¿Cuándo debemos tomar LA COMUNIÓN ? por Herbert W. Armstrong H OY EN DÍA muchas iglesias observan la ordenanza sagrada de la «Comunión» o «Santa Cena» — más apropiadamente llamada «Pascua» — en maneras y a tiempos muy diferentes. Una iglesia afirma que el pan y el vino se transforman literalmente en el cuerpo y la sangre de Cristo; algunas toman esta «Santa Cena» una vez cada mes, por la mañana, en tanto que otras la realizan cuatro veces al año, y por la noche. Pero, ¿cuál es el modo correcto — el que sanciona la Biblia — de llevar a cabo este rito? No hay más que una vía para recobrar la verdad clara al respecto: esto es, poner aparte nuestras suposiciones y tradiciones y entonces, sin prejuicios, diligentemente escudriñar las Escrituras, el único testimonio de lo que Dios ha ordenado que hagamos (véase Hch. 17:11). La primera cena. Vamos a examinar los pasajes que muestran la institución de esta importante ordenanza. Para comenzar, leamos las palabras de Lucas: «Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. ... Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama» (Lc. 22:14, 19-20). Observe que «cuando era la hora» Jesús se sentó a la mesa junto con sus discípulos. ¿La hora para qué? La hora en que se acostumbraba celebrar la cena anual de la Pascua, cuyo origen se remontaba hasta el tiempo en que el pueblo de Israel salió de Egipto; o más específicamente, cuando el Eterno pasó por alto las casas de los israelitas, preservando así la vida de sus primogénitos (Éxodo 12). La cena pascual tradicional consistía, entre otras cosas, en una oveja o cabra asada al fuego, hierbas amargas, una especie de salsa hecha de almendras, manzanas y, vino, una copa de agua salada, pan ázimo y vino tinto. Se acostumbraba, además, recitar o cantar un salmo al final de la cena (Mt. 26:30). Después de la parte principal de la cena, Jesús se valió del pan y del vino que tradicionalmente acompañaban dicha cena para instituir una ordenanza que representaría ante sus discípulos, y, ante los cristianos de todos los tiempos, la profundísima verdad acerca de su sufrimiento y muerte; tribulación iniciada por la traición de Judas en esa misma noche. De manera que hubo un tiempo preciso, una hora definida, cuando Él instituyó los símbolos espirituales del pan y del vino, dándonos así un ejemplo específico. Pero, ¿por qué razón mandó observar este rito? Según dijo Él: «haced esto en memoria de mí» (Lc. 22:19). En otras palabras, fue un memorial para que recordáramos su muerte. Cristo instituyó estos símbolos en aquella trágica noche, la víspera de su muerte. Mateo 26:26 dice así: « Y mientras comían» Jesús tomó el pan, el vino y ordenó lo que ha venido a conocerse como la «Comunión» o «Santa Cena». Mas, ¿qué era lo que ellos comían? ¡La Pascua precisamente! En Mateo 26:2 leemos: «Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y, el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado». Jesús sabía que su tiempo había llegado. Él mismo fue nuestra Pascua sacrificado por nosotros (1 Corintios 5:7). El primer día de la fiesta de los panes sin levadura vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua?» (Mt. 26:17). Después de la puesta del sol (Ios días empezaban a la puesta del sol), Jesús se reunió con sus discípulos (Mt. 26:20; Mr. 14:17). «Y mientras comían, tomó Jesús pan y bendijo, y lo partió y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; este es mi cuerpo. Y tomando la copa, habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados» ( Mt. 26:26-28). Así, vemos que fue en la noche de su última cena pascual que Jesús introdujo la llamada «Cena del Señor» o «Comunión». Para entender la relación que existe entre la Pascua del Antiguo y Nuevo Testamentos, vamos a hacer un breve repaso de los acontecimientos que tuvieron lugar en torno a aquella primera Pascua en Egipto. La ordenanza bajo el Antiguo Pacto. La Pascua original marcó el éxodo (la salida) de los hijos de Israel de Egipto. Dios había derramado las plagas sobre Egipto para inducir a faraón a que dejara salir a los israelitas. Usted lo hallará descrito en el capítulo 12 de Éxodo. El día 10 del primer mes (el año sagrado empezaba cerca del equinoccio primaveral, no en medio del invierno) ordenó que tomaran un cordero sin mancha o defecto, el cual representaba a Cristo, el Cordero de Dios. Este cordero se guardó hasta el día catorce del primer mes, abib, cuando lo mataron «entre las dos tardes» (ver. 6). Jesús nos puso un ejemplo, y al observar esta ordenanza sagrada en el mismo tiempo en que Él la observó — el mismo tiempo que la Pascua ha de celebrarse siempre — continuamos recordando su muerte, anualmente, en el aniversario de su crucifixión. Este es el acontecimiento más solemne y sagrado del año. Tan pronto como el cordero fue muerto, los israelitas untaron el dintel y los dos postes de las puertas de sus casas con la sangre de dicho animal; luego, asaron el cordero y lo comieron de prisa. A la medianoche Dios pasó por la tierra de Egipto dando muerte a todos los primogénitos; mas, tal como les había prometido a los israelitas, no hirió a ninguno de los primogénitos que se encontraban en las casas «protegidas» con aquella sangre. Por siete días el único pan que se les permitió comer estaba hecho sin levadura. El catorce del primer mes, abib, fue la Pascua, y el quince fue un día santo (Éx. 12:15-16 y Nm. 28:16-18-25). El decimoquinto fue el primer día de los siete días de Panes sin Levadura, y el séptimo de estos, el 21 de abib, también fue un día santo o un sábado anual. El cordero fue inmolado por la tarde a la puesta del Sol (Dt. 16:6), y se comió el mismo día catorce (Lv. 23:5-6) Ahora, note Éxodo 12:17,24 donde se indica que la Pascua fue instituida como estatuto perpetuo. Aunque es perpetuo, hemos visto que durante su última celebración de la Pascua, Jesús cambió el modo de observar este estatuto. Ya no matamos un cordero, puesto que el Cordero de Dios fue sacrificado de una vez por todas. En cambio, comemos el pan ázimo que simboliza su cuerpo lacerado, y tomamos el vino que representa su sangre derramada, como una conmemoración del supremo sacrificio de nuestro redentor. ¿Cuántas veces al año debemos tomar la Pascua? Ahora, note usted Éxodo 13:10, que habla de los días de Panes sin Levadura: «Por tanto, tú guardarás este rito en su tiempo de año en año». Debemos observarla una vez por año. Por la noche, después que el sol se ha puesto, al principio del 14 de abib. Jesús nos puso un ejemplo (1 P. 2:21), observándola a este tiempo fijado, una vez al año (Lc. 2:41-42). La ordenanza de humildad. Al describir la institución de la ordenanza Neotestamentaria de la Pascua, Mateo, Marcos y Lucas describen la participación del pan y del vino; pero Juan relata otra parte de esta ceremonia. Después de la cena pascual, Jesús tomó una toalla y comenzó a lavar los pies de los discípulos (Jn. 13:4-5). Cuando les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis» (Jn. 13:12-15). Mucha gente hoy no quiere humillarse a lavar los pies de su prójimo. Algunos disputan que Jesús les mandó solamente a los discípulos lavarse los pies los unos a los otros; aunque sí admiten que fue un mandato para ellos. Muy bien, leamos Mateo 28:19-20: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; ense- ñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». De manera que ellos habrían de enseñarnos a observar todas las cosas que Cristo les mandó. Y recuerde que con Dios no hay acepción de personas (Dt. 10:17; Hch. 10:34). Observada una vez al año en la iglesia apostólica. Ahora note 1 Corintios 5:7-8: «porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad». Pablo da instrucción respecto a la Pascua en el capítulo undécimo de 1 Corintios. Algunas personas interpretan el versículo 26 de esta manera: «tomadla tantas veces como os plazca»; pero la Biblia no dice esto, antes bien: «todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga». Dice «todas las veces» que la observéis, «la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga». Y mandó Jesús, «haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí». Lo hacemos en memoria de la muerte del Señor; y conmemoraciones de ocasiones importantes siempre son observadas anualmente — una vez por año en el preciso aniversario del acontecimiento que se conmemora. Así es, por ejemplo, con la fiesta de independencia de un país. Jesús instituyó esta nueva ordenanza en la víspera de su muerte. Era el día catorce de abib, en el calendario hebreo. Él mismo fue nuestra Pascua, sacrificado por nosotros exactamente al mismo día del año en que siempre se inmolaban los corderos pascuales! Como la Pascua del Antiguo Testamento conmemoraba la liberación de los israelitas de Egipto, tipo de pecado, la «Santa Cena» del Nuevo Testamento — continuación de la Pascua con nuevos símbolos — conmemora la muerte de Jesús y nuestra liberación del pecado. Inmediatamente después de la cena, Jesús y sus discípulos se fueron a Getsemaní, donde Judas Iscariote condujo a la turba que prendió a Jesús y lo llevó para ser crucificado durante la parte diurna de ese mismo día 14 de abib. Jesús nos puso un ejemplo, y al observar esta ordenanza sagrada en el mismo tiempo en que Él la observó — el mismo tiempo que la Pascua ha de celebrarse para siempre — continuamos recordando su muerte, anualmente, en el aniversario de su crucifixión. Este es el acontecimiento más solemne y sagrado del año. Fíjese en los versículos 27 y 29 de 1 Corintios 11. Aquí no se habla de si un cristiano puede hacerse verdaderamente digno de tomar la Pascua; antes bien se refiere a la manera en que la observa. Tomarla indignamente es tomarla en una forma equivocada. Si los israelitas en Egipto hubieran observado la primera Pascua en cualquier otro tiempo, a excepción del tiempo exacto señalado por Dios, hubieran sufrido la plaga. Si comprendiendo la verdad al respecto, participamos de esta ordenanza tan sagrada en cualquier otro tiempo y no el indicado por la Biblia, lo haremos indignamente y para nuestra condenación. Tomar el pan y el vino sin aceptar verdaderamente el cuerpo y la sangre de Cristo con todo el corazón y con toda comprensión de su significado espiritual, es tomarla indignamente y para condenación. ¡Observémosla, pues, dignamente! Ejemplo de la iglesia del primer siglo. La Iglesia de Dios durante el primer siglo estuvo bajo la dirección de Ios apóstoles originales y continuó observando esta ordenanza solemne una vez al año en tiempo fijo. Los días de los Panes sin Levadura eran observados aún por el apóstol Pablo. Encontramos en Hechos 20:6 la siguiente frase inspirada: «Y nosotros, pasados los días de los panes sin Levadura, navegamos de Filipos, y en cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde nos quedamos siete días». Fíjese ahora en Hechos 12:3, donde el Espíritu Santo inspiró estas palabras, para indicar al lector en qué época del año tuvo lugar la historia correspondiente: «... Eran entonces los días de los panes sin levadura». Estas palabras no habrían tenido sentido si estos días hubieran sido rechazados por los cristianos y si eran solamente guardados por los judíos quienes habían repudiado a Cristo. Por el testimonio de dos o tres testigos se establece una cosa. Nótese un tercer texto, Hechos 12:4: «... y se proponía sacarle al pueblo después de la pascua». Esto aconteció unos diez años después del establecimiento de la Iglesia Neotestamentaria. ¿Qué quiere decir «partir el pan»? Algunas iglesias afirman que Hechos 20:7 quiere decir, «Tomad la cena santa o comunión todos los domingos por la mañana». Pero leamos bien lo que dice: «El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan... ». Nótese primero el versículo 6. Esto era poco tiempo después de los días de Panes sin Levadura, cuando la Pascua ya había sido tomada. Pablo estaba predicando un sermón de despedida en Troas, listo para irse a la salida del sol. ¿Cuándo estaba predicando Pablo? No era domingo por la mañana, sino la parte del día que es llamado en la actualidad sábado por la noche (vers. 7); nótese que había muchas lámparas en el salón donde estaban reunidos (vers. 8). Pero era después de la medianoche cuando partieron el pan. ¿Por qué lo hicieron en aquella hora, acaso fue por establecer o seguir un rito religioso de «Partir el pan»? No, lo hicieron sencillamente porque tenían hambre. Concretamente, comieron una comida (vers. 11 ). «Partir el pan» no se refiere a la Pascua, como algunos creen; de hecho nunca se usa así en el Nuevo Testamento. Fíjese en Hechos 27:34-35: «Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud;... Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer». Otra vez en Hechos 2:46: «... y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría». Aquí los apóstoles estaban «partiendo el pan» diariamente, lo cual consistía en comer o cenar juntos. No obstante, Pablo nos dice en cuanto a la celebración de la Pascua, que si comemos con el fin de satisfacer el hambre en la mesa del Señor, lo hacemos para nuestra condenación. «Si alguno tuviere hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio» (1 Co. 11:34). En los días de los apóstoles, «partir el pan» era un modismo usado para indicar «comer una comida», mismo que aún se acostumbra en varios países hoy en día. Si desea estudiar más a fondo los ocho pasajes Neotestamentarios en los cuales se hace mención del «primer día de la semana», sírvase leer el capítulo séptimo de nuestro folleto ¿Cuál es el día de reposo cristiano? No vacile en solicitar su ejemplar gratuito de dicha publicación si aún no lo ha hecho. Así pues, volvamos a «la fe que ha sido una vez dada a los santos» (Jud. 3). Vamos a observar esta ordenanza sagrada con humildad como la Biblia nos manda y en la hora correcta: a la puesta del sol del día catorce del primer mes (abib) del calendario hebreo. El año sagrado siempre empieza cerca del equinoccio primaveral cuando la luna nueva primeramente se hace visible en Jerusalén. El calendario usado por los judíos de hoy es correcto; pero entienda que «en el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es del Eterno. Y a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura al Eterno; siete días comeréis panes sin levadura» (Lv. 23:56). Los judíos ya no observan la Pascua en el día catorce: ellos observan la fiesta — una noche después de la Pascua, en el quince de abib. El tiempo apropiado para la observancia de la Pascua es después de la puesta del sol cuando se inaugura el día catorce del mes de abib — una vez al I.D.D. Chile año. LA PASCUA DE LOS JUDÍOS. Cuando Dios dio a los israelitas la ley de matar y comer la Pascua en el día 14 de nisán (Éxodo 12), no les dijo que mataran el cordero en la tarde y finalmente lo asaran y se lo comieran después de la puesta del sol al iniciarse el día 15 — después de que hubiese terminado el día de la Pascua. (Recuerde que un día en la Biblia se calcula desde la puesta del sol de manera que comprende, en este orden, una noche y un día — véanse Lv. 23:32; Gn. 1 :5, 8, 13.) Él les dijo: «En el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es del Eterno. Y a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura... » (Lv. 23:5-6). Por siglos los judíos han considerado como la misma ceremonia el comer el cordero y la Fiesta de los Panes Sin Levadura (¿pero cómo podría ser la «Fiesta de los Panes Sin Levadura» si es la fiesta del «cordero»?) Así, han confundido las dos festividades, observándolas como una sola. Pero resulta evidente, del propio ejemplo de Jesucristo y su «última cena», que el tiempo originalmente ordenado para sacrificar el cordero era temprano, al principio del día 14 como lo expresa Éxodo 12:6: «entre las dos tardes» — durante el crepúsculo. Como el Dios del Antiguo Testamento, Cristo, sabía de antemano que habría de cambiar los símbolos de la Pascua por los del pan y el vino, y Él sabía bien a qué hora y en qué día quería que ello tuviese lugar. Por tanto Él dijo a los israelitas que sacrificaran el cordero en la tarde, pusieran su sangre en los dinteles de las puertas, asaran al cordero y se lo comieran, permaneciendo dentro de sus casas hasta la mañana (Éx. 12:6-8, 22). ¿Por qué? Porque únicamente aquellos primogénitos humanos que estuviesen dentro de las casas marcadas y protegidas serían preservados de la muerte a la medianoche. El Señor habría de «pasar por alto» o «pasar sobre» aquellas casas — a la medianoche, aún en la parte nocturna del día de 24 horas — y ese «pasar sobre» habría de dar al día 14 su nombre de «Pascua» (versículos 12-13, 23, 29). Y si Dios no hubiese «pasado por alto» las casas de los israelitas sino hasta la porción nocturna del día 15, ese día — el 15 — habría sido la Pascua, y no el 14. Si los israelitas hubiesen sacrificado y consumido el cordero pascual a la misma hora del día en que Ilegaron a hacerlo después los judíos, ¡sus I.D.D. Chile primogénitos no se habrían salvado!