás que llenar con lo que vayas viviendo. Nada de extraordinario hallarás, lo extraordinario ha de ocurrir cuando tus emociones ante los sucesos sean la causa de una comprensión interna, de la que nacerán las ideas y los pensamientos de una misión que se irá haciendo comprensible a medida que avances por ese camino de experiencia exterior y de comprensión interna. Nada de afuera dejará de ingresar al sendero de la comprensión mística. LA HERMANDAD DE LOS PROFETAS ¿Cómo era el cielo de aquella época? ¿Se veían las mismas estrellas que ahora vemos en la esfera celeste? ¿Cómo era la tierra con sus árboles, animales, ríos y montañas? ¿Qué flores había que hoy ya no existen? ¿Era el rocío de aquella época el verdadero maná que embellecía y alimentaba a la vida? ¿Se soñaba lo mismo que hoy o los obstáculos para soñar eran menores? ¿Tenía la fe el prodigio natural de materializar los anhelos del sueño? 17 Lo que Eben Alb puede percibir por medio del radar de su conciencia es lo que le falta a nuestra civilización, siente que la ausencia actual es añoranza por aquello que ha dejado de acompañarnos. Es el recuerdo de algo que no tiene el ambiente apropiado para renacer, para vivir de nuevo con la enorme experiencia de un pensamiento que había logrado ubicarse como puente entre lo invisible y lo visible. Si la época lejanísima la midiéramos según el concepto de cantidad, nos costaría ubicarla en el tiempo, pero si la midiéramos según el concepto de cualidad, podría estar al alcance inmediato de nuestra conciencia. Con esta cualidad se unificarían todos los acontecimientos y los tendríamos donde nuestra conciencia estuviera, dándose cuenta del suceso que eligiéramos contemplar. ¿Cuántos eran los que luego llegarían a integrar la Hermandad de los Profetas?... Los que aparecían desdibujados en la leyenda y en los símbolos fueron pocos, pocos en número pero suficientes, aunque más que el número suficiente fue la idea fundamental que reunió a quienes dijeron llamarse los Hijos de Dios y que por tal privilegio se diferenciaron de los Hijos de los Hombres. La noble ascendencia que hizo Hijos de Dios no era ninguna nobleza de cualidad terrenal o corporal sino que era el título obtenido por haber descubierto a Dios como habitante de su Alma. Era el Dios interno que no lo encontraron afuera sino en la divinidad del Alma, donde cada uno se sintió Hijo del hallazgo individual. Aquellos que no tuvieron la experiencia de sentir y conocer a Dios en su interior fueron los que recibieron el nombre de Hijos de los Hombres. Se vuelve claro y evidente que los Hijos de Dios formaran un grupo para reunirse como una verdadera Hermandad del Alma. De ahí en adelante quedaba abierto el camino para saber qué hacían con el Dios que habían descubierto en su interior, y qué hacían para que semejante aventura no se desvaneciera en la muerte de cada uno. Parecía natural que esta aventura quedara archivada en la memoria del Alma para que fuera utilizada en el futuro, ya que el Alma por ser inmortal, no perdería lo que se hubiera incorporado a su memoria. Así nació la Hermandad de los Profetas, que utilizó una ley, la Ley del Retorno. Eben Alb se la resumió a Jotanoa en pocas palabras con la intención, tal vez de que naciera en él la inquietud por utilizar la Ley del Retorno: —Del tiempo aquel —le dijo— a la época actual, la humanidad se ha regido por quienes han usado la Ley del Retorno en los momentos de mayor peligro para los ideales de la evolución del Alma humana... ¿Qué requisitos fueron los necesarios para que ellos pudieran hacer uso de la mencionada ley?... 18 ¡En el alma, como esencia de la armonía universal, descubrieron la idea maravillosa que usándola la convertirían en la contraparte terrenal, con la que vivirían madurándola!... Esta esencia no podía quedar en el Alma como la teoría de una idea, puesto que así de nada serviría. Debían buscar los medios de darle vida y los mejores medios estaban en los distintos modos o maneras de convivir con el ser humano y demás criaturas del mundo terrenal. Les dio resultado porque la intención de experimentarla nacía en su ser interno, quien los impulsaba a usarla cuando la ocasión se presentaba. Si se vivía en la intolerancia, la experiencia le permitía ubicarse en la contraparte, o sea, en lo opuesto a la intolerancia, naciendo así lo que luego se le daría el nombre de tolerancia. Por este medio, la idea obtenía un rasgo, una característica, habiéndose logrado que aquella esencia del alma se materializara en la tolerancia. —Después que la esencia de la armonía hubo experimentado en el mundo lo que era la tolerancia, llegaría a corto plazo la nueva ocasión de aplicarla, por ejemplo, ante un acto de injusticia. Por el mismo proceso anterior se lograría la noción de justicia. Así sucedió con las demás oportunidades de aplicación de aquella esencia del Alma, la que con el tiempo fue sumando cualidades positivas, que enriquecieron una conducta en la que sobresalían acciones en beneficio de otras personas ajenas al grupo. —La Hermandad de los Profetas se reunía a cielo abierto y lo hacía cuando la necesidad interior lo aconsejaba. Todo era incontaminado. La pureza de lo pequeño era como la pureza de lo enorme. Por el aire viajaban los sonidos puros de los primeros pensamientos. Las ideas tenían tanta libertad de vuelo que el mínimo impulso en la mente las hacía volar sin ningún obstáculo... Si tuviéramos que hacer una comparación con la época actual, diríamos que en el tiempo de La Hermandad de los Profetas no habían interferencias de ruidos, de ruidos ajenos a la naturaleza. Los sonidos de la naturaleza cuidaban la fidelidad de las ideas. —La Hermandad de los Profetas era a la vez la Hermandad del Alma, o sea, que además de conocerse en el plano terrenal también se conocieron en el ámbito espiritual y por conocerse en ese ámbito tuvieron la sabia ocurrencia de bautizar al ser interno con un nombre, con un nombre elegido por cada uno para poder identificarse en el futuro cuando la vida los reuniera en una nueva hermandad. —Esta Hermandad del Alma vivió muchos años en la tierra pero lo hizo a través de muchas vidas individuales, teniendo siempre cada uno el mismo nombre. Algunas llegaron a vivir tiempos terrenales de novecientos años, de mil y de miles de años, pero siempre esta Hermandad del Alma, durante cada 19 período terrestre, era como ya dijimos la Hermandad de los Profetas. Si terminó siendo la de los Profetas fue porque ellos sabían lo que a cada uno le tocaba hacer cuando en el futuro se encontraran de nuevo. —De esa manera ellos pretendieron asegurar la línea ascendente de una civilización que no fue comprendida ni asimilada cuando dejaron de volver. La cualidad maravillosa de la conciencia extendida de Eben Alb le permitió a Jotanoa conocer algunos momentos importantes de la vida de aquella Hermandad... No sólo conocer sino actualizar un procedimiento parecido, creando ahora mismo una Hermandad del Alma que esté integrada por quienes quieran adherirse a este proyecto, cuyos detalles irán apareciendo a lo largo de lo escrito en estas páginas, y cuya razón estaría en el agotamiento de los medios objetivos, en la incapacidad del hombre externo de solucionar los problemas muy agravados que padece la humanidad. Si hasta ahora se ha ensayado todo lo aportado por los Hijos de los Hombres, quedaría la única reserva en manos de quienes se animen a descubrir a Dios en su interior y se ganen el privilegio de ser los Hijos de Dios. Ellos serían los nuevos integrantes de una renovada Hermandad del Alma. Para Eben Alb comenzó hace varios años la aventura de las ideas, con las que según él despejaría el camino que lo ha de llevar a formar parte de la Hermandad del Alma, siendo éste el medio de asegurar la misión que el futuro se ha de llevar a cabo. El mejor terreno para sembrar y cosechar ideas ha sido Jotanoa, por eso lo anima a vivir incidentes, de los que obtiene la comprensión y las ideas necesarias. De acuerdo con las condiciones establecidas por el proyecto, la humanidad dejaría de depender de individuos que sólo les interesa el poder por el poder mismo, sin tener en cuenta la degradación paulatina de la vida terrestre. Si bien parece que existe una hermandad tenebrosa que se organiza según sus propios intereses, también la Hermandad del Alma puede organizarse en bien de sus propios intereses, que son los intereses del Alma de la humanidad. ¡Lo que es de todos en el imperio del Alma debe ser de todos en el imperio terrestre! Si cada uno de nosotros se acostumbrara a sentir que su Alguien del Alma tiene una conciencia interior capaz de abarcar los tiempos y los espacios infinitos, abarcarlos en cualidad, no en cantidad, se daría cuenta de que puede hacer de su vida un proyecto actual para desarrollarlo en el futuro, siempre que se dedique a eliminar los obstáculos que le prohiban integrar la Hermandad del Alma. Así habría vivido la Hermandad de los profetas, Haciéndose cada uno profeta de sí mismo, sabiendo lo que tenía que hacer en el porvenir. 20 La norma de vida con que se regían aquellos seres nos explica el misterio de las profecías, pues si alguien se compromete a realizar en el futuro lo que ahora decide hacer, cuando lo haga habrá cumplido con la profecía. Esto nos ayuda a considerar imprescindible la ley del Retorno, que no es otra cosa que el regreso a la vida para cumplir con lo que quedó pendiente en el pasado. La pregunta se hace necesaria: ¿Cómo hicieron ellos para reconocerse en el porvenir?... La costumbre de vivir en relación íntima con el ser interno fue el medio eficaz con que la intuición los guiara y los inspirara. Además, les debe haber sido fácil ganarse la autorización de lo que deseaban hacer si previamente había que merecerlo, y merecerlo suponía el premio a cómo se conducían entre sus semejantes, aplicando, por supuesto, lo que la esencia del Alma les aconsejaba aplicar... Y no era otra cosa que tener el ánimo dispuesto en actitud de ayuda, sugiriendo y mejorando el nivel de vida de los desprotegidos y haciendo que la bondad presidiera todos los actos de su condición humana. A partir del momento en que sintieron la libertad de actuar, el primer paso consistió en bautizar a su Alguien del Alma con un nombre, con el nombre que les serviría para identificar al mismo Alguien del Alma a lo largo de los cientos y cientos de años que viviría en diferentes cuerpos en el plano terrenal. La comparación aumenta la claridad de la noción que estamos exponiendo. Así como hay una ceremonia para imponer el nombre a una criatura, también ellos llevaron a cabo una ceremonia para bautizar con el nombre elegido a su Alguien del Alma, quedando de esta manera constituida la Hermandad del Alma, la que durante cada vida terrestre iba a desarrollar sus actividades como la Hermandad de los Profetas. Jotanoa quería abandonar poco a poco la costumbre de sentirse encerrado entre los extremos de nacimiento y muerte. Si bien la mayoría de los seres humanos vive arreglando sus cosas de acuerdo con semejantes límites, él no deseaba una existencia condenada por lo efímero, una existencia disminuida y abrumada por la angustia de lo fugaz. Por eso buscaba la manera de llegar a saber y a sentir que la vida tiene a su favor el esfuerzo permanente de vivir, sin que la muerte sea el impedimento a su continuidad. Sería más o menos fácil aceptarlo si aprendiéramos a sentir lo que uno es, si viviéramos sintiéndonos alma viviente en vez de cuerpo perecedero. De sentirnos Alma viviente a la aceptación del Dios Activo que habita dentro de cada ser humano se puede llegar con cierta naturalidad. Sentirse habitado por un Dios que nos ofrece el privilegio de activar y manifestar su poder es algo que va más allá de toda limitación humana. Si la limitación humana, pensaba Jotanoa, actuaba de obstáculo, entonces le quedaba la eliminación de semejante 21 obstáculo, y si él pretendía eliminarlo era porque necesitaba demostrarse a sí mismo el crecimiento de una sabiduría comunicada por su Dios interno. Era una mañana como cualquiera otra mañana. Para hacerla distinta había que vivirla de manera distinta, por eso salieron al encuentro de algo que la hiciera diferente. Sólo hacía falta darle vida a la confianza para que esa mañana transcurriera enriquecida y pasara a ser uno de los días que pudiera recordarse con agrado, que pudiera quedar en la memoria como el testimonio de lo que anhelaba Jotanoa, o sea, pasar por alguna experiencia que le diera el argumento de afianzar la creencia en su alma viviente. Cuando Eben Alb le hablaba no lo hacía con la voz sonora de la vocalización sino cuando uno se habla a sí mismo y se escucha a sí mismo, preguntándose y respondiéndose. Para que esta forma de dialogo no cayera en los errores comunes de obligar a que la respuesta sea según lo que uno quiere escuchar, Jotanoa debió aprender, después de muchos fracasos, que lo sugerido o lo aconsejado por Eben Alb era distinto a lo esperado. Aunque el método de entender fue puliéndose poco a poco sin haber obtenido la perfección, sin embargo, el resultado dejaba con cada intento el beneficio de un mejor entendimiento. En bien de tal entendimiento a Jotanoa no le quedó otra alternativa que aceptar la facilidad con que cometía los errores por el afán del beneficio propio y porque, casi siempre, la vanidad eliminaba la influencia de la humildad. Aprendió que la vanidad, es decir, esa actitud de creerse y no sólo creerse sino sentirse superior a todo, era el obstáculo mayor que le impedía la comunicación fluida, franca y amigable con Eben Alb. Por supuesto que Eben Alb iba a facilitarle los medios para vencer a la vanidad y a su corte de servidores, haciéndola inofensiva, reduciéndola a una existencia intranscendente. La mañana que Jotanoa la quería distinta fue convirtiéndose luego en un día diferente, durante el cual vivió la sensación interior de un renacimiento. Fue el comienzo de un ascenso hacia la obtención de aquellas ideas que lo acercarían al misterio del alma viviente de la humanidad. Si él ya se había considerado Alma viviente, empeñado en la búsqueda de un justificativo para su vida, de una misión que le diera valor a su existencia; si él casi se había convencido de que era un alma viviente tras semejante búsqueda, este convencimiento lo estaba conduciendo a participar del Alma viviente de la humanidad. Si él ya se había considerado alma viviente, empeñado en la búsqueda de un justificativo para su vida, de una misión que le diera valor a su existencia; si él casi se había convencido de que era un alma viviente tras 22 semejante búsqueda, este convencimiento lo estaba conduciendo a participar del alma viviente de la humanidad. El convencimiento, con el que se entretenía por la novedad de haberlo descubierto y que al principio era inofensivo, fue transfomándose hasta alcanzar cierto grado de obsesión le dio a Eben Alb la oportunidad de expandir su conciencia y de hacer que Jotanoa experimentara dicha expansión. ¿Cómo es que Jotanoa le permitió a Eben Alb extender su conciencia? En realidad, la conciencia de Eben Alb permanece siempre extendida por medio de la función subjetiva como algo inseparable de su naturaleza espiritual, o sea, que Eben Alb vive en contacto permanente con el universo, sin que Jotanoa deba saberlo... Pero cuando Jotanoa comenzó la búsqueda de su ser interno y cuando pudo vislumbrar o presentir la existencia de quien se dio a sí mismo el nombre de Eben Alb para facilitar la comunicación entre ambos, fue entonces cuando Jotanoa se dio cuenta de la conciencia extendida de su ser interno, de cuya consciencia empieza a sentirse parte y a sentir cómo se extiende cada vez que una pregunta o alguna inquietud llega al imperio invisible de esa conciencia extendida. Jotanoa y Eben Alb ya estaban donde querían estar esa mañana. Durante el día anterior habían sentido la necesidad de alejarse de donde el ruido es el compañero inseparable de los habitantes de una ciudad. El silencio parecía recobrar la mansedumbre de los sonidos naturales a medida que avanzaban hacia el sitio elegido. El sol y la brisa eran las alas con que el día recién nacido volaba desde el amanecer hasta el ocaso. El sol estaba enrojeciendo la línea del horizonte cuando Jotanoa, después de haberse sentado en una pequeña meseta de la montaña, sintió en su interior la voz de Eben Alb que le decía, al parecer, inspirado por el despertar de la naturaleza: —Jugar con la alegría de la vida y jugar con la inocencia de un niño para que el niño te haga sentir su inocencia es casi lo mismo. Es casi lo mismo, nunca igual. En el niño, la emoción es soberana sin la ayuda de la razón. En el hombre, la razón es soberana sin la ayuda de la emoción. Lo que al hombre le falta le sobra al niño, por eso es casi lo mismo pero nunca igual. Jamás una emoción sostenida por la razón se ha de equivocar, como tampoco se ha de equivocar la razón si la emoción la alimenta con su calor. Cuando ambas siguen caminos separados, las dos se equivocan. Los caminos separados vienen desde el fondo de la historia. Desde el comienzo de los acontecimientos humanos, la razón y la emoción han cometido los mismos errores, porque 23 separados, no pudieron solucionar ni siquiera los más simples problemas que aún sufre y soporta la humanidad. —¡Decídete —continuó diciéndole— a vivir en la gracia con que vive la inocencia de un niño y tendrás a tu alcance la sabiduría, siempre que la razón vaya de la mano de la emoción!... Con esa misma gracia, con esa misma inocencia debes jugar con las ideas para descubrir cuáles pueden llegar a ser las más poderosas en la tarea de convencer, de convencer como te convence la inocencia de un niño cuando juegas con él... ¡Los problemas más dolorosos que aguanta la humanidad, son los que deben encararse con la emoción pura de la devoción, con la emoción pura de la inocencia! ¡Jugar con ellos hasta que ellos te digan la solución, te digan las ideas que ayuden a convencer!... Jugaremos, Jotanoa, jugaremos a unir los caminos separados, jugaremos con cada emoción para que cada emoción nos entregue las ideas de mayor influencia y nos conduzca por el camino que nos lleve al alma de la humanidad... ¡No en vano hemos elegido el árbol de la vida que tiene sus raíces en el corazón y en el corazón sabemos que habita la magia del amor! Eso fue lo que Jotanoa oyó como el comienzo de un día diferente. Era el comienzo de una aventura puesto que de una aventura tenía mucho. Es posible que se convierta en la aventura de un desafío, de un desafío expresado ya en los párrafos de la Hermandad del Alma y de los Profetas. Delante de sí había un terreno desconocido, donde el misterio del hombre mantenía el secreto de la creación, donde el imperio invisible de Eben Alb tenía regiones vírgenes, jamás exploradas, nunca colonizadas... ¡Eran las regiones de un presente ilimitado donde Eben Alb podía abarcarlo con su conciencia cósmica!... Si Jotanoa le hacía una pregunta, la conciencia de Eben Alb se ubicaba en la respuesta de su conciencia cósmica, la que podría estar en el futuro según el presente de Jotanoa. Jotanoa podría decir que la respuesta le vino del futuro, aunque, en realidad, le vino del presente extendido de Eben Alb. Habiendo creado el clima interior apropiado, sin que faltara el ingrediente de la inocencia, comenzaron a jugar con la verdad de la alegría y con la seriedad de la pena y los dolores. Jugaron con la emoción de la ternura para que de la emoción de la ternura surgieran las ideas más poderosas. Hicieron lo mismo con la emoción de un acto de justicia para que de él naciera la idea de equidad que mayor fuerza persuasiva tuviera. Jugaron con la emoción de la tolerancia para obtener la influencia necesaria en la acción de unir los extremos de la intolerancia. Jugaron con la emoción de la bondad para que la bondad les diera la idea de afianzar la hermandad definitiva. Jugaron con la tristeza hasta verla convertida en alegría. Jugaron con el dolor hasta verlo desaparecer en el 24 regazo de la salud. Jugaron con el Alma aprisionada en la celda de la negación hasta verla liberada en la íntima extensión del universo. Jugaron con la emoción de encontrar lo mejor de sí mismo hasta sentir la idea de dar lo mejor de sí mismo... ¡Cuando terminaron de jugar con las emociones se encontraron con que habían escrito las páginas de este libro! La mañana de ese día seguía siendo diferente a las anteriores vividas por Jotanoa, quien ahora estaba oyendo y sintiendo el mejor instante de inspiración, el mejor momento de iluminación de Eben Alb. En la presencia invisible de Eben Alb se notaba algo incontenible como si la oportunidad de hacerse oír estuviera respaldada por el genio de la luz. Jotanoa miraba el Valle de Tulum allá abajo y luego cerraba los ojos para contemplarlo con la sensación interna del Alma, de su alma viviente. Cuando Jotanoa cerró los ojos, se vio de inmediato extendido en la conciencia de Eben Alb. Luego sobrevino la dilatación de los sentidos espirituales para percibir con ellos lo que no se puede percibir con los otros. Tanto Eben Alb como Jotanoa ya no eran ellos. Ninguno de los dos se podía identificar como una individualidad porque la habían perdido en la extensión de la conciencia cósmica. Sólo quedaban los sentidos del Alma para darse cuenta de lo que sucedía en el universo, en especial, en el universo del Valle de Tulum... Y el Valle de Tulum era ahora una misma realidad uniéndose al alma viviente de Jotanoa. Cuando Jotanoa se preguntó cómo habría sido el comienzo de todo lo que estaba viendo, esa misma realidad pareció retroceder al pasado de su creación. El Valle se hizo anterior al Valle, iniciándose una danza de puntos luminosos o más bien, partículas luminosas, tal vez idénticas a las bautizadas con el nombre de electrones, pero electrones libres, obedeciendo solamente a leyes de atracción y repulsión según sus cualidades positivas o negativas. Cada punto luminoso se movía en busca de su pareja, formándose un nuevo punto luminoso. Seguir la trayectoria de un electrón era imposible, pero lo que dejó de ser imposible fue que las sucesivas uniones llegaron al límite o más bien, a la línea divisoria de los dos universos, o sea, que las partículas se estaban acercando a la densidad necesaria para convertirse en materia, y según la experiencia de Jotanoa, en la creación del Valle de Tulum... Ahí, delante de sus ojos, de percepción psíquica, de mirada espiritual, estaba lo que había sido un número infinito de partículas, moviéndose en pos de su pareja para llegar al nivel de su sustancia con que el mundo aparece ante sus ojos, el tacto, el gusto, el olfato y los oídos del ser humano... ¿Habré asistido, se preguntó Jotanoa, al nacimiento de la materia cuando cada partícula de energía, al encontrarse con 25 su pareja, se aproxima a la densidad de la materia y, por supuesto, a la creación de todas las manifestaciones del mundo terrenal?... Lo que Eben Alb le dijo fue algo que lo dejó satisfecho porque mejoró la comprensión de lo que acababa de experimentar. —Haber nacido —comenzó a decirle Eben Alb— en este rincón de América, llamado Valle de Tulum, puede no tener importancia en comparación con la inmensidad infinita del universo, pero para tu Alguien del Alma, es decir, para quien te está hablando desde tu interior, es de fundamental importancia, es casi primordial por la oportunidad de haber alcanzado este grado de comunicación contigo. Tiene tanto valor que podemos alcanzar la espiritualidad del mismo Valle, llegando a vivir en cada color de su ambiente, en cada sonido de su atmósfera, en cada gota de rocío, en cada canto de ave, en cada sueño de vida... Me estás conociendo en el momento propicio de extender o proyectar nuestra conciencia hasta abarcar la conciencia cósmica, lo que significa que el paisaje nos puede asimilar, nos puede incorporar con todos los pensamientos del ideal que nos ilumine para dejarlos aquí, palpitando en el pulso o ritmo de su naturaleza. —¡Jotanoa, escúchame y oirás la voz del Valle, siénteme y sentirás la vida del valle, víveme y vivirás la vida del Valle! ¡Allá afuera, más allá de tu tacto, hasta donde llega la mirada de tus ojos físicos, existe un Valle de Tulum! De tus sentidos terrenales hacia afuera se hace visible a tus ojos el valle de Tulum... ¡De tus sentidos físicos hacia dentro existe otro Valle de Tulum, quizás el verdadero, tal vez el verdadero, el de la verdad mayor, el que nos permitirá comprender al de afuera, ese de afuera que terminas de verlo en su danza de electrones libres... Eben Alb parecía mecerse en el blando silencio de la invisibilidad. Se hizo profunda la paz interior. La calma adquirió vitalidad en la voz que le seguía llegando con la misma claridad anterior. —El Tulum de afuera, ese que está junto a tu piel y que se agranda en su círculo montañoso, ese se desvanece en la ilusión de tus ojos cuando tus ojos dejan de verlo, cuando dejan de mirarlo, pero aquí dentro, en la zona de mi esencia universal queda grabada una suma de frecuencias o partículas organizadas de energía equivalentes a la imagen venida del Tulum de afuera. Jotanoa no supo cómo sucedió. Fue algo parecido a lo ocurrido con Albanoa cuando lo dejaba al borde mismo de la eternidad de su Alma viviente. Además, si estaba sucediendo algo parecido, no era porque se repitiera sin algún propósito. Algo pretendía aparecer o madurar en la repetición. Por último, la repetición acentuaba el clima de la comprensión interna y ayudaba a establecer el hábito de la misma. 26 En esta ocasión, sin saberlo, se vio rodeado y sumergido en la esencia de las cosas. Lo acompañaba una sonrisa impersonal. Era la sonrisa de Eben Alb. También su voz lo acompañaba, la que le decía, sugiriéndole que se dejara llevar por lo que estaba experimentando, que no se preguntara ni quisiera averiguar lo que le estaba sucediendo, que eso lo dejara para cuando su modo de pensar estuviera en condiciones maduras de comprender. Otra sensación lo acompañaba, la de estar en todos los lugares, sin saber si estaba dentro de sí mismo o se hallaba diluido más allá de su cuerpo en la extensión del universo... Y algo más sucedió. Una voluntad de suaves decisiones pero de poderosa influencia le hizo saber que tenía a su favor la magia de lograr lo que anhelara, siempre que lo hiciera por amor a lo que quería y con amor. A merced de esa íntima voluntad se sintió amar y amó la presencia de algo inefable que lo percibió como un perfume. Tampoco supo de dónde le llegó el perfume ni por qué lo estaba envolviendo, pero al sentir su presencia, al sentir su densidad casi visible, el perfume giró sobre sí mismo en un torbellino de chispas y se hizo una flor y luego vio cómo la flor volvía a convertirse en perfume y cómo el perfume, nuevamente, se transformaba en la flor. Cuando pasó el momento de la impresión dejada por lo que terminaba de ocurrirle, escuchó una pregunta cargada de significación, formulada por Eben Alb: —¿En qué te agradaría convertir el perfume de esa flor?... —¡En un pensamiento —le contestó, sin vacilar. —¿En qué pensamiento? —¡En el pensamiento de la justicia! —¿Sabrías convertir ese pensamiento en la emoción de la justicia? —¡Sí, creo que sí, lo creo porque he sentido lo que le sucede a mi ánimo cuando no he podido comprender el uso de la justicia para justificar un acto de injusticia! —¿Podrías hacer una imagen que sea equivalente a la emoción de la justicia? Jotanoa no le contestó, guardó silencio porque no estaba seguro de poder hacerlo. Quiso manifestar la impotencia ante la dificultad de hacer algo tan importante, pero Eben Alb lo ayudó a aceptar la momentánea dificultad que por ahora se debía a la falta de práctica. Para que no perdiera la esperanza le dijo: —La dificultad de convertir una emoción en imagen es común a mucha gente porque nunca ningún sistema de enseñanza le dio la importancia que merece como punto de partida de lo que nosotros hemos llamado el Hábito de la comprensión interna o cultura de la comprensión mística. Este mismo hábito te ayudará a lograr lo que aún no has logrado. 27 Hubo una pausa, un instante durante el cual Jotanoa se entretuvo mirando una caravana de hormigas con su carga a cuestas. Mientras se distraía, observándolas, oyó el grito de aves de rapiña. Cuando localizó la zona del cielo de donde provenían los chillidos, vio el vuelo de un pájaro, llamado cernícalo, que era perseguido por otro de mayor tamaño. Sobre el cielo azul, el que perseguía se acercaba velozmente al que lanzaba gritos de víctima a punto de caer vencida, pero la habilidad o la reacción de la defensa propia hizo que el cernícalo se diera vuelta con las garras hacia arriba y hacia quien lo perseguía. En esta posición de vuelo invertido se produjo el choque. Hubo un remolino de bultos en el aire, del que volaron algunas plumas y del que ambos salieron en direcciones distintas, al parecer ilesos, pues cada uno se alejó gritando en su lenguaje de aves de rapiña. En la zona del choque aéreo quedaron las plumas descendiendo lentamente en la calma del aire. La distracción le permitió a Jotanoa ubicarse en el punto apropiado de observación para ver desde la distancia lo que no podía ver por estar demasiado cerca. La distracción, en este caso, significaba dejar en manos de Eben Alb el material descubierto y obtenido durante los sucesos recientes. Eben Alb, sin la presión exterior de Jotanoa, pudo acercarse a la región más profunda de su imperio, donde tiene su asiento el Dios de cada ser viviente, para que la sabiduría de ese Dios le ordenara los datos que hacían falta, los que llegarían a beneficiar las inquietudes y aspiraciones de Jotanoa. Era el verdadero momento de la meditación, el momento de la espera, sabiendo que lo que se ha pedido habrá de tener la respuesta adecuada. Jotanoa no sabía lo que le esperaba por haber provocado la reacción del misterio de su divinidad; por haber asumido la actitud de no poder soportar los sufrimientos de sus semejantes y por haber querido una solución que no ofendiera al poder de quienes manejan el destino de la humanidad... Tampoco quería acusar a ninguna institución humana por no haber cumplido con lo prometido desde hace milenios. Si bien todo lo utilizado en procura de lograr lo prometido había fracasado, Jotanoa anhelaba que las cosas sucedieran a partir de ahora como si algo paralelo a lo establecido iniciara la tarea de realizar lo que fuera tantas veces prometido. Quería que la naturaleza desinteresada de la tierra lo ayudara a encontrar las ideas que tuvieran el poder de convencer. Era el mes de setiembre. El mes de setiembre en el hemisferio sur equivale al mes de marzo del hemisferio norte. Desde muchos siglos, tal vez desde siempre, el año de la naturaleza comienza el 21 de marzo en el medio mundo norte de la tierra, fecha del año solar del planeta. Parece que siempre la importancia de las cosas está en relación con la cantidad de poder que el hombre ejerce sobre los hombres y su medio ambiente. 28 Si el año solar empieza cuando la naturaleza deja el invierno para renacer con la primavera, entonces debería haber otro año solar a partir del mes de setiembre en el hemisferio sur. Al parecer, todavía el hemisferio sur no tiene el suficiente poder como para que aparezcan hombres que le den importancia a lo relacionado con su medio ambiente. Aunque no tengamos ese poder, nos haremos la ilusión de que el 21 de septiembre comienza en el hemisferio sur el año nuevo de la naturaleza con su despertar primaveral. Por último, tampoco se dieron cuenta de que la tierra estaba dividida en dos hemisferios para que al hombre nunca le faltara nada, es decir, que lo que durante una época no se produce en un hemisferio, se produce en el otro. Tanto Jotanoa como Eben Alb ya tenían el material suficiente como para ir descubriendo la serie de ideas de aplicación futura. Para que las ideas fluyeran libremente, Jotanoa había eliminado de su egoísmo la noción de propiedad, o sea, el derecho a ser dueño de algo, sintiéndose más bien el instrumento de comunicación de las mismas. Quien mayor derecho tendría sería Eben Alb, pero hasta el mismo Eben Alb se había excluido, dando a entender que él también era un medio, el medio espiritual de darle a Jotanoa lo que había visto en su contacto con lo que era superior a él. Si de alguna obra exclusiva se lo puede hacer dueño a Eben Alb, era la de haber sido el autor de la interpretación de las imágenes que encontrara en su imperio invisible. Siendo las imágenes el único lenguaje de manifestación, era necesario que Eben Alb efectuara la traducción. Las palabras oídas por Jotanoa habían pasado por el proceso de la interpretación señalada, luego quedaba la etapa más difícil, la de la comprensión, pero como Jotanoa estaba creando el hábito de la comprensión interna, esto último le serviría para eliminar poco a poco las distorsiones y las interferencias. 29 CAPITULO II EL CAMINO ABIERTO Jotanoa no iba a lograr dominar la impaciencia. Lo impacientaba la demora en llegar a lo que quería obtener, a lo que deseaba conocer. Cuando exageraba el deseo, éste se convertía en ansiedad, debido a que su imaginación era muy rica en crear ilusiones y sueños a partir de la mínima promesa hecha por Eben Alb. La interpretación de lo que le prometía Eben Alb. La interpretación de lo que le prometía Eben Alb era la fuente en la que se alimentaba la imaginación, y su imaginación adquiría el rango de mago, capaz de trasmutar en oro cualquier desperdicio de la mente, y esto no hacía otra cosa que obstaculizar la función de la intuición, impidiéndole llegar al tramo final de la interpretación correcta. Si bien esto le sucedía a Eben Alb, apenándose cada vez que su mensaje no era atendido correctamente, a la mayoría le ocurre lo mismo en situaciones parecidas. Lo más grave tiene lugar cuando queremos obligar a la intuición a que nos diga y nos guíe según nuestra conveniencia exterior, cuya conveniencia padece la influencia del egoísmo de nuestra ambición. Cuando la obligamos a que nos diga sí, porque eso es lo que queremos o cuando queremos que nos diga no, porque nos conviene que sea así, cometemos el error en la interpretación influye de tal manera en la imaginación que está nos entrega un cuadro tan fuera de lugar que sólo nos espera el fracaso y la desilusión. Sin embargo, con el tiempo podríamos adaptarnos y poco a poco mejorar la interpretación como para comprender que la intuición no se equivoca nunca, que ella se abre camino a través de lo que le ofrecemos. Si la esperamos con la mala interpretación, ella sigue usando un método similar al de la óptica para enviar las imágenes o los mensajes desde su plano psíquico a nuestro plano físico, es decir, el mensaje que pasa del plano espiritual al plano material lo hace a través de un punto, y al hacerlo así aparecería invertido, quedando a cargo de la interpretación el destino final de lo que nos quiso decir la intuición. Cuando nos encaprichamos en recibir la guía de la intuición según la conveniencia de nuestra vanidad o de nuestro orgullo o de nuestra ambición, la intuición hace lo que debe hacer y no deja de aconsejar, sólo que lo hace según la manifestación invertida de una ley similar a la de la óptica. Cuando la 30 interpretación interesada dice sí, es porque la intuición ha emitido el no... Si la humildad fuera la que nos pusiera en contacto con la intuición, no habría nada invertido, pues el proceso llegaría a buen fin, de la misma manera en que la imagen invertida en los ojos aparece en la posición correcta en la interpretación del cerebro. Si esto no fuera así, aún nos queda la interpretación según el fenómeno de la dualidad, en que intervienen los aspectos opuestos de toda manifestación. El blanco y el negro, el frío y el calor, lo masculino y lo femenino, lo duro y lo blando, lo seco y lo húmedo... Cuando la intuición nos envía el blanco, interpretamos el negro, cuando nos dice frío, interpretamos calor, etc..., pero en este caso como en el anterior el problema aparece en el tramo final y no en el origen de la intuición, o sea que hay algo en nuestra mente que no deja pasar el mensaje intuitivo con nitidez. Ahora nos queda averiguar en que zona del tramo final se produce la errónea interpretación. Por el organismo humano se extiende una red de conductores de energía electronerviosa, la que conduce señales de información hacia el lugar donde hace falta que llegue. Siguiendo el principio de la dualidad, utilizando en todo circuito eléctrico, en el ser humano encontramos los dos conductores principales de energía electronerviosa. Ellos son el sistema del gran simpático y el espinal. Entre ambos sistemas vienen y van los impulsos... En este caso, nos interesa lo que la intuición nos envía desde su lugar de emisión, y lo que se recibe en el lugar de la recepción. La intuición es una de las funciones de nuestra silueta llena de alma, es decir, de nuestro cuerpo psíquico que cuando es requerida su ayuda, ella colabora. Su naturaleza espiritual la obliga a utilizar una energía de alta frecuencia, la que tiene que ser transformada en una energía de baja frecuencia o la equivalente a la que puede recibir nuestro sistema físico. Cuando los extremos de emisión y de recepción se hallan muy separados, porque uno emite muy alto y el otro recibe muy bajo, la adaptación de frecuencias se hace imposible, lo que significa que la comunicación se vuelve imposible entre la silueta llena de alma y el cuerpo físico. De ahí surge la necesidad de unir los extremos y esto se logra limpiando la mente de suciedades, de residuos supersticiosos, que han venido acumulándose a lo largo de las edades. Los residuos actúan como distracciones, alterando el mensaje, cambiándolo en el tramo final. A Jotanoa le pasaba algo similar y su preocupación lo llevaba a ensayar métodos que pudieran mejorar la calidad de la comunicación con Eben Alb. Nunca dejó Eben Alb de estimularlo con expresiones como las siguientes: 31 —Aquello que perturba las comunicaciones entre los hombres se parece mucho a lo que perturba nuestra comunicación. Si la intolerancia y la vanidad conducen a separar, haciendo imposible el entendimiento, entre tu y mi silueta llena de Alma sucede lo mismo. No puedes comunicarte conmigo si tu ánimo se halla alterado y perturbado por las pasiones vulgares y por los caprichos inútiles y groseros. Cuando consigues limpiar la visión de la mente, limpiándola de lo que la hace agresiva, debido a las pasiones señaladas, entonces se vuelve posible el acercamiento a mi región espiritual. A esto súmale la purga de supersticiones sin valor alguno y lograrás elevar la frecuencia electronerviosa de tu sistema de comprensión. Eben Alb se interrumpió como si de pronto se diera cuenta de que la oportunidad había llegado para sorprender a Jotanoa con lo que le dijo: —Tu pequeñez humana alberga la chispa con que puedes encender una antorcha que ilumine el horizonte de una solución mundial, siempre que nos pongamos de acuerdo en lo que cada uno tiene que hacer según la naturaleza nos ha dotado de funciones psíquicas por mi lado y de funciones físicas por tu lado. Por el lado de mis atributos psíquicos existe la función de mi consciencia que puede abarcar hasta límites insospechados. Dentro de tales límites están las respuestas a tus preguntas y las soluciones a tus anhelos, pero primero que nada debes usar el lenguaje de la visualización para expresar las preguntas y anhelos, pues esta manera de expresión me permite encontrar dentro de mi conciencia extendida lo que quieras como respuesta y lo que deseas como guía para tus anhelos más elevados. Un ejemplo te ayudará a comprender lo que te digo. Imagina que mi conciencia es un terreno en el que viven animales y crecen muchas plantas. Ampliando el ejemplo puedo agregar que en ese terreno caben todas las manifestaciones del universo... Si quieres averiguar algo que te interese, será necesario que lo pidas como primera medida y cuando lo hayas hecho, entonces yo sabré dónde hallarlo. Si deseas que una de tus aspiraciones sea el ideal que anime tu vida, también podré sugerirte el modo de alcanzarlo, es decir, la pregunta me ubica en la respuesta, y lo que anhelas me ubica en la manera de lograrlo... —Jotanoa —le dijo, luego de una pausa—, cada ser humano lleva dentro de sí el mundo maravilloso de la creación y el de las leyes que lo crearon, sólo que esas leyes tienen su propio ámbito de armonía superior. Para llegar a él tienes ahora el camino abierto... Semejante anuncio, exaltado en términos demasiado bellos, hizo su efecto en la humildad de Jotanoa, sintiéndose reducido a una diminuta expresión de vida... Se sacudía la cabeza como quien le parece escuchar algo imposible de 32 realizar, algo imposible de aceptar. No obstante, Eben Alb siguió construyendo lo imposible según la humildad de Jotanoa: —A partir de los próximos días —le dijo— aparecerán los sucesos, aunque vulgares y comunes, que pondrán a prueba la reacción de tus emociones, ya que es casi imprescindible que tu sensibilidad tenga la oportunidad de inclinarse hacia el lado conveniente, hacia donde quede liberada la voluntad de una consciencia de amor, cuya divinidad estará reservándote el poder de actuar y vivir según la bondad de tu ideal desinteresado... No creas que estoy exagerando, tampoco temas que haya desconfianza en lo que espero de ti. El comienzo del rumbo definido que ha tomado tu existencia tiene su origen en tu reacción de niño cuando aquel pájaro te inició en la emoción del arrepentimiento, del niño aquel que sufría mientras palpitaba en su mano el corazón asustado del ave que terminaba de herir... —Ahora —continuó diciéndole— cierra los ojos y deja de mirar hacia afuera. Mírate a ti mismo moviéndote hacia aquí, hacia donde yo te espero con el cariño que ha de convertirte en Alma viviente, en silueta llena de Alma, cuya liviandad agradable te hará usar la mirada de los ojos psíquicos... ¡Con los ojos cerrados de tu mirada física, abre ahora los ojos de tu mirada psíquica y mira hacia donde quieras mirar!... ¿Qué ves?... ¡Lo que veas, míralo sin que haya distancia, o sea, míralo como si te miraras a ti mismo!... ¿Qué ves?... ¿Te sientes hecho de lo que ves?... —¡Sí... —repitió—. ¡Veo y me veo!... ¡Siento y me siento!... ¡Allá y aquí, todos los lugares se hacen uno en mí y yo parezco la tierra! ¡Gira y giro sin movernos!... ¡La tierra y yo somos el altar donde se ha de sacrificar lo que queda de vida!... ¡Del sol y de los mundos estelares llueven lágrimas de lástima por el destino que nos espera!... ¡Yo y la tierra, vemos que millones de ojos enceguecidos no pueden ver porque les preocupa el saco sin fondo de sus ambiciones! ¡En los bolsillos enormes se halla encerrada la bondad de la tierra! ¡La vida se hiere a sí misma en aquellos que se desangran sin la hermandad de la humanidad!... Pero... ¿por qué estoy viendo lo que no quiero ver? ¿Por qué estoy sintiendo lo que no quiero sentir? ¡Yo no soy esa historia definitiva de los residuos, yo no soy la basura que se hunde en ese pozo de la historia caduca!... ¡Yo soy... vida en la vida de la tierra! ¡Yo soy... amor en el futuro de la tierra!... ¡Yo soy...! El lugar donde estaba Jotanoa se llenó de luz cuando dijo ¡Yo soy!... y cuando abrió los ojos estaba solo con la brisa meciendo el sueño de la noche. Todo el valle se meció y dijo también: ¡Yo soy! y en las sombras recién nacidas titilaron las chispas azules de una luz extraña. El silencio las acompañaba... 33 Eben Alb se había refugiado en lo más hondo de su imperio invisible. Jotanoa y el sueño del Valle se dejaron iluminar por las chispas azules de aquella luz extraña, mientras Eben Alb regresaba de su imperio para decirle: Jotanoa, Jotanoa, si he nacido de tu sueño de encontrarme, yo vendré, te lo aseguro, convertido en otro sueño a ofrecerte el adiós a tus pesares. Ya muy cerca del adiós a tus pesares, te unirás al cariño de quien ama y espera el momento decisivo del encuentro. Te abriré el camino del encuentro cuando el Valle de Tulum nos reciba en su refugio de belleza milenaria. EL VIEJO Y LAS ESTRELLAS Era la misma calle de la niñez de Jotanoa. Allí, a pocos metros estaban las mismas moreras, más crecidas pero las mismas. El sendero ahuecado por el paso de la gente. Las rejas oscuras, como siempre apuntando al cielo... Los que no estaban eran ellos, los jóvenes cazadores, que hoy la vida los había dispersado. No estaban allí aunque seguían habitando en la memoria de Jotanoa. Jotanoa no encontró a sus compañeros de aventura, allí, bajo las moreras, pero los halló tan vivos o más vivos en el imperio invisible de Eben Alb, donde tendrán su residencia eterna como criaturas de un mundo equivalente al mundo de afuera, según el concepto de su silueta llena de Alma. A sólo unos pasos de la hilera de moreras ocurrió el primer encuentro en relación con el camino abierto que le señalara Eben Alb. 34 Tal vez haya sido el cielo del Valle de Tulum el que le inspirara la ocurrencia después de haber conocido a un hombre que vivía ya los últimos años de su vejez. El viejo y las Estrellas, fueron las palabras con que bautizara al personaje. Era un hombre extraño, extraño en mantener su soledad de animal castigado. Además, vivía en su tiempo, sin importarle si había mañana o futuro. Su pensamiento se había quedado en el pasado, quizás en el verdadero pasado de una riqueza emocional alegre, un tanto feliz, sin el sobresalto de las necesidades extremas. Se hicieron casi amigos. Algunas veces hablaron de cosas cotidianas, sin que estas permitieran llegar a la intimidad. El viejo parecía estar detrás de un fogón antiguo, desde donde lo miraba con ojos alejados del presente. Jotanoa, de este lado, se esforzaba por acercarse a lo que aquel hombre pensaba, a lo que sentía, pero nunca fue posible. Nosotros, los seres humanos, tenemos aventuras extrañas, tan extrañas que parecen increíbles, como si el genio de la fantasía fuera el autor de lo que tanto nos asombra. Jotanoa tuvo una de ella y la tuvo en la misma zona donde en otra época desempeñaba el papel de cazador. Eben Alb le había dicho que lo sucedido con el viejo y las Estrellas estaba ocupando un lugar en la memoria del Alma, debido al mérito de estar produciendo una serie de ideas de calidad indeleble por su capacidad de perdurar, y no solo de perdurar, sino de ingresar al horizonte mental del futuro para que el hombre las incorpore a sus leyes de novivencia humana. Además, según las palabras de Eben Alb, eran ideas que por su carácter universal pasarían a ser propiedad de todos, quedando las mismas a disposición de quienes quieran utilizarlas. Sólo que para adueñarse de ellas tendrían que llegar a la conciencia de la mente cósmica, donde les será fácil armonizarse o sintonizarse con la idea o las ideas que les sean de mayor interés. Es similar a como se sintoniza la onda o la frecuencia de una emisora que trasmite su programa. Hacía mucho tiempo que no lo veía. Tal vez las estrellas que en la tierra buscaba las haya encontrado en el cielo del Alma, o quizás el Alma le haya abierto el cielo al final de su larga vida. Cuando Jotanoa lo conoció era viejo ya y ambulaba como un solitario, sin importarle la existencia que estaba viviendo. En invierno o en verano, con lluvia o con viento, con sol o nublado, jamás dejó de pasar por aquí, con los ojos puestos en la fatiga de sus pies y nunca alzados al cielo donde brillan y están las estrellas como faros de la duda o la esperanza. Este viejo nada sabía de astros lejanos. Aquí en la tierra parecía vislumbrar el refugio del ansiado final. Con la frente inclinada, se dejaba llevar por el hábito 35 de sus pies que , sin darse cuenta, los arrastraba o los dejaba que anduvieran solos. Jotanoa se preguntaba si habría una causa para su andar encorvado, ya que nunca lo vio con la frente en alto... Tal vez los días de su lejana juventud, insoportables hoy, eran los que le impedían alzar los ojos, o quizás los sueños de su niñez, o la adolescencia de su esperanza, eran los que regresaban y jugaban en su corazón como duendes de la inocencia... Por eso, quizás, sus ojos no miraban más allá de sí... ¡Pobre viejo, no creía en los hombres! ¡Se había condenado a no creer en ellos por no sufrir nuevos desengaños! ¡Cuanto daño le hizo a Jotanoa encontrarlo, cierto día, tirado en el suelo, con la ropa llena de polvo y el sombrero caído a su lado!... La cabeza descubierta y su larga cabellera gris unida a su barba desgreñada, los párpados cerrados fuertemente como si expresaran el deseo de no ver más la vida, la boca endurecida en un gesto de asco y desprecio. Así, sin que nada ni nadie lo acompañara, Jotanoa se vio ante la presencia de un Cristo caído en brazos del único amor que lo recibía, el amor de la tierra, a la vez que sintió la efervescencia de una tremenda y sorda rebelión, quemándole sus entrañas, mientras algo inaudito pretendía borrarle la razón, diciéndole que hiciera volar en mil pedazos a la tierra, que la triturara con su deseo irracional de justicia. Por un instante, él fue la tierra que volaba en pedazos por voluntad de una incontenible fuerza de reparación, pero le sucedió lo imprevisto durante el rapto alocado de su rabia. No sabe cómo ocurrió, solo recuerda que la superficie del suelo que él y el viejo ocupaban se volvió mansa y blanda, acogedora y tierna, queriendo acuna la ternura de un gran sueño de esperanza a pesar de la enorme estupidez del suicidio colectivo. La blandura del suelo, la mansedumbre de la superficie que ambos estaban ocupando era la propiedad terrenal, adquirida por el derecho de estar viviendo... ¡Cada uno era el dueño de un espacio de vida y de tierra!... ¡La idea estalló en la mente de Jotanoa, apagando el fuego de su rebelión destructora!... Jotanoa se acercó como quien se acerca a un despojo inocente, indefenso y profanado. Lo sacudió con delicadeza, por temor a molestarlo. Despertó y lo miró extraviado. En su mirada había una súplica imposible de comprender. Un desconocido que pasó cerca de ellos, enarbolando la indiferencia de la estupidez, dijo: —No tiene nada. Está borracho. Ya se le pasará. A pesar de semejante diagnóstico, Jotanoa le preguntó, pero antes de terminar la pregunta el viejo se defendió, diciéndole: —No, no estoy borracho... 36 No quería decir la verdad, pero tampoco quería mentir. No le quedó más remedio que decir lo que dijo... Que sintió mareo... Que había trabajado sin... que no había comido desde... que pasaba las horas limpiando y dándole de comer a unos caballos de raza... que allí en el hipódromo... —Son de carrera, ¿sabe?, pura sangre... No, no le crea... Casi nunca tomo vino. Cómo lo voy a tomar si no tengo para... Inclinó la cabeza para ocultar la vergüenza. Cuando Jotanoa lo ayudó a ponerse de pie, sosteniéndolo, le preguntó: —¿Pa donde queda el norte...? Estoy desorientado, ¿sabe? Le indicó la dirección diaria de sus pasos y se alejó, agradeciéndole y rogándole le creyera que no estaba borracho, que no había bebido... —¡Pobre viejo! —murmuró Jotanoa y hundió las manos en los huecos de su ropa, en esos huecos de trapo que llaman bolsillos. No tenía ni siquiera una mísera moneda que tanto le hubiera servido para aliviar la situación del viejo. Olas de sangre sintió agitarse en su pecho. Se estremeció de impotencia, apretando los labios, mientras cerraba los puños de sus manos vacías... ¡Hambre!, rugió una voz sorda y sin eco donde nadie la oía... Quería ayudar y no podía... ¿De qué sirve la intención —se preguntaba— cuando nada la acompaña? ¿De qué sirve... iba a continuar, haciéndose otras preguntas inútiles y no pudo. La voz ronca y áspera le nubló la vista, le cerró la garganta y le hizo doler la suerte de no tener nada para el viejo aquel... ¡Tffuuu!..., chasqueó su lengua, desahogando la rabia en un escupitajo. Jotanoa se alejó vencido por la duda. La desconfianza en lo que haría sin tener los medios le entristeció la esperanza de la bondad. Hacía tiempo que no lo veía. Lo recordaba encorvado. La espalda en arco le hacía descender, casi hasta las rodillas, las puntas del grotesco saco ajeno que vestía. La última vez que lo encontró, le dejó una imagen imborrable en su mente y un mensaje indeleble que fue madurando en ideas a lo largo de muchos años. Los años, lo mismo que un árbol, le dieron siempre la madurez de nuevos frutos, de nuevas ideas. Fue a medianoche cuando apareció. Sí, cuando apareció, porque emergió del fondo oscuro de la calle por la que venía. El silencio estaba en las sombras, la quietud reposaba entre los árboles, la calle desierta, la misma calle, todo, todo alejado de los ruidos y las estridencias, todo lleno de paz, paz de medianoche en el alivio de los sufrimientos. El primer ruido que llegó a los oídos de Jotanoa fue el monótono arrastrar de los pies del viejo y luego su aparición. El mismo de siempre, con su silueta 37 de arco viviente, de joroba andariega y como siempre con la mirada puesta en el suelo. Lentamente, mirando por donde caminaba en busca de puchos de cigarrillos, llevado por la anciana paciencia de sus trancos, se fue alejando en el tronco de una acacia... Pero esta vez la suerte había cambiado. Su bolsillo no estaba vacío. Los huecos de su ropa guardaban un poco de esa siniestra sonrisa del dinero, tan útil para cuántas cosas, tan dañino para cuantas otras. Un grito de júbilo retozó en su pecho. Hundió las manos en los bolsillos y comprobó lo que tenía. Su aleluya del Alma le dijo que había suficiente para desquitarse... Mientras se entretenía con la emoción del desquite, el viejo se había alejado casi una cuadra. Jotanoa quería darle todo lo que su bolsillo tenía en un acto de reparación y se lanzó tras de él... ¡pero he aquí lo que jamás pudo él haber imaginado! ¡El viejo apuró los pasos creyendo que Jotanoa lo perseguía!... Miraba hacia atrás porque ya lo había visto y aceleraba la marcha, poniendo en ella la poca fuerza que su edad le daba. A la vez, Jotanoa redobló la suya y de nuevo la ironía se burló de su corazón. Durante esta persecución insólita, increíble, creada por el genio de la fantasía, desfilaron por su mente los mismos insultos. De nuevo las inútiles protestas le dejaron la boca y los labios resecos. Como en la ocasión anterior, los testimonios de la incomprensión y el dolor humano, abandonados a la orfandad de su suerte. Durante el sufrimiento insoportable de esta aventura, Jotanoa sintió que ambos, tanto el viejo como él, eran los perseguidos. Otra ironía de los sucesos. Cada uno era él perseguido por lo que los demás le hizo a cada uno. Al viejo lo perseguía la desconfianza que ya era un hábito de su incredulidad. A Jotanoa lo perseguía lo que los seres humanos le habían hecho al viejo, porque el viejo veía en Jotanoa lo que le habían hecho a él. Mientras en el cielo rutilaban las estrellas, mostrándoles a los hombres la armonía de sus leyes, aquí en la tierra, en una calle anónima del universo, la hermandad de las estrellas sufría el desamparo de la incomprensión. Mientras en un escenario de armonía, la belleza nos daba un ejemplo de bondad, aquí, en una calle desconocida del universo, un hombre perseguía a otro hombre para darle algo de la hermandad perdida, porque la creía definitivamente perdida por la incredulidad de la desconfianza... ¡Aquí, un hombre, viejo ya, encallecido por la vida y acostumbrado a las negaciones no podía creer en la intención de Jotanoa! Decidido a terminar de una vez con el sufrimiento de esta infame ironía, Jotanoa apresuró la marcha. 38 Cuando estuvo cerca, Jotanoa lo llamó. No respondió. Corrió hasta darle alcance. Entonces, le gritó: —¡Abuelo, por favor, espere un momento! Tampoco respondió. Jotanoa repitió con lástima en la voz: —¡Viejito! ¿Por qué huye?... Fue tal la intensidad del ruego que hasta el aire pareció detenerse bajo el peso de la amenaza, aparece la influencia de la calma, llegando con ella la paz de un ambiente reparador!... ¡Algo cambió en el alma de la calle, transformando la agresividad en mansedumbre! De nuevo, como al principio, la idea estalló en la mente de Jotanoa, apagando el fuego de la rebelión destructora. Ahí estaba el viejo, detenido ahora en el Alma de la calle por la idea de Jotanoa. Ahí estaba, quieto, temblando. Volvió el rostro y lo miró con fijeza, queriendo averiguar en el semblante de Jotanoa la intención de su conducta. Respiraba agitado. Sus sienes tenían brillos de humedad. Sus mejillas embarbadas sostenían gotas de sudor, Jotanoa alargó la mano para entregarle lo que traía para él, pero el viejo retrocedió, cubriéndose la cara para defenderse. Creyó que el brazo de Jotanoa se alargaba para golpearlo. Con la mirada fija en el puño tendido le llegó la voz sofocada por la pena. —¡Viejito, no se asuste!... ¡Tome esto! ¡Era lo que quería darle!... ¡No tenga miedo, por favor, que ya es demasiado!... El viejo parpadeó y vio el relumbrón metálico. Lo miró con cierta estupidez, pero detrás de la estupidez se ocultaba la actitud de quien padece la esclavitud y ve la libertad y el alivio del lado opuesto de la escasez. El aire se condensó en la voz del viejo: —¡Perdone m’hijo! —respondió avergonzado—. ¡Disculpe, yo creí...! —¡No importa, abuelo! —interrumpió Jotanoa—. ¡No importa! ¡Ninguno de los dos tiene la culpa!... ¡Tome, recíbame esto!... ¡Le hará falta, lamento no tener más!... El viejo tendió la mano y recibió el premio a lo que había sido una insólita persecución. Hasta para recibir ayuda debe sufrir el delito de ser pobre. Mutuamente se agradecieron, se dieron las gracias porque los dos se habían ayudado esa noche. Luego, se separaron, pero ambos, como si la ternura de un impulso intuitivo los guiara, se dieron vuelta al mismo tiempo y salió de cada uno el saludo apenado por un lado y el avergonzado por el otro. —¡Buena suerte, abuelo! —¡Adiós, m’hijo! 39 El adiós del viejo sonó como un verdadero adiós, ya que esta sería la última vez que lo viera. Desde entonces, algo sucedió porque dejó de verlo. Jotanoa regresó cabizbajo, dándole puntapiés a las piedras sueltas de la calle. A medida que fue acompasándose al andar de los pasos, sintió en su interior la presencia de Eben Alb y estalló de nuevo la idea que le hizo pensar en la superficie que cada ser humano ocupa por el derecho de propiedad que la vida le concede. Recordó la sensación de calma y mansedumbre que el suelo les comunicó en ese momento, y el recuerdo dio lugar a un nuevo pensamiento. Jotanoa se estremeció cuando se dijo que el derecho de propiedad que la vida nos concede por ocupar un espacio se extiende al derecho de ser dueños temporarios de lo que la tierra produce. Pero aún no se detuvo la influencia de Eben Alb, pues en la mente de Jotanoa se abrió paso la justificación de esa idea general, oyéndose decir que la naturaleza manifiesta su abundancia en todos los niveles sin exigir cobro alguno, sin reclamar salario por su mano de obra, ¡mano de obra gratis! En las horas en que el hombre no interviene. El equivalente de esa mano de obra gratis le corresponde a quienes tienen el derecho de propiedad concedido por el espacio que ocupan durante la vida terrenal. Eben Alb puede detener la euforia de los pensamientos de Jotanoa cuando el entusiasmo los puede exagerar. Antes de que esto sucediera, Eben Alb intervino desde su sitio de observador imparcial: —¡Cuidado, Jotanoa! —le dijo—. ¡Nada de solemnidad ni mucha seriedad!... Las ideas deben jugar a decir la verdad. Jugando con la verdad se desmoronan los muros de la incredulidad, se ablanda la coraza de la desconfianza. Jugando, jugando, las palabras llevan las ideas y dejan su contenido entre las preocupaciones y ansiedades de la mente. Allí hacen su nido de paciencia y esperan, esperan ser útiles cuando se agoten los hábitos y se debiliten las tradiciones... Jotanoa escuchó la prevención, aceptó el consejo y cambió para que en el ambiente interior jugaran las ideas a decir la verdad... No quiso insistir en el tema hasta que mejorara la comprensión del mismo. Llegó a su hogar pasada la medianoche. Acostado ya, con la imagen del abuelo esfumándose en las sombras de la noche, se preguntó: —Esto de la superficie ocupada por cada ser humano, adjudicándose el derecho a participar de la mano de obra de la naturaleza, ¿se debe a que he comenzado a transitar por el camino abierto hacia las aventuras y acontecimientos que vienen llegando del futuro? Cuando cerró los ojos para dormirse, la sonrisa de Eben Alb se bosquejaba en la sensación de estar viéndola. 40 En muchas ocasiones el ambiente nos ayuda a refugiarnos en nuestra intimidad. Son momentos adecuados para llegar hasta nuestra silueta llena de Alma y confesarle las preocupaciones que nos afligen, donde también confiamos en el consejo o la sugerencia que nos ha de guiar por el camino de una vida más o menos feliz y próspera. El momento del día tenía lo que le hacía falta a Eben Alb para que Jotanoa se uniera a él. La luz esfumándose en la penumbra azul de la tarde, el aire moviéndose según el ir y venir de la brisa, el lejano rumor de ruidos que poco a poco iban entrando en el silencio y en la quietud bendecida por cielo casi violeta del atardecer, era lo que Eben Alb necesitaba. Jotanoa se introdujo en este momento adecuado, sintiéndose al alcance de Eben Alb. La misma sonrisa de siempre lo esperaba para que supiera que el contacto quedaba establecido. —Elige —le dijo— la emoción y la idea principal que hayan nacido del encuentro con el viejo. Jotanoa titubeó un instante. Quería elegir la emoción de mayor fuerza emotiva y la idea de mayor sabiduría. Hecha la elección, se la dijo, usando las siguientes palabras: —¡La alegría de la justicia jugando a la equidad!... ¡Y la bondad de la naturaleza repartiendo lo hecho por su mano de obra a cada ser humano, según el espacio ocupado por la vida su cuerpo! Algunos minutos pasaron sin que nada ocurriera, aunque algo se estaba gestando allí dentro, donde Eben Alb parecía estar preparando el escenario y donde estaba ensayando el alcance del campo de acción de su conciencia psíquica por medio de la meditación. Luego, como si emergiera de todos los puntos cardinales de la vida terrena, le llegó su voz: —La humanidad, a pesar de las diferencias entre los individuos, tiene una sola silueta llena de Alma, una sola entidad psíquica. La suelen llamar el inconsciente colectivo, donde conviven dolores y alegrías, donde sueñan promesas y esperanzas, donde gime el desengaño y donde se harta la paciencia de los mansos, de donde surge la potencia incontenible de las rebeliones cuando la injusticia y el sufrimiento colman la medida humana de la mansedumbre. Es aquí donde espera el infinito de la esperanza con la mirada puesta en el amanecer prometido por un amor cada día postergado, postergado por la estrategia del egoísmo que deja para mañana lo que viene prometiendo desde siempre. —La humanidad y el hombre —siguió diciendo— son idénticos en sus virtudes y defectos. La raza humana, en su totalidad, está hecha de los mismos tres mundos de cada ser humano, es decir, el objetivo y material relacionado con el ámbito externo, el subjetivo o silueta llena de Alma relacionado con el 41 archivo de una memoria que se encarga del equilibrio entre el pasado y el presente, y el cósmico donde manifiesta su divinidad el Dios de todas las religiones... En la divinidad del Alma, que nos da vida, puede Dios volverse activo cuando la devoción de tu deseo le haya trasmitido al Dios pasivo de la humanidad la idea y la emoción que hayas elegido ahora... Por lo tanto, con la alegría de la justicia jugando a la equidad y con la bondad de la naturaleza entregando lo que ha hecho y hace, haremos lo mismo que tú cuando quieres venir hasta donde yo tengo la costumbre de esperarte y donde nos espera el Dios de nuestra comprensión individual... Pero quien ahora nos espera es el Dios Pasivo en el Alma de la humanidad... ¡ven, que en la extensión de mi conciencia tiene cabida la emoción y la idea que has elegido!... Jotanoa ya sabía que no tenía que hacer preguntas durante la intervención de Eben Alb, ni averiguar nada si alguna duda surgía. Lo apropiado era dejarse ir tras la presencia invisible de Eben Alb, pero Eben Alb se dio cuenta que Jotanoa le iba a pedir mayor explicación en relación con el Dios pasivo, tema que ya fuera tratado por Albanoa en el libro primero. Anticipándose, le dijo: —Lo que Albanoa nos explicó estaba contenido en pocas palabras. Era algo muy sintetizado, muy resumido. Todo lo que se diga será poco ya que la magnitud del tema es casi infinito, y quien lo habrá de ampliar cada vez que se deje impresionar por el mismo será el hombre. Siempre será el hombre la referencia inamovible, el punto absoluto a partir del cual nos descubriremos cada día más. El único individuo de la creación que ha llegado a la capacidad de contener en su naturaleza a Dios es el hombre, dándole el nombre que tiene por inspiración de su propia divinidad que venía madurando y evolucionando desde el momento en que se dio cuenta de sí mismo en relación con lo que lo rodeaba. Cuando se dijo a sí mismo que él era él, sintiendo que no era lo que tenía a su alrededor, lo impulsó la decisión de llegar a saber lo que era esa presencia superior, que lo hacía diferente en inteligencia y en sabiduría... O sea que en su naturaleza humana despertó una divinidad individual a la que le puso el nombre de Dios, pero a esto se sumó el libre albedrío, la voluntad, la voluntad de decidir y la responsabilidad por cada cosa que decidiera hacer... Cuando el hombre en su búsqueda interior comprende que la emoción de sentir a Dios en la divinidad de su semejante, entonces, se da cuenta de la posibilidad de trasmitir de un Dios individual a otro Dios individual. En esta forma de transmitir intervienen los dos extremos, el de emisión y el de recepción. El Dios Activo emite el mensaje y el Dios Pasivo lo recibe, y cuando el Dios Pasivo lo recibe se convierte de inmediato en el Dios Activo que interpreta el mensaje y lo lleva a cabo. Si el ejemplo lo llevamos al plano 42 universal, nos encontramos con el Dios Activo en el hombre cuando desea transmitir y con el Dios Pasivo del Cósmico o de la humanidad cuando recibe... Por eso decimos que en el hombre hay un Dios Activo que nos ayuda en el bien y nos abandona cuando perjudicamos a nuestro semejante, despojándolo de la mínima justicia. Cada vez que el hombre se comprometa con la emoción que lo lleve a actuar en beneficio de los demás seres, su Dios Activo le ha de transferir al Dios Pasivo de la humanidad la emoción de dicho bien, y el Dios Pasivo hará que la misión encomendada se cumpla allí donde haga falta. Si este privilegio —siguió diciendo Eben Alb— no ha sido utilizado en los momentos cruciales de la humanidad, o a propósito ha sido ignorado, la responsabilidad de lo sucedido recae exclusivamente en el hombre, y en lo sucesivo no recurre a su divinidad interior para consultar la forma de solucionar los problemas que se han de agravar por la acumulación de los errores, entonces quedaría la última oportunidad, en la que podrán participar quienes estén de acuerdo y sientan en su interior el impulso intuitivo de aceptar la Ley del Retorno. —Te digo algo más: Ni los árboles ni los animales han despertado en su naturaleza a ningún ser divino, porque tanto los árboles como los animales no necesitan, por ahora, de una consciencia que les permita darse cuenta de la divinidad que en ellos vive adormecida. Si los árboles, a modo de ejemplo, lograran una conciencia que los haga conscientes de sí mismo, entonces, los árboles despertarían en ellos al Dios Activo del Reino Vegetal, se harían como los hombres, responsables de sus acciones porque habrían adquirido el libre Albedrío y quedarían sometidos a la ley de causa y efecto por cada decisión consciente que tomaran. Pasaron algunos minutos en silencio. Cuando Eben Alb le dijo: —¡Vamos, que lo que has elegido ya está en nosotros! —tanto Jotanoa como Eben Alb se unieron en una sola entidad espiritual, sintiéndose en una extensión sin límites, sin límites hasta para moverse. La luz en la que se veían inmersos parecía estar en un estado previo al nacimiento de algo, como si esperara que el pensamiento de la creación la hiciera luminosa. Jotanoa comprendió que ambos se convertían en ideas de vida en un cielo de puntos azules. Alguien diría: en un cielo de electrones libres, moviéndose en la dirección del esquema visualizado por el pensamiento. La idea y la emoción que los impulsaba adquirían vida en cada punto de luz, y cada punto de luz se movía con la intención de actuar según la alegría de la justicia jugando a la equidad y según la bondad de la naturaleza que le deja a cada ser humano lo hecho por su mano de obra... El Alma de la humanidad había adquirido el aspecto de un altar donde comenzaba a oficiarse el ritual del amor por la justicia. 43 —Jotanoa —le dijo por último Eben Alb—, lo que has pensado sin mucho convencimiento es verdad. Me refiero a elegir el futuro, y se lo puede elegir cuando la persona ya no le debe nada a la vida pasada ni a la presente. No es ninguna novedad que se pueda elegir dónde vivir y qué hacer en este plano terrenal. También se llega al privilegio de hacerlo desde el plano cósmico cuando ninguna deuda obstaculiza la elección de nacer donde uno quiera y hacer lo que anhela como misión en beneficio de la humanidad, y en especial de la humanidad postergada por la tradición de la injusticia. Ahora mismo estamos a punto de lograr la adhesión de otras siluetas llenas de Alma, que estarían dispuestas a realizar lo que hasta hoy no se ha realizado... ¡La maternidad de la luz, o mejor dicho, el lado materno de la luz recibirá o está recibiendo ya el germen de la emoción de muchas ideas, para que esa emoción le dé nacimiento al mandato cósmico de gobernar por medio de quienes quieran adherirse al llamado que en las páginas finales se dejará oír! Lo que Eben Alb le había dicho en relación con el camino abierto que tenía por delante, no significaba una ruta por la que transitan vehículos y otros medios de transporte. Se refería al sendero que conduce al reino interior del Alma, allí donde el crecimiento de la comprensión permite la aproximación a una verdad, con la que podemos apreciar y beneficiar al mundo exterior. ¡Crecer desde adentro! Entonces, lo que Jotanoa tenía que hacer era introducir por ese camino el material que obtuviera de las experiencias vividas junto a su semejante, y con ese material recogido, construir las nuevas ideas, ideas que tengan la capacidad y la sabiduría de alimentar las soluciones demoradas. ¡El camino de la comprensión interna!... O sea, por cada paso que diera en el mundo de la experiencia exterior, podía dar otro paso hacia el mundo interior, siempre que se dejara educar por la bondad del Alma. Nadie sabe lo que ha de ocurrir mañana. Ignora si lo acecha el sufrimiento o lo espera el bienestar. Lo que sí puede es vivir protegido por la coraza de la comprensión mística, porque ella sabe lo que nos espera por estar viviendo en la consciencia extendida de su ser interno... Jotanoa ignoraba la aventura que lo esperaba allí en el futuro, pero Eben Alb lo sabía. Si bien él lo sabía, le era imposible decirle la clase de aventura, el medio ambiente en el que iba a desarrollarse y las personas que iban a intervenir. Además, si tuviera la oportunidad de decírselo, Jotanoa le hubiera expresado su incredulidad y la imposibilidad de que sucediera. 44 JOTANOA Y LA MADRE ILEGAL En un lugar del país estaban sucediendo cosas que con el paso del tiempo iban a relacionarse con Jotanoa. Si en los días de aquellos sucesos hubiéramos podido ubicarnos en un punto de la consciencia extendida de Eben Alb, es decir, en una posición que nos permitiera ver el futuro, habríamos visto a un hombre llamado Jotanoa interviniendo en la vida de una mujer que venía de aquel lugar del país. En ese lugar del país, como en muchos lugares, los paisajes tienen los mismos componentes. Es el escenario donde el ser humano se abre camino hacia el porvenir con lo vivido diariamente, es decir, lo que hoy le sucede le está indicando lo que debe hacer mañana o más allá de mañana, sin tener en cuenta lo imprevisto. Era un sitio por donde las aguas las aguas de un río pasaban lentas. Las riberas estaban pobladas de sombras agradables, y las sombras agradables como el abrigo de los árboles escondían la tibieza del romance. Dos criaturas estaban junto al río. Desde la penumbra del follaje miraban en silencio el viaje de las aguas... Tomados de la mano, cerraban los ojos para presentir el porvenir que la ilusión les mostraba. El río, según estos dos seres, discurría de la misma manera, pero las aguas conocían el destino de su cuesta abajo. Por la pendiente del terreno se deslizaba el río al encuentro de su hermano mayor, el mar. A ellos, con la ilusión no les alcanzaba para asegurar el rumbo de sus vidas. Se miraban con los párpados entornados, dejando que en los ojos brillara la ternura que el idilio les prometía. Los dos cuerpos estaban viviendo el idilio de la inocencia ancestral, porque no bien se rozaban las mejillas, en el lugar del roce asomaba la tibieza del deseo. Cada caricia parecía tomar del aire el aroma de la naturaleza para apurar el trámite del amor. El idilio estaba a punto de estallar... El sol miró por última vez y se ocultó. Del suelo comenzó a levantarse la ansiada sombra de la noche. Sin el sol, la humedad se detuvo a ras de la tierra y las brisas soltaron las voces del arrullo para que nada le faltara al idilio de la carne. Las palabras sonaban temblorosas, agobiadas... —¡Tengo miedo...! —murmuraba ella. —¡En mis brazos se alejará!... —aseguraba él. —¡Me asusta lo desconocido...! —gemía ella. —¡Seré tu ayuda cuando me conozcas!... —¡El miedo no me deja!... 45 —¡Déjame acariciarte para que se aleje!... —concluyó, dominando los temores de ella. Se durmieron las palabras en la inocente ternura de la entrega. El silencio prolongó el sueño de la quietud. Dos pájaros, acurrucados al abrigo del árbol, dejaron oír un tierno cosquilleo de trinos. La sombra del árbol se meció en la brisa y la vida recogió la flor que el idilio le entregara. El tren rodaba indiferente a su carga de pasajeros. Las ventanillas eran trozos de cielo para el descanso de los pensamientos, de las penas y de los sueños. Siempre se mira por las ventanillas, haciendo descansar lo de adentro. El campo rumiaba sereno el verdor de los pastos. El sol seguía obsequiando la misma bondad de siempre. Se ondulaba la pampa y detrás de la ondulación aparecía la línea monótona del horizonte. El tren mermó la marcha. Quería descansar a rueda lenta. El paisaje cambió y se hizo cercano con el follaje de los árboles. Un río estaba cerca. Los árboles nunca lo dejan que ande solo, porque donde hay un río o un arroyo siempre hay dos riberas de sombra que lo acompañan. El tren cruzó sobre el río y desde una ventanilla salió el grito ahogado de una pasajera. El río y sus árboles despertaron en su memoria el recuerdo de algo que volvía con el paisaje. La cabeza, junto a la ventanilla, después de haber dejado escapar el grito, se inclinó avergonzada. Aquel río y sus árboles fueron para ella algo parecido a otro río y sus árboles. Un pasajero, de tantos que la miraron, con discreta sorpresa pareció preguntarle con un gesto sin palabras, asomado a los ojos: —¿De dónde vienes, muchacha? Y la joven damita, también con un gesto en la mirada, pudo responderle: —¡De donde la vergüenza me condena! Aquel hombre, ocasional intruso, insistió con otro gesto: —¿Hacia dónde vas, muchacha? La única contestación en el idioma de los ojos fue decirle: —¡Hacia donde la vergüenza me perdone!... El tren apuró la marcha. Los pasajeros volvieron a su estado de somnolencia. El ritmo del viaje se introdujo en el corazón de la joven mujer. La cadencia monótona fue adueñándose de la joven, mientras la resignación la hizo entrar a la zona de los recuerdos. Los recuerdos volvían con la madurez a cuesta, hablándole de lo que estaba ocurriendo. Con una voz, que era su íntima voz, se decía y se oía decir: —Cuando amanece, la playa queda desolada y el mar, retirado, se aleja bufando su algarabía y su aleluya de conquista. El mar turbulento abandona lo 46 que no merece llevarse y lo que no merece llevarse es la luz de una semilla que avanza como un reproche hacia el verdor de la tierra... ¡Adiós, hombre, no eres dueño de nada! ¡Mañana volverás a buscar en la playa la embriaguez de la nueva víctima y lo harás cuando las sombras te ayuden a tender las redes de la promesa... ¡La madre ilegal es una playa sin su noche y el mar!... El tren parecía convertir su monótono ajetreo en estas últimas palabras, las que adquirían el ritmo de un mutuo acompañamiento: —¡La madre ilegal es una playa sin su noche y el mar! El tren entero, con sus saltos y crujidos, con sus pasajeros y vaivenes, entonaba lo que la joven se decía en su interior: —¡La madre ilegal es una playa sin su noche y el mar! Luego, algo cambió en el ánimo de la joven, cambiando también las palabras del párrafo anterior, las que llegaron a decirle: —¡Canta, oh tristeza, por fin tu alegría de morir! La joven no se dio cuenta del cambio, pero al sentirse cómoda con el significado que le traía se dejó arrullar por la nueva versión: —¡Canta, oh tristeza, por fin tu alegría de morir! Y reinó el sueño durante toda la noche. La ciudad desconocida, a la que llegó en busca de refugio y de trabajo, la absorbió por completo, alejándose del alcance de esta narración. Pasaron los meses, trayendo madurez a quienes la esperaban y caducidad a quienes no la esperaban. Cierta noche, una de tantas, tres jóvenes, con ansias de hurgar en los secretos de la vida nocturna, llegaron a un lugar donde los hombres adquieren el privilegio de cambiar casi por completo. Era un salón de tamaño suficiente para el desahogo de las pasiones, donde el placer y el deleite se sacan el disfraz de la decencia. El hombre deja de ser hombre para dar paso al felino sexual que no logra saciarse en la víctima de turno. Los tres jóvenes tomaron asiento. Uno de ellos era Jotanoa. El humo denso de mil bocanadas por minuto reproducía el infierno de niebla caliente y venenosa. Del seno mismo del humo de tantos cigarrillos apareció el mozo. Saludó, limpió maquinalmente la mesa y ofreció los brebajes conocidos. Cada uno pidió su bebida mientras los ojos recorrían el panorama en busca de la mejor presa disponible. Cada uno eligió y después de que la danza los juntara, la mesa lo reunió para toda la noche. Jotanoa no deseaba compañera y se mantuvo solo en un extremo de la mesa. Ese mundo, al que estaba asistiendo, lo observaba desde dos posiciones. Allí, a su alrededor, se movían criaturas semejantes a él. Por 47 repugnante que fuera la manera de actuar y de vivir, él quería comprender en su interior ese lado oscuro de la existencia sin despreciar nada, pues esos hombres y mujeres eran los hermanos de una hermandad del Alma incontaminada. Jotanoa no estaba de acuerdo con el método de negociar una noche de placer. Su naturaleza sexual buscaba otros medios, en los que no figuraba la mujer como material de compra. Los amigos de Jotanoa le insinuaron que no se quedara solo, que invitara a una compañera. Con la actitud de quien quiere complacer una parte del pedido admitió a una joven, que resultó ser la tercera amiga de las dos que se encontraban con los amigos de él. La mesa se agrandó. La recién llegada se sentó junto a él. Jotanoa la invitó con el ofrecimiento de una bebida y se entabló una conversación forzada. No tardó en darse cuenta de algunos gestos de timidez, cosa extraña en donde la habilidad en el arte de atraer es el anzuelo natural del negocio. Lo que conversaron fue entre los dos solamente, puesto que la mesa los había unido en un extremo, mientras en el otro quedaron sus amigos realizando las proezas de las conquista innecesaria. —Soy —le dijo Jotanoa— un poco torpe para estas cosas y algo estúpido con las mujeres que trabajan aquí. —He venido porque me has invitado —dijo ella. —Sí, lo sé. Sólo para pasar el momento charlando. No me agrada la frialdad de las intenciones de los que vienen a estos lugares. Prefiero que la atracción tenga algo de cariño, que la conquista vaya acompañada de cierta ternura, por eso me desagrada lo directo del deseo como si el deseo no mereciera el estímulo de la emoción. La joven lo miró sin saber cómo juzgarlo, sorprendida de encontrarse con este raro ejemplar humano, fuera de serie. Jotanoa, sin poder ocultar la incomodidad provocada por sus palabras y queriendo atenuar su efecto, le dijo: —Si no te agrado me voy... —No, no es eso lo que quiero. No deseo ahuyentarte. Lo que si quiero que entiendas es que podemos pasar la noche sin la supuesta conquista. Si estás dispuesta a pasar conmigo algunas horas según la estupidez de mi carácter, te pido me acompañes. Sin no te gusta lo que te ofrezco, entonces, elige lo que te convenga. No quedaron dudas de que Jotanoa resultaba una perla, aunque no muy sana, entre tanto barro de sucias pasiones. La joven no quería conmoverse. Sólo atinó a decirle para salir del paso: —En realidad, no hay muchos como tú. —Y tú, según parece, estás aprendiendo a vivir de esto. 48 Una leve coloración de vergüenza apareció en las mejillas de ella. —Sí —dijo, esforzándose en responder—, no hace mucho tiempo que estoy... haciendo esta vida. —Eres muy joven y no demuestras mucha experiencia. Algo se crispó en ella. Tal vez los músculos del corazón quisieron alejar cualquier entrada emotiva. Siguió esforzándose en responder: —Hace poco que me dedico a esto... Tragó saliva y cambió el tono de la voz: —¿Por qué preguntas por algo que no quiero responder? ¡Ya es tarde para volver atrás! ¡Si estoy aquí ha de ser por algún motivo!... Hubo un momento de silencio incómodo. Para salir de él, ella lo invitó: —¿Quieres bailar? —¡Bailemos! —aceptó él. Y entre los que bailaban se confundieron. Ella quiso mostrarse audaz y le rodeó el cuello con un brazo. Jotanoa se dejó hacer y se dejaron mecer por la música, pero ella no pudo disimular un temblor en todo el cuerpo, un temblor desconocido, de incertidumbre y de rabia. No quería caer en los recuerdos que Jotanoa intentaba reavivar. —Estás nerviosa —dijo él—. ¿Qué te ocurre? —Nada... un poco de frío tal vez. —No, parece que tienes miedo, aunque no sé a qué. Ella no contestó. No podía. Además, no quería porque él tenía razón. Volvieron a la mesa. Ella se revistió de un silencio defensivo. La situación se volvía tensa. Así lo entendió él y giró la conversación hacia otro tema, con la intención de mejorar los ánimos. —Hoy he conocido un lugar hermoso —comenzó a decir Jotanoa—. Cada vez que uno se aleja de la ciudad se encuentra con algo distinto y se arrepiente de no haber frecuentado sitios como el que hoy pude apreciar, en donde el tiempo se desliza sin apuro. Aunque nada indique la presencia de las flores, el aire siempre se halla perfumado. Hoy parecía un día de primavera anticipada. Me encontré con un río cuyas aguas me hicieron pensar en lo que a nosotros nos sucede cuando nos apura el deseo de viajar, viajar y viajar... y unos árboles, en fin, he vuelto tonificado a la vez que... La herida fue abierta. Un llanto involuntario se oyó muy bajo. Jotanoa vio lo que estaba sucediendo y con rapidez, sin perder la calma, la tomó de un brazo y la llevó a confundirse entre los que bailaban. Ella se dejó llevar y se dejó abrazar, sosteniéndose en el abrazo de él. Jotanoa, apenado, le preguntó: —¿Dije algo que te causara daño? —¡Conseguiste lo que querías! 49 —Pero, ¿qué hice? —¡Era lo que querías y lo lograste! ¿Esa es la clase de conquista que te gusta lograr?... ¡Vaya, que manera tan simple de hacerlo!... ¡Eres... oh, ese maldito paisaje!... —¡No entiendo nada! —dijo él, desorientado—. ¡Perdóname si he cometido alguna estupidez!... No quise ofender, ni tuve la intención de hacerlo... Soy un pobre recipiente humano que carga recuerdos como tú.... Otra cosa no soy... Me afligen los sufrimientos como los tuyos, tal vez menos... ¡Es posible que la torpeza de tener dolores escondidos sólo sirve para despertar los dolores que duermen en los demás!... Ella apoyó la frente en el hombro de Jotanoa, un poco aliviada por lo que terminaba de oír. Parecían ahora dos criaturas unidas por algo invisible. Entre ambos estaba por nacer un idilio, no el idilio de la carne, sino el idilio de la amistad, el que podría llegar al otro. Cuando estuvieron de vuelta, sentados ya, él se bebió de un trago el líquido de su copa. —Me apena lo que hice —confesó. —Tal vez sea verdad lo que dijiste... ¡Que la torpeza de tener dolores escondidos sólo sirve para despertar los que duermen en los demás!... —¿Puedo conocer los tuyos? La muchacha lo miró detenidamente y lo vio ahora, después de lo sucedido, en todo su aspecto de hombre. Inclinó por un instante la cabeza, juntó las manos sobre la mesa y le dijo con cierto alivio en la voz: —Sí, te diré por qué estoy aquí... Me siento avergonzada por lo que hice o dejé que me hicieran. Llevo una mancha como vulgarmente se dice, una mancha que mi conciencia se encarga de mantenerla. No sé si esa mancha me acusa porque abandoné a mis padres o porque soy una mujer que ha huido por tener un hijo de meses... —Involuntariamente recordó algo—: La madre ilegal es una playa sin su noche y el mar. Recuerdo que estas palabras se convirtieron en otras sin saber cómo: Canta, oh tristeza, por fin, tu alegría de morir... Después de haber huido me encuentro en este momento frente a un hombre que, sin saberlo, describió un paisaje de y árboles, que ese paisaje se parece a otro que fue escenario de lo que me ocurrió. Allí fue donde el engaño me dejó atontada y luego señalada con el mote de liviana. Si fui liviana, fue porque la promesa me llenó de ilusiones, sin darme cuenta de la habilidad con que la mentira me doblegó. Más tarde, la vergüenza me alejó del hogar de mis padres. Una historia común y una aventura vulgar, ¿no es cierto? Jotanoa sintió en ese momento que dentro de él despertaba otro hombre. Era el despertar del héroe que todos llevamos dentro y que luego de realizar el 50 acto de heroísmo vuelve a dormirse en algún rincón de la naturaleza desconocida del ser humano. Arrastrado por la ceguera del heroísmo no vaciló en decirle: —Si hay algo que debe ser castigado es la estupidez de llevar una vida así. Te acuso sin lástima por vivir en este ambiente, teniendo un hijo tan pequeño... Contaminar aquel idilio, por infame que haya sido, con este sucio contacto, donde estos caballeros que ves aquí devoran sus propias miserias, no merece perdón. La cara de Jotanoa se había transformado. Quien lo haya visto hubiera creído ver una antorcha de profeta bíblico a punto de quemar las inmundicias de la vida. La muchacha, ante los gestos de su compañero, se sintió en el colmo de la sumisión y de la vergüenza, pero también bajo un extraño amparo. —Estos son los hombres —dijo— que pagan para masturbarse en la mujer con la que se acuestan. Se masturban porque gozan consigo mismo, sin importarles el goce de la pareja... Jotanoa se interrumpió agitado por el esfuerzo de la indignación. La joven lo miraba cada vez más asombrada pero también más protegida. —¿Qué puedo hacer? —preguntó en tono de ruego. —¡Huir, huir de aquí lo más pronto posible! —¿Cómo, cómo hacerlo si me siento atada a mi propia desgracia y esta desgracia me tiene atada a los que me amenazan? —¡Tomando un tren y volviendo a la casa de tus padres! —dijo él, desoyendo la causa invocada por ella. —Lo dices con tanta sencillez como si fuera fácil hacerlo. Estoy segura que nos están observando. Tú serás el más perjudicado. —No seas cobarde. Vale más enfrentar cualquier aventura que permanecer aquí. Permanecer aquí es ensuciar la inocencia de tu hijo y eso significa ensuciar el nacimiento de una vida. La vida no te da derecho ni permiso para que la inocencia de esa vida mame en las huellas que dejan en tus senos las caricias de esos caballeros... ¡Te ayudo a salir de aquí si me ayudas con tu decisión! La joven vibraba bajo el impacto de esta exaltación, a la vez que su corazón se afiebraba ante la presión de quien se ofrecía para hacerlo. —No podría soportar el dolor de enfrentar a mis padres. —Ellos son tus padres. En ellos hay más seguridad de perdón que en otra parte. La joven vacilaba en su decisión y temía por Jotanoa, si los que manejaban el negocio se enteraban de lo que estaba haciendo. 51 —No te preocupes —le dijo él—. Por ahora debemos fingir que estamos en el juego que ellos propician. Les haremos creer que hemos concertado una cita como lo hacen las demás parejas. ¿Me harás caso en todo lo que haga falta? —¡Sí! —contestó ella en voz baja, sorprendida de haberlo hecho, ya que vacilaba entre el miedo y la desesperación. —Así está bien. No temas que casi nunca sucede lo que mayor miedo nos causa. La joven sonrió aliviada. Su corazón, aturdido hasta ese momento, retomó un ritmo de seguridad, contagiado por el de él. En la emoción que comenzaba a sentir nació, de repente, el cariño por agradecer, sin saber cómo expresarlo. Sólo atinó a decirle: —Hay un hijo que no sabe ni sabrá quien es el hombre que se preocupa por él. ¿Lo quieres conocer? —Quizás, no te aseguro. —¿Siempre eres así? —preguntó ella, sintiéndolo escurridizo. —Siempre —contestó él, inmovilizando la mirada en la distancia interior de su Alma—. Sí, siempre vivo así, con el ánimo atento en lo que sucede a mi alrededor. De lo que sucede a mi lado o más allá de mi lado, trato de rescatar lo que puedo introducir dentro de mí para sentirlo y comprenderlo internamente. Ser así es llevar encima una especie de mansedumbre que me da la ventaja de la comprensión. Aunque se sufra por el sufrimiento ajeno, la comprensión del sufrimiento me trae el alivio de algo mejor. Es la manera que tengo de lograr una comodidad interior, donde puedo descansar de lo que me sucede con mis semejantes. He aceptado lo mejor de mi mismo y actúo con lo mejor de mi mismo. Mañana sabré que habré superado y qué cosas habré mejorado. —¿Por qué vienes a estos lugares? —A conocer lo que quiero comprender... —¿Y las mujeres que conoces aquí? —No las rechazo ni las conquisto. —¿Qué pensarán de ti? —No me interesa. Sólo sé una cosa: Ellas jamás me trataron como a los demás. Hasta se ofrecieron para quererme. No pude aceptar porque no tengo pasta de cafiso. —A muchas habrás ofendido con tu comportamiento. —Tal vez, pero muchas se conmovieron cuando les dije lo que pienso de ellas, comparado con el de los que vienen aquí. —¿Me lo dirás? 52 —Sí, ¿por qué no?... Nunca supe si tuve o tengo razón. Cada vez que les dije lo que pensaba de ellas, nada me contestaron, sólo me miraron como si en ese momento se descubrieran a través de lo que les decía. Y lo que Jotanoa le confesó tenía mucho de reacción ante lo que no terminaba de comprender. Aquel ambiente nocturno escondía, según él, una faceta del ser humano alimentada por la ambición de algunos y por la perversión de otros y entre estos dos extremos se hallaban las víctimas de siempre, estas mujeres que habrían logrado separar el sexo en dos funciones, usándolo por un lado como medio equivocado de vida y por el otro, reservándolo para la intimidad de su pareja. Jotanoa se preguntaba si ellas lo dominaban al venderlo, si lo despreciaban al negociarlo, si lo inutilizaban al dejarlo impuro en el deseo comercial de quienes lo compran. Si los que lo compran adquieren algo sin valor, algo despreciado, entonces no obtienen nada de ellas, ni siquiera el mínimo deseo femenino, sólo se quedan con la perversión que ellos mismos quieren saciar, que ellos mismos quieren satisfacer. De ahí que Jotanoa creía que estos hombres usaban a la mujer para masturbarse. —¿Te sorprende? —dijo él—. Mayor sorpresa habrá en el futuro. Siempre el porvenir nos ofrece buenas cosas o nos tienta con ilusiones dudosas. Te aseguro que amanecerá de nuevo el día que sepas afrontar la naturalidad de tu aventura. Tu error no ha sido un error, ha sido un cambio de rumbo. Tal vez el error se haya originado en la falta de comprensión de aquello que mostraba señales de cambio. —Si alguien me hubiera hablado de un hombre que piensa como tú, es casi seguro que no le hubiera creído. —Alégrate, entonces, de saber que hayan seres humanos con el quijote del amor volteando molinos de incredulidad. Te ofrezco, por lo tanto, el quijote de mi ayuda. —Me ofreces algo que no sabré merecerlo... —Olvídate del ofrecimiento —le aconsejó Jotanoa—. Por ahora nos interesa que no digas nada a nadie, ni a tus compañeras... En primer lugar, averiguas lo del pasaje, luego me lo dices. Después esperamos el día propicio y en un santiamén te alejas de este infierno de locos. —Mañana lo averiguaré —dijo ella. —Pues mañana nos veremos en la estación. —Me has convencido y haré lo que quieras. Lo haré aunque no pueda ser útil con el agradecimiento que mereces... ¿Con qué puedo agradecerte sin que te manche lo poco que pueda darte? 53 —¿Mancharme? —dijo él—. ¿Qué sabes de mi vida? Te equivocas porque la emoción del agradecimiento no contiene impureza ni puede manchar. —¡Qué bien te las arregla para cambiarle el rostro a lo desagradable!... —Lo desagradable no pertenece a la esencia de las cosas. Disfrazamos lo esencial con lo desagradable que nos toca soportar... ¿Por qué no juzgamos según la esencia y no según lo externo para así equivocarnos en menor grado? —Es muy sencilla tu explicación. Lo difícil es la experiencia. Para llegar a lo que dices te debe haber costado mucho sufrimiento callado y en secreto. —Lo importante —le dijo Jotanoa— es presentir si el sufrimiento nos puede conducir a la paz y si esta paz nos ha de ser útil. —Hasta tienes la habilidad de desorientar cuando alguien te descubre algo que quieres ocultar. No puedes evitar la sinceridad. Por ser sincero no puedes disimular que la vida te ha herido varias veces. Después de todo, me agrada que en tan poco tiempo me hayas contagiado la franqueza. Te lo agradezco. Imitando se aprende con rapidez. Jotanoa no contestó. Era evidente su deseo de sellar con el silencio el rumbo de conversación. Fue, entonces, cuando los dos se quedaron como espectadores de un mundo que ya no era de ellos. Se miraron y comprendieron que debían seguir juntos hasta la hora del amanecer, cuando comienza el desfile de las parejas. Recién ahora se dieron cuenta de que estaban solos, ya que sus compañeros habían buscado la intimidad de otros rincones. Ella lo miró con ternura en los ojos, con cierta expresión de tibieza en las mejillas, con la ingenua picardía de amarlo sin el trámite brutal de la compraventa. Estaba sintiendo el cariño entibiado por el desinterés, porque quería de aquella vida tolerante y bella el calor necesario para hacer perdurable lo que estaba sucediendo. Los dos se conmovieron al mismo tiempo. Los pensamientos se extendieron, se dilataron para comunicarse, pero no podía ser. Era imposible. Y ahora más imposible que nunca porque ella caería en la duda al recordar, cuando pase el tiempo, que él al fin de cuentas, hizo lo que hacen los demás aunque haya habido honestidad. Era necesario, entonces, salvar la vocación del acto desinteresado. Era preferible no tocar lo que ya estaba concluido, ¡no suceda que en el contacto despierte intenciones de mala influencia!... En una época de la humanidad en que las amistades tienen el precio de los favores obligados, era necesario que quedara en pie la misión del desinterés. Un resplandor de tristeza pasó por los ojos de ella cuando Jotanoa le dijo: —Mañana, cuando estés en tu provincia, es posible que me recuerdes como algo de dudosa existencia. Tal vez mi rostro y esta amistad queden 54 alejados de tu vida diaria. Puede ocurrir que cuando te preguntes cómo es que estás en tu ambiente natal, te acuerdes de mi, pero luego la imagen se irá como algo irreal, irreal como la aventura de esta noche, tan imprevista. Esto que estamos viviendo ahora lo encontraremos hecho un recuerdo mañana, tal vez con vida propia para dejarnos vivir sin él. Los recuerdos se alimentan de sí mismo sin la vida terrenal de los autores. Ellos no necesitan de nosotros, viven porque han logrado perdurar, alejados de lo efímero. Nosotros nos quedamos con lo efímero mientras ellos han alcanzado la región de la eternidad. Me refiero a los recuerdos que han logrado capacidad para perdurar. Nosotros, a pesar de insistir en lo efímero, también nos haremos un recuerdo de la tierra. Seremos el recuerdo que vive de sí mismo porque habremos sumado la esencia de lo terrenal a la esencia de lo universal. La joven no entendió todo lo que él le dijo pero el Alma femenina de la intuición le hizo sentir que algo hermoso, tal vez inefable, había penetrado en su naturaleza. —Aunque no he comprendido todo lo que me has dicho —confesó ella—, me ha llegado una tristeza que no es tuya ni mía, una tristeza ajena que ruega, que pide algo parecido a lo que me has dado esta noche. —La hora del amanecer tiene la culpa. Seguramente está amaneciendo allá afuera. Lo mismo me sucede cuando atardece. Debe ser porque somos incapaces de vivir en un mundo que lo quisiéramos hacer de nuevo. ¿Será por eso que es inevitable la tristeza porque las horas que se van como las horas que vienen no anuncian lo que anhelamos? Cuando atardece, una parte de mi ser huye con mis sueños al país de otros sueños, dejándome la otra parte, la que hace de mi boca un hueco de amargura. Cuando amanece siento lo mismo. La vida diaria se divide en dos para poder subsistir. A Jotanoa lo invadió el significado de lo que estaba diciendo, pero el artificio de aquello que lo rodeaba le hizo bajar la cabeza, refugiando su ánimo en la terquedad de su esperanza. Para salir de sí mismo le dijo: —¿Vives lejos de aquí? —No, a pocas cuadras. —¿Te molesta que vayamos caminando? —No, siempre lo hago cuando... —no quiso terminar la frase. —Creo que ya es hora —agregó él— porque las parejas se van... —Busco el abrigo y nos vamos. Del camarín regresó con un tapado sencillo, tipo gabán. Salieron. La mesa quedó desierta... Caminaron en silencio. Con delicado disimulo ella se tomó del brazo de él. 55 Una leve sonrisa, mientras la miraba, asomó en los labios de Jotanoa. Ella dulcificó el rostro con una mímica de ternura, que expresaba timidez y anhelos de refugio. Con gestos, con el lenguaje de los gestos conversaron de todos los impulsos y emociones. A través del contacto de los brazos sintieron el rumor de la sangre golpeando las paredes de la piel... ¡Y nada más! Llegaron. —Aquí vivo —señaló ella. Un momento de turbación. Un momento triste y grato, lucha indecisa del querer, inquietud y ansiedad a punto de caer en la intimidad. El pudor renacido en el rostro de ella como algo olvidado que regresa en pos de cariño, pero sólo un beso en la mejilla de él fue el único encanto en estos dos seres que después de algunas horas no volverían a verse jamás. Una lágrima, cayendo de la ventanilla del tren encontró la mano abierta de Jotanoa. El joven la miró y la dejó encerrada en su puño hasta diluirla en la humedad de la piel. Otra cosa que recibía de ella. Una lágrima que al caer no llegó al suelo... Después, una mano como la de él pero más pequeña, quedó enarbolada fuera de la ventanilla como símbolo de la separación. Después, los señaleros de las vías que se quedaban y el tren, dejando su espalda de rieles hasta desaparecer en el horizonte... ¡Hasta siempre, muchacha! El lejano rumor del tren, traído en ráfagas de viento, parecía el eco de una sugestión que decía: ¡Canta, oh tristeza, por fin tu alegría de morir! 56 CAPITULO III LAS IDEAS Quien se ha dedicado a comprender el mundo externo desde el punto de vista del ser interno, le sucede lo que a Jotanoa le estaba sucediendo sin que él se diera cuenta. Debido a que no se puede aceptar en su totalidad la información que nos viene de afuera, donde se originan, precisamente, las ilusiones y las distorsiones que sufren los sentidos que sufren los sentidos físicos, por tal razón se vuelve imprescindible la intervención de nuestro Alguien del Alma, al que también hemos llamado nuestra silueta llena de Alma y que, además, estamos conociendo con el nombre de Eben Alb. Jotanoa, por haberse dado cuenta a tiempo, había caído en la trampa tendida por una ley que acecha en la naturaleza humana. Era una trampa en beneficio propio que le hizo sufrir la prueba de ser la víctima por haberla descubierto, por haberla descubierto actuando en todos los ambientes donde las ambiciones, la vanidad, los celos y el afán de figurar le preparan el ambiente a semejante ley. Se la podría considerar como una cualidad negativa que interviene en reemplazo de la cualidad positiva. ¡El que descubre algo lo tiene que experimentar! ¡La experiencia le ofrece el argumento con que ha de explicar y comprender lo que ha descubierto!... Y donde mayor fuerza adquiere es donde mayor efecto provoca, y donde mayor efecto provoca es allí donde la pureza de un ideal ha creado el polo de atracción alrededor del cual se reúnen aquellos seres humanos que han visto en el ideal una norma de vida. A medida que va afianzándose la manera de convivir en el ambiente generado por el ideal, en lo oscuro de la naturaleza de las mismas personas comienza a gestarse la acción de aquella ley, hasta que alguien del grupo se convierte en el individuo que ha de actuar en representación de la referida ley. La historia de la humanidad lo tiene incorporado a los grandes movimientos de la evolución de la inteligencia. Es el personaje que se desliza como una sombra detrás de la luz, es el personaje que después de las rebeliones o de las revoluciones incontenibles, cuando todo parece encauzarse hacia la 57 obtención de los beneficios, cuando nada parece amenazar los frutos ganados, surge este personaje cuya existencia repetida lo ha bautizado con el nombre de Judas. ¡La amenaza siempre estuvo en la debilidad de los medios para lograr el triunfo aparente de lo ideal, lo que significa que los medios sólo justifican la existencia de la ley de Judas pero no la intención del ideal concebido en su pureza original! Ya es un símbolo infaltable, más bien permanente. Es de carne y hueso como cada uno de nosotros. Su misión es hacer que se fortalezca lo que no está asegurado. Es el remezón que pone a prueba la debilidad de quienes sostienen la integridad del ideal. En cada uno de nosotros vive adormecido a la espera del momento de su intervención. Se presenta para desempeñar un papel difícil de comprender, difícil porque aprovecha la deficiencia de nuestra comprensión exterior, difícil porque creemos más en el hombre externo que en el hombre interno, porque le entregamos mayor poder a lo negativo que a lo positivo, permitiendo que lo efímero avance sobre lo perdurable... Ya pasó por este mundo un Maestro que pretendió enseñar con el Amor al semejante su doctrina de la mansedumbre. Él sufrió la consecuencia de esta cualidad humana, de esta condición de la naturaleza. La padeció por haberla descubierto, sabiendo que en cualquier momento uno de sus discípulos se haría cargo del papel que pondría en evidencia la debilidad de la defensa interior, de cuya debilidad saldría la misión de Judas. En un club, en una empresa cualquiera, en un gobierno de aquí o de otro lugar, en cada grupo de hombres reunidos con fines políticos, económicos, religiosos, etc, hace su aparición para cumplir con el trabajo que nos hace decir: ¡siempre tiene que haber un Judas! Con esta expresión se confirma lo que siempre ha sucedido y que siempre ha de ocurrir. Aceptamos el hecho sin alcanzar a penetrar en su causa, la que se halla en la facilidad de encontrar errores donde no los hay, de emitir el juicio apresurado sin tener en cuenta la consecuencia, de perjudicar con el chisme o la calumnia sin motivo cierto... En el afán de encontrar errores, en la tendencia de emitir el juicio apresurado, en el hábito de decir el chisme cuando nada lo justifica, en lo superfluo de nuestras opiniones, que son los síntomas de la debilidad interior, ahí comienza la acción de nuestro personaje infaltable. Siempre nos veremos ante dos elementos como mínimo que tienden a producir un resultado por la atracción de sus condiciones opuestas. Cuando nos damos cuenta de que la unidad se divide en sus dos causas, una activa y la otra pasiva, la razón nos ayuda en comprender que aquello que es activo es porque tiene ante si una condición pasiva y que de ambas nacerá la 58 manifestación respectiva, pero también la razón nos ayuda a comprender que lo pasivo no ocupar el lugar de lo activo. Cuando esto último sucede quedará listo el escenario, donde el personaje tendrá la oportunidad de desempeñar el papel de Judas. Jotanoa, después de encarar la aventura de alejarse del mundo de afuera para conocer el de adentro y después de valorar la importancia de uno y del otro, decidió quedarse con el de adentro, donde descubrió la personalidad de Eben Alb. Se quedó con su Alguien del Alma porque era el que le hacía durar más tiempo la esperanza de encontrar la razón de vivir. Además, era allí donde se podían descubrir los elementos de la eternidad, donde se podían cultivar los sueños y los ideales y la confianza de verlos allá afuera, de verlos realizados en el mundo de la fe materialista... ¡Y fue en el ámbito de la fe materialista donde pudo comprobar el comportamiento erróneo del ser externo, del hombre sin estatura espiritual, el que incurría en la tentación de usar los métodos del personaje descubierto, quien lo hizo pasar por la prueba y el sufrimiento de soportarla!... Cuando la comprensión interna hizo que Jotanoa se diera cuenta de que estaba al final de una etapa y al comienzo de otra, le nació el impulso de lo que quedó expresado en los dos libros anteriores. Decir durante una reunión que cada uno de los que estaban allí, cómodamente sentados, tenía dentro de sí a un Judas adormecido, era algo que iba a provocar una situación que ninguno pudo imaginar en ese momento... Ocurrió durante una de las charlas que Jotanoa solía dar ante un número de personas que periódicamente se reunían con la intención de estudiar y comprender el comportamiento del ser interno en relación con el ser externo. Las charlas no eran preparadas con anticipación sino que surgían en el momento y según la necesidad de comprensión de cada uno o de todo el grupo, y que cada uno, por integrar la unidad del conjunto, tenía la misión de formular una pregunta en la que aparecía implícito el tema a tratar. A partir de la pregunta o de cualquier otra inquietud, Jotanoa comenzaba la charla del día de reunión. La otra manera quedaba a cargo de la intuición de Jotanoa, dejando a su ser interno en libertad de elegir lo que en ese momento fuera conveniente. Si de él surgía el tema era porque todos necesitaban mejorar la comprensión interna, de cuya comprensión dependía el éxito en la vida de cada uno. Fue debido a la sugerencia del ser interno al iniciar la charla que Jotanoa afrontó el tema. La idea de utilizar a Judas, aceptándolo como una ley que se manifiesta en la naturaleza humana y que actúa con la misión de probar y comprobar la fortaleza interior en relación con el ideal que congrega y aglutina, la idea, repito, de usar a Judas ante sus compañeros lo hizo vacilar. Fue por el temor a ofender que vaciló, pero cuando a cada uno del grupo lo consideró 59 hecho de dos partes, una externa y la otra interna, su decisión se afirmó, pues la ofensa podía herir al hombre externo y fortalecer al hombre interno, quedando así compensado el impacto. Además, se dio cuenta de que por este medio le daba mayor importancia al ser interno, que era al que en realidad anhelaban desarrollar. Cuando les dijo que cada uno de los reunidos allí podía asumir el papel de Judas con el fin de poner a prueba la unidad y la confianza, y que era una ley en estado pasivo que haría su aparición activa cuando la cualidad negativa creciera y madurara hasta alcanzar la talla de Judas, no bien lo dijo se produjo una actitud de sorpresa y asombro por lo imprevisto de la cuestión. Para suavizar el impacto agregó que sería un privilegio para quien fuera tentado siempre que se diera cuenta de lo que estaba naciendo en su naturaleza. Si se daba cuenta, le quedaba entonces la mejor tarea, la de limpiar su mente para restablecer la confianza interior en el ideal que los congregaba. La primer sorpresa fue cuando una de las personas que escuchaba la charla pidió permiso para retirarse por sentirse indispuesta. Esa persona, a las pocas semanas, perjudicó los medios de subsistencia con que se atendían las necesidades del edificio y demás obligaciones. La segunda sorpresa la padeció el propio Jotanoa por haber manifestado lo que dijo, y que debió servir de alerta para alejar las consecuencias de la amenaza que comienza cuando la falta de confianza debilita la defensa del ideal. Otra persona, por error de una interpretación, hizo las veces de Judas para presentar una acusación por algo inexistente, por una situación mal interpretada. Se dio la ironía de denunciar a quien les descubriera la ley en prevención del daño que podía sobrevenir. El período de crisis puede durar el tiempo que haga falta para que desaparezca aquel que representara el papel de Judas. Al parecer, siempre sucede lo mismo. Quien ha sido designado por esa ley, realiza su misión y cuando ha cumplido la tarea de sacudir los cimientos de unidad, desaparece, se esfuma y no vuelve jamás. Ha hecho lo que debía hacer por encargo ajeno y se retira después de haber demostrado la debilidad, la indiferencia, la falta de fe, de los que creían en el ideal que los reunía, de cuyo ideal recibían el beneficio de la paz interior. Así ha sido siempre y así lo será en el futuro. Los que quedan después del remezón se dedican a recomponer el ambiente y a recrear la fe y la confianza en lo que no debieron descuidar. Para que no ocurra otra vez se hacen la promesa de vigilar con mayor cuidado. De nada servirá si la vigilancia no está en el interior. 60 Jotanoa aceptó la situación porque vislumbraba el comienzo de la nueva etapa y porque advirtió el error de la acusación sin fundamento válido... Y buscó consuelo en el apoyo de su comprensión interna, la que le dio una respuesta convincente según la cual él, Jotanoa, debía desconfiar del ser externo y confiar en el ser interno de cualquier persona, sea ésta del nivel social más bajo o de cualquier otro nivel, incluidos los condenados por la justicia. Aunque no era fácil aceptarlo así, tan de repente, se dio el tiempo suficiente para asimilar y llegar a creer en aquello que, como esencia incontaminada del Alma, mantiene su pureza en relación con el cuerpo que cae en la degradación más despreciable. Esto significa que el daño sufrido había sido provocado por el ser externo de quien asumiera el rol de Judas y que, a pesar de todo, le quedaba confiar en el ser interno. Durante muchas jornadas se repitió estas palabras de consuelo, se las repitió tantas veces hasta que fueron aceptadas por el hábito de su comprensión interna, con lo que pudo hacer desaparecer cualquier vestigio de resentimiento. Lo que vislumbrara como comienzo de una nueva etapa, ya estaba con él, pues lo que terminaba de vivir no era otra cosa que la aventura de una idea, la que al igual que un imán, fue atrayendo pequeñas partículas de vida callejera, párrafos de sucesos internacionales y todo aquello que pudiera adherirse a la idea fundamental de Judas. Así nació el testimonio que Jotanoa relató y que lo transcribimos en las próximas páginas. LAS AVENTURAS Las ideas vienen viviendo sus aventuras en el silencio de la meditación. Jotanoa las presentía allí donde Eben Alb las podía liberar, por eso anhelaba que dejaran el silencio de la meditación para que ingresaran a la mente de aquellos que quieran aceptar como guía en todas sus decisiones. Casi al mismo tiempo que Jotanoa rogaba por alcanzar este objetivo, Eben Alb lo impulsaba a relatar algunas experiencias y provocar así el afloramiento de las ideas, para permitir que las ideas escondidas en el silencio de la meditación fueran ubicándose en los lugares adecuados de la narración. Para que se diera cuenta de lo que podía hacer Eben Alb, le dijo que durante lo que estuviera relatando, él aprovecharía los intervalos propicios para insertar las ideas que por su contenido serían la mejor garantía para el uso de la Ley del Retorno, que más adelante la daría a conocer. Animándolo, le dijo: 61 —Deja que fluyan los juegos infantiles de las emociones para que las tragedias y los dramas tengan la sonrisa de la bondad y el gesto de la comprensión... ¡Déjame ensuciarme en las pasiones de la vida diaria para sacar de ellas la esencia incontaminada de los sufrimientos y el sueño permanente de los bienes del Alma! La presencia invisible de Eben Alb se notaba cómodamente instalada en la ternura de la esperanza que emanaba de su invisibilidad. —No bien comiences el relato —le dijo por último— sentirás el camino abierto de la inspiración. A los pocos días, Jotanoa dejó que el relato se deslizara por la pendiente de la imaginación. Lo acompañaría la acción de un poder que se oculta para sorprender. PRIMERA AVENTURA Si me preguntaran cómo lo definiría, diría que era un hombre que vivió obsesionado por una pregunta. Se la decía en voz baja, casi en un murmullo, cuando la descubría en la conducta de la gente. Era su manera de reaccionar, que le servía de desahogo ante la impotencia de intervenir con una solución. Vivió padeciendo una especie de locura pasiva, de obsesión inofensiva por influencia de la pregunta. Si bien fue la persona que a nadie le hizo daño porque su pasividad le dio el ambiente donde retozaba la justicia de lo que soñaba, él nunca se enteró que a su lado se educaba un discípulo que haría de la doctrina pacífica de su pregunta una revolución activa, es decir, que su locura pasiva se transformaría en locura activa. Tampoco llegaría a saber que se ganaría el pedestal de maestro en la mente de su discípulo. Esta criatura humana que hemos descripto sin datos personales, cuando veía a un semejante suyo que azotaba sin piedad a un caballo servicial, la pregunta estallaba como un relámpago en su conciencia. Si más tarde sorprendía a otro de su especie que arrastraba, tirado de un alambre, a un perro, cerrando los ojos se hacía la misma pregunta: —¿Es esto la vida? Si en otra ocasión se topaba con un harapiento que respiraba y emanaba olores de mugre vieja, que pasaba a su lado con ademanes de pordiosero, la misma pregunta gemía en su interior como si fuera el amén de un rezo: 62 —¿Es esto la vida? Como son numerosas las veces que se la dijo ante tantas maneras de castigar a víctimas inocentes, incapaces de defensa, no haremos el detalle de otras, sólo diremos que nada escapaba a su vigilante atención, haciéndose cada vez más sensible al sufrimiento ajeno. No tenía de su Alma nada más que el resplandor confuso de una idea de hermandad, sin embargo, ayudado por esta idea confusa perdonaba la torpeza de los hombres, creyendo que los seres humanos eran la consecuencia de torpezas mayores. Al final de sus días, lo único que atinó a decir fue la misma pregunta, pregunta que en ese instante se hizo enorme por la cantidad de años que lo acompañó como una sombra fiel e inseparable. Lo inolvidable fue que sonrió cuando en su interior le pareció escuchar a modo de despedida su conocida pregunta: ¿Es esto la vida? Después de cerrar los ojos para dormir en posición de tumba, le hallaron entre sus manos una sarta de papeles garabateados. Era algo parecido a una memoria, la que tenía por título la misma pregunta. Nadie la leyó y fue abandonada como un objeto sin valor entre los viejos trastos que en un altillo se amontonaban, donde fue de mucha utilidad para las ratas, pues en ella realizaron una larga ejercitación dentaria. Cuando el cortejo de su fúnebre paseo lo depositó en el hueco que él no eligió, sucedió algo extraño. Fue entonces que se supo de la influencia de sus ideas, de sus ideas que tomaban cuerpo y se materializaban en la voluntad de un hombre, que tal vez fuera un amigo intranscendente, alguien que sólo estuvo a su lado alimentándose de lo que él decía a modo de reflexiones cuando estallaba en su mente la pregunta. Nadie imaginó que su doctrina, hecha poco a poco con retazos de ideas que le daban marco a la pregunta, pudiera haber formado la poderosa mente de un discípulo que ahora se decía ser y estar orgulloso de serlo. Así fue que un desconocido personaje, de aspecto sereno por fuera y volcánico por dentro, de cuerpo robusto, vestimenta elegante, de ojos de acero y mirada de fuego, acompañado de un raro ejemplar pordiosero, esperaron junto a la tumba del recién sepultado. Esperaron hasta que la comitiva de conocidos y deudos se alejara. Cuando está se hubo apartado con intención de abandonar el cementerio, ocurrió lo siguiente: Los dos hombres, el hombre elegante y el hombre pordiosero, se arrodillaron con severa naturalidad, sin importarles las sorpresa del grupo que se alejaba. Se pusieron de rodillas como si lo hicieran en pleno desierto, donde nadie vive para ser testigo de algo o alguien. El hombre de corpulenta estructura humana lustró con la manga de su saco un trozo de 63 mármol blanco y lo colocó frente al cajón mortuorio. Las negras palabras escritas decían: “A LA MEMORIA DE TU PREGUNTA”. Debajo de éstas, se leía lo que fuera angustioso interrogante del que ahora yacía muerto: ¿ES ESTO LA VIDA?. Luego de acomodar el mármol, le dijo al muerto que ahora lo elevaba al rango de maestro: —No sé rezar —comenzó a decirle—, no sé qué cosas deben decirse ante los restos de una persona que ha alimentado el crecimiento de un ideal en el discípulo que ahora soy. Si no sé rezar, poco me importa padecer de semejante ignorancia. Lo que salga de mí tendrá el mismo valor o mayor valor que cualquier oración memorizada. Te he traído la pregunta que tantas veces te hiciste. La interrogación aquella, la tengo en carne y hueso aquí, a mi lado. Es un trofeo que he rescatado para ti. —Dicen —continuó diciendo— que el Alma llora la pérdida del cuerpo, pero eso es mentira. Quien está obligado a llorar es el cuerpo que pierde a su Alma, sin embargo, ninguno de los dos llora. Sólo lloramos nosotros, los vivos, que no podemos ver la separación como algo parecido a dos hojas en el aire de vientos distintos. No hay duda que somos el desperdicio de viejas supersticiones... ¡Qué poco hemos conquistado para dejar una herencia de alivio a los que siempre han padecido!... Los anhelos que alguna vez tuvieron la fuerza para mantener los fundamentos eternos de la vida se han dormido en su lecho de cenizas, sumados a otros despojos milenarios, sin que de ellos haya quedado ni el recoldo para reavivarlos. —Hay muchas cosas —siguió diciendo— que han perdido importancia para mí. Me queda por amar el resto. Deseo que haya muerto la parte sin importancia que pretenda sobrevivir y que mañana o ahora mismo renazca la parte que la quiero convertida en heredera de la cuantiosa fortuna que la humanidad me reserva. Mi vida ha perdido el equilibrio de la indiferencia, sintiéndome transformado en la acción que tu pregunta ha iniciado. Habiendo dejado la inmovilidad de la decisión, me queda por delante la acción de una aventura que, por fin, hará pedazos los ídolos de la veneración inútil. La veneración tendrá su hogar en mi naturaleza renovada, sin importarme el final de mi vida. Cuando llegue el momento en que no pueda dar más y me sienta un miserable desgastado, entonces, me abriré la frente de un balazo. Este hombre que está a mi lado será el secretario de una organización que cumplirá la misión de dar, dar y dar hasta el exterminio de los que nunca dieron nada. —Mi locura parecerá un crimen —continuó—, pero el crimen dejará de serlo cuando los años digan la justificación. Este ser humano, que está a mi 64 lado, lo encontré hace unos días escarbando entre los desperdicios de un tacho de basura. Semejante verdad no será disimulada ni borrada por el olvido convencional. Quien ahora está junto a mí, cuyo único nombre social es el de pordiosero, se alimenta como los perros, yendo y viniendo en busca de comida que descubre entre los residuos. Yo lo sorprendí, seleccionándola. Fue el regalo de cumpleaños que esa noche me lo diera la vida por cumplir un año más... Tú estabas enfermo. Mucho frío iba y venía, llevado y traído por una brisa de hielo. Caminaba yo distraído, mirando vidrieras, cuando me pareció oír el ruido característico que hacen los perros cuando escarban en cajones y tachos de basura. Me di vuelta y vi el moderno espectáculo. Quien ahora se halla a mi lado era el que, inclinado y hundido hasta la cintura, hacía el ruido tan parecido al que hacen los perros cuando revuelven los desperdicios. —La justicia en la mente de algunos hombres —siguió diciendo— suele convertirse en fragua de odio que arroja fuego con la intención de quemar y calcinar. Pues mi conciencia de la justicia era una cosa parecida, repartiendo fuego para quemar lo deshonesto que nos cubre. Al mismo tiempo que esto ocurría ante mis ojos, a lo lejos se oía los gritos de los verdugos de siempre, los que utilizan escenarios callejeros con el fin de prometer la abundancia del bienestar. Desde el entarimado de una tribuna llegaban las palabras del orador de turno que decía: ¡Ciudadanos! ¡Hijos de esta tierra generosa, la verdad que estamos difundiendo nos enorgullece por ser el más claro estandarte de la justicia!... ¡Esta noche, el bien que nos convoca nos abre el camino por el que ha de transitar nuestra conducta pública! —El pordiosero, de cabeza en el tacho de basura, encontraba un envoltorio y lo rompía para encontrar “nuestra conducta pública”... El orador continuaba diciendo: “¡Aquí estamos para cumplir con el mandato de la historia, la que nos ha elegido para cobijar a quienes quieran acompañarnos a materializar los dones de la riqueza!”. Mientras allá vociferaba el orador, del tacho de basura salía una mano enarbolando un trozo de pan y un montón de cáscaras de fiambre, “materializando los dones de la riqueza”... El exaltado hombre público parecía golpearse el pecho. Había dejado de hablar para comenzar a gritar. Menos mal que el viento se llevaba sus alaridos, pero una ráfaga trajo con mucha claridad su exaltación final que decía: “¡Tengan presente que somos la consigna de la patria y el Amor!”... El tacho de basura se inclinó tanto que rodaron por el suelo algunos desperdicios, mientras el orador terminaba gritando la consigna que el viento la enmudeció en la distancia. Los dos hombres no se fueron de inmediato. Aún de rodillas y apoyados en los talones permanecieron largo rato, abarcando con la mente el escenario en 65 el que luego actuarían... Mientras tanto, las sombras del ocaso venían apagando los destellos de la tarde que se demoraban en la copa de los árboles. Aquel que quedó sepultado y que creara una filosofía a partir de la pregunta que hemos repetido tantas veces, solamente había llegado a hilvanar una idea tras otra hasta formar una teoría que sería experimentada por un individuo que la asimilara a su manera, habiéndola sumado a los resentimientos y fracasos de su vida. Lo que tenía de mansedumbre para comprender al ser humano, sin que en ningún párrafo apareciera la incitación a la violencia, se había unido a los deseos de justicia de un hombre que había pasado por la escasez de medios, por la ausencia de cariño y por la miseria de un ambiente que lo tuvo sumido en el desprecio. Si el primero vivió en un estado inocente de locura pasiva, el segundo, transformado en discípulo por decisión propia, iba a vivir en un estado de locura activa. Según los testimonios repetidos de la historia del hombre, se destaca la capacidad que tenemos de generar los medios equivocados que dejan una suma tal de víctimas que no justifican lo que se ha obtenido o ganado... ¿Cuántas veces se ha repetido lo que a continuación dejaremos narrado como una variante de los mismos propósitos que en el pasado han cometido los errores de justificar los medios para tantos fines dudosos? Ya estaba instalado con su estrategia el discípulo del muerto aquel para iniciar la aventura de una idea... Y la comenzó desde un lugar del mundo y bajo la vigilancia de una organización perfecta. Desde allí cubrió la faz de la tierra con los estragos de la delincuencia. Lo hizo como si jugara a ganar en el deporte de matar con la mayor rapidez posible. Aquel robusto y elegante hombre del cementerio, convertido en rebelde del planeta, acrecentó su aventura con sutiles presiones que hacían estallar los mil demonios de la violencia. Su locura se movía con una locura planificada, ordenada, frente a la poderosa comunidad de la infamia legalizada. Él conocía que la infamia tenía un generoso punto débil, el que habría de darle frutos insospechados. Este talón de Aquiles era la debilidad por el dinero y él lo utilizaría, usándolo de soborno. La humanidad empezó a vivir espantada. Los medios de defensa y de ataque que se oponían eran reducidos a la desorientación, pues el genio calculador y previsor de aquel jefe cambiaba la táctica a cada momento. —Ningún obstáculo debe quedar en pie —solía decirle a su gente—. Los títeres de las organizaciones e instituciones que especulan con la sumisión de los indefensos tienen que desaparecer. Si fuera posible prenderle fuego a la tierra para redimir los ideales del bien, lo haremos sin vacilar. Aunque tengamos que destruir todo lo que existe, lo haremos a cuenta de un futuro 66 limpio y honrado. No dejaremos que subsista la paternidad milenaria del egoísmo, el que reduciremos al mínimo valor, casi nulo. Los que pidan el perdón que lo consigan a cambio de ríos de sangre, pues es lo único que puede compensar por el sufrimiento soportado... La justicia tendrá que cumplir su tarea purgatoria aunque deba avanzar con pasos de tragedia. Así aleccionaba a quienes hizo legionarios de su misión y discípulos de sus lecciones. El robo y el producto robado llegaba a sumas exorbitantes. Los legionarios de semejante rebelde, desempeñando el papel de malhechores, habían perfeccionado la estrategia del delito, a tal punto que una mente superior parecía dirigir y proyectar la serie de robos. Se pensaba que el genio que organizaba debía pertenecer a una inteligencia diabólica por un lado y divina por el otro, ya que el origen de su aventura nació de un ideal de justicia sin violencia para terminar en una de extrema violencia. En cada ocasión que caía uno de sus discípulos, el mismo caído recurría a una bomba para destruirse con el fin de no dejar huellas a la pesquisa. Eran suicidas al servicio de un fanatismo inculcado por el maestro, que les había enseñado el valor de la vida, de una vida que era necesario perderla o recuperarla en bien de la organización. Si alguien moría en plena lucha callejera, uno de sus compañeros lo convertía en mil pedazos, lo pulverizaba con explosivos de mano. Era la consigna ante el camarada muerto en la refriega: No dejar rastros al adversario. La organización se hacía cada vez más poderosa porque manejaba el dinero robado con mucha habilidad. En todos los países del mundo, los discípulos de aquel maestro se habían infiltrado para sobornar y comprar voluntades que se dejaban vender. Los que se dejaron vender porque nada valían y porque eran basuras hambrientas de dinero y de posiciones, fueron fichados y colocados en una lista que sería utilizada en una próxima redada, en cuya ocasión tendrían que ofrecer sus vidas como meros acusados sin remedio. Los países tambaleaban en sus poderes. La descomposición cundía con ilimitada velocidad. La moral era devorada por la inmoralidad. Aquellos que se echaban en brazos de la traición, denunciando y mintiendo, también eran individuos señalados, considerados inútiles y como tales, condenados a la futura eliminación. De esta manera, se estaban acumulando los nombres de los seres humanos que más tarde habrían de ser destruídos. En la tierra quedaban muy pocos honrados y la cifra era pavorosamente pequeña. Se esperaba que en los niveles populares no ocurriera lo mismo... El jefe de esta pandilla de endemoniados se preguntaba algo intranquilo: ¿Quienes y cuántos serán los pocos honrados, los pocos que habrán de salvarse?, pero de inmediato se convencía que no era necesario interesarse en 67 esta cuestión porque la máquina de sus afanes estaba en marcha y no era prudente semejante distracción. Cuando llegue la hora de la selección habrá de tener firme la razón y más firme aún la voluntad. Tal vez muchos puedan salvarse, admitiendo que la causa que los llevara a la venta de sus voluntades haya sido por influencia de la necesidad, quedándoles la esencia que les permita recuperar lo que hubieren perdido con la conducta deshonesta. La hora se avecinaba. Faltaban pocas naciones para que llegara el momento de dar a conocer el plan elaborado. La infiltración de sus delincuentes salvadores se producía de manera superior a la prevista. Cedían con más facilidad que la calculada. Casi todos los poderes de la humanidad estaban comprados. No quedaba resorte social, económico o político que no fuera dominado por estos aventureros de la delincuencia mundial. La fortaleza de semejante organización aumentaba día a día, también la del dinero, pues la suma calculada estaba llegando al valor de la tierra en su totalidad. Significaba, entonces, que solamente un hombre, a corto plazo, iba a realizar la compra del planeta. Ese día se haría propietario de la tierra, usando los medios legales, porque los genios de la filosofía económica habían abarcado con el concepto de compra-venta a todos los bienes terrenales, incluidos los seres humanos, por lo tanto, lo que él iba a concretar era lo que el dinero le permitía adquirir. Además, su gran misión se había reservado el cumplimiento de un ideal con que soñaba sorprender a la humanidad. Su ideal era tan obsesivo como secreto, y tan ciego que no vacilaba en demoler y en destruir los obstáculos. Para él eran nada más que obstáculos, aunque fueran vidas y más vidas. Si bien el triunfo de la labor preliminar era evidente, algo parecido al miedo, a ese miedo que nace de estar frente a la obra enorme a punto de convertirse en realidad. Tamaña aventura adquiría contornos superiores a la voluntad de un hombre solo. Una chispa de ansiedad intentó decirle que vigilara con cautela, que extremara los medios de control para evitar errores. El poderoso ser humano estaba presintiendo la existencia de lo que latía oculto en la naturaleza de su semejante. Presentía que la razón de los acontecimientos escondía la reacción de una razón opuesta, le parecía que una grieta se abría hacia el punto débil de su conquista material, de su ambición física, puramente terrenal. El presentimiento, que por momentos lo distraía, se afanaba en mostrarle la imagen de un símbolo milenario, el mito sin rostro, el misterio de una superstición, el pensamiento que juega con el imprevisto deseo del interés propio, manejado por una bien disimulada traición. Sorprendido de pensar en 68 esto, agitó la cabeza para desprenderse de tales fantasmas... Recuperó la calma y alejó la desconfianza. Ahora que estaba todo en sus manos, la culminación de su lucha no tardaría en llegar... Y llegó el día esperado. El rincón desconocido del mundo se llenó de tantos delegados como naciones tiene la tierra. La primera etapa llegaba a su fin. Era necesario comenzar la segunda que consistía en tomar posesión de la tierra. Un salón enorme congregó a los delegados. La gravedad del instante se respiraba como si fuera el aliento de algo supremo. El acto que en sí mismo tenía una tibieza soberana, escondía una intención solapada, en donde parecía flotar el destino de la humanidad. Detrás de la mirada de cada delegado, la travesura de algún pensamiento jugaba a soñar con los deseos personales. Nadie podía adivinar lo que su vecino pensaba porque cada uno se entretenía con el suyo, pero la obra realizada alejaba al duende travieso del egoísmo. Los beneficios que a corto plazo recibirían los habitantes del planeta imponían el respeto de la fidelidad. Los millones de seres que componen el género humano dependían ahora de esa reunión. El porvenir de algo nunca visto estaba a punto de comenzar. El dueño del mundo, situado en el sitio de su mando, borró de su mente el pasado reciente para abrir el acto que los reunía: —Una hora —emocionado, empezó a decir— como la que estamos viendo no ha transcurrido en ningún momento de la historia. Adueñarse de la tierra por los medios legales, creados por el hombre, es una hazaña sin antecedentes. Nuestros corazones, aturdidos por la sangre ajena derramada, desean latir con el fervor de la justicia. Ignoro si podremos limpiar nuestro pasado con las acciones que en este presente impulsaremos hacia el futuro, pero de una cosa debemos estar seguros: ¡La justicia reinará aunque la hayamos conseguido al precio inaudito de lo que rogamos sea sepultado en el olvido!... Es difícil mantener la serenidad porque la visión que no llega del porvenir es superior a los que nos pueda decir nuestras facultades sensitivas. Nos damos cuenta de que ahora somos los dueños del planeta, que lo podemos dirigir hacia la destrucción, pero nuestra misión nos aconseja que es el momento de hacer realidad los viejos sueños de la humanidad. Hacia tales sueños enfilaremos nuestra revolución, con la que pretendemos inaugurar la era de paz que tanto necesita esta castigada tierra. Nos queda por delante lo que la justicia y la equidad nos puedan traer. Es hora, entonces, de empezar la tarea. La tarea la iniciaron los delegados cuando rindieron cuenta de la situación del mundo. Las declaraciones de cada uno fueron las previstas hasta que llegó el momento de la más importante, es decir, la compra de la tierra y la 69 eliminación de aquellos que vendieron su voluntad a un precio que demostraba la necesidad de terminar con sus vidas y evitar así la contaminación futura. Un delegado, cuando el turno le permitió hablar, dijo: —Nuestra organización ha copado los poderes del mundo. Estamos en condiciones de adueñarnos de lo que es vida y trabajo. La explotación de los recursos del planeta depende de nuestra dirección. Hace falta una simple condición de contrato para formalizar la propiedad que de hecho tenemos. Otro delegado expuso lo siguiente: —Si nada queda más allá de nuestro alcance, lo correcto sería prepararnos para el próximo paso y determinarlo ahora. Para no despertar sospechas fijemos el día en que todos al mismo tiempo firmaremos los documentos de posesión, lo que significa que debemos estar de acuerdo con la fecha próxima, señalada en esta reunión, en que cumpliremos la tarea de adueñarnos del planeta en representación de nuestro jefe. Al día siguiente nos hallaremos en condiciones de resolver el problema de la eliminación de quienes, según se ha dicho, no sirven para integrar la nueva sociedad... Otro delegado argumentó así: —¿No sería posible postergar la eliminación aconsejada y tratar de dar un plazo adecuado con la esperanza de comprobar enmiendas?... Tal vez, con el adoctrinamiento se logre que la regeneración se produzca. En vista de lo planteado, otro delegado se animó a proponer: —Que pase a la próxima reunión este problema. Nos conviene, en primer lugar, llevar a cabo la tarea de asegurarnos todos los bienes, luego, pasado el tiempo, el que podemos fijar aquí, nos veremos en este lugar donde trataremos la eliminación de los fichados como sobrantes. Un delegado más se pronunció así: —¿Qué opina nuestro jefe? A lo que el jefe respondió: —Estoy de acuerdo con lo último que se dijo, pero si existe discrepancia lo resolveremos por mayoría de opiniones. Luego de dar su acuerdo y durante unos segundos más, el amo de aquellos delegados vio en su mente un cuadro que se iluminaba con la aparición de un personaje de sonrisa burlona que recibía un bocado de comida de manos de alguien, del que solamente se veía el brazo. El fondo del cuadro lo llenaba el sufrimiento y la burla, el dolor y el desprecio, la ilusión y el desengaño. Después vio algo más, pero esta vez en su propia condición humana como si se mirara a sí mismo y se viera dividido en dos, en una parte el bocado de comida y en la otra la sonrisa burlona, de un lado la luz y del otro la oscuridad. Luego se sintió saliendo de la oscuridad, 70 vestido con harapos de luz, con hilachas luminosas que despedían chispas azules como las estrellas. El cuadro se desvaneció cuando uno de los delegados dio por terminada la reunión al decir: —Según parece, todos estamos de acuerdo con postergar la eliminación... En efecto, todos lo estaban. Se llegó luego a estar de acuerdo con que el primer día lunes del mes siguiente, los delegados, en representación de su jefe y maestro, tomarán posesión legal del planeta, pagando por él lo que el hábito de comprar y vender había establecido. Una vez concluída esta obligación, cada uno viajará para celebrar la próxima reunión, la que se llevará a cabo el último domingo del mismo mes. Y así sucedió. El dinero se burlaba del derecho de patria, se burlaba de la tradición de soberanía. Lo que el hombre había creado para comodidad de sus ambiciones servía ahora para enajenar lo que siempre se creyó que era el derecho inviolable de los pueblos, es decir, el derecho de vivir en lo suyo y de lo suyo. Los que se adueñaron de todo, doblegando voluntades, abrieron el camino con tanta facilidad que nadie dejó de ceder al maleficio abrumador del dinero... y el planeta quedó en manos de un solo hombre como jefe de una organización mundial. Este único hombre quedó en situación de disponer de la tierra a su albedrío. Los hilos que manejaron las decisiones del amo rebelde dependieron siempre del secretario que había aceptado el cargo ante los despojos del muerto, después de haber pasado por el calvario de pordiosero. La férrea administración del expordiosero había dado sus frutos con exactitud prodigiosa. El amo rebelde, el revolucionario implacable, habló por primera vez al mundo, dando a conocer la decisión de realizar la obra magna de distribuir la abundancia de la tierra según el antojo sagrado de las palabras justicia y hermandad... Y el mundo supo que la tierra iba a ser de sus habitantes. Lo que hasta ahora había sido la posesión teórica y emocional de los habitantes pasaba a ser la posesión práctica y racional. Cuando el ser humano se ha comprometido con las acciones violentas de su revolución, le queda en su mente la necesidad de realizar la compensación lo más pronto posible como acto de pago por lo que hizo. En la mente parece quedar la actitud acusadora de una moral desconocida que condena la forma de destruir, aunque después se pretenda reconstruir a pedido del arrepentimiento... Sin embargo, cuando se está a punto de llevar a cabo el acto reivindicatorio para calmar la actitud acusadora de aquella moral desconocida, cuando se quiere justificar el error de los medios utilizados, apresurando la entrega de los beneficios, cuando ha llegado el momento de la 71 ansiada compensación, también llega el otro momento, el momento esperado por alguien que ha nacido de la travesura de un deseo. Viene él a encender la chispa de la tentación y a inaugurar su reinado de personaje milenario, insuperable hasta hoy, siempre victorioso ante una defensa interior carcomida por el miedo. En realidad, el ideal que pusiera en marcha a la revolución trae el virus de su agotamiento porque poco y nada de lo perdurable en el hombre ha intervenido en la efímera conquista. La nueva reunión tuvo lugar en la fecha anunciada y en la fecha anunciada, el último domingo de aquel mes, se produjo la acción más secreta que pueda conocerse como tal. El misterio tendió su manto de conjeturas. Sólo se supo que allí no había sucedido nada, absolutamente nada... Pero aquel secretario, cierto día, lo encontraron enloquecido y moribundo en un sitio del planeta, en un punto que era la parte opuesta al lugar donde se realizó la última reunión... ¿Qué sucedió allí?... Dicen que el secretario, entre el delirio y la lucidez, murmuró una serie de palabras que los testigos oyeron sin comprender lo que le dijo: —¿Es esto la vida?... ¿Dónde estás, maestro, por qué vino el engaño, por qué la traición?... ¿Qué ocurrió, por qué estoy aquí, lejos del sitio de tu caída?... ¿Por qué estoy donde no quiero estar, quién me trajo?... Mi pobre consciencia, mi loca y fiel consciencia que no quiso venderse... El muerto aquel, allá en el cementerio... arrodillados los dos y los árboles como dedos gigantes acusando al cielo y tú, desafiando al mundo, matando a miles para asegurar el tiempo de la justicia... ¿De qué sirvió eliminar a tantos cuando todo ha resultado inútil?... ¡Los sueños, oh los sueños, que se atreven a vivir en la realidad prefieren volver a su antigua condición de sueños porque allí está su existencia!... ¿O será que los sueños se mueren en cada etapa de lo efímero?... Maestro, ¿por qué lo diste todo con tu muerte?... ¡Me duele la visión de tu muerte que fue la cena final con que ahora se alimentan los... los infames... los de siempre... Los testigos no comprendieron nada, sólo dijeron que era un loco y que su confesión era el delirio de un hombre a un paso de la muerte. De los delegados, tampoco se supo nada, pero la tierra sigue en manos de quienes continúan desafiando a la historia de la inteligencia, provocando al genio de la paciencia, dando la espalda a los que por ser habitantes de un solo planeta les pertenece su parcela de vida. La comprensión crea el compromiso de realizar lo que se ha comprendido. Si la comprensión ha nacido de la sabiduría del Alma, mayor compromiso se adquiere. La inteligencia, en algún instante de la evolución llegó al ámbito de la sabiduría del Alma, donde la responsabilidad es el condimento obligado de las decisiones... Y si no ha sucedido, tendrá que suceder ya que la sabiduría del 72 Alma compromete al hombre en todo lo que comprende... Y si le da la espalda a lo que ha comprendido, esa actitud habrá de repetir los dolores de la historia, repitiéndose la historia de los dolores. Eben Alb es hijo del oriente. Viene de un escenario primitivo en el que se han vivido aventuras del pensamiento que han dejado huellas profundas en la mente de la humanidad. Poco a poco, Eben Alb ha ido introduciendo su pasado en el presente de Jotanoa. Entre las muchas cosas guardadas en la memoria de Eben Alb nunca quedó registrado lo que el hombre llama muerte. Para él es algo ajeno a su existencia porque la muerte pertenece a las etapas de lo fugaz, de lo transitorio. Quienes viven haciendo de la muerte el final de sus vidas los asiste la razón de creer en lo fugaz, ya que lo fugaz pertenece al destino de la materia. Nada ni nadie puede rebatir o rechazar la creencia en lo fugaz, ya que lo fugaz pertenece al destino de la materia. Nada ni nadie puede rebatir o rechazar la creencia en lo fugaz porque está basada en la experiencia de una de las dos consciencias, en la de la consciencia objetiva, la que ayuda a encontrar los argumentos de la creencia en lo efímero. ¡Es la verdad de un aspecto de la vida terrenal! Eben Alb resumió en pocas palabras lo que la incomprensión divide a los hombres: —Entre los extremos que se rechazan sin nada que los acerque, alguna razón conciliatoria debe haber, al menos, para que cada uno siga el camino elegido sin atacarse mutuamente. Para evitar nuevas desuniones, ¿no es más fácil suponer que quienes tienen en cuenta en mayor grado a la consciencia física, sean los creadores, o mejor dicho, los fundadores de la filosofía materialista, puesto que esa consciencia les da y les sigue dando el argumento relacionado con el destino material del cuerpo, destino que lo lleva a desaparecer junto con su consciencia objetiva?... Por otra parte, ¿no es fácil, también, suponer que quienes se dan cuenta de que poseen una consciencia cósmica en su aspecto psíquico, pueden haber elaborado una doctrina que no es materialista, que ha sido inspirada por una consciencia psíquica y que por su relación con lo perdurable, con lo eterno de la vida, desconoce la existencia de la muerte? ¿No es mejor aceptar que ambos tienen razón porque cada uno ha basado su doctrina en la consciencia respectiva? Luego de una pausa continuó: —Quienes han adoptado la creencia en la silueta llena de Alma, no deberían planificar sus vidas de acuerdo con el fantasma de la muerte. Si bien la tradición ha calado hondo en la manera de pensar, poco a poco deberíamos comprender que no tiene sentido admitir la eternidad de la vida en relación con el límite impuesto por la muerte, ya que todo límite se convierte en obstáculo 73 para el ser interno, y lo que es obstáculo para el ser interno se vuelve dañino para el individuo y lo que es dañino en el individuo se manifiesta en timidez, en agresividad, en angustia, en ansiedad, en hastío, en fin, en lo que contribuye a quitarle sabor a la vida... Si la vida es el sendero interminable de la eternidad, lo que le da validez a la eternidad es, precisamente, la continuidad de la vida, sin que tenga que intervenir ningún obstáculo en su libre manifestación. En forma paulatina, Jotanoa comprendió la eternidad de la vida, expresada en Eben Alb. Se hizo el hábito de pensar que Eben Alb era, en realidad, la personalidad del Alma que viene andando desde la eternidad del pasado hacia la eternidad del futuro y que él, Jotanoa, era la oportunidad presente en la que Eben Alb estaba viviendo su ahora. En algún instante del pasado, Eben Alb se ha incorporado al sendero de la vida, creando con su ingreso la causa principal de las vidas que tendría que vivir en el plano terrenal. Los incidentes ocurridos, durante cualquier período, pueden estar indicando la causa que los originara en el pasado. Eben Alb le fue mostrando muchos pasajes de su vida pasada, en pantallazos de difícil interpretación. Jotanoa los retenía con la esperanza de poder comprenderlos cuando alguna situación de la vida presente le diera la clave. Aún no sabía si estos pasajes aislados eran hechos importantes que el debía relacionarlos entre sí, aunque quedaran entre ellos algunos espacios vacíos. Tampoco sabía si estos pantallazos tendrían algún valor físico o psíquico, o si ellos contenían experiencias de aplicación terrenal, o si los debía tener como referencia psíquica para comprender el grado de evolución alcanzado... Entre los que se destacaban, por no haberlos olvidado o porque siempre parecían estar presentes, estaban los muy primitivos, aquellos cercanos a los primeros momentos de la consciencia objetiva, esa consciencia que empezó a poner al ser humano en contacto con el mundo que lo rodeaba, un mundo que por primera vez aparecía separado de él, es decir, que él se estaba dando cuenta de sí mismo y de lo que estaba mas allá de sí mismo. En realidad, algo estaba ocurriendo en su mente como para sentirse alejado de la naturaleza, como para dejar de pertenecer a la unidad del paisaje y comenzar la temible experiencia, la peligrosa aventura de abandonar la unidad del mundo tanto animal como vegetal y dejar que el egoísmo por las necesidades de la vida se convierta en el egoísmo de las ambiciones personales... y permitir que la propiedad común a todos los seres de la creación se convierta en propiedad personal, en propiedad privada... y dejar que lo obtenido en luchas ocasionales por el instinto de vida se convierta en la obsesión de ganar y someter. 74 Cuando Eben Alb, en un tono humilde que le aquietaba el ánimo, le pedía a Jotanoa que le diera la espalda al mundo terrenal para ingresar al imperio invisible del Alma, era con el fin de hacerle ver los pasajes mencionados. Sin previa advertencia, le mostraba una criatura humana de aspecto primitivo, escondida detrás de una enorme roca junto al mar, esperando que algo le trajera la marea. Las olas barrían la playa y cuando se retiraban, dejaban en la arena algo que le servía de alimento, pues no bien quedaba la playa sin olas, esta criatura primitiva corría y lo recogía y se alejaba hacia la espesura del bosque. Luego volvía y repetía la operación y de nuevo se alejaba, pero esta vez no regresaba. A Jotanoa le quedaba la impresión de que el alimento se lo llevaba a alguien, como si fuera algo recién descubierto que lo incorporaba a los que consumían diariamente. En otro pantallazo aparecía también un hombre, de aspecto atlético, que avanzaba con una lanza en la mano por un sendero angosto, de no más de metro y medio. A ambos lados de este sendero se elevaban enormes árboles según el tamaño de los troncos. No venía ni distraído ni atento, sólo caminaba por el hábito de hacerlo, cuando de pronto algo se movió en un árbol delante de él con la intención de atacarlo. Era una especie de pantera, encaramada en una rama al acecho de quien pasara por el lugar. Cuando el animal se arrojó, él no hizo otra cosa que afirmar la lanza en el suelo y dirigió la punta hacia la bestia que se le venía encima. La serenidad con que lo hizo daba la impresión de haberlo hecho con frecuencia. Otro cuadro, siempre de un ambiente primitivo, mostraba a un ser humano de aspecto parecido al anterior en medio de una pradera. El espacio verde se veía rodeado de árboles. Estaba de pie, mirando en distintas direcciones, con un niño montado en una de sus caderas. Lo tenía sujeto con un brazo. Parecía buscar o esperar a alguien... Otro pasaje de un mismo escenario primitivo le había mostrado algo más, en el que aparecía un jovencito maltratado por los mayores. Se lo castigaba porque no quería ser como ellos. Era desobediente a las normas de la tribu porque tenía en su carácter tal individualidad que se sentía capaz de crear y mostrar cosas en beneficio de su gente, pero como tales cosas alteraban las costumbres, y como el joven insistía en la capacidad de su inteligencia, no le quedó otra salida que alejarse d donde no lo aceptaban como era. Se fue sin avisar a nadie, más bien huyendo, lo que era un acto de osadía. Debido a que abandonar el lugar donde se residía era considerado un delito a las normas de esa primitiva sociedad, el joven lo hizo con la intención de no volver. Al parecer, era el impulso de su naturaleza lo que estaba modelando un carácter solitario, a la vez que una capacidad original. En lo sucesivo, esta tendencia lo 75 alejaría de quienes no lo comprendieran ni lo admitieran por la habilidad de innovar y de mejorar los medios de vida de sus semejantes. Como si fuera algo ligado con ese incidente, otro pasaje lo muestra viviendo en la ladera de una montaña, en la que aprovecha un hueco en la misma para convertirlo en caverna y en hogar, donde ha de vivir acompañado de una pareja. De nuevo aflora el ingenio de su inteligencia en la forma como lo hizo la defensa de su cueva, resguardándola del ataque de los animales. Otro rasgo de su vida de solitario. Enterró varios troncos de diferentes alturas a la entrada de la caverna. El espacio entre uno y otro estaba calculado según el tamaño del animal más pequeño que pudiera entrar a la zona y atacarlo. La parte de arriba de un tronco alineado con otro, lo ahuecó para asegurar una lanza de madera bien afilada. Con otros troncos hizo lo mismo, quedando toda la entrada erizada de estacas paralelas al suelo y apuntando hacia afuera. A casi todas las fijó definitivamente, dejando unas pocas, que las colocaba diariamente cuando anochecía y las sacaba en la mañana cuando abandonaba el hogar por razones de trabajo y de comida... Se advierte en este pasaje la presencia de seres de su especie que, enterados de la habilidad de su inteligencia, lo invitan a integrar un grupo, ofreciéndole la jefatura del mismo, pero no la acepta. Sin embargo, les promete la ayuda necesaria siempre que le respeten la vida solitaria que lleva. Otro rasgo de su carácter original. La idea que se fortalece en la energía de la sinceridad, busca la experiencia para demostrar y demostrarse que puede ser útil y que puede materializarse en la aventura o en la narración de la aventura, haciéndole el personaje y acompañando a los personajes. Durante mucho tiempo quedaron en su mente los pasajes que le mostrara Eben Alb, inquietándolo con el ansia de comprenderlos. Parecían sumarse a la inteligencia mística que realizaba en relación con el despertar de una inteligencia que superaba a la de los animales, en especial, con el instante de la Gran Decisión que generó los efectos que no terminan de manifestarse. En algún rincón desconocido de la imaginación se estaban ordenando las ideas que Jotanoa deseaba expresar... A ellas se unían otras por afinidad, por simpatía, las que parecían enriquecer y madurar el momento de nacer. Los últimos pasajes y el hallazgo intuitivo de la Hermandad del Alma, de la Hermandad de los profetas, de la ley del Retorno, de los Hijos de Dios y de los Hijos del Hombre, tuvieron la influencia decisiva para formularse la siguiente pregunta, que más que pregunta era la afirmación de lo que pudo suceder: 76 —¿Fue allí donde comienza la criatura humana a ser el Hijo del Hombre para luego prolongarse en una descendencia de la que habrían de surgir los Hijos de Dios, estos últimos por haber descubierto en su interior el misterio de una divinidad? Otra pregunta se desprende de esta: —¿Serán aquellos Hijos de los Hombres los que fundaron una civilización sanguinaria que parecía y parece empeñada en lograr la destrucción de sí misma y en lograr la extinción que a corto plazo ha de suceder si no intervienen los Hijos de Dios a través de la Hermandad del Alma? Dos preguntas que quedaron adheridas al silencio de la meditación, de cuyo silencio irán saliendo los relatos, en los que intervendrá Eben Alb para que la luz de la sabiduría ilumine las ideas que Jotanoa quiera usar en la Segunda Aventura. SEGUNDA AVENTURA Nadie supo jamás de donde vino. Su aspecto de hombre pequeño, de hombrecillo de barba blanca, caminando por una ciudad moderna, dio la impresión de estar frente a un personaje simpático y misterioso. No usaba lentes, pero llevaba un bastón, con el que agregaba un golpe más a los que hacían los tacos de sus zapatos. Se detuvo frente a un edificio que para él se perdía de vista en el cielo. Leyó las palabras en la fachada del enorme recinto y se dijo: —¡Sí, aquí es!... Subió los escalones de acceso. Con la mano puesta en una rodilla cada vez que alcanzaba un peldaño y con la otra afirmada en el bastón, el hombrecito subió los escalones de esa tremenda montaña de cemento. —¡Uuufff!... —exclamó cuando llegó al final—. ¡Qué hombres tan raros son éstos! Construyen peldaños cuando la enfermedad del siglo lo prohibe. Se dirigió a la entrada. Allí vio a un hombre, rígido como un tronco de pino. Lo miró, esperando que lo viera, pero el hombre rígido permaneció sin bajar la vista hacia el pequeño viejito. Como aquel no quiso bajar la mirada, no le quedó otra alternativa que decirle: —¡Oiga, señor quiero hablar con el Secretario General de las Naciones Unidas! 77 El hombre rígido ni siquiera movió las pestañas. Siguió petrificado como un tronco de pino. Entonces, el hombrecito traspuso la puerta de entrada y se encontró en un enorme salón con pasillos que se dirigían en mil direcciones. —¿Cual debo tomar? —se preguntó. Como nadie le contestó, ya que nadie había allí, decidió tomar el que más cerca de él estaba. Se internó por el pasillo a pasos lentos, lentos como el corazón de su paciencia. Los tres golpes se oían bajo sus pies y allá lejos, en el eco. El bastón hacía tack y cada zapato hacía lo mismo. Tack, el bastón, tack, tack, los tacos de los zapatos... Por fin encontró una puerta. Ningún letrero indicaba algo. Tomó la manija y la hizo girar. La puerta no se movió. Tenía la llave puesta. Siguió caminando. Tack... tack, tack... Oyó unos pasos. Montado en estos vio a un hombre muy serio. Le dijo: —¡Oiga, señor, quiero hablar con el Secretario General de las Naciones Unidas! El hombre arrugó la frente sin decirle nada. —¡Que genio! —exclamó el viejito—. ¡Aquí nadie responde pero todos hablan!... ¡Si todos hablan y nadie da una respuesta, no sé como se entienden! Siguió andando, pero esta vez entre la multitud. Llegó a un sitio donde estaba sentado un señor que tenia un cartelito. Se acercó, le tocó el brazo y le dijo: —¡Oiga, señor, quiero hablar con el Secretario General de las Naciones Unidas! —¿Qué desea? —Quiero hablar con el Secretario General. —¡Hable, que lo escucho! —respondió el hombre del cartelito. —¿Usted es? —¡Sí, yo soy!... —Es largo lo que tengo que contarle. Vengo de un lugar del mundo que ustedes no conocen, ni siquiera en el mapa. El Secretario fijó los ojos en el hombrecito y le dijo: —Todos los lugares del mundo figuran en el mapa. —Eso es lo que ustedes creen. Si no desea escucharme me vuelvo a mi hogar. Hace meses que estoy viajando. En muchas ocasiones me dije que no valía la pena hacer lo que estoy haciendo porque los hombres no me escucharían. No obstante, he sido terco y he querido llegar hasta usted para decirle algo de mucha importancia... No, no me haga ese gesto de fastidio. No se moleste, pues yo me vuelvo y usted se queda cómodo, pero antes quiero dejarle este mapa... ¿Conoce ese lugar? ¿Figura en el mapa de ustedes?... Verifíquelo o hágalo verificar. Tome, se lo regalo. ¡Adiós, señor! 78 Se oyó el tack, tack, tack, del hombrecito que se alejaba. El Secretario llamó a un ayudante, y le encomendó la verificación del mapa. A los pocos minutos volvió con el mapa y un papelito abrochado en la izquierda del mismo. Leyó lo que decía: la zona corresponde a un bosque extenso. Se sabe que sólo hay árboles y más árboles... Miró el mapa y vio un círculo, dentro del cual estaba escrita la palabra CIUDADELA. —Busquen de inmediato al viejito que recién salió de aquí y llévenlo a mi oficina. En seguida estaré con él —fue la orden del Secretario General. El hombrecito no apareció. El Secretario se trasladó a su oficina para desde allí dar las órdenes de la búsqueda por la ciudad, pero al abrir la puerta de su despacho halló al viejito, hundido en un sofá, donde roncaba plácidamente. —¡Ah, es usted! —exclamó el hombrecito, desperezándose—. Menos mal que encontré su cuarto de trabajo —agregó. —¿Cual es su relato? ¿Que significa la palabra CIUDADELA, escrita en el mapa que me entregó? Luego de sonreírle, le dijo: —Bien, Señor Secretario General, siéntese, póngase cómodo, que ahora mismo comienzo. ¡Ah, y no me interrumpa, ni tampoco me pregunte nada cuando termine! Además, cuando lo haya oído todo ha de permitir que me vaya sin que nadie lo impida... ¿Acepta la condición? —Sea como usted dice. Lo escucho... Y el señor Secretario General de las Naciones Unidas dejó que le relatara, sin interrumpirlo, lo siguiente: —No tengo noción de lo que ha de suceder cuando usted se entere de lo que voy a decirle, ni tampoco sé lo que ha de ocurrir cuando yo me vaya, pues en sus manos dejo la decisión que deba tomar, difícil por cierto, ya que no habrá tiempo para tomar otra. He aquí lo que conozco: —He visto la obra monumental que están realizando unos hombres para barrer de la tierra la vida de la humanidad. Aquellos genios trabajaban como una colonia de gusanos al servicio de lo que es un verdadero bastión de la muerte. Allí he conocido a un hombre, a quien llaman el Jefe del Exterminio. Jamás hubiera imaginado que un solo hombre, un solitario, haya concebido con argumentos poderosos la misión de destruir a la humanidad. Sus esclavos trabajan con febril fanatismo porque creen que la verdad ha iluminado al jefe que los manda. La región es secreta. No figura en ningún mapa de la tierra. Cuando llegué a esa comarca, invitado por un hijo mío que trabaja allí, transcurría una tibia mañana de rosados girones en el cielo. La brisa de un ancho río soplaba sobre la ciudadela misteriosa, la que se haya rodeada por 79 gigantescos árboles, árboles enormes, puestos allí para ocultar los preparativos que se están haciendo. A primera vista todo es desolado, pero debajo de la aparente desolación se construyen centenares de andamios metálicos, de plataformas siniestras, con armas que apuntan hacia objetivos señalados por el cálculo matemático. A cada instante, un monstruo de acero se suma a los anteriores y a cada monstruo le corresponde un punto de la tierra sobre el que habrá de caer. El mapa del mundo está casi lleno de círculos pequeños, que indican que ya están construidos los artefactos respectivos. Al pie de cada uno hay reproducido un mapa, que encierra la región en la que hará su impacto de muerte. La organización y los inventos que han logrado son espeluznantes. No temen a las radiaciones, tampoco a ningún sistema de radar que pueda denunciar la presencia viajera del ataque. Para llegar al objetivo han descubierto una ley, una ley física, la que les ha permitido la construcción de un instrumento electrónico que viaja con la bomba. Esta ley la enuncian así: Si las vibraciones pueden indicar la presencia de algo en el espacio, también pueden esconder objetos en el espacio. Lo que significa que el aparato electrónico, acoplado a la bomba, funciona creando alrededor del proyectil un espacio semejante a cualquier ambiente sin cuerpo alguno. Estas vibraciones le permiten a la bomba viajar escondida y rodeada de un campo de energía que la hace invisible a la vigilancia del radar. Aunque parezca extraño, aunque resulte imposible de aceptarlo, ellos dicen que han logrado su eficacia después de muchos ensayos. —El Jefe de esta ciudadela —continuó diciendo el hombrecito—, al que llaman el Jefe del Exterminio, es una criatura que, según él, viene desde el pasado más remoto viajando en la corriente de la historia con el propósito de cumplir con la herencia que le dejara el nacimiento de su misión. Si hoy ha tenido que asumir la responsabilidad de establecer el equilibrio perdido en perjuicio de los más débiles, de los más indefensos, si no le queda otra salida es porque el desnivel provocado por la corriente de la historia no le deja margen para ninguna postergación. Tiene en su mente, como una obsesión, la hora de su nacimiento, habiéndola convertido en la causa fundamental del sendero recorrido, y hoy, él es el efecto impostergable de aquella causa. Se siente designado por un poder universal que le confiere el mandato de realizar el trabajo encomendado, sin importar si el mismo se logra con la desaparición del género humano. Para él no existe ninguna virtud o cualidad que lo pueda conmover. Es la ley, de la que depende la manifestación de los fenómenos y como una ley de la naturaleza no le importa ni el bien ni el mal... —Esa misma hermosa mañana, después de haber conocido casi todos los vericuetos de la fortaleza, me introduje en la vida privada de este hombre. Fui a 80 su casa cuando él se encontraba trabajando y revisando los detalles de su enorme máquina de muerte. En su alcoba sólo había una cama, un escritorio y una silla. Me acerqué a la mesa y entre un montón de papeles y mapas garabateados encontré un cuaderno con el título bien dibujado de “Memoria del Origen de la Destrucción”. Quedé un momento impresionado por semejante título. Luego decidí leer aquello que parecía la historia del Jefe. Moví la tapa del cuaderno y en la primer página leí lo siguiente: “Esta es la historia de la humanidad, encaminada hacia el tiempo de mi existencia. Si la humanidad ha vivido mereciendo mi presencia, yo también he vivido mereciendo la presencia de la humanidad. Ambos nos hemos hecho imprescindibles, nos necesitamos para cambiar el rumbo con que viene avanzando o sucumbir en la dirección del abismo hacia el cual se dirige. Un poco más abajo continuaba: “Soy el archivo de esta historia y por serlo llevo grabada una ley del universo que el hombre eligió en los comienzos de su vida. Ella existía en estado latente como muchas leyes que no han sido llamadas a vivir. Cualquier ley, en el ámbito de su prenacimiento, es como una piedra inmóvil que al sacarla de su sitio, su movimiento no termina hasta que haya cumplido con la acción de moverse. La que yo encarno es una ley como tantas en el universo existen. Uno de mis antepasados de la primera hora la eligió, sin darse cuenta de que la misma lo llevaría por el único camino posible el camino que lo traería a mi encuentro. Fue en el momento de elegir cuando el futuro quedó ligado a la mencionada ley. De la causa primera fue tomada, mal tomada por el apresuramiento de una ilusión que a corto plazo mostraría los primeros efectos. Desde aquel instante viene desarrollándose a lo largo de la descendencia humana. “No es difícil —continuaba la Memoria— entender esto si nos damos cuenta de aquellas cosas que no existieron pero que estaban o permanecían en estado de predescubrimiento, de prehallazgo. Hoy conocemos muchas novedades que en el pasado se ignoraban, pero esto no significa que no existieron los elementos que luego se reunieron para crear lo que hoy llamamos descubrimiento. En la invención del teléfono, por ejemplo, se utilizaron principios que siempre existieron pero nacieron a la vida terrenal cuando el hombre los organizó para construir dicho aparato. Estos principios o leyes han adquirido vida mundana y han comenzado su ciclo de manifestaciones hasta que se cumpla el destino de su evolución... ¿Cuántos inventos realizados por el hombre en algún remoto pasado han terminado su ciclo cuando sus leyes fueran 81 archivadas, inmovilizadas por el reemplazo de nuevos principios? ¿No fueron, acaso, fosilizadas, como si dijéramos que la creación física surgida de aquellas leyes fue eliminada por la llegada de otras? Aún hay millares que el hombre no ha descubierto, pero que no significa que no existan. Están ahí, en la región del pre-hallazgo, a la espera de que alguien les dé nacimiento terrenal, alumbramiento físico. La ley que se ha apoderado de mi destino adquirió vida terrena, existencia física, cuando el hombre, un semejante mío, la invocó para que se moviera como causa original de todos los sucesos futuros, ¡y se movió!... ¡Vaya si se movió que aún no deja de hacerlo!... Y no puede detenerse mientras no cumpla su período de vida. Una vez terminada su misión, una vez agotada la energía que la mantiene en movimiento, podrá el hombre elegir otra que le sirva para iniciar un nuevo ciclo de vida humana en este planeta”. —El escalofrío de algo tétrico —comentó el hombrecito, interrumpiendo el relato— corrió por todo mi cuerpo. La lectura de éstos y otros párrafos estaban llenos de una temible sinceridad, lo que demuestra el peligro que significa la intención de este endemoniado Jefe. Di vuelta otra hoja de aquel cuaderno y me encontré con otro título que decía: “ LA LEY QUE EL HOMBRE ELIGIO”... Comencé a leer lo inaudito de aquella verdad, descubierta por un hombre de genio infernal y esperado por la humanidad. La justificación de su existencia la expresaba así: “Aquello —decía el cuaderno— que ha de regir una vida es como una nota musical en el mundo de la espera, en el mundo de la opción. Una vez descubierta una nota o elegida una ley, es imposible retroceder porque tanto una como la otra descienden al plano de la manifestación terrena, en donde se adueñan de un comienzo para llegar a un fin. Sería imposible admitir que una nota musical dejara de existir después que el hombre la haya descubierto. Esta nota seguirá usándose siempre porque integra la escala de la vida musical terrena. De igual manera, la ley que yo encarno sería imposible inutilizarla sin la eliminación de la humanidad. Con la destrucción del género humano, recién podrá desaparecer la ley que el hombre adquirió en el principio. ¿Cuál es esta ley?... Ella fue sacada de su estado invisible, de su estado inofensivo, cuando mi semejante asumió la responsabilidad de una decisión por influencia de su voluntad arbitraria. Lo hizo en una época en que tomó uno de los dos caminos que tenía por delante. La ley adquirió vida corporal porque su decisión prefirió imponer la fuerza sobre su hermano, en vez de compartir los beneficios de una naturaleza inagotable y feliz de estar al servicio de la equidad. 82 “Hace muchos años, perdidos entre los millones que han pasado, la criatura animal que evolucionaba hacia la criatura humana, estaba a punto de recibir el despertar de la consciencia para convertirse en una individualidad y pasar a ser el individuo que luego veríamos actuar en el largo camino de la historia. Antes de poseer la consciencia o sea, la facultad de darse cuenta, el prehombre vivía como los demás animales, sin la obligación o la tentación de tomar decisiones de manera independiente. Toda decisión estaba regida por el instinto intuitivo o la intuición instintiva. Para simplificar el relato, usaremos la palabra intuición, pues la intuición estaba regida por las leyes de la naturaleza, cuyas leyes obraban o funcionaban como una central eléctrica. “Un ejemplo: Si el deseo de comer era una urgencia de la vida animal del prehombre, la intuición se ponía en contacto con la central de las leyes de la naturaleza. Esta central, enterada de la urgencia, guiaba al prehombre por medio de la intuición hacia el lugar donde podía saciar su apetito. Repito, no había decisiones individuales... Pero llegó el día en que esta criatura debía convertirse en el hombre, con una energía que lo haría un ser humano con el privilegio de elegir... ¡Y eligió! “El prehombre iba a darse cuenta de las cosas que veía y tocaba, de su existencia y de la de los demás. El peligro era inminente aunque existía la gran esperanza, archivada en los recuerdos del pasado bajo el reinado de la intuición. La armonía de la naturaleza influiría en la opción que le diera la intuición. “Cierto día, el prehombre traspuso el umbral al caer el velo de una condición animal y despertar con la sensación de cierto hallazgo precioso, que le dio la virtud de apreciar las cosas del exterior. Además, vino a sumarse el reflejo de una vida interior que le ofrecía la oportunidad de verse en las experiencias que deseaba realizar. Era como un espejo que recibía las imágenes y que también las reflejaba. Su asombro fue enorme porque se daba cuenta de estos fenómenos. Creyó en su existencia, siendo para él un milagro sentir que existía. Creció su asombro cuando vio sus pies y decidió moverlos a su antojo. Si quería detenerse, lo hacía y se daba cuenta, y al detenerse recordaba que un momento antes lo había deseado. Si quería caminar, se daba cuenta y caminaba, recordando también que antes lo había querido en su mente... ¡Qué extraño y maravilloso era todo esto!... El asombro siguió en aumento cuando al querer hacer lo habitual, lo cotidiano, experimentó el deseo de no hacerlo. Notó que un mecanismo misterioso enviaba impulsos y emociones y él respondía con el privilegio de elegir. La intuición, un poco retirada a veces y en alguna ocasión casi en el plano de la conciencia recién adquirida, aconsejaba en el sentido de que el hombre hiciera 83 lo correcto, lo justo, pero el hombre comenzó a tomar decisiones por el gusto de experimentar lo distinto. La intuición parecía decirle: ¡No te olvides que estamos naciendo y todo lo que está naciendo tiene la virtud de iluminar lentamente el panorama en donde se ha de vivir!... ¡Hagamos como el sol — insistía la intuición— que cada mañana explora en nuestra tierra con una cautela que le permite observar todo lo que va iluminando!... Pero la joven razón, la incipiente razón como un brazo de la consciencia parecía responderle: ¡Yo me doy cuenta de lo que hago y de lo que haré! ¡De una cosa parece salir otra y esto lo entiendo porque lo experimento, por eso estoy segura de conocer lo que saldrá de mí cuando realice cualquier acto!.. La intuición insistía con nuevas advertencias, diciéndole: ¡Ten cuidado, que toda elección tiene dos caminos y cada uno conduce a consecuencias distintas! ¡Elige, teniendo en cuenta la visión de ayuda, el afán del compañerismo, elige para más de uno, elige para crear los lazos de hermandad! ¡No lo hagas para ti solamente ni lo hagas para destruir, que destruyendo te perderás en los efectos de tu conducta en el futuro!... “Al hombre le agradaban estas secretas conversaciones que sucedían dentro de él. Le parecía que era doble, que era un individuo dividido en dos porque escuchaba dos voces distintas, o le parecía que él se ubicaba alternativamente en cada uno de los seres de que estaba compuesto. La razón se ejercitaba. La mente le descubría habilidades insospechadas. Presentía que en su cabeza se reunían ciertos impulsos, los que daban nacimiento a las ideas, ideas que surgían incoherentes y que luego tomaban coherencia en cualquier momento del futuro. No comprendía muy bien que estaba formando juicios, pero sí entendía que su mente se asemejaba a una sucesión de olas. Una vez formada una idea, ésta la comparaba con una ola que arrastraba tras de sí a otra ola, a otra idea. Luego otra ola y otra idea hasta formar un cúmulo tal de ideas relacionadas que terminan en un pensamiento, un juicio, un racionamiento. Nunca la superficie parecía calmarse, nunca la mente parecía detener la elaboración de ideas. De esta manera, el hombre se estaba acercando al instante decisivo de hacer uso de los poderes despiertos de una consciencia inexperta... Todo cuanto ocurrió en aquella época quedó grabado en mi memoria, tan vieja como el mundo. “Ahora —seguía diciendo el cuaderno del Jefe— imaginad la pureza de la mente de los primeros hombres, pensad, también que la consciencia recién obtenida no tenía nociones acerca del castigo, no había sentido el escozor punzante del cuerpo lastimado, y lastimado nada menos que por un hermano de raza. Imaginad que la mente no había registrado aún ninguna causa que fuera 84 capaz de generar los efectos de la reacción, en la que hubiera sentimientos de venganza. Por supuesto que antes hubieron cuerpos lastimados, peleas, golpes y brutalidades, pero eran acciones de ataque y defensa de una vida que no poseía la intención mental de los actos. Eran acciones y reacciones sin consciencia de los mismos. Había, por lo tanto, diferencia entre el prehombre y el hombre. La mente de este último no había archivado el dolor de la injusticia, el sufrimiento del primer golpe. La consciencia era una superficie limpia, virgen, que desde su despertar no había experimentado lo que ella podría calificar de injusto. La ley no había descendido a la materia del cuerpo humano para iniciar su larga aventura de manifestaciones, su larga trayectoria de efectos y mas efectos. “Dos hombres iban a enfrentarse para decidir el futuro de la vida terrestre. Uno de ellos se acercó a la oportunidad de elegir y eligió. Su mente, su corazón, su cerebro y la intuición libraron una batalla sin precedentes. Torbellinos de ideas se buscaban bajo una tempestad silenciosa, azotando la intimidad del hombre que se adueño de la ley. El poder del universo, depositado en las manos de la vieja y sabia intuición, le murmuró la belleza de la vida sin primacías de mando ni voluntad de caprichos tiránicos. La razón inexperta pero convincente anteponía la creencia en la sumisión, la que debía lograrse bajo la fuerza del mando personal y único. La mente como un campo de batalla se agitaba, produciendo ideas para los dos bandos... La intuición, la buena y experimentada intuición, que venía desde la célula acumulando conocimiento a base de infinitas adaptaciones, no podía hacerse oír, pues su voz de tono humilde sufría los gritos alocados de la terquedad. Sólo en breves momentos de quietud, reposo, pudo susurrar algunas verdades que no fueron oídas. “La idea del mando, la idea del predominio, sencilla primero, siniestra después, comenzó a triunfar y la ley de esa idea se acercó con sutiles vibraciones al hombre que la atraía, que la llamaba. La ley vibraba, arrimándose al pensamiento de quien la elaboraba. Ella parecía punzarle las sienes porque dentro de él se levantaban ya las formas de una creación mental que la voluntad acariciaba con el impaciente afán de corporizarla. Las manos se crisparon ante la embriaguez de la visión estúpida, cuya visión le mostraba a su descendencia coronada por la hegemonía del poder, avanzando sobre una legión de espaldas serviles, condenadas a la impotencia. Todo esto vio el hombre en el futuro. Vio a su raza dividida en esclavos y reyes, en tiranos y siervos, en privilegiados y desheredados. Y creyó, pleno de orgullo, que la evolución de la raza humana dependía de los reyes, de los tiranos, de los dotados por la fuerza, y que los otros, los humildes, los débiles, los inocentes por la imposición del trabajo rudo, estaban para servir con el sudor y 85 agotamiento a los señalados por la evolución del músculo... Así lo vio y lo creyó. Puestos que lo vio y lo creyó, llegó el día de la inaudita decisión. El primer hombre, frente a su semejante, debió imponerse por la fuerza. Cuando lo hizo, lo hizo convencido. “Había llegado el instante de la tierra, el día en que el universo se encontró encerrado en el diminuto espacio que ocuparon los dos hombres, de los cuales uno eligió la ley de sus vidas futuras. Los animales presintieron que algo supremo estaba por suceder. Las aves y demás criaturas del reino salvaje emigraban, huían y se desorientaban como si una tormenta las amenazara desde todos los puntos del horizonte. “Uno de los hombres se adelantó del sitio en que se encontraba y llegó junto a su hermano con la intención de comunicarle la necesidad de ser él el Jefe de una descendencia que gobernaría sobre la de su semejante. Comunicó la decisión con el semblante transfigurado por el convencimiento de la razón, de su mente defendieron posiciones opuestas. Mientras tanto, en el aire se agitaba la ley de la hegemonía elegida. Viraba como vibra el alma que se acerca y envuelve a la madre encinta cuando está por nacer el cuerpo de su hijo, en cuyo cuerpo se ha de introducir con el primer aliento de la respiración. Zumbaba la ley mientras el hombre estaba a punto de provocar el nacimiento del acto, en cuyo acto habría de introducirse para iniciar su ciclo de vida. “Como la conciencia de su hermano de raza no admitió el poder absoluto de la fuerza porque la fuerza había sido reemplazada por la inteligencia, y siendo la inteligencia la única autoridad que debía gobernar en cada individuo para que la evolución del hombre creciera como aspiración natural de los ideales, y siendo la inteligencia la única corona que tendría el derecho de gobernar en cada individuo para que la evolución del hombre creciera como aspiración natural de los ideales, y siendo la inteligencia la única corona que tendría el derecho de gobernar sobre los demás, de más estaba, entonces, la fuerza que anhelaba ser soberana a través de una sola voluntad despótica. Pero el otro hombre desoyó la verdad de esta reflexión porque ya lo había embriagado la ley del mando prepotente, del mando que esperaba el acto para corporizarse en la vida humana. ¡Así nació la ley elegida! “Nació cuando la ambición del ungido por sí mismo decretó la superioridad del músculo, avasallando la mansedumbre del hermano. Cuando la mano de la violencia se adueño de la paz de su oponente para imponer el dominio arbitrario, la ley del castigo nació y vió la luz, y produjo de inmediato la reacción de otra ley, la ley opuesta que respondía con la compensación en la mente del hermano que sufrió la sorpresa de sentir en su interior el nacimiento de la revancha. La mansedumbre del hermano, transformada en rebelión, alteró 86 el clima de la relación en los seres de la misma especie. La ley del castigo creó la ley del desquite. “A partir de entonces, los ungidos, los favorecidos por la tradición de aquel primer golpe, escalaron sitios de mando apoyados en la servidumbre indefensa de los humildes, de los acobardados por el sufrimiento... Pero los de abajo, los de la plebe desheredada me han tenido hasta hoy en el vientre de la paciencia. El tiempo ha madurado la gestación y he nacido. Aquel que eligió la ley en su favor, también me eligió a mi como brazo armado del desquite, cuya ley me ha hecho jefe del Exterminio. “La piedra que rueda por la ladera de una montaña no puede quedarse en mitad de la caída, ni puede volver al sitio de origen. Debe cumplir con el impulso en el lugar donde quedará incrustada o hecha pedazos. De igual manera me obliga el compromiso que hoy vence. Nada injusto usaré, solo la natural cosecha de mi voluntad que ya conoce la misión encomendada. Como fiel heredero seré equitativo con la muerte y la destrucción para que mañana surja la nueva oportunidad de elegir, de elegir con la experiencia de esta gran enseñanza. “Estas páginas quedarán selladas hasta que los hombres estén en condiciones de tomar el verdadero camino de la inteligencia humana. Los dos reeducados o los pocos hombres que han de quedar han sido seleccionados y están viviendo en un ambiente de idéntica virginidad de consciencia como en los primeros tiempos. Ellos recibirán estas páginas con las debidas instrucciones. Vivirán bajo un inmenso lago de aguas cristalinas, en donde se han construidos las comodidades de un hogar, que los cobijará mientras dure la amenaza del aire envenenado. Bajo el agua recibirán la luz del sol a través de grandes bóvedas de vidrio. No digo más. En la página siguiente esta la fecha...” Al llegar aquí el hombrecito detuvo el relato. No obstante la serenidad de su ánimo, pareció inevitable la alteración de su semblante. El grave anuncio de la fecha hizo temblar la firmeza de su voz. —Aquel cuaderno infernal —continuó— me hizo sentir la angustia del ahogo. Me hizo experimentar la anulación de la vida. En realidad, estamos bajo el capricho de un hombre que posee la serena convicción de ser un predestinado. La sinceridad de sus páginas me asegura que ocurrirá lo anunciado por él... ¡Sólo un milagro lo impedirá!... ¡Un milagro, digo yo, cuando los milagros han sido desterrados porque donde habían virtudes que fueran capaces de milagros hoy quedan desengaños!... A usted, señor Secretario, le toca la misión de enfrentar la incredulidad de todos los delegados 87 del mundo. Se reirán de usted, se burlarán y usted quedará disminuido en su cargo... En fin, tal vez haya una solución... —La página siguiente —siguió diciendo el viejito— contenía lo que me asustaba leer. Con ánimo desfalleciente leí la profética fecha. Las palabras, escritas con mano firme, expresaban la siguiente voluntad: “Yo, El jefe del Exterminio, en quien se ha encarnado la LEY DEL DESQUITE, cumpliré con los designios de la VENGANZA, destruyendo a toda la humanidad el primer día de descanso del mes de... La puerta del despacho se abrió bruscamente, dando paso a un hombre de rostro preocupado. Sin mediar ningún tipo de cortesía, le dijo al Secretario: —Señor, ha sido violada la paz entre los países... El Secretario no dijo nada. Escuchó la novedad con la mirada puesta en el hombrecito, el que comprendiendo la situación, se puso de pie, se movió en dirección del Secretario, se inclinó y le dijo al oído la fecha esperada. Luego, en voz alta agregó: —¡Adiós, señor Secretario General de las Naciones Unidas! Lentamente se dirigió hacia la puerta abierta, trasponiéndola. De nuevo se oyeron los pasos del viejito y su bastón. Tack...tack, tack... Alejándose con la misma lentitud con que llegara, se fue apagando el tack... tack, tack en el pasillo. 88 CAPITULO IV LA LEY DEL RETORNO El hombre ha de ser siempre la referencia o el testimonio para comprender lo que ha sucedido, le sucede y le sucederá a la humanidad. Él es la idea inagotable que explica lo que necesitamos saber. Sólo hace falta que la ubiquemos donde corresponda para que nos diga lo correspondiente. Cuando el ser humano protagoniza un suceso, se convierte en la idea del suceso. Si ha sufrido un accidente, el hombre es la idea del accidente. Si ha castigado a alguien, es la idea del castigo o si ha sido el autor de una muerte, él manifiesta la idea del asesinato. Si destruye, haciendo que la destrucción tenga por escenario a pueblos o naciones, el ser humano se convierte en la idea del saqueo o de la guerra. Si ha hecho que la humanidad se haya dividido en dos grandes regiones de riqueza y escasez, de abundancia y miseria, es porque domina en su naturaleza la idea de la división... Pero al mismo tiempo, como si se volviera otro personaje, como si cambiara de ropaje, realiza acciones de caridad, de justicia, llegando al heroísmo de dar su vida en aras del bien por el bien mismo, convirtiéndose entonces en la idea de bondad. A esta altura de los sucesos humanos, después de haberlo visto actuar en tantos escenarios posibles, nos sentimos casi seguros de aceptar las dos manifestaciones de su naturaleza, la que por un lado expresa al hombre externo y por el otro al hombre interno. Uno de los dos se halla agotado y enfermo, debilitado por los mismos errores, que a lo largo de su historia los ha provocado sin haberlos eliminado. El otro, el que en raras ocasiones pudo hacer algo, espera en vigilia permanente, sabiendo que el tiempo se agota y la oportunidad se acerca. Con un ejemplo, nada más, le fue posible a Jotanoa poder apreciar la capacidad del hombre interno cuando tiene la ocasión de actuar, de pensar o de influir en nuestra conducta. —Dime, Eben Alb —fue la pregunta que Jotanoa le hiciera en relación con lo expuesto en el párrafo anterior—, ¿que diferencia existe entre el hombre interno y el hombre externo? A Eben Alb no le sorprendió la pregunta, mas bien parecía estar esperándola con el ejemplo que le dio. 89 —Busca —comenzó a decirle— entre los recuerdos de tu vida presente la imagen de la persona que por alguna razón desconocida te pareció desagradable... No sólo desagradable sino antipática y hasta repulsiva... Siempre encontramos esa clase de persona que nos afecta, a tal extremo que exageramos la opinión que injustamente nos formamos de ella. Ahora vas a experimentar dentro de ti la impresión que te causara esa persona, ¡Reprodúcela, visualízala, colocando su imagen dentro de ti, aquí, donde quede expuesta a lo que ambos sintamos por ella! Yo solo voy a ayudarte a sostener la imagen. Jotanoa hizo lo que Eben Alb le había pedido. Recordó a alguien y lo visualizó, ubicando dicha imagen en la zona psíquica de Eben Alb y ocurrió lo esperado por Eben Alb y lo inesperado por Jotanoa, pues Jotanoa no sintió lo que había sentido cuando lo juzgó sin la ayuda interior. Ahora, bajo la influencia de la comprensión interna, desaparecieron las impresiones negativas, se esfumaron los sentimientos de repulsión y la persona, de la que se había formado una opinión tan adversa, apareció como un simple ser humano inocente, como una criatura buena, sintiendo, además, algo cercano a la simpatía. —Ya tienes —le dijo Eben Alb— el método para eliminar o amortiguar la influencia negativa de la naturaleza exterior del hombre, me refiero a la naturaleza que se deja dominar por las apariencias... ¡Cuando pienses mal de una persona, invita a su imagen a que visite tu interior y verás como desaparece la opinión adversa con que la calificas! Jotanoa ya estaba esbozando una nueva pregunta cuando su Alguien del Alma se le anticipaba para decirle: —Tu pregunta parece dirigida a saber por qué la imagen visualizada en nuestro interior nos ayuda a ver el lado bueno de la gente. La respuesta puede ser tan larga que con ella podríamos escribir la historia de la humanidad. Sin embargo, la respuesta la encontramos donde pocas veces buscamos, donde nos cuesta admitir que puede haber lo que necesitamos. Por último, te digo que aquí donde me has encontrado dispuesto a mejorar las intenciones de tus ideales, nunca hallarás la opinión del desprecio, la condena del odio ni el juicio malintencionado. El sentido común nos advierte que donde solo se admite el bien es donde se puede encontrar la esencia incontaminada de cualquier persona. Mayor fuerza tiene el sentido común cuando nos consideramos la contraparte de aquello que, allá afuera, adquiere la dimensión del daño inútil, allí donde se ha creado el hábito de usar la herramienta de la justicia para cultivar el terreno de la injusticia. 90 Luego de la pausa acostumbrada que Eben Alb se tomaba, se acercó al tema de mayor importancia: —La respuesta nos dice, además, que la comprensión interna reemplaza al juicio de la comprensión externa... ¡Ahí están los dos escenarios de la vida terrenal! ¡En uno de ellos, el hombre se hace el Hijo de Dios cuando descubre a Dios dentro de sí mismo! ¡En el otro escenario, el hombre sigue siendo el Hijo del Hombre por no haber logrado aún lo que el otro pudo lograr!... La humanidad ha sido gobernada por el Hijo del Hombre durante los períodos de violencia y demás desastres de intolerancias raciales, religiosas y políticas... demás desastres de intolerancias raciales, religiosas y políticas... ¡Fueron épocas bajo el dominio de la comprensión externa, durante las cuales nunca intervino la influencia de la comprensión interna! Al Hijo del Hombre, lugarteniente de la comprensión externa, lo detiene el miedo a su propia destrucción, pero si logra superarlo con la seguridad de sobrevivir ha de seguir provocando, no ya a su semejante, sino a las leyes de la naturaleza. Las leyes de la naturaleza no amenazan, ellas reaccionan con la consciencia de mantener el equilibrio de sus leyes. A todo esto, Jotanoa se dejaba llevar por la duda y por lo que a diario le sucedía a la humanidad. En su imaginación se reproducía el poder eficiente y peligroso de los Hijos del Hombre. Sentía que la amenaza era algo sigiloso que empujaba hacia el suceso sin retorno de la destrucción total. El Jefe del Exterminio era el símbolo permanente de quienes parecían dispuestos a interpretar al personaje apocalíptico. Además —pensaba Jotanoa— todo se halla a favor de los Hijos del Hombre debido a que la comprensión externa se aprovecha de la mansedumbre de la paciencia, exprimiéndola sin la piedad de una mínima reparación. Mientras Jotanoa se atemorizaba por el testimonio de los acontecimientos diarios, Eben Alb se sonreía porque él se dejaba llevar por la visión de su consciencia extendida. —Si bien —le dijo, alejándolo de la duda— las amenazas pueden estallar en cualquier momento, eso sigue siendo el argumento de la comprensión externa, pero allí donde la armonía universal mantiene el equilibrio de las fuerzas antagónicas, se está gestando algo, algo de calidad maravillosa que puede alcanzar la categoría de milagro... Si la comprensión te permitió juzgar con benevolencia, la misma comprensión nos llevará por el sendero que en otra época fue transitado por la Hermandad de los Profetas. Hoy podríamos repetir una experiencia parecida si nos animáramos a integrar una Hermandad del Alma para que actúe en el futuro como la Hermandad de los Profetas según la Ley del Retorno. Aquellos que sientan la devoción en su ánimo y lo anhelen con el fervor de la confianza, tendrán la oportunidad de encontrar en su silueta 91 llena de Alma el apoyo de la comprensión interna para unirse al grupo de la Hermandad del Alma. INTRODUCCIÓN AL RITUAL DE ADMISIÓN El hombre, en el pasado, se acercaba a los dioses por intermedio del sacrificio de víctimas humanas y de animales. Con el dolor y el sufrimiento solicitaba la ayuda de la divinidad. La sangre de la víctima era la ofrenda que enrojecía el altar de los dioses. Durante muchos siglos fue la practica admitida por el orgullo de quienes la mantenían como único medio de satisfacer las exigencias del Dios de turno... ¡Pero las ofrendas no mejoraron nada y la injusticia de las ambiciones siguieron gobernando en perjuicio de los de siempre! Durante los nuevos siglos de una era llamada “del amor” se llenaron los altares del único Dios con los sacrificios de condenados por el delito de herejía, es decir, por el delito de no pensar ni creer en lo que mandaba la autoridad del culto oficial. Con toneladas de sangre pretendieron oscurecer la bondad de un Dios que permanecía desconocido y alejado de las decisiones de quienes reemplazaron a los primitivos sacrificadores. Tampoco dio resultado el método sanguinario, el que solo cambió las víctimas voluntarias de los antiguos por las víctimas involuntarias de los nuevos siglos... Al parecer, el Dios verdadero seguía alejado de las decisiones de quienes no querían aceptar la única cualidad universal de Dios, la del Amor. Mientras tanto, la paciencia de los indefensos, de los humildes de la humanidad, continuaba soportando la carga de las injusticias milenarias. De vez en cuando, la paciencia agotada se ofuscaba incendiando el mundo por los cuatro costados, sacrificando a millones y millones de seres humanos en respuesta a la paciencia ofuscada. Después de este tipo de desahogo, la paciencia volvía a su valle de mansedumbre a esperar como siempre abandonada a su propia suerte... Quiso el rezo de oraciones reemplazar a los sacrificios de antaño. Tampoco dio resultado. El rezo alivia el sufrimiento, solo lo alivia sin eliminar la causa. De acuerdo con los testimonios, el Dios verdadero seguía oculto y alejado del ruego de las oraciones. Los humildes de la humanidad continuaban con la paciencia a cuestas soportando la carga que agobia y cansa. Detrás del rostro de piel curtida y endurecida por la fatiga se habría descubierto el 92 horizonte del Dios oculto si la persecución hubiera estado ausente y no allá afuera, que allá afuera el ruego de las oraciones se encuentra con la expansión del universo, alejándose con él. Lo apropiado y beneficioso hubiera sido que la santidad del rezo fuera el compañero fiel en la expansión de la consciencia interior del hombre. Para Eben Alb toda repetición agrega nuevas ideas que enriquecen a las anteriores. Por tal razón él le repetía a Jotanoa que en la intimidad de cada ser humano habita la divinidad del hombre, el Dios tantas veces buscado y nunca hallado allá afuera. Ya no quedan argumentos para negarlo. Solamente es necesario comprender que donde mayor consuelo y apoyo recibimos fue y será dentro de nosotros, pues de allí nos viene el buen ánimo y la esperanza de vencer las dificultades y los sufrimientos. Jamás nos llegó de afuera algo similar. Si algo ha venido de afuera ha sido el desafío que ha provocado la reacción de nuestra fuerza interior, cuya fuerza nos viene de más adentro aún. Si voluntariamente hiciéramos el esfuerzo, muchas veces placentero, de viajar hacia el altar de nuestro Dios individual, si lo hiciéramos con la misma reverencia con que nos arrodillamos ante nuestra adoración exterior, sentiríamos que la energía de una fuerza divina nos comunica la presencia de su poder y la bondad de su ayuda... De rodillas en nuestro templo interior del Alma, nos alcanzaría el don o la gracia de sentirnos los Hijos de Dios para obtener, de este modo, el privilegio de elegir la misión que nos gustaría realizar allá en el futuro cuando la Ley del Retorno nos permita regresar y cumplir con lo que prometimos hacer... Por supuesto que hace falta pasar por el período de merecimiento, el que solamente nos pide vivir las lecciones de la tolerancia, de la justicia, de la bondad, etc... Bien vale la pena utilizar la hermandad y la amistad como medios de ayuda y de relación entre nosotros, los seres humanos. Esa sería la conducta adecuada que nos llevaría hacia el imperio invisible de nuestro interior. Los pasos previos están llenos de sorpresas agradables pero también de pruebas que nos hagan dignos de seguir nuestro viaje. Las pruebas nunca tienen otra misión que la de ayudarnos en la comprensión interna de aquello que nos sucede, pero jamás la intención de castigo. El aparente castigo nos alcanzaría si no quisiéramos aceptar la comprensión que nos toque asimilar o si nos alejáramos de la responsabilidad asumida. También le había dicho que el panorama mundial se estaba adecuando al proyecto después de quedar comprobado el fracaso de todos los métodos aplicados. Además, le había dejado en claro a Jotanoa el anhelo de invitar a tantos seres humanos que se mantienen independientes en el bando de los 93 incrédulos, de los desconfiados, de aquellos que nunca encontraron respuestas a sus inquietudes espirituales. Ellos serían los posibles candidatos a integrar el proyecto de la Hermandad del Alma, sin dejar de lado a los que viven en buenas relaciones con la intuición del Alma. Una sola dificultad habría para quienes se hagan eco del proyecto y quieran unirse a la Hermandad. Sería la de no tener una institución mundial que los agrupe y los guíe en los pasos previos y les ofrezca el archivo exclusivo destinado a los informes. Sin embargo, Eben Alb intentaría por intermedio de Jotanoa hacer algo en relación con la dificultad mencionada. Por ser Jotanoa miembro activo de una institución mundial, dedicada al desarrollo de las cualidades internas y al conocimiento de las facultades psíquicas, haría lo necesario para que en dicha institución se creara un departamento exclusivo que tuviera a su cargo el proyecto de ambas Hermandades. ¿Cuál sería la misión del mencionado departamento?... La formación, en primer lugar, de una Hermandad del Alma, la que llegaría a constituirse después de que cada miembro aspirante haya realizado el ritual que le ha de permitir conocer el nombre con que bautizaría a su Alguien del Alma, también llamado Ser Interno o Personalidad del Alma. En el mismo ritual o en otro se le pediría al miembro el deseo de nacer en el hogar de una de las familias relacionadas con los poderes políticos, económicos, religiosos del mundo, en cuya familia tendría la ocasión de llegar al sitial que le ha de permitir usar o manejar uno de los poderes mencionados más arriba. Los demás aspirantes, siguiendo este mecanismo, harían lo mismo, con lo que se llegaría al número suficiente de miembros como para integrar la hermandad de los profetas. También en el ritual estarían aquellas ideas que serían aplicadas allá en el futuro cuando los profetas se reconozcan. ¡No hay mejor profeta que aquel que sabe lo que hay que hacer mañana! ¿Que cómo podrían ellos reconocerse?... Debido a que la institución sería una organización existente en la época del reconocimiento, ella comenzaría la tarea de hacer llegar a quienes estén ocupando los sitiales de poder la invitación que contendría la sugerencia de descubrir a los posibles integrantes de la Hermandad del Alma. Hemos de suponer que la respuesta a la invitación haya sido todo un éxito y que una vez logrado el propósito de interesar a los posibles candidatos, se comenzaría con ellos un período de estudio, o más bien un curso de desarrollo psíquico para que cada uno descubra el nombre con que su ser interno fuera bautizado en el pasado. El nombre descubierto tendría que ser el mismo o uno parecido al que figura en el informe archivado. Cumplido este 94 requisito se estaría ante los integrantes de la Hermandad del Alma, que a la vez serían los que constituyan la Hermandad de los Profetas porque ellos, en el pasado, se dieron la misión de encontrarse en el futuro con la intención de aplicar algunas ideas. Se les dirá, entonces, que tales ideas fueron visualizadas en el pasado, las que estarían en la memoria del ser interno y que ellos las reconocerían como algo familiar cuando llegue la ocasión de sentirlas en su interior. LA HERMANDAD DE LOS PROFETAS ANÓNIMOS Si ocurriera que la institución sugerida no quisiera aceptar o no pudiera realizar la tarea propuesta en los párrafos anteriores, quedaría entonces la integración anónima de la Hermandad de los profetas sin la previa Hermandad del Alma. La seguridad de un encuentro en el futuro no sería la prevista debido a que cada uno se las tendría que arreglar sin que nada ni nadie, en el plano terrenal, los reúna y los eduque en el desarrollo de las facultades psíquicas, algo tan necesario como medio eficaz para descubrir en la memoria del ser interno lo que en el pasado quedara grabado o archivado. Si este fuera el caso, entonces cada uno haría los arreglos convenientes para descubrir dentro de sí a su Dios Personal y que una vez descubierto obtendría el privilegio de sentirse uno de los Hijos de Dios, con lo que se habría ganado el derecho a utilizar la Ley del Retorno y la posibilidad de llevar a cabo la misión que se proponga cumplir. Ante esta eventualidad era inevitable que Jotanoa se hiciera las siguientes preguntas y reflexiones: —Si los obstáculos y las dificultades persisten, ¿qué debo hacer con las ideas que aparecen en la mente y se quedan a la espera de ser difundidas? Si el intento de lograr que una institución se haga cargo de la tarea de agrupar a los que quieran participar del proyecto fracasa, ¿qué debo hacer con la idea de crear una Hermandad del Alma para que luego llegue a constituirse en la Hermandad de los profetas, después que los integrantes de la misma se hayan comprometido en beneficiar con ciertos principios a la humanidad cuando en el futuro estén de nuevo viviendo en el plano terrenal gracias a la ley del Retorno? El que vino en auxilio de la incertidumbre por la que estaba pasando Jotanoa fue Eben Alb, quien le renovó la confianza en lo que venía haciendo al decirle: 95 —Nadie te dirá lo que debes hacer, nadie del mundo de afuera lo hará con la seguridad de saberlo. Estos son los momentos en que nos quedamos solos y es cuando dejamos de lado la vanidad de la comprensión mundana para sentirnos acompañados de una profunda humildad y para que nada de interés personal obstaculice la respuesta que necesitamos... ¡Y esto sucede cuando te siento venir desnudo con el amor encendido en la idea y cuando la idea habla por sí sola de la intención que le dio nacimiento!.. De ahí en adelante ya no es tuya la idea, ya no te pertenece, pues ella quedará incorporada a la propiedad común de la humanidad, al bien común de la inteligencia humana, de donde la tomará quien la quiera convertir en argumento de lo que desee hacer. El destino final tampoco depende de ti, como tampoco depende de ti si el uso que le den sea de beneficio o de perjuicio, o si ha de servir para aumentar la injusticia o para fortalecer la justicia. Quien la haga suya se hará responsable de las consecuencias y nadie más que él y sus adherentes merecerán el premio o el castigo. Allí, en el horizonte de la tierra, en ese horizonte que nos trae cada día la opción de elegir de una manera o de otra, estará lo que ahora te preocupa. En el ánimo de Jotanoa quedaron resonando las palabras de estas reflexiones. Las recordaba cada tanto para renovar la esperanza de no estar insistiendo en vano. Si bien era la mínima unidad de vida entre millones y millones de seres de su especie, él se amparaba en el convencimiento de ser una chispa de energía que podía activar la energía del Alma de la humanidad. Sin embargo, lo esperaba la inseguridad para luego encontrar refugio en la seguridad interior. Si se dejaba llevar por la desconfianza era para luego fortalecerse en la confianza. Eran los vaivenes diarios por los que pasaba Jotanoa ante la enorme importancia del proyecto o ante la pequeñez sin importancia del mismo. No en vano, Eben Alb terminaba de animarlo a enfrentar el momento de estar solo y decidir sin el apoyo o la ayuda exterior. Por qué había llegado el momento de estar solo, se preguntaba Jotanoa. Eso lo entendió al interpretar el significado después de una experiencia psíquica... Y aprendió que las ideas se asocian en la mente cuando la situación exterior se vuelve grave y cuando quien la sufre ruega por obtener el alivio de la comprensión de aquello que está ocurriendo. Se dio cuenta de que las ideas se asocian en la mente cuando la situación exterior se vuelve grave y cuando quien la sufre ruega por obtener el alivio de la comprensión de aquello que está ocurriendo. Se dio cuenta de que las ideas asociadas se convierten en imágenes, cuando han sido interpretadas, se convierten en las nuevas ideas que la situación requiere. 96 Para estar solo hace falta alejarse de todo, ya que así comienza el momento de quedarse consigo mismo. A partir de ahí le pareció a Jotanoa envolverse en la sensación de sí mismo para sentirse sumergido en su propia vida, en la unidad de su vida, sin que nada viniera a perturbar la soledad de estar solo. Ya había cerrado los ojos cuando apareció en su mente el paisaje de un terreno recién labrado y al parecer, recién sembrado. Casi a los pies de él, el suelo empezó a abultarse empujado por el brote de una semilla. El brote asomó y creció el tallo hasta convertirse en árbol. La imagen del árbol se convirtió en la idea del crecimiento. La imagen del crecimiento se transformó en la idea de su vida interior, madurando de adentro hacia afuera. De ahí en adelante, se exaltó la imaginación y Jotanoa se vió crecer desde el sueño de la semilla hasta la robustez del árbol... ¡Sintió la soledad de la semilla refugiándose en la ternura de la tierra y amándose en la visión del árbol... ¡Sintió la soledad de la semilla refugiándose en la ternura de la tierra y amándose en la visión del árbol que a corto plazo llegaría a ser! ¡De inmediato se identifico con la analogía, al sentir que la idea de la Hermandad de los profetas se refugiaba en el vientre del porvenir y se amaba en la visión de su existencia terrenal cuando el futuro le mostrara el escenario de su misión!... SUGERENCIAS PREVIAS Aunque en el libro primero ha quedado escrito lo que se puede hacer para acercarse al ser interno, y como es posible que no lo hayan leído, le sugiero tener en cuenta lo que a usted lo que a usted le haría falta antes de realizar el ritual de admisión. Comience por mirar dentro de usted con la intención de descubrir que allá en el fondo de su ser hay un horizonte, en cuyo horizonte espera ver asomar un sol, el sol que alumbrará las oscuridades que en su mente han venido acumulándose por la influencia de supersticiones y de tradiciones que han quedado superadas por la evolución de su vida presente. Con los ojos cerrados visualice o mejor dicho, dibuje en su interior un sendero que viene de ese horizonte y termina donde usted está ahora. Dándole la espalda a ese mundo de afuera, ese mundo que tantas veces lo ha engañado y que tantas veces lo hizo sufrir con las ilusiones que le ofrecía, dándole la 97 espalda, empiece, con la mirada puesta en ese sendero a caminar con los pasos de la comprensión interna. La comprensión interna nos sugiere que todo lo que viene de afuera a través de los cinco sentidos físicos debe ser revisado por nuestro Alguien del Alma, quien por su capacidad universal de ver las cosas, seleccionará lo que considere verdadero y útil, siempre en sentido general y casi nunca en sentido individual. Ponga en ese horizonte interior su aspiración o, más bien, su deseo de conocer los errores que influyen en su conducta humana. En primer lugar, debe aceptar la imperfección en nuestro modo de vivir. Si se da cuenta de su imperfección, comprenderá que debido a ella usted ha tenido decisiones equivocadas que lo han alejado de una convivencia feliz y de una relación de bienestar entre sus semejantes. A partir de ahí, ingrese al sendero interior y ruégele a su ser interno que lo ayude a descubrir los defectos que perjudican su vida y pídale, con la misma devoción con que le ruega a su Dios, que le diga de qué manera puede eliminar los defectos que vaya descubriendo. Si usted está de acuerdo con lo que le estoy diciendo, entonces, le sugiero cómo dar los primeros pasos que lo vayan acercando a su interior, donde una presencia de cualidades divinas le ayudará, siempre que se preocupe en escuchar su voz, su voz humilde, que le llegará por intermedio de intuiciones o de corazonadas o por medio de imágenes interiores. Quiero suponer que usted sabe relajarse, pero si no lo sabe hay una guía general que nos dice que debemos aprender a disminuir el funcionamiento de los cinco sentidos físicos, llamados también sentidos objetivos... ¿Qué significa esto?... Pues significa que la capacidad de ver con los ojos físicos debe adormecerse o anularse a tal punto que nos parezca ver con los ojos de la mente. Si los oídos que nos sirven para oír lo que sucede a nuestro alrededor, también tienen que adormecerse hasta no escuchar nada. Después, hacer lo mismo con el sentido del gusto, del olfato y con el tacto. Una vez conseguido esto, nos sentiremos aislados del mundo y a solas con nuestro ser interno. Sigo suponiendo que usted, pasado el tiempo, ha logrado dominar esta forma de adormecer los sentidos físicos. Cuando haya logrado esto, se dará cuenta de que puede disponer de una voluntad interior para utilizarla en lo que anhela hacer, y lo que usted ha de hacer en su interior es lo que se llama contemplar. Por medio de la contemplación usted puede presentar ante su ser interno lo que quiere, lo que anhela. Si está dispuesto a aplicar este proceso al caso específico de querer eliminar los defectos que aún desconoce, le aconsejo murmurarle a su ser interno lo siguiente: 98 —Ser interno, ayúdame a descubrir los defectos que obstaculizan y detienen mi viaje hacia el interior de mi Alma. Una vez que usted le haya hecho este ruego las veces que sean necesarias, debe borrar de su mente lo que ha rogado, debe dejar en blanco su mente para que comience el proceso de la meditación, lo que significa que su Alguien del Alma necesita que usted se desprenda del ruego para que él lo reciba. A partir de ahí es cuando se produce la corazonada o cuando se oye la voz de la intuición o cuando aparece la imagen que debe convertirse en idea o en pensamiento. Si usted ha logrado ver o sentir en su interior algo relacionado con algún defecto o con algún error en su conducta, lleve a cabo el relajamiento según se explicó en párrafos anteriores y luego contemple o vea con los ojos cerrados el siguiente pedido, dirigido a su Alguien del Alma: —¡Ayúdame a eliminarlo, fortaleciendo mi voluntad de lograrlo! Luego de haber dicho en su interior este ruego, dos o tres o más veces, olvídelo, bórrelo de su mente para que su ser interno lo reciba y para que la meditación le traiga la respuesta. Para continuar con las sugerencias, hemos de suponer que la contemplación y la meditación han dado el resultado esperado y ahora se encuentra con que en su interior ha surgido la impresión de que usted es intolerante, un defecto casi común en la mayoría. Comprende, entonces, que para eliminar la intolerancia debe hacer uso de la tolerancia. Tal vez se haya dado cuenta de que por intermedio de la intolerancia usted ha descubierto el valor positivo de la tolerancia, teniendo la otra una cualidad negativa. También llegará a admitir que una de ellas se relaciona con la emoción negativa y la otra con la positiva. Lo que le queda ahora es experimentar lo que ha descubierto... ¡Viva, entonces, la aventura de sentir la emoción de la tolerancia en cada ocasión que se presente!... Por supuesto que la debe vivir, haciéndolo entre sus semejantes y si fuera posible con quienes fue usted intolerante. Cuando haya pasado por la experiencia de tolerar a su enemigo, eliminando de su ánimo el odio, el rencor, el desprecio, es casi seguro que sentirá el alivio de haberse sacado una carga de encima. Si tiene la precaución de estar atento a las veces que durante el día se deja llevar por la intolerancia, hasta en aquellas cosas de mínima importancia, usted comprenderá que la tolerancia abarca una serie interminable de sucesos que ponen a prueba la comprensión alcanzada. Si en lo pequeño somos intolerantes, imagínese en lo que divide y enfrenta a pueblos enteros por culpa del racismo. Para ir acomodando nuestro ánimo al rechazo paulatino del racismo, lo eficaz sería que aceptáramos que algo idéntico a todos nosotros, nos iguala en 99 esencia aunque nos diferencia en lo físico. Si pertenece a una raza que desprecia a otra raza, o si usted ha separado su nivel social de otro más bajo, dándole el calificativo de inferior y miserable, dese el gusto de experimentar la transformación de la intolerancia... ¡Lleve a cabo el relajamiento y luego reproduzca en su interior el rostro de quienes son para usted despreciables por pertenecer a otra raza o a grupos de baja condición social, y no sólo eso, sienta además que la esencia humana del Alma los iguala! Si bien hay diferencias sociales de las que usted no es culpable, predisponga, no obstante, su ánimo a vivir la experiencia de la comprensión interna, la que le ayudará a soportar lo que antes le fue insoportable. Esto no significa que usted deba convivir con lo que le ha causado el sentimiento de intolerancia. Lo que sí debería hacer es desligarse, desprenderse de este sentimiento como algo ajeno a su naturaleza y vivir con su propio universo de emociones, de ideales y deseos cotidianos, cuidando que tanto las emociones como los ideales y deseos no tengan intenciones de perjudicar a nadie, más bien de beneficiar de manera general a la especie humana. Significa, además, que usted empezará a vivir una vida diferente a partir de la eliminación de lo que estuvo alterando su forma de vivir y afectando a sus semejantes. Si al comienzo le puede resultar difícil la tarea de descubrir los defectos y eliminarlos, sin embargo, tenga en cuenta que con el beneficio de la comprensión interna usted obtendrá los beneficios de la adaptación exterior, lo que le permitirá una mejor ubicación en el plano de la solución a los problemas que a diario se presentan. La sensación de la adaptación exterior por influencia de la comprensión interna, será la de sentirse más cerca de su Alguien del Alma. Sentirá que se está arrimando a una fuente de sabiduría que le ha de facilitar el logro de lo que necesita para crear su propia felicidad en base a la paz interior lograda. No sólo la tolerancia nos desvía de lo que queremos obtener. Otros obstáculos encontraremos si estamos decididos a continuar la aventura de explorar en nuestro interior hasta sentir lo que podríamos llamar la presencia divina, y que una vez hallada diríamos que estamos ante el Dios que habita adormecido en nuestra Alma. Esta sería la experiencia superior de considerarnos los Hijos del Dios desconocido que los hombres han buscado en el exterior sin haberlo encontrado jamás. Luego, nos ganaríamos la oportunidad de usar la Ley del Retorno, y en forma individual, utilizar el recuerdo de volver para realizar una obra de beneficio duradero en una humanidad postergada por la injusticia. 100 Después de esta experiencia, tal vez le llegue el turno a nuevos obstáculos que deberá usted descubrir y eliminarlos o reducirlos a la mínima expresión, entre los cuales puede aparecer la excesiva ambición, la vanidad que nos hace creer que somos superiores a todo y más importante que todo, la soberbia y el orgullo que sólo sirven para alimentar la terquedad en lo que hacemos y pensamos, el egoísmo, con el que especulamos para hacernos dueños hasta de lo inalcanzable... Por último, quizás se le ocurra revisar si en la mente se oculta la tendencia a legalizar el despojo por medio de la justicia. Si el esfuerzo resultara demasiado según la capacidad de llevarlo a cabo así tan drásticamente, sin embargo, por el sólo hecho de disminuir su influencia le habrá de permitir mejorar la comprensión interna, la que le dará la fuerza necesaria para continuar la limpieza hasta finalizarla. Se trata, siempre que lo acepte, de facilitarle la tarea de despojarse de aquello que le obstaculice el ingreso al futuro, después que usted realice el ritual de admisión a la Hermandad de los Profetas Anónimos. EL RECUERDO DE VOLVER Cada estación del año lleva en su memoria el tiempo de volver. También el ser humano que se aleja de la vida terrena lleva en su memoria el recuerdo de volver y vuelve porque la Ley del Retorno tiene en su memoria el tiempo de volver para cada ser humano. Quienes vuelven tienen el privilegio de elegir la comprensión interna para no equivocarse o para equivocarse menos. Quienes regresan para no equivocarse traen en su memoria el hábito de la comprensión interna. A nadie se le niega el retorno al hogar del futuro donde lo espera lo que ha elegido ser y hacer. Jotanoa venía acumulando los testimonios de la conducta del ser humano desde la época más remota. Dicha conducta no había variado porque seguían los mismos errores cometiendo las mismas injusticias. La monótona reiteración de la injusticia beneficiaba a los de siempre en perjuicio de las víctimas de todos los tiempos. Jotanoa buscaba entre los escombros de tantas tragedias la solución al problema de la indiferencia del hombre y no la encontraba... ¡Cuántas veces había soñado con algunos métodos posibles pero ninguno alteraba la impenetrable costumbre de la indiferencia! 101 Jotanoa había elegido. Eben Alb era el elegido. Ambos llegaron a estar de acuerdo después de muchos años de duda, pero poco a poco, la evidencia de lo que le sucedía a la humanidad los unió en la utopía de creer que una parte del hombre era la causante de lo que le ocurría y que la otra parte era la que podría realizar la tarea que al principio la consideraron una utopía sin porvenir. Llegaron a la conclusión de aceptar que el hombre externo era el autor de los sufrimientos inútiles soportados por la humanidad y que el hombre interno sería quien en el futuro podría reparar el daño ocasionado por el otro. El convencimiento era que si una oportunidad se agotaba, la reemplazaba otra. Si el hombre externo ha tenido durante siglos la oportunidad de gobernar al mundo de acuerdo con su naturaleza, le tocaba ahora al hombre interno hacerlo de acuerdo con su naturaleza. El convencimiento hizo que Eben Alb fuera el personaje equivalente al hombre interno que en el futuro habría de intervenir en lo que aún no sabían bien si sería en organizar la influencia psíquica que permita la aceptación del proyecto o en descubrir a quienes serían los integrantes de la Hermandad de los Profetas. Previo a todo lo que imaginaban, quedaba por ahora dar el primer paso, que consistía en realizar el ritual de admisión, el que podría servir de modelo a quienes quieran llevarlo a cabo en la intimidad de sus hogares. En el mismo intervendrán Jotanoa con su consciencia objetiva y terrenal y Eben Alb con su consciencia subjetiva y psíquica. La consciencia terrenal de Jotanoa, durante el ritual, se haría cargo de la responsabilidad de establecer la causa que asegure la misión futura, mientras que la consciencia de Eben Alb recibiría semejante acto de responsabilidad y lo archivaría en la memoria del Alma, creando a la vez el recuerdo de volver para dejar en manos de la Ley del Retorno el mandato de hacer cumplir la misión asumida. EL RITUAL Lo más importante del ritual no supo Jotanoa a qué hora ocurrió, si de noche o durante el día, si fue al amanecer o cuando el sol se oculta. Cada vez que lo quiso precisar le pareció que había sucedido de acuerdo con la primer impresión que surgía en su mente. Si la impresión lo ubicaba en la mañana, en la mañana había sucedido. Si la impresión se relacionaba con la noche, entonces, él creía que en la noche había ocurrido. Con el tiempo dejó de lado la 102 intrascendencia de esta preocupación para no olvidar jamás la experiencia en sí, el momento impresionante durante el cual se desarrolló el ritual de admisión o de ingreso a la Hermandad. Todo comenzó por una extraña sensación, la de sentir cómo la consciencia que nos sirve de contacto con el mundo físico, es decir, la consciencia objetiva, se fue deslizando hacia una consciencia de contacto inmaterial. Lo hacía de manera imperceptible, como si ella apagara o borrara una parte diminuta de sí misma para encender o crear en la contraparte espiritual una cualidad psíquica. Sin embargo, ambas consciencias se daban cuenta de lo que cada una era y hacía. Lo difícil de explicar de este proceso estaba en la habilidad de la mente para adaptarse a lo objetivo cuando la consciencia de ésta se daba cuenta de algo o cuando se convertía en espejo de la consciencia espiritual. Era el verdadero puente de unión entre el hombre interno y el hombre externo, cuya unión habría de ser de fundamental importancia para dar paso a lo que debe quedar grabado durante el ritual. La mente misma le hizo comprender a Jotanoa que era un espejo donde se reflejaba lo que una consciencia le trasmitía a la otra. Jotanoa intuía que lo que estaba haciendo y lo que hiciera durante el ritual podría servir de guía a los que quieran acompañarlo en asumir la responsabilidad del proyecto. El casi imperceptible acercamiento del hombre externo de Jotanoa al hombre interno de Eben Alb alcanzó el estado emocional de la verdadera iniciación cuando Jotanoa se vió y se sintió de pie ante la extensión total de la tierra. Desde la posición en que se hallaba contemplaba una tierra sin fronteras, ya que ninguna línea divisoria separaba un país de otro. Era un mundo de fronteras esfumadas, en el que había algo que lo impresionó hondamente. Una línea que más parecía una grieta dividía en dos la superficie del planeta, o sea, que desde los pies mismos de Jotanoa partía la grieta divisoria, quedando a la derecha un medio planeta y a la izquierda la otra mitad. El panorama que abarcaba su vista se perdía en la distancia, llamándole la atención la claridad del ambiente, una claridad iluminada por la atmósfera del lugar. Era una luz que estaba en el aire, sin que tuviera que venir de un foco o de un punto de difusión luminosa, pero esta claridad se desvanecía hacia el lado derecho hasta desaparecer en la penumbra de un fondo oscuro. Allí se desvanecían también formas neblinosas, de contornos indefinidos, que manifiestan movimientos de vida. Eran vidas casi sin vida, apagándose poco a poco en la lentitud de un agotamiento paulatino. El silencio era el silencio de una calma resignada, donde se presentía que nada se afanaba por vivir y donde 103 cada latido de vida rogaba por detenerse. Si algo venido de allí lo respiraba Jotanoa, era el aire de la vida olvidada. La región de la izquierda la iluminaba una claridad distinta, tan distinta era que aumentaba hasta llegar a un horizonte semejante al del momento previo a la salida del sol. La luz iba de menor a mayor, mientras que del otro lado disminuía de mayor a menor. El símbolo de la abundancia y el símbolo de la escasez, separados por una línea cuyo símbolo era el de la indiferencia, pero algo incomprensible para la época en que vivía Jotanoa flotaba por sobre las dos regiones. La presencia oculta en la invisibilidad del aire era el presentimiento de una alegría futura, como si a la naturaleza le agradara que su hijo mayor, el hombre, se hubiera decidido por cuidar el hogar terrenal de la vida. ¿Era música lo que Jotanoa escuchaba? ¿De dónde venía aquella música que sonaba sobre el lugar en que permanecía de pie, sin atinar a moverse?... No, no era música según el término conocido, era su propia naturaleza entonada o sintonizada con la armonía de las leyes del universo que al llegar a los oídos, los oídos la oían como música, pero además, era todo su ser entregado a la razón de estar allí, el que se liberaba de las ataduras terrenales y se convertía en algo que la humanidad esperaba... Recién ahora vió lo que antes no había visto. Del lado izquierdo de la grieta, en el medio mundo iluminado de menor a mayor, habían círculos de un diámetro aproximado a un metro. Como Jotanoa ignoraba para qué podrían servir, oyó la voz de Eben Alb que le decía: —¡Debes ir a ocupar uno de los círculos! Jotanoa obedeció y se ubicó en uno de ellos. De nuevo oyó la voz de Eben Alb: —En cada ser humano hay algo de aquello que nace de la esencia de la humanidad. En cada ser viviente, sea planta o animal, hay algo de la esencia de la tierra. Si una idea ha nacido de una esencia que tiene algo similar en cada ser humano, esa idea puede cambiar el rumbo de la civilización... Hace falta nada más que una idea tenga algo de ella en cada ser humano para que la suma de los seres vivientes la acepten como parte inseparable de su naturaleza. Jotanoa escuchaba. Eben Alb siguió diciéndole: —Aquella calma y mansedumbre que sentiste bajo tus pies mientras ayudabas al viejo aquel, era la esencia de una verdad nacida del espacio que ambos ocupaban. Aquello que nace de la esencia del Alma pertenece a la esencia del lugar que ocupa cada ser humano y a la de cualquier ser viviente. Lo que nace de la esencia del Alma está contenido en la naturaleza física del cuerpo y del espacio que cada uno ocupa. Jotanoa seguía escuchando. Eben Alb seguía diciéndole: 104 —La superficie sobre la que estás parado te pertenece mientras dura tu vida terrenal, pero también, tú le perteneces al lugar que estás ocupando. La unión, entonces, se vuelve inseparable. Si una idea nace de la unión inseparable, la idea será inseparable de los espacios y de los seres que los ocupan. En Jotanoa, la atención era una esponja. En Eben Alb, la idea se perfeccionaba en la madurez de la comprensión interna. —Toda vida —siguió diciendo— es inseparable de sus necesidades, y las necesidades son inseparables de los espacios que ocupan los seres humanos y demás criaturas vivientes. Si aquellas y éstos son inseparables, lo que le pertenece al cuerpo es inseparable del espacio que ocupa. Jotanoa comenzó a vivir en el contenido de la idea que Eben Alb le estaba diciendo: —Jotanoa —le dijo—, estamos pasando por una iniciación. Ambos estamos siendo iniciados en la responsabilidad de hacer algo por la humanidad cuando el recuerdo de volver me traiga de vuelta a la tierra. Para que esto suceda, yo necesito de tu decisión que es la que ha de servir de causa, de motivo, porque la causa y el motivo deben expresarse en este plano terrenal, que es donde se lleva a cabo la evolución de la personalidad del Alma y la evolución de la individualidad física. Aquí es donde se nos permite dejar el polo de atracción hacia el que seremos atraídos por aquello que elegimos hacer como misión de nuestra vida futura... ¡Volver con un propósito, asegura el cumplimiento del mismo! Luego de una pausa que transcurriera en silencio, Jotanoa vió que Eben Alb asumía el papel de un personaje desconocido, como si este personaje fuera el maestro o el sacerdote encargado del ritual, en este caso y en esta ocasión, encargado del ritual de la idea principal a realizarse en el ámbito de la comprensión interna. Era la idea que avanzaba hacia lo perdurable, acompañada de la emoción con que la viviera junto al viejo aquel. Jotanoa, sin que nada le avisara lo que iba a suceder, sintió en su interior la divinidad de Eben Alb y en un estallido de luz reapareció la idea que le hizo pensar en la superficie que cada ser humano ocupa por el derecho de propiedad que la vida le concede. Pasó de nuevo por la sensación de calma y mansedumbre que el suelo les comunicó, a él y al viejo, y revivió lo que luego vino... Jotanoa se estremeció, sacudido por la energía de la emoción y se dijo que el derecho de propiedad que la vida nos concede por ocupar un espacio, se extiende al privilegio de ser dueños de lo que la tierra produce mientras dure nuestra existencia terrenal. Pero aún le quedaba la impresión que le causara la justificación de esta idea 105 general cuando se dijo que la esencia de la naturaleza manifiesta la abundancia en todos los niveles sin exigir cobro alguno, sin reclamar salario por su mano de obra, ¡mano de obra gratis durante las horas en que el hombre no interviene como agente creador de lo que la naturaleza hace por sí sola y por él! ¡El equivalente a esa mano de obra gratis le corresponde a cada ser humano por el derecho de propiedad que la vida le concede al ocupar un lugar en el espacio! Todo lo que era Jotanoa, la totalidad de su ser, el ser físico, el ser psíquico y el ser cósmico con su luminoso centro divino, se había unificado en un solo ruego, en una sola oración, pidiendo con el fervor del rezo que se cumpla este anhelo de utilizar la idea que fuera aceptada y desarrollada por Eben Alb y por él. De ese estado de ánimo emergió Jotanoa, transformado por la esperanza y el optimismo. Tardó un poco en darse cuenta dónde estaba. Luego miró en torno suyo y le pareció que veía por primera vez aquellos círculos que abarcaban una gran extensión. Cuando preguntó la razón de su existencia, Eben Alb le dijo: —Son los espacios que deben ser ocupados por quienes sientan en su interior la voluntad de adherirse al proyecto de la Hermandad de los Profetas Anónimos. Así como estamos de pie en uno de ellos, lo mismo deberán hacer los que nos acompañen... Pero aún nos queda la necesidad de asegurar el futuro de esta aventura del hombre interno. Cada uno de los candidatos que asimile este ritual de admisión, viviéndolo mientras lo lee varias veces y desarrollando en su interior todo lo que hicimos Jotanoa y yo, cada uno, repito, debe rogar, debe pedir como ahora voy a pedir yo que la Ley del Retorno me permita nacer en el hogar de una familia que esté vinculada con los poderes del mundo. El ruego lo debe hacer desde la intimidad de Su Alguien del Alma, que es donde se convertirá en el recuerdo de volver. —Así como en esta época —siguió diciendo— existen familias de enorme poder, también en el futuro estarán las que por su condición social, por su riqueza, por sus conocimientos y hasta por su inteligencia, han de ser los que representen a los poderes políticos, económicos, religiosos, etc., del mundo terrenal. Esas serán las familias en cuyos hogares tendremos que nacer para realizar, sin mayores obstáculos, lo que esté relacionado con la idea general que en este momento nos está iniciando en la comprensión interna. Cuando miró hacia la región que ahora tenía enfrente con el ánimo de averiguar por qué estaba separada por esa grieta, Eben Alb le dijo: —Es el medio mundo de la interminable agonía de la pobreza y de la creciente desnutrición, es el mundo olvidado por el otro medio mundo de la abundancia. Esa región, en especial, será la beneficiada por la Hermandad de 106 los Profetas por una exigencia de equilibrio perdido. Pero esto no ocurrirá ahora ni en los próximos años. No hay fecha exacta para tal acontecimiento, sólo depende del proceso de madurez de la idea, de la responsabilidad de asimilarla y de que el futuro de los integrantes quede asegurado por la Ley del Retorno y por la decisión de Dios, me refiero al Dios del que cada uno se habrá hecho Hijo por haberlo descubierto en su interior... ¿Tal vez cien años, quizás ciento cincuenta o doscientos? ¡Sólo el crecimiento de lo que nace nos puede llevar al tiempo de la expresión completa! PALABRAS FINALES Quien lo hubiera visto a Jotanoa dirigirse hacia el lugar de siempre, su lugar preferido en la montaña del Oeste, se habría imaginado que iba a despedirse del Valle de Tulum después de haber concluido una tarea que tenía pendiente. Tal vez nada en el aspecto exterior indicara esta suposición pero en su interior, no tan adentro como para estar en los dominios de Eben Alb, sino en la zona intermedia donde se acumulaban más cosas del exterior que del interior, Jotanoa retenía algunas cuestiones que no lo terminaban de convencer y que podrían determinar el fracaso del proyecto. Sí, era verdad que llevaba en esa zona intermedia la sensación de una despedida porque había terminado un trabajo y cuando se ha terminado un trabajo no se sabe qué hay más allá de lo que ha quedado concluido. Eso ya lo conversaría con Eben Alb cuando estuvieran sentados allá arriba. Ahí estaba el sendero de ascensión a su montaña preferida y allá en la cumbre su lugar de observación, su atalaya desde el cual podía ver todo el Valle de Tulum. A medida que ascendía se daba cuenta de que el silencio de arriba era distinto al silencio de abajo porque se siente la extraña sensación de estar en el refugio de una calma que acaricia los oídos con suaves zumbidos, con travesuras de brisa que revuelven los cabellos y agitan la ropa. Si una piedra rueda, por pequeña que sea, produce el sonido característico de la montaña, muy diferente del producido en el llano. Si no hay viento, son las ráfagas de aire que vienen de cualquier parte, remolinean enroscándose en espirales que ascienden y se desvanecen como si fuera el aliento acompasado de la montaña. Ya estaba Jotanoa sentado en la pequeña meseta que en otras ocasiones ocupara. A sus espaldas se abría la quebrada que dejaba ver en la lejanía un 107 retazo de cordillera. De la quebrada subían ruidos artificiales pero de arriba descendían latidos de armonía. Algo lo desubicó, desapareciendo el sitio donde estaba sentado para verse de pronto junto al mar como en aquel instante de la aparición de Albanoa, pero todo fue porque a su lado estaba Eben Alb, quien le creó la ilusión del cambio de lugar... Sí, a su lado estaba Eben Alb. No lo veía pero lo sentía. Quiso verlo con los ojos físicos girando la cabeza pero nada vio, sin embargo, una cierta densidad espiritual corporizaba una silueta llena de Alma. No podía dudarlo. Además, no quería dudar aunque fuera ilusoria la sensación, porque toda sensación de sentir algo fuera de uno mismo, sin que haya nada físico, siempre ha de ser beneficioso porque nos demuestra que es nuestra propia consciencia la que se extiende y manifiesta algo que no vemos fuera de nuestro límite corporal pero que sentimos. Si esa sensación la cultiváramos aumentando su radio de extensión, nos veríamos a nosotros mismos recogiendo agradables pensamientos y profundas emociones que servirían de tónico para nuestro cuerpo y para nuestra mente... ¡Por algunos momentos dejaríamos de estar atrapados en la vida empobrecida del hombre externo!... Tan empobrecida está la vida del hombre externo que ha perdido hasta la mínima defensa de su interior, permitiendo que se acumulen en la zona intermedia recién mencionada, los pensamientos agresivos, los deseos ilimitados de tener, tener y tener, las ambiciones embellecidas por la ilusión del mensaje subliminal, ese mensaje de influencia disimulada que penetra hasta donde se convierte en voluntad incontenible de deseo mental. Jotanoa temía la amenaza de la peor influencia, no ya en los mayores sino en los menores. No hace mucho los peligros que acechaban fuera del hogar o más allá de la protección de los padres, comenzaban a una edad casi varonil, pero ahora empiezan desde la cuna misma, invadiendo la mente indefensa del niño, indefensa porque carece de moral, porque desconoce las nociones de lo bueno y de lo malo. ¡La única habilidad del niño es imitar! ¡Imita el delito de los mayores o comete actos de travesura, pero siempre lo hace sin la noción moral del daño o del bien! Cuando la estupidez se cree soberana sucede lo peor y lo peor ha comenzado a suceder condenando a seres humanos inocentes cuando por su naturaleza infantil no tienen moral. Jotanoa había llegado al límite. La ansiedad causada por estos pensamientos lo hizo acudir a su Alguien del Alma que a su lado permanecía en su invisible envoltura. 108 ¿Qué va a suceder contigo cuanto tú, siendo un niño en el futuro, te encuentres invadido por las cosas del exterior que habrán llenado tu mente con el mensaje de tener, tener y tener, cuando tu inocencia sin moral vaya acumulando la tentación de conseguir tantas cosas, tal vez con el peligro de sepultar la misión de Hermandad. ¿Aumentará el poder psíquico de la mente a tal punto que nada para ella será imposible, superando todas las limitaciones físicas y dominando lo que se le ocurra dominar, sin importarle el código moral ya que la gracia inocente de su naturaleza nada sabe de moral?... Eben Alb tardó algunos segundos en responder debido a que él, en ciertas ocasiones, no en todas, cuando buscaba una respuesta, esta aparecía en su consciencia en forma de imágenes, las que por supuesto tenía que traducir en palabras comprensibles para Jotanoa: —He de volver a casa —le dijo— trayendo en el recuerdo el bienestar interior de la vida. Tu temor sigue siendo el temor de los Hijos del Hombre y es posible que a su descendencia le suceda lo que acabas de decir... y aún es posible que la falta de moral de la niñez se prolongue y vuelen en mil pedazos los códigos de conducta y los principios morales. La vieja muletilla que dice que por el fruto se conoce el árbol es aplicable al milenario árbol de la moral si lo relacionamos con los frutos que ha venido dando, pero, repito, esos frutos siguen siendo los de los Hijos del Hombre, o mejor dicho, son los frutos del Hombre Externo... Ya es tiempo, al menos para nosotros, de ubicar las cosas en el lugar apropiado para poder comprender, en definitiva, lo que hicimos y lo que debemos hacer, siempre que la verdad impersonal nos inspire y nos tenga de discípulos —Las leyes de la naturaleza —continuó diciendo— se manifiestan sin obedecer a ninguna norma moral. Quien hizo tales leyes, no las hizo obedeciendo a principios morales. Durante un tiempo, la naturaleza del ser humano, me refiero ahora al período de la niñez, se caracteriza por la falta total de moral, ignorando el niño lo que es dañino y lo que es beneficioso. Si las religiones dicen que las leyes de la naturaleza fueron creadas por el Dios de su creencia, también ese Dios carece de principios morales relacionados con el bien y el mal. Al parecer, entonces, el niño es el fiel representante humano de las leyes sin moral de la naturaleza. —El fruto sin moral de las leyes de la naturaleza —dijo luego— se parece a la niñez sin moral y también al Dios de las religiones, pero todo esto sigue siendo responsabilidad de los Hijos del Hombre. Nos queda, ahora, por lo tanto, conocer el papel que han jugado los Hijos de Dios desde la época en que 109 aparecieron los primeros códigos de conducta, los que contenían principios morales que llegaron a solucionar lo que fue crisis de pueblo, de naciones o de la humanidad entera. Para comprender a los Hijos de Dios hay que vivir sus experiencias de acercamiento a su Alguien del Alma, en especial cuando ellos descubren, durante los pasos previos al encuentro, una sensibilidad desconocida que la relacionan con una armonía venida de la profundidad espiritual. Esa armonía, cuando la quieren convertir en experiencia, se transforma en lo que la palabra amor pretende expresar. Lo más aproximado sería que esa emoción se adueñara de los actos, de los anhelos y de los pensamientos y ante cualquier problema que requiera una solución, responde con lo necesario... Y si una crisis es la que aqueja a la humanidad o a una parte de ella, esta emoción se une a la razón para que la razón obtenga la sabiduría de sugerir el código de conducta que la crisis reclama. La armonía que nos llega de la profundidad espiritual de nuestro ser, es una manifestación más de las leyes de la naturaleza. Quien haya alcanzado el privilegio de sentir esa armonía sin moral, tendrá en su ánimo la sabiduría de conducirse como una persona que ha descubierto el código moral de su vida... ¡De la armonía sin moral a la emoción con moral se tiende el puente para llegar a descubrir a Dios en el Alma de la vida individual y por ese medio convertirse en el Hijo de ese Dios! Habíamos dicho que parecía que Jotanoa iba a despedirse del Valle de Tulum, pues él creía que a Eben Alb se le presentaba la ocasión de abandonar este plano terrenal o de continuar por un tiempo más, después de haber colaborado en la escritura de los tres libros. A Jotanoa lo alegraba la sensación de haber colaborado en la escritura de los tres libros. A Jotanoa lo alegraba la sensación de haber cumplido la misión que podría justificar la liberación de Eben Alb. Como el tiempo de la vida de cada ser humano no es estricto en duración, dependiendo, quizás, de la comprensión alcanzada, a Jotanoa lo ilusionaba la esperanza de haber hecho lo necesario o lo imprescindible para dejar en libertad a Eben Alb. Si Eben Alb quería quedarse un tiempo más, eso era privilegio de su decisión. Lo que Jotanoa pretendía era que nada del pasado lo obligara a Eben Alb a permanecer aquí. Pero había algo más en la actitud de Eben Alb. No le importaba tanto lo que parecía preocuparle a Jotanoa. Lo que él quería, después de todo lo que habían vivido, mejorando entre ambos la relación y la unión espiritual, era sentir el Valle de Tulum a través de la consciencia objetiva de Jotanoa pero con la novedad de hacerlo sin que nada del pasado se interponga con alguna analogía, es decir, él quería saber si la mente podría utilizar el presente sin estar ligada al pasado. 110 ¿Por qué quería Eben Alb llevar a cabo la experiencia de ubicar a la mente en el presente, desligándola totalmente del pasado? Tal vez quería que se diera una situación parecida a cuando la consciencia, en la época de su despertar, sentía el mundo sin ningún registro anterior en la mente... Quería descubrir de nuevo aquello que en el lejano pasado le hizo creer al hombre en una existencia exterior de Dios... Quería saber si los sentidos físicos eran capaces de proyectar y establecer en el exterior lo que ellos percibían en el interior... Quería Eben Alb demostrarse que la ilusión de los sentidos crearon la fantasía de transferir al exterior lo que el hombre lleva dentro de sí, ubicando a Dios allá afuera, con lo que lograba alejarlo cada vez más de su intimidad. Por eso le había pedido a Jotanoa que lo ayudara a visualizar una mente sin pasado. Le dijo que se viera a sí mismo en un presente extendido en todas las direcciones, tratando de borrar lo que él sienta venido del fondo de la historia. —Piensa —le dijo Eben Alb— que tu mente no tiene historia, que en ella no hay nada grabado, que está sola por empezar aquí y ahora a registrar las nuevas experiencias que los sentidos físicos le transmitan... Y que al abrir los ojos, tu vas a ver por primera vez ese mundo de afuera, que por primera vez vas a oír los sonidos y los ruidos de ese mundo externo a tu vida, que tu olfato podrá oler por primera vez el aire cargado de aromas y otros olores, que el tacto va a tocar y acariciar por primera vez la piel del mundo, sintiendo que será nuevo para ti tocar la corteza de los árboles o de la roca, que por primera vez vas a sumergir tus manos en el agua, que para ti será nuevo rozar, apretar y presionar durezas y blanduras, que por primera vez vas a saborear los frutos de la tierra, lo cocido, lo asado, lo crudo y lo quemado... Y luego será nuevo para tus ojos y demás sentidos que el misterio de lo desconocido ya no atemoriza ni amenaza con supersticiones y que nada de lo escondido en la sabiduría de la vida será objeto de una veneración inútil... ¿Cuánto tiempo pasó para que llegara al momento de lo que deseaba Eben Alb?... No lo sabemos. Como en su imperio invisible no existe la dimensión del tiempo según el concepto físico, sólo podemos decir o, más bien, repetir lo que Eben Alb le transmitió después de haber logrado Jotanoa, a medias, a medias, dejar sin pasado a la mente. Lo que Eben Alb le dijo era, en realidad, un mensaje del que se puede sacar más de una interpretación. De su contenido se podrá elegir lo que cada ser humano necesite. —¡La vida —comenzó a decir— vive del idilio eterno con su propia naturaleza! ¡La naturaleza universal nos contiene a todos sin que nada ni nadie 111 quede fuera de su refugio de amor! ¡Cada uno de nosotros lleva dentro de sí la misma vida que vive del idilio eterno con su propia naturaleza! Luego de una pausa continuó: —Del mencionado idilio, cuando el mismo tiene la autenticidad de la unión del ser interno con el ser externo, o sea, cuando el hombre interno y el hombre externo deciden unirse, nace el amor como expresión universal del idilio. De nosotros depende, entonces, de que el amor sea el que nos conduzca y nos lleve de la mano, como si fuéramos los discípulos que aspiran a ser los futuros Hijos de Dios, del Dios que habita en la luz inmaculada de nuestra Alma. No es afuera donde la vida religiosa tiene a ese Dios de tantas creencias, sino dentro de cada ser humano. De lo íntimo de la espiritualidad nos llega la actitud religiosa de nuestra sensibilidad para que busquemos dentro lo que no hemos de hallar afuera. Tampoco la religión se encuentra afuera, donde ninguna consciencia del mundo externo adora, reza, ruega ni expresa misericordia, caridad, bondad, etc... Nada del mundo de afuera se pertenece a sí mismo cuando el universo lo abarca todo. Sólo el hombre se pertenece a sí mismo por ser propiedad del Dios que lleva adentro. Por ser propiedad del Dios que lleva dentro, el hombre se hace responsable ante el idilio eterno de utilizar en común las riquezas de la tierra y se hace custodio de la distribución equitativa. Todo lo que el hombre externo le ha negado a su semejante, se lo ha negado a su propia felicidad, se lo ha negado al Dios que lleva dentro de sí mismo. Por último, en un desahogo de emoción, le dijo: —¡Aún hay tiempo de ser los Hijos de Dios para que los Hijos del Hombre conozcan la felicidad de una vida que los haga vivir el idilio eterno con su propia naturaleza! Valle de Tulum 5 de marzo de 1995 112 INDICE INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................ 3 CAPITULO I ..................................................................................................................................... 4 EL REGRESO Y ALGO MÁS ................................................................................................................... 4 LA FIGURA ENCLENQUE ....................................................................................................................... 6 LA HERMANDAD DE LOS PROFETAS ................................................................................................ 17 CAPITULO II ................................................................................................................................. 30 EL CAMINO ABIERTO .......................................................................................................................... 30 EL VIEJO Y LAS ESTRELLAS .............................................................................................................. 34 JOTANOA Y LA MADRE ILEGAL ........................................................................................................ 45 CAPITULO III ............................................................................................................................... 57 LAS IDEAS.............................................................................................................................................. 57 LAS AVENTURAS ................................................................................................................................. 61 PRIMERA AVENTURA .......................................................................................................................... 62 SEGUNDA AVENTURA......................................................................................................................... 77 CAPITULO IV .............................................................................................................................. 89 LA LEY DEL RETORNO ........................................................................................................................ 89 INTRODUCCIÓN AL RITUAL DE ADMISIÓN .................................................................................... 92 LA HERMANDAD DE LOS PROFETAS ANÓNIMOS .......................................................................... 95 SUGERENCIAS PREVIAS...................................................................................................................... 97 EL RECUERDO DE VOLVER .............................................................................................................. 101 EL RITUAL ........................................................................................................................................... 102 PALABRAS FINALES........................................................................................................................... 107 113