LA MULATA BLASA DÍAZ Y SUS ESCLAVOS: ALGUNAS APROXIMACIONES SOBRE LA DINÁMICA COTIDIANA DE LA ESCLAVITUD URBANA, SANTIAGO DE CHILE (1680 – 1750) Claudio Moisés Ogass Bilbao• Aspectos preliminares: origen, metodología, objetivos y proposiciones La presente ponencia surgió como parte de una investigación mayor sobre el rol de la ‘población de origen africano’1 como agente dinamizador de la economía urbana de Santiago de Chile entre 1680 y 1730. Como un ejercicio de investigación preliminar, me interesa indagar el desarrollo de la ‘esclavitud urbana’2 y la dinámica cotidiana de la relación amo-esclavo durante este periodo, puesto que considero que muchas de las prácticas laborales desplegadas tanto por amos como esclavos no sólo modelaron las formas en que se ejercía la dominación, sino que, también, contribuyeron a conformar una imagen de anomia social, económica y política que fue clave en la aparición de un miedo generalizado por parte de la élite hacia la plebe insolente o la canalla insolentada, a medida que avanzaba el siglo XVIII. Su amplio y creciente dominio del espacio público y el comercio callejero –junto con las consecuencias que eso conlleva– habría provocado pánico en las autoridades y habría sido percibido, paulatinamente, como un “problema” que amenazaba con transformarse en el total descalabro del cuerpo social3. A diferencia de lo que creyó y postuló la historiografía chilena tradicional hasta mediados del siglo XX, los negros y sus descendientes –africanos y criollos o libres y esclavos– cumplieron un rol activo tanto en la construcción de sus propias vidas como de la sociedad en la que les tocó Alumno de Magíster en Historia de la Universidad de Chile y miembro del Grupo de Investigación Independiente Chile Negro, dedicado a investigar el proceso de “desaparición de los negros en Chile” en el siglo XIX. Correo electrónico: cm.ogass.bilbao@gmail.com 1 Prefiero utilizar la frase ‘población de origen africano’ para referirme a los negros y sus mezclas y evitar, así, el uso del término ‘afrodescendiente’ que denota, evoca y apela a una unidad e identidad cultural presente que no tiene una base histórica con el pasado. No quiero significar a un grupo coherente ni homogéneo. Se trató de un conglomerado que desarrolló internamente sus propias jerarquías y contradicciones, lo que habría provocado su atomización. 2 Utilizo esta definición de manera operativa y por convención lingüística. Mi idea es diferenciarla de lo que se entiende por ‘esclavitud de plantación’ sin olvidar las interacciones e interrelaciones que mantuvieron los esclavos con otras zonas que hoy consideramos como ‘rurales’, pero que pertenecían a la jurisdicción de la ciudad indiana: chácaras y estancias. Santiago en esa época era una “agro-villa”. 3 LEÓN, Leonardo. La gesta innoble. (Manuscrito inédito, 2004). 1 vivir4. Ese rol protagónico en el funcionamiento y mantención de la economía urbana aún no ha sido reconocido ni investigado por los historiadores que indagan esta temática desde 20005. A manera de hipótesis, considero que la ‘población de origen africano’ participó en y estimuló los circuitos productivos y mercantiles en cuatro aspectos: a) Varios esclavos no sólo desarrollaron labores domésticas, sino que prestaron sus servicios en las chácaras, estancias y haciendas de sus propietarios en las temporadas claves del calendario agropecuario y vitivinicola: matanza de animales, siembra, cosecha y vendimia. Y, en ese deambular, algunos habrían conectado esos productos (o sus derivados) con el mercado urbano; b) Otros esclavos fueron la base de un proceso de acumulación monetaria a escala producto de dos mecanismos de flexibilidad laboral que ensayaron, generalmente, los amos más modestos para rentabilizar la mano de obra: el arriendo de los esclavos a terceros y, también, el permiso y/u obligación para ejercer funciones fuera del ámbito doméstico a cambio del pago de una retribución monetaria o, bien, de los gastos de mantención equivalentes; c) como la manumisión no habría significado romper los lazos de dependencia abruptamente, una gran mayoría de los ‘libertos’ y los ‘libres’ de origen africano dependieron de un trabajo para su mantención diaria. Entonces, se generó una dura competencia por insertarse en la estructura laboral que contribuyó a dinamizar el mercado del trabajo y de los bienes urbanos; y d) finalmente, varios ‘libres’ de color –¡e, incluso, ex esclavos!– participaron como distribuidores menores y marginales en la trata negrera. Más aún, luego del abaratamiento de precios producidos 4 Diego Barros Arana fue uno de los primeros historiadores chilenos en minimizar el aporte de los negros en la historia nacional. Según él, “dominados por un despotismo que debía mantenerlos en el más abyecto embrutecimiento, los negros sabían buscarse sus distracciones en fiestas y borracheras y en juegos de azar”. BARROS ARANA, Diego. Historia general del Reino de Chile. Tomo 3. Santiago de Chile: Editorial Sudamericana, 2000, p. 100. Más influyente ha sido la imagen historiográfica heredada por Francisco Antonio Encina, responsable de la amnesia actual sobre este grupo a nivel académico y educativo-curricular. Según él, “Chile fue para la sangre negra una vasija rota: por la vía de las neumonías y de la tuberculosis se eliminaba la que trasponía los Andes o llegaba por los puertos”. ENCINA, Francisco Antonio. Historia de Chile: desde la prehistoria hasta 1891. Santiago de Chile: Editorial Nascimiento, 1944, p. 56. 5 ANDAUR GÓMEZ, Gabriela. “De las clasificaciones étnicas a las relaciones interétnicas. La Cofradía de Nuestra Señora de la Candelaria del Convento de San Agustín. Santiago de Chile, siglo XVII”. En Siegrist, Nora y Rosal, Miguel Ángel. Uniones interétnicas en Hispanoamérica. Fuentes, avances y contenidos de la cuestión: siglos XVIIXIX”. Buenos Aires: Mnemosyne, 2010, pp. 87 – 107. CONTRERAS, Hugo. “Las milicias de pardos y morenos libres de Santiago de Chile en el siglo XVIII, 1760 – 1800”, Cuadernos de Historia de la Universidad de Chile, (25): 93 – 117, marzo, 2006. GONZÁLEZ, Carolina. “Subordinaciones y resistencias de la servidumbre esclava: El caso del negro Antonio (Santiago de Chile, 1776-68)”, Cuadernos de Historia de la Universidad de Chile, Nº 25, Santiago, 2006, p. 123. DE RAMÓN, Emma. “Artífices negros, mulatos y pardos en Santiago de Chile: siglos XVI y XVII”, Cuadernos de Historia de la Universidad de Chile, (25): 59 – 82, marzo, 2006. CUSSEN, Celia. Huellas de África en América: Perspectivas para Chile. Santiago de Chile: Editorial Sudamericana/Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile 2009. 2 por la re-apertura cordillerana al tráfico con el Tratado de Utrecht de 1713, firmado entre España e Inglaterra. El proceso de elaboración de estas hipótesis se produjo, principalmente, producto de la revisión, foja por foja, de los 90 volúmenes de protocolos notariales del Fondo de Escribanos de Santiago que conforman el periodo que oscila entre 1690 y 1715. Con el afán de adquirir una visión más completa sobre mi objeto de investigación, amplié la búsqueda hacia los archivos parroquiales y judiciales: exploré las partidas de bautismo de la Parroquia de El Sagrario (que comprende la traza urbana histórica de la ciudad de Santiago de Chile) entre 1698 – 1720 y, también, indagué algunos juicios de la Real Audiencia y Capitanía General dentro de esas coordenadas temporales. Fue en esa búsqueda que encontré diversos documentos sobre Blasa Díaz: una mulata que nació esclava en el Perú, y que, una vez liberta, se asentó a vivir en Santiago de Chile. Si bien existirían indicios de que estaba en Santiago de Chile en 1705, las principales “apariciones documentales” de Blasa Díaz se concentran en el periodo 1724 – 1738. Durante esos años, esta mujer soltera y “parda libre” o “mulata” –dependiendo de quien la registrara– estampó diversos episodios biográficos en diferentes escribanías y parroquias. Además, tras su muerte, dos nietos limeños –Casimira y Joseph Noé Urdañeguis– iniciaron un juicio ante la Real Audiencia de Santiago, exigiendo la herencia forzosa de los 136 bienes enumerados en su inventario y, también, obligando a diversos fiadores santiaguinos a presentar boletas de reconocimientos de deudas. Reuniendo estos fragmentos dispersos –testamentos, codicilios, cartas de venta, boletas, cartas de libertad y donaciones, entre otros– reconstruí el “itinerario biográfico documental” de Blasa Díaz. Es decir, fue posible obtener información sobre su vida en distintos pasajes claves de su existencia. Esta mulata desarrolló diversos negocios para asegurar su subsistencia y, además, fue dueña de varios esclavos, a quienes administró a su discreción: compró, donó, trocó, vendió, hipotecó, liberó (en bautismos, cartas de libertad y testamentos) y asentó de manera discrecional. Como ex esclava que se transforma en propietaria y como participante marginal de la trata, la vida de Blasa Díaz es de una gran complejidad y tensiona lo que entendemos tradicionalmente como una sociedad colonial. Las posibilidades de análisis y las preguntas que surgen son muchísimas. Más todavía, cuando los documentos abundan y –como veremos más adelante– los testimonios se contradicen. Entonces, sólo nos concentraremos en las diferentes prácticas administrativas que utilizó esta mulata liberta hacia sus distintos esclavos. En ese sentido, esta 3 ponencia se constituye como una investigación en andamiaje de la cual pretendo adelantar algunas hipótesis y conclusiones. Tres son los objetivos que pretendo abarcar y cumplir en esta oportunidad. El primero es demostrar la necesidad de recurrir al entrecruzamiento de fuentes –parroquiales, notariales y judiciales– antes de elaborar conclusiones apresuradas en una investigación histórica. El segundo es –utilizando precisamente esta metodología– mostrar algunas encrucijadas investigativas que se le presentan al historiador. Por último, pretendo describir, analizar y proponer algunas hipótesis sobre la dinámica cotidiana de la relación amo-esclavo en una sociedad con esclavitud urbana como la de Santiago de Chile durante los primeros cincuenta años del siglo XVIII. Aunque es posible analizar diversos fenómenos nos centraremos en tres: 1) la imposibilidad de clasificar la ‘esclavitud urbana’ en polos de benignidad/malignidad y la necesidad de comprenderla como una relación dinámica, cambiante y sujeta a momentos de angustia y, también, de satisfacciones; 2) la inexistencia de un ‘sistema de dominación’ compacto, coherente, homogéneo y unívoco. Si bien los propietarios cuentan con mecanismos para neutralizar la autonomía y la racionalidad de los esclavos –el control, la vigilancia, la coerción y la violencia–, no todos tienen conocimiento cabal de la existencia de estas herramientas y de las posibilidades de su utilización6; y 3) la inestabilidad de los estatus jurídicos coloniales (‘libre’, ‘liberto’ y ‘esclavo’). La interpretación que propongo no es totalmente nueva ni enteramente mía. Los largos vacíos investigativos sobre la ‘población de origen africano’ en Chile han obligado a quienes nos interesamos en esta temática a buscar, constantemente, referentes fuera del país, principalmente en la historiografía peruana7. Muchos de mis postulados se basarán en lo que ya han planteado y corroborado esos autores para Lima. También, me he beneficiado con algunas ideas de ponencias surgidas en los anteriores Encontros Escravidão e Liberdade: principalmente, las de Márcio de 6 En este punto específico, me baso en algunas consideraciones del historiador Gabriel Salazar –con quien tengo una enorme deuda intelectual–, cuando analiza el proceso de sometimiento laboral de una nación y la formación colonial de la clase trabajadora. SALAZAR, Gabriel. Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX. Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2000, p. 21. 7 BOWSER, Frederick. El esclavo africano en el Perú colonial (1524 – 1650). México: Siglo Veintiuno Editores, 1977. TRAZEGNIES, Fernando de. Ciriaco de Urtecho: Litigante por Amor. Reflexiones sobre la polivalencia táctica del razonamiento jurídico. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1981. HÜNEFELDT, Christine Hünefeldt. Paying the price of freedom. Family and labor among Lima’s slaves. 1800 – 1854. California: University of California Press, 1994. AGUIRRE, Carlos. Agentes de su propia libertad: los esclavos de Lima y la desintegración de la esclavitud. 1821 – 1854. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1995. JOUVE MARTIN, José Ramón. Esclavos de la ciudad letrada. Esclavitud, escritura y colonialismo en Lima (1650 – 1700). Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 2005. 4 Sousa Soares8 y Carlos Engemann 9. A pesar del evidente atraso historiográfico chileno, considero que es interesante sopesar hasta qué punto se extendieron algunos fenómenos relativos a la esclavitud urbana en una sociedad colonial marginal y periférica del Imperio español. Así nos ponemos a la vanguardia y allanamos el camino a eventuales estudios comparativos en el futuro. Veamos, entonces, algunas características de Santiago y Lima coloniales, los escenarios en que se desarrolló esta historia. La relación amo-esclavo en sociedades con esclavitud urbana: Lima y Santiago de Chile Hace varias décadas que los esclavos abandonaron su calidad de muertos sociales 10. Alejándose de los estudios que conceptualizaban la esclavitud como una relación social de dominación y destacaban la calidad del esclavo como un objeto de propiedad, varios autores latinoamericanos han venido demostrando la capacidad imaginativa y creativa que tuvieron algunos esclavos para transformar la ‘dominación’ en oportunidades para conseguir mejoras en sus condiciones cotidianas de vida11. Como sugiere David Brion Davis: “el estatus del esclavo y su condición pudieron variar a través de una extensa gama de derechos, poderes y protecciones” 12. En varias zonas, existieron esclavos privilegiados con propiedades y otros que controlaron parte de su tiempo y su trabajo, manteniendo, incluso, una economía propia. Se concluyó, así, que fue una institución histórica: varió en el espacio y el tiempo. A diferencia de la esclavitud de plantación, la urbana manifestó varias particularidades y diferencias. Rolando Mellafe planteó que un alto porcentaje de esclavos fue comprado por razones suntuarias y de ostentación públicas, conformando una “esclavitud improductiva” 13. Sin embargo, una modalidad frecuente entre los amos y amas fue comprar esclavos para arrendar su trabajo por años, meses o días14. Frederick Bowser, para el caso de Lima entre 1600 – 1650, también comprobó 8 SOARES, Marcio de Sousa. “‘Para Nunca Mais ser Chamado ao Cativerio’: escravidão, desonra e poder no ato de alforria”. IV Encontro Escravidão e Liberdade no Brasil Meridional. Curitiba: 2009. Disponible en: <http://www.labhstc.ufsc.br/ivencontro/pdfs/comunicacoes/MarcioSoares.pdf>. Acceso: 15/marzo/2011. 9 ENGEMANN, Carlos. “Reflexões acerca de alguns elementos constitutivos da sociedade esclavista no Brasil”. II Encontro Escravidao e Liberdade no Brasil Meriodinal, Porto Alegre. Disponible en: <http://www.labhstc.ufsc.br/poa2005/14.pdf>. Acceso en: 20/marzo/2011. 10 PATTERSON, Orlando. Slavery and social death. A comparative study. Cambridge: Harvard University Press, 1982. 11 En Cuba ver: Rebeca Scott, Slave Emancipation in Cuba. The transition to Free Labor. 1860 – 1899, Princeton: Princeton University Press, 1985. En Brasil: Ciro. F. Cardoso, “The Peasant Breach in the Slave System: New Developments in Brazil”, Luzo-Brazilian Review, Nº 25, Vol. I: (1988). En Perú: ver nota nº 7. 12 David Brion Davis, “Introduction: the problem of Slavery” en Stanley L. Engerman y Seymour Drescher, (eds.), A historical guide to World Slavery, Oxford: Oxford University Press, 1998, p. X. 13 MELLAFE, Rolando. La esclavitud en Hispanoamérica. Buenos Aires: Editorial Universitaria, 1984, p. 78. 14 Íbidem, p. 76. 5 esta transformación productiva. Según él, “aún más importante, en términos de beneficio financiero directo, fue el hecho de que muchos propietarios de esclavos urbanos alquilaran a sus esclavos y vivieran de los ingresos resultantes”15. Incluso, el cronista peruano Guamán Poma de Ayala constató la existencia de este recurso y condenó a las mujeres que desarrollaban esta práctica, “quienes, sin temor de Dios ni de las autoridades, maltratan [a los esclavos] y les exigen jornales de ocho y doce y cuatro reales como tributo y no les dan nada de comer ni de vestir”16. Varios amos limeños buscaron y desarrollaron mecanismos de rentabilización de la mano de obra esclava. A diferencia de otros sistemas de trabajo forzoso –como el inquilinaje, el peonaje y/o la encomienda–, el establecimiento de la esclavitud requirió de diversas inversiones, cuyos montos dependían de la forma de abastecimiento: si lo compraba o nacía de una esclava de su posesión. Aunque podía ahorrarse un gasto si el esclavo nacía en su casa, en ambos casos, los amos y amas debían asumir costos de mantención en alimentación, vestuario, salud y evangelización (obligaciones sancionadas por la ley). Por lo mismo, se habría generado un incentivo mayor para buscar tasas de retorno rápidas o, bien, traspasar ese ítem hacia los propios esclavos. Incluso, para obtener mayores ganancias –más aún en el contexto urbano– se requirió que el esclavo estuviese dotado de razón y poseyera una inteligencia mínima. El adiestramiento de sus capacidades de homo sapiens –tanto para capacitarlo en ejecutar labores especializadas o para entender órdenes más simples– fue clave para una buena administración y, por consiguiente, para la obtención de mejores y continuos réditos económicos17. Sin embargo, la dinámica de la relación amo-esclavo no dejó de plantear problemas ni estuvo exenta de fricciones. Como menciona James Scott: Las relaciones de poder son, también, relaciones de resistencia. Una vez establecida, la dominación no persiste su propia inercia. Su ejercicio produce fricciones en la medida en que recurre al uso del poder para extraerles trabajo, bienes, servicios e impuestos a los dominados en contra de su voluntad. Sostenerla, pues, requiere de constantes esfuerzos de consolidación, perpetuación y adaptación 18 En este sentido, considero que, más que un ‘sistema de dominación’, lo que existe son distintos (y –¡por qué no!– contradictorios para los esclavos más perceptivos) estilos de gestión y 15 BOWSER, Frederick. Op. cit., p. 147. POMA DE AYALA, Felipe Guamán. Nueva Crónica y Buen Gobierno: Códex Péruvien Illustré, 3 volúmenes, París: Editorial esp., 1936, p. 707. 17 MEILLASOUX, Claude, Antropología de la esclavitud: el vientre del hierro y el dinero. México DF: Siglo XXI Editores, 1990, pp. 11 – 12. 18 SCOTT, James. Los dominados y el arte de la resistencia, México D.F: Era Ediciones, 2000, p. 71. 16 6 administración de la mano de obra esclava. Si bien los amos poseen herramientas para neutralizar la autonomía de sus esclavos –la violencia, la vigilancia, el control y la coerción– no todos las conocen ni utilizan al unísono ni de forma coherente. Por lo mismo, mantener una relación rentable y extensa en el tiempo habría implicado una política señorial de incentivos, premios y castigos, en la cual la promesa de manumisión funcionó como una herramienta de apoyo extra-coercitivo al poder19. Así, la relación amo-esclavo se presenta con un alto grado de complejidad, en cuanto manifestó no sólo dimensiones económico-sociales sino que, incluso, político-administrativas. Definiendo el Derecho, Fernando de Trazegnies ha manifestado que es “un lugar donde se definen los poderes” o “una etapa de la formación del poder y de su permanente cuestionamiento a través de luchas microscópicas”20. Según él: El Derecho es la batalla misma, una batalla que no termina nunca. Es verdad que en tal batalla hay unos ejércitos más poderosos que otros; pero todos disparan, en todos los bandos hay victorias tácticas, muertos y heridos, los proyectiles cruzan todas las direcciones21 Si bien este historiador utiliza esta definición para otros fines, es completamente idónea para conceptualizar la dinámica cotidiana de la relación amo-esclavo en sociedades con esclavitud urbana, en cuanto no etiqueta ni inmoviliza a los sujetos en “cárceles conceptuales”, sino que permite dar cuenta de la multiplicidad de situaciones de una vida. Es decir, del dinamismo y la transitoriedad de los sujetos sociales. Al igual que Lima, Santiago de Chile también fue escenario de esas “luchas microscópicas”. Un estudio de Jean Paul Zúñiga ha demostrado que entre 1633 y 1644, cerca del 33% de la población de Santiago perteneció a los negros y sus mezclas 22. De ellos, muchos fueron esclavos que no sólo sirvieron a la élite, sino que, también, a los sectores más modestos de la población libre. Según este historiador, durante ese periodo, “el recurso de la mano de obra africana se había generalizado”23. Incluso, casi todas las casas e instituciones coloniales disponían de ellos. Como menciona el autor, “hablar de 430 propietarios en Santiago de los años 1630 implica un recurso casi universal de la población libre a la mano de obra servil” 24. De los dueños, el 70% tenía entre 1 a 4 19 SOARES, Marcio de Sousa, “op. cit" TRAZEGNIES, Fernando de. Op. cit., p. 81 21 Íbidem. 22 ZÚÑIGA, Jean Paul. “Huellas de una ausencia. Auge y evolución de la población africana en Chile: apuntes para una encuesta”, p. 89. En CUSSEN, Celia. Huellas de África en América. Perspectivas para Chile. Santiago de Chile: Ediciones Universitarias/Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, 2009, pp. 81 – 108. 23 Íbidem, p. 89. 24 Íbidem, p. 90. 20 7 esclavos y sólo el 30% restante acaparaba entre 4 y 25 25. Es decir, predominaban los pequeños propietarios. Hacia comienzos del siglo XVIII, el recurso a la mano de obra esclava habría mantenido su importancia. Según la condición jurídica de los habitantes de Santiago, cuyos bautismos fueron registrados en la Parroquia de El Sagrario en 1700, un quinto de la población nació esclava (Ver cuadro Nº1). CUADRO Nº 1 Condición jurídica de los habitantes de Santiago de Chile bautizados en la Parroquia de El Sagrario 1700 LIBRO DE CASTAS Condición Jurídica LIBRO DE ESPAÑOLES TOTAL Cantidad % Cantidad % Cantidad % Libres 91 45,3% 176 100% 267 71% Esclavos Encomendados Manumitidos Indeterminado 81 25 1 3 40,3% 12,4% 0,5% 1,5% 0 0 0 0 0% 0% 0% 0% 81 25 1 3 21% 7% 0% 1% Total 201 100% 176 100% 377 100% Fuente: 377 partidas de bautismos. Españoles: Libro de Bautismos Nº 11, Parroquia de El Sagrario, fs. 121 vta. – 146 vta. Castas: Libro de Bautismos (de Castas) Nº 12, fs. 57 – 86. Además, existió un padrón de propiedad mixto, levemente inclinado hacia las mujeres: 51% de amas y 46% de amos (Ver cuadro Nº2). ¿Por qué es importante este dato? Según estudios anteriores, el 68% de las manumisiones obtenidas por los esclavos de Santiago entre 1698 y 1750 fueron otorgadas por mujeres26. De ellas, casi el 70% eran viudas27. CUADRO Nº2 Género de los propietarios de esclavos en Santiago de Chile 1700 Propietarios Cantidad % Mujeres Hombres Convento o Monasterio 42 38 1 51% 46% 1% 25 Íbidem, p.90. Es posible obtener esas cifras producto de la reelaboración de sus propios datos. OGASS BILBAO, Claudio Moisés. “Por mi precio o mi buen comportamiento: oportunidades y estrategias de manumisión de los esclavos negros y mulatos en Santiago de Chile, 1698 – 1750”, Revista Historia, 42, vol. I, enerojunio 2009: 141 – 184. Disponible en: <http://www.scielo.cl/pdf/historia/v42n1/art04.pdf>. Acceso en: 20/marzo/2011, p. 159. 27 Íbidem, p. 160. 26 8 Indeterminado 1 1% 8228 100% Fuente: 82 partidas de bautismos. Libro de Bautismos (de Castas) Nº 12, fs. 57 – 86. Considero que la distribución de los propietarios según el género es una variable fundamental para conocer los niveles de permeabilidad de un régimen esclavista 29. Hipotéticamente, las viudas, a falta del sustento del cónyuge y exigidas económicamente, habrían tenido mayores incentivos para comprar esclavos y rentabilizarlos con el trabajo a jornal. Esta situación es visible en el juicio por redhibitoria que interpuso el ama Micaela Cuéllar, viuda, por la mulata Manuela. Esta esclava se ocupaba de todos los ministerios de la casa “como es barrer, cocinar, lavar y acarrear agua” y, además, del trabajo “del amasijo y sacarlo a su dispendio por las calles y esquinas de la ciudad”30. En varias ocasiones, su ama la envió a San Francisco del Monte –cerca de Melipilla y a 60 kilómetros al suroeste de Santiago– a vender estos confites y unos cuartillos de aguardiente. En todos los viajes había regresado, “dando buena cuenta de la administración de las especies referidas”31. Excepto una vez, en que le habían dado permiso para ausentarse 4 días, mientras que permaneció por más de 20. ¿Por qué quería devolverla, entonces? Cuéllar confesaba que estaba “intimidada de su condición y recelosa de que haga fuga, dejándome sola y sin otra criada que no la tengo”32. La dependencia del sustento esclavo era tal que habría hecho desconfiar a su ama y preferir invertir el dinero en mano de obra más dócil y segura. Un caso de dependencia extrema, al punto de generar una inversión total de las jerarquías y casi difuminar la barrera entre el ser amo y el ser esclavo, fue el de Juana de Olivares. Viuda, había quedado en la más suma pobreza por exceso de confianza: entregó todas sus posesiones a la Iglesia, a cambio de la promesa de pomposas exequias. Sin bienes ni recursos, tuvo que arrimarse a la ayuda de su ex esclavo. Una de sus cláusulas testamentarias mencionaba: Ítem. Declaro deber a Andrés de Olivares, pardo libre, docientos y treinta y un pesos para el desempeño de diferentes créditos, los cuales me suplió para dicho efecto el susodicho en plata y fuera de lo referido de otras 28 Se mencionan 82 esclavos y no 81 (como aparece en el Cuadro Nº1), puesto que se incluyó el amo del manumitido. Si bien consiguió su libertad en la pila bautismal, nació esclavo y tuvo un amo. 29 En este sentido, no concuerdo con algunos historiadores que postulan que el índice de manumisiones es una variable válida para medir el grado de permeabilidad de un régimen esclavista. En primer lugar, porque no todos los esclavos buscaron la libertad, sino que mejorar su vida dentro de la esclavitud. Porque la esclavitud, dadas ciertas circunstancias, no fue tan incómoda. En segundo lugar, la manumisión, en sí misma, no significó abandonar, inmediatamente, la esclavitud o, bien, una mejora en la calidad de vida. 30 Juicio que sigue Micaela Cuéllar con Cristóbal Rodríguez. Sobre redhibitoria de la venta de la esclava Manuela, mulata. Archivo Histórico Nacional de Chile (En adelante AHNCH), Real Audiencia (En adelante RA), volumen 1447, pieza 2ª, fs. 58 – 119, 1731. 31 Íbidem, fs. 87 – 87 vta. 32 Íbidem, fs. 66 – 66 vta. 9 cantidades que me ha suplido para mis necesidades de vestuario y alimentos que me ha estado dando en más tiempo de catorce años a esta parte como asimismo curándome mis enfermedades y por hallarme al presente en suma pobreza y estar viviendo en su casa de limosna le pido por amor de Dios me perdone33 La participación de las castas en el padrón de propiedad de Santiago, también, contribuyó a complejizar las relaciones amo-esclavo. Aunque no existen datos cuantitativos, Jean Paul Zúñiga documentó en su encuesta que, hacia 1633 – 1644, la morena libre Leonor Sánchez fue dueña de 6 esclavos34. Entre 1700 y 1750, la baja paulatina de precios propiciada por la nueva apertura de la ruta de la Cordillera produjo un mayor acceso a la mano de obra negra. Varios ex esclavos participaran en la compra y venta. En 1734, Margarita Pozo, parda libre, vendía a don Basilio: “una mulata mi esclava nombrada Rosa que será de edad de diez y ocho a diez y nueve años criada y nacida en mi casa hija de Lorenza Díaz mi esclava” 35. En su testamento, Luis de Orta, pardo libre, mencionaba: “por mis bienes una negra nombrada María Josefa, y un negro nombrado Santiago”36. Y esa misma coyuntura fue aprovechada por Blasa Díaz cuando arribó a Santiago. Blasa Díaz: microempresaria popular y ama de piel morena Blasa Díaz se instaló a vivir en Santiago de Chile en el siglo XVIII. La fecha exacta y las circunstancias específicas de su arribo a la Capitanía General son datos que los archivos han querido callar. Tenemos indicios de que el 12 de abril de 1705 habría sido madrina de Manuel, hijo natural de la parda Juana Poveda, esclava de doña Bartolina de Avaria. Allí aparece consignado: “Padrinos: Pedro de Ledesma y Besares y Blasa Diaz, mulata” 37. Sin embargo, la mayor parte de su vida es posible conocerla por medio de dos testamentos elaborados en noviembre de 1737 y octubre de 1738, respectivamente. Frente a escribanos distintos, ejercitó su memoria, recordó datos y detalles de su existencia, produciendo diversas autobiografías. Según su primer testamento de 2 de noviembre de 1737, Blasa Díaz era natural del puerto del “Callamo” (o Callao). Su madre fue la negra María de las Nieves Cabrera y su padre un “desconocido”. No aparecía su casta. Nunca contrajo matrimonio, pero tuvo una relación ilegítima, cuya consecuencia jurídica fue la esclava Basilia Urdañegui, su hija natural. Ella era difunta cuando 33 Testamento de Juana de Olivares. Santiago, 7 de agosto, 1705. AHNCH, Fondo de Escribanos de Santiago (En adelante FES), f. 54 vta. Las cursivas son mías. 34 ZÚÑIGA, Jean Paul, “op. cit.”, p. 92. 35 Venta de Margarita del Pozo, parda libre. Santiago, 9 de diciembre, 1734. AHNCH, FES, volumen 632, f. 285. 36 Testamento de Luis de Orta, pardo libre. Santiago, 8 de junio, 1741. AHNCH, FES, volumen 635, f. 349 vta. 37 Bautismo de Manuel Poveda. Santiago, 12 de abril, 1705, Archivo del Arzobispado de Santiago de Chile (En adelante AAS), Parroquia de El Sagrario, Libro de Bautismos de Españoles, Nº 11, f. 250 vta. 10 Blasa testó, pero murió libre por “los trecientos pesos que di para su libertad” y “dejo por sus nietos a Joseph Noé y Casimira Urdañeguis”38. El segundo testamento lo dictó el 7 de octubre de 1738 ante el escribano Juan Bautista de Borda. Confesaba: “quiero otorgar mi testamento, hallándome con mejor acuerdo, y más bien instruida que lo estuve cuando lo ejecuté el año pasado de setecientos treinta y siete ante don Joseph Álvarez de Henestroza”. Así, en un lapso de un año, mejoró su conocimiento de lo que significaba testar. Algunos datos cambiaron: ahora era “parda libre” y natural de “la ciudad de Los Reyes”. Y, también, otros se agregaron: era hermana de la Cofradía de Copacabana de San Francisco, tenía ropa variada y varios adornos religiosos. Su calidad de cristiana no sólo se demostraba con cuadros y figuras, sino que, además, con obras de caridad. Mencionaba entre sus deudoras: “me debe Rosa Miranda cincuenta pesos que le preste para ayuda de su libertad” 39. Pero así como ayudó a liberar a unos esclavos, ella fue propietaria de otros. Y varios. Entre sus bienes del segundo testamento apuntó: “María Nicolasa; a María Pastoriza; a Catalina; María Antonia; y Melchora negras de distintas edades mis esclavas” 40. Producto de la revisión de algunas partidas bautismales y cartas de libertad anteriores fue posible conocer que, también, fue dueña de Lorenzo y Juana Bernarda, hijos de María Nicolasa. Y de dos negros: José Antonio y Pedro. En este sentido, el testamento se nos presenta como un documento incompleto que no manifiesta todo el potencial de vida de una persona. Poseer esclavos fue un mecanismo usado por libertos de Santiago y otras ciudades hispano y lusoamericanas como Lima, Buenos Aires y Sao Paulo41. Al parecer, la esclavitud fue un régimen tan legitimado por diversos sectores de la sociedad que en el reino de Chile –como en Brasil–, “ni los mismos cautivos resistían su poder de seducción”42. ¿Para qué quería Blasa Díaz estos esclavos? Una simple boleta presentada en el juicio hereditario de 1738 nos permitirá conocer algunos de sus destinos y, también, profundizar en las actividades económicas realizadas por la mulata. Su contenido decía: 38 Primer Testamento de Blasa Díaz. Santiago, 2 de noviembre, 1737. AHNCH, FES, volumen 543, f. 106 vta. Segundo Testamento de Blasa Díaz. Santiago, 7 de octubre, 1738, AHNCH, FES, volumen 659, f. 312 vta. 40 Íbidem, f. 312 vta. 41 Sobre la posesión de esclavos por parte de negros y mulatos libertos en distintas ciudades hispano y luso-americanas, en Lima ver: AGUIRRE, Carlos, op. cit., pp.60-68; LÉVANO, Diego, “De castas y libres. Testamentos de negras, mulatas y zambas en Lima Borbónica, 1740-1790”. Esclavitud y discriminación racial en la historia del Perú. Tomo I. Lima: Instituto Riva-Agüero de la Pontificia Universidad Católica de Perú, 2002, pp. 126-145. En Argentina ver: ROSAL, Miguel Ángel. “Los afroporteños, 1821-1825”. Revista de Indias 224 (2002): 143-172. En Brasil: MATOSSO, Kátia Queiroz. Ser escravo no Brasil. São Paulo: Editorial Brasiliense, 1982. 42 ENGEMANN, Carlos. “op. cit.", p. 2. La traducción es mía. 39 11 Santiago, noviembre 2 de 1738 Señora Blasa Díaz de la Cuadra debe lo siguiente: Por 198 pesos que me quedó debiendo en Lima el año de 728 quando se vino a esta ciudad de que me hizo un vale a pagar a don Joseph de SantoMaria (sic) los cuales son del resto de 422 pesos que importaron 14 fanegas de azúcar con 87 @ que fue en 12 de diciembre de 1725 (…) Por 66 pesos y medio que se afianzó de otra cuenta del año de 1725 de 6 fanegas de azúcar y 20 varas de bayeta Ha de haber la señora Blasa 400 pesos del precio del negro Pedro que es la cantidad en que lo vendió en Lima don Martin de Belayeta a los padres Berlemitas (sic) Debe señora Blasa hasta hoy día de la fecha ciento veinte y cinco pesos y real y medio Lucas de Ibarra43 Blasa Díaz estuvo en dos oportunidades en la ciudad de Los Reyes y desarrolló actividades mercantiles de menudeo: en 1725 y 1728 respectivamente. Además, participó como distribuidora marginal de la trata negrera. Uno de sus negocios consistió en importar esclavos negros africanos desde Buenos Aires, a bajo costo, y enviarlos a Lima para obtener ganancias, como lo hizo con Pedro. Según Gonzalo Vial, los esclavos del tráfico cordillerano se vendían entre 250 y 300 pesos en Santiago44, mientras que ella los ofrecía en Perú a 400. ¡Racional manera de invertir el dinero para aumentarlo! Sus negocios no pararon ahí. En el inventario de sus 136 bienes, se mencionaba que tenía una “puerta de marco que puso a la chichería” 45 y en su segundo testamento decía que dejaba: “en la chichería tres vasos y cuatro tazas de vidrio” 46. ¿Para eso requería el azúcar, entonces? ¿Sólo para elaborar este brebaje? La revisión de su inventario nos otorgará más claves para elaborar una respuesta. Entre los números 103 y el 126, se enumeraron los siguientes: 103. Iten. Una frasquera con quince frascos los dos quebrados (…) 110. Iten. Dos molinillos (…) 112. Iten. Dos fardos de azúcar con catorce @ veinte y quatro libras bruto 113. Iten. Dos botijas de miel (…) 114. Iten. Dos ollas vidriadas que por malas se dieron a sus criadas 115. Iten. Dos cajitas de conserva de membrillo (…) 122. Iten. Cinco bolsas de lona… con diferentes confituras que en bruto pesan tres arrobas y dos libras 123. Iten. Sesenta cartuchos de a medio real de dichos confites (…) 43 Juicio sobre mejor derecho a los bienes quedados por muerte de Blasa Díaz, 1738 – 1741, AHNCH, RA, 143 hojas. VIAL CORREA, Gonzalo. El africano en el Reino de Chile. Ensayo histórico – jurídico. Santiago de Chile: Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica de Chile, 1957, p. 49. 45 Juicio sobre mejor derecho a los bienes quedados por muerte de Blasa Díaz, 1738 – 1741, AHNCH, RA, f. 16. 46 Segundo Testamento de Blasa Díaz. Santiago, 7 de octubre, 1738, AHNCH, FES, volumen 659, f. 312 vta. 44 12 126. Iten. Un cajón que sirve en la chichería sin cerradura con dos argollas y dentro cuatro pesos y medio de dulces los más de miel47 Blasa Díaz no sólo fue propietaria de esclavos, sino que, también, fue dueña de una humilde tecnología confitera. Convertía, entonces, los esclavos negros en azúcar. Y, una vez en su poder, mezclaba ese producto con la harina y producía artesanalmente dulces de miel y membrillo. Por último, su bien nº 30 del inventario era una: “burra aguatera” 48. Además de distribuidora marginal de la trata negrera, microimportadora de azúcar, productora artesanal de dulces y confites, y dueña de una chichera, ¿era aguatera? ¿Cuál era el rol de los esclavos en los negocios de Blasa? ¿Ellos confeccionaban los pasteles y/o salían a la Plaza Mayor a ofrecerlos al público, tal como hacía la mulata Manuela Cuéllar? ¿Ellos le administraban la casa mientras se ausentaba en Lima? ¿Ellos atendían su chichería? La información es tan fragmentaria que no nos permite responder esas inquietudes con certeza. Sabemos algunos datos por la cuenta que presentó Joseph de Pasos, el albacea y tenedor de bienes, cuando enumeró los gastos en que había incurrido desde la muerte de Blasa en 17 de noviembre de 1738 hasta el 23 de abril de 1739, fecha en que todavía no culminaba el juicio hereditario. Según él, había gastado 5 pesos y 4 reales que pagó “a María Candelaria que es la que tenía de chichera la difunta”49. También en su petición para hacer un inventario, mencionaba que dichos bienes “se hallan en la casa de su habitación que tiene alquilada a cargo de sus criadas”50. La vida de Blasa Díaz es “excepcional” en cuanto a que ella es una mujer que rompe con un proceso casi natural para los libertos: su transformación de mano de obra esclava a libre asalariada. También, es una muestra de un proceso de movilidad social exitoso para las alternativas que dejaba una sociedad colonial. Porque, en un entramado que valoraba la jerarquía, se pensaba en estamentos y excluía sobre la base de diversos criterios, dentro de los cuales el color da la piel (más bien, el fenotipo) era uno de los fundamentales, los ascensos fueron pactados, tutelados y supravigilados. ¿Cómo calificar el proceso de vida de Blasa Díaz? Utilizando la definición de “blanqueamiento social” de Celia Cussen, analicé este proceso preliminarmente 51. Esta historiadora 47 Juicio sobre mejor derecho a los bienes quedados por muerte de Blasa Díaz, 1738 – 1741, AHNCH, RA, 1738 – 1741, RA, fs. 15 – 16. Las cursivas son mías. 48 Íbidem, f. 16. 49 Íbidem, f. 55. 50 Íbidem, f. 11. 51 OGASS BILBAO, Claudio Moisés. “Ama de piel morena: el proceso de blanqueamiento de la mulata Blasa Díaz, esclava en Lima y propietaria esclavista en Santiago (1700-1750)”, Revista Humanidades, Nº 17, vol I, Santiago: Universidad Andrés Bello (2008): 67 – 86. Disponible en: http://www.unab.cl/artes-humanidades/doc/17/RH%206786.pdf. Acceso en: 20/marzo/2011. 13 lo define como “el acercamiento a los estratos hispanos de poder a través de un despliegue estratégico de una serie de factores desde la vestimenta hasta la participación en la milicia o la contracción de un matrimonio ventajoso” 52. Para Jean Paul Zúñiga esta opción implicaría una primera etapa de vergüenza étnica 53. Jaime Valenzuela resume esta óptica y plantea que: “el único camino para dejar de ser un ‘inferior’, pues, pasaba por negar su propio origen y dejar de parecer lo que se era. Había que intentar aproximarse –asimilarse, si fuese posible– a los grupos hispanocriollos”54. Sin embargo, ¿por qué Blasa Díaz decide rotularse como “parda libre” en su segundo testamento, aquel en que tenía “mejor acuerdo” (memoria)? ¿Hasta qué punto los libertos o libres que descienden de esclavos se españolizan y se ocultan y/o avergüenzan de su origen? Si bien esto sobrepasa los límites de esta ponencia, considero que ese punto de vista negativo debe ser revisado y necesita nuevas miradas. ¿Por qué no pensar que ese acercamiento hacia los estratos hispanos de poder (blanqueamiento) es posible de realizarse con orgullo y/o con una autoafirmación positiva de su posición de casta? Ambos caminos no debiesen ser contradictorios. Los esclavos de Blasa Díaz: una familia y varios estilos de gestión Dos fueron las familias esclavas que administró Blasa Díaz. La de María Nicolasa y sus hijos María Pastoriza, Juana Bernarda y Lorenzo. Y, también, la de Catalina negra y sus hijas Melchora y María Antonia. En vista del tiempo, sólo me concentraré en la administración de la primera familia. Es la más documentada hasta el momento y, también, la que permite elucubrar varias hipótesis al respecto. Necesitada de dinero para pagar una antigua deuda adquirida con un vecino del Callao, Blasa Díaz decidió donar el 1 de febrero de 1725: “un negrito Lorenzo, mi esclavo, desta cuidad 52 CUSSEN, Celia. “Iconografías de un santo mulato. Lima. Siglos XVII – SVIII”. Cyber Humanitatis 39. Disponible en: http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/ . Acceso en: 15/marzo/2011., p 1. 53 Jean Paul Zuñiga describe el drama que habría representado esta opción: “Porque, y esto debe ser recalcado, es evidente que estas estrategias de blanqueamiento, aun cuando fueran exitosas, no deben hacernos perder de vista las inquietudes y la negación que implicaban de una buena parte de su herencia. La primera etapa de esta ‘verguenza étnica’ era, por ejemplo, la voluntad de los negros criollos, o ladinos en general, de desmarcarse de los bozales”. ZÚÑIGA, Jean Paul. “‘Morena me llaman…’ Exclusión e integración de los afroamericanos en Hispanoamérica: el ejemplo de algunas regiones del Antiguo Virreinato del Perú siglos (XVI-XVIII)”. En Ares Queija, Berta y Stella, Alejandro, (coords.), Negros, Mulatos, Zambaigos. Derroteros Africanos en los mundos ibéricos. Sevilla: CSICEEHA, 2000, p. 12. 54 VALENZUELA MÁRQUEZ, Jaime. Las Liturgias del Poder. Celebraciones públicas y estrategias persuasivas en Chile colonial (1609-1709), Santiago de Chile: Ediciones de la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana / LOM Ediciones, 2001, p. 51. 14 hijo de María Nicolasa, negra, mi esclava el cual es hoy de seis meses de edad […] por el amor y voluntad que tengo al dicho Joseph Matías Delgado y Morales” 55. El compromiso fue que sirviera sólo a su nuevo amo y que no lo donase a otro “salvo si el dicho esclavo saliere de tan malas costumbres que no sea tolerable”56. Quizá nunca encontremos un documento sobre la reacción de la madre cuando supo que su hijo viajaría al Callao. ¿Dolor o conformidad con el sistema? Su hijo, además de persona, era un bien y la misma ambivalencia legal le afectaba. Blasa Díaz declaró, en 1737, o sea 13 años después, que la “negra mi esclava me ha servido legal y fielmente” 57. No habría quedado más camino que mostrar esa faceta públicamente. Doce años después, en 1 de octubre de 1737, se suscitó un problema. El padre del antiguo destinatario viajó a Santiago para avisarle a Blasa Díaz que el cura que bautizó al negrito Lorenzo lo había catalogado como libre. Entonces, como era “perjudicial al dicho Joseph Matías a que la piense pretendiendo la libertad el dicho negrito” y “deseando hacer bien a uno y a otro”, decidió comprar un negro esclavo para cambiarlo por Lorenzo58. Entonces, efectuó un trueque. ¿Cómo se había ejecutado el bautismo del negrito Lorenzo para causar tal confusión? Al mirar distintos documentos, obtenemos distintas respuestas. Hay tres interpretaciones que corresponden al mismo número de fuentes. La partida de bautismo de Lorenzo Díaz –ocurrida en la Parroquia de El Sagrario y fechada el 16 de agosto de 1724– menciona que el cura Francisco Andía Irrarázaval bautizó a “Lorenzo, negro libre, de tres días, hijo de María negra esclava de Blasa Díaz y la liberto su señora”59. Según el documento del trueque, del 1 de octubre de 1737, “inadvertidamente al tiempo del bautismo del dicho negrito se apuntó en el libro de la fe de su bautismo por libre”60. Esta situación nos plantea varias interrogantes: ¿cómo se confeccionaban los documentos en la Parroquia?, ¿cuál era la fuente de información de los párrocos para idear sus criterios de ingreso de datos?, ¿era necesaria la presencia de los amos para validar el bautismo de los esclavos?¿Estuvo presente Blasa Díaz en el ritual del bautismo de Lorenzo? ¿A quién le creemos, finalmente? 55 Donación de Blasa Díaz. Santiago, 1 de febrero, 1725, AHNCH, FES, volumen 522, f. 46 vta. Íbidem. Las cursivas son mías. 57 Primer Testamento de Blasa Díaz. Santiago, 2 de noviembre, 1737. AHNCH, FES, volumen 543, f. 106 vta. 58 Cesión del negrito Lorenzo. Santiago, 31 de octubre, 1737, AHNCH, FES, volumen 543, f. 104 vta. 59 Bautismo de Lorenzo Díaz. Santiago, 16 de agosto, 1724. AAS, Parroquia El Sagrario, Libro de Bautismos (de Castas), Nº 15, f. 95 vta. Las cursivas son mías. 60 Cesión del negrito Lorenzo. Santiago, 31 de octubre, 1737, AHNCH, FES, volumen 543, f. 104 vta. La cursiva es mía 56 15 Al parecer, la negra María Nicolasa tuvo mucho que ver en esta historia. Un tercer documento, elaborado el 31 de octubre de 1737, nos muestra lo que habría ocurrido verdaderamente “detrás de escena”. Según esa fuente, Blasa reconocía que “María Nicolasa, su esclava, en la fe de su bautismo, lo mandó poner por libre con ánimo de ahorrarlo de la sujeción y cautiverio”61. Una acción así hubiese sido causal de violencia disciplinante o, bien, de perder algunos de sus privilegios. Sin embargo, Blasa Díaz no castigó a María Nicolasa. Incluso, otorgó carta de libertad a sus dos hijos, pero de forma condicional. Primero a Juana Bernarda “negrita su esclava de edad de seis años hija de María Nicolasa su esclava por los buenos y leales servicios de su madre y porque la ha criado y le tiene mucho amor y voluntad” 62. Y, también, decidió, de una vez por todas, reconocer la libertad del recién llegado: “para que la goce desde el día del fallecimiento desta otorgante”, ya que “le puede coger la muerte sin haberle hecho la carta de libertad y quedar por esto sujeto a la servidumbre”63. Como las libertades eran condicionales, en su segundo testamento, el de 1738, decidió solicitar favores a sus contactos sociales. En caso de que su muerte llegase “antes que tuviesen competente edad para gobernarse por sí”, su ama prefirió “dejarlos por limitado tiempo a personas de mi satisfacción”64. Como ambos no cumplían la mayoría de edad estipulada por el derecho indiano, Blasa decidió dejar a Lorenzo en poder de don Nicolás Olivos con la intención de que “se sirva educarlo, enseñarlo en la policía cristiana y si posible le fuere aplicarlo a un oficio el que fuere de su gusto para que deste modo asegure al dicho Lorenzo su manutención y no ande vagabundo como suele acaecer a los que de su esfera quedan libres”65. Doña Micaela Mejías, en tanto, sería la encargada de tutelar el crecimiento de Juana Bernarda “hasta que cumpla veinte años de edad para que antes de ella esté sujeta a la susodicha; como así se lo ruego”66. Ahora liberta, Blasa Díaz repetía los miedos que profesaba la élite sobre las personas de color, las mismas desconfianzas y sospechas que alguna vez debieron sentir por ella; esa “esfera” de la cual ella misma formó parte en algún momento y en otro territorio, pero donde se fraguaban las mismas ideas. 61 Carta de libertad a Lorenzo y Juana Bernarda. Santiago, 31 de octubre, 1737, AHNCH, FES, volumen 543, f. 105 vta. Íbidem. Las cursivas son mías 63 Íbidem. Las cursivas son mías. 64 Segundo Testamento de Blasa Díaz. Santiago, 7 de octubre, 1738, AHNCH, FES, volumen 659, f. 312 vta. 65 Íbidem. Las cursivas son mías. . 66 Íbidem. 62 16 ¿Cuál fue el destino de la negra María Nicolasa? En este documento –el segundo testamento de 1738–, Blasa deseó que “sea libre de toda esclavitud y servidumbre por la cantidad de trescientos pesos en que la dejó avaluada; y sino los puede heredar solicite amo a su gusto” 67. Pero, esto se haría efectivo solamente “en el caso de caber esta gracia en el residuo del quinto de mis vienes después de costear mi funeral y entierro”68. Pero, faltaba una de sus hijas: María Pastoriza. Ni en el primero ni en el segundo testamento, Blasa Díaz había hecho mención a ella. Sin embargo, en su primer codicilio, de 5 de octubre de 1738, había recordado una deuda que la agobiaba: debía cancelar a doña Petronila Bustinza 250 pesos. Entonces, le encomendó a su albacea que escogiese de lo mejor de sus bienes para cancelar su monto. Y, además, que “después de pagar se le entregue una negrita nombrada María Pastoriza, hija de la negra María [Nicolasa] por ser mi voluntad la lleve para sí”69. De manera discrecional, Blasa Díaz separó y unió esta familia mediante la donación, la cesión, el trueque y la manumisión. Al parecer, María Nicolasa era la preferida de Blasa Díaz. Con su servicio fiel y constante había logrado que su ama liberara a sus hijos, aunque ambos estarían hasta los 20 y 25 años, respectivamente, sirviendo a otros amos. Por lo menos, tendrían la oportunidad de aprender los resquicios del sistema para insertarse en la sociedad y, quizás, saborear el éxito que tuvo su propia ama. Habría sido una posibilidad. Conclusiones El análisis de la dimensión cotidiana de la relación amo-esclavo en una sociedad con esclavitud urbana como Santiago de Chile nos permite vislumbrarla como una relación económicasocial dinámica, cambiante y en constante proceso de ajuste, elaboración y configuración. La ‘esclavitud’ nunca está quieta ni acabada: es un forcejeo constante en que tanto amo como esclavos buscan beneficios y dividendos diversos. El ejercicio de la ‘dominación’ tampoco es constante ni abrumadoramente unilateral hacia los esclavos, sino que tiene pausas, discontinuidades e incoherencias. Y son esas contradicciones y desniveles los que permiten a los esclavos de apropiarse de espacios de autonomía y decisión. Para los amos, una buena administración de los esclavos no implica sólo percibirlos como mercancías u objetos, sino que reconocerlos como seres humanos racionales con distintas 67 Íbidem. Íbidem. 69 Primer codicilio de Blasa Díaz. Santiago, 5 de octubre, 1738. AHNCH, FES, volumen 659, f. 311. 68 17 características psicológicas. Si bien son instrumentos de producción, una relación rentable a largo plazo no se basa sólo en la mercantilización absoluta, sino que en el mantenimiento de la confianza. Para ello, se debe “disfrazar” el dominio y tener la capacidad de mezclar tanto los castigos como los incentivos. Es decir, ejerciendo y demostrando lo que hoy se llama “liderazgo”. En este sentido, proseguir el análisis sobre el tratamiento de los esclavos tiene una escasa rentabilidad intelectual ¿Cómo clasificar a Blasa Díaz, sin caer en una óptica esencialista y sustancialista? ¿Es “benevolente” o “maligna”? Al parecer, un ama tiene comportamientos diversos con un mismo esclavo a través de su vida (Lorenzo y María Nicolasa, por ejemplo) y diversos esclavos entre sí (Juana Bernarda y Lorenzo fueron asentados, mientras que su hermana María Pastoriza fue utilizada para cancelar una deuda). Se es bondadoso o cruel en relación a. El ultraje y el despojo, junto con el amor y el cariño son elementos constituyentes que se mezclan, yuxtaponen, superponen y/o traslapan. La inclinación de la balanza hacia uno de esos polos dependerá de las posibilidades de ajuste en la relación amo-esclavo. También, pone de manifiesto que la realidad empírica sobrepasa a la realidad documental. Dicho de otro modo, pone de manifiesto los límites de la veracidad del documento por sí mismo. Tomemos el caso de Lorenzo. Si estuviésemos realizando un estudio cuantitativo, su caso engrosaría los datos de los catalogados como “libres”, puesto que su partida de bautismo nos indica esa condición. Sin embargo, compulsando otros testimonios nos enteramos que experimentó prácticas dignas de un ‘esclavo’: fue donado en Lima y trocado, manumitido y asentado en Santiago. Por ende, es recomendable adoptar una mirada interdocumental progresiva para complementar los testimonios de una sola fuente y corregir eventuales errores. En este sentido, la vida de Blasa Díaz –y de cualquier personaje histórico abordado por los historiadores– se nos presentará siempre como incompleta e inacabada. El lector está advertido, entonces, de que cualquier cosa que hayamos dicho aquí no es definitiva ni para siempre: el hallazgo de una nueva fuente podría añadir nuevos datos y –como vimos– reforzar y/o contradecir testimonios encontrados con anterioridad. Por lo tanto, sería deseable indagar sus años limeños: ¿cuántos amos tuvo antes de venir?, ¿qué labores desarrolló en Lima?, ¿cuándo y bajo qué circunstancias obtuvo y/o negoció su libertad?, ¿por qué vino a vivir a Chile?, entre otros. A pesar del entrecruzamiento de fuentes, Blasa Díaz está siempre en fuga. Podríamos plantear que es una “cimarrona documental”: huye y se esconde en legajos, libros parroquiales y protocolos notariales. 18 Bibliografía AGUIRRE, Carlos. Agentes de su propia libertad: los esclavos de Lima y la desintegración de la esclavitud. 1821 – 1854. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1995. BARROS ARANA, Diego. Historia general del Reino de Chile. Tomo 3. 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