Más de la mitad del día -mínimo ocho horas diarias- las personas están en el trabajo, por lo que este lugar se vuelve como un segundo hogar para ellos, donde los compañeros se transforman, incluso, en confidentes. Sin embargo, la experiencia indica que este espacio también es el propicio para que afloren sentimientos negativos -como rivalidad, celos, envidia o competitividad- entre los distintos profesionales, lo que causa situaciones que pueden complicar el día a día en el trabajo. Los celos y la envidia son más comunes y frecuentes de lo que pensamos y aparecen sin que seamos conscientes de ello. Las consecuencias para la organización son nefastas y una de las principales causas de malestar en los entornos laborales, sobre todo, cuando son persistentes y generalizados. Pueden ser la causa de rupturas de relaciones profesionales, dar problemas de concentración, moobing o aislamiento, provocar alteraciones en el desempeño, desmotivación, bloqueos, sabotajes, angustia, absentismo laboral, ansiedad, resentimiento, estrés, falta de compromiso, ambientes tóxicos, rivalidades, más chismes, menos colaboración, menor creatividad y pérdida de productividad laboral. Son situaciones muy delicadas e inciden directamente en el clima laboral. Afortunadamente las podemos llegar a identificar y aprovechar como grandes experiencias de vida que nos permitirán crecer a nivel personal y profesional, siempre y cuando las personas encargadas de liderar el equipo, lo afronten con delicadeza y firmeza desde la comprensión, el apoyo y el sentido común. Curiosamente los celos y la envidia no se muestran inmediatamente, lo habitual es que se vayan almacenando en forma de rencor. Este resentimiento se nutre de la búsqueda de fallos en el otro, para poder hablar mal o justificarse ante sí mismo, lo que mantiene al sujeto en un rol de víctima, que a su vez genera más resentimiento. El rencor almacenado se puede expresar también boicoteando el trabajo de los compañeros. Podríamos decir que la envidia es la suma de rabia por no poseer lo que el otro tiene, miedo de que esto disminuya nuestra propia valía ante los demás, tristeza por la pérdida que esto comporte y ansia por desear lo que no se posee. La rivalidad o envidia laboral tiene objetivos específicos, generalmente acompañados de varios argumentos en su defensa, que lo respaldan para actuar de esa manera confrontadora. Esos objetivos pueden ir desde una ridiculización entre compañeros de trabajo para buscar la desaprobación del personaje, hasta empañar su imagen, con miras a sobresalir y lograr un posible asenso laboral. . Ahora bien, la rivalidad que se establezca entre uno y otro puede caracterizarse por ser una rivalidad tranquila, pacífica, que jamás se excede ni lleva las consecuencias más allá de la causa en sí, o en su defecto, si traspasar los límites y terminar por convertirse en una disputa seria, grave, que pueda afectar la estabilidad emocional de una de las partes o hasta desencadenar alguna secuela física grave como resultado de una pelea motivada por la misma rivalidad. La envidia o los celos por el éxito profesional son sentimientos más comunes de lo que parecen, por lo que es recomendable ser cauteloso en el trato con los compañeros de trabajo, así como tener precaución de no disminuir los logros o no poner obstáculos para el óptimo desempeño de los demás. En algunos casos, los celos y la envidia aparecen por situaciones verdaderamente injustas, como por ejemplo, en las empresas en que la mujer lucha todavía por una posición de igualdad respecto al hombre, surgiendo un sinnúmero de situaciones que provocan graves, y a veces sutiles, pero no por eso menos injustos, agravios comparativos. Existe otro tipo de celos o envidias relacionados con las instituciones públicas: Los celos institucionales, que pueden llevar a la duplicación, triplicación o más, de departamentos o funciones, con el enorme costo que representa para los contribuyentes. Muy a menudo se ha visto como desde las instituciones públicas, los celos y las envidias determinan la creación de departamentos, consejerías, o ministerios que replican funciones para que estos sentimientos queden enterrados. Hay directivos que no pueden soportar verse rodeados de colaboradores que los superen, que sean más inteligentes o talentosos que ellos. Temen perder su trabajo o verse superados o suplantados por ellos. En estos casos pueden realizar acciones muy deplorables como: apropiarse de los logros de sus colaboradores, apartarlos, denigrarlos, frenar su ascenso, ignorarlos o incluso criticarlos y maltratarlos, llevándolos a situaciones de moobing. Infortunadamente, este hecho es demasiado frecuente y las consecuencias muy dolorosas para aquellos que sufren los celos y la envidia de sus propios superiores. Estos son solo pocos ejemplos de las múltiples situaciones que de este tipo se pueden presentar en las organizaciones en general. Lo importante no es que existan o no dentro de la empresa, sino el saber cómo combatirlas a tiempo, antes de que sean un riesgo materializado en la institución. Hablando se entiende la gente La comunicación es la primera solución. Un conflicto laboral no suele surgir porque sí, la desorganización, un problema de gestión o los malentendidos son síntomas de que algo va mal. Permanece atento y actúa en cuanto aparezcan signos de alarma. Una conversación cara a cara con las personas involucradas puede contribuir a prevenir la crisis. Lo mejor es hacer juntos un diagnóstico de la situación, escuchando los motivos y quejas de cada cual y exponiendo los tuyos. Para esto, averigua los reproches subyacentes, considéralos con objetividad, luego, idea soluciones para que cada cual pueda retomar la marcha con unas bases sólidas. Controla tus emociones Si te sientes agredido de forma injustificada por un compañero o un superior, la primera reacción será defenderse. Cuando a uno lo provocan, insultan o denigran, se tiende instintivamente a devolver el ataque, pero una espiral de violencia sólo servirá para acabar de envenenar una situación ya de por sí delicada. Para salir del atolladero, lo principal es atenerse a los hechos sin entrar en consideraciones afectivas. Las demostraciones emotivas no conducen a ninguna parte, por lo que conviene controlar las emociones. Cuando sientas que estás a punto de perder los estribos, interioriza tu enfado. De algún modo, no se trata más que de la consabida técnica de «morderse la lengua» tantas veces como haga falta. Respira y pregúntate si tu enfado merece realmente la pena o si acaso no va a hacer que el ambiente acabe de cargarse más aún de lo que está. Sé asertivo, pero con tacto La idea es hallar una justa media que deje satisfecho a ambas partes del conflicto. No se trata de renunciar a tus opiniones, sino de admitir que otros puedan tener un punto de vista distinto. Adopta una actitud constructiva con las personas con quienes estés en conflicto y dales la oportunidad de expresarse con claridad. Algunas actitudes pueden cortar por lo sano cuando la situación empieza a envenenarse. No hay que subestimar nunca a la persona que tengas enfrente, ni darle la impresión de que menosprecias lo que está diciendo. Vuelve a expresar con tus palabras lo que ha dicho, para comprobar si la has entendido bien o no. Tranquilízala, háblale con calma. Sé educado, pero firme. Aprende a esquivar Si resulta que tu personalidad es totalmente incompatible con la de algún compañero, opta por evitar. Si no están obligados a trabajar juntos, es mejor limitar el contacto a lo estrictamente necesario y guardar siempre los modales. Si cabe la posibilidad, también puedes solicitar que te cambien de oficina o dependencia. Así podrás ahorrarte esa energía y emplearla en combates más fructuosos. Recurre a un mediador Si el conflicto se sale de cauce y resulta imposible cualquier negociación, recurre a un tercero, objetivo e imparcial. Puede ser alguien de la empresa, un delegado de personal, por ejemplo. No hay que olvidar que cada vez más empresas recurren a profesionales especializados en la gestión de conflictos entre colaboradores. Esta solución tiene la ventaja de poner a las partes en cuestión frente a la misma situación, pero en una esfera imparcial. Así tomarán conciencia y se plantearán las preguntas apropiadas, desarrollando el sentido de la responsabilidad y, en suma, encontrando ellas mismas una solución al problema. Dos consejos útiles para prevenir los conflictos: No juzgar Juzgar a alguien, aunque sea con una sola frase, puede crear un conflicto. Para no caer en juicios, hay que ser conciso y atenerse única y exclusivamente a los hechos. Además, los juicios suelen venir encubiertos en los sentimientos. Cuando uno dice «me siento agobiado por mi jefe», no está simplemente expresando una sensación, sino que atribuye su agobio a su jefe. Y eso sólo alimenta el conflicto, porque le está descargando la culpa a alguien. Al decir «Me siento intranquilo y desorientado con todo este trabajo», se está expresando una sensación de verdad, que producirá más empatía e identificación en el prójimo. Expresa tus necesidades Será más fácil para los demás responder a tu necesidad con empatía si te expresas con tacto. Por ejemplo, si un compañero se toma demasiadas familiaridades con su vocabulario, no le digas que es grosero, sino más bien algo como «necesito más respeto en nuestro diálogo». TOMADO DE: http://consejos-empleo.monster.es/en-el-puesto-de-trabajo/asuntos-del-puesto-de-trabajo/saber-gestionar-losconflictos-laborales/article.aspx http://www.definicionabc.com/general/rivalidad.php http://www.coachingparadirectivos.com/2013/03/celos-y-envidia-en-el-trabajo/