Violencia machista, la lacra que no cesa. En lo que va de año, hay 48 mujeres muertas a manos de sus parejas o exparejas. Los casos de violencia machista se dan en todas las provincias, en todos estratos sociales, en todas las nacionalidades que habitan el país, en todas las edades. Los noticiarios están llenos de anécdotas que arrojan aun más oscuridad a las cifras, ya de por sí, oscuras. Casos en los que se ven afectados también los niños, hijos de la víctima o de la pareja; otros en los que no había denuncias previas; aquellos en los que los jueces habían denegado medidas de protección para la víctima. El trasunto de todos ellos es el mismo: una concepción machista de la relación de pareja basada en la desigualdad por razón de género. La Ley Integral contra la Violencia de Género aprobada en 2004 pretendía poner coto a esta sangría social. Más de 10 años después, las organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres siguen demandando la apertura de suficientes juzgados especializados en los asuntos de violencia de género, además de la efectiva utilización de las medidas de protección recogidas en la ley, a todas luces, insuficientes en estos momentos. La muerte de solo una mujer por violencia de género es un problema social de primera magnitud. Y tan solo es la punta del iceberg. Lo que no sale en las noticias son los cientos de situaciones de violencia de género que sufren muchas mujeres a lo largo del tiempo. Violencia física, psicológica, presión sobre los menores, asfixia en el medio social y familiar. El síndrome de la mujer maltratada (ese miedo cerval que le impide tomar las riendas de su vida y la obliga de facto a plegarse a una espiral angustiosa de la que cree imposible poder salir) atenaza a las personas individuales y adormece a la sociedad, que aun hoy, no es suficientemente consciente de que la violencia de género es estructural en esta organización social que considera la desigualdad entre géneros como algo “natural”. Bien es cierto que la sociedad actual ha dejado de considerar la violencia de género como algo interno al mundo de la pareja en el que no hay que meterse. Hoy día la violencia contra las mujeres se considera lo que es: un problema social al que debe responder toda la sociedad. Sin embargo, y contradictoriamente, se incrementan las situaciones de violencia dentro de las parejas jóvenes. Aumentan las situaciones de control, aumentan los casos de violencia física entre parejas adolescentes, las mujeres jóvenes tienen dificultad para detectar las alertas de desigualdad… es decir: los factores del machismo patriarcal, lejos de desaparecer, se reproducen y se perpetúan en generaciones que han nacido ya bajo los auspicios de la lucha por los derechos de las mujeres protagonizada por sus mayores. La persistencia de micromachismos en la sociedad, la desigualdad creciente entre los jóvenes, el incremento de violencias machistas entre los adolescentes son una llamada de atención a toda la sociedad pero, sobre todo, a una de las instituciones básicas del sistema social: la escuela. Se hace más necesario que nunca que la igualdad entre géneros y la prevención de la violencia contra las mujeres sean ejes vertebradotes de la educación y se incluyan en el currículo oficial que se enseña y se aprende en nuestros centros educativos. El pasado sábado, 7 de noviembre, Madrid acogió la Marcha Estatal contra las Violencias Machistas, con la que organizaciones de defensa de los derechos de las mujeres, sindicatos y partidos políticos demandaban instrumentos de fomento de la igualdad social y laboral de las mujeres y medidas efectivas de protección contra todas las violencias machistas que son claras violaciones de los derechos humanos. Son violencias de género (violencias, en plural). El maltrato en el seno de la pareja y en el ámbito familia, la discriminación salarial y laboral, la trata de personas, la prostitución,… situaciones en las que la desigualdad de género tiene como consecuencia el menosprecio por la vida, la libertad y los derechos de las mujeres. Por la única razón de su sexo y de su género. La sociedad en general (con el movimiento feminista al frente) se ha movilizado para demandar a los poderes públicos una mayor implicación contra esta lacra que es la violencia contra las mujeres. Toledo, noviembre 2015 Juan José González Rodríguez