“LA DECONSTRUCCIÓN DEL IMAGINARIO

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“LA DECONSTRUCCIÓN DEL IMAGINARIO ROMÁNTICO DE LA PATRIA
EN ‘MALDITO AMOR’ DE ROSARIO FERRÉ”
Dra. Cecilia Inés Luque
Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades, UNC
Maldito amor es una antología de narraciones cortas, publicada en 1986, en la cual la
escritora Rosario Ferré recrea ficcional y críticamente cien años de historia portorriqueña, desde
fines del siglo XIX hasta un hipotético futuro a fines del siglo XX. Son cien años durante los
cuales la sociedad agraria y cuasi feudal de la isla, originariamente dependiente de España, se va
transformando en una sociedad industrializada dependiente de los Estados Unidos, desgarrada
entre el independentismo y el asimilacionismo.
La novelette que abre esta antología abarca los primeros 50 años de ese trayecto
histórico; su trama gira alrededor de la figura de Ubaldino de la Valle, prócer nacional del
pueblo de Guamaní. Esta novelette también se llama “Maldito amor”, y lleva como epígrafe un
fragmento del poema “Canto a Puerto Rico”, del poeta romántico José Gautier Benítez, en el
cual se califica de “santo” al amor por la Patria. El juego intertextual entre título y epígrafe
permite identificar a Guamaní como una alegoría de Puerto Rico, y anuncia al amor como línea
isotópica.
El relato propiamente dicho comienza con las citas entrecomilladas de la novela
histórica que está escribiendo Don Hermenegildo acerca de su amigo Ubaldino, quien ganara el
estatus de Padre de la Patria por su heroica y continua lucha contra la amenaza foránea que
había terminado por corromper la independencia de la isla.
En esta versión literaria de la historia nacional, el mundo en el cual Ubaldino había
nacido y se había criado era un paraíso, un “[m]undo feliz, aunque pobre y atrasado, en el cual
se rechazaba, como si se tratara de una afrenta imperdonable a la dignidad humana, todo lo que
no fuera noble, elevado y bello,” (Ferré 11). Este paraíso estaba basado en el estilo de vida
señorial-patriarcal de las clases terratenientes, en donde los criollos de buena cepa y doble
apellido convivían armónicamente con los prestigiosos comerciantes venidos de España, sin
que se dieran conflictos de clase o de raza.
La novela de Hermenegildo presenta a la familia formada por los padres de Ubaldino
como representante cabal de dicho estilo de vida: Doña Elvira, criolla educada en París, se había
enamorado perdidamente de Don Julio Font, prestigioso comerciante español. Las tutoras de
Elvira, “[f]ervientes defensoras del amor conyugal y sus conveniencias, alcahuetearon desde un
principio el casorio, … [porque] Don Julio, además de bien parecido, era un hombre trabajador,
que podía llegar a ser algún día un buen administrador de la Central Justicia . . . empresa [que]
llevara ya tantos años sin un hombre a la cabeza,” (Ferré 13). La pareja se casa y la Central
Justicia comienza a prosperar bajo la dirección de Don Julio, pero eventualmente la injerencia
norteamericana en la economía de la isla desequilibra la vida de esta armónica comunidad, y
reduce el paraíso a un conjunto de ingenios azucareros empobrecidos viviendo parasitariamente
de los capitales foráneos. En esas circunstancias, Ubaldino lucha para proteger a la Justicia de
los embates de los banqueros estadounidenses, y por ende la rivalidad entre la Central criolla y
la norteamericana Central Ejemplo se convierte en el emblema del conflicto entre
independentistas y asimilacionistas.
La novela de Hermenegildo responde al modelo del romance familiar cultivado en
Latinoamérica durante el siglo XIX: Se trata de una historia de amor que desemboca
naturalmente en el matrimonio y la formación de una familia, en la cual los amantes representan
regiones, razas, partidos o grupos económicos particulares que deben aliarse para poder lograr
una convivencia social armónica. La función de esta forma narrativa fuertemente alegórica era
proponer las dinámicas de relacionamiento interpersonal propias del amor conyugal como
modelo deseable de la organización social de los diversos grupos humanos y políticos que
componen el cuerpo de la nación: Ciertos grupos serían cabeza de familia, y ejercerían su
autoridad, mientras que otros grupos cumplirían funciones equivalentes a las de la esposa y los
hijos, y de ese modo la sociedad funcionaría como una gran, amorosa y armónica familia. El
modelo propugnado mediante esta alegoría tiende a naturalizar el sesgo político de los proyectos
de las burguesías liberales latinoamericanas para consolidar los Estados-nación emergentes.
Dos modelos archi-conocidos de esta modalidad narrativa son María, de Jorge Isaacs, y Amalia,
de José Mármol.
Por supuesto, el origen romántico de estas novelas exige algo de drama, y generalmente
éste ocurre cuando la fortuna adversa entorpece o frustra los amores de los protagonistas. En el
caso de la novela de Hermenegildo, el modo demasiado pragmático que tiene Don Julio de
administrar la Central ofende el espíritu sensible de Elvira. Cuando ella reclama una conducta
más justa, él le responde con malos tratos, lo cual termina marchitando su amor por Julio y
causándole la muerte. Este final trágico, tan del gusto romántico, se va pre-anunciando en la
letra del danzón “Maldito amor” -del músico romántico portorriqueño Juan Morel Campos-, que
Elvira canta desde que se enamora hasta que muere:
Ya tu amor / es un pájaro sin voz
Ya tu amor / se perdió en mi corazón
No sé por qué / me marchita tu pasión
Y por qué no ardió
La labor de novelista de Hermenegildo se ve interrumpida varias veces por las conversaciones
que mantiene con diversos parientes de Ubaldino, quienes le avisan que la viuda del prócer está
muriendo, y le cuentan su versión de la vida familiar de Ubaldino para justificar el destino que
piensan darle a la Central Justicia. Cada uno de estos testimonios contradice e impugna
parcialmente a los otros, y todos van zapando de a poco el relato idílico que estaba escribiendo
Hermenegildo.
Arístides, hijo segundo de Ubaldino, se construye a sí mismo en su relato como el héroe
oculto, el último defensor de lo que queda del Paraíso ahora que su padre está arterioesclerótico,
pero su esfuerzo resulta realmente patético. El muchacho sufre en términos personales el
innegable y progresivo deterioro de la clase terrateniente criolla: es él quien se capacita para
dirigir la Central Justicia, pero su padre se la entrega por tradición y mal criterio a Nicolás, el
hermano mayor, a pesar de que es un intelectual humanista totalmente incapaz de administrarla;
es Arístides quien trabaja para mantener a flote a
la Central, pero son los banqueros
norteamericanos quienes tienen el verdadero poder sobre ella.
Arístides comprueba en su vida personal el divorcio entre la agencia social y el ejercicio
del rol del pater familias que se postulaba como modelo de masculinidad en las historias de
amor de los romances familiares. Entonces, intenta compensar en su relato la pérdida del poder
en el ámbito social mediante la ficción de un extraordinario poderío en el ámbito familiar. En su
versión de los hechos, si bien es su hermano mayor quien ha heredado el puesto del pater
familias, es Arístides el verdadero heredado del prócer: ha sido él quien consiguiera el amor de
Gloria, una mulata “de ésas que detienen el tráfico,” (Ferré 43), él quien la insertara en la
familia como elemento moderador de las desavenencias familiares, él quien lograra que
abandonara su vida alegre y se transformara en “una muchacha morigerada y decente, atenta a
mi menor capricho y sumisa a mi voluntad,” (Ferré 44). Por otra parte, habían sido las
estrategias de Arístides (mecanización de la producción, ahorro, y amistad con los poderosos),
las que pusieron la Central Justicia a salvo no sólo de la rapiña de los norteamericanos, sino
también de las ideas falsamente utópicas de su hermano, quien -según Arístides- cobraba con
favores homosexuales las tierras y los beneficios que repartía entre la peonada. Por eso, aunque
luego Gloria hubiese aceptado un casamiento de conveniencia con Nicolás, Arístides sentía que
había sido él quien restaurara el antiguo orden de la familia, ya que su hermano, “pese a su
título rimbombante de Presidente de la Central Justicia, no ejercitaba ninguna autoridad sobre
ella, ni tampoco sobre Gloria,” (Ferré 49).
Arístides le cuenta a Hermenegildo que, eventualmente, ha descubierto que tal
restauración ha sido superficial, porque a sus espaldas Gloria ha vuelto a sus antiguos hábitos de
promiscuidad, e incluso ha estado manteniendo relaciones con su propio padre. Le cuenta
también que su madre, para vengarse de las infidelidades del marido, ha arreglado la quiebra de
la Central Justicia. Por lo tanto, su último acto de heroísmo será vender la propiedad a los
dueños norteamericanos de la Central Ejemplo, para preservarla de la ruina y evitar a la familia
la vergüenza de una tal debacle.
Como se puede apreciar, la de Arístides no es una historia de amor productivo, en donde
el poder del varón cabeza de familia y el poder social de su clase se implican mutua y
naturalmente. En realidad, se trata de una historia de meras atracciones sexuales que no
alcanzan a compensar la impotencia del varón en los múltiples aspectos de la vida social. En
esta versión de la historia, tanto el amor personal cuanto el amor a la Patria se alejan de la
beatitud aludida en el epígrafe y se acercan al tormento invocado por el título. Al poner en
evidencia el sesgo ideológico del ordenamiento liberal del Estado-nación como una gran familia
patriarcal, el testimonio de Arístides rompe la ilusión de naturalidad del modelo narrativo del
romance familiar.
Otro de los testimonios que interrumpen la escritura de la novela de Hermenegildo es el
de Laura, la viuda de Ubaldino de la Valle. En su versión de la historia del prócer, los felices 30
años de vida matrimonial y la vida paradisíaca de la isla se ven marrados por una maldición
particular: los prejuicios de raza y abolengo. Para ella el amor, como su gemelo la muerte, es
igualitario, y “no admite diferencias de casta o de clase,” (Ferré 63). Por lo tanto, Laura no
puede consentir la hipocresía de los de la Valle, que aceptaron la fortuna de Julio Font pero lo
borraron de su árbol genealógico por ser un mulato; como tampoco puede tolerar la hipocresía
de una sociedad pretendidamente aristocrática que venera una “pureza de sangre que no tenía
por qué buscar,” (Ferré 70) como estrategia para ocultar que “el dinero es hoy la única ceiba
genealógica que queda aún en pie,” (Ferré 69).
Laura, quien como Ubaldino también era hija de un rico mulato, le cuenta a
Hermenegildo que, en el velorio de Nicolás, un comentario de Arístides mete el dedo en esta
particular llaga: “Déle gracias a Dios, madre, porque se lo llevó. … Así ningún De la Valle
volverá jamás a casarse con una negra,” (Ferré 73). Éticamente ofendida, Laura decide en ese
momento desheredarlo y dejarle la Central Justicia a Gloria. Para Laura, se trata de un gesto de
justicia igualitaria, ya que Gloria es mulata como ella, y ambas se habían ayudado mutuamente
cuando la sífilis finalmente había convertido a Ubaldino en un viejito irascible y obsceno.
El relato de Laura muestra que tanto el amor personal cuanto el amor a la Patria se
malogran cuando las diferencias raciales son convertidas en desigualdades sociales. Por lo tanto,
el modelo narrativo del romance familiar queda puesto en evidencia como una ficción: la
“rústica armonía” alabada por Gautier Benítez en su poema y pintada por Hermenegildo en su
novela está construida sobre el deliberado borramiento de los elementos sociales disonantes.
Nuevamente, el “santo amor” aludido en el epígrafe es desmentido por las malsanas relaciones
entre los personajes.
El testimonio de Gloria cierra la novelette, pero no tiene como interlocutor a
Hermenegildo. Mientras éste aún se encuentra junto al lecho de muerte de Laura, tratando de
digerir los relatos que acaba de escuchar, Gloria entra silenciosamente a la habitación, rompe el
testamento que le hubiese dado el control de la Central Ejemplo, y vuelve a salir sin siquiera
mirar a quien considera el novelista más embustero de Puerto Rico. Y de allí se va a prenderle
fuego a la hacienda, y a hacer memoria.
En la versión de Gloria, la familia del prócer, como la propia sociedad portorriqueña,
estuvo viciada por el conflicto entre los grandes ideales independentistas y los intereses
económicos que las subordinaban a los Estados Unidos. Finalmente, el conflicto se había
decantado a favor de los intereses económicos, y el senador Ubaldino, “el defensor de la
dignidad del pueblo, se convirtió en un policastro más” (Ferré 76), que apoyaba leyes que
hundían al pueblo en el hambre y la desesperación. Según Gloria, fue por esa infidelidad
política, y no por los amoríos, que Laura terminó por odiar a su marido. Fue también por esa
postura política que Ubaldino y Arístides consideraron catastrófica la manera socialista en que
Nicolás estaba administrando la Central Justicia, y tramaron su asesinato. Según Gloria, las
desavenencias en materia de política económica eran la raíz del amor maldito que se profesaban
los miembros de esa familia, y que había ido consumiendo la Central desde mucho antes que
ella le prendiera fuego.
Así como el relato de Laura enfatizaba las desigualdades sociales entre las razas, el de
Gloria enfatiza las diferencias de clase como factor por el cual el modelo del romance familiar
resulta una ficción: los conflictos entre ellas vician la pretendida “rústica armonía” de la vida
familiar y nacional hasta volverla inviable. Desde su perspectiva, es necesario cerrar el ciclo
malsano del amor idealizado a un modelo de sociedad y de Patria inherentemente inequitativo
antes de poder sentar las bases de un nuevo comienzo.
Haberle contado a Hermenegildo las versiones “ocultas” de la vida del prócer ha sido
una buena manera de comenzar a cerrar el ciclo, porque salieron así a la luz aquellas cosas que
el discurso oficial había tergiversado o borrado, y entonces el novelista más embustero de
Guamaní ya no podría seguir escribiendo falsedades sobre una edad dorada que nunca fue tal y
sobre un prócer que se dejó corromper. Pero también es necesario un gesto apocalíptico, que
termine con el símbolo material de todo un sistema socio-económico. Y es por eso que Gloria
quema la Central Justicia, mientras canta el mismo danzón que cantaba Elvira, pero con
significativas modificaciones en su letra:
Ya tu amor / es un pájaro con voz
Ya tu amor / anidó en mi corazón
ya sé por qué / me consume esta pasión
Y por qué ardió
En suma, puede decirse que “Maldito amor” desmitifica la narrativa maestra de la identidad
nacional portorriqueña, instaurada por los discursos de la literatura romántica. Rosario Ferré
deconstruye la principal estrategia discursiva del imaginario social de la nación - la historia de
amor- y el constructo político que la sustenta - la estructura jerárquica familiar como modelo
ordenador de los diferentes grupos sociales que componen la nación. La trama muestra el
costado “maldito” de la "historia de amor”, tanto a nivel personal cuanto a nivel nacional. En el
microcosmos de la familia De la Valle, los conflictos interpersonales remiten a los conflictos
entre los géneros, las razas, las clases sociales; la inherente desarmonía de la familia desmitifica
la romántica unidad nacional de los discursos historiográficos y literarios, y el final apocalíptico
sugiere la necesidad de una revolución radical para arrasar los cimientos enviciados de la
sociedad antes de poder comenzar a construir una nueva, más igualitaria comunidad imaginada.
Bibliografía
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Divergencias.
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Luque, Cecilia Inés. "De las historias de amor a las historias de vida: La renovación del
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Programa
de Discurso Social del Centro de Estudios Avanzados, UNC, 2003. 189-
196.
Republicado en versión modificada en El Hilo de Ariadna, vol. 6, abril 2003. Disponible
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Kennedy, Laura. “Las voces narradoras de Maldito Amor: Cuestionamientos de raza,
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Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades. Año 8,
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