La nueva disputa por la Nación Álvaro Bracamonte Sierra* En el libro La disputa por la Nación de Rolando Cordera y Carlos Tello se dibuja la encrucijada que enfrentaba la Nación a principios de los años ochenta en materia de modernización económica y normalización democrática. Los autores resumen en dos alternativas esa disyuntiva: por un lado estaba el proyecto neoliberal y por otro el nacionalista. Aquél pretendía superar el ineficiente funcionamiento de la economía introduciendo cambios inspirados en el mercado. Los nacionalistas pensaban que el futuro requería un Estado fuerte que invirtiera en educación, distribuyera el ingreso y consolidara el mercado interno como ancla del crecimiento. A la distancia no debe haber duda de que el ganador fue el primero; precisamente sobre eso tema habló Cordera en su reciente visita a El Colegio de Sonora; entre otras cosas planteó que Miguel de la Madrid (1982-1988) originalmente no tenía en mente una modernización neoliberal; a su juicio, ese modelo fue imponiéndose debido a las urgencias financieras derivadas del sismo del 19 de septiembre de 1985, del derrumbe de los precios del petróleo y de la secular incapacidad para sortear el déficit del sector externo mismo que se agudizaba con el excesivo servicio de la deuda externa. En esas circunstancias, una reestructuración productiva basada en una agresiva desregulación era atractiva, pues al menos en teoría los rezagos se superarían con sólo dejar que el mercado funcionara. De la Madrid era un político conservador que rápidamente adoptó el neoliberalismo abandonando la impronta keynesiana-nacionalista seguida hasta entonces. Fue en ese tiempo que López Portillo señaló que él había sido el último presidente de la Revolución; quizá tenía razón, pues en adelante la agenda revolucionaria fue desdibujándose paulatinamente. El afianzamiento del nuevo modelo llegó tras la controvertida elección de Salinas de Gortari (1988-1994). Formado en reconocidas escuelas de EU, este mandatario avanzó sustancialmente en la transformación de la economía mexicana, proceso que se mantuvo en los siguientes sexenios. La elección de 1988 fue la arena donde se expresó con nitidez la disputa por la Nación. Los priistas nacionalistas alertados del cambio de rumbo presionaron para que no se abandonaran los compromisos de la Revolución y de que se democratizara la designación del abanderado tricolor. La renuncia de Cárdenas y de Muñoz Ledo al PRI y la posterior candidatura a la presidencia del primero fue el epílogo de dichas desavenencias. La mayoría de los analistas coinciden en que Cárdenas fue despojado de la victoria. La pregunta es qué habría pasado si efectivamente se respeta el mandato de las urnas y Cárdenas hubiera sido ungido presidente de todos los mexicanos ¿Se habría restaurado el nacionalismo o bien seguiría el cauce de modernización seguido hasta ese año? Al respecto, es interesante considerar que independientemente del origen del nuevo mandatario era un despropósito cerrar los ojos a una realidad que se imponía a escala planetaria: la economía mundial experimentaba una reestructuración basada en el mercado cuya inspiración fue lo que tiempo después se conoció como el Consenso de Washington. Los gobiernos de todos los países del mundo no escaparon al influjo de ese ideario conservador. De hecho, en 1981 el socialista F. Mitterrand, recién elegido presidente de Francia, aplicó, a contrapelo de sus antiguas creencias, un esquema de reorganización económica claramente neoliberal. Creo que el eventual gobierno cardenista no hubiera modificado mucho el tipo de modernización económica que proponían los organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial. En la actualidad, el modelo neoliberal ha mostrado severas grietas y graves limitaciones. Son casi 25 años de hegemonía, por lo que es factible afirmar, sin riesgo de equivocarse, que no estamos mejor que antes. La devastadora crisis que azota a la economía mundial está barriendo con los pilares del neoliberalismo y posibilitando la recuperación de las viejas directrices de la economía basada en una robusta participación del Estado. En esas condiciones, el programa de rescate norteamericano impulsado por Obama no se diferencia mucho de los formulados antes del predominio casi monopólico de los neoliberales. La restauración del keynesianismo y en el caso de México del proyecto nacionalista se vislumbra como la única opción frente a la derrota cultural e histórica del neoliberalismo. A pesar de que el calderonismo es un gobierno conservador, fiel al credo neoliberal, es obvio suponer que no podrá mitigar los estragos de la contracción productiva sin considerar la agenda económica del modelo nacionalista. Cerca de tres décadas después, la disputa por la Nación vuelve a repetirse pero ahora los momios tienen como favorito a otro. *Profesor-investigador del Centro de Estudios de América del Norte de El Colegio de Sonora, abraca@colson.edu.mx