la mulata blasa díaz y sus esclavos: algunas aproximaciones sobre

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LA MULATA BLASA DÍAZ Y SUS ESCLAVOS:
ALGUNAS APROXIMACIONES SOBRE LA DINÁMICA COTIDIANA DE
LA ESCLAVITUD URBANA, SANTIAGO DE CHILE (1680 – 1750)
Claudio Moisés Ogass Bilbao•
Aspectos preliminares: origen, metodología, objetivos y proposiciones
La presente ponencia surgió como parte de una investigación mayor sobre el rol de la
‘población de origen africano’1 como agente dinamizador de la economía urbana de Santiago de
Chile entre 1680 y 1730. Como un ejercicio de investigación preliminar, me interesa indagar el
desarrollo de la ‘esclavitud urbana’2 y la dinámica cotidiana de la relación amo-esclavo durante este
periodo, puesto que considero que muchas de las prácticas laborales desplegadas tanto por amos
como esclavos no sólo modelaron las formas en que se ejercía la dominación, sino que, también,
contribuyeron a conformar una imagen de anomia social, económica y política que fue clave en la
aparición de un miedo generalizado por parte de la élite hacia la plebe insolente o la canalla
insolentada, a medida que avanzaba el siglo XVIII. Su amplio y creciente dominio del espacio
público y el comercio callejero –junto con las consecuencias que eso conlleva– habría provocado
pánico en las autoridades y habría sido percibido, paulatinamente, como un “problema” que
amenazaba con transformarse en el total descalabro del cuerpo social3.
A diferencia de lo que creyó y postuló la historiografía chilena tradicional hasta mediados
del siglo XX, los negros y sus descendientes –africanos y criollos o libres y esclavos– cumplieron
un rol activo tanto en la construcción de sus propias vidas como de la sociedad en la que les tocó

Alumno de Magíster en Historia de la Universidad de Chile y miembro del Grupo de Investigación Independiente
Chile Negro, dedicado a investigar el proceso de “desaparición de los negros en Chile” en el siglo XIX.
Correo electrónico: cm.ogass.bilbao@gmail.com
1
Prefiero utilizar la frase ‘población de origen africano’ para referirme a los negros y sus mezclas y evitar, así, el uso
del término ‘afrodescendiente’ que denota, evoca y apela a una unidad e identidad cultural presente que no tiene una
base histórica con el pasado. No quiero significar a un grupo coherente ni homogéneo. Se trató de un conglomerado que
desarrolló internamente sus propias jerarquías y contradicciones, lo que habría provocado su atomización.
2
Utilizo esta definición de manera operativa y por convención lingüística. Mi idea es diferenciarla de lo que se entiende
por ‘esclavitud de plantación’ sin olvidar las interacciones e interrelaciones que mantuvieron los esclavos con otras
zonas que hoy consideramos como ‘rurales’, pero que pertenecían a la jurisdicción de la ciudad indiana: chácaras y
estancias. Santiago en esa época era una “agro-villa”.
3
LEÓN, Leonardo. La gesta innoble. (Manuscrito inédito, 2004).
1
vivir4. Ese rol protagónico en el funcionamiento y mantención de la economía urbana aún no ha
sido reconocido ni investigado por los historiadores que indagan esta temática desde 20005.
A manera de hipótesis, considero que la ‘población de origen africano’ participó en y
estimuló los circuitos productivos y mercantiles en cuatro aspectos:
a) Varios esclavos no sólo desarrollaron labores domésticas, sino que prestaron sus servicios en las
chácaras, estancias y haciendas de sus propietarios en las temporadas claves del calendario
agropecuario y vitivinicola: matanza de animales, siembra, cosecha y vendimia. Y, en ese
deambular, algunos habrían conectado esos productos (o sus derivados) con el mercado urbano;
b) Otros esclavos fueron la base de un proceso de acumulación monetaria a escala producto de dos
mecanismos de flexibilidad laboral que ensayaron, generalmente, los amos más modestos para
rentabilizar la mano de obra: el arriendo de los esclavos a terceros y, también, el permiso y/u
obligación para ejercer funciones fuera del ámbito doméstico a cambio del pago de una retribución
monetaria o, bien, de los gastos de mantención equivalentes;
c) como la manumisión no habría significado romper los lazos de dependencia abruptamente, una
gran mayoría de los ‘libertos’ y los ‘libres’ de origen africano dependieron de un trabajo para su
mantención diaria. Entonces, se generó una dura competencia por insertarse en la estructura laboral
que contribuyó a dinamizar el mercado del trabajo y de los bienes urbanos; y
d) finalmente, varios ‘libres’ de color –¡e, incluso, ex esclavos!– participaron como distribuidores
menores y marginales en la trata negrera. Más aún, luego del abaratamiento de precios producidos
4
Diego Barros Arana fue uno de los primeros historiadores chilenos en minimizar el aporte de los negros en la historia
nacional. Según él, “dominados por un despotismo que debía mantenerlos en el más abyecto embrutecimiento, los
negros sabían buscarse sus distracciones en fiestas y borracheras y en juegos de azar”. BARROS ARANA, Diego.
Historia general del Reino de Chile. Tomo 3. Santiago de Chile: Editorial Sudamericana, 2000, p. 100. Más influyente
ha sido la imagen historiográfica heredada por Francisco Antonio Encina, responsable de la amnesia actual sobre este
grupo a nivel académico y educativo-curricular. Según él, “Chile fue para la sangre negra una vasija rota: por la vía de
las neumonías y de la tuberculosis se eliminaba la que trasponía los Andes o llegaba por los puertos”. ENCINA,
Francisco Antonio. Historia de Chile: desde la prehistoria hasta 1891. Santiago de Chile: Editorial Nascimiento, 1944,
p. 56.
5
ANDAUR GÓMEZ, Gabriela. “De las clasificaciones étnicas a las relaciones interétnicas. La Cofradía de Nuestra
Señora de la Candelaria del Convento de San Agustín. Santiago de Chile, siglo XVII”. En Siegrist, Nora y Rosal,
Miguel Ángel. Uniones interétnicas en Hispanoamérica. Fuentes, avances y contenidos de la cuestión: siglos XVIIXIX”. Buenos Aires: Mnemosyne, 2010, pp. 87 – 107. CONTRERAS, Hugo. “Las milicias de pardos y morenos libres
de Santiago de Chile en el siglo XVIII, 1760 – 1800”, Cuadernos de Historia de la Universidad de Chile, (25): 93 –
117, marzo, 2006. GONZÁLEZ, Carolina. “Subordinaciones y resistencias de la servidumbre esclava: El caso del negro
Antonio (Santiago de Chile, 1776-68)”, Cuadernos de Historia de la Universidad de Chile, Nº 25, Santiago, 2006, p.
123. DE RAMÓN, Emma. “Artífices negros, mulatos y pardos en Santiago de Chile: siglos XVI y XVII”, Cuadernos
de Historia de la Universidad de Chile, (25): 59 – 82, marzo, 2006. CUSSEN, Celia. Huellas de África en América:
Perspectivas para Chile. Santiago de Chile: Editorial Sudamericana/Facultad de Filosofía y Humanidades de la
Universidad de Chile 2009.
2
por la re-apertura cordillerana al tráfico con el Tratado de Utrecht de 1713, firmado entre España e
Inglaterra.
El proceso de elaboración de estas hipótesis se produjo, principalmente, producto de la
revisión, foja por foja, de los 90 volúmenes de protocolos notariales del Fondo de Escribanos de
Santiago que conforman el periodo que oscila entre 1690 y 1715. Con el afán de adquirir una visión
más completa sobre mi objeto de investigación, amplié la búsqueda hacia los archivos parroquiales
y judiciales: exploré las partidas de bautismo de la Parroquia de El Sagrario (que comprende la traza
urbana histórica de la ciudad de Santiago de Chile) entre 1698 – 1720 y, también, indagué algunos
juicios de la Real Audiencia y Capitanía General dentro de esas coordenadas temporales. Fue en esa
búsqueda que encontré diversos documentos sobre Blasa Díaz: una mulata que nació esclava en el
Perú, y que, una vez liberta, se asentó a vivir en Santiago de Chile.
Si bien existirían indicios de que estaba en Santiago de Chile en 1705, las principales
“apariciones documentales” de Blasa Díaz se concentran en el periodo 1724 – 1738. Durante esos
años, esta mujer soltera y “parda libre” o “mulata” –dependiendo de quien la registrara– estampó
diversos episodios biográficos en diferentes escribanías y parroquias. Además, tras su muerte, dos
nietos limeños –Casimira y Joseph Noé Urdañeguis– iniciaron un juicio ante la Real Audiencia de
Santiago, exigiendo la herencia forzosa de los 136 bienes enumerados en su inventario y, también,
obligando a diversos fiadores santiaguinos a presentar boletas de reconocimientos de deudas.
Reuniendo estos fragmentos dispersos –testamentos, codicilios, cartas de venta, boletas,
cartas de libertad y donaciones, entre otros– reconstruí el “itinerario biográfico documental” de
Blasa Díaz. Es decir, fue posible obtener información sobre su vida en distintos pasajes claves de su
existencia. Esta mulata desarrolló diversos negocios para asegurar su subsistencia y, además, fue
dueña de varios esclavos, a quienes administró a su discreción: compró, donó, trocó, vendió,
hipotecó, liberó (en bautismos, cartas de libertad y testamentos) y asentó de manera discrecional.
Como ex esclava que se transforma en propietaria y como participante marginal de la trata,
la vida de Blasa Díaz es de una gran complejidad y tensiona lo que entendemos tradicionalmente
como una sociedad colonial. Las posibilidades de análisis y las preguntas que surgen son
muchísimas. Más todavía, cuando los documentos abundan y –como veremos más adelante– los
testimonios se contradicen. Entonces, sólo nos concentraremos en las diferentes prácticas
administrativas que utilizó esta mulata liberta hacia sus distintos esclavos. En ese sentido, esta
3
ponencia se constituye como una investigación en andamiaje de la cual pretendo adelantar algunas
hipótesis y conclusiones.
Tres son los objetivos que pretendo abarcar y cumplir en esta oportunidad. El primero es
demostrar la necesidad de recurrir al entrecruzamiento de fuentes –parroquiales, notariales y
judiciales– antes de elaborar conclusiones apresuradas en una investigación histórica. El segundo es
–utilizando precisamente esta metodología– mostrar algunas encrucijadas investigativas que se le
presentan al historiador. Por último, pretendo describir, analizar y proponer algunas hipótesis sobre
la dinámica cotidiana de la relación amo-esclavo en una sociedad con esclavitud urbana como la de
Santiago de Chile durante los primeros cincuenta años del siglo XVIII.
Aunque es posible analizar diversos fenómenos nos centraremos en tres: 1) la imposibilidad
de clasificar la ‘esclavitud urbana’ en polos de benignidad/malignidad y la necesidad de
comprenderla como una relación dinámica, cambiante y sujeta a momentos de angustia y, también,
de satisfacciones; 2) la inexistencia de un ‘sistema de dominación’ compacto, coherente,
homogéneo y unívoco. Si bien los propietarios cuentan con mecanismos para neutralizar la
autonomía y la racionalidad de los esclavos –el control, la vigilancia, la coerción y la violencia–, no
todos tienen conocimiento cabal de la existencia de estas herramientas y de las posibilidades de su
utilización6; y 3) la inestabilidad de los estatus jurídicos coloniales (‘libre’, ‘liberto’ y ‘esclavo’).
La interpretación que propongo no es totalmente nueva ni enteramente mía. Los largos
vacíos investigativos sobre la ‘población de origen africano’ en Chile han obligado a quienes nos
interesamos en esta temática a buscar, constantemente, referentes fuera del país, principalmente en
la historiografía peruana7. Muchos de mis postulados se basarán en lo que ya han planteado y
corroborado esos autores para Lima. También, me he beneficiado con algunas ideas de ponencias
surgidas en los anteriores Encontros Escravidão e Liberdade: principalmente, las de Márcio de
6
En este punto específico, me baso en algunas consideraciones del historiador Gabriel Salazar –con quien tengo una
enorme deuda intelectual–, cuando analiza el proceso de sometimiento laboral de una nación y la formación colonial de
la clase trabajadora. SALAZAR, Gabriel. Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad popular
chilena del siglo XIX. Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2000, p. 21.
7
BOWSER, Frederick. El esclavo africano en el Perú colonial (1524 – 1650). México: Siglo Veintiuno Editores, 1977.
TRAZEGNIES, Fernando de. Ciriaco de Urtecho: Litigante por Amor. Reflexiones sobre la polivalencia táctica del
razonamiento jurídico. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1981. HÜNEFELDT,
Christine Hünefeldt. Paying the price of freedom. Family and labor among Lima’s slaves. 1800 – 1854. California:
University of California Press, 1994. AGUIRRE, Carlos. Agentes de su propia libertad: los esclavos de Lima y la
desintegración de la esclavitud. 1821 – 1854. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1995. JOUVE MARTIN,
José Ramón. Esclavos de la ciudad letrada. Esclavitud, escritura y colonialismo en Lima (1650 – 1700). Lima: Instituto
de Estudios Peruanos, 2005.
4
Sousa Soares8 y Carlos Engemann 9. A pesar del evidente atraso historiográfico chileno, considero
que es interesante sopesar hasta qué punto se extendieron algunos fenómenos relativos a la
esclavitud urbana en una sociedad colonial marginal y periférica del Imperio español. Así nos
ponemos a la vanguardia y allanamos el camino a eventuales estudios comparativos en el futuro.
Veamos, entonces, algunas características de Santiago y Lima coloniales, los escenarios en
que se desarrolló esta historia.
La relación amo-esclavo en sociedades con esclavitud urbana: Lima y Santiago de Chile
Hace varias décadas que los esclavos abandonaron su calidad de muertos sociales 10.
Alejándose de los estudios que conceptualizaban la esclavitud como una relación social de
dominación y destacaban la calidad del esclavo como un objeto de propiedad, varios autores
latinoamericanos han venido demostrando la capacidad imaginativa y creativa que tuvieron algunos
esclavos para transformar la ‘dominación’ en oportunidades para conseguir mejoras en sus
condiciones cotidianas de vida11. Como sugiere David Brion Davis: “el estatus del esclavo y su
condición pudieron variar a través de una extensa gama de derechos, poderes y protecciones” 12. En
varias zonas, existieron esclavos privilegiados con propiedades y otros que controlaron parte de su
tiempo y su trabajo, manteniendo, incluso, una economía propia. Se concluyó, así, que fue una
institución histórica: varió en el espacio y el tiempo.
A diferencia de la esclavitud de plantación, la urbana manifestó varias particularidades y
diferencias. Rolando Mellafe planteó que un alto porcentaje de esclavos fue comprado por razones
suntuarias y de ostentación públicas, conformando una “esclavitud improductiva” 13. Sin embargo,
una modalidad frecuente entre los amos y amas fue comprar esclavos para arrendar su trabajo por
años, meses o días14. Frederick Bowser, para el caso de Lima entre 1600 – 1650, también comprobó
8
SOARES, Marcio de Sousa. “‘Para Nunca Mais ser Chamado ao Cativerio’: escravidão, desonra e poder no ato de
alforria”. IV Encontro Escravidão e Liberdade no Brasil Meridional. Curitiba: 2009. Disponible en:
<http://www.labhstc.ufsc.br/ivencontro/pdfs/comunicacoes/MarcioSoares.pdf>. Acceso: 15/marzo/2011.
9
ENGEMANN, Carlos. “Reflexões acerca de alguns elementos constitutivos da sociedade esclavista no Brasil”. II
Encontro
Escravidao
e
Liberdade
no
Brasil
Meriodinal,
Porto
Alegre.
Disponible
en:
<http://www.labhstc.ufsc.br/poa2005/14.pdf>. Acceso en: 20/marzo/2011.
10
PATTERSON, Orlando. Slavery and social death. A comparative study. Cambridge: Harvard University Press, 1982.
11
En Cuba ver: Rebeca Scott, Slave Emancipation in Cuba. The transition to Free Labor. 1860 – 1899, Princeton:
Princeton University Press, 1985. En Brasil: Ciro. F. Cardoso, “The Peasant Breach in the Slave System: New
Developments in Brazil”, Luzo-Brazilian Review, Nº 25, Vol. I: (1988). En Perú: ver nota nº 7.
12
David Brion Davis, “Introduction: the problem of Slavery” en Stanley L. Engerman y Seymour Drescher, (eds.), A
historical guide to World Slavery, Oxford: Oxford University Press, 1998, p. X.
13
MELLAFE, Rolando. La esclavitud en Hispanoamérica. Buenos Aires: Editorial Universitaria, 1984, p. 78.
14
Íbidem, p. 76.
5
esta transformación productiva. Según él, “aún más importante, en términos de beneficio financiero
directo, fue el hecho de que muchos propietarios de esclavos urbanos alquilaran a sus esclavos y
vivieran de los ingresos resultantes”15. Incluso, el cronista peruano Guamán Poma de Ayala constató
la existencia de este recurso y condenó a las mujeres que desarrollaban esta práctica, “quienes, sin
temor de Dios ni de las autoridades, maltratan [a los esclavos] y les exigen jornales de ocho y doce
y cuatro reales como tributo y no les dan nada de comer ni de vestir”16.
Varios amos limeños buscaron y desarrollaron mecanismos de rentabilización de la mano de
obra esclava. A diferencia de otros sistemas de trabajo forzoso –como el inquilinaje, el peonaje y/o
la encomienda–, el establecimiento de la esclavitud requirió de diversas inversiones, cuyos montos
dependían de la forma de abastecimiento: si lo compraba o nacía de una esclava de su posesión.
Aunque podía ahorrarse un gasto si el esclavo nacía en su casa, en ambos casos, los amos y amas
debían asumir costos de mantención en alimentación, vestuario, salud y evangelización
(obligaciones sancionadas por la ley). Por lo mismo, se habría generado un incentivo mayor para
buscar tasas de retorno rápidas o, bien, traspasar ese ítem hacia los propios esclavos.
Incluso, para obtener mayores ganancias –más aún en el contexto urbano– se requirió que el
esclavo estuviese dotado de razón y poseyera una inteligencia mínima. El adiestramiento de sus
capacidades de homo sapiens –tanto para capacitarlo en ejecutar labores especializadas o para
entender órdenes más simples– fue clave para una buena administración y, por consiguiente, para la
obtención de mejores y continuos réditos económicos17.
Sin embargo, la dinámica de la relación amo-esclavo no dejó de plantear problemas ni
estuvo exenta de fricciones. Como menciona James Scott:
Las relaciones de poder son, también, relaciones de resistencia. Una vez establecida, la dominación no persiste
su propia inercia. Su ejercicio produce fricciones en la medida en que recurre al uso del poder para extraerles trabajo,
bienes, servicios e impuestos a los dominados en contra de su voluntad. Sostenerla, pues, requiere de constantes
esfuerzos de consolidación, perpetuación y adaptación 18
En este sentido, considero que, más que un ‘sistema de dominación’, lo que existe son
distintos (y –¡por qué no!– contradictorios para los esclavos más perceptivos) estilos de gestión y
15
BOWSER, Frederick. Op. cit., p. 147.
POMA DE AYALA, Felipe Guamán. Nueva Crónica y Buen Gobierno: Códex Péruvien Illustré, 3 volúmenes, París:
Editorial esp., 1936, p. 707.
17
MEILLASOUX, Claude, Antropología de la esclavitud: el vientre del hierro y el dinero. México DF: Siglo XXI
Editores, 1990, pp. 11 – 12.
18
SCOTT, James. Los dominados y el arte de la resistencia, México D.F: Era Ediciones, 2000, p. 71.
16
6
administración de la mano de obra esclava. Si bien los amos poseen herramientas para neutralizar la
autonomía de sus esclavos –la violencia, la vigilancia, el control y la coerción– no todos las
conocen ni utilizan al unísono ni de forma coherente. Por lo mismo, mantener una relación rentable
y extensa en el tiempo habría implicado una política señorial de incentivos, premios y castigos, en
la cual la promesa de manumisión funcionó como una herramienta de apoyo extra-coercitivo al
poder19. Así, la relación amo-esclavo se presenta con un alto grado de complejidad, en cuanto
manifestó no sólo dimensiones económico-sociales sino que, incluso, político-administrativas.
Definiendo el Derecho, Fernando de Trazegnies ha manifestado que es “un lugar donde se
definen los poderes” o “una etapa de la formación del poder y de su permanente cuestionamiento a
través de luchas microscópicas”20. Según él:
El Derecho es la batalla misma, una batalla que no termina nunca. Es verdad que en tal batalla hay unos
ejércitos más poderosos que otros; pero todos disparan, en todos los bandos hay victorias tácticas, muertos y
heridos, los proyectiles cruzan todas las direcciones21
Si bien este historiador utiliza esta definición para otros fines, es completamente idónea para
conceptualizar la dinámica cotidiana de la relación amo-esclavo en sociedades con esclavitud
urbana, en cuanto no etiqueta ni inmoviliza a los sujetos en “cárceles conceptuales”, sino que
permite dar cuenta de la multiplicidad de situaciones de una vida. Es decir, del dinamismo y la
transitoriedad de los sujetos sociales.
Al igual que Lima, Santiago de Chile también fue escenario de esas “luchas microscópicas”.
Un estudio de Jean Paul Zúñiga ha demostrado que entre 1633 y 1644, cerca del 33% de la
población de Santiago perteneció a los negros y sus mezclas 22. De ellos, muchos fueron esclavos
que no sólo sirvieron a la élite, sino que, también, a los sectores más modestos de la población libre.
Según este historiador, durante ese periodo, “el recurso de la mano de obra africana se había
generalizado”23. Incluso, casi todas las casas e instituciones coloniales disponían de ellos. Como
menciona el autor, “hablar de 430 propietarios en Santiago de los años 1630 implica un recurso casi
universal de la población libre a la mano de obra servil” 24. De los dueños, el 70% tenía entre 1 a 4
19
SOARES, Marcio de Sousa, “op. cit"
TRAZEGNIES, Fernando de. Op. cit., p. 81
21
Íbidem.
22
ZÚÑIGA, Jean Paul. “Huellas de una ausencia. Auge y evolución de la población africana en Chile: apuntes para una
encuesta”, p. 89. En CUSSEN, Celia. Huellas de África en América. Perspectivas para Chile. Santiago de Chile:
Ediciones Universitarias/Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, 2009, pp. 81 – 108.
23
Íbidem, p. 89.
24
Íbidem, p. 90.
20
7
esclavos y sólo el 30% restante acaparaba entre 4 y 25 25. Es decir, predominaban los pequeños
propietarios.
Hacia comienzos del siglo XVIII, el recurso a la mano de obra esclava habría mantenido su
importancia. Según la condición jurídica de los habitantes de Santiago, cuyos bautismos fueron
registrados en la Parroquia de El Sagrario en 1700, un quinto de la población nació esclava (Ver
cuadro Nº1).
CUADRO Nº 1
Condición jurídica de los habitantes de Santiago de Chile bautizados en la Parroquia de El Sagrario
1700
LIBRO DE CASTAS
Condición Jurídica
LIBRO DE ESPAÑOLES
TOTAL
Cantidad
%
Cantidad
%
Cantidad
%
Libres
91
45,3%
176
100%
267
71%
Esclavos
Encomendados
Manumitidos
Indeterminado
81
25
1
3
40,3%
12,4%
0,5%
1,5%
0
0
0
0
0%
0%
0%
0%
81
25
1
3
21%
7%
0%
1%
Total
201
100%
176
100%
377
100%
Fuente: 377 partidas de bautismos. Españoles: Libro de Bautismos Nº 11, Parroquia de El Sagrario, fs. 121
vta. – 146 vta. Castas: Libro de Bautismos (de Castas) Nº 12, fs. 57 – 86.
Además, existió un padrón de propiedad mixto, levemente inclinado hacia las mujeres: 51%
de amas y 46% de amos (Ver cuadro Nº2). ¿Por qué es importante este dato? Según estudios
anteriores, el 68% de las manumisiones obtenidas por los esclavos de Santiago entre 1698 y 1750
fueron otorgadas por mujeres26. De ellas, casi el 70% eran viudas27.
CUADRO Nº2
Género de los propietarios de esclavos en Santiago de Chile
1700
Propietarios
Cantidad
%
Mujeres
Hombres
Convento o Monasterio
42
38
1
51%
46%
1%
25
Íbidem, p.90. Es posible obtener esas cifras producto de la reelaboración de sus propios datos.
OGASS BILBAO, Claudio Moisés. “Por mi precio o mi buen comportamiento: oportunidades y estrategias de
manumisión de los esclavos negros y mulatos en Santiago de Chile, 1698 – 1750”, Revista Historia, 42, vol. I, enerojunio 2009: 141 – 184.
Disponible en: <http://www.scielo.cl/pdf/historia/v42n1/art04.pdf>. Acceso en: 20/marzo/2011, p. 159.
27
Íbidem, p. 160.
26
8
Indeterminado
1
1%
8228
100%
Fuente: 82 partidas de bautismos. Libro de Bautismos (de Castas) Nº 12, fs. 57 – 86.
Considero que la distribución de los propietarios según el género es una variable
fundamental para conocer los niveles de permeabilidad de un régimen esclavista 29. Hipotéticamente,
las viudas, a falta del sustento del cónyuge y exigidas económicamente, habrían tenido mayores
incentivos para comprar esclavos y rentabilizarlos con el trabajo a jornal. Esta situación es visible
en el juicio por redhibitoria que interpuso el ama Micaela Cuéllar, viuda, por la mulata Manuela.
Esta esclava se ocupaba de todos los ministerios de la casa “como es barrer, cocinar, lavar y
acarrear agua” y, además, del trabajo “del amasijo y sacarlo a su dispendio por las calles y esquinas
de la ciudad”30. En varias ocasiones, su ama la envió a San Francisco del Monte –cerca de Melipilla
y a 60 kilómetros al suroeste de Santiago– a vender estos confites y unos cuartillos de aguardiente.
En todos los viajes había regresado, “dando buena cuenta de la administración de las especies
referidas”31. Excepto una vez, en que le habían dado permiso para ausentarse 4 días, mientras que
permaneció por más de 20. ¿Por qué quería devolverla, entonces? Cuéllar confesaba que estaba
“intimidada de su condición y recelosa de que haga fuga, dejándome sola y sin otra criada que no la
tengo”32. La dependencia del sustento esclavo era tal que habría hecho desconfiar a su ama y
preferir invertir el dinero en mano de obra más dócil y segura.
Un caso de dependencia extrema, al punto de generar una inversión total de las jerarquías y
casi difuminar la barrera entre el ser amo y el ser esclavo, fue el de Juana de Olivares. Viuda, había
quedado en la más suma pobreza por exceso de confianza: entregó todas sus posesiones a la Iglesia,
a cambio de la promesa de pomposas exequias. Sin bienes ni recursos, tuvo que arrimarse a la
ayuda de su ex esclavo. Una de sus cláusulas testamentarias mencionaba:
Ítem. Declaro deber a Andrés de Olivares, pardo libre, docientos y treinta y un pesos para el desempeño de
diferentes créditos, los cuales me suplió para dicho efecto el susodicho en plata y fuera de lo referido de otras
28
Se mencionan 82 esclavos y no 81 (como aparece en el Cuadro Nº1), puesto que se incluyó el amo del manumitido. Si
bien consiguió su libertad en la pila bautismal, nació esclavo y tuvo un amo.
29
En este sentido, no concuerdo con algunos historiadores que postulan que el índice de manumisiones es una variable
válida para medir el grado de permeabilidad de un régimen esclavista. En primer lugar, porque no todos los esclavos
buscaron la libertad, sino que mejorar su vida dentro de la esclavitud. Porque la esclavitud, dadas ciertas circunstancias,
no fue tan incómoda. En segundo lugar, la manumisión, en sí misma, no significó abandonar, inmediatamente, la
esclavitud o, bien, una mejora en la calidad de vida.
30
Juicio que sigue Micaela Cuéllar con Cristóbal Rodríguez. Sobre redhibitoria de la venta de la esclava Manuela,
mulata. Archivo Histórico Nacional de Chile (En adelante AHNCH), Real Audiencia (En adelante RA), volumen 1447,
pieza 2ª, fs. 58 – 119, 1731.
31
Íbidem, fs. 87 – 87 vta.
32
Íbidem, fs. 66 – 66 vta.
9
cantidades que me ha suplido para mis necesidades de vestuario y alimentos que me ha estado dando en más
tiempo de catorce años a esta parte como asimismo curándome mis enfermedades y por hallarme al presente
en suma pobreza y estar viviendo en su casa de limosna le pido por amor de Dios me perdone33
La participación de las castas en el padrón de propiedad de Santiago, también, contribuyó a
complejizar las relaciones amo-esclavo. Aunque no existen datos cuantitativos, Jean Paul Zúñiga
documentó en su encuesta que, hacia 1633 – 1644, la morena libre Leonor Sánchez fue dueña de 6
esclavos34. Entre 1700 y 1750, la baja paulatina de precios propiciada por la nueva apertura de la
ruta de la Cordillera produjo un mayor acceso a la mano de obra negra. Varios ex esclavos
participaran en la compra y venta. En 1734, Margarita Pozo, parda libre, vendía a don Basilio: “una
mulata mi esclava nombrada Rosa que será de edad de diez y ocho a diez y nueve años criada y
nacida en mi casa hija de Lorenza Díaz mi esclava” 35. En su testamento, Luis de Orta, pardo libre,
mencionaba: “por mis bienes una negra nombrada María Josefa, y un negro nombrado Santiago”36.
Y esa misma coyuntura fue aprovechada por Blasa Díaz cuando arribó a Santiago.
Blasa Díaz: microempresaria popular y ama de piel morena
Blasa Díaz se instaló a vivir en Santiago de Chile en el siglo XVIII. La fecha exacta y las
circunstancias específicas de su arribo a la Capitanía General son datos que los archivos han
querido callar. Tenemos indicios de que el 12 de abril de 1705 habría sido madrina de Manuel, hijo
natural de la parda Juana Poveda, esclava de doña Bartolina de Avaria. Allí aparece consignado:
“Padrinos: Pedro de Ledesma y Besares y Blasa Diaz, mulata” 37. Sin embargo, la mayor parte de su
vida es posible conocerla por medio de dos testamentos elaborados en noviembre de 1737 y octubre
de 1738, respectivamente. Frente a escribanos distintos, ejercitó su memoria, recordó datos y
detalles de su existencia, produciendo diversas autobiografías.
Según su primer testamento de 2 de noviembre de 1737, Blasa Díaz era natural del puerto
del “Callamo” (o Callao). Su madre fue la negra María de las Nieves Cabrera y su padre un
“desconocido”. No aparecía su casta. Nunca contrajo matrimonio, pero tuvo una relación ilegítima,
cuya consecuencia jurídica fue la esclava Basilia Urdañegui, su hija natural. Ella era difunta cuando
33
Testamento de Juana de Olivares. Santiago, 7 de agosto, 1705. AHNCH, Fondo de Escribanos de Santiago (En
adelante FES), f. 54 vta. Las cursivas son mías.
34
ZÚÑIGA, Jean Paul, “op. cit.”, p. 92.
35
Venta de Margarita del Pozo, parda libre. Santiago, 9 de diciembre, 1734. AHNCH, FES, volumen 632, f. 285.
36
Testamento de Luis de Orta, pardo libre. Santiago, 8 de junio, 1741. AHNCH, FES, volumen 635, f. 349 vta.
37
Bautismo de Manuel Poveda. Santiago, 12 de abril, 1705, Archivo del Arzobispado de Santiago de Chile (En
adelante AAS), Parroquia de El Sagrario, Libro de Bautismos de Españoles, Nº 11, f. 250 vta.
10
Blasa testó, pero murió libre por “los trecientos pesos que di para su libertad” y “dejo por sus nietos
a Joseph Noé y Casimira Urdañeguis”38.
El segundo testamento lo dictó el 7 de octubre de 1738 ante el escribano Juan Bautista de
Borda. Confesaba: “quiero otorgar mi testamento, hallándome con mejor acuerdo, y más bien
instruida que lo estuve cuando lo ejecuté el año pasado de setecientos treinta y siete ante don Joseph
Álvarez de Henestroza”. Así, en un lapso de un año, mejoró su conocimiento de lo que significaba
testar. Algunos datos cambiaron: ahora era “parda libre” y natural de “la ciudad de Los Reyes”. Y,
también, otros se agregaron: era hermana de la Cofradía de Copacabana de San Francisco, tenía
ropa variada y varios adornos religiosos. Su calidad de cristiana no sólo se demostraba con cuadros
y figuras, sino que, además, con obras de caridad. Mencionaba entre sus deudoras: “me debe Rosa
Miranda cincuenta pesos que le preste para ayuda de su libertad” 39.
Pero así como ayudó a liberar a unos esclavos, ella fue propietaria de otros. Y varios. Entre
sus bienes del segundo testamento apuntó: “María Nicolasa; a María Pastoriza; a Catalina; María
Antonia; y Melchora negras de distintas edades mis esclavas” 40. Producto de la revisión de algunas
partidas bautismales y cartas de libertad anteriores fue posible conocer que, también, fue dueña de
Lorenzo y Juana Bernarda, hijos de María Nicolasa. Y de dos negros: José Antonio y Pedro. En este
sentido, el testamento se nos presenta como un documento incompleto que no manifiesta todo el
potencial de vida de una persona.
Poseer esclavos fue un mecanismo usado por libertos de Santiago y otras ciudades hispano y
lusoamericanas como Lima, Buenos Aires y Sao Paulo41. Al parecer, la esclavitud fue un régimen
tan legitimado por diversos sectores de la sociedad que en el reino de Chile –como en Brasil–, “ni
los mismos cautivos resistían su poder de seducción”42. ¿Para qué quería Blasa Díaz estos esclavos?
Una simple boleta presentada en el juicio hereditario de 1738 nos permitirá conocer algunos de sus
destinos y, también, profundizar en las actividades económicas realizadas por la mulata. Su
contenido decía:
38
Primer Testamento de Blasa Díaz. Santiago, 2 de noviembre, 1737. AHNCH, FES, volumen 543, f. 106 vta.
Segundo Testamento de Blasa Díaz. Santiago, 7 de octubre, 1738, AHNCH, FES, volumen 659, f. 312 vta.
40
Íbidem, f. 312 vta.
41
Sobre la posesión de esclavos por parte de negros y mulatos libertos en distintas ciudades hispano y luso-americanas,
en Lima ver: AGUIRRE, Carlos, op. cit., pp.60-68; LÉVANO, Diego, “De castas y libres. Testamentos de negras,
mulatas y zambas en Lima Borbónica, 1740-1790”. Esclavitud y discriminación racial en la historia del Perú. Tomo I.
Lima: Instituto Riva-Agüero de la Pontificia Universidad Católica de Perú, 2002, pp. 126-145. En Argentina ver:
ROSAL, Miguel Ángel. “Los afroporteños, 1821-1825”. Revista de Indias 224 (2002): 143-172. En Brasil: MATOSSO,
Kátia Queiroz. Ser escravo no Brasil. São Paulo: Editorial Brasiliense, 1982.
42
ENGEMANN, Carlos. “op. cit.", p. 2. La traducción es mía.
39
11
Santiago, noviembre 2 de 1738
Señora Blasa Díaz de la Cuadra debe lo siguiente:
Por 198 pesos que me quedó debiendo en Lima el año de 728 quando se vino a esta ciudad de que me hizo un vale a
pagar a don Joseph de SantoMaria (sic) los cuales son del resto de 422 pesos que importaron 14 fanegas de azúcar con
87 @ que fue en 12 de diciembre de 1725 (…)
Por 66 pesos y medio que se afianzó de otra cuenta del año
de 1725 de 6 fanegas de azúcar y 20 varas de bayeta
Ha de haber la señora Blasa 400 pesos del precio del negro
Pedro que es la cantidad en que lo vendió en Lima don Martin de Belayeta
a los padres Berlemitas (sic)
Debe señora Blasa hasta hoy día de la fecha ciento veinte y cinco pesos y real y medio
Lucas de Ibarra43
Blasa Díaz estuvo en dos oportunidades en la ciudad de Los Reyes y desarrolló actividades
mercantiles de menudeo: en 1725 y 1728 respectivamente. Además, participó como distribuidora
marginal de la trata negrera. Uno de sus negocios consistió en importar esclavos negros africanos
desde Buenos Aires, a bajo costo, y enviarlos a Lima para obtener ganancias, como lo hizo con
Pedro. Según Gonzalo Vial, los esclavos del tráfico cordillerano se vendían entre 250 y 300 pesos
en Santiago44, mientras que ella los ofrecía en Perú a 400. ¡Racional manera de invertir el dinero
para aumentarlo! Sus negocios no pararon ahí. En el inventario de sus 136 bienes, se mencionaba
que tenía una “puerta de marco que puso a la chichería” 45 y en su segundo testamento decía que
dejaba: “en la chichería tres vasos y cuatro tazas de vidrio” 46. ¿Para eso requería el azúcar,
entonces? ¿Sólo para elaborar este brebaje?
La revisión de su inventario nos otorgará más claves para elaborar una respuesta. Entre los
números 103 y el 126, se enumeraron los siguientes:
103. Iten. Una frasquera con quince frascos los dos quebrados (…)
110. Iten. Dos molinillos (…)
112. Iten. Dos fardos de azúcar con catorce @ veinte y quatro libras bruto
113. Iten. Dos botijas de miel (…)
114. Iten. Dos ollas vidriadas que por malas se dieron a sus criadas
115. Iten. Dos cajitas de conserva de membrillo (…)
122. Iten. Cinco bolsas de lona… con diferentes confituras que en bruto pesan tres arrobas y dos libras
123. Iten. Sesenta cartuchos de a medio real de dichos confites (…)
43
Juicio sobre mejor derecho a los bienes quedados por muerte de Blasa Díaz, 1738 – 1741, AHNCH, RA, 143 hojas.
VIAL CORREA, Gonzalo. El africano en el Reino de Chile. Ensayo histórico – jurídico. Santiago de Chile: Instituto
de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica de Chile, 1957, p. 49.
45
Juicio sobre mejor derecho a los bienes quedados por muerte de Blasa Díaz, 1738 – 1741, AHNCH, RA, f. 16.
46
Segundo Testamento de Blasa Díaz. Santiago, 7 de octubre, 1738, AHNCH, FES, volumen 659, f. 312 vta.
44
12
126. Iten. Un cajón que sirve en la chichería sin cerradura con dos argollas y dentro cuatro pesos y medio de dulces los
más de miel47
Blasa Díaz no sólo fue propietaria de esclavos, sino que, también, fue dueña de una humilde
tecnología confitera. Convertía, entonces, los esclavos negros en azúcar. Y, una vez en su poder,
mezclaba ese producto con la harina y producía artesanalmente dulces de miel y membrillo. Por
último, su bien nº 30 del inventario era una: “burra aguatera” 48. Además de distribuidora marginal
de la trata negrera, microimportadora de azúcar, productora artesanal de dulces y confites, y dueña
de una chichera, ¿era aguatera?
¿Cuál era el rol de los esclavos en los negocios de Blasa? ¿Ellos confeccionaban los pasteles
y/o salían a la Plaza Mayor a ofrecerlos al público, tal como hacía la mulata Manuela Cuéllar?
¿Ellos le administraban la casa mientras se ausentaba en Lima? ¿Ellos atendían su chichería? La
información es tan fragmentaria que no nos permite responder esas inquietudes con certeza.
Sabemos algunos datos por la cuenta que presentó Joseph de Pasos, el albacea y tenedor de bienes,
cuando enumeró los gastos en que había incurrido desde la muerte de Blasa en 17 de noviembre de
1738 hasta el 23 de abril de 1739, fecha en que todavía no culminaba el juicio hereditario. Según él,
había gastado 5 pesos y 4 reales que pagó “a María Candelaria que es la que tenía de chichera la
difunta”49. También en su petición para hacer un inventario, mencionaba que dichos bienes “se
hallan en la casa de su habitación que tiene alquilada a cargo de sus criadas”50.
La vida de Blasa Díaz es “excepcional” en cuanto a que ella es una mujer que rompe con un
proceso casi natural para los libertos: su transformación de mano de obra esclava a libre asalariada.
También, es una muestra de un proceso de movilidad social exitoso para las alternativas que dejaba
una sociedad colonial. Porque, en un entramado que valoraba la jerarquía, se pensaba en estamentos
y excluía sobre la base de diversos criterios, dentro de los cuales el color da la piel (más bien, el
fenotipo) era uno de los fundamentales, los ascensos fueron pactados, tutelados y supravigilados.
¿Cómo calificar el proceso de vida de Blasa Díaz? Utilizando la definición de
“blanqueamiento social” de Celia Cussen, analicé este proceso preliminarmente 51. Esta historiadora
47
Juicio sobre mejor derecho a los bienes quedados por muerte de Blasa Díaz, 1738 – 1741, AHNCH, RA, 1738 –
1741, RA, fs. 15 – 16. Las cursivas son mías.
48
Íbidem, f. 16.
49
Íbidem, f. 55.
50
Íbidem, f. 11.
51
OGASS BILBAO, Claudio Moisés. “Ama de piel morena: el proceso de blanqueamiento de la mulata Blasa Díaz,
esclava en Lima y propietaria esclavista en Santiago (1700-1750)”, Revista Humanidades, Nº 17, vol I, Santiago:
Universidad Andrés Bello (2008): 67 – 86. Disponible en: http://www.unab.cl/artes-humanidades/doc/17/RH%206786.pdf. Acceso en: 20/marzo/2011.
13
lo define como “el acercamiento a los estratos hispanos de poder a través de un despliegue
estratégico de una serie de factores desde la vestimenta hasta la participación en la milicia o la
contracción de un matrimonio ventajoso” 52. Para Jean Paul Zúñiga esta opción implicaría una
primera etapa de vergüenza étnica 53. Jaime Valenzuela resume esta óptica y plantea que: “el único
camino para dejar de ser un ‘inferior’, pues, pasaba por negar su propio origen y dejar de parecer lo
que se era. Había que intentar aproximarse –asimilarse, si fuese posible– a los grupos
hispanocriollos”54.
Sin embargo, ¿por qué Blasa Díaz decide rotularse como “parda libre” en su segundo
testamento, aquel en que tenía “mejor acuerdo” (memoria)? ¿Hasta qué punto los libertos o libres
que descienden de esclavos se españolizan y se ocultan y/o avergüenzan de su origen? Si bien esto
sobrepasa los límites de esta ponencia, considero que ese punto de vista negativo debe ser revisado
y necesita nuevas miradas. ¿Por qué no pensar que ese acercamiento hacia los estratos hispanos de
poder (blanqueamiento) es posible de realizarse con orgullo y/o con una autoafirmación positiva de
su posición de casta? Ambos caminos no debiesen ser contradictorios.
Los esclavos de Blasa Díaz: una familia y varios estilos de gestión
Dos fueron las familias esclavas que administró Blasa Díaz. La de María Nicolasa y sus
hijos María Pastoriza, Juana Bernarda y Lorenzo. Y, también, la de Catalina negra y sus hijas
Melchora y María Antonia. En vista del tiempo, sólo me concentraré en la administración de la
primera familia. Es la más documentada hasta el momento y, también, la que permite elucubrar
varias hipótesis al respecto.
Necesitada de dinero para pagar una antigua deuda adquirida con un vecino del Callao,
Blasa Díaz decidió donar el 1 de febrero de 1725: “un negrito Lorenzo, mi esclavo, desta cuidad
52
CUSSEN, Celia. “Iconografías de un santo mulato. Lima. Siglos XVII – SVIII”. Cyber Humanitatis 39. Disponible
en: http://www.cyberhumanitatis.uchile.cl/ . Acceso en: 15/marzo/2011., p 1.
53
Jean Paul Zuñiga describe el drama que habría representado esta opción: “Porque, y esto debe ser recalcado, es
evidente que estas estrategias de blanqueamiento, aun cuando fueran exitosas, no deben hacernos perder de vista las
inquietudes y la negación que implicaban de una buena parte de su herencia. La primera etapa de esta ‘verguenza
étnica’ era, por ejemplo, la voluntad de los negros criollos, o ladinos en general, de desmarcarse de los bozales”.
ZÚÑIGA, Jean Paul. “‘Morena me llaman…’ Exclusión e integración de los afroamericanos en Hispanoamérica: el
ejemplo de algunas regiones del Antiguo Virreinato del Perú siglos (XVI-XVIII)”. En Ares Queija, Berta y Stella,
Alejandro, (coords.), Negros, Mulatos, Zambaigos. Derroteros Africanos en los mundos ibéricos. Sevilla: CSICEEHA, 2000, p. 12.
54
VALENZUELA MÁRQUEZ, Jaime. Las Liturgias del Poder. Celebraciones públicas y estrategias persuasivas en
Chile colonial (1609-1709), Santiago de Chile: Ediciones de la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, Centro de
Investigaciones Diego Barros Arana / LOM Ediciones, 2001, p. 51.
14
hijo de María Nicolasa, negra, mi esclava el cual es hoy de seis meses de edad […] por el amor y
voluntad que tengo al dicho Joseph Matías Delgado y Morales” 55. El compromiso fue que sirviera
sólo a su nuevo amo y que no lo donase a otro “salvo si el dicho esclavo saliere de tan malas
costumbres que no sea tolerable”56.
Quizá nunca encontremos un documento sobre la reacción de la madre cuando supo que su
hijo viajaría al Callao. ¿Dolor o conformidad con el sistema? Su hijo, además de persona, era un
bien y la misma ambivalencia legal le afectaba. Blasa Díaz declaró, en 1737, o sea 13 años después,
que la “negra mi esclava me ha servido legal y fielmente” 57. No habría quedado más camino que
mostrar esa faceta públicamente.
Doce años después, en 1 de octubre de 1737, se suscitó un problema. El padre del antiguo
destinatario viajó a Santiago para avisarle a Blasa Díaz que el cura que bautizó al negrito Lorenzo
lo había catalogado como libre. Entonces, como era “perjudicial al dicho Joseph Matías a que la
piense pretendiendo la libertad el dicho negrito” y “deseando hacer bien a uno y a otro”, decidió
comprar un negro esclavo para cambiarlo por Lorenzo58. Entonces, efectuó un trueque.
¿Cómo se había ejecutado el bautismo del negrito Lorenzo para causar tal confusión? Al
mirar distintos documentos, obtenemos distintas respuestas. Hay tres interpretaciones que
corresponden al mismo número de fuentes. La partida de bautismo de Lorenzo Díaz –ocurrida en la
Parroquia de El Sagrario y fechada el 16 de agosto de 1724– menciona que el cura Francisco Andía
Irrarázaval bautizó a “Lorenzo, negro libre, de tres días, hijo de María negra esclava de Blasa Díaz
y la liberto su señora”59. Según el documento del trueque, del 1 de octubre de 1737,
“inadvertidamente al tiempo del bautismo del dicho negrito se apuntó en el libro de la fe de su
bautismo por libre”60.
Esta situación nos plantea varias interrogantes: ¿cómo se confeccionaban los documentos en
la Parroquia?, ¿cuál era la fuente de información de los párrocos para idear sus criterios de ingreso
de datos?, ¿era necesaria la presencia de los amos para validar el bautismo de los esclavos?¿Estuvo
presente Blasa Díaz en el ritual del bautismo de Lorenzo? ¿A quién le creemos, finalmente?
55
Donación de Blasa Díaz. Santiago, 1 de febrero, 1725, AHNCH, FES, volumen 522, f. 46 vta.
Íbidem. Las cursivas son mías.
57
Primer Testamento de Blasa Díaz. Santiago, 2 de noviembre, 1737. AHNCH, FES, volumen 543, f. 106 vta.
58
Cesión del negrito Lorenzo. Santiago, 31 de octubre, 1737, AHNCH, FES, volumen 543, f. 104 vta.
59
Bautismo de Lorenzo Díaz. Santiago, 16 de agosto, 1724. AAS, Parroquia El Sagrario, Libro de Bautismos (de
Castas), Nº 15, f. 95 vta. Las cursivas son mías.
60
Cesión del negrito Lorenzo. Santiago, 31 de octubre, 1737, AHNCH, FES, volumen 543, f. 104 vta. La cursiva es mía
56
15
Al parecer, la negra María Nicolasa tuvo mucho que ver en esta historia. Un tercer
documento, elaborado el 31 de octubre de 1737,
nos muestra lo que habría ocurrido
verdaderamente “detrás de escena”. Según esa fuente, Blasa reconocía que “María Nicolasa, su
esclava, en la fe de su bautismo, lo mandó poner por libre con ánimo de ahorrarlo de la sujeción y
cautiverio”61.
Una acción así hubiese sido causal de violencia disciplinante o, bien, de perder algunos de
sus privilegios. Sin embargo, Blasa Díaz no castigó a María Nicolasa. Incluso, otorgó carta de
libertad a sus dos hijos, pero de forma condicional. Primero a Juana Bernarda “negrita su esclava de
edad de seis años hija de María Nicolasa su esclava por los buenos y leales servicios de su madre y
porque la ha criado y le tiene mucho amor y voluntad” 62. Y, también, decidió, de una vez por todas,
reconocer la libertad del recién llegado: “para que la goce desde el día del fallecimiento desta
otorgante”, ya que “le puede coger la muerte sin haberle hecho la carta de libertad y quedar por esto
sujeto a la servidumbre”63.
Como las libertades eran condicionales, en su segundo testamento, el de 1738, decidió
solicitar favores a sus contactos sociales. En caso de que su muerte llegase “antes que tuviesen
competente edad para gobernarse por sí”, su ama prefirió “dejarlos por limitado tiempo a personas
de mi satisfacción”64. Como ambos no cumplían la mayoría de edad estipulada por el derecho
indiano, Blasa decidió dejar a Lorenzo en poder de don Nicolás Olivos con la intención de que “se
sirva educarlo, enseñarlo en la policía cristiana y si posible le fuere aplicarlo a un oficio el que fuere
de su gusto para que deste modo asegure al dicho Lorenzo su manutención y no ande vagabundo
como suele acaecer a los que de su esfera quedan libres”65. Doña Micaela Mejías, en tanto, sería la
encargada de tutelar el crecimiento de Juana Bernarda “hasta que cumpla veinte años de edad para
que antes de ella esté sujeta a la susodicha; como así se lo ruego”66.
Ahora liberta, Blasa Díaz repetía los miedos que profesaba la élite sobre las personas de
color, las mismas desconfianzas y sospechas que alguna vez debieron sentir por ella; esa “esfera”
de la cual ella misma formó parte en algún momento y en otro territorio, pero donde se fraguaban
las mismas ideas.
61
Carta de libertad a Lorenzo y Juana Bernarda. Santiago, 31 de octubre, 1737, AHNCH, FES, volumen 543, f. 105 vta.
Íbidem. Las cursivas son mías
63
Íbidem. Las cursivas son mías.
64
Segundo Testamento de Blasa Díaz. Santiago, 7 de octubre, 1738, AHNCH, FES, volumen 659, f. 312 vta.
65
Íbidem. Las cursivas son mías. .
66
Íbidem.
62
16
¿Cuál fue el destino de la negra María Nicolasa? En este documento –el segundo testamento
de 1738–, Blasa deseó que “sea libre de toda esclavitud y servidumbre por la cantidad de trescientos
pesos en que la dejó avaluada; y sino los puede heredar solicite amo a su gusto” 67. Pero, esto se
haría efectivo solamente “en el caso de caber esta gracia en el residuo del quinto de mis vienes
después de costear mi funeral y entierro”68.
Pero, faltaba una de sus hijas: María Pastoriza. Ni en el primero ni en el segundo testamento,
Blasa Díaz había hecho mención a ella. Sin embargo, en su primer codicilio, de 5 de octubre de
1738, había recordado una deuda que la agobiaba: debía cancelar a doña Petronila Bustinza 250
pesos. Entonces, le encomendó a su albacea que escogiese de lo mejor de sus bienes para cancelar
su monto. Y, además, que “después de pagar se le entregue una negrita nombrada María Pastoriza,
hija de la negra María [Nicolasa] por ser mi voluntad la lleve para sí”69.
De manera discrecional, Blasa Díaz separó y unió esta familia mediante la donación, la
cesión, el trueque y la manumisión. Al parecer, María Nicolasa era la preferida de Blasa Díaz. Con
su servicio fiel y constante había logrado que su ama liberara a sus hijos, aunque ambos estarían
hasta los 20 y 25 años, respectivamente, sirviendo a otros amos. Por lo menos, tendrían la
oportunidad de aprender los resquicios del sistema para insertarse en la sociedad y, quizás, saborear
el éxito que tuvo su propia ama. Habría sido una posibilidad.
Conclusiones
El análisis de la dimensión cotidiana de la relación amo-esclavo en una sociedad con
esclavitud urbana como Santiago de Chile nos permite vislumbrarla como una relación económicasocial dinámica, cambiante y en constante proceso de ajuste, elaboración y configuración. La
‘esclavitud’ nunca está quieta ni acabada: es un forcejeo constante en que tanto amo como esclavos
buscan beneficios y dividendos diversos. El ejercicio de la ‘dominación’ tampoco es constante ni
abrumadoramente unilateral hacia los esclavos, sino que tiene pausas, discontinuidades e
incoherencias. Y son esas contradicciones y desniveles los que permiten a los esclavos de
apropiarse de espacios de autonomía y decisión.
Para los amos, una buena administración de los esclavos no implica sólo percibirlos como
mercancías u objetos, sino que reconocerlos como seres humanos racionales con distintas
67
Íbidem.
Íbidem.
69
Primer codicilio de Blasa Díaz. Santiago, 5 de octubre, 1738. AHNCH, FES, volumen 659, f. 311.
68
17
características psicológicas. Si bien son instrumentos de producción, una relación rentable a largo
plazo no se basa sólo en la mercantilización absoluta, sino que en el mantenimiento de la confianza.
Para ello, se debe “disfrazar” el dominio y tener la capacidad de mezclar tanto los castigos como los
incentivos. Es decir, ejerciendo y demostrando lo que hoy se llama “liderazgo”.
En este sentido, proseguir el análisis sobre el tratamiento de los esclavos tiene una escasa
rentabilidad intelectual ¿Cómo clasificar a Blasa Díaz, sin caer en una óptica esencialista y
sustancialista? ¿Es “benevolente” o “maligna”? Al parecer, un ama tiene comportamientos diversos
con un mismo esclavo a través de su vida (Lorenzo y María Nicolasa, por ejemplo) y diversos
esclavos entre sí (Juana Bernarda y Lorenzo fueron asentados, mientras que su hermana María
Pastoriza fue utilizada para cancelar una deuda). Se es bondadoso o cruel en relación a. El ultraje y
el despojo, junto con el amor y el cariño son elementos constituyentes que se mezclan, yuxtaponen,
superponen y/o traslapan. La inclinación de la balanza hacia uno de esos polos dependerá de las
posibilidades de ajuste en la relación amo-esclavo.
También, pone de manifiesto que la realidad empírica sobrepasa a la realidad documental.
Dicho de otro modo, pone de manifiesto los límites de la veracidad del documento por sí mismo.
Tomemos el caso de Lorenzo. Si estuviésemos realizando un estudio cuantitativo, su caso
engrosaría los datos de los catalogados como “libres”, puesto que su partida de bautismo nos indica
esa condición. Sin embargo, compulsando otros testimonios nos enteramos que experimentó
prácticas dignas de un ‘esclavo’: fue donado en Lima y trocado, manumitido y asentado en
Santiago. Por ende, es recomendable adoptar una mirada interdocumental progresiva para
complementar los testimonios de una sola fuente y corregir eventuales errores.
En este sentido, la vida de Blasa Díaz –y de cualquier personaje histórico abordado por los
historiadores– se nos presentará siempre como incompleta e inacabada. El lector está advertido,
entonces, de que cualquier cosa que hayamos dicho aquí no es definitiva ni para siempre: el
hallazgo de una nueva fuente podría añadir nuevos datos y –como vimos– reforzar y/o contradecir
testimonios encontrados con anterioridad. Por lo tanto, sería deseable indagar sus años limeños:
¿cuántos amos tuvo antes de venir?, ¿qué labores desarrolló en Lima?, ¿cuándo y bajo qué
circunstancias obtuvo y/o negoció su libertad?, ¿por qué vino a vivir a Chile?, entre otros.
A pesar del entrecruzamiento de fuentes, Blasa Díaz está siempre en fuga. Podríamos
plantear que es una “cimarrona documental”: huye y se esconde en legajos, libros parroquiales y
protocolos notariales.
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