DEJÁNDOLO TODO PARA SEGUIR A CRISTO P. Steven Scherrer, MM, ThD www.DailyBiblicalSermons.com Homilía para la fiesta de san Mateo, 21 de septiembre de 2012 Ef. 4, 1-7. 11-13, Sal. 18, Mat. 9, 9-13 “Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió” (Mat. 9, 9). Hoy es la fiesta de san Mateo, el recaudador de tributos públicos. Jesús lo llamó, e inmediatamente él se levantó y le siguió. San Lucas nos dice que “dejándolo todo, se levantó y le siguió” (Lucas 5, 28). San Lucas dice lo mismo de Simón Pedro y los hijos de Zebedeo: “Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron” (Lucas 5, 11). Vemos aquí la totalidad de su dedicación a Jesús. Le siguen completamente con todo su corazón y vida, y dejan todo lo demás para hacer esto de una manera radical y literal. Quieren ser totalmente para Jesús, sin dividir su tiempo, energía, interés, amor, o afección con otra cosa o otra persona. Inmediatamente después de esto Mateo “hizo gran banquete en su casa” (Lucas 5, 29), y muchos publicanos y pecadores vinieron y comieron con Jesús. Vemos, pues, que Mateo no sólo dejó todo y siguió a Jesús, sino que trató de llevar a otros a Jesús también, para que ellos también pudieran compartir con él en el tesoro que él ha descubierto en Jesús. Así Mateo vino a ser un apóstol de Jesús, cuyo propósito en venir era llamar a los pecadores al arrepentimiento y nueva vida por medio de la fe en él. Vemos dos cosas en san Mateo: su celo para Jesús, y su celo misionero para salvar a los demás al llevarlos a Jesús. Así debemos nosotros también vivir. Dejándolo todo, debemos levantarnos y seguir a Jesús, y desde entonces en adelante dedicarnos a predicar a Cristo a los demás, a todos los que podemos alcanzar, anunciándoles la buena noticia de la salvación por medio de la muerte y resurrección de Jesucristo a través de nuestra fe en él. Un discípulo de Jesús, un apóstol, deja todo lo de este mundo, como lo hizo Mateo y los primeros discípulos que dejaron su trabajo, y en adelante siguieron a Jesús en pobreza evangélica, dejando los bienes de este mundo para los del reino de Dios y de la nueva creación. Dejan los placeres de esta vida, y viven en adelante en simplicidad y amor por Jesucristo, buscando su deleite en él, no en las cosas de este mundo (Col. 3, 1-2). Por eso comen sencillamente, ayunan, se visten modestamente, y viven en simplicidad, buscando las cosas de arriba, no los consuelos de aquí abajo (Col. 3, 1-2). Viviendo en amor por Cristo, lo predican a los demás por el ejemplo de su vida y por su palabra, para mostrarles el tesoro escondido y la perla preciosa, que es la salvación y el amor que han encontrado en Jesús. Quieren que todos descubran lo que ellos han descubierto. Son, pues, en adelante apóstoles de Jesucristo en el mundo. Un discípulo de Cristo renuncia al estilo de vida del mundo y a sus placeres para encontrar toda su alegría en adelante sólo en Dios. Sabe que no puede dividir su corazón entre los deleites de aquí abajo y también alegrarse totalmente en Dios. Por eso quiere una relación con Dios que no es dividida así. Quiere que todo el amor de su corazón vaya directamente y sólo al Señor, sin división alguna de corazón. Esto se hace más radical y completamente en la vida consagrada. Por eso quiere dejarlo todo y seguir a Jesús, como lo hizo Mateo, y venir a ser un apóstol de Jesús. Quiere hacerse el último en este mundo por amor a Cristo (Mat. 20, 16), perdiendo su vida en este mundo por amor a él (Marcos 8, 35). Quiere tomar el camino estrecho y angosto de la vida, y dejar el camino cómodo y espacioso de la perdición (Mat. 7, 13-14). Renuncia a todo, para encontrar todo en Jesucristo. Así obtiene el tesoro escondido y la perla preciosa, que son el reino de Dios, al precio de dejar todo lo demás (Mat. 13, 4446). Si vive esto completamente, recibirá la recompensa céntupla (Mat. 19, 29). 2